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“DIOS ME SANÓ” –KAYLEE TURLEY, 5 AÑOS

POR DAN VAN VEEN

«¡Mami, mami, mi cabeza, mi cabeza!», gritó Kaylee Turley, de cinco años, mientras corría a la habitación de sus padres, agarrándose la cabeza en las primeras horas de la mañana del 30 de diciembre de 2019.

Michele palpó la cabeza de su hija: estaba caliente. Michele tomó un paño empapado en agua, limpió suavemente la cara de su hija y le dio algo para el dolor de cabeza.

Después de varios minutos, Kaylee dijo que tenía hambre. Al entrar en la cocina, Kaylee empezó a vomitar y se desmayó. Poco después, Kaylee se despertó, volvió a vomitar y se quedó completamente inconsciente.

Cuando llegaron a la sala de urgencias en Fort Smith (Arkansas), los médicos le hicieron una TC; Kaylee apenas reaccionaba. Los resultados no tardaron en llegar: Kaylee tenía una hemorragia cerebral, alrededor de un tercio ya estaba cubierto.

La prepararon rápidamente para llevarla en helicóptero al hospital de niños en Little Rock, Arkansas.

Mientras Kayson, hijo adolescente de Don y Michele, los llevaba en automóvil al hospital de Fort Smith, Michele se puso en contacto con otras personas, incluida su madre, Sharon Stockton, y les pidió que oraran por ella. Stockton, a su vez, llamó a su pastor, Robbie Willis, que se dirigió rápidamente al hospital.

Willis, pastor de Lavaca Assembly, sabe que Dios responde a las oraciones, ya que él fue sanado de

Parkinson. Los Turley también conocen la sanidad, ya que Don tuvo un cáncer cerebral «terminal» hace varios años. Mientras tanto, el número de personas que oraban continuaba aumentando.

Cuando Michele y Kaylee llegaron a Little Rock, Kaylee fue ingresada inmediatamente en la unidad de cuidados intensivos del hospital de niños.

La TC del hospital infantil reveló una respuesta a la oración: la hemorragia se había detenido. Sin embargo, un angiograma reveló que Kaylee tenía una malformación arteriovenosa (MAV)—una maraña de vasos sanguíneos que conectan arterias y venas en el cerebro, que probablemente había estado ahí desde su nacimiento.

«No podía sentarse, apenas podía hablar, solo murmurar, y no podía mover el lado derecho de su cuerpo», cuenta Michele. «Los médicos me dijeron que tendría dos meses de fisioterapia y que tendrían que operarla del cerebro para extirparle la malformación».

Como no se podía operar hasta que se redujera el edema cerebral, los terapeutas empezaron a desfilar por la habitación de Kaylee, pero los progresos fueron escasos. Los médicos mostraron a Michele el escáner que revelaba la MAV. Las oraciones no cesaron.

El viernes, un terapeuta musical despertó la atención de Kaylee. Pero entonces ocurrió algo inesperado.

«Repentinamente, ella despertó», recuerda Michelle. «Comenzó a esforzarse por hacer cosas con el lado derecho del cuerpo».

«A primera hora de la tarde del viernes, Kaylee estaba caminando por el pasillo con ayuda», dice Michele. «El viernes por la noche la sacaron de la UCI y la trasladaron a una habitación privada».

El sábado, el médico envió a Kaylee a casa.

«En vez de dos meses, llegó a casa en menos de una semana», dice Michelle, aún maravillada.

«Creemos en Dios y empezamos a orar», dice Stockton. «Cada vez que nos dábamos vuelta, los médicos cambiaban su versión […] sobre su capacidad de caminar, su memoria, cuánto tiempo estaría en terapia en el hospital […] Creo que la gente del hospital estaba asombrada».

El 13 de febrero, Kaylee fue a control y los médicos quedaron sorprendidos de sus progresos. Sin embargo, seguían creyendo que la MAV requería cirugía.

Con el paso de las semanas, Kaylee ya no tenía necesidad de que se orara por ella en la iglesia y no quería ir a fisioterapia.

¿Cuál era el razonamiento de Kaylee? «Mamá, ¿por qué (ir)? Jesús ya me ha sanó.

Michele comunicó esa creencia al médico de Kaylee durante la visita de febrero y después en la visita pospuesta a junio, debido a COVID.

«No nos creyó en absoluto», recuerda Michele. Quizá no... aún no.

El 25 de junio, Kaylee fue sometida a una resonancia magnética. Los médicos no encontraron nada. No obstante, programaron una angiografía.

«Nosotros pensamos que la angiografía tenía como fin ver la MAV», dice Michele. «Lo que no entendíamos era que el médico que haría la angiografía, simultáneamente realizaría cualquier intervención quirúrgica necesaria para extirpar la MAV y reparar la arteria del cerebro de Kaylee».

Kaylee no estaba contenta. No entendía la necesidad de operarla: Dios la había sanado. Sin embargo, los médicos insistieron.

El 27 de julio, el médico comenzó la angiografía/cirugía, pero no había nada que reparar. La MAV había desaparecido.

«Esta niña es un milagro», exclama Stockton. «Y glorificamos a Dios por ello».

Michele dice que el médico le enseñó los escáneres: el primero mostraba la MAV, el nuevo escáner no mostraba ningún signo de anomalía. No tenía ninguna explicación.

Y cuando por fin llevaron a Kaylee en camilla a la sala de recuperación, Michele le dio la buena noticia de que Dios la había sanado, a lo que Kaylee, un poco exasperada, respondió: «¡Te lo dije, mamá!».

Dan Van Veen es el editor de la noticias de AG NEWS. Él asiste a la iglesia Central Assembly en Springfield, Missouri, donde enseña a niños y niñas de 4 y 5 años de edad.

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