Guía del Museo Nacional de la Revolución

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Guía

MUSEO NACIONAL DE LA REVOLUCIÓN


DIRECTORIO Dr. José Ramón Amieva Gálvez

Jefe de Gobierno de la Ciudad de México

Eduardo Vázquez Martín Secretario de Cultura

Gabriela Eugenia López Torres

Coordinadora de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural

Alejandra Utrilla Hernández

Directora del Museo Nacional de la Revolución

2018, Secretaría de Cultura de la Ciudad de México Museo Nacional de la Revolución Plaza de la República s/n, sótano del Monumento a la Revolución, colonia Tabacalera, alcaldía de Cuauhtémoc, Ciudad de México Teléfonos (55)5546 2115 y (55)5566 1902 Impreso en México Textos y cuidado de la edición: Edgar Rojano García Diseño gráfico: Gustavo Reséndiz Rivera Asistente de la Dirección: Javier P. Pérez Responsable de colecciones del MNR: Catalina Gagern Espinosa Corrección de estilo: Marlene Fautsch Arranz Fotografías: Fernando Aquino Fano, Gustavo Reséndiz Rivera Liliana Nava Diosdado y Tania Gabriela Victoria Gómez


PRESENTACIÓN El Museo Nacional de la Revolución tiene la vocación de conservar, exponer, investigar y divulgar el patrimonio correspondiente al periodo histórico de la Revolución mexicana, consolidándose a lo largo de los años como un espacio de reflexión y actualización de los temas relacionados al mismo. Con este catálogo la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, a través del Museo Nacional de la Revolución, comparte una muestra del acervo que comprende su exposición permanente y que se exhibe en nueve salas. La primera corresponde a un pequeño museo de sitio sobre la historia del edificio; en las ocho restantes se narra la historia de la Revolución mexicana, desde su gestación hasta el periodo de consolidación con el cardenismo. El Museo abrió formalmente sus puertas el 20 de noviembre de 1986 con la muestra 1910 en la memoria de México. En el 2010, con motivo de los festejos por el centenario del inicio del movimiento revolucionario, se renovó la Plaza de la República y el Museo. En ese momento se realizó una nueva museografía que incluyó en su guion temas poco tratados, como la participación de las mujeres o el conflicto religioso de 1926-1929. Actualmente, el Museo cuenta con esta exposición permanente, así como una sala para exposiciones temporales. También desarrolla actividades dirigidas a la comunidad que lo rodea, como son los talleres, el Libro Club Revolución, los ciclos de cine y actividades de inclusión para las comunidades LGBTTTI. Recientemente se implementó el programa de atención a personas con discapacidad motriz, auditiva, visual, intelectual y/o emocional, que integra pantallas con mensajes en Lengua de Señas Mexicanas y nueve módulos de inclusión móvil. Con la impresión de este catálogo, el Museo Nacional de la Revolución desea llegar a las manos de sus visitantes, con el fin de que puedan disfrutar y compartir desde la intimidad de su casa estas imágenes y reflexiones sobre nuestro pasado; y para que puedan tenerlas físicamente en sus libreros privados, así como en importantes bibliotecas especializadas en la historia del país.

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MUSEO DE SITIO Desde sus inicios como nación independiente, México no tuvo un edificio para el poder legislativo acorde con su nuevo estatus político; funcionaron como su sede, entre otras, la parroquia de Santa María de la Asunción, en Chilpancingo, así como el antiguo templo de San Pedro y San Pablo o el Palacio Nacional, en la capital de la República. Sería hasta 1896, en el México del progreso porfirista, que se planteó construir un Palacio Legislativo que estaría a cargo de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. El proyecto se comenzó en 1899, sin embargo, no pudo concretarse por diversas anomalías. A pesar de ello el gobierno mexicano no cesó en sus planes. Así, a propuesta de una terna de arquitectos franceses, se eligió a Èmile Bènard para que presentara su proyecto. Bènard nació en el pueblo de Goderville, en Normandía (Francia) el 23 de junio de 1844; estudió en la Ècole des Beaux-Arts de París y trabajó en el despacho de Charles Garnier, donde aprendió a proyectar obras monumentales. El arquitecto francés llegó a México en abril de 1903 y para el 30 de enero de 1904 estaba firmando el contrato para la realización de la obra.

Èmile Bènard, retrato, ca. 1910. Página siguiente, maqueta del Palacio Legislativo de Èmile Bènard, Museo de sitio, 2010.

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El principal reto al que se enfrentó Bènard fue la fragilidad del terreno, resolviéndolo mediante el uso de 17 mil pilotes de arena comprimida, de madera y de concreto. Sobre esta base se levantó la enorme cúpula de lo que debería ser el salón de pasos perdidos del Palacio Legislativo, y cuya primera piedra fue colocada por el presidente Porfirio Díaz el 23 de septiembre de 1910, en el marco de los festejos por el centenario de la independencia nacional. Sin embargo, el estallido revolucionario de 1910 acabó con el sueño de Porfirio Díaz y del propio Bènard, quien inclusive realizó algunas gestiones con el líder de la Revolución triunfante, Francisco I. Madero, para seguir con el proyecto. Todavía en 1922 presentó un boceto para utilizar la estructura de la cúpula en un Panteón de los Héroes; todo ello, sin éxito. Durante años, la estructura metálica de lo que sería el salón de pasos perdidos quedó abandonada; y no será sino hasta 1933, cuando el arquitecto Carlos Obregón Santacilia presentó el proyecto para crear un monumento a la Revolución. El monumento fue coronado por esculturas de Oliverio Martínez, que simbolizaban los últimos grandes avances sociales en la historia mexicana: la Independencia, las Leyes de Reforma, las Leyes Agrarias y las Leyes Obreras. La obra quedó concluida en 1938. Desde esos años, se tenía la idea de construir un museo que diera cuenta del proceso revolucionario. El proyecto tomó forma gracias al apoyo del entonces Departamento del Distrito Federal y de la Secretaría de Educación Pública, a través del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. El Museo Nacional de la Revolución (MNR) abrió formalmente sus puertas el 20 de noviembre de 1986 con la muestra 1910 en la memoria de México.

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Benito Juárez, editado por Aurelia Cadena y Marín, Chicago, Ill., 53.5 × 66.5 cm.

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SALA 1

LA CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO MEXICANO

El proceso de construcción de México como nación independiente no estuvo exento de contratiempos. La gran interrogante era qué camino debía seguir el país: el de los conservadores, que pugnaban por rescatar el legado hispánico —por ejemplo, la religión católica y la monarquía como forma de gobierno— o los liberales, que estaban convencidos de que un Estado laico y un gobierno republicano, con división de poderes, era lo mejor para México. A las luchas políticas internas se sumaron otros conflictos, como la declaración de independencia de los vecinos de Texas en 1838, y que los norteamericanos invadieran nuestro país en 1846. La derrota mexicana en la guerra quedó plasmada en el Tratado de Guadalupe Hidalgo que estableció la cesión de los territorios de Nuevo México y Alta California a los Estados Unidos. Texas se anexaría posteriormente. Como parte de esa búsqueda de identidad nacional, los liberales empezaron a expedir leyes acordes con su pensamiento: en 1855 se suprimieron los tribunales especiales, haciendo a todos iguales ante la ley; un año después la legislación que obligaba a las corporaciones religiosas a desprenderse de sus bienes; y en 1857, la que suprimió el cobro de diezmos. Precisamente el 5 de febrero de 1857 se promulgó una nueva Constitución que fue incorporando las llamadas Leyes de Reforma. Aunque la nueva Constitución representó en buena medida el triunfo ideológico del liberalismo, la lucha no cesó. Mediante el Plan de Tacubaya —del 17 de diciembre de 1857— el general conservador, Félix María Zuloaga, desconoció la Constitución y al régimen del presidente Ignacio Comonfort. Asimismo, estableció un gobierno paralelo al de Benito Juárez, quien asumió el poder, ya que era presidente de la Suprema Corte de Justicia. El triunfo en la “Guerra de Reforma” fue para los liberales, sin embargo, para 1861 España, Inglaterra y Francia amenazaron nuevamente a México pretextando la falta de pagos a sus deudas. Finalmente, los

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franceses fueron los únicos que invadieron nuestro país y apoyaron a los conservadores en sus pretensiones de revivir una monarquía. Maximiliano de Habsburgo, invitado por los conservadores a ocupar el trono de México, desembarcó junto con su esposa Carlota en Veracruz, el 28 de mayo de 1864, y llegó a la Ciudad de México el 12 de junio de ese mismo año. La lucha del gobierno de Juárez en contra del Imperio fue sin cuartel, a pesar de que Maximiliano impulsó varias de las políticas impuestas por los liberales. El triunfo republicano se empezó a delinear con la salida de las tropas francesas a finales de 1866 y el empuje de las tropas leales que, al mando del general Porfirio Díaz, tomaron Puebla el 2 de abril de 1867 y el 12 sitiaron la Ciudad de México. Maximiliano fue apresado junto con sus lugartenientes Miguel Miramón y Tomás Mejía, siendo fusilados en Querétaro, el 19 de junio de 1867. Tras la victoria se llamó a realizar nuevas elecciones presidenciales, en las que participó Porfirio Díaz. El general oaxaqueño había defendido la causa liberal desde la década de 1850 en diversas labores de gobierno, por ejemplo, como subprefecto del Distrito de Ixtlán, Oaxaca; y empuñando las armas, al ser designado por el gobernador Benito Juárez capitán de infantería de la Guardia Nacional de Oaxaca. Si bien llegó a alcanzar incluso la estatura de “Héroe del 2 de abril” por su destacado papel en la defensa de la República, y a pesar de todos sus méritos, Juárez triunfó en las elecciones. Todavía no era el tiempo de Porfirio Díaz.

Carabina Spencer, metal y madera, ca. 1866, 97 cm. de largo.

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Sables, metal con empuñaduras de resina y carey, s. XIX.

Fusilamiento de Miguel Miramón, Maximiliano y Tomás Mejía, Cerro de las Campanas, Querétaro, Qro., 1867, 10.4 × 6.2 cm.

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O. de la Mora, retrato del general Porfirio Díaz, México, Tip. Artística. Editor J. Millán Ponce.

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SALA 2

EL PORFIRIATO

El general Porfirio Díaz lanzó el Plan de Tuxtepec —el 10 de enero de 1876— para denunciar la corrupción del régimen político, reivindicar la Constitución de 1857 y desconocer al presidente Sebastián Lerdo de Tejada. Después de su triunfo militar, Díaz asumió de forma interina el poder hasta el 5 de mayo de 1877, en que se convirtió por primera vez en presidente constitucional. Durante los más de treinta años en que Díaz ejerció el poder, México vivió una profunda transformación. Bajo su gobierno se alcanzó la paz reprimiendo a los inconformes y tejiendo alianzas, inclusive con antiguos enemigos. Su forma personal de gobernar —en política no tenía “ni amores ni odios”, solía decir Díaz— lo convirtió en el depositario único de la autoridad nacional y el fiel de la balanza política. Conforme se fue construyendo esta paz, los capitales y el progreso llegaron al México porfirista. Inversionistas extranjeros establecieron instituciones financieras y todo tipo de fábricas; explotaron yacimientos de oro, plata y cobre; y, a su vez, los hacendados mexicanos construyeron emporios en el campo. Por otra parte, el telégrafo y el ferrocarril (que creció de 691 km. a 14,573 km. de 1876 para 1911) comunicaron a gran parte del país. Timbre de orgullo para el régimen fue que en 1895 se logró un superávit en las finanzas del país, gracias a la gestión del ministro de Hacienda y cabeza del grupo de los “científicos”: José Yves Limantour. Pero la prosperidad material tenía su lado oscuro. En 1901, durante el Congreso Liberal, se denunció que el régimen de Díaz era una “madriguera de bandidos” y que había olvidado los principios liberales; ese mismo año los hermanos Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón fundaron el periódico de denuncia Regeneración. En 1906 se reprimió la huelga de los mineros de Cananea, Sonora, que pedían mejores condiciones de trabajo, y un año después se actuó de la misma manera en contra de los obreros de la fábrica textil de Río Blanco, Veracruz.

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La situación era compleja y se agitó aún más ante la posibilidad de otra reelección de Díaz. El momento quedó registrado en libros como Cuestiones electorales (1908) de Manuel Calero; El Partido Nacional Antirreeleccionista y la próxima lucha electoral, de Francisco I. Madero; Algunos problemas nacionales (1909) de Maqueo Castellanos; o Nuestra verdadera situación política y el Partido Democrático, de Carlos Trejo. Pero el momento álgido llegó tras la entrevista que Díaz concedió al periodista James Creelman a principios de 1908, en la que declaró que se retiraría al finalizar su periodo presidencial y que aceptaría con gusto la formación de un partido de oposición. Esas palabras darían impulso a la conformación del antirreeleccionismo. El malestar en contra del viejo “dictador” crecía y ni siquiera los fastuosos festejos por el centenario de la independencia nacional en septiembre de 1910 pudieron ocultarlo. Así, tras su nueva reelección, al presidente no lo esperaba la gloria sino el destierro. Una rebelión armada encabezada por el ex candidato presidencial Francisco I. Madero derrocó a Díaz quien dejó el país, en medio de las muestras de afecto de la tropa y un grupo de adeptos que se reunieron a despedirlo en el puerto de Veracruz, un 31 de mayo de 1911. Porfirio Díaz murió en París, Francia, el 2 de julio de 1915.

Porfirio Díaz, figura de terracota, ca. 1910, 15 × 14.5 cm.

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Etiqueta de cigarros "Cardenal", El Buen Tono S.A., impreso sobre papel, ca. 1905, 11.5 × 6.9 cm.

Oficina de correos, Ciudad de México, septiembre de 1910, 18 × 12.8 cm.

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Carro alegórico representando a los zacapoaxtlas en el desfile histórico del Centenario de la Independencia, Ciudad de México, 16 de septiembre de 1910, plata sobre gelatina, 13.9 × 8.8 cm.

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VĂ­as de ferrocarril (fragmento) Sala 2 MNR.

Publicaciones polĂ­ticas de finales del Porfiriato, Sala 2 MNR.

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Autor no identificado, Francisco I. Madero, Ăłleo sobre tela, s/f, 162.5 Ă— 119 cm.

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SALA 3

EL MADERISMO

Francisco I. Madero nació el 30 de octubre de 1873, en el seno de una familia de hacendados del estado de Coahuila. En 1904 se involucró por primera vez en política al participar en las elecciones municipales de su natal San Pedro de las Colonias y, un año después, para elegir gobernador del estado. A finales de 1908, en medio de la agitación por una nueva reelección del presidente Porfirio Díaz, publicó su libro La sucesión presidencial en 1910 en donde proponía, entre otras cosas, una transición de régimen ordenada, mediante la libre elección del vicepresidente. La novedosa postura política de Madero, llevada a la práctica, incluyó la creación de un partido independiente (el Nacional Antirreleccionista) la fundación de clubes políticos locales y, una vez que fue designado candidato presidencial —el Dr. Francisco Vásquez Gómez fue postulado a vicepresidente—, la realización de una inédita gira electoral que recorrió las ciudades más importantes del país. La campaña antirreeleccionista terminó abruptamente cuando Madero fue acusado de rebelión, aprehendido el 7 de junio de 1910 en Monterrey, y trasladado posteriormente a la penitenciaria de San Luis Potosí. Con la oposición tras las rejas, se celebraron las elecciones en las que triunfó la fórmula Porfirio Díaz-Ramón Corral. Con la puerta de la legalidad cerrada, Madero decidió fugarse a San Antonio, Texas, donde redactó junto con sus más cercanos seguidores el Plan de San Luis, llamando a tomar las armas para el 20 de noviembre y así derrocar al régimen porfirista. Hay algunos levantamientos armados, como el de los hermanos Serdán en Puebla; sin embargo, no sería sino hasta el 14 de febrero de 1911 cuando Madero regresó al país, que la revolución tomó un nuevo impulso. Intentando hacer frente a la situación, el presidente Díaz renovó su gabinete y decretó la no reelección, pero todo fue inútil. La revolución triunfó en las batallas de Ciudad Juárez de mayo

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de 1911, en dicho lugar se firmó un tratado que estipuló la renuncia de Díaz, quien se fue desterrado a París. Madero reinició su gira electoral y, después de triunfar en las elecciones, asumió constitucionalmente la presidencia el 6 de noviembre. Unas semanas después lo haría el vicepresidente José María Pino Suárez. Francisco I. Madero gobernó por espacio de quince meses, en los que tuvo que hacer frente a los políticos porfiristas y a una prensa que le era hostil; a revolucionarios que se sintieron traicionados como Emiliano Zapata y Pascual Orozco; así como a los antiguos antirreleccionistas, cuyo partido fue disuelto por el propio Madero. El ejército se había mantenido leal al gobierno, pero una facción encabezada por los generales Félix Díaz (sobrino de Porfirio), Manuel Mondragón y Aureliano Blanquet, se sublevó el 9 de febrero de 1913 en la Ciudad de México. El general Victoriano Huerta se unió posteriormente a los sublevados. Después de diez días de combates, y contando con el apoyo de la embajada norteamericana, el movimiento rebelde se impuso. Dicho episodio es conocido como la Decena Trágica. Finalmente Madero y Pino Suárez fueron aprehendidos y llevados a la antigua penitenciaria de Lecumberri, donde fueron asesinados el 22 de febrero de 1913, mediante la llamada “ley fuga”.

Daguerre, Botón de la campaña presidencial, papel sobre metal, ca. 1910-1911.

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Carta de Francisco I. Madero a Julio Peña, Ciudad de México, 5 de mayo de 1910, 27.9 × 21.7 cm.

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Francisco I. Madero arengando a sus tropas, plata sobre gelatina, ca. 1911, 13.9 Ă— 8.8 cm.

Entrada triunfal de Madero, Ciudad de MĂŠxico, 7 de junio de 1911, plata sobre gelatina, 13.9 Ă— 8.9 cm.

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La Ciudadela, Ciudad de MĂŠxico, ca. 1913, plata sobre gelatina, 8.6 Ă— 13.4 cm.

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Venustiano Carranza y el general de Divisiรณn Domingo Arrieta, Durango, Dgo., ca. 1913, impresiรณn sobre papel, 34 ร 26.7 cm.

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SALA 4

EL CONSTITUCIONALISMO

Después del triunfo del golpe militar en contra del régimen de Francisco I. Madero, el general Victoriano Huerta asumió provisionalmente la presidencia de la República el 19 de febrero de 1913. Bajo la premisa de que su nombramiento traería la paz al país, diversos gobernadores empezaron a reconocer al nuevo presidente y los que no lo hicieron, fueron sustituidos por militares. No obstante el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, apoyado por la legislatura del estado, desconoció a Huerta y a las autoridades surgidas del cuartelazo mediante el Plan de Guadalupe —expedido el 23 de marzo—. Debido a que su objetivo era restablecer el orden legal roto por el golpe militar, Carranza y los suyos se identificaron como los “constitucionalistas”. Ante la oposición a su régimen Huerta aumentó las filas del ejército mediante la leva y llegó al extremo de militarizar la Escuela Nacional Preparatoria. Asimismo, emprendió una guerra de exterminio en Morelos, en su intento por acabar con el zapatismo. Llegó incluso a ordenar el asesinato de disidentes políticos, como al senador chiapaneco Belisario Domínguez y al diputado Serapio Rendón; además disolvió a la XXVI Legislatura bajo el argumento de que era un “obstáculo” para su gobierno y encarceló a los diputados en Lecumberri. Por su parte, los generales Álvaro Obregón, Pablo González y Francisco Villa comandaban las fuerzas constitucionalistas que combatían sin tregua al ejército federal: fueron épicas las batallas en Torreón y Zacatecas, que debilitaron al régimen huertista. Al mismo tiempo, como la guerra era también simbólica, los villistas acuñaron una rara moneda con el anatema: ¡Muera Huerta! El régimen de Huerta desfallecía, así que para intentar salvarlo apeló —entre otras cosas— al patriotismo de sus opositores para enfrentar la ocupación norteamericana de Veracruz en abril de 1914.

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Carranza no sólo se negó a sumarse al llamado sino que, a nombre del constitucionalismo, condenó enérgicamente la actitud hostil de los invasores. Finalmente, el 15 de julio de 1914, Victoriano Huerta presentó su renuncia y el 13 de agosto se firmaron los Tratados de Teoloyucan, que formalizaron la caída del gobierno huertista y la disolución del ejército federal, último reducto del porfiriato. Durante el tiempo que duró la lucha contra el huertismo, Venustiano Carranza (asumiéndose como depositario del Poder Ejecutivo) empezó a emitir leyes y decretos que dieran cauce a las demandas sociales del momento; reformó el Plan de Guadalupe —el 12 de diciembre de 1914— para incluir propuestas revolucionarias, como la expedición de una legislación para mejorar la condición de peones y obreros; el establecimiento del municipio libre y de un poder judicial independiente; así como la expedición de una ley agraria. Carranza también planteó la celebración de elecciones para el Congreso de la Unión, así como para presidente, con el fin de restablecer el orden constitucional en el país.

Ejército Constitucionalista, moneda de un peso, plata, 1913, diámetro 3.8 cm.

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"La Soldadera", canción mexicana, música de Belisario de Jesús García, impreso sobre papel, 14 × 8.9 cm.

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Diputados de la XXVI Legislatura (disuelta por Victoriano Huerta) en Lecumberri, Ciudad de MĂŠxico, 1913, plata sobre gelatina, 16.9 Ă— 11.9 cm.

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Diputados presos de la XXVI Legislatura realizando faenas en Lecumberri, Ciudad de México, impresión sobre papel, 1913, 8.7 × 13.8 cm.

Pablo González, Venustiano Carranza, Antonio I. Villarreal, Eduardo Hay y Francisco de P. Mariel, ca. 1914, impresión sobre papel, 25.3 × 20.3 cm.

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Carta de Carmen SerdĂĄn al presidente Venustiano Carranza, 10 de abril de 1919, 26.9 Ă— 20.8 cm.

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Estandarte del Club Político-Mutualista Belisario Domínguez, tela impresa y bordados, 1913, 151 × 74 cm.

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Jhetro Zúùiga, La Bola, fibra de vidrio, resina y textil, 2010.

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Luciano Xotlanihua y María Espíritu Jiménez, Tequila, Jalisco, 29 de septiembre de 1909, impresión sobre papel, 17.8 × 12.8 cm.

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SALA 5

LA REVOLUCIÓN POPULAR

La Revolución mexicana fue, en esencia, un gran movimiento popular que tiene en los generales Emiliano Zapata y Francisco Villa a sus caudillos más emblemáticos. Emiliano Zapata y los zapatistas fueron los herederos de una ancestral lucha de las comunidades agrarias por recuperar sus tierras coloniales, que les fueron arrebatadas por las haciendas azucareras. Zapata y los campesinos de la Villa de Ayala, Morelos, se sumaron al maderismo ya que el Plan de San Luis estableció que las tierras serían restituidas a sus “primitivos propietarios”. La alianza duró poco, pues ya como presidente Francisco I. Madero se negó a cumplir su promesa. Para reivindicar sus demandas agrarias, los zapatistas lanzaron el Plan de Ayala un 25 de noviembre de 1911; al cual se sumaron los pueblos de Morelos y de estados circunvecinos. Precisamente los vecinos de esos pueblos fueron el sostén de la lucha. Los hombres se sumaron al Ejército Libertador del Sur, mientras las mujeres cuidaban de la familia y alimentaban a la tropa; resistieron la cruenta guerra del ejército federal y, a pesar de que no contaban con armamento, se las arreglaron para volar los trenes. Pancho Villa, con un pasado de bandido “justiciero”, fue de los primeros en sumarse al maderismo. Aprendió pronto el arte de la guerra, participó en la toma de Ciudad Juárez en 1911 —misma que marcó el fin del porfiriato— y fue el artífice del triunfo constitucionalista sobre el huertismo, con su victoria militar en Zacatecas en junio de 1913. Su aura guerrera creció cuando se le unió el general Felipe Ángeles y formó la División del Norte, el ejército más poderoso de la Revolución. Entre diciembre de 1913 y enero de 1914 ocupó el gobierno de Chihuahua e impulsó medidas revolucionarias como confiscar los bienes de los ricos, pensionar a los familiares de los caídos en combate, rebajar los precios de productos de consumo popular y abrir

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escuelas. El pueblo pronto se identificó con el Villa generoso, valiente y justiciero. Además de líder militar, Pancho Villa también fue actor: en enero de 1914 firmó un contrato con la compañía norteamericana Mutual Films para la realización de una película sobre su vida, que se estrenó ese mismo año en Nueva York. Diferencias sobre su liderazgo militar distanciaron a Villa de Venustiano Carranza, quien formalmente era su superior. Para resolver el conflicto se citó a una Convención de jefes revolucionarios, que se reunió primero en la Ciudad de México y después en Aguascalientes. No hubo acuerdo, al contrario, la reunión se radicalizó con la llegada de los zapatistas y la adopción del Plan de Ayala. Carranza fue desconocido y se nombró a un presidente interino. El momento cumbre de la revolución popular fue cuando las tropas villistas y zapatistas ocuparon la Ciudad de México en diciembre de 1914 y Pancho Villa se sentó en la silla presidencial, con Emiliano Zapata a su lado. Pero la euforia pasó pronto, la poderosa División del Norte fue derrotada en 1915 por las tropas del general Álvaro Obregón, en las batallas del Bajío, y el general Zapata fue asesinado por los constitucionalistas el 10 de abril de 1919.

Sombrero, palma, diámetro 56.5 cm.

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Leopoldo MĂŠndez, Emiliano Zapata, grabado, 1938, 95 Ă— 90 cm.

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Billete de 50 pesos emitido por la Tesorería General del Estado de Chihuahua, 10 de diciembre de 1913, 20.2 × 10.1 cm.

Bilimbique de 5 centavos emitido por el ejército villista, 7.3 × 3.5 cm.

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Agustín V. Casasola, Historia Gráfica de la Revolución 1900-1940, cuaderno 7, 1942, 28.2 × 19.9 cm.

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Salacoff, Lona, ca. 1915, 33.7 cm. de diรกmetro por 21.5 cm. de altura, Sala 5 MNR.

Carabina Winchester 30-30, metal y madera, 1894. 96.3 cm. de largo, Sala 5 MNR.

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Carta de Francisco Villa a la señora Leonor Ángeles Rolando, Durango, Dgo., 8 de septiembre de 1921, 21.6 × 27.9 cm.

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Periรณdico El Pueblo, 6 de febrero de 1917, 59.6 ร 43.5 cm.

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SALA 6

LOS PROYECTOS LEGISLATIVOS DE LA REVOLUCIÓN

La Revolución mexicana no fue solamente un movimiento armado para derrocar a un régimen político, también fue una gran generadora de ideas como el sufragio efectivo, el derecho a la tierra o las reivindicaciones laborales, que prometían dar un nuevo rostro a México. En el aire flotaba la idea de que, tras el triunfo sobre el régimen de Victoriano Huerta, los revolucionarios debían reunirse para dar cauce a las demandas sociales surgidas durante esos años. El primer intento formal por encauzar esta inquietud surgió del Pacto de Torreón, que estableció una reunión entre villistas y carrancistas para resolver sus diferencias. Así, el 1.o de octubre de 1914, inició sus trabajos en la Ciudad de México la llamada Convención Revolucionaria; la cual se trasladó posteriormente a Aguascalientes, bajo el argumento villista de que se debía sesionar en un lugar neutral. El quórum quedó completo con la llegada de una comisión zapatista el día 26. Conforme transcurrieron las sesiones, la facción villista-zapatista se radicalizó y declaró la soberanía de la Convención; adoptó los principios del Plan de Ayala; y desconoció la autoridad de Carranza, quien se marchó con su gobierno a Veracruz. La Convención villista-zapatista, acosada militarmente por el constitucionalismo, tuvo que sesionar entonces en diversos lugares como Toluca, Cuernavaca y Jojutla, donde el 18 de abril de 1916 expidió su Programa de reformas político-sociales de la Revolución que proponía, entre otras cosas: la devolución de las tierras a los pueblos; reconocimiento al derecho de huelga; impulso a la emancipación femenina; fomento a la educación; implantación del voto directo y disolución del ejército. Carranza, por su parte, había planteado desde septiembre de 1913 que cumplidos los objetivos del Plan de Guadalupe se debía iniciar la “lucha de clases” que implicaba crear una nueva Constitu-

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ción. Acorde con estas ideas, Carranza lanzó la convocatoria para un nuevo Congreso Constituyente el 19 de septiembre de 1916. Entre sus bases se estableció que no podían ser electos aquellos que hubieran combatido al constitucionalismo, de esta manera los villistas y zapatistas quedaron excluidos. Las elecciones se realizaron en gran parte del país, todos los diputados electos fueron carrancistas y una gran mayoría eran abogados. En el Teatro Iturbide de Querétaro iniciaron las sesiones, el 1.o de diciembre, con la lectura del proyecto de Constitución presentado por Carranza. Dicha propuesta fue modificada por el llamado bloque radical, dando como resultado los artículos más avanzados para la época: el tercero, referente a la educación laica y gratuita; el 27, que otorgaba a la Nación los derechos sobre las tierras y aguas; y el 123, que estableció derechos laborales como la prohibición del trabajo infantil y la jornada máxima de 8 horas. La nueva Constitución fue aprobada por 219 diputados, el 5 de febrero de 1917, y es la que —con ciertas modificaciones— rige los destinos de México hasta el día de hoy.

Tintero y pluma utilizados en la firma de la Constitución de 1917, Sala 6 MNR.

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Agustín V. Casasola, Historia Gráfica de la Revolución 1900-1940, cuaderno 10, 1942, 28 × 20 cm.

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Billete de 50 centavos emitido por el Gobierno Convencionista de México, Toluca, Edo. Méx., 16 de agosto de 1915, 11.3 × 6.1 cm.

Billete de 1 peso emitido por el Ejército Constitucionalista de México, Chihuahua, Chih., 30 de marzo de 1914, 16.4 × 7.3 cm.

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Venustiano Carranza, altorrelieve tallado en caoba, (regalo del embajador alemĂĄn Paul Von Hintze al presidente Carranza) 1918, 67.2 Ă— 53.4 cm.

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Sillรณn y curul utilizados durante el Congreso Constituyente de 1916-1917, Sala 6 MNR.

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Secretaría de Gobernación, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, expedida el 31 de enero 1917 y promulgada el 5 de febrero del mismo año. Reforma la del 5 de febrero de 1857, 21.2 × 15.7 cm.

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Autor no identificado, Álvaro Obregón, óleo sobre tela, s/f, 73 × 60.5 cm.

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SALA 7

LAS BASES DEL NUEVO ESTADO

Después de la promulgación de la Constitución de 1917 el mayor desafío para los hombres del poder fue aplicar sus principios y encauzar la vida institucional. Sólo que este proceso se vio entorpecido por las pugnas políticas. Para Venustiano Carranza, a pesar de que el país salía de una guerra, se debía tener un presidente civil y no militar. Esta postura no fue compartida por el general sonorense Álvaro Obregón —a quien secundaron sus paisanos Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles— lanzando el Plan de Agua Prieta, el 23 de abril de 1920, donde desconocían al presidente Carranza. Tras la muerte de Carranza el 21 de mayo —en medio de la rebelión y bajo circunstancias extrañas— el triunvirato sonorense gobernó durante toda la década de los veinte. De la Huerta sentó las bases de la pacificación, al lograr la rendición de Pancho Villa. Obregón (1920-1924) empezó el reparto agrario. Asimismo, de la mano de José Vasconcelos, impulsó la enseñanza: fundando la Secretaria de Educación Pública y la reapertura de la Universidad Nacional. A Calles (1924-1928) le tocó defender el espíritu laico del Estado mexicano ante la beligerancia de la Iglesia católica durante la llamada guerra cristera. En medio de la reconstrucción revolucionaria, la transmisión pacífica del poder siguió siendo lo más complejo. Sublevaciones militares, asesinatos (como el de Villa el 20 de julio de 1923) y fusilamientos de generales de alta graduación, marcaron los procesos electorales de aquella década. El propio Álvaro Obregón, reelecto como presidente, fue asesinado por un fanático religioso el 17 de julio de 1928. Durante su informe de gobierno de ese mismo año, el presidente Calles lamentó la pérdida de Obregón, pero declaró que ello abría la oportunidad para que México transitara de un país de caudillos

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a uno de instituciones. Así fue como surgió el Partido Nacional Revolucionario (PNR), cuyo primer candidato presidencial, Pascual Ortiz Rubio, ganó las elecciones a pesar de las protestas del candidato opositor José Vasconcelos. A pesar de la creación del PNR, la institucionalización de la vida política tardaría algún tiempo, debido a la preeminencia de Calles, quien era reconocido como el “Jefe Máximo de la Revolución”. A ese periodo que se conoce como el “Maximato”, gobernaron bajo la influencia de Calles los presidentes Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Emilio Portes Gil.

Silla presidencial, reproducción, 2010, Sala 7 MNR.

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Periรณdico El Universal, 14 de abril de 1919, 59.1 ร 43.3 cm.

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Nombramiento a Elvira González Peña como profesora de canto de la Escuela Nacional de Música, Ciudad de México, 18 de febrero de 1920, 5.6 × 22.6 cm.

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Junta computadora del XX Distrito Electoral del estado de Puebla en Zacatlán, 5 de julio de 1918, plata sobre gelatina, 24.6 × 19.7 cm.

Recuerdo del examen de herraduría el 26 de noviembre de 1920 del Colegio Militar de la Escuela de Caballería, Ciudad de México, plata sobre gelatina 24 × 18.9 cm.

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Autor no identificado, Plutarco Elías Calles, óleo sobre tela, s/f, 73 × 59.5 cm.

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Máscara mortuoria del general Álvaro Obregón, bronce, 1928, 31 × 18 × 13 cm.

General Francisco R. Serrano, crayón sobre tela, s/f, 50.3 × 36.8 cm.

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El general Lรกzaro Cรกrdenas en el estado de Durango, s/f, impresiรณn sobre papel, 25.3 ร 20.2 cm.

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SALA 8

EL CARDENISMO

El 7 de diciembre de 1933, el general Lázaro Cárdenas del Río fue designado, con el visto bueno del “Jefe Máximo” Plutarco Elías Calles, como candidato presidencial del Partido Nacional Revolucionario (PNR). Cárdenas adoptó el Plan Sexenal, primer programa de gobierno en la historia del país, e inició una intensa campaña electoral por todos los estados y territorios de la República. Después de ganar las elecciones, Cárdenas protestó como presidente el 1.o de diciembre de 1934, con la duda de cuál sería la influencia del “Jefe Máximo” en su gobierno. La respuesta fue la expulsión de Calles del país, el 10 de abril de 1936, porque encabezó durante meses la oposición política y las críticas al gobierno. El deslinde del “Maximato” definió al régimen cardenista y dio sentido a la reivindicación que emprendió de los postulados revolucionarios. Por ejemplo, la reforma al artículo tercero constitucional que estableció la educación socialista, buscando la “redención material y espiritual de las clases proletarias dentro de un orden de efectiva justicia social”. El reparto agrario se retomó con mayor vigor. En octubre de 1936 se inició la entrega de las 220 mil hectáreas algodoneras de La Laguna; en agosto de 1937 se emprendió la parcelación de las tierras henequeneras de Yucatán; y le seguirían las del Valle de Mexicali. En muchos casos la expropiación de tierras se acompañó de la maquinaria industrial de las haciendas, los animales y edificios, además de los recursos que proporcionó el Banco Ejidal. Aun así, los resultados no siempre fueron los mejores. La idea de la justicia social abarcó a los Ferrocarriles Nacionales de México que fueron expropiados en junio de 1937 después de una huelga de operarios. Igualmente, a fines de ese año, la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje ratificó que las empresas petroleras

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tenían una buena situación financiera para pagar los salarios caídos de los obreros en huelga del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana. Las empresas se ampararon y el presidente Cárdenas decretó la expropiación de la industria petrolera el 18 de marzo de 1938. Esta decisión dio viabilidad económica a México durante las siguientes décadas. Congruente con sus ideas, Cárdenas apoyó al gobierno republicano durante la guerra civil española de 1936-1939 y abrió las fronteras de México a los exiliados; muchos de ellos vinieron a enriquecer la vida cultural e intelectual de México.

Arado, acero con madera, ca. 1900, 204.5 × 68.5 × 60.8 cm., Sala 8 MNR.

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Acciones de la Compañía Petrolera la Iberia, S.A., 15 de junio de 1920, 28.1 × 47.4 cm.

El presidente Lázaro Cárdenas en el Casino Militar, Ciudad de México, 7 de septiembre de 1938, 23.4 × 17.8 cm.

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Plutarco Elías Calles, Ciudad de México, ca. 1936, impresión sobre papel, 28 × 35.2 cm.

Cartel electoral del Partido Nacional Revolucionario con la imagen del general Lázaro Cárdenas, Querétaro, Qro., 1934, 92.8 × 67 cm.

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Hugo Brehme, cúpula del Palacio Legislativo, Ciudad de México, 1925 (copia de 1994), 50.6 × 40.2 cm.

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MUSEO NACIONAL DE LA REVOLUCIÓN Plaza de la República s/n, sótano del Monumento a la Revolución, colonia Tabacalera, alcaldía de Cuauhtémoc, Ciudad de México (55)5546 2115 y (55)5566 1902


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