Ada

Page 1

Londres, domingo 14 de enero de 1816

Yo seré la mala de la historia. Borraré toda vocación artística que vea surgir en mi hija. Limpiaré aquellas evidencias creativas con posibilidades a derivar en poesía. Seré yo quien señale planetas en vez de sonetos, números en vez de versos y también seré el padre nuestro de cada día que Ada nunca pudo tener, ni siquiera cuando lo tenía; seré la mujer destinada a abrir el camino, la madre que pretendió lo mejor para su pequeña criatura y por ese motivo, el peso de la culpa recaerá sobre mí. Si todo transcurre según lo planeado dejaré de ser la princesa de los paralelogramos, dejaré de ser la esposa del poeta controvertido, para convertirme en la madre vocacional, los resultados verán la luz en un futuro, cuando quizá comiencen a surgir regimientos de mujeres dotadas de carácter, erguidas, abriéndose paso por calles de Londres, aclamadas, gobernando ciudades; alzando la voz. Con la fuerza de mi sangre ansío ese día. No sé si en aquel futuro se instale Ada pero el futuro será femenino y de máquinas bien construidas o no será, para entonces no quedarán siquiera mis cenizas, pero seguro ya estará muerta la poesía. Por si no sabéis quién soy, aun cuando mis pretensiones puede daros una pista, mi nombre es Anna Isabella Noel Byron, madre de Ada Byron y mujer, todavía, de Gordon George Byron. Hoy es un día para transgredir.

{1}


Lo vengo sopesando hace mucho. Además de arrojar la primera piedra estoy tentada a irme sin necesidad de decir me voy. Para llevarlo a cabo esta noche es propicia; caí en cuenta cuando los pasos de Gordon otra vez se convirtieron en el centro de atención; cuando abierta la puerta de casa a las 11 de la noche entró sigiloso y caminó hasta nuestra habitación, para desplomarse sobre la cama como un héroe cojo y embriagado. Un acto poético habría dicho, de haber podido hablar; es tan osado. Hace un tiempo, cuando se interesó en mí, yo desistí de su proposición matrimonial; cuando por segunda vez me lo propuso, acepté, y pretendí imaginarme la protagonista de un matrimonio duradero, porque de su parte creí ver buenas intenciones. Sí quiero, expresé en ese momento, segura de que todo andaba bien. Desde entonces noche a noche me rendí a Gordon, creyendo ser su cielo y que él de mí haría una musa, creí encarnar su fuente de inspiración para la poesía. Le tuve paciencia. Deseaba entender quién era George Gordon Byron. A lo largo de un año estuve así, amándolo pensaba descubrirlo, cuidando de no hacer ruido para que pudiera concentrarse en su escritura; dictando órdenes para alejar a Ada cuando esta rompía a llorar. Yo me encargaba a toda costa de proteger su espacio tranquilo, los ruidos de casa no debían ser motivo de hartazgo. Me sentía culpable si acaso salía de casa enfadado y sin decir a donde, como hoy. Oh, Dios. Nada ocurrió como yo lo pensé. Tardará en abrir los ojos. Será mañana cuando despierte. Entonces seguro empezará a caminar con su manera tan peculiar de asentar el pie. Lo sé. Tampoco es primera vez que regresa a casa en este estado de embriaguez. Mientras más duerme se incrementan las posibilidades de salir de este hogar fallido. {2}


Podría ahorcarlo o en su defecto apuñalarlo a la altura del corazón para comprobar si en realidad tiene uno, un corazón de verdad. “Vengo de acariciar a mi hermana Augusta”, dijo Gordon un día, tuvo ese descaro. ¿Mentía? Yo entonces rebozaba ingenuidad, no sabía qué pensar, en cualquier caso volví a preguntar dónde había estado deseando que se retractara de lo que ya empezaba a ser para mí algo más que una vaga intuición, pero en cambio dijo: “vengo de acariciar toda la piel de mi hermana Augusta. La he tocado sintiéndome raza privilegiada y he sido todo lo paciente que he podido y por eso vengo a estas horas de la noche”. Pese al tono humorístico sus palabras estaban impregnadas de desafío, y aun cuando le restó verosimilitud, me indignó su provocación, pero indignarme, yo sabía, de nada servía. Ordeno al chofer preparen el carruaje. No ofrezco explicación. El temblor de mis labios es notable, el sudor de mis manos guarda relación con la inquieta sequedad de mi boca. Exijo a la niñera que me entregue a Ada. La cojo fuerte aunque no quiero despertarla. Duerme en profundidad al igual que su padre como si entre ambos existiera cierto grado de complicidad. Asomo a la habitación, con la palma de mi mano pego en la puerta, porque es la ira lo que así me pone, doy una ligera patada a un lado de la cama, el cuerpo de Gordon se remueve, pero en ningún caso despertará.

Doy con mi pie en el suelo. “Gordon”, susurro esperando abra los ojos para que todo recupere la normalidad, porque soy cobarde, no me siento capaz de hacer lo que pretendo, aunque viéndolo como está es evidente que no despertará {3}


para preguntar dónde voy. ¡Mira a tu hija si tienes valor! ¡Mírala por última vez!, susurro ¡No la volverás a ver más! ¡Mírala! ¡Mírala bien!, insisto. Mi oportunidad es esta. Lo sé. ¿Y esta casa? ¿Qué será de estas paredes, ahora cuando ya no quede hogar? O la quemas Gordon o de tantas deudas acumuladas terminas tras las rejas. Me duele que todo termine de esta forma, siento pena. Pero la pena al menos en esta circunstancia que me atañe, no alberga sentimiento de culpabilidad. Envuelvo a Ada en tres mantas. Yo ya tengo preparado lo poco que voy a llevar. Subo al carruaje. Los empleados me siguen con la mirada. Aunque Ada apenas pesa temo se deslice de mis brazos, la aprieto fuerte otra vez. Mis lágrimas no volverán a humedecer las sábanas de la maldad. La quiero tanto. En adelante voy a ser otra. Nada malo tiene por qué pasar. —¿En dirección hacia dónde, lady Milblanke? —pregunta el chofer. ¿A cambiar el destino? ¿A reconstruir la vida errada? —A Kirkby Mallory, por favor. Se abre el portón enrejado, la noche gélida de enero es un manto oscuro. Me hiela. A la distancia se deja ver el cuarto menguante de la luna. Ya estoy en rumbo. Qué velocidad tan envolvente, embriagadora. Cuántas noches desee este momento. Se despierta mi criatura, ahora ella comienza a llorar. Lo hace sin consuelo. Su mirada se extravía intentando reconocer el espacio. Llora hija mía, llora Ada todo lo que quieras puedes llorar, pero ahora y en adelante, quiéreme mucho. Llora más. Así como si estuvieras volviendo a nacer. Yo aún sin llorar siento {4}


como si te estuviera volviendo a parir. Un día tendrás conocimiento de todas las mentiras que antecedieron este momento, un día, Ada, a ti te tocará juzgar. Serás todo lo que yo quiero que seas y también lo que no quiero. Vamos a vencer mi niña, aunque para ello me deba convertir en la mala de esta historia.

{5}


Londres 23 de enero de 1816

“Annabella, ahora ya sé que anoche a hurtadillas subiste a la carroza y huiste de casa, me lo han dado a conocer todo al detalle, has huido de mi vida, yo lo imaginé, no una sino decenas de veces; lo que no imaginé es que lo fueras hacer en secreto. Pero has de saber, querida, que las noches que te traté como un perro me solía preguntar por qué prolongabas tanto el momento de largarte del infierno que construí para ti. Es broma, querida Annabella, ya me conoces, pero pienso que has hecho bien; todos necesitamos descanso, cuando digo todos, desde luego, incluyo también a la mujer: objeto sagrado que solo las manos de hombres de buen hacer deberían tener la fortuna de amasar, desde luego también te tomo como referencia, querida”.

No, enviarle estas líneas será una provocación, será arrojar leña al fuego, y yo, en estos momentos, me rehúso al ardor del fuego. La pobre Annabella ha marchado de casa igual que un alma endemoniada, rabiosa como leona herida, llorando sin consuelo como una Magdalena ante la cruz de cristo. Lástima: no estuve despierto en el instante de su arrebato, le habría quitado la tontería en un dos por tres, arrojando sus carnes al suelo, para penetrarla con toda mi fortaleza, le habría arrancado el vestido, habríamos alcanzado el orgasmo mutuo, el clímax del amor. ¿Intenso o no, Annabella? Mírame y dime si ves a Dios. Qué caras ponía cuando mi lengua y mi lenguaje la ponían a prueba.

{6}


Pobre mujer sin espíritu combativo. En mis planes no cabía un abandono repentino. Yo quería construir una familia, convertirnos gracias a las tierras que habríamos de heredar de sus padres en familia de alcurnia y ya no mirar atrás. Quizá esté todavía a tiempo de recuperarla, lo mejor para eso será evidenciar tristeza en mi carta, lamentarlo por esta vía, sufrir como sufrimos los poetas, morir en vida como morimos los verdaderos artistas. He pensado humedecer la misiva que envíe, la necesito, ella debe notar eso, que la deseo a mi lado. Mi vida se ha quebrantado, Annabella debe tener conocimiento de eso. Se lo dejaré claro. Todo mi amor es para ella. (Señora mía. .. )

{7}


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.