Tema 2. Las vanguardias históricas: del Fauvismo y Expresionismo La vanguardia de los “fauves” y lo decorativo. Matisse, Derain y Vlaminck EL FAUVISMO El 17 de octubre de 1905 Louis Vauxcelles, al hacer la crónica del Salón de Otoño en la revista Gil B/as, se refirió a un busto en bronce, de Marque. Era un busto que figuraba en el centro de una sala rodeado de llamativos cuadros, y Vauxelles lo mencionó con esta exclamación: «Donatello chez les fauves!» El mencionado crítico aplicó el apelativo de fauves, fieras, a una serie de pintores que, si bien no eran unos desconocidos, no habían sido considerados hasta entonces exponentes de una opción estética nueva. Con carácter individual ya habían expuesto con anterioridad en el Salón de Independientes y en las galerías de Berthe Weill y Ambroise Vollard, pero al verlos por vez primera reunidos en una misma sala fue cuando el potente colorido de sus lienzos y la soltura de factura adquirieron el valor de una provocación. El término es poco afortunado, y de hecho nunca fue utilizado por los pro-tagonistas de la primera propuesta verdaderamente moderna del siglo XX, lo que no impidió que se generalizase su uso y sirviera para identificar la confluencia de intereses de una serie de pintores volcados en el color. Los fauvistas no constituyeron un grupo cohesionado, ni generaron textos programáticos que, al tiempo que dieran a conocer sus postulados estéticos, comprometieran a los pintores en una actuación colectiva. Esto explica la pronta desintegración del grupo ante la irrupción en el panorama francés, de opciones más radicales, como la sustentada por el cubismo en 1907. Excepto Matisse el resto de los participantes en las exposiciones del fauvismo prácticamente se limitaron a revestir de un colorido más potente los antiguos esquemas figurativos, al no haber sido capaces, como Matisse, de elaborar un nuevo sistema representativo basado en los planos de color. Los componentes del fauvismo procedían de tres ámbitos distintos. Por un lado se hallaban los pintores que se habían conocido en el estudio del simbolista Gustave Moreau, como era el caso de Henri Matisse, Georges Rouault; por otro lado estaba la conocida como pareja de Chatou, es decir André Derain y Maurice Vlaminck, que compartían un taller situado en esta pequeña localidad de las afueras de París, y por último, el grupo que procedía de El Havre, formado por Raoul Dufy y Georges Braque. Junto a éstos cabe mencionar también a una personalidad independiente, el pintor holandés van Dongen, uno de los inquilinos del Bateau-Lavoir, aquel mítico y destartalado inmueble de Montmartre que cobijó a lo más granado de la vanguardia parisiense, empezando por Picasso. EL ARTE COMO EXPRESIÓN EMOCIONAL Las obras que como un aldabonazo sacudieron en 1905 el panorama artístico parisiense habían estado precedidas, desde aproximadamente dos años antes, de toda una serie de ensayos encaminados a liberar al color de la dictadura del tono local. La exposición retrospectiva de Van Gogh, celebrada en la capital francesa en 1901, no fue ajena a la orientación tomada por aquellos pintores que descubrieron en los lienzos del artista holandés cómo el color se convertía en vehículo de expresión vital, al tiempo que asimilaban su utilización de los primarios.