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My Bike #33 - Historias MB 1ra Parte Viaje al Tapón del Darién.

Claudio Viatorem es un viajero ítalo-argentino enamorado de la bici, pues ha estado recorriendo América en su bicicleta Surly y su última visita fue al Tapón del Darién.

El Tapón del Darién está ubicado en la frontera de Panamá y Colombia, es un bloque vegetal que se extiende por miles de kilómetros, en Colombia abarca los departamentos de Chocó y Antioquia, mientras que en Panamá las regiones son Darién, Guna Yala, Madugandí, Wargandí y Emberá-Wounaan.

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En este lugar, debido a la complejidad que plantea una selva impenetrable, se interrumpe la carretera Panamericana, es considerada la ruta más peligrosa de América Latina e intransitable, pero al mismo tiempo es considerado uno de los lugares más biodiversos del planeta, sin embargo, su espesa vegetación se ha convertido en el telón propicio para el paso irregular de migrantes y el narcotráfico, los turistas que hacen este recorrido lo llaman: El infierno de cruzar el Tapón del Darién.

Desde hace muchos años le daba vueltas en la cabeza a Claudio la idea de saber cómo es una de las zonas más extrañas, inhóspitas y difíciles del mundo: el Darién; un lugar, cerca del centro geográfico de América, donde se unen Sudamérica y América Central. El Darién cuyos habitantes originarios son las etnias Embera y Guna Yala en realidad nunca han ocupado esta línea donde se tocan las Américas. En tiempos prehispánicos, se encontraban en la vecindad, al encontrarse y enfrentarse al europeo, los llevo a desplazarse mayoritariamente a Centroamérica en el actual Panamá.

Desde los primeros días de la conquista europea de América, el Darién ha sido una zona difícil geográficamente, que aprovechó la famosa guerrilla contra el gobierno colombiano por más de 60 años.

Rodando en su bicicleta, Claudio se encaminó desde la Ciudad de Panamá por la famosa ruta panamericana, inaugurada alrededor en 1936, para unir toda América desde Bahía.

Pardo en Alaska (Estados Unidos de Norteamérica), hasta Tierra del Fuego (Argentina) al extremo sur.

La carretera siempre tiene dos carriles de circulación, luego de la ciudad de Chepo era angosta, pero bastante tranquila, el recorrido era incierto pero comienza prácticamente la travesía de la que pocos se arrepienten de hacerla. La población de Torti, era la primera población del recorrido, allí se encuentra la última estación de bomberos del Benemérito: Cuerpo de Bomberos de la República de Panamá, entidad muy profesional y servicial con el “cicloviajero”.

Entrando en la provincia del Darién lo recibe un arco sobre la carretera y coloridas indicaciones. Es de tener en cuenta que a los lados de la carretera Panamericana se encuentran las comarcas de indígenas Wargandi y Guna Yala al este, y Embera Wounaan al oeste. Poco después sucede el primer bloqueo por parte del SENAFRONT (Servicio Nacional de Fronteras de Panamá), donde solamente le piden el pasaporte e información hasta donde realizará el viaje.

Lo dejan pasar y sigue rodando, por lógica la carretera se hace cada vez más tranquila. Se pasa el municipio de Pinogana, la población de Santa fe y Meteti, donde nuevamente se debe mostrar el pasaporte, decir hasta donde va y cuanto se va a quedar. Una vez más le informan lo peligrosa que es la zona, debido al gran flujo de migrantes que atraviesan la jungla desde Colombia, los cuales son un riesgo, pero más aún sus guías que son traficantes. Durante el recorrido es fácil observar que por allí también circulan narcos, porque lo de la guerrilla colombiana nunca se terminó.

El paisaje selvático casi sin notarlo se ha ido cerrando, haciéndose cada vez más denso y espeso, algún sendero sale a la izquierda o la derecha, alguna casita de hojas de palma se avanza casi sin notarlo; se ve una llanura tranquila, acompañada del sonido de la variedad increíble de aves en la zona y cada tanto de los gritos de los monos aulladores, normalmente lejanos y uno que otro muy cerca.

Cuando aparecen algunas casas y el rió aparece hacia la izquierda, se entra al último pueblo de Panamá, la calle es más angosta, se ve un cementerio y un puerto con tanto de “Autoridad Marítima”. La calle se termina, es más bien un sendero peatonal y aunque entran un par de camionetas es el fin de la ruta panamericana.

Cruzando el rio también está poblado, los policías del SENAFRONT le recuerdan lo peligroso que es el camino y de rodar solo por la zona, regresa al inicio del pueblo y es cuando ve el viejo cartel que por la emoción se había perdido: “Bienvenidos a YAVIZA kilómetro 12.580 final desde ALASKA”.

Los nativos son una mezcla de autóctonos Embera, descendientes de colombianos y de africanos. Le repiten a Claudio que definitivamente por este lugar no se puede pasar en bicicleta, ya que son varios ríos de gran cause los que debe cruzar, además habría que pedir el permiso y pagar a los varios representantes de cada población.

Pregunta por la oficina de migraciones y no existe. Aunque teóricamente de aquí en adelante se podría entrar a Colombia sin problema; como en la práctica no se hace, entonces no hay oficina de migraciones para migrantes “legales”. Se debe tener en cuenta que la circulación de ilegales por la zona va desde colombianos y otros sudamericanos, pasando por gran cantidad de cubanos, que reciben dinero de sus familias desde Estados Unidos, hasta africanos y asiáticos como etíopes, somalíes pakistanís o afganos.

El camino aparece indicado sobre la ruta Panamericana a aproximadamente 45 km al norte de Yaviza. Es una calle en tierra y piedras, con subidas y bajadas, empieza a verse las montañas, camino suficientemente ancho para el paso de dos automóviles, pero difícil terreno para un ciclista. Le tocó cruzar un puente provisional, construido con troncos, tubos y tierra sobre el Rio Chucunaque. Su bicicleta con una carga de 45 kg, se le hacía difícil cruzar, no obstante llegó a la población Embera de Lajas Blancas, a orillas del eterno Río Chucunaque.

Se encuentra con algunas decenas de casas, construidas en madera, sencillas y dadas por el gobierno nacional y muchas otras construidas en otro material. Cuenta con una escuela bilingüe: Embera y Castellano, de apariencia bastante nueva.

Un hombre de unos 55 años se le acerca a Claudio y le hace algunas preguntas, las de costumbre: de dónde viene, desde dónde viene rodando, por qué está solo, entre otras preguntas. Le ofrece quedarse en una de esas casitas deshabitadas que tiene con su familia, pero en ese momento llegan 2 oficiales del SENAFRONT, haciéndole otra vez las preguntas de rutina, pero en particular si se había registrado en el puesto de migraciones en “Aguas frías” sobre la carretera panamericana. En realidad, Claudio no se acordaba si la oficina más grande donde se había registrado se llamaba “Agua frías”, pero como lo habían controlado en tantos sitios, Claudio les dice que sí.

Luego de darles toda la información le solicitan el pasaporte, verifican y llaman a alguien, despues de varios minutos le informan que tiene que registrarse en el destacamento de esa población, lo retienen por varios minutos y amablemente le devuelven la documentación.

Claudio se preguntaba por qué todo era tan amable, si cada vez que se acercaba al centro del fin del mundo, las personas lo tratarían cada vez mejor o es así como se cruza el infierno del Tapón del Darién.

Después de tenerlo detenido, le dicen que para circular y fotografiar tiene que pedir permiso al representante del pueblo, el indígena “Noco”. Tenía que dirigirse a la “Casa de la cultura” a 200 metros, allí va a preguntar por el “Noco”, pero pasan más de 2 horas y el “Noco” nunca llegó, así que las fotografías que hizo fueron “de contrabando”. Él explica que puede seguir sin problema, pero le advierten que lo que sigue en el camino son 4 ríos sin puentes ni barcas que no puede cruzar en una bicicleta. Claudio no se rindió y se arriesga, él no llegó hasta ese lugar para detenerse “por tan poca cosa”, así que pedaleó los 14 kilómetros que lo separaban de Marragantí.

Llega al primer río, en ese momento resulta imposible cruzarlo debido a que ha llovido en cantidades, con una profundidad de menos de un metro y aumentando notoriamente el caudal. Le contaron que una camioneta 4x4 del SENAFRONT el día anterior casi se la llevan las aguas, pues recordemos que no hay puentes.

Este sería solo el principio, para completar la información se acercan los oficiales del SENAFRONT que me realizan las normales preguntas indicándole que ya de allí no puede seguir, por todo lo ya descripto pero además indicándole los peligros representados por los grupos de tráfico de personas, con detalladas descripciones de las sevicias sufridas por muchos de estos migrantes ilegales tanto sea por sus “guías”, como también por otros delincuentes y asaltantes que aprovechan la situación como aves de rapiña siendo las bestias de mayor ferocidad de la región.

Le dicen que en esa zona no hay tantos narcos o guerrilleros, pero que siempre es de tener presente la peligrosidad de la fauna local desde serpientes, perros salvajes, jaguares, arañas venenosas y mosquitos, que le podían transmitir el dengue, la chikungunya, zika, leptospirosis o hasta la fiebre amarilla.

Claudio empieza a sentir realmente lo que es un infierno. En la próxima edición te contaremos como Claudio puede pasar los ríos y llegar sano y salvo hasta el otro extremo del Tapón del Darién.

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