White-painting
Retratos del Fayum
Pinturas blancas, mística o misterio. ¿Existe la eternidad para el ser humano? ¿De dónde venimos, a dónde vamos?
Los rostros de El Fayum llevan vivos en sus sepulturas más de dos mil años, imperecederos, incorruptos, pese al paso del tiempo, eternos y sin embargo, con la frescura, con la lozanía casi etérea de un cuadro que hoy mismo hubiera sido pintado. Con la misma frescura Doireau recrea esos antiguos retratos para, de alguna forma, traérnoslos al mundo cotidiano y su lenguaje particular; loco, desenfrenado. Entonces... imágenes tiernas, serenas, elaboradas con mimo y sentido de trascendencia por los maestros de antaño, que momificaban presencias de semblantes, antes que quien sabe, sus almas volaran muy lejos. Hoy, Doireau sacia obediente su sed de continuidad de la unica manera posible: la transformación. Así, sus nuevos rostros ya no son tanto imágenes espejo, nítidas, nominadas, como formas, relieves, texturas, luces y sombras anónimas. Del oscuro total, el negro nace, no el color sino todos los colores en uno, en trazos eléctricos, intuitivos , apremiados por la velocidad de la materia al cuajarse definitiva y sin concesiones. Tan sólo preconcebida la asimetría que se establece desde el trazo vertical primero. Las nuevas caras blancas, inmaculadas, nos miran desde su dualidad: una femineidad declarada hecha de brutalidad. Al filo del final se lanza una gota que se coloca ella sola en un lugar que le place y da culmen y sentido a un lienzo ya único, un rostro reconstruido con la misma esencia de aquellos que les regala una nueva eternidad. Presentación y crítica de Cayetana Román Ruiz del Moral. Escritora.
Artista multifacético, nace en francia, en el año 62. Sin formación específica; obedeciendo únicamente al impulso de la inquietud creadora, se pasea por las artes curioseando con tranquilidad, con inocencia incontaminada de prejuicios academicistas o mercantiles. Así escribe algunos libros y coquetea también con la pintura y el cine, en la búsqueda consciente de su medio natural de expresión, antes de dar con él. Hallada la escultura, a través de formas, materiales y texturas diversas, se propone investigar los entresijos de la naturaleza humana, logrando escarvar las emociones escondidas al indagar en los misterios de la existencia con entusiasmo visceral. En sus inclasificables piezas se manifiesta un estilo puro, libre, indómito, impretencioso, que antepone en sus planteamientos la transmisión de sentimientos, la sugerencia, a la propia belleza que sin duda encuentra sin objetivar. Son todas y cada una de ellas clara invitación a reflexionar con el corazón. Su concepto de arte va más allá de la creación personal unidireccional, en la que entiende tan sólo el inicio de un camino que el observador atento, implicado, deberá continuar y completar. A través de la interactividad de ambos, la obra se transforma en colectiva, siempre viva y en constante movimiento y crecimiento expresivo. La creación de este joven, y sin embargo maduro escultor, podrá gustar o no, pero lo cierto es que no inspira indiferencia, pues remueve el espíritu con la magia prodigiosa de los grandes maestros, poniendo nuestros seis sentidos en acción.
Eric Doireau
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