Cuentos populares de Japón

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CUENTOS POPULARES DE JAPÓN 日本の昔話と都市伝説の選集


CUENTOS POPULARES DE JAPÓN 日本の昔話と都市伝説の選集

Prólogo de Carlos Rutilo Aguilar Diseño de portada de Ethel Cyrene Ríos Ilustraciones de Cris Cavazos

Editorial Kami 賀美


Título original: 日本の昔話と都市伝説の選集

Ⓒ 2020, Editorial Kami. S.A. Primera edición en esta presentación: junio 2020. Coordinación editorial: María Ramos Portada: Ethel Cyrene Ríos Ilustraciones: Cris Cavazos Formación y corrección: equipo de producción de Editorial Kami, S.A. Ⓒ 2020 Editorial Kami. S.A. - Monterrey, México. https://www.facebook.com/Kami-105300024499895/ kami.editorial@hotmail.com Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático sin permiso previo de los titulares.


Índice PRÓLOGO 6 MITOLOGÍA DIOSES DE LA CREACIÓN: IZANAGI E IZANAMI 9 YOMI: EL INFRAMUNDO 12 LOS TRES HIJOS NOBLES: AMATERASU, TSUKUYOMI Y SUSANOO 13 HACHIMAN 16 INARI 17 FUJIN Y RAIJIN 18 UKE MOCHI 19 WATATSUMI 21 SHINIGAMI 22 SHINATOBE 24 KAGATSUCHI 25

CUENTOS CLÁSICOS BOTAN DORO 27 URASHIMA TARŌ 29 LA CAMPANA DE DŌJŌJI 32 LA GRULLA AGRADECIDA 34 MOMOTARŌ 37 OKIKU 39 LOS 47 RŌNIN 41 YOKAI

CRIATURAS

KAPPA 45 KOTENGU 47 TSURUBE OTOSHI 48

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SHŌJŌ 49 AZUKI ARAI 50 ONI

SHUTEN DŌJI 51 KUROZUKA 52

ONNA

YUKI ONNA 56 ROKUROKUBI 58 NOPPERA BŌ 59

FENÓMENOS

KANASHIBARI 60 TSURUBEBI 61

OBJETOS

SHŌGORO 62 KURA YARŌ 63 MANEKI NEKO 64

CUENTOS CONTEMPORÁNEOS AKA MANTO 66 DARUMA-SAN 68 EL INFIERNO DE TOMINO 70 EL TÚNEL KIYOTAKI 71 GOZU 72 KOKKURI-SAN 75 LA VILLA DE INUNAKI 76 NANMEI: LA NIÑA DE LA BRECHA 77 OKIKU: LA MUÑECA POSEÍDA 79 RED ROOM 81 TEKE TEKE 82

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Prólogo Un canto fúnebre a las historias japonesas Apostar por una antología de historias japonesas en nuestro tiempo siempre terminará por implicar un enorme riesgo, debido a la cantidad de relatos y obras literarias de autores japoneses que hoy en día han prevalecido en nuestras bibliotecas desde la segunda mitad del siglo XX, ya sea por medio de sus libros, adaptaciones cinematográficas, juegos de mesa, videojuegos, cómics, mangas y series de televisión. Sin embargo, no todo de lo que hemos leído o visto se ha contado por completo, y de manera precisa esta antología parece atar algunos cabos que quedaron sueltos para nuestra mejor comprensión de algunas obras literarias o cinematográficas. Gran parte de estos relatos pertenecen a los mitos, cuentos populares y leyendas urbanas desde el Japón más tradicional, y conservador, pasando por esa transición del Japón más contemporáneo donde incluso algunas de sus historias tienden a parecerse los que se cuentan en Occidente, como la aparición de fantasmas en baños públicos o las transformaciones de aves hermosas y agradecidas en mujeres cautivadoras, e incluso cuenta con un relato con un tono casi lovecraftiano, como son los casos de “Teke teke”, “La grulla agradecida” y “Gozu”, respectivamente. Dioses, demonios, fantasmas y brujas abundan en estas páginas, pero entre más humanas se van volviendo sus acciones también se vuelven más atractivas para el lector ávido de querer acercarse más la cultura japonesa. Nuestras inquietudes ante la muerte permiten que hagamos todas las relecturas que sean necesarias para empezar a hacer conexiones que parecen ser evidentes para ese lector atento tanto a la literatura como al mundo cinematográfico. En este caso quiero hacer una mención especial sobre “Botan Doro”, la historia de un samurái que queda perdidamente enamorado por una geisha fantasmal que va a visitarlo a su templo con frecuencia y que es capaz de seducirlo desde la muerte por medio de su inevitable y fatal belleza. Esta historia guarda fuertes ecos con la película Ugetsu Monogatari (1953), de Kenji

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Mizoguchi (1898-1956) que a la vez retoma varios elementos del libro Cuentos de lluvia y de luna de 1776 (esta es una de las traducciones que recibe el título japonés en español, en este caso la traducción es tomada de Editorial Trotta), del autor Ueda Akinari (1734-1809), tales como “La cabaña entre las cañas esparcidas” y “La pasión impura de una serpiente”, entre otros, donde lo maravilloso predomina en estas historias ante las apariciones de espíritus con las habilidades de la seducción y encarnación por medio del objeto del deseo, que serán los mismos elementos que tomará el cineasta japonés más la triangulación literaria que seguramente debió recibir por parte de occidente; como es el caso de un hombre seducido por la belleza de una mujer fantasmal que puede ser un espíritu maligno o el encanto de una bruja para atraer a los vivos por medio de la encarnación de la muerte en una muchacha hermosa. Sin mencionar que gran parte de las historias contadas por Akinari también están inspiradas en cuentos chinos populares medievales, de la cual Carlos Fuentes (1928-2012) retomó la idea final de la película para la construcción de una de las novelas cortas más emblemáticas de la literatura mexicana del siglo XX: Aura (1962). Esta antología tiene una noble personalidad y también es consciente de los terrenos que pisa y del público al cual quiere llegar, y por lo tanto se arriesga a reunir este pequeño grupo de relatos y lanzarlos como una botella al océano latinoamericano con la ilusión de ser correspondidos con otra mirada. Desde el encierro, y en la soledad, celebro y aplaudo el entusiasmo.

Carlos Rutilo Aguilar

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MitologĂ­a


DIOSES DE LA CREACIÓN: IZANAGI E IZANAMI Antes de la formación del mundo, las primeras deidades surgieron en Takamagahara, la Alta Llanura de Cielo. Comenzando con tres kami primarios: Amenominakanushi, Takamimusubi y Kamimusubi, nacieron siete generaciones sucesivas de dioses y diosas. La séptima generación fue formada por el macho kami Izanagi (el que invita) y la hembra kami Izanami (la que invita). Las generaciones anteriores de kami le asignaron a Izanagi e Izanami la tarea de llevar el orden y la estructura al caos informe que era el mundo. Para ayudarlos a lograr esto, la pareja recibió la lanza enjoyada llamada Ama no Nuboko. Desde el puente flotante celestial, Izanagi e Izanami observaron la masa incipiente de abajo, sin saber cómo comenzar el trabajo de la creación Finalmente, trataron de remover el caos con la punta de la lanza. Cuando la lanza fue levantada de nuevo, cayó una gota creando la isla de Onogoro. Izanagi e Izanami decidieron establecer su hogar allí y construyeron un palacio llamado el Palacio de las Ocho Medidas. En el centro mismo del palacio había una columna, el Pilar Celestial de Agosto. Establecidos en su nuevo hogar, Izanami e Izanagi decidieron que era hora de comenzar una familia. Rodearon el Pilar Celestial de Agosto, Izanagi giró hacia la izquierda mientras Izanami se movía hacia la derecha, así que se encontraron el uno al otro. En un deleite espontáneo, Izanami exclamó: “¡Qué joven tan bueno!” “¡Qué hermosa jovencita!”, respondió Izanagi en respuesta (luego Izanagi se quejó de que Izanami debería haberle dejado tomar la iniciativa. Inseguros de qué hacer a continuación, la pareja recibió algunos consejos de dos útiles lavanderas. A su debido tiempo, Izanami dio a luz a un hijo, Hiruko, pero el niño no tenía extremidades ni huesos: era un niño sanguijuela. El bebé fue colocado en un bote hecho de juncos y abandonado para flotar hacia su melancólico destino. Izanami e Izanagi intentaron por segunda vez, pero de nuevo, su descendencia no

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fue satisfactoria. La pareja regresó al cielo desanimada, y preguntaron al anciano kami en qué se habían equivocado. La respuesta fue que Izanami había hecho mal al saludar primero a su marido, ya que no era natural que la parte femenina tomara la iniciativa, y esta era la razón por la cual su descendencia había sido deforme. Entonces la pareja regresó a su palacio para intentarlo de nuevo, y esta vez, cuando rodearon el pilar, Izanagi saludó primero a su esposa y ella respondió apropiadamente. Poco después, Izanami dio a luz a las islas de Awaji, Shikoku, Oki Kyushu y Tsushima, respectivamente. Al último nació la isla más grande de todas, Honshu. La pareja le dio nombre a la Tierra que crearon juntos, y se llamó Oyashimakumi, que significa la Tierra de las Ocho Grandes Islas. Después de esto, Izanami parió a las islas más pequeñas periféricas. Habiendo terminado de parir a la tierra, Izanami comenzó a dar a luz al kami que le daría forma. A su vez, ella produjo el kami del mar, del viento, de los árboles y montañas, así como a otras manifestaciones naturales. Cuando expulsó al kami de fuego, Kagutsuchi, la dios fue quemada hasta la muerte a pesar de los intentos de su esposo por salvarla. Cuando Izanami murió, nacieron más kami de su cuerpo. La muerte y el dolor también habían entrado en el mundo. Izanagi lloró amargamente, y de sus lágrimas emanaron aún más kami. Enfurecido, le cortó la cabeza a Kagutsuchi, cuyo nacimiento había matado a su esposa. Más descendientes nacieron de su espada sangrienta.

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YOMI: EL INFRAMUNDO

Cuando Izanami murió, Izanagi fue hasta el Monte Hiba para enterrarla. Como la extrañaba tanto, quiso descender al yomi (inframundo) con el propósito de traerla de vuelta. Viajó por un camino oscuro, y cuando llegó a sus puertas, Izanami salió a saludarle. El dios le suplicó que volviera con él, pero ella respondió tristemente que no era posible, ya que había comido mientras estaba en el yomi. Sin embargo, ante las súplicas de su esposo, decidió ir a preguntarle al kami que regía el lugar para ver si podía regresar con él. Antes de irse, Izanami le pidió a su esposo que prometiera no entrar directamente en la mansión. Él estuvo de acuerdo, pero después de todo un largo tiempo y sin señales de que ella regresara, Izanagi no pudo esperar más y entró a la mansión para buscarla, usando un diente de su peine como antorcha. Mientras caminaba dentro de la mansión, con la débil luz de su linterna, Izanagi se horrorizó cuando se encontró con el cuerpo de su esposa: ahora era un cadáver putrefacto, al que todavía estaban atados una serie de kami del trueno recién nacidos. Con repugnancia y terror, Izanagi se dio vuelta para huir mientras era perseguido por el cadáver despreciado de su esposa, por los kami del trueno, y la bruja de la Casa de los Muertos. Después de luchar contra sus perseguidores, Izanagi logró encarcelar a Izanami en la Casa de los Muertos enrollando una enorme roca para bloquear el camino. A partir de entonces, Izanami se convirtió en Yomotsu-o-kami, diosa de los muertos.

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LOS TRES HIJOS NOBLES: AMATERASU, TSUKUYOMI Y SUSANOO Tras escapar del inframundo, Izanagi tomó un baño purificador en el mar. Cuando esto sucedió, emanaron de su cuerpo numerosas deidades y entre ellas se encontraban los tres hijos nobles: Amaterasu (diosa del Sol, nacida del ojo izquierdo), Susanoo (dios de las tormentas, nacido de la nariz), y Tsukuyomi (dios de la Luna, que nació del ojo derecho). Izanagi repartió la Tierra entre estas tres deidades y después comenzó su descanso divino. Susanoo sentía envidia de su hermana y no aceptaba el papel que su padre le había designado. Cuando Susanoo llegó a las llanuras, Amaterasu ya lo esperaba, tenía un escudo en una de sus manos y un arco en la otra. Estaba preparada para una batalla, pues intuía que esa era la intención de su hermano, quien intentó tranquilizarla diciéndole que simplemente quería despedirse. La diosa no creía en sus palabras, por lo que Susanoo le propuso un concurso amistoso de conjuros, donde le demostraría sus buenas intenciones. La diosa se acercó a su hermano y le pidió su espada, luego la partió en tres trozos y la lavó en una fuente celestial; con ella creó tres pequeñas niñas que posteriormente serían divinidades adoradas en Japón. Por su parte, él le pidió a su hermana los brazaletes con joyas que llevaba, y siguiendo el mismo ritual, creó cinco pequeños niños que en un futuro serían los antecesores de los Izumo, una fuerza que peleaba por el control del país. Amaterasu observó a las pequeñas niñas que habían nacido de la espada de Susanoo, y vio en ellas reflejada las buenas intenciones de su hermano, dejándolo seguir. Pero poco a poco Susanoo empezó a mostrar su verdadera naturaleza: la de un dios destructivo. Al inicio, sus actos se limitaban solamente a ser travesuras, pero poco a poco todo empeoró, a tal punto de que Susanoo arrancó la piel de un caballo y la arrojó fuertemente contra una sala sagrada, de esta manera provocó la muerte de “la tejedora

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celestial”. La escena asustó tanto a Amaterasu, que huyó y se escondió en una cueva, de esta manera selló la salida de la cueva con una gran roca, y como consecuencia la luz del sol desapareció del mundo. Esto provocó una época oscura, donde los demonios empezaron a emerger. Pero lo peor era que la oscuridad había llegado hasta las llanuras celestiales, y de esa forma se ponía en riesgo la existencia del universo mismo. Ante la cueva se reunieron ocho mil dioses, y fue la diosa Uzume la que ideó un plan para quitar la gran roca. Colocó un gran espejo delante de la cueva y comenzó un gran festejo. Los ocho mil dioses reían, cantaban y bailaban. Esto llamó la atención de Amaterasu, quien se asomó, provocando que un rayo de luz llamado amanecer se escapara. La diosa se deslumbró ante su propio reflejo y los dioses aprovecharon para sacarla a la fuerza y sellar la entrada con una cuerda sagrada. Desde ese entonces, Uzume pasó a ser conocida como la diosa del amanecer y de las festividades. Después Susanoo fue juzgado y desterrado a las tierras de Izumo, allí el dios se encontró con su propio interior mientras luchaba contra su naturaleza destructiva. Susanoo salvó a las personas de una gran serpiente de ocho colas y ocho cabezas, gracias a la espada kusanagi, que posteriormente obsequió a su hermana buscando el perdón.

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HACHIMAN

Hachiman es conocido como el dios de los guerreros samurái (no de la guerra) y del tiro con arco dentro de la mitología japonesa aunque su nombre no se encuentra en ninguno de los libros antiguos de Japón (el Kojiki y el Nihonshoki), ya que el mito fue creado tras el fallecimiento del primer emperador Ojín, quien fue ascendido a deidad y rebautizado. Su origen último está en la fusión entre el dios sintoísta de la guerra y las creencias budistas procedentes de China. Hachiman, cuyo nombre se puede traducir como “dios de los ocho estandartes”, en referencia a los ocho estandartes celestiales que anunciaron y marcaron el nacimiento del primer emperador Ojín. Las corrientes sintoístas de Japón lo consideran además como el dios de la agricultura y el protector de Japón, encargado de mantener la paz, la prosperidad y la felicidad de sus habitantes. La paloma es el animal que le representa y también el que le sirve como mensajero. Durante las batallas se hacían sonar los tambores tradicionales llamados Odaiko y se creía que el espíritu de Hachiman habitaba en el sonido producto de los tambores y el choque de las espadas en la batalla. Es tan importante que cuenta con miles de templos construidos en su nombre dentro de Japón, y con muchas ciudades, pueblos y aldeas nombrados en su honor.

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INARI

Es una deidad andrógina, diosa de la fertilidad, del arroz y la agricultura. Su kanji significa “transportar arroz”. Tiene diversas representaciones: puede ser una doncella vestida de rojo y blanco, un zorro blanco, un anciano que lleva una cesta de arroz, o una bella doncella acompañada de dos zorros blancos. Su color representativo es el rojo y sus símbolos son el zorro blanco y las joyas. Según el mito, Inari visita los campos de arroz cada año para reprender a las personas malas y después enseñarles a tener un buen comportamiento. También es un espíritu protector del templo Tō-ji a Kūkai. Es venerado como un conjunto de deidades masculinas y femeninas conocidas como Inari Sanza. Inicialmente este grupo de deidades estaba conformado por Ōmiyame no mikoto (el agua), Ukanomitama no mikoto (el grano) y Sarutahiko no mikami (la tierra). Luego se unieron Fanaka y Shi, a este grupo se le llama Inari Ganza y es aceptado como Inari.

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FUJIN Y RAIJIN

Fujin y Raijin son los dioses del viento y del trueno respectivamente. Cuentan con una gran fama, pues sus representaciones se pueden encontrar en papel chiyogami, brocados y furoshikis. Fujin es el dios del viento, se dice que participó en la creación del mundo junto con la diosa del sol, Amaterasu. Fujin dejó que el sol brillara sobre la tierra dispersando la neblina con la sábana sagrada que sostiene en sus manos. Raijin es el dios del trueno y del rayo. Se representa en forma de oni rodeado por un arco de taikos con el que produce el sonido de los truenos. Su nombre procede de la combinación de dos kanjis Kaminari (trueno) y Shin (dios). También es conocido como Kaminari-sama, Raiden-sama o Narukami. Cuenta el mito que estos dos eran buenos amigos pero antes de que la tierra fuera habitada, tuvieron una discusión sobre quién controlaría la tormenta. Esta disputa desencadenó una pelea física en donde Fujin le corta un brazo a Raijin provocando que este ya no pudiera tocar bien los taikos. Finalmente Fujin y Raijin se reconcilian, y Amaterasu, apiadandose del dios del trueno y del rayo, le devolvió su brazo. Estos dioses también forman parte del mito Kamikaze, que tiene su origen en el siglo XIII. Hubo una embarcación proveniente de Mongolia que tenía la intención de invadir Japón, los japoneses no estaban listos para luchar, pero por suerte un ciclón hundió la embarcación. El tifón fue llamado Kamikaze, que significa “viento divino”, y es visto como un favor de los dioses Fujin y Raijin.

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UKE MOCHI

Es la diosa de la comida y de los alimentos que trajo consigo los siete granos esenciales en la gastronomía japonesa. Uke Mochi proveía de alimentos y platillos a todos los dioses en sus festines hasta su muerte en manos de Tsukuyomi. Se dice que Uke Mochi fue hasta el mar y al querer unir a todos los seres vivos y proveerlos de alimentos, se puso muy triste al ver la inmensidad y la soledad del mar. Entonces, de un suspiro proveniente de su boca, emanaron todos los animales comestibles para el hombre: salieron peces con pequeñas y grandes aletas que fueron depositados en el mar; luego, fue al bosque e hizo lo mismo para proporcionar carne a todo aquel que viviera en las montañas o cerca de ellas.

Uke Mochi y el dios Tsukuyomi La diosa del sol Amaterasu realizó un festín en su palacio celebrando el reencuentro con sus hermanos Tsukuyomi y Susanoo. Amaterasu invitó a Uke Mochi para que preparara los platillos, en su emoción la diosa preparó más de mil platillos esperando a que les gustaran a todos los invitados. El dios de la luna no encontró ningún alimento que llamase su atención y le pidió a Uke Mochi que le brindara un platillo especial para él. La diosa, molesta porque su esfuerzo fue en vano, comenzó a preparar el platillo y de su ano, boca, nariz y orejas emanaban granos de arroz, trigo, judías dulces y soya. Ante tal gesto, Tsukuyomi se sintió ofendido y decidió descuartizarla con su espada. De las extremidades de Uke Mochi comenzaron a brotar diferentes alimentos, de su ceja salieron lombrices, y de su cabello escaparon diferentes animales de ganadería. Esto provocó el gran enojo de Amaterasu, por lo que el dios de la luna huyó apresuradamente

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del palacio, y debido a esta disputa, Tsukuyomi persigue eternamente a su hermana para pedirle perdón. En cuanto a Uke Mochi, Amaterasu enterró sus restos en la tierra, convirtiéndola en un lugar fértil en donde se pudieran cosechar y sembrar los granos esenciales como el arroz, las judías, la soja y el trigo.

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WATATSUMI

Es el más importante de los dioses marinos. Tuvo su origen luego de que Izanagi se bañara en el mar después de su regreso del inframundo. Su representación es un dragón serpiente de color verde pero también se le representa como un hombre viejo con agallas. Es tutelar del agua y controla el movimiento de la marea y a todo ser vivo marítimo. También puede controlar al ser humano si este se encuentra sumergido en el mar. Vive en un gran palacio, construido con corales rojos y blancos. Igualmente es considerado protector de los marineros. Watatsumi tiene dos maneras de comunicarse, una de ellas es a través de Wani, un monstruo marino. La otra forma de comunicación es a través de fuertes e impredecibles mareas.

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SHINIGAMI

Los shinigami son los dioses encargados de la muerte de las personas. Estos espíritus forman parte de un plano atemporal que custodia los dos mundos. Los shinigamis también pueden hacer que las personas posean pensamientos y emociones negativas con el fin de que haya suicidios. Estos dioses pertenecen a un plano Etéreo, son guardianes y custodian los dos mundos además de ser atemporales. A cada shinigami se le asigna un nombre diferente, y estos dioses pueden trabajar en pareja para llegar al lugar donde se esperará el alma del ser humano. Es importante decir que no se consideran dioses malos. Tampoco se sabe su función exacta, es decir, no se tiene noción de si son los que deciden quién vive o muere, o si simplemente se encargan de buscar el alma de los seres humanos. Estos dioses de la muerte deben de presentarse en el momento justo de la muerte para guiar al alma, de no ser así, el espíritu del moribundo se puede convertir en un shiniban para regresar de la muerte. Se dice también que cuando aparecieron por primera vez, no podían quitarle la vida a nadie, sino que tenían que cumplir el destino señalado de la persona a través de una vela encendida. En el momento en el que esta vela se apagaba, significaba que el fin de la vida del individuo había llegado, y en ese momento el shinigami se apoderaba de su alma.

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SHINATOBE

Es una diosa del viento, (conocida también como Shinatsuhiko o Nihon Shoki), es promotora de los deseos, la libertad, el juego. En el antiguo libro Nihonshoki, Shinatobe era un kami que tuvo origen cuando Izanagi e Izanami parieron a la tierra. Justamente en el instante que se generaba Japón, Izanagi sopló para desvanecer la niebla dando a luz a la diosa del viento. Entre sus poderes se encuentra el poder de eliminar los malos vientos, es decir, dispersa los vientos que buscan distorsionar el enfoque espiritual. Se considera también como la diosa de los marineros, quienes le pidieron que protegiera los barcos durante las navegaciones. Los campesinos también acuden a ella para pedirle que lleguen vientos favorables para la siembra. Existe también una festividad en su honor que consiste en el vuelo de cometas: si el cometa vuela libre, se le pide que sobrevuele los vientos. Si lo cortas y lo dejas ir, te estarás liberando de tus problemas y te quitarías un peso de encima.

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KAGUTSUCHI

Kagutsuchi o Homusubi es el dios del fuego y de los herreros, y es conocido en la mitología por ser quien mató a Izanami al nacer, provocándole graves quemaduras. La muerte de Izanami infundió una fuerte ira y dolor en Izanagi, por lo que este sacó la espada de diez palmas llamada Ame-no-Obari y asesinó a Kagutsuchi. Según el Kojiki, de la sangre de Kagutsuchi nacieron otros dioses: Iwasaku, Nesaku e Iwatsutsuno salieron de la sangre que cayó en una roca, Kuraokamy y Kuramitsuha nacieron de la sangre del mango de la espada que provocó la muerte del dios, y Mikahayo, Nihayani y Takemikagutsuchinoo emanaron de la hoja de la espada.

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Cuentos clรกsicos


BOTAN DORO

Ogiwara Shinnojō era un samurái viudo que caminaba por las calles durante una noche del Obon, la festividad en la que los espíritus visitan el mundo de los vivos. Iba tranquilamente por el camino cuando se encontró con una geisha muy bella y su ayudante, la cual cargaba una lámpara para alumbrar el camino. La geisha era tan hermosa que Ogiwara terminó por invitarla a la mansión donde él vivía. La mujer accedió con la condición de que debía irse antes de que amaneciera, se dirigieron a donde vivía el samurái y pasaron la noche juntos, después se retiró con su sirvienta como había dicho. A partir de aquel día, la joven visitaba por las noches a Ogiwara, este se enamoró perdidamente de ella y le juró amor eterno, pues había llegado a obsesionarse a tal grado que el joven descuidaba su salud y también su aspecto. A lado de la mansión, vivía un anciano que comenzó a notar todo lo que sucedía en la mansión de su vecino. Le parecía extraño que la mujer que visitaba a Ogiwara huyera siempre antes del amanecer, por lo que se dispuso a espiar al samurái para saber qué era lo que ocurría. Estando de un lado de la mansión, comenzó a escuchar jadeos en el interior y cuando se asomó por una de las ventanas, quedó sumamente horrorizado al ver que el guerrero mantenía relaciones sexuales con un cadáver. El vecino del joven esperó a la mañana siguiente para ir con el sacerdote de un templo budista, con la intención de contarle la situación. El sacerdote le entregó un sello para que lo colocara en la puerta de Ogiwara, de esta manera impediría la entrada del espíritu a la mansión. Durante la noche, la hermosa geisha se disponía a entrar al hogar de su amante, sin embargo, el sello impidió la acción. Pero lejos de

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marcharse, la mujer comenzó a a llamarlo con una voz dulce para que saliera. Ogiwara, dejándose llevar por los encantos de su amada, salió de su hogar ante el llamado. La joven insistió en que fueran a su casa esa noche y así fue. Poco después, encontraron el cadáver del samurái en una de las tumbas del templo. El cuerpo de Ogiwara yacía muerto mientras abrazaba un esqueleto: el de una joven geisha que había fallecido años atrás.

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URASHIMA TARŌ

Hace mucho tiempo, en una aldea junto al mar, vivía Urashima Tarō, un joven pescador que vivía con su anciana madre. La pequeña familia, se sustentaba de lo que Urashima Tarō lograba pescar cada día. Un día muy temprano, el joven se disponía a pescar cuando escuchó risas a lo lejos. Divisó a tres niños que parecían golpear algo entre ellos. Cerca del grupo, se dio cuenta que los niños estaban maltratando a una tortuga. La golpeaban con palos turnándose entre los tres. —¿Cómo se atreven a lastimar a un animal de esta manera? ¡Largo de aquí!— gritó Urashima fuertemente yl os niños huyeron asustados y el joven pescador se acercó a la tortuga para ver si estaba lastimada. Cuando advirtió que la tortuga no tenía heridas, la cargó y se adentró al mar para asegurarse de que estuviera a salvo. A la mañana siguiente, Urashima Tarō regresó a la playa y vio la cabeza de una tortuga asomarse entre las olas. Inmediatamente reconoció que era el animal que había salvado el día anterior. —Te debo la vida —dijo la tortuga agradecida, mientras salía del agua y se acercaba al joven— como muestra de agradecimiento, quiero que vengas conmigo. Te llevaré a conocer el Palacio del Dragón. Los miembros de la aldea hablaban a menudo de este misterioso lugar. Se decía que el palacio estaba debajo del mar y era de gran hermosura, aunque nadie lo había visto nunca. Urashima Tarō se emocionó al escuchar estas palabras, pero el recuerdo de su madre esperándolo en casa, hizo que negara la invitación. —No tardaremos —prometió la tortuga. Después de unos instantes de reflexión, el joven Urashima aceptó la invitación y subió sobre el caparazón de la tortuga. Ambos se adentraron al mar, y cuando estuvieron lo suficientemente cerca de las profundidades, avanzaron hacia un castillo que estaba cubierto de oro

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y plata, entonces una hermosa princesa los recibió: la joven estaba rodeada por sus damas de compañía y una corte de peces de colores. La princesa invitó a Urashima Tarō a entrar al castillo. El muchacho no creía lo que veía. Quedó sorprendido por la belleza de la construcción y una vez dentro del palacio, observó que había un banquete delicioso que lo esperaba. Urashima Tarō comió y bebió hasta saciarse mientras intercambiaba palabras con la bella princesa. El joven apreciaba hipnóticamente la danza de las doncellas y los peces de colores, como si estuviera dentro de un encanto. Pronto, el pescador recordó a su madre y quiso volver a casa. Le entristecía abandonar el palacio y a la princesa, pero sabía que había pasado mucho tiempo desde que había entrado al palacio. Urashima creyó haber permanecido tres años junto a la princesa. Su joven compañera se entristeció ante las súplicas del joven pescador. Ella intentó persuadirlo de que se quedara, pero Urashima Tarō se negaba diciendo que tenía que estar con su madre. Después de un intercambio de súplicas, la princesa aceptó su petición y como regalo de despedida, le entregó al pescador un pequeño cofre y le dijo: —Es un regalo de despedida, pero no debes abrirlo en ninguna circunstancia, de lo contrario no podrás verme jamás. Urashima prometió no abrir el cofre y subió de nuevo sobre el caparazón de la tortuga, llevando el regalo bajo su brazo. Dirigiéndose a la superficie, llegaron por fin a la playa. El joven pescador caminó hacia la aldea, pero se sorprendió al ver que todo había cambiado: los ríos, las montañas, los árboles y las casas tenían una forma diferente, hasta parecer irreconocibles. Cerca de él estaba un viejo campesino, se le acercó y le preguntó: —¿Acaso sabe dónde puedo hallar la casa de Urashima Tarō, un pescador que solía vivir cerca de aquí? —Cuando mi abuelo era un hombre joven, se decía que alguien así llamado había viajado al Palacio del Dragón. Jamás se volvió a saber de él —respondió el viejo. Urashima corrió hacia donde había estado su casa y no quedaba nada que la hiciera reconocible más que hierbas alrededor. Su querida madre había muerto. Sin saber qué hacer, Urashima Tarō recordó el regalo de la princesa. Lo tomó en sus manos y lo abrió con cuidado. De repente, una nube blanca salió del interior del cofre y lo envolvió. Sus cabellos se volvieron blancos como la nieve, su rostro se cubrió de arrugas mientras su cuerpo temblaba y su espalda se encorvó como las de un hombre decrépito. Sin fuerza que lo sostuviera, cayó al suelo en su último aliento de vida, sobre el peso de cuatrocientos inviernos.

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LA CAMPANA DE DŌJŌJI

Hubo una vez un hombre joven llamado Anchin, quien era un monje budista con mucha sabiduría. Todos los días se dedicaba a meditar y orar durante muchas horas. Su tez era muy blanca, tenía ojos color miel como las hojas de otoño, una voz grácil y una sonrisa parecida a la de Buda. Vivía junto a un grupo de mojes en un monasterio ubicado en lo alto de las montañas. Estaba comprometido con su orden por una serie de votos estrictos, pero era feliz, regocijándose bajo la hermosa naturaleza que le ofrecían las grandes montañas. Cada año, Anchin viajaba en romería hacia el santuario de Kumano. En su camino, solía visitar la casa de un viejo amigo terrateniente en Masago y acostumbraba a llevarle un regalo a la hija de su amigo. La niña se llamaba Kiyohime y era muy bella. Un día, el padre, bromeando con su hija, le dijo que cuando fuese lo suficiente mayor se casaría con el buen monje; aunque en realidad el padre desconocía que ella estaba perdidamente enamorada de su amigo. Pasados los años, el amor de Kiyohime por el monje era abrumador, y no olvidaba las palabras de su padre. No pudo resistir más y en una de las visitas de Anchin, le confesó su amor y le pidió que se casaran. El monje declinó y se excusó, pues estaba comprometido con sus votos. Este rechazo hizo que Kiyohime se enfureciera lo suficiente como para tomarlo con fuerza y exigirle que se casara con ella. El joven volvió a negar y tuvo que valerse de la fuerza para liberarse del agarre huyendo con rapidez de la casa. Era una noche tormentosa cuando el monje divisó desde una colina el Templo de Dōjōji. Descalzo corrió montaña abajo y pronto se dio cuenta que había un río peligroso que tenía que cruzar para llegar hasta el templo. Como la chica lo estaba persiguiendo, tuvo que apresurarse a enfrentar el obstáculo. Cuando hubo llegado al templo, les

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explicó la situación a los monjes con el propósito de que lo ayudaran escondiéndolo. Así lo hicieron, y resguardaron a Anchin bajo la enorme campana de bronce que había en el templo. Kiyohime, que seguía persiguiendo al monje, se detuvo en seco cuando estuvo a la orilla del río. Como no podía cruzar, su ira y odio se tornaron tan grandes, que el kimono verde que vestía se convirtió en una piel con escamas doradas y enormes llamaradas brotaron de su boca y de sus ojos. Los relámpagos destellaron y surgió un enorme y terrorífico dragón que se sumergió en el río para ir hacia el templo. Cuando hubo logrado entrar, se dirigió rápidamente hasta donde estaba la broncínea campana. Se enrolló alrededor de esta, tan fuerte que generó tanto calor que el bronce se comenzó a fundirse. Dentro de la campana, Anchin le pidió misericordia, pero el dragón continuó enrollándose hasta que el monje murió calcinado. Así se mantuvo Kiyohime hasta morir también.

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LA GRULLA AGRADECIDA

Era una noche de crudo invierno, habían pasado las horas y la nieve no dejaba de caer. Un joven pobre y solitario regresaba a su humilde casa que se encontraba junto al bosque. Mientras caminaba, el muchacho escuchó un ruido que parecía provenir de un lugar cercano a él. Intrigado, siguió el sonido y se acercó hasta descubrir que se trataba de una grulla adolorida que yacía sobre la nieve con una flecha que traspasaba una de sus alas. El joven se compadeció del animal, y le arrancó la flecha con cuidado. El ave voló hacia el cielo, desapareciendo del lugar y el hombre se dirigió de nuevo a su casa. El muchacho constantemente se sentía triste, pues era muy pobre y apenas tenía dinero para comer, además nadie le visitaba nunca, por lo que solía sentirse en soledad. Mientras se envolvía en estos pensamientos, alguien tocó a su puerta. Extrañado, se preguntó quién podría tocar a su puerta, pues era ya muy tarde y la nieve no dejaba de caer. Atendió al llamado y se llevó una sorpresa cuando se encontró a una joven y preciosa muchacha, que le dijo que se había perdido a causa de la intensa nevada y le pidió que le permitiera descansar y pasar la noche en su casa. El joven aceptó encantado, y la muchacha se quedó hasta el día siguiente. Era una mujer hermosa, joven y humilde. El joven no tardó en enamorarse de ella y le pidió que se convirtiera en su esposa. Ambos se casaron y vivieron felices, a pesar de su pobreza, hasta los vecinos se alegraron mucho de ver a los dos tan contentos. El tiempo pasó y junto con él llegó un crudo invierno, la pareja se encontró una vez más sin comida y sin dinero. Un día la mujer le hizo una propuesta a su marido: —Creo que puedo confeccionar algunas telas para que puedas venderlas por un buen precio en el mercado del pueblo, así podremos conseguir dinero para poder alimentarnos. Su esposo aceptó, y él mismo se encargó de construir un telar en la parte trasera de la casa.

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Antes de empezar su trabajo, la joven le rogó que le prometiera no entrar nunca en aquel cuarto mientras que ella estuviera trabajando, el hombre accedió a la promesa, y durante tres días y tres noches, sin salir de la habitación en ningún momento, la joven trabajó sin descanso hasta terminar una preciosa tela. Pronto, su esposo logró venderla en el mercado a un buen precio. Con el dinero que ganaron, el joven matrimonio pudo sobrevivir durante varias semanas, sin embargo, los recursos se terminaron pronto y volvieron a enfrentarse contra la pobreza en el duro invierno. De nuevo, la mujer trabajó en el telar, pasando noches enteras confeccionando una nueva tela, no sin recordarle a su marido que no entrara a la habitación. Después de cuatro días, la mujer había confeccionado un tejido más hermoso y fino que el anterior. Era una tela tan bella, que con el dinero que consiguieron al venderla les alcanzó para sobrevivir durante el resto del invierno y el año siguiente. Por desgracia, la obtención de tanto dinero provocó sentimientos de avaricia en el joven esposo y debido a estos deseos de conseguir más dinero y también a la insistencia de sus vecinos, que le preguntaban que cómo era posible que su mujer tejiera tan bien sin salir nunca a comprar hilo, le rogó a su esposa que volviera al telar y confeccionara un tercer tejido. Ella al principio se negó, porque pensaba que ya tenían suficiente dinero para vivir, aunque el joven siguió insistiéndole hasta que finalmente accedió. La joven esposa volvió a advertirle a su marido que no entrara en la habitación mientras ella confeccionaba. Esta vez, el joven se sintió altamente atraído por lo que pudiera estar sucediendo mientras ella hacía el trabajo, e incumpliendo su promesa abrió la puerta del telar. Un grito salió fuertemente de su garganta cuando vio que su mujer no manejaba el telar, sino una blanca grulla que confeccionaba la tela con las propias plumas que se arrancaba. Al escuchar aquel grito, la grulla dejó de trabajar e inmediatamente se metamorfoseó en la hermosa joven con la que él se había casado. —Soy la grulla que rescataste aquel día, —explicó con tristeza— quería agradecerte lo que habías hecho por mí, por eso quise convertirme en tu mujer y quise ayudarte a salir de la pobreza, sacrificando mis plumas para ello. Ahora que has descubierto mi secreto, no puedo quedarme y seguir contigo. Me iré y no me verás jamás, pues has roto un juramento y por ello has descubierto mi verdadera identidad. —No, por favor. ¡No te vayas! Perdóname, tú eres mas importante para mí que todo el dinero del mundo. —dijo el esposo implorando— Pero, a pesar de los ruegos del joven, no hubo remedio que hiciera que la mujer se quedase. Y con una mirada triste, volvió a convertirse en grulla para levantar su vuelo y no volver nunca más.

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MOMOTARŌ

Hace mucho tiempo, había en Japón una pareja de ancianos que se dedicaban al campo, el viejo era leñador, mientras que su esposa se encargaba de las labores domésticas. Nunca habían podido tener hijos y esto les hacía sentirse bastante solos. Un día, la anciana fue caminando hacia el río para lavar su ropa y cuando estuvo ahí, observó un melocotón que flotaba río arriba, le pareció tan llamativo y apetecible que no dudó en tomarlo para ella y su marido. Regresó a casa junto con su marido y cuando lo abrieron, se percataron de que un niño pequeño yacía dentro: era blanco como la nieve, y tenía grandes ojos negros y brillantes. El bebé les sonrió con dulzura y la pareja decidió adoptarlo. Lo llamaron Momotarō (que quiere decir, niño melocotón). Pasaron los años y el niño creció hasta convertirse en un apuesto, fornido y bondadoso joven, el cual era admirado y respetado por los aldeanos. Durante ese tiempo, había unos demonios que asaltaban con frecuencia la aldea. Robaban y destruían todo lo que podían, haciendo que los habitantes se sintieran desesperados y atemorizados. Cuando Momotarō alcanzó la mayoría de edad, todos los aldeanos propusieron que fuera él quien enfrentara a los demonios para conseguir tranquilidad en el pueblo. Le dieron una armadura y provisiones para que pudiera partir rumbo a la isla donde habitaban: Onigashima. Mientras se dirigía hacia la isla, Momotaro se encontró con un perro en el camino que le movió la cola. —¿No tienes algo que puedas darme de comer? —le preguntó el perro. —Traigo bolitas de maíz en mi bolsillo, si me acompañas a Onigashima, las compartiré contigo —respondió el joven. El perro aceptó muy contento y se unió a la aventura que emprendía Momotaro. Más adelante se toparon con un mono que también tenía

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hambre. El joven le hizo la misma propuesta y al final, él también se fue con ellos. El último animal con quien se encontró fue un faisán, quien aceptó acompañarlos a cambio de alimento. Los cuatro se montaron en una balsa y se dirigieron a la isla mientras comían las bolitas de maíz. Cuando llegaron a la costa, el faisán voló por lo alto para vigilar el lugar y vio que los demonios estaban dormidos. —¡Es el momento perfecto para acabar con ellos! —notificó a los demás. Y así, Momotarō y sus compañeros entraron en la fortaleza de las malvadas criaturas. El muchacho los atacó con su espada, el perro los mordió, el mono los arañó y el faisán los picoteó sin descanso. —¡Nos rendimos! —gritaron los demonios, suplicando— ¡Por favor, ya no nos lastimen! Momotarō hizo prometer a los demonios que dejaran de atormentar a los habitantes de su aldea, y cediendo a la petición, el joven regresó con sus compañeros al pueblo. Traían consigo muchos tesoros de oro y plata que los demonios habían guardado en la isla. Todas esas cosas las habían robado y el joven regresó cada una de ellas a quien correspondía. Eran tantos los tesoros que habían sobrado de su travesía, que Momotarō construyó un palacio en el que habitó con su familia por mucho tiempo.

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OKIKU

Cerca del siglo XVII, en el Castillo de Himeji trabajaba una sirvienta llamada Okiku, la cual era joven y hermosa. En el castillo también vivía un samurái llamado Aoyama Tessan. El guerrero era conocido por poseer un carácter temperamental y cruel. Se sentía atraído por la bondad de Okiku, y no tardó mucho para enamorarse de ella. En varias ocasiones le declaró sus sentimientos, sin embargo, la joven lo rechazaba una y otra vez. Un día, le encomendaron a Okiku una tarea sencilla pero delicada: tenía que transportar una vajilla que el shōgun (gobernante del país) había regalado al señor del castillo. Contenía diez platos de porcelana y estos iban a usarse para una importante cena. Los utensilios fueron guardados cuidadosamente en cajas para entregárselos a Okiku. Tessan, sabiendo la tarea que tenía que realizar la joven sirvienta, se dispuso a idear un plan para que al fin Okiku pudiera entregarse a él. Sin que ella se diera cuenta, extrajo uno de los platos y lo escondió. Cuando la joven comenzó a sacar los platos para dejarlos a la disposición de los invitados, se dio cuenta que uno faltaba. Su cara palideció drásticamente, los contaba una y otra vez para comprobar lo que veía: uno... dos... tres... cuatro... cinco... seis... siete... ocho... y nueve. Okiku comenzó a llorar y el cruel guerrero se acercó intencionalmente para preguntar qué era lo que pasaba. La joven le confesó que faltaba una de las piezas que le habían encomendado. —¿Cómo has podido ser tan descuidada? Sabes bien que ese tipo de acciones se castigan con la muerte y estoy dispuesto a llevar a cabo tal castigo. —gritó el samurái —aunque... sabes que también puedo ser indulgente. Pasaré esto por alto si a cambio muestras un poco de agradecimiento. —dijo mientras se aproximaba lentamente a ella y le rozaba la mejilla con su mano. Okiku apartó bruscamente su rostro. El samurái quedó estupefacto ante tal acción, y lleno de cólera, abofeteó a la joven con tal fuerza que

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Okiku casi pierde el conocimiento. Tessan entró en un trance violento, tomó a Okiku por la cabellera y, a rastras, la sacó al patio trasero del castillo y la asesinó arrojándola al pozo que proveía de agua al castillo. No mucho tiempo después, el fantasma de Okiku fue visto vagando por el castillo. Noche tras noche salía del pozo y entraba a la casa de su amo para buscar el plato perdido. Contaba uno... dos... tres... cuatro... cinco... seis... siete... ocho... nueve y tan pronto como decía nueve, soltaba un grito aterrador que resonaba por todo el castillo, de esta manera atormentaba a Aoyama. Un día, el señor del castillo decidió llamar a un sacerdote para que pudiera hacer que el espíritu desapareciera. El sacerdote esperó en el jardín durante la noche. Estaba rezando cuando el fantasma de Okiku salió del pozo. Entró al castillo y contaba: uno... dos... tres... cuatro... y cuando contó el noveno plato, antes de que pudiera soltar el característico alarido, el sacerdote gritó “diez”. El fantasma de Okiku pareció aliviado, pues al fin alguien había encontrado la pieza faltante y desapareció del castillo, aunque se dice que su espíritu continúa buscando el plato.

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LOS 47 RŌNIN

Alrededor del año 1700, durante la época feudal de Japón, el país mantenía una división de territorios. Cada uno de ellos contaba con un daimyo (señor feudal), que tenía un grupo numeroso de samuráis para que lo protegieran. Asano Takumi-no-Kami era un daimyo que había recibido un encargo del shōgun (gobernador militar de Japón) Tokugawa Tsunayoshi, que consistía en agasajar a un enviado del emperador. Para evitar errores de protocolo, se mandó a llamar a Kira Kozukenosuke, un maestro de las historias de etiqueta para que ayudara a Asano con su encargo. Kira era una persona difícil y perversa, además, existía una rivalidad entre ambos, por lo que la ayuda que le prestó al daimyo fue maliciosa: le enseñó todos los protocolos, pero de manera equivocada, para que quedara en vergüenza. Asano, herido en su orgullo, se encaró contra Kira en el propio palacio, llegando incluso a desenvainar su espada y atacar a su adversario hiriéndole en la cara, (el código samurai prohibía desenvainar la espada en el palacio del shōgun). El shōgun Tokugawa Tsunayoshi no toleró tal falta de respeto y le ordenó a Asano que cometiera seppuku (un ritual de suicidio japonés, también es conocido como harakiri, y consiste en desentrañarse para después morir decapitado). Así pues, ante la sentencia impuesta, el guerrero terminó su vida con honor. Los samurais que estaban bajo las órdenes de Asano quedaron entonces sin la figura de un señor a quien defender y en estos casos, siguiendo el código de los samurais, lo normal era que ellos mismos también cometieran seppuku. Pero esta vez fue diferente y renunciaron a mantener el honor de su señor, no sin antes planear una venganza contra Kira. Para pasar desapercibidos, tuvieron que emprender una vida de rōnin (samuráis que ya no tienen la protección de un señor y por ende, vagan en busca de trabajos puntuales). Los samuráis sin amo

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se dispersaron para no levantar ninguna sospecha de las autoridades en cuanto a sus planes. Ōishi Kuranosuke, el líder de los rōnin, abandona incluso a su familia y se muda a Kioto, donde frecuenta lupanares y casas de juego. Los espías del shōgun son testigos de la degradación en la que han caído los samuráis, y gracias a esto, Kira Kotsuké, que temía sus represalias, logra tranquilizarse. Luego de dos años, los 47 rōnin, se reunieron con ishi Kuranosuke para llevar a cabo el plan. Los 47 samuráis entraron en el palacio donde permanecía Kira y sortearon la defensa que protegía al señor para llegar hasta su dormitorio. Allí le ofrecieron cometer sepukku para mantener su honor, pero Kira, un tipo cobarde, no fue capaz de hacerlo, y Ōishi le cortó la cabeza usando la misma wakizashi con la que, dos años antes, su señor había utilizado para acabar con su vida. Cuando los hechos fueron notificados al shōgun, tuvo que tomar una difícil decisión, ya que, aunque los samuráis habían actuado por honor, la ley le ordenaba sentenciar a muerte a los 47, por lo que tras muchos días de deliberaciones, Tsunayoshi ordenó que Ōishi y sus 45 hombres fueran ejecutados como guerreros honorables mediante el gran honor de morir por medio del seppuku. Al rōnin número 47, que era el más joven de todos, se le libró de la pena y se le permitió regresar con su familia. Ōishi y los otros 45 rōnin cumplieron con la orden y se suicidaron mediante seppuku. Tras su muerte, fueron enterrados en el templo Sengaku-ji, en Edo (la actual Tokio), junto a su señor. Esta hazaña, continúa recordándose actualmente, ya que es una de las historias nacionales más importantes de Japón, debido a que representa muy bien el código de lealtad en los samuráis.

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YOKAI 妖怪

Los Yokai son míticas criaturas sobrenaturales que componen infinidad de leyendas y cuentos tradicionales japoneses que se han pasado por generaciones. Han acechado las montañas, bosques, campos, ríos y costas de Japón por siglos, en formas que asemejan a animales, humanos o incluso objetos inanimados que toman vida misteriosamente. Algunos son personificaciones de fenómenos naturales y otros son encarnaciones de chistes, juegos de palabras o expresiones. A algunos se les considera útiles o serviciales, pero muchos otros son pícaros, y la mayoría, muy peligrosos.

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CRIATURAS

KAPPA

Esta criatura anfibia es asociada con el agua, usualmente ríos, lagos o estanques, pero también toman refugio en estructuras como cisternas o estanques de jardín. De vez en cuando se encuentran en tierra cerca de áreas montañosas durante el invierno, cuando sus hogares se congelan Es uno de los Yōkai más famosos de todo Japón. Existen muchas leyendas y creencias alrededor de esta criatura, pero todas concuerdan en su apariencia. Es una criatura escamosa o babosa, de un color verdoso con patas y manos palmeadas y un caparazón. En algunas versiones se asemeja a un mono, en otras a una rana o tortuga gigante. Tiene el tamaño de un niño pequeño pero es desproporcionadamente fuerte. En su cabeza tiene una hendidura cóncava llena de agua; si esta agua es derramada la criatura pierde su fuerza sobrenatural, por lo cual, al enfrentarse con un Kappa, la persona debe hacer una reverencia a modo de saludo, porque de esta forma, el Kappa devolverá el gesto y derramará el agua de su cabeza, haciéndole imposible ganar un combate.

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KOTENGU

Los Kotengu se asemejan a grandes aves de presa con características humanas. Usualmente visten las ropas de los místicos ermitaños llamados Yamabushi, y a veces cargan con armas finas u otros objetos robados de casas o templos. Su comportamiento es de monstruoso salvajes y viven solitariamente, aunque en ocasiones pueden reunirse entre ellos o con otros Yōkai para lograr ciertos objetivos. Cuando son molestados hacen grandes rabietas y descargan su ira con cualquier cosa a su alcance. Por esto no es de extrañar que sean hostiles hacia los humanos: los usan como alimento, o los torturan y asesinan por diversión. Algunos de sus juegos favoritos incluyen raptar personas para dejarlas caer desde grandes alturas en los bosques, o atar niños en las puntas de los árboles para que todos escuchen sus gritos, pero nadie pueda ayudarlos. Su mayor debilidad es su exceso de confianza. Existen interminables leyendas sobre los Kotengu siendo engañados para intercambiar objetos poderosamente mágicos o para dar información importante a cambio de objetos sin valor. Los Kotengu menos inteligentes sobreestiman su propia inteligencia cuando tratan de engañar humanos y terminan siendo engañados ellos mismos.

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TSURUBE OTOSHI

Los Tsurube Otoshi son enormes cabezas sin cuerpo que pueden alcanzar los dos metros de altura, y parecen ser de humanos o demonios. Algunas veces aparecen envueltas en llamas como grandes bolas de fuego con rasgos faciales. Pasan la mayor parte de sus vidas en lo alto de sus árboles favoritos, usualmente cerca de caminos en el bosque o en las afueras de los pueblos donde puedan caminar las personas. Acechan en lo alto de los árboles en la noche, esperando por cualquier criatura que camine por debajo de ellos. Cuando necesitan alimentarse, se dejan caer desde lo alto hacia el suelo como enormes rocas, atrapando al animal o al humano para devorarlo mientras ríen monstruosamente. Luego regresan a la cima del árbol, cantando una escalofriante cancioncilla y retando a otros a pasar debajo. Así que los viajeros que pasen debajo de árboles altos quizá quieran mantener sus cabezas arriba, o podrían ser la siguientes víctimas de un Tsurube Otoshi.

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SHŌJŌ

A lo largo de las costas montañosas de Japón vive una raza de espíritus marinos inteligentes conocidos como shōjō. Lucen como orangutanes del tamaño de un humano, y tienen barbas largas y rojizas, al igual que sus caras, que además parecen sonrojadas como si hubieran bebido de más. Los shōjō pasan sus vidas tomando grandes cantidades de alcohol y jugando en playas aisladas de los humanos. Se divierten emborrachándose, cantando, bailando y disfrutando la vida, pero a pesar de su apariencia y comportamiento, se dice que son muy sabios. Son curiosos y amables con los humanos, e incluso comprenden algunos idiomas, aunque prefieren ser reservados y no interactuar con ellos. Solo hay unas cuantas historias que los pintan hostigando barcos que pasan muy cerca de sus casas, pero en éstas solamente roban algunos cuantos barriles de sake antes de huir. Son cerveceros expertos y pueden destilar un fuerte vino de agua marina, cuyo sabor cambia dependiendo de la persona que lo pruebe. Si es una persona de buen corazón, el vino será delicioso, pero si en cambio es alguien vil quien lo prueba, será un veneno amargo del que solo se podrá salvar si cambia su comportamiento.

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AZUKI ARAI

Los Azuki arai son yōkais misteriosos que viven en las regiones montañosas de todo Japón y se les encuentra comúnmente pasando su tiempo cerca de corrientes de agua. Son bajitos, de ojos redondos y se dice que se asemejan a monjes Budistas de tres dedos. Cuando se los ve parecen llenos de alegría, con sus sonrisas amplias. Los Azuki arai son más comúnmente escuchados que vistos, pues su principal actividad consiste en lavar frijoles Azuki rojos a la orilla del río mientras cantan una espantosa canción que se intercala con el “shoki shoki”, sonido que hacen los frijoles mientras los lavan:

Azuki araou ka? Hito totte kuou ka? (shoki shoki) ¿Debería lavar mis frijoles rojos, o debería atrapar un humano para comer? Usualmente, las personas que pasan cerca del río y escuchan la canción del Azuki tropiezan y caen al agua, asustando al yōkai con el sonido y haciéndolo huir. A pesar de la tétrica letra de su canción, los Azukis son muy elusivos y harán lo que puedan para evitar encontrarse con humanos, es por esto que los encuentros con ellos son casi puramente auditivos, y se dice que el llegar a ver uno traerá buena suerte.

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ONI

Los Oni son unos de los más grandes iconos del folklore japonés. Son demonios u ogros, grandes y temibles, más altos que cualquier humano y a veces más altos que los árboles de los bosques. Hay muchas variedades, pero generalmente se les describe con piel roja o azul, cabello alborotado, dos o más cuernos y colmillos, usando taparrabos hechos de pieles de bestias salvajes. Todos los oni tienen una fuerza increíble y muchos de ellos son hechiceros. Son feroces demonios, portadores de desastres y enfermedades y son los torturadores de los condenados en el infierno.

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SHUTEN DŌJI

Hay pocos monstruos que se pueden considerar entre los grandes y más temibles yōkai del folklore japonés. El temible rey de los Oni, Shuten dōji, es uno de ellos. Shuten dōji no nació siendo Oni. Muchas de las historias cuentan que era originalmente un niño humano que nació hace miles de años. Si madre era una mujer humana y su padre era el gran dragón Yamata-no-Orochi. Poseía una fuerza sobrenatural y era anormalmente inteligente para su edad. Todos a su alrededor lo molestaban constantemente diciendo que era un niño demonio debido a su fuerza e ingenio, y eventualmente se alejaban de él, incluyendo su madre, quien lo abandonó a temprana edad. Creció para convertirse en alguien totalmente antisocial y con muchos resentimientos. Se convirtió en aprendiz en el Monte Hiei en Kyoto, siendo el menor y el más fuerte de los jóvenes acólitos, hacia quienes también desarrolló resentimientos. Debido a esto descuidó sus estudios y se metía cada vez más en peleas, cayendo además en el alcoholismo, ganándose el nombre de Shuten dōji, “el pequeño borracho” Un día de fiesta, Shuten dōji llegó altamente alcoholizado al templo, se puso una máscara de oni y empezó a gastar bromas a sus compañeros. Al finalizar la noche, trato de quítese la máscara, pero descubrió con horror que se había fusionado con su piel. Asustado y avergonzado por los regaños de sus maestros, huyó a las montañas, donde no tendría más interacciones con otros humanos. Vivió en las afueras de Kyōto durante muchos años, robando comida y alcohol de los ciudadanos. Al vivir en el exilio, el poder y conocimiento de Shuten dōji crecieron, llevándolo a dominar la magia oscura con gran destreza. Su reputación atrajo a grupos de bandidos y criminales que eventualmente llegaron a formar una pandilla leal hacia él, a quien enseñó también sus conocimientos en magia. Al pasar el tiempo, el joven y sus seguidores se

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transformaron en oni, y eventualmente consiguió un numeroso clan de yokai y oni que aterrorizaban a la gente de Kyōto. Se asentaron en un castillo en el Monte Ōe, desde donde planeaban conquistar la capital para proclamar a Shuten dōji como emperador. Finalmente, un grupo de héroes guiados por el legendario guerrero Minamoto no Yorimitsu lograron penetrar en el castillo del Oni, y con ayuda de un veneno mágico, pudieron vencer a la banda de oni durante un desafío de beber alcohol. Cortaron la cabeza del borracho Shuten dōji y la enterraron en las afueras de la ciudad, en una montaña llamada Oinosaka. Se dice que la copa y la botella de veneno que Minamoto no Yorimitsu utilizó se guardan en el templo Nariai-ji en Kyōto.

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KUROZUKA

Kurozuka (también conocida como Adachigahara) es la mujer demonio más famosa en el folklore japonés, y un modelo popular en el arte. Tiene varios nombres; Kurozuka o “La mujer de los montes negros” es el más famoso, pero también se le conoce como el demonio de Adachigahara, o solamente como Onibaba, “La bruja demonio”. Su historia se ha transformado a través de los años y tiene varias adaptaciones, pero una de las más populares es la que cuenta que una pareja noble y adinerada tenía una hija enferma a la que amaban mucho. Debido a su enfermedad, la niña pasó sus primeros cinco años sin pronunciar ni una palabra. Sus padres, preocupados, consultaron monjes y doctores durante años, hasta dar con un doctor que les reveló que la única manera de curar a su hija era alimentandola con el hígado fresco de un feto nonato. Mandaron llamar a la niñera y le dieron la tarea de traer el hígado para la niña. Esperando que tomara un largo tiempo encontrar a alguien que diera voluntariamente el hígado de su bebé, la niñera se preparó para un largo camino. Dio a la niña un amuleto de protección y prometió no regresar sin un hígado para ella. Los días se volvieron meses, y estos, años, sin encontrar ni una familia que voluntariamente diera la vida de su hijo. Finalmente, el camino la llevó Adachigahara, en Fukushima. Desalentada, decidió que tendría que tomar a la fuerza lo que buscaba, así que acampó en una caverna a un lado del camino y esperó a que una mujer embarazada pasara por ahí. Pasaron muchos años más hasta que finalmente una solitaria mujer embarazada caminara por aquella vereda. Al verla, la niñera saltó de su escondite y la atacó con su cuchillo, cortando su vientre, matando al feto y tomando su hígado. Solo cuando completó su tarea, la niñera miró a su víctima y notó que la muchacha tenía consigo un amuleto muy viejo pero muy familiar: el mismo que ella había dado a la niña

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años atrás. La culpa de saber que había asesinado a su protegida fue tanto que la mujer se volvió loca y se transformó en un yokai. Permaneció en Adachigahara, donde desarrolló poderes temibles y aprendió a usarlos para atraer a los viajeros a su escondite a pasar la noche y asesinarlos en su sueño.

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ONNA

YUKI ONNA

En la prefectura de Niigata, un hombre viejo operaba un hotel en un camino en la montaña con su esposa. Una noche nevada, el hotel fue visitado por una joven dama viajando sola. Se calentó junto al fuego y comió con el dueño del hotel y su esposa. Era dulce, encantadora y extremadamente hermosa. Así que fue increíblemente sorpresivo cuando, a mitad de la noche durante una feroz tormenta de nieve, se levantó para irse del hotel. El dueño le rogó que no fuera afuera y tomó su mano para detenerla. Estaba tan fría como el hielo. Tan solo tocarla le succionó todo el calor al cuerpo del dueño del hotel. Mientras trataba de mantener a la chica en la casa, su cuerpo emtero de convirtió en una niebla fina y helada, y se lanzó por la chimenea hacia el cielo nocturno. Un hombre de la prefectura de Yamagata afirmó haber estado casado a una yuki onna. Su esposa era hermosa, con ojos penetrantes y una piel blanca como una estatua de mármol. Mientras él amaba tomar largos baños calientes cada noche, su esposa siempre se rehusaba a bañarse. Esto lo confundía enormemente. Una noche particularmente fría y nevada, él insistió en que su esposa tomara un baño. De otra manera se congelaría a muerte en el frío, dijo él. Ella protestó, pero no había forma de razonar con el hombre. Finalmente ella accedió. Cuando él fue a revisar cómo estaba unos minutos después, todo lo que encontró en la bañera fueron carámbanos a medio derretir.

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ROKUROKUBI

De día, las rokurokubi lucen como mujeres ordinarias. Sin embargo, de noche, sus cuerpos duermen mientras que sus cuellos se alargan y vagan libremente por ahí. A veces sus cabezas atacan animales pequeños, beben aceite de las lámparas con sus largas lenguas, o simplemente causan travesuras asustando a la gente cercana. Al contrario de otros yōkai, que nacen como monstruos, las rokurokubi solían ser humanas comunes que fueron transformadas por un hechizo resultado de alguna mala acción. Quizá pecaron contra los dioses, o le fueron infieles a sus esposos, pero en la mayoría de los casos, eran sus esposos o padres los que pecaban y por un giro cruel en el destino, ellas recibían el castigo en sus lugares. Una vieja leyenda de la Provincia de Tōtōmi cuenta de un monje que se fugó con una joven mujer llamada Oyutsu. Mientras viajaban, Oyutsu enfermó de gravedad y el monje se dio cuenta que los tratamientos para curarla le acabarían todo el dinero del viaje, así que asesinó a la chica y robó el dinero restante. Durante sus viajes se hospedó en la posada de un hombre que tenía una hermosa hija. El monje perverso compartió cama con la hija del dueño, y durante la noche su cuello se estiró y su cara cambió hasta transformarse en la de Oyutsu, quién lo acusó llena de rabia de haberla asesinado. Al día siguiente, el monje, arrepentido de sus malos actos, confesó el asesinato de Oyutsu al dueño del mesón, también mencionando lo que había visto la noche anterior. El dueño confesó que él también había asesinado a su esposa por su dinero, usándolo para construir aquella posada. Como castigo, su propia hija había sido transformada en rokurokubi. Después de eso el monje regresó a su templo, construyó una tumba para Oyutsu y rezó por su alma todos los días.

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NOPPERA BŌ

Había una vez un pescador que vivía en una pequeña campiña junto a su esposa. Un día salió decidido a pescar en las charcas imperiales del koi. La charca, que quedaba cerca de un cementerio, era conocida como tierra sagrada; por ello, su esposa le advirtió que no fuera. Intentó detenerlo algunas veces, pero fue inútil ya que su esposo partió de todas formas a pescar cerca del palacio de Heiankyo, donde estaban las charcas. Cuando hubo estado en el lugar, vio a lo lejos a una hermosa mujer, esta se acercó hasta donde estaba el joven y le advirtió que no pescara en ese sitio, pues era sagrado, pero el pescador seguía sin obedecer las indicaciones que le ofrecían. La mujer comenzó a arrancarse el rostro enfrente de él, el pescador huyó aterrorizado hacia su casa. Cuando entró, le contó asustado a su mujer lo que había sucedido: —¡He visto a Noppera bō! —¿Noppera bō? —preguntó la mujer mientras se arrancaba la cara frente a su esposo. El joven pescador se desmayó ante tal espanto y cuando despertó, se dio cuenta que estaba en un cementerio, sobre una tumba. Cuando la divisó de cerca, se dio cuenta que estaba escrito el nombre de su esposa. Así fue como el hombre supo que había estado casado con un fantasma sin rostro.

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FENÓMENOS

KANASHIBARI

Kanashibari es el término japonés para la parálisis del sueño, el fenómeno que sucede cuando el periodo REM del sueño se empalma con la conciencia despierta, provocando que la persona se sienta paralizada al estar sus ojos abiertos y su mente semi despierta, ocasionando que la realidad y los sueños se mezclen. La forma más común de kanashibari viene de la posesión de algún demonio. Cuando una persona está poseída, uno de los posibles síntomas que puede tener es la parálisis en el sueño. Este tipo de posesiones puede resolverse si un monje shugenja recita sutras Budistas para alejar al espíritu, después de lo cual el kanashibari desaparece y todo vuelve a la normalidad. El kanashibari también puede ser causado por humanos, comúnmente sacerdotes o hechiceros, como en el cuero de Kiyohime, en dónde un pasaje cuenta que Anchin, el amante de la princesa celosa, al tratar de rehuir sus insinuaciones, pide ayuda en un santuario Kumano, en donde atrapan a Kiyohime en un kanashibari, dándole tiempo a Anchin de escapar.

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TSURUBEBI

Los tsurubebi son pequeños espíritus de árbol que aparecen en la noche, en lo profundo de los bosques coníferos. Toman la forma de orbes azulados-blancos de fuego que rebotan arriba y abajo en las ramas, ocasionalmente dejándose caer al piso del bosque y flotando de vuelta hacia arriba de los árboles. Su nombre viene de la manera en que rebotan en los árboles, que se supone se asemeja a una cubeta de pozo meciéndose de atrás a adelante. Algunas veces la vaga figura de un humano o cara bestial puede ser vista en las llamas. Los tsurubebi hacen poco más que rebotar arriba y abajo o dejarse caer de las ramas. Sus llamas no producen calor y no queman los árboles donde viven; estos yokai tampoco representan otra amenaza conocida. Mientras que los tsurubebi son son considerados la mayoría del tiempo como un espíritu de árbol, también se ha sugerido que están relacionados muy de cerca con otros yokai llamados tsurube otoshi. Estos dos yokai comparten muchas similitudes, incluyendo sus nombres, hábitat conífero y comportamiento de dejarse caer. Sin embargo, mientras los tsurube otoshi son malévolos y peligrosos, los tsurubebi parecen ser enteramente benignos y desinteresados en los humanos.

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OBJETOS

SHŌGORO

A principios del siglo XVIII, había una rica familia mercader llamada Yodoya viviendo en Osaka. Por muchas generaciones, los Yodoya eran los reyes del comercio de arroz, trayendo consigo cantidades increíbles de efectivo. El jefe de la quinta generación, Yodoya Tatsugorō, tenía tanto dinero y vivía una vida de tan extrema opulencia que atrajo la atención de los bakufu (oficiales regionales del shogunato, algo como la policía militar). Los bakufu decidieron que ma familia Yodoya había acumulado mucha riqueza. Eran solo una familia mercader, y era impropio para la clase baja tener tanta riqueza. Su poder económico estaba por encima de su estrato en la vida, así que los bakufu le quitaron a Yodoya Tatsugorō todo lo que tenía: su arroz, su negocio, su casa, cada posesión. La familia Yodoya cayó en la ruina, y Tatsugorō se volvió un indigente. Hasta su posesión favorita, un pollo dorado increíblemente rico e indescriptiblemente espléndido llamado kogane no niwatori (金の鶏, literalmente “pollo dorado”), le fue arrebatado a él. La pérdida de su preciado pollo dorado le causó a Tatsugorō tanta pena que murió, y debido a las circunstancias infelices de su muerte, su fantasma fue incapaz de seguir más allá. Normalmente, cuando un fantasma permanece de esta manera, se adhiere al objeto de su deseo, ya sea una persona, un lugar o (en este caso) una cosa. El alma de Tatsugorō quiso adherirse a su preciado kogane no niwatori. En japonés, las palabras para “gong” y “dorado” pueden ambas leerse “kane.” El pobre fantasma de Tatsugorō debió confundirse y se adhirió a un shōgo cercano en vez de a su pollo, y el instrumento se convirtió en un tsukumogami.

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KURA YARŌ

Los kura yarō son sillas de montar cuyos dueños han sido asesinados. Debido a estos violentos actos, las sillas toman vida propia y actúan como guerreros. El kura yarō más famoso fue alguna vez la silla de montar de Kamata Masakiyo, el primer vasallo de Minamoto no Yoshitomo, general y cabeza del clan Minamoto. Después de perder una batalla durante la Rebelión de Heiji (1160 d.C.)b él y su amo huyeron de Kyōto. Pero fueron traicionados y asesinados por un aliado. La ira de Kamata Masakiyo por ser traicionado perduró tras su muerte y se adhirió a su silla de montar, que se transformó en un tsukumogami. Después, su silla levantaría ramas y se pavonearía como un guerrero, peleando con todo lo que pudiera. Aún después de su muerte, las armas de Masakiyo eran leales a su causa.

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MANEKI NEKO

En el distrito Yoshiwara de Edo vivía una famosa cortesana llamada Usugumo. Ella amaba a los gustos, y le tenía especial cariño a su propia mascota, a la que cargaba consigo a todos lados. Su amor por los gatos era tan grande que se comenzó a esparcir el rumor de que Usugumo había sido poseída o embrujada por un gato. Un día, mientras Usugumo trataba de ir al cuarto de baño, su gato comenzó a pegarse mucho a ella. Se negaba a irse de su lado, arañando su vestido y maullando sin parar. Al ver esto, el dueño del burdel pensó que el gato estaba atacando a Usugumo, y sacó su espada para dar una tajada hacia el gato. La cabeza del felino salió volando hacia el baño y hundió sus dientes en una gran serpiente venenosa que se estaba escondiendo cerca del lavabo. Usugumo se hundió en una profunda tristeza por la pérdida de su amada mascota, que incluso en la muerte le había salvado la vida. Para tratar de alegrarla, el dueño del burdel mandó hacer con el mejor carpintero una estatua idéntica al pequeño gato, hecha de la madera más fina. La estatua era tan hermosa y parecía tan llena de vida que llenó a Usugumo de alegría nuevamente. Todos quienes veían la escultura del gato querían una igual, y ese año se vendieron muchas copias de la figura en los mercados.

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Cuentos contemporรกneos


AKA MANTO

Aka Manto, que significa “capa roja” en japonés, es el espíritu de una mujer que habita los baños públicos de Japón. Suele esconderse en el último de los retretes para atemorizar a toda aquella joven que lo use. Aka Manto fue en realidad una joven sometida a la humillación constante de sus compañeros de colegio. Ahora, una vez muerta, su único objetivo es pagar con el resto del mundo las vejaciones por las que pasó durante su vida. La leyenda asegura que una vez dentro del retrete se escuchará una voz siniestra que nos preguntará “¿papel rojo o azul?”. Tras esta pregunta, aparecerán dos rollos de papel con estos colores. Si la persona escoge el rojo, Aka Manto aparece y desolla a su víctima. Arrancará su piel poco a poco para que las víctimas puedan sentir el dolor mientras se desangran. Por el contrario, si la víctima escoge el papel azul, el malvado espíritu cortará las piernas de la persona para que se desangre poco a poco. Al parecer, esquivar la pregunta tampoco funciona, aunque muchas versiones aseguran que es la única forma de escapar de la ira de Aka Manto. No obstante, otras aseguran que si optamos por esquivar la pregunta terminará con nuestra vida igualmente. Asimismo, si escogemos otro color se abrirá un agujero del que comenzarán a salir manos blancas que arrastrarán a la víctima hacia la más absoluta oscuridad. Algunas versiones aseguran que te puedes librar de Aka Manto corriendo al escuchar su voz. No obstante, otras tantas cuentan que, si esto sucede, Aka Manto podría aparecer frente a la persona bloqueando la salida y acabando con su vida de igual forma. Otras cuentan que durante esta aparición el cuarto de baño queda completamente bloqueado, como en una dimensión paralela, impidiendo que las víctimas puedan salir. Sin duda una de las leyendas de terror menos esperanzadoras de Japón, pues lo cierto es que parece que Aka Manto tiene muy claro

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su objetivo, acabar con la vida de la gente. Aunque parece imposible escapar de esta espeluznante aparición repleta de odio e ira, lo cierto es que, si contestas serenamente que no necesitas papel, cabe una pequeña posibilidad de que Aka Manto te permita seguir viviendo. Quizá dependa del humor que presente el espíritu en esos momentos, pues lo cierto es que esta vía de escape no siempre funciona.

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DARUMA-SAN

En Japón existe un juego llamado “Daruma-san” que está basado en una historia real. Daruma era una chica que era constantemente acosada por sus compañeros, después de un día cansado en el colegio Daruma decidió tomar un baño en su tina. Cuando estaba por finalizar se levantó y al hacerlo sin cuidado se resbaló, cayó sobre el grifo, y por el impacto uno de sus ojos salió de su órbita y murió desangrada en la tina. Para invocar su espíritu tienes que estar solo y completamente a obscuras, llenar tu bañera con agua fría después de la media noche, tomar un baño repitiendo constantemente “Daruma-San ven” con los ojos cerrados, con tu cuerpo frente al grifo. Repentinamente escucharás un ruido proveniente de la entrada del baño, seguirá uno aún más fuerte, pero no debes de dejar de invitarla a venir, se dice que el ruido será tan sonoro que el agua de la bañera se moverá por las ondas sonoras. En este momento ya está contigo en la habitación, pero no debes en ningún momento abrir tus ojos. Lo que debes hacer a continuación es levantarte con los ojos completamente cerrados, con mucho cuidado porque el fantasma espera que te resbales y mueras como ella lo hizo. Al salir de la bañera debes secarte para poder cambiarte, al salir del bajo ya podrás abrir los ojos para ir a tu habitación a dormir y por la mañana tu peor pesadilla comenzará. Empezarás el día sintiéndote sofocado, con una presión extraña en tu pecho, tendrás también la sensación de que alguien te observa, es Daruma persiguiéndote, podrás verla por el rabillo del ojo derecho, entre más cerca esté podrás percibir un olor putrefacto y el sonido de su andar. Todo el día tendrás que escapar de ella, para hacer que se detenga debes de decir tomete, que significa detente en japonés, pero solo dura unos cuantos minutos congelada, en ese tiempo tienes que correr por tu vida, porque entre más lo uses más rápida se vuelve.

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Antes de la medianoche debes voltear hacia ella y gritar “kitta”, que significa “te suelto” en japonés, y hacer un movimiento de corte con tu mano, esto debe ser muy rápido debido a que si no funciona pasarás el resto de tu vida siendo perseguido por Daruma. El ritual que se hace para “jugar” con el fantasma de Daruma es muy riesgoso y no se recomienda intentarlo, si decides realizarlo es bajo tu responsabilidad.

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EL INFIERNO DE TOMINO

El infierno de Tomino es el nombre de un poema japonés. Se dice que debes leerlo solo en tu mente, nunca en voz alta. Quien llegue a leerlo en voz alta será responsable de sus acciones. El infierno de Tomino (トミノの地獄) fue escrito por Yomata Inuhizo (四方田 犬彦) para un libro llamado The Heart is Like a Rolling Stone (心は転がる石のように), y fue incluido en la vigésima séptima colección de poemas de Saizo Yaso (西條 八十) en 1919. No es seguro cómo empezó este rumor, pero deja la advertencia de que “a quien lea el poema en voz alta le sucederán cosas terribles”. La historia se hizo popular en el sitio web japonés 2ch, en donde varios usuarios publicaron fotos y vídeos de ellos leyendo el poema. Hubo muchos usuarios que dijeron que nada sucedió, pero también hubo varios temas en los cuales el usuario no regresó para comunicar los resultados.

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EL TÚNEL KIYOTAKI

En el siglo pasado, en Japón se ordenó la construcción del túnel Kiyotaki a los esclavos chinos que tenían prisioneros. Durante ese tiempo, decenas de ellos murieron debido a las condiciones inhumanas en las que trabajaban y la escasa comida que tenían. Muchos de los cuerpos fueron dejados allí cerca y algunos enterrados por la zona. Los esclavos maldijeron el lugar y se dice que, hasta hoy en día, sus almas en pena vagan por el túnel. Aunque hay una señal que indica que su longitud es de 321 m, la gente afirma que, dependiendo de la hora del día, el tamaño cambia y se convierte en 444 (el número cuatro es señal de mala suerte para muchos países asiáticos, en especial para los japoneses, ya que, el número cuatro y muerte se pronuncian muy similar. Tal es el miedo que le tienen, que hay hospitales donde no tienen ese piso o si no, es utilizado como morgue), que le dan el significado de tres veces muerte. Los lugareños afirman que se oyen gritos aterradores que no tienen origen. Se cree, además, que dentro aparecen las almas de los difuntos y que algunos pueden llegar a subirse en la parte trasera del coche, provocándote un accidente. Algunas víctimas también cuentan que en una zona del túnel aparece un espejo, al costado de la carretera, y que, si el conductor lo observa y ve reflejado un fantasma, sufrirá una terrible muerte unos días después. Debido a esta leyenda, cuando uno va hacia allí, puede ver que, en la entrada del túnel, aunque el semáforo se encuentre en verde, los vehículos no entran. Esto se debe a que se tiene la creencia que, sí está en verde, es como una invitación de los muertos a entrar y pueden pasarte cosas malas. Por eso la gente se espera a que se ponga en rojo y luego otra vez en verde, para entrar.

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GOZU

La leyenda de Cabeza de Vaca se remonta al siglo XVII, y ya por entonces los rumores decían que con solo escuchar esta historia los habitantes de una aldea quedaron tan aterrados que tuvieron escalofríos por muchos días hasta que finalmente terminaron muriendo del susto. Ante semejante rumor, el gobierno local consideró que la leyenda urbana de cabeza de vaca era muy peligrosa y se tomó la decisión de quemar todos los registros escritos sobre la misma. Las pocas copias que sobrevivieron fueron cortadas en pedazos y repartidas alrededor del país como forma de crear un enigma que solamente los más valientes podrían completar algún día. Hoy se cree que las historias de Cabeza de Vaca que se cuentan no son más que fragmentos de la original, pero aun así cuentan con el suficiente poder para invocar todo tipo de eventos sobrenaturales. Una de las versiones más recientes de Gozu habla acerca de un maestro de escuela que, sin explicación, logró hacerse con una copia de la leyenda de cabeza de vaca. El rumor cuenta que este maestro llevaba a sus alumnos en viajes de excursión y le encantaba amenizar los viajes escolares contando historias de fantasmas. Los alumnos, normalmente incontrolables cuando salían de viaje, se acostumbraron a escuchar con atención y portarse bien al escuchar los relatos terroríficos de este docente. Esta fascinación bizarra y mórbida por los relatos del profesor hace que la leyenda urbana de Gozu sea aún más extraña. En uno de los viajes, el maestro les dijo a sus alumnos que les contaría un cuento llamado Cabeza de Vaca, que este estaba considerado como prohibido en todo el país. En ese momento, y antes de que siquiera empezara el relato, los niños ya empezaron a sentir el pánico. Gritaban y lloraban para que el profesor no siguiera contando la historia. Uno de los niños se puso blanco del miedo y cubrió sus oídos, otros empezaron a gritar. El profesor nunca se detuvo y contó la historia hasta el final, o al menos lo que conocía de la leyenda. Casi una

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hora después recuperó la conciencia. El autobús en que viajaban se había caído en una zanja. Todos los estudiantes estaban desmayados y les salía espuma por la boca, por otra parte, el conductor yacía sobre el volante, sudando y temblando. Nunca se volvió a escuchar la leyenda de Cabeza de Vaca, aunque algunos dicen que la leyenda original de Cabeza de Vaca nació a partir de un escrito de ciencia ficción hecho por el autor japonés Komatsu Sakyo, pero nadie puede encontrar registros que vinculen a este autor con la leyenda. También existe una leyenda ucraniana llamada Cabeza de Vaca sobre una mujer que recibe una buena fortuna como recompensa al ofrecer refugio a la cabeza de una vaca sin cuerpo que la visita en su casa una noche. La leyenda de Cabeza de Vaca se dice que es tan aterradora que todas las personas que la escuchan mueren o se olvidan totalmente de haberla oído. De allí que hoy en día se la considere una leyenda urbana sin explicación. Una vez más las historias y experiencias japonesas nos ayudan a entender que el terror toma diferentes formas dependiendo del lugar, el relato y el público al que se apunta. Gozu, o Cabeza de Vaca, puede ser un humano o una criatura de otra dimensión, pero lo cierto es que su presencia es innegable en las listas de leyendas urbanas japonesas aterradoras.

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KOKKURI-SAN

Kokkuri-san es un juego que en la última década ha vuelto a ponerse de moda. Es muy similar a la ouija, pero se cree que es mucho más seguro debido a que aquí se invocan espíritus de la religión sintoísta. El juego es muy popular entre los estudiantes, aunque algunos deciden jugarlos en el instituto y acaban siendo amonestados por ello. Al igual que la ouija, se corre el riesgo de invocar un espíritu maligno y algunos dicen que puede llegar a poseer a alguno de los participantes, por lo que no es recomendable jugarlo. Según las leyendas, con este juego invocas a Kokkuri-san, un espíritu mezcla entre zorro, perro y mapache. Las características de estos animales hacen que el espíritu sea peligroso: el zorro destaca por su sabiduría que mal usada, puede embaucarnos y hacer que sucedan cosas terribles; el perro es leal y aunque el mapache traiga buena suerte, también puede hacernos travesuras. Uno debe tener cuidado de que preguntar y sobre todo hacer la invocación bien, ya que si no se lo llama al Kokkuri-san, será otro espíritu quién tome su lugar y esto puede ser peligroso. Se recomienda hacer preguntas banales y evitar las complicadas de las que no queremos saber respuesta. También se dice que Kokkuri-san no siempre responderá con la verdad. Para jugar se necesita al menos dos personas, una hoja de papel o un tablero de juego, un bolígrafo y una moneda que sea de diez yenes. Las instrucciones para jugar pueden encontrarse por Internet fácilmente, igual que como dibujar el tablero. Solo que cuando el juego ha acabado y te hayas despedido a Kokkuri-san, debes quemar el papel o romperlo y tienes 24 horas para gastar la moneda utilizada, sino se dice que traerá mala suerte.

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LA VILLA DE INUNAKI

La villa de Inunaki es un pueblo misterioso que está completamente aislado de otros pueblos e incluso del propio país del japón; ni siquiera saben bien si existe tal lugar, porque se cree que los que han intentado ir nunca regresaron. Hay un cartel en la entrada del pueblo que dice: “la constitución de las leyes de Japón no se aplica aquí”. Se dice que la gente de este pueblo vive de una forma extremadamente rara. Según las leyendas, el incesto, el canibalismo o el asesinato es muy común en este lugar. Por alguna razón, no se puede utilizar el teléfono celular o cualquier otro dispositivo electrónico. Hay viejas tiendas y teléfonos públicos en el pueblo, pero no se puede llamar a nadie. También se sabe que los militares una vez al mes les tiran desde helicópteros alimentos, se cree que este lugar fue el efecto de una gran enfermedad y por eso su total aislamiento. Más que una ciudad, se trata de una pequeña aldea que se encuentra oculta en las campiñas japonesas. Su ubicación exacta no la conoce ningún ciudadano. Y esto se debe a que cuando alguien arriba a esta tierra de nadie, según la tradición, no podrá abandonarla por el resto de su vida. Y tendrá que esforzarse mucho si quiere tener una vida larga, pues cuenta la leyenda que la aldea es un territorio sin Dios ni Ley. Se trata de un lugar en el que no existen normas y cada cual puede realizar lo que desee sin sufrir consecuencia alguna… además, claro, de la posible venganza de los enemigos que se vaya formando con el tiempo. Son numerosos los relatos de viajeros que desaparecen sin dejar rastro en medio de los caminos (siendo generalmente comerciantes): tradicionalmente se decía que habían terminado en Inunaki. Los orígenes de la leyenda, sin embargo, son un tanto difusos y no está claro de dónde surgió o cómo comenzó a ganar popularidad.

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NANAMEI: LA NIÑA DE LA BRECHA

Nanamei era una pequeña niña que vivía en la aldea Minamata, algunas personas dicen que pertenecía a una familia pobre y por eso sus padres debían estar todo el día fuera trabajando, dejando a la niña sola en casa, porque no podían dejar a nadie a su cargo. La pequeña pasaba todo el día jugando afuera de su casa, hasta que un día conoció a un chico con el que se divertían jugando a las escondidas. El médico de la zona siempre la veía jugar y como perdía, hasta que decidió ayudarle. Diciéndole que le mostraría un sitio donde no podría ser encontrada, se la llevó hasta la morgue, donde además de violarla cometió diversos tipos de torturas. Con el paso de los días, la pequeña no aguanto más y acabó cometiendo suicidio, cortándose el cuello con un bisturí. Existen otras dos versiones, en una de ellas se cuenta que un hombre la secuestró y acabó dejándola en su sótano, donde ella se quitó la vida. La otra es parecida a la primera, en esta, el último amigo que encontró fue el hijo de un respetado doctor de la localidad con el que aprendió a jugar al escondite. El chico quiso gastarle una broma, y mientras jugaban al escondite, la encerró en la habitación donde su padre realizaba las autopsias a los cuerpos sin vida, tras dejarla encerrada el muchacho se dedicó a jugar a otros juegos de tal manera que se olvidó completamente de la niña hasta el día siguiente. Temiendo las represalias el muchacho guardó silencio, ya que tenía la entrada a esa zona completamente prohibida, por lo que Nanamei permaneció ahí durante días. Cuando el médico tuvo que entrar de nuevo, a recoger uno de los cuerpos para la funeraria encontró a la chica, ésta se había suicidado cortándose el cuello y permanecía sentada en el suelo apoyada contra la pared con la garganta abierta de un tajo, un bisturí en la mano y rodeada de un gran charco de sangre, con sus ojos sin vida mirando fijamente hacia la puerta. Para evitar problemas a su hijo y a la dignidad de la familia, la incineró junto a otro cadáver y jamás volvió a

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saberse nada sobre ella. Se cree que el alma en pena de la niña puede encontrarse en sótanos, en los lugares oscuros de la habitación como puede ser el armario o entre las sombras de los muebles. Si uno tiene la mala suerte de verla, dicen que ella saldrá de su escondite y te retará a que será ella quién te encontrará la próxima vez, por lo que el afectado debe ir con cuidado porque al volver a verla, ella te cortará la lengua para que así nadie te encuentre. Algunos cuentan que, si decides buscarla y la encuentras, lo único que conseguirás será sufrir una agonía casi tan grande como la que ella sufrió. Se dice que empezarás a aislarte, siempre estarás paranoico, notarás como los aparatos eléctricos no funcionan bien cuando estás cerca, empezarás a no poder comunicarte con los demás… aparte, en las noches podrás ver los ojos de la niña, escuchar susurros y sentir como ella te toca. Cuando ya has acabado de enloquecer, ella se dejará ver. Aunque no se sabe a ciencia cierta qué es lo que sucederá, algunos creen que ella te poseerá y acabará haciendo que te suicides igual que ella, haciéndote un corte en la garganta para así morir desangrado como ella.

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OKIKU: LA MUÑECA POSEÍDA

En 1932, una muñeca fue poseída por el espíritu de una niña en Japón. En este sitio una niña de apenas tres años llamada Kikuko Suzuki contrajo una enfermedad terminal, que la obligó hacer reposo absoluto durante meses. Frente a esta triste situación, su hermano mayor, Eikichi Suzuki, de 17 años, viajó a una ciudad cercana para elegir el mejor de los regalos para la pequeña. Entre decenas de juguetes, el joven optó por una preciosa muñeca de porcelana, de unos 40 centímetros de alto. Ésta tenía pelo negro por la altura de los hombros y un tradicional kimono japonés. Sus ojos también llamaban poderosamente la atención. Parecían perlas negras dentro de una cara blanca de porcelana. Kikuko adoró a su muñeca desde el primer instante que la vio. La niña no dejaba de abrazarla y la bautizó con el nombre de Okiku. Pasaron cinco meses y la niña falleció dejando sin consuelo a su familia. Como es tradición en japón, la cremaron junto a sus objetos más preciados. Sin embargo, se olvidaron de Okiku y no quisieron quemarla después. Por esa razón, decidieron colocarla junto a las cenizas de la pequeña en el altar familiar que habían armado en su hogar. En medio de la profunda tristeza, la familia se percató de un hecho aterrador: a la muñeca que habían dejado junto a los restos de su hija, le crecía el cabello negro azabache pasaba la línea de sus hombros y, en pocas semanas, llegó hasta las rodillas. La familia comenzó a pensar de esta manera que el espíritu de la Kikuko habitaba en la muñeca y desconcertados por lo que les estaba sucediendo, atinaron a cortarle el cabello, pero éste le volvió a crecer una y otra vez. Durante la Segunda Guerra Mundial, la familia emigró y le pidió a unos monjes del templo Mannenji que estuvieran a cargo de la

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muñeca. Incrédulos de los supuestos sucesos, los monjes aceptaron y, al cabo de poco tiempo, tomaron como tarea habitual cortarle el cabello. Hasta el día de hoy, la muñeca continúa estando en el templo, y es visitada por miles de curiosos que gustan de comprobar con sus propios ojos a la tenebrosa muñeca.

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RED ROOM

Dice la leyenda que por el año 2000 empezó a aparecer por internet una animación flash en la que dos amigos charlan acerca de un popup (ventana emergente) que causa la muerte de quien la cierre. El más escéptico de los dos decide investigar y tras muchos intentos, encuentra el vídeo. En su pantalla aparece una ventana y una voz infantil le pregunta “あなたは好きですか” (“anata wa suki desu ka?”), que significa “¿te gusta?”, aunque él la cierra varias veces, ella sigue apareciendo. La frase ahora cambia a “あなたは赤が好きですか” (“anata ga aka suki desu ka?”), en español: “¿te gusta el rojo?” para acabar con “あなたは 赤い部屋が好きですか” (“anata ga akai heya ga suki desu ka?”), “¿te gusta la habitación roja?”. Entonces aparece una lista de diferentes nombres, siendo el último el de su amigo. El chico, asustado, se aleja del ordenador, pero en ese momento ve reflejado en el monitor a alguien acechando detrás suya. Al día siguiente, hay un rumor en el instituto donde dice que ambos estudiantes se han suicidado y sus habitaciones estaban cubiertas de rojo por su sangre. El vídeo acaba con la imagen del ordenador del joven escéptico y allí se encuentra su nombre. Sin duda alguna, el vídeo es bastante macabro y se supone está maldito. La persona que lo vea está condenada a muerte. Igual que en la leyenda, a ti te saldrá la ventana constantemente, hasta que finalmente la pantalla quede en negro. Allí aparecerán los nombres de varios de tus amigos y tú serás el último de la lista. Lo que da más poder a esta leyenda es que si uno ve el vídeo y no tiene deshabilitado las ventanas emergentes, aparecerá el famoso popup haciendo las mismas preguntas. Aunque este vídeo se tornó más conocido debido al caso en 2004, donde una chica asesinó a una de sus compañeras de clase (el caso de Nevada Tan) y al investigar el caso, en su ordenador, se encontraba en favoritos la página del vídeo de la Habitación Roja.

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TEKE TEKE

Teke Teke es el fantasma de una colegiala japonesa que vaga por las estaciones del tren en Japón. En vida era una chica asustadiza e impresionable, y eso la hacía blanco frecuente de bromas pesadas. Un día de verano (temporada de cigarras en Japón) esas bromas fueron demasiado lejos, y sus compañeros, viéndola que esperaba el tren con la mirada perdida, se acercaron sigilosamente por atrás y le lanzaron una cigarra en el hombro, haciéndola dar un brinco que la hizo terminar en las vías férreas, donde un veloz Shinkansen (tren de alta velocidad) la partió en dos. Desde ese día, ella pena cerca de las estaciones, buscando acabar con bromistas como los que la precipitaron a su muerte, aunque no duda en acabar con inocentes también. Existe una historia diferente a las comunes de Teke Teke en la que nos cuenta que un estudiante de una escuela solo para hombres salió más tarde de lo debido, cuando de pronto, antes de que abandonara el colegio, escuchó un extraño ruido detrás de él. Inquietado, el muchacho se giró y vio que, viéndolo desde una de las ventanas del segundo piso de un edificio lleno de aulas, estaba una hermosa chica de misterioso aspecto. Ella lo veía con los brazos apoyados en el alféizar y la cara entre las manos, él no podía ocultar el asombro que le producían aquellas dulces facciones y aquellos ojos negros, profundos y templados. ¿Qué hacía una chica así en un colegio de hombres? Él no lo sabía, y dejó de importarle cuando ella sonrió coqueta y maliciosamente, pero este no fue más que el principio del fin, porque tras un par de segundos ella saltó por la ventana y cayó al pavimento, sin destrozarse, y revelando que su cuerpo carecía de mitad inferior. Congelado por el terror, el muchacho la vio arrastrarse con los brazos, haciendo un ruido que era como “tek, tek, tek, tek, tek”. El chico trató de gritar, pero la voz no le salía, intentó salir corriendo, pero sus piernas solo podían temblar y temblar. Ahora sabía que se trataba

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del Teke Teke, pero era demasiado tarde; y ella, que iba dejando una estela de sangre nacida de sus órganos expuestos, saltó violentamente sobre él, sacó una guadaña y lo cortó en dos, condenando al chico a ser otro “Teke Teke” más.

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