LA PRIMERA CELEBRACIÓN DEL EMPERADOR CUAUHTÉMOC EN EL SIGLO XIX
E
s un hecho recurrente que los festejos patrios estén cargados de grandes simbolismos y de reflexiones sobre la memoria de nuestra nación. En una interesante investigación de Lara Campos Pérez se analiza el origen de la celebración del emperador mexica Cuauhtémoc en el siglo XIX. La primera conmemoración del último emperador azteca se produjó después de la inauguración del monumento erigido en su honor en el Paseo de la Reforma. La fecha para su inauguración fue establecida por Vicente Riva Palacio, quien indicó que debía de ser el 21 de agosto de 1887. Sin embargo, a unos cuantos meses de la inauguración, un grupo de ciudadanos encabezado por Demetrio Mejía, vecino de la Ciudad de México, proponía “señalar un día del año a la memoría” del último emperador mexica. La fecha idónea – según Mejía- era el 13 de agosto, fecha en que entregó el imperio a Hernán Cortés y representaba la última resistencia del emperador mexica. La petición fue recibida por José Ceballos, gobernador del Distrito Federal, quien acogió con buenas intenciones la propuesta; sin embargo, mostró su discrepancia. Ceballos argumentaba que se debía de celebrar el 21 de agosto- apoyando la propuesta de Riva Palacio- porque en esta fecha Cuauhtémoc “soportó los horrores del tormento con un valor y una serenidad sin ejemplo en la historia”. La nueva proposición fue aceptada por ambas partes: el cómite ciudadano conducido por Mejía y por el Ayuntamiento del Distrito Federal. De esta manera, el 21 de agosto se convirtió en una efeméride importante dentro del calendario cívico porfiriano. El día de su inauguración- 21 de agosto de 1887- El Siglo XIX manifestó que “La fiesta de Cuauhtémoc era la fiesta del pueblo indio, era la glorificación, la redención, al resurrección de la raza primitiva, de esa raza aborigen conquistada, envilecida y casi muerta desde la época del martirio de su último defensor, hasta la hora con que HIDALGO lanzó en Dolores el grito sublime de la Independencia”. Las municipalidades de Xochimilco y Azcapotzalco colocaron arcos florales que fueron aplaudidos por los concurrentes. En la tribuna oficial se ubicó al presidente Porfirio Díaz en compañía de los ministros de Gobernación, Guerra, Relaciones Exteriores, Hacienda, los oficiales mayores de Fomento y de Justicia, el gobernador del Distrito Federal, los regidores del Ayuntamiento y los representantes diplómaticos de España, Francia, Alemania, Bélgica y Guatemala. El discurso oficial fue pronunciado por el arqueólogo e historiador Alfredo Chavero, quien declamó algunas palabras cargadas de heroismo e incorporó al tlatoani en el “panteón nacional”.
“Gloria es de las naciones la gloria de sus héroes; y honrándolos, los pueblos se honran. Error histórico ha sido decir, que nuestra historia comienza con el nacimiento del primer hijo de español y de india, pues las hazañas de los mexicanos pertenecen, como son de España las proezas de Sagunto. Muéstralo bien el pueblo mexicano, presidido por el primer Magistrado de la Nación, viniendo reverente a descubrir el monumento de Cuauhtémoc, porque en este monumento ve el altar de la Patria. Y jamás honra fue más merecida, y jamás ejemplo fue más digno de mármoles y bronce”. “Cuauhtémoc, más que una memoria, es un ejemplo. Toda la patria se encierra con él, pues de él México ha aprendido, que cuando no se puede vencer, siempre se puede morir. Por ser él la patria toda, vienen a ornar su monumento, no solamente los recuerdos de México, sino los recuerdos de las razas todas”. Después del discurso de Chavero, se develó la imponente estatua acompañada de los acordes del himno nacional y los gritos de los concurrentes. Cerca de las doce terminó la ceremonia, y con ello se instauraría una fecha más del panteón cívico nacional. No obstante, después de la caída de Díaz la figura de Cuauhtémoc cayó en un letargo- como nos indica la investigadora Lara Campos- y sería reformulada en el siglo XX, pero esa es otra historia…