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SANADO DE UNA ENFERMEDAD INCURABLE

POR DAN VAN VEEN

Según el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares (National Institute of Neurological Disorders and Strokes), en la actualidad no hay tratamiento eficacaz que pueda detener el deterioro o invertir los déficits causados por el síndrome postpolio (SPP): no hay cura.

Sin embargo, Bill Poole, miembro de New Stanton Assembly of God, en Pensilvania, no está de acuerdo.

A Poole le diagnosticaron poliomielitis cuando tenía trece meses de vida. Se recuperó, pero casi 40 % de los supervivientes de polio pueden ser afectados con SPP entre quince y cuarenta años después de la recuperación. En 2013, Poole cayó en ese 40 % cuando un accidente de automóvil provocó el SPP en su cuerpo.

El SPP parece tener similitudes con la ELA (enfermedad de Lou Gehrig), ya que causa fatiga extrema, intenso dolor muscular y articular, debilidad muscular progresiva, atrofia muscular y pérdida de funciones/ parálisis, incluida la capacidad de cantar, hablar o incluso tragar. También puede afectar la capacidad respiratoria.

Antes del SPP, Poole era pastor de las AD y le gustaba cantar y predicar.

«Me debilité tanto que apenas podía abrir una botella de agua», dice Poole. «Ya no podía cantar, predicar era imposible y tragar se había vuelto cada vez más difícil».

Poole afirma que el dolor era continuo y, a veces, casi insoportable; la medicación apenas lo aliviaba. Y durante los últimos nueve años, Poole ha dependido de un bastón para andar.

No obstante, en septiembre de 2019, Ron Ingelido asumió como pastor de las AD en New Stanton. En febrero siguiente, estaba preparando una serie sobre la sanidad. Pidió a cuatro miembros de la congregación que participaran; personas que aunque creían que Dios los sanaría todavía no habían experimentado esa sanidad. Una de esas personas era Poole.

«Sufría constantemente de dolor, incluso al hablar», explica Poole. «Él me hablaba de las luchas que tenía [...] no solo sufría dolor físico, sino también mental y emocional. Pero cuando le hablé de lo que quería hacer en el culto, se ofreció de voluntario y me dijo que sabía que Dios le iba a sanar».

En aquella reunión de febrero de 2020, Poole se dirigió con mucha dificultad a la plataforma, incluso necesitó ayuda para subir las escaleras. Habló de algunas de sus luchas con la congregación y su fe de que Dios sanaría su cuerpo.

El COVID se propagó entonces por los Estados Unidos. Las puertas de las iglesias se cerraron y, para algunos, el miedo sustituyó, o al menos debilitó, la fe.

Sin embargo, la fe de Poole de que Dios lo sanaría era firme, no así su cuerpo. Cuando New Stanton reinició sus cultos, Ingelido se dio cuenta de que Poole no asistía con regularidad: su salud se estaba deteriorando.

«No se encontraba lo suficientemente bien como para venir a la iglesia», dice Ingelido. «Había momentos en que se ahogaba y no podía respirar».

Sin embargo, Poole envió a Ingelido un correo electrónico que nunca olvidará.

«Me dijo que vendría a la iglesia este domingo», recuerda Ingelido, «¡y que sabía que Dios lo sanaría!».

El domingo 29 de mayo de 2022, tal como prometió, Poole llegó a la iglesia. Y durante el llamado al altar, se acercó cojeando para orar.

«Nos reunimos a su alrededor y él oró con fervor», dice Ingelido. «Su rostro estaba cubierto de lágrimas, y era evidente que Dios y él estaban teniendo un momento: en ese instante Dios lo tocó y lo sanó».

Poole confirma la sanidad milagrosa. «Sentí el poder del Espíritu Santo como nunca», dice Poole. «Sentí que una carga de poder vino sobre mí con tanta fuerza que casi me derribó».

Ingelido dice que vio cómo Poole se daba la vuelta, volvía a subir por el pasillo y le entregaba el bastón a su esposa, Kimberly, y declaró: «Ya no necesito esto».

¿Fue solo una descarga de adrenalina la que inyectó en Poole el poder para andar por ese pasillo sin ayuda?

Según sus médicos, no.

Con el SPP, el deterioro del cuerpo es continuo e rreversible. Cuando Poole visitó a sus médicos, se quedaron asombrados. Su fuerza era mucho mayor. Ya no le era trabajoso hablar ni tragar. ¿Y su bastón? En casa.

«Bill me contó que una de sus doctoras estaba tan asombrada que dijo: “¡Tengo que volver a la iglesia!”», cuenta Ingelido, riendo.

Desde entonces, Poole ha asistido a casi todos los cultos de los domingos y miércoles, y ha presentado con entusiasmo su testimonio a la congregación.

«Le digo a todos que en New Stanton somos reales», dice Ingelido. «Somos gente real, que sirve a un Dios real, y que marca una diferencia real... cuando Bill presentó su testimonio, todos los presentes lloraron de alegría al saber que ¡la sanidad de Bill Poole era una realidad!».

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