Cuento y Poesía en la calle - Nahualas

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Cuey nt o

a l n c e a l a le í s e o P

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EDITORIAL El proyecto Nahualas, pretende crear el hábito de la lectura utilizando como estrategia performances en espacios públicos durante los tiempos de espera, ya sea el transporte público, el pago de algún servicio o en la “cola del banco”. Nahualas, en esta ocasión les dará un paseo por los caminos de la narrativa de Ángeles Mastretta, quien, en cuentos cortos nos lleva por pasajes vivenciales de mujeres fantásticas; de Eduardo Galeano, que desde Uruguay nos cuenta sus Venas abiertas de América Latina, quien a través de un recorrido entre letras nos adentrará en pasajes propios de nuestra historia. Otros cuentos más, nos mostrarán una perspectiva diferente al sistema de convivencia al que estamos acostumbradas y acostumbrados, Lesléa Newman nos plantea una forma diferente de establecer vínculos familiares con Paula y sus dos mamás. Nahualas pretende hacer un recorrido entre lecturas cortas que reflejen una nueva forma de convivencia, que tenga como arteria principal la inclusión y el respeto a la diferencia. Ojalá la lectura se haga su principal vicio, por lo pronto, las y los dejamos en manos y letras de nuestros/as escritores/as. 3


AGRADECIMIENTOS

Lic. Lorena Martinez Rodriguez Alcaldesa del Municipio de Aguascalientes

Mtra. Evangelina Teran Fuentes Directora Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura.

Proyecto A.L.E.R.T.A. Artistas Libres y Emergentes para el Reconocimiento a su Trabajo Artistico 4


ÍNDICE Juana y Sergio

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Chico o chica

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Mario, un machista arrepentido

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Leyendo en la Luna

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Los inmigrantes, ahora

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Paula tiene dos mamás

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Pájaros prohibidos

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Mis trostos

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Mujeres de ojos grandes

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Fe en los colores

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Lo que Sally decía

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Ju ya na Se r gio

JESÚS BEADES MONTERO

Erase una vez, en un lugar de Extremadura, de cuyo nombre no suelo acordarme, existía un pueblecito llamado Miralbosque en el que vivían pocas personas para los metros cuadrados de extensión que había. Al adentrarse en el pueblo, podía distinguirse con facilidad la correspondiente iglesia, la tienda de ultramarinos, la plaza con la fuente y muchas casas de adobe y madera, que estaban abandonadas 7


por su gran antigüedad. Entre todas las casas había una que se destacaba de las otras. Ésta estaba hecha de cemento y era de color blanco, para que el calor del duro verano no se adentrase en ella. Era como una paloma en medio de una bandada de viejos patos. En esta casa vivían, al contrario de lo que se podía pensar, la familia más pobre de todo Miralbosque. Si no fuesen pobres se les podía considerar como una familia de pueblo corriente, con un padre en la finca, la madre en casa fregando y barriendo, una hija trabajando en labores de cocina y un hijo que “se está tocando las narices” sentado en el sillón y viendo la televisión en blanco y negro, con un poco de nieve. El padre se llamaba Florindo; la madre, Clodovea; la hija, Juana y el hijo, Sergio. En este pueblo existía el único equipo 8


de fútbol mixto de toda la comarca, al cual le faltaba un componente para formar la selección extremeña al completo. En la selección había quince chicas y doce chicos, a la espera de alguna persona que quisiera apuntarse. Todos los jugadores y jugadoras habían tenido que pasar por unas duras pruebas de selección para poder alistarse al equipo. En la casa que había en medio de todas las otras y que resaltaba por su color, Juana y Sergio se habían enterado de la falta de un chico o una chica en el equipo de la comarca, por lo que fueron rápidamente a alistarse en él, los dos llegaron a la vez y el entrenador decidió hacerles unas pruebas, para que el ganador de todas ellas pudiera entrar en el histórico equipo. Los llevaron a las grandes dehesas extremeñas para examinarlos. Sergio fue 9


el primero en empezar y pasó la prueba sin muchos problemas. Cuando le tocó el turno a Juana, también superó la primera prueba sin problemas. Era la hora de realizar la segunda prueba que definiría el regate que es capaz de realizar el propio jugador. Para superar esta prueba tenían que sortear, lo más rápidamente posible, unos árboles que se encontraban a medio metro de distancia entre sí. Los dos volvieron a superar esta prueba con algún problemilla que otro, pero lo habían conseguido y estaban dispuestos a afrontar la última y definitiva que aclararía todas las dudas sobre la calidad de Juana y Sergio. Esta prueba consistía en meter, desde cincuenta metros de distancia, el mayor número posible de goles en un determinado tiempo, que establecería el entrenador. Comenzó a lanzar Sergio que tenía un tiempo de 10


cinco minutos para intentar el mayor número de goles. Tras pasar el tiempo, Sergio consiguió marcar nueve goles que ponían en un serio aprieto a su hermana. Se disponía a tirar Juana, que creía tener el mismo tiempo que su hermano Sergio, pero no fue así porque el entrenador le dio tan sólo cuatro minutos para intentar lo mismo. Corría el minuto tres y medio y Juana llevaba nueve goles transformados. Tiró y marcó, pero sólo le daba tiempo para realizar un tiro más. Se concentró sin ponerse nerviosa, disparó con toda su alma y ... (gooool( ... Juana había conseguido quitar las telarañas a la portería y eso suponía el pase al equipo de fútbol de Miralbosque. La hermana de Sergio, aunque un poco desilusionada por el comportamiento del entrenador, celebraba su victoria con los demás componentes del equipo. 11


Juana estaba muy contenta, pero no por haber ganado y conseguido su pase al equipo, sino por haber demostrado que si le hubiesen dado las mismas oportunidades que a Sergio, le hubiese ganado, y con esto había conseguido lo más importante: enseñar a los demás que una mujer es igual, o mucho mejor que un hombre, en igualdad de oportunidades.

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Cho ic o c hi c a

DAVID VICENTE TORRICO

1. PRESENTACIÓN: Hace mucho tiempo había un matrimonio sin hijos que vivían en Tornavacas. El padre quería tener un hijo y la madre, una hija. Un día la madre quedó embarazada. Dio a luz a un niño y le llamaron Roberto. Pasaron dos años y nació una niña, que llamaron Lucía. 14


2. VENTAJAS PARA LA CARRERA: Pasaron los años y los niños se hicieron mayores. A la hora de elegir carrera el niño eligió ser juez; su hermana, para no ser menos, también quiso, pero tuvo que conformarse con ser maestra. El día en que se examinaron, aprobaron los dos. A las ocho de la tarde hubo una gran fiesta a la que fueron invitados pero ... )a qué hora llegará cada uno?

3. LA FIESTA: Los padres dejaron al niño quedarse hasta las dos de la mañana y a la niña hasta las doce. La niña, obediente, llegó a las doce sana y salva; mientras que el niño llegó borracho. Al día siguiente, el niño se quedó en la casa mientras su hermana ordenaba la casa. 15


4. PRIMER CASO COMO JUEZ El muchacho tuvo un difícil caso, su amigo le había robado el bolso a Lucía y (cómo no!, mandó encarcelar a su amigo, aunque minutos después se arrepintiese.

5. LA MEJOR PROFESORA: En el colegio, los niños siempre querían dar clase con ella porque era buena y bondadosa. Había aprobado a todos los niños y había dado siete matrículas de honor. Con el tiempo empezó a cambiar y suspendió a la mitad de los niños de su clase.

6. !QUÉ CAMBIO TAN RADICAL! No sólo se conformó con suspender a varios niños sino que se empezó a portar como si de un hombre se tratara: reñía mucho, desobedecía bas16


tante y siempre llegaba tarde, en fin, nadie comprendió aquel cambio de Lucía.

7. LOS CUMPLEAÑOS: El día del cumpleaños de Roberto, le regalaron un coche mediano azul y a Lucía, en su cumpleaños, le regalaron un libro y una rosa.

8. LOS PADRES ENTIENDEN LO QUE PASA Pasaron días, más días y hasta semanas y los padres seguían sin enterarse de lo que le pasaba a su hija. Pero un día lo comprendieron, ella lo que quería era que no siempre la estuvieran haciendo caricias, tener otro trabajo, llegar más tarde a casa, ... Los padres le permitieron hacer todo eso y que dentro de un mes empezaría a estudiar para ser científica. 17


Ella, para festejarlo, decidió celebrar una fiesta a la que invitó a toda la gente de Tornavacas. Leyó un escrito que decía cosas como éstas: “Por favor, no queremos más machismo, pensadlo dos veces antes de mandar a vuestros hijos a diferentes estudios, hacer regalos, poner colores para cada sexo, según sea chico o chica”. Os lo agradece Lucía.

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Ma rio,

h c ist a a m n u

a rre pentido

GUADALUPE FLORES HERNÁNDEZ

Os contaré la historia de Mario, un hombre “normal”. Trabajaba como ejecutivo en una mediana empresa. Su mujer era Beatriz, un ama de casa que tiene dos hijos a su cargo. Cáceres es la pequeña capital de provincia donde residen. El suyo no es un piso cualquiera, pues viven en una urbanización de lujo. 20


Mario necesitaba seleccionar trabajadores para su empresa. Por eso puso un anuncio en la prensa. Al día siguiente se presentaron más de cincuenta candidatos. Chicos y chicas llenos de nervios y dispuestas a la entrevista de selección de personal. Mario pensó: “¿Cómo voy a admitir mujeres, con todos los problemas que dan? ¿No estarían mejor en su casa?” Y Mario empezó a poner excusas a cada aspirante femenina para no admitirlas. Así fue como su empresa se llenó sólo de hombres. Al llegar a casa, esa misma tarde, la mujer le preguntó por las entrevistas. Mario, ingenuamente, le contó a su esposa todo lo que había tramado para rechazar a las mujeres en su trabajo. Beatriz se quedó estupefacta. No podía creerlo. Creía que era una broma que su marido le gastaba. Cuando comprendió que era 21


cierto, se enojó y se lo reprochó ásperamente. A raíz de esto, se desató una fuerte discusión entre la pareja. Él mantuvo sus creencias de que las mujeres sólo valen para cocinar y criar hijos, y no para desempeñar puestos de responsabilidad. Las hembras son inconstantes y débiles de carácter, afirmaba. Beatriz, más indignada que nunca, le mandó a dormir en el sofá. No le consideraba digno tenerle a su lado en la cama. Los niños no se percataron de lo que ocurría, porque actuaron discretamente. Esta noche, Mario no pudo pegar ojo. Sus ideas machistas le amargaron el sueño y recapacitó sobre lo que le había dicho su mujer en la pelea. Sin embargo, sus ideas sobre la mujer no se tambalearon. Las tenía bien enraizadas desde hacía años. Cuando se paso el enfado, todo volvió a la normalidad. 22


Transcurridos algunos años, ocurrió algo que a Mario nunca se le había pasado por la cabeza. Su empresa entró en crisis y en pocos meses quebró. Mario quedó en la calle con una corta indemnización. Comenzó a buscar un nuevo puesto de trabajo de forma desesperada. La edad ya no le ayudaba. Pasaban los meses y no encontraba nada, ni siquiera puestos de inferior categoría. En casa empezaba a notarse la falta del sueldo. Beatriz - la que sólo servía, por ser mujer, para las tareas del hogar, empezó a buscar trabajo. No estaba fácil el asunto. Pero al cabo de unas semanas, la emplearon de secretaria. Ella era una esposa bien preparada, con sólidos estudios. Mientras, Mario tenía que permanecer en casa y quién se lo iba a decir a él!, haciendo las faenas domésticas. Mario, el autosuficiente, despectivo y triunfador, realizando los menesteres 23


propios de lo que él guasonamente designaba como “sexo débil”. Se había convertido Mario en ama de casa. De este modo, comprendió el importante papel de las mujeres en la sociedad. También aprendió que la desigualdad existe y que las mujeres tienen las mismas aptitudes que los hombres para trabajar. Al poco tiempo, Mario consiguió entrar de nuevo en su reflotada empresa, donde mantenía su prestigio. Gracias al trabajo de su esposa lograron salir de aquel mal trance y no perdieron su hermosa casa. Ahora, Mario es un hombre feliz, integrado en una sociedad moderna y defensor resuelto de los derechos de las mujeres. Ah! y comparte la mesa de reuniones con varias mujeres que han ocupado puestos altos en su misma empresa. 24


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Le yendo en l a

Lu na

ÁNGELES MASTRETTA

Había una luna a medias la noche que desquició para siempre los ordenados sentimientos de la tía Inés Aguirre. Una luna intrigosa y ardiente que se reía de ella. Y era tan negro el cielo que la rodeaba que adivinar por qué no pensó Inés en escaparse de aquel embrujo. 26


Quizás aunque la luna no hubiera estado ahí, aunque el cielo hubiera fingido transparencia, todo habría sido igual. Pero la tía Inés culpaba a la luna para no sentirse la única causante de su desgracia. Sólo bajo esa luna pudo empezarle a ella la pena que le tenía tomado el cuerpo. Una desdicha que, como casi siempre pasa, se le metió fingiendo ser el origen mismo de la dicha. Porque la noche aquella, bajo la luna, el hombre le dio un beso en la nuca como quien bebe un trago de agua, y fue una noche tan lejos de la pena que nadie hubiera podido imaginarla como el inicio de la más mínima desgracia. Apenas había llegado la luz eléctrica y las casas bajo el cerro parecían estrellas. En alguien tuvo que vengar esa luna el dolor que 27


le dieron las casas encendidas, las calles bajo el cobijo de aquella luz comprada y mentirosa, la ingratitud de toda una ciudad anocheciendo tranquila, sin buscar el auxilio de su fulgor. De algo tenía que servir ella, alguien tendría que recordar su luz despidiendo la tarde, y ese alguien fue Inés Aguirre: la luna la empujó hasta el fondo de unos brazos que la cercarían para siempre aunque fueran a irse temprano. Al día siguiente, la tía Inés no recordó un ruego, menos una orden, pero tenía una luz entre ojo y ojo ensombreciendo toda su existencia. No podía ya olvidar el aliento que le entibió los hombros, ni desprender de su corazón la pena que lo ató a la voluntad sagrada de la luna. 28


Se volvió distraída y olvidadiza. Pedía auxilio para encontrar el lápiz que tenía en la mano, los anteojos que llevaba puestos, las flores que acababa de cortar. Del modo en que andaba podía derivarse que no iba a ninguna parte, porque después del primer paso casi siempre olvidaba su destino. Confundía la mano derecha con la izquierda y nunca recordaba un apellido. Terminó llamando a sus tíos con el nombre de sus hermanos y a sus hermanas con el nombre de sus amigas. Cada mañana tenía que adivinar en cuál cajón guardaba su ropa interior y cómo se llamaban las frutas redondas que ponía en el jugo del desayuno. Nunca sabía qué horas eran y varias veces estuvo a punto de ser atropellada.

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Una tarde hacía el más delicioso pastel de chocolate y a la semana siguiente no encontraba la receta ni sabía de qué pastel le hablaban. Iba al mercado para volver sin cebollas, y hasta el Padre Nuestro se le olvidó de buenas a primeras. A veces se quedaba mirando un florero, una silla, un tenedor, un peine, una sortija y preguntaba con la ingenuidad de su alma: ¿Para qué sirve esto? Otras, escribía en cualquier cuaderno toda clase de historias que después no podía leer porque con el punto final olvidaba las letras. En uno de estos cuadernos escribió la última vez que supo hacerlo: “Cada luna es distinta. Cada luna tiene su propia historia. Dichosos quienes pueden olvidar su mejor luna “. 30


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n mig ra ntes, I s o L a h o ra

EDUARDO GALEANO

Desde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire y del agua. 32


No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano. En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible. Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente. Les han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados. Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas, o cuerpos sin nombre que yacen bajo tierra en el otro mundo adonde querían llegar. 33


Sebastião Salgado los ha fotografiado, en cuarenta países, durante varios años. De su largo trabajo, quedan trescientas imágenes. Y las trescientas imágenes de esta inmensa desventura humana caben, todas, en un segundo. Suma solamente un segundo toda la luz que ha entrado en la cámara, a lo largo de tantas fotografías: apenas una guiñada en los ojos del sol, no más que un instantito en la memoria del tiempo.

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t i e a ne l u a P dos mamás

LESLÉA NEWMAN

Paula vive en una casa muy bonita, con un gran manzano delante de la puerta y hierba muy alta en el jardín de atrás. El dos es el número favorito de Paula. Paula tienes dos brazos, dos piernas, dos ojos, dos orejas, dos manos y dos pies. Paula también tiene dos mascotas, un gato de color blanco llamado Nieve y 36


un gran perro de color negro llamado Noche. Paula tiene dos mamás: mamá Julia y mamá Catalina. Mamá catalina es médica. A Paula le gusta escuchar los latidos del corazón con un estetoscopio de verdad. Cuando a mamá Catalina le duele la cabeza, Paula le da dos aspirinas para que se sienta mejor. Cuando a Paula le duele la rodilla, mamá Catalina le pone dos vendajes. Mamá Julia es carpintera. A Paula le encanta rebuscar en su caja de herramientas, donde encuentra clavos y tornillos y un metro plegable de color amarillo. Mamá Julia tiene dos martillos un grande para ella y un pequeño para Paula. Paula y sus dos mamás pasan los fines de semana juntas. Los días que hay sol van al parque, los días de lluvia se quedan en casa y preparan una tarta. Paula tiene dos 37


rosquillas y un gran vaso de leche para merendar. Mamá Catalina y mamá Julia han preparado una sorpresa para Paula. _ Vas a ir a una ludoteca. Dice mamá Catalina. _ Jugaras con otros niños y conocerás a una monitora que se llama María. Dice mamá Julia. _ Irán Noche y Nieve conmigo?. Pregunta Paula. _ No, ellos se quedaran en casa. Dice mamá Julia. _ Pero si quieres puedes llevarte dos cosas, las que tu elijas. Dice mamá Catalina. Paula escoge su manta azul con la que le gusta arroparse cuando duerme la siesta y su tasa roja en la que prefiere beber a la hora de la comida. Al día siguiente mamá Julia y mamá Catalina llevan a Paula a la ludoteca de María. María tiene un montón de cosas divertidas con las que jugar: libros, puzzles, colores y pinturas, piezas de arquitectura y disfraces. Hay 38


una gran mesa redonda donde Paula puede comer y un rincón tranquilo donde dormir la siesta. Mientras mamá Julia y mamá Catalina hablan con María, Paula ha compuesto dos puzzles ella sola. Pronto llegan los demás niños y mamá Julia y mamá Catalina deben marcharse. Dan a Paula un beso de despedida y ella se pone triste y empieza a llorar pero se le pasa enseguida. En la ludoteca Paula construye una gran torre con las piezas de arquitectura y se disfraza de bombero. También pinta dos dibujos uno para mamá Julia y otro para mamá Catalina. A la hora de comer Paula bebe un jugo en tu tasa preferida, luego duerme la siesta abrazada a su manta azul. Cuando todos se despiertan, se sientan en círculo y María lee una historia de un niño que tiene un papá ve39


terinario. Él cuida de los perros y los gatos, de los pájaros y los peces y de los hamsters cuando están enfermos. _ Mi papá también es médico. Dice Juan (otro niño) señalando el libro. _ Mi papá es maestro. Dice David (otro niño) una vez me llevo con él a la escuela. _ Yo no tengo papá. Dice Paula. Nunca lo había pensado. ¿Tienen todos papás menos Paula? Paula arruga la frente y empieza a llorar. María coge a Paula y la abraza. _ No todos tiene un papá. -Dice María. Tú tienes dos mamás y eso es muy importante. Miriam tampoco tiene papá, ella tiene una mamá y una hermanita pequeña y eso también es muy importante. Ahora vamos a dibujar a nuestras familia dice María. Todos los niños se sientan alrededor de la gran mesa redonda y María les reparte papel y colores. 40


Juan tiene un papá y una mamá y un hermano mayor llamado Carlos. María cuelga los dibujos y todos los miran. Pronto las mamás de Paula van a recogerla, Nieve y Noche también han ido. Paula les muestra el dibujo. _Yo soy está??? pregunta mamá Catalina. _ Y está soy yo??? pregunta mamá Julia. Está es la mamá que yo mas quiero, dice Paula señalando a mamá Catalina en el dibujo. Y esta es la mamá que también mas quiero, dice Paula señalando a mamá Julia en el dibujo. Mamá Julia y mamá Catalina sonríen y dan a Paula un gran abrazo. La niña da dos besos a sus mamás y las tres vuelven a casa cogidas de la mano.

FIN 41


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P áj a r o s

p r o hi b i d o s

EDUARDO GALEANO

Por increíble que parezca, la principal cárcel de la dictadura militar uruguaya, se llamaba Libertad. Y por increíble que parezca, estaba prohibido en esa cárcel llamada Libertad, que los presos dibujaran o recibieran dibujos de mariposas, estrellas, parejas y pájaros. Uno de los presos, Didaskó Pérez, maestro de escuela, preso por 43


tener, como dijo el oficial que lo detuvo...preso por tener “ideas ideológicas”, recibió un Domingo la visita de su hija Milay de cinco años. La hija le trajo un dibujo de pájaros. Como los pájaros estaban prohibidos, la sensura se lo rempió; los censores rompieron el dibujo a la entrada de la cárcel. Al domingo siguiente Milay trajo un dibujo de árboles... como los árboles no estaban prohibidos... el dibujo, pasó. Y el padre le preguntó: -Esas frutas, esas frutas de colores que hay... ¿Qué son?, ¿Naranjas, limones, manzanas?, ¿Qué son?. Y la niña lo hizo callar: -Shhh, bobo, ¿No vés que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.

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t s r o os r s i M

JORDINA CASTRO

Caminando por la calle me doy cuenta que no somos tan distintos. Es martes y llueve. Es martes y llueve para mí, para ti, para mis madres. Sí es martes y llueve para todos, ¿por qué la gente está empeñada en diferenciarnos? Aunque, pensándolo bien, hace tiempo que yo también clasifico a las personas. Las clasifico por rostros. 46


Hoy nos hemos cruzado con un rostro amable. Lleno de serenidad y sabiduría. Con las arrugas justas de una persona afable. Nos ha mirado y nos ha sonreído. Era un rostro sincero. De esos de pellizco. Sí, que les pellizcarías los mofletes a cada rato. Pero no siempre es así. Cuándo vamos al parque y yo estoy jugando en los columpios, Irene y Marta se sientan en un banco a mirarme. A veces se besan. Entonces aparecen todo tipo de rostros. El que se sonroja y mira hacia otro lado. Este me da risa. Pasa de amarillo a rojo en segundos. No sé si sienten vergüenza por ver besarse a dos personas o sienten pena de ellos por no poder vivir un amor como el suyo. También está el rostro más que malo que hace unos gestos de asco. Sin disimulo. Sus ojos son de desprecio y su boca… no sé. Parece un rostro restriñido. No me 47


gusta este rostro. Otro rostro que me encanta es el de sorpresa. Los ojos muy abiertos y de la boca se les escapa una sonrisilla. Tímida. Un día soñé con un rostro que me dio miedo. Irene y Marta estaban cenando. Un rostro lleno de odio se les acercaba. Les gritaba. Yo sólo veía los ojos pequeños y apretados. Unas cejas espesas llenas de rabia. Una boca llena de babas con unos grandes dientes. No oía que les estaba gritando. Sólo pensaba en ellas. ¿Qué les haría este rostro? Me desperté gritando. La cama estaba mojada.-

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Mu jdeeres

o j o s g r a nd e s

Ángeles Mastretta

No era bonita la tía Cristina Martínez, pero algo tenía en sus piernas flacas y su voz atropellada que la hacía interesante. Por desgracia, los w de Puebla no andaban buscando mujeres interesantes para casarse con ellas y la tía Cristina cumplió veinte años sin que nadie le hubiera propuesto ni siquiera un noviazgo de buen nivel. Cuando 50


cumplió veintiuno, sus cuatro hermanas estaban casadas para bien o para mal y ella pasaba el día entero con la humillación de estarse quedando para vestir santos. En poco tiempo, sus sobrinos la llamarían quedada y ella no estaba segura de poder soportar ese golpe. Fue después de aquel cumpleaños, que terminó con las lágrimas de su madre a la hora en que ella sopló las velas del pastel, cuando apareció en el horizonte el señor Arqueros. Cristina volvió una mañana del centro, a donde fue para comprar unos botones de concha y un metro de encaje, contando que había conocido a un español de buena clase en la joyería La Princesa. Los brillantes del aparador la habían hecho entrar para saber cuánto costaba un anillo de compromiso que era la ilusión de su vida. Cuando le dijeron el precio le pareció correcto y 51


lamentó no ser un hombre para comprarlo en ese instante con el propósito de ponérselo algún día. -Ellos pueden tener el anillo antes que la novia, hasta pueden elegir una novia que le haga juego al anillo. En cambio, nosotras sólo tenemos que esperar. Hay quienes esperan durante toda su vida, y quienes cargan para siempre con un anillo que les disgusta, ¿no crees? -le preguntó a su madre durante la comida. -Ya no te pelees con los hombres, Cristina -dijo su madre-. ¿Quién va a ver por ti cuando me muera? -Yo, mamá, no te preocupes. Yo voy a ver por mí. En la tarde, un mensajero de la joyería se presentó en la casa con el anillo que la tía Cristina se había probado extendiendo la mano para mirarlo por todos lados mientras decía un montón de 52


cosas parecidas a las que le repitió a su madre en el comedor. Llevaba también un sobre lacrado con el nombre y los apellidos de Cristina. Ambas cosas las enviaba el señor Arqueros, con su devoción, sus respetos y la pena de no llevarlos él mismo porque su barco salía a Veracruz al día siguiente y él viajó parte de ese día y toda la noche para llegar a tiempo. El mensaje le proponía matrimonio: “Sus conceptos sobre la vida, las mujeres y los hombres, su deliciosa voz y la libertad con que camina me deslumbraron. No volveré a México en varios años, pero le propongo que me alcance en España. Mi amigo Emilio Suárez se presentará ante sus padres dentro de poco. Dejo en él mi confianza y en usted mi esperanza”. Emilio Suárez era el hombre de los sueños adolescentes de Cristina. Le llevaba doce años y seguía soltero cuan53


do ella tenía veintiuno. Era rico como la selva en las lluvias y arisco como los montes en enero. Le habían hecho la búsqueda todas las mujeres de la ciudad y las más afortunadas sólo obtuvieron el trofeo de una nieve en los portales. Sin embargo, se presentó en casa de Cristina para pedir, en nombre de su amigo, un matrimonio por poder en el que con mucho gusto sería su representante. La mamá de la tía Cristina se negaba a creerle que sólo una vez hubiera visto al español, y en cuanto Suárez desapareció con la respuesta de que iban a pensarlo, la acusó de mil pirujerías. Pero era tal el gesto de asombro de su hija, que terminó pidiéndole perdón a ella y permiso al cielo en que estaba su marido para cometer la barbaridad de casarla con un extraño. Cuando salió de la angustia propia de 54


las sorpresas, la tía Cristina miró su anillo y empezó a llorar por sus hermanas, por su madre, por sus amigas, por su barrio, por la catedral, por el zócalo, por los volcanes, por el cielo, por el mole, por las chalupas, por el himno nacional, por la carretera a México, por Cholula, por Coetzálan, por los aromados huesos de su papá, por las cazuelas, por los chocolates rasposos, por la música, por el olor de las tortillas, por el río San Francisco, por el rancho de su amiga Elena y los potreros de su tío Abelardo, por la luna de octubre y la de marzo, por el sol de febrero, por su arrogante soltería, por Emilio Suárez que en toda la vida de mirarla nunca oyó su voz ni se fijó en cómo carambas caminaba. Al día siguiente salió a la calle con la noticia y su anillo brillándole. Seis meses después se casó con el señor Arqueros 55


frente a un cura, un notario y los ojos de Suárez. Hubo misa, banquete, baile y despedidas. Todo con el mismo entusiasmo que si el novio estuviera de este lado del mar. Dicen que no se vio novia más radiante en mucho tiempo. Dos días después Cristina salió de Veracruz hacia el puerto donde el señor Arqueros con toda su caballerosidad la recogería para llevarla a vivir entre sus tías de Valladolid. De ahí mandó su primera carta diciendo cuánto extrañaba y cuán feliz era. Dedicaba poco espacio a describir el paisaje apretujado de casitas y sembradíos, pero le mandaba a su mamá la receta de una carne con vino tinto que era el platillo de la región, y a sus hermanas dos poemas de un señor García Lorca que la habían vuelto al revés. Su marido resultó un hombre cuidadoso y trabajador, que vivía riéndose con el 56


modo de hablar español y las historias de aparecidos de su mujer, con su ruborizarse cada vez que oía un “coño” y su terror porque ahí todo el mundo se cagaba en Dios por cualquier motivo y juraba por la hostia sin ningún miramiento. Un año de cartas fue y vino antes de aquella en que la tía Cristina refirió a sus papás la muerte inesperada del señor Arqueros. Era una carta breve que parecía no tener sentimientos. “Así de mal estará la pobre”, dijo su hermana, la segunda, que sabía de sus veleidades sentimentales y sus desaforadas pasiones. Todas quedaron con la pena de su pena y esperando que en cuanto se recuperara de la conmoción les escribiera con un poco más de claridad sobre su futuro. De eso hablaban un domingo después de la comida cuando la vieron aparecer en la sala. 57


Llevaba regalos para todos y los sobrinos no la soltaron hasta que terminó de repartirlos. Las piernas le habían engordado y las tenía subidas en unos tacones altísimos, negros como las medias, la falda, la blusa, el saco, el sombrero y el velo que no tuvo tiempo de quitarse de la cara. Cuando acabó la repartición se lo arrancó junto con el sombrero y sonrió. -Pues ya regresé -dijo. Desde entonces fue la viuda de Arqueros. No cayeron sobre ella las penas de ser una solterona y espantó las otras con su piano desafinado y su voz ardiente. No había que rogarle para que fuera hasta el piano y se acompañara cualquier canción. Tenía en su repertorio toda clase de valses, polkas, corridos, arias y pasos dobles. Les puso letra a unos preludios de Chopin y los cantaba evocando romances que nun58


ca se le conocieron. Al terminar su concierto dejaba que todos le aplaudieran y tras levantarse del banquito para hacer una profunda caravana, extendía los brazos, mostraba su anillo y luego, señalándose a sí misma con sus manos envejecidas y hermosas, decía contundente: “Y enterrada en Puebla”. Cuentan las malas lenguas que el señor Arqueros no existió nunca. Que Emilio Suárez dijo la única mentira de su vida, convencido por quién sabe cuál arte de la tía Cristina. Y que el dinero que llamaba su herencia, lo había sacado de un contrabando cargado en las maletas del ajuar nupcial. Quién sabe. Lo cierto es que Emilio Suárez y Cristina Martínez fueron amigos hasta el último de sus días. Cosa que nadie les perdonó jamás, porque la amistad entre hombres y mujeres es un bien imperdonable. 59


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Fe

l o o r c es s o l n e

Rafael R. Valcárcel

“Mis padres son ateos, pero si los colores existen, también debe existir Dios”. Al comienzo, no asimilé las dimensiones de la frase. Mientras Sandra iba al baño, cerré los ojos y me esforcé en pensar que así los había tenido desde siempre. Supe que ni siquiera cabía decir que el mundo era negro. Sólo pude tener la certeza de que era 61


monocromático, sin saber muy bien a qué me refería. Sandra Bertorello Garay, ciega de nacimiento, acaba de publicar “Los sentidos del Yo”, un ensayo escrito en braille y de tirada insignificante, puesto que lo ha editado con sus propios recursos. Personalmente, espero que alguna editorial se interese en traducirlo para el público vidente y lo difunda como es debido, porque el tema, además de interesante, está enfocado desde una perspectiva ajena al común de los humanos y con una vehemencia perturbadora. La cafetería en la que conversamos sobre sus teorías tenía un aspecto horrendo. Ninguna mesa era igual o parecida a otra, los manteles lucían diseños que no combinaban entre sí y la vajilla y cubertería parecían haber sido recolectadas en incursio62


nes clandestinas a otros locales. En contrapartida, he de admitir que el sabor del café y su aroma eran inigualables. Aunque la vista casi me impidió apreciarlo. Sandra Bertorello asume su realidad sin quejas. Tampoco agradece haber nacido ciega, pero, como buena optimista que es, sostiene que su discapacidad física ha sido una ventaja crucial para poder encontrarse a sí misma. El título de su obra, “Los sentidos del Yo”, anticipa sutilmente los dos temas que desarrolla este ensayo. Uno plantea las razones de existir como una unidad y, el otro, cuestiona si los procesos sensoriales son inherentes al ser. Para obtener conclusiones sobre el segundo punto, se aventuró a experimentar otras limitaciones. Durante más de dos años y medio, vivió con la nariz y los oídos taponados. Además, 63


usaba guantes y se sometía a largos periodos de ayuno. “No podía tomar prestados un par de ojos para entender una realidad distinta a la mía y, en consecuencia, conocerme más. Sin embargo, me era factible el dejar de oír y oler para alcanzar el mismo fin… Cuanto más se disipaba la presencia del exterior, mi conciencia aumentaba”. “No me equivoco al sostener —lo he comprobado— que los sentidos no sólo no son parte de la esencia del Yo, sino que se encargan de alejarnos de él, porque su responsabilidad es la subsistencia y para ello deben estar atentos al entorno y a nuestras necesidades corporales. Pensar en el Yo distrae… Hay quienes proponen que el camino a seguir es el opuesto. Que contemplar la naturaleza es acercarnos a nuestra raíz. Quizá ambos caminos sean válidos, pero, dada mi circunstancia, sólo 64


puedo optar por uno de ellos… Y para contar con un entendimiento amplio sobre algunos conceptos, no me queda más que confiar; como cuando dicen que no se alcanza a divisar la otra orilla. ¿La verdad depende del número de personas que lo afirman?”. Cuando regresó del baño, no la vi venir. “Un día que mis padres exponían sus argumentos en contra de la existencia de Dios, intervine para poner en duda la de los colores. La anécdota no murió ahí, comencé a dudar sobre su capacidad de ver y me angustié al sospechar que ellos y el resto eran como yo y que el concepto de visión era un astuto juego de poder. Por lógica, mis paranoias cesaron ante algunas demostraciones irrefutables. Mal que bien, duraron lo suficiente para sembrar el deseo incontrolable por saber quién y qué era Yo”. “Pese a la gran satisfacción que me 65


da conocerme, no puedo evitar querer ver. Más por curiosidad. Me encantaría descubrir, entre otras cosas, los colores. Y reconozco que dudo, y que dudar me produce un poco de miedo. A veces creo que son un invento colectivo para hacer la vida más llevadera. O cabe la feliz posibilidad de que simplemente sea una incapacidad mía”.

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L o q ue

e d c y í a l l a S SANDRA CISNEROS

No me pega fuerte nunca. Dice que su mamá le unta manteca en todas las partes que le duelen. Y luego en la escuela dice que se cayó. De allí vienen todos sus moretones. Por eso su piel está llena de cicatrices siempre. Pero quién va a creerle. Una muchacha así de grande que llega con su cara bonita toda golpeada y mo68


reteada no puede estarse cayendo de las escaleras. Él nunca me pega fuerte. Sally no cuenta de la vez que él le dio con la mano como a un perro, dijo ella, como si yo fuera un animal. Cree que me voy a largar como sus hermanas que avergonzaron a la familia. Nomás porque soy hija, y luego ya no dice más. Sally iba a pedir permiso de quedarse con nosotros un poquito y un jueves llegó con un costal lleno de ropa y una bolsa de pan dulce que su madre mandó. Y se hubiera quedado, pero cuando oscureció, su padre, con los ojos chiquitos de llorar, tocó la puerta y le dijo por favor regrésate, está es la última vez. Y ella dijo papacito y volvió a casa. Ya no hizo falta que nos preocupáramos. Hasta que un día el papá de Sally la sorprendió hablando con un muchacho y al día siguiente no vino 69


a la escuela. Ni el siguiente. Hasta que, tal como lo cuenta Sally, entre la hebilla y el cintur贸n simplemente se le olvid贸 que era su padre. No eres mi hija, t煤 no eres mi hija. Y entonces se perdi贸 entre sus manos.

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