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MI ABUELA AMALIA

Maria Antonieta Quijada Chile

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Mi buena abuelita; no tenía que preguntar mucho para entender los sufrimientos de la vecina, más bien le iba dando algunas lecciones mientras recorría su huerto y así calmaba el hambre de un corazón herido y del estómago vacío

Al despedirse, la vecina abrazó a mi abuelita y con lagrimas en los ojos, le dijo en cuanto tenga flores mi jardín le traeré un ramito de ellas son bien lindas, mi abuela dijo…las estaré esperando, muchas gracias…; yo pensé “para que querrá flores mi abuelita si tenemos tantas…”

Todo ese tiempo estuve apegada a las faldas de mi abuela y mi mente de niña, no lograba entender muchas cosas y le pregunté:” ¿por qué lloraba la vecina? ella me dijo… “porque hay emociones que son tan grandes como la pena o la alegría, que te brotan por los ojos como agüita” y volvía a preguntarle ¿por qué le regalas pan y comida? “porque cuando uno tiene en abundancia debe dar, no es bueno acumular porque las cosas se las pueden comer los ratones.” y finalmente le pregunté … abuelita, ella dijo que te traería flores, pero nosotros tenemos muchas, para qué más, mi abuelita dijo… “porque cada uno da de su riqueza y para ella son las flores y le di las gracias porque entiendo también que ella quiere retribuir lo que ha recibido hoy y así si vuelve necesitar de mí no le dará vergüenza regresar.

Al tiempo habría de saber que la vecina no tenía un buen pasar, su marido era alcohólico y se gastaba todo el poco dinero que lograba reunir trabajando ocasionalmente en lo que fuera, además la golpeaba a ella y a sus hijos y pasaron muchas penas, que mi abuelita ayudó a mitigar. En aquellos años la violencia intrafamiliar era normal y aceptada; la mujer no tenía voz, por lo que no había denuncia; la pobreza también era extrema, pero no era medida, menos combatida y el analfabetismo era protagonista de aquel tiempo. Sin embargo, en toda época la mujer siempre estuvo a cargo de la familia, luchando por los hijos y dando ejemplo de valentía y resiliencia. Esa mañana quedó grabada en mi mente, aún recuerdo el brillo del sol sobre el caminar pausado de mi abuela y su sonrisa con tanta paz, puedo sentir la caricia de su calidad mano sobre mi cabeza, ella me tomó de la mano y caminamos de regreso hasta la huerta y me sentí tan segura. Esa maravillosa mujer hizo que siempre pensara que era fácil ser feliz con las cosas simples que tenía a mi alrededor, que la Fe mueve montañas y que ayudar te engrandecía, reafirme que ella. Fue el tesoro más grande de mi niñez temprana.

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