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MI ABUELA AMALIA

María Antonieta Quijada Asistente Social Chile

Esa mañana era brillante, el aroma de verano que emana del jardín y de la huerta cuando sale sol y el calor que hace brotar perfumes de frescura y azahar, más ese brasero donde se estaba quemado azúcar y se tostaba el pan, embriagaban mi mente de niña y sentía tanta tranquilidad y alegría sin motivo, o al menos eso pensaba, hoy digo que eso era felicidad. Esta conversación de madrugada era siempre sobre cómo curar ciertas enfermedades de los niños, los adultos y los ancianos. Mi abuela decía que Dios nos daba todo en la naturaleza incluso los “remedios”, por eso cuidaba las plantitas y los árboles. En la huerta era fácil encontrar: menta, hinojo, ruda, toronjil, yerba buena, manzanilla, árboles de durazno, guindas, cerezas, albaricoques y un sinfín de verduras y flores.

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La vecina le contaba a mi abuela sobre lo mal que lo había pasado en la noche, porque no podía conciliar el sueño y mejor se había levantado y como sabía que me abuelita se levantaba al alba, había decido ir a pedirle un consejo. Después de tomar varios mates, mi abuelita le pidió a la vecina que la acompañar a la huerta, yo sigilosamente las seguí y la escuché relatar la historia de cómo había llegado cada árbol, cada planta y cada flor hasta su huerta; me sonríe y pensé, no sabré yo las historias, pues siendo su más fiel compañía, había escuchado ya muchos de esos relatos.

“Le recomiendo la buena Señora Menta”, le decía mi abuela, acercándose una hoja a la nariz y aspirando su fresco aroma, continuaba … ” esta es una sabia hierba que sirve para relajarse, debe tomarla en la noche, remojada en agua caliente; no solo le servirá para dormir relajada, también la ayudará para su estómago, el dolor de cabeza y como tiene mentol, también despejará la nariz y si tiene alguna pena, agregue al Señor Toronjil… y lleve un poco de aloe vera, ayuda con las heridas y los moretones, por si alguno de sus niños cae y se golpea”.

Mi Mágica abuela, conocía las propiedades de cada planta, árbol y flor de su huerto, en mi niñez me curó de resfríos, dolores de cabeza, estómago, heridas, moretones y hasta fiebre,esto hoy no sería posible, porque la Medicina ha avanzado mucho y está más accesible. Mi abuelita acompañaba luego a la vecina a la puerta de salido, no sin antes pasar por la cocina y en una bolsa de papel colocar unos panes amasados que al alaba había horneado en un horno de lata en el patio, una mermelada de albaricoques, fruto abundante en la huerta de mi casa; unos tomates que había recogido y algunas papas que producía bondadosamente nuestra tierra.

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