NQM #1

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Nota Editorial Tiramos las primeras líneas, una botella al mar. Nos planteamos un comienzo. Cómo arrancar. Haciéndolo, dijimos. Una revista digital que alimente el mar intempestivo de la web. Una que hable de nosotros. Que muestre lo mejor de los que quieran colaborar. Y lo hicimos. En este momento lo estamos haciendo. Ahora. A sabiendas de que las condiciones óptimas nunca están ni van a estar. Conscientes de que nos van a objetar, pegar, poner en duda. Sabiendo que vamos a tener que sortear dificultades. Porque eso es para nosotros la revista: un bardo que queremos bailar. Queremos hacernos los lindos y gustarte. Porque Nadie Quiere Morir. Así le pusimos. Nadie Quiere Morir, ni vivir para siempre. Porque queremos que te sientas incómodo, molesto, que te rías, que te leas, que tires una puteada al aire cada vez que nos bajes de la web. Queremos eso para vos, porque queremos lo mismo para nosotros. Sorprendernos haciéndolo. Decir “la puta madre esta revista, no te creo que la estamos haciendo nosotros.” www.revistanqm.com.ar nadiequieremorir@gmail.com Esto es NQM. Bienvenidos.

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Peteco Muñoz

Pág. 6

Nuestro columnista estrella redefine el teatro independiente desplegando un caluroso don de gente.

Militar el trabajo. Leticia Martín.

Pág. 8

Una casa se convierte en sala de teatro y club cultural. Entrevistamos a Lisandro Rodríguez y Santiago Loza, en su nuevo espacio Elefante, del barrio de Almagro.

Carta abierta a un adicto. Fernando Rodil

Pág. 14

Confesiones de un joven viciado.

¡Nirvana para todos y todas! Martín Casarino.

Pág. 16

Un librepensador, magíster universitario nos tira la posta de la vida en clave zen.

Encontronazos. Daniela Regert

Pág. 20

Historias cortas de sexo y de gente ilustradas por la mano maestra de Sofía Barrera.

El hombre detrás de la web. Fernando Rodil

Pág. 24

Cómo se hace para que una página de Internet se vuelva imprescindible. Entrevista al creador de alternativateatral.com.ar

Reseñas en verso. Leticia Martín

Pág. 28

Cada libro un mundo para salirse de éste. Abrimos el primer número de NQM con Kriptonita, de Leonardo Oyola.

Zombies. Rob Idem

Pág. 32

Porque el teatro independiente todavía no había sido infectado por la fiebre verde.

Conejos. Leticia Martín

Pág. 34

Paula Brecciaroli nos contó cómo nació la editorial independiente Conejos, que acaba de cumplir un año de vida.

La columna de Iván Dessau

Pág. 40

Un músico fantasma se mete entre las bandas emergentes y nos recomienda los discos que, van a hacer historia.

Galería Nadie Quiere Morir.

Pág. 42

Dibujos, ilustraciones, fotos y pinturas, en todas las posibilidades de sus técnicas y formas estéticas. En este número Otto Soria ilustra bares porteños y escenas de la vida cotidiana.

Grande pequeño. Álvaro Lee.

Pág. 52

Un testigo en el viejo mundo nos cuenta qué pasa en el teatro español en medio de la crisis político-económica de un modelo agotado y cansino.

SUMARIO

Cinema Varieté. Nadia Marchione

temtempiés

La muerte en 140 caracteres

artes combinadas

Cada número un invitado y cada invitado una batería de definiciones sobre los diversos significados de la muerte. En este número el escritor Juan Diego Incardona.

música letras artes visuales

Pág. 56

Nadie como Nadia, para contarnos desde la crítica cinematográfica qué pasa en Jogo de Cena, la película de Eduardo Coutinho.

Relatos Breves. Analía Medina

Pág. 58

Pág. 60

Una mujer es una madre, una trabajadora, una escritora que ilustra, sus miedos, sus avatares, sus encuentros y desencuentros. La columna de una vida que se fragmenta violentamente.

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DULCE de MEMBRILLO ultra argento


PETECO MUñOZ Ilustración: Carolina Bianchi

¿Qué nos conmueve más, una superproducción de Broadway o un pato cruzando la ruta? Soy Peteco Muñoz, y me animo a decir: la historia del pato, por siempre, por siempre. Me contactaron los editores de esta revista pensando que soy una persona interesante, que mi voz puede atraer, magnetizar. Ellos buscan en mí un gancho. Pobres. Yo acepté escribir en este pasquín capitalista de cuarta precisamente porque es un pasquín de cuarta. La virtud de lo berreta es que nunca se tornará un instrumento opresor. Advierto, por eso, que a la primera que me entere que se ha alcanzado más de, digamos, una treintena de lectores que no sean familiares o amigos de los realizadores, renuncio a seguir publicando.

TEATRO INDEPENDIENTE no es sólo una categoría, señores, es una forma de vida. La “independencia” no es un concepto estanco, no es sólo un 9 de julio, no es sólo emanciparse de los padres, definitivamente no es sólo una estación de subte. No. La independencia puede (debe) atravesar nuestra cotidianeidad. La independencia debe ser un rayo que vivifique nuestra imaginación, debe ser un estado de conciencia tal que nos abra las puertas, nos ayude a ver, eso que se llama CIRCUITO ALTERNATIVO.

Ahora sí, a lo nuestro. Las gentes del arte en Buenos Aires nos guiamos por un precepto anónimo e inquebrantable: “Se puede hacer un teatro con tres almohadones, una butaca y dos latas de dulce de membrillo.” De ahí parte (o debiera partir) una buena porción de la praxis artística de esta ciudad portuaria. Existen los teatros; y existen las obras de arte manufacturadas a la luz de esa regla. La razón, con su voracidad clasificadora, ha denominado al grupo de personas que creen que de este modo se hacen las cosas, gente del TEATRO INDEPENDIENTE, o TEATRO ALTERNATIVO. A la otra manera, la fácil, la contaminada por los vahos podridos del Capital, se la denomina TEATRO COMERCIAL.

Y el CIRCUITO ALTERNATIVO no es un puñado de teatruchos diseminados en un radio de diez cuadras. El circuito alternativo es esa electricidad que nos recorre el cuerpo cuando elegimos plantar albahaca en casa en vez de comprarla en Carrefour. Es ese estallido en el pecho cuando preferimos el empedrado a la avenida. Es esa arrebatadora vibración que nos arranca una sonrisa cuando compramos medicamentos genéricos. Eso es el CIRCUITO ALTERNATIVO para mí, eso es el TEATRO INDEPENDIENTE sellado a fuego en mi corazón. Eso soy. Soy Peteco Muñoz. Aquí comienza mi historia, miserablemente impresa en revista NQM.

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Militar el trabajo. Entrevista a Santiago Loza y Lisandro RodrĂ­guez (El Elefante - Club de Teatro) Por Leticia Martin Foto: Gustavo Pascaner


Hace tres grados. Golpeo la ventana a la calle de El Elefante y me abre Santiago Loza. Los hace rápido y nos saludamos. Lisandro pone la pava al fuego. Ahí nomás, atrás de la mesa, está la cocina. Un escalón más arriba de nosotros. La luz no molesta. Está buenísima. Desde la persiana veo pasar los colectivos por la calle Guardia Vieja y a las vecinas con la bolsa de las compras. Antes de empezar la entrevista hacemos un recorrido por el espacio. En la sala hay un director y una actriz en pleno ensayo. Espío. Después me detengo en los azulejos setentosos del lavadero. Son los mismos que hay en la cocina. Pienso que se parecen a los de la casa donde nací. Unos arabescos azules sobre un fondo blanco queriendo traernos algo del pasado. O devolviéndonos a la infancia. ¿Quién sabe? Nos sentamos a conversar. Unos elefantitos asoman por los rincones. Detalles puntuales de un lugar muy cuidado. Adelante de mi grabador, mágicamente, aparecen unas galletitas caseras. Tienen la forma de lo artesanal, como la sala, ninguna es igual a otra. No pasaron por una máquina. Como las obras de El Elefante que se abren paso a fuerza de trabajo, esquivando los formatos probados y buscando una estética propia, nueva y personal.

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¿Quiénes forman la cooperativa del Club de Teatro El Elefante y cómo se reparten los roles? Lisandro: Mariano Villamarin, José Escobar, Natalia Fernández Sauthier, Santiago Loza y yo, [Lisandro Rodríguez]. Mariano se ocupa de la parte técnica, José de la organización de la sala y también de lo técnico, Santi de la producción, prensa y difusión de las obras, Naty del vínculo con subsidios y también de la producción y yo soy un poco el que coordina todo eso. Santiago: En verdad esta sala es un proyecto que ya Lisandro viene trayendo de antes, de proyectos anteriores. Esta es la tercera sala que él tiene. Primero la armó con José y con Mariano, que son amigos a quienes conoce mucho, luego me sumé yo y ahora Natalia. Pero digamos que las pautas y líneas estéticas generales de la sala las va marcando Lisandro. L: Sí, un poco las cosas se fueron dando sobre la marcha, nos dividimos los roles por afinidad con las tareas, y de acuerdo al tiempo que cada uno tiene disponible. ¿Funcionan como una cooperativa? L: En verdad funcionamos como una sociedad de hecho. Un grupo de trabajo más que nada. ¿Cómo es eso de las mudanzas? S: Este proyecto viene de una salita en la calle Rocamora, donde Lisandro hacía el Ciclo Suiza, después vino la sala en el local de Soler, ahí me sumé yo y finalmente terminamos acá, en Guardia Vieja, en otra casa. ¿De todas las tareas que hacen, cuál es la más prioritaria para ustedes? L: El principal objetivo nuestro es producir obras. En el tiempo que nos sobra acomodamos lo organizativo, todo el caos que significa llevar adelante una sala. ¿Se puede separar el proyecto de la sala y la producción de obras? L: Yo siempre quise concretar un lugar propio de producción, de experimentación, de estudio, de prueba y de trabajo en relación a lo que hacemos. Siempre pensamos los materiales a partir del espacio. La sala es el lugar de encuentro y motoriza la producción. También para eso tenemos la sala. No nos interesa tenerla para programar a otros, aunque a veces lo hemos hecho, sucede, pero no es la prioridad del espacio. Cuando Leónidas Barletta o Jaime Kogan fundan sus espacios de teatro independiente exponen unos principios, una especie de filosofía que los ubica en un lugar determinado. ¿Ustedes tienen algún tipo de manifiesto? S: Nunca hubo un manifiesto a priori. Dejamos que las cosas vayan sucediendo. Los principios se fueron dando en las discusiones sobre la marcha, en el hacer. Por ejemplo: cuando yo entré al Elefante hicimos una fiesta que fue como una gran catástrofe. El lugar era

un bardo, se armó un gran lio y bueno, ahí surgió una discusión entre los cuatro. Se decidieron ciertas cosas. Queremos que haya cierta amabilidad del espacio, que el que llega acá sienta que está en un teatro, no un boliche. Puede haber fiesta, sí, pero no es un boliche. Es un lugar limpio que tiene elementos de buen gusto, objetos cuidados. Hay algo que tiene que ver con la amabilidad como gesto político, recibir bien al que llega, esperarlo, convidarle un vino. Como ese poema de Brecht que habla de ser amables. Después se fueron dando las discusiones sobre lo estético y lo ideológico que también se fue pensando en el hacer. Pero no es que hayamos escrito un manifiesto a priori.

“Hay algo que tiene que ver con la amabilidad como gesto político, recibir bien al que llega, esperarlo, convidarle un vino. Como ese poema de Brecht... “ L: Hoy la idea de un manifiesto el espectador no la soporta. Ni yo la soporto. Sin embargo hay unas ideas que nos reúnen. Creo que el tema pasa por otro lado. En los ochentas había lugares como el Parakultural que intentaban correrse de lo establecido. Hoy resulta un poco ingenuo pensar que uno podría estar al margen de algo. Sobre todo después de lo de Cromañón ya nadie va a meterse a un lugar donde no sabe lo que está pisando o si se le va a caer el techo encima. Nosotros tampoco. Después de la experiencia en el espacio de Rocamora, que era algo más oculto, más marginal, pasamos a Soler, donde -aún no estando habilitados- nosotros mismos nos propusimos generar las condiciones de habilitación. Que sea un lugar limpio, que tenga matafuegos, que nos haga sentir seguros. Creo que eso genera cierto manifiesto interno, no explícito, pero que nos ordena. Cuando entrás al Elefante no entrás en cualquier lugar. S: Además está lo anímico. Pensamos bastante en eso. Cuidamos mucho cómo está el que atiende a la gente. Que no pase que cuando el público llega al teatro se encuentre a alguien que no está en su mejor día, por ejemplo. Si un espectador se tomás el trabajo de llegar a una sala, viajar en colectivo, salir de su casa, no está bueno que tenga que comerse el garrón de ver a alguien con una cara desagradable. Nosotros tenemos la atención puesta ahí. L: Una sala no es sólo el placer del espacio propio y la producción de obras. Todo el tiempo tenés que estar chequeando cosas prácticas. S: De pronto tenemos que estar con el enchufe, el vino, la bebida, los vecinos. Con todo. Hay un punto en el que somos bastantes, pero igual somos pocos para todo lo que hay que hacer en la sala, para mantener el circuito total de producción. Porque la verdad es que esto se desbordó. ¿Cuántas obras hicieron desde que existe El Elefante? L: Desde el comienzo son siete años de actividad. Hicimos


unas cuarenta obras en total, contando las programadas, de las cuales unas diez, o quince, son obras nuestras. ¿Qué tanto piensan en el público cuando están produciendo las obras? ¿Conocer esos intereses puede modificar o definir un espectáculo cuando está en proceso? L: Uno puede decir: “esto, claramente a la gente que viene a vernos no le va a atraer”, es parte del proceso. Pero nunca lo sabés con certeza. Cuesta tanto pensar un espectáculo que le guste a todo el mundo como hacerlo para determinada gente. Yo creo que uno, como mucho, puede intuir: “esto va a dejar afuera a muchos”, no más. S: A mí este tema me está ocupando mucho. En verdad te vas enterando a medida que la obra va prendiendo más o menos en la gente. Las obras que hicimos hasta ahora en El Elefante, son bastante accesibles. No es un teatro sentimentalista son obras donde hay una experimentación pero que no caen en lo endogámico, tocan áreas que le llegan a muchas personas. Yo no creo que hagamos un teatro hermético. ¿Qué se gana con el espacio propio de trabajo, libertad, legitimación? L: Para mí se gana a nivel ideológico. S: Yo no sé en verdad qué es la legitimación. Me parece que no se sabe bien qué legitima, qué deslegitima, o quién, si es el público, los medios. Hay gente que tiene sala y no produce, por ejemplo. Acá se da que hay un director, hay un espacio, hay una posibilidad de experimentar y se puede guionar y escribir, pero no se da en todos los casos de esta manera. Hay muchos espacios que se abren, muestran su trabajo y las cosas no les funcionan. No pasa siempre que cualquier casa pueda funcionar como un teatro. Si no sería muy fácil, seríamos muchísimos. Y la verdad es que no a todos les resulta. Hay una cantidad de factores que tienen que funcionar bien a la vez, más allá del espacio. Es tan importante el lugar, cómo está puesto, qué gente lo integra, como las obras que se programan o qué tipo de producción se hace. Respecto del espacio, del uso del mismo, ¿hay algo muy fuerte en la sensación del espectador de estar entrando a una casa, que la boletería sea una cocina… S: Hay muchas obras hechas en casas donde la casa es la casa. El espacio no pareciera presentar otra alternativa que la de ser una casa. Ni desde la escritura, ni desde la apropiación. Nosotros no estamos esclavizados por el espacio. Desde lo estético, digo. Al contrario. Nosotros no usamos la puerta como puerta. Jugamos con lo representacional. ¿Podemos decir que ustedes trabajan corridos del realismo? L: Bueno, no sé, esa es una discusión mucho más extensa. Porque el realismo en muy amplio, es muchas cosas. Por ahí una obra nuestra pueda tener un aspecto rea-

lista. Yo creo que estamos corridos del naturalismo. De ver el espacio como lo que es. No me interesa montar una obra en esta cocina, y usar esta cocina como lo que es. Creo que para merecer atención debería haber un elemento que lo corra claramente. Que sea la cocina, y otra cosa a la vez. S: Además siempre el espacio fue tan reducido para nosotros, tan acotado, que la idea de potenciar y trascender ese espacio se volvió muy fuerte. O desde el texto, o desde la puesta, o desde la escenografía, digo, algún signo siempre aparece trascendiendo las limitaciones del espacio. L: Aparte lo usás una vez, dos veces y listo. Bartis, yo creo, es un buen ejemplo de esto. Hace uso todo el tiempo del mismo espacio, pero a la vez lo transforma. Hasta el punto de poner una pileta adentro de la casa. El usó el espacio para estallarlo, para hacerlo mierda. ¿Y la búsqueda de lo intimista es porque el espacio los limita, o por una decisión estética? S: Para mí es necesario trabajar con materiales que tengan ciertos conflictos, zonas internas. Eso me pasa a mí, no me imagino escribiendo algo espectacular. El cine que hago también es reducido, digo, trata de captar ciertas interioridades. Yo creo que es un ida y vuelta. Acá el trabajo tiene que ver con un espacio concreto y también con lo que a mí me interesa contar. La espectacularidad no es lo mío, no sabría comunicar eso.

“Pensamos los materiales a partir del espacio. La sala es el encuentro y motoriza la producción...” ¿Cómo se imaginan en diez años? L: ¿Diez años? ¿Mucho? L: Sí. Un mes. S: Acá el problema es mañana. La función que viene. L: Yo creo que a mí me gustaría potenciar cada vez más la idea de producción desde el espacio. Que se pueda generar un intercambio cada vez más fluido con la gente que comparte con nosotros cierta ideología, cierta estética y cierta mirada sobre el teatro. También me gustaría que El Elefante siga creciendo y tome un rumbo más definido, que no quiere decir más cerrado. S: Hay algo que es bastante difícil mantener porque siempre fue, o es, una discusión. Día a día se piensa el hacer, como hacer, qué se programa. Nosotros somos, todos, personalidades muy fuertes y hay que conciliar y pelearse, cosa que no es fácil. Es como si cada día, o cada espacio, y cada etapa nueva fuera una conquista de todos contra todos. Y así va a seguir, en esta discusión de qué es el teatro y para qué es el teatro. 11


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(1) Santiago Loza (Córdoba, 1971) Es creador y cofundador del espacio El Elefante -Club de teatro- Egresó del Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica del Instituto Nacional de Cinematografía y Artes Audiovisuales; y de la carrera de dramaturgia de la Escuela Municipal de Arte Dramático. Dirigió y escribió Extraño (2001) Cuatro mujeres descalzas (2003) La invención de la carne (2009) Rosa Patria (2009) y Los Labios, co-dirigida con Ivan Fund. Participo de los Festivales de Cannes, Locarno, San Sebastián y Londres, entre otros, y recibió los siguientes premios y distinciones: Tiger Award a la mejor película en el Festival de Rotterdam, mejor película, mejor director y premio especial del jurado por diferentes trabajos en el BAFICI, premio especial de la sección Cierta Mirada del Festival de Cannes. Como dramaturgo escribió y dirigió Amarás la noche pequeña, cruel bonita (Primero ciclo de Teatro por la Identidad, 2000); Nelidora (2007) con dirección de Anahí Berneri; Nada del amor me produce envidia (2008) dirigida por Diego Lerman; Sencilla (2009) coescrita con Lisandro Rodríguez; Asco y La vida terrenal (2010); He nacido para verte sonreír (2011) dirigida por Lisandro Rodríguez; Matar cansa (2011), dirigida por Martín Flores Cárdenas; Verde (2012) dirigida por Pablo Seijo y Pudor en animales de invierno (2012) dirigida por Lisandro Rodríguez, ganadora del concurso de proyectos teatrales del FIBA/INT 2011. (2) Lisandro Rodríguez (Quilmes, 1980) Es creador y co-fundador del espacio El Elefante -Club de teatro- Se formó como actor (con Agustín Alezzo, Javier Daulte y Julio Chávez) como dramaturgo (con Mauricio Kartun, Roberto Perinelli, Camila Mansilla, Alejandro Tantanián y Federico Irazábal, y en la Escuela Municipal de Arte

Dramático (EMAD), como clown (con Mabel Salerno y con Hernán Carbón) como músico (con Leo Albornoz, Guillermo Rodriguez y Xixa de Fontana) y como artista plástico (con Juan Doffo y Santiago González Quesnel). Trabajó como actor en: De cómo duermen los hermanos Moretti, del autor y director Francisco Lumerman; Suiza (ciclo de pequeños actos que creó junto a Maruja Bustamante); Hacer Sapito, de Verónica Viola Fischer dirigida por Maruja Bustamante; Mayoría de Maruja Bustamante; El festejo, de Francisco Lumerman; El desatino, de Griselda Gambaro. El Reñidero, de Sergio de Cecco; El mendigo o el perro muerto, de B. Brecht; Ciclo Itinerante, de Roberto Zucco. El Monstruo Tan temido de Christian García, entre otras. Como director: Suiza (ciclo de pequeños actos); Felicidad Domestica, dramaturgia y dirección; El mendigo o el perro muerto, de B.Brecht, dirección y actuación; Ciclo Itinerante; Visitantes Inesperados, de Jacobo Lagsner, dirigida por Lizardo Laphitz. Asistente de dirección en Díptico: Ella merece lo mejor / Sencilla, dramaturgia y dirección; Asco de Santiago Loza, La vida terrenal de Santiago Loza; La enamorada del muro de Santiago Loza (dentro del marco del festival Chile Emergente, con la actuación del a actriz chilena Isisdora Stevenson). Como dramaturgo escribió Territorio Compartido. Inédita; Los lengua. Inédita; Besos en algún lugar. Obra corta inédita; Batmanirobin. Obra corta inédita; Ella merece lo mejor, a estrenarse, Felicidad Domestica y Sencilla, junto a Santiago Loza. Participó en cine en: La invención de la carne (Dir. Santiago Loza); Final de fiesta. (Dir. Ivan Fund) También dicta talleres de actuación y montaje en El Elefante -Club de teatro- y talleres de dramaturgia junto con Santiago Loza.


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Escena Un espacio de lucha activa Lisandro Rodríguez, además de llevar adelante El Elefante Club de Teatro ha integrado Escena, la organización de espacios autogestivos no convencionales en la lucha activa por la habilitación. En relación a ello nos cuenta cómo fue que los desgraciados sucesos de Cromañón hicieron que se revea la Ley de Teatro y se reagrupen los espacios perjudicados. Lisandro: Apenas sucede ese evento, la ley se vuelve mucho más exigente tanto para boliches multitudinarios como para los teatros con espacio para veinte personas. En esa volteada caímos todos. A partir de entonces comenzamos a reunirmos con espacios similares al nuestro y empezamos a interiorizarnos sobre la legalización y sobre la problemática de cada espacio. Primero nos conocimos, luego empezamos a reunirnos y pensamos cómo enfocar los conflictos particulares. Un tema era que ninguno de los espacios que representábamos estaba amparado legalmente. Comenzamos a ver cómo se hacía para poner en regla cada espacio, estudiamos la ley a fondo, definimos qué era excesivo y qué no y terminamos llegando hasta la Legislatura Porteña. Queríamos cambiar la ley de base; porque lo que pasaba era que ARTEI no nos dejaba inscribirnos. Luego de Cromañón cerró el ingreso a los espacios pese a que ellos tenían muchas salas no habilitadas. Lo que hacen ellos es

patear la habilitación, piden prórroga, y siguen operando. Nosotros dijimos: “basta de prórroga, cambiemos la ley de fondo”. Pero bueno, cambiar una ley es algo muy difícil, y muy lento, lleva un montón de años. Igual seguimos trabajando en eso. Pero mientras tanto, lo que logramos fue que se cambie la exigencia de que: “sin la habilitación definitiva el espacio no puede operar”. Ese logro es de Escena. Ahora, presentando la habilitación en trámite, ya se puede funcionar como sala de teatro independiente. Después tendrás que ir mejorando el espacio, pero cada uno a su tiempo. Ahora la pelea que estamos dando es para que se bajen algunos requisitos. Y eso también lo hacemos para todas las salas. No sólo para los que formamos Escena. Cualquiera que mañana quiera tener una sala de teatro puede hacerlo de la misma forma. El logro no es sólo para los grupos de Escena, como hizo históricamente ARTEI. Las conquistas de ellos no fueron para todos. Los que no estaban inscriptos en ARTEI antes de Cromañón ya no se pudieron sumar. Nosotros logramos abrir eso, porque pensamos que todos tienen el mismo derecho a tener una sala de teatro, queremos que la ley sea mucho más dócil, más abierta y para todos. Y que, claramente, nos distingan de los boliches. Porque nosotros no tenemos fines de lucro. Que un actor se lleve diez pesos por su trabajo, que le alcanzan como mucho para comer, no significa que se esté lucrando con esta actividad.

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Carta abierta de un adicto Ilustraci贸n: Lucas Bustillo


Mi nombre es Fernando Gabriel Rodil, tengo veintidós años y soy adicto. Mi vida llegó a un nivel de desorden preocupante; no puedo controlar mis tiempos, duermo poco y mal, mi pareja comienza a sentir que mi adicción está compitiendo con el tiempo que le brindo a ella. Este problema que padezco desde hace al menos un año y que amenaza con destruir mi vida laboral, social e incluso espiritual, tiene la particularidad de estar de moda. Mi droga está de moda y hay todo un sector de la sociedad que ve con buenos ojos y se siente identificado con mi vuelco. Soy adicto a las series de televisión. Podría decir que desde LOST, me acompaña una importante masa de gente que sufre lo mismo que yo. Consumíamos con tal voracidad que rápidamente se nos agotaban los capítulos y teníamos que salir a buscar nuevas experiencias. Fue una fiebre del oro. Algunos encontraron su norte en DEXTER, HOUSE MD, MAD MEN Los más avispados se dieron cuenta de que cuanto más añeja fuese la serie por devorar, más lentamente llegaban a ese nefasto punto en el que se debía esperar el estreno de la nueva temporada. Se pasó el plumero a LAW AND ORDER, THE X FILES, FRIENDS, SEINFIELD, y ¡adentro! A medida que íbamos encontrando nuevos pozos de los que sacar agua, comenzamos a armarnos una especie de fixture para nunca más sufrir un período de sequía: “La segunda temporada de THE WALKING DEAD termina en diciembre, pero justo quince días después empieza la cuarta de BREAKING BAD; esas dos semanas puedo soportarlas viendo de vuelta el final de la temporada anterior, así me pongo bien al corriente, o sino me mando un placebo de repetidos de FRIENDS y calculo que aguanto.” Personalmente, confieso que mi personalidad ha alcanzado fronteras que, enunciándolas ahora en palabras, me dan miedo. Llegué a consumir más de ocho capítulos diarios de media hora de IN TREATMENT. Experimenté cantidad de colapsos nerviosos desde que Cuevana dio de baja gran parte de su lista de capítulos indexados. En este preciso instante estoy descargando (desde luego, ilegalmente) mi décima dosis semanal de GAME OF THRONES. He pasado sábados a la noche pegado a la pantalla de mi notebook ignorando la triste circunstancia de estar perdiendo los pocos fines de semana que mi vida tiene para ofrecerme. ¿Por qué me pasa esto? ¿Qué es lo que encuentro en esa sucesión de retazos de historia que se apoderan de mi voluntad y me sumergen en sus aguas plagadas de algas, y me enredan, y me someten? Culpo, más que a ningún otro factor, a la existencia de Internet. Antes, con el imperio de la televisión, teníamos

ese pico dosificador de “uno al día como máximo”, “una vez por semana”… a lo sumo debíamos conformarnos con ver el mismo capítulo repetido a la madrugada, pero, acostumbrados a tal racionamiento desde que la TV existe, la ansiedad resultaba controlable e incluso placentera. Ahora lo único que me detiene de conectar mis venas a la pantalla es ese interregno entre temporada y temporada que los realizadores precisan para producir la siguiente. Puedo acceder a todos los capítulos que quiera en un tiempo relativamente cercano a cero, y, si me doy maña para no presionar links falsos que prometen DESCARGA y te abren cinco pop-ups con ofertas, puedo acceder a todos estos contenidos gratuitamente. Entonces, ¿cómo puedo ponerme límites yo mismo, si no hay quien me detenga? Culpo, también, a los malditos finales de cada episodio, que cumplen la misma función que la legendaria “dosis mínima de cocaína” que, se dice, le ponen a la Coca-Cola para que no puedas parar de tomarla. Digo… ¿qué necesidad tenés de poner justo al final, cinco minutos antes de que yo decida salir a correr o visitar a mi abuela, ese ingrediente que me atornilla al sillón impidiéndome seguir mi vida sin haber visto cómo sigue la de un personaje ficticio? ¿Es necesario, realmente, generar esa angustia en el espectador? Yo ya estoy copado con tu serie, no te preocupes, voy a ver el capítulo siguiente, no es necesario que… y de repente un criminal posa una navaja en la garganta del protagonista. ¿Qué voy a hacer? Esto no puede quedar así, yo tengo sentimientos, sigo las andanzas de ese tipo hace meses y ahora están a punto de matarlo. Debo conocer su destino, y debo conocerlo de inmediato. ¿Se dan cuenta de lo que hacen con nosotros? Nos alienan, nos hacen seguirlos como las ratas al flautista. Culpo, por último, a ese puñado de neo-yonquis que se dicen mis amigos y me han metido en esto. No puedo salirme del pozo si no tengo de dónde agarrarme. Busco nuevas, mejores juntas, pero ese que parecía tan tranquilo de repente es FRINGEmaníaco; aquella, que como es psicóloga le tengo más respeto, es una fetichista de THE OFFICE; el de más allá, así de traje como lo ves, se morfa cinco SPARTACUS para cenar. Es una epidemia feroz. Ya no hay forma de confiar en nadie. Todos están infectados. Recuerdo mi iniciación: el día en que recibí con inocencia un pendrive con tres capítulos de SIX FEET UNDER. Lo recuerdo con ternura. Yo estaba limpio, puro, una tábula rasa. Bastó una semana para convertirme en este monstruo que soy. Tengo sólo veintidós años. Hasta octubre no empieza la temporada dos de AMERICAN HORROR STORY. No estoy seguro de soportar la abstinencia.

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¿Quiere ser feliz? ¿Quiere tener el mundo a sus pies y todo al alcance de la mano? ¡Sea el alma de las fiestas! Despójese de este mundo de superestructuras mediante un sencillo procedimiento: ARME SU PROPIO KOAN.

¡NIRVANA

para todos y todas!

Por Martín Casarino Ilustración: Augusto Pugliese y Hernán Traverso

En el Oriente es habitual usar como instrumento de iluminación una serie de frases y anécdotas que permiten la iluminación y el desasimiento del ser. Para eso juntan paradojalmente en una sola mirada lo absurdo del lenguaje con la pedorrez de los valores más aquilatados, y, sin años de terapia, ¡ZAP!, ¡la iluminación! Hoy, la tecnología y la acción de un Estado inclusivo permiten lo que soñó el mismísimo Buda: ¡Nirvana para todos! ¡Nada más sencillo! Tome dos opuestos, fíjese un contexto donde se demuestra su limitación, su estupidez, su absurdo y plantee una frase corta, si quiere misteriosa, como pregunta abierta, como cita sapiencial o como retruécano. ¡Listo! Ah, ¿pero usted no sabe como identificar los sinsentidos de la vida, del lenguaje o de la sociedad que lo fagocita? Flor de nabo es usted, si me permite. Casi todo el arte occidental desde el siglo pasado esta hablando de esto, de lo líquido que es el tiempo, de gritos que no se escuchan, de Guernicas y de desnudos crudos. Así que ¡No se preocupe! Mire un cuadro, siga un pintor, una escuela y muy pronto delante de sus ojos se abrirá un mundo de sinsentido actualizado por los medios gráficos. He aquí unos ejemplos, presentados ante ustedes, para que el amable público lo complete con sus aportes del mismo tenor en sucesivas ediciones. ¡Salud, amigos!

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MAGRITTE Un hombre perdido en el desierto, llega a un oasis y se ahoga en él. Vemos en las nubes personas y objetos. ¿Por qué no vamos a ver cosas en las cosas? ¿Ordenamos las cosas o las cosas se ordenan en nosotros? ¿Dónde una palabra puede sustituir un objeto? Una cosa sola: podemos ver su opuesto. Para entender una sola palabra necesitamos una lengua, una historia, un pueblo y la imaginación. Hay cosas que quedan dichas sin palabras. Somos un escaque y creemos que jugamos el partido de ajedrez. Siendo de noche, es la luz del día la que muestra que la noche se termina. Esto no es un koan.

PICASSO Yo no veo las cosas como son, sino como son para mi mirada. La Antigüedad clásica descubrió que el hombre tenía cuerpo. La tristeza de un llanto no se cubre con mil pañuelos. Cada cara tiene mil perfiles. Si por un punto pasan infinitos planos, vivir entre superficies supone que no hay espacio vacío. Un poeta puede, con su muerte, unir lo vivo y lo muerto. Cuando estalla una bomba, explota toda la tecnología que la produjo. Un collage une mundos e inventa otro que no explican las sumas de los otros. ¿Hay mayor tristeza que la de la alegría de un circo? El torero es la muerte del toro, pero el toro no es vida, desde que nace es victima de torero.

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Abue…

¿Cómo fue tu historia?

Tu abuelo, Por Daniela Regert Ilustración: Sofía Barrera

tenía una pija muy gorda, por eso me casé por iglesia.


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Hugo Martinez. 10 años .

Estaba muy inquieto. tenía muchas ganas de salir a la calle. Se iba a ir al quiosco a comprar chicle jirafa. Por eso entró a la habitación de los padres por un par de monedas. Se fijó en la mesa de luz. No había nada. sólo un arma y un par de preservativos “esto no me impresiona porque soy adulto” entonces abrió el armario y buscó en los bolsillos de los cardigans de mamá y papá. No había un peso, pero encontró una caja, y la abrió. Había un consolador brilloso y verde de 9 pulgadas. “Esto sí me impresiona” en casa todos se preguntaron por qué Hugo no quería bajar a cenar.


Marta Salinger. 52 años

Profesora de ciencias de la educación en un bachillerato de caballito. Se aburrió de todo. Nada la satisfacía. Ni siquiera los canelones del almuerzo le sentaban tan bien. En la cena se manducó un pedazo de carne, una berenjena asada, una porción de pizza, unas papas al horno. Todas juntas en el plato, y sin embargo pudo distinguir muy bien que la carne estaba salada, la berenjena quemada, la pizza tenía roquefort y las papas estaban simplemente estupendas. Pero nada la satisfizo. Entonces pensó: “Me quiero morfar un pendejo.”

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El hombre

detrás de la

WEB Por Fernando Rodil Foto: Gustavo Pascaner

Y es que cuando uno entra al sitio, no puede encontrar una pestaña, un link, ni un mínimo botoncito en algún rincón que sugiera una posible respuesta a la pregunta: ¿Quiénes hacen Alternativa Teatral?. Un sitio con un promedio de entre 150 y 250 visitantes por minuto; más de treinta y tres mil me-gusta en Facebook; más de seis mil seguidores en Twitter; utilizado en toda la Argentina y países limítrofes. Líder en búsqueda de espectáculos, castings y convocatorias. ¿Cómo es que todos conocen Alternativa Teatral, pero no todos saben responder quién es Javier Acuña? De barba tupida y pelo largo, negro, remera roja y jean, tranquilo como agua de tanque, nos recibe una mañana lluviosa en su departamento. No llegamos a sentarnos que ya comienza la charla, luciéndose como un conversador entusiasta y generoso. Entonces, honestamente, cortado en mano y dispositivos grabando, ya no podemos contenernos. Por el amor de Dios, Javier Acuña, ¿quién sos?

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Lo que su biografía de Facebook no cuenta “Jacuna”, para los amigos. Con sus cuarenta y un años aparenta apenas treinta y cinco. De Aries. Actor, programador web y astrólogo, “No necesariamente en ese orden y, cuanto más mezclado, mejor,” reza su Twitter personal @bigjacuna. Profundamente interesado en lo esotérico, y en la intersección entre la tecnología y el arte, entró en aquel tridente vocacional por la punta de la programación. Su padre era técnico de vuelo, y a menudo le traía de afuera aparatos tecnológicos que aún no habían llegado a la Argentina: “Tuve una videocasetera cuando no existían los videoclubes.” Cierto día, cerca de sus doce años, a su padre le prestaron una computadora personal RadioShack (esas bestias mitológicas que, se dice, no poseían una interfaz gráfica, sino que sólo reproducían líneas de caracteres a través de pantallas de rayos catódicos), y el jovencísimo Javiercito comenzó a programar pasando los códigos que aparecían en libros a la pantalla, y generando así rudimentarios juegos y programas: “Mi relación con la

“El sitio, y sus usuarios, me van revelando hacia dónde tengo que ir.” computación fue desde un principio muy artística.” Ya de grande, trabajando como programador en Posnet, compañía que ofrece servicios de medio de pago a las empresas (experiencia que seguramente fue capitalizada en la posibilidad de comprar entradas con tarjeta de crédito que AT ofrece), fue enviado a Miami, donde entró en contacto por primera vez con el fenómeno de Internet. Tiempo más tarde, cerca del 2005 renunció a Posnet y, ahogado por los tiempos de la relación de dependencia, comenzó a trabajar freelance programando sistemas y sitios. Ahí es cuando dio sus primeros pasos en el intento de vivir del emergente fenómeno Alternativa Teatral, quizá como un modo de convertirse en su propio jefe: “A mí me encanta programar, pero no encontraba el incentivo para laburar en un medio empresarial, era como una obra de teatro que ya no podés hacer más y no sabés cómo decirle al director que te querés ir.” Su entrada al mundo del teatro es mucho menos convencional. Si bien siempre estuvo interesado en el hecho artístico, y tenía cierta fascinación por una prima de su madre que era actriz, su vinculación con el teatro fue, hasta avanzada su juventud, prácticamente nula. Interesado, no obstante, en el mundo de lo mágico, estudió astrología y tarot con un especialista de terapias alternativas que le regala por su cumpleaños una experiencia de vidas pasadas. Se trataba de una viejecita que te cantaba qué fue de vos en tus vidas pasadas y qué te deparaba el futuro: “Le llevabas una foto tuya y un cassette, y la mina tocaba la foto, y te grababa en el cassette tu vidas pasadas, tu presente y tu futuro. Fui a la semana a buscar el cassette. Como yo estaba en una veta esotérica, imaginaba que iba a ser mago, brujo y fue una desilusión tremenda, porque me habló

de vidas pasadas en las que yo había sido bailarina, actriz, vinculaciones con arte, y cuando me hablaba de mi futuro me hablaba de eso. Me decía: - yo no sé qué sos o qué hacés, pero con el correr del tiempo te convertís o en un buen actor, o en un buen director o un buen bailarín, pero en algo que tiene que ver con arte.” Sinceramente defraudado, resuelve que la experiencia resultó un fiasco. Pero de a poco, a través de un amigo de su infancia en Castelar que empezó a hablarle de las clases de teatro que cursaba por sugerencia de su psicólogo, a Javier Acuña le empezó a picar el bichito de la curiosidad. “Al año empecé a estudiar actuación en el teatro Luz y Fuerza con Luis Campos. De ahí no paré más, dije: “bueno, esto me gusta”, y me anoté en el Rojas. Hice el Rojas y Pompeyo Audivert paralelamente, y luego me pasé al Sportivo Teatral, donde estuve tres años. A partir de ahí comencé a hacer obras, y terminé actuando en el San Martín.” En efecto, tuvo una prolífica carrera actoral, siendo dirigido por Cristian Drut, entre otros, en varias obras de las cuales destacan “Crave” de Sarah Kane, con funciones en El Kafka y Noavestruz, y “Top Dogs”, de Urs Widmer, estrenada en Teatro San Martín en 2003.

La casa donde habitan las tribus teatrales Alternativa Teatral empezó con el nuevo milenio. Cuando Javier Acuña estaba empezando su primera obra de teatro. Javier Acuña creó Alternativa Teatral para difundir lo que él hacía, y con el tiempo, esta difusión se extendió a lo que hacían sus amigos, conocidos, y más. En principio no era sino un conjunto de gacetillas dispuestas una después de la otra distribuidas vía mail. Más adelante, Jacuna se vio impulsado a utilizar su habilidad como programador, y convertir el mailing en sitio: “Como soy programador y actor, se me ocurría organizarlo como una forma hipertextual. Que uno navegue entre las personas, el teatro y los espectáculos. No había ninguna especulación al respecto, simplemente lo pensé así. Fijate que hoy no le dan mucha bola a eso. Por ejemplo, a las fichas de las personas, son pocos los sitios que tienen.” Cabe remarcar que suena común y corriente, ahora que estamos acostumbrados, la navegación entre espectáculos, salas y personas que realizan los espectáculos mediante los hipervínculos, pero es cierto que la primera página y casi la única hoy día en este mercado que posee un sistema de links como ese es AT. Luego, el sitio comenzó a atraer colaboradores entre los amigos de Javier. Se generó un ímpetu cuasiperiodístico entre ellos, “éramos los pibes que hacen

“A una chica que se encarga de la parte de Cartelera no la conozco personalmente.” teatro, idealistas, que piensan que pueden cubrir todo capital a nivel reseña de espectáculos,” y, cargando desde sus trabajos gacetillas, fueron formando un sitio cada vez más activo. Los que realizaban las críticas co-


braban por ellas precios simbólicos, y no las escribían de manera unilateral, sino que se juntaban todos los colaboradores en “reuniones muy ‘Che Guevara’, en las que pensábamos que íbamos a resolver el teatro en

“... no encontraba el incentivo para laburar en un medio empresarial, era como una obra de teatro que ya no podés hacer más y no sabés cómo decirle al director que te querés ir…”. Buenos Aires” para debatirlas, muchas veces con una pasión que rayaba la bronca. Con el tiempo, acaso por las discusiones, acaso por otras tantas vueltas de la vida, los integrantes de aquel grupo se fueron abriendo. “Básicamente, me fui quedando solo, ¿no?”. Salvo por la periodista Sonia Jaroslavsky, que es aún hoy la integrante de AT más antigua, y que se contactó por sus propios medios con Javier para preguntarle si le interesaba que ella colaborase con el sitio. Entre el 2003 y el 2004, Alternativa quedó en piloto automático. Javier, ocupado en otras cosas, comenzó a pagarle a un programador para que subiera la info y mantuviera el sitio funcionando, y dejó siquiera de entrar en él durante un período importante de tiempo. Fue para 2005, cuando Jacuna llevó a cabo el festival “Tecnoescena”, que englobaba las artes y la tecnología en un conjunto dinámico y esperanzador, que volvió a interesarse en AT, e incluso concibió la posibilidad de dedicarse al sitio de manera más comprometida. Con la publicación de cursos comenzó a entrar algo de dinero, y se vislumbró la posibilidad de un proyecto autosustentable. El salto se dio cuando MercadoLibre se contactó con Javier para ofrecerle meterse en su programa de asociados. Él aceptó, y comenzó a colaborar con posicionamiento web, cobrando comisión por cada venta que se consumaba de gente que veía los productos a través de las páginas que Javier creaba, AT incluída. Estos movimientos dieron paso a una acumulación de dinero inusual durante alrededor de un año, y generó un colchón para financiar el proyecto. A la vez, el sitio empezó a constelarse de banners de obras de teatro, clases y espacios, lo cual posibilitó el manejo de una sustentabilidad un tanto mayor, con el consiguiente aumento de la paga a los colaboradores, y la posibilidad de contratar personal fijo para mantener el sitio. Para 2010 los empleados trabajaban un promedio de cinco horas semanales desde sus casas. “A una chica que se encarga de la parte de Cartelera no la conozco personalmente.”, suelta Jacuna, ante el estupor de sus entrevistadores, y el azoro por los cambios que genera Internet incluso en las relaciones de dependencia. A medida que pasó el tiempo desde la reactivación del sitio, Jacuna se vio compelido a librar la posibilidad

de cargar las obras a sus mismos creadores. Debió resignar su “obsesión por el control” en virtud de una carga más ágil y menos burocrática de la información; el paso que, desde Taringa!, todos sabemos, es inteligente dar para desarrollar una propuesta web atractiva. De a poco, AT se fue convirtiendo en un sitio más y más intuitivo. Incorporó un sistema de reservas y compra online, con un servicio de bordereaux automático para las salas, e incluso una versión básica de balance contable de cada obra, e impresoras con tickets exclusivos de la web, que están funcionando en dieciséis teatros del circuito porteño. Todo hecho de manera autodidacta, valiéndose de el asesoramiento de algún que otro especialista en los diversos temas. Más tarde, con la colaboración del Teatro Timbre 4, que obró como “conejillo de indias” de las nuevas prestaciones del sitio, se incorporó el servicio de impresión de tickets conectado al sistema web, de tal manera que se automatizó e integró todo el círculo. Un teatro puede utilizar hoy Alternativa Teatral para realizar todos sus movimientos, e incluso llevar registro contable de ellos. Y con vistas al futuro... Javier, tranquila su alma, nos comenta, como resignado: “El sitio, y sus usuarios, me van revelando hacia dónde tengo que ir.” Unos modos de trabajar más propios de la organicidad de un proceso artístico que del sistema de creación de una empresa. Las preocupaciones de Javier siguen aún rondando lo artístico-metafísico: “El logo de Alternativa es la Luna con el Sol adentro, y tiene su significado: al diseñador le pasé indicaciones astrológicas. El sitio es de Cáncer, nació en Julio, y la Luna es el regente de Cáncer. Por ahí Cáncer no es un signo que me atraiga demasiado pero era como hacerse cargo de que el sitio es de Cáncer. Como Cáncer es Casa, y el Sol es Leo, que es el Artista, el Actor, un poco el logo es decir ‘casa de artistas’, por eso, al principio teníamos un slogan que decía ‘El lugar donde habitan las tribus teatrales’. También está basado en un artista pop, Murakami, que dibuja ojitos. Fue idea del diseñador animar con las pestañitas para animarlo como un ojo.”

“Éramos los pibes que hacen teatro, idealistas, que piensan que pueden cubrir todo capital a nivel reseña de espectáculos.“ Hoy, un sitio con cinco empleados más colaboradores, con un peso total de 60 GB y más de diez años online, con secciones como AlternativaTV, Felisa Critica, una sección de castings en continuo crecimiento: “A futuro me voy a abocar mucho más específicamente a la problemática de los castings, que es la sección de la página que más gente visita.” Estamos hablando de la persona que creó esa gran herramienta de la que se vale más de medio millón de usuarios para encontrar espectáculos, encontrar castings, y encontrarse. Estamos hablando del autor del fenómeno Alternativa Teatral. Es hora de que todos lo conozcan. El hombre detrás de la web se llama Javier Acuña.

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Reseña

Kriptonita // Leo Oyola Por Leticia Martin Foto: Gustavo Pascaner

“las calles acá son de tierra, hijo. Por eso no puede venir a tomar la leche Carozo con nosotros”. Capítulo X, Kryptonita. Como en La Fuga de Alcatraz, del 18 de enero de 1960 uno lee Kryptonita de Oyola y quiere que el Nafta Súper y toda su cría salgan ilesos del Paroissien que la zafen la identificación es total, como en la película se pierde la noción de todo mientras se está en la historia del tiempo, del espacio. No parece un libro Kriptonita parece que estás con las luces apagadas sentado en la butaca cómoda de un cine no importa si fueron hechos reales que el Pinino, o Frank Lee Morris sean culpables o inocentes lo que importa es que se escapen eso quiere uno que está ahí todo el tiempo moviendo la pierna contra el piso aplicándole el resucitador al Pini


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siendo las manos del Tordo. Porque nada te distrae de la trama prolijamente enhebrada porque sin darte cuenta estás adentro todo el tiempo con el tipo haciendo fuerza para que las cosas salgan como en la peli lo redimís todo porque no sabías lector de clase media melanco porteño de pocas necesidades vos yo no me había puesto a pensar en el pasado de estos pibes / en la falta en la carencia / en los agujeros insalvables de los que nacen en las afueras de la ciudad resulta que no eran zapatillas había otras cosas Oyola arranca una observación sobre el lenguaje y ya te agarra y ya te mete y te hipnotiza / sin rodeos y sin victimizar Oyola mete fichas todo el tiempo al uso del lenguaje / que es de todos pero no algunas palabras las sabemos pero no pertenecen a nuestro universo de posibles “obitar”, por ejemplo las palabras recortan espacios / clases sociales y eso está claro, cada vez más claro Oyola te pone a pensar te prende la máquina que no se apaga las imágenes van pasando solas rápido. al ritmo de lo que pasa el staff de la clínica privada y después el cuidador, y así un narrador que le presta protagonismo a los integrantes de la banda / a sus amigos un megáfono que va de mano en mano un tiempo de cada uno para tirar el secuestro del Caroso, que para qué adelantarlo la marca de Oyola / la de la oralidad -no digo nada nuevo al decirloalguien pensaba que la Cultura Popular es afásica si se la mira desde afuera se la vuelve objeto para estudiarla se la arranca una palabra escrita / inevitables mediaciones Oyola se la juega entera / va atrás ella la oralidad más genuina de los sin voz tanta fe profesa Leo en sus novelas que algún día iba a pasar ¿por qué no? un supermán salido de las entrañas

de las entrañas mismas del conurbano bonaerense que cuando regresa a la villa cuela rancho para “entrar por los pasillos con los brazos abiertos a los costados y las palmas de las manos acariciando las paredes”. yo / por lo menos / yo que odié la cintura de avispa de la wonder woman estoy esperando que a esta gente le vaya bien que se escapen que demuestren cuánto pueden que la fe mueve montañas no de tierra la fe no es terremoto es una decisión mover montañas de sentido / de poder los “no se puede” los “negros de mierda” / las pilas de sentidos montañas de discursos construidos socialmente para armar prejuicios / mover cuando leés las montañas que mueve Leonardo Oyola.


Marina Wabnik

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Porque copa. Porque ya han sido infectados el cine, la televisión y hasta la literatura. Porque no siempre hay que sentir asco por las modas. No entendemos como hasta hoy, en pleno siglo XXI, el teatro independiente no se mandó una buena historia de

ZOMBIS Ilustración: David Cárdenas Gaitán

Una habitación tapiada. Carlos: No me digas que esto lo hacés por tu seguridad. Sé muy bien cuál es tu problema conmigo. Ernesto: Carlos... esto no es personal. Mis hijos duermen en esta pieza, y esta pieza es lo último que nos queda. Carlos: Por favor... siempre fuiste un rencoroso, Carlos. Ernesto: Carlos sos vos. Carlos: ¿Qué? Ernesto: Yo soy Ernesto, Carlos sos vos. Carlos: ¿Ahora me estás tomando por idiota? Ernesto: Dijiste “Carlos”. Carlos: ¿Cuándo? Ernesto: Dijiste “Carlos” queriéndote referir a mí. Es la fiebre. Carlos: No tengo ninguna fiebre. Ernesto: Dejame tocarte la frente. Carlos: Ni se te ocurra, salí.

Carlos: No sé. No lo quiero saber. Ernesto: Quizás si te suelto, un día te encuentres con ella. ¿No sería tu sueño? Carlos: ¿Y podríamos comernos alguna persona juntos? Ernesto: ¡Claro! Carlos: Iríamos por ahí comiendo cerebros juntos... Ernesto: Serían la primera pareja de muertos vivos de la Argentina. Carlos: No creo que esté tan sexy como cuando estaba viva. Ernesto: Probablemente no... Ríen. Luego, Ernesto llora. Carlos: No seas puto. Silencio. Se miran. Carlos: Hacelo.

Silencio. Carlos jadea.

Silencio.

Ernesto: Carlos... Carlos: No hables. Ernesto: ¿Te acordás de Luisana Lopilato? Carlos: ¿Qué decís? Ernesto: ¿Vos creés que ahora será uno de ellos?

Ernesto: Hasta siempre, Carlos. Carlos: Hasta nunca, Ernesto. Ernesto dispara.


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Conejos

Una ed que di reproduc

“Conejos es una editorial integrada po pone abrir nuevos espacios en el pano do un conjunto de obras, con una prosa la escritura y la profundidad de las sen y, que, al mismo tiempo, dejan su mar independiente que publica ediciones qu tadas ilustradas por valiosos artistas c diagramación cómoda a la lectura. En s y objeto, con la intención de conformar Los invitamos a dejarse llevar por los C está momificado. Una literatura que se literatura que no se deja domesticar.”

Con motivo del primer año de vida d entrevistamos a una de sus fundadoras, proyecto junto a Ariel Bermani, Bruno S


ditorial isfruta ciéndose. Por María Amelia Bergenmacher

or cuatro escritores argentinos, que proorama actual de la literatura, presentana fresca, que mezclan la plasticidad de nsaciones; historias que se leen rápido rca de intensidad. Conejos es un sello ue se caracterizan por los detalles: porcontemporáneos, libros que tienen una su doble condición de producto literario r una obra de arte integral. Conejos. Una literatura que roe lo que multiplica con libertad y rapidez. Una

de la Editorial independiente Conejos , Paula Brecciaroli, autora y editora del Szister, Facundo Soto.

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¿Cuál es el hito o gesto fundacional dio origen a Editorial Conejos? En principio las ganas de trabajar juntos y ciertas coincidencias. La patada inicial la dio Ariel Bermani, que nos convocó a darle forma a un proyecto con nombre y entidad propia. Aunque en verdad, pensándolo bien, quizá el hito fundacional ya se había producido un tiempo antes, cuando compartimos un fin de semana largo en el Tigre y sobrevivimos a la convivencia. ¿En qué se diferencian de otras editoriales independientes? Con otras editoriales independientes seguramente tenemos muchísimas cosas en común. Por nuestra parte, podemos decir que nos interesa establecer un vínculo entre los autores y los lectores y que ese vínculo se enriquezca recíprocamente. Nos gusta escuchar y participar desde estos dos lugares; y acercarlos. Porque somos lectores, autores y editores. No estamos buscando hacer un buen negocio sino que buscamos compartir literatura, hacer libros, organizar lecturas y encuentros donde los textos circulen. Hay cuatro caras visibles de la editorial. ¿Trabaja alguien más con ustedes? ¿Cómo se distribuyen los roles?

Además de Brasil, Yo quería ser astronauta, Ciertas chicas y Juegos de chicos, ¿tienen algún otro título publicado? Este año acaban de salir dos títulos nuevos. Los apartados, de Juan Manuel Porta que es un libro de cuentos impresionante, de muchísima fuerza narrativa y ganador del Tercer Premio del Fondo Nacional de las Artes, y La sucesión, de Cynthia Edul, que es una novela atrapante, con un gran manejo de los climas. ¿Qué géneros o colecciones proyectan publicar? No tenemos restricciones respecto a los géneros. Si el texto nos gusta, estamos abiertos a darle un espacio en la editorial. Este año vamos a inaugurar una sección de poesía. La idea es reunir la obra de autores con cierta trayectoria y poder mostrar el recorrido de sus textos. ¿Qué o quién creen que legitimará el trabajo editorial que están haciendo? No buscamos la legitimación externa, ni un certificado de buenos editores. La legitimación primera es la nuestra, la de trabajar de acuerdo con nuestro proyecto editorial. Sólo esperamos que suceda el encuentro entre los lectores y los autores.

La editorial tiene como caras visibles a Ariel Bermani, Bruno Szister, Facundo Soto y Paula Brecciaroli, que somos los editores y entre los que nos distribuimos todas las tareas. Hay un quinto conejo, menos visible pero igual de indispensable, que es Pablo “Mambo” Rivas, quién se ocupa del diseño editorial, la gráfica y es el responsable de la imagen y la presentación de los libros. La estética y la elección de los ilustradores de tapa es algo que valoramos mucho.

¿Por qué autopublicarse?

¿Qué significa para ustedes ser una editorial independiente?

¿Cuál será el próximo título?

La verdad es que podemos movernos libremente en el ámbito editorial. No queremos estar sujetos a condicionamientos externos, modas o tendencias. Nos interesa acercarnos a los textos y los autores y abrir caminos sin marcar rutas previas. Por otro lado nos manejamos en forma cooperativa, lo que nos da cierta independencia ideológica. ¿Qué buscan con este proyecto? Que la literatura circule, que los autores nuevos puedan tener un espacio para mostrar lo que hacen y que los lectores nos conozcan. Hoy es un espacio chico el que podemos abarcar, pero los libros están en movimiento y eso es lo que más nos interesa.

Porque es una gran experiencia seguir el recorrido de un libro de punta a punta. Desde que se termina de escribir, pasa por la imprenta, comienza a leerse y a reseñarse, hasta que vas a la librería y ves que los libros siguieron su camino. Nos pareció que era lo mejor para dar inicio al sello, con toda la energía de lo propio y así, aprender el hacer en el proceso.

En noviembre salen dos nuevos libros. Estamos ansiosos por verlos salir de la imprenta. Pero por ahora vamos a mantener el suspenso. ¿Qué tan difícil es tomar las decisiones en un grupo editor de cuatro escritores? Lógicamente, tenemos algunas diferencias. Pero nos damos el tiempo para debatir y sopesar las visiones individuales. Nos reunimos y cada uno argumenta su posición. Para avanzar tenemos que llegar a un acuerdo. No somos un negocio, ni siquiera una pequeña empresa, así que lo importante es que disfrutemos de lo que hacemos. Es como cualquier convivencia.


Bรกrbara Imposti

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Paula Hansen

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Capturando

melodías con Iván Dessau Ilustración: Bárbara Imposti

Me llamo Iván, tengo treinta y pico, un apellido atildado, una gata obesa, una vestimenta algo pasada de moda y al igual que la mayoría de los mortales, una existencia a veces insoportable. Es en esos momentos cuando agradezco el milagro de poder fugarme a universos paralelos, bastante más placenteros que la realidad. Uno de esos universos lo conocemos como música. Por eso, dando como obvia mi presunción de que a ustedes les pasa lo mismo, me comprometo a compartirles las canciones que voy capturando por la vida, o mejor aún, las canciones que me van capturando a mí. Hoy debutamos con Sacro & los De Hielo.


Sacro & los De hielo Parecen querer alejarnos. Hablarnos del invierno soplándonos vientos del ártico al oído. Parecen querer que la guitarra grite, alaridos doloridos de monstruos que todavía no nacieron. Parecen agitados. La piel en un nirvana. Los ojos ajados como bollos de papel. Parecen gotas cayendo en el comienzo de la tormenta. Un latido que te avergüenza. Una carrera de caballos que larga al mismo tiempo. Parece pero no parece. Es. La música de las tres de la mañana. El día que se alinean los planetas. Todo lo que viene después,lo que deja de ser lo que parece al principio, eso es Sacro & los de Hielo.Todo lo contrario al polo, al sur, al frío que eriza la piel. La canción que me capturó fue “Museo”. http://sacroylosdehielo.bandcamp.com/

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Galería Nadie Quiere Morir

GERMINECER - 2012 Lápiz sobre papel 95 x 45 cm


Soy Otto Soria. Dibujo por gusto, soy creativo publicitario por necesidad, baterista y tenista por hobby, esposo y padre por amor. Así que si te gusta algún dibujo, necesitás una campaña publicitaria, querés armar una banda o jugar un rato al tenis, este es mi mail: otto_soria@yahoo.com.ar

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EL GATO NEGRO - 2011 Lรกpiz sobre papel 35 x 25 cm


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GIARDINO - 2012 Lรกpiz sobre papel 30 x 20 cm


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LA IDEAL - 2010 Lรกpiz sobre papel 35 x 25 cm


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MA - 2011 Lรกpiz sobre papel 85 x 60 cm


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grande

PEQUEÑO

Por Alvaro Lee Ilistración: Emilio Valenzuela

Hubo un tiempo, no hace tanto, en que las cosas se hacían a lo grande en España. Todo debía concebirse en una escala sobredimensionada. Todo. Desde las construcciones arquitectónicas a las construcciones artísticas, incluyendo en este margen carreteras y ferrocarriles, festivales de música, o superequipos de fútbol repletos de rutilantes estrellas. No hace tanto todavía parecía que teníamos los bolsillos llenos de lustroso papel moneda. En ese tiempo, no tan lejano, al entrar en un auditorio de nueva construcción se solía tener la sensación de estar maniobrando en la pista de aterrizaje de un aeropuerto. Los interminables pasillos flanqueados de pequeñas lucecitas que se perdían en lontananza pedían a gritos las órdenes de la torre de control en lugar de las indicaciones de los acomodadores. Esta ligera sospecha de doble uso de planos de construcción no es demasiado aventurada: se han dado casos de arquitectos estrella que han calcado los planos del aeropuerto de una gran ciudad europea para la construcción del Gran Teatro en un pequeño pueblo de La Mancha.


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Cuanto más grande mejor. Hay un refrán muy expresivo en este sentido: “Ande o no ande, caballo grande”. Y algún lumbreras se lo tomó en serio y pretendió introducir una manada de caballos percherones en escena. Se dice, se comenta, que cierto auditorio mastodóntico fue diseñado con la lejana pero persistente ilusión de poder mostrar en su escenario al rey de los monos, el monstruo Kong. Idealista, adecuado: que el vivir no nos impida soñar. Llegamos a olvidar que muchas veces, por no decir siempre, es más interesante sugerir que mostrar. Por fortuna podíamos recordar esta máxima del arte cuando nos sentábamos en una de las comodísimas butacas del flamante nuevo auditorio del pueblo y nos dábamos cuenta de que desde ahí no podíamos ver el escenario ni prácticamente escuchar a los intérpretes. En realidad debemos agradecer a ciertos constructores que hayan fomentado nuestra capacidad de imaginar lo que se proponía en escena. Se acaba de crear un grupo en Facebook para recoger firmas en este sentido: “Yo también compré mi entrada y tuve que imaginar los diálogos de la obra”.

toriano que por arte del atrezzo se convierten en el despacho de un director bancario. En el vestuario se ha vuelto a poner de moda la superposición, muy recurrente cuando tienes prendas prestadas de todas las compañías que conoces y que han sido generosas contigo. Cuando se busca un intérprete sustituto del actor principal por primera vez se piensa en el contorno de su pecho, tratando que pueda entrar en el vestuario de ese actor que se ha puesto enfermo. Y por primera vez comienzan a tener más trabajo los actores voluminosos: siempre será más fácil encontrar un sustituto enclenque.

Por fortuna, para solucionar ese pequeño inconveniente, existen los micrófonos inalámbricos. Y todo tipo de proyectores de sonido. La tecnología más costosa entró en escena. Se necesitaban ingenios de todo tipo: motores, plataformas elevadoras, máquinas de humo o incluso de pompas de jabón. Un teatro mal equipado era un teatro decadente y una compañía que no usaba los recursos disponibles era una compañía sin imaginación. Nos esforzamos por creer que en el teatro también eran necesarias las gafas 3D, cuando en el teatro sólo son necesarias las gafas para los miopes. Me enteré hace poco de que estaban planificando un teatro con pantallas LCD en el respaldo de la butaca precedente, como en los aviones, en la que podías ver lo que ocurría en escena. La Santa Crisis lo paralizó.

En otras latitudes era común la práctica escénica en este tipo de espacios mini, pero en la España del milagro económico de los noventa parecía ridículo que alguien planteara trabajar en ese tipo de espacios. Ningún director con pretensiones habría planteado que su gran premier pública fuera en la cocina del piso de la abuela de su novia. Ningún actor consideraría un éxito actuar para menos de cincuenta personas (y ya nos quedamos cortos). Pero las tornas han cambiado para los dos lados de la cuarta pared: ningún espectador habría tolerado que ese actor le hablara tan cerca como para adivinar por su aliento lo que había cenado en el camerino.

También en el contenido de esos espacios caló con fuerza ese afán magnificador sobre el que Freud tendría mucho que opinar: inmensos repartos con interpretes que estaban allí sólo para decir una frase; coros multitudinarios con más cantantes que espectadores; costosísimos trajes que, en paralelo a la moda actual de ciertas firmas internacionales que todos podemos tener en mente sin demasiado esfuerzo, se diseñan para ser usadas durante mes y medio… Esos tiempos pasaron, por el momento, y de la noche a la mañana nos hemos encontrado con que la madrastra malvada de la economía nos ha hecho morder de la manzana podrida de la crisis económica. Con una hoja de parra delante y otra detrás, nos hemos terminado acatarrando y se han paralizado todos los proyectos, tanto faraónicos como de reyezuelos. No hay dinero para nada: ni para la construcción de auditorios, grandes o pequeños; ni para la creación de grandes espectáculos con más de cuatro actores (el número de actores que entra en un coche) Ahora las escenografías se reciclan. Se les da la vuelta y se vuelven a pintar las paredes de aquel salón vic-

Ahora los espectáculos son cada vez de menor formato, premiando la iniciativa de aquel que pueda hacer su espectáculo en un espacio todavía más mínimo. Se hace teatro en lugares hasta ahora inimaginables: un pasillo, un ascensor, el cuarto trastero donde guardas la bici o el armario ropero de una habitación de matrimonio. El otro día me contaron la experiencia de un administrativo que descubrió una función de teatro mínimo debajo de la mesa de su oficina.

Ahora nos vemos sorprendidos por este regalo sorpresa que nos ha traído la economía traidora. Y resulta que este nuevo juguete con que nos hemos despertado nos gusta. Muchos espectadores están descubriendo de nuevo el placer del teatro. Mucha gente que veía los grandes espectáculos como algo lejano y aburrido ahora siente el placer de compartir espacio con los intérpretes sudorosos. Los trucos escénicos se han reducido al mínimo, no hay espacio para esconder nada. Volvemos a sentir la magia del teatro, esa extraña relación en la que realidad y ficción bailan y se confunden. Y eso gusta. A día de hoy, lo más in en la Península Ibérica es trabajar en un espacio off. Los creadores del momento han descubierto la tierra prometida. Un microparaíso, en este caso. Haciendo de la necesidad virtud, se lanzan a crear obras para espacios diminutos. Teatro Íntimo, Microteatro y Teatro en Casa de la Portera son sólo algunos de los proyectos que se desarrollan en lugares no convencionales. Son espacios pequeños y fáciles de gestionar. Todos han nacido al amparo de la exclusión que muchos creadores (la mayoría) sufren en los gigantescos circuitos convencionales. Ahora el espacio teatral tiene una dimensión humana, al igual que la compañía que lo ocupa. La relación entre actor y espectador es casi de igual a igual. Y eso, de nuevo, hace que el acto en sí mismo, el acto teatral, se eleve y se sublime.


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Antes que nada, unas breves palabras sobre esta columna.

tando sus historias a cámara.

Como actriz y como amante compulsiva de ver películas, siempre me llamó la atención la relación entre la actuación y el cine. Cómo un mismo actor en cine y en teatro puede manejar calidades y registros tan diferentes de interpretación; cómo lo que en teatro representa “verdad” muchas veces en cine se vuelve ficticio y acartonado; cómo, en definitiva, en una película cuando uno habla de algo “demasiado teatral” generalmente lo aplica a algo que hace ruido, a algo ajeno al dispositivo cinematográfico que chirría y desentona con ese pacto implícito que genera la película con el público, donde lo que está pasando en pantalla, por más fantástico que sea el género del film, es verdad dentro de un universo posible.

Pero ahí no termina la cosa: una vez recopilado el material, Coutinho hace una segunda convocatoria. Esta vez el juego lo abre a actrices que tengan ganas de interpretar a esas mujeres que estuvieron contándole sus verdades. Actrices que se animen a transformar la realidad en ficción o, mejor dicho, la realidad en esa verdad que uno busca sobre el escenario, esa que se sabe que no es real, pero que vibra tanto en el actor como en el espectador tanto o más que si lo fuera.

Esas y otras cuestiones con respecto a teatro, actuación y cine trataremos de analizar en esta columna, a través de ejemplos concretos de películas que, algunas directamente y otras rozándola, abordan esta problemática desde diferentes perspectivas.

CINEMA VERITÉ

Por Nadia Marchione Ilustración: Gustavo Pascaner

Como primer caso de película que emparenta cine y actuación elegí una película brasilera de 2007 dirigida por Eduardo Coutinho. Qué paradoja elegir para esta columna, que tratará temas de cine y teatro, algo tan lejano a la ficción (supuestamente) como un semi documental. Pero vayamos al grano: Coutinho abre una convocatoria a mujeres mayores de edad que vivan en Río de Janeiro y tengan una historia para contar. No a actrices, sino a mujeres comunes, con sus historias de vida particulares, que tengan ganas de compartirlas con una cámara. Y elige, no inocentemente, citarlas en un teatro. Sigue la paradoja: contar historias reales, arriba de un escenario, pero no como actrices, hacia público, sino sentadas en una silla mirando en la misma dirección en la que se encuentran las butacas, pero sobre el escenario y mirando a un hombre con una cámara. El resultado en bruto debe haber sido seguramente una experiencia fascinante: un puñado de testimonios reales de mujeres que hablan, cantan, lloran y se ríen con-

Y el resultado de mezclar tan inteligentemente como lo hace Coutinho las dos experiencias es doblemente fascinante. Es que esa mixtura de un puñado de realidades con un puñado de ficciones genera Jogo de Cena, una película que coquetea todo el tiempo con los límites entre la verdad, la verosimilitud y la realidad. Y el director problematiza, a través de una película tan simple y disfrutable, sobre múltiples temas que atañen no sólo a los actores, sino al registro documental de testimonios y al cine en general. Así, Jogo de Cena se vuelve una película fundamental para entender más profundamente el ejercicio de la actuación y las infinitas posibilidades de la expresividad en escena. Para entender cómo cuando la actuación se vuelve empatía muchas veces no nos permite, como actores, encarnar a los personajes, sino que nos vuelve espectadores de una historia que deberíamos estar transmitiendo como propia y por la que simplemente estamos sintiendo compasión. Jogo de Cena abre preguntas sobre la expresividad en cámara y lo espontáneo en escena. Sobre lo que se elige contar y sobre la capacidad de observación aguda que debe ejercitar un actor para meterse en la piel de un personaje luego de conocerlo “en la realidad”. Y también ayuda a ver la diferencia entre una actriz actuando y una mujer (sea o no actriz) contando algo. Y revela en Coutinho una habilidad importantísima como director de actores con actrices y no actrices. Escucharlo (no lo vemos nunca) cómo va guiando a estas mujeres a sentirse tan cómodas frente a una cámara, cómo las ayuda a contarle cosas muchas veces terribles con la confianza que se le tiene a un amigo, a entregarse de un modo que sólo un buen director de actores (una nueva paradoja, para un documentalista) puede lograr, es realmente un placer. Jogo de Cena es una película difícil de conseguir (pero no imposible) y su belleza y simplicidad justifican cualquier búsqueda desenfrenada entre videoclubes, webs y videotecas de amigos cinéfilos. Para los que manejan el idioma portugués, la película está subida completa en idioma original y sin subtítulos a Youtube.

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Ilustraci贸n: Sharon Cohen


#muerteen140

Es una nota musical en un pentagrama de cinco cuchillos conectados a los 220 del enchufe y a los 36,5 grados de mi cuerpo.

Es el grito de un espíritu devorado por los gatos en el techo; es el llanto del recién nacido que habla y no se entiende.

Es una fotografía invertida de La Tierra, como si ésta fuera un espejo puesto en el espacio, contra mi casa.

Es lo que falta de la infancia caído en el desagüe.

Es un pájaro recién nacido que recién ahora canta; es un pájaro que ignora lo que debe ser, y vuela. #muerteen140 59


Relatos

breves Por Ana Medina Foto: Lucas Bustillo


A veces tengo una vida en bookman old style, con ruido de teclas y carro de máquina de escribir. Qué bueno eso de salir del trabajo saber que me van a quedar unos minutos para leer antes de que mi hijo salga del colegio. Tengo dos plazas cerca, una es de cemento total, un cubo encerrado en la calle. Es la que uso cuando tengo entre diez y quince minutos. La otra es verde, como corresponde: con niños que trepan, perros haciendo caca y un monumento a quién sabe qué en el medio. También hay un bar llamado “El Pensamiento”, para los días que tengo más tiempo, hace frío, llueve y tengo ganas de tomarme un café. Me siento, saco el libro como si preparara una misa y aparece esa sensación de zambullirse en algo, de no levantar la vista para nada y que después me duela el cuello. Sé que me va a doler pero no importa. Me pasa con pocos libros. Son los mismos que saco en el colectivo aunque viaje parada, empujada, apoyada; que continuo leyendo cuando me tocan los asientos que miran hacia atrás y me dan ganas de vomitar. Los mismos que hacen agradables y deseadas las congestiones de tránsito y los cortes de calle. Me dan un ratito más. La sortija. Otra vuelta. Ese changüí que de diez minutos de las mamás.

Leerlos me da tanto placer como la expectativa antes de comprarlos, de abrirlos; y ni te cuento cuando me cuesta conseguirlos. Eso que tienen los imposibles, los amamos; no los conocemos pero los amamos. Pero los días pasan (o las horas, porque a veces el romance es de horas) y nos enamoramos; alargamos las páginas, dosificamos y tristes asumimos que se terminan. Tengo que cerrarlo porque se hace la hora de salida del cole o el colectivo llega a la parada. Como el resto diurno de un sueño, las letras se propagan y un relato de los pasos que siguen se desarrolla en hojas virtuales de mi mente. Leo los carteles. Soy protagonista, leo las baldosas, los zapatos de esa señora y a los árboles. Los escribo y los leo, y creo otro documento que va a esa carpeta enorme que desborda de papeles. Mientras prendo un cigarrillo escribo la llama amarilla y el rojo del tabaco encendido. Pienso palabras como humo y bocanada, suenan lindas y me dan tranquilidad. Las escribo y unos segundos después las voy a leer. A veces me animo a más, a saltar hacia el cine. Paradójicamente, no reparo tanto en lo visual sino en el sonido. Me gustan los sonidos de las películas en el cine. Como los susurros de fondo de Lucrecia Martel con su volumen de vigilia, justo. Perfecto. Piso hojas secas a propósito. Los zapatos que ya tengo escritos ahora hacen mucho ruido, lo bajo para que también se escuchen los pasitos de aquel perro. La gente mira para cualquier lado: cruza la calle, frena en los semáforos, espera colectivos y toma taxis. No hablan porque son todos extras. Digo acción y la puerta del colegio se llena de gente. La cámara está sobre mí. Fuera de foco, al fondo, otros padres saludan a sus hijos que ya salieron. Antes de los títulos hay un primer plano sobre mis ojos imperfectos, ya con ojeras. Parpadeo y espero.

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revistadearte

En NQM, cada número tendrá nuevos colaboradores, nuevos escritores, nuevos artistas invitados, nuevos ilustradores; por que no queremos dejar afuera a nadie. Deseamos que todos muestren lo mejor de sí y tengan la oportunidad de compartirlo. En esta ocasión, nos enorgullece presentar a los que tuvieron el agrado de publicar lo propio, de mostrarse, de disfrutarse. Pero las puertas siempre estarán abiertas. Rejuvenecer en cada número será nuestro desafío y el de todo aquel que quiera formar parte de NQM, la revista que llegó para darle lugar al arte independiente desde el arte independiente.

Directores. Leticia Martin Fernando Rodil Gustavo Pascaner Lucas Bustillo


Colaboran en este número Redacción Alan Kugelmass Peteco Muñoz Martín Casarino Daniela Regert María Amelia Bergenmacher Iván Dessau Álvaro Lee Nadia Marchione Juan Incardona Analía Medina

Fotografía Gustavo Pascaner

Ilustraciones Gabriel Matheu Carolina Bianchi Martín Casarino Sofía Barrera Marina Wabnik David Cárdenas Gaitán Bárbara Imposti Paula Hansen Emilio Valenzuela Pablo Tajer Sharon Cohen Arenas

Arstista invitado Otto Soria

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