Universidad de Ibagué Facultad de Derecho y Ciencias Políticas
La Ecología de la Democracia Una búsqueda de formas para tener templanza en el delineamiento de nuestro futuro
David Mathews
Traducción Gabriel Murillo Castaño
2015
320.1 M428e Mathews, David La ecología de la democracia / David Mathews; Gabriel Murillo Castaño, traductor. Ibagué: Universidad de Ibagué, Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, 2015. 235 p. ISBN Impreso 978-958-754-137-3 Digital 978-958-754-138-0
Descriptores: Democracia
Universidad de Ibagué Facultad de Derecho y Ciencia Política Septiembre de 2015
© Universidad de Ibagué, 2015 © David Mathews, Gabriel Murillo Castaño, 2015 Dirección editorial Ediciones Unibagué ediciones.unibague.edu.co Universidad de Ibagué Carrera 22, calle 67. Barrio Ambalá Teléfono: +57 (8) 2709400 Ibagué, Tolima, Colombia. www.unibague.edu.co Revisión de estilo: Adriana Camacho Castaño Diseño de portada: Diana Forero Meneses, con base en la portada de Kettering Foundation Press Diseño y diagramación: Diana Forero Meneses Ilustraciones: Jennifer Berman Diana Forero Meneses, con base en las ilustraciones de Jennifer Berman y cartoonbank.com Impresión: León Gráficas Ltda. PBX 2630088. Ibagué. Esta obra no puede reproducirse sin la autorización expresa y por escrito de la Universidad de Ibagué.
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Contenido
Dedicatoria ............................................................................................................... 2 Reconocimientos ..................................................................................................... 3 Una introducción de la gente que hace que nuestra democracia funcione como es debido......................................................................................................... 4 Parte I. Reconsideración de la democracia........................................................9 Problemas sistémicos del autogobierno .............................................................. 10 2. La lucha por una democracia centrada en el ciudadano.............................12 3. El ecosistema político...................................................................................... 23 Parte II. Ciudadanos y comunidades............................................................... 35 4. “Señor, ¿aquí gobierna la democracia de verdad? ...................................... 37 5. El retorno del público a los asuntos públicos.............................................. 45 6. Los ciudadanos: ¿están involucrados e informados?................................. 55 7. Deliberación y juicio público........................................................................ 61 8. Enmarcar los asuntos públicos para estimular la deliberación ................ 70 9. Oportunidades en las comunidades ............................................................ 75 10. Prácticas democráticas ................................................................................. 89
Parte III. Instituciones, profesionales y lo públic......................................... 94 11. El cierre de la gran brecha..............................................................................95 12. Experimentos y posibilidades de efectuar realineamientos.................. 105 13. Reflexiones.................................................................................................... 126 Notas...................................................................................................................... 128 Bibliografía..............................................................................................................147
Dedicatoria
Este libro es un claro ejemplo de revisión de pares y está dedicado a todos aquellos que participaron en ella. Mis colegas de la Fundación Kettering leyeron y comentaron innumerables borradores. Otro tanto hicieron los asociados de la Fundación, los investigadores y los asistentes de investigación. Yo creería que el manuscrito tuvo cerca de cien impresiones antes de salir de nuestras oficinas. Además, el borrador final fue revisado por más de cien personas adicionales que aportaron mucha de la información utilizada en este libro, que es tanto de ellos como para ellos. Quisiera poder decir que pude haberme favorecido con todos los buenos consejos que me brindaron quienes revisaron el texto, pero lamentablemente no lo hice. No obstante, el libro sí se benefició mucho de lo que aprendí con sus comentarios, aun cuando yo haya podido fallar en acoger todas y cada una de las sugerencias ofrecidas.
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Reconocimientos
Mi nombre aparece en la carátula del libro y yo asumo la responsabilidad por todas las palabras que lo componen. Sin embargo, la investigación y el escrito resultantes son un esfuerzo de colaboración de un pequeño equipo de la Fundación Kettering conocido como el Grupo de Investigación Cousins. Laura Carlson, Paloma Dallas y Melinda Gilmore trabajaron en los incontables borradores y, junto con Kristin Cruset, realizaron la verificación fáctica correspondiente. Alex Lovit aportó los detalles históricos y Ekatrina Lukianova revisó mi descripción de lo que ocurre en la deliberación pública. Kathy Heil mecanografió el manuscrito con el apoyo de Angel George Cross y Margaret Dixon. Cuando llegamos a la producción final del libro, Melinda Gilmore supervisó el proceso. Ella estuvo diestramente asistida por artistas y diseñadores que ayudaron a elevar la visualización de las ideas. Mia Roets realizó una primera ilustración de la analogía con los humedales –pantanos– para la carátula. Su trabajo inicial nos ayudó a movernos hacia el diseño final, creado por Matt Minde. Cuando no era posible encontrar un dibujo para ilustrar el texto, Jennifer Berman aportó ilustraciones originales. El diseño interior del libro fue realizado por Steve y Heidi Long; Joey Easton O’Donnell editó el texto y Lisa Boone-Berry aportó el índice. Como siempre, estoy agradecido con mi esposa, Mary, quien ha sido una gran caja de resonancia y una fuente de buen consejo. Tengo una profunda deuda con todos ellos y lo admito feliz.
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Una introducción de la gente que hace que la democracia funcione debidamente Este libro es sobre la gente que está tratando de que nuestro país realice su sueño de ser una democracia con libertad y justicia. Sin embargo, ellos no se describirían a sí mismos así. Tan solo dirían que están tratando de resolver un problema o que su comunidad sea un mejor lugar para vivir. Ruth fue directora de programación de una estación de radio. La conocí siendo muy joven antes de que su vida se truncara trágicamente. Ella vivió en Ohio y después en Dakota del Sur con su hijo Gabe y su marido Jim, un artista nativo estadounidense. Para Ruth no había una división entre su vida profesional y comunitaria. Fue uno de los primeros miembros de los Foros de Asuntos Públicos del Valle de Miami como moderadora de deliberaciones sobre asuntos comunitarios de interés público. Como personalidad radial muy conocida, fue pionera en el uso de las ondas sonoras para realizar foros públicos. Un asunto de interés público que la apasionaba era el crimen juvenil y en eso participó en distintos grupos que ayudaron a catalizar una respuesta cívica. El esfuerzo más notorio realizado fue denominado Chicos en Caos, pero Ruth, consciente del poder que puede tener una denominación, habló de Paz en el Valle. Cuando se trasladó a Dakota del Sur en 1996, fue cofundadora de los Foros de Asuntos Indígenas que se construyeron sobre la tradición deliberativa en la toma de decisiones, propia de la cultura nativa estadounidense. Y a pesar de que no siempre desempeñó un cargo oficial, sí tuvo una autoridad considerable y un gran impacto en las comunidades donde vivió. Cuando conocí a Gene, él era un ciudadano mayor, atlético y espigado. Tenía una sonrisa contagiosa y había vivido en Pennsylvania. Casi siempre desempeñó cargos de autoridad, fue alcalde de su ciudad en dos períodos. Antes había sido profesor de matemáticas a nivel de escuela secundaria, entrenador de equipos de pista y de campo traviesa y había manejado un departamento de atletismo. No en vano era tan delgado. A lo largo de su vida, se involucró en más de 25 grupos cívicos. A los 77 años, después de haber salido de la Alcaldía, fue presidente de un canal de televisión de acceso público donde fue anfitrión de un
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programa comunitario interactivo que promovía deliberaciones intergeneracionales sobre asuntos candentes. En 1983 moderó foros sobre seguridad y armas nucleares y compartió los resultados en una teleconferencia en la Biblioteca Lyndon Baines Johnson en 1984. Aun cuando no era un experto en política pública, podía explicar cómo los ciudadanos se deciden acerca de asuntos públicos complejos y controvertidos. Para mí, Ruth y Gene representan el tipo de vecinos, amigos y colegas que la revista Newsweek denominó “componedores reales”, que hacen que nuestro país trabaje mejor. “Desde mantener a los chicos en las escuelas hasta reconstruir ciudades devastadas, ellos son los que se remangan la camisa y hacen las cosas”1. Permítanme introducir otros componedores para ilustrar las cosas que hacen, no como líderes aislados sino con otras personas2.
Vidas ordinarias y logros extraordinarios Sandy regresó a su pueblo después de haber culminado una carrera muy exitosa en una ciudad lejana. Dado que aún quería contribuir, aceptó un empleo para enseñar matemáticas en la escuela donde había estudiado cuando era joven. No obstante, ante la confusión causada por lo que encontró, dejó el trabajo al cabo de un año. Los estudiantes estaban muy mal preparados. Muchos habían aprobado sin haber aprendido a leer, escribir o matemáticas básicas. A los padres parecía no importarles, ya que también muchos de ellos habían dejado sus estudios en el octavo grado, Aparte del alcalde, muy pocos líderes estaban molestos con las malas condiciones de la escuela. Sandy resolvió que el remedio estaba en la comunidad y no en las escuelas. Sin embargo, no estaba segura de lo que había que hacer ante la indiferencia general. Sintió que esta era síntoma de un problema más profundo. La comunidad se había desconectado de la escuela pública. Cuando la gente pasaba frente al edificio, hablaba de la escuela y no de nuestra escuela. Sandy entendió que su trabajo era reconstruir el sentido de pertenencia3. Pero se dio cuenta de que no podía comenzar atendiendo todos los problemas escolares. Tenía que empezar por los problemas que les incumbían a todos y no solamente a los padres de familia. A muchos les preocupaba que por causa de las dificultades que los jóvenes tenían en conseguir empleo, quedaran sin nada que hacer y se metieran en problemas. Decidió dar prioridad a las preocupaciones de la gente sobre su propio futuro y el de la siguiente generación. Pasó de ser una maestra de escuela a una constructora comunitaria, lo cual significaba crear una coalición de ciudadanos
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para combatir algunos de los problemas comunes que estaban irrigando a las escuelas. Atenuar el abuso del alcohol fue el primer asunto de la coalición. Max, un profesional en salud pública, estaba desanimado por la polarización que rápidamente obstaculizó los esfuerzos de su agencia encargada de atender asuntos públicos delicados como la reducción de la polución y la creación de rellenos sanitarios para las basuras. Sin ser resueltos, estos asuntos acabaron en la corte causando demoras y graves perjuicios mientras los abogados discutían. Max decidió que la única manera de acabar con estas trabas era hablando con la gente antes de que se impusiera la polarización. Pero ¿cómo hacerlo? Nada proveniente de su entrenamiento o de su carrera le ofrecía una respuesta. Entonces Max se dio cuenta de que rara vez este tipo de asuntos se describía de tal manera que tocaran los intereses más profundos de la gente. Las descripciones presentadas por su agencia generalmente eran muy técnicas. Por ejemplo, los reportes sobre la calidad del agua aludían a los contaminantes por su nombre científico y a su presencia por millonésimas. La gente se preguntaba qué significarían todos esos números. Pero más allá, las opciones de solución a estos problemas rápidamente se tornaron en polos opuestos –agregar flúor al agua o eliminar todos los aditivos–. Tal vez esta forma de identificar y presentar los problemas contribuía a su división. Max comenzó a trabajar con su comunidad buscando renombrar los problemas, yendo más allá de incluir la información técnica para abrir un rango mayor de opciones para ser consideradas. Comenzó a hacer foros comunitarios que fueron cambiando la forma como su agencia se relacionaba con el público.
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De un informe típico sobre la calidad del agua4 Sustancia regulada
Máximo nivel Metas ideales permitido (MCL) (MCLG)
Máximo nivel detectado
Regulada en la Planta deTratamiento Fluoruro (ppm)
4
4
1.19
Nitrato (ppm)
10
10
1.87
Turbiedad (NTU)
TT=1
N/A
0.17
TT: > 95 % debe ser < 0,3
100%
Cis-1, 2Diclorotileno (ppb)
70
70
.53
Total de Carbón Orgánico (TOC)
TT
N/A
1.0 ppm
Tolueno
1
1
0.62
En sus términos y con algo de angustia, Sue admitió que su comunidad había gastado buena parte del tiempo recuperándose de la última ronda de supuestas soluciones a los problemas locales. Estas no eran realmente soluciones; no tenían la fuerza suficiente para contrarrestar las dificultades persistentes. Los problemas continuaban apareciendo: el crimen, las recaídas económicas, los tornados. En realidad, estos problemas no tenían soluciones pero sí podían ser manejados. Las agencias locales estatales y federales tenían programas de ayuda y algunos beneficios. Sin embargo, los problemas que afrontaba la comunidad tenían un lado humano y no se podían resolver sin la asistencia proveniente de otros ciudadanos. “Los programas oficiales no solucionan nuestros más graves problemas”, le decía el pastor de la comunidad a Sue, “solo la gente puede hacerlo”. Lo decía teniendo en mente el epidémico abuso de drogas que estaba invadiendo a la comunidad. Sue pensó que sus conciudadanos fallaron en reconocer y comprometer recursos propios que habrían podido servir para combatir los problemas locales. Por ejemplo, en uno de los vecindarios muy afectados por el desempleo y
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el deterioro de las viviendas se quería proteger a los niños. Y aunque los ciudadanos habían tenido oportunidades de trabajar con los jóvenes en sus iglesias, negocios y organizaciones cívicas, optaron por trasladar los problemas juveniles al departamento de servicios sociales de la ciudad. Ciertamente este departamento podía ayudar; no obstante, Sue estaba convencida de que las familias, sus iglesias y aun sus negocios disponían de muchos de los recursos necesarios. Se dedicó entonces a identificarlos y a entusiasmar a la gente para que los utilizara. Ciudadanos como Sue, Max y Sandy hacen un trabajo útil, pero no quiero dar la impresión de que se trata de santos cívicos. No todos los ciudadanos que resuelven los problemas son altruistas que se autosacrifican. Y no siempre tienen la razón ni son exitosos. Pueden fallar. Tampoco son inmunes a los intereses, las dudas y aun el cinismo que afecta a otros. Sin embargo, están decididos a buscar que sus comunidades prosperen. Al hacer visibles estos individuos, no estoy diciendo que solo ciertas personas son ciudadanos y que los demás no lo son. Creo que casi todo el mundo ocasionalmente juega un papel ciudadano aunque no sean conscientes de que lo que hacen es cívico. Un acto de ciudadanía puede ser tan sencillo como expresar una opinión sobre un problema que afecte a todo el mundo.
La operación a través de redes Después de haber dibujado estos ciudadanos me he dado cuenta de que omití su característica más importante. Los componedores no trabajan solos, están inmersos en incontables redes que se superponen entre sí. Sus redes son puentes de energía cívica para hacer que las cosas funcionen en sus comunidades y organizaciones. Al igual que Gene, mi prima Bumpy es una consumada trabajadora de redes. Es una educadora retirada que anda por los 80 años. Está dedicada, extrae energía y la añade a un sinnúmero de redes en nuestro pueblo. Es miembro de la congregación de la Iglesia Metodista, pertenece a la asociación de exalumnos de la escuela pública, es auxiliar en el hospital, activa en su club de bridge, pertenece a la sociedad histórica del condado, a la asociación del cementerio –para sólo mencionar algunas de sus conexiones, a las que hay que añadir su extensa familia–. Todos los ciudadanos que he descrito deben ser vistos en este contexto más amplio. De otra forma, el señalamiento de sus contribuciones refuerza la narrativa familiar de la gran mujer o del gran hombre de que solo la gente extraordina-
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ria produce resultados extraordinarios. Desde luego, y por fortuna, nos beneficiamos de los ciudadanos excepcionales que van más allá del llamado del deber. Sin embargo, lo que hacen es tan impresionante, que pueden llegar a opacar la importancia de las redes que les permiten ser efectivos. Este libro no es sobre gente extraordinaria, es sobre el extraordinario potencial que tienen las relaciones cívicas que todos podemos crear aun con extraños. Las conexiones cívicas se pueden extender hasta aquellos que no son como nosotros y a quienes particularmente no gustan de nosotros. Necesitamos a estas personas si queremos resolver los problemas comunes. Recuerdo una comunidad que estaba teniendo dificultades terribles: la economía estaba estancada, las relaciones interraciales eran tirantes, las escuelas estaban por debajo de sus pares. La situación no cambió hasta que un pequeño grupo de ciudadanos, y no un líder carismático, comenzó a preguntarse quién no estaba presente que debiera estarlo cuando se discutían los problemas de la comunidad que debían ser resueltos. Esta pregunta llevó al grupo a una sorprendente conclusión: la persona que más necesitaban no era el alcalde ni el principal comerciante del pueblo. Era el S.O.B. de la calle abajo –la persona diferente y que ciertamente no los quería–. ¿Por qué esta persona inconforme y otras de afuera no fueron incluidas en las discusiones comunitarias? Nadie las había invitado. De haber sido invitadas, ¿habrían venido? Probablemente no. Entonces los miembros del pequeño grupo empezaron a ver qué discusiones le concernían al S.O.B. y cómo hacían para que los acompañara. Fue entonces cuando la comunidad comenzó a cambiar. Las relaciones cívicas no se tienen solo con los amigos o con los vecinos; se trata de las relaciones pragmáticas que creamos con cualquiera que se necesite para solucionar problemas que amenacen el bienestar general.
El combate a los problemas que están detrás de los problemas Los ciudadanos que introduje han sido llamados componedores reales que no están interesados en arreglos fáciles. Tratan con problemas obvios. Escuelas decadentes (Sandy), desacuerdos sobre protección ambiental (Max) y juventud en riesgo (Sue). No obstante, ellos sienten que los problemas fundamentales y sistémicos están por detrás de los más obvios y que estos también deben ser confrontados. De otra forma, todos sus esfuerzos se limitarían a tratar los síntomas. Los estadounidenses estamos bien enterados de los problemas de nuestra
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democracia porque diariamente nos golpean en la cara. Los juicios hipotecarios, el alto costo de la atención médica (en especial las píldoras pequeñas que cuestan un dinero grande), el desmantelamiento de la fábrica que ha estado siempre en la comunidad para irse al extranjero. Sospechamos que hay mucho más acerca de estos problemas de lo que podemos ver, aunque no estemos seguros de lo que es. Tras las dificultades obvias, a menudo hay problemas de fondo que invalidan nuestra capacidad de respuesta. Yo llamaría a estos problemas los de la democracia en sí misma. Al igual que la polución que mata los microorganismos de un lago o de una bahía, estos problemas obstruyen el trabajo de la democracia. Son sistémicos y se diferencian de las dificultades circunstanciales que afectan a todos los países, sean democráticos o no. Tomemos las recesiones económicas mundiales; estas golpean a casi todas las naciones, sin importar cuál sea su sistema político. Incuestionablemente las recesiones son serias, pero no son como los problemas de raíz de la democracia que causan el mal funcionamiento del sistema político e interfieren en las respuestas a los desastres como las recesiones. Miremos el problema de fondo que encontró Sandy. Aunque las escuelas decadentes son un problema en cualquier comunidad, es frecuente que las intenciones de mejorarlas sean obstaculizadas por un problema de la democracia. En al pueblo de Sandy no había público suficiente involucrado en las escuelas públicas. ¿Y por qué es este un problema de la democracia? Históricamente las escuelas han sido uno de los principales motores del progreso cívico-democrático. Los ciudadanos las han utilizado para cambiar el sistema colonial por uno que promueva la libertad individual y la estabilidad social5. Cuando la gente perdió el sentido de pertenencia a las escuelas, perdió parte de su capacidad de delinear su futuro. Ese es un problema de la democracia. Max sintió que otro problema de la democracia era el causante de la división que afectaba a su departamento de salud pública. Se trataba de la forma como los asuntos problemáticos le eran presentados al público. Esto bloqueaba la vigorosa toma de decisiones que se requería para alcanzar el buen juicio público con el fin de lograr una solución pragmática a las diferencias existentes. Sue también vio un problema de la democracia en su comunidad. Se trataba de la falta de lo que los académicos denominan “agencia política o eficacia”. La gente no creyó poseer por sí misma los recursos de poder necesarios para marcar la diferencia. Los problemas de la democracia que Sue, Max y Sandy La Ecología de la Democracia
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encontraron son solo tres de los problemas sistémicos que impiden que la democracia funcione como debe ser. El próximo capítulo identifica siete de estos problemas de fondo, los cuales serán utilizados como puntos de referencia a lo largo de este texto. Francamente los problemas sistémicos no siempre cautivan las miradas. No provocan las reacciones emocionales que sí generan los problemas de la democracia. ¡Despidos y falta de perspectivas de empleo! ¡Pérdida de viviendas por incapacidad en el pago de las hipotecas! ¡Niños que van a la escuela con hambre! Esos son asuntos que hacen hervir la sangre. Los problemas de fondo, por su parte, pueden carecer de este entusiasmo visceral. Sin embargo, son menos obvios y limitan el sistema democrático y su capacidad de respuesta para responder a los problemas más visibles.
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Parte I Reconsiderar la democracia
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Los problemas sistémicos del autogobierno
El primero de los problemas sistémicos que ubico en mi lista golpea en el corazón de la democracia: los ciudadanos no están comprometidos, se han hecho de lado. La gente es reacia a involucrarse tanto en la política electoral como en los esfuerzos cívicos con otros ciudadanos. Un ejemplo: la baja participación en las urnas. Otro ejemplo: los proyectos comunitarios fracasan porque los ciudadanos –con las consabidas excepciones– no se presentan a hacer su trabajo. Puede ser porque la gente no ve que su preocupación o lo que considera más importante esté siendo tenido en cuenta. Tal vez haya poco espacio para razonar colectivamente sin que surja una conclusión predeterminada. Tal vez el sistema político los ha dejado de lado al haber manipulado los puestos de votación para que sus votos no cuenten. Tal vez ellos mismos se aislaron al haberse refugiado en enclaves de frustración o de cinismo. Cualquiera que sea la causa, la falta de gente que se considera a sí misma ciudadana es un serio problema de la democracia.
La política debería ser una profesión de tiempo parcial para todo ciudadano. Dwight D. Eisenhower 6
El segundo problema se relaciona mucho con el primero. Los asuntos públicos son abordados y discutidos en formas que promueven la división. Es posible que no todas las opciones de solución estén siendo consideradas. O que solo se trate de dos opciones polarizantes, lo que lleva a un debate improductivo. En el otro extremo, las tensiones inevitables entre las opciones y la necesidad de hacer
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concesiones recíprocas nunca son reconocidas. El temor a los desacuerdos lleva a discusiones blandas. Con el tercer problema ocurre lo mismo: la gente se puede involucrar aun para tomar decisiones precarias acerca de lo que se debe hacer o definir en cuanto a las políticas más convenientes. Las reacciones precipitadas alimentadas por la desinformación y las bases emocionales priman hoy día. Los desacuerdos con carga moral no se trabajan lo suficiente –como, por ejemplo, sobre lo que es correcto o justo cuando hay que distribuir recursos escasos para asuntos como la salud pública–. La falta de juicio público sonoro y claro es otro serio problema de la democracia. Un cuarto problema sistémico tiene que ver con la percepción de que poco se puede hacer para marcar la diferencia cuando se carece de los recursos necesarios. Pero hay cierto tipo de problemas visibles que tan solo se pueden solucionar si la ciudadanía actúa. Un ejemplo: los problemas que implica tener a la juventud fuera de peligro. Instituciones como las escuelas y las agencias de servicio social son esenciales al respecto, pero por sí solas no pueden resolver el problema. Quinto, puede que los ciudadanos actúen, pero sus esfuerzos van en tantas direcciones, que resultan ineficientes; no se refuerzan entre sí. El remedio estándar para esta falta de coordinación puede ser igualmente debilitante. Una agencia central queda a cargo y crea reglas y regulaciones que acaban con la energía y las iniciativas ciudadanas. Esto puede ocurrir con los desastres naturales cuando la actuación espontánea de los voluntarios no se compadece con los esfuerzos profesionales de los encargados de responder inmediatamente. Cuando no hay un propósito compartido con las iniciativas ciudadanas o cuando el control burocrático arrasa con el de la gente, la autoorganización democrática se debilita. Esto también hace parte de los problemas sistémicos. Las democracias deben responder, por un lado, a las circunstancias cambiantes y, por el otro, a las dificultades que no desaparecen. De hecho, los problemas de la democracia son perennes por que no están cimentados en la condición humana. Siempre estamos prestos a salirnos del campo de acción o a irnos por los lados del problema y acabamos tomando decisiones pobres, subestimando o sobreestimando nuestros recursos. No podemos proclamar victoria e irnos a casa cuando de la democracia se trata. Para mantener los ímpetus de lidiar con los problemas sistémicos, las democracias dependen del aprendizaje colectivo y constante que motiva tanto la experimentación como la persistencia. Consecuentemente, el sexto pro-
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blema es la falta de aprendizaje compartido que le impide a la democracia funcionar correctamente. Finalmente, el séptimo problema en mi lista ha sido muy agudo durante un tiempo largo. Es la mutua desconfianza que debilita la relación entre los ciudadanos y la mayoría de las principales instituciones tanto gubernamentales como no gubernamentales. Las instituciones dudan de que los ciudadanos sean responsables y capaces. Y los ciudadanos ven las instituciones como indolentes e inefectivas. La política democrática es pragmática y creativa. La gente quiere ser capaz de moldear su futuro, esto es, de amoldar las comunidades y el mundo en el que viven.
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La lucha por una democracia centrada en el ciudadano
Los problemas que involucran la democracia no se pueden resolver sin los ciudadanos. Pero, exactamente, ¿cuál es el papel que se espera que jueguen? ¿De electores, de contribuyentes, o de voluntarios? Todo depende del tipo de democracia que se tenga en mente. La democracia que se discute en estas páginas está basada en las dos raíces de la palabra en sí misma –demos y cracia–. El demos alude a la ciudadanía y el cracia (de kratos), a su poder de gobernar y prevalecer. En otras palabras, la democracia es la gobernabilidad basada en el poder de la gente para moldear su futuro. Los ciudadanos están en el centro, a pesar de la lucha que ha sido librada para mantenerlos ahí7. La comprensión convencional acerca de la democracia consiste en captar que se trata de un sistema de gobierno representativo creado mediante elecciones competidas. Si bien el gobierno representativo es esencial, yo creo que este se soporta en una base ciudadana que hace mucho más que votar para escoger los líderes políticos. Y no estoy hablando de una democracia refrendaria, sino de una democracia de ciudadanos que trabajan con otros para resolver problemas comunes y producir cosas para el beneficio de todos –cosas que también ayuden a que las instituciones del gobierno representativo trabajen con efectividad–. Para que una democracia sea fuerte y resiliente, los ciudadanos deben ser productores y no solo consumidores. Sin embargo, algunos de nuestros padres de la Patria no querían una democracia y enfáticamente decían que querían una república de gobierno representativo. Temíanque el poder quedara en manos de los ciudadanos, especialmente de los pobres; que se terminara redistribuyendo la riqueza. No obstante, la democracia centrada en la ciudadanía comenzó a tomar forma en los cabil-
Con sentimiento político, nada puede fallar; sin él, nada puede tener éxito. Abraham Lincoln8 dos abiertos (reuniones locales) de la Nueva Inglaterra colonial, y fue ganando fuerza en los ejércitos ciudadanos que llevaron a la Revolución Americana. Así, mientras el siglo xviii le dio vía al siglo xix, los ciudadanos asumieron nuevos papeles comunitarios en la colonización de la frontera. Construyeron nuestras primeras iglesias, escuelas, carreteras y bibliotecas. Organizaron asociaciones de ayuda vecinal y asistencia a los desafortunados. Se ensuciaron las manos trabajando para el beneficio de todos9. Hay que recordar (por que se cita con frecuencia) a Alexis de Tocqueville, el observador francés que notó que cuando los estadounidenses enfrentaban un problema, a diferencia de los europeos, acudían primero a los vecinos que a la casa de gobierno10. Los ciudadanos a los que se refiere Toqueville son los antecesores políticos de los ciudadanos activos que yo introduje en las páginas de apertura de este libro. 24
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La desconfianza es mutua Los estadounidenses sabemos que algo anda mal con nuestra democracia y nos preocupa lo que se le viene al país. Un sondeo Rasmussen mostró que más de la mitad de los electores estadounidenses sintieron que los mejores días ya pasaron y que solo el 17 % creía que el país estaba encaminado en la dirección correcta. Con seguridad, la gente es pesimista desde antes y nuestra confianza en el Gobierno tiene altibajos, aunque ha estado baja por 40 años. El Gobierno no es la única institución que ha perdido la confianza del público. La mayoría de las instituciones principales, desde las escuelas hasta los medios, han perdido en estima pública11. Pero, para ser más serios aún, hay que afirmar que esta desconfianza es mutua. Con frecuencia, los empleados de las principales instituciones tienen una mala opinión de los ciudadanos. Una exalcaldesa de Muncie, Indiana, perdió la reelección luego de que las promesas de campaña que hizo de crear nuevos empleos no llenaron las expectativas de los electores. El National Journal la citó diciendo: “¿Por qué no fui más honesta con los electores? Ellos no querían escucharlo”12. Ella no confió en los votantes y compitió confesando que esta fue una campaña torcida. La mutua desconfianza ha crecido significativamente a lo largo de la última década. Los bancos tuvieron una pérdida de confianza del 24 % entre el año 2002 y el 2011. La confianza en la Presidencia cayó en 23 %. Aun la confianza en la Corte Suprema ha bajado al 13 %13. Una razón de esta caída, argumenta el National Journal, es la incapacidad de las instituciones de responder a los intereses de la gente. “No es solo que las instituciones sean corruptas o estén en bancarrota; esos clichés minimizan un problema existencial: Con algunas excepciones notables, los pilares sociales de la nación se han debilitado para lidiar con el siglo XXI. Más grave aún, están fallando en adaptarse a una población golpeada por duros cambios económico, tecnológico y demográfico”14. Yo añadiría otra razón: la gente no siente que tiene control suficiente sobre nuestras principales instituciones. El sistema político bloqueado por la hiperpolarización alimentada por la incivilidad parece estar más interesado en saber cuál de los lados gana que en resolver los problemas. La gente dice que los que eligen no son los votantes, sino el dinero. Los grupos de interés parecen controlarlo todo. Los políticos parecen ser fácilmente corrompibles. La gente se queja, aunque algunos obtienen lo que merecen. O tal vez los culpables son los medios. La letanía continúa. La Ecología de la Democracia
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A medida que entra en el siglo XXI, Estados Unidos no es ni una economía de trabajo, ni una sociedad en decadencia. Pero ha desarrollado una política muy disfuncional. Fareed Zakaria15 Se dice que los líderes estadounidenses están fuera de tono con lo que la vida es para la mayoría de la gente. En la línea de la vieja canción folclórica, los ciudadanos, en efecto, les están diciendo a estos líderes: “Ya no me veo más en tus ojos”. Una mujer de Alabama explicaba: “Yo pienso que todos (los políticos) tienen una agenda personal que les impide escuchar lo que el ciudadano estadounidense promedio tiene que decirles”. Mientras que la crítica pública tan solo parece estar enfocada en los líderes nacionales elegidos, con frecuencia la gente está igualmente insatisfecha con los líderes locales. Teniendo en mente los líderes y funcionarios políticos locales, una mujer de Nuevo México se lamentaba diciendo: “No los veo respondiendo las llamadas… Ni siquiera logro que alguien nos devuelva la llamada para saber si se puede conseguir un contenedor para el reciclaje en nuestra escuela”16. Dan Yankelovich, uno de los principales analistas de las actitudes políticas de Estados Unidos, ha encontrado que típicamente los líderes y el público se interesan en los asuntos públicos desde puntos de partida muy diferentes. Sus supuestos, definiciones y expectativas son muy distantes entre sí17.
Personalmente me siento incómodo con la tendencia popular a satanizar a los políticos y a los funcionarios del Gobierno. Pero estoy reportando lo que dice la gente y no lo que yo quisiera que dijera. Nunca fui un político, aunque sí he sido funcionario de gobierno, donde conocí un buen número de burócratas capaces y responsables, y líderes políticos decentes, confiables y comprometidos con el servicio público de acuerdo con la forma como lo conciben.
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Manos fuertes, manos nuestras Con la prevalencia de la desconfianza, mucha gente siente hacia la política lo mismo que siente cuando el control remoto de su televisor ya no puede controlar la pantalla. La batería parece haberse descargado o algún tipo de bicho ha invadido la electrónica. La frustración con la política se puede percibir en comentarios como “el sistema se desbordó”. “Las reglas han cambiado (y ya no las reconozco)”. Los estadounidenses están ansiosos por tener más control en sus propias manos y no exclusivamente en manos de quienes dicen que se encargarán de atender los problemas en su nombre18. Esta reafirmación no es reafirmante. Al reportar sobre la investigación hecha por Public Agenda, Jean Johnson describe una discusión en la que los ciudadanos hablan extensamente sobre la falta de respuestas del Gobierno, cesación de pagos hipotecarios, crisis bancarias y también de una aparente falta de transparencia y responsabilidad de los líderes. Cuando se le preguntó qué ayudaría a cambiar, Jean escribió que “inmediatamente la gente empezaba a hablar acerca de la necesidad de que los ciudadanos asumieran un papel más fuerte”, aun cuando muchos de ellos no estaban seguros de qué tipo de papel se trataba19. La gente de la que había informado Public Agenda creía que la única manera de que el país pudiera superar los problemas actuales era lograr que “los ciudadanos fueran menos pasivos y se involucraran más”20. La gente decía “tener la certeza de poder hacer un cambio. De no derrotarse antes de intentarlo”.
Nosotros somos los que nos hemos estado esperando a nosotros mismos21
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El consejo de seguir intentando puede ser muy persuasivo. Un estudio mostró que entre los años 2008 y 2010, la mayoría de los estadounidenses estaban activos “trabajando con otros en el mejoramiento de sus comunidades” a pesar de las reservas que ellos mismos tenían acerca de marcar la diferencia22. A pesar de que estamos preocupados y ansiosos, nosotros, los estadounidenses, aún tenemos expectativas sobre nuestro país. Queremos vivir donde reine la justicia, donde la paz sea la norma y no la excepción y donde la gente tenga libertad de conciencia. Queremos además que el mundo que hereden nuestros niños sea mejor que el que tenemos ahora. Los estadounidenses han estado llenos de esperanza por más de 200 años y en lo más profundo de su ser, aún lo están23.
En espera de la esperanza Aun cuando mucha gente quiere tener esperanza, sabe de su fragilidad. Con base en las entrevistas realizadas con personas de todo el país, los investigadores escucharon a un hombre de Minnesota decir con optimismo: “En general, yo creo que la gente tiene hambre de compromiso y pienso que tan solo está esperando encontrar formas de asumirlo”. Con menos optimismo, una mujer de Idaho contradijo: “Cuando yo les dije a los ciudadanos que debía trabajar con ellos bajo el supuesto de que… aumentarían su poder más de lo que (ellos) creían posible, pienso que creí en mis palabras. Y seguí creyéndolo todas las veces que lo viví. Pero ya no estoy tan segura de que eso sea tan cierto como solía serlo”. Tratando de conciliar estas dos percepciones, una mujer de Rhode Island reflexionó: “Cuando me acerco a hablar con la gente, a ellos les importa, sólo que no saben qué hacer con ellos mismos”24. Los estadounidenses no se han dejado vencer con el país, creen que tenemos un adn para la resiliencia en nuestros huesos. No obstante, muchos creen que nos hemos salido del camino al haber extraviado nuestra brújula moral. Para algunas personas, los estadounidenses parecen ser compradores irresponsables que están perdidos por el consumismo y el materialismo. Wall Street es un símbolo de la codicia que la gente ve por todos lados. La investigación realizada por el Instituto Harwood para la Innovación Pública encontró que los ciudadanos quieren un orden moral que valore la honestidad, que castigue la avaricia y recompense la responsabilidad social25.
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Escuchar los comentarios de varias personas produce la sensación de que son ambivalentes o de que están confundidos. Una mejor lectura de lo que están diciendo puede ser que la gente tiene un amplio rango de expectativas y temores que está tratando de equilibrar. Por un lado, esto da la medida de lo que están diciendo, pero por el otro… “Aunque esto pueda dar pie a una descripción coja y desigual, es realmente una buena reflexión sobre la mentalidad pública.
Mientras se sienten orgullosamente independientes, los estadounidenses creen que solo sobrevivirán si trabajan unidos. La gente recuerda viejos dichos como: “Dar un poco para recibir un poco”26. Muchos piensan también que los ciudadanos tienen muy poca compasión entre ellos, muy poco respeto por la dignidad de los demás.
Comenzar donde estamos Cuando se trata de comprender nuestros sueños por el país, las grandes visiones y las reformas abarcadoras no se ven tan creíbles como los proyectos pequeños en donde los ciudadanos asumen la responsabilidad, deciden lo que hay que hacer y hacen ellos mismos buena parte del trabajo correspondiente. El cambio hecho en casa es atractivo por ser auténtico. Sin saber cómo se puede confiar en las grandes instituciones, la gente acude a sus conciudadanos para arreglar lo que se desbordó mediante esfuerzos compartidos para crear confianza. El hecho de que los vecinos se junten para pintar la escuela no es importante solo porque el edificio será más atractivo, sino porque esa acción compartida será valorada como una demostración de lo que se puede lograr cuando los ciudadanos trabajan unidos27. En su estudio sobre actitudes políticas, Rich Harwood encontró que “la tarea, como la gente la percibe, es impulsar una nueva trayectoria en donde se entienda que las acciones deben comenzar siendo pequeñas y locales y que se deben establecer y lograr metas que permitan recuperar la fe en sí mismos y hacia los demás, bajo la creencia de que los estadounidenses aún pueden hacer cosas trabajando unidos”. Al respecto, citó a una mujer de Dallas que dijo que la gente no puede esperar a que otros trabajen por ellos. La iniciativa propia es clave. “Si el cambio ha de ocurrir –dijo ella–, va a ser en la base. Vamos a tener que incentivar ese cambio y hacer
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que continúe”. Y una mujer de Denver sugirió: “¡Tan solo hay que comenzar en pequeño!” Otra de Detroit habló acerca de la importancia meter las manos en la democracia: “Si hay más gente… habrá más manos en la comunidad, entonces esto llevará a impulsar mejores oportunidades”28. Harwood ve una conexión entre asuntos locales y resiliencia nacional. “La gente que encontramos –informa– cree que el país enfrenta retos enormes que requieren una acción significativa. El propósito de comenzar en pequeño y local, y… encontrar una meta lograble detrás de otra, es reconstruir la confianza y el sentido del propósito común de la Nación”29. ¿Pero qué acerca de los problemas globales? Aquellos que creen en comenzar en pequeño dicen que sin un sentido de la eficacia y del propósito compartido, la gente no podrá enfrentar los problemas e indican que los esfuerzos locales permiten construir movimientos más grandes. Tal como lo explicaré más adelante con mayor detalle, existen oportunidades en la vida diaria que demuestran lo que los ciudadanos son capaces de hacer –oportunidades para que la gente ejerza más control–. Infortunadamente, en general estas se dejan pasar porque las oscurece la visión dominante de que la política solo es vista como lo que los políticos hacen desde el Gobierno. Cuando lo que hacen los ciudadanos no está relacionado directamente con las elecciones o con los gobiernos, la sabiduría popular dice que no es posible que esto sea política. No se reconoce que la política de los ciudadanos que trabajan entre sí contribuye a fortalecer el sentimiento popular de que esto puede marcar la diferencia.
La política que le gente no denomina política No estoy diciendo que las elecciones y la política no sean importantes o que nosotros los ciudadanos podamos gobernar el país. Lo que digo es que nuestro sistema político opera en dos esferas interrelacionadas. La esfera obvia que asociamos con la política está dominada por elecciones dramáticas y por luchas titánicas en el Gobierno. Está manejada por grandes instituciones a través de leyes, regulaciones y políticas. La arena menos obvia de la política, la política de los ciudadanos, no llega a tener un nombre de común aceptación. La gente ni siquiera la denomina política. Los filósofos han contribuido a que la política visible sea menos obvia al escribir sobre “lo político” como algo que significa que parte de la vida que compartimos con otras personas no está confinada a lo que hacemos como electores y contribuyentes30. Otros académicos utilizan expresiones como vida pública 30
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o cívica para describir “lo político”. La expresión que últimamente ha tenido más atracción ha sido la de “sociedad civil”, vista como la sociedad creada por los ciudadanos mediante lo que hacen con otros ciudadanos. Yo prefiero decir “democracia centrada en el ciudadano” o, de manera más sucinta, “política ciudadana” porque las palabras reclaman un vocabulario que le pertenece legítimamente a la gente. La política de la que estoy hablando se refiere a Sandy y a su comunidad asumiendo una mayor responsabilidad en la educación para la próxima generación. A la gente que en el foro de Max enfrenta decisiones difíciles acerca de la protección del medio ambiente a medida que la economía crece. A Sue y a sus vecinos cuando utilizan recursos locales para combatir los problemas locales. Este tipo de política está profundamente enraizado en la vida diaria y en la experiencia personal y ocurre en lugares que normalmente no están asociados con la política –barras de restaurantes, cafeterías, viajes compartidos en un automóvil y haciendo fila para registrarse–31.
Un africano me dijo una vez que en su país la gente raramente habla de política, tienen miedo. No obstante, dijo que en los lugares de mercado hablan de manejar las escuelas y de enfrentar las sequías. Lo hacían sin pensar que estas conversaciones eran políticas, pero él sí lo creía.
La política creada por los ciudadanos es difícil de reconocer por lo que realmente es en sí misma, tanto, que parece ser el secreto de la vida política estadounidense. Cuando la gente reconoce y se da cuenta de que para nada es un secreto y de que es algo que sucede todos los días, su nuevo entendimiento le cambia el panorama acerca del mundo político. Empiezan a ver maneras como la gente puede marcar la diferencia, posibilidades que antes no habían percibido. Pero este entendimiento no proviene de leer párrafos como este. Viene de la experiencia de hacer el trabajo de los ciudadanos. Si la política cotidiana es un secreto, es un secreto abierto. Se expresa a través de los miles de iniciativas ciudadanas en asociaciones de hecho para quitar las basuras de las vías públicas, para proteger el medio ambiente y para sacar a los conductores borrachos de las calles.
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Renovación cívica A pesar de las frustraciones ciudadanas, a pesar de las cataratas de cinismo y desesperanza y a pesar de las fuerzas que llevan a la gente a hacerse al lado, en los últimos años ha habido tantas iniciativas ciudadanas, que algunos académicos creen que el país está experimentando un movimiento de renovación cívica. Si bien este movimiento está inspirado en una variedad de causas, esperables en una democracia, el propósito general es volver a poner a los ciudadanos en el centro de nuestra democracia. La política con los ciudadanos en el centro está creando su propia literatura. Ben Barber ha denominado esta forma de política, democracia fuerte en un libro con este mismo título. Este libro se puede leer junto con el de Harry Boyte The Backyard Revolution (La revolución del patio trasero). Aun cuando este último fue escrito hace ya un tiempo, contiene ideas que siguen resonando. Más recientemente, hemos visto estudios de caso sobre numerosas iniciativas cívicas –algunos con títulos atrevidos como The Next Form of Democracy (La nueva forma de la democracia),de Matt Leighninger), y otros que han expandido la definición de democracia como el trabajo de Mark Warren sobre “un enfoque basado en los problemas de los sistemas democráticos”32. La renovación cívica también se discute en Civic Innovation in America (Innovación cívica en Estados Unidos), de Carmen Sirianni y Lewis Friedland, y en el libro de Peter Levine We Are the Ones We Have Been Waiting For (Nosotros somos los que hemos estado esperando). Estos son solo unos pocos de los libros que hacen parte de una literatura creciente sobre política ciudadana. Y si este no es el lugar para listar todos estos libros, yo añadiría el de Xavier de Souza Briggs Democracy as Problem Solving (La Democracia como Solución de Problemas)33.
Aunque estoy de acuerdo en que la democracia tiene ver con la confrontación de los problemas, no creo que todo en la política democrática esté relacionado directamente con la solución de los mismos. Eso haría de la democracia algo muy instrumental. La democracia no solamente tiene que ver con la transacción, también tiene que ver con la transformación34.
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El trabajo que los ciudadanos hacen con sus iguales es, al igual que su razón de ser, el trabajo de crear lo esencial para combatir los problemas. Briggs cree que la comunidad es el primer colectivo para decidir y actuar no porque todos los recursos necesarios sean locales, sino porque “las sociedades pueden prescindir de los sistemas locales efectivos para actuar frente a los problemas públicos”. Briggs también establece una distinción útil entre varios tipos de estrategias cívicas basado en si ellas reflejan una concepción de la democracia que va más allá de expandir la voz de los ciudadanos y de hacer reuniones para comprometer a la gente35. Infortunadamente, las capacidades cívicas estadounidenses con frecuencia pasan inadvertidas y subestimadas. Yo me alegro de encontrar estudios que muestren la importancia de esas capacidades. Notablemente, Elinor Ostrom, ganadora del Premio Nobel de Economía del año 2009, demostró que el trabajo que hacen los ciudadanos es esencial como sustituto del manejo equitativo de los recursos del común36. En los años 90, escribí sobre la política ciudadana en Politics for People (Política para la gente). Y me ha dejado satisfecho ver que lo que entonces eran apenas afirmaciones novedosas en la literatura sobre la democracia, ahora es reconocido regularmente en muchos libros y artículos recientes. Por ejemplo, el argumento de Bob Putnam de que la sociedad civil es crucial para la democracia, ahora es aceptado generalmente37. Lo mismo es verdad sobre conceptos de poder. Esta noción no es solo acerca de la autoridad que se tiene sobre los demás, sino también sobre el hecho de que las relaciones que los ciudadanos establecen con sus iguales están muy extendidas. Pero tal vez más abarcadoras que esta reconsideración son las preguntas que ahora se están formulando acerca del conocimiento que los ciudadanos utilizan en su forma de hacer política. Por ejemplo, Ostrom encontró que el conocimiento que los ciudadanos tienen acerca de las condiciones locales es superior al que tienen los expertos. Aunque los expertos y los hechos científicos aún están en la cima de la pirámide del conocimiento, de manera creciente se está argumentando que los ciudadanos poseen formas de conocer igualmente valiosas, especialmente cuando se emiten juicios acerca de los asuntos de política pública. Yo no estoy asumiendo, y tampoco lo hace la literatura que he citado, que el trabajo ciudadano sea todopoderoso –capaz de derrotar los intereses velados, de superar los tsunamis económicos globales, de resolver todos los problemas económicos o de transformar todas las instituciones–. Los ciudadanos que están tratando de marcar la diferencia confrontan todo tipo de problemas. Aquellos que involucran a los ortos saben que esto es dispendioso y les sacan bandera La Ecología de la Democracia
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roja a los críticos que dudan de sus competencias y del juicio público. Y la gente que está tratando de llegarles a los funcionarios de las instituciones oficiales se puede frustrar por la indiferencia, por la velada resistencia que les hacen y, ocasionalmente, por la precaución razonable con la que se encuentran. Para ser justos, los profesionales y funcionarios oficiales, por su parte, pueden tener razón de preocuparse por lo que los voluntarios sin capacitación puedan hacer sin una supervisión holgada. Delegar a los grupos cívicos para la ejecución de programas puede crear problemas cuando las asociaciones cívicas ignoran o fallan en aceptar las limitaciones legales. Los malos manejos financieros también pueden representar un problema. Los funcionarios internacionales que tratan de comprometer a los ciudadanos también se frustran con frecuencia por causa de la aparente falta de respuestas a las oportunidades que se abren para participar. Pueden quedar pasmados por las quejas que reciben de sus colegas que también tratan de involucrar a la gente. Aún más, a pesar de todas las mediciones que aplican las instituciones para comprobar que sus funcionarios están haciendo una buena labor, los ciudadanos siguen sin convencerse, lo cual crea una fuente adicional de frustración de estos funcionarios.
Ambientalismo político Al aceptar que lo que los ciudadanos hacen al trabajar con otros ciudadanos solo puede marcar pequeñas diferencias incrementables, estos pequeños cambios nos han dado mucho de lo que valoramos en la vida. Como ya lo informé, el cambio puede comenzar si solamente nos reunimos con los vecinos para hacer un jardín comunal o para restaurar el parque local. Aun el hacer algo por la mejoría del vecindario puede ser un antídoto contra el cinismo y la desesperanza que aseguran la pérdida del poder de la gente. Trabajar conjuntamente crea un sentido de responsabilidad y de posibilidad. Tomemos el caso de Tupelo, Mississippi. Tupelo pasó de ser el pueblo más pobre del condado más pobre del estado más pobre, a convertirse en un modelo de progreso económico y social. El cambio fue precipitado por la gente de los barrios rurales que rodeaban a Tupelo, que se reunieron para decidir sobre algo que pudieran hacer por sí mismos para mejorar la vida –y hacerlo luego–. Eventualmente esto cambió el ambiente político y se extendió a toda la región. Esta importante historia está capturada en un estudio realizado por un académico, Vaughn Grisham, que fue testigo de ella38.
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Al igual que Sandy, Max y Sue, la gente que comenzó a hacer trabajo cívico en los vecindarios rurales de Tupelo se puede describir como ambientalistas políticos por el sitio en donde encontraron los recursos para trabajar39. Lo que necesitaban para el arranque provino de sus destrezas y de experiencias de sus conciudadanos, de los lazos ciudadanos recíprocos y de formas inherentes de saber, decidir y actuar40. Todos estos recursos están en el ambiente político.
El trabajo de la democracia es arduo Este mensaje, extendido por todo el libro, es que los ciudadanos pueden marcar la diferencia cuando se reúnen para hacer cosas útiles para resolver problemas comunes. Por eso la gente se empodera a través del trabajo cívico. Edgar Cahn dijo lo mismo de manera más aguda: “El trabajo de la democracia es trabajo”. El trabajo que hacen los ciudadanos es duro, proclive a atrasos y demoras. Se hace incrementalmente y rara vez produce grandes titulares de prensa o recibe premios. Pero de todas maneras empodera porque da más control a las manos del público. Los ciudadanos generan el poder necesario para marcar la diferencia mediante un proceso colectivo de toma de decisiones que va de la mano de la acción colectiva. Decidir y actuar colectivamente implica un trabajo que produce cosas que le sirven al bien común –un nuevo parque de juegos para sacar a los niños de las calles, vivienda para los sin techo–. Así es como los ciudadanos se convierten en algo más que constituyentes, electores y contribuyentes, se vuelven productores. Y no solamente se definen por su relación con el Estado o el Gobierno, sino primordialmente por sus relaciones con otros ciudadanos. También quiero hacer énfasis en que el trabajo cívico democrático no se hace siguiendo una fórmula o aplicando alguna técnica. El trabajo avanza mediante el aprendizaje compartido y constante de la gente. Debería yo escribir esto en letras mayúsculas: APRENDIENDO JUNTOS. La constancia y la persistencia en el trabajo cívico vienen de comunidades que están aprendiendo a fallar exitosamente. El aprendizaje compartido y el “aprendizaje público” son clave.
Cómo errar inteligentemente… es una de las artes más grandiosas en el mundo. Charles F. Kettering41
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En el trabajo que hacen los ciudadanos, el aprender y el hacer se combinan. Es decir, con el trabajo no sólo se logran metas específicas como clavar puntillas para unir tablas. El trabajo lleva a los ciudadanos a hacer descubrimientos que develan posibilidades y recursos antes no utilizados del todo. El trabajo es tanto hacer como aprender, y el aprendizaje está en el hacer.
Posibilidades y no pruebas Mientras este libro está escrito para cualquier persona que quiera marcar la diferencia que los ciudadanos deben marcar, no está lleno de respuestas, ni contiene una lista de técnicas garantizadas para alcanzar el éxito. No contiene fórmulas, ni mejores prácticas a seguir o apelaciones grandiosas a los ángeles. El libro ofrece distintas formas de pensar la política, los ciudadanos y los problemas subyacentes a la democracia. Así pues, no hace proclamas basadas en pruebas y tampoco contiene hallazgos en el sentido académico. Más bien ofrece luces o lentes para ver lo que está sucediendo que se orienta a lograr posibilidades aún no alcanzadas. El lector puede imaginar si lo que está leyendo cabe en su propia realidad. ¿Sí es práctico? ¿Sí se puede aplicar? ¿Sí tiene que cambiar todo lo que está haciendo? La manera como las luces que presenta este libro son aplicables a situaciones prácticas depende de las condiciones locales y de las circunstancias. Nadie está familiarizado con todas las comunidades o con todos los retos que otras organizaciones confrontan, y aplicar cualquier perspectiva nueva normalmente requiere de la aplicación de un ejercicio de prueba y error. La investigación que aquí se reporta sugiere que las comunidades y las organizaciones pueden encontrar sus propias respuestas basadas en la manera como se haga al aprendizaje proveniente de estos experimentos. La Fundación Kettering, que recolectó la investigación para este libro, es una organización apartidista, no gubernamental y sin ánimo de lucro que no hace donaciones. La investigación de la fundación proviene principalmente de la gente y de las organizaciones que experimentan para encontrar mejores formas para combatir los problemas sistémicos que están detrás de los problemas de la democracia. Estos grupos abastecen a la Kettering de recuentos de sus experiencias a cambio de los hallazgos que la fundación ha obtenido con recuentos pasados de experiencias similares. La fundación recoge estas experiencias diferentes y las combina uniendo partes comunes para ilustrar una idea de
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manera pragmática. Las historias sólo son eso, historias; no son estudios de caso de las ciencias sociales. En estos intercambios, a pesar de que los participantes no obtienen respuestas o técnicas nuevas, sí obtienen una nueva lente para verse ellos mismos y los problemas que enfrentan. Con frecuencia diferentes perspectivas se convierten en la clave para hacer más efectivo el trabajo de solución de problemas. Los intercambios les permiten a los participantes incluir los hallazgos de la fundación para descubrir gente e ideas nuevas y les permiten reconocerse ellos mismos, lo cual es otra forma de aprender. Este libro también está basado en estudios hechos por y para la fundación y en investigaciones afines de académicos, muchos de los cuales han estado asociados con esta organización. El propósito de esta investigación es aprender lo que toma hacer que una democracia funcione como debe hacerlo. Debe aceptar que al trabajar la democracia como un asunto normativo, nadie tiene la respuesta correcta. Eso debe estar determinado por el demos, por la ciudadanía. Esto significa que la democracia (al menos la que estudia la fundación) requiere de una responsabilidad colectiva que no puede ser exportada ni importada. Tiene que venir de adentro. Aun cuando este libro es sobre Estados Unidos, la Kettering ha tenido el privilegio de aprender de ciudadanos de muchos otros países –desde la cercana Cuba hasta la lejana Sudáfrica, desde los pueblos del Norte de Rusia hasta Australia y Nueva Zelanda en el sur. Para estar seguros, solo unos pocos de aquellos sobre quienes la Fundación ha sabido pensaron que estaban experimentando. Y esa es la terminología que usa la Kettering. Pero cuando los ciudadanos confrontan los problemas que están detrás de los problemas, ciertamente quedan en un terreno poco familiar y sin instrucciones que seguir. Les toca improvisar. Basada en sus experimentos, la fundación ha identificado oportunidades en las rutinas de la vida diaria en las que la ciudadanía puede recuperar el control que cree haber perdido en el pasado. Quiero hacer énfasis en que es a través de la investigación como la fundación aprende continuamente, y sus estudios nunca terminan. Dado que el aprendizaje es crítico para la democracia y clave para la habilidad comunitaria de resolver problemas, la fundación trata de aprender bajo esta modalidad.
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3 El ecosistema político
El entorno político incluye tanto lo que hacen los ciudadanos como lo que hacen las instituciones, dado que ambos son independientes. Usualmente la política comienza localmente y en pequeño: los vecinos, en asociaciones informales y alrededor de la mesa de la cocina. Aquí es donde aparecen las primeras oportunidades para marcar la diferencia. Después, instituciones como las asambleas representativas, las agencias gubernamentales y las organizaciones no gubernamentales van trayendo otros recursos para crecer. Los ciudadanos y las instituciones que interactúan en el entorno político me pusieron a pensar en el sistema ecológico natural. Me pareció una analogía útil a la que solo le doy ese significado. Para estar seguros, se puede afirmar que la política es como los sistemas adaptativos complejos que se encuentran en la naturaleza42. No obstante, utilizaré la analogía para ofrecer un marco de referencia amplio que permita pensar sobre la política, aunque no todo lo que voy a reportar estará relacionado con la ecología. Añadiría que hablar del sistema político es como hacerlo sobre un ecosistema, y no estoy implicando que un ecosistema sea un estado natural perfecto. Tan solo me refiero a lo que ocurre diariamente en el entorno político, sea bueno o malo. Cuando pienso en un ecosistema, tengo en mente a la Costa del Golfo porque yo crecí muy cerca de allí. Los gobiernos, las escuelas y otras instituciones estables se pueden equiparar análogamente con las instalaciones petroleras, los muelles y los grandes edificios que hay a lo largo de la costa. Lo que los ciudadanos hacen y las asociaciones que crean entre sí se pueden pensar como algo parecido a las barreras que separan todo lo que ocurre en el fango de las tierras pantanosas. El contexto ecológico permite ver la política como algo que va más allá de las elecciones y los gobiernos –sin ignorar su respectiva importancia–. Simplemente esta analogía permite distinguir
lo que hacen los ciudadanos entre sí, lo cual frecuentemente es informal u orgánico, de lo que hacen los políticos y los funcionarios oficiales, que usualmente es formal e institucional. Ya sabemos mucho sobre elecciones y gobiernos, así que voy a centrarme en la política entre ciudadanos. Pero también voy a hablar de la relación que hay entre la vida cívica y lo que ocurre en la política formal institucional. El ecosistema político tiene dos componentes y la conexión que hay entre ellos es absolutamente crucial. Aun cuando son diferentes, la política orgánica y la institucional son profundamente interdependientes. La conexión que hay entre las esferas orgánica e institucional es obvia en el caso del Golfo. Las grandes estructuras, como las instalaciones petroleras y los muelles, se afectan con lo que ocurre en las barreras aisladas y en los pantanos salobres, y viceversa. Esto se hizo evidente cuando las plataformas petrolíferas de la Costa del Golfo explotaron en el 2010 y expulsaron millones de galones de crudo a los pantanos. Y fue obvio lo que ocurrió cuando la falta de barreras naturales dejó a New Orleans y sus instituciones expuestas a la furia del huracán Katrina43.
Los pantanos: benéficos y peligrosos Hoy, todo el mundo se apresura a proteger los pantanos costeros cuando hay un derrame de petróleo, esto, a pesar de que en el pasado nos descuidamos en vigilar lo que acontece en estos fangales. Durante años rellenamos los humedales, y la vida marina que alimenta los pantanos murió. Removimos las barreras para mejorar los canales navegables y, accidentalmente, lo que hicimos fue potenciar los canales huracanados. Aprendimos a las malas a reconocer la importancia natural que tienen los pantanos. Al señalar el papel crucial que juegan los pantanos, quiero hacer énfasis en que no estoy ignorando sus peligros. Mucho de lo que sucede en los fangales puede ser altamente peligroso. Y, al igual que en el ecosistema natural, los pantanos de la política tienen el equivalente a las serpientes venenosas y a los caimanes –prejuicios, envidias, codicia o simple maldad–. El punto que quiero subrayar es que no todo lo que ocurre en los pantanos es bueno y que no todo lo que es institucional es malo. Muchos de los problemas detrás de los problemas de la democracia se originan en las aguas oscuras de los pantanos, así como muchos de los recursos para combatirlos también se encuentran allí. 40
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Como ya lo dije, la importancia de los equivalentes políticos de la Costa del Golfo ha sido proclive a ser subestimada. Las reuniones informales, las asociaciones ad hoc (de hecho) y la tomadura de pelo, aparentemente inocua, que se suele dar cuando la gente cavila sobre sus experiencias cotidianas, parecen ser hechos inconsecuentes cuando se los compara con lo que pasa en las elecciones, en los cuerpos legislativos y en las cortes. Entonces, cavilar sobre el significado de los acontecimientos del día en el paradero de bus puede llegar a convertirse en el surgimiento de la toma de decisiones pública. Las conexiones que se hacen en estas reuniones informales pueden llegar a constituirse en la base de las redes cívicas, y las asociaciones de hecho que se forman se pueden convertir en organizaciones cívicas. Este es un ejemplo de vida cívica, la cual se ha documentado muy poco. Proviene de varios informes compartidos con la Fundación: Ernesto era un maestro de escuela que vivía en una comunidad hispana que se veía a sí misma como carente de vida cívica –al menos en el sentido en que se mide este tipo de compromiso ciudadano–44. La gente era muy pobre y aparentaba estar muy ocupada tratando de sobrevivir. A muchos, el inglés como segunda lengua les limitaba el contacto con los angloparlantes. La participación electoral era muy baja. La gente protestaba ocasionalmente, pero sólo sobre asuntos locales, y sus protestas rara vez eran noticia. El informe sobre voluntariado del US Bureau of Labor Statistics (Buró de Estadísticas Laborales de Estados Unidos) refuerza esta percepción acerca de la debilidad de la vida cívica de la comunidad de Ernesto. En el informe del año 2012 se muestra cómo solo el 15,2 % de los hispanos fue voluntario en el “trabajo no remunerado a través o en beneficio de una organización” en comparación con el 27,8 % de los blancos o de los afroamericanos45. Cuando Ernesto vio que su comunidad era vista como carente de civismo, sabía que esto no era así. Las estadísticas del Buró no le causaron sorpresa dado que muy poca de la gente que él conocía había participado en programas de trabajo voluntario formal. Sin embargo, sí le habían ayudado a un vecino en una corazonada por fuera de los canales formales. La gente se reunía constantemente para resolver problemas y para crear cosas para el beneficio de todos. Comenzaron un jardín comunal en un lote vacío y construyeron una sede en donde se dictaban clases, se hacían asados y se tocaba música. Rara vez hacían reuniones comunitarias, aun cuando hablaban de asuntos públicos en el jardín comunal, en la tienda o en las esquinas del barrio. Hablaban sobre asuntos que los afectaban personalmente, como la falta de empleo o lo que les estaba ocuLa Ecología de la Democracia
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rriendo a sus niños. Este tipo de trabajo cívico rara vez obtuvo reconocimiento, a pesar de que muchos estaban involucrados en él. Afortunadamente, algunas organizaciones reconocen la existencia de un trabajo cívico que, a pesar de no estar registrado en las estadísticas oficiales, es muy real. Por ejemplo, Court Appointed Special Advocates for Children (casa) (Defensores especiales de la corte para la defensa de los niños) tiene una rica tradición de involucramiento en comunidades como la de Ernesto46. Solo que no está documentada.
La contribución de los pantanos políticos Los pantanos políticos poseen un conjunto de recursos únicos y variados como los que Ernesto reconoció. Los humedales naturales pueden aparentar estar en calma, pero están librando una batalla por la vida. Un trabajo muy importante se está dando contra las sustancias dañinas que se filtran en los nacimientos, y la regeneración está en todas partes. Lo mismo es válido para los pantanos políticos. Allí la gente practica una política diferente de la política institucional –diferente en cuanto a objetivos, organización y métodos–. Ese tipo de política es la que yo he denominado centrada en el ciudadano porque los ciudadanos están definidos por sus relaciones con otros ciudadanos y no por su conexión con el Estado. Estas relaciones cívicas están basadas en la reciprocidad –dar y recibir a cambio–. Y a pesar de eso, no son iguales a las de familia y amistad. Son pragmáticas y están relacionadas con el trabajo. Se desarrollan en situaciones como las ya citadas –cuando los ciudadanos se juntan para reconstruir su comunidad después de un desastre, cuando se organizan para construir viviendas para los sin techo o cuando se unen a la Policía para proteger a los jóvenes–.
Tenemos instinto para la democracia porque tenemos instinto para la integralidad que solo logramos a través de las relaciones recíprocas, a través de la expansión infinita de las relaciones recíprocas. Mary Parker Follett47
Los pantanos políticos también albergan mentalidades sobre cómo se hacen las cosas que influyen en la manera como la gente actúa. Las normas prescriben ciertos comportamientos y proscriben otros (acabo de mencionar uno, la reciprocidad). Estos pantanos también están estructurados alrededor de una
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multitud de relaciones, unas muy cerradas a los de afuera de la comunidad y otras más abiertas e inclusivas. Estas formas de relacionamiento afectan tanto lo que se puede como lo que no se puede hacer, así como los “costos” de llevar el negocio de la política (cuanto mejores sean las relaciones, más bajos serán los costos). Los pantanos políticos afectan la forma habitual de comunicación entre la gente, lo cual influye en la naturaleza de la toma de decisiones. Quién le habla a quién acerca de lo que es significativo en política. Y el pantano desarrolla culturas que determinan qué tanto aprende la gente de sus experiencias y si estas cambian con las circunstancias. Los pantanos políticos tienen sus propias estructuras que, como he dicho, no son como las mesas de los directorios sino como las mesas de cocina; no son asambleas como los cuerpos legislativos, sino reuniones comunes que antes se podían dar en los pasillos de las oficinas del correo y ahora en la internet. Estas estructuras son más de arena que de cemento. Los grupos ad hoc y las alianzas se forman y luego desaparecen cuando el proyecto que les dio vida termina y resurgen cuando una nueva tarea está por venir. En lo mejor de la política ciudadana en los pantanos el trabajo se enfoca en el bienestar de las comunidades como un todo y en la capacidad de sobrellevar la adversidad –es su resiliencia–. Este tipo de política involucra más que el voluntarismo para servirle la cena del día de Acción de Gracias a los sin techo. Va más allá de la votación, de la obediencia a la ley y del pago de los impuestos. Incluye pero trasciende el servicio en los cuerpos asesores y la participación en las audiencias públicas. Es una política en donde los ciudadanos no se limitan a condescender o a aconsejar, actúan. Hacen las cosas. En los pantanos, la política ciudadana opera a nivel micro. Se puede decir que es la micropolítica de la democracia. Los grupos que forman los ciudadanos no son grandes y tienden a ser informales. Puede ser que no haya muchos. Su poder reside en el significado de las ideas que generan, en el trabajo colectivo que realizan en el alcance de sus asociaciones y en la esperanza que generen.
Nunca duden de que un grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos puede cambiar el mundo; ciertamente, es la única cosa que siempre ha sido así. Atribuido a Margaret Mead48 La idea de que la política es como un ecosistema vino de reconocer que lo que la Kettering estaba captando era todavía más político que la sociedad civil La Ecología de la Democracia
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y aún más cívico que la política de base49. Esto no es una crítica a ninguna de las dos, sino una mera distinción. Las analogías ecológica y de los pantanos son más adecuadas para describir lo que la fundación ha estado observando.
De la reforma a la colonización Aun cuando los pantanos políticos tienen recursos, también corren peligros; con frecuencia, las instituciones tratan de reformarlos o de “mejorarlos”. Ante los recursos de poder y las rutinas ordenadas de las instituciones, los pantanos no solo son vistos como peligrosos sino también como deficientes. Así, las instituciones están más dispuestas a actuar sobre los pantanos políticos que a aliarse con ellos. Y cuando las instituciones se concentran en reformar los pantanos, pierden las oportunidades de construir sobre las fuerzas políticamente regeneradoras que, de hecho, ya están trabajando en ellos. Las reformas institucionales tienden a colonizar los pantanos políticos. Esto es, a rehacerlos a imagen de las instituciones que quieren reformarlos50. Lamentablemente las consecuencias de estos intentos bien intencionados con frecuencia resultan ser lo opuesto a lo que las reformas pretendían lograr. Por ejemplo, cuando las asociaciones informales de los pantanos mutan a organizaciones formales, pierden las características que las han hecho efectivas. Las asociaciones de ayuda entre vecinos pueden ser más limitadas y tener menor capacidad de respuesta a las circunstancias cambiantes de la gente. Esto ha sucedido con algunas asociaciones vecinales que fueron delegadas por los gobiernos locales para ayudar a establecer prioridades presupuestales. Acabaron convirtiéndose en cuerpos semioficiales51. Los efectos nocivos de la colonización de las asociaciones cívicas informales se volvieron aparentes para las fundaciones donantes cuando estas se dieron cuenta de que sus donaciones para resolver problemas no estaban funcionando. Al estudiar por qué sucedía esto, la Fundación Kettering vio que las instituciones que estaban siendo financiadas por estos donantes tenían características diferentes a aquellas de las asociaciones ad hoc que los ciudadanos usaban para solucionar sus problemas. En el informe de resultados de la fundación, las instituciones se denominaron Squares (Cuadros) y las asociaciones ad hoc, Blobs (Burbujas) para subrayar la diferencia. En su libro No More Throw-Away People (No más gente desechable), Edgar Chan hizo esta distinción y de paso transformó los hallazgos de la fundación en una brillante ilustración. La parábola de las Burbujas y los Cuadros52.
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Cahn denominó instituciones como hospitales, universidades, proveedores de servicios comunitarios y organizaciones voluntarias, Cuadros. Y a los grupos de afinidad informal y las asociaciones de base, Burbujas: Las Burbujas parecían tener la energía, la vitalidad, los contactos, los chismes y las redes necesarias para atender los problemas. Pero, invariablemente, el dinero iba para los Cuadros porque ellos sabían cómo manejarlo, cómo rendir cuentas y cómo gastarlo. Tenían los contadores, los archivistas, las exenciones tributarias, los equipos, la capacidad institucional, la experiencia y la competencia presuntiva. El problema era que, sin importar qué tan lejos prometían alcanzar los Cuadros en la comunidad para sacar los problemas de raíz, nunca lograron llegar tan lejos. Realmente carecían de la capacidad de llegar hasta donde estaban los problemas o de movilizar las energías comunitarias para confrontarlos. Había un mar (golfo) de distancia entre los Cuadros y las Burbujas. La respuesta lógica de las fundaciones fue tender un puente en ese golfo. Entonces comenzaron a fundar Sociedades y Cooperativas. Para obtener las donaciones, las fundaciones insistieron en las alianzas entre los Cuadros y las Burbujas. Pero a pesar de las sociedades formales, los Cuadros se quedaron con el dinero y dominaron la escena –botándoles unas migajas a las Burbujas, poniendo algunos de sus representantes en los consejos directivos y contratando a unos pocos “nativos” como trabajadores de paso–. Pero el enfoque de sociedad no se dio como para capturar la energía de las Burbujas. El paso siguiente fue obvio: darles al menos una parte del dinero a las Burbujas para solucionar el problema. Pero cuando esto se empezó a hacer en la forma de donaciones o subcontratos, algo extraño ocurrió: a las Burbujas se les pidió transformarse en Cuadros pequeños para que pudieran recibir el dinero y rendir cuentas de su manejo. Eso requirió mayor inversión en capacitación y asistencia técnica. Los grupos de base aprendieron a redactar pronunciamientos misionales y planes estratégicos verdaderamente acordes con la misión. Los líderes vecinales fueron capacitados para ser miembros de los directorios, para realizar encuentros apropiados, para escribir y enmendar estatutos y para conocer sus responsabilidades directivas. Requerían un título corporativo, estatutos, un régimen de exenciones tributarias y un sistema contable adecuado. Pero cuando esos grupos y esos líderes habían hecho todos esos trámites, ya habían dejado de ser Burbujas53.
La parábola de los Cuadros y las Burbujas de Cahn es una narración de advertencia de lo que puede ocurrir con la colonización54.
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Y saliéndonos de la historia estadounidense: mientras los Cuadros ciertamente han cuadriculado las Burbujas, estas originalmente ¡han creado muchos de los Cuadros! Los grupos cívicos tempranos con frecuencia han terminado en el Gobierno para poder desarrollar sus agendas. Los gobiernos han respondido creando burocracias para implementar los programas por los que las Burbujas abogaban. Y los Cuadros emitieron normas y reglamentos para adelantar las causas válidas en que las Burbujas sobresalían, lo que comenzó a cuadricular las Burbujas. Existe muy poca evidencia en la dirección contraria; las Burbujas parecen no haber podido diluir los Cuadros55.
Más consecuencias no intencionadas Otro ejemplo de efectos infortunados que las instituciones pueden tener sobre los pantanos se da cuando las iniciativas para motivar más compromiso ciudadano ocasionalmente acaban disminuyendo la participación56. Las instituciones establecen los términos de la participación o deciden qué trabajo deben hacer los ciudadanos. Como resultado, la gente pierde interés porque nunca ha sido la dueña del trabajo, y el compromiso declina. Peor aún, los esfuerzos institucionales para involucrar a los ciudadanos algunas veces enfurecen a la gente. Los esfuerzos de una junta escolar por comprometer a los ciudadanos llegaron a afectar las relaciones de la junta con la comunidad cuando los miembros tomaron una decisión unilateral sobre un asunto que implicaba el cierre de la escuela, cuyo tratamiento inicialmente había estado abierto a la participación pública. A pesar de que se realizaron foros comunitarios, los miembros de la junta actuaron sin considerar los puntos de vista del público. Muchos ciudadanos se sintieron manipulados57. El compromiso institucional en procura de obtener apoyo para una escuela o agencia gubernamental también puede rebotar. La obtención del apoyo público es un objetivo necesario y laudable, pero la estrategia usual es persuadir a la gente acerca de la importancia de la institución. Sin embargo, por enfocarse en conectar a la gente con las instituciones, se puede llegar a descuidar la importancia de que lo primordial es que los ciudadanos se conecten entre sí. Sin estas conexiones, lo mejor que una estrategia de compromiso puede lograr es una población persuadida, aun cuando no es el público totalmente comprometido y responsable que necesitan las instituciones. Otro ejemplo de consecuencias indeseables de las intervenciones institucionales en los pantanos políticos consiste en presionar los pequeños proyectos 46
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Capital social Fondo Local de grande. Infraestructura * Primero la comunidad Innovación En el dar Fondo de Acción Social
¿Recuerdas cuando voluntariar era solo tratar de ayudar a la gente?
liderados por ciudadanos a que se suban de lote. Esto lleva a que la gente pierda parte del control porque usualmente la expansión requiere contratar una planta de gerentes profesionales que acaban desplazando a los ciudadanos. Y acoplarse a las mejores prácticas de modelos participativos considerados exitosos puede llegar a tener una consecuencia particularmente irónica. El acoplarse estimula la imitación y no la innovación. Pero algo aún más infortunado se da cuando las reformas promovidas por las instituciones para usufructuar el trabajo significativo de los ciudadanos llevan a que la gente pierda confianza en su poder de lograr los cambios deseados. Lo que con frecuencia se les pide como contribución –que participen en el bazar del pan o que presten trabajo voluntario en la escuela– no parece importarles mucho. Si la gente no encuentra algo significativo para hacer, pronto va a perder el interés. En un estudio de John Gaventa y Gregory Barrett, los autores escribieLa Ecología de la Democracia
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ron: “La participación en los espacios formales de la gobernanza, especialmente en aquellos que no se apoyan en la acción colectiva, puede estar ligada a un sentido de tokenismo o de formas relativamente vacías de participación, que por ellas mismas no pueden contribuir al cambio positivo”58. No obstante, cuando los ciudadanos se involucran para hacer algo significativo, esto los estimula a creer que ellos pueden marcar la diferencia. La gente no espera que todo lo que hace sea exitoso, pero por lo menos la perspectiva del mejoramiento se vuelve imaginable. ¿Porqué estas desventuras resultantes de la colonización siguen teniendo consecuencias no intencionadas? Después de todo, estas consecuencias parecen ser lo suficientemente obvias. Los Cuadros saben que lo que están intentando no funciona. Su persistencia puede tener algo que ver con la dinámica interna y los incentivos que tienen los Cuadros. Las discusiones que Rich Harwood y John Creighton tenían sobre una muestra representativa de ong destaparon los poderosos desincentivos que mantenían a los Cuadros y a las Burbujas separados. El informe Harwood/Creighton encontró “un profundo y asfixiante cúmulo de normas y reglas internas, planificación y profesionalismo” como sello de la mentalidad dominante en el mundo de las organizaciones sin ánimo de lucro59. Aun cuando los Cuadros (en este caso las ong), de manera genuina, querían trabajar con las Burbujas, “enfrentaban una serie de costos de transacción muy difíciles que chocaban con la clave de su misión y que naturalmente los llevaban a proteger sus propios intereses. El imperativo central contundente para los ejecutivos de las organizaciones sin ánimo de lucro es la estabilidad orgánica”. Las presiones para proteger a las ong les imprimen mucha presión al “aseguramiento de la supervivencia de la organización y al logro se los objetivos centrales, antes de buscar Metas secundarias, tales como la construcción de la capacidad cívica en … comunidades”60. Este estudio también encontró que los oficiales de programa y los empleados de las ong eran adversos a correr riesgos y no estaban muy inclinados a experimentar, mientras que sus organizaciones se encerraban cada vez más en ellas mismas. Vieron a los ciudadanos comprometidos en alto riesgo porque la gente es impredecible y proclive al conflicto. Temían que las iniciativas de trabajo hacia afuera rebotaran”61. Aún más, muchas de las ong estudiadas dependían de donaciones de agencias gubernamentales y de grandes donantes, así que cuadraban sus agendas con las de sus patrocinadores en vez de atender las prioridades de las comunidades que atendían. 48
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Diferencias que marcan la diferencia Una de las razones principales de la colonización de los pantanos de la política es lo fácil que resulta para los Cuadros omitir las diferencias entre la manera como los ciudadanos hacen su trabajo y las instituciones el de ellas. Yo puedo subrayar la importancia de estas diferencias fácilmente; son sutiles pero profundas. Las diferencias comienzan con el concepto de poder. El poder ciudadano no es igual al poder institucional. Arriba describí el primero como el poder que la gente genera a través de las relaciones de trabajo con los otros. Los ciudadanos democráticos se empoderan a ellos mismos, nadie más lo hace por ellos. El autogobierno sería imposible si no tuviéramos poder en nosotros mismos como ciudadanos. En el Centro para la Democracia y la Ciudadanía, Harry Boyte señala este punto al formular una pregunta clave: “Si yo lo empodero a usted, ¿quién tiene el poder?” La sabiduría convencional dice que algunos tienen poder y otros no. Aquellos que no lo tienen son vistos –y con frecuencia así se ven ellos mismos– como carentes de poder. Esta percepción lleva al supuesto de que quienes no tienen poder, solamente pueden ser empoderados por los que ya son poderosos. Pero, no obstante, el verdadero poder de la gente se genera cuando sus experiencias, cavilaciones y talentos se combinan con las experiencias, las cavilaciones y los talentos de los otros. Los ciudadanos ganan poder al responsabilizarse o apropiarse de sus problemas y de sus acciones. Si todo lo que hacen los ciudadanos se limita a consentir las acciones hechas en su nombre, We, the People (Nosotros, el Pueblo), el público ya no sería más que lo que yo denomino la masa persuadida, que carece del poder necesario para soportar el autogobierno. Ciertamente los ciudadanos deben escuchar los argumentos razonables y recolectar la información; pero, al final, son ellos mismos los que tienen que tomar las decisiones y actuar en consecuencia. Los ciudadanos están más dispuestos a apropiarse de aquello que han escogido conjuntamente que de lo que otros han escogido por ellos. Venderse a lo que otros han decidido no tiene el mismo efecto político –no crea reservorios de voluntad y energía política–. El poder proveniente de la habilidad de la gente para hacer las cosas mediante sus relaciones con los otros es lo que ha sido descrito como el poder con. El poder de las instituciones viene en buena medida de sus recursos y su autoridad. Es poder sobre. Mientras más capacidad tengan los ciudadanos de
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ejercer su tipo de poder, menos dependerán del poder institucional. Y el poder institucional es más efectivo si se combina con el poder cívico. La manera como los ciudadanos hagan su trabajo los empodera, es decir, les da la habilidad de delinear el futuro. En la actualidad, las tareas que articulan el poder, tanto de los ciudadanos como de las instituciones, son muy similares. Sin importar quién las hace, las tareas políticas tienen que ver con decidir, organizar e implementar. Pero la manera como los ciudadanos actúan para realizar estas tareas para nada es igual a la forma como trabajan las instituciones.
Asociación de la Calle Principal Jardín Comunitario
La gente es más dueña de lo que ella misma ha hecho que de lo que otros han hecho por ella. Cómo hacen las cosas los ciudadanos La forma distintiva como los ciudadanos hacen su trabajo en los pantanos políticos comienza con la selección de las palabras utilizadas para identificar un problema. Aun cuando los nombres que la gente les da a los problemas pueden parecer insignificantes, estos pueden captar el sentido que más le transmita a 50
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la gente –sus mayores preocupaciones, sus máximas esperanzas, sus miedos más profundos–. Los nombres se enraízan en la vida de la manera más básica; reflejan los fines y los medios de la existencia humana62. Los nombres capturan los imperativos de la supervivencia como la seguridad y el peligro. Y se diferencian de los que usan los profesionales y los políticos. Por ejemplo, los ciudadanos quieren sentirse seguros en sus hogares y este sentimiento de seguridad es menos cuantificable aunque más obligante que las estadísticas que los profesionales utilizan para describir el crimen. Cuando los nombres que se dan a los problemas reflejan lo que la gente considera válido, ya los ciudadanos están comprometidos con la política que no denominan como tal. No tienen que estar tan alineados como conectados. El conocimiento requerido para decidir qué hacer frente a los problemas también es diferente –como también lo es la forma como este se produce–. Los ciudadanos crean su conocimiento en el cuadrante de la acción, de la reflexión y de la decisión en los pantanos. Los expertos crean el conocimiento a través de una ciencia disciplinar rigurosa. Cuando los ciudadanos producen conocimiento, incrementan su control. Las diferencias en la forma como se toman las decisiones también son importantes. Si los ciudadanos quieren tomar decisiones sólidas, deben contemplar un rango de opciones, no solo una o dos, y luego sopesar las consecuencias probables, preocupaciones profundas muchas veces intangibles, como el sentimiento de les dé cada una de estas opciones frente a todo lo que tenga valor para ellos. En buena medida, esto es lo que deberían hacer los funcionarios de las instituciones, pero la diferencia está en lo que la gente está sopesando cuando decide. La gente sopesa lo que le significa. Estas son preocupaciones profundas, frecuentemente intangibles, como el sentimiento de seguridad que acabo de mencionar. Los oficiales en las instituciones –aunque influidos por preocupaciones comunes para todos los seres humanos– son más proclives a tomar decisiones basados en información fáctica. ¿Cuánto dinero será ahorrado si se cambia la edad de acceso a la Seguridad Social en un año? ¿En dos? Los recursos con los que la gente trabaja son igualmente distintivos; incluyen elementos valiosos de los pantanos políticos que se encuentran en las comunidades más pobres63. Los recursos ciudadanos, tales como el compromiso, la voluntad política o la energía cívica, son orgánicos y muchas veces intangibles. Se diferencian de los recursos de las instituciones en que en buena medida son materiales y técnicos. La Ecología de la Democracia
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Claro está que ninguna decisión se implementa por sí misma. Las instituciones planean meticulosamente lo que van a hacer (piensen en la planificación que acompaña la construcción de una nueva autopista). Los ciudadanos no implementan sus decisiones de esta manera, pero tampoco lo hacen lanzándose a la loca y sin cuidado, si es que esperan ser efectivos. La variedad de formas como actúa la ciudadanía se puede coordinar fácilmente a través del sentido de dirección. Esto es distinto a las acciones que toman las instituciones, que usualmente (aunque no siempre) son uniformes y dirigidas hacia un solo plan o por una agencia central. El aseguramiento de los recursos para la acción cívica es impuesto por los compromisarios o las promesas que se hacen unos a otros. “Yo haré X, si usted hace Y”. Los compromisos institucionales, por su parte, se imponen a través de contratos legales. La creación del acuerdo ciudadano puede sonar idealista, aunque funciona. Los compromisarios tienen su propia forma de apalancamiento, que es social o por presión de grupos de pares64. Un líder comunitario explicaba así la buena asistencia de la gente a las reuniones comunitarias: Si usted no asiste, siempre habrá alguien que se lo hará notar. Una diferencia clave adicional: los ciudadanos logran el cambio voluntario a través del aprendizaje colectivo y de la innovación que este genera. Instituciones como las de gobierno, en buena medida logran el cambio a través de la imposición de políticas, de pasar leyes y de promulgar regulaciones –junto con la provisión de financiación–.
¿Qué resulta? No solo las formas como los ciudadanos hacen su trabajo son distintivas, sino que sus metas y los resultados que logran con sus esfuerzos también lo son. Se recordará que la investigación de Harwood muestra que la gente que trabaja unida es en sí misma un objetivo de la política ciudadana65. Un líder comunitario lo racionalizaba así: “Si toda la gente de la ciudad se une para lograr que esta sea un mejor lugar para vivir, entonces será un mejor lugar para vivir”66 Los resultados más tangibles del trabajo ciudadano incluyen la creación de una arquitectura cívica más fuerte en una comunidad –asociaciones de base amplia, con miembros que se consideran ellos mismos ciudadanos en vez de simples representantes de algún grupo o interés–. Estas asociaciones y sus redes ayudan a expandir los límites económicos, sociales y geográficos que separan a la gente y que balcanizan la sociedad. Las redes en los pantanos unen varios 52
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sectores de la comunidad, crean nuevos lazos y refuerzan las normas de la cooperación67 En Grand Rapids, Michigan, un ejecutivo de negocios jubilado y un administrador escolar ayudaron a establecer una red de más de 30 organizaciones cívicas y educativas que impulsaban tres asuntos públicos al año.
Tenemos que hacer algo, debemos unirnos. Ella Ramírez, ciudadana En vez de limitarse a promover proyectos particulares, su objetivo era construir relaciones de trabajo más efectivas en la comunidad. La red en sí misma ya era un producto concreto, aun cuando no se encuentre listada en el directorio telefónico. El último resultado del trabajo realizado en los pantanos políticos ha sido la creación de un público democrático, que es más que un electorado, que una circunscripción o simplemente todo el mundo. Está hecho de gente activa en el trabajo de los ciudadanos. Este público no se puede reducir a una simple colección de grupos de interés especiales. Es más. No es simplemente la mayo-
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ría silenciosa de un cuadro de voluntarios a los que les preocupan los menos afortunados. Es más. No es un cuerpo de consenso, sino más bien un cuerpo de iniciativa cívica. Es una ciudadanía preocupada por resolver problemas comunes. Es una comunidad política que incluye, pero que no se limita a, los vecinos y amigos. Es una ciudadanía que se sostiene ella misma y no solo funcionarios, es responsable. Es una ciudadanía dueña de sus problemas.
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PARTE II Ciudadanos y comunidades
gobierna la gente, señor” 4 “Aquí ¿En serio?
He delineado el perfil burdo de un caso de democracia centrada en el ciudadano y he sugerido que su fuerza emana de los pantanos políticos donde muy a menudo existen recursos irreconciliables pero indispensables para que la gente los utilice en el trabajo cívico que los ciudadanos deben hacer para fortalecerse ellos mismos. Al construir este caso he tenido dificultades para reconocer los obstáculos que enfrentan las políticas ciudadanas, para no tener que considerarlas románticas o irreales. Ahora, en este capítulo, quiero decir más sobre el viejo argumento de que la mayoría de la gente no puede cumplir las exigencias de la ciudadanía democrática. Estos tipos de argumentos aún existen y no pueden ser fácilmente destruidos. Y tal vez no deben serlo. También compararé lo que los críticos dicen acerca de la ciudadanía con lo que la gente dice acerca de ella.
El estadounidense común no quiere ser educado, no quiere mejorar su mente, ni siquiera quiere trabajar conscientemente para ser un buen ciudadano. Clem Whitaker68
¡En realidad, no! ¡Y no deberían! El texto citado en el título de este capítulo es de Alexander Hamilton, quien en realidad tuvo serias dudas sobre la habilidad de la gente para gobernarse a sí misma. El habría limitado esta regla de gobernar indirectamente mediante la elección de representantes de la Cámara baja de los cuerpos legislativos69. Aun cuando muchos estadounidenses creen que deben gobernar sin la limitación de solo elegir representantes, algo que Hamilton favorecía, confrontan la resistencia de muchos frentes y luchan para responderles a los críticos y a los escépticos, estas dudas sobre los ciudadanos se remontan a Platón y probablemente a mucho antes. En Estados Unidos, el prominente periodista Walter Lippmann argumentó que la supuesta soberanía pública no es más que un fantasma de nuestra imaginación política70. Su argumento persiste.
Aquí gobierna la gente, señor; aquí actúan a través de sus representantes inmediatos. Alexander Hamilton
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Un texto universitario señala que la mayoría de los estadounidenses son apáticos respecto a la política –que a la gente, simplemente, no le importa–. La democracia es el gobierno “de la gente”, pero la responsabilidad de la supervivencia de la democracia descansa en los hombros de las élites. Esta es la ironía de la democracia: Las élites deben gobernar sabiamente si el gobierno “de la gente” ha de sobrevivir. Si la supervivencia del sistema americano dependiera de una ciudadanía activa, informada e ilustrada, entonces la democracia en Estados Unidos habría desaparecido hace mucho tiempo, ya que hay muchos apáticos y mal informados sobre política en general y sobre política pública que, sorprendentemente, exhiben un compromiso débil frente a los valores democráticos… Afortunadamente, en lo que hace a estos valores y a la democracia estadounidense, las masas no lideran, ellas siguen71.
Esta crítica no está confinada a los libros de texto. Un número significativo de líderes, nacionales y locales, tienen la misma opinión acerca de los ciudadanos. Como lo expresó uno de ellos refiriéndose duramente a su comunidad, “aquí simplemente no funciona la democracia”. En la misma vena, John Hibbing y Elizabeth Theiss-Morse informaron en Stealth Democracy (Democracia secreta), que a poca gente le importa la mayoría de los asuntos públicos y que prefiere que sus representantes sean los que tomen esas decisiones. No están dispuestos a ser como Ruth, Gene, Sandy, Max o Sue72. De otra parte, otros cientistas políticos han objetado estas conclusiones enérgicamente. Estos académicos han reunido evidencia considerable que indica que lo que aparenta ser indiferencia pública no lo es; más bien, se trata de una reacción disfuncional del sistema político73. No obstante, esta evidencia contraria puede significar que una democracia debe estar abierta a sus retos. En vez de tratar de refutar los señalamientos de que los ciudadanos no están a tono con las demandas del autogobierno, sería mejor tratar de comprometer a los críticos para que reconozcan la validez de algunas de sus observaciones sobre las caídas de la buena ciudadanía, que inclusive frustran a las personas abiertas a lo público como Ruth y Gene.
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Participación pública y frustración de funcionarios oficiales A pesar de (o tal vez debido a) estar empeñados en intentos fallidos de involucrar al público, los funcionarios oficiales locales y federales (al igual que aquellos de las organizaciones cívicas) han producido largas listas de frustraciones. Dicen que la mayoría de la gente no responde cuando se le pide que se involucre; en consecuencia, creen que la política termina dominada por corporaciones e intereses especiales. Piensan que los ciudadanos desconfían entre sí y que están en descuerdo (particularmente por razones de raza y de clase). No encuentran muchas situaciones en donde la gente esté trabajando unida. Si los ciudadanos se interesan en un asunto público, igual se quejan, están involucrados emocionalmente y toman decisiones mal aconsejadas. Por ejemplo, se dice que la gente favorece los recortes tributarios sin que se recorten los beneficios gubernamentales. Los funcionarios se frustran especialmente cuando la gente no confía en ellos ni en sus instituciones.
El mundo está en un gran desorden por las cosas que la gente le hace. Yo haré mi parte para ayudarle sentándome aquí sin hacer nada.
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Otros críticos dicen que no es mucho lo que la gente puede hacer políticamente; no tienen los recursos y están muy desorganizados como para ser efectivos; cada uno quiere irse por su lado. Con frecuencia los ciudadanos voluntarios no son de confiar y son irresponsables. No hay manera de obligarlos a que cumplan lo que prometieron. Inclusive cuando un proyecto comienza, con frecuencia se queda corto en sus metas; el ímpetu inicial se pierde fácilmente. Tampoco hay forma de saber si los esfuerzos cívicos fueron efectivos; los ciudadanos raramente evalúan, al menos no lo hacen objetivamente. Aun si ninguna de estas críticas fuera válida, la construcción de la capacidad cívica de una comunidad toma años, según lo argumentan los realistas, para quienes el esfuerzo no produce las cifras duras como las que demandan los fundadores o los programas de gobierno. Dadas estas tristes experiencias con los ciudadanos, no es extraño que los líderes a todo nivel tengan serias reservas para involucrarlos. Llevarle los asuntos al público o, peor aún, confiar en las decisiones de la gente puede ser ingenuo o claramente peligroso. Otros se sienten agobiados al pensar en tener que ventilar asuntos públicos en la comunidad porque creen que eso sólo les da más poder a los más locuaces74. Los funcionarios que encabezan estas instituciones grandes también critican a los ciudadanos por ser incurablemente parroquiales en una sociedad global. No ven la conexión que encontró la investigación de Harwood entre la gente que soluciona problemas locales y el bienestar nacional75. Los críticos dicen que cuando la gente se involucra de verdad, lo hace sólo para tratar un problema cercano al hogar. Sin embargo, en la mayoría de las situaciones, argumentan que las soluciones a los problemas vienen de regiones más grandes –de un área metropolitana o de un grupo de condados vecinos–. Los ciudadanos pueden estar de acuerdo en la necesidad de una respuesta regional aunque algunas veces la región que tienen en mente no se extiende a más de 15 millas de la puerta de su casa. Otra evidencia de parroquialismo está en el argumento que Bill Bishop hace en The Big Sort (La gran clase) al afirmar que de manera creciente la gente se está moviendo hacia enclaves de afinidad mental, lo cual mina su habilidad de trabajar unidos a mayor escala. Bishop cree que “encontrando consuelo cultural en gente como nosotros terminamos migrando a comunidades aún más estrechas, a iglesias y a grupos políticos… que se distinguen por su aislamiento y su fijación mental”76.
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Banquete solidario
“Las cosas se han puesto mal aquí. Se habla de guerra con otra comunidad amurallada”
Desde el punto de vista del público No tengo ninguna razón para dudar de las frustraciones que los líderes, representantes y funcionarios oficiales dicen haber tenido. Por otro lado, la percepción de la gente de haber sido expulsada del sistema político parece ser muy válida. Ciertamente, la pérdida de confianza en las instituciones es real y en buena medida parece estar basada en el sentimiento de que las escuelas, las agencias gubernamentales y las organizaciones no gubernamentales no ofrecen respuestas. Un estudio realizado por John Creighton encontró que la percepción pública sobre los líderes se ha oscurecido aún más. Según él, “los políticos –junto con los ejecutivos de las corporaciones, los banqueros de Wall Street y los ricos en general– son (vistos) como inmunes a… e indiferentes a las dificultades de los estadounidenses del común”. El dinero en sí mismo no parece ser el problema, más bien lo son la codicia y la desconsideración con los demás. Los ciudadanos en este estudio señalaron que las nuevas reglas
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previstas para frenar la influencia del dinero no ayudarán mientras “la clase política siga estando dedicada a entrabar cualquier reforma”77. El sistema político parece intratable y como respuesta, algunos ciudadanos se han vuelto intransigentes. Están más decididos que nunca a botar el té a las bahías o a sentarse encima de la ciudadela del poder. Otros, incapaces de confiar en los líderes institucionales, piensan que la única alternativa es buscarse ellos mismos o a aquellos conocidos en quienes se puede confiar78. (Esta respuesta puede dar cuenta de lo que algunos consideran parroquialismo). Esta falta de confianza en los líderes y en las instituciones ha venido rondando durante décadas, no se trata de un sentimiento pasajero. Investigaciones realizadas en los años 90 mostraron a los estadounidenses enojados por haber sido despojados de su derecho de gobernar a la nación79. Estaban convencidos de que rara vez los votos marcarían la diferencia en un sistema que le ha cerrado las puertas al ciudadano promedio. La investigación estuvo por debajo de la insatisfacción popular usual con el Gobierno y con los políticos, y llegó a develar no solamente sentimientos fuertes contra la impotencia y la exclusión, sino también un sentido inexplorado del deber ciudadano. De acuerdo con el estudio, ninguna interpretación del público es menos precisa que aquella reiterada argumentación de que la gente está muy metida en sus asuntos privados como para interesarse por la política. Aquellos que participaron en el estudio tenían un sentido claro de sus responsabilidades cívicas. Les importaban tanto, que su frustración se transformó en ira y cinismo –un cinismo que les preocupaba pasarles a sus hijos–80. La gente hablaba de haber sido sacada de la política institucional de la misma forma como si hubieran llegado una noche a su casa para encontrarla cerrada y con alguien adentro vistiendo su ropa y comiéndose sus alimentos. Y sabían quién los había dejado por fuera. Señalaron a los políticos elegidos y posesionados, a los gerentes de las campañas, a los cabildantes con poder y a los de los medios. Vieron en estos grupos como la clase política profesional, como los mandatarios de una oligarquía que había reemplazado la democracia. La política era un juego para pesos pesados, particularmente de los grupos de interés. Los ciudadanos habían sido relegados a las márgenes del sistema político, donde no podían influir ni en los jugadores ni en las reglas del juego81. Estas percepciones y sentimientos, evidentes en los años 90, aún siguen con nosotros.
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GOBIERNO DEL PUEBLO, POR EL PUEBLO Y PARA EL PUEBLO
ACCESO RESTRINGIDO
Cambios estructurales: democracia de corte ciudadano Como se puede ver, algunas investigaciones muestran que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses tiene un fuerte sentido del deber cívico y es muy activa en la política que ella misma no llamaría política; otros reportes argumentan que la gente es apática o retraída de la vida cívica y metida en enclaves estrechos de personas que piensan igual. La evidencia parece ser contradictoria, pero una tendencia de la misma está bien documentada: si la gente está o no dispuesta a involucrarse, las avenidas que tradicionalmente han utilizado para entrar en la política se están cerrando. Dos académicos, Mattew Crenson y Benjamin Ginsberg, han documentado esta tendencia persistente a marginar a los ciudadanos y a privatizar la vida pública. Ellos describen numerosas formas usadas para hacer ver innecesaria la ciudadanía colectiva: Las élites políticas han encontrado formas de lograr sus objetivos políticos sin tener que movilizar a los votantes. En vez de llevar los temas para que sean resueltos por el electorado, hoy las élites dirigentes intentan ven-
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cer a sus oponentes litigando (o) manipulando los procedimientos administrativos …removiendo la política a arenas por fuera del alcance de sus rivales. En el proceso, los millones de ciudadanos que pueden haber sido llamados a ayudarles a sus partidos ahora se reducen a ser espectadores pasivos. Los actores de ayer se han convertido en las audiencias de hoy –espectadores y clientes en vez de ciudadanos82.
Crenson y Ginsberg llegaron a anotar que los ciudadanos son tratados como clientes que esperan ser atendidos. Su papel es escoger, al igual que los consumidores, en estanterías de líderes políticos, políticas y programas de gobierno. Esto privatiza a los ciudadanos en un tipo personal de democracia, sin dar lugar a que la gente ejerza su poder colectivo para el interés del constituyente primario como un todo. En cambio, el poder viene de muchos públicos que se forman alrededor de intereses particulares en vez de intereses inclusivos. El papel de los gobiernos es transar o negociar con estos grupos de interés. Los ciudadanos también han sido marginados debido a que las organizaciones que antes fueron vehículos para la acción cívica han cambiado. Como lo muestra la investigación de Theda Skocpol, “hay muy pocas oportunidades para que grandes cantidades de estadounidenses trabajen unidos en pos de valores e intereses ampliamente compartidos”. Esto ha ocurrido en la medida en que ha proliferado el número de grupos de interés especiales que cabildean en Washington. Entre 1960 y 1990, el número de asociaciones nacionales, incluidos grupos de interés público, informa Skocpol, creció de 6.000 a 23.00083. Durante el mismo período, muchos de los grupos cívicos también cambiaron su carácter. No aparecieron más asociaciones de membresía; se fueron a Washington a convertirse en cabildantes, o adoptaron nuevas formas de organización como tanques de pensamiento provistos de plantas de personal y comités de acción política. Las membresías masivas se volvieron menos importantes que un viejo archivo de guerra. Los miembros se convirtieron en donantes y sustituyeron el dinero por el trabajo cívico. El liderazgo voluntario, a su vez, les dio pie a las plantas profesionales organizadas por campañas mediáticas dirigidas a influir en la legislación –usualmente sobre asuntos muy específicos–. Estos cambios habrían podido llegar a ser benéficos para las organizaciones, pero los costos del autogobierno resultaron ser significativos. Las debilitadas organizaciones de membresía ya no pudieron tender puentes para eliminar las barreras de clase y coronar programas de base sólidos e incluyentes84.
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La vida cívica de Estados Unidos ha cambiado de la movilización de la membresía a la defensa y la gerencia y del estrés por los valores y metas compartidas a la búsqueda de los intereses específicos. Theda Skocpol85
La gente no solo siente que la apropiación de las instituciones públicas ha declinado, sino que además duda que la situación llegue a mejorar alguna vez. La gente teme que nuestras principales instituciones no se puedan reformar o que se reformen por sí mismas. En el lado positivo de la línea divisoria, entre 1960 y 1990, las minorías y las mujeres pudieron entrar a la corriente principal, lo que volvió el sistema político más representativo de la población. Esto ha sido bueno para el autogobierno. Sin embargo, al mismo tiempo aumentó el poder de los cargos de nombramiento, de las burocracias y de las cortes. Aún más, el alcázar del poder de la ciudadanía, la comunidad local, ha perdido estatura con respecto a la formulación y la implementación de políticas86. El sitio del sitio, como lo ha denominado Martha Derthick refiriéndose a las comunidades geográficas, se ha disminuido. Los estadounidenses no solo se sienten expulsados de las instituciones; algunos tienen dudas acerca de los ciudadanos que no son de su familia, ni sus amigos. No están seguros de poder contar con los extraños para que los apoyen. Entonces, a pesar de casos ejemplarizantes de esfuerzos ciudadanos colectivos para mejorar el bienestar general, y a pesar de la conciencia que tienen acerca del valor del trabajo cívico y de las responsabilidades sociales, ocasionalmente la ciudadanía se ha automarginado por causa de la incertidumbre, excepto tal vez cuando se presenta una crisis que une a la gente por algún tiempo87. Aunque un poco apenados por haberse relegado a los enclaves, muchos no ven una alternativa debido a las dudas que tienen sobre otras personas.
La experiencia de la democracia es como la experiencia de la vida misma –siempre cambiante, infinita en su variedad, a veces turbulenta, pero la más valiosa por haber sido probada por la adversidad–. Jimmy Carter88
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retorno del público a 5 El los asuntos públicos
Aunque conscientes de las críticas dirigidas a los ciudadanos y enterados de los pronunciamientos sobre las fallas de la democracia, muchos estadounidenses se rehúsan a quedarse inertes en las márgenes. Y tienen sus razones para sustentar su determinación.
Un caso a favor de la ciudadanía Los argumentos para marginar a los ciudadanos se dividen en dos categorías. Una tiene que ver con las demandas de soberanía consagradas en la Carta de Derechos (Bill of Rights) y en la Constitución. La otra se basa en consideraciones prácticas acerca del trabajo ciudadano requerido para combatir los problemas que atormentan a las comunidades y que amenazan las instituciones. En realidad, las dos líneas argumentales convergen en una sola que plantea que se requiere poder en el trabajo cívico para lograr que el poder constitucional en las urnas sea significativo.
La lógica de la soberanía pública Elliot Richardson, cuya extraordinaria carrera se hizo en el Gobierno (principalmente en el desempeño de cuatro carteras ministeriales en Washington), dijo alguna vez: “Aun cuando nosotros, la gente, hemos delegado responsabilidades limitadas en aquellas personas que ejercen los cargos públicos en el interés de todos nosotros, aún retenemos la mayor responsabilidad. No podemos delegarla, nos pertenece. Ya sea que la cumplamos bien o mal, aún la tenemos”89. Algunos pueden interpretar estas responsabilidades no delegables como el mandato para referéndum interminables que dictaminen lo que el Gobierno debe hacer90. Los ciudadanos deben ser electores consultados para que den su consentimiento y para ser representados. Estos papeles conectan a los ciudadanos con el Es-
tado y el Gobierno, pero no dicen nada sobre ciudadanía tal como está definida por las relaciones recíprocas entre la gente. Y es entonces cuando comienzan las responsabilidades no delegables. Un país tan grande y diverso como Estados Unidos tiene que tener un gobierno representativo. Pero elegir los representantes no es toda la soberanía que la Constitución le otorga al ciudadano. Si la gente cree que es soberana y con responsabilidades no delegables, ¿a qué se está refiriendo? Yo creo que la única forma como el poder soberano es real, y no abstracto, se da cuando la gente ejerce su soberanía a través del trabajo cívico. Como lo he dicho, el trabajo que los ciudadanos hacen con ciudadanos –y las cosas que este trabajo produce– les da a estos ciudadanos el poder necesario para ser realmente soberanos.
La salud de una sociedad democrática se puede medir por la calidad de las funciones que desempeñan los ciudadanos privados. Atribuido a Alexis de Toqueville91
Aquí está la lógica subyacente a este supuesto sobre el trabajo cívico y la soberanía: Los monarcas ejercen el poder actuando. Un rey o una reina no serían soberanos por mucho tiempo sin el poder de actuar. Esa es la razón por la cual una ciudadanía soberana debe ser actuante y productiva, y no solamente beneficiaria o simple electorado. El público democrático no puede ser un cuerpo dependiente sobre y para el que se actúe. Tiene que ser capaz de actuar y producir cosas para el beneficio general. Las cosas que produce el trabajo cívico han sido denominadas bienes públicos –bienes que han sido hechos por el público para el público–. Históricamente, las cosas que ha hecho el público incluyen escuelas, hospitales –inclusive el país mismo–. Hoy, los productos resultantes de los esfuerzos colectivos de los ciudadanos –su trabajo cívico– incluyen los jardines vecinales que describió Ernesto92.
Un tipo diferente de activismo: la construcción de capacidad Hoy día, la soberanía ciudadana no se ejerce con argumentos sino con acciones. Hace mucho tiempo que los ciudadanos vienen abogando por causas válidas o por organizaciones que resuelven problemas específicos y desarrollan proyectos particulares. Ahora estamos viendo otro grupo de ciudadanos emergiendo con 68
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un enfoque más abarcador, que tiene que ver con la búsqueda del bienestar de la comunidad como un todo, y no sólo sobre una causa o un proyecto específico. Estos activistas le apuntan a una capacidad cívica creciente de su comunidad, la capacidad de resolver problemas y de volverse más resilientes cuando de enfrentar los retos se trata. En un comienzo la Kettering se familiarizó con este tipo de ciudadanos cuando los patrocinadores de las reuniones deliberativas locales utilizaron los Foros de Asuntos Nacionales (National Issues Forums) para construir una mayor capacidad local para la toma de decisiones compartida sobre asuntos contenciosos (los ciudadanos que comenzaron los foros de Grand Rapids son un ejemplo). Un estudio de profesores de Harvard describió los constructores de capacidad como empresarios más que como abogados defensores, aunque el nombre suene muy presuntuoso93. A estos ciudadanos (Sue me viene a la cabeza) les gusta recibir un título tan distintivo, y lo merecen porque usualmente parten de cero y sin nadie que los apoye. Al igual que los ambientalistas políticos, con frecuencia utilizan recursos locales. También se ven ellos mismos y sus roles, diferentes de los de los líderes comunitarios y de los organizadores. Ven su trabajo como un motor de arranque para estimular la innovación y fortalecer la capacidad de autogobernarse. Sin atarse a una causa en particular, se concentran en el mejoramiento de los vecindarios o de sus pueblos como un todo. Como constructores de capacidad, se enfocan en el fortalecimiento de las formas que tienen los ciudadanos para resolver sus problemas comunes. El estudio de Harvard mostró que estos empresarios de la construcción de capacidad son adeptos a la formación de alianzas, así como a la búsqueda de oportunidades para introducir nuevas formas de toma colectiva de decisiones y de actuar. Son tomadores de riesgos que no están tanto en la búsqueda de refugio como de oportunidades para marcar la diferencia. Experimentan. Como es de esperarse, este tipo de ciudadanos típicamente opera por fuera de los límites de las organizaciones existentes –o crean sus propias asociaciones–. Trabajan construyendo relaciones pragmáticas con otros ciudadanos, lo cual es otra forma de construir capacidad. La marca del activismo cívico no viene de la nada. La creación de relaciones públicas pragmáticas ha sido una marca de buena calidad del trabajo de organizadores como Gerald Taylor, de la Fundación del Área Industrial (fai); (Industrial Area Foundation (iaf)). Para Taylor, la construcción de relaciones públicas comenzó con el reconocimiento de las diferencias entre los intereses, y no en tratar de homogeneizarlos. El objetivo de crear estas relaciones ha sido promoLa Ecología de la Democracia
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ver la cooperación, aun cuando los intereses difieran, dado que generalmente los intereses están relacionados entre sí. Es decir, con frecuencia los intereses que difieren son interdependientes y se pueden conectar. Una historia de los archivos de fai describe cómo se crean las relaciones pragmáticas: Cuando los líderes de Build en Baltimore se reunieron por primera vez con el senador Paul Sarbanes, él sonrió, sacó su libreta de notas y les preguntó qué podía hacer por ellos. Los líderes respondieron: “Nada, nosotros hemos venido aquí para conocerlo. Queremos que usted sepa por qué está en el Senado de Estados Unidos y cuáles son sus intereses. Sus intereses pueden estar conectados con algunos de los nuestros. Si es así, entonces con el tiempo estaremos en capacidad de desarrollar una relación de trabajo con usted”94.
Podemos haber llegado todos en diferentes barcos, pero ahora todos estamos en el mismo bote. Atribuido a Martin Luther King Jr.95
El objetivo de construir relaciones pragmáticas es cambiar la manera habitual como la gente hace negocios entre sí –para ir más allá del conflicto y de la desconfianza–. Estas relaciones se forman alrededor de intereses propios que habrán de diferir. La meta no es hacer que la gente esté de acuerdo, le guste o que las personas se entiendan entre sí. Con solo conseguir que las personas se reúnan ya se tiene un gran logro, pero la gente se puede impa-
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cientar solo con hablar, quiere que los problemas se resuelvan. Y ese es un llamado al pragmatismo. Casi todos los constructores de capacidad dicen haber estado presionados por el logro de soluciones inmediatas a lo que ellos saben que son problemas que no se pueden eliminar rápida o fácilmente. Como me dijo una de ellos, quienes piensan que hay enfoques de corto y de largo plazo para enfrentar problemas fundamentales están equivocados. No existen soluciones de corto plazo, dijo ella, solamente las hay de largo plazo. Para muchos activistas es cierto que ocasionalmente los constructores de capacidad anidan sentimientos ambivalentes sobre sus conciudadanos. Por ejemplo, temen que la gente deje de trabajar en un proyecto que ellos han ayudado a lanzar si no están siempre presentes para impulsar o pinchar. A la vez, son sensibles a crear dependencia si están siempre disponibles. A pesar de estos obstáculos, los constructores de capacidad son muy persistentes. Usualmente se recuperan de las decepciones e insisten. Dado que dependen de los recursos locales que hay en sus comunidades, son capaces de seguir. Su primera respuesta a un reto no es “¿A dónde vamos para obtener el dinero?”. Sin ser adversos a los verdes, ellos saben que hay otras monedas –tiempo, prestigio, redes, y otros recursos del pantano–96.
Soberanía en el hacer Típicamente, la unión de fuerzas para hacer el trabajo cívico comienza de manera ordinaria97. Cualquier día, alguien da el primer paso en atreverse en hablar con la familia y los amigos acerca de un incidente que los ha mortificado. Luego pueden tratar de averiguar si alguien externo a este estrecho círculo también está preocupado. Por ejemplo, una mujer puede hablar con sus vecinos acerca de la parafernalia de drogas que ella vio en la calle98. Puede ser una conversación corta, probablemente a través de la cerca del patio de atrás. En una siguiente etapa, las conversaciones se pueden volver más estructuradas cuando son trasladadas a las iglesias o a las organizaciones cívicas. Aun después, se pueden organizar reuniones municipales para tratar lo que se puede hacer para sacar las drogas de la comunidad y la gente puede llegar a definir una estrategia al respecto. Algunas de las cosas que deciden hacer pueden ser llevadas a cabo por grupos ad hoc o por asociaciones cívicas. Muy posiblemente, a las agencias gubernamentales también se les pedirá que desempeñen algún papel. Usualmente la participación comienza a un nivel muy personal. Los estadounidenses se preocupan por sus trabajos, por su salud, por la educación de sus
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niños. Y retornan a estas preocupaciones principales que siguen siendo asuntos políticos centrales. Cuando a la gente se le pide que considere un asunto, lo que primero se les ocurre es: “¿Este problema me afecta a mí o a mi familia?” Se enfocan en lo que es más valioso. Volviendo al ejemplo sobre la persona que vio la parafernalia para las drogas, cuando la gente trata de averiguar si hay alguien que comparta su preocupación, comienza a tener conversaciones en los lugares en donde rutinariamente se reúnen. Se meten y se salen de muchas discusiones, la mayoría aleatorias y desestructuradas. Mucho de lo que se dice suena a pequeñas conversaciones –lanzando muchas historias personales–. La gente apenas está dándole vueltas a lo que ha oído o tal vez probando una respuesta. ¿Usted qué vio? ¿Qué cree que significa? A mí me preocupa, ¿le preocupa a usted? En este punto aún no están preparados para tomar decisiones, siguen chequeando la situación y eso toma tiempo. Mientras más y más información recoge la gente, puede parecer que se está confundiendo, que una avalancha de hechos y opiniones los puede ahogar; usualmente tratan de establecer conexiones con otros problemas relacionados. Experimentan los efectos combinados de los problemas interrelacionados en su vida cotidiana y tratan de ver cómo se pueden empatar las diferentes piezas del rompecabezas. Por ejemplo, cuando el abuso de las drogas cunde, la gente busca las fuentes del problema en todo, desde la estabilidad familiar hasta la condición de la economía. No simplifican los problemas; tratan de ver cómo están interrelacionados99. Cuando las personas se dan cuenta de que comparten preocupaciones similares, tienden a conectarse entre sí; sin embargo, no tienen que ver el mismo problema de la misma manera. En efecto, rara vez lo hacen, porque sus circunstancias y experiencias no son las mismas. Aun si los ciudadanos notan que todos ellos tienen un motivo para solucionar un problema, a pesar de razones diferentes, están dispuestos a hacer alianzas. Como lo encontró la fai, la gente puede notar que aun cuando sus intereses son diferentes, también son interdependientes. De otro lado, cuando la gente falla en ver estas interrelaciones o en hacer estas conexiones, se siente aislada e incapaz de marcar la diferencia.
Mil personas incitando a otras mil ¿Por qué estamos viendo más constructores de capacidad? ¿Por qué –a pesar de las dudas sobre la democracia y los ciudadanos– muchos estadounidenses persisten en pensar que ciertamente los ciudadanos se deben gobernar a sí mismos? La historia nos ayuda a responder esta pregunta.
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Robert Wiebe nos narra la historia de cómo los ciudadanos llegaron a definir la democracia en la frontera estadounidense, a pesar de las preferencias de la élite gobernante por una república. Wiebe escribe: “La fuerza rectora que subyace a la formación de la democracia del siglo xix eran miles de personas incitando a otras a actuar”100. Wiebe estaba pensando en la votación, pero yo creo que su observación es certera cuando se aplica a los esfuerzos cívicos. La democracia del autogobierno estuvo enraizada en la toma de decisiones y la actuación, compartidas –especialmente en la acción–. Los colonos en la frontera no tenían otra opción que ser productores y no solamente consumidores. Tenían que unir fuerzas para construir fuertes, carreteras y bibliotecas. Formaron asociaciones para combatir el alcoholismo y para atender a los pobres. Establecieron las primeras escuelas públicas101. El hábito de la empresa colectiva aún está con nosotros. Más recientemente, los movimientos de iniciativa ciudadana se han extendido para proteger el medio ambiente y asegurar los derechos de las minorías. El esfuerzo colectivo se da en la cultura estadounidense que también promueve la responsabilidad individual y la autosuficiencia. Tal vez la responsabilidad individual y la responsabilidad cívica son las dos caras de la misma moneda.
Los ciudadanos unidos en el trabajo cívico hacen que el público democrático sea más que el agregado de individuos. Este público no es una masa de gente, ni es el público de los sondeos y las encuestas basadas en las expresiones de la opinión personal propia y desprovistas del beneficio de escuchar las visiones de otros ciudadanos. Lo que es público también es más que lo que es popular102.
Lo que solo la ciudadanía puede hacer Al explicar las razones para ubicar al público nuevamente en los asuntos públicos, no quiero subestimar el papel que juegan los ciudadanos en la promoción de los derechos democráticos. Tal vez el mayor incentivo de la democracia centrada en el ciudadano es que mucha gente quiere liderar la vida democrática porque ama la libertad y la búsqueda de la felicidad pública –la culminación a la que se llega por haber tenido una vida cívica–. Sin haber sido perfectamente alcanzada, la democracia es un viaje para darse cuenta de estos valores esquivos.
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Dicho eso, el punto ahora no es el papel de la ciudadanía protegiendo los derechos democráticos, sino las razones prácticas para no marginar a los ciudadanos. Yo volvería a llamar al banquillo de los testigos a Elinor Ostrom, quien señaló que ni las comunidades ni las instituciones pueden trabajar efectivamente sin el trabajo de los ciudadanos103. Esto debido a que muchos de los principales problemas no se pueden resolver sin los bienes producidos por los ciudadanos. Aun nuestras instituciones más grandes y poderosas necesitan este refuerzo porque enfrentan problemas tan malvados, que desafían a los mejores profesionales y las agencias más poderosas.
El combate a la perversidad de los problemas Los problemas más difíciles han sido denominados perversos en comparación con los problemas domables, que tienen soluciones técnicas104. Un ejemplo: la pobreza extrema que persiste a pesar de la prosperidad. Los problemas perversos tienen varias características que los definen. Una es que la gente no está de acuerdo con lo que se debe hacer con ellos, y los desacuerdos son morales o éticos. La gente se ofusca por las discrepancias entre lo que les está ocurriendo y lo que ellos piensan que debería estar sucediendo –aunque no estén de acuerdo en lo que son los problemas y menos en lo que se debe hacer frente a ellos–. Dado que las disputas no son sobre cuestiones de hecho, sino sobre la cosa correcta que se debe hacer, los ciudadanos tienen que juzgar por ellos mismos. La habilidad ciudadana de emitir un buen juicio frente a los desacuerdos y la incertidumbre es crítica. No existen expertos en lo que está bien.
“Finalmente hemos atendido el problema. Ahora, póngale un sello y ¡sáquelo de aquí!”
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Otra característica que define un problema perverso es que la ciudadanía tiene que responder. La gente tiene que actuar porque tiene los recursos, que son distintos de los de las instituciones. Estos son recursos del pantano que incluyen destrezas personales y experiencias, así como preocupación colectiva y habilidad de formar relaciones pragmáticas de trabajo. Los pantanos también generan la energía cívica requerida para utilizar tales recursos105. En pocas palabras, los ciudadanos tienen que trabajar unidos para poder combatir los problemas realmente perversos. Los problemas perversos no solo son más humanos que técnicos, también están profundamente enraizados en el tejido social, del cual no se han podido alejar del todo. Son tan mañosos como agresivos. Cada síntoma expone otro problema, y así se forma una cadena infinita. Hacerles frente a estos problemas requiere de una acción cívica sostenida que no comience en un punto y termine en otro, sino que continúe eslabonada en una rica serie de iniciativas diversas. La acción sostenida también tiene que ser abarcadora porque los problemas perversos tienen múltiples fuentes que aparecen en todos los sectores de la comunidad. Las comunidades como un todo tienen que responder. Un solo grupo o un segmento de la población no serán efectivos. En la actualidad, la mayoría de los problemas tienen un grado de perversidad en ellos; esto es, están sujetos a desacuerdos con carga moral. Las diferencias en lo que la gente valora dan pie a diferentes opciones de acción. “La cosa correcta que se debe hacer es atender a los niños primero”. “No, debemos dar prioridad al cuidado de los mayores por todo lo que ellos han hecho por nosotros”. Aun dentro de una opción dada, puede haber tensiones sobre lo que es más valioso. ¿Debemos ayudar a los niños directamente o crear más programas preescolares? Cada curso de acción que se tome está acompañado de desventajas y de ventajas. La ganancia de algo de valor con frecuencia requiere comprometer otra cosa de valor. Luego hablaré más al respecto, pero por ahora anoto que la mayoría de las decisiones nos obligan a tomar opciones difíciles. El trabajo que los ciudadanos deben hacer unidos comienza con la toma de estas opciones difíciles.
Cómo evitar la guerra de soluciones Usualmente, los problemas de la democracia están por detrás de los problemas perversos. Y este tipo de problemas no se puede atender sin confrontar los problemas básicos de la democracia misma. Dado que mucha gente no
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quiere limitarse a hablar sobre problemas perversos sino que quiere hacer algo para enfrentarlos, le toca confrontar las fallas democráticas que perjudican el autogobierno. Por ejemplo, desconocer y trabajar los desacuerdos de peso moral característicos de los problemas perversos puede implicar el encierro de las comunidades dentro de guerras improductivas de soluciones. Este tipo de conflictos surge cuando la presión por encontrar la solución correcta lleva a la comunidad a una batalla entre quienes están proponiendo planes competitivos. Las comunidades son conocidas por malgastar energías debatiendo cuál entre un número de soluciones predeterminadas es mejor, mientras se le ha prestado poca atención a la naturaleza del problema o de los recursos requeridos para combatirlo. Los problemas atinentes al cuidado de la salud vienen al caso porque los recursos que solo los ciudadanos pueden aportar son invaluables. Las instituciones pueden preocuparse por la gente, pero no por la forma como la gente lo hace. Además de la familia y los amigos, las redes de apoyo más grandes y organizadas por las comunidades se pueden convertir en fuerzas potentes para combatir los problemas sociales y de comportamiento que alimentan muchas enfermedades106. Esto ha sido demostrado en la investigación realizada por los Centros de Control y Prevención de la Enfermedad, que muestran que el cuidado de la comunidad puede reducir la incidencia de las enfermedades cardíacas, de los infartos y del cáncer de pulmón107.
La producción complementaria tiene sentido Los ciudadanos no se pueden dejar al margen no solamente porque son indispensables para reconocer y combatir los problemas perversos, sino además porque su trabajo se requiere para complementar el trabajo de los gobiernos, las escuelas y las otras instituciones. Este fue el argumento muy pragmático de Elinor Ostrom para justificar la democracia centrada en el ciudadano. Si uno supone que los maestros producen la educación, que la Policía produce seguridad, que los médicos y las enfermeras producen salud y que los trabajadores sociales producen hogares efectivos, el foco de atención se debe poner en cómo profesionalizar el servicio público. Obviamente, los maestros calificados, los oficiales de policía, el personal médico y los trabajadores sociales son esenciales para desarrollar mejores servicios públicos. Pero ignorar la importancia del papel de los niños, las familias, los grupos de apoyo, las organizaciones vecinales y las Iglesias en la producción de estos servicios significa, no obstante, que sólo una parte de
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los insumos para estos procesos es tenida en cuenta en la forma como los creadores de la política piensan sobre estos problemas. El término cliente se utiliza con más y más frecuencia para referirse a aquellos que deben ser vistos como coproductores de sus propias educación, seguridad, salud y comunidades. Cliente es el nombre para denotar un papel pasivo. Ser un coproductor lo convierte en un socio activo108.
Los productos del trabajo ciudadano pueden complementar lo que hacen las instituciones porque el trabajo cívico es diferente al trabajo de las instituciones. No estoy hablando de cosas como ser voluntario para asumir la carga de los maestros o el cuidado de los profesionales de la salud, aunque esto sea muy encomiable. Lo que tengo en mente son proyectos suplementarios que involucren a la gente a hacer lo que los profesionales no hacen –y no pueden hacer–. Por eso utilizo la expresión producción complementaria y no coproducción. Un simple ejemplo: los ciudadanos que se organizan ellos mismos para acompañar a los niños a caminar por vecindarios peligrosos en camino a la escuela. No fue para eso para lo que se entrenaron los profesionales (aunque con frecuencia a los maestros se les asignen turnos de guardia en la escuela). Otro ejemplo: El trabajo en las escuelas es enseñar, lo cual hace parte –pero no es todo– de educar. Las escuelas se pueden beneficiar enormemente de lo que los ciudadanos hacen con otros ciudadanos para preparar las próximas generaciones de gente joven para el futuro. Mientras la mayoría de la instrucción formal se les deja a los profesionales, la gente cree que puede educar. Y lo que los niños aprenden en las instituciones educativas distintas de las escuelas puede reforzar lo que ocurre en las aulas de clase. Estas instituciones que están fuera y dentro de la comunidad proveen un contexto del mundo real que es muy valioso para el aprendizaje. En Kentucky, una finca para caballos de carreras retirados ha sido utilizada para suplementar la instrucción de aula109. Y ha habido producción complementaria en Alabama, en donde el aprendizaje contextual está siendo promovido por una organización que se denomina pacers (quienes marcan el paso a seguir), una asociación cooperativa de escuelas rurales110. pacers ha utilizado cosas que los ciudadanos han construido (hogares con energía solar, invernaderos, estanques para cultivar peces y salones para noticias locales) como laboratorios para el aprendizaje. Estos esfuerzos han tenido un impacto positivo en el desempeño académico en las aulas. Hay casos similares en otros estados. Los ciudadanos que organizan estas iniciativas jalonan a la comunidad a
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unirse alrededor de un proyecto y después traen a la gente joven como una medida para enriquecer su educación111. Esto es organización comunitaria con un giro –cuyo objetivo es utilizar los recursos de la comunidad para educar–. En Lexington, Kentucky, Bruce Mundy, quien entendió el valor de los recursos del pantano, y un grupo de adultos preocupados por los niños que llegaban al programa de actividades para después de la jornada escolar, dijeron: “Hay niños que no pueden leer. Esto para nosotros es una crisis”. Bruce recibió niños que empezaron a toser con la maleza que crecía a 10 pies de distancia en el viejo cementerio, el cual acabó convirtiéndose en un recurso invaluable. Los jóvenes encontraron las tumbas de afroamericanos veteranos de la Guerra Civil y de jinetes (jockeys) ganadores del Derby de Kentucky. Los estudiantes investigaron esos nombres y localizaron el sitio (ahora sagrado) en el Registro Nacional de Lugares Históricos. “¡Discúlpenme mientras enseño historia!” bromeó Bruce. Para él, al igual que la mirada inquisitiva del pájaro Sankofa, los niños necesitan saber de dónde vinieron para encontrar hacia dónde van. Los jóvenes pintaron las canecas de basura para compartir la historia que habían aprendido. Cualquier cosa que tenían la usaron, como la creación de esculturas de bicicletas desechadas. Es interesante ver que Bruce hizo todo esto mientras trabajaba como empleado del departamento de salud112. Sus esfuerzos y los de sus amigos completaron lo que las escuelas y otras instituciones educativas hacen. Mientras más habla la gente de educación, más atención les prestarán a sus comunidades y a las instituciones educativas diferentes de las escuelas. Nada ilustra esto mejor que un residente de Baton Rouge que, con razón, afirmó: “Debería haber una estrategia comunitaria, y no una estrategia escolar, para educar la totalidad de los niños”113.
Lo que está en juego El trabajo de los ciudadanos en estos ejemplos define un tipo particular de democracia que, yo diría, es rica en este recurso. La comprensión de la democracia es crucial por lo que le aporta a la competencia mundial que hay acerca del significado de esta forma de gobierno. La competencia es real. Los estadouniden-
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ses lo han atestiguado con las movilizaciones políticas del Tea Party y con las protestas de Occupy Wall Street. Y el mundo ha visto esta misma competencia en las revoluciones de la Primavera Árabe. Dados estos altibajos y los no muy distantes recuerdos de las revoluciones de terciopelo en Europa y en otros lugares durante las décadas de los años 80 y 90, es crucial visibilizar el trabajo de los ciudadanos en esta competencia. Esta no es una batalla de ideologías en competencia como el capitalismo y el comunismo o como la democracia representativa y la democracia abierta. Más bien, se trata de una competencia dentro de la democracia misma, y al final, el resultado será decidido por los ciudadanos y no por algún tipo de autoridad. El punto clave es el papel que los ciudadanos ven para ellos mismos. Eso no se determina en debates abstractos, sino tema por tema mientras la gente va decidiendo qué están y qué no están dispuestos a hacer como ciudadanos. La democracia no se va a disipar, aun cuando la forma como sobreviva puede ser baja en ciudadanía, es decir, una democracia con los ciudadanos y el trabajo cívico en las márgenes. Siempre han existido puntos de vista divergentes acerca del significado aplicado de la democracia. ¿Cuál es el correcto? Dado que la gente es la suprema autoridad, no existe un poder superior que pueda decir de una vez por todas cuál es el significado de la democracia. Nosotros el pueblo (We the People) tenemos que decidirlo, comunidad por comunidad, país por país y década por década. La cuestión de qué tipo de democracia tendremos en el futuro se reduce a qué tanta responsabilidad está la gente dispuesta a asumir en el futuro.
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ciudadanos: ¿están 6 Los involucrados e informados?
Yo creo que Estados Unidos necesita el trabajo que los ciudadanos hacen con los ciudadanos para enfrentar los problemas persistentes y realmente perversos para completar los esfuerzos de las escuelas, los gobiernos y otras instituciones. Pero estos son problemas graves de la democracia que se atraviesan en el trabajo que hay que hacer. Dos problemas de la democracia sobresalen. Con mucha frecuencia la gente está en las márgenes de sistema político. Aún más, el simple involucramiento no resulta en una vida mejor para todos, a menos que los ciudadanos tomen decisiones bien informadas y sabias en relación con lo que se debe hacer. Entonces, ¿qué es lo que motiva a la gente a involucrarse, y qué le dé la habilidad de tomar decisiones claras?
¿Por qué involucrarse? Muchos de nosotros nos involucramos con otros ciudadanos porque estamos tratando de resolver un problema o de influir en un cuerpo elegible o una institución grande. Podemos estar muy cargados emocionalmente por una causa que nos importa, o estar directamente afectados por algo que está a punto de suceder o que debe suceder: “¡No podemos permitir que nuestra escuela se cierre!” Sin embargo, no muchas personas son fanáticas ni se afectan directamente por cualquier decisión política. Pero todos nosotros estamos motivados por intereses profundos acerca del futuro y de lo que está en juego. Nuestros motivos políticos básicos –las cosas que nos mueven a comprometernos con otros por fuera de nuestro círculo de familia y amigos– pueden surgir de las lecciones que nuestros ancestros aprendieron acerca de la supervivencia. Hoy hay suficiente investigación arqueológica y biológica (el ADN) para hacer supuestos razonables sobre la época prehistórica. Nuestros prime-
ros antepasados, que sobrevivieron cazando y recolectando comida, también valoraron su libertad para rebuscarse y encontrar presas de caza. También es razonable pensar que valoraron la seguridad que se logra uniendo fuerzas, algo esencial en tareas como la cacería. Y pudieron llegar a apreciar la justicia porque las bandas en las que vivían no permanecían unidas a menos que los esfuerzos colectivos fueran distribuidos equitativamente. En términos sencillos, aquellos que participaban en una expedición de caza querían tener un puesto en el festín subsiguiente. Dadas las influencias formativas, nosotros los humanos podemos estar programados para valorar la libertad, la seguridad colectiva y la equidad. Los primeros humanos tampoco eran ajenos al conflicto violento. Sin embargo, no es disparatado asumir que nuestros antepasados hubieran valorado las cosas que los mantenían protegidos del peligro y que les ayudaban a prosperar114. Pero, sin importar si estas conjeturas sobre nuestros antecesores tempranos son correctas, cuando hoy tomamos decisiones difíciles, es frecuente que la gente piense en las cosas que son fundamentales para su bienestar.
“OK, lo cazamos –grande y peligroso–”
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Encuentro que si utilizo la palabra valores para describir estas motivaciones primarias, naturalmente la gente pensará que estoy hablando de VALORES. Hoding Carter Jr. me dijo que él pensaba en valores como “las partes de la Biblia impresas en color rojo”. No estoy hablando de eso. Me refiero a las cosas esenciales que la gente valora profundamente. Hoy, los psicólogos sociales reconocen esto como los fines o propósitos de vida y los medios necesarios para lograr esos fines115. Lo que es profundamente valioso, colectiva o políticamente, es distinto a los intereses que emanan de circunstancias particulares, de los valores abstractos y de nuestras creencias personales. Los imperativos políticos son similares a los imperativos individuales, que para el psicólogo Abraham Maslow son comunes a todos los seres humanos, la comida, el agua y el techo. Quiero hacer énfasis en que las cosas que son críticamente importantes para nuestro bienestar colectivo son comunes para casi todo el mundo. Muchos de nosotros queremos estar seguros frente al peligro. Queremos ser libres para mejorar nuestro bienestar. Queremos que los demás nos traten justamente. Estos imperativos nos motivan a ser activos políticamente. Son profundos en nuestras almas. Algunas de las cosas que los individuos requieren son tangibles (los alimentos, por ejemplo), mientras que otras (ser amados) lo son menos. Lo mismo es verdad con los asuntos colectivos. Aprendí eso de una comunidad que estaba enfrentando la corrupción en altos cargos y crímenes atroces en las calles. Los ciudadanos allí se cuestionaron a sí mismos. Todos dijeron que, por encima de todo, lo que más deseaban era vivir en un lugar que los hiciera sentirse orgullosos. El orgullo es y ha sido una fuente de identidad, una necesidad desde los tiempos antiguos. Pero es una aspiración tan intangible, que rara vez es mencionada en documentos de planificación o en listados de metas. Sin embargo, la necesidad de sentirse orgulloso de una ciudad puede ser un incentivo político poderoso. La importancia de considerar las cosas que la gente valora está ilustrada en la historia de Wendy Berry acerca de un economista agrícola que les dijo a los granjeros que había poca diferencia entre alquilar y poseer la tierra. Un granjero reaccionó diciéndole al economista que sus ancestros no habían venido a Estados Unidos para ser arrendatarios116. Algo que el granjero valoraba más allá de las ganancias estaba en juego: la seguridad que da la propiedad de la tierra. Mi abuelo, quien fue granjero, dijo acerca de la tierra: “Ya no la están haciendo más, ¿sabe?”
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¿Qué hay en un nombre? Los estadounidenses que aparentan ser indiferentes a la política simplemente pueden haber fallado en ver mucha conexión entre lo que consideran valioso y los asuntos de política preferidos por los grupos de interés, que son presionados por los líderes comunitarios, debatidos por los políticos y discutidos en los medios. Los nombres que los profesionales dan a los asuntos pueden ser técnicamente precisos, sin embargo, con frecuencia fallan en tener resonancia con las cosas que la gente valora profundamente. Sacar a la gente de las márgenes puede ser asunto de despertar a los indiferentes, de llevarla a hacer conexiones con las cosas que le significan. Casi todos los días algo –tal vez sorprendente, y muy preocupante– ocurre. Los resultados de los exámenes muestran una brecha significativa en el desempeño académico de diferentes grupos de estudiantes. Estados Unidos gasta más en cuidado de la salud que otros países, pero los resultados no son igualmente buenos. Al confrontar estos problemas, la gente comenzó a hablar de lo que oía o leía. ¿Cuál es el problema? Pronto los periódicos, los programas de televisión y los blogs de internet sacaron explicaciones. Los políticos comenzaron a hacer pronunciamientos sobre lo que estaba ocurriendo; denominaron el problema brecha de logros (achievement gap) y explicaron lo que ellos pensaban que se debería hacer. El nombre que se le da a un problema puede parecer un asunto insignificante, pero en política no lo es. Para quien llega a denominar un problema, este en sí mismo tiene mucho que ver con quien se involucra en su resolución. Sucede que denominar problemas conlleva una clave para enfrentar un problema serio de la democracia –la gente no se está involucrando como ciudadana–. Por ejemplo, la brecha de logros es un sello usado por los políticos y los educadores, pero no tiene resonancia en la gente. Ellos ven esta brecha académica como un síntoma de muchas otras brechas, tales como las económicas117.
¿Buen juicio o decisiones apresuradas? Involucrarse es solo la mitad de la batalla. Una vez involucrada, la gente puede actuar unida, pero esto no es ninguna bendición a menos que actúen sabiamente para que la sociedad como un todo se beneficie. Los críticos se preocupan de que la participación del público no esté bien informada. Y mucho del titubeo institucional y profesional de involucrar al público viene de las preocupaciones atientes a que los ciudadanos no tomarán decisiones fundamentadas.
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Una mujer cuya casa estaba rodeada de propiedades arrendadas vio desatarse una pelea a puños al frente de uno de estos negocios. Basada en este incidente, que la alarmó, decidió que el problema estaba en la imprecisión de los códigos de arrendamiento. Sin el beneficio de otras fuentes de información, como las tasas de criminalidad o los informes de Policía, creó un enorme movimiento de base usando el correo electrónico y las redes sociales. Ella y sus seguidores comenzaron a presionar al gobierno de la ciudad. Surgió una nueva y muy estricta ordenanza que les hizo la vida más difícil a los arrendadores que incumplían la ley. El miedo alcanzó un nivel emocional que no permitió una toma de decisiones razonada a cabalidad118. Como en este caso, el estar informado políticamente implica poder apoyarse en hechos, pero los hechos por sí mismos no son suficientes. La gente tiene que ejercer un buen juicio sobre asuntos que tienen una carga moral y que no se pueden resolver solo con hechos. Estas son situaciones en donde lo que es correcto es el asunto. La respuesta en usual para este tipo de situaciones es educar a la gente dándole la información correcta –ciertamente no hay nada malo en eso–. Sin embargo, ninguna cantidad de información es suficiente para informar del todo cuál es el tipo de decisiones que los ciudadanos tienen que tomar cuando el asunto es hacer la cosa correcta. ¿Deben las escuelas ofrecer más cursos en matemáticas y ciencias, aun si eso implica reducir las humanidades y sacar la educación física? ¿Debemos imponer controles más estrictos a la internet, aun si eso infringe la libertad de expresión? Estas preguntas se pueden responder en más de una forma y requieren ejercitar el juicio. Las cosas que la gente valora profundamente están en juego y tienen que ser consideradas, lo cual significa que nuestras decisiones requieren más que solo hechos. Este es un ejemplo de la diferencia que existe entre asuntos de hecho y asuntos de juicio: qué tan largo debe ser un puente para abarcar un río y qué tan fuerte debe ser para soportar el peso del tránsito son preguntas factuales. Pero qué pasa si construimos un puente sobre los frágiles pantanos costeros es más que un asunto de hecho. Aun cuando, ciertamente, los hechos son relevantes, la decisión de construir un puente a una isla paralela al litoral requiere del ejercicio de nuestro mejor juicio sobre lo que es correcto hacer –dado todo lo que se considera valioso–. Las preguntas sobre los asuntos de juicio son difíciles de responder porque hay muchas cosas que valoramos profundamente. Tenemos que sopesar nuestras opciones cuidadosamente frente a varios imperativos que nos identifican. Hacemos eso cuando tomamos decisiones individuales en la vida cotidiana.
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“Mi problema es que soy un ciudadano informado” Imaginemos a alguien que regresa a casa después de un duro día de trabajo en busca de silencio y descanso. Pero resulta que su pareja, que ha estado cuidando el hogar y la familia, quiere salir de la casa a cenar a un restaurante. Y los niños quieren ir a cine. Entonces, antes de que esos conflictos se pudieran resolver, los suegros llaman quejándose de estar siendo desatendidos e insisten en que la familia pase la tarde en su casa. La esposa, los niños e inclusive los suegros son todos importantes. Dar una prioridad sobre las otras generalmente no es una buena idea. Y la película que hay que ver ya está por comenzar, así que la pareja debe tomar una decisión rápidamente; no hay tiempo para negociar con todas las partes involucradas. Después de sopesar los pros y los contras de las opciones posibles, la pareja decide ir a cenar y deja por el camino a los niños en el teatro. Posponen para otro día de la semana la tarde con los suegros. Hacen algunos cambalaches y equilibran las demandas o los imperativos en competencia de la mejor manera posible. Nosotros hacemos lo mismo cuando tomamos decisiones con otros ciudadanos.
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Tomar decisiones con quienes no son de la familia o amigos es retador porque lo que la gente valora tiene significados diferentes para personas diferentes. Eso se debe a que vivimos bajo circunstancias diferentes. Yo valoro la seguridad y dado que vivo en un vecindario donde ha habido muchos robos, quiero una presencia visible de la Policía. Mi amigo, que también valora la seguridad, vive en un vecindario seguro y no quiere que este se convierta en un campo armado. Que la gente valore las mismas cosas no quiere decir que esté de acuerdo.
La facultad humana de juzgar Cuando se toma una decisión sobre lo que está bien y la gente está en desacuerdo, tenemos que confiar en nuestra capacidad de juicio. Brevemente definido, se dice que un juicio es bueno si es consistente con lo que consideramos más valioso en una situación particular. Manejar despacio en una autopista mojada es una buena decisión porque nos da seguridad, aunque estemos tarde para ir a una reunión. Debido a que valoramos muchas cosas –nuestra seguridad frente al peligro, nuestra libertad de acción, etcétera– dadas las circunstancias que enfrentemos, tenemos que determinar cuál es la más valiosa, y si no la hay, cómo equilibrar los imperativos en competencia. Las neurociencias ayudan a explicar cómo funciona la facultad humana de juzgar119. Los estudios han mostrado que intercambiar experiencias con otras personas, estar expuestos a una diversidad de opiniones y considerar todas las alternativas ofrece la situación ideal para tomas buenas decisiones120. Estas condiciones se dan en la práctica deliberativa, de la cual hablaré más en el próximo capítulo. Es claro que la gente no siempre toma buenas decisiones. Tener la facultad de juzgar no significa que siempre la usemos. La toma de decisiones pública es difícil, a veces traumática y existen miles de formas de evitarla en una cultura que promueve las confrontaciones duras y los debates partidistas. Todo lo que es natural no tiene que ser fácil y puede llegar a ser extraño. Tener la facultad de juzgar, debo añadir, no significa que la ciudadanía tenga un rincón especial para guardar la sabiduría que los funcionarios de gobierno, los líderes institucionales y los profesionales no tienen –si la tuvieran, no cometerían errores tan tontos–. Aún más, si las conclusiones de la gente son consistentes con lo que se valora, no son ninguna garantía que pruebe que su decisión habrá sido la mejor. No tenemos manera de saber lo que una decisión va a producir hasta que sus efectos se hayan visto durante un tiempo.
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Debe haber una discusión y un debate en el que todos participen libremente…Todo el propósito de la democracia es que nos podamos aconsejar unos a otros… Solo (entonces)… se podrán mezclar los intereses generales de una cantidad de gente y convertirlos en una política apropiada para todos. Woodrow Wilson121
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pública 7 Deliberación y juicio público
Las lenguas antiguas nos dieron la pista de cómo hacer uso de nuestra facultad para juzgar. Es la palabra deliberación, que se encuentra escrita de diferentes maneras, desde los jeroglíficos egipcios hasta los antiguos caracteres chinos. Deliberar es sopesar cuidadosamente acciones cívicas, leyes o políticas posibles frente a varias cosas que la gente valora profundamente, para establecer un direccionamiento a recorrer o un propósito a seguir.
Deliberar para decidir La deliberación o, más precisamente, la deliberación pública es una expresión apta debido a su historia. Divagaré un poco dentro de esa historia porque creo que eso le ayuda al público a informarse a sí mismo. El libera del latín, en deliberación se refiere a la balanza (libra) usada para pesar (librare) y poder determinar el valor. En aquellas situaciones en las que hay imperativos que compiten en cuál tiene más valor para nosotros y para nuestro bienestar colectivo, deliberamos con los otros para tomar decisiones. Sopesar (como en una balanza) en el proceso de determinar el valor de algo ejercita nuestra facultad de juzgar. Y juzgar alimenta e informa nuestras decisiones y las hace más fuertes. Personalmente, me gusta más la noción de deliberación de Pericles como la conversación (logo) que se usa antes de que la gente actúe para empezar por enseñarse a sí mismos (prodidacthenai) como actuar122. También de manera útil en La Antidosis, Isócrates diferencia la deliberación del razonamiento lógico puro y del análisis científico. Y Aristóteles equipara la deliberación con el raciocinio moral y con la creación de la sabiduría práctica (phronesis)123.Esta literatura muestra que desde hace mucho tiempo, la gente
entendió la diferencia entre el juicio necesario para tomar decisiones políticas del razonamiento científico necesario para los asuntos fácticos. Uno de los mejores ejemplos de lo que sucede en la deliberación pública viene de los patrocinadores de locales de los Foros de Asuntos Nacionales (nif)124. Desde 1980 miles de estos foros deliberativos han sido realizados por escuelas y universidades, por Iglesias y otras organizaciones religiosas, por asociaciones de propietarios y por consejos humanitarios –hasta por prisiones que esperan retornar los reclusos a la ciudadanía–. Organizaciones nacionales como la Asociación Estadounidense de Abogados, las Bibliotecas Presidenciales, La Federación General de Clubes Femeninos también han fomentado la deliberación. Estos foros tratan sobre desacuerdos acerca de lo que está bien hacer y, si se llegare a presentar, rara vez hay gritería. En un foro en el que se utilizó
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un Manual Guía para la Deliberación de los nif (Issue Book) sobre el sida, un participante convencido de que esta enfermedad era un castigo de Dios para los malvados se sentó en primera fila, listo para gritar su mensaje. Aun cuando en discusiones previas había estado interrumpiendo la discusión con sus pronunciamientos morales, en este foro se le permitió hablar de primero y allí el reiteró su punto de vista. Pero entonces alguien preguntó si había otras personas que estuvieran de acuerdo en que el problema del sida tenía una dimensión moral. Casi todos levantaron la mano, aunque pocos estuvieron de acuerdo con su posición. Esto lo que hizo fue acercar más al primer participante al foro, en vez de expulsarlo. Él no era la única persona que valoraba el orden moral. Y así como su punto de vista no varió significativamente, tanto el tenor de lo que dijo como la forma como lo hizo cambiaron. Bajó el tono de su voz y escuchó más. Después del foro, la gente comentó cómo su participación había sido diferente de la que había tenido en otros ámbitos menos deliberativos. El conflicto continuó, pero ahora sobre cuáles eran los imperativos morales para orientar las decisiones de una política sobre el sida, pero ya como conflicto compartido con una buena dosis emocional, pero con menos posturas morales. ¿Han sido todos los foros de NIF deliberativos? No. Algunas veces las reuniones no han sido más que buenas discusiones en donde simplemente la gente se ha animado a opinar. Sin embargo, cuando los participantes han ahondado tomando decisiones difíciles y han reconocido que los intercambios son inevitables, su juicio colectivo se vuelve más reflexivo y compartido125.
Solo para los bien educados ¿Cualquier persona puede deliberar o solo pueden hacerlo los bien educados de la clase media? Gente de todos los tipos de vida ha sido atraída a las deliberaciones públicas y no hay reportes de ningún grupo que no tenga la capacidad para hacer este trabajo de opciones. Por ejemplo, la profesora Bonnie Braun y un grupo de investigación de la Universidad de Maryland estudiaron formas deliberativas que incluyeran mujeres de comunidades rurales pobres. Su investigación no mostró falta de capacidad para deliberar126. Es importante reconocer que mientras alguna forma de facilitación puede ser útil, la deliberación pública no es uno de los muchos procesos grupales para facilitar. No es una técnica que se aprende, sino más bien el ejercicio de la facultad humana de juzgar.
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Deliberación no es discusión. Deliberación se ha convertido en una palabra que utilizan muchos grupos para muchos propósitos. La fundación jamás pretendería reclamar que posee la única definición correcta. La Kettering solamente quiere ser clara en lo que significa la deliberación pública127. En años recientes, el discurso político ha recibido más atención, en parte porque a menudo es más ampuloso y no cívico. Las discusiones públicas han sido reconocidas por su capacidad para conectar a la gente con opiniones diversas y promover el entendimiento mutuo. Las discusiones también pueden ofrecer información que puede llevar a lograr un mejor entendimiento sobre asuntos y problemas complejos. La deliberación pública tiene un propósito diferente, que consiste en promover juicios compartidos y sólidos. Eso requiere saber manejar las discrepancias morales enraizadas y estar en capacidad de afrontar las transacciones (compensaciones) difíciles. El sopesar cuidadosamente, que es parte de este proceso, ha sido descrito como trabajo de opciones porque justamente es eso, trabajo, y trabajo duro. Pero aun así, una discusión bien informada no es suficiente para hacer la tarea.
Deliberación cotidiana No toda la deliberación se lleva a cabo en foros. En los pantanos, la gente toma decisiones compartidas todos los días y los momentos deliberativos se mezclan con las conversaciones ordinarias. De hecho, la deliberación pública solamente se puede entender en un contexto más amplio de la democracia cotidiana, en donde los ciudadanos actúan frente a sus problemas. La toma de decisiones deliberativa es necesaria en la acción colectiva porque la gente tiene que llegar a términos con las discrepancias y el conflicto. Sería muy difícil para los ciudadanos actuar unidos sin decidir también unidos a medida que actúan. En la vida diaria, la deliberación está entretejida con la actuación, que no es un proceso separado; la experiencia de actuar continuamente delinea la toma de decisiones en la misma medida en que la toma de decisiones delinea la acción128. Por ejemplo, a medida que las comunidades tratan de resolver los problemas, sus esfuerzos y los resultados de estos esfuerzos van alimentando la toma de 92
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decisiones en cuanto a saber cómo eliminar las dificultades que confrontan. La deliberación separada de la acción no tiene sentido. En las conversaciones de todos los días, la gente habla de los problemas que le conciernen, de qué acciones debe seguir para responder y a quién necesita para actuar. Pero sus conversaciones pueden no sonar como muy deliberativas. A veces la gente puede estar apenas quejándose o fijando posiciones o buscando a quién culpar. Sopesar cuidadosamente las alternativas puede ser interpretado con comentarios que parecen no tener nada que ver con la deliberación. La deliberación no es una versión híbrida de la conversación política, algo distinto del discurso común. El discurso político va en capas diferentes; la gente pregunta mucho. No obstante, muchas de las tareas pueden estar relacionadas con la deliberación. La gente puede comenzar la deliberación contando una historia sobre una experiencia traumática y luego pasar a explicar quiénes son para establecer su identidad. “No piensen que yo no tengo corazón cuando digo…” Aun cuando es pública, la deliberación no siempre se puede captar porque sopesar con cuidado las opciones de acción puede estar ocurriendo en la cabeza de la gente. La deliberación incluye escuchar tanto como hablar. Y escuchando con atención podemos asimilar las experiencias de los otros sin que haya necesidad de estar de acuerdo con lo que ellas están defendiendo. Asumiendo que la gente tiene la capacidad de deliberar, la fundación comenzó estudiando lo que Jane Mansbridge llama el “sistema deliberativo”129. Este sistema comienza a tomar forma en conversaciones que atraviesan las cercas que separan los patios traseros, durante los refrigerios y en la tienda de comestibles (Esta es la deliberación cotidiana). La gente comienza conversando con quienes vive y trabaja – incluidos algunos que tienen ideas diferentes–. La gente que parece ser igual no necesariamente piensa igual. Y mientras unos están a gusto con las opiniones que les agradan, también pueden tener curiosidad de conocer los puntos de vista contrarios, a sabiendas de que no se estén presentando de manera ofensiva. Ciertamente la gente trata de persuadirse entre sí y sigue aferrada a sus amadas creencias. Pero pueden hacer más. Pueden comenzar a sopesar cuidadosamente las opciones que más les gustan. En el mejor momento de la deliberación, la gente reconoce las tensiones por lo que valoran profundamente y eso los motiva a sopesar cuidadosamente las alternativas diferentes para la acción. Sin deliberación, las discusiones degeneran fácilmente en súplicas personales, gritos y rencores partidistas. Las opiniones de las personas tienden a convertirse en compras de almacén, preempacadas e irreflexivas. El público tiene dificultades para enseñarse a sí mismo. La Ecología de la Democracia
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Ya he advertido sobre el peligro de confundir los foros deliberativos con la deliberación en sí misma, porque no todos los foros son deliberativos y porque la deliberación no ocurre simplemente en los foros. Dicho eso, los foros deliberativos pueden ser demostraciones excelentes de cómo trabajar a través de opciones difíciles. En los foros la gente puede experimentar lo que es la deliberación y reconocer que no es lo mismo que la discusión o el debate. Con frecuencia dirán “debemos conversar así con más frecuencia” o “esto es lo que realmente es la democracia”. Un foro es un excelente motor de arranque para desarrollar el hábito o la cultura deliberativa. Pero tan solo es un catalizador de la democracia deliberativa y no toda la máquina. La gente tiene que deliberar más de una vez para cultivar y documentar su juicio y fortalecer su capacidad de resolver problemas.
En este libro usted encontrará expresiones como deliberación, deliberación pública, toma de decisiones deliberativa y deliberación cotidiana. Esto puede ser confuso si no hay una explicación de por qué se han utilizado estas expresiones. Cuando en sus foros la gente utiliza los manuales guía para la deliberación de Los Foros de Asuntos Nacionales, se da cuenta de que en ellos no se habla como se hace en la mayoría de las reuniones públicas. Anteriormente, la Kettering describió esta forma de conversación como deliberación. Pero esto creó un problema: los jurados y los legisladores deliberan, ¿qué era distinto de lo que ocurría en los foros? Los foros eran entre ciudadanos o deliberación pública. La expresión siguiente, toma de decisiones deliberativa, vino de la necesidad de explicar el propósito de la deliberación pública. ¿Era sólo para hacer sentir mejor a la gente, o para tenerla mejor informada? No. El propósito era tomar decisiones sobre política de gobierno o acción cívica (Esta toma de decisiones también se denomina trabajo de opciones). La expresión deliberación cotidiana se introdujo para señalar que la deliberación no está confinada a los pequeños foros. Como lo señaló Amy Gutmann, la deliberación pública le pertenece a cualquier lugar
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en donde se estén tomando decisiones colectivamente130. Los foros deliberativos pueden fortalecer lo que Jane Mansbridge llamó sistema deliberativo o lo que este libro denomina deliberación cotidiana131.
Crear el conocimiento que necesitamos Unas páginas arriba, introduje el tema de cómo la ciudadanía se informa a sí misma. Quiero ampliar lo que escribí debido a la importancia que convencionalmente se le da a educar al público. Deliberando, el público crea su propio tipo de conocimiento o la sabiduría práctica (phronesis) para saber cómo actuar. Este es el conocimiento que sustenta el juico público. Va más allá de la información sobre las condiciones locales y se diferencia del conocimiento experto en el que se apoyan los profesionales.
Los griegos describieron el resultado de la deliberación pública como phronesis. En términos simples, significa saber cómo actuar, a sabiendas de lo que se debe hacer. La phronesis es la sagacidad o la prudencia que emana del pensamiento significante que culmina con la resolución de actuar. En el siglo iv, Isócrates aportó una de las primeras explicaciones sobre sabiduría práctica cuando diferenció la phronesis del conocimiento científico, de la filosofía y de la opinión popular. Isócrates creyó que los seres humanos tenían una facultad mental particular que podían utilizar para tomar decisiones políticas –la habilidad de distinguir entre la acción sabia y la no sabia–, que ha sido capturada en la palabra juicio132.
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Conocimiento experto y público El conocimiento experto es técnico y escaso; el conocimiento que la gente usa para decidir y actuar es normativo y común, esto es, nace y crece de la experiencia cotidiana. El conocimiento experto es específico y exclusivo; el conocimiento público es multifacético e inclusivo, al igual que la experiencia humana. El conocimiento experto le dio un valor extra a la aplicabilidad o relevancia. Ambos tipos de conocimiento son valiosos, pero tienen propósitos diferentes. ¿Por qué marcar tanto estas diferencias? Lamentablemente estas diferencias de los tipos de conocimiento y de las formas de conocer pueden ser entendidas como diferencias entre un conocimiento superior y uno inferior133. Aquellos que poseen el conocimiento experto tienden a “educar” al público sólo con hechos, sin tener en cuenta lo que Pericles denominó la conversación que educa.
Panel de expertos En caso de emergencia
No quiero dar la impresión de que desconozco el valor de la experiencia y de los datos fácticos. No soy miembro de la sociedad plana. Aunque los hechos son esenciales, pueden suplir creencias profundamente arraigadas. Las batallas sobre los hechos rara vez resuelven los problemas porque los hechos en sí no son el meollo real del asunto. Uno de los beneficios de la deliberación es que permite visibilizar lo que está en juego –las tensiones por causa 96
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de lo que valoramos profundamente, que, como dije, requieren del ejercicio de nuestro mejor juicio–. Se supone que el juicio experto es moralmente neutral u objetivo aunque los expertos como profesionales tengan convicciones y valores –como debe ser. La dificultad está en que los valores se pueden diluir con las soluciones técnicas que defienden los profesionales. Martha Derthick señaló las diferencias entre valores profesionales y valores ordinarios en su estudio sobre la política del bienestar134. Encontró que los profesionales privilegian la uniformidad en la aplicación de las reglas, de la eficiencia en la administración y del servicio sin favoritismos. Los ciudadanos se benefician de estos valores, pero la gente puede poner más atención a las circunstancias personales o locales (que varían) y valorar el interés (medido en términos humanos) más que la eficiencia. Las reglas y los principios abstractos no son tan importantes como el sentido común, que va más allá de la certeza científica.
El conocimiento público o sabiduría práctica no solamente es diferente del conocimiento experto, sino que también se produce de una manera diferente. Saber cómo debe actuar el público resulta de deliberar, lo cual ejercita la facultad humana de juzgar. En este sentido, la sabiduría práctica se construye socialmente. El conocimiento profesional es necesario, pero no suficiente, para producir juicios sólidos.
¿Tiene algún impacto la deliberación pública? A los ciudadanos que realizan foros nif se les pregunta con frecuencia si sus deliberaciones han marcado alguna diferencia dentro del sistema político. Esa pregunta implica que la importancia de lo que los ciudadanos hacen está determinada por su impacto sobre el Estado. En otras palabras, lo que acontece en los pantanos políticos no tiene valor en sí mismo, lo que realmente importa es lo que ocurre con las políticas institucionales. El supuesto de que lo que sucede en la formulación de las políticas gubernamentales es la única medida de valor de la deliberación pública ignora la importancia del trabajo que hacen los ciudadanos con ciudadanos.
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Adicionalmente, esperar que la deliberación lleve a cambios inmediatos de política ignora la realidad de cómo se comporta la política principal, la cual se mueve en un proceso lento y gradual en el que numerosas fuerzas están en juego135. Dicho eso, el efecto de largo plazo de la deliberación pública sobre los principales asuntos de política ha sido documentado en estudios longitudinales tales como el citado en The Rational Public (El público racional), de Benjamin Page y Robert Shapiro136. Su análisis de las respuestas a una amplia variedad de asuntos de política a lo largo de 50 años mostró que las actitudes públicas son, en términos generales, consistentes, racionales y estables. La opinión del público ha demostrado ser consistente, esta investigación muestra que las políticas que la gente favorece, a largo plazo se corresponden con lo que consideran valioso. Page y Shapiro han mostrado que las actitudes públicas también son racionales porque hay claras razones que las sustentan; por ejemplo, la gente favorece un mayor gasto en empleo cuando el desempleo es alto. Y las preferencias públicas son estables en el sentido de que cambian incrementalmente en respuestas entendibles a los cambios de las circunstancias. ¿Por qué son tan consistentes, racionales y estables a lo largo del tiempo las preferencias de política? Page y Shapiro creen que es por lo “fresco y deliberado que es el sentido de comunidad”, el cual prevalece en la mayoría de los asuntos.
Al final del día, los estadounidenses tendrán que decidir. Ningún presidente puede buscar una política por un tiempo largo sin el apoyo y la comprensión del Congreso y del pueblo estadounidense. Eso ha sido demostrado una y otra vez. Dean Rusk137
Dan Yankelovich descubrió la influencia de la deliberación en los cambios de las actitudes al final de ciertas campañas electorales. Opiniones muy cambiantes fueron cuajando en juicios más estables. Así, las actitudes frente a los candidatos, que en un comienzo variaban considerablemente, poco a poco se fueron volviendo más racionales, consistentes y estables a medida que las elecciones se iban acercando. Este cambio puede ser el resultado de la deliberación cotidiana138. Habiendo citado a Yankelovich junto con Page y Shapiro, me siento en la obligación de repetir que no estoy argumentando que todo el público es sabio.
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Una decisión sólida simplemente es aquella que es consistente con que lo que piensa la gente es lo más valioso. Y más aún, una decisión sólida, en algún momento, puede estar absolutamente equivocada. La voz de la gente no es la voz de Dios. Sin embargo, la deliberación es benéfica y el reto está en reforzar el sentido deliberativo que existe en la ciudadanía. En vez de asumir que la deliberación está ausente, esta parece ser una estrategia más promisoria que debe ser introducida y después puesta en su justa dimensión.
Cuándo deliberar Para todos los efectos, la deliberación no lo cura todo. La toma de decisiones deliberativa no es necesaria en todas las situaciones; existen otras formas válidas de manejar opciones, tales como negociar con los involucrados o votando. Pero la toma de decisiones que hacen los ciudadanos solo es apropiada para cierto tipo de asuntos. • La deliberación es útil cuando los ciudadanos están conscientes de un problema pero inciertos acerca de si este amerita su atención. • La deliberación les ayuda a los individuos a identificar lo que es profundamente valioso y lo que está en juego. Se puede decidir sobre algunos asuntos aceptando o rechazando una solución técnica que no requiere deuna deliberación pública. La única advertencia aquí es que las decisiones pueden ser presentadas en términos puramente técnicos, profesionales o administrativos, pero que, de hecho, conllevan profundas implicaciones éticas y morales. • La deliberación pública es para situaciones en las que las decisiones no son finales. Aquellos asuntos sobre los cuales una decisión ha sido tomada –y para los cuales los tomadores de la decisión requieren apoyo– son los que se presentan de la manera más apropiada por sus promotores, quienes argumentan todos los méritos de su decisión. • La deliberación pública es apropiada para establecer direccionamientos de política y no para tomar decisiones administrativas. Algunos asuntos están en la jurisdicción de una agencia o institución específica que tiene la obligación legal de tomar una decisión, una obligación que no se puede delegar. Sin embargo, los foros deliberativos les pueden dar a los funcionarios ideas para percibir cómo decide la gente cuando le toca hacer transacciones difíciles. Estas nuevas percepciones pueden ser útiles cuando los
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funcionarios están tratando de comprometer al público. • La deliberación pública es muy útil para los funcionarios oficiales en las etapas tempranas del establecimiento de una política cuando el asunto de interés público aún no ha cristalizado, o, alternativamente, cuando la polarización amenaza con inmovilizar la agencia de gobierno. • Un problema seleccionado para una toma de decisiones deliberativa no puede ser muy abarcador porque es muy probable que haya muchos asuntos en juego y no uno solo. Por ejemplo, la reforma de todo el sistema de salud es un tema muy amplio que contiene muchas aristas problemáticas,tales como los costos obligatorios.
Para resumir, la deliberación pública es más útil en asuntos proclives a la división, a menos de que estos hayan sido denominados y enmarcados en términos públicos. Estos asuntos surgen cuando la gente se perturba con lo que está sucediendo, pero aún sin estar segura de cuál es el problema, ni de lo que hay que hacer.
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los asuntos públicos 8 Enmarcar para estimular la deliberación
Si la sabiduría de la acción cívica y de la política gubernamental depende del buen juicio y el buen juicio requiere de deliberación pública, ¿qué podría traer la deliberación pública para soportar el embate de los asuntos públicos que aparecen en escena? Aun si, como lo encontraron Page y Shapiro, la deliberación va cambiando lentamente las actitudes a lo largo de las décadas, algunos asuntos son tan urgentes, que la deliberación demorada se puede convertir en deliberación denegada. El que haya deliberación o no está influido significativamente por la manera como los asuntos se presentan o se enmarcan. Un macro está compuesto por opciones de acción cívica o de política. Las opciones son enfoques amplios para tratar un problema, no soluciones estrechas. Una opción para bajar el alto costo de la buena salud sería promover medidas preventivas. Otra opinión podría ser imponer el control de precios. Alguna forma de ir enmarcando el asunto se da todo el tiempo. Todos los días, los políticos, los profesionales en el Gobierno, los grupos de interés especiales y los medios enmarcan los asuntos. Algunos marcos frenan la deliberación en sus propios rieles: “¡Es a mi manera o a la de la autopista!” “¡Tenemos una solución que debe ser adoptada inmediatamente, y no hay otras opciones que valga la pena considerar!” “¡Mi opción es la correcta y solamente las moralmente negligentes se le podrían oponer!” Inclusive, presentar dos opciones que son polos opuestos puede disparar confrontaciones entre adversarios (es raro que haya sólo dos opciones para resolver un problema). La creación de un marco para estimular la deliberación implica incluir un rango de acciones posibles presentadas equitativamente, pero esta forma de enmarcar no restringe la posibilidad de que la gente añada otras opciones. De hecho, usualmente lo hace. Los marcos apenas son puntos de partida. Para agilizar la deliberación pública, un marco para la toma de decisiones debe lograr varias cosas: Presentar todas las opciones principales para actuar
frente a un asunto o problema139. Estas opciones provienen de lo que la gente valora (por ejemplo, la autorresponsabilidad en la opción de la medicina preventiva). Dado que hay muchas cosas que la gente valora o que están en juego, usualmente hay muchas opciones para ser consideradas. La investigación realizada en los Foros de Interés Nacional (fin) ha encontrado que, típicamente, hay tres o cuatro preocupaciones que conlleva un asunto y también que usualmente hay tres o cuatro opciones a seguir. Las opciones tienen que ser claras sobre quién debe actuar. ¿El Gobierno? ¿Las escuelas? ¿Los mismos ciudadanos? El todos deberíamos no es realista, más bien, los actores deben ser gente específica, grupos, organizaciones, instituciones, para que las deliberaciones sean auténticas. De lo contrario, acabarán siendo acerca de lo que ellos (algunos actores indefinidos) deben hacer. Cada opción se debe presentar equitativamente. La manera como la gente se siente frente a una opción no puede ser excluida –y no puede serlo–. Los neurocientífícos han encontrado que los sentimientos fuertes son un complemento necesario para el análisis racional. Sin emociones, la razón por sí sola es insuficiente para guiarnos140. A pesar de que las preocupaciones iniciales en el sentido de enfrentarse con asuntos con carga emocional fomentan la incivilidad, este no ha sido el caso de las deliberaciones de los fin, aun en temas sensibles como el aborto, el sida y las relaciones interraciales. La civilidad no asegura la deliberación, pero un marco deliberativo la alienta. Si el asunto no es presentado equitativamente, mucha gente insistirá en que lo que están viendo es un intento de manipulación. Y para ser justos, el proceso de enmarcar tiene que incluir las ventajas, así como las desventajas, de cada opción. Las ventajas y desventajas pueden ser consideraciones puramente prácticas como costos y eficiencia; deben reflejar lo que la gente valora. Dado que la deliberación toma en consideración las cosas que la gente valora profundamente, las descripciones de las ventajas y de las desventajas tienen que ser claras acerca de las preocupaciones que serán atenuadas por una opción y cuáles la exacerbarán. “¿Será que esta opción nos dejará más o menos seguros?” “¿Seremos más libres o tendremos más restricciones?” “¿Será que esta opción es justa?”. En otras palabras, el marco para la toma de decisiones tiene que identificar las tensiones que hay en todas las cosas que valoramos profundamente. A menos que la gente sea consciente acerca de las tensiones, tiende a ignorarlas. ¿Por qué arriesgar más conflictos en una sociedad polarizada? Aun si se 102
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represan las tensiones, ellas pueden reaparecer para bloquear el trabajo cívico. Como dije, las comunidades pueden enredarse en guerras de soluciones, mientras que los defensores se bombardean entre sí con hechos que acaban sustituyendo los valores. Es mejor trabajar y confrontar las tensiones en vez de esperar a que desaparezcan y a que todo el mundo esté de acuerdo (algo que raramente ocurre). Presentar las opciones de frente aclara lo que realmente está en juego y requiere deliberación. El propósito del marco deliberativo es ayudar a la gente a llegar al punto en que ya se podrá mover para solucionar un problema, aun cuando no sea en total acuerdo. Esto significa que la deliberación ayuda a crear el terreno común para la acción. Y el terreno común para la acción no es lo mismo que el acuerdo total, tan solo es una base pragmática para confrontar un asunto polémico. Este terreno es la arena de lo que es políticamente aceptable. El área delimitada por lo que el público no habría de soportar. Por ejemplo, en las deliberaciones de los fin sobre material ofensivo en la internet, los participantes estuvieron a favor de algunas restricciones, pero no de la censura del Gobierno141. Además, un marco deliberativo nos debe hacer más conscientes de que no solamente tenemos diferencias entre nosotros, sino con nosotros mismos. Tenemos conflictos individuales y colectivos porque cada uno de nosotros valora profundamente muchas cosas y ellas también chocan. Cuando reconocemos nuestros conflictos internos, nos abrimos más a las visiones de los otros. Mientras estemos absolutamente convencidos de estar en lo correcto, tendremos muy pocos incentivos de escuchar seriamente lo que dicen los demás (en el siguiente capítulo diré más sobre cómo el reconocimiento ayuda en la solución de los problemas). Mientras las personas que están en posiciones de autoridad puedan enmarcar los asuntos en términos partidistas o de expertos, no hay razón para que los ciudadanos enmarquen los asuntos en sus propios términos para promover la deliberación. En efecto, los ciudadanos pueden y de hecho han enmarcado muchos asuntos para la deliberación, en particular sobre asuntos locales142. Los Foros de Asuntos Indígenas de Ruth, arriba citados, son un buen ejemplo. A medida que la gente delibera, con frecuencia va revisando lo que ya había descubierto como marcos defectuosos. Enmarcar asuntos, así como denominar problemas, continúa mientras la gente va deliberando para encontrar un terreno común para la acción. De hecho, renombrar y reenmarcar son partes integrales de la deliberación.
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Lo que se requiere para enmarcar Para promover la deliberación, enmarcar un asunto o problema debe tener las siguientes características:
• Las cosas que le conciernen a la gente –que considera valiosas– se deben reflejar en las opciones para la acción y, lógicamente, las acciones deben seguir los intereses de la gente. • Las ventajas y desventajas de cada opción que requiere hacer transacciones deben ser claras. Y el marco deliberativo no se debe prestar a ser selectivo: Todas las anteriores porque eso permite evitar confrontaciones y tener que manejar las tensiones que resultan de haber hecho transacciones. • Las consecuencias que pueden salir de las acciones para resolver un problema también se deben describir en términos de sus efectos sobre las cosas que la gente valora profundamente y no sólo en términos prácticos de costos y factibilidad. • Los actores que necesitan actuar deben incluir a los ciudadanos que trabajan unidos (no solo como individuos). El marco también debe reconocer los actores gubernamentales, los no gubernamentales y los que tienen ánimo de lucro. • Cada opción debe estar presentada con un pie adelante, eso es, de la manera más positiva. Las consecuencias negativas se deben describir con igual equidad. Esto asegura el juicio justo que la gente busca. • Un marco efectivo debe reconocer los puntos de vista impopulares. • Los pros de una opción no son los contras de otra. Cada opción debe ser considerada a la luz de sus propias ventajas y desventajas. De otra forma, emnarcar trunca el proceso de toma de decisiones. • Un marco efectivo no debe provocar las conversaciones usuales, debe romper los viejos patrones y abrir nuevas conversaciones. Así, un marco para la deliberación pública no debe replicar ni el marco académico, ni el profesional, ni el partidista prevalecientes. Debe reflejar dónde está el pensamiento de los ciudadanos acerca de un asunto, cualquiera que sea; debe comenzar donde la gente comienza. • Frecuentemente, un marco efectivo deja a la gente nerviosa porque se hace más consciente acerca de los efectos indeseables de las opciones que más le gustan. Las tensiones o las transacciones deben ser claras, auténti-
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cas e inevitables porque se necesitan para producir el aprendizaje que el trabajo de opciones intenta crear.
No puedo sobreenfatizar la importancia de los marcos que habrán de crear el clima para el aprendizaje compartido. Los marcos deliberativos o los manuales sobre los asuntos de interés público que sirven como guías para la deliberación no han sido creados para simplificar asuntos complejos, sino para subrayar la perplejidad generada por las tensiones que se dan entre y dentro de las opciones, y por la necesidad de hacer transacciones difíciles. Esta perplejidad es el revuelo que le da pie al aprendizaje que les aporta información a las acciones.
Implicaciones para el compromiso cívico Crear un marco para la toma de decisiones, que comienza con la denominación de los problemas que reflejan las preocupaciones primarias de la gente, tiene implicaciones particulares para las instituciones y las organizaciones cívicas que buscan comprometer a otros ciudadanos. Pueden necesitar apoyo público o legitimidad, o tienen que cumplir mandatos legislativos de compromiso, o simplemente quieren elevar el nivel de participación pública en la comunidad. La visión de la Kettering sobre el compromiso ha estado influida por haber estado observando a los ciudadanos nombrar y enmarcar asuntos en preparación de, o durante la implementación de foros deliberativos. La primera impresión de la fundación ha sido que en vez de asumir que la gente es indiferente y que no se involucra, los esfuerzos para comprometer pueden comenzar con lo que ya compromete a la gente, con lo que consideran más valioso. Conectar al ciudadano de esta manera no implica sacarlo de su vida personal para meterlo en la política. En concordancia con esta impresión, a los líderes institucionales les conviene más ir donde la gente ya está congregada, en vez de depender de que los ciudadanos se presenten a las reuniones a las que han sido convocados. Este tipo de compromiso conecta los intereses personales con los asuntos públicos. Infortunadamente, muchos esfuerzos para comprometer comienzan donde las organizaciones comienzan –con sus denominaciones a los asuntos, con sus
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marcos para la toma de decisiones y con sus respuestas a los problemas que confrontan–. Lo repetiré, estos esfuerzos pueden resultar en un populacho persuadido, pero no en una ciudadanía responsable y comprometida. La fundación también ha llegado a ver que el público no es solamente un cuerpo estático como una audiencia o una lista de nombres de un directorio telefónico. Cuando la gente se compromete como ciudadanos, se mueve. Están ocupados relacionándose ente ellos. Trabajan unidos. El público puede ser educado como una fuerza dinámica y no solamente como un cuerpo estático. Pensando en el público más como electricidad que como bombillo, implica centrar la atención en las fuentes de la energía política. Sin ser estático, este público en movimiento no puede estar representado por ninguna persona o grupo selecto. La implicación de esta percepción es que el compromiso cívico debe estar conectado con la dinámica del trabajo cívico y no limitarse a comprometer individuos. Lo que hacen las instituciones y las organizaciones cívicas puede estar más relacionado con lo que hacen los ciudadanos, lo cual les dará los beneficios del trabajo cívico y también hará que ese trabajo sea más efectivo. Diré más sobre lo que es este trabajo en el capítulo siguiente. Por ahora, quiero traer a la memoria una referencia anterior alusiva a lo que los filósofos denominan lo político. El público dinámico no está ahí afuera y aparte de nosotros. Es interactivo –tanto dentro de cada uno de nosotros como entre nosotros–. No somos políticos por nuestra naturaleza, pero somos, por naturaleza, seres políticos. Hay una dimensión política en nuestra vida diaria; está en lo que hacemos con los demás. Y la vida diaria está llena de oportunidades para que los ciudadanos marquen la diferencia.
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9 Oportunidades en las comunidades Si el público se va a comprometer, se trata de una ciudadanía en movimiento, de una ciudadanía que trabaja unida para resolver problemas comunes y crear una vida mejor. ¿Y dónde se puede encontrar? Xavier de Souza Briggs piensa que en las comunidades143. Yo creo que tiene razón, aun cuando todos reconozcamos que las comunidades también tienen condiciones propias que pueden impedir que la gente se una entre sí. Los ciudadanos tienen desacuerdos sobre sus problemas y sobre la cosa correcta que se debe hacer frente a ellos. Se preocupan de no tener los recursos para actuar efectivamente. Organizan una multitud de proyectos que se mueven en diferentes direcciones, pero fallan en reforzarse unos con otros. Aprenden poco de sus esfuerzos; el ímpetu de civismo falla antes de haber generado logros. Son síntomas de los problemas de la democracia. Cuando digo comunidades, me refiero a comunidades con base geográfica –vecindarios, pueblos, ciudades, países–, los lugares en donde la gente vive, trabaja y levanta sus familias. Estas comunidades son constelaciones de pequeños grupos con intereses y puntos de vista diferentes. No son homogéneas. Para estar seguros, hay otro tipo de comunidades y muchos de nosotros pertenecemos a varias. Algunas comunidades no tienen base en un sitio específico, tales como aquellas que hay en la internet. Pero estoy hablando de comunidades geográficas porque lo que ocurre en ellas afecta la vitalidad futura de la economía, de la salud de los residentes, de la educación de los niños, del nivel de resiliencia frente a los desastres naturales y más.
La democracia debe comenzar en el hogar, y el hogar es la comunidad más cercana.
John Dewey144
Estas comunidades no tienen que ser enclaves parroquiales; los cambios ocurridos en ellas pueden comenzar localmente pero no están confinados a los vecindarios en donde han comenzado. El cambio se puede irrigar y, de hecho, se irriga145. Comienza con un sentido compartido de que la gente unida puede hacer las cosas, lo que se denomina eficacia colectiva. Robert Simpson encontró que
En los vecindarios que también son similares, los que tienen los niveles más altos de eficacia colectiva exhiben bajas tasas de crimen no solo en el presente, sino en los años subsiguientes… la eficiencia colectiva ha sido relativamente estable a lo largo del tiempo y... predice variaciones en las tasas de criminalidad ajustadas a las características agregadas de los individuos y de las formas más tradicionales de hacer redes vecinales (por
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ejemplo, crear lazos de amistad y de familia). Pero resulta más importante aún ver que las comunidades altamente eficaces parecen comportarse mejor en muchas otras cosas, incluido el peso al nacer, las tasas de embarazo juvenil, la mortalidad infantil, lo que sugiere una conexión con la salud total y con el bienestar, independientemente de la composición social. Entonces, en la mayoría de los casos, sin importar si se es rico o pobre, blanco o negro… la eficacia colectiva se refiere a una comunidad con una trayectoria de bienestar146.
Hacer el trabajo de la democracia Si el bienestar comunitario se relaciona con el hábito de trabajar juntos, la falta de habilidad de la gente para unirse es un problema serio no solo para la comunidad, sino para la democracia. Este capítulo describe las formas como los ciudadanos actúan para poner más control en sus manos, e identifica las oportunidades para hacer este trabajo. Pienso en formas de trabajar que empoderan al ciudadano, como las prácticas democráticas. He escogido la palabra prácticas para hacer una distinción. Las prácticas son más que las técnicas en cuanto tienen un valor en sí mismas. Hay técnicas para cortarse las uñas eficientemente, pero cortar tiene muy poco valor más allá de esa actividad en sí misma. Tocar piano, por otro lado, tiene un valor que trasciende el golpear una cuerda con una tecla; tocar tiene valor en sí mismo. Es una práctica. Tristemente, las oportunidades para emplear prácticas democráticas raramente se reconocen. Esto refuerza el miedo de que la gente no pueda marcar la diferencia en resolver sus problemas, un miedo a veces denominado elegantemente: pérdida de agencia, que es lo opuesto a la eficiencia colectiva. Estoy diciendo que la gente tiene más oportunidades para delinear el futuro de las que puede reconocer, pero no estoy implicando que cualquier cosa sería posible si la gente tan solo cooperara un poco más y se halara a sí misma con sus propios cordones. Mientras mucho de lo que la gente necesita para marcar la diferencia está en sus comunidades, no todo lo está. Y los ciudadanos no son del todo poderosos cuando se enfrentan al poder de la riqueza o a fuerzas impersonales como la globalización. Todavía, los ciudadanos se pueden beneficiar del cúmulo de recursos del empoderamiento si reconocen su potencial y las oportunidades de utilizarlos. La Ecología de la Democracia
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Suggsville: realizar las prácticas Un capítulo anterior discute varias de las oportunidades de las que estoy hablando y una de ellas se refiere a algo muy corriente –seleccionar el nombre para denominar un problema–. Qué nombre se la da a un problema y quién hace la denominación no son tareas insignificantes; nombrar y enmarcar son oportunidades. La fundación encontró estas oportunidades al observar clasificaciones de comunidades. Pero casos individuales tomados por sí mismos no reflejaron el significado de lo que estábamos viendo. Así que yo estoy haciendo una concesión al presentar lo que la Kettring aprendió. Sacrificando parte de la autenticidad de las historias individuales, he creado un pueblo imaginario –un avatar– llamado Suggsville147. Sin querer afirmar que la fundación ha encontrado comunidades perfectas para usarlas como modelos, he basado el Suggsville imaginario en lugares en los que hemos visto que las condiciones eran menos que ideales para subrayar las dificultades que los ciudadanos encuentran para hacer su trabajo.
Nombrar problemas para capturar lo que es más valioso para los ciudadanos Suggsville era y aún es rural y pobre. Alguna vez fue una próspera comunidad agrícola. El pueblo comenzó a decaer durante la década de 1970 mientras la economía agrícola se hundía. En la década de 1990, la tasa de desempleo sobrepasó el 40 %. Los precios de la propiedad cayeron en picada. Con poco más para reemplazar el ingreso de las fincas ociosas, un comercio de droga floreció. La mayor parte de los niños de Suggsville nacieron de madres solteras adolescentes. Las escuelas se plagaron de bajos resultados en las pruebas y de tasas de deserción escolar preocupantes. Las tasas de enfermedades superaron las de la mayoría de las comunidades; la obesidad se comenzó a volver epidémica y el alcoholismo se fue generalizando. Casi nadie que pudo abandonar el pueblo dejó de hacerlo, especialmente los jóvenes adultos con educación universitaria. Y para empeorar las cosas, la comunidad se dividió bruscamente: ricos y pobres, negros y blancos. Después del servicio religioso y en la tienda de comestibles sobreviviente, los suggsvillianos discutieron entre amigos y vecinos lo que estaba ocurriendo. Distintos grupos comentaron y les dieron vueltas a las dificultades del pueblo, pero no se tomaron decisiones ni se siguió ninguna acción. Después, consultores de la universidad de subvenciones de tierra, a quienes se les había pedido consejo, hicieron una modesta sugerencia –comiencen con una reunión local donde los ciudadanos pue110
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dan evaluar su situación y decidir qué hacer–. Inicialmente, la reunión propuesta por los consultores sacó a flote un puñado de ideas predecibles. La gente se sentó en grupos raciales homogéneos –hasta que alguien reorganizó las sillas en círculo para que los ciudadanos pudieran mezclarse–. Después de que los ciudadanos se desprendieron de sus discursos favoritos, contaron sus propias historias y dejaron de buscar a quién culpar, fueron llegando al punto de acodar la identificación de los problemas que les preocupaban a todos. La seguridad económica encabezó la lista, pero no fue la única preocupación. El crimen fue otra. A medida que la reunión local continuó –lentamente y algunas veces de manera vacilante–, los suggsvillianos sacaron a la luz un número de preocupaciones que reflejaban lo que ellos valoraban. La gente no escogió un asunto y descartó todos los demás. La necesidad de restablecer el bienestar fue el primer nombre que se le dio al problema del pueblo, el cual resonó con otras preocupaciones como la inestabilidad familiar. La estructura social y el orden moral parecían derrumbarse y la gente se sentía insegura. A medida que la gente añadía nombres a los problemas, se iban implicando ellos mismos en su solución. Algo podían hacer frente al alcoholismo que estaba amenazando tanto a las familias como al orden social. Y podían hacer algo por los niños que estaban sufriendo mientras los adultos poco se preocupaban por su bienestar. Nombrar (el problema) era una oportunidad para recuperar el sentido de agencia. Si la historia de Suggsville hubiera estado en un video, yo habría pausado aquí y habría explicado que la reunión local y las otras conversaciones casuales fueron oportunidades para que los ciudadanos pudieran tener una mayor injerencia en delinear su futuro. Sus problemas se podrían denominar en términos acordes con las cosas que ellos valoraban148. No es difícil averiguar lo que la gente considera valioso. Solo hay que preguntar cómo los afecta un problema a ellos y a su familia, o qué es lo que está en juego. Pero nombrar un problema en términos de lo que a la gente le importa profundamente (en términos públicos) no es simplemente describirlo en el lenguaje cotidiano. Cuando la gente habla de lo que está en juego, trae preocupaciones profundamente importantes para la mayoría de ellos. Ya cité algunas de ellas –estar seguros del peligro, tener libertad para de seguir los intereses propios, ser tratado justamente por los demás–. Pero los problemas no siempre se denominan en términos de lo que es valioso para los ciudadanos; es más probable que se denominen con nombres dados por expertos, profesionales, líderes institucionales o los medios. Y en sí, no La Ecología de la Democracia
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hay ningún problema con eso; los nombres que usan los expertos generalmente son técnicamente precisos. Pero lo desafortunado es que estos nombres rara vez reflejan las cosas más intangibles que a la gente le preocupan profundamente. Por ejemplo, la gente es más proclive a relacionar la pobreza cuando se la denomina de la manera como la ven, que es el hambre. El resultado de estas diferencias es que necesariamente la gente no siente conexión con los asuntos que los que están en posiciones de autoridad consideran importantes. Y estos líderes pueden llegar a interpretar esta falta de conexión como indiferencia pública. Los nombres que usan los expertos, particularmente cuando son utilizados por las escuelas y las instituciones gubernamentales, también pueden sugerir lo poco que los ciudadanos pueden hacer frente a los problemas. En consecuencia, la gente se desmotiva para involucrarse porque no ve cómo puede marcar la diferencia. Por ejemplo, la invitación de una organización para el desarrollo económico a participar en la solución a un problema puede sonar vacía si el problema ha sido denominado de una manera que en nada se relaciona con lo que la gente valora. Las instituciones ansiosas de comprometer a los ciudadanos podrían tomar nota: denominar los problemas en términos de los usos públicos puede facilitar el tipo de compromiso cívico más profundo porque los nombres que reflejan las preocupaciones más profundas de la gente la estimulan a apropiarse de sus problemas. La apropiación de los problemas es una fuente de energía muy potente para el trabajo cívico.
Enmarcar los asuntos para identificar todas las opciones y las tensiones que hay en ellos En cuanto a las preocupaciones sobre la economía, una de las primeras propuestas de lo que se fue convirtiendo en una serie de reuniones locales de Suggsville fue la de reclutar una compañía manufacturera. La sugerencia se mantuvo sobre la mesa a pesar de que algunos participantes tenían objeciones prácticas –casi todos los pueblos del estado estaban compitiendo por industrias nuevas–. Algunas figuras de autoridad sobre temas de desarrollo habían recomendado una estrategia de crecer los negocios propios, pero sin estar convencidos de que era una buena recomendación; algunos de los partidarios de reclutar una industria nueva se salieron del grupo y fueron a buscar ayuda en la oficina estatal de desarrollo económico. Sin embargo, la mayoría de los participantes continuó discutiendo las recomendaciones para estimular los negocios locales. Varios mencionaron un restaurante que se había abierto recientemente y prometía estimular un modesto renacer del
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centro del pueblo. Infortunadamente esa promesa no se estaba haciendo realidad porque los hombres mayores y los jóvenes desempleados se congregaban a beber en la calle, justo al frente del restaurante. Los clientes se intimidaron. En este punto de las reuniones de Suggsville, y habiendo oído ya las preocupaciones de todos, las visiones sobre el futuro del pueblo y las acciones que se podrían tomar, se presentaba la oportunidad de crear un marco incluyente de todas las necesidades requeridas para trasformar las visiones en realidades. Como se dijo arriba, la toma de decisiones pública se beneficia mejor de un marco que incluya las mejores opciones (basadas en lo que la gente considera valioso) y también que identifique las tensiones existentes acerca de lo que a la gente le preocupa más profundamente. El reconocimiento de estas tensiones es crítico para poder confrontar estos desacuerdos. Si enmarcar un asunto es clave para manejar los desacuerdos, es bueno saber cómo ocurre esto en la realidad. El proceso puede comenzar con la pregunta de todos los días: “Si está tan preocupado, ¿qué cree que se debe hacer?”. Y, como sucedió en Suggsville, la gente respondió típicamente hablando tanto de las preocupaciones y de las acciones que favorecían. Las preocupaciones están implícitas en las sugerencias para la acción. Las preocupaciones de la gente, que usualmente son muchas, generarán una variedad de propuestas específicas para la acción. Ciertamente eso sucedió en Suggsville cuando el asunto de interés público era qué hacer frente a la economía tambaleante. En las reuniones locales la gente propuso numerosos cursos de acción para revivir la economía. Casi todos comenzaron asumiendo que el problema era la falta de empleos, pero el diagnóstico fue cambiando a medida que otras preocupaciones se fueron señalando. Aun cuando cada curso de acción fuera diferente, con frecuencia se centraron alrededor de una preocupación básica. En este caso fue la economía, de manera que las distintas acciones contempladas para estimular el crecimiento, en realidad eran parte de una opción. Una opción está hecha de varias acciones que tienen el mismo propósito o que se mueven en la misma dirección. Acciones como atraer la industria, motivar la creación de compañías nuevas o apoyar los negocios locales tenían todas que ver con la generación de empleos. Otras opciones que emergieron en las reuniones locales incluyeron la creación de un lugar mejor para vivir con acciones como el mejoramiento de las escuelas, la oferta de más programas para la gente joven y la reducción del crimen. El desarrollo económico fue definido como una mayor prosperidad y no simplemente empleos.
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Un marco que reconozca las principales preocupaciones y que presente las opciones que se desprenden de ellas (junto con las varias acciones y actores que hay que involucrar) establece el escenario para recorrer un camino justo. Y para que un camino sea justo, cada opción tiene que ser presentada con sus mejores potencialidades, así como con sus mayores desventajas. Un camino justo en la toma de decisiones públicas compromete las tensiones en vez de evitarlas. A medida que la gente lucha con las opciones para tratar un problema, con frecuencia se encuentran jalonadas y remolcadas en direcciones diferentes. Invariablemente, estas tensiones levantan sentimientos fuertes y nada hará que estas emociones desaparezcan. Por otro lado, si la tarea de enmarcar comienza con el reconocimiento de lo que los ciudadanos valoran, la gente se puede dar cuenta de que sus diferencias son sobre los medios para alcanzar los mismos fines. (El ejemplo que ya usé antes es que todos valoramos la seguridad y la libertad, aunque tengamos diferencias en cómo equilibrarlas). Este reconocimiento tiene el potencial de cambiar el tono sobre los desacuerdos. La conversación se abre y se hace menos dogmática.
El desacuerdo en sí mismo no es un problema de la democracia, está enraizado en la naturaleza humana y no se puede resolver ni eliminar. De hecho, un cierto nivel de desacuerdo es esencial en una democracia porque la diversidad de opinión se protege contra el pensamiento de grupo y de los errores a los que este conduce. El problema es cómo se maneja el desacuerdo. Las tensiones inevitables sobre qué es lo correcto que hay que hacer no siempre son reconocidas ni trabajadas. Ese es el problema que debilita la democracia.
Cuando nos damos cuenta de que personalmente estamos siendo jalonados en diferentes direcciones podemos volvernos menos absolutos en nuestras opiniones y estar más abiertos a las visiones de los otros, inclusive con aquellas con que no estamos de acuerdo. Esta apertura nos permite ver los problemas desde perspectivas diferentes, lo cual nos da una visión más completa de ellas. Este entendimiento expandido es crucial para una resolución de problemas efectiva. La redefinición de los problemas nos hace pensar en una nueva forma de combatir un problema.
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Deliberar públicamente para tomar decisiones sólidas En la siguiente reunión local de Suggsville, la asistencia fue mayor. Algunos miembros del Concejo Municipal y otros pocos funcionarios comenzaron a participar. Los participantes sabían lo que estaba en juego: nada menos que la vida de la comunidad. Comenzaron hablando acerca de lo que se podría hacer para salvar el restaurante. Inicialmente la conversación fue sobre a quién culpar de las dificultades del restaurante. El jefe de Policía argumentaba que el problema era la holgazanería y recomendó la aplicación más estricta de las ordenanzas. Otros no estaban tan seguros. La aplicación estricta, aun si llegare a funcionar despejando las calles, le podría dar a la comunidad la apariencia de un estado policial. ¿Podría la gente vivir con estas consecuencias? Otros seguían preocupados por los problemas que a su juicio contribuían a la holgazanería. Una mujer sugirió que la holgazanería era un síntoma del alcoholismo extendido. A medida que los ciudadanos fueron poniendo sus preocupaciones sobre la mesa, lidiaron con lo que era más importante para el bienestar de la comunidad. La gente valoraba muchísimas casas. El Suggsville que querían crear sería amigable a la familia y seguro para los niños. Tendría buenas escuelas, así como una economía fuerte. Pero todo lo que se podía hacer para alcanzar esos objetivos tenía inconvenientes potenciales, como el caso del cumplimiento más estricto de la ley. Las tensiones eran inevitables. La gente tenía que decidir qué era lo más valioso para la comunidad. Parecían estar listos para sopesar las consecuencias potenciales de las diferentes opciones que atentaban contra las cosas que valoraban profundamente. Volvamos a salir de Suggsville y veamos la oportunidad de convertir la discusión en una deliberación pública que pueda sopesar las varias opciones frente a todas las cosas que la gente había valorado profundamente. La puerta estaba abierta para formular preguntas en la reunión como “si hacemos lo que usted sugiere, y eso funciona –a pesar de tener consecuencias negativas–, ¿se mantendría usted en su propuesta?” El trabajo de opciones de la toma de decisiones deliberativa se da por etapas y nunca todo a la vez149. Una reunión local o un foro no son suficientes. Las etapas no son pasos sucesivos sino puntos a lo largo del camino de un proceso evolutivo. Inicialmente, en algunas comunidades, los ciudadanos pueden no estar seguros de si hay un problema sobre el que ellos deban estar preocupados. En la primera etapa, la gente tiene que decidir si algo que valora profundamente está en juego. Un poco más tarde, ellos pueden tomar conciencia de un problema que toca algo que ellos valoran, aunque simplemente se quejen de él. El La Ecología de la Democracia
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asunto es a quién culpar. En esta etapa, la gente puede no ver las tensiones o la necesidad de que los ciudadanos actúen. Cuando las tensiones efectivamente aparecen, es usual que la gente luche a medida que va sopesando las ventajas y desventajas de varias opciones. Eventualmente, los ciudadanos pueden trabajar sobre un asunto y establecer un rango de acciones para moverse en una dirección común.
Ver al público moverse a lo largo de estas etapas hizo que Dan Yankelovich se diera cuenta de que la ciudadanía democrática tiene una curva de aprendizaje. Esto significa que la gente no simplemente recoge información y llega a un nuevo entendimiento de un problema. Su comprensión evoluciona dando brincos en vez de seguir una trayectoria tranquila. El punto es que el público puede aprender –tal vez no muy rápido y ciertamente no de manera perfecta– más a menudo de lo que se cree150.
Estas etapas tienen implicaciones importantes para los líderes institucionales y para los funcionarios. Saber si los ciudadanos están (o no están) mentalizados es crucial para comprometerlos. Cuando los ciudadanos no están seguros de que existe un problema, es bueno aconsejar a los líderes que comiencen donde la gente comienza, aun cuando los expertos hayan podido avanzar en su pensamiento. Los ciudadanos aún pueden no estar listos para considerar soluciones. El asunto que debe ser tratado en este momento es la naturaleza del problema; ¿qué es exactamente lo que está en juego? Ciertamente cuando la gente reconoce que hay un problema serio, aún sigue buscando un chivo expiatorio, pues revisitar la naturaleza de un problema parece ser mejor que tener unos funcionarios presionando para favorecer su solución preferida. Aun cuando los ciudadanos sobrepasan la búsqueda de un culpable, pueden seguir estando inseguros acerca de sus opciones y de las transacciones que pueden tener que hacer. En esta etapa, son susceptibles de polarizarse, especialmente si los políticos se comprometen con una estrategia difícil de vender. Pero a pesar de eso, una vez que la gente llega al punto de luchar con las transacciones, es más proclive a abrirse a información relevante para sus preocupaciones. 116
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Cuando finalmente la ciudadanía establece un direccionamiento para moverse, no es que produzca un conjunto de instrucciones para que los funcionarios las lleven a cabo, sino que los funcionarios ya tendrán un sentido más claro de lo que los ciudadanos apoyarán o no. En algunos casos, los funcionarios pensarán que el mejor curso de acción está fuera de los límites de lo que es políticamente permisible. En estas situaciones, las deliberaciones públicas les pueden decir a los funcionarios cómo es que la ciudadanía se fue mentalizando, de tal manera que puedan comprometer este pensamiento cuando crean que es equivocado.
Identificar y comprometer recursos A medida que la gente de Suggsville iba trabajando las tensiones, algunos grupos cívicos ya estaban actuando o planeando cómo hacerlo. Decidir y actuar están entrelazados. Preocupadas porque había muchos jóvenes con muy poca supervisión de adultos, varias organizaciones comunitarias respondieron con ofertas de cosas que estaban dispuestas a hacer si otros se les unían: organizar ligas de béisbol y de sófbol, ofrecer clases después de la escuela, ampliar los servicios para los jóvenes en las iglesias, organizar una banda musical. La observación de que el alcoholismo estaba contribuyendo a las dificultades del pueblo impulsó a otros participantes en las reuniones a proponer el establecimiento de un capítulo de Alcohólicos Anónimos. ¿Y dónde se reunirían? Alguien ofreció un edificio deshabitado gratis. Mientras más proyectos se iban desarrollando y los ciudadanos se iban integrando entre sí, nuevos reclutados fueron llegando a las reuniones. En vez de tomar una sola decisión, la gente montó una gama de iniciativas que pudieron ser coordinadas sin mucha rigidez porque eran razonablemente consistentes con el sentido de dirección que fue saliendo de las deliberaciones. En vista de que las decisiones no se implementan por sí mismas, los suggsvillianos anduvieron muy ocupados identificando y comprometiendo recursos. A medida que la gente llegó a ver sus problemas económicos de manera más clara, recursos que antes ni se habían visto ni se consideraban relevantes fueron adquiriendo un nuevo significado. Lo mismo sucedió con la gente y las organizaciones que controlaban esos recursos. Los suggsvillianos que sabían entrenar a los jóvenes para jugar béisbol antes no habían sido vistos como un activo hasta que la revitalización de la comunidad fue entendida más allá de un estricto problema económico.
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Los recursos necesarios para implementar una decisión en ocasiones están escondidos en lugares inimaginables. En una de las localidades más pobres de Suggsville algunas personas estaban preocupadas por la forma como los jóvenes estaban (y no estaban) aprendiendo. La congregación de una iglesia cercana respondió. Los miembros encontraron los recursos para mejorar la educación entre la misma que gente de la que típicamente se creía que muy poco tenía para ofrecer –incluidos aquellos con muy poca educación–. Descubrieron estos recursos haciendo una serie de preguntas: ¿Qué sabe usted hacer bien? ¿Dónde lo aprendió? ¿Qué lo ayudó a aprenderlo? ¿Alguna vez le ha enseñado algo a alguien? ¿Qué piensa usted que hizo que su maestro fuera efectivo?151 La primera reacción de la gente fue: “Yo nunca le he enseñado nada a nadie”, tal vez porque asociaron la enseñanza con aulas de clase. No obstante, luego describieron numerosas formas como efectivamente habían educado a otros. Habían enseñado destrezas básicas como cocinar, coser y cuidar equipos. Sus clases incluían virtudes como paciencia, persistencia y sacrificio. Tales recursos son activos genuinos: ayudan a resolver problemas. Y cuando la gente reconoció que tenía estos recursos, obtuvo un sentido de agencia, de ser capaz de marcar la diferencia. Para que los ciudadanos se puedan ver a sí mismos como actores, el inventario de sus recursos se puede hacer al inicio de la preparación de los marcos para promover la deliberación mediante la identificación de los actores potenciales. Las instituciones –gobiernos, escuelas, hospitales y las ong principales– son actores obvios y aunque necesarios, rara vez son suficientes para confrontar los problemas más persistentes de las comunidades, los cuales provienen de muchas fuentes y requieren alguna respuesta de cada sector de la comunidad. Infortunadamente en muchas comunidades estos recursos locales nunca son identificados; la política institucional se ha impuesto. Los ciudadanos pueden haber denominado y enmarcado un problema, pero sin quererlo, los funcionarios se pueden atravesar y ahuyentar a los ciudadanos. Las instituciones tienden a depender de las rutinas con las que están familiarizadas, como la planeación estratégica, la cual normalmente no incluye provisiones para el trabajo cívico. Frecuentemente los profesionales asumen que una vez que la gente se ha pronunciado, es tiempo de que los ciudadanos se retiren y de que ellos les hagan el seguimiento a sus recursos. Otra razón por la que el trabajo de los ciudadanos con otros ciudadanos se subestima es que los líderes institucionales y políticos han estado frustrados tratando de comprometer a la gente, tal como se reportó arriba. Aún más, las instituciones tienen dinero y autoridad legal, pueden confiar en contratos lega118
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les. El público democrático no puede mandar a la gente o desplegar equipo, y muy rara vez tiene autoridad legal.
Yo creo en la democracia porque libera las energías de todo ser humano Woodrow Wilson152
Entonces, ¿por qué la gente hace cosas como organizar grupos de rescate después de los desastres naturales cuando no hay ningún aliciente financiero u obligación legal? Después de todo, entrar a un vecindario devastado no solamente consume mucho tiempo, puede ser peligroso. Con frecuencia, la gente se compromete con este tipo de esfuerzos y lleva a cabo lo que prometió hacer si sus compromisos se hacen públicos. Sus compañeros ciudadanos esperan eso de ellos (Recuérdese el poder de los pactos). Estos compromisos se refuerzan cuando los otros prometen utilizar sus recursos. Las normas de reciprocidad entran en juego. Tal como sucedió en Suggsville, no deja de ser común para la toma de decisiones deliberativas que esté seguida de promesas mutuas de compromiso de recursos en los foros o reuniones locales subsiguientes. Organizar la actuación complementaria A medida que el trabajo cívico progresaba en Suggsville, varias personas retornaron al argumento de que, mientras alentar a los negocios locales estaba
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muy bien, nunca se generarían suficientes empleos para revivir la economía. Insistían en que el pueblo aún necesitaba atraer inversión externa. Alguien señaló con prontitud que el centro del pueblo, especialmente el parque, estaba tan feo, que nadie en su sano juicio consideraría a Suggsville una locación atractiva para abrir un negocio nuevo. Y aunque algunos vieron la conexión entre la condición del parque y el reclutamiento industrial, nadie negó que el pueblo necesitaba lavarse la cara. El equipo de sanidad de Suggsville, compuesto por tres personas, había hecho todo lo posible para estar al día con la recolección de basuras. Pero ¿estaba la gente lo suficientemente preocupada con la limpieza para asumir las consecuencias? ¿Se presentarían para limpiar el parque ellos mismos? Anteriormente las respuestas a este tipo de llamados habían sido mínimas. Esta vez, después de uno de los foros comunitarios, un grupo de personas se comprometió a reunirse el sábado siguiente en el parque, con rastrillos, cortadoras y bolsas de basura. Durante la mayoría de estas reuniones locales comunitarias, el alcalde recientemente elegido se sentó silencioso, mirando lo que ocurría. Los foros habían comenzado durante la administración de su predecesor y el nuevo líder del pueblo no sentía ninguna obligación hacia ellos. De hecho, estaba un poco desconfiado de lo que los ciudadanos estaban haciendo. Los miembros del Concejo Municipal temían que las reuniones locales fueran a resultar tan solo en otro grupo de presión. Pero nadie le hizo ninguna demanda al gobierno municipal, aun cuando algunos ciudadanos llegaron a pensar con extrañeza que el alcalde no se hubiera ofrecido a ayudar con la limpieza. Después, y antes de que llegara el sábado, la gente se sorprendió al encontrar que el alcalde había enviado trabajadores al parque con camiones y equipo pesado para hacer lo que las herramientas traídas de las casas no hubieran podido hacer. Las oportunidades para que la ciudadanía actúe van emergiendo a medida que la gente va decidiendo sobre los direccionamientos comunes y los propósitos compartidos. Esto fue lo que sucedió en Suggsville. Tan pronto el público obtuvo sus propios recursos distintivos, también obtuvo su propia forma de organizar la acción y de actuar. Las agencias gubernamentales actuaron en nombre del público y la gente actuó individualmente trabajando voluntariamente en todo tipo de proyectos cívicos. Ambos son benéficos, pero ninguno es la actuación cívica. Cuando la ciudadanía actúa, diferentes grupos lanzan una flota de pequeñas iniciativas. Y aunque la ciudadanía actúa en una variedad de formas, estas iniciativas se refuerzan entre sí cuando tienen un sentido compartido de dirección o de
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propósito que bien puede emerger de las deliberaciones públicas. El resultado –la actuación complementaria de los ciudadanos– no solo es multifacético sino que también se refuerza mutuamente; varios esfuerzos cívicos se completan entre sí. Esto es distinto de la cooperación coordinada por las organizaciones cívicas. La acción cívica complementaria emplea la capacidad de la gente para que se autoorganice. Los seres humanos parecen tener la capacidad de organizarse a sí mismos, una capacidad muy evidente cuando los desastres naturales barren con todas las avenidas de acceso a la asistencia externa153. La autoorganización entre la gente que no está familiarizada o es igual entre sí probablemente se remonta a la época pretérita de los cacicazgos tribales; una época en la que había poca jerarquía pero sí una necesidad de autoorganización para poder sobrevivir. Eso ocurrió mucho antes de que los griegos acuñaran el término democracia154. La actuación complementaria requiere de un grado de coordinación (todos deben presentarse para limpiar el parque el mismo día), pero no está regulada administrativamente y no incurre en gastos administrativos. Esto significa que el costo de hacer las cosas usualmente es más bajo que los costos administrativos. La recompensa de la actuación pública complementaria trasciende los productos tangibles del trabajo cívico. Como lo mostró la investigación, el trabajo que hace la gente unida, como limpiar un parque, es valorado no solo porque el parque se embellece, sino porque se demuestra que cuando la gente une fuerzas, se puede marcar la diferencia155. Y cuando la gente trabaja unida, obtiene un sentido más realista de lo que pueden esperar unos de otros. Esto es confianza política, que no es lo mismo que confianza personal y no se debe confundir con esta. La confianza política se puede desarrollar con personas que no son familia o amigos. Todo esto es necesario para que los ciudadanos reconozcan que se necesitan entre sí para resolver los problemas de la comunidad. Ese reconocimiento construye relaciones pragmáticas156. La habilidad de la actuación complementaria para suplementar en vez de sustituir la acción institucional ha tenido un largo reconocimiento en investigación sobre reforma urbana. Por ejemplo, Clarence Stone, que la gente y las instituciones que forman alianzas en los vecindarios urbanos logra mucho más que lo que puede cualquier institución sola157. Las instituciones deben tener pocas dificultades en promover la actuación complementaria cuando la valoran y le abren un espacio. ¡Los cuadros y las burbujas se necesitan unos a otros!
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Aprender como una comunidad Aunque el restaurante se mantuvo, la industria nueva no llegó a Suggsville. El tráfico de droga siguió siendo un problema, pero la vigilancia de la gente, junto con el incremento de la del departamento de Policía, redujo el comercio. La holgazanería multitudinaria en las calles fue disminuyendo. Más gente asistió a las reuniones de Alcohólicos Anónimos a pesar de que el alcoholismo siguió siendo un problema. Un nuevo programa de recreación de verano se popularizó entre la gente joven, y los embarazos adolescentes se redujeron un poco, al igual que las tasas de deserción escolar. Con el tiempo, el grupo de mejoramiento de Suggsville se convirtió en una asociación cívica oficial. Como era de esperarse, la organización vivió las disputas internas usuales que afectaron la solución comunitaria de los problemas. Sin embargo, cuando una controversia comenzaba a crecer en la comunidad o un asunto público comenzaba a requerir atención, los ciudadanos utilizaron la asociación para traer a la gente y unirla. Algunos proyectos no funcionaron. En muchos casos, cuando eso sucedió, los miembros de la asociación ajustaron sus puntos de vista y lanzaron más iniciativas. Tal vez este ímpetu tuvo algo que ver con la forma como la asociación involucró a la comunidad en la evaluación de los proyectos. Con regularidad la asociación convocó a reuniones en las que los ciudadanos podían reflexionar acerca de lo que la comunidad había aprendido, sin importar si los problemas habían tenido éxito. El éxito no fue tan importante como las lecciones que se pueden aprovechar para esfuerzos futuros. Suggsville se había convertido en una comunidad de aprendizaje158. En este aprendizaje colectivo o público, la ciudadanía o la comunidad aprenden por sí mismas y ese aprendizaje se refleja en un cambio de comportamiento. Por ejemplo, Suggsville cambió la forma de hacer negocios cuando se hicieron las reuniones locales. Los fundadores siguieron moviéndose y la membresía fluctuaba, pero la asociación de mejoras que patrocinó los foros siguió operando por años después de haber sido formada. Obviamente hay muchas oportunidades para que la ciudadanía aprenda después de que la comunidad ha actuado para enfrentar un problema. Todos quieren saber si el esfuerzo tuvo éxito. La prensa declara que los resultados han sido benéficos, dañinos o sin consecuencias. Una a una, las conversaciones brotan en la tienda de comestibles. Afuera, los profesionales hacen evaluaciones objetivas. Pero, a pesar de todo esto, puede suceder que la ciudadanía no aprenda
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mucho de las conclusiones de los medios, de las conversaciones casuales o de las evaluaciones profesionales. Que la ciudadanía no aprenda se puede deber a la interferencia no intencional de ciertos tipos de evaluaciones convencionales basadas en resultados que utilizan los evaluadores neutrales. Para que la comunidad aprenda, la gente tiene que enfocarse en sí misma como comunidad. La evidencia a ser evaluada no se puede limitar a lo que los proyectos hayan logrado, tiene que incluir qué tan bien han trabajado los ciudadanos unidos. Dicho esto, el aprendizaje cívico puede suplementar las evaluaciones basadas en resultados que frecuentemente son requeridas por los patrocinadores. El aprendizaje público es peculiar en que los resultados no se miden solamente frente a metas fijas y preconcebidas. Cuando una ciudadanía democrática aprende, tanto los objetivos de los esfuerzos cívicos como sus resultados se deben poner sobre la mesa para ser inspeccionados, y no solamente los resultados. A medida que la gente aprende, puede darse cuenta de que lo primero que creyó que era más valioso resultó ser tan importante como parecía serlo inicialmente. Las oportunidades para el aprendizaje público no están confinadas a evaluaciones finales. Se pueden dar a todo lo largo del proceso de trabajo ciudadano. Denominar un asunto en términos públicos es conocer lo que los otros valoran. Enmarcar un asunto de interés público implica aprender sobre todas las opciones de acción –así como sobre las tensiones que deben ser trabajadas–. Decidir colectivamente es aprender cuáles acciones son consistentes o inconsistentes con lo que se considera más valioso. Identificar recursos es aprender qué recursos son relevantes y en donde se pueden encontrar los aliados en potencia. Organizar la acción complementaria es aprender qué iniciativas se refuerzan entre sí. De muchas maneras, el aprendizaje público es renombrar, reenmarcar y decidir otra vez después de un hecho. Es una deliberación en reversa. Las preguntas son muy similares: ¿Debimos haber hecho lo que hicimos? ¿Fue esto realmente consistente con lo que ahora pensamos que es lo más importante? El mayor beneficio del aprendizaje cívico es el aumento de la capacidad cívica como resultado de lo que Hannah Arendt, basándose en el filósofo alemán Emanuel Kant, denominó mentalidad extendida, la habilidad de ver las cosas desde el punto de vista de los demás159. El aprendizaje público desarrolla la ca-
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pacidad ciudadana de ver nuevas posibilidades en la vida. Se puede decir que mejora la mirada cívica. Las comunidades que aprenden son como el estudiante ideal que hace todas las lecturas que le asignan y después va a la biblioteca o busca por internet para encontrar más. Las comunidades no copian un modelo ni utilizan una fórmula. En vez de seguir las mejores prácticas, las comunidades de aprendizaje estudian lo que otras han hecho, pero adaptando lo que ven a sus propias circunstancias. Crean prácticas mejores aún. Los proyectos comunitarios que en primera instancia buscan el éxito inmediato tienden a terminar cuando sus metas se han cumplido. Esto puede ocurrir aun si los problemas permanecen. Por otro lado, los proyectos que no tienen éxito decepcionan a los ciudadanos y también se detienen. Así, el éxito y el fracaso pueden tener el mismo resultado, la gente se retira en ambos casos. Cuando las comunidades están aprendiendo, tienden a presionar el avance porque ven más allá del éxito y del fracaso. Como Rudyard Kipling escribió: “Tratan a esos dos impostores de la misma manera”160. Si el trabajo en las comunidades que están aprendiendo va bien, la gente trata de mejorar con él. Si fracasa, aprende de sus errores. Aprender a través de y en una comunidad es más que adquirir y diseminar información. Es más que evaluar los esfuerzos cívicos. Es una mentalidad sobre el cambio y el progreso, una actitud abierta a la experimentación y reflexiva frente al fracaso. “Si al comienzo no tiene éxito, trate, trate de nuevo”. Y si tiene éxito, levante la copa y aspire a más. El aprendizaje público es una mentalidad que lleva a la cultura democrática.
¿Qué ocurrió? La asistencia a las reuniones de la asociación siguió creciendo y cayendo, según los problemas que iban siendo tratados. Algunos miembros de la asociación se preocuparon por estas fluctuaciones; otros pensaron que hacer que la gente llegara a las reuniones era menos importante que construir lazos con otros grupos cívicos y coaliciones de vecindarios rurales, así como con instituciones como las agencias estatales para el cumplimiento de la ley y el departamento de salud pública. La creación de redes fue una prioridad. Mucha gente se retiró porque quiso que la asociación jugara un papel más de partidista. Pero la asociación se rehusó a dejarse empujar a las campañas electorales locales o a respaldar causas especiales. Hoy Suggsville podría no caber en ninguna lista de modelos comunitarios, 124
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pero el pueblo ha cambiado: los ciudadanos tienen una habilidad mejor para influir en su futuro. Al preguntársele a un suggsvilliano qué produjo el trabajo cívico realizado, respondió que había sido el aprendizaje de cómo trabajar unidos.
Construir sobre lo que existe Mucho del progreso logrado en Suggsville se basó en haber hecho uso de lo que ya estaba sucediendo o capitalizando los potenciales que estaban a la espera de ser desarrollados. Todas las prácticas utilizadas para hacer el trabajo de los ciudadanos fueron adaptadas de rutinas con las que estaban familiarizados. La gente ya estaba conversando de cómo los problemas del pueblo la estaban afectando, ya estaba pensando sobre lo que se debería hacer y sobre sus opciones. Las reuniones locales tan solo hicieron que estos elementos se pusieran en uso en la denominación y el enmarque de los problemas para que los ciudadanos se involucraran en sus propios términos. Muchos de los recursos necesarios para combatir algunos de los problemas del pueblo están disponibles en lugares improbables, aun en el caso de la educación que la gente con poca educación formal podía proveer. Tal como John McKnight y John Kretzmann lo demostraron, la identificación de los activos inexplorados puede ser más poderosa que solo enfocarse en las necesidades161. Los logros principales de Suggsville consistieron en ver el potencial de lo que ya existía. En un pueblo que se habría podido definir por lo que no podía hacer, la gente tuvo la capacidad de mostrar que había algunas cosas que ellos podían hacer. Ciertamente no ellos solos del todo, ciertamente no sin ayuda de afuera, pero la gente del pueblo esencialmente comenzó desde adentro. Puede que no hayan usado la expresión eficacia colectiva, pero ciertamente la tuvieron. Eventualmente Suggsville cambió su cultura política –cambió la forma de atender sus asuntos–. Se puede decir que desarrolló una democracia basada en activos con una estrategia de comenzar con lo que ya estaba ocurriendo o que estaba disponible por ahí cerca. También es significativo que las prácticas utilizadas en el pueblo no estaban separadas, no eran esfuerzos aislados. Más bien se daban cabida entre sí, como las muñecas de Rusia, las matruskas, que se encajan unas en otras. Esta coherencia permitió establecer una nueva forma de atender los asuntos públicos. Cuando la gente desplegó las opciones de acción para tratar un problema, continuó reflexionando acerca del nombre que mejor capturara lo que realmente La Ecología de la Democracia
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estaba en juego. A medida que avanzaban hacia la toma de decisiones, seguían revisando tanto el marco como el nombre del problema. Mientras deliberaba, la gente anticipó las acciones que habría que seguir y los compromisos que habría que asumir. Recordaron lecciones aprendidas de esfuerzos pasados. Los ciudadanos se comprometieron a actuar mientras seguían deliberando y deliberaron mientras seguían actuando. También estaban aprendiendo a lo largo del camino.
Construya sobre lo que existe
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J. Herman Blake162
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10 Prácticas democráticas
La historia de Suggsville ilustra seis prácticas democráticas que les dan apoyo a los ciudadanos para delinear su futuro. Son maneras de hacer el trabajo que la gente debe realizar si se van a autogobernar. Diré una vez más que estas prácticas no son actividades separadas sino esfuerzos interrelacionados en una manera diferente de hacer política. Dudé en meter las prácticas dentro de un cuadro porque tuve miedo de dar la impresión de que fueran vistas como otra de las numerosas técnicas o conjunto de destrezas usadas para facilitar procesos grupales o para comprometer a la gente en ejercicios de planificación. Las prácticas no son herramientas, promueven los valores democráticos y estimulan el aprendizaje que les permite a los ciudadanos combatir sus propios problemas. De manera simultánea, son formas tanto de aprender como de hacer. Aquí hay seis que parecen ser esenciales:
1. Nombrar problemas para reflejar las cosas que la gente considera importantes y valora profundamente, sin ser solo información experta. 2. Enmarcar asuntos para tomar decisiones que no solo tengan en consideración lo que la gente valora sino que también contemplen todas las opciones principales para actuar justamente y con un reconocimiento total de las tensiones resultantes de las ventajas y desventajas que tiene cada opción. 3. Tomar decisiones deliberativamente para mover opiniones que van desde primeras impresiones hasta juicios más compartidos y reflexivos. 4. Identificar y comprometer recursos cívicos y activos que con frecuencia no son reconocidos ni utilizados.
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5. Organizar acciones cívicas para se complementen entre sí, lo que hace que los esfuerzos de la gente sean más que la suma de las partes. 6. Aprender como comunidad a lo largo del camino para mantener el ímpetu cívico. En conjunto, estas prácticas constituyen una respuesta a las preguntas que surgen en cualquier comunidad que esté enfrentando circunstancias problemáticas. La gente quiere saber ellos cómo se pueden juntar como comunidad –a pesar de sus diferencias– para sostener su comunidad. No están preguntando por el nombre de una persona u organización que les dé respuestas. Están preguntando cómo pueden ellos mismos encontrar sus propias respuestas. El lugar para buscar es aquel donde están las oportunidades para hacer la política de actuar negociando de manera diferente.
Un espacio político sin dirección domiciliaria La política que emerge de las seis prácticas democráticas no tiene una localización distintiva. Usualmente la gente tiene que ir a lugares especialmente designados para practicar la política: la urna de votación o la mesa de los jurados electorales. Las prácticas democráticas, por el otro lado, se pueden iniciar casi en cualquier lugar. Como ejemplos, yo he usado cafeterías, tiendas de víveres y aun mesas de cocina. Casi todos los lugares en donde la gente se reúne regularmente pueden brindar el espacio público, aun cuando los lugares con las mayores oportunidades son aquellos que están abiertos a más de una congregación, clase, electorado o membresía. También sugeriría que la aplicación de las prácticas democráticas cree su propio espacio. No hay una dirección en una calle; el espacio aparece tan pronto la gente aprovecha las oportunidad para ir llevando a cabo las rutinas propias de un procedimiento democrático. Observen todo el espacio que se abrió en cualquier lugar y en cualquier momento cuando las opciones se escogieron en Suggsville. El acto de escoger transforma el espacio ordinario en espacio público. Añadiría que el escoger la da cuerpo a una poderosa idea democrática. Reconocer que podemos escoger, así sea la cosa más pequeña, nos empodera, nos hace responsables y nos libera del pensamiento opresivo en el que somos indefensos frente a las fuerzas que van más allá de nuestro control. Una comunidad 128
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es el producto de las escogencias que se han hecho a lo largo del tiempo, incluidas las opciones que se acuerdan sin escoger. Puedo escribir acerca de las oportunidades que se prestan para aplicar las prácticas democráticas, pero sin identificar los obstáculos al cambio de las rutinas existentes. Aplicar las prácticas democráticas también puede ser retador.
Pero los ciudadanos no pueden La afirmación de que el trabajo hecho por los ciudadanos marca la diferencia no solo va en contravía de los argumentos que afirman que mucha gente carece de la habilidad y del deseo de ser ciudadanos democráticos, sino también va en contravía de nociones muy arraigadas acerca de lo que se requiere para hacer cambios significativos en la sociedad. Y los ciudadanos que introduje al comienzo de este libro, las Ruths y los Genes, han encontrado otras dos barreras. Una es el argumento de que rara vez su trabajo alcanza la fuerza necesaria para producir un cambio significativo. La otra barrera es la mentalidad de que los líderes, y no los ciudadanos, son los únicos que realizan el cambio real. De primera mano, no rechazaría estas críticas. Pero las prácticas democráticas, como la toma deliberativa de decisiones, extienden su alcance creando redes e influyendo en las existentes y en sistemas de comunicación a gran escala. Y mientras los líderes con iniciativa son esenciales, las prácticas democráticas fomentan un estilo de liderazgo cívico que puede convertir las comunidades en adalides a cabalidad. También se ha argumentado que ciertas condiciones deben estar presentes para que la democracia y sus prácticas existan. Por ejemplo, se ha dicho que deben existir una atmósfera civil, un entendimiento y una confianza mutuos. Ciertamente la ausencia de uno de estos elementos es una barrera para las prácticas democráticas. Pero, civilidad, mutua comprensión y confianza no son prerrequisitos, son subproductos de las prácticas democráticas. El producto en sí mismo es un público democrático. En otras palabras, las prácticas crean un público democrático. Las prácticas son un público democrático en movimiento.
¿A escala? Si las prácticas democráticas se confinan a unas pocas reuniones y no están atadas, tendrán una escala tan pequeña que no podrán llegar a tener un impacto significativo163. La Ecología de la Democracia
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Dicho eso, yo pienso que la crítica al escalonamiento subestima el poder de las prácticas democráticas de expandir y mejorar la conectividad cívica y la comunicación. En los pantanos naturales, con frecuencia la conectividad sobrepasa la escala. En la naturaleza la importancia de la conectividad es evidente en la forma como las células se unen para formar plantas y animales. Piensen en los arrecifes de coral. Los pequeños corales no se agrandan, ellos se pegan entre sí. En los pantanos políticos, las conexiones son entre relaciones públicas, asociaciones cívicas, redes ciudadanas y patrones de comunicación164. Y en vista de que ahora vivimos en una sociedad global más interconectada, “la acción de un individuo o de un grupo pequeño, rápidamente puede afectar todo el sistema”, observaba Carne Ross, basado en sus experiencias como veterano diplomático británico165.
Conectividad y comunicación ¿Por qué hay algunas comunidades resilientes que pueden recuperarse de los retos y otras no? La respuesta parece tener mucho que ver con la naturaleza de las conexiones de la gente entre sí y con la manera como fluye la información. En Why the Garden Club Couldn’t Save Youngstown (¿Por qué el Club de Jardinería no pudo salvar a Youngstown?), Sean Safford compara las conexiones cívicas de Allentown, Pennsylvania, con las de Youngstown, Ohio166. Ambas ciudades habían sido centros manufactureros exitosos hasta que vivieron percances económicos similares a finales de la década de los años 70 y comienzos de la de los 80. Allentown respondió mejor. ¿Por qué? La manera como fluyeron las comunicaciones parece haber sido un factor. Las comunicaciones que conectaban las diversas partes de la comunidad facilitaron el aprendizaje público. Youngstown tenía una red cívica, organizada de alguna manera como la rueda de una carreta. Las comunicaciones iban a un punto central y de ahí se devolvían hacia afuera. Por el otro lado, las comunicaciones de Allentown estaban organizadas con base en múltiples nodos que promovían la interacción–y la movilización– a través de las divisiones sociales, políticas y económicas167. Cualquier persona podía acercarse a otra con la misma facilidad con que pueden hacerlo por la internet. Las prácticas democráticas facilitaron el tipo de comunicación de Allentown porque no estaban centralizadas. Esto es, no existía una agencia central que las coordinara. Y los proyectos que emanaban de esas prácticas eran tan variados como los grupos que las creaban. Así, los proyectos estaban conectados por propósitos compartidos, lo que los hacía más propensos a reforzarse mutua130
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mente. La denominación de los problemas que reflejaban las preocupaciones de la gente impulsó la identificación de los recursos no explorados y la actuación pública complementaria. El haber tenido numerosas iniciativas pequeñas incrementó la resiliencia de la comunidad en vez de depender de una sola y gran monocultura cívica susceptible de llevar al fracaso del sistema. ¡Imagínense lo que una ameba agigantada de 500 kilos de sobrepeso les puede hacer a los pantanos!
¿Y qué sobre el liderazgo? Las prácticas democráticas también van en contravía de la creencia extendida de que el cambio sólo se da cuando unos pocos líderes valerosos dan el paso hacia adelante para encargarse y superar el poder profundamente arraigado. ¿Cómo es que los ciudadanos que trabajan con otros ciudadanos pueden cambiar algo? La historia está llena de ejemplos de grandes líderes que han sido agentes del cambio: Susan B. Anthony, Martin Luther King Jr., Abraham Lincoln, George Washington. Ustedes pueden completar la lista. Es imposible argumentar que los líderes no tienen una gran influencia. Pero la iniciativa es esencial; alguien tiene que dar un paso adelante. Las prácticas estimulan la toma de iniciativas. Pero también promueven el liderazgo pleno, en vez de limitarse a tener unos pocos líderes excepcionales. El liderazgo pleno es otra característica de las comunidades resilientes. En la aplicación de las prácticas, mucha gente de todos los sectores de una comunidad o de una sociedad puede dar el paso adelante. Hay un papel para cada uno. Unos sugieren una nueva forma de denominar un problema viejo. Otros hacen preguntas sobre las transacciones a lugar. Casi todos tienen una opinión sobre lo que hay que hacer para solucionar un problema. Muchos tienen recursos para ofrecer. Cualquiera puede participar en la evaluación de los resultados cívicos. Un estudio que comparaba una comunidad resiliente versada en la solución de problemas con una población que no reflejaba que al pueblo le estuviera yendo tan bien, mostró que en realidad tenía mejores líderes de lo que se acostumbraba tradicionalmente. Estos líderes estaban altamente educados, eran personalmente exitosos y cívicamente responsables. Pero lo que resultó sobresaliente en la solución de problemas de la comunidad no fueron tanto las cualidades de los líderes como su cantidad, la gama de puntos de la comunidad de donde provenían y, sobre todo, la forma como interactuaban con los otros ciudadanos. ¡La comunidad que solucionaba los problemas tenía 10 veces más gente aportando liderazgo que las otras comunidades del mismo tamaño!168
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La iniciativa es crucial aun en el autogobierno porque nada se da por generación espontánea. Las comunidades versadas en resolver sus propios problemas son comunidades de liderazgo pleno bajo el que se espera que todos aporten alguna iniciativa. Las comunidades resilientes que resuelven sus problemas pueden hacer que el liderazgo se convierta en asunto de todos y no en asunto de pocos, y no equiparan el liderazgo exclusivamente con posiciones de autoridad.
“Necesitamos un tipo de líder inútil” En las comunidades de liderazgo pleno, donde la gente que toma la iniciativa se distingue por la manera como interactúa con sus conciudadanos, abren las puertas en vez de mantenerlas cerradas; son buenos para hacer conexiones. Los líderes tradicionales que están en posiciones de autoridad, típicamente controlan el acceso al dinero y otorgan o niegan permisos a los proyectos de la comunidad. Por el otro lado, los que abren las puertas conectan a las personas y amplían la participación. Buscan a la ciudadanía para soluciones y no solamente para crear una élite con otros líderes169. Henrik Ibsen nos recordaba que “la comunidad es como un barco; cada uno debe estar preparado para tomar el timón”170. Dado el arraigo de los problemas interrelacionados que confrontamos –desde el desempleo hasta la ruptura
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de la familia–, unos pocos líderes no son suficientes. El liderazgo y la ciudadanía se deben convertir en sinónimos.
Más problemas Claro está que hay más problemas de la democracia que aquellos que han sido tratados en este libro. Otro problema notorio es la mutua desconfianza entre los ciudadanos y las principales instituciones. Una de las razones para haber utilizado la analogía de la ecología es que esta le presta atención a la importancia de la relación que hay entre los pantanos de la política y lo que acontece en la tierra firme. Lo preocupante en esta relación es el tema de los próximos dos capítulos. Sin embargo, no solo hay una práctica que responda a este problema. La superación del recelo y la falta de confianza que agobian esta relación requiere de un mejor ajuste entre lo que las instituciones hacen y todas las prácticas que utilizan los ciudadanos para hacer lo que hacen. La política de los ciudadanos y la política institucional son diferentes, pero ambas necesitan reforzarse mutuamente.
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PARTE III Instituciones, profesionales, y lo pĂşblico
11 El cierre de la gran brecha El golfo que separa la gente de la mayoría de nuestras principales instituciones ya lleva un tiempo creciendo y ahora es enorme. Menos de la mitad de nuestra ciudadanía tiene un alto grado de confianza en la mayoría de estas instituciones171. Comparativamente, las instituciones médicas han gozado de una mayor confianza, pero apenas una tercera parte de los estadounidenses les otorga un voto alta confianza. Por un buen tiempo el Congreso ha estado de último de la lista; en la actualidad solo el 6 % de la gente confía en sus miembros. Nuestra rama legislativa se ha vuelto más impopular que las coles de Bruselas. Wall Street apenas tiene el 7 %. Las principales compañías, las firmas de abogados y la prensa están mal calificadas; cerca de una tercera parte de nuestros ciudadanos afirman tener una baja confianza en todas estas instituciones172. Para estar seguros, a lo largo del tiempo las actitudes cambian, las que están abajo tienden a subir; el nivel de confianza retorna usualmente. Sin embargo, lo hace como una zanja erosionada y esta brecha entre el público y nuestras instituciones amenaza la legitimidad de las agencias que no pueden funcionar como es debido por carecer de la confianza de la gente. Fluctuaciones similares en los niveles de confianza afectan las escuelas públicas, las instituciones académicas y las organizaciones no gubernamentales. Aún más, con frecuencia la falta de confianza es mutua y así como los ciudadanos tienen dificultades para confiar en las instituciones, las instituciones tienen dificultades para confiar en los ciudadanos. Dado que la falta de confianza es mutua, la brecha se expande desde ambas orillas.
Erosión, ¡genial! ¿Qué está causando este distanciamiento? Obviamente, muchos factores tienen que ver, inclusive las expectativas poco realistas que se tienen acerca de las instituciones. Pero la gente tiene otras explicaciones. Dice que no confía porque cree que las instituciones no son efectivas al hacer su trabajo, no solucionan los problemas que les incuben. No le responden a la gente a la que supuestamente deben servirle. Estas críticas pueden estar conectadas. Cuando las instituciones tienen una relación de trabajo productiva con los ciudadanos, tienen más proclividad a ser vistas como receptivas. Y, como en el caso de las escuelas, las instituciones vistas de esta manera también tienen más posibilidad de ser vistas como efectivas, particularmente si los ciudadanos las apoyan173. De hecho, las instituciones pueden ser más efectivas debido a los beneficios que reciben con el trabajo que los ciudadanos realizan con ellas. Diré más sobre esto adelante. Pero primero quiero profundizar en la naturaleza de esta brecha.
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Las fuentes de las percepciones negativas acerca de las instituciones no son difíciles de encontrar. Todos hemos oído historias de horror sobre políticos corruptos, maestros incompetentes, funcionarios indiferentes y burócratas torpes. Pero mucha gente decente y capaz también se convierte en políticos. Y la mayoría de los profesionales que componen las plantas de nuestras instituciones son personas dedicadas y están bien entrenadas. Entonces, ¿por qué esta falta de confianza? Una de las razones más profundas puede tener que ver con los mismos ciudadanos, y no con las instituciones. La gente quiere instituciones que respondan mejor y que sean más efectivas, pero aún quiere más. Quiere obtener el mayor control posible para enfrentar un mundo cada vez más peligroso e impredecible. Y cualquier relación que puedan llegar a tener con las instituciones, por positiva que sea, si no les da más control a pesar de lo positiva que pueda llegar a ser, probablemente no será suficiente.
El ciudadano puede revivir nuestras instituciones políticas y gubernamentales, darles más capacidad de respuesta, hacerlas más confiables y mantenerlas honestas. Nadie más puede hacerlo. John Gardner174
Obstáculos a la restauración de la confianza Las barreras a la restauración de la confianza son formidables. Una es la diferencia entre las mentalidades cívicas o democráticas y aquellas de los profesionales. Para hacer este punto, no quiero dar la impresión de que estoy criticando a los individuos profesionales. Todos apreciamos las destrezas de los médicos, los carpinteros, los abogados, los ingenieros, los electricistas y otros profesionales. Estoy hablando de una cultura –el profesionalismo– y sus implicaciones para la política democrática. Se supuso que poner nuestras instituciones en manos de profesionales que no son susceptibles de ser presionados políticamente resultaba en un beneficio y un apoyo público mayor. Pero eso no ha ocurrido y la razón puede tener que ver con una cultura que asume que sólo los expertos pueden saber qué es lo mejor en un mundo complejo. Esta mentalidad privilegia una forma de racionalidad técnica que logra un poder adicional cuando se complementa, como
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usualmente ocurre, con la autoridad de las instituciones burocráticas. La racionalidad técnica a la que me estoy refiriendo relaciona la sociedad humana con una máquina cuyas fallas se pueden remediar con arreglos instrumentales, como el motor de un automóvil que no está funcionando apropiadamente y necesita de un mecánico. La racionalidad técnica tiene una larga historia. A comienzos del Siglo xx, Max Weber argumentó que el comportamiento social, al igual que los fenómenos naturales, como por ejemplo la rotación de los planetas, siguen unos patrones predecibles y calculables. La racionalidad técnica puede detectarlos, para luego cambiarlos con medios efectivos y eficientes (Traducción: el mecánico automotriz sabrá qué está mal y cómo corregir el problema). Según Weber, la proclama de operar racionalmente está en el centro de la autoridad burocrática moderna. No obstante, los críticos se preocupan de que los medios instrumentales tengan su forma de desligarse de los fines175 (Traducción: el dueño o dueña del automóvil sabe lo que él o ella quiere que este haga, pero lo que el mecánico haga le puede dar al vehículo una función diferente, como transformar un vehículo para la familia en un auto de carreras. Lo que el automóvil pueda hacer ya no está conectado con lo que el dueño quiere que este haga). Por ejemplo, James Scott ha mostrado cómo muchos de los proyectos de ingeniería social de arriba hacia abajo (top-down) que se hacen en el mundo han comenzado con impulsos nobles orientados a mejorar la sociedad, pero han llegado a tener consecuencias desastrosas no intencionadas176. Utilizando otra analogía, imaginemos la sociedad como un computador sofisticado que inexplicablemente falla en arrancar a descargar los datos de una fuente de la que nada se sabe. Cuando esto ocurre inexplicablemente, la mayoría de nosotros quedamos confundidos. Al aplicar este ejemplo a la política, desde una perspectiva profesional, la gente como uno se convierte en principiantes sin esperanza. Así fue como The Economist retrató a los ciudadanos en un artículo, diciendo: “Cuando los profesionales dominan todos los temas complejos, desde la predicción de los mercados hasta la catalogación de los libros de las bibliotecas, tal vez es mucho esperar que las políticas públicas puedan llegar a ser el terreno de los principiantes”177. El profesionalismo conlleva una noción de servicio distintiva. Usualmente, los profesionales prestan sus servicios para tratar problemas y padecimientos diversos y aquellos que tratan a la gente con facilidad comienzan a verla como objetos. Los médicos tienen pacientes, los abogados tienen clientes y los periodistas tienen lectores. Estos objetos (pacientes, clientes, lectores) pueden ser percibidos como muy pasivos o, máximo, como recep140
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tivos (A fin de cuentas, se supone que los pacientes deben tener paciencia). Desde esta perspectiva, es fácil pensar en los ciudadanos como objetos de atención y tratamiento profesional, en contraste con la noción democrática de ciudadano como actor político, como agente. La democracia se manifiesta en el inescapable conflicto bajo el cual se hacen muchos supuestos de profesionalismo, un conflicto que Woodrow Wilson reconoció en sus días de académico de administración pública. “La burocracia puede existir –escribió Wilson– solamente en donde todo el servicio estatal se saca de la vida política común de la gente, sus jefes y sus filas”178. En su estudio ya citado sobre el sistema de bienestar de Massachusetts, Martha Derthick encontró otro tipo de conflicto entre profesionalismo y democracia en lo que yo llamaría una diferencia de prioridades179. Originalmente el sistema asistencial de Massachusetts, administrado localmente, estaba en su mejor momento; era personalizado, compasivo y sensible a las diferencias que había entre la gente. Gradualmente el sistema original fue siendo reemplazado por uno profesional que tenía varias prioridades. El viejo sistema le dio prioridad a la capacidad de respuesta y podía diferenciar las circunstancias de una persona de las de su vecino. Los funcionarios del bienestar local se sabían los nombres de las personas y las trataban como individuos. El nuevo sistema profesional valoró la uniformidad porque el viejo sistema era proclive a favorecer a unas personas por encima de otras. Todo el mundo debía ser tratado como igual en el nuevo sistema –¡sin favoritismos!–. Ambos sistemas, el tradicional y el profesional, tenían sus desventajas y también sus ventajas. El viejo sistema era proclive a la corrupción y a ser mal manejado; el nuevo sistema podía ser insensible a las diferencias en las circunstancias particulares de las personas y estar tan cargado de reglas, que a la gente se le dificultaba utilizarlo.
Esfuerzos para recuperar la legitimidad En el siglo xxi vivimos con el triunfo de la sociedad profesionalizada a la cual le debemos buena parte de nuestro bienestar. No obstante, el conflicto entre la sensibilidad profesional y la democrática persiste. Ansiosos por recuperar su legitimidad, muchas instituciones y profesionales, bien conscientes de la falta de confianza de parte del público, han hecho esfuerzos valientes para restaurarla. Sus estrategias son muy similares, aun cuando las instituciones y las profesiones sean muy diferentes. La Ecología de la Democracia
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Una de las primeras y más obvias formas de responder a las críticas ha sido comprometer una estricta adherencia a los estándares profesionales bajo el supuesto de que los compromisos tranquilizan a la gente180. Muchas instituciones también han tratado de restaurar la confianza pública haciendo más transparentes sus operaciones. Así, las medidas para aumentar la participación ciudadana han aumentado mucho; audiencias públicas o reuniones comunitarias locales (en los pueblos, y no de los pueblos) han tenido lugar en casi todas partes. Los proyectos de compromiso cívico se han convertido en un lugar común.
¿Está sirviendo el movimiento de transparencia? Tal vez la estrategia más común de las instituciones gubernamentales y no gubernamentales para demostrar que no son indiferentes e ineficientes es presentar datos duros que muestren que han producido buenos resultados, lo cual se hace para probar que son confiables181. Estas medidas de buen desempeño se basan en varios puntos de referencia tales como las pruebas estandarizadas de conocimiento aplicadas a los estudiantes de escuelas primaria y secundaria182. Aun cuando se supone que son para restaurar la confianza pública, muchos de los proyectos de transparencia tienen otros propósitos. Son medidas defensivas para proteger a las instituciones de lo que sus funcionarios consideran críticas e intromisiones injustificadas en su trabajo. Esa es una reacción comprensible, pero no sirve para restaurar la confianza pública. Un académico contemporáneo de administración pública, Christopher Pollitt, argumenta que “los supuestos… de que la medición del desempeño promueve la transparencia pública rara vez provienen de la evidencia… Existen muy pocas pruebas de que los creadores de los sistemas de indicadores de desempeño estén particularmente interesados en la utilidad que estos puedan tener para los legisladores y ciudadanos, a diferencia de la que puedan tener para los ministros y los gerentes”183.
Los ciudadanos no están de acuerdo con los líderes institucionales acerca de cuáles son los indicadores válidos sobre transparencia y difieren aún más del significado mismo de este término. Mientras los líderes institucionales típica-
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mente tienen la información en mente, los ciudadanos se enfocan en el tipo de relación que tienen con las escuelas, así como con las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales184. En el caso de las escuelas públicas, muchos estadounidenses no sólo han sido críticos, sino que además han tenido un sentido decreciente de apropiación y de responsabilidad (Sandy se encontró con este problema cuando trató de conseguir apoyo para mejorar las escuelas de su comunidad). La gente no siempre encontró que su relación con las escuelas se caracterizara por la capacidad de respuesta o por la transparencia. Los trabajadores de las escuelas, por el otro lado, pueden creer que son modelos de transparencia cuando citan los voluminosos compendios de datos que han publicado. Creen que estas medidas de desempeño están en línea con la demanda pública por estándares más altos. Pero los ciudadanos pueden apreciar mejor la información sobre el desempeño en las pruebas de conocimiento, aunque no estén convencidos de que las escuelas estén haciendo el trabajo que ellos esperan que hagan. Mientras que mucha gente quiere que los estudiantes se ajusten a las altas expectativas, piensan que los resultados de los exámenes apenas son un indicio del desempeño escolar185. Pero más allá, algunas personas creen que ellos –y sus comunidades, y no solo las escuelas– deben ser responsables de lo que le pueda ocurrir a la siguiente generación. Estos ciudadanos piensan que quién debe ser responsable –y de qué– es algo que debe ser decidido por el público186. Cuando la transparencia se define institucionalmente, tiende a debilitar el poder de los ciudadanos. El movimiento de transparencia también ha echado mano de las fundaciones donantes y de las organizaciones no gubernamentales. Los donantes pueden ver las demostraciones de transparencia como una forma de prevenir la intrusión del Gobierno. Y usualmente piensan que están siendo transparentes cuando utilizan resultados medibles para mostrar el impacto alcanzado con sus fondos. Entonces con el propósito de obtener donaciones, las Organizaciones No Gubernamentales diseñan sus programas teniendo en mente estas medidas de desempeño. Las medidas de desempeño impuestas desde afuera también pueden debilitar la construcción de la capacidad cívica de las comunidades porque esta no siempre es medible, aunque se pueda demostrar de otras maneras. Y aunque los empleados de las fundaciones den explicaciones, sus juntas directivas quieren pruebas de impacto. Los receptores de las donaciones, por su lado, se quejan de que las medidas de desempeño generalmente son irrelevantes y le restan tiempo
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y energía al trabajo más importante. Sin embargo, los beneficiarios dicen que necesitan el dinero y que tienen que seguir el juego para obtenerlo. ¿Por qué la demostración de que las donaciones están teniendo un impacto medible choca con la construcción de la capacidad cívica? La dificultad es probar que son las donaciones mismas, y no los factores autóctonos, las causantes de cualquier cambio que ocurra en una comunidad. David Ellerman, exfuncionario del Banco Mundial, ha escrito con perspicacia sobre esta dificultad: “Mientras más efectos directos quieran tener las fundaciones y las agencias de cooperación, mayores serán la estampida y el sofoque que habrán de falsear la incipiente motivación de la gente que supuestamente está siendo ayudada a ayudarse a sí misma. Y en vez de promover la autoayuda, las máquinas de mover dinero acabarán fomentando la incapacidad y la adicción a la ayuda externa”187. Adicionalmente, un estudio que hicieron la Fundación Kettering y el Harwood Institute for Public Innovation (Instituto Harwood para la Innovación Pública) muestra que la presión por demostrar transparencia con impacto medible ha estado desviando hacia adentro el foco de algunos donantes. Tienden a concentrarse en estándares definidos profesionalmente, los cuales se distancian de las expectativas de los ciudadanos y las comunidades que pretenden beneficiar188. Para las comunidades, tal vez lo más problemático de todo son las consecuencias no intencionadas de las medidas de transparencia que dependen de evaluadores externos (objetivos) para medir los resultados frente a metas predeterminadas y su efecto sobre el aprendizaje colectivo o público. Como ya lo dije, una de las características más elocuentes de las comunidades resilientes con historia en resolución de problemas ha sido la manera como aprenden colectivamente de sus propios esfuerzos. Mientras las evaluaciones externas tienen mérito, son muy diferentes de la evaluación que tiene lugar en el aprendizaje público. Los efectos inconvenientes de las medidas de transparencia y confiabilidad no solo recaen sobre quienes reciben las donaciones, también pueden ser un impedimento para lograr uno de los objetivos más queridos por la filantropía –impulsar la innovación–. Innovar requiere experimentación, aunque experimentar puede ir en contravía de la presentación de buenos resultados para el siguiente período. Con frecuencia los experimentos promisorios fallan. Tal como me lo dijo cándidamente la cabeza de una institución comunitaria que había mostrado resultados medibles, “yo no tengo permiso para fracasar”. Los experimentos inventivos pueden fallar en producir los resultados definitivos que las medidas de desempeño imponen y los estándares de compa-
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ración del desempeño pueden inhibir a las organizaciones comunitarias de repensar las metas que deban ser cambiadas a medida que la experiencia lo va determinando189. En vez de seguir una ruta predeterminada, las comunidades con inventiva pueden recorrer el camino sin contratiempos. Sin duda alguna, los ciudadanos que se atreven a involucrarse en aventuras experimentales reconocen la necesidad de tener propósitos claros. Quieren saber si sus esfuerzos han tenido efectos positivos. Pero dado que las medidas externas de transparencia pueden empantanar la experimentación, algunos grupos cívicos se han negado a trabajar con donantes externos, en vez de seguir el juego. Esto no solo les impone dificultades a las iniciativas innovadoras, sino que también es problemático para los donantes que se precian de estimular la creatividad. Pueden llegar a ser menos relevantes.
Un círculo vicioso En los peores casos, los esfuerzos institucionales para demostrar transparencia y confiabilidad pueden aumentar la pérdida de confianza pública. Y estas demostraciones pueden no solo fallar, sino también ahondar la desconfianza. Brian Cook encontró que “ha surgido un círculo vicioso creciente en el que la ansiedad por el control y la transparencia… ha llevado a controles más extensos y complejos que, a su vez, han aumentado la distancia burocrática entre los administradores y el público al que se espera que deben servir. Luego, esta distancia crea nuevas preocupaciones sobre control y transparencia y lleva a la introducción de otra capa de controles190. Cook lamenta que estos resultados sean lo opuesto de lo que las reformas sobre transparencia intentaron hacer. Alimentar el cinismo A pesar de sus malos usos y consecuencias no intencionadas frecuentes, todos deseamos la transparencia en nuestras instituciones. Así como lo señala Albert Dzur, el autor de Democratic Professionalism (Profesionalimo Democrático), “el valor real de la transparencia está en lo que más o menos significa que nuestras escuelas, cortes, hospitales, etc. estén haciendo lo que dicen estar haciendo y lo que el público ha decidido que ellos deben hacer (énfasis añadido)”. Pero Dzur teme que esto no esté ocurriendo en realidad; de hecho, ve señales de que las instituciones se están moviendo en la dirección opuesta al desarrollar procesos aún más expertos y técnicos con la esperanza de restaurar la legitimidad pública perdida o de crear defensas191. Él denomina este movimiento súper profesionalismo. Un profesionalismo mejor, desde una perspectiva democrática, tendría que atender las principales preocupaciones de los ciudadanos. Los estadounidenses La Ecología de la Democracia
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tienen sentimientos marcados no tanto sobre la transparencia como sobre la falta de la misma. En su estado de ánimo más estridente, la gente se enfurece con los empleados que, de manera egoísta, se sumergen en los privilegios y de manera muy desleal hacen sus oficios. Muchos ciudadanos creen que aquellos que tienen cargos de autoridad están tratando de proteger sus instituciones o profesiones. También se piensa que esas personas son culpables de serias fallas éticas que acentúan la impresión de que son irresponsables. Cuando los ciudadanos hablan y murmuran sobre los empleados, ya sea del Gobierno, del mundo de los negocios, de la educación o de la medicina, las percepciones son similares. Una y otra vez, cualquiera que sea el campo de trabajo, los líderes parecen estar en una cosa muy diferente de aquella en la que están los ciudadanos comunes y corrientes. Los funcionarios pueden juzgar de manera equivocada la reacción ciudadana a las pruebas de transparencia. La gente quiere estar informada, pero a la vez puede sentirse agobiada por lo que consideran cifras insignificantes. Por ser escépticos sobre la medición, pueden pensar que están siendo manipulados por la forma como las estadísticas están siendo usadas. El cinismo como manera de manipular está extendido y se puede encontrar fuera de Estados Unidos. Un artículo de Andrew Gilligan en el Telegraph, del Reino Unido, arremetió contra la irresponsabilidad, al parecer evidente, que se presenta cuando los funcionarios montan ejercicios de consulta pública con los involucrados para obtener la respuesta deseada. Gilligan vio estas consultas como medidas defensivas para proteger a los funcionarios de los ciudadanos. Las llamadas reuniones públicas fueron “un ardid, un fraude”, escribió. Dijo que la “no consulta,” como la llamó, era “una técnica de cinismo utilizada por los gobiernos, las autoridades locales y algunos empresarios para presentar una legitimidad espuria o una farsa para justificar una decisión predeterminada”. El no consultar, creyó Gilligan, era “propagar la maleza en la burocracia”192. Yo no sé si tenemos maleza en Estados Unidos, pero sí que tenemos la misma crítica a esta forma de manipular.
Y sobre la responsabidad, ¿qué? En adición a lo que dije sobre la visión del público sobre la transparencia de las escuelas, parece ser que transparencia es un término muy institucional/profesional. La gente prefiere hablar de responsabilidad. Sobre la transparencia se dice que es lo que queda cuando ya se ha cumplido la responsabilidad193. Mientras la transparencia típicamente es un asunto de información para los líderes institucionales, mucho tiene que ver con relaciones para los ciudadanos. La gente busca un intercambio
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franco, abierto y moralmente aterrizado con los funcionarios. Y quieren el tipo de relaciones que ofrecen oportunidades de influir públicamente. Los ciudadanos que tienen este tipo de conexión con las instituciones tienden a crear compromisos más productivos con ellos. John Gaventa y Gregory Barrett encontraron que en relaciones de mutuo beneficio, la gente se vuelve más conocedora y adquiere el sentido de su propia eficacia política. Y las instituciones fueron pensadas para responder mejor y más confiable y transparentemente194.
Otra posibilidad: una mejor alineación Entonces, ¿qué es lo que habrá de restaurar la confianza pública, si se trata de que los ciudadanos tengan una mayor habilidad para delinear su futuro? He sugerido que al menos una parte de la respuesta puede venir de alinear el trabajo de los ciudadanos con el trabajo de las instituciones. Daré más detalles al respecto en el próximo capítulo, pero ahora estoy hablando de lo que puede ocurrir cuando las instituciones y los ciudadanos trabajan de una manera complementaria que los refuerza mutuamente. El trabajo que hacen los ciudadanos pone el control en sus manos y eso también beneficia las instituciones. Las instituciones se vuelven más efectivas a medida que sacan provecho del trabajo de los ciudadanos. Y son proclives a ser más receptivas cuando ven los beneficios de esta forma de trabajar. A este tipo de beneficio mutuo se le puede llamar simbiosis (Piensen en la relación entre las abejas y las flores).
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O recuerden la parábola de las Burbujas y los Cuadros: un mejor alineamiento permite que los Cuadros hagan un mejor uso de lo que solo las Burbujas pueden producir, y los Cuadros se verán beneficiados al no ser presionados a volverse más cuadrados.
No más buques pasando de noche Con mucha frecuencia, las rutinas de las instituciones no se alinean bien con las prácticas democráticas porque las instituciones y los ciudadanos no están en la misma sintonía. Las instituciones quieren ayuda y la ciudadanía democrática quiere tener más injerencia en delinear el futuro. Así, cuando las instituciones tratan de ayudar a la comunidad a largo plazo, sus esfuerzos se pueden diluir. Ese fue el caso en la costa del Golfo, en Bayou La Batre, Alabama, cuyos orígenes en el asentamiento francés se remontan al siglo xviii. Los residentes incluían creoles, descendientes de ancestros franceses y africanos del oeste, así como grandes grupos de pescadores de camarón provenientes del sureste asiático. Hubo algunas disputas entre estos grupos diferentes, pero afortunadamente nunca llegaron a ser choques serios. Luego, en el año 2005, casi toda la comunidad fue destruida por el huracán Katrina195. El huracán derribó muchas casas. La industria pesquera también fue duramente golpeada: los barcos fueron arrastrados a tierra y fue muy difícil devolverlos al agua. Muy pronto los urbanizadores trataron de comprar una gran extensión de tierra para construir un centro vacacional en el pueblo. Algunos residentes llegaron a ver la prosperidad a la vuelta de la esquina, otros se preocuparon de que los urbanizadores dominaran la reconstrucción y los sacaran de la toma de decisiones sobre el futuro de la comunidad. A la gente le habría gustado visitar Disneylandia, pero no querían vivir allí. La gran mayoría quería restaurar su comunidad –tanto sus edificios como su forma de vida– y sintió que tenía que unirse como comunidad para poder hacer eso. Todas las instituciones circundantes a la Costa del Golfo –organizaciones caritativas, iglesias, agencias de auxilio– estaban muy dispuestas a ayudar y su apoyo fue altamente apreciado. Sin embargo, los suministros de auxilio, las donaciones, los préstamos y los servicios voluntarios no hablaron con la comunidad sobre el asunto más serio: ¿cómo nos podemos unir para construir el tipo de comunidad que todos queremos? Como ya lo dije, ese es el asunto de interés de cualquier comunidad, sin importar qué tipo de retos existan. La historia de Bayou La Batre ilustra lo que yo llamo los buques pasando de noche. En buena medida, las instituciones no estaban organizadas para res-
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ponder a la pregunta central que los ciudadanos estaban haciendo. Las instituciones tenían fondos y servicios, pero no tenían mucho qué decir sobre cómo la comunidad misma podía unirse para delinear su propio futuro, lo que significaba tener en cuenta el trabajo que los ciudadanos habían hecho y las prácticas utilizadas para hacerlo. Muchas instituciones estaban más enfocadas en lo que podían hacer por la comunidad a corto plazo, en vez de lo que podían hacer con la comunidad a largo plazo. Una mejor alineación habría puesto a las instituciones a hacer su trabajo de tal forma que les habrían facilitado a los ciudadanos hacer el suyo –y viceversa–.
Reforzar las prácticas democráticas Una mejor alineación entre las instituciones y la ciudadanía no requiere una reforma masiva o sobrecargar de trabajo a los profesionales para asumir una carga extra de tareas nuevas. Cualquiera de las dos sería extremadamente difícil. Más bien, el realineamiento sólo les pide a los profesionales que hagan lo que usualmente hacen, pero de manera un poco diferente, para que su trabajo pueda reforzar las prácticas democráticas. La alineación es crítica y aunque los líderes de las instituciones sean ciudadanos, su trabajo y el de las instituciones son diferentes, como he tratado de mostrarlo. Recuérdese que el trabajo de los ciudadanos implica que la gente denomine o nombre los problemas, que los enmarque como asuntos de interés público, que decida deliberativamente, que identifique los recursos locales, que actúe de manera complementaria y que aprenda unida. Estas prácticas democráticas tienen su contrapartida en las rutinas institucionales. Las instituciones –gobiernos, escuelas, organizaciones sin ánimo de lucro– también denominan, enmarcan, deciden, comprometen recursos, coordinan acciones y aprenden. Aun cuando las tareas sean las mismas, se llevan a cabo de maneras distintas. El alineamiento respeta esas diferencias, es una alternativa a la colonización. A continuación reportaré en detalle los experimentos o el potencial experimental donde las instituciones se han alineado, o pueden alinear mejor su trabajo con el de los ciudadanos, teniendo en cuenta la manera como el público lleva a cabo sus prácticas democráticas.
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y posibilidades 12 Experimentos de efectuar realinderamientos Algunas instituciones y profesionales ya están tratando de realinear su trabajo con las prácticas que los ciudadanos utilizan en el de ellos196. Uno de los mayores obstáculos para alinearse mejor está en la diferencia que hay entre lo que las instituciones piensan que el público debe saber y lo que los ciudadanos consideran relevante. Empezaré entonces por reportar los experimentos en los que el conocimiento es central, lo cual se da en las universidades, las escuelas secundarias y los medios. Muchos de los experimentos citados son variaciones de proyectos muy comunes. Los diferencia el control que ponen en las manos de los ciudadanos y la forma como superan la brecha que separa al público de las instituciones. ¿Cuál es el incentivo que tienen las instituciones para realizar experimentos que pongan más control en las manos del público? Aun si los experimentos no les quitan poder a las instituciones, ¿cómo les sirve el realineamiento a su interés primordial de ser más efectivos en el desempeño del cargo que tienen? La respuesta, creo, está en el refuerzo que puede venir del trabajo complementario de los ciudadanos. Algunos de los ejemplos de realineamiento que estoy a punto de dar aún no están desarrollados del todo. Los cito solo para mostrar su potencial para fortalecer las manos de los ciudadanos y para apoyar el trabajo de las instituciones. Como un meteorólogo que predice el estado del tiempo, describiré las condiciones proclives a generar el cambio –en este caso aquellas que pueden producir el realineamiento–. No solo reportaré experimentos ya realizados, sino también los que tienen un potencial de experimentación, comenzando con el periodismo197.
En el periodismo Cole Campell, exeditor de un periódico y decano de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Nevada, fue más allá de lo obvio al preguntar qué es lo que la prensa le informa al público para que este pregunte exactamente qué tipo de información necesitan los ciudadanos para gobernarse a sí mismos198. La respuesta estándar ha sido los hechos. Cole comenzaba a cuestionar la respuesta cuando murió trágicamente en un accidente automovilístico. Otros periodistas también estaban explorando preguntas similares a la que Cole estaba formulando para lograr la comprensión evolutiva de su papel. ¿Qué si los periodistas hubieran visto sus audiencias más que como simples lectores o espectadores? Y ¿qué si ellos hubieran pensado que sus lectores y espectadores eran ciudadanos?199.¿Qué habría significado todo esto para la forma como hacen su trabajo? La pregunta de Cole sobre lo que los ciudadanos necesitan saber se vuelve más aguda cuando se la ubica en el contexto del argumento hecho por Davis “Buzz” Merritt, editor de un periódico en Wichita, Kansas, quien insistía en que los problemas de su comunidad no se resolverían hasta que los ciudadanos hicieran el trabajo que deberían hacer con otros ciudadanos200. Como él mismo explicaba, “tenemos que ver a los ciudadanos no como audiencia –como lectores o no lectores– sino como público, como actores potenciales”201. En ese contexto, la pregunta de Cole se puede reescribir así: ¿Qué necesitan saber los lectores para hacer el trabajo implícito en la solución de los problemas comunes? Cole comenzó a ver que solo hechos no era suficiente para informar al público, siendo editor del Virginia Pilot en Norfolk. Para saber qué estaba pensando la ciudadanía, mandó informes a los hogares donde se realizaban pequeños foros de amigos y vecinos. En esos espacios, los periodistas podían oír cómo la gente describía sus problemas en términos muy significativos para ellos, no citaban tanto hechos como experiencias personales. Después Cole usó lo que los reporteros oyeron para formular preguntas a los candidatos para la elección venidera. Este experimento resulta particularmente significativo porque Cole no realizó grupos focales ni seleccionó un grupo demográficamente representativo para llegar a las preocupaciones y los intereses de la gente. Operó bajo el supuesto de que en realidad nadie puede representar la voz individual, aunque es mucho lo que pueden ver al igual que nosotros. Su experimento asumió que la gente forma sus opiniones con aquellos con quienes conversan normalmente en sus familias, vecindarios y lugares de trabajo. 152
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Más experimentos en periodismo como el de Cole pueden ser estimulados utilizando un elemento aportado por Dan Yankelovich para enmarcar problemas en términos públicos. Dan se refería a lo que Kettering denomina nombrar problemas como punto de partida. Utilizó el asunto de la libertad de expresión para ilustrar la diferencia entre los puntos de partida de los profesionales y los de los ciudadanos202. Los profesionales definen la libertad de prensa de una manera que es más importante para los creadores del discurso: interpretan la Primera Enmienda como lo que les ha dado el derecho de decir aquello que crean que se debe decir. Alarmados cuando las encuestas mostraron que la gente es incapaz de distinguir entre la Primera y las demás enmiendas, los periodistas pueden llegar a concluir que el público es ignorante o que no cree que la libertad de expresión sea importante. Lo que ellos no tuvieron en cuenta fue la manera como realmente piensan los estadounidenses sobre la Primera Enmienda de la Constitución. Los ciudadanos creen en ella. No obstante, su punto de partida es su necesidad de información. El público cree que la Primera Enmienda asegura el derecho a escuchar, a tener acceso libre a todos los puntos de vista sobre un asunto, y no solo el derecho a expresarse. Experimentos como el de Cole no requieren que los periodistas asuman un nuevo papel porque ellos ya están nombrando y enmarcando sus problemas y sus asuntos203. Solo tienen que tener en cuenta los nombres y los marcos que son útiles para el trabajo cívico. ¿Y la recompensa para los periodistas? La ciudadanía es más propensa a involucrarse cívicamente si los periodistas nombran los problemas que le significan a la gente. Los ciudadanos involucrados son buenos suscriptores. Un experimento en alineación de medios para tomar decisiones públicamente enmarcadas ocurrió en Springfield, Missouri, con el problema de la criminalidad juvenil. Este experimento sugiere que al público le gustan estas pruebas. El periódico local expuso un rango de opciones para combatir el problema del crimen, y no solo las dos más usuales, lo cual desembocó en una pronta toma de decisiones deliberativa en la comunidad. Pero en el siguiente problema, referido a las finanzas escolares, el periódico se devolvió a la forma convencional de enmarcar polarizando. Eso hizo que una decisión difícil se tornara en una más difícil aún; no hubo suficientes deliberaciones para darles a los ciudadanos una mejor comprensión de todas las opciones y de las ventajas y desventajas de cada una. La gente en Springfield se quejó La Ecología de la Democracia
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ante los editores del periódico. Si claramente el medio pudo ser útil con el primer problema, ¿por qué retrocedió con el segundo?204 En otras comunidades, los medios han experimentado mediante el alineamiento de su cobertura de los problemas con un marco destinado a reforzar la deliberación pública. En el College Estatal de Pennsylvania, el Centre Daily Times colaboró con un grupo local mediante el patrocinio de Foros de Interés Nacional205. El periódico imprimió el marco deliberativo en su página editorial y después informó sobre los foros comunitarios que utilizaron ese marco. Y en Philadelphia, los periodistas radiales, las fundaciones locales y la Universidad de Pennsylvania colaboraron en proyectos que impulsaron la deliberación pública sobre asuntos controversiales tales como la reducción del presupuesto de la ciudad. Uno de los objetivos de los proyectos de Phildelphia era saber cómo los ciudadanos sopesaban las opciones difíciles que se deberían seguir en lo referente a la presupuestación206. Creo que otros experimentos para alinear más de cerca la comunicación de las noticias con las formas de conocer se pudieron haber dado en los nuevos medios. A veces llamados “medios ciudadanos” para distinguirlos del periodismo profesional, la gente, “antes conocida como la audiencia”, le está llegando a la otra gente en formas admirables207. Pero para que se dé la realineación, los nuevos medios tendrán que proveer un tipo de interacción interpersonal que motive a la gente a asimilar experiencias de otros. Esto es clave para la construcción de la sabiduría práctica en donde hablar no es tan importante como escuchar.
En la academia Los colleges y las universidades son fuentes inagotables de conocimiento construido a través de la investigación científica, rigurosa y disciplinada. En ocasiones, los académicos distinguen entre este conocimiento, que ellos denominan objetivo, y lo que consideran subjetivo, conocimiento idiosincrático u opinión, lo cual puede variar de un individuo a otro. Volveré a referirme a lo que dije atrás sobre cómo esta distinción subestima el valor de la manera como los ciudadanos crean conocimiento o sabiduría práctica208. El conocimiento construido públicamente a veces se desestima como meras opiniones carentes del beneficio de los hechos, ignorando la rica literatura que hay sobre razonamiento moral que hace uso de la facultad humana de juzgar209.
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Redefinir lo académico Muchos de los experimentos de la academia han tenido que ver con un conocimiento construido científicamente. Estos experimentos se están dando en un campo nuevo llamado academia pública, el cual ha emergido porque unos miembros de la academia quieren hacer algo más que dar consejos de experto. Bajo ningún punto de vista rechazan su propia experticia, tan solo han visto los límites de la misma. El profesor Alejandro Sanz de Santamaría es un ejemplo primordial de un académico público. Su investigación ha sido sobre el desarrollo económico de las comunidades rurales de Colombia. Revisando la literatura sobre estas comunidades, él acopió mucha información sobre las características del suelo, de las condiciones climáticas y de la tasa de crecimiento de la población. Pero cuando se fue a hacer su trabajo de campo, se dio cuenta de que los datos que estaba utilizando no correspondían a la complejidad de las condiciones sociales de las comunidades rurales. Y vio que lo más inconexo de todo era que su manera de producir conocimiento no era igual a la de los campesinos. La incomodidad de Alejandro lo llevó a cambiar tanto la forma como hacía su investigación como la manera de dictar sus clases. Abandonó el supuesto de que los pueblos estaban dañados y que su trabajo consistía en arreglarlos. Yo diría que pasó de la política de reemplazar lo que existe a la de construir sobre lo que existe. Y se dedicó a encontrar formas de comunicar que lo que había aprendido como economista era consistente con la manera como la gente aprende210. Otros experimentos en academia pública se han dado en campos académicos como el desarrollo y la salud comunitaria. Estos también se están moviendo en la dirección de la extensión cooperativa, proveniente del interés comunitario211. En la Universidad del Estado de Pennsylvania, Ted Alter defiende la ampliación de la definición de investigación para darles cabida a los experimentos de alineamiento. Scott Peters, en la Universidad de Syracuse, ha utilizado la investigación para capturar historias de numerosos académicos que están haciendo estudios públicamente relevantes. Y Frank Fear, en la Universidad Estatal de Michigan, ha publicado los límites del movimiento de compromiso universitario, retando el concepto académico del papel de los ciudadanos (Una lista completa de los académicos que están haciendo experimentos de alineación del conocimiento académico con el conocimiento creado públicamente podría ir más allá del alcance de este libro212). En otros casos, toda una universidad, y no solo unos miembros de la facultad, ha reconocido la importancia de la academia pública. El ejemplo de SuggsLa Ecología de la Democracia
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ville, en buena medida, se basó en un experimento en academia pública en la Universidad de Auburn213. El experimento de realineamiento de Auburn comenzó cuando la ayuda para un proyecto de apoyo a la asistencia técnica colapsó como resultado de la elección de un nuevo alcalde. El alcalde anterior había sido un aliado de Auburn, pero su sucesor quería su propio proyecto, de manera que Auburn tuvo que pasar de ser un consejero experto a jugar un papel nuevo que implicaba impulsar lo que yo he llamado prácticas democráticas. A simple vista, las intervenciones de Auburn a veces no iban más allá de ubicar las sillas en círculo en vez de hacerlo en filas en el salón de reunión (En Suggsville esto evitó que la gente de una parte de la comunidad se ubicara en las sillas de atrás mientras los de otras partes copaban las filas delanteras). Pero por debajo de la mesa, Auburn estaba desarrollando una forma de comprometer a la comunidad que iba más allá del servicio.
Concentrarse en el papel de los ciudadanos Otros experimentos de realineamiento han venido de nuevos centros para la vida pública o cívica en colleges comunitarios, estatales y de artes liberales, y en universidades. Lo que hace diferentes estos experimentos es la atención que le prestan al papel de los ciudadanos214. Un buen número de estos centros se enfoca en la práctica de la deliberación pública y les ayudan a las comunidades a nombrar y a enmarcar los asuntos de maneras que permitan sopesar las opciones cuidadosamente y evitar la polarización. El tipo de asuntos que enmarcan tiene el potencial de ser muy perturbador –rectificar las líneas divisorias de los distritos electorales, construir islas costeras próximas a la fragilidad, prever embarazos juveniles–. Los centros de los campus universitarios varían mucho en su estructura y su propósito, aun cuando tienen raíces comunes. Inicialmente fueron creados por académicos públicos, mientras otros fueron iniciativa de emprendedores cívicos que encontraron aliados en el campus. Algunos centros tienen sus propios directorios, involucran más de una institución y tienen estatus de entidades sin ánimo de lucro215. Otros obtienen el apoyo de presupuestos institucionales. Y a la vez que son independientes de la Kettering, pueden tener con la fundación una relación vigente, basada en la investigación compartida. El número de centros ha aumentado significativamente a lo largo de dos décadas. Parte de este crecimiento puede responder a las preocupaciones de 156
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los ciudadanos por la falta de una voz común o pública en el sistema político, y parte en respuesta a las solicitudes que hacen las comunidades para que se les ayude a resolver problemas. En el mundo académico los centros están encontrando aliados en varios campus. Los cientistas políticos se han interesado en la democracia deliberativa, los filósofos trabajan la teoría deliberativa y los académicos de la comunicación están profundizando la mirada a la retórica para revivir el estudio sobre razonamiento moral y sabiduría práctica. Adicionalmente, los programas de extensión cooperativa de las universidades han redescubierto sus raíces democráticas y están redefiniendo sus relaciones con las comunidades a medida que el número de productores que requieren asistencia técnica continúa declinando. Si los buques no deben pasar de noche, los centros académicos están en una posición ideal para comprometer a las comunidades a participar en conversaciones sobre la forma como se pueden unir para ayudar a la gente a resolver sus problemas. La solución de problemas es trabajo, y muchos de los centros tienen un buen sentido de cómo hacerlo. Algunos de los centros también colaboran con maestros de educación elemental y secundaria que están introduciendo la toma de decisiones deliberativa en el currículo. Esta es una forma directa de alineación de una práctica democrática con lo que ocurre en las escuelas. Estos experimentos de educación cívica han existido en centros como la Universidad de Hofstra, el Instituto Wisconsin para la Política Pública y los Servicios y el Centro para la Vida Cívica de Alabama, para dar tres ejemplos. Muchos de los centros tienen institutos para capacitar a los maestros e involucran a los colleges de educación para que alcanzar nuevos maestros216. El centro de Alabama ha estado trabajando con el Departamento Estatal de Educación y el Consejo Estatal de Estudios Sociales en la preparación de cursos de capacitación de maestros para los colleges y sus institutos de verano. Hofstra ha institucionalizado cursos en política deliberativa para estudiantes que buscan certificados en educación. Y el Instituto Wisconsin les está llegando a los estudiantes con potencial de ser expulsados a través de su programa de pedagogía deliberativa, el cual ya cuenta con el apoyo de la junta directiva del college217. Esfuerzos similares se están adelantando en el Miles College, en Alabama, y en la Universidad del Norte de Iowa.
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Introducir a los estudiantes universitarios en una política que esté a su alcance Me ha impresionado mucho el potencial que tiene el involucramiento de los estudiantes de pregrado en el realineamiento del trabajo de las instituciones académicas con el trabajo de los ciudadanos. Este realineamiento comienza introduciendo a los estudiantes al trabajo que los ciudadanos hacen con otros ciudadanos en solución de problemas. En algunos campus, los estudiantes han sido introducidos a la toma de decisiones deliberativas tanto en experimentos de los centros como en iniciativas de los profesores. En un realineamiento más directo, los miembros de la facultad han utilizado los manuales deliberativos de los Foros de Interés Nacional para introducir la política deliberativa en asignaturas diversas que van desde el drama hasta el derecho. Uno de los experimentos más elaborados que involucra la toma deliberativa de decisiones se realizó en Wake Forest sobre todo un ciclo de pregrado de cuatro años; los resultados está presentados en detalle en el libro Spaeking of Politics (Hablando de Política), de las profesoras Katy Harriger y Jill Mc Millan218. Brevemente, el experimento de Wake Forest introdujo a un grupo de estudiantes a la política deliberativa en varios lugares: en las aulas de clase, en el campus y en el pueblo o ciudad donde se localice la universidad. La deliberación se presentó no solo como una manera de hacer foros, sino como una forma de vivir democráticamente. Harriger y Mc Millan también encontraron que el concepto de política implícito en las deliberaciones alude a todos los papeles que los profesores han vivido y a los que están acostumbrados, como el de maestros, investigadores y aun el de ciudadanos. (Alejandro Sanz de Santamaría hizo un hallazgo similar de la forma como lo que ocurre por fuera del campus se traslada al campus). Una parte del experimento de Wake Forest que merece atención especial es el profundo impacto que tuvo en los estudiantes participantes. Una de ellos dijo que esta experiencia había afectado todo lo que había hecho en sus actividades con otros estudiantes y aun sus relaciones personales. Los estudiantes descubrieron que la política abarca mucho más que el hecho de elegir los representantes. Al entender esto, adquirieron un sentido más amplio de las muchas formas como pueden convertirse en actores políticos efectivos219. Hay otros experimentos en marcha en otras universidades para brindarles a los estudiantes todo un rango de solución de problemas comunitarios para involucrarlos en pueblos y ciudades donde puedan aprender del trabajo de los ciudadanos. Los estudiantes matriculados en la comunidad también
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se matriculan en un programa académico del cual se habrán de graduar. Los profesores quieren que los estudiantes estén vinculados durante el tiempo suficiente para que puedan experimentar las consecuencias de lo que hacen. Las oportunidades para que los estudiantes se involucren en proyectos de servicio social abundan y aunque les sean útiles, no necesariamente les brindan experiencias en toma colectiva de decisiones y en acción dirigida a enfrentar problemas definidos por la comunidad. Los profesores que lideran estos experimentos dicen que su meta consiste en desarrollar programas que ofrezcan oportunidades, tanto curriculares como de base comunitaria, para que los alumnos de pregrado aprendan a resolver problemas con personas con trasfondos diversos y con intereses variados220.
En educación pública Nuestro sistema de educación pública, que sufre de un caso virulento de pérdida de confianza, bien se podría beneficiar de una alineación más cercana al trabajo que los ciudadanos utilizan para educar. Así como los sentidos públicos de propiedad y de responsabilidad por las escuelas ha declinado, las escuelas han respondido mejorando las comunicaciones de doble vía con los padres de familia y desarrollando un despliegue de iniciativas de compromiso público. Sin embargo, la pérdida de los sentidos de propiedad y de responsabilidad persiste, al igual que la falta de confianza.
De las relaciones públicas al relacionamiento público Antes de entrar a describir los experimentos para alinear a la escuela con el trabajo de los ciudadanos, quiero decir algo más sobre el efecto de los esfuerzos de compromiso para mejorar la relación entre el público y sus escuelas. Los críticos de estos esfuerzos argumentan que no son liderados por ciudadanos y que no han afectado la relación fundamental entre comunidades y escuelas221. Ciertamente, los esfuerzos de compromiso aún están evolucionando. Yo pienso que hay más posibilidades de saltarla brecha que separa al público de las escuelas públicas si esta evolución continúa. En particular, creo que hay maneras de que los esfuerzos de compromiso se puedan alinear mejor con el deseo de la gente de obtener más control sobre el futuro. Como se discutió en el capítulo anterior, la otra estrategia estándar que las escuelas y colegios han utilizado para reconstruir la confianza ha sido brindar trans-
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parencia. Aunque esta estrategia tiene sus limitaciones, se han hecho muchos esfuerzos para mejorarla. Por ejemplo, algunos profesionales en relaciones públicas escolares han reconocido que el compromiso debe ir más allá de crear imagen escolar222. Grupos profesionales perceptivos, como la Asociación Nacional de Relaciones Públicas Escolares (nspra, en inglés), han motivado a las escuelas y colegios para que pasen de las relaciones públicas al relacionamiento público. Seguir este consejo puede abrirles las puertas a experimentos de alineación. Esta puerta se puede abrir aún más si los ímpetus vienen del público. El Laboratorio para el Desarrollo Educativo del Sur Oeste (sedl, en inglés) encontró organizaciones de base vecinal que habían traspasado las escuelas para llegar a las comunidades en donde estaban localizadas223. Estas iniciativas fueron bien distintas de los típicos esfuerzos de compromiso escolar porque fueron lideradas por padres de familia y miembros de la comunidad provistos de una agenda abarcadora. Tales iniciativas pueden brindar oportunidades para nuevos experimentos de realineación. Otras iniciativas lideradas por la comunidad –particularmente en vecindarios de bajos ingresos– ni han antagonizado con los empleados escolares, ni han tratado de mermar su poder. Más bien, han intentado cambiar “las relaciones antagónicas que con mucha frecuencia existen entre las escuelas y la comunidad circundante”224. La estrategia ha sido reforzar la habilidad que tiene el público para actuar frente a problemas educativos225. La estrategia les sirve tanto a las escuelas como a la democracia. Después de estudiar estas iniciativas comunitarias, Clarence Stone las caracterizó como aquellas que “tienen poco que ver con el reto a los mecanismos de control de las élites establecidas, como con el carácter de las condiciones requeridas para lograr relaciones viables”. Stone encontró que mientras en los años 60 y 70 los ciudadanos utilizaron mucho los métodos antagónicos, los efectos fueron limitados. Vio el potencial para cambiar la construcción de una capacidad cívica para resolver los problemas de la educación226. El énfasis en la construcción de capacidad comunitaria cuando y donde esta ocurra puede crear las oportunidades para realinearse con las escuelas porque muchos de sus problemas tienen que ser resueltos en y por las comunidades.
Usar todo lo que educa Algunos ciudadanos frustrados con las escuelas han iniciado proyectos educativos que describen como hacer lo que las escuelas no hacen. No estoy hablando de educación en el hogar, ni de educación para la formación del carácter, sino
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de experimentos para utilizar los recursos comunitarios en educación y atender los problemas que las escuelas no pueden resolver por sí solas. Aquellos que utilizan recursos locales para educar han sido llamados educadores comunitarios; ellos encuentran los recursos educativos en la comunidad que puede suplementar lo que lo que las escuelas tienen227. Las comunidades ya están educando en las bibliotecas públicas, en los museos, en los centros comunales y en las iglesias. Pero los educadores comunitarios sacan recursos que pueden resultar impensables, tales como un viejo cementerio utilizado para enseñar historia en Lexington. Estos educadores incluyen artistas locales, líderes de negocios, policías, bomberos y naturalistas. Los educadores comunitarios dicen que su trabajo es orientador, constructor de carácter y de desarrollo de la identidad cultural. La necesidad de una alineación entre el trabajo de los educadores comunitarios y las escuelas es obvia. Mientras más escuelas refuercen el trabajo ciudadano empleando los recursos educativos de la comunidad, mejor estarán todas ellas. Y mientras mayor sea el impulso del trabajo ciudadano a las escuelas, mejor estará la comunidad. Típicamente, los educadores comunitarios no piensan que ellos puedan o deban enseñar, al menos no en la manera como lo hacen los maestros, aunque de todas maneras crean que pueden educar. En este contexto, cuando la gente habla de enseñar, quiere decir instruir en una materia; educar significa ayudarle a la gente joven a desarrollar su facultad de aprender. Un buen ejemplo lo ofrece el proyecto al que me referí, que involucró las iglesias a donde acuden los ciudadanos para ver su propio poder de educar cuando se dan cuenta de lo que han aprendido a hacer bien y dónde lo han aprendido. Esta gente se dio cuenta de que aunque no habían enseñado como se hace en las escuelas, de todas formas sí habían educado. Marion Brady, una maestra retirada y administradora escolar, define la educación como el hecho de “ayudar a los estudiantes a tomar más conciencia del mundo que los rodea y de los otros”. Esto es muy similar a lo que los ciudadanos describen como su objetivo cuando utilizan recursos comunitarios para educar228. Nuevamente, el reto de alinearse significa lograr encajar las instrucciones que se dan en el aula con el trabajo de educar que se da fuera de ella.
Enfocarse en el ciudadano Probablemente la mayor oportunidad de realinear el trabajo de los ciudadanos con el de las escuelas se da en la preparación de los jóvenes para convertirlos en ciudadanos. La comunidad –incluidos los padres de familia, las organizaciones religiosas y los clubes juveniles– tiene la mayor influencia en la forma como los
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jóvenes llegan a comprender su papel como ciudadanos cuando, en alianza con el trabajo cívico de las comunidades, las escuelas no solamente pueden ayudar a los esfuerzos comunitarios, sino también usar lo que hacen las comunidades para enriquecer sus propios cursos de cívica. Lamentablemente, la cívica ha perdido buena parte de su foco en los ciudadanos. En los años formativos de la nación, casi toda la educación tenía un propósito cívico229. Las primeras escuelas comunitarias fueron creadas para servirle al público en vez de centrarse tan solo en propósitos pedagógicos. Estas estaban para completar el gran trabajo de la Revolución –producir ciudadanos capaces de convertir el sueño de crear la nueva república en una realidad–. Luego, en la era posrevolucionaria del crecimiento nacional, la educación cívica tuvo nuevos propósitos. La educación pública era para crear una nación resultante de diversos grupos poseedores de largas historias de conflictos destructivos en Europa. La educación cívica fue una educación de lo que los estadounidenses compartieron y de lo que es distintivo de la cultura nacional emergente. En el siglo xix, la educación cívica se dio en una gran cantidad de instituciones y tomó una gran variedad de formas: La oratoria del 4 de julio, los poemas patrióticos, los cantos, los desfiles, las obras de arte, las biografías de los estadounidenses ejemplares, las historias del nuevo país. La educación cívica era toda una empresa pública. Y era sobre ciudadanos, así como sobre gobiernos. La responsabilidad social fue resaltada. Para asegurar esto, los jóvenes del siglo xix eran expuestos a una vida altamente partidista y, en ocasiones, de combate físico. Muchos de los eventos culturales que educaron aún permanecen con nosotros. Con esto no se trata de glorificar el siglo xix. El punto es que la educación cívica de hoy se centra en las relaciones de los ciudadanos con el Estado en vez equilibrar la relación de los ciudadanos entre sí y la de estos con el Estado. A comienzos del siglo xx, nuestro ambiente político había cambiado –y también nuestra concepción sobre la educación cívica–. Confiamos mucho en una ciencia fáctica que habría que dominar, una ciencia con valores universales que había que entender. La política se reestructuró en una ciencia política y la educación cívica se convirtió en el estudio del funcionamiento y el trabajo del Gobierno (A lo mejor se acuerdan de la lección del ¡Schoolhouse Rock! –el ¡Rock de la Escuela!–, que explicaba el tránsito legislativo de un proyecto de ley). La noción de que toda la educación es educación cívica fue reemplazada gradualmente por la idea de que había que tener cursos especializados en la ciencia de la política, y más específicamente en la ciencia del Gobierno. La ciencia se convirtió en materia para las aulas de clase y no para las comunidades.
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A comienzos del siglo xxi, los educadores y los líderes cívicos hablaban alarmados de lo que creían era el declive de la educación cívica230. Y los más francos no solo clamaron por la necesidad de revivir la cívica basados en la historia y el Gobierno, sino una nueva cívica con los ciudadanos en el centro –ciudadanos como actores políticos y no sólo como voluntarios de las causas nobles–. Esta tendencia ha creado nuevas oportunidades para que en las aulas se abra un nuevo terreno en el que lo que los maestros enseñan se pueda alinear con el trabajo de los ciudadanos uniendo fuerzas con otros ciudadanos. La experiencia en ese tipo de trabajo debe desarrollar ciudadanos jóvenes, activos y emprendedores, que sepan cómo enfrentar problemas junto con otras personas. Y la gente con la que se trabaja en comunidad debe convertirse en instructores ideales que, al unirse con los maestros escolares, aportan lecciones relevantes desde la historia, la ciencia política y otras materias. Ya se están realizando experimentos que les brindan a los estudiantes experiencias en toma de decisiones colectiva para solucionar problemas de interés común. Los estudiantes de la Universidad de Auburn están pasando sus veranos en pueblos de Alabama como parte del programa de compromiso cívico denominado Living Democracy (Viviendo la Democracia)231. Las escuelas secundarias también les están dando oportunidades a sus estudiantes en toma de decisiones deliberativa. En Birmingham, Alabama, alumnos de los cursos intermedios y avanzados de bachillerato han deliberado sobre cómo reducir la violencia juvenil. Escuelas de Long Island, al igual que en Wausau, Wisconsin y State College en Pensilvania, también están experimentando con el uso de la deliberación en el aula de clase232.
Reenmarcar los problemas escolares como problemas comunitarios El realineamiento debe servirles a los intereses propios de las instituciones. Y yo creo que el potencial para que eso ocurra es mayor ahora, debido al creciente reconocimiento al hecho de que las escuelas no pueden hacerlo por sí solas233. En ese mismo sentido, es bien posible que las escuelas por sí solas no puedan sobrellevar todos los problemas externos que interfieren con el aprendizaje y que inundan los salones de clase. Las escuelas necesitan del refuerzo del trabajo cívico para combatir estas dificultades. Así, ellas tienen mucho que ver en el fortalecimiento de la capacidad comunitaria de hacer trabajo cívico234. Un distrito escolar en Pueblo, en el estado de Colorado, experimentó al reenmarcar un problema escolar como un asunto de interés comunitario. Ob-
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tuvo una gran donación para promover la educación sanitaria, lo cual habría significado la adición de un curso en educación sexual al currículo escolar. Pero una disputa sobre el curso amenazó con polarizar la comunidad. Las escuelas quedaron capturadas en medio de las facciones que se oponían. Dado que no se pudo resolver la controversia, la donación fue revocada. Pero la pérdida del dinero solo sirvió para intensificar la disputa235. Con la ayuda de la Junta Directiva de la Asociación de Escuelas de Colorado, Pueblo comenzó a realizar una serie de ejercicios públicos para denominar o nombrar el problema en comunidad y saber exactamente lo que le preocupaba a la gente. Sorpresivamente, durante la controversia, las reuniones mostraron que mucha gente no estaba tan preocupada con la educación sexual en las escuelas como lo estaba con el embarazo juvenil en la comunidad. Este problema había quedado escondido por el debate sobre educación sexual. Así, usando los resultados de las reuniones comunitarias locales promovidas por la Junta, los ciudadanos de Pueblo renombraron y reenmarcaron el problema. Los cambios realizados resultaron instrumentales para la creación de una iniciativa que sirvió para reclutar un buen número de agencias comunitarias especializadas en ofrecer ayuda para enfrentar el embarazo juvenil. Renombrar los problemas para que la comunidad reconozca y acepte sus responsabilidades debe ser particularmente útil para los maestros en el aula. Con frecuencia los maestros se frustran con lo que sucede (o no sucede) en la comunidad. Quedan golpeados por un mundo de problemas sociales que infectan el exterior de las aulas y que luego logran meterse en ellas. Los efectos de estos problemas pueden ser devastadores cuando afectan el comportamiento estudiantil. Recuerdo a un maestro de Houston, Texas diciéndome: “Gasto el 60% de mi tiempo en disciplina, el 20% archivando y, si tengo suerte, me queda el 20% para instruir”. El personal escolar dice que cada vez más tiene que apoyar la inmensa responsabilidad de criar a los niños, hasta el punto de tener que alimentarlos y supervisarlos cuando se terminan las clases236. Cuando se sabe que un problema es de la comunidad y no solo de la escuela, la respuesta puede ser bien diferente a cuando no se sabe. Un abogado perteneciente a la Junta Directiva de una escuela se quejaba de la baja asistencia del público a las reuniones públicas sobre disciplina escolar. Después, cuando llegó a ser fiscal de distrito, vio que las reuniones comunitarias locales sobre criminalidad juvenil movían masas de gente. A pesar de algunas diferencias evidentes, la disciplina escolar y la criminalidad son asuntos muy relacionados. ¿Por qué entonces la gente era mucho más atenta a uno que a otro? Tal vez por las dife164
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rencias en las formas como los problemas eran nombrados. El propio término disciplina insinuaba que el problema era solo de incumbencia de la escuela. En consecuencia, solo unos pocos ciudadanos se sintieron obligados a hacer algo que fuera más allá de averiguar qué era lo que los educadores estaban haciendo. Pero cuando el comportamiento antisocial se expande a las calles y a los hogares, sí se convierte en un problema de todos. Reconocer los problemas comunitarios que afectan a las escuelas puede servir para promover la movilización comunitaria por la educación, y esa movilización puede fortalecer las prácticas democráticas, construir relaciones públicas más fuertes y reforzar las normas de cooperación. La investigación de Robert Putnam muestra una correlación poderosa entre resultados escolares y normas y relaciones cívicas237. (Yo añadiría las prácticas democráticas a las normas y a las relaciones). La investigación es clara: el desempeño de la escuela se afecta materialmente con el trabajo que hacen los ciudadanos.
Superar las barreras del realineamiento A pesar de las ventajas, el realineamiento de las escuelas es difícil por varias razones. Desde la perspectiva de la escuela, los recursos de la comunidad no se parecen a los que usan los profesionales. Aún más, el trabajo de los ciudadanos que utilizan los recursos de la comunidad para educar no se acopla fácilmente con la manera como la escolaridad está organizada. Lo que los estudiantes aprenden en las comunidades no siempre se ajusta al currículo, ni se puede evaluar con pruebas estandarizadas. En adición a las barreras del alineamiento, un código profesional dice que enseñar requiere un tipo de experiencia que los ciudadanos no tienen. Y la comunidad puede ser vista como una carga y no como un recurso. Como un educador de 25 años confesaba: “Yo fui entrenado para contrarrestar las influencias externas a mi salón de clase y no para trabajar con el público”. Sin embargo, sí ha habido experimentos de alineamiento que conectan las aulas con el trabajo cívico de los educadores comunitarios. Recuerden la finca de caballos de Kentucky; una escuela alternativa también estaba involucrada. Casi todo el mundo en el área (Lexington) ama las carreras de caballos. Y algunos de estos amantes de los caballos quedaron consternados cuando descubrieron que después de que los caballos ganadores del Derby de Kentucky habían tenido su gran momento, eran enviados a pegar los ojos. Entonces comenzaron a comprar estos viejos campeones y a llevárselos a una finca llamada Viejos Amigos. Entonces, y por invitación de la finca, el director de la escuela alternativa
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comenzó a mandar estudiantes a que trabajaran con los caballos. Junto con este trabajo, la escuela dio algo de instrucción. Posiblemente la zoología no era tan formidable en el contexto de las carreras de caballos. Pero los chicos carentes de gran interés en el aula comenzaron a aprender238. Otras comunidades han reconocido que muchas instituciones locales educan, y no solo las fincas de caballos. En Chattanooga, un grupo cívico identificó los diversos lugares en donde la gente joven aprende algo útil y elaboró un mapa de todas estas instituciones educativas, incluidas aquellas que no están confinadas a las escuelas239.
Reversar la ecuación: ver la comunidad misma como una institución educativa Una de las principales barreras al realineamiento del trabajo de las escuelas con el trabajo cívico en las comunidades se puede deber a que la ecuación que está siendo utilizada esté al revés. El supuesto es que la escuela es el educador primordial y que la comunidad debe tener un papel de apoyo. Pero ¿qué ocurriría si eso está errado? ¿Qué pasaría si pensamos que la comunidad es el educador principal y vemos a la escuela en un papel de apoyo? El realineamiento significaría tener que adaptar lo que las escuelas hacen para encajar con la educación que hacen las comunidades. Pero ver a la comunidad como el educador primordial también tiene implicaciones obvias para la manera como las comunidades son entendidas. Esto sugiere que las comunidades no solamente son lugares para vivir o para trabajar. Existen para hacer más que prestar servicios y proteger el bienestar físico de los residentes. Las comunidades son responsables de brindarle a la gente oportunidades para desarrollar su máximo potencial. Y eso las obliga a educar. Uno de los argumentos más audaces para ver a la comunidad como la principal institución educadora se encuentra en el trabajo de Edmund Gordon, profesor emérito del Teacher’s College de Columbia240. Él hace una gran apuesta por concentrarse en las comunidades en vez de hacerlo en las escuelas. Sandy, la maestra que se convirtió en la constructora de capacidades que describí al comienzo de este libro, siguió el consejo de Gordon de enfocarse en la comunidad como un esfuerzo para fortalecer las escuelas. Y ¿cómo se vería este realineamiento a la inversa? Una posibilidad: una forma como las comunidades pueden educar es dándole a la gente experiencias directas y personales de lo que hacen los ciudadanos democráticos. Los jurados, los órganos de gobierno municipal y las juntas escolares son talleres democráticos. También lo son las reuniones comunitarias locales y los foros públicos.
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Todos ellos enseñan las prácticas de decidir y de actuar unidos frente a problemas difíciles. Y en vez de limitarse a mirar lo que hacen los adultos, los maestros pueden dar a sus estudiantes experiencias en luchar con estos mismos asuntos en foros donde también hay adultos (Centros de ciudadanos mayores ya han sido lugares para realizar este tipo de educación cívica). El argumento de Gordon de ver la comunidad como el educador primordial coincide con la investigación de Larry Cremin, quien documentó el papel que las comunidades educativas siempre han jugado en Estados Unidos. Cremin, un historiador ganador del Premio Pullitzer, identificó una variedad de instituciones educativas distintas de las escuelas en su trabajo de tres tomos de historia comparada de la educación en Estados Unidos. Él mostró cómo el país tiene una larga historia de educación a través de las familias, junto con instituciones religiosas, bibliotecas, ferias agrícolas, programas de radio y televisión, periódicos y organizaciones militares241. Con esta historia, parece razonable preguntar por qué las instituciones educativas no conectan sus instituciones educativas para sacar provecho de todos los recursos que se pueden usar para promover el aprendizaje. Ciertamente las escuelas hacen viajes de campo a los zoológicos, museos y demás. Y muchas comunidades de clase media alta están repletas de actividades de enriquecimiento después de clases y en los veranos. Pero estas apenas son una fracción de las instituciones y las actividades locales que tienen potencial educativo. Cremin también señaló la anomalía de tener juntas de educación dedicadas sólo a seleccionar los superintendentes para las escuelas. Él no estaba sugiriendo que las juntas escolares también controlaran las bibliotecas, los museos y las otras instituciones educativas. Simplemente estaba motivando a la gente a imaginar lo que podría suceder si las comunidades ampliaban su foco al pasar de la escolaridad a la educabilidad. Es concebible que las comunidades puedan construir una red que ligue todos los Cuadros y las Burbujas educativas. Tal red podría crear la estrategia para la creación de un desarrollo educativo parecido a las estrategias que de manera rutinaria se establecen para el desarrollo económico, pero esa posibilidad aún está por ser explorada. ¿Será que coaligar todas las instituciones educativas es simplemente un asunto de coordinación que se puede realizar encargándole a una nueva agencia central la conexión de todos los jugadores al sistema? Yo creo que no. La mejor respuesta a este reto puede ser que todas las agencias educativas se concentren en el enriquecimiento de la cultura del aprendizaje en comunidad. La investi-
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gación muestra que algunas culturas promueven la educación mucho más que otras y lo que esta cultura apoya tiene mucho que ver con lo que sucede en las escuelas y más allá242.
Fortalecer la cultura del aprendizaje Poco podría derribar las barreras del aprendizaje como ampliar el foco de los esfuerzos para reunir al público y a las escuelas públicas para que tengan en cuenta la cultura comunitaria del aprendizaje. Las comunidades educan con más poder a través de normas y expectativas sociales que influyan en la forma como la gente se preocupe por aprender; eso es, la importancia que le den a y el tipo de aprendizaje que prefieren. La cultura del aprendizaje se refleja en el trabajo que los ciudadanos hacen con los ciudadanos. Un ejemplo: en una comunidad los ciudadanos dijeron que todo el mundo en el pueblo estaba tratando de educar a la próxima generación243. Eso pudo haber sido una exageración, pero lo cierto es que los negocios tenían pasantías, las iglesias tenían programas para después de la escuela, las organizaciones cívicas patrocinaban equipos deportivos. Todos hicieron lo que hicieron porque la comunidad lo esperaba de ellos. Y la responsabilidad que la gente sentía por la educación era más significativa que cualquiera de sus programas. En otras palabras, lo que se estaba haciendo (que en realidad era muy común) no era tan significativo como la cultura que reforzó las expectativas. Un vecindario en St. Paul, Minnesota, realizó una estrategia cultural explícita. La gente utilizó los recursos del vecindario para educar, apoyándose en la historia local. Mary Boyd, quien estuvo al frente de este trabajo, creyó que el conocimiento y la identidad cultural incrementaban la confianza de la gente joven y la estimulaba a actuar y a asumir un papel positivo en su comunidad244. St. Louis Park, en Minnesota, y Albion, en Michigan, también desarrollaron iniciativas para fortalecer la cultura del aprendizaje. En estos casos, el objetivo consistió en sentar un precedente para que las organizaciones locales pudieran asumir la responsabilidad de educar a los jóvenes ciudadanos. En St. Louis Park las organizaciones comunitarias hicieron un pacto para dar prioridad a los niños. En Albion, estas organizaciones reclutaron ciudadanos de todos los puntos de la comunidad para que hicieran todo lo que fuera posible para marcar la diferencia en la construcción de las vidas de la gente joven. Lo que hicieron fueron tutorías, orientaciones convencionales y cosas por el estilo. Y lo hicieron para cambiar la cultura como estrategia de desarrollo comunitario como algo novedoso245.
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¿Qué habría sido evidente en una rica cultura del aprendizaje? Habría más educadores comunitarios, más restaurantes enseñando los idiomas de la cocina, más iglesias y organizaciones comunitarias ayudándole a la gente a reconocer su poder para educar, más negocios ofreciendo pasantías. Parece ser que los miembros provenientes de la comunidad en las juntas escolares estarían liderando el fortalecimiento de la cultura del aprendizaje y el uso comunitario de todas las instituciones educativas. Las juntas pueden representar a la comunidad en las escuelas (en vez de limitarse a representar a la escuela ante la comunidad). Lamentablemente, esto no parece suceder con frecuencia. Y en esto, toda la culpa no la tienen los miembros de las juntas. Estas enfrentan obstáculos casi insuperables como para jugar un papel mayor y más abarcador. La agobiante carga de reglas y regulaciones que obliga a estas juntas puede prevenirlas para no añadir más tareas y responsabilidades a sus agendas ya sobrecargadas. Así, otras instituciones de la comunidad pueden llegar a no reconocer que las juntas escolares puedan ser vistas como convocantes neutrales. Probablemente el ímpetu del realineamiento tenga que venir de otra parte de la comunidad, idealmente con el apoyo de las juntas escolares.
En las organizaciones no gubernamentales (ong) Alinear el trabajo cívico con el de las organizaciones no gubernamentales (ong) debería ser fácil; después de todo son organizaciones cívicas. Las ong son entidades sin ánimo de lucro que incluyen las grandes organizaciones cívicas nacionales, las organizaciones comunitarias locales y las fundaciones que hacen donaciones. Bajo ningún punto de vista todas son iguales y cuando yo informo acerca de los experimentos de realineamiento, los hallazgos no aplican en todos los casos. Aun cuando no están plagadas de una pérdida de confianza tan grande como la que padecen otras instituciones, muchas ong tienen problemas de legitimidad como agentes de ciudadanía. La gente no siempre cree que las organizaciones no gubernamentales se diferencian de las gubernamentales. Se parecen más a los Cuadros y las Burbujas. Así como las organizaciones del sector independiente o no gubernamental han ido creciendo y se han ido volviendo más profesionales –en la misma medida, han ido supliendo a las agencias gubernamentales en la provisión de los servicios sociales y asumido otros papeles gubernativos–, las ong se asemejan cada vez más a las organizaciones del Gobierno. Algunas también han sido colonizadas por los gobiernos, es decir, han alineado sus rutinas con las rutinas
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burocráticas y no con las prácticas democráticas. En su defensa, y dado que se financian con dólares de los impuestos, tienen que probar que han hecho buen uso de los fondos. Por eso muchas ong, como las que hacen donaciones, se han orientado a los estándares científicos o medibles –usando puntos de referencia cuantitativos para demostrar que han hecho un buen trabajo–. No obstante, aquellas organizaciones que usualmente dependen de donaciones han sido presionadas a presentar resultados medibles y –de manera rápida– se pueden volver contraproducentes. Con frecuencia sus logros son intangibles y difíciles de desarrollar. Como Bruce Sievers, un experimentado líder de la filantropía, ha señalado, también hay falacias o puntos ciegos en los supuestos epistemológicos predominantes –especialmente el supuesto de que hay un conocimiento experto que puede llevar al logro de controles sociales y políticos efectivos–246 (Bruce es otro que argumenta a favor de un mayor aprecio por el conocimiento práctico). El máximo aprecio posible puede estar en inducir a un experimento de realineamientos para obtener beneficio del conocimiento que los ciudadanos generan al deliberar.
Comenzar pequeño/permanecer pequeño A pesar de las presiones que vienen de fijar medidas cuantitativas, que se usan como indicadores de ascenso en la escala, algunas organizaciones cívicas y sus aliados de las fundaciones se están moviendo en un sentido diferente. Tienen el potencial de hacer experimentos en alineaciones que apoyen el trabajo de los ciudadanos que comienzan en pequeño y permanecen pequeños247. Estas organizaciones no gubernamentales incluyen fundaciones focalizadas que ven el valor de los proyectos que le brindan al ciudadano una mayor habilidad para trazar su propio destino. Muchas son fundaciones locales interesadas en cómo los ciudadanos se unen para fortalecer sus comunidades y los papeles que pueden llegar a jugar los donantes, más allá del financiero248. Por ejemplo, una de estas fundaciones financia nuevas organizaciones cívicas conectándolas con redes de aliados potenciales. El realineamiento en las ong también se puede fortalecer colaborando con experimentos que se están llevando a cabo en otros sectores. Por ejemplo, las fundaciones comunitarias pueden encontrar compañeros de viaje y aliados en las divisiones de extensión cooperativa que empiezan a interesarse en la construcción comunitaria de capacidades cívicas. Y estos dos grupos pueden descubrir que tienen mucho en común con las organizaciones gubernamentales que intentan aliarse más con ong que se centran en el ciudadano. Estas agencias
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gubernamentales no son simples comunidades reguladoras; también están tratando de rejuvenecerse. En la zona carbonífera de West Virginia (Virginia del Oeste), el Departamento del Interior se ha aliado con Voluntarios al Servicio de Estados Unidos (vista), para apoyar a los grupos comunitarios en la limpieza del medio ambiente249. Cuando los profesionales del Gobierno empezaron a depender de la actuación ciudadana, comenzaron a encontrarse con las prácticas que los ciudadanos usaban en su trabajo. Y eso pudo haber aportado oportunidades para alinear las rutinas profesionales con las prácticas democráticas. Se necesitarán más experimentos para ver cómo se presenta el realineamiento, pero el potencial está ahí. Los experimentos de realineamiento con ong pueden aprender de la experiencia filantrópica llamada inversión civil250. La iniciativa fue una respuesta a la toma de conciencia creciente de que las donaciones no están siendo efectivas no por causa de la falta de estándares de desempeño, sino de la de capacidad para recibir y manejar las donaciones. La lección aprendida fue que los donantes deben invertir en construcción comunitaria. La construcción comunitaria aún es el objetivo de algunas fundaciones, e invertir en ella brinda la oportunidad de conocer las prácticas que hacen que las comunidades trabajen (esto es, las prácticas que permiten a las comunidades resolver sus problemas). Este hallazgo tiene el potencial de provocar la reconsideración de las rutinas de una fundación que puedan llegar a afectar las prácticas esenciales para una democracia centrada en el ciudadano. Este potencial se hizo evidente en una conversación entre fundaciones que versó sobre inversión civil y que se dio cuando comenzaron a hablar sobre lo que ellas pensaban que era la democracia. Una respuesta fue la autodeterminación. Con esa definición en mente, alguien sugirió mirar la manera como estas fundaciones decidían sobre sus programas de donaciones. La práctica usual, según dijeron estos donantes, era seleccionar un problema, nombrarlo, obtener el consejo de los expertos en cómo resolverlo y luego sí desarrollar un programa para financiar donaciones. El consejo experto se tradujo en criterios para la obtención de las donaciones y especificaciones acerca de los resultados esperados. En este punto, alguien preguntó: “¿Lo que estamos haciendo es realmente autodeterminación?” La pregunta por sí sola no lleva al realineamiento, pero sí es el primer paso en esa dirección. Mi punto es que un mejor alineamiento requiere mirar no solamente las donaciones, sino las rutinas de los donantes. Este tipo de retos de introspección
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está arraigado en las mentalidades y protocolos. Un funcionario de una ong grande que reparte millones para el desarrollo comunitario observaba que uno de los principales obstáculos al realineamiento era cambiar la relación donante-beneficiario. Si esa relación está basada en el supuesto de que la ong es la encarnación de la sociedad civil democrática con todas sus virtudes, el supuesto puede llevar a un patrón operacional muy confortable. El donante reclama un alto piso moral porque actúa en nombre de ciudadanos comunes y corrientes. Pero operacionalmente, no tiene necesidad de pasar por las dificultades que significa tener que trabajar con la gente. Las ong tienen incentivos poderosos para mantener sus relaciones con las comunidades tal como están. En vez de construir capacidad cívica, desarrollan una relación de mutua dependencia en la que los donantes se mantienen en su papel de benefactores al aportar dinero, servicios o ambos. Así, las organizaciones de base terminan alineándose con aquellos financiadores con los que tienen más probabilidad de obtener apoyo o desarrollando programas que piensan que sus patrocinadores quieren. En consecuencia, los donantes tienen pocos incentivos para construir una mayor capacidad en comunidades con proyectos autosostenibles. Y los beneficiarios de las donaciones, en vez de desarrollar su capacidad de inventar su propio futuro, terminan concentrándose en su capacidad de preparar propuestas para recibir donaciones.
En el gobierno Si, como piensan algunos, la libertad y la igualdad se habrán de alcanzar en democracia, estas se lograrán mejor cuando todas las personas compartan por igual en el Gobierno hasta lograr el máximo. Aristóteles251
Cambiar el foco de las organizaciones no gubernamentales a las gubernamentales no modifica mucho el panorama. Volvamos a pensar en el problema de la brecha que separa a la gente del Gobierno y de la falta de confianza de la gente aun en sus representantes elegidos. Es posible argumentar que una mejor alineación con las prácticas democráticas puede mejorar las relaciones traumáticas con las instituciones del Gobierno en formas que puedan fortalecer el autogobierno democrático. Y el refuerzo del trabajo de los ciudadanos democráticos le puede servir al interés propio de los gobiernos en lograr una mayor eficiencia.
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La “brecha ciudadana”–ese vacío de espacio aéreo muerto, por decir algo –entre la gente y su gobierno... es, de lejos, un reto mucho mayor para nuestro gobierno y para nuestra estructura social que cualquier otro reto externo. Hubert Humphrey252
La rama legislativa ¿A qué se puede parecer este realineamiento con las asambleas nacional, estatales y locales? Algunos experimentos han intentado acercar el trabajo de los ciudadanos en deliberación para lidiar con la formulación de políticas legislativas, pero no como lo haría un grupo de interés para cambiar una política, sino para cambiar la relación entre el público y los cuerpos legislativos. La deliberación pública –que mejora la habilidad de la gente para tomar decisiones bien fundamentadas y poder hablar de una manera compartida y reflexiva–, la voz pública puede brindarles a los funcionarios la información requerida para comprometer a la ciudadanía en sus propios términos y en el proceso, ayudarles a combatir la hiperpolarización que está ahogando el sistema político. Aun cuando los resultados de la deliberación pública no les dicen a los legisladores cómo deben votar, sí les pueden dar pistas para desarrollar estrategias para involucrar al público antes de que los representantes digan sí o no. En el año 2008, los foros deliberativos sobre el problema del cuidado de la salud mostraron que los ciudadanos no habían “explorado a cabalidad las razones por las cuales los costos de la salud estaban aumentando” y no habían sopesado las fortalezas y las debilidades de las opciones de política que había. La implicación de comprometer al público era porque la ciudadanía tenía la propensión a polarizarse por no haber habido más oportunidades para identificar los costos y las consecuencias y para trabajar más en las tensiones253.Y eso es lo que pasó. ¿Más deliberación pública habría podido prevenir la polarización? ¿Habría podido atenuar la severidad de la polarización? Tal vez sí. El principal potencial de alinear las rutinas de gobierno con el trabajo de los ciudadanos puede yacer en un experimento para ver si los funcionarios y la red de organizaciones cívicas no partidistas promotoras del diálogo y la deliberación pueden colaborar enmarcando unidas asuntos de política y problemas mayores, especialmente aquellos que requieren hacer más intercambios y concesiones como, por ejemplo, reducir la deuda federal. En el 2013, la gente con experiencia en el Congreso, junto con los funcionarios de la Tesorería y de los
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Servicios Humanos y de la Salud, se reunió para ver si era posible desarrollar un marco para realizar una deliberación pública sobre reducción del déficit254. Este marco no había considerado las preocupaciones de los funcionarios porque los ciudadanos no entendieran y por cómo reaccionarían frente a concesiones dolorosas. El marco también tenía que reflejar las cosas de alto significado para la gente y lo que creían que estaba peligrando. Y hubo que promover entre los ciudadanos un trabajo serio de sopesar opciones. Obviamente, una sola reunión no es suficiente para afianzar un marco y desarrollar diálogos deliberativos. Eso se tendría que dar a lo largo de los próximos 12 meses, después de que este libro haya entrado a impresión. Si este experimento –y otros iguales a nivel estatal– puede continuar durante suficientes años, tratando diversos asuntos y problemas, el potencial del realineamiento será considerable255.
La rama ejecutiva Otros experimentos de realineamiento para contrarrestar la desconfianza mutua tienen que ver directamente con los administradores y las agencias de gobierno (a veces llamadas burocracia). Algunas involucran las deliberaciones públicas que ayudan a evitar la polarización legislativa; también les han ayudado a las agencias administrativas a paliar el estancamiento (Recordemos la historia de Max presentada en las primeras páginas de este libro). Uno de estos proyectos es con los funcionarios del presupuesto estatal para ver si los juegos deliberativos en línea les pueden dar un mejor sentido de lo que valoran los ciudadanos y de cómo manejan ellos los intercambios y las concesiones256. Los experimentos de realineamiento también sirven para probar el supuesto de que el trabajo cívico que produce los bienes públicos puede hacer que las instituciones sean más productivas257. El apoyo del trabajo complementario de los ciudadanos debería ser un incentivo para el realineamiento. No obstante, yo esperaría que las dudas profesionales sobre la tendencia defensiva de la ciudadanía o de las instituciones desaparecieran. Pero ni las instituciones ni los profesionales son inmunes al cambio. Necesito decir algo más sobre los ciudadanos que producen bienes públicos y que no solo benefician a las agencias gubernamentales, sino también a las escuelas y a las organizaciones no gubernamentales. Quiero subrayar una distinción importante que tiene que ver con la habilidad de la gente para ejercer mayor control sobre sus vidas. El realineamiento democrático tiene que darle más responsabilidad a la gente. Las alianzas con los ciudadanos pueden hacer o no esto posible. Es satisfactorio ver que la gente les ayuda voluntariamente a las institucio-
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nes con su trabajo. Las instituciones deciden sobre el trabajo que se ha de hacer y los ciudadanos son sus socios. Por ejemplo, un grupo de ingenieros constructores puede tener el apoyo voluntario ciudadano en la construcción de la escuela. Esto se puede llamar producción complementaria. Alternativamente, los profesionales pueden trabajar independientemente del trabajo de los ciudadanos, pero los dos esfuerzos se pueden complementar entre sí si tienen objetivos comunes. Yo he llamado esto producción complementaria. Un ejemplo serían los ingenieros que diseñan una escuela y los ciudadanos que traen las palas y los rastrillos para alistar el terreno donde se va a construir. La producción complementaria tiene un potencial democrático significativo porque incentiva la iniciativa cívica independiente. Los ciudadanos poseen y controlan su trabajo.
Elinor Ostrom, recordarán ustedes, demostró que las cosas que hacen los ciudadanos pueden reforzar lo que hacen las agencias gubernamentales. La importancia de la producción complementaria es particularmente evidente en los desastres naturales. Los estudios muestran que las primeras 72 horas después de un desastre, la supervivencia depende mucho de la resiliencia de los vecinos y las comunidades258. Los recursos gubernamentales pueden no llegarles a las víctimas cuando las vías están bloqueadas y la electricidad se ha cortado. La gente tiene que depender del trabajo compartido. Los vecinos que trabajan con los vecinos son más importantes que los depósitos bien dotados, que las drogas curativas o que las ayudas económicas. En una palabra, la seguridad es colectiva. Esta es la razón por la que pienso que los beneficios de la producción complementaria se pueden convertir en un poderoso incentivo para hacer más experimentos de realineamiento institucional.
La rama judicial La caída de la confianza pública también afecta las cortes y a los jueces. Los estadounidenses piensan que tenemos el mejor sistema legal del mundo. Pero la mitad creemos que el sistema legal necesita reformas significativas259. Los experimentos para responder (y realinearse con las prácticas democráticas) dependen de que los funcionarios judiciales obtengan un mejor sentido de qué y cómo
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la ciudadanía está pensando acerca del sistema. La Asociación Estadounidense de Abogados ha producido tres manuales-guía para la deliberación para averiguarlo260. Los resultados de los foros basados en estos manuales-guía han mostrado que los estadounidenses están preocupados por la influencia del dinero y se preocupan de que los jueces puedan cansarse y comiencen a tratar los casos rutinariamente al estilo de la producción en masa. Estas percepciones pueden ser válidas o no, pero son necesarias como puntos de referencia para cualquier experimento judicial. Lo que esos experimentos y cualquier forma de realineamiento puedan llegar a ser es, por ahora, una pregunta abierta. Sin embargo, la rama judicial ha tenido uno de los mejores ejemplos de coproducción: el sistema de jurados de conciencia. Esas son buenas noticias a pesar de que estén atenuadas por la disminución del número de casos que incluyen jurados261. Pero la dependencia de jurados deliberativos constituye un precedente para otras formas de realineamiento.
Dónde comenzar La sabiduría convencional asume que las instituciones deben cambiar para frenar la pérdida de confianza pública. Las reformas significativas en las escuelas, en las agencias gubernamentales y en las organizaciones no gubernamentales ciertamente pueden ser grandiosas. Pero a pesar de lo contradictorias que puedan parecer, la clave para cerrar la brecha puede estar más en el lado público de esta fisura. Así, la mejor estrategia para combatir la rampante pérdida de confianza y legitimidad de las instituciones puede estar en el fortalecimiento de la capacidad del trabajo cívico. Las instituciones no pueden hacer ese trabajo, pero sí pueden fortalecerlo alineando lo que hacen con él. El potencial está ahí Los estudios longitudinales de Bob Putnam y sus colegas, junto con uno de Vaughn Grisham, quien hizo el estudio de Tupelo, Mississippi, muestran que la gente es más propensa a quedar satisfecha con los gobiernos cuando no dependen tanto de ellos262. Y yo añadiría nuevamente que los ciudadanos parecen confiar más en las instituciones cuando están involucradas con ellas en la producción complementaria. Esta conexión entre la producción complementaria y la legitimidad institucional fue ilustrada en un estudio sobre escuelas públicas que veían a la gente que se describía a sí misma como sus socios, pero yo creo que eran más. El grupo era numéricamente pequeño pero sustancialmente significativo. Los ciudadanos
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involucrados querían compartir su parte de responsabilidad con la gente joven y lo hicieron a través de una variedad de proyectos cívicos –algunos involucrando producción conjunta y algo de producción complementaria–. Estos ciudadanos tenían una visión positiva y consistente de las escuelas públicas. Consideraban que estas instituciones eran sus agentes no solo en la educación de sus hijos, sino también en el mejoramiento de sus comunidades. Y la meta dual de mejorar las comunidades y las escuelas atrajo personas que no eran padres de familia; tenían un sentido más fuerte de que “el bienestar de la comunidad está indisolublemente ligado a lo que ocurre en las escuelas”263. Las instituciones –las escuelas y otras– tienen una buena razón de hacer lo que sea posible para impulsar las prácticas que los ciudadanos utilizan al hacer su trabajo aunque la gente esté más interesada en el bienestar de su comunidad de lo que pueda estar cualquier otra institución. Invertir en capacidad cívica no es solo una afirmación típica de la misión de muchas instituciones porque, como se ha anotado, ellos dicen no es lo que hacemos. Pero a lo mejor debería serlo264.
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13 Reflexiones
Luego de terminar este libro, mis colegas y yo nos preguntamos qué aprendimos de esta experiencia. Pensamos que nuestra reflexión sobre esa cuestión podría desatar reflexiones similares de parte de quienes han leído el libro. Nos gustaría conocer sus pensamientos. Lo que el libro tiene para ofrecer es una forma distinta de mirar lo que ya existe. No está en desacuerdo con la comprensión dominante de la democracia, que es un sistema de elecciones competidas para crear gobiernos representativos. Pero además argumenta que la democracia es más que eso, razón por la cual yo he sugerido que imaginemos la política como un ecosistema y utilicemos la analogía de los pantanos para describir el ámbito muchas veces subestimado de la política ciudadana. La analogía de los páramos llama la atención sobre lo que, en un sentido, es muy común –la gente hablando entre sí y los ciudadanos trabajando unidos–. Eso no es difícil de describir: la dificultad ha estado en transmitir el potencial extraordinario de lo que aparenta ser un lugar común y no excepcional –las oportunidades que todos los días tiene la gente de determinar su futuro–. Ese potencial sugiere una política diferente, una que no dependa tanto de satisfacer las necesidades y de hacer cosas por otros, sino que lleve a la gente a reconocer sus propios activos y a construir sobre ellos. Esta política incurre mucho en retrocesos; por eso este libro tiene tanto que decir sobre comprometer a los críticos –de ser posible, no con argumentos sino con experimentos prácticos–. He tratado con especial énfasis de ser claro en que no estoy diciendo que la gente no tiene necesidades, o que debe solucionarlas con sus propios impulsos, o que el trabajo que hacen con otros triunfará sobre todo lo demás. Lo que la Fundación Kettering ha aprendido no es cómo se puede facilitar la democracia. Tampoco se trata de algo que la gente no pueda hacer sin recibir un entrenamiento intenso o un conjunto enteramente nuevo de habilidades. El libro señala las posibilidades de hacer lo ordinario de diferentes maneras.
Con frecuencia la gente que ha tratado de hacer algo rutinario de manera diferente –por ejemplo, tomar decisiones deliberando– ha descubierto que puede hacer mucho más de lo que pensó que podía265. Ven cómo pueden marcar la diferencia usando recursos valiosos que los rodean, incluida la manera como hablan con otra gente. Un estudiante que se introdujo en la toma de decisiones deliberativa en un curso en la universidad escribió que había aprendido no solo sobre la práctica de la deliberación, sino sobre sí mismo. Aprendió que su voz tenía más poder de lo que creía. Que podía expresar opiniones, sopesar opciones con otros y tomar mejores decisiones para sí mismo y para su comunidad. Sintió que sus condiscípulos podían crear una comunidad que era, más que “varios individuos cacareando sobre problemas impuestos a la brava”, una comunidad razonablemente coherente y razonablemente cohesionada. Y supo cómo fortalecer su comunidad: podía empezar por unir su voz a las de otros266. Los pequeños cambios que los ciudadanos como este estudiante pueden hacer trabajando con otros ciudadanos son claramente incrementales y pausados. Pero, como lo han visto, estoy impresionado de que pequeños cambios en un sistema dinámico como el ecosistema político puedan tener un efecto de tanto alcance. Esta posibilidad fue capturada por la perspicacia de Edward Lorenz de que los eventos aparentemente insignificantes, como el aleteo de una mariposa en Brasil, pueden tener un enorme, aunque impredecible, efecto a lo largo y ancho del mundo, tal vez al provocar un tornado en Texas267.Y, como lo dijo alguien en uno de los estudios citados, solo tratar de marcar la diferencia puede ser la diferencia. La Fundación Kettering ha estado trabajando en política ciudadana durante más de tres décadas. Y mientras este libro es nuevo, no es un informe de lo que es nuevo. Es sobre lo que perdura. Ciudadanos como esos citados en estas páginas, que han persistido en buscar nuevas formas de comprometer a sus conciudadanos para evitar decisiones apresuradas y conflictos improductivos, para trabajar unidos aun cuando difieren, para hacer uso de los recursos que tienen a mano y para lograr que los Cuadros acepten que necesitan a las Burbujas. He pasado por docenas de borradores de este libro, he hecho anotaciones para la próxima edición; con frecuencia escribí “completar esta discusión”. Realmente no podría terminar un libro sobre la democracia; todo lo que escribí está abierto a cuestionamiento y revisión. Los problemas propios de la democracia misma son perdurables porque están enraizados en la naturaleza humana. No obstante, el reto de combatir esos problemas cambia constantemente porque las circunstancias que enfrenta la democracia varían casi que día a día. Sigo espe180
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rando aprender lo que gente como las Ruths, los Genes, las Sandys, los Maxes, y las Sues harán cuando tengan nuevos retos. He tratado de seguir aprendiendo porque la democracia es un sistema político que depende del aprendizaje. No hay una autoridad aceptable para lo que podamos hacer como ciudadanía. Eso tendremos que resolverlo nosotros mismos.
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NOTAS Newsweek describió a estos ciudadanos como los Componedores Reales en su entrega del 19 de septiembre de 2011, 40-42. 1
La gente introducida en las páginas siguientes es parte de los muchos ciudadanos que la Fundación Kettering ha conocido y que tienen vidas ordinarias porque hacen cosas extraordinarias.
2
Para investigaciones que documenten la relación cambiante entre el público y las escuelas públicas, ver David Mathew, Is There a Public for Public Schools? (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 1966); Why Public Schools? Whose Public Schools? What Early Communities Have to Tell Us (Montgomery, AL: New South Books, 2003); y Reclaiming Public Education by Reclaiming Our Democracy (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 2006).
3
Ciudad de Dayton, Informe sobre la calidad del agua, 2012 (Dayton, OH: Ciudad de Dayton, Departamento de Agua, 2012). 4
Como lo observó el historiador Rush Welter, nuestra nación fue capaz de permitirles a los individuos la máxima libertad porque las escuelas, comunes para todos, velaron porque el orden social prevaleciera. Los estadounidenses optaron por un sistema que él describió como “anarquía con el maestro.” Rush Welter, Popular Education and Democratic Thought in America (Nueva York: Imprenta de la Universidad de Columbia, 1962), 4.
5
Dwight D. Eisenhower, Address recorded for the Republican Lincoln Day Dinners, enero 28 de 1954, Public Papers of the Presidents of The United States: Dwight D. Eisenhower, 1954 (Washington D. C.: Oficina del Registro Federal, Servicio de Archivo y Registros Escritos, Administración de Servicios Generales, 1960), 219. 6
Para más información sobre el significado de la democracia, sugiero a Paul Woodruff, First Democracy (Nueva York: Imprenta de la Universidad de Oxford, 2005); Giovanni Sartori, The Theory of Democracy Revisited (Chatman, NJ: Impresores de Chatham House, 1987); Jürgen Habermas, Three Normative Models of Democracy, Constellations: An InternationalJournal of Critical and Democratic Theory (Diciembre de 1994): 1-10; y Jane Mansbridge, Beyond Adversary Democracy (Chicago: Imprenta de la Universidad de Chicago, 1983). 7
The Complete Lincoln-Douglas Debates of 1958, ed. Paul M. Angle (Chicago: Imprenta de la Universidad de Chicago, 1991), 128.
8
Robert H. Wiebe, Self-Rule: A Cultural History of American Democracy (Chicago: Imprenta de la Universidad de Chicago, 1995) Ver también David Mathews Why Public Schools? Whose Public Schools? What Early Communities Have to Tell Us (Montgomery, AL: New South Books, 2003). 9
Alexis de Toqueville, Democracy in America, trad. Harvey C. Mansfield y Delba Winthrop (Chicago: Imprenta de la Universidad de Chicago, 2000), 180-181, 489-490.
10
Informes Rasmussen, America’s Best Days, http://www.rasmussenreports. com/public_content/politics/mood_of_america/america _s_best_days (consultado el 25 de Septiembre de 2013). Un sondeo del Centro Pew de Investigación encontró “una gran tormenta de condiciones asociadas con la desconfianza frente al Gobierno – una economía deplorable, un público infeliz, una respuesta amarga y negativa frente a los partidos y un descontento épico con el Congreso y los funcionarios elegidos”. Ver el informe del Centro Pew de Investigación del 18 de abril de 2010, Distrust, Discontent, Anger and Partisan Rancor: The People and Their Government, http://people-press.org/2010/04/18/distrust-discontent-anger-and- partisan-rancor (consultado el 25 de septiembre de 2013). 11
Ron Fournier y Sophie Quinton, In Nothing We Trust, National Journal, abril 19 de 2012, http://www.nationaljournal.com/fearures/retorationcalls/in-nothing-we-trust-20120419 (consultado el 24 de agosto de 2012).
12
Ver el cuadro Declina la Confianza en las Instituciones en Fournier y Quinton, In Nothing We Trust. Ver También el sondeo Gallup, Confidence in Institutions,
13
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junio 7-10, 2012, http://www.gallup.com/poll/1597/confidence-institutions. aspx (consultado el 25 de septiembre de 2013). 14
Fournier y Quinton, In Nothing We Trust.
Farid Zakaria, The Post-American World, Release 2.0 (Nueva York: W.W. Norton, 2008), 211. 15
Jean Johnson, Jonathan Rochkind y Samanta Dupont, Don’t Count Us Out: How an Overreliance on Accountability Could Undermine the Public’s Confidence in Schools, Business, Government and More (Nueva York y Dayton, OH: Public Agenda y Fundación Kettering, 2011), 23-24. 16
Daniel Yankelovich, Coming to Public Judgement: Making Democracy Work in a Complex World (Syracuse NY: Imprenta de la Universidad de Syracuse, 1991), 91-98. 17
Como lo reporta Matt Leighninger, “El deseo de control es un impulso na tural que se manifiesta permanentemente en todo tipo de comunidades”; Matt Lieghninger, The Next Form of Democracy: How Expert Rule is Giving Way to Share Governance… and Why Politics Will Never Be the Same (Nashville, TN: Imprenta de la Universidad de Vanderbilt, 2006), 72. 18
Jean Johnson, memorando para Paloma Dallas, Melinda Gilmore y David Mathews, Más material que puede ser útil para el libro de Ecología, 23 de abril de 2012.
19
20
Johnson, Rochkind y DuPont, Don’t Count Us Out, 26.
Este sentimiento puede tener orígenes más tempranos, pero la línea “We are the ones we’ve been wiating for” (“Nosotros somos los que hemos que hemos estado esperando”) aparece en un poema de June Jordan de 1978 Poem for South African Women (Poema para la Mujer Surafricana). En 1995, Bernice Johnson Reagon compuso un trabajo comisionado, Anybody Here? Song Journey in Seven Movements (¿Hay alguien aquí? Canto de Viaje en Siete Movimientos), con textos del poema de Jordan. El himno de este trabajo es una canción llamada We
21
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Are the Ones (Nosotros Somos Aquellos) que fue interpretada por el grupo Sweet Honey in the Rock. Conferencia Nacional de Ciudadanía, Un informe muestra que la mayoría de los estadounidenses están comprometidos cívicamente con sus comunidades: Boomers y adultos mayores marcan alto a lo largo de siete categorías de compromiso cívico (Washington, D. C.: Conferencia Nacional de Ciudadanía, septiembre 15 de 2013). 22
Sandra L. Hanson y John Kenneth White, The Making and Persistence of the American Dream, en The American Drean in the 21st Century, ed. Sandra L. Hanson y John Kenneth White (Philadelphia: Imprenta de la Universidad de Temple, 2011), 1-16. 23
Estos comentarios fueron hechos por participantes en discusiones de grupo en la Fundación Kettering, el 5 de octubre de 2011 y el 14 de noviembre del mismo año. 24
Richard C. Harwood, The Work of Hope: How Individuals and Organizations Can Authentically Do Good (Dayton, OH, Imprenta de la Fundación Kettering, 2012). Richard Harwood es fundador y presidente del Instituto Harwood para la Innovación Pública.
25
Richard C. Harwood, The Work of Hope: How Individuals and Organizations Can Authentically Do Good (Dayton, OH, Imprenta de la Fundación Kettering, 2012). Richard Harwood es fundador y presidente del Instituto Harwood para la Innovación Pública.
26
27
Harwood, The Work of Hope, 38.
28
Ibid., 73-76, 87.
29
Ibid., 68-69, 73, 76.
30
Ibid., 78-79.
Christian Meier, The Greek Discovery of Politics, trad. David McLintock (Cambrige, MA: Imprenta de la Universidad de Harvard, 1990), 4-5. 31
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Ray Oldenburg ha escrito acerca de tales sitios en The Great Good Place: Cafés, Coffee Shops, Bookstores, Bars, Hair Salons and Other Hangouts at the Heart of a Community (Nueva York, Marlowe, 1999).
32
Benjamin Barber, Strong Democracy: Participatory Politics for a New Age (Berkeley: Imprenta de la Universidad de California, 1984); Harry Boyte, The Backyard Revolution: Understanding the New Citizen Movement (Philadelphia: Imprenta de la Universidad de Temple, 1980); Matt Leghtninger, The Next Form of Democracy: How Expert Rule is Giving Way to Shared Governance… and Why Politics Will Never Be the Same (Nashville, TN: Imprenta de la Universidad de Vanderbilt, 2006); Mark E. Warren, When, Where and Why Do WeNeed Deli beration, Voting and Other Means of Organizing Democracy? A Problem-Based Approach to Democratic Systems (trabajo presentado en la reunión anual de la Asociación Estadounidense de Ciencia política, Nueva Orleans, LA, agosto 30 de 2012).
33
David Mathews. 2ª Ed. Politics for People: Finding a Responsible Public Voice (Chicago, Imprenta de la Universidad de Illinois, 1999), 139. 34
35
Briggs, Democracy as Problem Solving, 15, 17.
Elinor Ostrom, Governing the Commons: The Evolution of Institutions forCollective Action (Cambbribge: Imprenta de la Universidad de Cambridge, 1990) y Elinor Ostrom, Beyond Markets and States: Polycentric Governance of Complex Economic Systems, American Economic Review 100, no. 3 (junio de 2010) 641672. 36
Robert Putnam, Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community (Nueva York: Simon & Schuster, 2000), 336-349.
37
Vaughn Grisham Jr., Tupelo: The Evolution of a Community (Dayton OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 1999). 38
La fundación desarrolló su concepto de trabajo cívico, utilizando lo que Harry Boyte y Nancy N. Kari escribieron sobre el trabajo público en Building America: The Democratic Promise of Public Work (Philadelphia: Imprenta de la Universidad de Temple, 1996). 39
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Ver John P. Kretzmann y John McNight, Building Communities from Inside Out: A Path Toward Finding and Mobilizing a Community`s Assets (Chicago: Publicaciones ACTA, 1993), también, John P. Kretzmann y John L. Mc Knight, Voluntary Associations in Low-Income Neighborhoods: An Unexplored Community Resourse, A Case Study of Chicago’s Grand Boulevard Neighborhood (Evanston, IL: The Asset Based Community Develpoment Institute – Instituto de Desarrollo Comunitario Basado en Activos, Instituto para la Investigación de Políticas de la Universidad de Northwestern, 1996). 40
T. A. Boyd, Professional Amateur: The Biography of Charles F. Kettering (Nueva York: E. P. Dutton, 1957),210. 41
Hay una literatura académica sobre sistemas adaptables complejos: Ver Lance H. Gunderson y C. S. Holling, eds. Panarchy: Understanding Transformations in Human and Natural Systems (Washington D. C.: Island Press, 2002). 42
Robert A. Morton, Historical Changes in the Mississippi-Alabama Barrier Island Chainand the Roles of Extreme Storms, Sea Level and Human Activities Journal of Coastal Research (November 2008): 1587-1600. “Las tendencias históricas de pérdida de tierra y los récord de ingeniería muestran la correlación entre el crecimiento progresivo de la pérdida de tierra y la casi simultánea profundización de los canales dragados para permitir la navegación de buques de carga pesada por los tres brazos de mar”, p.1587. 43
La historia de Ernesto es parte de una serie de historias que los individuos y los grupos cívicos han compartido con la Kettering a lo largo de los años. 44
Agencia de Estadísticas Laborales de Estados Unidos, informe de prensa, Volunteering in the United States - 2012, febrero 22 de 2013, http://www.bls.gov/ news.release/volun.nr0.htm (consultado el 26 de sepiembre de 2013).
45
CASA Nacional-CASA para niños, Recuiting Volunteers of Color, http://www. casaforchildren.org/site/c.mtJSJ7MPIsE/k.34E3/ Recruting_ Volunteers_of_ Color.htm (consultado el 26 de septiembre de 2013).
46
Mary Parker Follett, The New State: Group Organization the Solution ofPopular Government (Nueva York: Longmans, Green y Compañía, 1920), 157. 47
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El Instituto de Estudios Interculturales, que fue creado por Margaret Mead en 1944, afirma: “Aunque el Instituto ha recibido muchas preguntas sobre esta famosa amonestación de Margaret Mead, no hemos podido ubicar cuando y donde fue citada por primera vez… Creemos que probablemente entró en circulación a través de un reporte periodístico sobre algo dicho espontánea e informalmente. No obstante, sabemos que estaba firmemente enraizada en su trabajo profesional y que reflejó la convicción que ella expresaba de manera frecuente en distintos contextos y pronunciamientos.” Más al respecto se puede encontrar en: //www.interculturalstudies.org/faq.html (consultado el 18 de octubre de 2013).
48
La política de base tiene muchas formas, pero en este contexto me refiero a esfuerzos claros de los ciudadanos para influir en las elecciones y la acción gubernativa.
49
El oficial de programas de la Kettering, Dereck W.M. Barker, ha analizado este fenómeno en The Colonization of Civil Society en Kettering Review 28, no. 1 (otoño de 2010): 8-18, y en From Associations to Organizations: Toqueville, NGOs and the Colonization of Civic Leadership, en Alexis de Toqueville and the Art of Democratic Statesmanship, ed. Brian Danoff and L. Joseph Hebert Jr. (Lanham, MD: Lexington Books), 205-223. 50
Mis puntos de vista al respecto fueron influidos leyendo los trabajos de Lawrence E. Susskind.
51
Edgar S. Cahn, No More Throw-Away People:The Co-Production Imperative, 2nd ed. (Washington DC: Essential Books, 2004). El video se puede ver en www.nomorethrowawaypeople.org. 52
53
Cahn, No More Throw-Away People, 83-84.
George Will cita un caso de desalineamiento entre Cuadros y Burbujas en una columna de prensa sobre un ciudadano de Arizona que intentó que otras personas se le unieran (formando una Burbuja) para oponerse a una medida de amarre financiero, que solo se podía parar mediante una ley estatal que exigiera que dos o más personas se unieran para influir en una votación convirtiéndose en un “comité político” (un Cuadro), obligado a registrarse, abrir un caso formal 54
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y abrir una cuenta bancaria. George F. Will How States Are Restricting Political Speech, The Washington Post, Febrero 1º de 2012, http://articles.washingtonpost.com/2012-02-01/opinions/35446037_1_law-firm-political-speech-local-governments (consultado el 26 de septiembre de 2013). Para ver ejemplos de grupos cívicos que se convirtieron en burocracias gubernamentales a lo largo de distintos momentos de la historia estadounidense, ver Frances Fox Piven y Richard A. Cloward, PoorPeople’s Movements: Why They Succeed, How They Fail (Nueva York:Vintage Books, 1979). Ver también William E. Nelson, The Roots of American Bureaucracy, 1830-1900 (Cambridge, MA: Imprenta de la Universidad de Harvard, 1982); Charles Postel, The Populist Vision (Nueva York: Imprenta de la Universidad de Oxford, 2007); Robert H. Wiebe The Search for Order, 1877-1920 (Nueva York: Hill y Wang, 1967), 159163; y Theda Skocpol, Protecting Soldiers and Mothers: The Political Origins of Social Policy in the United States (Cambridge, MA: Imprenta Belknap de la Universidad de Harvard, 1992) esp. 480-524. 55
Ver Matt Leighninger, Is Everything Up to Date in Kansas City? Why Citizen Involvement May Soon be Obsolete, National Civic Review (verano de 2007), esp. 22, 26-27. Ver también John Gaventa y Gregory Barret, So What Difference Does It Make? Mapping the Outcomes of Citizen Engagement, Documentos de Trabajo IDS, 347 (Brighton, GB: Instituto de Estudios del Desarrollo, octubre de 2010), 51-52. 56
Michael Briand y Jane Urshel, Expriments in Reconnecting Communities and their Schools: The Boulder Valley Public Schools Deliberative Process 1999-2000 (Dayton, OH: Colorado Association of School Boards. Informe a la Fundación Kettering, agosto de 2000). 57
John Gaventa y Gregory Barrett, So What Difference Does It Make? Mapping the Outcomes of Citizen Engagement, Documentos de Trabajo IDS 347 (Brighton, RU: Instituto de Estudios del Desarrollo, Octubre de 2010), 52.
58
Richard Charwood y John A. Creighton, The organization-First Approach: How Programs Crowd Out Community (Bethesda, MD: Fundación Kettering e Instituto Harwood para la Innovación, 2009), 2. 59
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El análisis de estos hallazgos fue realizado por Dereck M. Barker y apareció publicado en The Colonization of Civil Society, Kettering Review 28, no 1 (otoño de 2010):11. 60
61
Ibid. 11.
Para comprender esto, me he basado mucho en el trabajo de Milton Rokeach y Sandra J. Ball-Rokeach, Stability and Change in American Value Prioities, 19681981, American Psychologist 44 (mayo de 1989): 775-784. 62
63 Ver John P. Kretzmanny John L. McNight, Building Communities from Inside Out: A Path Toward Finding and Mobilizing a Community`s Assets (Evanaston, IL Centro de Asuntos Urbanos, Investigación de Políticas y Red de Innovaciones Vecinales, Universidad de Northwestern, 1993). La mejor fuente sobre acuerdos está en Covenant and Polity, de Daniel J. Elazar y John Kincaid, New Conversations 4 no 2, (otoño de 1979):4-8.
64
Richard C. Harwood, The Work of Hope: How Individuals and Organizations Can Authentically Do Good (Dayton OH: Imprenta de la Fundación Kettering 2012).
65
Theresa Francis, directora de UAW, Comité Directivo Local 160’s en Jeremy Brecher, If All the People Are Banded Together: Proyecto del Valle de Naugatuck,” Labor Research Review 1, no 9. Artículo 10 (1986): 3 66
Para otros ejemplos, ver Scott London, Informal Networks: The Power of Organic Community Groups (Dayton, OH: Informe del Instituto Harwood, Preparado para la Fundación Kettering, Mayo de 2010, disponible www.newpossibilitiesassociates.com/uploads/LSF_Informal_Networks_Final. Pdf. 67
Jill Lepore, cita a Whitaker en The Lie Factory: How Politics Became a Business. The New Yorker (septiembre 24 de 2012), http://www.newyorker.com/reporting/2012/09/24/120924fe_fact_lepore (consultado el 26 de junio de 2012). 69 Alexander Hamilton, comentarios en la convención para la adpoción de la Constitución Federal en 1788 en Nueva York. Se refería a la Cámara de Representantes. Johnathan Elliot, The Debates in the Several State Conventions and the 68
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Adoption of the Federal Constitution, vol. 2 (1836; reimpreso, Phildelphia: J.B. Compañía Lippincott, 1937), 348. Walter Lipmann, The Phantom Public (1927; reimpresión, Nueva Brunswick, NJ, Transaction Impresores, 2004).
70
Thomas R. Dye, Harmon Ziegler y Louis Schubert, The Irony ofDemocracy: An Uncommon Introduction to American Politics, 15ava ed. (Boston Wadsworth, Aprendizaje Cengage, 2012) 1-2. 71
John R. Hibbing y Elizabeth Theiss-Morse, Stealth Democracy: America’s Beliefs about How Government Should Work (Nueva York: Imprenta de la Universidad de Cambride, 2002). 72
Este punto fue planteado por Albert Dzur en un Memorando a la Fundación Kettering el 27 de noviembre de 2012. La evidencia se encuentra en Michael A. Neblo et al., Who Wants to Deliberate and Why? American Political Science Review 104 no. 3 (Agosto de 2010):566-583, y en Albert W. Dzur Four Thesis on Participatory Democracy: Toward the Rational Disorganiztion of Government Institutions, Constellations 19, no 2 (2012): 305-324.
73
Grupo Harwood, Squaring Realities: Governing Boards and Community Building (Dayton OH: Fundación Kettering, 2000), 10.
74
Richard Harwood, The Work of Hope: How Individuals and Organizations Can Authentically Do Good (Dayton OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 2012), 302. 75
Bill Bishop con Robert G. Cushing The Big Sort: Why the Clustering of Like-Minded America is Tearing Us Apart (Nueva York: Houghton Mifflin, 2008), 302.
76
John Creighton, memorando al grupo de trabajo sobre Gobierno Público de la Fundación Kettering, Money and Politics Focus Group, septiembre 9 de 2011. 78 Christopher Dikey, Citizens, Its Down to You, Newsweek, septiembre 21, 2011. 77
192
David Mathews
Richard C. Harwood, Citizens and Politics: A View from Main Street America (Dayton OH: Fundación Kettering, 1991), 3-5, 11-18. 79
Ver David Mathews, Politics for People: Finding a Responsible Public Voice, 2ª ed. (Chicago, Imprenta de la Universidad de Illinois,1999),11-12. 80
81
Ibid., 15-16.
Matthew A. Crenson y Benjamin Grinsburg, Downsizing Democracy: How America Sidelined Its Ctizens and Privatizes Its Public (Baltimore: Imprenta de Johns Hopkins University, 2002), 48.
82
Theda Skocpol, The Narrowing of City Life, The American Prospect (mayo 17 de 2004), http://prospect.org/article/norrowing-civic-life (consultado el 2 de julio de 2013).
83
84
Ibid.
Theda Skocpol, Reinventing American Democracy, Kettering Review 28 (otoño 2010): 50. 85
Martha Dertick, Crossing Thresholds: Federalism in the 1960s en Keeping the Compound Republick: Essays on American Federalism (Washington DC: Imprenta de la Brookings Institution, 2001),152. 86
Richard C. Harwood, Hope Unraveled: The People’s Retreat and Our Way Back (Dayton OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 2005). 87
Jimmy Carter, Remarks before the Indian Parliament, enero 2 de 1978, Public Papers of the Presidents of the United States, 1978 (Washington DC: Oficina de Imprenta de Gobierno de EE. UU., 1979), 11.
88
Elliot Richardson, We Delegated Our Powers (discurso pronunciado en la Cuarta Conferencia de la Biblioteca Presidencial, Biblioteca Gerald R. Ford, Ann Arbor, MI, 18 de marzo de 1986), 3. Richardson fue Ministro HEW entre 1970 y 1973; Secretario de Defensa, de enero a mayo de 1973; Fiscal General, de mayo a octubre de 1973 y Secretario de Comercio en 1976 y1977. 89
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La controversia sobre lo que la Constitución definió como soberanía está tratada en el libro de George M. Dennison The Dorr War: Republicanism on Trail, 1831-1861 (Lexington: Imprenta de la Universidad de Kentucky, 1976). 90
Esta cita, popularmente atribuida a Toqueville, es una traducción libre de un tema incluido en el capítulo On the Use That the Americans Make of Association in Civil Life. En, Alexis de Toqueville, Democracy in America, trad. Harvey C. Mansfield y Delba Winthrop (Chicago: Imprenta de la Universidad de Chicago, 2000), 489-492. En la página 490 de la edición de Mansfield y Winthrop, encontramos el siguiente pasaje: “Así está el país más democrático de la tierra, ese en donde el hombre de nuestros días ha perfeccionado el arte de buscar el objeto común de sus deseos compartidos y ha aplicado esta nueva ciencia a la mayoría de objetos… ¿Podría ser que de hecho exista una relación necesaria entre asociaciones e igualdad?”
91
El Movimiento de los Derechos Civiles es tal vez el ejemplo más dramático de lo que es unir fuerzas ciudadanas. Ver John Dittmer, Local People: The Stuggle for Civil Rights in Mississippi (Urbana: Imprentade la Universidad de Illinois, 1994). Este libro documenta el trabajo que hicieron los ciudadanos desde mucho antes del movimiento nacional.
92
Elena Fagotto y Archon Fung, Sustaining Public Engagement: Embeded Deliberation in Local Communities (East Hartford, CT: Documento ocasional de investigación de Everyday Democracy y Fundación Kettering, 2009),37-41. 93
La historia de IAF está en Harry C.Boyte, The Growth of Citizen Politics: Stages in Local Community Organizing, Dissent 37 (otoño de 1990): 516.
94
Aun cuando frecuentemente se la atribuye a Martin Luther King Jr., también se relaciona con otros activistas del Movimiento por los Derechos Civiles. 95
Edgar Chan explicita este punto en su trabajo con la banca de tiempo. Ver, Time Banks USA, timebanks.org (consultado el 9 de julio de 2013). 97 Meticulosamente, Harwood ha seguido la manera como la gente se ha ido involucrando en política en dos estudios: The Engagement Path: The Realities of How People Engage Over Time – and the Possibilities for Re-Engaging Americans (Bethesda, MD: Instituto Harwood, octubre de 2003) y un informe anterior del 96
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David Mathews
Grupo Harwood, Meaningful Chaos: How People Form Relationships with Public Concerns (Dayton, OH: Informe a la Fundación Kettering, 1993). Una mujer de Little Rock ayudó de hecho a un programa anticrimen luego de haber encontrado sinergias al lado de su casa. Grupo Harwood, Meaningful Chaos: How People Form Relationships with Public Concerns (Dayton, OH: Informe a la Fundación Kettering, 1993), 11-12. 98
Grupo Harwood, Strategies for Civil Investing: Foundations and Community Building (Dayton, OH: Informe a la Fundación Kettering, 1997), 8. 99
Robert H. Wiebe, Self-Rule: A Cultural History of American Democracy (Chicago: Imprenta de la Universidad de Chicago,, 1995), 71.
100
Escribí sobre las escuelas públicas tempranas en Why Public Schools? Whose Public Schools? What Early Communities Have to Tell Us (Montgomery, AL: New South Books, 2003). 101
Elinor Ostrom, Covenanting, Co-Producing and the Good Society. The Newsletter of PEGS (Comité de Economía Política de la Buena Sociedad) 3 no. 2 (verano de 1993): 7-9.
103
La referencia clásica a los problemas “perversos” es de Horst. W. J. Rittel y Melvin M. Webber, Dilemmas in a General Theory of Planning, Policy Sciences 4 (1973): 155-169. Para más acerca de la definición de este concepto en varios campos, ver Sandra S. Batie, Wicked Problems and Applied Economics, American Journal of Agricultural Economics 90, no 5 (2008): 1176-1191. 104
John L. McKnight y John P. Kretzmann denominan estos recursos como “activos” y los describen en John P. Kretzmann y John L. McKnight, Building Communities From Inside Out: A Path Toward Finding and
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Un estudio clásico que demuestra que los beneficios de la salud de las redes sociales fuertes fue realizado en Roseto, Pennsylvania. Existen varias fuentes. Sugiero John G. Bruhn y Stewart Wilf, The Roseto Story: An Anatomy of Health (Norman, Imprenta de la Universidad de Oklahoma, 1979). Ver también, Marc 106
La Ecología de la Democracia
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Pilisuck y Susan Hiller Parks, The Healing Web: Social Networks and Human Survival (Hanover, NJ: Imprenta de la Universidad de New England, 1986). Bobby Milstein, Hygeia’s Constellation: Navigating Health Futures in a Dynamic and Democratic World (Atlanta, GA: Centros para el control de la enfermedad y la prevención, abril de 2008), 54-57.
107
108
Ostrom, Covenanting, Co-producing and the Good Society, 8.
Robert M. Cornett, Reclaiming Our Children Learning – A Strategy (Documento sin publicar, archivo de la Fundación Kettering, Dayton, OH: 2006).
109
Ver Jack Shelton, Consequential Learning: A Public Approach to Better Schools, 2005), 51-58, 69-70, 80-91, 100-109.
110
Ver un estudio sobre ciudadanos que no son educadores profesionales pero que de todas formas enseñan, en Partricia Moore Harbour’s CommunityEducators: A Resource for Educating and Developing Our Youth (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 2012). 111
Connie Crockett, Communities as Educators: A Report on the November 2007 Public and Public Education Workshop, Connections (2008):22-24. También ver Merlene Davies, Beloved Bluegrass – Aspendale Team Centera Casualty of Budget Cuts, Lexington Herald-Leader, mayo 22 de 2011, http://www. kentucky.com/2011/05/22/1748078/merlene-davies-beloved-bluegrass. Htmi (consultado el 10 de Julio de 2013). 112
John Doble, memorando a Damon Higgins y Randa Slim, “Report on CERI Community Leadership Workshop Baton Rouge, LA, 6/23/93”, julio 19 de 1993, 4.
113
Un proyecto de la Kettering sobre antropología política y etimología ha acumulado una extensa revisión de la literatura en sobre los humanos primitivos, la cual está siendo recopilada en un documento próximo a salir de Lauren Kolenko, titulado tentativamente The Prehistory of Politics.
114
Milton Rokeach y Sandra J. Ball-Rokeach, acuñaron los términos “valores terminales e instrumentales” en su investigación, la cual está reportada en Stabi-
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David Mathews
lity and Change in American Value Priorities, 1968-1981, American Psychologist 44, no. 5 (mayo de 1989): 775-784. Wendell Berry, The Unsettling of America: Culture and Agriculture (San Francisco: Sierra Club Books, 1986), viii.
116
Este hallazgo vino de los resultados de foros en los que se usó el Manual-Guía para la deliberación, Too Many Children Left Behind: How Can We Closet he Achievement Gap? Este Manual Guía fue preparado y publicado en el año 2007 por la Fundación Kettering para uso en un estudio de dos años de duración. Los resultados fueron publicados en un informe, Helping Students Suceed: Communities Confront the Achievement Gap (Datyon, OH: Fundación Kettering, 2010). 117
Una visión similar fue compartida por un periodista de Alabama en una reunión en la Fundación Kettering el 16 de noviembre de 2010.
118
Ver Ben Seymour y Ray Dolan, Emotion, Decision Making, and the Amygdala, Neuron 58 (junio 12 de 2008): 662-671; ver también Giles Fauconnier y Mark Turner, The Way We Think: Conceptual Blending and the Mind’s Hidden Complexities (Nueva York: Basic Books, 2002). 119
Estas condiciones para una toma de decisiones óptima son reconocidas en los entrenamientos de las tripulaciones de vuelo y de los equipos de cirugía. El manejo de los recursos de las tripulaciones busca asegurar que todo el mundo esté presente y no solo el piloto o el cirujano y está involucrado en el reconocimiento a la existencia del problema, definiéndolo, identificando soluciones probables y actuando apropiadamente. Jerry Mulenburg, Crew Resource Management Improves Decision Making, Ask Magazine: The NASA Source for Project Management and Engeneer Excellence 42 (primavera de 2011): 11-13. 120
Woodrow Wilson, The New Freedom: A Call for the Emancipation of the Generous Energies of a People (Nueva York: Doubleday, Page y Compañía, 1913), 91, 105. 121
En la Oración Fúnebre de Pericles, él describe la deliberación pública como prodidacthenai… logo, o la conversación que usaban los atenienses para educarse a sí mismos antes de actuar. Ver Tucídides, History of the Peloponnesian War 2 .40. 2. 122
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Isócrates, Antidosis en Isócrates, trans. George Norlin, vol. 2 (1929; reimpresión, Nueva York: G. P. Putnam’s Sons, 2000), 179-365 y Aristóteles, The Ethics of Aristotle: The Nicomachean Ethics, trad. J.A.K. Thompson (Londres, Penguin Books, reimpreso en 1956), 84-87, 176-184. 123
La investigación de la Kettering está acostumbrada a preparar manuales-guía para la deliberación, pero la fundación no lleva a cabo estos foros. El objetivo es que los manuales-guía y los foros sirvan de modelos para una sólida toma de decisiones y un “punto de arranque” para la deliberación en todos los lugares en donde se toman decisiones.
124
Ver el website de los Foros de Asuntos de Interés Nacional para una lista de informes sobre estos foros en http://www.nifi.org/reports/issues.aspx. 125
Bonnie Braun et al., Engaging Unheard Voices: Under What Conditions Can and Will, Limited Resource Citizens Engage in the Deliberative Public Policy Process? (College Park, MD: Informe a la Fundación Kettering, marzo de 2006), 5. 126
Para una presentación de los varios propósitos y conceptos de “deliberación,” ver Democratizing Deliberation: A Political Theory Anthology, eds. Dereck Barker, Noëlle McAfee y David W. McIvor (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 2012). 127
David Brown, memorando a David Mathews, Decision Making and Collective Action, 1º de septiembre de 2004. 128
Jane Mansbridge, Everyday Talk in the Deliberative System en Deliberative Politics: Essays on Democracy and Disagreement, ed Stephen Macedo (Oxford: Imprenta de la Universidad de Oxford, 1999), 211-239.
129
Amy Gutmann y Dennis Thompson, Why Deliberative Democracy? (Princton, NJ: Imprenta de la Universidad de Princeton, 2004), 10. 130
131
Mansbridge, “Evertday Talk in the Deliberative System,” 211-239.
132
Isócrates, “Antidosis.”
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Harold Perkin encontró el talón de Aquiles del profesionalismo en una actitud que describe como “condescendencia hacia el incumplimiento.” Harold Perkin, The Rise of Professional Society: England since 1880 (Nueva York: Routledge, 1990), 390. 133
Martha Derthick, The Influence of Federal Grants: Public Assistance in Massachusetts (Cambridge, MA: Imprenta de la Universidad de Harvard, 1970), 79, 158-159. 134
Ver una presentación de la historia de las propuestas para el seguro de nacional de salud en John W. Kingdon, Agendas, Alternatives and Public Policies, 2ª ed. (Nueva York: Addison-Wesley Educational Publishers, 2003), 6-9.
135
Benjamin I. Page y Robert Y. Shapiro, The Rational Public: Fifty Years of Trends in America’s Policy Preferences (Chicago, Imprenta de la Universidad de Chicago, 1992).
136
Philip Geyelin, Dean Rusk’s Pursuit of Peace, Washington Post, 8 de febrero de 1984. 137
Daniel Yankelovich y Will Friedman, eds., Towards Wiser Public Judgement (Nashville, TN: Imprenta de la Universidad de Vanderbilt, 2010), 34.
138
Ver más sobre este tema, Naming and Framing Difficult Issues to MakeSound Decisions: A Kettering Foundation Report (Dayton, OH: Fundación Kettering, 2011). 139
Ver Antonio Damasio, Descartes’ Error: Emotion, Reason and the Human Brain (Nueva York: Penguin Books, 2005); ver también Benedetto De Martino et al., Frames, Biases and Rational Decision Making in the Human Brain, Scien ce 313, no. 5787 (agosto de 2006): 684-687. 140
Doble Research Associates, Protecting Our Rights: What Goes on the Internet? NIF Reporton the Issues (Englewood Cliffs, NJ: Investigadores Asociados John Doble, 1999), 3. 142 Para mayor información sobre cultivos liderados por el ciudadano, ver Naming and Framing Difficult Issues. 141
La Ecología de la Democracia
199
Xavier de Souza Briggs, Democracy as Problem Solving: Civic Capacity in Communities Across the Globe (Cambridge, MA: Imprenta del MIT, 2008). 143
John Dewey, The Public and Its Problems: An Essay in Political Inquiry, ed. Melvin L. Rogers (University Park: Imprenta de la Universidad Estatal de Pensilvania, 2012), 157. 144
Nótese que la aguda división entre lo que es local y lo que no lo es, ha sido cuestionada en un trabajo académico reciente. Sampson escribe sobre los efectos del vecindario que es “simultáneamente local y extralocal en su naturaleza”. Robert J. Sampson, Great American City: Chicago and the Enduring Neighborhood Effect (Chicago: Imprenta de la Universidad de Chicago, 2012), 357.
145
146
Ibid.
La historia de Suggsville es sacada de más de 50 comunidades. Estas incluyen Tupelo, Mississippi, según la descripción de VaughnGrisham Jr. En Tupelo: The Evolution of a Community (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 1999) y Uniontown, Alabama según lo describen Joe A. Summers, Christa Slaton y Jeremy Arthur en Building Community: The Uniontown Story (Dayton, OH: Informe a la Fundación Kettering, 2005). Ver también la publicación de la Kettering For Communitiesto Work (Dayton, OH: Fundación Kettering, 2005). 147
Las prácticas aquí presentadas están basadas en hallazgos sobre cómo debe trabajar la democracia. Estas prácticas son reales; esto es, todas ellas han ocurrido en distintos momentos en lugares diferentes. La forma como están descritas por la Kettering, no obstante, refleja la conceptualización de esta experiencia.
148
El concepto de etapas en la deliberación viene de Daniel Yankelovich, Coming to Public Judgement: Making Democracy Work in a Complex World (Syracuse, NY: Imprenta de la Universidad de Syracuse, 1991).
149
Daniel Yankelovich, “The New Pragmatism: Coping with America’s Overwhelming Problems,” (conferencia presentada en la Drucker School of Management de la Universidad de Posgrado de Claremont, California, el 8 de noviembre de 2008). 150
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Estas preguntas salen del Proyecto Solomon, que trabajó con comunidades de bajos ingresos para “reconocer sus propias capacidades educativas”. Ver The Solomon Proyect Annual Report (Minneapolis: Proyecto de la Vida Pública, Instituto de Asuntos Públicos, Hubert Humphrey, 1992). Los resultados Solomon están siendo reexaminados actualmente para un proyecto liderado en la Kettering por Patricia Moore Harbour.
151
Woodrow Wilson, Address to the Woodrow Wilson Working Men’s Dinner, Ciudad de Nueva York el 4 de septiembre, en John Wells Davidson, ed., A Crossroads of Freedom: The 1912 Campaign Speeches of Woodrow Wilson (New Haven, CT: Imprenta de la Universidad de Yale, 1956), 108. 152
Monica Schoch Spana et al., Community Engagement: Leadership Tool for Catastrophic Health Events, Biosecurity and Bioterrorism: Biodefense Stategy, Practice and Science 5, no. 1 (2007): 8-25.
153
Ver E. E. Evans-Pritchard, The Nuer: A Description of the Modes of Livelihood and Political Institutions of a Nilotic People (Nueva York: Imprenta de la Universidad de Oxford, 1969). 154
Richard C. Harwood, The Work of Hope: How Individuals and Organizations Can Authentically Do Good (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 2012). 155
Para más información sobre distintos tipos de confianza, ver Robert Putnam, Bowling Alone: The Collapse and Revival of American Community (Nueva York, Simon y Schuster, 2000), 134-147 y Robert Putnam y Lewis M. Feldstein, Better Together: Restoring the American Community (Nueva York, Simon y Shuster, 2003). Putnam diferencia la “confianza política” de la “confianza social”. Ver también Janice L. Blockmeyer, “A Culture of Distrust: The Impact of Local Political Culture on Participation in the Detroit EZ,” Urban Studies 37, no. 13 (Diciembre de 2000): 2417-2440 y Wendy M. Rrahn y Thomas J. Rudolph, “A Tale of Political Trust in American Cities,” Public Opinion Quarterly 69, no. 4 (invierno de 2005): 530-560. 157 Clarence N. Stone, Linking Civic Capacity and Human Capital Formation, en Strategies for School Equity: Creating Productive Schools in a Just Society, ed. Marilyn J. Gittel (New Haven, CT: Imprenta de la Universidad de Yale, 1990), 163-176. 156
La Ecología de la Democracia
201
Los investigadores de la Kettering estudiaron el trabajo de académicos como Donald Schön, Chris Argyris, Peter Senge y Stewart Ranson sobre sistemas y prácticas de aprendizaje. Aunque buena parte de su trabajo ha explorado cómo aprenden las organizaciones y cómo lo hacen más productivamente, también han ofrecido hallazgos importantes para el aprendizaje público, particularmente el concepto de aprendizaje de doble vuelta (double-loop), en el que las organizaciones, no solo revisan qué tan bien han logrado sus metas, sino además si han escogido las más apropiadas. 158
Hannah Arendt, Between Past and Future: Eight Excercises in Political Thought (Nueva York: Penguin Books, 1977), 220-221.
159
Kipling denomina al triunfo y al desastre como dos impostores en su poema If-. RudyardKipling, If-. Poems and Poets, Fundación de la Poesía, http://www.poetryfoundation.com/poem/175772 (consultado el 24 de septiembre de 2013). 160
John P. Ktetzmann y John McKnight, Building Communities from the Inside Out: A Path Toward Finding and Mobilizing a Community’s Assets (Evanston, IL: Centro de Asuntos Urbanos e Investigación de Políticas, Red de Innovaciones Vecinales, Universidad de Northwestern, 1993).
161
J. Herman Blake es profesor, académico y administrador y ha sido asociado de la Fundación Kettering. Durante su carrera, el Dr. Blake se ha enfocado en el estudio de los logros académicos de los estudiantes de las minorías y/o de las comunidades de bajos recursos.
162
Me parece muy útil la comparación que hace Peter Levine de los esfuerzos de escala pequeña o micro con los de escala grande o macro, Two Lavels of Politics, A Blog for City Revival, 22 de marzo de 2005, http://www.peterlevine.ws/mt/ archives/2005/03/two-levels-of-p.html (consultado el 22 de julio de 2013). 163
John McNight, The Four-Legged Stool (Dayton, OH: Un estudio para la Fundación Kettering, 2013). 164
Carne Ross, The Leaders Revolution: How Ordinary People Will Take Power and Change Politics in the Twenty-first Century (Nueva York: Imprenta Blue Rider, 2011), xvii.
165
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Sean Safford, Why the Garden Club Couldn’t Save Youngstown: The Transformation of the Rust Belt (Cambridge, MA: Imprenta de la Universidad de Harvard, 2009).
166
Sean Safford, Why the Garden Club Couldn’t Save Youngstown: Civic Infrastructure and Mobilization in Economic Crisis, Documentos de Trabajo, Serie IPC (Cambridge, MA: MIT, marzo de 2004)”. Después Safford publicó esta investigación en un libro con un título similar.
167
La fundación sigue viendo la importancia del liderazgo empresarial tan extendido, el cual fue identificado por el Grupo Harwood en Forming Public Capital: Observations from Two Communities (Dayton, OH: Informe a la Fundación Kettering, agosto de 1995), 5. Ver también el capítulo de Suzanne W. Morse Growing Leaders, en Smart Communities: How Citizens and Local Leaders Can Use Strategic Thinking to Build a Brighter Future (San Francisco: Jossey-Bass, 2004), 181-206. 168
Robert J: Sampson, Great American City: Chicago and the Enduring Neighborhood Effect (Chicago: Imprenta de la Universidad de Chicago, 2012), 222. 169
Henrik Ibsen, An Enemy of the People (Nueva York: Publicaciones Dover, 1999), 9. 170
Sondeo Harris, mayo 21 de 2012. A los participantes en este sondeo se les preguntó: “En lo que hace a la gente encargada de competir, ¿diría usted que tiene mucha confianza, sólo alguna confianza o ninguna confianza en ellos?” Los únicos líderes institucionales con el 50 % o más de confianza estaban en las fuerzas militares (57 %) y en los pequeños negocios (50 %).
171
172
Sondeo Harris, mayo 21 de 2012.
Encuentro que esto es especialmente cierto en el caso de las relaciones con las escuelas y escribí al respecto en Reclaiming Public Education by Reclaiming Our Democracy (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 2006). 174 John W. Gardner, In Common Cause: Citizens Action and How it Works (Nueva York: W.W. Norton, 1972), 111. 173
La Ecología de la Democracia
203
Max Weber, Economy and Society, ed. Guenther Roth y Claus Wittich (Berkeley: Imprenta de la Universidad de California, 1978), 67. 175
James C. Scott, Seeing Like a State: How Certain Schemes to Improve Human Condition Have Failed (New Haven CT: Imprenta de la Universidad de Yale, 1998). 176
American Democracy: Building the Perfect Citizen, The Economist (agosto 22 de 1998): 21-22.
177
Woodrow Wilson, The Study of Administration, Political Sciene Querter l y 2 (Junio de 1887), reproducido en Jay M. Shafritz y Albert C. Hyde, eds. Classics of Public Administration, 2ª ed. (Chicago: Imprenta Dorsey, 1987), 22 Wilson pasó a decir que, como asunto práctico, no era posible hacer lo que el abogaba, pero aún argumentaba que la administración del gobierno debía ser un instrumento al servicio de fines que no habían sido directamente establecidos por el público, sino por las leyes del gobierno representativo. Ver Brian J. Cook, Democracy and Administration: Las Ideas de Woodrow Wilson y los Retos de la Administración Pública (Baltimore: Imprenta de la Universidad de Johns Hopkins, 2007), 90.
178
Martha Derthick, The Influence of Federal Grants: Public Assistance in Massachusetts (Cambridge, MA: Imprenta de la Universidad de Harvard, 1970), 71-97, 129, 145-147, 155-157. Derthick habla sobre “valores” y no prioridades, pero yo no uso su terminología porque ya definí ese término de una manera diferente. 179
Por ejemplo, ver Code of Ethics, publicado por la Sociedad de Periodistas Profesionales, www.spj.org/ethicscode.asp (consultado el 20 de agosto de 2013). “Los miembros de la Sociedad de Periodistas Profesionales creen que la ilustración pública es el ancestro de la justicia y el fundamento de la democracia. El trabajo del periodista es el de impulsar esos fines a través de la búsqueda de la verdad, haciendo un recuento justo y comprensivo de los hechos y de los asuntos”. 180
Para un análisis del movimiento por la transparencia, ver Melvin J. Dubnick y George Frederickson Accountable Governance: Problems and Promises (Nueva York: M.E. Sharpe, 2011). 181
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David Mathews
Will It Be on the Test? A Closer Look at How Leaders and Parents Think About Accountability in the Public Schools (Nueva York y Dayton, Public Agenda y Fundación Kettering, 2013).
182
Christopher Pollitt, Performance Blight and the Tyranny of Light? Accoun tability in Advanced Performance Measurement Regimes (documento para el Seminario de la Fundación Kettering, Dayton, Ohio, 22-23 de Mayo de 2008, 2008), 19.
183
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Will It Be on the Test?
Will It Be on the Test? Y Sheila A. Arens, Examining the Meaning of Accountability: Reframing the Construct, a Report on the Perceptions of Accountability (Aurora, CO: Investigación Medio-Continente para la Educación y el Aprendizaje, julio de 2005). 185
186
Arens, Examining the Meaning of Accountability.
David Ellerman, Good Intentions: The Dilema of Outside-In Help for Inside-Out Change, The Nonprofit Quarterly (Otoño de 2006): 46.
187
Ricard C: Harwood y John A. Creighton, The Organization-First Approach: How Programs Crowd Out Community (Bethesda, MD: Fundación Kettering e Instituto Harwood para la Innovación Pública, 2009).
188
H. George Frederickson escribe sobre los obstáculos de este fenómeno con las organizaciones en Easy Innovation and the Iron Cage: Best Practice, Benchmarking and the Management of Organizational Creativity (Dayton, OH: Fundación Kettering, junio de 2003). 189
Brian J. Cook, Beaurocracy and Self-Government: Reconsidering the Role of Public Administration in American Politics (Baltimore,MD: Imprenta de la Universidad de Johs Hopkins, 1996), 134-135. 191 Albert Dzur, memorando a la Fundación Kettering, 27 de noviembre de 2012. 190
192
Andrew Gilligan, A Government Ruse That`s Nothing Short of an Insu-
La Ecología de la Democracia
205
lation, Telegraph, agosto 20 de 2010, http://www.telegraph.co.uk/news/politics/7955561/A-Government -ruse-thats-nothing -short-of-an-insulation.html (consultado el 21 de agosto de 2013). Pasi Sahlberg, director del Centro para la Mobilidad Internacional del Ministerio Finlandés de Educación, afirmó: “No existe un término para accountability en finlandés… Accountability es algo que queda cuando se ha restado la responsabilidad”. Anu Partanen, What Americans Keep Ignoring about Finland’s School Success, The Atlantic (Diciembre 29 de 2011), htpp://www.theatlantic. com/national/Archive/2011/12what-americans-keep-ignoring-about-findlands-school/success/250564/ (consultado el 21 de agosto de 2013). 193
John Gaventa y Gregory Barrett, So What Difference Does It Make? Mapping the Outcomes of Citizen Engagement, Documento IDS, 347 (Brighton, RU, Instituto de Estudios del Desarrollo, octubre de 2010), 27-32, 36, 41. 194
Frye Gaillard, Sheila Hagler y Peggy Denniston, In the Path of the Storms: Bayou La Batre, Coden and the Alabama Coast (Auburn, AL: Pebble Hill Books, Universidad de Auburn; Tuscaloosa, AL Imprenta de la Universidad de Alabama, 2008).
195
La fundación se complace en compartir las historias que siguen. Pero, como ya dije, la Kettering no es una autoridad en cómo las instituciones hacen su trabajo o en cómo los distintos profesionales ven sus respectivos papeles. Ellos son los únicos que pueden responder las preguntas de cómo. La fundación solo puede sugerir las que parecen ser iniciativas institucionales y profesionales que pueden propiciar una mejor alineación. 196
El trabajo de la Kettering con periodistas se benefició enormemente con el liderazgo de Kay Fanning, quien fue miembro del directorio de la Kettering entre 1989 y 2000. Key lideró el Anchorage Daily News, el cual, bajo su administración, obtuvo un Premio Pulitzer al Servicio Público. Ella también fue editora del Christian Science Monitor entre 1983 y 1988 y fue la primera mujer que ejerció la presidencia de la Sociedad Estadounidense de Editores de Prensa.
197
Cole C. Campbell, Journalism and Public Knowledge, Kettering Review (Invierno de 2007): 39-49. Más de los escritos de Cole están recopilados en Tony 198
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David Mathews
Wharton, ed., Journalism as a Democratic Art: Selected Essays by Cole C. Campell (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 2012). Estas preguntas son similares a las de Jay Rosen, luego reportadas en What Are Journalists For? (New Haven, CT: Imprenta de la Universidad de Yale, 1999). Rosen preguntaba si, en efecto, el trabajo periodístico es para informar al público y no hay público, entonces ¿cuál es el trabajo de la prensa?
199
“La única manera… de que una comunidad llegue a ser el mejor lugar para vivir, es que sus miembros acepten sus responsabilidades personales por lo que pueda ocurrir”. Davies “Buzz” Merritt Jr., diciembre de 1992. Sacado de la transcripción sin publicar del Seminario de Periodismo Público de la Fundación Kettering y Nuevas Direcciones para las Noticias, p. 13. 200
El discurso de Davies “Buzz” Merritt, pronunciado en el Instituto Estadounidense de Prensa el 12 de junio de 1994, incluido en Speaking of Public Journalism: Talks from the Proyect on Public Life and the Press - Seminars on Public Life and the Press 1993-1997 (Dayton, OH: Fundación Kettering, 1997), 21.
201
Daniel Yankelovich, Coming to Public Judgement: Making Democray Work in a Complex World (Syracuse, NY: Imprenta de la Universidad de Syracuse, 1991). 95-96. 202
A finales de los 80 y comienzos de los 90, los periodistas como Cole Campell y Buzz Merritt, junto con Jack Swift, editor ejecutivo del Ledger Enquirer en Columbus, Georgia, y otros unieron fuerzas con editores como Jay Rosen para estimular a los periodistas para hacer experimentos tratando a los lectores como ciudadanos. Denominaron este trabajo “periodismo público”. 203
Memorando a Phil Currie, Mark Silverman y Jay Rosen de Randy Hammer (Spingfield News-Leader), A little backlash to public journalism, diciembre 6 de 1995. El memorando está en el archivo de la Fundación Kettering. Ver también Pat Ford, Don’t Stop There! Five Adventures in Civic Journalism, ed. Jan Schaffer (Washington, DC: Centro Pew para el Periodismo Cívico, 1998). 204
205
Los Foros de Asuntos Públicos de Centre County han colaborado con su
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periódico central el Centre Daily Times, para estimular la deliberación comunitaria sobre muchos problemas locales. Tight Times, Tough Choices, un proyecto de presupuesto participativo, fue organizado por el Penn Project for Civic Engagement y la estación de radio y televisión WHYY. El Penn Project for Civic Engagaement es un proyecto de la Universidad de Pensilvania que colabora con los medios, los negocios y las agencias comunitarias para enfocarse en los asuntos y problemas de la comunidad local. 206
Jay Rosen, The People Formerly Known as the Audience, Huffington Post, junio 30 de 2006, http://www.huffingtonpost.com/jay-rosen/the-people-formely-known_1_b_24113,html (consultado el 26 de septiembre de2012). Ver también Dan Gilmore, The Former Audience Joins the Party, We the Media: Grassroots Journalism by the People, for the People(Sebastopol, CA: O’Reilly Media, 2004), 136-157, http://www.authorama.com/we-the-media-8.html (consultado el 26 de septiembre de 2012).
207
No quiero exagerar esta distinción. Derek Barker, un oficial de programa de la Kettering señala, por ejemplo, que la academia se ve a sí misma educando en valores y en otras formas de pensamiento subjetivo que principalmente están afincadas en las disciplinas de las humanidades. Pero la pesquisa humanística académica, típicamente solo aplica en términos amplios y universalmente aceptables. Derek escribe, “Desde la crítica de Kant a la razón práctica, para los expertos ha sido muy difícil hablar de tener un conocimiento en asuntos morales. La crítica de Kant argumentaba que el único principio cierto de moralidad es el imperativo categórico (esencialmente, no le hagas a los otros lo que no quieres que los otros te hagan a ti); la forma como se aplica este principio es subjetiva y queda sujeta a la determinación del individuo libre. La educación superior hace esta afirmación dividiendo la pesquisa entre las disciplinas científicas y las humanidades. Esto quiere decir que el valor de la pesquisa debe estar estrictamente separado de la ciencia, y que las humanidades se deben limitar a los principios fundamentales para que no se politicen. Dereck Barker, memorando a Laura Carlson, septiembre 16 de 2013. 208
209
Isócrates, Antidosis, en Isócrates, trad. George Norlin, vol. 2 (1929; reim-
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presión, Nueva York: Hijos de G.P. Putnam, 2000), 179- 365; Tucídides, History of the Pelponnesian War 2.40.2; y Aristóteles, The Ethics of Aristotle: The Nicomachean Ethics, trad. J.A.K. Thompson (Londres: Penguin Books, 1953). Alejandro Sanz de Santamaría, Education for Political Life Kettering Review (Invierno de 1993): 9-18. 210
Este tipo de alineación no está confinada a ningún campo. Por ejemplo, Harry Boyte, fundador y codirector del Centro para la Democracia y la Ciudadanía en Augsburg College, también ha sido líder de este movimiento que explora la misión democrática de la educación superior. 211
Theodore R. Alter, Achieving the Promise of Public Scholarship, en Engaging Campus and Community: The Practice of Scholarship in the State and Land Grant University System , ed. ScottJ. Peters et al. (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 2005), 461-487; Scott J. Peters, con Theodore R. Alter y Neil Schwartzbach, Democracy and Higher Education: Traditions and Stories of Civic Engagement (East Lansing, MI: Imprenta de la Universidad de Michigan, 2010); Frank A. Fear et al., Coming to Critical Engagement: An Autoethnographic Exploration (Lanham, MD: Imprenta Universitaria Americana, 2006).Ver también la publicación de Ron Husted de en la Universidad de Kentucky. 212
Motivados por el entonces presidente Bill Muse y el vicepresidente David Wilson, los profesores Robert Montjoy y Christa Slaton, junto con sus asistentes graduados, realinearon su trabajo cívico en una pequeña comunidad rural de Alabama. 213
No todos estos centros están en los campus universitarios, pero dado que esta es una discusión sobre experimentos académicos, me he concentrado en aquellos que sí lo están. Para más información sobre todo tipo de centros, ver Scott London, Doing Democracy: How a Network of Grassroots Organizations Is Strengthening Community Building Capacity and Shaping a New Kind of Civic Education (Dayton, OH: Fundación Kettering, 2010). 214
Hay varios otros centros de base comunitaria sin conexiones directas con la educación superior, por ejempo, el Centro Chiesman para la Democracia en
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Dakota del Sur, el Centro Hampton Roads para el Compromiso Cívico en Virginia y Los Socios de Aprendizaje en Iowa. Todos estos centros se pueden encontrar en línea: www.hofstra.edu/Academics/Colleges/HCLAS/CCE/,www.wips.org, y www.mathewscenter.org. 216
Foundations for Opprtunities: 2011 Teacher Institute Programs and Planning, Michael D’Innocenzo and Berrie Stein por el Centro para el Compromiso Cívico de la Universidad de Hofstra (Septiembre de 2011); Teacher Institute # 2 Report 2011, Jon Lodge por el Centro del Condado para Foros de Asuntos Públicos (PIFCC) y Comunidad Educativa del Distrito Escolar de Colleges Estatales del Área (SCASD) (septiembre de 2011); The Impact of Deliberative Processes in the Secondary School Setting, John E. Greenwood, director del Programa para El Instituto Wisconsin para la Política y el Servicio Público (agosto de 2011); y Birmingham National Issue Forums in the Classroom Second Six Months Report 2011, Peggy Sparks, Informe a la Fundación Kettering (enero de 2012). 217
Katy J. Harriger y Jill J. McMillan, Public Scholarship and Faculty Role Conflict, Higher Education Exchange (2005): 17-23. Ver también Katy J. Harriger y Jill J. McMillan, Speaking of Politics: Preparing College Students for Democratic Citezenship through Deliberative Dialogue (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 2007).
218
Otros estudios muestran que los estudiantes universitarios valoran las oportunidades de involucrarse en deliberaciones. Ver Abby Kiesa et al., Millenials Talk Politics: A Study of College Student Political Engagement (College Park, MD: CIRCLE, Centro de Información e Investigación sobre Aprendizaje Cívico y Compromiso, 2007).
219
Mark Wilson y Nan Fairley, Living Democracy: A Project for Students and Citizens, Higher Education Exchange (2012): 35-47. 220
Un ejemplo de este tipo de crítica está incluido en Bryan Goodwin y Sheila A. Arens, No Community Left Behind? An Anaysis of the Potential Impact of the No Child Left Behind Act of 2001 on School Community Relationships (Dayton, OH: Informe McREL a la Fundación Kettering, mayo de 2003) 7-8.
221
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National School Public Relations Association, NSPRA/Kettering Public Engagement Project: Final Report of July 2002-December 2003 (Dayton, OH: Informe a la Fundación Kettering, 2003).
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Anne T. Henderson y Karen L. Mapp, A New Wave of Evidence: The Impact of School, Family and Community Connections on Student Achievement (Austin, TX: Laboratorio de Desarrollo Educativo del Suroeste, 2002), 54. 223
Sheila Beachum Bilby, Community School Reform: Parents Making A Difference in Education, Mott Mosaic 1 (diciembre de 2002). 224
Instituto Annenberg para el Compromiso y la Educación Públicas, Reasons for Hope, Voices for Change (Providence, RI: Anneneberg Institute for School Reform, 1998). Para una discusión sobre construcción de capacidad cívica, para fortalecer el uso de las prácticas ciudadanas en el autogobierno, ver Jolley Bruce Chritman y Amy Rohdes, Civic Engagemant and Urban School Improvement: Hard to Learn Lessons from Philadelphia (Phildelphia: PA: Consorcio de Investigación en Política Educativa, 2002).
225
Stone citó a John Goodland y a otros como líderes de la forma como trabajan los educadores y sacó ejemplos sobre la Fundación de Áreas Industriales (IAF) y el trabajo organizado de Ernesto Cortés. Clarence N. Stone, The Dilemas of Social Reform Revisited: Puting Civic engagement in the Picture (documento presentado en la reunión anual de la Asociación Estadounidense de Ciencia Política, (Atlanta, GA, Septiembre 2-5 de 1999). Para más información sobre la IAF, ver Mark R. Warren, Dry Bones Rattling: Community Building to Revitalize American Democracy (Princeton, NJ: Imprenta de la Universidad de Princeton, 2001). Ver también Robert D. Putnam y Lewis M. Feldsman, Better Together: Restoring the American Community (Nueva York: Simon & Schuster, 2003) para la IAF y ejemplos similares.
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Patricia Moore Harbour, Community Educators: A Resource for Eduction and Development Our Youth (Dayton, OH:Imprenta de la Fundación Kettering, 2012).
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Para más información sobre influencias externas a la escuela, ver James P. Comer, Waiting for a Miracle: Why Schools Can’t Solve Our Problems- And How We Can (Nueva York:Dutton,1997). 234
Randall Nielsen, Public Schools of Engaged Communities, Connections (abril de 2004): 20. El estudio de caso de Pueblo también está incluido en Asociación de Juntas Escolares de Colorado, Public Engagement in Five Colorado School Communities (Dayton, OH: Informe a la Fundación Kettering, 2003), 7-8.
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238
Doble Research Associates, Take Charge Workshop Series: Descriptions and Findings from the Field (Dayton, OH: Informe a la Fundación Kettering, 1993), 3. El Informe Doble encontró que pedirle a la gente “mapear los lugares de aprendizaje de su comunidad resulta ser un ejercicio poderoso y formativo”.
239
Ver Heather Harding, Supplementary Education: Educating and Developing the Whole Child, An Interview with Edmund W. Gordon, Understanding Educational Equity and Excellence at Scale (Providence RI: Un proyecto del Instituto Annenberg para la Reforma del de la Escuela en la Universidad de Brown, enero de 2007), 8-9. 240
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243
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Harbour Community Educators, 63, 95-97, 107-109, 129-130.
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Bruce Sievers, Civil Society, Philanthropy, and the Fate of the Commons (Medford MA: Imprenta de la Universidad de Tufts, 2010). Ver también Bruce Sievers, Can Philanthropy Solve the Problems of Civil Society? Kettering Review (diciembre de 1977): 62-70. 246
Un grupo de fundaciones locales ha formado una organización denominada Becas para los Grupos de Base. Oí la expresión “comenzar pequeño, permanecer pequeño” cuando conocí este grupo y a su directora, Janis Foster Richardson. 247
Ver Peter Pennekamp y Anne Focke, Philanthropy and the Regeneration of Community Democracy (Dayton, OH: Fundación Kettering, 2013).
248
Allan Comp y Stacy Bouchard, Exploring the Relations Between Citizen-Led Watershed Groups and Government Institutions (Dayton, OH: Informe a la Fundación Kettering, diciembre 3 de 2008). 249
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Aristóteles, The Complete Works of Aristotle, ed. Jonathan Barnes, trad. Benjamin Jowett, vol. 2 (Princeton, NJ: Imprenta de la Universidad de Princeton, 1984), 2050.
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Le Roy Collins et al., The Mazes of Modren Goverment: The States, the Legislature, the Bureaucracy, the Courts (Santa Barbara, CA: Centro para el Estudio de las Instituciones Democráticas del Fondo de la República, 1964) 14.
252
John Doble, Jared Bosk y Samantha Dupont, Public Thinking about Coping with the Cost of Health Care: Do We Pay for what We Need? Outcomes of the 2008 National Issue Forums (Dayton, OH: Un Informe de Public Agenda para la Fundación Kettering, junio de 2009), 4’5. Este informe está basado en una investigación que involucra más de 1.000 ciudadanos participantes en foros deliberativos realizados en 40 estados y en el Distrito de Columbia. 253
David Holwork, A Public Voice: A Long-Running Experiment Bears Promissing Fruit Connections (2013): 22-23. 254
214
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Para más información sobre este experimento, contactar al National Coalition for Dialogue and Deliberation (www.ncdd.org).
255
Ver Brendan Greeley, Making Sense of the Games Politicians Play; Bloomberg Businessweek, agosto de 2012, http://businessweek.com/articles/2012-08-30/ making-sense-of-the-games-politicians-play (consultado el 8 de octubre de 2012).
256
Los Bienes Públicos han sido definidos como las cosas que la gente construye u organiza para el beneficio de todos: pueden incluir desde parque de juego para niños, relojes de vecindario hasta coaliciones para la protección del medio ambiente.
257
Mónica Schoch Spana et al., Community Engagement: Leadership Tool for Catastrophic Health Events, Biosecurity and Bioterrorism: Biodefense Strategy, Practice and Science 5, no. 1 (2007): 8-25. Ver también Rebecca Solnit, A Paradise Built in Hell: The Extraordinary Communities that Arise in Disaster (Nueva York: Imprenta Viking, 2009). 258
Public Agenda, Still the Best in the World? An Exploratory Study of American Views on the Legal System Today (Dayton, OH: Borrador del Informe para la Fundación Kettering, abril de 2012).
259
Estos tres Manuales-Guía, “…And Justice for All: Ensuring Public Trust and Confidence in the Jury System (2001), Reaching a Veredict: What Do We Want Forthe American Jury System? (2005), and Under Pressure: How Can We Keep the Courts Fair and Impartial? (2007), fueron preparados por la Asociación Americana de Abogados en colaboración con el Instituto de Foros sobre Asuntos Nacionales y la Fundación Kettering.
260
Albert W. Dzur, Punishment, Participatory Democracy and the Jury (Nueva York, Imprenta de la Universidad de Oxford, 2012). 261
Robert D. Putnam, Robert Leonardi y Raffaela Y. Nanetti, Making Democracy Work: Civic Traditions in Modern Italy (Princton, NJ: Imprenta de la Universidad de Princeton, 1993) y Vaughn L. Grisham Jr., Tupelo: The Evolution of a Community (Dayton, OH: Imprenta de la Fundación Kettering, 1999).
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Doble Reseach Associates, How People Connect: The Public and Public Schools (Dayton, OH: Informe a la Fundación Kettering, junio de 1998), 5. 263
Entre las fuerzas aparentemente invencibles que le niegan a la gente la habilidad de delinear su futuro, ningunas han sido citadas con más frecuencia que aquellas del mundo corporativo global. Este no es el lugar para analizar esta percepción, pero sí anotaría que existe literatura sobre el papel constructivo que los negocios pueden jugar en la vida cívica. Ver Daniel Yankelovich Profit with Honor: The New Stage of Market Capitalism (New Haven, CT: Imprenta de la Universidad de Yale, 2006).
264
Ver los datos empíricos sobre la importancia de la eficacia colectiva reportados por Robert J. Sampson en Great American City: Chicago and the Enduring Neighborhood Effect (Chicago: Imprenta de la Universidad de Chicago, 2012), 368. 265
Nick Mc Namara, Social and Public Deliberation Reflection (Tarea de clase asignada en el curso de la Dra. Wanda Minor, denominado Social and Public Deliberation, Universidad de Monmouth, West Long Branch, NJ, abril de 2011). 266
Esta idea fue introducida en Edward N. Lorenz, Predictability: Does the Flap of a Butterfly’s Wing in Brazil Sett off a Tornado in Texas? (documento presentado a la Asociación para el Avance de la Ciencia, Washington DC, diciembre 29 de 1972). 267
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