AMSTERDAM BERLIN Y PRAGA
ESTADOS UNIDOS MONGOLIA REPUBLICA DOMINICANA ECUADOR PUERTO MADRYN
EDITORIAL De mi paso por la universidad me llamó la atención un concepto desarrollado por algunos pensadores contemporáneos. No recuerdo bien la palabra que lo referencia, pero era algo así: la evolución exponencial de la tecnología y los medios de comunicación en la actualidad es mucho más rápida que nuestra capacidad intelectual para entenderla y poder así prever sus consecuencias en la sociedad. Cuando éramos chicos, escuchar a nuestros padres o abuelos decir “En mi época las cosas eran mejores”, “Esta juventud está perdida”, nos generaba risa, rechazo o rebeldía. Hoy, ya en la adultez, vemos a nuestros hijos o los hijos de amigos apasionados con las tablets, los celulares y las consolas de juegos. También observamos, a veces sin comprender, cómo desarrollan sus vínculos con los demás en las redes sociales, y por momentos nos vemos a nosotros mismos ocupando el lugar conservador de aquellos mayores que solíamos burlar de niños. La tecnología no es mala en sí, nos brinda grandes facilidades y beneficios. Solo que a veces no hacemos un uso correcto de ella ya que su efecto es fascinante. La locura de las ciudades, el tránsito, el ritmo cada vez más agitado también nos desconcierta, nos pasa por encima. No sabemos a ciencia cierta adónde nos llevará el vertiginoso avance de nuestra sociedad. Ante esta vorágine, existen muchas cosas que uno puede hacer para repensar la vida cotidiana en la que estamos inmersos y hacer un poco de foco, o intentarlo al menos. Entre todas ellas, viajar, salir de vacaciones, conocer otras culturas, alejarse de la rutina y del entorno diario, mirar el mar, meter los pies en el río, nos conecta con otro ritmo, otra perspectiva desde donde ver las cosas. Por ejemplo, atravesar el desierto de Gobi en
Mongolia y conocer sus pobladores nómadas, la manera en que se trasladan en camello, sus vestimentas, su comida, nos vincula con lo más primitivo de nuestras necesidades, con la simpleza de una cultura ajena, tan milenaria como alucinante. Caminar entre edificios medievales y pasear en carruajes antiguos en Praga; o navegar por los canales centenarios de Ámsterdam; o recorrer el Muro de Berlín en un auto eléctrico para dos personas; o contemplar la movida artística de la vanguardia alemana, son todas experiencias que nos arrojan a un quiebre espacio-temporal que nos hace rebotar de aquí para allá entre los cientos años de historia y la Modernidad. Recorrer en gomón la inmensidad del Cañón del Colorado o caminar por un bosque entre secuoyas de hasta 85 metros de altura en Estados Unidos, puede trastocar nuestros sentidos y ayudarnos a tomar dimensión de lo majestuosa que es la naturaleza, de lo pequeño que somos frente al universo. Estar cara a cara frente al piquero de patas azules o frente a una tortuga gigante en Galápagos, nos pone por un instante en los zapatos del joven Darwin en su paso por las islas en 1835, donde comenzó a elaborar su teoría de la evolución de las especies. Contemplar el nado de una ballena franca austral o bucear entre lobos marinos en Puerto Madryn, puede ser otra de las incontables experiencias de este tipo que enriquecen nuestra forma de ver el mundo. Esenciales para abrir la mente y tener una perspectiva crítica sobre esa evolución tecnológica, mediática y social, que todo lo abarca, incluso a nosotros mismos. Viajar nos ayuda a encontrar un equilibrio, a barajar y dar de nuevo. Viajar enriquece, alimenta. Démosle de comer bien a nuestro paso por el mundo.
Nicolás Anguita Director artístico
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SUMARIO 10 DISPAROS AL MUNDO 12 HISTORIAS CON VALIJA 14 PLATO VOLADOR 16 CIUDAD EXTRAÑA 18 LIBROS EN ORBITA 20 FIESTAS & RITUALES 22 PARADOR SOÑADO 24 TRAVEL SHOP 26 TRAVEL SMART 28 CANTO RODADO 30 EUROPA 44 MONGOLIA 54 ESTADOS UNIDOS 66 ECUADOR 78 REPUBLICA DOMINICANA 88 PUERTO MADRYN
PROPIETARIO ASATEJ S.R.L. STAFF DIRECCION PERIODISTICA EXEQUIEL SIDDIG // DIRECCION ARTISTICA NICOLAS ANGUITA // GERENTE DE MARKETING MARIO R. CINGOLANI // JEFE DE ALIANZAS Y PUBLICIDAD DIEGO FOTI: diego.foti@almundo.com // JEFE DE MARKETING Y COMUNICACION RODOLFO ANSELMO // RESPONSABLE AREA DISEÑO EZEQUIEL COPELLO DISEÑO GRAFICO FLORENCIA MOLINA Y JOSEFINA SIRONI // PRENSA Y COMUNICACION NOEL PEREZ LLORENS // FOTOGRAFIA DE TAPA LATINSTOCK // CRONICAS Y FOTOGRAFIAS GUADALUPE PICCIONI, ARIEL MENDIETA, LATINSTOCK, REBECA MILOS, JUAN ULRICH, IRENE CASELLI, CHINO ALBERTONI, ISAIAS MICIU, PABLO ELIAS Y ALEJANDRO DROZNES. // GRACIAS A LA INVALORABLE COLABORACION DE: JUAN PABLO LAFOSSE, DIEGO GARCÍA, ALEJANDRO NARDI, MARTIN INVERNIZZI, PACO VIVES, GASTÓN TUDESCO, ERIKA SCHAMIS, JUAN FERNANDO GARCÍA, NATALIA BRESCIANI, PAULA QUIJANO, CHRISTIAN SILVEIRA, NATALIA ODOLINSKI, FEDERICO PASTORI, EMILIO CIASCHINI, NOELIA LAWLER, VICTORIA BASILICO, LUZ MANTILLA, SANTIAGO MORENO, SANTIAGO CABANES, GUSTAVO DE BATTISTA, HELENA MASO, AGENCIA DE PRENSA VER Y COMUNICAR, HERNAN LABATE... Y A TODOS AQUELLOS QUE COLABORARON EN ESTE NUMERO. ALMUNDO MARCOPOLO Nº 62, ABRIL 2015 BUENOS AIRES, ARGENTINA // Impresión: EMEDE S.A. Madame Curie 1101. Quilmes, Buenos Aires, Argentina. Tel: (011) 4200-7114. Redacción: Florida 825, Buenos Aires, Argentina. Tel/Fax: 4114.7600 REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL Nº 5172620, DE ACUERDO A LO DISPUESTO POR LA DIRECCION NACIONAL DE DERECHO DE AUTOR DE LA REPUBLICA ARGENTINA. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. ESTA PUBLICACION NO PUEDE SER REPRODUCIDA EN NINGUNA DE SUS PARTES Y POR NINGUN MEDIO, SIN LA EXPRESA AUTORIZACION DE SU PROPIETARIO. ALMUNDO MARCOPOLO NO SE RESPONSABILIZA POR LAS OPINIONES DE LOS AUTORES VERTIDAS EN LA REVISTA. ASATEJ S.R.L. FLORIDA 825 C.A.B.A. EVT: ALMUNDO.COM LEG: 8362 - DISP: 1350/93. CUIT Nº 30-65951462-8
8 / Sumario
DISPAROSALMUNDO CONCUR S O
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10 / Disparos al Mundo
Disparos al Mundo / 11
Guerra de las Galaxias. Anakin Skywalker en plena charlita sindical con Michael.
HISTORIASCONVALIJA A N E C D OT A S
Darth Vader el día de los Oscar HOLLYWOOD, LOS ANGELES, EE.UU. POR SOLANGE LEVINTON
La primera conversación en inglés que mantuve en Los Ángeles fue con Darth Vader. Es jueves 19 de febrero de 2015, 5 de la tarde, y unos doscientos operarios hormiguean en las inmediaciones del Teatro Dolby, en el histórico corazón de Hollywood, Estados Unidos, a contrarreloj y con amenazas de alerta meteorológica, para montar la portentosa estructura que el próximo domingo acunará la 87ª entrega de los premios Oscar. En una esquina, el malo más malo de la saga de La Guerra de las Galaxias mata el tiempo fumando, escoltado por una versión nada temible de Freddy Kruger y una poco encantadora Blancanieves. Como si esa postal cinematográfica de iconografías un tanto vetustas no formara parte del paisaje, cientos de turistas pasan cerca de ellos sin siquiera reparar en su presencia. − No se puede competir con la estatua. En esta época del año baja mucho el trabajo- dice entre desdeñoso y algo deprimido un ignorado Darth Vader, que suele ganarse la vida cobrando de a cinco dólares por foto. Es que la estrella del momento permanece estoica y accesible para todo aquel que desee inmortalizarla: la dorada estatuilla de los Oscar en tamaño Goliat que custodia en cada edición la entrada del teatro es la celebridad inanimada con la que todos quieren fotografiarse. Poco importa si se filtra un empleado barriendo o si un ordenanza aparece subido a
12 / Historias con valija
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una escalera intentando multiplicar su brillo: la imagen certifica que estuvieron ahí, con Ella, live from the red carpet. Desde 2001, el Teatro Dolby es el sitio emblemático de la noche más importante de la industria cinematográfica mundial. Cada año aquí se celebra la gala de “la Academia”, antecedida de un hecho tan frívolo como fundamental: el desfile de celebridades por la alfombra roja. Pero eso todavía resulta un sueño lejano. A tres días de la fecha señalada, productores y empleados continúan trabajando para convertir una zona turística clásica en el carro fastuoso de la Cenicienta. Porque apenas a un tris del encuadre tramposo de las cámaras, la periferia que envuelve al teatro es -aunque usted no lo crea- terreno baldío. Y en cada edición, la Academia pone a funcionar una ingeniería demencial, pero de indiscutible eficacia, para convertirlo en un fugaz decorado de utilería. Cerca, el cartel en un local de souvenirs ofrece “dos estatuillas por doce dólares”. Esos Oscar plásticos made in China que se repiten en el exhibidor hasta el infinito premian a la “Mejor madre”, al “Mejor contador” o el “Mejor terapeuta”. El domingo de la ceremonia amanece con lluvia. Mientras una multitud de productores y empleados corretean por Hollywood Boulevard para montar la carpa que protegerá a las celebridades que caminen por la consabida alfombra, unas setecientas personas forman una obediente fila bajo el agua desde las 5.30 am. Son los extasiados ganadores del sorteo para presenciar desde las gradas el desfile de estrellas. Para calificar, debieron presentar su número
L E CTOR E S
de Seguro Social, un formulario de liberación de responsabilidad ante eventuales perjuicios, acceder a pasar por un detector de metales y aceptar un rastreo de averiguación de antecedentes. Aun así, un grupo de francotiradores permanecerá alerta desde la terraza de un edificio cercano, apostados con armas largas, como si el día anterior hubiera sido el 11-S. Si bien el festejo se circunscribe a una pequeña parte de Los Ángeles, desde hace unos días las principales avenidas comenzaron a cerrarse en forma escalonada. Este domingo sólo pueden acceder vehículos acreditados con carteles de colores: rojo para limusinas de celebrities, verdes para famosos de escasa relevancia, azules para invitados especiales. Lo mismo si un distraído peatón quisiera deambular por las inmediaciones del Dolby sin su acreditación: desde hoy, el vallado impide la presencia de merodeadores a varias cuadras de distancia. Sólo queda un corredor delimitado por un alambrado -más acá, donde aún es baldío-, para que interesados y curiosos sin entrada puedan husmear a prudenciales metros de distancia de sus ídolos. Pero la escasa concurrencia de ciudadanos de a pie en ese sector verifica lo que es un secreto a voces: la gala se ve mejor por la tele. Terminada la 87ª ceremonia de los Oscar, un grupo de empleados desarmará con frenesí la parafernalia que dio vida al evento. Highland y Hollywood Boulevard se convertirán otra vez en calabaza, calles rodeadas por terrenos vacíos. Recién entonces, Darth Vader volverá a ser feliz. Envianos tu anécdota de viaje (entre 4000 y 5000 caracteres) con algunas fotos a: marcopolo@almundo.com
TADEK ZAJAC, CON LA SALCHICHA BLANCA. UN GOLPE EN LA CABEZA LO TRANSFORMÓ EN COCINERO. ARRIBA, SU BIGOS. FOTOS: JUAN ULRICH
PLATOVOLADOR UN A R E C E T A M A GIC A TR A I D A D E S D E E L M A S A L L A
EL PIBE DE LOS ASTILLEROS POMERANIA, POLONIA POR EXEQUIEL SIDDIG
El ingeniero naval Tadeusz Zajac trabajaba adentro de un barco, cuando desde catorce metros de altura un fierro macizo le cayó en la cabeza. Sobrevivió. No sólo porque Tadek es un polaco fortachón, sino porque es un hombre ungido por la Providencia. “Nunca jamás en mi vida había usado casco; ese día, no sé por qué, me lo puse”. El peso del acero le quebró la columna, pero recién a la semana del accidente fue al médico, que le realizó una veintena de rayos X. “¡Enfermera, una silla!”, gritó el médico cuando las vió. “No te muevas –le dijo-: podés quedarte paralítico.” Al herido se le habían explotado dos vértebras, una tercera la tenía quebrada. Tenía 26 años y no podía agarrar ni siquiera –recuerda Tadek- “una bolsita de supermercado con un sachet de leche adentro”. Luego de recuperarse, contradiciendo al médico, comenzó a ir al gimnasio a su propio riesgo. “Llegué a pesar 145 kg., con una grasa corporal de 5%: logré estar como una estatua de bronce. No sólo es lo que te dice el médico, sino tu propia voluntad.” El accidente ocurrió a principios de este siglo, a orillas del Mar Báltico, en un astillero situado en Gdynia, en el voivodato de Pomerania. Ahora en Buenos Aires, la salchicha blanca viene con mostaza casera y pan hecho con masamadre, especialidad de quien sostiene el plato con una mano gigante acoplada a un metro 98, que es lo que mide el cuerpo detrás de la mano. Se trata de Tadek: “En la Polonia adónde vas la encuentras, es como el superpancho -dice mientras sirve, con ese castellano rústico de la Mitteleuropa-. Nuestro fast food es muy diferente al de los yankys. Nosotros tenemos la comida más rica
14 / Plato volador
que los putos americanos.” A la Kielbasa Biała, la salchicha de marras, el polaco Zajac le suma un bigos, que es un guiso hecho de cuadraditos de diferentes carnes ahumadas, cocidas varias horas con hongos, especias y repollo fermentado, que -explica- es fuente de vitamina C. “Es parecido al chucrut de los alemanes, pero éste tiene fermentación natural; fue inventado por los antiguos marineros que se morían en altamar, por falta de cítricos. Con cervecita va como locos.” Tadek llegó a la Argentina el 27 de noviembre de 2002, luego de que un amigo lo llamara dos días antes y le dijera que le había comprado un pasaje. Nunca más volvió a Polonia. Hoy es dueño con otros socios de Krakow Bar y Krakow Restaurante, donde se comen los mejores embutidos ahumados de las Pampas. “Las chimeneas para ahumar la carne fueron inventadas por los vikingos –cuenta el experto-. Los polacos creen que la historia de Europa viene de los tres hermanos vikingos: Rus, Czech y Slavoj. Esto se enseña en la escuela. Slavoj hizo la Polonia.” Así que Tadek nos invita a hacer un viaje peculiar: viajar por el norte del país, por la Pomerania, en auto o en moto, como él hizo por primera vez a los 17 años con un motor BMW Boxer 1943 versión Sahara. El viaje comenzaría en su ciudad natal, Gdynia, una de las tres grandes ciudades portuarias de Polonia. En esa ciudad, de niño Tadek solía pescar todos los días con su padre en el río Reda, que quedaba a cien metros de su casa y era un manantial de salmones rosados. Luego en Gdynia, habría que jugar con Tadek un partido de fútbol, borrachos, en la trastienda del bar Checza, un “pub de barrio” con una barra de cuatro metros, dardos y pool, que al fondo tiene una puerta que da –efecto de un surrealismo eslavo- a una cancha. El segundo destino en este viaje sería la laguna
de Bieszkowice, una zona con casas-quintas de alquiler, con dos lagunas chicas y una grande y “muchas mujeres”. Luego, Tadek propondría visitar las torres de gradiente de Ciechocinek, a orillas del río Vístula, unas torres de madera hechas con miles de ramitas que, por la acción del viento, separan el agua de la sal. El manantial producido en Ciechocinek es reconocido por tener propiedades terapéuticas que según Wikipedia curan enfermedades “cardiovasculares, respiratorias, ortopédicas, traumáticas, reumáticas, del sistema nervioso y enfermedades femeninas”. “El pueblo además es grande -acota Tadek el Sobreviviente- y tiene todos los sitios que te ponen las pilas en salud: montañas con agua mineral salada, a un kilómetro y medio de un río de agua dulce.” Desde allí, Tadek agarraría su moto y nos arrastraría -los pelos al viento- hacia Torun, la ciudad donde nació Copérnico y que todavía conserva su plaza tal como se la conocía en el 1300. El hombre nos conduciría hasta allí tan solo para que probemos los famosos pierniczki, unas galletas de jengibre rellenas con mermelada y recubiertas de chocolate, delirio de la tierras de Slavoj. De vuelta en Buenos Aires, volveríamos a Krakow a tomar de su colección de diecinueve vodkas polacas y a comer la Kielbasa y el Bigos. Con gusto volveríamos a escuchar de Tadek, con ese encanto de gigante bondadoso, una de sus máximas, aprendida de su padre Stanislaw mientras pescaba salmones en el río Reda. -Hace lo que te plazca, pero que estás feliz-, le dijo cierta vez en idioma polaco Stanislaw Zajac a su hijo Tadeusz, mientras pescaban en el Reda. Y Tadek le hizo caso: luego de que le llevara veintiséis meses recuperarse del golpe en el astillero, saltó de la red, viajó a Buenos Aires y se puso a cocinar ahumados.
Isla de Java. En Bogor está Buitenzorg, el famoso jardín botánico indonesio.
CIUDADEXTRAÑA H I S TORI A S
PEZ EN EL AGUA BOGOR, INDONESIA POR EXEQUIEL SIDDIG
En Indonesia, en la isla de Java, en la pluviosa ciudad de Bogor, hay una enorme pecera al aire libre en un enorme jardín, con peces enormes que nadan de aquí para allá, y hay, también, una hermosa niñita, de unos 5 años, nadando entre los peces. Se llama Zehan, y la pecera está entre bananos, en el patio de la casa de su bisabuelo, su lugar favorito en el mundo. Zehan Nurhadzar es indonesia, descendiente de la tribu Sunda, una de las doscientos cincuenta que existen en el país del extremo sur del sudeste asiático. A pesar de que Indonesia estuvo dominada durante tres siglos y medio por el colonialismo holandés (entre 1602 y la Segunda Guerra Mundial), nadie conserva su idioma. Zehan habla el sundanés, un idioma compartido por alrededor de 27 millones de personas, una minoría entre los 237 millones que conforman la plurinacional República de Indonesia. Así que la pequeña Zehan, cuya abuela materna le dice “Aan”, va a la escuela y pronto aprenderá que es tan vaga como inteligente. Que lee con facilidad el Corán en árabe, porque así se lo enseñan. Que a cinco cuadras de la mansión de su abuela puede ir hasta la mezquita Masjid Raya, un templo de grandes ventanales construido en un terreno que era de su familia. Era -cuenta-, porque el padre de su madre, un noble riquísimo que en 1945 había heredado en la retirada de los holandeses un tercio de la superficie de Bogor, dilapidó la fortuna. “Eran cinco hermanos: uno con leucemia, el otro débil mental, mi mamá y dos hermanos
16 / Ciudad extraña
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que no trabajaban y que tuvieron que vender mucha tierra para sostener a mi abuelo, que estuvo internado cuatro años también por leucemia. La plata de los padres es agua; sólo te sirve tu educación y tu esfuerzo”, dice Zehan hoy a sus 28 años, mudada a Buenos Aires hace cinco y trabajando en Lattente, un bar de café colombiano con gente entrañable. Bogor es una ciudad apostada a 45 minutos en carretera de la capital indonesia, Yakarta. Es conocida por el jardín botánico, Buitenzorg, construido en 1817 por los holandeses de la Compañía de Indias Orientales. Reúne todas las especies de Java y otras islas. “Absorve mucho agua, es impresionante –dice Zehan-: mientras que en Bogor llueve todo el tiempo, en Yakarta no llueve nada.” Como el padre de Zehan estaba abocado a su profesión –un médico veterinario que inyectaba hormonas en una empresa de pollos-, la familia se trasladaba de ciudad en ciudad. A los 7 años, la niña se mudó con sus padres a Sulawesi (isla de Célebes), cercana a Borneo y al archipiélago de las Malucas. Montañosa en su centro, rodeado por aguas verdes y transparentes, en Sulawesi todavía existen acantilados, valles marinos y grutas oceánicas inexploradas. Zehan vivía cerca de un puerto: “Los cangrejos y los pescados allá se comen por kilos, siempre con salsa agridulce.” Su mamá solía poner a secar al sol pescado, que al convertirse en una especie de galleta se transformaba en un manjar, que Zehan adoraba comer con salsa de tomate, echalotes y ajo, acompañado de arroz blanco. Pasados los años y las mudanzas, la hija de los Nurhadzar entró a la Universidad de Indonesia. Cuenta que de 5 millones de estudiantes que terminaron aquel año el secundario, sólo
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entraron 200.000, entre los cuales se contaba. “La educación en mi país es muy exigente, y te filtran por inteligencia. Yo pude acceder a estudiar Literatura Rusa, pero cuando me enteré en primer año que la universidad estatal de Vorónezh (en la Rusia europea) buscaba estudiantes, me fui a estudiar publicidad.” En Indonesia, el islam es la religión del 80% de la población. De chica, Zehan se levantaba a las 5.30 am para el primero de los cinco rezos que los mahometanos profesan en dirección a la Meca. En Rusia, en el mundo, la cosa le pareció diferente. “No soy religiosa, decido por mí mismo, aunque no dejo de creer. De hecho, el Islam tiene cosas maravillosas. Por ejemplo, el Ramadán (en que no se puede comer durante todo el día durante un mes) es un entrenamiento de control de tus necesidades primarias; después tener control sobre otras cosas es más fácil. Los musulmanes no queremos que crezca el ego, y a mí me sirve porque yo lo tengo demasiado grande.” En Buenos Aires, Zehan estudia dibujo. Le gustan los pintores Egon Schiele y Antoine Lumière; estudia las sombras con Michelangelo. Pero si hay una pintura que recuerda Zehan es aquel día en que se juntaron en la playa de Pangandaran con el abuelo, los hermanos del abuelo, y los hijos y nietos de todos ellos. Allí, siendo tantos, cerraron un hotel para la familia extendida, fueron a la playa, cocinaron un pescado enorme y comieron con la mano. Algún día, quizá Zehan pinte ese cuadro, al que titulará “El día más feliz de mi vida”. “Pero recién voy a volver a mi tierra cuando sea grande”, dice. Mientras tanto, seguirá viajando, estudiando, cambiando. Yendo por el mundo, nadando por el mundo. Como pez en el agua.
LIBROSENORBITA E S CRITO S
AGRA, INDIA EL TAH MAJAL BAJO LUMBRE MEXICANA POR OCTAVIO PAZ
Una vez en tierra, rodeados de una multitud que vociferaba en inglés y en varias lenguas nativas, recorrimos unos cincuenta metros del sucio muelle y llegamos al destartalado edificio de la aduana. Era un enorme galerón. El calor era agobiante y el desorden indescriptible. No sin trabajos identifiqué mi pequeño equipaje y me sometí al engorroso interrogatorio del empleado aduanal. Creo que la India y México tienen los peores servicios aduanales del mundo. Al fin liberado, salí de la aduana y me encontré en la calle, en medio de la batahola de cargadores, guías y choferes. Encontré al fin un taxi, que me llevó en una carrera loca a mi hotel, el Taj Mahal. Si este libro no fuese un ensayo sino unas memorias, le dedicaría varias páginas a ese hotel. Es real y es quimérico, es ostentoso y es cómodo, es cursi y es sublime. Es el sueño inglés de la India a principios de siglo, poblado por hombres obscuros, de bigotes puntiagudos y cimitarra al cinto, por mujeres de piel de ámbar, cejas y pelo negros como alas de cuervo, inmensos ojos de leona en celo. Sus arcos de complicados ornamentos, sus recovecos imprevistos, sus patios, terrazas y jardines nos encantan y nos marean. Es una arquitectura literaria, una novela por entregas. Sus pasillos son los corredores de un sueño fastuoso, siniestro e inacabable. Escenario para un cuento sentimental y también para una crónica depravada. Pero el Taj Mahal ya no existe; más exactamente, ha sido modernizado y así lo han degradado como si fuese un motel para turistas del Middle West... Un servidor de turbante e inmaculada chaqueta blanca me llevó a mi habitación. Era pequeña pero agradable. Acomodé mis efectos en el ropero, me bañé rápidamente, y me puse una camisa blanca. Bajé corriendo la escalera y me
18 / Libros en órbita
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M A E S TRO S
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lancé a la ciudad. Afuera me esperaba una realidad insólita: oleadas de calor, vastos edificios grises y rojos como los de un Londres Victoriano crecidos entre las palmeras y los banianos como una pesadilla pertinaz, muros leprosos, anchas y hermosas avenidas, grandes árboles desconocidos, callejas malolientes, torrentes de autos, ir y venir de gente, vacas esqueléticas sin dueño, mendigos, carros chirriantes tirados por bueyes abúlicos, ríos de bicicletas, algún sobreviviente del British Raj de riguroso y raído traje blanco y paraguas negro, otra vez un mendigo, cuatro santones semidesnudos pintarrajeados, manchas rojizas de betel en el pavimento, batallas a claxonazos entre un taxi y un autobús polvoriento, más bicicletas, otras vacas y otro santón semidesnudo, al cruzar una esquina, la aparición de una muchacha como una flor que se entreabre, rachas de hedores, materias en descomposición, hálitos de perfumes frescos y puros, puestecillos de vendedores de cocos y rebanadas de pifias, vagos andrajosos sin oficio ni beneficio, una banda de adolescentes como un tropel de venados, mujeres de sanes rojos, azules, amarillos, colores delirantes, unos solares y otros nocturnos, mujeres morenas de ajorcas en los tobillos y sandalias no para andar sobre el asfalto ardiente sino sobre un prado, jardines públicos agobiados por el calor, monos en las comisas de los edificios, mierda y jazmines, niños vagabundos, un baniano, imagen de la lluvia como el cactus es el emblema de la sequía, y adosada contra un muro una piedra embadurnada de pintura roja, a sus pies unas flores ajadas: la silueta del dios mono, la risa de una jovencita esbelta como una vara de nardo, un leproso sentado bajo la estatua de un prócer parsi, en la puerta de un tugurio, mirando con indiferencia a la gente, un anciano de rostro noble, un eucalipto generoso en la desolación de un basurero, el enorme cartel en un lote baldío con la foto de una estrella de cine: luna llena sobre la terraza del sultán, más muros decrépitos, paredes encaladas y sobre ellas
E S P A CIO
consignas políticas escritas en caracteres rojos y negros incomprensibles para mí, rejas doradas y negras de una villa lujosa con una insolente inscripción: Easy Money, otras rejas aún más lujosas que dejaban ver un jardín exuberante, en la puerta una inscripción dorada sobre el mármol negro, en el cielo, violentamente azul, en círculos o en zigzag, los vuelos de gavilanes y buitres, cuervos, cuervos, cuervos... Al anochecer regresé al hotel, rendido. Cené en mi habitación pero mi curiosidad era más fuerte que mi fatiga y, después de otro baño, me lancé de nuevo a la ciudad. Encontré muchos bultos blancos tendidos en las aceras: hombres y mujeres que no tenían casa. Tomé un taxi y recorrí distritos desiertos y barrios populosos, calles animadas por la doble fiebre del vicio y del dinero. Vi monstruos y me cegaron relámpagos de belleza. Deambulé por callejuelas infames y me asomé a burdeles y tendejones: putas pintarrajeadas y gitones con collares de vidrio y faldas de colorines. Vagué por Malabar Hill y sus jardines serenos. Caminé por una calle solitaria y, al final, una visión vertiginosa: allá abajo el mar negro golpeaba las rocas de la costa y las cubría de un manto hirviente de espuma. Tomé otro taxi y volví a las cercanías del hotel. Pero no entré; la noche me atraía y decidí dar otro paseo por la gran avenida que bordea a los muelles. Era una zona de calma. En el cielo ardían silenciosamente las estrellas. Me senté al pie de un gran árbol, estatua de la noche, e intenté hacer un resumen de lo que había visto, oído, olido y sentido: mareo, horror, estupor, asombro, alegría, entusiasmo, náuseas, invencible atracción. ¿Qué me atraía? Era difícil responder: Human kind cannot bear much reality. Sí, el exceso de realidad se vuelve irrealidad pero esa irrealidad se había convertido para mí en un súbito balcón desde el que me asomaba, ¿hacia qué? Hacia lo que está más allá y que todavía no tiene nombre... * En Vislumbres de la India, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1997.
LA EFIGIE DE GÜEMES, CUIDADA POR GAUCHOS DE TODOS LOS TIEMPOS. FOTOS: ARIEL MENDIETA
FIESTAS&RITUALES UN A V U E L T A P OR L A S F E S TI V I D A D E S D E L M UN D O
GUARDIA BAJO LAS ESTRELLAS CIUDAD DE SALTA, ARGENTINA POR GUADALUPE PICCIONI
El 9 de julio de 1816 las Provincias Unidas del Río de la Plata proclamaron su independencia definitiva de España y de todo imperio extranjero. Pero la frontera norte de la Patria, la provincia de Salta, era un colador por donde se filtraban las tropas realistas desde Lima. El enemigo quería avivar cualquier rescoldo de adhesión al rey Fernando VII, reconquistar la perla colonial amputada a la Corona. El general Martín Miguel de Güemes, asignado Comandante General de Avanzadas por San Martín en 1814, al mando de un ejército formado por milicias gauchas, encabezó la gesta de la Guerra Gaucha. Su misión era convertir aquella extensa región –en aquel entonces Salta incluía también el territorio de Jujuy y la ciudad de Tarija (en la actual Bolivia)- en un embudo por donde no se filtrara ni un solo enemigo hacia el resto de la naciente patria. La fuerza realista creyó que la victoria era una perogrullada frente a un ejército de campesinos, hambriento y mal armado. ¿Cómo el ejército español, que había vencido al invicto Napoleón I en Europa, no iba a derrotar a una montonera sin recursos económicos, sin el más
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mínimo apoyo de Buenos Aires, olvidada? Pero el veterano ejército se equivocó. Durante la Guerra Gaucha, el general Güemes rechazó siete veces a las tropas realistas. Los gauchos estaban flacos, con melena y barba crecidas, pero eran centauros armados de coraje hasta los dientes unidos bajo el lema “Morir por la Patria es gloria”. Además si bien una parte del ejército de Güemes estaba formada por una montonera desorganizada, la otra parte la constituía la División Infernal de Gauchos de Línea. Este cuerpo contaba con dos jefes, dieciséis oficiales, treinta y dos cabos, dieciséis músicos y trecientos treinta y seis infernales. Los gauchos de Güemes eran diestros en el tiro a la carrera y se apeaban como un rayo para maniobrar como cuerpo de infantería. Le caían al enemigo de sorpresa como una visión aterradora del infierno: salían de las entrañas de un bosque cabalgando a toda velocidad, haciendo tronar la tierra, azotando sus guardamontes de cuero con las riendas, armados con lanzas y carabinas que manejaban con habilidad y saña. Un día de junio de 1821, la avanzada española entró en la ciudad de Salta. Cuando el general salió a la calle, sin saber que el enemigo estaba camuflado en la oscuridad de la noche, fue herido de muerte por la espalda y galopó unos diez kilómetros hasta la Que-
brada de la Horqueta. Allí agonizó diez días rodeado de sus gauchos, antes de fallecer el 17 de junio. Desde 1944, en la ciudad de Salta, se conmemora el aniversario de la muerte de Don Martín Miguel de Güemes con un desfile de las agrupaciones gauchas de la provincia. Durante la víspera se celebra “La guardia bajo las estrellas”: los gauchos se reúnen en torno al monumento del prócer, en una barranca arbolada a los pies del cerro San Bernardo. Los paisanos pasan toda la noche en vela, alrededor de varios fogones, tomando vino y mate, haciendo gemir las guitarras con acordes de vidalas, coplas y bagualas, rasgueando enérgicamente zambas, cuecas, chacareras. La mañana del 17 los gauchos norteños desfilan a caballo por la avenida Uruguay, vestidos con chambergo de ala ancha, poncho rojo con guardas negras, bota de potro, guardamonte de cuero y espuelas de fierro. Los infernales se destacan por sus chaquetas rojas con botones de cascabel y un gorro de manga al tono. La estatua de bronce de Güemes, a horcajadas de su caballo montañés, contempla al paisanaje desde la cúspide de su alto pedestal de piedra. El general tiene el brazo derecho levantado, con la mano sobre la frente a modo de visera, como si estuviera esperando la reunión de toda su tropa para dar la orden: ¡huija a la carga! ¡huija a la carga!
Un barco a medida. All inclusive: timonel, chef y los cornalitos.
PARADORSOÑADO UN
H OT E L
P A R A
EL CARIBE A VELA ISLAS VIRGENES BRITANICAS POR REBECA MILOS
“Sí, mi capitán”. Escuchar esas palabras tiene un encanto especial si la aceptación de la orden implica navegar por las Antillas Menores del Mar Caribe. Si bien tenemos un itinerario tentativo para la semana que vamos a pasar en el barco, podemos ajustarlo a nuestros caprichos -y a lo que disponga el clima, claro, aunque el pronóstico se ve despejado y con mucho sol-. Hay más de sesenta islas, cayos e islotes para conocer en el archipiélago de Islas Vírgenes Británicas (BVI), al Este de Puerto Rico; así que soltamos amarras y nos dirigimos a uno de los enclaves más famosos de la zona: The Baths. El viento sopla a unos quince nudos, carga las velas y nos empuja, amable, dejando la ciudad de Tórtola en la popa. Somos cinco a bordo entre los tres tripulantes y nosotros dos, que vinimos a pasar siete días de puro relax en el catamarán Sophia. La nave –la categoría de barco le queda chico a este monstruo acuático hermoso- tiene 58 pies de eslora (más de 17 metros de largo), cinco cabinas en suite, internet satelital, pantallas gigantes para ver películas o jugar a la play station, equipos de snorkeling, kayak, parrilla y un sistema de todo incluido para no tener que preocuparse por nada. El Sophia forma parte de los 350 barcos
22 / Parador Soñado
V I V IR
D E S P I E RTO
que The Moorings ofrece en alquiler -con o sin tripulación- sólo en Islas Vírgenes Británicas; la empresa también tiene presencia en otras dieciséis sedes alrededor del mundo. Oliver James Kinchin es el capitán del Sophia, y los hermanos Carlota y José Blanco González se encargan del orden, la limpieza y la cocina a bordo. Oliver y Carlota están casados, llegaron a esta parte del Caribe navegando su propio velero, primero por los mares del norte y luego a través del Océano Atlántico. Y si bien tienen la idea de seguir explorando el mundo, decidieron que valía la pena hacer una escala de largo aliento en este paraíso de bandera inglesa. Con el tiempo trajeron a José, gran cocinero y con mucha experiencia en hotelería, quien la primera noche nos sorprende con un gazpacho y una paella española como para chuparse los dedos. The Baths fue un gran comienzo. Sophia quedó fondeado en la bahía Devils y nosotros bajamos a la playa con el gomón auxiliar. Declarado Parque Nacional en 1990, este lugar es de verdad imponente. Como si hubieran caído del cielo, o el mar las hubiera amontonado junto a la playa, un conjunto de rocas inmensas forman túneles, piscinas naturales repletas de peces y pasillos angostos por donde se filtran los rayos del sol del mediodía. Una serie de sogas y carteles ayudan a descifrar el laberinto de granito y salir de vuelta a la playa, donde una pequeña multitud hace snorkeling.
“Pequeña multitud” es un oxímoron, pero en Islas Vírgenes Británicas un grupo de veinte turistas ya es un montón, sobre todo en temporada media. ¿Para qué compartir isla si hay tantas desiertas? Así que después de cumplir con este must que aparece en cualquier folleto y en todos los portales referidos a BVI, nos damos una ducha de agua dulce en la cubierta y nos alejamos con rumbo Oeste hacia la misteriosa isla Salt. A pocos metros de ahí, según nos adelanta Oliver, los restos de un buque hundido a fines del siglo XIX hacen las veces de parque marino o acuario gigante, una casa de aguas abiertas con jardines de corales, algas, anémonas y miles de peces mariposa. Entre un spot de lujo y el siguiente, la sensación es de tener siempre en la primera fila, porque el Sophia nos lleva “de puerta a puerta”, y en el camino disfrutamos de la exagerada comodidad de a bordo. Snacks y cócteles a cualquier hora, siestas arrulladas a son de mar, vistas panorámicas por la ventana del camarote y sol a pleno en la red de proa. “Ustedes son nuestros huéspedes de honor”, dice Carlota en cuanto queremos ayudar con los platos o hacer la cama. El Sophia es el reino del dolce far niente, pero también una oportunidad única para aprender del mar con un gran navegante como Oliver, anotar y llevar a casa las recetas de José, y disfrutar todo lo que ofrece el Caribe más exclusivo, ese que conocemos apenas nosotros cinco. Nadie más.
TRAVELSHOP PARA LA VALIJA DE LA DAMA Y LA MOCHILA DEL CABALLERO
Alacenas de aquí y de allá
CHIVITA CHIVITA
Empezaron juntando sal de las rocas de Cabo Raso, a mediados de los 90, cuando iban allí desde Trelew para surfear en las aguas frías del Atlántico sur, acampar e improvisar un pescadito a la parrilla. Hoy, Martín Moroni y Eduardo Ruffa son los primeros productores de cristales de sal marina de Sudamérica, un producto natural, orgánico y único en la región, que apunta al mercado de la gastronomía Premium. Además de tener un aspecto diferente al de la sal tradicional, es rica en oligoelementos y tiene menor concentración de cloruro de sodio. Entre los productos de Sal de Aquí hay una sal que viene con wakame en polvo, un alga patagónica muy nutritiva, con muchas vitaminas y minerales. El envase de 20 gramos cuesta $54, y el de 70 gramos, $ 100. Más info en saldeaquísrl.com.ar.
BAHIANO GOSTOSO
Si hay un ingrediente clave en la cocina del nordeste de Brasil, ese es el aceite de dendé. Acarajé, moqueca, vatapá y carurú son algunos de los platos más típicos de la gastronomía bahiana y todos comparten el uso –en gotas- de este aceite de palma, vegetal, rico en vitaminas A y E, originario de África occidental. Las bahianas que cocinan acarajé en el centro histórico El Pelourinho le ofrendan las primeras siete porciones a los orixás (dioses), y recién después comienzan a vender. Aunque poco conocido en Argentina, el aceite de dendé o de palma es el segundo aceite más consumido del mundo. Se extrae del fruto de la palmera dendezeiro, que crece en regiones tropicales, y se utiliza tanto en panadería como para la producción de helados y salsas. La botellita de 100 centímetros cúbicos cuesta $58. Más info en geson.com.ar
LA VERA PASTA ASCIUTTA
La presencia italiana en Argentina se reconoce fácilmente por los apellidos, las familias numerosas sentadas a la mesa. Pizza, helados y pasta forman parte de la rutina alimenticia de los argentinos, y de forma proporcional existen tantos y tan buenos restaurantes de cocina tana. En algunos de ellos, como los exquisitos In Boca al Lupo, La Locanda y L´Adesso, hay un espacio de almacén donde se venden productos importados de la Mamma Terra, como tartufo, grapas italianas y pasta en todos los formatos: spaguetti, penne, bucatini… Fundada en 1905 en la ciudad de Rutigliano, sur de Italia, la fábrica de pastas Divella produce más de 150 tipos de pastas, variedad de aceites de oliva, aceto balsámico, salsas de tomate y otros ingredientes fundamentales de la gastronomía italiana. En esos almacenes, el paquete de medio kilo de pasta cuesta desde $ 40. Más info en divella.it
DULCE COMPAÑIA
BARISTA NACIONAL
Después de recorrer cafetales, trabajar con caficultores y perfeccionarse como barista, maestra tostadora y catadora profesional, Analía Álvarez volvió a Buenos Aires para crear Coffee Town, una cafetería para expertos en el Mercado de San Telmo. Brasil, Colombia, Etiopía, Isla de Java, Kenia, Papúa Nueva Guinea, Ruanda y Yemen, son algunos de los orígenes del café que se puede tomar ahí mismo o llevar para casa. Álvarez, también directora del Centro de Estudios del Café de Argentina, orienta a sus clientes con datos precisos, ya el puntaje de cata, las certificaciones de origen o las características de aroma y sabor de tal varietal. Así, por ejemplo, el varietal French Mission de Kenia es producido a 1600 metros de altura, tiene notas de frutas cítricas, almendras, miel y flores, y su puntaje de cata es de 90.75. El paquete de 125 gramos de café importado en granos cuesta desde $140. Más info en coffeetownargentina.com
Mango, manzana, jengibre, pasas rubias, chille y especias son los componentes del “chutney hawaiano” que produce Gaby Machel de manera artesanal. El aderezo es sustentable, apto para celíacos, sin conservantes ni aditivos. Inspirada en esta preparación típica de la india -chutney deriva de la palabra chatni: “muy condimentado”- y con frutas tropicales que crecen en la provincia de Misiones, Machel inventó más de veinte productos premium entre mermeladas, chutneys y confituras. Otros productos destacados son el chutney de mango, semillas de mostaza y vainilla; el relish de tomates verdes; la mermelada de mamón y mburucuyá; y la confitura “Pasión x Cuatro”. El frasco de chutney o relish por 395 gramos cuesta $86; el de 160 gramos, $58. Más info en gabymachel.com.ar
24 / Travel Shop
TRAVELSMART A P P S P A R A E L V I A J E RO INT E L IG E NT E
Música viajera
TUS BANDAS Conciertos, giras, alarmas personalizadas para saber cuándo y dónde van a tocar tus artistas favoritos. Songkick empezó siendo un sitio web con la agenda de recitales internacionales más completa, y ahora ofrece una aplicación gratuita para móviles tanto iPhone como Android. Además de ofrecer información sobre todos los eventos de música programados para la ciudad en la que vivimos -o hacia la que estemos viajando-, permite colocar alarmas en los que nos interese asistir, reservar las entradas y compartir el evento en las redes sociales o por mail. Además, Songkick solicita permiso para revisar la biblioteca musical de nuestro celular y así facilitarnos una lista con todos los artistas que están de gira en ese momento, las fechas y lugares adonde van a tocar. Más info en songkick.com
DECIME, CANCION
radiomundi
Cuántas veces nos pasó de escuchar una canción en un bar, en un micro o una fiesta, que nos gustara pero que no tengamos ni idea del nombre del tema o siquiera la banda que lo toca, sino que apenas recordamos una palabra o una frase del estribillo. Llegó la solución para esta mala pasada, sobre todo cuando es una canción que escuchamos estando solos o muy lejos de casa, y no hay amigos expertos cerca para preguntarles: Shazam. Con esta aplicación gratuita para móviles tanto iPhone como Android, sólo basta cantar un pedacito de canción para que la aplicación la reconozca y nos dé toda la información sobre ella: cuál es la banda, el nombre y la letra completa, el video en Youtube y la posibilidad de compartirla en las redes sociales. Okuspokus y… ¡Shazam! Más info en shazam.com
Cuando entramos en iHeartRadio, ya sea en su versión web o en la aplicación móvil, que es gratuita, nos pide que elijamos todos los géneros musicales que nos interesan, y a partir de ahí nos sugiere las estaciones de radio ideales. iHeartRadio permite escuchar estaciones de radio de todo el mundo (más de ochocientas sólo en Estados Unidos), crear nuestra propia estación, escuchar nuestras bandas favoritas y recibir recomendaciones sobre otras que desconocemos. En la sección “Perfecto para” hay listas de temas en función del plan o del momento por el que estemos atravesando, entre ellos “Soñando con vacaciones”, con mucho reggae, y “Road trip”, para la ruta. Más info en heart.com
QUEEN SPOTIFY Una de las aplicaciones más descargadas y usadas del mundo en relación a la música es Spotify. En sus modos garatuito –con publicidad- y Premium –sin publicidad y la posibilidad de descargar y escuchar música offline-, tiene un catálogo amplísimo y con música de todos los rincones del planeta. Si bien es muy simple de usar, con controles básicos como cualquier reproductor, ofrece la posibilidad de vincular tu cuenta con tus redes sociales para publicar en tu muro y compartir con tus amigos las canciones que quieras. Además, Spotify se potencia con otras aplicaciones, por ejemplo con Rolling Stone, facilitándote novedades discográficas o críticas de álbumes. Más info en spotify.com
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CIUDAD DEL SOL. BAALBEK FUE POSEÍDA POR FENICIOS, GRIEGOS Y ROMANOS.
CANTORODADO B IT A COR A
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UN A
EN ÁRABE Y A LAS CHAPAS BEIRUT-BAALBEK, LIBANO POR AGUSTIN GALLI
La vida, por esas cosas de la vida, me llevó a explorar diferentes regiones del llamado Medio Oriente. En una de estas oportunidades, tras algunas estadías en Egipto y Siria para aprender el árabe, viví varios meses en El Líbano, trabajando en una ONG local. Mi novia, y actualmente mi esposa, había ido a visitarme por algunas semanas. Aterrada al principio por la mezcla de estruendos -que provenían tanto de los fuegos artificiales de un casamiento, una comunión, una circuncisión, como de acontecimientos menos pacíficos- logró luego acostumbrarse y amar la comida libanesa, la vida nocturna del barrio de Hamra y sus antiguos cafés, la hermosa costanera frente al Mediterráneo, la mezcla de musulmanes y cristianos ortodoxos, la vestimenta y los bigotes de los drusos, las chicas tanto o más artificiales y plásticas que las vedettes argentinas caminando por la calle. Uno de los grandes atractivos del Líbano es su patrimonio cultural, sus mercados y mezquitas. Y el súmmum son las ruinas de Baalbek, antiguo santuario fenicio, pero también ciudad griega y colonia romana. Lo más notable son, sin dudas, los tres templos de Júpiter, Mercurio y Venus, además de una mezquita de la época Ayubida, tras las Cruzadas. Baalbek es una ciudad de unos 25 mil habitantes, donde la vida es cansina, con restaurantes que sirven shawarmas y manaqish -una suerte de mini pizza con queso, carne o za’atar (una mezcla de diferentes especias)-, y unos pocos negocios de tela y de recuerdos de las ruinas. La población, con su ritmo sereno y ajeno al paso de los años, es conservadora pero amable. A lo lejos uno puede observar
28 / Canto Rodado
TR A V E S I A
RUT E R A
las montañas que separan al Líbano de Siria. Ya nos habían advertido de los colectivos “salvajes” que iban de Beirut a Baalbek, pero tras empezar el día temprano, emprendimos el viaje del barrio donde vivíamos, Sassine, hasta una de las dos estaciones de buses de la ciudad, la Cola Station. En Cola Station –llamada así porque antes había una fábrica de Coca Cola–, nos enteramos que debíamos combinar transporte en Zahle, ciudad de mayoría cristiana y famosa por la producción del araq, el popular anís de Líbano y de Siria, similar al pastís francés o al ouzo griego. La estación es más bien una precaria parada de buses a cielo abierto. Allí, conseguimos una miniban, que debimos esperar a que se llenase. Subió mayormente gente humilde, libaneses y sirios. Algunos comían falafel otros ful, una comida a base de porotos y salsa tahíne. No había problemas, salvo las manos que iban al volante: como las minibans son privadas, los choferes tratan de hacer la mayor cantidad de viajes diarios, así que intentan recorrer (¡correr!) los 52 kilómetros de un camino de montaña muy transitado y accidentado en poco más de una hora. Además es la ruta que une Beirut y Damasco. Con música de dabke popular a todo lo que daba –algo así como la cumbia argentina más estentórea-, el camino se convirtió para el chofer en una carrera con obstáculos. El cigarrillo entre sus labios le daba un aire de “la tengo atada”; la cara de terror y el silencio de mi novia decían lo contrario. A primera vista, Zahle –que es una ciudad donde los locales se refugian de los veranos calurosos–, nos resultó bonita, pero la llegada a la “estación” de buses nos mostró una fealdad similar a la de la estación Liniers en hora pico. Había un clima espeso. Vimos a cientos de ciudadanos sirios intentando llegar o salir de Zahle con destino a Damasco o a Beirut, escapando o decidiendo volver a su patria.
Todo era sirio allí, desde la comida hasta el acento. La situación era de un caos pintoresco, pacífico. Para ir a Baalbek, conseguimos una camioneta en un estado calamitoso, casi vacía. Cuando en el camino aparecieron los carteles del Imam Sadr, difunto héroe de los chiítas libaneses, supimos que eso presagiaba la cercanía de la ciudad. Una mezquita de estilo persa, con sus característico color turquesa, nos dió la bienvenida. Pasamos varias horas en Baalbek recorriendo ruinas, almorzando manaqish en un restaurante popular, comprando telas para mi futura esposa en una tienda similar a las del barrio de Once. Las antiguas ruinas son un auténtico canto a la gloria de las civilizaciones que dejaron su huella en el Líbano: rastros de la espectacularidad romana, y otros sectores construidos por diferentes dinastías musulmanas. El clima fresco del valle de la Bekaa colabora con que la visita a las ruinas y la ciudadela sea agradable. Los turistas son mayoritariamente árabes del Golfo Pérsico, aunque también hay iraníes, franceses e italianos. Lo sorprendente fue escuchar acentos latinoamericanos: era los descendientes de los migrantes sirio-libaneses que volvían a reencontrarse con sus parientes lejanos. La vuelta la hicimos mientras atardecía. Luego de otra marcha frenética a manos de un chofer apurado, nos esperaría una opípara cena en uno de los restaurantes más lindos de Beirut, Ta Marbuta, templo o refugio de artistas y bohemios libaneses y sirios, que conversan bajo el halo de la música de Fairuz, mito musical del Líbano. Al bajar de la miniban, con las caras pétreas, el chofer se rió, bajó la cumbia y nos dijo en árabe algo que en mi recuerdo se podría traducir así: “Viajar no es sólo irse a una playa bonita, ¿no es cierto, habibi? Meses más tarde, mi hermano fue de visita. Cuando mencionó Baalbek, la única condición que puse fue hacer el viaje en auto.
AMSTERDAM BERLIN& PRAGA PERFECTO HERMOSO VELOZ LUMINOSO Texto Y FOTOS : JUAN ULRICH
Navegando el río Moldava ante el Castillo de Praga
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Picnic en Mauerpark, Berlín (una Woodstock inocentona)
Europa / 31
N 2
uestro auto nos espera en Beauvais Tillé, un pequeño aeropuerto de París, Francia. En realidad es un híbrido entre auto y camioneta equipado con GPS, todo lo que necesitamos para llegar a Ámsterdam, y luego a Berlín, y al final a Praga. Después de manejar una hora y media, entramos en territorio holandés. El paisaje parece como rebalsado de colores primarios. Poco a poco dejamos las estampas de campiña por una visión de vanguardia: a los costados, edificios de vidrio, hierro y aluminio construyen las más raras formas geométricas. En el medio de lo posmoderno, pescamos sobre la autovía un majestuoso molino de los que todavía existen en Holanda, uno de eso símbolos patrios construidos en los siglos XVII y XVIII para combatir el histórico problema que han tenido con el agua. Como una cuarta parte del país se encuentra bajo el nivel del mar, los holandeses se han vuelto expertos en el control de los afluentes mediante diques, molinos y canales. En Ámsterdam se pueden encontrar ocho molinos, de los cuales sólo uno -el Molen Van Sloten- podremos visitar. ÁMSTERDAM, CAJA DE SORPRESAS Decidimos que nuestro alojamiento sea en un suburbio porque nos advirtieron que estacionar
en el centro de Ámsterdam es imposible. Bajamos de la autopista en el barrio Oostzanerwerf. Nuestro hotelito casero es un edificio con forma cilíndrica de tres pisos pintado de rojo, totalmente construido en madera y cuyas vistas –como no puede ser de otro modo- dan a un pequeño canal. Nos recibe nuestra anfitriona, Ria, que vive con sus dos hijos, sus tres gatos y una amiga que no para de hablar y de fumar. Estamos a veinte cuadras de la estación de ferry que cruza el río Ij y que va hasta la Estación Central de Ámsterdam. Al día siguiente, pedaleamos con unas bicis por las callecitas y llegamos a la estación, un puerto que está reciclándose para transformar viejos depósitos en viviendas y oficinas. El servicio de ferry que va hacia el centro es gratuito y tarda 15 minutos en cruzar el canal. Acá arriba, la gente viaja con su bicicleta y su moto a cuestas; también hay autos en que cabe una sola persona. A medida que el barco avanza, las “postales” van mutando, como si la ciudad se transformara por efecto del paso del navío. En el interín, uno puede bajar en el museo de cine EYE -anteriormente, Filmmuseum- que tiene películas que van desde el período mudo hasta films contemporáneos, y una gran colección de pósters, revistas, bandas sonoras y otros objetos alusivos al Séptimo Arte. Cuando llegamos a la Estación Central, entendemos que lo de “central” no es sólo un nombre; aquí se conecta todo: ferrys, trenes, tranvías, lanchas y las consabidas bicisendas, porque si a Ámsterdam podría definírsela por sus fetiches, el
1. En los canales de Ámsterdam, hay quienes viven en un bote 2. Tulipanes de madera: en las afueras de la ciudad, los jardines 3. Fiesta fiesta cerca del Barrio Rojo 4. La bici es el vehículo fetiche y prioritario en Ámsterdam 5. Señal nocturna sobre el rio IJ
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En la Estación Central se conecta todo: ferrys, trenes, tranvías, lanchas y las consabidas bicisendas
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puesto número uno se lo llevarían las bicis, que son objeto de devoción e intervenciones artísticas. Ámsterdam es un lugar diseñado a partir de los torrentes que la cruzan y entrecruzan; la mejor manera de recorrerla es en bote. De vuelta en las aguas lentas, nos subimos a una embarcación mediana y sin techo. Nuestro guía y capitán, Gerrit, es muy muy agradable, y nos cuenta acerca de los puentes más antiguos mientras paseamos pulidos de un sol radiante que no nos calcina. Por ejemplo, sobre el Magere Brug, construído en 1691 sobre el río Amstel y luego modificado en 1934, Gerrit nos dice que su construcción se debe a los oficios de dos hermanas de la alta sociedad, que no se negaron a seguir haciendo el camino largo para visitarse. La capital de los Países Bajos tiene ciento veinte canales que la bordan, formando un laberinto ordenado que en 2013 cumplió cuatro siglos. Acá las bicicletas se mueven a un ritmo descomunal, alentadas sobre todo porque tienen prioridad en el tráfico. En este frenesí pedaleador, llegamos con las patas hechas un hierro al parque cultural Westergasfabriek, en la zona oeste de la ciudad. Este edificio era una fábrica de carbón y gas que suministraba combustible para la iluminación de las calles y edificios de los alrededores, y que hoy se transformó en un espectacular complejo para festivales, obras de teatro y exposiciones. También aquí al lado está el Westerpark, que es una de los pulmones verdes de Amsterdam, y donde aprovechamos para tirarnos a disfrutar de la vida sin tiempo y recuperar el aire porque, parafraseando a Mostaza Merlo, a esta altura del partido nos queda un pulmón solo. Es conocido que en Ámsterdam hay muchos museos para ver, como la casa de Ana Frank o el de Van Gogh. Pero lo que más nos llama es hacer la visita al Museo Casa Rembrandt. El lugar es un pequeño edificio antiguo de tres pisos, con puertas y ventanas verdes. La visita guiada es interesante porque la casa del maestro del claroscuro está casi intacta, muy parecida a como cuando la debió abandonar en 1658, con esas pequeñas camas empotradas en la pared que parecen placares. La tarde cae y el aire se pone rojo, naranja. Al salir, una callecita nos conduce a un gran parque en el centro de la ciudad, que está repleto de gente porque hay fiesta al aire libre: puestitos de comida y un mini parque de diversiones. Hay una banda tocando un rock electrónico, una calesita para los niños, y un castillo medieval. Ámsterdam es una cajita de sorpresas.
1. Todos están admitidos en una bici amsterdamesa 2. Los típicos edificios apiñados de la capital de los Países Bajos 3. Comunidad de bicicletas en la Estación Central de Ámsterdam 4. El sol cae tras la Puerta de Brandenburgo, ya en Berlín
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de seis autos bajan una pareja turca de recién casados y su cohorte y se ponen a bailar en el monumento. una imagen hermosa y contradictoria con el pasado político de alemania BERLÍN TIENE TALENTO Nos esperan 655 km hasta la capital de Alemania. Es un trayecto diáfano, sin peajes ni radares, puesto que en las autovías alemanas no hay “velocidad máxima”. Hay partes del camino en que quedamos sumidos en la sombra de unos bosques de pino. La mayoría de los autos que nos pasan son Audi y BMW, vehículos que parecieran no ser bienes suntuosos en este país. Después de siete horas cruzando puentes, bosques, montañas –y algunos embotellamientos-, llegamos. Ya es de noche y por suerte nos espera nuestra amiga Agha con su gato Gizmo. Agha es polaca, diseñadora de su propia marca de ropa. Rubia, de pelo corto y de ojos azules gigantes, Agha podría ser alemana. “En Berlín se habla inglés; Berlín no es Alemania, es un país aparte”, nos dice. A la mañana, salimos a caminar por Neukölln, un barrio tranquilo, con árboles y edificios antiguos. Se nota en locales de comidas y de ropa la presencia de la comunidad turca, además de que muchas mujeres visten los típicos atuendos musulmanes. En la estación de tren, conseguimos un mapa. El sistema de transporte en Berlín es espectacular: divide a la ciudad en zonas y las rodea con anillos donde circulan tres líneas de trenes y varias líneas de buses. Moverse por Berlín es rápido y fácil de entender. A unas pocas estaciones, bajamos en el parque Tempelhofer, un lugar de 380 hectáreas donde funcionaba un viejo aeropuerto. En el parque, hay muchos bikers y rollers y kitesurfers (con tablas de ska-
te), que usan la antigua pista de aterrizaje. Sobre el pasto, manda el picnic. Caminando sin un rumbo definido, llegamos hasta el “Check Point Charlie”, que fue el paso fronterizo del Muro que separó la ciudad en Berlín Oriental y Occidental entre 1961 y 1989. Como Berlín tiene diferentes edades yuxtapuestas, más allá encontramos la Puerta de Brandeburgo, mandada a construir en 1788 por Federico Guillermo II de Prusia como su puerta de entrada. Cuando nos acercamos, vemos que de seis autos bajan una pareja turca de recién casados y su cohorte y se ponen a bailar en el monumento. Es una imagen hermosa, por suerte contradictoria con el pasado político que todavía abruma a este país. El parque Tiergarten hace honor a esa sensación jovial: es un gran bosque en el medio de la ciudad, que desde la unificación alemana en 1871 había sido sede de la vida licenciosa de la aristocracia prusiana y que en los últimos tiempos se había convertido en meca orgiástica de las Love Parades. Fiel a su historia, el bosque conserva una parte nudista abierta al público en verano. Nosotros, vestidos, cruzamos la arboleda hasta el “Ángel de Berlín, la representativa Siegessäule, más conocida en castellano como la Columna de la Victoria. Segundo día en Berlín. Es mayo y el clima es ideal, no hace frío ni calor, es domingo y el sol es adictivo. Salimos en auto, en virtud de que hoy el estacionamiento es gratis. Agha nos había recomendado que fuéramos al barrio de
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1. Tú y yo y la Catedral de Berlín 2. Migrantes en Alemania: cinco mujeres turcas 3. Peitsche (látigo) es la golosina preferida de los niños 4. Pasajero VIP, madre chocha 5. Los taxis de tres ruedas recorren Berlín 6. Comida al paso en Alexanderplatz
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Cae la tarde y las vistas de Praga son una pintura renacentista. Al río lo rodean techos rojos; el dibujo anárquico de las calles realza la belleza de un lugar que es de fábula
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diseñadores independientes, el Kreuzberg, y le hicimos caso. El lugar está cubierto de árboles y cerca de un riacho; los edificios son enanos y muy elegantes, con puertas de colores y llamadores de bronce, antiguos. Cuando entramos al primer local, entendimos por qué Agha los llamaba “estudio”. Delante está propiamente el local, generalmente chico; la ropa tiende a ser exhibida con un gesto minimalista. Detrás, estos negocios tienen una enorme maquina industrial de coser, un depósito de telas y mesas de corte. Son como una fábrica compacta. La ropa donde entramos es genial, nada barata, pero con un trabajo de diseño y una calidad de Premier League. “Diseño, corto, coso y atiendo -nos dice la dueña, una alemana de unos 30 años-. Las producciones no son a gran escala, pero exporto algunas cositas a países limítrofes y vivo como quiero”. Nos quedamos fascinados con esa libertad, esa manera de vivir la vida. Después, caminamos un ratito en silencio. Los viajes te ponen las barbas en remojo. ¿Y si cambiamos de vida? En esas cavilaciones andábamos cuando llegamos a Mauerpark, el gran parque al que la gente va todos los domingos a disfrutar de su karaoke al aire libre y de su mercado. Con el almuerzo en las manos -salchichas con chucrut
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y cerveza-, nos acostamos en el verde. La gran atracción del parque es lo que algunos berlineses se animan a tildar como “el mayor karoke del mundo”, un auditorio natural formado con las ondulaciones del terreno donde los berlineses pasan a cantar antes cientos de curiosos, sin importar si Berlin Got Talent or not. PRAGA, UNA FÁBULA De Berlín a Praga hay 350 km, es un viaje corto. Al entrar por la frontera de la Republica Checa, en comparación con la campiña alemana notamos que las construcciones son más austeras, los pastizales más amarrillos. Como habíamos leído que en Praga es costoso entrar con el auto, decidimos alojarnos en un pequeño pueblo de las afueras, de aspecto medieval, con muros de piedra, llamado Vinor. A media mañana, manejamos hasta una estación de tren donde podemos dejar el auto todo el día por un euro. A Praga son ocho estaciones. Cuando bajamos, caminamos por la avenida Wencelas Square, fastuosa y ancha en extremo, con locales de marcas elegantes y cafés presuntuosos. En la calle Oldtown, está emplazado sobre el Ayuntamiento el reloj astronómico. Todo en este “viejo poblado” es un pasaje a la Vieja Europa: hay carruajes que pasan sobre las calles de adoquines que bordean antiguos pala-
1. Esto mismo podría hacer yo en un parque en Berlín 2. Decidiendo qué camino tomar en las calles de Praga 3. Modelo “Cochero muy Europa del Este” sonríe y fuma, Praga 4. El pastelero prepara el trdelník, típica factura praguense 5. Ella pasó por la pelu en Berlín (¿no está divina?) 6. El tranvía es el medio de transporte más usado en Praga 7. Y la bici es también objeto devocional en Berlín 8. El “karaoke más grande del mundo”, Mauerpark, Berlín 9. En Berlín, la red de subtes roza la perfección
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Nunca había visto calles tan angostas como aquí en Praga; los autos pasan rozando sus límites
cios. El día hoy esta nublado, garúa, lo que exacerba las sensación de estar en un set perfecto de una serie de televisión sobre la Praga medieval. En la plaza central, es ineludible no admirar la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn, cuyo piedra basal data de 1360 y está pergeñada con un imponente estilo gótico de torres con techos negros. En la plaza hay decenas de carruajes que proponen recorrer la ciudad. El ruido de las herraduras de los caballos me despierta del embeleso: todavía es el año 2014. Nunca había visto calles tan angostas como aquí en Praga; los autos pasan rozando sus límites. Caminamos por una de ellas y damos con el emblemático Karlův mos (Puente Carlos), que cruza el río Moldava y es al turismo praguense lo que el Obelisco es al porteño. Del otro lado del puente, descubrimos una tienda de títeres de una belleza terrorífica, con muñecos de ojos saltones, de vidrio, que cuelgan de a cientos. Los tranvías, de este lado del río, son más numerosos y más coloridos. Desde aquí se ve a lo lejos el Castillo de Praga, allí en las alturas desde el siglo XI. Pensamos en subirnos a un tranvía pero nos tentaba caminar, paladear lentamente la ciudad con los ojos. Luego de subir unas escaleras empinadas damos con la Catedral de San Vito, que nos resulta un engendro asombroso, tanto por sus dimensiones como porque mezcla estilos arquitectónicos producto de sus múltiples remodelaciones. En su interior, se encuentra la Basílica y el Convento de San Jorge -que contiene arte antiguo de Bohemia-, el Palacio Real -con galerías de pintura renacentista y barroca- y las antiguas caballerizas del castillo, además del barrio medieval, -donde uno puede jugar a vivir en la era del oscurantismo religioso- y la casa de Kafka. Cae la tarde y las vistas de Praga son una pintura renacentista. Al río lo rodean techos rojos; el dibujo anárquico de las calles realza la belleza de un lugar que es de fábula. Al llegar al Puente Carlos, ya era de noche, y nos sentamos un rato a ver de la ciudad con otra luz. Camino hacia la estación de tren, nos encontramos con una pequeña calle, repleta de lugares para comer. Lo que nos desconcierta es que todos tienen una escalera en dirección al subsuelo. Bajamos en una larguísima, enteramente de piedra. El restaurante está absolutamente revestido en piedra, con luces tenues, y mesas de madera con velas. El convite es inexcusable, nos sentamos. La carta tiene muchos platos típicos, de carne de ternera asada o guisada con salsa de nata y los dumplings, en este caso pato asado con una especie de chucrut que es más agridulce que el alemán. Todo será –y si no, no será- deglutido con la cerveza clásica de Praga, la Staropramen. Todo será, en nuestra memoria, como un cuento de fantasía.
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1.Vista del Puente Carlos desde la iglesia de San Nicolás, Praga 2. Momento de lectura en una de las tantas plazas de Praga 3. Las marineritas intentan atraer clientes para pasear en bote 4. A paso redoblado, los guardias del Castillo de Praga 5. El Puente Carlos de noche 6. Tulipanes en el jardín anterior de una casa en Praga 7. Una novia se retrata para su novio en el Puente Carlos
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+INFO EUROPA
Viaje: Ámsterdam-Berlín-Praga en carambola Lugares: En AM: Parque Cultural Westergasfabriek, Museo Casa Rembrandt; en BE: barrio de diseñadores Kreuzberg, Check Point Charlie, Parque Tempelhofer; en PR: pueblo medieval de Vinor, calle Oldtown, catedral de San Vito. Actividades: pasear en bote por el río IJ, cantar en el karaoke de Mauerpark, comprometerse en el Puente Carlos.
COMO LLEGAR En avión. En temporada baja, por Lufthansa hacia Amsterdam con escala en Frankfurt, $ 12.630 (U$D 1411). En temporada alta (julio), $ 19621 (U$D 2192).
CUANDO IR La mejor época para hacer este viaje es abril o mayo, que es el comienzo de la primavera europea. No hace ni frío ni calor, y se puede disfrutar de largas caminatas urbanas.
COMO MOVERSE En auto. En Berlín, tipo económico por 7 días, con km libre, cobertura e impuestos, $ 3124 (U$D 349). Válido del 15/04 al 30/07/2015.
DONDE DORMIR NH City Centre (3*). En Ámsterdam, con magníficas vistas al canal Singel; cerca del Mercado de Flores y la Casa de Ana Frank; tiene 209 habitaciones. Es parte de un edificio histórico construido luego de la I Guerra Mundial. Por noche, base doble, desde $ 1321 (U$D 148), abril y mayo 2015. En Berlín, Holiday Inn Express Berlin City Centre (4*). En el distrito Friedrichshain-Kreuzberg, con la estación de tren S-Bahn Anhalter Bahnhof a 400 m. Habitaciones amplias con TV satelital. Wifi gratuito. Vida nocturna alrededor. Por noche, base doble con desayuno desde $ 467 (U$D 52), abril y mayo 2015. Corinthia Hotel Prague (5*). Lujoso, en la cima de una colina, a 10 minutos del centro de Praga, cerca de la fortaleza de Vyšehrad (siglo XI). Spa, baño turco, sauna, piscina cubierta. Wifi gratuito. Por noche, base doble con desayuno desde $ 696 (USD 78), abril y mayo 2015.
DONDE COMER En Ámsterdam, la comida al paso es lo más consumido. FEBO es una cadena de comidas rápidas con ¡máquinas expendedoras! Vende todo tipo de salchichas, croquetas y albóndigas fritas. Uno deposita 1 o 2 euros y sale caminando con un deliciosa comida en la mano. En Berlín, en la zona de Alexanderplatz, hay patios de comida donde se puede comer y tomar abundante cerveza por 12 euros. Lo más recomendable, un clásico: salchicha con chucrut. En Praga, cerca del Reloj Astronómico, hay tabernas medievales en los subsuelos de los edificios antiguos. Allí se comen platos típicos, como los dumplings, gran variedad de sopas y el gulasch por 15 euros.
PAQUETES Y EXCURSIONES Circuito terrestre Amsterdam-Praga. Traslado de llegada+hoteles 3* con desayuno+excursiones y recorrido en bus. Amsterdam, Berlín, Desden y Praga. 7 días entre 4/6 y 22/8/15: $ 8731 (U$D 975). Válido de abril a diciembre. City tours. Ámsterdam en crucero: $143 (U$D16). Berlín caminando: $185 (U$D 21). Teatro Negro de Praga: $ 209 (U$D 23)
TIPS Esencial para el viaje, un GPS con mapas actualizados. Te permite viajar por autovías con y sin peaje, que es la mejor opción para disfrutar de paisajes y pequeños poblados de una belleza insospechada. Atención, porque en República Checa se debe pagar un derecho de circulación por las autovías sin peajes; sale 12 euros, tiene un duración de diez días y se compra en las estaciones de servicio.
VIAJA TRANQUILO. Assist Card Basic 10 días, menores de 64 años, desde $233 (USD 26).
PASAJE AEREO AMSTERDAM Tarifa ida y vuelta por persona. Incluye impuestos, retenciones y percepciones. Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares por destino. Tipo de cambio USD 1 = $ 8,95 , sujeto a variación de cotización al momento de la compra. Tarifa no incluye 9,5% de cargo de gestión de agencia, ni tasa de aeropuerto: internacional USD 44. Temporada alta corresponde a los meses de julio, agosto, diciembre, enero y febrero.
TEMPORADA BAJA
TEMPORADA ALTA
$ 12.630 $ 19.621 U$D 1.411
U$D 2.192
Teléfono: 0810.777. 2728 . Desde donde estés: www.almundo.com
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MON GO LIA
RECIFE Y OLINDA
Texto: GUADALUPE PICCIONI. fotos: ARIEL MENDIETA
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El orgullo del pastor nรณmada, a orillas del Lago Khรถvsgรถl
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Amo mi vestido amarillo. Ulán Bator, capital de Mongolia
Tierra nómada Los primeros días en Ulán Bator, la capital de Mongolia, dediqué el tiempo a recuperarme de una salmonella que traía desde Rusia. La doctora que me atendió tenía un nombre impronunciable, y en su primera visita a mi cuarto de hotel, mientras me tomaba la presión, me lo tradujo al inglés: Golden Flower. Entonces la miré de nuevo y la vi por su nombre: una viejita del color de la tierra al atardecer y con la textura de la corteza de un árbol de cien, mil años. Sentí, cuando me miró mirarla, que sus ojos negros se asomaban desde un mundo antiguo, y me iniciaban en el viaje por las tierras de los nómadas herederos del Gengis Kan y de su nieto, el gran Kan Kubilai que aparece en los relatos de Marco Polo. Con ella, estaba en el vórtice del imperio que había abarcado casi toda la tierra conocida en el siglo XIII, desde la península de Corea hasta el Danubio. “Flor Dorada” me visitó todas las mañanas durante tres días. Me habló de la infancia junto a su familia nómada en el desierto del Gobi; de las mil y una mudanzas en busca de pastos para el ganado; del ger familiar, la carpa redonda donde vivían, que mide unos cinco metros, se arma y desarma en el día y que se traslada en el lomo de uno o dos camellos; de las tormentas de arena que amenazan con borrarlo todo de la faz de la Tierra; de los inviernos he-
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lados, que son una trampa mortal para los animales si no se los cuida con tozudez. A pesar del recuerdo de esa vida dura, la nostalgia flotaba en la habitación como un fantasma del pasado que reclama su cuerpo. Pero lo que para la anciana era el pasado, para un millón de mongoles –el 30 por ciento de la población-, esa vida nómada y tantas veces al filo de la catástrofe, será una realidad por el resto de su existencia. Yo no podía esperar para verlo con mis propios ojos. De modo que apenas me recuperé, me enlisté en la expedición que organizaba el UB Guesthouse junto con una taiwanesa, una texana, un singapurense y un chino para salir hacia el Gobi, una región desértica y semidesértica que ocupa el sur de Mongolia y trasciende la frontera con China. Montañas que flamean La mañana de la partida, cargamos las mochilas en una furgoneta rusa, de color gris y aspecto muy retro, que de lejos parecía la tatarabuela de una combi Volkswagen. Pensé que la vieja máquina no soportaría el terreno implacable de Mongolia. Porque viajar por Mongolia requiere hacer gran parte del camino a campo traviesa, saltando bumps y cruzando arroyos crecidos por las lluvias de verano. Mi pronóstico fue desacertado: la camioneta
tenía la potencia de un dinosaurio y la manejaba Gana, un gran chofer. De copiloto iba Amra, nuestra guía, que también sería la cocinera durante una semana de travesía por el desierto. Dejamos atrás Ulán Bator y en una hora nos sumergimos en una mar de praderas. El horizonte se veía a 360 grados, maravillosamente ininterrumpido, donde las huellas de tierra parecían terminar en el mismísimo abismo interplanetario. En el mapa, sin embargo, Mongolia era un país de Asia, entre China y Rusia, muy lejos del mar.
durante la puesta de sol “Las Montañas Flameantes” reverberan como llamas olímpicas de cien metros
Bicicleta y camello son igual de apreciados en el Desierto de Gobi
En 200 kilómetros apenas nos cruzamos con tres o cuatro pastores y sus rebaños; no vimos ni un poste de luz, ni un metro alambrado, ni un tramo de asfalto. Nos sentíamos como si tuviéramos todo el país para nosotros. Y en realidad era algo así porque casi toda la superficie de Mongolia son paisajes vírgenes que miden 8,5 veces el tamaño de Uruguay, donde viven -al igual que en “el paisito”- tres millones de personas. A partir del segundo día, a medida que nos adentrábamos más profundamente en el Gobi, el paisaje se volvió más árido, con colinas peladas de tonos rojizos, tierra arenosa y valles pedregosos. Paramos a comer en una planicie de pastos ralos y de repente brotó en el horizonte una visión marcopolesca: una caravana de unos treinta o cuarenta camellos que avanzaban en fila y que después de un rato desaparecían detrás de una tormenta de arena. A mis pies una lagartija verde se plantó frente a un cascarudo azul y la caza que estaba a punto de comenzar me recordó que tenía hambre. Recién ahí vi el plato que Amra me había servido con dumplings, una especie de ravioles rellenos con carne de cordero. Retomamos el camino para llegar a Bayanzag, el nombre de un lugar que en mongol significa rico en árboles zag. En-
tre los viajeros, se lo conoce como Las Montañas Flameantes porque durante la puesta de sol las colinas reverberan como llamas olímpicas de cien metros de alto. Desde allí no tardamos en llegar al campamento de gers que estaba al reparo de un réplica de Las Montañas Flameantes a una escala humana, donde podíamos subir y bajar por las bardas a pie, caminar por un bosque de árboles zag tan tiesos que el viento desembozado del desierto no les movía un pelo. Cuando Amra me contó que estos árboles tienen las raíces muy profundas, me los imaginé aferrándose a las entrañas de la tierra para no extinguirse – el peligro existe—y terminar como los fósiles de los dinosaurios que cada tanto se descubren en la zona. Las arenas cantantes Muchos viajeros, cuando piensan en el Gobi, se imaginan paisajes de dunas como los que muestra la película Lawrence de Arabia. Pero esta clásica estampita de desierto, en Gobi sólo se limita a una franja de médanos de 180 kilómetros de largo por 12 de ancho; es una franja estrecha cuando se piensa que el desierto mide 800 kilómetros sólo a lo ancho. El resto es un escenario que se transforma con la gracia de un camaleón. Por caso, el tercer día de expedición estába-
mos en el lomo de una duna dorada y al día siguiente caminábamos sobre una lengüeta de hielo –el techo congelado de un río— en un cañadón del Valle de Hielo. Para subir a los médanos montamos en camellos hasta un río, cruzamos el río a pie y caminamos por un terreno fangoso hasta la base de las dunas. Empezamos a subir la descomunal rampa de arena y a medida que ascendíamos a contra viento, las ráfagas se fortalecían como paredes de hormigón que había que empujar cuesta arriba. Llegamos a la cima cuando la duna se convertía en una montaña de oro en polvo, bajo la luz rasante de la tarde. Desde allí arriba –estábamos a 141 msnm según el GPS del chino Yfan— pude ver la inmensidad de un valle con ramilletes de hierbas verdes, surcado por arroyos estriados y abrazado por montañas que se veían azules por la distancia. El viento me zumbaba en los oídos como una orquesta de sicus y me hizo acordar que Khongoryn Els significa “las arenas cantantes”. De regreso, cuando aterricé en el valle –la bajada es como tirarse por un tobogán-, no corría ni una gota de aire. Después de cenar, la noche se desplomó sobre el desierto como si hubiera detonado un diamante nuclear y el cielo se llenó de astillas luminosas. De modo que antes de ir a dormir salí a cazar estrellas con la
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1. Lucha entre un “elefante” y un “león” durante el Festival de Naadam 2. El cielo parece descender a orillas del Lago Blanco 3. Amor filial en la ventana, cerca del Lago Khövsgöl 4. Cigarro por foto: canje y todos contentos 5. Camellos cruzando el Gobi, rumbo a las dunas doradas. 6. Un monje cavila en el monasterio de Gandantenchinlen, Ulán Bator 7. El extraño de bigote largo en el gran Festival de Naadam 8. Rumbo a la oración matutina, monasterio de Gandantegchinlin 9. Reunión de chamanes, inmediaciones del Lago Khövsgöl 10. Un arreo de ganado ovino demora el viaje al Lago Blanco 4
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Concurso de tiro con arco, festival de Naadam
cámara de fotos. Me sentí Galileo tratando de probar una hipótesis: Mongolia no es de este planeta. Campamento de gers Una tarde, después de explorar los laberintos de Tsagaan Suvarga –unos acantilados de arenisca que moldean pasadizos con formas de faros, castillos y catedrales— llegamos al campamento en un horario con mucho trajín. Una de las hijas de la familia anfitriona intentaba ordeñar a una camella retobada; un hombre paleaba el guano seco de los camellos que, a falta de leña en el desierto, sirve para encender el fuego; la abuela, sentada en la tierra, reparaba una tela blanca para recubrir uno de los gers. Terminada la faena nos reunimos dentro del ger familiar alrededor de la estufa, donde se calentaba un té con leche de camella y sal y se hervían las vísceras de una cabra para la cena. Detrás, como en todos los gers, contra la pared circular y sobre una cajonera pintada de naranja y adornada con minuciosos dibujos abstractos, había un altar con un rosario, estampitas de imágenes budistas y fotos familiares. Contra la pared había también camas, tapices bordados a mano, un armario, tele y radio alimentadas por un panel solar portátil. Por más que el interior de los gers donde dormíamos los viajeros eran más austeros,
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llegué a adorar estas carpas que por afuera parecen un iglú de tela -pero con el techo en forma de embudo invertido- y que por dentro es un hogar con todo lo imprescindible. Se trata de una estructura simple y práctica, porque cuando no hay más hierba para pastar es el momento de levantar campamento y encontrar un parche de tierra nuevo en otro lugar de la estepa o del desierto. Una familia nómada en Mongolia se traslada un par de veces al año. Sin embargo, “esta familia es una familia rica y vive aquí todo el año”, nos decía Amra mientras lavaba y salaba las hierbas que había cosechado para la cena. Estábamos todos sentados en unos banquitos a la sombra, afuera de nuestro ger. “Entre los nómadas, la riqueza se cuenta por cabezas de ganado” (en el campamento había camellos, ovejas y cabras); “es directamente proporcional a las posibilidades de supervivencia y también representa la posibilidad de mandar a los hijos a la ciudad para que estudien en la universidad, vendiendo animales para sufragar los gastos”, continuó la cocinera, mientras con sus manos modelaba bombas de puré con carne y cebolla. Ya listo el mesamplá, Amra sacó del bolsillo una pequeña vara de bambú con un piolín atado a un extremo, se la acercó a la boca e hizo unos sonidos que parecían los débiles ecos de un gong tamizado por
los siglos. Pensé que un siglo era una medida de tiempo extraña para un país donde el tiempo transcurre como en bucle, las familias pastorean como lo hacían sus ancestros, y así también lo harán los hijos. Por la eternidad. Eternos pastores La víspera del regreso a Ulán Bator llegamos a Baya Gazryn Chuluu (“lugar de las pequeñas rocas”), un encadenamiento de valles de piedra con la forma de anfiteatros y coliseos naturales. Hace doscientos años, por sus características acústicas supieron ser el Teatro Colón de Mongolia. En algún lugar, alguna vez entre aquellas piedras, cantaron mil músicos al unísono. A un kilómetro de allí estaba nuestro campamento. Cuando llegamos, las mujeres preparaban unos bocaditos con forma de cono, textura de merengue duro y sabor a yogurt de cabra; ordeñaban a una yegua para preparar el kumis, un brebaje de leche fermentada. Los hombres acababan de carnear un cabro en homenaje a la parentela que llegaría por la noche desde Ulán Bator. La fiesta empezó alrededor de una fogata a la que se sumaban los familiares mientras iban llegando. Al lado del fuego se hacía un horhog, una especie de asado pero a la mongol, que se cocina dentro de una hoya con agua y piedras de río previa-
Yurtas o gers, típicas casas de los nómadas, Desierto del Gobi
Ya listo el mesamplá, Amra sacó del bolsillo una pequeña vara de bambú con un piolín atado a un extremo, se la acercó a la boca e hizo unos sonidos que parecían los débiles ecos de un gong tamizado por los siglos
mente calentadas al rojo vivo. La carne, tierna y deliciosa, circuló hasta altas horas de la noche. Estoy convencida de que el consejo de Gana -acariciar una piedra caliente entre las manos como si fuera un jabón untuoso- nos salvó de una indigestión. Gana siempre nos cuidaba como un pastor suele cuidar de sus corderos. El juego del león y el elefante El 11 de julio es el Día de la Independencia y arranca el Naadam, la fiesta nacional más importante y tradicional de Mongolia que incluye juegos de fuerza y destreza: tiro al arco, carreras de caballos, lucha libre, campeonato de tabas. Más allá del megaevento en el Estadio Nacional de Ulán Bator, del 11 al 13 de julio, el festival transcurre durante todo el mes en cualquier rincón del país. De hecho, en el camino de regreso a la capital, asistimos a un Naadam a campo traviesa, bajo un cielo diáfano en plena estepa. Nos quedamos hasta el final, cuando a última hora, en un ring de pasto, dos gigantes se enredaron en una lucha libre por el título de León para el campeón y de Elefante para el segundo. En la lucha libre mongola no hay trompadas ni patadas, solo abrazos: el abrazo de un león y un elefante, segundos de fuerza estática con la potencia de un Big Bang. La presión del abrazo para no tocar
el suelo. El forcejeo del león para derribar al elefante, kilos de músculo bajo la funda de una piel marrón y lampiña, tensa y expuesta al sol, porque las bestias pelean casi desnudas, con un pantalón tipo slip de tela azul o roja, un chaleco que apenas cubre los brazos y la parte alta de la espalda, y botas de cuero. Segundos antes de la caída estrepitosa de uno de los contrincantes, alrededor del ring se hizo un silencio de ultratumba. Me sorprendí distraída, paseando la mirada por los trajes de los hombres y las mujeres. Estaban todos vestidos con el deel, la túnica tradicional de manga larga que llega hasta las rodillas y se abotona en diagonal delante del hombro derecho. No es que no la hubiera visto antes, pero esta vez los trajes no eran de algodón como se suele usar en el campo, sino que estaban confeccionados con telas brillantes y de colores vivos, bordados primorosamente con hilos dorados o plateados; la faja enrollada a la cadera, de un color contrastante, realzaba aun más la estridencia del vestido. Me pareció que la imagen era de una elegancia extravagante. De repente, en el instante preciso en que el elefante hizo temblar el suelo me acordé de los pastores que se juegan el título de león con cada invierno. Porque en la vida real, en el interior de Mongolia, no hay segundos puestos.
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+INFO MONGOLIA
Viaje: Mongolia, a desierto traviesa. Lugares: Ulán Bator, Desierto del Gobi, Montañas Flameantes, Valle del hielo, los laberintos de Tsagaan Suvarga, Baya Gazryn Chuluu. Actividades: Vivir como un nómade en los gers de los mongoles. Cruzar el Desierto del Gobi, que no se parece en nada a la postal típica de un desierto: contiene una y mil geografías.
COMO LLEGAR
CUANDO IR La temporada mongola coincide con el estío. Julio es el mes más cálido y es, además, el mes del Naadam. Fuera del verano es casi imposible encontrar excursiones hacia el interior del país; en invierno llega a haber -45°.
En avión. A Ulán Bator por Turkish Airlines con conexión en Estambul. En temporada baja, $ 18.200 (U$D 2034); en alta, $ 27.625 (U$D 3087).
COMO MOVERSE DONDE DORMIR Ramada Ulaanbaatar Citycenter (3*). Céntrico, con vista espectacular a la montaña Bogd Khan. 125 habitaciones, 20 suites. Restaurantes mongol y occidental. Masaje de agua por cápsula, saunas. Por noche, base doble con desayuno desde $ 912 (U$D 102), de abril a junio 2015. Kempinski Hotel Khan Palace (5*). Lujoso, cerca de Chinggis Khaan Square, el Monasterio de Gandan y el Palacio de Invierno de Bogdhan. Spa, baño turco, sauna. WiFi gratis. 102 habitaciones Restaurante Khara Khorum y otros dos japoneses. Por noche, base doble con desayuno desde $ 1058 (U$D 118), de abril a junio 2015.
PAQUETES Y EXCURSIONES Tren Transiberiano. Recorrido “transmongoliano” en 21 días: Rusia (San Petesburgo, Moscow, Ekaterinburgo, Irkutsk, Lago Baikal), Mongolia (Ulán Bator) y China (Beijing). 2ª clase en camarote + Hoteles 3* con desayuno + traslados + city tours + excursiones + entradas - aéreo internacional: $ 51.463 U$D 5750)
Para cruzar el desierto del Gobi o las estepas del norte, es fundamental hacerlo con un chofer y /o guía local, puesto que las extensas comarcas no tienen referencias. En la Mongolia profunda, nadie habla inglés.
TIPS Para el día es necesario un sombrero, protector solar y ropa fresca. También hay que llevarse abrigo porque, como en cualquier desierto del mundo, el Gobi puede despachar noches muy frías. Lo insólito es que también es época de lluvias; el impermeable se convierte en el as bajo la manga de los más precavidos. En general, no contratar excursiones organizadas, da una sensación de libertad y aventura. Sin embargo en Mongolia no tiene ningún sentido: casi todos los caminos son off road, sería un viaje suicida lanzarse al camino alone en un país sin direcciones. Como los gers se mudan, encontrar un pueblo es como buscar una aguja en un pajar, no hay agua ni comida a la vista. De hecho, en la capital solo se alquilan camionetas con chofer baqueano. Pero lo mejor es contratar las expediciones en los hoteles donde están alojados y de paso resolver todos los desafíos de una sola vez: vehículo, alojamiento, comidas y un guía que hable inglés.
VIAJA TRANQUILO. Assist Card Basic 10 días, menores de 64 años, desde $233 (USD 26).
PASAJE AEREO MONGOLIA
TEMPORADA BAJA
Tarifa ida y vuelta por persona. Incluye impuestos, retenciones y percepciones. Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares por destino. Tipo de cambio USD 1 = $ 8,95 , sujeto a variación de cotización al momento de la compra. Tarifa no incluye 9,5% de cargo de gestión de agencia, ni tasa de aeropuerto: internacional USD 44. Temporada alta corresponde a los meses de julio, agosto, diciembre, enero y febrero.
$ 18.200 $ 27.625 U$D 2.034
TEMPORADA ALTA
U$D 3.087
Teléfono: 0810.777. 2728 . Desde donde estés: www.almundo.com
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Porto de Galinhas / 53
Puerto de Capri, Marina Grande
RED SUBMARINE NAVEGANDO EL CAÑÓN DEL COLORADO
DE OBAMA CINCO AVENTURAS EN ESTADOS UNIDOS
Texto: Rebeca Milos. fOTOS: LATINSTOCK
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La comunidad nativa havasupai encontró una manera para explicar el surco más profundo en la tierra de Arizona, el Cañón del Colorado. Sostiene que el dios Tavwoats trazó el camino entre las montañas secas para mostrarle a un hombre, desconsolado por la muerte de su esposa, adónde quedaba el paraíso en que ella vivía ahora, y que inmediatamente después hizo correr un río furioso por la garganta para alejar a los curiosos en busca de aquella Tierra Prometida. Trepada a uno de los peñascos, al borde de un precipicio de un kilómetro y medio, no encuentro una manera mejor de explicar esta inmensidad desierta, y me imagino que allá a lo lejos, siguiendo el camino sinuoso del río Colorado, la Eternidad incluye frutas en los árboles, cielo azul, hombres y mujeres hermosas. Es un laberinto tallado en la roca, donde los colores en las paredes cuentan los años por millones; resumen la vida del planeta en tonos rojos, ocres, verdes y negros volcánicos. Hay aves de alas anchas que sobrevuelan el espacio aéreo, y los grupos de turistas que hay aquí y allá, diminutos en este escenario, me parecen más efíme ros que nunca. Algunos caminan por los sen-
deros del parque, otros están subidos a caballos, helicópteros o botes inflables. Es como si se intentara conquistar el Gran Cañón por todos los flancos. Claro que es una misión imposible. Con 340 kilómetros de largo y hasta 29 de ancho, esta zona fue una de las primeras en ser declaradas Parques Nacional de Estados Unidos, está protegida por la Unesco desde 1979 y fue declarada una de las Siete Maravillas Naturales del mundo. Y si acaso hubiera propietarios de estos dominios, ellos serían los indígenas havasupai y hualapai, que supieron navegar las aguas que corren hacia el fondo del cañón mucho antes de que llegaran los primeros europeos en el siglo XVI. Hoy, una de las maneras de recorrer y tomar dimensión de la profunda cicatriz que tiene el planeta en este rincón, es surcando el Río Colorado, que en sus 2500 kilómetros de extensión aloja rápidos de todos los grados de dificultad, ideal para los amantes del rafting. Hay distintas formas de navegar el río, con más o menos adrenalina: en kayak, botes a motor o a remo, incluso pasando noches en carpas, en las que la Vía Láctea, señoras y señores, muestra la máxima expresión, cubriendo de una sombra brillante la roca multicolor de Arizona.
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AIRES LIBERTINOS JAZZ EN NUEVA ORLEANS Una trompeta marca el paso y los aires del clarinete motivan una vueltita por el lugar. El contrabajo completa el trío de jazz que esta tarde ocupa la esquina de Frenchmen y Charters, en la ciudad de Nueva Orleans, Luisiana. Apenas tres personas y sus instrumentos, pero consiguen reunir una pequeña multitud. Como si la música se propagara como un contagio, cualquiera que pasa por acá se detiene al menos un rato para acompañar a la banda como si participara del rito: algunos chasquean los dedos, otros aplauden, otros se dan palmaditas en el muslo, y todos seguimos el ritmo con los pies. Como en una película de Woody Allen, el jazz acompaña el día a día en esta ciudad que fue fundada por colonos franceses a comienzos del siglo XVIII. La música aquí aparece en escena como formando parte del paisaje, llena el espacio con temas alegres o fraseos melancólicos, improvisaciones que duran horas y nos encuentran a la salida de los museos, entre un local y el siguiente, a la hora del desayuno, de la cena, y en todos los bares de Nueva Orleans. Porque
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“Nola” es la ciudad del jazz, ese género musical que nació en los Estados Unidos a fines del siglo XIX como encuentro de tradiciones melódicas de Europa y la africanía negra. Entrecierro los ojos para ver la escena en blanco y negro. Imagino que en vez de jeans, los hombres usan sombrero y moñito, y que el de la trompeta es Miles Davis. En Nueva Orleans se hace el festival anual de jazz más importante del mundo, “Jazz & Heritage Festival”, generalmente entre la última semana de abril y la primera de mayo, con catorce escenarios; en 2015 se presentarán desde Elton John, Lady Gaga y Tony Bennett, hasta Jerry Lee Lewis y bandas como Trombone Shorty and Orleans Avenue. Más allá de esta fecha, el show en esta ciudad continúa durante todo el año. Porque más que un espectáculo, el jazz en Nueva Orleans es el estilo con que se vive, se come, se respira. Todas las noches hay conciertos en bares de culto como (¡anote!) Preservation Hall, Fritze’s, French Quarter Bar del Hotel Ritz Carlton y en Sweet Lorraine’s Jazz Club, por mencionar algunos.
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HONEY, HONEY, HONEY, BABY POR LA RUTA 66 EN UN CONVERTIBLE Labios rojos, gafas tipo gato y un pañuelo atado en la cabeza ajustando los rulos de la época. Son Susan Sarandon y Geena Davis en un Ford convertible modelo ’64, se escapan a todo lo que da por la famosa Ruta 66. Esta escena de la película “Thelma y Louise” es una clara provocación para todos los que amamos viajar en auto, recorrer kilómetros y kilómetros de paisajes infinitos. En cualquier ranking de road trips del mundo aparece la U.S. Route 66, que con casi 4000 kilómetros de longitud atraviesa los Estados Unidos de este a oeste, de Chicago a Los Ángeles. Una buena selección musical es clave para recorrer la 66. Eso, el pañuelo, los lentes y el convertible. El resto es accesorio, y se puede conseguir en cualquier rancho que se anuncie, con luces de neón, sobre la ruta. “Eso lo querías ver / en este viaje todo lo podrás hacer / anda-
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rás bien por la 66”, canta Pappo en uno de sus blues, quizás recordando un gran viaje en moto. Moteles, gasolineras retro, bares texanos y cafeterías con rockolas, “reservados” en ecocuero, café de filtro, huevos revueltos y American pies. Asfalto, desierto, polvo y carteles en esa tipografía tan típica de los años 50, cuando la Ruta 66 tuvo su auge por el movimiento intenso de veraneantes que la usaban para llegar a las costas de California. Un tramo clásico de esta ruta es pasar por Arizona y Misuri, donde supieron conservar y poner en valor lugares históricos de la famosa carretera, como el cráter de Arizona, los moteles de carpas cónicas, el restaurante Big Texan y la antigua estación de servicio Hackberry General Store. Así que llená el tanque y lanzate a esta ruta, nena. Como en el viaje de Thelma y Louise, todo puede pasar.
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LAS OLAS, EL VIENTO Y LOS RUBIOS SURF EN CALIFORNIA Entre San Francisco y San Diego son muchas las playas surferas para elegir. O por qué no, mejor alquilar un auto, poner las tablas en el techo e ir probando una a una las olas de esta parte de California que, con 410000 km2, es el tercer Estado más grande después de Alaska y Texas. Entre septiembre y octubre el Pacífico garantiza un buen nivel de olas para nuestro surfari, así que nos lanzamos a la Pacific Highway (CA-1) de norte a sur, en un recorrido panorámico que se extiende 800 kilómetros junto a la costa e incluye ocho paradas clave: Maverick’s, Santa Cruz, Rincon Beach, Malibú, Venice Beach, Huntington, The Wedge y TStreet. Algunas más renombradas que otras, estas playas cumplen con los requisitos fundamentales para detenernos allí al menos un día e intentar una de sus olas. Maverick´s es un destino perfecto para surfistas avanzados; para los que no lo son, vale la pena quedarse a ver el espectáculo del mar bravo y las destrezas de los expertos. Acá se
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realiza anualmente el campeonato internacional Big Event y las olas llegan a medir 15 metros de altura. Siguiendo con rumbo sur, Santa Cruz es una de las mecas del surf, donde nacieron marcas vinculadas a este deporte, como O’Neill, y hay playas para todos los niveles, desde Capitolia o Cowell’s -para los menos expertos- hasta Steamer Lane o Natural Bridges, con olas más grandes y peligrosas. En la medida que avanzamos hacia el sur de California el sol calienta más y las playas empiezan a estar más llenas de gente, hay más escuelitas de surf y atmósfera de vacaciones, de relax total y buena onda. La máxima expresión de esto es Malibú, que atesora olas chicas y largas, perfectas para practicar, y tiene una de las mejores noches de toda la región. Con la piel dorada del sol y el pelo rubio por la parafina y el mar, hombres y mujeres surfistas decoran los barcitos apretados junto a estas playas, cuya hora pico es el final de tarde, cuando el sol se pone en el mar Pacífico.
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QUIÉN SABE, ALICIA, ESTE PAÍS BAJO LAS RAÍCES DE UNA SECUOYA Lewis Carroll podría haberse inspirado aquí para escribir Alicia en el país de las maravillas. Como si hubiéramos tomado la misma pócima que Alicia, estamos caminando entre árboles gigantes en el Parque Nacional de las Secuoyas, en la parte sur de Sierra Nevada, 320 kilómetros al norte de Los Ángeles. Es un bosque donde las raíces, troncos y copas alcanzan dimensiones inverosímiles: las Secuoyas llegan a medir entre 50 y 85 metros de altura, y su diámetro promedio es de 6 metros, aunque hay referencias de ejemplares con más de 90 metros de alto por 11 de ancho. Dentro de este parque se encuentra el gran General Sherman -así, con nombre y apellido-, que es considerado el ser vivo con mayor cantidad de biomasa de la Tierra: 1486,6 metros cúbicos. Un dato difícil de dimensionar, salvo que lo comparemos con los veinte mil hombres de tamaño promedio que cabrían en ese mismo volumen. Más allá de la matemática, las Secuoyas te dejan sin habla cuando ves como un auto entero pasa entre sus raíces o como diez personas apenas alcanzan para abrazar el perímetro de sus troncos. Lejos de las multitudes que visitan los parques Yosemite o el Gran Cañón, acá reina la paz y la tranquilidad, salvo por los osos negros, que a veces hacen de las suyas con la comida de los turistas. No es difícil ni peligroso cruzarse uno de estos; de hecho, muchos visitan este parque para fotografiarlos. Desde la entrada al parque, un camino trepa hasta los 2500 metros sobre el nivel del mar hasta la cima de los picos de la Sierra, donde se pueden ver imponentes ejemplares de árboles Secuoya, algunos con más de mil años de edad. Viejos y sabios, como pocas cosas en este mundo.
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+INFO EE.UU.
Viaje: Home run por Estados Unidos. Lugares: las aguas del río Colorado, la música de Nueva Orleans, la ruta que zurce a USA por el ombligo, las olas de California, los árboles gigantes de Sierra Nevada. Actividades: navegar, escuchar, carretear, surfear, sentirse pequeñito.
COMO LLEGAR En avión. A Las Vegas por Delta Airlines con escala en Atlanta en temporada baja: $ 16.865 (U$D 1885). En alta, por American Airlines con escala en Dallas: $ 23.256 (U$D 2598). A Los Ángeles, con Delta Airlines con escala en Atlanta. Baja: $ 14.810 (U$D 1655). Alta: $ 19.914 (U$D 2255).
COMO MOVERSE En auto. Desde Los Ángeles, un convertible por 7 días, km libre, cobertura LDW, impuestos, conductor adicional: $ 3708 (U$D 415), del 15/04 al 30/06/15. Asistencia al viajero. Standard, 10 días : $ 450 (U$D 50)
DONDE DORMIR Hilton New Orleans Riverside (4*). Céntrico, a las orillas del río Mississippi, frente al casino Harrah, junto a la terminal de cruceros. Health Club, gimnasio enorme, tenis, squash y racquetball. Por noche, base doble desde $ 1086 (U$D 121), de abril a junio 2015. Lax South Travelodge (4*): Cerca del aeropuerto de Los Ángeles. Zonas de picnic y de barbacoa al aire libre. Piscina paisajista. Bien situado para visitar Los Ángeles, Marina del Rey y Santa Mónica. Cerca de bonitas playas. Por noche, base doble desde $ 572 (U$D 64), de abril a junio 2015. Whitcomb Hotel (3*). San Francisco. Techos altos, hermosos interiores. En Market Street, frente al teatro Orpheum. 460 habitaciones con 12 suites de salón. Por noche, base doble desde $ 1029 (U$D 115), de abril a junio 2015.
PAQUETES Y EXCURSIONES Triangulo del Oeste. 9 Días por Los Angeles City, Grand Canyon, Ruta 66, Hoover Dam, Las Vegas, Fresno, Yosemite, San Francisco. Base doble: $ 20.388 (U$D 2278) Hoteles de primera y/o primera superior; en carretera y parques nacionales, moteles modernos.
TIPS Gran Cañón. El ingreso al parque cuesta US$ 12 por persona y dura 7 días; menores de 15 años no pagan. Hay espacio para acampar –se paga aparte-, y se recomienda reservar con la mayor anticipación posible porque se agota. Más datos, en nps.gov/grca. Nueva Orleans. Este año el Jazz Fest se realiza del 24 de abril al 3 de mayo. Las entradas cuestan US$ 70 en la puerta. Puede verse la programación en jazzandheritage.org. Ruta 66. Hay muchas agencias donde se puede alquilar un Ford Mustang, una Harley-Davidson o un motorhome. Más info, en ridingroute66.us. California. En septiembre y octubre, las temperaturas no son tan elevadas pero se puede entrar al mar usando un neoprén corto y los precios de hospedaje bajan mucho. Hay escuelas de surf (surfcamp), como thecalicamp.com y pacificsurf.org. Secuoyas. El parque está abierto 24 horas todos los días del año. El ticket de ingreso dura siete días. Dentro del parque hay lodges y áreas de acampe. Más info, en nps.gov/seki/español.
VIAJA TRANQUILO. Assist Card Basic 10 días, menores de 64 años, desde $233 (USD 26).
PASAJE AEREO LAS VEGAS Tarifa ida y vuelta por persona. Incluye impuestos, retenciones y percepciones. Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares por destino. Tipo de cambio USD 1 = $ 8,95 Sujeto a variación de cotización al momneto de la compra. Tarifa no incluye 9,5% de cargo de gestión de agencia ni tasa de aeropuerto internacional USD 44. temporada alta corresponde a los mesos de Julio, Agosto, Diciembre, Enero y Febrero.
TEMPORADA BAJA
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$ 16.865 $ 23.256 U$D 1.885
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QUITO & GALAPAGOS
TESORO ESCONDIDO
Texto : Irene Caselli. fotos: CHINO ALBERTONI
Vista nocturna de la ciudad de Quito
Piquero de patas azules, ave emblemรกtica de las Galรกpagos
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ara muchos, Quito es solo una escala camino hacia las islas Galápagos. Para mí, la capital ecuatoriana es mucho más: es el lugar de América Latina donde me mudé para trabajar como reportera. La amé mucho, también me peleé. Entre una cosa y otra, me quedé casi cuatro años. Cansada del ritmo laboral y habiendo recién terminado una relación de pareja, buscaba un cambio. Dejé Londres y me instalé en Ecuador. Quería un reto, quizá una aventura. Ya conocía algo de Quito por unos viajes que habían encendido mi pasión por América Latina. Me acordaba que los quiteños hablaban despacio, eran amables, corteses. Que el casco antiguo era tan extenso que se podían visitar centenares de monumentos que van desde la época colonial hasta los inicios del Novecientos. Y que la ciudad, vista desde el avión, me había dejado sin aliento: encajonada entre el inmenso Volcán Pichincha a su oeste, y más volcanes y montañas en otras direcciones, Quito parece estar escondida en ese angosto valle de ocho kilómetros de ancho y cincuenta de largo. En mis visitas previas, también había notado que la vida era barata y que pocos corresponsales extranjeros elegían Ecuador como base. Parecía la ciudad perfecta para una freelance con presupuesto limitado y afición por la arquitectura. Aterricé en julio de 2009 en el antiguo Aero-
puerto Mariscal Sucre (ahora hay uno nuevo, mejor ubicado), un poco asustada al ver cómo el avión pasaba cerca de unos edificios altos. A mi llegada me esperaba María José, una de mis mejores amigas, nacida en Quito. Tras la emoción del reencuentro, salimos a festejar. Lo primero que me advirtió fue que tenía que tenerle cuidado al “soroche”, el mal de altura. Quito, con sus 2800 metros sobre el nivel del mar, es la segunda capital más alta del mundo, detrás de La Paz. “Hay que comer liviano, dormir temprano y evitar el alcohol”, me dijo. Pero no le hice caso y terminaría con la peor borrachera de mi vida. Esa noche fuimos a conocer La Ronda, una calle adoquinada del centro histórico. En el pasado estaba asociada al peligro, a la bohemia y a la prostitución. Hace diez años todo empezó a cambiar: los vecinos se reunieron y con el apoyo de la municipalidad recuperaron edificios, se abrieron bares y pusieron policías a las dos entradas de la calle. Ahora es uno de los destinos más populares para salir de noche. Pasamos por el Café Sibari pero estaba demasiado lleno. Retuve su nombre, volvería varias veces después, especialmente para coincidir con sus espectáculos de música o teatro. Finalmente, nos quedamos en uno de los varios antros, que es como le dicen en Quito a los bares sin nombre oficial. Era el patio de una casa, con sillas de plástico y unas mesas cubiertas por hules pegajosos. Una señora cuidaba una enorme olla balanceada arriba de un hornillo portátil y servía una mezcla dulzona y caliente con agua,
encontré un monoambiente en San Juan, una de las zonas más antiguas y de las más empinadas, en las vertientes del Volcán Pichincha canela, azúcar y jugo de naranjilla, un fruto local algo agrio. Lo vertía todo en vasos de plástico, añadiendo las puntas, el aguardiente, al final. El efecto fue rápido, furioso, barato: tres canelazos, a un dólar cada uno. Nocáut. El día después me desperté a las 6 am bajo la luz intensa del amanecer ecuatorial, con la sensación de tener un taladro accionando sobre mi cabeza. María José sugirió solucionarlo con un buen desayuno, acompañado por un par de aspirinas. Volvimos al centro histórico y fuimos a El Cafeto, un café tradicional con vista al claustro del Convento de San Agustín. El desayuno quiteño ofrece variedad de licuados frescos (sandía, tomate de árbol, maracuyá) y
1. “Y se aparean. Se aparean”, diría un documental de Jacques Cousteau 2. Preparados para el snorkeling, cerca de un islote de Galápagos 3. El zayapa, cangrejo de las rocas galapagueñas 4. La arena es un terciopelo en esta playa de la isla Isabela 5. Los colores de Quito, cerca de la Basílica del Voto Nacional.
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CON ENORMES VENTANALES QUE DABAN A LA CIUDAD, MI DEPARTAMENTO PARECÍA UNA PECERA COLGANDO DEL CIELO suele ser abundante; tiene pan, huevos, quesos, manteca y mermelada. Mientras comía, pude admirar el convento del 1500, uno de los tantos que llevaron a la Unesco a declarar el centro de Quito Patrimonio Histórico de la Humanidad en 1978, por ser tanto el mejor conservado como el más extenso de toda América. Repleto de joyas arquitectónicas, esa fue la zona que elegí para buscar departamento. No me importaba lo que decían muchos quiteños: que el centro es peligroso, que los edificios son todos viejos y están en pésimo estado, que no hay supermercados ni servicios. Me costó pero encontré un monoambiente en San Juan, una de las zonas más antiguas y de las más empinadas, en las vertientes del Volcán Pichincha. Mi departamento, con enormes ventanales que daban a la ciudad, parecía una pecera colgando del cielo. Me acostumbré a que era posible vivir las cuatro estaciones en un día: amanecer con la luz nítida y fresca de primavera, que deja a la vista las cumbres nevadas del Cotopaxi y de los otros picos que conforman la Avenida de los Volcanes; que al mediodía el sol pegue como en pleno verano y el aire se haga pesado; que en la tarde empiece una lluvia otoñal y mi angosta calle, antiguamente llamada Cajón del Agua, casi que se transforme en rápidos y me den ganas de bajar en canoa como si estuviera en la Amazonía; que en la noche descienda
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1. Un callejón de Quito, en el maravilloso casco histórico 2. Iglesia Basílica del Voto Nacional, Quito 3. Vendedora de mimbres, Mercado Central de Quito 4. Choclos, mercado de Iñaquito 5. La Ronda, calle icónica de la capital ecuatoriana 6. Quito desde las alturas 7. Porotos rojos, Mercado Central de Quito 8. Vendedora ambulante sube una calle empinada 9. Iglesia de Santo Domingo, Quito
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Paramos en Seymour Norte para hacer snorkel. enseguida una tortuga marina empezó a nadar a mi lado una neblina espesa que tapa las montañas y los edificios, y me deje aislada en un frío invierno, pleno de nostalgia, de soledad. En Quito la irregularidad del clima contrasta con los casi inamovibles horarios de los amaneceres y atardeceres: por su posición en la línea ecuatorial, que da el nombre al país, la ciudad vive cada día del año doce horas de luz y doce horas de sombra. Había mucha vida cuando salía de mi privilegiada torre de observación. Iba por la calle Cuenca, esquivando los colectivos y mujeres indígenas con sus abundantes faldas multicolores vendiendo frutas exóticas. Pasaba por la Plaza Grande, con el imponente palacio presidencial de Carondelet, donde cada lunes a las 11 am hay cambio de guardia y suele asomarse Rafael Correa. Seguía de largo por la Iglesia
de la Compañía de Jesús, uno de los íconos más impresionantes de arquitectura barroca de las Américas, con el interior completamente cubierto por láminas de oro. Paraba a tomar un licuado fresco en los Jugos de la Sucre, antes de llegar a la Plaza San Francisco. La iglesia homónima es otra maravilla arquitectónica y se distingue por los toques indígenas escondidos entre sus imágenes religiosas. Cada tanto me peleaba con Quito, a la que le reclamaba estar lejos del mar, no tener río, no ser un centro cultural internacional, estar aislada geográficamente, tener pocas conexiones aéreas y un tráfico denso. También, de tanto reportear, me entristecía encontrarme tan de cerca con sus problemas socio-económicos, con una importante porción de la población en situación precaria. Con el tiempo mis impresiones se fueron acomodando y, por encima de lo negativo, se sostienen el encanto y los atractivos de la capital ecuatoriana: las calles adoquinadas en el casco antiguo, la riqueza arquitectónica, la mezcla de tradiciones indígenas con las europeas, las montañas que configuran paisajes hermosos cada amanecer, la calidez, sí, la calidez y el respeto de su gente. Las islas de los animales amigos Llegar al archipiélago, situado en el Océano Pacífico a 972 km de la costa del Ecuador, es para muchos un sueño. “Es muy caro para mí”, repiten la mayoría de los ecuatorianos, que anhelan conocer uno de los rincones más preciados de su país aunque les es virtualmente
imposible: el sueldo mínimo es de 354 dólares. La manera más común para disfrutar los atractivos de los más de doscientos islotes del archipiélago -sólo diecinueve tienen un tamaño mediano o grande- es en un crucero con guía autorizado. Las opciones más económicas, en barcos de cien pasajeros, llegan a 500 dólares por día, incluyendo comida y entrada a la reserva natural, aunque sin considerar los pasajes aéreos hasta Galápagos. Conocidas por siglos como Las Encantadas, su existencia fue puesta en duda por navegantes españoles que afirmaban que eran solo espejismos que aparecían y desaparecían en las nieblas marítimas. No tenían una población autóctona y estuvieron deshabitadas hasta la anexión de Ecuador en 1832 y la llegada de unos cuantos aventureros en el siglo XIX. El nombre del archipiélago llegó a ser famoso entre la comunidad científica internacional por Charles Darwin. El naturalista británico hizo una parada aquí en 1835 durante un viaje de casi cinco años a bordo del HMS Beagle, donde exploró Cabo Verde, América del Sur, Tahití, Nueva Zelanda y Australia. Durante su recorrido Darwin empezó a observar los elementos que lo ayudarían a desarrollar su revolucionaria Teoría de la Evolución más de dos décadas después. Su libro El Origen de las Especies desacredita la intervención divina de su papel creacionista y afirma que las especies se desarrollan a lo largo de las generaciones, y que es la adaptación la que crea nuevas especies.
1. “Transformers” de iguanas marinas, Galápagos 2. En bote hacia la Isla Baltra 3. Un pelícano acodado sobre una vieja embarcación 4. Visión casi prehistórica: la fragata es un ave típica del archipiélago 5. Atardece en Isla Santiago; el actor secundario, un crucerito 6. Una iguana marina, vigía de la costa
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Un viejo pescador descansa sobre la costa de la Isla Santa Cruz, Galápagos.
Para mí, la prueba más real de la adaptación de las especies fue encontrar animales sin miedo: pinzones, piqueros de patas azules, pingüinos e iguanas tan indiferentes a la presencia de turistas y tan despreocupados que aparentaban seguir con sus vidas sin percibir que son las estrellas de uno de los mejores espectáculos naturales del mundo. Aterricé en la pequeña isla Baltra, que durante la II Guerra Mundial fue una base aérea del ejército de Estados Unidos en el Pacífico para monitorear las rutas de aproximación al Canal de Panamá. El ejército estadounidense se fue, pero la isla sigue siendo una base militar ecuatoriana, con su geografía plana, árida y falta de especies animales. En una buseta, cruzamos el puente que separa Baltra de Santa Cruz, la isla más poblada del archipiélago. Al entrar en la ciudad de Puerto Ayora me sorprendió que hubiera basura en las calles, docenas de edificios en construcción y que el tráfico fuera casi tan temible como en Quito. Fui al embarcadero ansiosa por dejar atrás la ciudad y conocer las tan elogiadas maravillas naturales. Zarpamos y empezó una aventura fantástica, como de cuento. Paramos primero en Seymour Norte para hacer snorkel. Había unas pequeñas aguavivas de las que me olvidé enseguida porque una tortuga marina empezó a nadar a mi lado, como si quisiera competir conmigo. Me ajusté a su ritmo lento pero constante y la dejé ganar porque me distraje con mi primer tiburón, “sentado” en el fondo, totalmente indiferente a toda la movida de turistas que hacían fotos con cámaras submarinas. Arriba la isla era tan emocionante como abajo. Caminé entre piqueros de patas azules cuyo
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color de Pitufo les asemeja a un dibujito animado. Pude ver su curioso ritual de apareamiento en el cual el macho alza sus patas al aire como en una marcha militar antes de intercambiar picadas con la hembra. Cada día avistábamos nuevas especies, y teníamos una suerte de competencia en el barco para ver quién lograba divisar más tiburones bajo el agua. En la Isla Floreana, pasamos por una laguna rosada con flamencos y llegamos a una playa donde tortugas marinas tenían sus nidos. Los colores parecían pintados: la arena blanca contrastaba con el verde de la vegetación y el negro de las rocas volcánicas, donde se encontraban pequeños cangrejos de un rojo encendido. Durante otra sesión de snorkel, ví el espectáculo más emocionante. Al ver un banco de diecinueve mantas que se me acercaba, intenté desesperadamente alejarme, preocupada de que me pudieran picar. Su forma plana y las grandes aletas dan la semblanza de vuelo a sus movimientos. Y al desplazarse a mi lado, hicieron algo que me pareció una danza clásica, muy elegantes, abriéndose y cerrándose como grupo. “Las mantarrayas en realidad son una especie de gigante bueno del océano”, me explicarían después. Al volver a Santa Cruz al final del viaje fuimos a explorar la sierra, donde se encuentran las famosas tortugas gigantes de Galápagos, que dan el nombre al archipiélago. Sus profundas arrugas revelan su longevidad, con un promedio de vida de más de cien años. Las miraba en sus ojos antiguos y pensaba en todos los cambios que vieron: la llegada de científicos y aventureros, la transformación de las islas en un destino turístico internacional, la expansión de la población. Pero ellas, así de tranquilas, sobrevivieron a todo.
Conocidas por siglos como Las Encantadas, los navegantes españoles afirmaban que eran solo espejismos
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+INFO ECUADOR
Viaje: Descubrir la hermosa capital ecuatoriana. Nadar con tortugas. Lugares: En Quito, tour cristiano: Iglesia de San Francisco, Convento de San Agustín, Iglesia de la Compañía de Jesús. En Galápagos: Seymour Norte, Isla Floreana, isla Santa Cruz. Actividades: mirar mucho (en) Quito; snorkeling en el Océano Pacífico.
COMO LLEGAR Con el plan 2D (dos destinos al precio de 1), Quito + Galápagos, volando con TAME en temporada baja $ 6975 (U$D 779); en alta $ 8705 (U$D 973).
COMO MOVERSE En auto. Desde Quito por 7 días, económico, km libre: $ 2694 (U$D 301), del 10/04 al 25/06/15. Asistencia al viajero. Basic, 10 días: $ 232 (U$D 26)
DONDE DORMIR Mercure Alameda Quito (4*). Renovado. Estándares internacionales en hospitalidad. En la avenida comercial Amazonas, en el distrito de Mariscal Sucre. Casino y biblioteca nutrida. 147 habitaciones Wifi. Por noche, base doble desde $ 697 (U$D 78), de abril a junio 2015. Swissotel (5*). En Quito, uno de los más lujosos, en el barrio de Floresta. Salón suizo. Executive Club. Cinco restaurantes con diferentes gastronomías. Spa, gimnasio. Por noche, base doble desde $ 814 (U$D 91), de abril a mayo 2015. Torre Isla Sol by Hotel Solymar (4*). En Galápagos. En la bahía de Pelícano, en el corazón de Puerto Ayora. Estilo mediterráneo. Spa, piscina exterior. Vistas impresionantes al mar, cerca de tiendas, cafés, galerías de arte y discos. A 5 minutos en coche de las iguanas marinas de Playa Tortuga. Por noche, base doble con desayuno desde $ 1052 (U$D 118), en mayo 2015.
CUANDO IR En Quito no hay estaciones marcadas, pero entre junio y septiembre es la época seca. En julio y agosto muchos quiteños salen de la ciudad de vacaciones, y el tráfico es más suave. El 10 de agosto (fecha del Grito de Independencia en Ecuador) y las Fiestas de Quito (entre el 4 y el 6 de diciembre) son una buena ocasión para festejar en las calles tomando canelazos. En Galápagos, hay mucha variación en el clima, pero no hay ningún momento malo para visitar.
PAQUETES Y EXCURSIONES Descubra Ecuador. Visitas a Quito, Riobamba y Cuenca. 4 noches. City tour “Mitad del Mundo”, excursión a Otavalo, y la “Avenida de los Volcanes”. Parque Nacional Cotopaxi & Hacienda con almuerzo. Tren hasta Alausi, pasando por la “Nariz del Diablo”, Ruinas Incas de Ingapirca.City tour en Cuenca. Base doble $ 14.400 (U$D 1609). Playa Tortuga/ Tour por la Bahía. 8 horas. Caminata por las arenas blancas de Playa Tortuga Bay. Nado en Playa Mansa. Paseo en yate a la lobería, snorkeling. “Canal del Amor”. Avistaje de tiburones de aleta blanca, y luego iguanas marinas en “Playa de los Perros”. Punta Estrada. $ 1767 (U$D 197) (no incluye impuesto al Parque Nacional Galápagos ni tarjeta de tránsito TCT).
DONDE COMER Café Tianguez ofrece las mejores mesas al descubierto para observar la gente pasar en el Centro Histórico; sirven platos típicos, como empanadas y llapingacho (tortillas fritas a base de papa), y se toma un rico café. También tiene una tienda de souvenirs. El Ventanal tiene mucho estilo, grandes vistas y una carta que mezcla sabores ecuatorianos con toques orientales y occidentales.
TIPS La guía Quito Bizarro es una buena fuente de tips para salir a descubrir lugares poco comunes de la capital. Las rutas teatralizadas de Quito Eterno son una manera maravillosa de recorrer el centro. El teleférico sube por las laderas del Pichincha, pasando en 10’ de 2800 a 4000 metros: las vistas son magníficas. Y no se puede pasar por Quito sin ver la línea ecuatorial. Hay un monumento y dos museos en la turística Ciudad Mitad del Mundo. Al norte de Quito también se encuentra Tabacundo, un pueblo del cantón Pedro Moncayo, conocido por sus rosas, que son unas de las mayores exportaciones del Ecuador.
VIAJA TRANQUILO. Assist Card Basic 10 días, menores de 64 años, desde $233 (USD 26).
PROMO 2D 2 DESTINOS AL PRECIO DE 1 QUITO + GALAPAGOS Tarifa ida y vuelta por persona. Incluye impuestos, retenciones y percepciones. Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares por destino. Tipo de cambio USD 1 = $ 8,95 , sujeto a variación de cotización al momento de la compra. Tarifa no incluye 9,5% de cargo de gestión de agencia, ni tasa de aeropuerto: internacional USD 44. Temporada alta corresponde a los meses de julio, agosto, diciembre, enero y febrero.
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REPU
BLICA DOMINI CANA AGUA BENDITA Texto: REBECA MILOS. fotos: JUAN ESPINOZA
Las chicas de las playas de Bรกvaro, provincia La Altagracia
Texto: Rebeca Milos. fOTOS: ISAIAS MICIU Y PABLO ELIAS
Esta tarde, los que se animan al clavado son tres dominicanos que no pasan de los 20 años; el resto preferimos entrar de a poquito, hacer la plancha un rato y nadar hasta la cueva que esconde una de las cortinas de agua. La cascada del Limón es el clímax del Parque Nacional Los Haitises. 3
stamos aguantando el jalón pa´ que quede lindo el moño”, explica con los ojos clavados en la vereda nuestra anfitriona en Casas del XVI, el hotel boutique donde vamos a pasar las primeras tres noches de este viaje por República Dominicana. Raquel tiene los ojos pintados de violeta y uñas al tono, una pollera tubo hasta las pantorrillas y el pelo ajustado en un rodete bien hecho. Tiene un estilo prolijo, caribeño, y esa forma tan linda de decir que no resulta opacada ni por el ruido de las máquinas trabajando, ni por el polvo suspendido en el aire caliente que se ciernen hoy sobre Santo Domingo. El mismo proceso de reciclaje intensivo por el que pasó esta casona de la aristocracia española del 1500, antigua morada del ex presidente Ulises Heureaux, es el que reclamaban las veredas, calles de adoquines y alcantarillas del casco histórico de la ciudad, que en 1992, coincidiendo con el 500° aniversario del descubrimiento de América, fue declarado por la Unesco Patrimonio Histórico de la Humanidad. A orillas del Mar Caribe, Santo Domingo fue la primera ciudad fundada por los españoles, y de aquella época bien conserva la pri-
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mera catedral de América -de estilo gótico, construida en piedra calcárea- y el Alcázar de Colón, un castillo que supo ser la casa de Diego Colón, el primogénito de Cristóbal, y que hoy en día es un museo. Monasterios, fuertes, escalinatas y portones son algunas evidencias de un pasado lejano, del entusiasmo que despertaba el Nuevo Mundo al Viejo, su tierra fértil, las playas vírgenes, las fuentes de agua dulce, el todo por hacer. Por estar cerca de línea del Ecuador, en Dominicana oscurece temprano, pero en la medida en que se apaga el día, se prende la música. Dicen los isleños que ellos tienen la discoteca más grande del mundo, porque al atardecer todos se encuentran en el malecón, suben el volumen de los autos y se ponen a bailar a la vista de todos. Bachata, salsa y merengue es lo que más se escucha, y siempre de a dos, apretaditos y sin vergüenza, que es sólo bailar. Las chicas andan trepadas a tacones de por lo menos diez centímetros, mostrando la esbeltez de sus piernas; los chicos marcan el paso. Además del malecón, hay varios boliches sobre la calle Gustavo Mejía Ricart, bares donde todas las noches tocan bandas de jazz y fiestas improvisadas en las veredas de los bares por los motivos más diversos. Esta
noche por ejemplo, y convenientemente ubicado a pocas cuadras del hotel, sobre la misma calle Bellini, Lulu Tasting Bar presenta una nueva versión de la cerveza Presidente en su patio colonial. El evento es musicalizado por el DJ local Martín Domemé e incluye un bandejeo de platitos y copas para degustar a cargo del dueño de casa, Louis Brocker, fanático del buen beber. El calor pide una copa más, y la copa, un último tema antes de despedirnos hasta mañana. Ya estamos con un pie afuera cuando escuchamos la voz de Juan Luis Guerra entonando el hit merenguero de todos los tiempos -o por los menos, de los nuestros-, y no hay opción: tenemos que volver. “Me sube la bilirrubina/ ay, me sube la bilirrubina/ cuando te miro y no me miras/ Ay…” LA FE DEL LIMÓN El guía habla del salto que estamos yendo a visitar como la “carcajada de Samaná”, y me imagino que la piedra se abre en dos y saca una risa de agua fresca y cristalina, un chorro inagotable que brota con fuerza desde el fondo de la tierra. Para llegar desde Santo Domingo, viajamos por autopista con rumbo noreste durante una hora y media, y después otro tanto en lomo de mula, porque el bosque tropical es espeso y no deja pasar
Salto del Limón, veinte metros de altura en la selva de la Península de Samaná
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Desde el puerto de Punta Rucia son treinta minutos de lancha hasta que aparece el cayo como un espejismo en medio de un desierto de agua salada
¿Quién quiere navegar en la bahía coralina de Cabeza de Toro?
vehículos más convencionales. Las mulas no tienen nombres, así que cada cual le dice a la suya como quiere, pero aunque uno le pida un poco más allá o un poco más acá, poco hacen caso, porque están entrenados para seguir la que tienen adelante. Aunque las copas de los árboles no dejan pasar el sol, el calor se siente húmedo y pegajoso, especialmente cuando nos toca dejar el animal y seguir por el sendero a pie. Nadie pregunta cuánto falta, y eso que este último tramo se pone más empinado y resbaloso. Para nuestros adentros nos consolamos pensando en el premio que regala el final del recorrido: la cascada del Limón, 55 metros de altura y una piscina natural donde vamos a poder refrescarnos antes de pegar la vuelta. Nuestro grupo es de apenas cinco viajeros más el Señor de las Mulas y el guía -que se llama Paul García-, pero cuando llegamos al salto hay una intensa multitud en el agua, en las piedras y hasta algunos valientes trepados a un peñasco de donde se tiran de bomba o palito a las aguas turquesas. Esta tarde, los que se animan al clavado son tres dominicanos que no pasan de los 20 años; el resto preferimos entrar de a poquito, hacer la plancha un rato y nadar hasta la cueva
lo seguimos cada cual a su ritmo, en función de la curiosidad que genera lo que vamos descubriendo: corales estrella, cerebro y abanico; algas y gorgonias plumosas; peces de todos los colores
que esconde una de las cortinas de agua. La cascada del Limón es el clímax del Parque Nacional Los Haitises, creado en 1976 para proteger manglares caribeños, muchas y muy diversas especies de orquídeas, boas, manatíes, tortugas marinas y otros personajes clave para un escenario edénico. Uno de los nuestros va a intentar dar el gran salto. Es Paul García, que con la agilidad digna de un nacido&criado, trepa la piedra vertical usando los dedos de las manos y de los pies, llega al peñasco-trampolín, se persigna, se besa los dedos y amaga dos veces antes de conseguirlo. Es un salto de fe dominicana. EVA NADANDO El último disco de Romeo Santos musicaliza el viaje desde Puerto Plata hasta Cayo Arena. En esta tercera parte del viaje por República Dominicana, llegamos al extremo norte de la isla y un poco más allá, porque este cayo es un puntito de tierra en medio del mar. El control del estéreo no lo tiene el chófer Joselito, sino el Petiso Yoqui, que en realidad se llama Yokaury Castaño, tiene 39 años, una sonrisa impecable, y es el responsable de llevarnos al paraíso y de sacarnos del paraíso. Cayo Arena tiene magia, aparece y desaparece, se mueve, se agranda y se achica. Según Yoki, “cuando la marea sube lo tapa por completo, pero también en determinadas épocas llega a medir lo mismo que un estadio de béisbol y caben hasta 300 personas”. En este sentido, tenemos suerte porque hoy hay pocos turistas, y los precios han bajado considerablemente (que es lo que ocurre en temporada baja, de abril a diciembre), aunque las temperaturas sigan siendo ideales todo el año para andar metidos en el agua.
A modo de preámbulo, antes de subirnos a la lancha que nos va a llevar hasta el cayo, Yoki nos devuelve a Juan Luis Guerra con una estrofa de la canción que le inspiró este lugarcito en el mundo: “Voy pa’ Cayo Arena/ a cantar de veras./ Con la güira de Yapo/ en un bote de vela. / Ya te lo decía yo / sube la marea / y voy pa’ Cayo Arena / de cualquier manera”. Desde el puerto de Punta Rucia son treinta minutos de lancha hasta que aparece el cayo como un espejismo en medio de un desierto de agua salada. La playa se eleva apenas unos centímetros del horizonte y destaca el perfil de unas casillas de madera, apenas enclavadas y que cumplen la función básica de darle sombra a los gringos blanquecinos del hemisferio norte y a las heladeritas contenedoras de hielos para los cócteles. Yoki nos sirve unos vasos de mamajuana, y recién cuando ve los fondos blancos, nos dice que tiene poderes afrodisíacos. “Es nuestra versión del viagra: tiene hierbas, miel, ron y vino, todo macerado; es una poción infalible para el amor”. Con el brebaje latiendo en la piel, nos ponemos el equipo de snorkel para darle una vuelta a la isla. A la cabeza del pelotón va el ágil Yoki; el resto lo seguimos cada cual a su ritmo, en función de la curiosidad que genera lo que vamos descubriendo a cada patada de rana: corales estrella, cerebro y abanico; algas y gorgonias plumosas; peces de todos los colores, aguas vivas, esculturas naturales talladas en la roca. El agua está a 26 grados centígrados, así que el cuerpo se siente a gusto, mejor que afuera. La mamajuana hace de las suyas y por un rato me siento una sirena explorando los rincones submarinos, canturreando enamorada, Eva en las aguas del Paraíso.
1. En Bahoruco hay un parque natural con aguas dulces 2. El pueblo de Las Terrenas, Península de Samaná 3. El gesto reconcentrado de un hombre en Santo Domingo 4. Una sueca vio por la web un terreno a buen precio e hizo esta posada 5. Cervecita en Playa Sosúa 6. Feliz en las reposeras de playa La Romana (salvo que no tenga protector solar)
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En IBEROSTAR todos disfrutan el sabor del Caribe.
+INFO DOMINICANA
REPÚBLICA DOMINICANA Punta Cana Bayahibe Puerto Plata
Viaje: Dominicana, agua dulce, agua salá’. Lugares: Santo Domingo, Parque Nacional Los Haitises, Cascada del Limón, Cayo Arena, Cabeza de Toro, Playa Sosúa, Playa La Romana. Actividades: Bailar merengue y bachata ya sería suficiente. Pero en todo caso: entrar en todas las aguas posibles y recuperar el hálito divino de la vida. Descubrir la isla en lomo de burro, nadar y bucear.
PAQUETES Y EXCURSIONES Los Haitises. Parte del estuario más grande del Caribe insular, con 282 Km2, el Parque Nacional Los Haitises, es un área protegida en el noreste. Hay manglares, bosque húmedo subtropical, praderas de pastos marinos, cayos vírgenes. Todo el miércoles, $ 1647 (U$D 184).
DONDE DORMIR Iberostar Costa Dorada (5*). A 10 minutos de Puerto Plata, en primera línea de la extensa playa de arena color dorada de la costa norte. All inclusive, de estilo colonial. Deportes acuáticos. 498 habitaciones Estándar y 18 Junior Suite. Jardines tropicales. Desde $ 559 (U$D 63), entre mayo y junio 2015. Dominican Fiesta Hotel & Casino (5*). En la zona residencial más elegante de Santo Domingo. 298 habitaciones. Gimnasios con área de cardiovasculares, jacuzzi, baño turco y sauna. Por noche, base doble con desayuno desde $ 750 (U$D 84) entre abril y julio 2015. Be Live Experience Hamaca Beach (4*). En la bahía de Boca Chica, a 30 km de Santo Domingo. All inclusive. Casino y discoteca. Club infantil con actividades acuáticas. Clases de baile. Canchas de vóley y tenis. Deportes acuáticos: piragüismo, kayak y windsurf incluidos. Por noche, base doble: $ 803 (U$D 90) entre abril y junio 2015.
CUBA La Habana Varadero Cayo Santa María Cayo Guillermo Cayo Coco Trinidad
MEXICO Cancún Riviera Maya Cozumel Punta de Mita
COMO LLEGAR En avión. A Santo Domingo por American Airlines con escala en Miami. En temporada baja, $ 12.781 (U$D 1428). En temporada alta, $ 15.865 (USD 1773).
JAMAICA Montego Bay
COMO MOVERSE En auto. Desde Santo Domingo, 7 días, económico, km libre: $ 3708 (U$D 415), del 01/04 al 15/06/15. Asistencia al viajero. Básico, 10 días: $ 232 (U$D 26)
BRASIL Praia Do Forte Manaus
DONDE BEBER En el casco histórico de Santo Domingo, Lulu Tasting Bar es una casona con patio colonial y mesitas al aire libre donde podés probar cócteles, rones y cervezas nacionales. El menú está a cargo del chef Saverio Stassi y todas las noches hay catas guiadas, recitales de jazz o sesiones DJ (lulu.do). Barceló es una de las destilerías de ron más antiguas y populares de República Dominicana. Para ver las instalaciones y participar de catas guiadas, una de sus plantas queda a solo media hora de Santo Domingo, en San Pedro de Macorís. La visita cuesta US$ 10 por persona (ronbarcelo.com).
TIPS CUANDO IR Entre diciembre y abril las temperaturas son un poco más bajas, disminuye la humedad y las precipitaciones. Por otro lado, el carnaval en República Dominicana dura treinta días, es la celebración más popular del país y tiene una importante influencia africana.
No hay que perderse los 27 Charcos de Damajagua, que son un tesoro que recién en 1994 fue abierto a los turistas. Son saltos de agua y piscinas naturales creadas por el Río Damajagua, parte del sistema de áreas protegidas del país y declarado monumento natural nacional. Se puede visitar desde la ciudad de Puerto Plata, ubicada a solo 10 kilómetros de distancia.
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Porto de Galinhas / 87una estrella Disfruta siendo
PUERTO
MADRYN La lengua de la Patagonia
Texto: ALEJANDRO DROZNES. fotos: ARIEL MENDIETA
La cola de una ballena franca austral, sĂmbolo de Madryn
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s altamente probable que Puerto Madryn sea el único lugar del mundo en el que se practique el taylorismo ballenil. No se trata de que haya, literalmente, una cinta transportando cetáceos empaquetados, pero durante el pico de la temporada de ballenas, que se da entre septiembre y noviembre, el avistaje de estos gigantes mutantes (aún tienen algunos huesos que hace unos sesenta y cinco millones de años les sirvieron para caminar sobre la faz de la tierra) está “100% garantizado”. Creo percibir un leve oxímoron en esto del avistaje garantizado, porque lo que se sale a avistar es siempre naturaleza indómita: leones en Sudáfrica, pájaros en Costa Rica, ballenas en Madryn. Y, en ese sentido, una de las características del avistar es la incertidumbre: no se puede saber, con total seguridad, qué hará la naturaleza. Pero en Madryn esa incertidumbre no existe y hay ballenas previsibles. Por algo, entre junio y diciembre de 2014, llegaron a la ciudad 117.450 visitantes. Antes de explotar turísticamente la presencia de las ballenas, orcas, pingüinos, lo-
bos y leones marinos, el Centro Nacional Patagónico (Cenpat), que depende del Consejo Nacional de investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), llevó a cabo un estudio para evaluar el impacto que generaría entre los animales tanta actividad humana en el agua. Se buscaba, principalmente, detectar la posibilidad de un cambio en el comportamiento de las ballenas avistadas. Los resultados de la investigación fueron alentadores: el impacto no fue significativo, aunque sí se establecieron distancias de acercamiento y se demarcaron áreas intangibles. Así es que la población de la ballena franca austral crece, según el mismo Cenpat, a un ritmo del 7% anual y por eso hoy en día Puerto Madryn es un lugar único en el mundo en lo que respecta a la posibilidad de ver, y en algunos casos tocar, fauna subacuática. De hecho, la cola de la ballena es uno de los grandes íconos turísticos del país, junto a las Cataratas del Iguazú, el Glaciar Perito Moreno y los varios emblemas porteños. Pero del ícono a la realidad, como suele pasar, hay un trecho: por más consabida que sea la forma de esa cola sobre el fondo azul del mar, es inquietante escuchar el ruido que hace cuando golpea el agua con su masa gomosa, real. No son las ballenas los únicos animales con los que se puede intimar en las cercanías de Madryn: catorce kilómetros al
sudeste de la ciudad, en Punta Loma, hay una lobería en la que se puede –literalmente- nadar entre los lobos marinos. En realidad, entre los lobos marinos bebés, porque los machos alfa están en la costa cuidando a sus hembras. Las excursiones salen en lancha del centro de Madryn y los guías proveen a los visitantes del equipo necesario: antiparras, snorkel, patas de rana y traje de neoprene. La perspectiva, ya en el agua, es bastante novedosa: se tiene la sensación física de estar en los confines del mundo, en la Terra Australis Ignota, flotando en aguas heladas bajo un cielo impoluto y traslúcido: el temido cielo de los navegantes. La fauna, a todo esto, ha desarrollado firmes lazos de amistad con nuestra especie, porque no se acercan para alimentarse ni reproducirse sino para jugar y pasar el rato. Pero, volviendo a la investigación del Cenpat, lo que ningún estudio midió es el impacto que el turismo subacuático produjo en la litósfera, es decir entre los habitantes de esta ciudad. En Madryn es perfectamente verosímil que un mozo, mientras apoya sobre la mesa unas centollas gratinadas o unos langostinos a la milanesa, repase en voz alta el régimen de mareas, los horarios de pleamar y bajamar, el ritmo de procreación de las ballenas o los ritos de cortejo de los pingüinos. Según mi corta experiencia, la gente de Madryn habla
1. Escalera submarina, Museo El Hombre y El Mar 2. Las costas son ideales para aventurarse en kayak 3. El Eco Centro, en las afueras de la ciudad. 4. La paeeellaaaau (los frutos de mar, una delicia) 5. Una restinga en Punta Norte es muy propicia para avistar fauna
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más de la marea que del clima, y más de cetáceos que de política. Así que, si bien suele decirse que la más sutil observación modifica el objeto observado, en Madryn valdría la pena pensarlo al revés y evaluar el impacto producido por las ballenas en la comunidad humana, tanto cualitativa como cuantitativamente: gracias a la producción de aluminio y a la reproducción de las Eubalaena australis, Puerto Madryn aumentó su población catorce veces desde 1970. En una excursión veo un corderito inolvidable, pero no de los de Fogwill (o mejor, no de los de la lengua de la Patagonia): es un pequeño huerfanito de apenas dos semanas que vive con la gente que atiende en la Estancia San Lorenzo y que, cuando le sacan la mamadera, llega a un pico expresivo que se manifiesta en un movimiento frenético de sus cuatro patas. Es un perrito tuneado hacia el exotismo en un medio también exótico: la desértica llanura patagónica. Pero su hábitat es principalmente la cocina de la estancia, donde se prepara, ¡ay de la humanidad!, el exquisito cordero que se sirve como almuerzo. En varios momentos el simpático animal sale al comedor, donde estoy degustando la entrada: empanada de carne, quesos, fiambres. El comedor es amplio, sin paredes. Es de esos lugares que lo ponen a uno de excelente humor y en estado de libertad,
como los departamentos sin muebles. Alguna vez fue un galpón de esquila pero hoy se lo usa para almorzar. Los viajeros vamos a la estancia para conocer la pingüinera, porque la estancia tiene una propia. La pingüinera es un extraño y multitudinario camping de pingüinos sin carpas. Se desparraman por los médanos próximos a la playa y eso es todo. Viven para procrear y procreando. Se agrupan en familias tipo: dos crías, mamá y papá. Uno de los progenitores está siempre ausente porque está buscando comida. Una de las crías es siempre cuatro días mayor que la otra, por lo que la aventaja en tamaño y recursos para captar la mayor parte de la comida que el progenitor a cargo les regurgita en el nido. Las crías emiten un sonido intermitente que el conjunto transforma en constante. Es un espectáculo sonoro pero también visual, dada la torpeza graciosa que caracteriza el caminar de estos pequeños seres, que no por consabida es menos hilarante. Cuando nos estamos yendo, uno de ellos se interpone en nuestro sendero, que está preparado para no molestar a los animalitos de frac que se enseñorean por el médano. Cada vez que nos acercamos para intentar pasar pese a todo, este pingüino malevo ladea torvamente el cuello y la cabeza. Tiene por boca un gancho afilado, así que finalmente gana él, y nos salimos del sendero cuidándonos de no que-
EN PUNTA LOMA, HAY UNA LOBERÍA EN LA QUE SE PUEDE, LITERALMENTE, NADAR ENTRE LOS LOBOS MARINOS dar al alcance de ningún picotazo, ni de ese ni de ningún otro interpósito pingüino. De ahora en más, cuando recuerde a Gustavo Rapretti lo recordaré como el hombre que saluda desde el faro. Hay muchos faros en los alrededores de Madryn: en Punta Quiroga, Punta Buenos Aires, Punta Ninfas, Punta Flecha, Punta Norte y Punta Delgada. Claro que Rapretti no trabaja en ningún faro: su pasión es de tierra firme. Hace cinco años creó “En los fuegos de mi casa”, un restaurant a puertas cerradas en el que la experiencia de la cena es como la experiencia de un faro, hechas ambas de oscuridad y resplandor intermitentes. Me explicaré. El ritual de la cena, que en la casa de Rapretti se extenderá por más de dos horas,
1. Excursión en 4 x 4 a Punta Loma 2. Avistaje de toninas 3. Pingüino y pingüinitos en Caleta Valdés 4. Espeto de Langostinos frente al mar 5. Lobo y lobito marino en Caleta Valdés 6. Señores y señoras: Punta Loma
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1. Una lagartija asoleándose en un camino del interior de Península Valdés 2. Faro Punta Delgada Hotel de Campo 3. Una orca ataca en busca de su almuerzo en Punta Norte
EN MADRYN, ES VEROSÍMIL QUE UN MOZO REPASE EN VOZ ALTA EL RÉGIMEN DE MAREAS O LOS RITOS DE CORTEJO DE LOS PINGÜINOS 94 / Madryn
comienza con un pequeño bocado: un pincho de langostino natural, albahaca morada, huevo de codorniz, polvo de gírgolas y sal de aquí con wakame. A ese primer vértigo por los caminos del gusto le seguirán, claro está, otros, pero no inmediatamente: sobrevienen diez minutos de oscuridad y silencio gustativo. El servicio es excelente y lo mismo ocurre con el vino, pero sólo después de diez eternos minutos nos será dado un segundo bocadito. Se trata de nuevas latitudes para la conciencia palatina: almeja blanca crocante, pimentón español y sal de vainilla. Pero también ahora sobrevendrán diez minutos de bruma: se trata, sin duda, de un contradictorio régimen hedónico. La tercera visión de la luz es un tostín de ajo, tomate fresco y jamón de capón traído de Esquel. Empiezo a desplegar teorías sobre esta forma de alimentación: me llena de manera diferente. Se aloja en zonas poco visitadas de mis célu-
las. Es de esas ocasiones en la vida en las que puedo afirmar con certeza que “esto me hace bien”. El ciclo vuelve a empezar y la siguiente cuestión parece ostentar tentáculos. Sí: es pulpo confitado y grillado con pimiento español y sal de mar de restinga de camarones. Dura lo que dura el haz de luz en la línea de mis ojos. Como el fuego de Heráclito, se encendió y se apagó según medida, y volvió a dejarme en soledad. Las copas y los vasos siguen experimentando una amplitud de mareas más bien generosa, y así se irá completando una vuelta por el universo culinario en la que visitaremos lo que, a mi entender, son nuevas dimensiones de sabor: wakame con dressing de mandarina, solomillo marinado en tomillo silvestre, risotto de azafranado con morillas trufadas. Llegado el momento de partir, el tiempo transcurrido parecerá mucho, pero es que la estructuración temporal de la cena de Rapretti, análoga a la de Los Beatles en el video de “When I’m sixty-four” (allí los cuatro genios de Liverpool
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EN EL AGUA, SE TIENE LA SENSACIÓN FÍSICA DE ESTAR EN LOS CONFINES DEL MUNDO demuestran que, si lo dividimos, un minuto es mucho tiempo), establece una base propicia para esos nueve o diez manjares que se suceden en la seca noche de Chubut, a la que ha llegado la alta gastronomía. El 28 de julio de 2015 Puerto Madryn celebrará los 150 años de la fundación de Porth Madryn. Antes de la metafórica Conquista del Desierto, cuando tribus de tehuelches todavía se movían por la zona, llegaron a estas costas esas letras raras, esas “y” y “w”, y la raíz “tre-”, que desapareció de Trerawson (pueblo de Rawson) pero aún sobrevive en Trevelin (pueblo del molino) y en Trelew (pueblo de Lew, por Lewis Jones, uno de los líderes fundadores). Podemos imaginar que, apenas llegar, los colonos galeses notaron lo evidente: vivir en el sur argentino es complicado. La tierra es notoriamente reacia a que la fecunde el hombre, y la aspereza ambiental hace imposible una adecuada cosmética femenina. Eso explica que, apenas cincuenta días después de fundar Madryn, varios de esos colonos hayan fundado Trerawson: el sentido común los llevó hacia el valle del río Chubut, donde las condiciones eran un poco mejores y donde, básicamente, había mucha agua dulce. Eso explica la fundación, siempre en las inmediaciones del río, de Rawson, de Trelew, de Gaiman y de Dolavon, que en galés significa “prado junto al río”. Gales, que alguna vez fue dinastías y levantamientos, y hoy es remotas murallas y castillos, es en este lejano puerto austral “El Dragón Rojo”, un pequeño local de pastelería en el que se consigue, entre otras delicias, la torta negra galesa. Que, como suele pasar, es galesa sólo a medias: en realidad la torta es hija del encuentro de esos pioneros galeses con las adversas condiciones que podía ofrecer la Patagonia en el siglo XIX. Por eso, el hecho de que la torta se estacione un mes antes de venderla, y que dure varios meses más en la alacena del comprador, solamente hoy puede verse como un atributo artesanal o como una curiosidad turística: en su momento fue una astucia para sobrellevar el frío y el viento. Ese viento que ya arremolinaba las olas como corderitos, cuando todavía no había guía turístico ni literatura para nombrarlas.
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1. Alternativa del kayak, el standing paddle board es dinámico 2. Do de pecho de un lobo marino al atardecer 3. Avistaje embarcado de ballenas en Puerto Pirámides
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+INFO MADRYN
Viaje: Panamá de sur a norte. Lugares: El mítico Canal, Archipiélago de San Blas, Bocas del Toro. Actividades: Comer ceviche en el Mercado del Marisco, compartir una cena con los indios kunas, snorquelear en el Cayo Zapatilla.
COMO LLEGAR En avión. A Trelew con Aerolíneas Argentina: $ 2.622 (el viaje debe estar completo al 08/07/15).
COMO MOVERSE En auto. . Económico, 7 días, km libre, cobertura e impuestos: $ 5884, del 15/04 al 15/06/15. Asistencia al viajero. Nacional, 10 días: $ 300
CUANDO IR El avisaje de ballenas se realiza entre junio y noviembre. Durante el verano se pueden practicar deportes acuáticos y observar lobos marinos, pingüinos y toninas.
DONDE DORMIR Patagonia Apart Hotel (3*). Con vista al mar, hasta para seis personas. TV por cable, cocina equipada, salón. A tres cuadras del centro comercial. Por noche, base doble con desayuno desde $ 394 (U$D 44), abril 2015. Australis Yene Hue (4*). Elegante, con vista al mar y piscina cubierta climatizada. Wi-Fi gratuita, spa. A 116 km de la pingüinera de Punta Tombo. Por noche, base doble con desayuno desde $ 503 (U$D 56), de abril a junio 2015. Dazzler Puerto Madryn (4*). A 400 m. del centro, con habitaciones luminosas y suelo de parqué. Restó, spa, gimnasio. Wi-Fi gratuita. Excursiones. Por noche, base doble con desayuno desde $ 379 (U$D 42), de abril a junio 2015.
TIPS Sin dudas, visitar el Ecocentro, un sorprendente centro de información sobre todo lo relativo al mar. El mirador, al atardecer, es insuperable.
DONDE COMER Vale la pena sentarse al mediodía en Náutico Bistró de Mar a mirar el mar y devorar langostinos a la milanesa y centollas gratinadas. Para la cena, la propuesta de El almendro es sobria y refinada. Se recomienda el kebab de cordero y, de postre, la crema catalana.
PASEOS Y EXCURSIONES Paquete Madryn. Aéreo + Traslados + 3 noches en Hotel Cat. Turista + Excursión a Península Valdes (no incluye avistaje de ballenas): $ 5932 hasta el 30/06/15. Full day Valle Río Chubut. 7 horas. Avistaje de toninas overas en el Puerto Rawson, Museo Paleontológico Egidio Feruglio de Trelew, té galés en Gaiman, agroturismo en Dolavon. ($ 560, navegación no incluída) Crucero por Patagonia y fiordos chilenos. 15 días. Salida: 05/12/15. Bs. As., Montevideo, Madryn, Ushuaia, Malvinas y Chile ($ 26.402, aéreo Stgo.-BUE inc.)
VIAJA TRANQUILO. Assist Card Nacional 10 días, menores de 64 años, desde $ 300
PASAJE AEREO MADRYN Tarifa ida y vuelta por persona. Incluye impuestos. Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares por destino. Tarifa no incluye 9,5% de cargo de gestión de agencia, ni tasa de aeropuerto: $55,44.
TODO EL AÑO
$ 2.622
Teléfono: 0810.777. 2728 . Desde donde estés: www.almundo.com
98 / Madryn
Madryn / 99