3 minute read
Un error llamado “Silvia”
Librería digital CCS
Nada le impidió a la CIA reaccionar de forma inmediata y expeditiva. A mediados de diciembre de 1994, al volver Chávez de su primer viaje por La Habana, la CIA le montó la primera cacería al Comandante. Langley instaló en Caracas dos de sus matones mejor entrenados y capaces de hablar en español, con experiencia en Centroamérica contra los sandinistas y la guerrilla salvadoreña. Estos dos agentes de la CIA actuaron cubiertos ilegalmente por el gobierno socialcristiano de Rafael Caldera.
Advertisement
La tarea de vigilar al ascendente líder bolivariano se la encargaron a una de las mejores agentes femeninas de la DISIP. Esa agente se hacía llamar “Silvia”.
Ella debía seguir y registrar lo que decían, hacían y hasta lo que respiraban el Comandante y sus acompañantes. Silvia, una caraqueña común formada
231 Cuatro sospechosos. Un autor intelectual
Librería digital CCS
en un barrio pobre de Caracas, tuvo que asistir a todos sus actos públicos, y cuando pudo, colarse también a los actos que hacían los movimientos en lugares cerrados. “Silvia” se convirtió en los ojos y oídos de la CIA en Caracas. Sus primeros informes no agregaban nada a lo conocido del Comandante.
Chávez fue seguido y perseguido en todos los escenarios políticos y sociales de Venezuela. En cada huelga, levantamiento barrial, saqueo, cacerolazo, proceso electoral, allí donde la vida política se cruzara con sus búsquedas revolucionarias, la DISIP y la CIA lo tenían bajo la mira atenta de la agente “Silvia”.
Una de esas peripecias la relató el viejo editor y amigo Manuel Vadell, fallecido hace pocos años. Recordó escenas de esa etapa contadas con el sabor criollo del buen cuentero caraqueño.
Una tarde en el sótano donde aún funciona su editorial en el barrio La Candelaria, nos contó lo que hacía el perseguido coronel para evadir a la DISIP.
¿Quiénes mataron a Chávez? 232
Librería digital CCS
Manuel vivía en un apartamento grande en la zona residencial de este barrio español de Caracas, junto a su mujer, su hijo y su hija.
Para ingresar al edificio y acceder al apartamento se requería de una operación de inteligencia preventiva especial. Tan delicada tarea la dejaba Chávez en las manos expertas de los dos mellizos Otaiza, ambos formados en seguridad e ideología bolivariana. Ellos le cuidaron las espaldas en esos años al rebelde impenitente.
Como parte de aquella cacería política la espía “Silvia” vivió una silenciosa transformación subjetiva, luego de una crisis de conciencia digna de un buen guión de cine. Terminó convencida que estaba equivocada. No le encontraba sentido vigilar a un rebelde que no mostraba nada de peligroso. Poco a poco se le fue convirtiendo en un político simpático. Silvia, la espía, cuyos ojos y oídos no se apartaron de Hugo Chávez varios meses, terminó cautivada por el líder bolivariano y convertida ella misma en una
233 Cuatro sospechosos. Un autor intelectual
Librería digital CCS
simpatizante bolivariana:
“Pude vivir este proceso sin prejuicios porque procedo de una familia muy humilde… Mi origen me permitió valorar la propuesta de Chávez. Sabía perfectamente que lo que decía era cierto”.
“Más huracanada resultó la conciencia de la mujer espía que rastreaba en secreto al comandante vigilado. Una suerte de “síndrome de Estocolmo” se posesionó de ella, pero a distancia. La agente policial terminó imantada por el líder bolivariano”. (¿Quien inventó a Chávez? Pág. 236, Ediciones B, Bs As. 2007).
La Agencia Central de Inteligencia cometió un tipo de error poco frecuente en una agencia de su escala. En los relatos de varios agentes arrepentidos de la CIA no hay registros de casos similares al de “Silvia”. Quizá no lo podía prever en su exquisita mirada primermundista.
“Silvia” confesó esa conmovedora historia para el libro El Encuentro, escrito por los periodistas cubanos Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez.
Esta confesión de la agente policial “Silvia”,
¿Quiénes mataron a Chávez? 234
Librería digital CCS
retrata la contradicción de un Estado tercermundista, que muchas veces debe arriesgar su seguridad, dejada en manos de agentes ajenos al sistema de poder que le encargan defender. Una actuación similar a la del esclavista que le expone el cuello a su esclava para que le afeite las barbas con una navaja afilada, como aparece en el film Kunta Kinte.