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Y la prueba del covid-19?

Nadie en el mundo cree que hay tan pocos infectados en México y desde luego en la Península; el caso de Pech y Calderón son reales, con tos, alta temperatura y malestar general, uno fue a un hospital de gobierno y lo enviaron a casa, sin prueba del COVID-19 y solo una receta para comprar paracetamol, el otro llegaba de España y tampoco le hicieron la prueba. Así es como identifican a las personas contagiadas. ¿Y LA PRUEBA DEL COVID-19?

POR LUIS VALLE

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CARLOS PECH AMANECE TOSIEN

DO, lo atribuye a los signos normales de todas las mañanas. Sale de bañarse y continúa su rutina. Por sus constantes quejas su esposa le toma la temperatura y el termómetro marca 37.5 grados Celsius. Empiezan los malestares comunes de la gripa. Unas horas después decide ir al médico, va al consultorio de la esquina, pero es imposible entrar por la cantidad de gente que se encuentra esperando su turno, mejor se da la media vuelta.

Aún la pandemia no se ha desatado. Decide ir a la T1 donde la situación es prácticamente la misma. En la puerta de la clínica no hay nadie con cubre bocas, no hay gel antibacterial, ni se les pide mantener la sana distancia entre uno y otro de los presentes. Es un lugar donde se atienden los casos y emergencias más graves de la zona oriente y sur de Mérida. En la pared hay un letrero que indica que ese tipo de “urgencias”, una gripa no es como tal una urgencia y que debe asistir al consultorio familiar que le corresponde.

Carlos insiste que se siente muy mal. La temperatura no cede y el flujo nasal es cada vez mayor. Espera al rededor de dos horas y media para ser atendido en urgencias por un doctor joven, con claros signos de cansancio.Sus signos vitales son prácticamente normales. Le realizan un breve cuestionario de rutina y le diagnostican una gripe común. Él insiste que se siente mal. Le recetan paracetamol y lo mandan a su casa. La pandemia ya es real en gran parte del mundo y todos están en riesgo. Durante más de siete días en su cama, con gripe y sin poder salir a trabajar atiende la información que cada vez se vuelve más alarmante.

Comienza a preocuparse entonces ya por los lugares por donde estuvo, en las zonas donde pudo ser contagiado y ahora su familia podría estar en riesgo. Se pregunta si entonces el medicamento que tomó y el diagnóstico que le dieron es el correcto. Empieza el miedo. Se cancelan las clases, eventos masivos, parques, y se cierran negocios. La crisis comienza y aún faltan semanas para saber si en su casa no hay nadie infectado.

En el hospital a nadie le interesó hacerle la prueba del COVID-19, a pesar de que los síntomas apuntaban hacia un contagio. El verdadero miedo se desata.

UN YUCATECO EN ESPAÑA Por trabajo Luis Calderón viajó a Europa la primera semana de febrero. Madrid y París eran su destino, y en cuestión de días se convirtieron en pesadilla irremediable.

Las noticias llegaron a toda España y alertaron a la población del virus que se extendía en ese continente. En aquel momento las autoridades pedían a los ciudadanos tomar precauciones ante la amenaza.

Albergado en un departamento con cocina, realizaba sus nuevas actividades, entre ellas visitar a los clientes que tenía encomendados y turistear en tiempo libre.

Un día las autoridades ordenaron cerrar todos los comercios que no fueran farmacias y supermercados.

La diferencia era notable comparado a México. La gente obedece. Madrid se tornó vacío.

En un abrir y cerrar de ojos el aislamiento era inminente. Su empresa le pidió regresar a México.

La alerta general cubrió Europa totalmente. La pesadilla siguió en el aeropuerto, era difícil cambiar su boleto, en los hoteles ya no admitían huéspedes por órdenes del gobierno.

Al final su empresa le consiguió otro boleto. En el aeropuerto de Madrid, los filtros eran estrictos, control de temperatura, gel, cubrebocas, lentes y guantes.

En 24 horas llegó a la Ciudad de México, y un poco más tarde a Mérida. En ningún aeropuerto mexicano hubo filtros sanitarios, gel, cubrebocas, lentes ni guantes.

Nadie lo interrogó, no le hicieron la prueba del COVID-19 por venir de un país infestado. Era el 14 de marzo.

Por conciencia y la alta posibilidad de haberse contagiado, se aisló 15 días por voluntad propia. México, y Yucatán no son España. Allá respetan las leyes, aplauden a sus médicos y enfermeras por el heroísmo, mientras aquí los bajan del camión porque vienen de un hospital.

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