BASADO EN LA OBRA DE D.L.MOODY
ESTUDIO “LA ORACIÓN QUE PREVALECE” CAPÍTULO 1: ADORACIÓN Se ha definido el acto de rendir honor a Dios, reverencia, estima y amor, como adoración. Significa, literalmente, poner la mano en la boca para besarla. En los países orientales ésta es una muestra de respeto y sumisión. La importancia de presentarnos ante Dios en este espíritu es esencial a la hora de la oración. El reverendo Newman Hall, en su obra sobre el Padrenuestro, dice: «El culto de adoración del hombre, ha sido caracterizado de modo uniforme por el egoísmo. Vamos a Dios bien para agradecerle los beneficios ya recibidos, o para implorar otros nuevos: como comida, vestidos, salud, seguridad, comodidad. Como Jacob en Betel estamos dispuestos a hacer la adoración que rendimos a Dios correlativa a "comida para comer, vestido para vestirnos". • Este estilo de petición generalmente predomina el “yo” • Nuestras oraciones son como jinetes que cabalgaban en una dirección pero miran a otra; avanzamos hacia Dios pero en realidad miramos hacia nosotros. • Y esto puede ser la razón por la que muchas veces nuestras oraciones salen como el cuervo del arca de Noé, pero nunca vuelven. DANIEL Y LA ADORACION Daniel 9:3-4 3 Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. 4 Y oré a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; • El pensamiento sobre el que quiero llamar tu atención es el de las palabras: «¡Oh Señor, Dios grande, digno de ser temido!». • Daniel se coloca en la posición justa delante de Dios: en el polvo; puso a Dios en el lugar debido. • Fue cuando Abraham se hallaba de rodillas, postrado delante de Dios, que Dios le habló. • La santidad pertenece a Dios: la pecaminosidad a nosotros. • Brooks, el gran escritor puritano, dice: «Una persona de santidad verdadera queda completamente afectada y absorbida en la admiración de la santidad de Dios. Las personas no santas pueden quedar algo afectadas por las otras características de Dios; solo las almas santas quedan impresionadas con su santidad. Cuanto más santas son, más afectadas y de modo más profundo.
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• Para los santos ángeles, la santidad de Dios es el diamante resplandeciente del anillo de gloria. Pero las personas no santas son afectadas por otras cosas distintas. Isaías 6:1-3: 1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Necesitamos APRENDER A CONTEMPLAR la santidad de Dios • Cuando contemplemos la santidad de Dios, le adoraremos y engrandeceremos su nombre. • Moisés tuvo que aprender esta misma lección. Dios le dijo que se quitara las sandalias de sus pies, porque el lugar en que estaba era santo. • Cuando oímos a los hombres que tratan de presentarse como santos y hablan de su santidad, creo que toman a la ligera la santidad de Dios. Es de Su Santidad de la que necesitamos hablar y en la que hemos de pensar; y cuando hacemos esto nos postramos en el polvo. • Recordemos también lo que le ocurrió a Pedro. Cuando Cristo se le dio a conocer contestó: «¡Apártate de mí, que soy hombre pecador!». A la vista de Dios nos damos cuenta de lo santo que Él es y de lo pecadores que somos nosotros. • Hallamos esto en Job también, que tuvo que aprender la misma lección: «He aquí que yo soy vil, ¿qué responderé? Mi mano pongo sobre mi boca» (40:4). • Cuando escuchamos a Job discutiendo con sus amigos, pensamos que es el hombre más santo que ha vivido sobre la tierra. Job 29:11-13 11 Los que me escuchaban no dejaban de felicitarme. 12 A los pobres y a los huérfanos que me pedían ayuda siempre los ayudé; 13 las viudas y los pobresme bendecían y gritaban de alegría. • Era ojos para los ciegos, pies para los cojos; alimentaba a los hambrientos y vestía a los desnudos. ¡Qué hombre tan maravilloso era! Todo era yo, yo, yo. • Al final Dios le dijo: «Ahora, ciñe como un luchador tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás». En el momento en que Dios se le reveló, Job cambió su modo de hablar. Se dio cuenta de su mezquindad ante la perfección y pureza de Dios y contestó: «De oídas te
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conocía; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto, retracto mis palabras y me arrepiento en polvo y ceniza» (Job 42:5, 6). El centurión, del cual leemos en Mateo 8, dice: «Señor no soy digno de que entres bajo mi techo». Jairo «le adoró», al presentarse a hacer su petición; El leproso en el Evangelio de Marcos vino «arrodillándose delante de Él»; La mujer sirofenicia «vino y se arrodilló a sus pies»; El leproso «viendo a Jesús, cayó sobre su rostro». Lo mismo el discípulo amado, hablando del sentimiento que tenían respecto a Jesús cuando estaban con Él como su Señor, dice: «Contemplamos su gloria, gloria como del unigénito del padre, lleno de gracia y de verdad». Por íntima que fuera su relación, y por tierno que fuera su amor, le reverenciaban cuando estaban con Él, y le adoraban en tanto que le amaban.
Eclesiastés 5:1-2 1 Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal. 2 No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras. Como cristianos, cuando nos acercamos a Dios en oración, démosle el lugar que le corresponde: Hebreos 12:28-29 «Tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es un fuego consumidor»
Usado con permiso.
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