MERIDA
CERRO CATEDRAL GRECIA BAHIA VIETNAM FORT LAUDERDALE
EDITORIAL De mi paso por la universidad me llamó la atención un concepto desarrollado por algunos pensadores contemporáneos. No recuerdo bien la palabra que lo referencia, pero era algo así: la evolución exponencial de la tecnología y los medios de comunicación en la actualidad es mucho más rápida que nuestra capacidad intelectual para entenderla y poder así prever sus consecuencias en la sociedad. Cuando éramos chicos, escuchar a nuestros padres o abuelos decir “En mi época las cosas eran mejores”, “Esta juventud está perdida”, nos generaba risa, rechazo o rebeldía. Hoy, ya en la adultez, vemos a nuestros hijos o los hijos de amigos apasionados con las tablets, los celulares y las consolas de juegos. También observamos, a veces sin comprender, cómo desarrollan sus vínculos con los demás en las redes sociales, y por momentos nos vemos a nosotros mismos ocupando el lugar conservador de aquellos mayores que solíamos burlar de niños. La tecnología no es mala en sí, nos brinda grandes facilidades y beneficios. Solo que a veces no hacemos un uso correcto de ella ya que su efecto es fascinante. La locura de las ciudades, el tránsito, el ritmo cada vez más agitado también nos desconcierta, nos pasa por encima. No sabemos a ciencia cierta adónde nos llevará el vertiginoso avance de nuestra sociedad. Ante esta vorágine, existen muchas cosas que uno puede hacer para repensar la vida cotidiana en la que estamos inmersos y hacer un poco de foco, o intentarlo al menos. Entre todas ellas, viajar, salir de vacaciones, conocer otras culturas, alejarse de la rutina y del entorno diario, mirar el mar, meter los pies en el río, nos conecta con otro ritmo, otra perspectiva desde donde ver las cosas. Por ejemplo, atravesar el desierto de Gobi en
Mongolia y conocer sus pobladores nómadas, la manera en que se trasladan en camello, sus vestimentas, su comida, nos vincula con lo más primitivo de nuestras necesidades, con la simpleza de una cultura ajena, tan milenaria como alucinante. Caminar entre edificios medievales y pasear en carruajes antiguos en Praga; o navegar por los canales centenarios de Ámsterdam; o recorrer el Muro de Berlín en un auto eléctrico para dos personas; o contemplar la movida artística de la vanguardia alemana, son todas experiencias que nos arrojan a un quiebre espacio-temporal que nos hace rebotar de aquí para allá entre los cientos años de historia y la Modernidad. Recorrer en gomón la inmensidad del Cañón del Colorado o caminar por un bosque entre secuoyas de hasta 85 metros de altura en Estados Unidos, puede trastocar nuestros sentidos y ayudarnos a tomar dimensión de lo majestuosa que es la naturaleza, de lo pequeño que somos frente al universo. Estar cara a cara frente al piquero de patas azules o frente a una tortuga gigante en Galápagos, nos pone por un instante en los zapatos del joven Darwin en su paso por las islas en 1835, donde comenzó a elaborar su teoría de la evolución de las especies. Contemplar el nado de una ballena franca austral o bucear entre lobos marinos en Puerto Madryn, puede ser otra de las incontables experiencias de este tipo que enriquecen nuestra forma de ver el mundo. Esenciales para abrir la mente y tener una perspectiva crítica sobre esa evolución tecnológica, mediática y social, que todo lo abarca, incluso a nosotros mismos. Viajar nos ayuda a encontrar un equilibrio, a barajar y dar de nuevo. Viajar enriquece, alimenta. Démosle de comer bien a nuestro paso por el mundo.
Nicolás Anguita Editor General
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SUMARIO 10 DISPAROS AL MUNDO 12 HISTORIAS CON VALIJA 14 PLATO VOLADOR 16 CIUDAD EXTRAÑA 18 LIBROS EN ORBITA 20 FIESTAS & RITUALES 22 PARADOR SOÑADO 24 TRAVEL SHOP 26 TRAVEL SMART 28 CANTO RODADO 30 CERRO CATEDRAL 42 GRECIA 66 VIETNAM 76 FORT L AUDERDALE 88 BAHIA
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8 / Sumario
DISPAROSALMUNDO C O N C U R S O
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10 / Disparos al Mundo
Disparos al Mundo / 11
en honor a los poetas de shirAZ. dos hombres se juntan a cantar sus versos en túneles antiguos FOTOS: DANIEL PRIEGO
HISTORIASCONVALIJA A N E C D O T A S
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Ocultos bajo el puente ISFAHAN, IRÁN POR DANIEL PRIEGO
Isfahan, además de ser considerada la principal ciudad turística de Irán, es conocida por los cantantes que acuden a interpretar poemas bajo sus puentes. Una tarde después de comer un platillo muy rico de cordero con arroz y arándanos en el barrio armenio, salí a caminar por un parque cercano al Zayandeh, el río que separa a la ciudad en dos. Disfrutaba del paseo, distraído, hasta que repentinamente llegó a mis oídos la voz de un hombre que cantaba, aunque no podía determinar de dónde provenía. La voz era vibrante, me hacía recordar, salvando las distancias, a Nusrat Fateh Ali, el famoso cantante pakistaní poseedor de una voz insuperable, capaz de cantar en un rango vocal de seis octavas. Caminé un poco más por el parque tratando de seguir esa voz. Había varios grupos de varones jóvenes sentados sobre alfombras persas en el pasto. Jugaban a las cartas, contaban chistes, alardeaban sobre cuál de ellos tenía más amantes. Dos chicos que estaban sentados juntos se abrazaron espontáneamente; otro yacía con la cabeza recostada sobre las piernas de un cuarto, quien mirando las cartas que sostenía con su mano derecha, acariciaba el cabello de aquél con la mano libre. En Occidente uno pensaría que hay algo más que amistad, pero no es así: es Irán y el afecto entre hombres es normal, en gran parte un efecto de la prohibición de muestras de afecto en público entre hombres y mujeres. Mientras se divertían, estaban alertas a los oficiales de policía que recorrían el predio. Era el Ramadán, mes de ayuno para la religión islámica, y las actividades lúdicas no son bien vistas.
12 / Historias con valija
N U E S T R O S
L E C T O R E S
Súbitamente aparecieron dos oficiales, y los muchachos escondieron sus cartas pero otros, a unos metros, fueron tomados por sorpresa. Los oficiales se acercaron y agitando las manos airadamente, gritaron y ordenaron que dejaran de jugar: es un mes sagrado y deberían ser más respetuosos. Dejé atrás esa escena y caminé unos cien metros más buscando la voz, hasta que al llegar debajo de un puente encontré al hombre que cantaba. De unos treinta y dos años quizás, delgado, de pelo lacio, de una mirada que me resultó nostálgica, estaba sentado sobre una saliente del muro sobre el cual descansaba el puente. Acompañaba su canto con un tar, el instrumento musical precursor de otros, como la guitarra o el sitar, que está formado por dos partes redondas de madera y cubierto parcialmente con cuero de cordero. Mientras, leía un libro que sostenía el hombre que lo acompañaba, quien lo iluminaba con un celular. Cantaba en su idioma, el persa, pero su música y sus gestos cercanos al llanto parecían trascender el contexto. La piel se me erizó. No sabía si él, alguno de los otros oyentes o yo, sería quien cedería primero al sentimiento. Después de escucharlo un largo rato, me acerqué para felicitarlo, preguntarle su nombre, qué era lo que cantaba. Amir, me dijo, mientras asentía con la cabeza a las felicitaciones que recibía de los presentes. En inglés, me dijo que era estudiante de música y que todo lo que sabía lo aprendió de Milad, el hombre que sostenía el celular a su lado. Milad, corpulento, greñudo, algo descuidado, se acercó a mí con una mirada profunda y a la vez inocente, y me preguntó algo que había escuchado a diario en Irán: - ¿Tienes Line, Viber, Instagram o Whatsapp? Después de agendar sus datos y prometer enviarle las fotos que había tomado, pregunté a Amir qué cantaba:
- “Todo lo que canto son poemas de los antiguos poetas de Irán”, me dijo, mirándome orgulloso, y luego frunciendo el ceño molesto por el ruido de un par de motos que habían entrado bajo el puente. Amir me contó que la ciudad de Shiraz – a unos 400 km al sur de donde estábamos- había regalado al mundo las obras de los poetas Saadi y Hafiz, y que artistas como él acostumbran utilizar los espacios bajo los puentes como un escenario, donde se olvidaban del tiempo e interpretaban los poemas. Hay una docena de puentes antiguos en esta ciudad, como el Shahrestan y el Si-o-se, que datan de los siglos V y XV respectivamente, y que fueron construidos principalmente para llevar agua de un lado a otro de la ciudad. Ahora son escenario de reuniones familiares, amigos, selfies y cantantes. El lugar que Amir había elegido para cantar ese día era un puente mucho más nuevo y sin historia, situado dentro del Parque Kodak. “No hay partitura y no existe una referencia de cómo entonar -me contó Amir-. Lo que toco, leo y canto es un homenaje a esos poetas, que cobran vida por la magia que hay en su escritura; la música solo acompaña.” En ese momento me di cuenta de la hora, y que tenía solo cinco minutos para llegar al puente Sio-se, donde me encontraría con el único turista que había conocido hasta ese momento en Irán. Caminé muy rápido, corrí por momentos, mientras en mi cabeza resonaba la música de Amir. Lo que acababa de escuchar, la gente que había conocido, las experiencias que había tenido en este viaje, me hacían sentir que aunque hablara otro idioma y viniera de muy lejos, de México, parte de mí pertenecía a Irán. Envianos tu anécdota de viaje (entre 4000 y 5000 caracteres) con fotos a: marcopolo@almundo.com
YEITE ARABIGO. LA COCINERA PAMELA VILLAR Y UNA DE SUS TARTAS CON MASA PHILO.
PLATOVOLADOR U N A R EC E TA M AG I C A T R A I DA D E S D E E L M A S A L L A
LA PAZ EN LA COCINA ANTIGUO IMPERIO OTOMANO POR EXEQUIEL SIDDIG
El 1 de mayo de 2011, en donde los 34° de latitud Norte pasan sobre Pakistán, en la ciudad de Abbottabad, los soldados estadounidenses de la Navy Seal cumplieron con eficacia su Día del Trabajador: “abatieron” al archienemigo, Osama bin Laden. Casi en el mismo paralelo, yendo como hacia Europa, cuando esa noche el presidente Barack Obama anunció el resultado de la faena la argentina Pamela Villar estaba rodeada de cuchillos, dentro de una cocina, frente al Mar Mediterráneo, en Beirut. Había llegado al Líbano de la mano de su colega, amigo y antiguo jefe Fernando Trocca, contratado por la cadena de restaurantes ingleses Gaucho. Trocca necesitaba alguien que pudiera hacer una pastelería a la altura de la mejor carne argentina de exportación. Y Villar era número puesto: había trabajado bajo las órdenes de Katrine Röed, en Katrine, de Puerto Madero; de Christophe Krywanis, en Christophe, de Palermo; y de Trocca, en Vandam, de Nueva York. Además, parte de su formación provenía de su stage en los años 90 en Maids of Honour, una casá de té frente a los Kew Gardens de Londres. “Cuando llegué a Beirut me impresionaron las miradas intensas de los hombres y la fisonomía de la ciudad: la mitad eran edificios típicamente musulmanes; la otra estaba en ruinas”, dice ahora Villar sentada en Yeite, el bar que abrió en 2014 frente a la cancha de
14 / Plato volador
Atlanta, en Buenos Aires. Villar pasó una semana en aquella antigua ciudad fenicia. Se paseaba con una scooter de un cocinero libanés porque en Beirut –cuentano hay transporte público. “Todos tienen autos, pero autos como de los años 80, tipo Renault 12. Si no, dependés de los remiseros, que mientras vas caminando se paran en la calle de a tres y comienzan bla bla bla para ganarse el viaje.” La excepción la encontraba cada noche en el restaurante, en el que bajaban de autos galácticos unas morochas nacidas en Jupiter, que caminaban encima de unos tacos altos como la torre de Babel. La corta experiencia libanesa, le bastó a la pastelera porteña para que su cocina se amalgamara con productos esenciales de la región. “Cada vez que iba a los mercados, era un banquete. En todas las plazas estaban esas señoras haciendo el pan. Yo me compraba bolsas de za’atar y sumac, que son condimentos que actualmente uso mucho en mis comidas.” La actual Beirut es un hervidero de tensiones religiosas y políticas -que es decir lo mismo-. En el país, fundamentando en un censo de 1932, el sistema político legal fija que el presidente debe ser cristiano, el primer ministro musulmán sunita, y el portavoz del Parlamento musulmán chiita. Hace más de un año que no tiene presidente, puesto que el Parlamento no logra quórum para ordenar la votación. “Me maravillaba cuán diferente era el funcionamiento de esta ciudad a otras que había conocido. En los pórticos de una calle colgaban imágenes musulmanas; a la calle siguiente habían cruces de Cristo”, cuenta Villar. A pesar de la crisis, Beirut sigue siendo “la París del Medio Oriente”. Situada sobre
un espolón en una llanura costera a orillas del ancho mar que amalgama a Europa, Asia y África, los carteles en Beirut están en francés (Francia tuvo un mandato sobre Siria y Líbano cuatro años, con la caída del Imperio Otomano), árabe e inglés; tiene más de veinte universidades; el templo otomano de Mohammad al-Amín sigue reverberando su belleza unívoca; la Roca de Rauche sigue emergiendo desde el fondo del mar como la cúpula de una basílica gótica; el Valle del Qadisha, con sus fabulosos monasterios cristianos maronitas, fue declarado en 1998 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Además, sigue ostentando una diversidad de playas encantadora. Beirut –como París- es un vibrante centro de creatividad gastronómica. “Yo estaba allí, en la cocina, y comparada con Argentina eran dos culturas de dos países diferentes, pero el idioma era el mismo –cuenta Villar-. Un sábado a la mañana, despertarme e irme a comer una torta caliente de ricota a un mercado tenía algo de ensueño, pero cercano.” Si Villar hace muslos de pollo, los adoba con za’atar, las “siete especias” árabes; a las tartas las hace con masa philo; a las papas les agrega crema ácida y sumac, una mixtura de tomillo, limón y sésamo. En Beirut, Villar aprendió que en las cocinas se habla una lingua franca, el esperanto intercultural. Su comida es una prueba de que es posible una convivencia pacífica en el Medio Oriente: en sus mesas, los históricos hinchas judíos de Atlanta comen comida árabe hecha por una buena cristiana. La paz –y ese es el yeite- debería construirse en la cocina.
CERCA DEL ARTICO. DAVIN, UN NIÑO EXPERTO EN LA CAZA Y LA PESCA.
CIUDADEXTRAÑA H I S T O R I A S
MAMÁ ME HACÍA LA ROPA FAIRBANKS, ALASKA, EEUU POR DAVIN ROCKSTAD
El día que nací en Fairbanks, hacía 50 grados Fahrenheit bajo cero. Sabiendo que tendrían que ir al hospital, mis padres habían dejado el auto encendido para que el motor no se congelase. Fairbanks es la ciudad más al norte de los Estados Unidos y queda a solo 190 kilómetros abajo del Círculo Ártico. Pero Fairbanks tiene un encanto propio por ser el epítome de la last frontier, como suelan llamar a Alaska. Es un lugar de extremos (la ciudad más fría de los EEUU), pero cuando naces ahí todo parece normal. Mi niñez está compuesta por detalles que ahora, viviendo fuera de Alaska, me parecen extraordinarios. Mi deporte favorito es pescar. Un verano, a los 9 años y pesando 30 kilos, pesqué un halibut -una especie de lenguado enorme- de 100 kilos. Había que matarlo con una pistola antes de subirlo y atarle la cabeza a la cola para que no rompiera el barco. Cerca, en Dutch Harbor, habían pescado el world record, que pesaba más de 200 kilos. En invierno, con mis hermanos y mi papá, hacíamos agujeros en el hielo y llenábamos el balde de truchas. Fairbanks es una ciudad poco turística. No es linda, es dispersa, hay poco para destacar estéticamente. Es una ciudad de servicios para la industria petrolera. El entorno no parece una típica postal de Alaska: no hay montañas, ni glaciares, ni costa. Hay colinas bajas, tundra esponjosa y ríos grandes glaciales de color gris. En Fairbanks, la luz del día cambia cada 6 minutos en promedio. Eso quiere decir que en enero, cuando iba al colegio, solo tenía dos horas de
16 / Ciudad extraña
P A R A
luz tenue, que sólo podía aprovechar en el recreo de 15 minutos (y nos permitían salir solo cuando la temperatura no bajaba de -20°F). Una vez con unos amigos hicimos una apuesta para ver quién se animaba a tocar el metal de los juegos por más tiempo. Yo “gané”, pero se me pegó el dedo al metal y al sacarlo, se me quedó pegada toda la piel. En el invierno, la vida se enfoca en la casa, se hace todo adentro. Pero en el verano, cuando hay casi veinticuatro horas de luz, todo se hace afuera. En el verano, por cierto, corríamos la maratón de 5K que se hace a medianoche, a plena luz. Los fines de semana íbamos a nuestra cabaña, cerca de un lago, y podíamos salir a hacer esquí acuático a las 3 am. Los meses sin nieve son de junio a septiembre, así que teníamos que aprovechar. Además, la luz está a pleno y eso hace que sea imposible acostarse temprano: sólo se puede dormir con máscaras y cortinas blackout. Más que cualquier otro lugar en los EEUU, la caza y las armas son parte de la vida cotidiana. Aprendí a disparar un arma antes de montar una bicicleta. Mi papa tenía un cuarto para los rifles que era más grande que mi habitación. Cada septiembre íbamos a cazar a una cabaña en las montañas; habría que llegar en avioneta y aterrizar sobre la barranca del río. A los 8 años, fui a cazar caribús (renos) con mi papá. Después de matar uno, mi trabajo fue llevar su cabeza sobre mis hombros hasta la cabaña. Me acuerdo de toda mi ropa manchada con sangre. Esa vez llenamos los cuatro freezers del garaje con carne de alce y caribú, suficiente como para comer el resto del año. Los platos típicos en mi casa eran el moose chili (guiso de alce) o el brown sugar salmon (salmón a la parrilla con manteca y azúcar negra). En el otoño, iba a recolectar arándanos salvajes (las blueberries) para vender a una empresa local de helado
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a 50 dólares el kilo. El restaurant más famoso y típico de Fairbanks es el Salmon Bake, un especial de tenedor libre de asado de salmón sobre leña de cedro, descubierto en un bosque de pinos (con una parte techada, por sí llovía). Los deportes de Fairbanks también son lo que la hace única. Es uno de los mejores lugares en el mundo para dog sledding (trineo tirado por perros) y cross-country skiing. Los mejores equipos de dog sledding salen de Fairbanks. Yo vivía cerca de un lugar de entrenamiento, y a la mañana llegando a la escuela veía los perros siendo entrenados. En cuanto al esquí de fondo, una de las competencias más famosas, el Yukon Quest, termina en Fairbanks, así que todos íbamos a ver el final de la carrera, cuando llegaban los equipos después de recorrer 1000 millas. Mi mamá me hizo probar todos los deportes, y aprendí a hacer patinaje sobre hielo (había un pista afuera de mi colegio) y curling, que es un deporte olímpico. Pero en lo que mejor me iba, era en el esquí nórdico. Los centros de esquí son bastante rústicos; en vez de tener un medio de elevación uno debe usar buses escolares para subir la colina. Fairbanks es un lugar bastante rústico, con un estilo de vida bastante dura pero atractiva para la gente que quiere vivir al límite de la Civilización. Aunque hace dos décadas vivo fuera de Alaska, sigo diciendo que “soy de Alaska”, porque me suena incorrecto decir que soy de otro lugar. Siento una conexión fuerte; me siento diferente respecto de quienes nacieron en los Lower 48 (los 48 de abajo), como los alaskeños llamamos a los estados continentales de los Estados Unidos. Mi mamá me hizo mi propia ropa hasta que tuve 10 años; me decía que era el chico más cool del planeta. Le creí. Hasta que me fui a los Lower 48.
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SANTIAGO DE CUBA LA LARGA VIDA SECRETA DE UNA FÓRMULA SECRETA POR LEONARDO PADURA*
Facundo Bacardí y Mazó había nacido frente al mar y vivía enamorado de sus azules encantos. El perfume de las algas, el rumor incesante de las olas, la brisa cargada de salitre se le antojaban olores, susurros y caricias que ni siquiera Lucía Victoria, su amantísima esposa, le podía regalar con tan sostenida sensualidad. Por eso, cada mañana de su vida, desde los días lejanos de su asentamiento en Santiago de Cuba, buscaba cualquiera de las muchas elevaciones de la villa y pasaba los primeros minutos del día contemplando la plácida tranquilidad de un mar envuelto entre las montañas. Y entonces pensaba, como buen catalán de Sitges, que por aquel mismo mar, alguna vez, le llegaría la fortuna definitiva que durante tantos años había perseguido, hasta ahora sin éxito. Tal vez su amor por el mar y sus sentimientos de predestinado hicieron que aquel catalán emprendedor y tozudo decidiera, a finales de los años 50 del siglo XIX, convertirse en consignatario de las ruinosas goletas que viajaban entre Santiago de Cuba y las islas del Caribe. Su pequeña oficina, por supuesto, tuvo una ventana –abierta como un brazo- sobre la apacible bahía… Pero Facundo Bacardí y Mazó ya no podía limitarse a contemplar el mar. Por eso, el día más memorable de su existencia, sin pensar por un instante que su vida estaba a punto de cambiar para siempre, abordó una de las goletas de la compañía y salió a navegar por las Antillas, sintiéndose un nuevo conquistador tropical. Cuentan que corría el año 1860 cuando facundo Bacardí, a bordo de “La Esperanza”, partió de la ciudad. La última escala del viaje que cambiaría el destino de don Facundo Bacardí fue la isla francesa de La Martinica, a la que llegaron en el mes de octubre, cuando un ciclón empezó a barrer el Caribe. La nave, fondeada en puerto, esperó la muerte del huracán y, mientras tanto, Facundo Bacardí empleó su ocio en beber el aguardiente pendenciero que bajo el nombre de tafia se vendía en las tabernas del puerto. Y una noche de tragos quiso la suerte que Facundo Bacardí, en medio de una
18 / Libros en órbita
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antológica borrachera, le prometiera a un francés, rubio y refinado, un sitio en “La Esperanza” para trasladarlo a Santiago, de donde el viajero debería partir hacia la lejana patria. Coqueteando con su destino, Facundo Bacardí hizo una rápida amistad con aquel hombre que había embarcado con dos baúles en los que sólo cargaba buenos litros de un ron dulzón y extrañamente despojado de la dureza del ron jamaicano quebebían los santiagueros y todos los buenos bebedores del Caribe. La amistad se tornó tan profunda que, mientras esperaba la salida del barco que lo llevaría a Marsella, el francés se alojó en la casa de Facundo y cada mañana salía con él a contemplar el inmenso mar. La víspera de su partida, cuando bebían ya la última garrafa de ron, el francés le confesó a su amigo catalán que su oficio era vinatero y, en prueba de su agradecimiento eterno, le confesaría la fórmula secreta para fabricar aquel ron suave y fino, fuerte y agradable a la vez, con el que podría adueñarse del mercado de licores de la caliente villa de Santiago de Cuba. El francés habló y nació así el gran misterio de Bacardí y la historia de la fábrica de ron que, 140 años después, sigue produciendo el mejor ron del mundo, gracias a la celosa preservación de un ancestral secreto. (…) Los misterios del Bacardí (1) - ¿Los misterios del Bacardí?- le pregunto y Arturo García sonríe. Durante muchos años ha sido el jefe de producción de la fábrica de ron Caney de Santiago de Cuba: el hombre encargado de velar por la cantidad y la calidad de los rones que se fabrican en esta industria. Aquí, en tres naves construidas por los descendientes de Don Facundo, se produjo hasta 1960 el ron Bacardí, ya famoso en todo el universo. Pero ese mismo año, en virtud de la Ley de Nacionalización del nuevo Gobierno Revolucionario, la planta pasó a ser propiedad estatal y en estas mismas naves se desarrolló una dramática historia: había que fabricar ron, tan bueno o mejor que el Bacardí, a pesar de que los últimos dueños del consorcio habían partido al exilio, llevándose consigo secretos que, durante noventa y ocho años, habían normado la producción del mejor ron del mundo.
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- Pero los Bacardí se equivocaron- afirma Arturo García. Pensaron que nunca podríamos fabricar un rol de calidad, pero lo cierto es que sí lo fabricamos y ellos, con la fórmula secreta, no han podido hacerlo igual en otros países. “Yo conozco bien esa historia, porque empecé a trabajar aquí en 1958, y debo decir que los obreros de la fábrica eran privilegiados. Se ganaban muy buenos sueldos, las condiciones de trabajo siempre fueron buenas, pero el problema era conseguir un puesto para entrar aquí. Como en la gerencia, que era el clan de los Bacardí, en la producción sólo empleaban a los hijos o parientes de los antiguos orberos. Un coto cerrado, eso fue Bacardí, y dentro de ese coto existían unos pocos hombres de confianza que conocían los detalles de la tecnología específica de Bacardí, la cual se decidía en el Cuarto Secreto, al que sólo tenían acceso los dueños y los fabricantes… Pero todo el mundo sabía cómo se fabricaba el ron, eso sí, porque en hacer ron no hay ningún misterio: aquí llega el aguardiente ya envejecido que antes fue destilado en la refinería. (...) - ¿Y dónde está el misterio de Bacardí?- indagamos, con la posibilidad tangible de develar un prodigioso arcano. - Desde la creación de la fábrica se empezó a alentar el mito de la fórmula secreta que distinguía a Bacardí de los otros rones. A esa fórmula se le fueron agregando elementos, como el hecho de que Bacardí añejaba en toneles de roble bien curados porque antes añejaron whisky o el hecho de que junto a la nave de añejamiento pasaba el tren y esas vibraciones le hacían reaccionar y mejoraba el sabor y el color. Y hay otras dos cosas que no sé cómo explicaran ellos ahora: se decía también que la calidad del Bacardí se debía a las aguas de Santiago de Cuba y a las mieles dl ingenio Algodonales, agua y mieles que ellos ya no tienen. - Pero, ¿y la fórmula sereta? - Ah, la fórmula secreta. No, después de todo no era tan secreta. ¿Viste los bocoyes de añejamiento?, ¿y a todos esos hombres que están trabajando aquí? Bueno, esos bocoyes y esos hombres son la fórmula secreta. Por eso aquí, en Santiago de Cuba, se sigue fabricando el mejor ron del mundo… *En El viaje más largo, Capital Intelectual, 2013
EL RITO DE LA PACHAMAMA LA OFRENDA Y EL DIOS KOKENA FOTOS: ARIEL MENDIETA
FIESTAS&RITUALES U N A V U E LTA P O R L A S F E S T I V I DA D E S D E L M U N D O
LA CORPACHADA LAGUNA BLANCA, CATAMARCA POR GUADALUPE PICCIONI
En los pagos catamarqueños el mes de agosto es la cima del invierno. Los capitalinos de San Fernando del Valle de Catamarca ni se mosquean; se abrigan y salen a trabajar, pasear y hacer las compras en el supermercado, la proveeduría, el almacén. La vida en esta ciudad, cobijada entre el río del Valle y las verdes sierras de Ambato y Anacasti, transcurre sin mayores contratiempos. A lo sumo, al acortarse y enfriarse el día, se alarga la siesta. 450 kilómetros hacia el noroeste, la puna seca catamarqueña es otro cantar. Entre los departamentos de Belén y Antofagasta de la Sierra, la Reserva Natural de Vida Silvestre Laguna Blanca, un valle a 3200 msnm rodeado de cumbres que superan los 5500, parece levitar más cerca del cielo que de la tierra. La reserva natural mide unas cien mil hectáreas y su corazón es un óvalo de agua salada de cuatro por dos kilómetros, el maná que congrega a miles de flamencos rosados, gallaretas, cauquenes, patos y gaviotas. Por las rampas de los cerros y las planicies del valle, de un marrón arisco, merodean también vicuñas, huemules, chinchillas, vizcachas, zorros, pumas y gatos andinos. En este rincón de la puna, el frío de agosto puede ser implacable y el viento seco, una bofetada que se siente como el filo de un cuchillo. El aire es diáfano, pero mezquina el oxígeno y la simple acción
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de respirar no es tan simple si los pulmones están acostumbrados a las bocanadas en “tierra firme”. Pero los hijos de esta tierra –unas 800 personas, la mayoría kollas, todos campesinos— están bien armados: tienen una piel gruesa y curtida, muchos glóbulos rojos para oxigenarse mejor y donde un extraño percibe un páramo, ellos ven un vergel disimulado. Encuentran hierbas medicinales entre mechones de pastos duros; crían animales que los proveen de carne y lana; siembran las entrañas de la tierra con papines, habas, mote, quínoa, todos alimentos muy energéticos ya que para sobrevivir en la puna –ya se trate de una semilla, una planta, un animal, un humano— hay que retener lo mejor de sí y desprenderse de lo inútil. Acá la Pachamama llora poco, apenas –a duras penas— una taza de té por palmo de terreno, algunos meses al año y a cuentagotas. El 1 de agosto marca el fin de la época seca. Ese día la Madre Tierra se despierta hambrienta y hay que darle de comer para que no se trague las semillas que se empezarán a sembrar unas semanas después. De modo que en Laguna Blanca, el mes augusto es el mes de la Pachamama. Es la ocasión en que todos los campesinos ofrendan a la Pacha con comida y bebida para que ésta los retribuya a ellos y a sus animales con alimento y salud en los meses venideros. La ceremonia de la Corpachada inicia el mismo 1 de agosto -fecha en que se cava un pozo en la tierra para dejar las ofrendas- ; el 31 se sella la “boca” de la Madre Tierra y culmina la fiesta. Al mediodía la mayoría de los campesinos de la zona se reúne en el lugar señalado para la fiesta de
apertura. El viento chifla con la tenacidad de un concierto interplanetario de sicus. Las banderas izadas, la argentina y la wiphala, pegan latigazos al aire como la batuta de un director de orquesta. El resto es silencio. Y paisaje: las montañas, los pastos ralos, la tierra reseca, el caserío de Laguna Blanca: un puñado de casas de adobe para las familias, y corrales de pirca para las ovejas, cabras, llamas. El cacique kolla preside la ceremonia vestido en lana de pies a cabeza; incluso lleva puesta una máscara que apenas descubre los ojos. Del hombre no queda nada: el mismo que viste y calza es el dios Kokena, protector de los animales y la naturaleza. Apoyado en un bastón de canilla de suri, Kokena abre el diálogo entre los Hombres de la Puna y su Tierra, pide permiso a la Madre Tierra para abrir un pozo en su regazo donde echar las ofrendas. Luego clava un cuchillo en la tierra; otea con ojos de puma expectante a los hombres preparados para cavar. De repente el viento para en seco: es la señal de buen augurio que esperan. El cacique-dios se acuclilla sosteniendo una oveja del pellejo y le abre la arteria por donde se le escurre la vida hasta la boca de la Pacha. Luego ofrenda alcohol puro, hojas de coca, cigarrillos, licor, vino, maíz, papas, habas, cabeza y panza de cordero, empanadas, locro, charqui, tamales, mazamorra. Ahora les toca al resto de los mortales. Se acercan de a dos, ofrendan y rezan entre inciensos y cantos. Hasta que el sol se pone, las coplas se escarchan en el aire y la tierra cruje como el hielo mientras los hijos de la tierra se alejan en las cuatro direcciones, dejando una huella en el medio de esa nada que es todo.
EL LUJO DE LOS GUERREROS UN OASIS EN EL DESIERTO DE THAR.
PARADORSOÑADO U N
H O T E L
P A R A
PALACIO DE MAHARANAS UDAIPUR, INDIA Texto: Constanza Coll
Udaipur es un oasis en el desierto, una ciudad de lagos y brisa fresca en medio de montañas de arena seca y un sol que calienta a cincuenta grados todos los mediodías. Como una visión, Udaipur aparece en el corazón del desierto de Thar, el segundo más grande del mundo, con 200 mil kilómetros repartidos entre el noroeste de India y el este de Pakistán. Le dicen la “Ciudad Blanca” porque sus templos, fuertes y palacios fueron construidos en mármoles y piedras de ese color para refractar el sol. Y es por ese mismo horizonte pálido que, para combatir los inconvenientes que genera en la vista -y muy probablemente, también por el aburrimiento-, las mujeres de esta región se visten con saris de colores vibrantes y estampados con diseños florales, selváticos. Udaipur en hindi significa “ciudad donde sale el sol”, y fue fundada en el siglo XVI como la capital de la dinastía Sisodia, tras perder una batalla sangrienta y ser desplazados por los mogules. Pero estos guerreros, o maharanas, no se conformaron con lo que les daba el desierto y crearon lagos, plantaron árboles y construyeron inmensos palacios con galerías,
22 / Parador Soñado
V I V I R
D E S P I E R T O
cortinas de agua, piletones y celosías para permitir que el viento entrara en las salas sin dejar pasar los rayos del sol. La máxima expresión de esta arquitectura antidesértica es Jag Mandir, el antiguo palacio de verano de la familia real, construido como una isla artificial en el centro del Lago Pichola. A la vera del mismo espejo de agua, el hotel Oberoi Udaivilas podría ser el lugar donde Jazmín y Aladín comieran perdices por siempre. De hecho, fue el majestuoso escenario de películas como Gandhi y Octopussy (de la saga James Bond), y de la serie televisiva La Joya de la Corona. Como en muchos palacios que fueron renovados y convertidos en lujosos heritage hotels, en Oberoi Udaivilas uno se siente dueño y señor en sus dominios, aunque sea apenas por un par de noches: sus habitaciones son pequeñas mansiones con camas tamaño king, jacuzzis, terrazas con pisos calcáreos y piscinas privadas con vistas al lago y todo el perfil de la Ciudad Blanca. Pero la experiencia Oberoi empieza, incluso, antes de llegar. Para ingresar a este cinco estrellas hay que tomar una lancha que cruza el lago Pichola y amarra en el puerto de ingreso, donde un botones espera con un sombrillón para cubrir al huésped del sol, y una mujer, de sonrisa impecable, vestida con un sari bordado con hilos de oro, ofrece una copa de espumante bien frío. Desde ese
momento, todo está cubierto por un halo dorado de extrema riqueza y buen gusto, una combinación por demás compleja de lograr, aquí posible. Una vez adentro del palacio, las galerías que llevan a las 86 habitaciones o “vilas” son amplias y están enmarcadas por arcos de estilo hindú. De tanto en tanto, hay salones y halls de distribución coronados con cúpulas pintadas a mano. En los patios, las fuentes de agua están cubiertas con pétalos de rosas rojas, para que el viento despliegue su perfume por los pasillos y jardines. Las vilas tienen cada una su propio diseño y el servicio incluye hasta un mayordomo privado, que resuelve desde paseos en lomo de elefante hasta citas para tratamientos ayurvédicos y de aromaterapia en el Spa Banyan Tree, el segundo mejor spa de Asia según la revista Condé Nast Traveller. La suite Kohindoor es la más lujosa del hotel, con 250 metros cuadrados, living con chimenea, sauna de madera, patio y piscina privada. Eso sí, amanecer como un verdadero maharana en la habitación Konhindoor es la experiencia más cara de todo Udaipur, con tarifas que ascienden a los 2600 euros. Sea que uno se quede en esta o cualquier otra de las vilas Overoi, el mejor lugar para ver caer el sol es acodado en la barra del bar, donde el bartender ya sabe que el dry Martini se sirve agitado, no batido.
TRAVELSHOP PARA LA VALIJA DE LA DAMA Y LA MOCHILA DEL CABALLERO
Tu microclima en la montaña
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Sí, es posible estar abrigado y bien vestido a la vez. ARRIBA: 1. Guantes Active Glove U, súper packables 2. Headband color fucsia de micropolar (www.salomon.com/ar) 3. Campera de industria nacional, Anorak Aconcagua III, una de las preferidas por los centros de esquí para sus profesores y personal de montaña. Tiene capucha guardable con visera, cuello en microfleece, bolsillos estancos, ventilaciones, costuras termo-selladas, y es muy liviana, ya que en el talle mediano pesa sólo 530 gramos (www.ansilta.com) 4. Pantalones Ms Bugaboo. Calzan perfecto y tienen tecnología Omni-Tech®, que los hace totalmente impermeables y respirables, las rodillas son articuladas y el forro de jersey permite que deslicen fácilmente sobre la primera capa o baselayer (www.columbiasportswear.com.ar) 5. Gafas espejadas de ZÜD (elgalpondelski.com). ABAJO: 6 y 7. Pantalón y campera Rip Curl, realizados con telas flexibles de tecnología 4WAY y máxima impermeabilidad, ya que las tecnologías Ultimate y CORE resisten entre 20 y 40 columnas de agua (www.ripcurlargentina.com.ar) 8 y 10. Botas y gorro. Se ofrecen en versiones para chicos y adultos, son de la marca nacional ZÜD y se consiguen en El Galpón del Ski, en Palermo. 9. Guantes Whirlibird. Diseñados para climas de frío extremo, son aislantes y tienen un revestimiento térmico interno reflectante Omni-Heat®, que aprovecha y potencia el calor del cuerpo (www.columbiasportswear.com.ar)
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TRAVELSMART APPS PARA EL VIAJERO INTELIGENTE
Mapas gastronómicos
Comer con los ojos Antes de pedir alguna de las opciones del menú, siempre es conveniente espiar los platos que ya fueron servidos alrededor tuyo. La comida entra por los ojos, y esa es la clave del éxito de FoodSpotting (foodspotting.com). Se trata de una red geolocalizada de platos de comida, una aplicación que permite compartir con otros usuarios fotos de platos o bebidas que sacaste con la cámara de tu smartphone. Mejor que el-boca-en-boca, este sistema no sólo permite que se corra la voz de un buen (o mal) bar, casa de té o restaurante, sino que también te permite juzgarlo con tus propios ojos. Si descubriste el mejor brunch de Vancouver o Berlín y querés recomendarlo, podrás tomarle una foto a la mesa y subirla a la red junto al nombre del local. La aplicación se encargará de geolocalizar tu posteo y publicar la dirección exacta para que otros puedan aprovechar el dato.
COMO EN CASA
EN LA CALLE
Cookapp nació en Argentina y ya existe en 27 ciudades de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. Esta aplicación permite que cocineros profesionales y aficionados puedan invitar a su casa a amigos, viajeros y desconocidos totales para probar sus mejores recetas y, de paso, ganar dinero. Del otro lado, la idea es que los usuarios-comensales puedan salir a comer a la casa de un chef, en su propia ciudad o en ciudades ajenas, y conocer gente nueva. El proceso es el siguiente: la aplicación despliega una agenda de eventos gastronómicos y el usuario se anota para el que le interesa en función de la descripción, que incluye la especialidad que se ofrece, el ambiente, la cantidad de cubiertos, el precio. Tras participar en algún evento, sea una mateada o una cena gourmet de varios pasos, se puede calificar y hacer comentarios sobre la experiencia. Cookapp (cookapp.com) hoy tiene más de 60 chefs activos en Buenos Aires, 34 en New York y 15 en San Francisco.
La aplicación Eat St. surgió de un programa de cocina en televisión, y te permite rastrear los mejores foodtrucks de comida callejera por proximidad, popularidad o tipo de cocina. Es ideal para viajes a ciudades grandes de Estados Unidos, donde esta tendencia lleva varios años creciendo, con muchos y muy diversos foodtrucks para elegir: desde panchos y pretzels hasta platos súper gourmet preparados por cocineros de renombre. La aplicación permite elegir entre propuestas de tipo take away, donde se puede comer sentado, en los recomendados por el programa de tele o los lugares de tu lista personal que ya probaste y te gustaron. Eat St. (eatst.foodnetwork.ca) también ofrece algunos videos y recetas. Es gratuita y está disponible para iOS y Android.
APTO PARA VEGANOS HappyCow significa vaca feliz en español, y eso es, justamente, lo que pretende esta aplicación. Diseñada especialmente para veganos y vegetarianos, esta herramienta te ayuda a encontrar lugares con una carta cow-friendly, donde sea que estés. Con una base de restaurantes que se extiende por los cinco continentes, reseñas de usuarios, foros de discusión y recetas, más que una aplicación se trata de una comunidad global de personas interesadas en la comida sana y libre de culpas. HappyCow (happycow.net) es gratuita y está disponible para Android y iOS
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el rio mekong. una travesia en busca del tiempo reposado
CANTORODADO B I T A C O R A
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RÍO ABAJO TAILANDIA-LAOS POR PAULA BISTAGNINO
Cuando por primera vez escuché sobre la travesía que va desde el norte de Tailandia hasta el centro de Laos por el río Mekong, la idea de navegar durante dos días en un slow boat por un mismo curso de agua marrón me pareció un despropósito. Pero después de un mes viajando por Bali, Singapur y buena parte de Tailandia, después de haber subido y bajado de ocho aviones -y otros tantos trenes, micros, taxis y motos-, el plan comenzó a tener la forma de un oasis: embarcarse en una lancha de madera río abajo desde el amanecer hasta el atardecer, dejarse llevar. Detenerse. Aburrirse un poco, tal vez. Buscar en mí lo que Aldous Huxley consideraba el verdadero viajero: el que descubre que el aburrimiento es más agradable que molesto, porque es “el símbolo de su libertad, su excesiva libertad”. Desde Bangkok, tomé un tren a Chiang Mai -700 kilómetros al norte-, y apenas llegada compré el paquete para descender por el Mekong hacia la ciudad milenaria de Luang Prabang, capital del reino de Laos hasta 1975, cuando los comunistas tomaron el poder y derrocaron al último monarca. Sabía que en Luang Prabang, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se mezclan templos, monjes y ceremonias budistas con la huella francesa que la colonizó hasta la mitad del siglo pasado. En la arquitectura, los cafés, la gastronomía, el aire galo aún se sigue respirando. También subsisten banderas con la hoz y el martillo. A la mañana siguiente me subí a la combi sin hacer preguntas, con el plan de dejarme conducir: viajamos hasta la localidad fronteriza de Chiang Khong para pasar la noche y, a la mañana siguiente, cruzamos a Laos para llegar al puerto de Huay Xai,
28 / Canto Rodado
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punto de partida de la travesía. A las 10.30, cuatro slow boats esperaban amarrados a los más de doscientos turistas que ese martes -como todos los demás días de la semana- iniciábamos el viaje. Cuando el capitán del barco encendió el motor, me acerqué e intenté hablarle, pero no pude cruzar palabra. Sólo señaló mi cámara de fotos y posó en el timón, vestido como estaba, con su camperón de camuflaje militar. Los laosianos son distantes y silenciosos, pero amables: ante la dificultad de comunicarse, la respuesta es siempre una sonrisa y una inclinación de la cabeza. Cuando nos pusimos en marcha, el sol recién empezaba a calentar y el río parecía estancado y opaco debajo de una capa de bruma que cubría toda la superficie. Media hora después, el marrón espeso brillaba hasta volverse dorado. Ya estábamos en la inmensidad del mítico Mekong, que con sus 4880 kilómetros de recorrido, desde los Himalayas hasta Vietnam –pasando por China, Myanmar, Tailandia, Laos y Camboya-, es el río más largo del sudeste asiático y el octavo del mundo. Ya estábamos en el sagrado Mekong, que en su derrotero, riega cientos de miles de hectáreas de cultivos de arroz y provee otros tantos kilos de pescado que alimentan a más de cien millones de personas. Ya estábamos en el legendario Mekong, que también es conocido como “el río de los nueves dragones”, por la forma en que se deshace en un gran delta sobre el Mar de China Oriental. Más de mil kilómetros antes de desembocar en el norte Laos, el Mekong se dibuja en el mapa como una serpiente. Aunque en otros tiempos corría con mucha más velocidad, por la construcción de represas, ahora apenas se arrastra entre las montañas que lo contienen desde hace miles de años. Pegada a la ventana, imaginé una vida alegre detrás de la vegetación espesa y monótona, que pasaba como una cinta musical que se repite, una
escenografía montada. Sólo nosotros parecíamos movernos en medio de esa quietud que de tan armónica, se me hacía inquietante. Cada tanto, aparecían en lo alto cinco o seis casas construidas sobre pilotes de madera, que advertían que ese río plácido en el que navegábamos en enero podía también tener sus días de furia. Un grupo de chicos nos sorprendió en una curva: eran siete u ocho, nenas y varones que bajaron corriendo hacia la costa para saludarnos. ¿Qué concebirán ellos de la libertad?, pensé. ¿Deseé poder bajarme en esa playa y quedarme toda la tarde. El resto del viaje esperé a que aquello se repitiera, pero no volvió a pasar. Los pocos pobladores que vimos en las horas siguientes ni siquiera se inmutaron por el ruido del motor. Había que mirar con atención para encontrarlos desdibujados en la inmensidad del paisaje: dos nenes tirando de un buey flaco cuesta arriba; otro que hacía equilibrio sobre el lomo de un elefante casi cubierto por el agua. Cuando el sol empezó a perderse detrás nuestro y el frío nos obligó a bajar las ventanas de plástico, aparecieron los pescadores: tuve miedo cuando ví a dos adolescentes haciendo equilibrio sobre un bote de madera para recoger una red, fundidos con el fondo de esa tarde naranja. El agua se fue poniendo chocolatosa, hasta que se volvió negra. La bruma empezó a bajar desde las cumbres y en minutos cubrió el horizonte. Los últimos mates tibios no llegaron a calentarme el cuerpo. Me tapé como pude con la chalina y la campera de jean y me quedé dormida. Era la primera vez que me dejaba vencer por el sueño desde que había llegado a Asia. Al día siguiente, partimos a las 9 de la ciudad de Pakbeng. Busqué mi asiento pegado a la ventana y me preparé para otro día de navegación. Podían ser seis, ocho o diez horas. No tenía urgencias. No esperaba sorpresas. Sólo dejarme llevar. Aburrida y libre.
CATEDRAL VERTIGO Texto: JULIAN VARSAVSKY. fotos: JULIAN LAUSI
Catedral en todo su esplendor: sol, nieve polvo y acci贸n, a cargo de Santiago Gamen
si llegas a primera hora la nieve esta todavia virgen
A
terrizamos en Bariloche justo después de una gran nevada. Al salir del aeropuerto en la mañana, al borde de la ruta nace una alfombra blanca y luminosa que avanza por la planicie trepando la ladera de los cerros hasta la cima. La ciudad es una fiesta. En el Centro Cívico –una plaza rodeada con edificios de gobierno- hay guerras de nieve; los niños hicieron un muñeco al que le pusieron una zanahoria de nariz. Los cables de luz son una línea blanca y algunos vecinos tienen que palear la vereda para sacar el auto del garaje. Por las calles se forman pequeños ríos de nieve derretida. La Patagonia varía su aspecto de manera radical en cada estación. Y nosotros hemos llegado en tiempos de una de las variantes más espléndidas del paisaje patagónico: un día invernal de cielo azul resplandeciente, después de una tormenta de nieve con todo cubierto de un blanco prístino, que pareciera chisporrotear con el brillo del sol.
1. La mítica cuádruple desde abajo, que lleva al filo de Lynch 2. Primeras caricias de luz en el bosque de Amancay , por donde sube la telecabina
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Seguimos de largo hasta el Cerro Catedral para alojarnos al pie de su centro de esquí: éste será un viaje deportivo. Al llegar a las cabañas, miro por la ventana del cuarto para descubrir una estalactita de hielo que cuelga del techo a dos aguas. Luego de un rato comienza a nevar. Abajo, en el jardín, desde una piscina suben vapores de agua. Entro al agua por la parte cubierta, me sumerjo y paso por debajo de una división vidriada para emerger en un sueño níveo, al aire libre, con el agua caliente hasta el cuello. La sensación es extraña, porque estoy como en dos dimensiones a la vez: una fría, otra cálida. Los copos de nieve aterrizan en mi rostro y el vapor los derrite al instante; hago la plancha y me relajo en un nirvana blanco.
Por la tarde, hago mi primera incursión en el centro de esquí. Antes chequeo en mi i-Phone las cámaras web del cerro (catedralaltapatagonia.com) para ver en tiempo real qué pistas y medios de elevación están abiertos. Veo la temperatura, las condiciones en cada sector de la montaña y si hay algún aviso de riesgo de avalancha. Pero si una de ellas me sepultara, me queda el recurso de mandar un SOS por mensaje de texto al número 0294-4409040 y me vendrían a rescatar, ubicándome por el sistema Recco de mi campera, que tiene un chip emitiendo señales reconocidas por un sensor. Y por supuesto, me instalo una Go-Pro en el casco y ya soy un cyber esquiador. Me acerco hasta el centro de la Villa Catedral, casi un pueblo de construcciones con estilo alpino, mucha madera y techo a dos aguas, que tiene siete mil camas de hotel, restaurantes, pubs con música en vivo, negocios de alquiler de ropa y equipos de nieve, sala de primeros auxilios y tiendas. Al llegar a la base y ver la ancha ladera de un cerro lleno de pistas –Catedral es el centro de esquí más grande de Sudamérica-, me siento mucho más afortunado que aquellos jeques árabes multimillonarios que recuerdo haber visto alguna vez deslizarse -con túnica y todo, en un shopping-mall de Qatar- por unas rampas con nieve fabricada y con 50 °C puertas afuera. En cambio, Cerro Catedral tiene 34 pistas naturales que abarcan 120 kilómetros, 39 medios de elevación y “caminitos” de nieve que se internan en los bosques conectando sectores. Miro la telaraña multicolor del mapa de pistas en un cartel y no sé por dónde empezar. Hace años que no esquío y me siento perdido “como árabe en la neblina”, así que contrato una instructora-guía por media tarde. En la escuela de esquí me asignan a Florencia Ferro y subimos juntos por la telesilla Séxtuple. Debajo nuestro,
Catedral / 33
sos la reina de la montaña Y vas en Extasis
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los esquiadores pasan como flechas zigzagueantes y Florencia me dice que no puede explicarme lo que significa el placer de esquiar, porque sería como intentar ponerle palabras a la sensación de parir un hijo. Pero de pronto las encuentra, incluso con poesía: “Un día de esquí perfecto es cuando amanece con un polvo blanco suavecito cubriéndolo todo, a pleno sol, después de una gran nevada, como hoy. Si llegás a primera hora la nieve está todavía virgen, sin ningún rayón, y te tirás como un rayo, sin el menor esfuerzo, atraída por esa fuerza misteriosa de la pendiente. Entonces sentís que volás a ras de tierra. En cada zigzag acariciás la ladera, te sentís omnipotente: sos la reina de la montaña y vas en éxtasis como flotando en el aire, dejando tu marca en la nieve”. Florencia se ata los bucles rojizos con una gomita e inspirados en su definición del esquí nos lanzamos cuesta abajo. La instructora estudia mis movimientos, corrige y muestra. - El primer paso es sacarle el miedo al esquiador, que tiende a inclinarse hacia atrás por miedo a caerse de frente. Tenés que hacer lo opuesto, apoyando las canillas en las lengüetas de las botas con todo el cuerpo levemente flexionado, que así funciona como un resorte -explica Florencia con tono de maestra. Y yo obedezco: nos vamos en fila por la pendiente marcando una larga “S” en la pista. Anoche nevó otra vez. Desayuno bien temprano, recordando los comentarios de mi instructora: “Si nieva, hay que estar al pie de los medios de elevación antes de las 9 de la mañana para tener la pista con la nieve en polvo recién pisada. A los 10 minutos de abrir el cerro ya tenés las pistas todas rayadas y el placer más grande para nosotros es rasgar la nieve virgen; cuando pasa eso nos desesperamos por ser los primeros en llegar. Y por eso tanta gente esquía fuera de pista: porque allí no ha pasado nadie y la nieve parece un colchón de nubes esperando que la sobrevueles”. Me siento seguro y bien ubicado en el mapa, pero ni remotamente tanto como para irme fuera de la pista. Así que 8:45 am estoy al pie de la telesilla y soy el primero de la fila. El día anterior le pedí a Florencia que me marcara en el mapa la que sería la combinación de pistas más apropiada para un esquiador intermedio, pensando en la belleza de las vistas panorámicas. Antes de hacerlo me puso un Muy Bien 10 Felicitado. - Los esquiadores en general no miran mucho el paisaje; 1. Instructora de la escula de esquí 2. Primeras pisadas en la Olla 3. Fuera de pista de Tomas Blanc en la parte alta del 2000 4. Fiesta de la nieve en la base del cerro, un clásico de agosto
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ES EL ATARDECER Y AL FONDO LAS NUBES BULLEN COMO SI HUBIERA UN CIELO DEBAJO DEL CIELO
una vez que arrancan se concentran en la pista, y en ir a toda velocidad. Por eso desde chiquitos, inculco a los alumnos que se detengan entre una pista y otra a mirar el bosque y el lago Nahuel Huapi desde los balcones naturales, que le dan un valor excepcional y extra deportivo al cerro Catedral. Mapa en mano, combino la telesilla Séxtuple con la Lynch hasta el filo del cerro. La panorámica es deslumbrante: a un lado y al otro de cada ladera veo lagos, volcanes nevados y montañas de todos los tamaños. La imponencia me impide sumergirme de golpe en el esquí, y me tomo un café en el deck de un parador con vista al Nahuel Huapi para serenar la mirada. Al fondo en el horizonte, diviso el cono perfecto del volcán Lanín. Siguiendo pistas de nivel intermedio –las de color azul en el mapa- comienzo a descender abriendo bien la cuña que deben formar los esquíes para no levantar mucha velocidad, como me dijo Florencia. Por un caminito de nieve empalmo con la pista Lynch y luego otra llamada Punta Nevada. Freno junto a la entrada del medio de elevación Lynch. Cerca de allí, de acuerdo con el mapa, busco el medio de elevación Punta Nevada y subo a otro sector del filo de la montaña. Y bajo hacia la derecha conectando pistas y angostos caminos de nieve para desembocar en el medio de elevación Nubes, que me lleva a un tercer sector de la cima. La explicación suena compleja y conviene anotarla, porque
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así uno explora media ala completa del centro de esquí en un par de horas. Es decir, Florencia sabe. Luego, la cena será una extraña mezcla de turismo aventura con alta cocina. Arranca con una excursión en moto de nieve desde la base hasta los 1400 metros de altura, en el cerro Catedral. Ahora somos una caravana de vehículos con tres guías internándonos en el bosque de lengas y coihues a la luz de la luna. A los 30 minutos de travesía nos detenemos en un mirador. Al mirar por primera vez hacia abajo descubrimos el espectáculo de la Villa Catedral iluminada y la luna llena reflejándose en el espejo de agua del Lago Nahuel Huapi. Continuamos por los sinuosos senderos hasta el restaurante La Cueva, un pequeño restaurante con paredes de roca y madera en el interior de la montaña. El banquete tiene menú fijo y comienza con una picada regional de ahumados de salmón, ciervo, trucha y jabalí, quesos camembert, brie y blue, tartines de hongos y trucha con panes caseros. Como plato principal elijo el cordero con frutos rojos y malbec. Al descender de vuelta en las motos, con los rayos reflejados en la nieve y las pupilas adaptadas a la noche, vemos como si fuera de día.
1. Descanso gastronómico en el parador de Amancay a 1600 msnm 2. Clases de esqui para todas las edades 3. Telecabina de Amancay 4. Rodrigo Amadeo en La Laguna a pleno free ride
Al tercer día me levanto con ganas de volar sobre la nieve, quiero decir con los pies despegados de la tierra. Así que voy hasta Bariloche, donde me espera
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SE ESTIRA COMO UN RESORTE Y HACE UN DOBLE SALTO MORTAL
Camino de Amancay , suave y muy divertido para nivel intermedio
el experimentado piloto de parapentes Ernesto Gutiérrez. Trepamos en su camioneta el cerro Otto hasta la zona de lanzamiento, nos colocamos casco y arnés; él asegura los mosquetones y acomoda la vela, que está abierta en abanico en el suelo. Volaremos en un biplaza, un vehículo en el que llevaré al piloto casi a babucha. Al momento de despegar arrancamos a correr pendiente abajo con la torpeza de un cóndor cuando despega del suelo. De pronto, la vela se infla, presiona hacia arriba y un tirón nos eleva en un segundo. Quedamos como “colgados” de una hamaca y la sensación no es tanto la de volar, sino de flotar en el aire. Ernesto estudia los vericuetos del aire y comanda la nave con dos manijas atadas a unos hilos que suben hasta la vela. Alcanzamos los 2000 metros sobre el nivel del suelo y luego de un rato la tensión cede. A lo lejos vislumbro los lagos Nahuel Huapi, Moreno, Mascardi y Gutiérrez, y los cerros Catedral, López y Tronador. Un cóndor se acerca desde el horizonte rumbo a sus nidos en la cordillera. A la derecha la planicie hace su transición de la estepa al bosque andino-patagónico. Es decir que desde el cielo veo las dos caras de la Patagonia: el desierto llano, estepario, extendiéndose en una mirada sin fin hacia el norte; y al oeste, la Cordillera de los Andes con sus bosques tupidos. El parapente entonces desciende en círculos, y se posa en tierra con la suavidad de una pluma. El último día en Cerro Catedral ya me siento el rey de las pistas y voy al Terrain Park, en el sector Nubes, dispuesto a hacer algún salto. Aquí los esquiadores -y en especial los snowboarders- son hombres que vuelan. Lo hacen patas para arriba, de costado, haciendo tirabuzones y mortales, de espaldas, como surfeando olas imaginarias.
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Vestidos con sus pantalones “bolsa de papas”, los cultores del free-style parecen ser los que más disfrutan de la montaña. O al menos son los más expresivos, porque lanzan alaridos, se alientan unos a otros y se felicitan. Todo el tiempo suena música electrónica por unos parlantes. Me agacho para ajustarme las botas y de repente un ryder cae parado como desde el cielo justo a mi lado. Es Tincho Palomeque, manager del Terrain Park y eximio saltador, que me pregunta si voy a saltar. Le respondo que nunca lo he hecho y me dice que mejor no, así que me entretengo mirándolos. Son casi todos adolescentes y veinteañeros que se pasan el día completo en éste área de 3000 m2, una especie de parque de diversiones para fanáticos, equipado con rampas para saltos gigantes y obstáculos, como cajones, barandas en “S” y tubos de bajada. “Miralo bien a ese que va a saltar”, me dice Palomeque. Es Matías Radaelli, uno de los mejores ryders argentinos, quien encara una rampa big air a toda velocidad. Al levantar vuelo su cuerpo se estira como un resorte y hace un doble salto mortal -un “doble cork”- alcanzando una altura de 5 metros y 18 metros de largo con su eje vertical perfecto, para caer con absoluta limpieza y de espaldas a la pendiente. Desde la telesilla, la gente que pasa lo aplaude. Después de ver a estos acróbatas de la nieve, me queda claro que no estoy para imitarlos. Pero mis habilidades sí alcanzan y sobran para terminar mi semana de esquí con un descenso lento y relajado, disfrutando del panorama, la mejor de las sugerencias de mi instructora, la pelirroja Florencia. Es el atardecer y al fondo, muy por debajo del nivel de la montaña donde estoy parado, las nubes bullen como si hubiera un cielo debajo del cielo. Entre esos dos cielos me zambullo en estado de gracia, sobrevuelo en silencio la calma absoluta de un bosque nevado.
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+INFO CERRO CATEDRAL
Viaje:Vivir el invierno en el centro de ski más grande de Sudamérica. Lugares: Las 34 pistas del Cerro Catedral y sus cumbres panorámicas. Actividades: Inaugurar las pistas, ver saltar a los ryders en el Terrain Park, tomar chocolate caliente, hacer parapente en Cerro Otto.
COMO LLEGAR En avión. A Bariloche en temporada baja con LAN, $ 2664 final. En temporada alta $ 3625. Con paquete. Vuelo + Traslados + 3 noches en hotel 4* con desayuno desde $ 5.303. Vigencia del 20 de agosto al 30 de septiembre de 2015.
COMO MOVERSE En Auto. Alquiler por Avis en Bariloche desde $ 5884, 7 días, km libre, cargos de aeropuerto, cobertura. Entre 1 de agosto y 14 de diciembre de 2015. Asistencia al viajero. Cobertura nacional por 10 días, desde $ 300.
DONDE COMER
CUANDO IR La temporada alta va del 11 al 31 de julio, la media del 1 de agosto al 4 de septiembre, la baja del 5 al 30 de septiembre. Agosto es ideal si uno no tiene la obligación de ir en vacaciones de invierno, ya que hay menos gente, el clima es óptimo y resulta más económico.
DONDE DORMIR Village Catedral Resort y Spa de Montaña 3*, En la base del Cerro. Buena opción también para trekking, mountain bike, rafting. Spa. Desde $ 1572 (USD 158), mínimo 5 días en agosto y septiembre de 2015. Village Condo 4*. Departamentos espaciosos sobre la ruta de acceso al Cerro Catedral. El spa con majestuosa vista al Cerro. Desde $ 1791 (USD 180), mínimo 5 días en agosto y septiembre de 2015. Rochester Bariloche 4*. Diseño premium, frente al Lago Nahuel Huapi, cercano al centro, sobre una ladera con vista a la Isla Huemul. Saunas, baño finlandés, piscina in/out. Desde $ 945 (USD 95) en agosto y septiembre de 2015.
PASEOS Y EXCURSIONES Cerro Catedral. Medio día, desde $ 180. No incluye el ascenso.
La excursión nocturna con cena en La Cueva cuesta $ 2500. Hay capacidad hasta para veinte personas y se debe reservar con antelación. (lacuevacatedral.com). En el restaurante El Cabo, en lo alto de la montaña, se sirven almuerzos livianos pero calóricos, como unos guisos de lentejas de antología y goulash con spätzle. El Refugio Lynch fue creado en 1941 en la estación superior de la telesilla del mismo nombre y sobresale por sus pizzas, las milanesas napolitanas y los guisos.
TIPS Cerro Catedral es, además de un centro de esquí, un lugar con paisajes deslumbrantes que justifican una visita extra deportiva. Para los que no esquían, hay una excursión subiendo en el cablecarril hasta Punta Nevada donde hay un parador para comer. Además se puede seguir hasta el filo de la montaña en la telesilla doble abierta. Los no esquiadores están contemplados: hay trineos para tirarse como por las laderas; se puede hacer snow tubing con gomones inflables o usar unas “bicicletas” que no tienen ruedas ni pedal sino esquíes; hacer caminatas guiadas con raquetas, usar motos de nieve para recorrer los bosques o practicar esquí de fondo.
VIAJA TRANQUILO. Assist Card Nacional 10 días, menores de 64 años, desde $ 300
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Tarifa ida y vuelta por persona desde Buenos Aires. Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares
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GRECIA EN LA TIERRA DE ULISES TEXTO: GUADALUPE PICCIONI. FOTOS: LATINSTOCK
La peque単a ciudad de Oia en Santorini.
Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo. (La Odisea, Canto I. Homero)
N o es una metáfora: aquí se empezó a escribir la historia. Desde el segundo milenio antes de Cristo, los griegos dejaron registros de los acontecimientos como ninguna otra civilización lo había hecho antes. Homero contó en La Ilíada y La Odisea las aventuras y desventuras de Odiseo (Ulises, en latín), el héroe que, tras alcanzar una victoria épica en Troya -con un caballo de madera lleno de soldados en su interior-, se embarcó diez años por los mares para regresar a Ítaca, donde lo esperaban su esposa Penélope y su hijo Telémaco. Desde que supe que mi padre me llamó Ulises por la admiración que tenía de aquel rey romántico, la mitología griega me fascina. Para muchos investigadores son fábulas imaginadas por un ingenioso poeta ciego. Y si cómo escribió Discépolo, ¿“todo es mentira”? ¿Y si la historia griega antigua es un invento de mitólogos? ¿Y si al fin y al cabo todo fuera una fantasía de los escribas, y Grecia un mundo ficticio cuya magia residiría en no saber dónde está el truco? Con esta sensación, sintiéndome ante una caja de sorpresas, llegué a Atenas, la Ciudad de los Dioses. Esta es la historia.
Guardias del parlamento en Atenas.
La historia en mI Entro sin dar demasiadas vueltas en un restaurante cercano a la terminal de colectivos, un lugar que en su fachada dice simplemente “Taverna”. Con mesas enclenques en la vereda, una decena de taxistas comen y discuten sobre una noticia que en el televisor mostraba al presidente Alexis Tsipras estrechando la mano de la canciller alemana Ángela Merkel. Cada tanto, dan pitadas profundas a unos cigarrillos armados. (El tabaco en Grecia es un vicio nacional y una vieja tradición; hacia fines del siglo XIX era uno de sus principales productos de exportación, hoy es un gran problema: una encuesta de la Unión Europea en 2013 ubicó a este país como el más fumador del Viejo Continente.) El mozo coloca encima del mantel de mesa un papel, un cenicero y una jarra de agua. Con un menú en griego, me digo que lo mejor es elegir al azar, apuntando con el dedo. Me toca en suerte el gemistá, un tomate al horno relleno con arroz, carne picada, morrón verde y especias. Si el que viaja a París por primera vez quiere ver la torre Eiffel, el que llega a Atenas quiere ir al Partenón. Y allí fui. Construido en la Acrópolis en honor a la diosa Atenea, dicen que el Partenón guarda los secretos en sus columnas de mármol. Lo que deja librado a la vista, en sus colosales 70 metros de largo y 30 de ancho, es apenas ínfimo. El verdadero sentido de la creación del escultor Fidias ha sido -y es- otro motivo de discusión: ¿fue pensado con valores democráticos o religiosos? ¿Se trata tan sólo de una obra opulenta diseñada para exhibir una estatua de oro de 1200 kilos de la diosa Atenea? ¿Hay mensajes ocultos en los frisos
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que lo rodean? También dicen que al pararse frente al Partenón cada uno ve lo que quiere ver: en 1911 el arquitecto suizo Le Corbusier descubrió en él un tratado de geometría y abstracción; cuando los nazis invadieron Atenas, en 1941, interpretaron que explicaba el mundo nuevo que prometían. En la ladera del monte Licabeto, a casi 300 metros de altura, el sol se torna tenaz, era el verano. Desde lo más alto de la Acrópolis, donde flamea una orgullosa bandera griega, diviso el Odeón de Herodes Ático. En estos paisajes, los atenienses antiguos, con sus peplos bordados con representaciones religiosas, acudían aquí a presenciar interpretaciones líricas y musicales. A un kilómetro de distancia, a la izquierda de la Acrópolis, veo el Templo de Zeus Olímpico, el monumento a las competencias deportivas que nunca pudo terminar de construirse y que un terremoto, en la Edad Media, dejó casi en la ruina. Para no perder demasiado tiempo, como al paso una brochette de carne de cordero con tomate y cebolla (un souvlaki) a 2 euros, en un local en el que apenas cabe de pie el chico paquistaní que lo atiende. Habiendo repuesto energías, me interno en el Museo de la Acrópoli, que me interesa porque fue inaugurado en 2009 para exhibir más de cuatro mil piezas de arte que dan cuenta del modo de vida de los atenienses en la Antigüedad. Sócrates propuso que los hombres debían “conocerse a sí mismos y poner en duda todos los conocimientos adquiridos para buscar el verdadero saber”. En esa búsqueda personal llegué a Grecia. Pero para eso, como Ulises de Ítaca, había que salir a la mar. Karadagian el GuIa La nave de Odiseo en este 2015 es un ferry de tres pisos, que recorre el Mar Egeo llevando más de mil turistas con sus vehículos y unos pocos isleños. Mi destino final es la isla de Santorini, considerada la joya de las islas Cícladas. El barco parte a las 7.25 am desde el puerto de Pireus, en las afueras de Atenas. Una vez que se pone en marcha, busco un lugar en la cubierta. A medida que avanza, el viento y ese mar azul transparente se tornan bravos.
Encuentro un asiento libre al lado de un hombre de barba blanca que se parece bastante al capo de Titanes en el Ring, Martín Karadagián. Mirando al infinito del mar, relajado, el hombre toma un expreso freddo. Se presenta como Nikos, dice que vive en la isla Ios, la tercera parada del barco luego de hacer escala en Paros y Naxos. Le cuento que soy argentino, pero no alude a Maradona -como ocurre en casi todas partes del mundo-, sino al “Chori” Domínguez, la estrella del Olimpiakos, uno de los mejores jugadores del fútbol griego actual. Nikos viaja a Atenas una vez por mes a visitar a su madre y a comprar algunas cosas que en la isla son más caras, como tabaco y golosinas. El Karadagián griego me invita a conocer su casa en Manganari, en la parte sur de la isla, donde cría cabras y cultiva olivos. “En mi isla está la tumba de Homero”, cuenta en un inglés atravesado. Le aseguro que haré lo posible para visitarlo. Nos despedimos con un fuerte apretón de manos. Me quedo pensando que si los restos de Homero descansan en esta isla, los vientos me están llevando por buen camino.
Panorámica de Atenas, con la Acrópolis y el parlamento griego, desde la colina Licabeto.
PoseidOn El Mar Egeo tiene cambios de humor repentinos. Por momentos es un caballero galante, un anfitrión que abre las puertas a soñar en aguas calmas e infinitas. De a ratos se enfada, le vuelven a la memoria aquellos tiempos de guerras -pienso- y se torna verde oscuro, demostrando su poderío sacudiendo esta embarcación, dejando en claro quién es el dios que manda aquí. Tras casi ocho horas de viaje, el barco llega al puerto de Athinios en Santorini, llamada originalmente Thira (“la más hermosa”), pero rebautizada en la Edad Media por los mercaderes de Venecia, que llegaron a las islas con una imagen católica de la virgen Santa Irini. Con forma de medialuna, una fisonomía que heredó de una erupción volcánica hace 3500 años, la geografía actual de Santorini sabe callar sus secretos. El mejor guardado es aquel que relaciona a la isla con la Atlántida, aquella mítica isla abundante de oro y cobre, animales exóticos y los más ricos frutos de la tierra en la que reinaba el dios Poseidón y, según los relatos
en la ladera del monte licabeto, a unos 300 metros de altura, diviso el odeOn de herodes atico 46 /Grecia
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platónicos, desapareció en el mar “en un solo día y una noche terrible”. (¿Puede que la Atlántida sea un mito más originado en estas tierras? En La Odisea, Homero relata que fue en una de las diecinueve islas de la Atlántida donde Ulises pidió a sus soldados que lo ataran al mástil de su nave para no sucumbir al canto de las sirenas.) Al pisar tierra me siento ávido de ilusiones. No habrá nereidas ni hombres que me aten para descubrir Santorini. He llegado hasta aquí para dejarme encantar, para buscar algo de aquel Ulises mítico que me empujó hacia estos mares misteriosos.
Jubilados jugando a las cartas, Santorini.
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¿y si al fin y al cabo todo fuera una fantasia de los escribas y grecia un mundo ficticio?
FantasIAs La arena de Santorini es negra, producto de aquella lava milenaria que arrasó con todo. En las playas de Perissa, Kamari y Perivolos las piedritas parecen granos de pimienta en remojo: a cada paso que doy, el pie se hunde y requiere un esfuerzo doble. Las ojotas, ya gastadas, no resisten al mineral oscuro que se calienta con el sol y queman hasta ampollar. Hay quienes se animan a acostarse sobre las piedras calientes como un modo de relajación natural. Si se soportan los primeros 30 segundos, dicen, el resto es puro placer. Me siento como acostado en una parrilla, el medio minuto me quema la piel hasta que la espalda se adapta al calor de las piedras. Respiro hondo y pongo la mente en blanco. Las opciones para moverme en Santorini son el colectivo local o un taxi, aunque todos los que la han visitado coinciden en que lo más conveniente es alquilar un cuatriciclo (20 euros el día) o una scooter (por 15) y meterse en pequeños pueblitos o playas a las que el bus no entra. Con una Piaggio de 50 cc, que no supera los 60 kilómetros por hora, llegué con un casco de Hormiga Atómica a una de esas playas lejanas en las afueras de la pequeña villa de Akrotiri, Red Beach, famosa porque en 1967 se encontraron
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restos de una civilización neolítica sepultada bajo una espesa capa de material volcánico. En esa porción del Mar Egeo, que lleva el nombre griego de Kokkini Paralia, da la sensación de estar pisando el planeta que describiera Ray Bradbury en Crónicas marcianas: “el mar bañaba las costas con vapores rojos”. No hay marcianos aún, pero en cambio en sus aguas habitan peces anaranjados, azules, negros y amarillos que nadan entre las piedras como si proviniera del fondo de la historia planetaria. La Piaggio es tan liviana que desando la ruta con el motor apagado, así no me pierdo ningún detalle del paisaje de montañas. Con la inmensa roca de Mesa Vuono que emerge de las profundidades, en el camino diviso las hileras de viñedos con la que los isleños producen el vinsanto, el vino de Santorini, un tinto con sabor dulzón (parecido al vino de misa) que se toma frío como aperitivo, o de postre. En esta región el brebaje de Dionisos es una tradición que data del 1700 a. C. El litro de vinsanto puede comprarse en las mismas fincas o suelto en los mercados de la isla a 3 euros. En la ruta que me lleva a Fira, la capital de Santorini, hago un desvío para entrar a Monolithos, la única playa de arena blanca, mar calmo y sin profundidad de toda la isla. Antes de que caiga el sol pongo un pie en el pueblo capital: Fira. Sus iglesias de cúpulas azules, sus casas blanquísimas, con ventanas y puertas de madera labrada, parecen pender de una roca que podría ceder al primer viento. En los techos azules duermen los príncipes de la villa: los gatos, en su mayoría vagabundos y con marcas de trifulcas amorosas en sus pellejos. Dejo la scooter en la puerta de un hotel y salgo a perderme por las calles angostas de Fira. El objetivo está puesto en ver el atardecer en Oia: la parte más alta de la isla. En el trayecto, mientras subo y bajo escaleras, me encuentro con centenares de tiendas de recuerdos y artesanías que parecen vender las mismas cosas: postales, remeras y llaveros. Los que más compran son los turistas chinos, que han invadido la isla con sus súper cámaras y looks occidentales pasados de moda. “Desde hace casi una década que los chinos eligen Santorini para casarse”, dice Christina, dueña de un restaurante que heredó de su padre, donde la carta está escrita en griego, inglés y chino. La nota de color en Fira son los burros de los baqueanos,
Puerto de la Bahía de Hammoudi, Oia, Santorini
que los alquilan por 5 euros para bajar los 276 escalones hasta el puerto de Gialos; se trata de una tradición que mutó en atractivo turístico para algunos, y en motivo de protesta para otros, que pugnan contra el maltrato animal. Para la caída del sol, llego a Oia, en el extremo norte la isla. Son pasadas las 8 de la noche y sobran restaurantes y cafés que ofrecen “la mejor vista” para el atardecer. La tradición es tomarse un vino de estas tierras volcánicas y no apartar la vista de esa luz todopoderosa. Helios, el dios del sol en la mitología griega, pinta las ventanas de las casas pasando del amarillo al ocre y luego a un rojizo que encandila las aguas azules del Mar Egeo. Los que vinimos a verlo, aplaudimos cuando cae tras el horizonte. Desando el camino para volver a Perissa, donde está mi hostel, mi Ítaca. No hay pretendientes de ninguna Penélope a quienes combatir, solo aguantar arriba de la Piaggio el frío viento nocturno. Tras los pasos de Odiseo, al día siguiente me embarco a Sifnos, la isla en la que el dios Apolo tenía un rebaño sagrado. Ulises le dijo a sus hombres que Tiresias -el adivino ciego- le había dicho que no tocara nada de esta isla. Sus soldados le desobedecieron, y por la noche comieron algunas vacas. En un ataque de ira, Apolo destruyó el barco y mató a todos los hombres, excepto a Odiseo. Sifnos es la capital de la cerámica en el Egeo, con apenas 3000 habitantes y cabras mirando desde las sierras es una de las menos turísticas del conjunto de las islas Cícladas. Si para aquel Ulises, Sifnos significó la soledad tras perder a sus hombres, para mí es alejarme de los turistas y de los mercaderes de souvenires; salir a caminar por los caseríos de pueblos como Kamares o por las angostas callecitas de la capital, Apolonia, mientras me pregunto si habrá sido una mera ilusión ese sol imponente entrando en el mar de Oia; si habrán sido una fantasía las casas blancas y azules de Santorini; si realmente estuve parado sobre los restos de Atlántida, el reino de Poseidón. Nada es como lo muestran mis ojos, decían los filósofos. El espíritu bravío del Ulises de Ítaca ronda por estas islas, todavía. Las noticias dan cuenta de que la odisea del siglo XXI es muy distinta para esta Grecia, los dioses descansan en el Olimpo y los mitos no pueden explicarlo todo. Tal vez no haya nada que explicar, porque esta realidad es de fantasía.
la tradiciOn es tomarse un vino de estas tierras volcAnicas viendo el atardecer
+INFO GRECIA
Viaje: Al revés que Ulises, no resistirse al canto de las sirenas del Med. Lugares: Isla de Sifnos; Akrotiri, Monolithos, Fira y Oia, en Santorini; Museo de la Acrópolis y bares de taxistas en Atenas. Actividades: recorrer el Mar Egeo, conocer parajes remotos de las islas en una motito, hablar con los griegos de los mitos y de Ángela M erkel.
COMO LLEGAR En avión. A Atenas con escala en Estambul por Turkish en temporada alta (enero- febrero de 2016), $ 25.036 final. En baja (abril-mayo de 2016), $ 20.450 final.
CUANDO IR Visitar Atenas entre abril y mayo es ideal porque es temporada baja, la temperatura no supera los 25ºC y se puede caminar la ciudad sin problemas. En cambio para recorrer las islas lo mejor es ir a fines de agosto y mediados de septiembre; es el fin de las vacaciones europeas, los precios son más bajos y las playas siguen brillando.
COMO MOVERSE En auto. 7 días, económico, km libre, seguro, $ 3714.68 hasta el 30/11/2014 En crucero. 8 días en el lujoso Cunard Line con pensión completa. Desde Pireo/Atenas, por Bodrum, Santorini, Salerno, Civitavecchia, Roma. Desde $10.493.(USD 1123), salida el 5 de septiembre de 2015. Asistencia al viajero. 10 días de cobertura Standard, $ 495 (USD 53).
DONDE DORMIR Arion Athens 3*. En el centro de Atenas, en una tranquila plaza del distrito Psyri, con vista sobre la iglesia de San Dimitrios. Zona llena de bares, galerías de arte y teatros. Jardín en la terraza con vista a la Acrópolis. Desde $ 974 (USD 98) en agosto y septiembre de 2015. Acropolis Hill 3*. En Atenas, cerca del nuevo Museo de la Acrópolis y del centro histórico. Vistas a la Acrópolis, la colina Filopapou y toda la ciudad. A unos pasos de Plaza Syntagma, Accesible con metro y tranvía. Desde $ 792 (USD 80) en agosto y septiembre de 2015. Crystal Palace 4*. En Santorini, cerca de las playa de Perissa y Perivolos. Acceso al parque acuático y al Museo de Minerales y Fósiles. Balcón amueblado. Desde $ 403 (USD 41) en octubre de 2015.
DONDE COMER Las tabernas de la plaza Syntagma, en Atenas, son buenos sitios para disfrutar de comida típica, aunque los precios son un poco más altos que las que están en las afueras de la ciudad. La otra opción son los pequeños locales que venden pita, souvlaki y falafel (los tradicionales sándwiches griegos) a 2/3 euros. En las islas, la oferta gastronómica es amplia y un poco más costosa. En Oia está el restaurante Christina, donde se puede ver el atardecer con vista al mar con menúes desde 15 euros. En Perissa, es tradicional elegir el pescado desde las heladeras exhibidoras y comerlo frente al mar. Un buen lugar para ello es Poseidón que por 10 euros ofrece una fritada del mar con ensalada griega.
TIPS Para recorrer todos los museos y sitios históricos de Atenas, hay un boleto de 12 euros que permite el ingreso durante 5 días. Para recorrer cualquiera de las islas y ganar tiempo es mejor alquilar una moto o un cuatriciclo por entre 10 y 20 euros y no depender de los colectivos.
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SAN SALVADOR DE BAHIA
EL LUGAR DONDE FUE LA GUERRA T e x t o : I r e n e C a s e l l i . f o t o s : C H I NO AL B ER T ON I
Texto: Thania L贸pez. fotos: NICOLAS ANGUITA
MERIDA U NA P E P I T A D E C ALA B A Z A
una fruta con forma de dragon
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a primera vez que visité Mérida fue por casualidad. Estaba con mi mejor amigo en Cancún, y él tenía un amigo allá que cumplía años al día siguiente. Quería sorprenderlo y me dijo ¿por qué no vienes? Y fui. Llegamos de noche, luego de cuatro horas y media de autobús. El cometido de la sorpresa se cumplió y el amigo, contento, nos convidó a cenar tamales yucatecos. Había “vaporcitos”, unos tamales pequeños y compactos, rellenos con pollo; y “colados”, que tienen una consistencia gelatinosa, están cubiertos por salsa de tomate y esta vez envueltos en hojas de banana. Aquel corto viaje por Mérida fue, sobre todo, un viaje por sabores que me despertaron papilas hasta entonces inhabilitadas en mi registro gustativo. Inició esa noche, apenas llegar. La cochinita ¿Eres chilanga (oriunda de la ciudad de México)? Sí ¿Es la primera vez que vienes? Sí. Fue el interrogatorio a la mañana siguiente de Carlos, el meridano. Dijo que entonces, probaría mi primer desayuno “a la yucateca”, y nos subimos a su auto. Mérida es la capital de Yucatán, una de las tres provincias que forman la península homónima y que, mitad Golfo de México/ mitad Mar Caribe, es famosa por sus sitios arqueológicos mayas, sus cenotes, sus playas; y también por su cocina ancestral. Esa mañana fuimos al Mercado de Santa Ana. Cruzamos por el festín de olores, colores y sonidos de un típico mercado mexicano, hasta la sección de comidas, donde Carlos pidió tacos y tortas de cochinita pibil y lechón al horno. ¿En serio este es un desayuno típico yucateco? Carlos asintió. La cochinita es una carne suave, roja, que se derrite en la boca y se acompaña con cebolla morada picada y salsa de habanero, el ají más picante de México. Para beber, sendas aguas heladas de pitaya, una fruta fucsia hermosa, con forma de dragón hecho un ovillo. En el camino vimos casas azules, rosas, blancas, amarillas, rojo ladrillo: los colores “coloniales” usados en el siglo XVII. Algunas, con uno o dos balcones, un porche. Todas con dinteles blancos, un detalle distintivo del estilo colonial. Vimos unos cuantos caserones con jardines sombreados por palmeras. Salvo por unos cuantos edi-
ficios, en Mérida se podía ver el cielo a pleno. Festejamos el cumpleaños de Carlos esa noche en el Amarantus, un bar de moda. Me sorprendió no ver gringos en aquel lugar abarrotado. Acá los extranjeros no vienen buscando fiesta; se despiertan temprano y se van a hacer sus tours para conocer “la ciudad blanca” me dice un amigo de Carlos. ¿La qué?, grité. Pero el amigo ya se había levantado y empezaba a saltar.
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El mercado de Valladolid Henry, el padre de mi amigo Carlos (en dos días nos volvimos amigos entrañables) se ofreció a llevarnos de vuelta a Cancún en su pick up. La del mercado de Valladolid era una parada obligatoria, según él: el lugar donde mejor se comía en toda la península. Pidió kibis, papadzules, y tacos de cochinita pibil. Los kibis son una herencia árabe: bolitas de masa de trigo rellenas de carne picada. Los papadzules son tacos rellenos de huevo cocido, bañados en una salsa de semillas de calabaza y otra de tomate. Adornamos todo aquello como corresponde, con cebolla morada y salsa de habanero. Y con un par de Montejos (la cerveza clara local) nos despedimos de Yucatán. MErida como turista La segunda vez que visité Mérida fue por gusto e intención, siete años después. Carlos se había mudado a Cancún hacía un rato, y yo estaba viajando con mi novio extranjero. Llegamos al anochecer con el cuerpo empapado, también la mochila. El calor y la humedad de Mérida se pueden evocar, pero no recrear. Hay que volver, para recordarlos en serio. Luego de una ducha fría en el hotel, salimos a cenar. Cruzábamos la Plaza Principal cuando una señora se nos acercó. Venía refrescándose con un abanico de encaje blanco y nos preguntó de dónde éramos. Yo soy mexicana de pura cepa, dije. Y se soltó en un discurso de bienvenida a la ciudad, con su marcado acento yucateco, un acento influído por el suave dialecto maya, por su cercanía con la costa, por aquel clima siempre húmedo y caluroso, yo qué sé: un acento único en el país. Le pedimos consejo sobre dónde cenar. Vayan a la 60, nos dijo. La 60 La calle 60 se cierra al paso vehicular los fines de semana, a lo largo de unas seis cuadras. Los bares
1. Calaveras mexicanas típicas del Día de los Muertos 2. La catedral de Yucatán, en la ciudad de Mérida, es la primera de América continental, construida entre 1562 y 1599 3. Cochinita en el restaurante La Tradición, cocina yucateca de altura 4. La familia motorizada en el centro de Mérida. 4
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y restaurantes ponen las mesas en la calle. Casi en cada esquina arman una pequeña tarima, donde se toca música para bailar. Cuando llegamos, estaba atestado. Gringos, locales, gente de todos lados. Era difícil caminar o encontrar una mesa vacía. De pronto, mi novio extranjero divisó una entrañable palabra familiar y allá fuimos. Había que ver. Decenas de platillos yucatecos esperándonos, y nosotros cenando pizza. Caminamos por la 60, parándonos a veces, llegamos hasta la calle 53, donde terminaba aquel “paseo festivo”. Logramos hacernos de otra mesa. En la tarima, dos chicos cantaban jaranas y luego una mujer de pecho altivo y peinado alto, cantó, palmeando todo el rato coplas andaluzas. Aquel era el bar bohemio. Y mestizo hasta la médula, pensé. La ciudad blanca Por insistencia mía, desayunamos temprano en el mercado Santa Ana. “Las cosas no son como las vemos, sino como las recordamos” (Valle Inclán dixit). Quizás por eso me pareció que nada había cambiado. Y quizá la frase de Valle Inclán aplique también para el sentido del gusto. Contenta de haber saboreado ese pedacito de la Mérida de mis recuerdos, quise ver lo que jamás había visto. Pasamos por el quiosco de la información turística y nos llenamos de folletos. Entonces me enteré del porqué del apelativo de “ciudad blanca”. Parece ser que proviene de la época
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es una alfombra de lirios color esmeralda
1. Niña vestida de fiesta en Acanceh 2. Fiesta callejera en Mérida 3. Nadando en el cenote mas chico de Cuzamá 4. José, trabaja de mozo en el restaurante de Chichén Itzá
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de los Montejo, fundadores de la ciudad. El hijo del Montejo mayor quiso crear una ciudad “blanca” para los blancos conquistadores, asegurándose de mantener la pureza étnica y aislarse de los “indios” y “negros”. Los recuerdos de aquel viaje, me vuelven ahora vívidos. Es noviembre y el sol parte las piedras como en agosto. Pienso en visitar Progreso, pero al final nos decidimos por un cenote. Mi novio extranjero nunca ha visto uno. Los cenotes son pozos naturales formados a partir de la filtración del agua a través de las paredes del subsuelo. En la península de Yucatán hay más de diez mil. Cerca de Mérida, más de dos mil. Preguntamos cuál era el más cercano. Y nos subimos a la combi.
que representaban la entrada al inframundo. En todos los cenotes, el agua es cristalina y de un turquesa intenso. Pero cada uno tiene su particularidad. La del Xlacah es una alfombra de lirios color esmeralda que flota en uno de sus extremos. Al zambullirse, la piel caliente se siente herida por las agujas frías del agua. Luego la temperatura del cuerpo se acopla. Los peces comienzan a acercarse. Casi todos son anaranjados, se ven con claridad. Otros más pequeños nos dan mordiscos en los tobillos, en los muslos, en los pies. En todos los cenotes se han encontrado objetos prehispánicos. Acá dentro, hay cerca de treinta mil. De haberse bañado en un cenote, ¿Heráclito hubiera escrito que “nadie se baña en un mismo río dos veces”?
El cenote Llegamos a Dzibilchaltún veinte minutos después. Es uno de los sitios arqueológicos más importantes de Yucatán. Algunas de sus construcciones son del 500 a.C. Pero no lo visitamos. Después de Tulúm, Labná, Uxmal y Chichen-Itzá, mi novio extranjero ya está harto de sitios arqueológicos. A un costado de la capilla está el cenote Xlacah (“pueblo viejo”). Es amplio (cien metros de largo) y está descubierto. La mayoría de los cenotes están en cavernas o cuevas. A veces hay que bajar por agujeros donde a duras penas cabe el cuerpo. Los mayas los llamaban Dzonot (“cosa honda”, abismo, profundidad) y eran lugares sagrados por-
La vaquería Estábamos de vuelta en Mérida al anochecer. Pensé en ir al Amarantus. ¿Seguiría tan atestado? ¿Abrirían en lunes? Pero resultó que el lugar ya no existía. Alex, el chico al que preguntamos, nos habló de las vaquerías, “una de las tradiciones más arraigadas y vivas del estado de Yucatán; un conjunto de bailes en que los mestizos y mestizas realizan diversas suertes al ritmo de jarana”, explicaba uno de nuestros folletos. Alex dijo que normalmente se hacen en los pueblos, pero que justo esa noche se organizaba una en los altos del Palacio Municipal. Y allá nos llevó.
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Mazapanes tIpicos yucatecos de pepita de calabaza 1
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El presentador daba la bienvenida al público con coplas. Alcancé a anotar la última: “Que suene la angaripola,/ se acerca la algarabía./ La emoción es una sola,/ ¡comienza la vaquería!” Y la banda empezó a tocar la primera jarana mientras iban saliendo los bailarines. Entre una jarana y otra, el presentador explicaba al público la historia de las vaquerías. Comenzaron en el siglo XVIII, con la intención de “rendir honor a los dueños de las haciendas ganaderas”. Era una fiesta anual, duraba tres o cuatro días y con ella se iniciaba la temporada de yerra del ganado. Luego vino la época del “oro verde”, en la que Yucatán se convirtió en el mayor productor de henequén, una planta de duras fibras que se usan para hilar y producir desde cuerdas hasta ropa. Fue el auge económico de los siglos XIX y XX, cuando la vaquería se extendió hasta por una semana, sumando comida, fuegos artificiales y un santo patrono. Las jaranas iban sucediéndose y yo no podía percibir una marcada diferencia en el modo de bailarlas. No soy una experta, reparo en lo evidente. Ora las mujeres sacuden todo el tiempo los hombros, ora bailan con una canasta, ora todos sostienen una botella en la cabeza, ora una bandeja con vasos y botella. Los cuerpos erguidos no paraban de zapatear; ellas con los tacones de sus zapatos blancos, ellos con la suela de madera de sus huaraches de piel. Los hombres suelen llevar “filipina”, pantalón y sombrero blancos. Las mujeres, un “perno”, un elaborado huipil (túnica con flores de colores bordadas) de tres piezas, el
1. El Templo de Kukulkán, en Chichén Itzá, fue construido en el siglo XII d. C. 2. Vendedora de artesanías en la plaza de Mérida 3. Chile, base de la alimentación mexicana 4. Haciendo las compras en el mercado de Acanceh 3
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pelo atado a la nuca, la cabeza adornada con un ramillete de flores. “Si lo lleva del lado derecho, quiere decir que la mujer es soltera. Pero si lo lleva del lado izquierdo, ¡cuidado, caballero!, que la mujer es casada y más vale que usted salga corriendo”, decía el presentador. El espectáculo terminó con la jarana “El torito”, donde un paliacate (pañuelo rojo) hace de capote de torero. La corrida de toros, de donde proviene el nombre de “vaquería”, era pasión y arte, espectáculo y religión para los conquistadores españoles. MErida de paso Es la tercera vez que vengo a Mérida. Pero esta vez vine de paso. Y me estoy yendo. Luego de la entrevista en el hotel boutique, la amable gerenta me regaló una canasta con frutas mínimas. Mazapanes típicos yucatecos de pepita de calabaza, me explicó. Esta vez no veo nada de Mérida. Tomo una manzana minúscula de la canastita y me la meto en la boca. Me sabe a recuerdo. No sé cómo, si nunca había probado un mazapán yucateco. Entonces tomo el celular. ¡Qué milagro!, escucho del otro lado. Y mientras miro por la ventanilla del taxi, contesto: Carlos querido ¿adivina dónde estoy?
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LA EMOCION ES UNA SOLA/ ¡COMIENZA LA VAQUERIA! 1. La Vaquería es una fiesta popular colonial, que originalmente celebraba el auge económico que implicaba el crecimiento ganadero de la hacienda
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Viaje: Bañarse en el mismo cenote dos veces contrariando a Heráclito. Lugares: Mercados de Santa Ana y Valladolid, la noche en la calle 60, Dzibilchaltún y el cenote Xlacha, pueblos aledaños con sus vaquerías Actividades: descubrir el sincretismo colonial y maya, comer cosas de nombres raros, parrandear, ir a Chichen Itzá y a un cenote.
COMO LLEGAR En avión. A Mérida con escala en el DF por Aeroméxico en temporada alta, $ 14.380 final. En temporada baja $8248 final.
COMO MOVERSE En auto. 7 días, económico, km. libre, seguro, $ 3714.68 hasta 30 de noviembre de 2014. Asistencia al viajero. 10 días de cobertura Standard, $ 495 (USD 53).
DONDE COMER Los mejores lugares son los mercados. Siempre existe una sección de comidas, donde se encuentra todo tipo de platillos yucatecos. La Sorbetería y Dulcería Colón son lugares tradicionales para disfrutar helados, dulces típicos y beber una champola (hecha con helado y leche). También hay que visitar los “comederos”, lugares donde cada bebida que se pide, viene acompañada de un platillo diferente. La comida es gratis, sólo se pagan las bebidas. El comedero más famoso es el Eladio’s Bar, con seis sucursales. Pero se encuentran comederos por toda la ciudad. La comida yucateca es abundante en condimentos; si es la primera vez que se viaja a Mérida, hay que irse con cautela.
CUANDO IR La mejor época es entre noviembre y mayo. En verano (junio, julio y agosto) las temperaturas llegan a superar los 40 grados. Septiembre es más bien lluvioso, aunque se pueden disfrutar los festejos que conmemoran la independencia de México. Si se viaja en diciembre o enero, lo mejor es reservar con antelación, los hoteles suelen ocuparse por completo.
DONDE DORMIR Hyatt Regency Mérida 5*. En el distrito de negocios, a pocos metros del Paseo Montejo con centros comerciales y restaurantes. Piscina al aire libre. Desde $ 498 (USD 50). Sandos Playacar Beach Experience Resort 5*. All inclusive. Disco, centro de deportes acuáticos, spa, club de niños, ciclismo, senderismo. Desde $ 1075 (USD 108). Viva Windham Azteca 4*. All inclusive. Frente a las playas de la Riviera Maya. Piscina, gimnasio, cancha de tenis. Desde $ 965 (USD 97).
TIPS Se puede hacer un recorrido turístico por Mérida en una calesa, un carruaje de estilo colonial tirado por un caballo. Un paseo en calesa dura unos 45 minutos y sale unos 20 dólares. A la hora de visitar los lugares arqueológicos, es recomendable hacerlo con un guía oriundo del lugar. Hay muchas historias interesantes que cuentan los guías y que no vienen en los folletos o libros turísticos. Si se quieren visitar los cenotes situados en cavernas, es imprescindible ir con un guía por cuestiones de seguridad. En Mérida, el clima es caluroso la mayor parte del año; es recomendable llevar prendas frescas. Hay que recordar que la corriente eléctrica en México es de 110v y la entrada de los enchufes es de tipo norteamericano; por lo que si se viaja con equipo electrónico, son necesarios transformadores y/o adaptadores.
VIAJA TRANQUILO. Assist Card Basic 10 días, menores de 64 años, desde $495 (USD 53).
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Tarifa ida y vuelta por persona desde Buenos Aires. Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares. Tipo de cambio USD 1 = $ 9,95 , sujeto a variación de cotización al momento de la compra. Temporada alta corresponde a los meses de julio, agosto, diciembre, enero y febrero.
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VIETNAM UN VERDE AMANECER Texto Y FOTOS: Pablo Sigismondi
Delta del rĂo Mekong, extremo sur de Vietnam
HO CHI MINH, LA ANTIGUA SAIGON, MÁS QUE UNA CIUDAD ES UN CALEIDOSCOPIO VITAL
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mprendemos la navegación por un brazo estrecho del delta del río Mekong en fila india. El río fluye. Sus aguas marrones me transportan entre dos orillas cubiertas de vegetación. La proa de la canoa se mueve, hundiéndose, reflotándose, como si fuera un balancín. Remo con fuerza bajo el sol ecuatorial que explota entre las nubes espesas. Sudo, me mojo con las aguas del cauce. La ropa se pega a mi piel y los insectos se aseguran el alimento con lo que queda al descubierto de mis piernas y brazos. En el horizonte, veo las embarcaciones ir y venir con pasajeros y productos de todo tipo; algunas están tan cargadas que parecen hundidas en el río. “Viet-Nam, Viet-Nam. Ña ña ña ña ña. Vi-et-nam, ña ña.” Sólo eso dice la canción de cuna que acabo de inventar y balbuceo, pero sin embargo es suficiente para que Linh -la mujer que guía la embarcación como una gondolera arropada con el nón lá, el típico sombrero cónico vietnamita-, se ría y cante conmigo. Estoy absorto contemplando la elegancia de su vestido, y la destreza, fuerza y precisión de sus manos ásperas y nudosas. Los dos percibimos que, sin entender qué está diciendo el otro, simplemente estamos felices. El río nos siente y nosotros también lo sentimos, nos envuelve y arrastra en su seno. Estamos dentro del agua, somos parte del Mekong, vamos acunados. A pesar de lo que dicen los mapas, acá el Mekong es conocido como Song Cuu, el río de los nueve dragones. En febrero, en toda la región del Sudeste Asiático, los pastos amarillentos son señal evidente de la sequía que persiste antes de la llegada de los vientos húmedos, las lluvias del monzón provenientes del Sudoeste. Sin embargo en el delta, el río humedece la tierra sedienta de sus islas e islotes con vapor de agua y niebla. Todo rebosa de vida y de verdes; juncos y arrozales se entremezclan con cultivos de caña de azúcar y fábricas de ladrillos, los medios de vida más importantes. En el Delta, la tierra cumple con creces, como en pocos lugares del planeta, el propósito de proporcionar alimento: aquí se cosecha la mitad del arroz de Vietnam, uno de los principales países productores del mundo. FLORES E INCIENSO Un par de días antes había llegado a la ciudad de Ho Chi Minh en vuelo -vía Turquía- de casi dos días de duración, desde Argentina. Todavía deambu-
laba perdido entre el jet lag (10 horas de descompensación horaria) y la multitud de motocicletas que circulaban en la ciudad. “Para cruzar una calle o avenida en Ho Chi Minh hay que hacerlo a paso firme y velocidad constante sin correr jamás pero sin detenerse, porque si uno duda puede ser atropellado”, dice Thian, el joven que me acompaña. Un enjambre de ciclomotores inunda las calles en la llamada “capital mundial de las motos”. Me quedo boquiabierto en Ho Chi Minh, la antigua Saigón, que fuera capital de Vietnam del Sur cuando el país estaba dividido. Más que una ciudad es un caleidoscopio vital, con multitudes que se sienten estimuladas al trabajo, al comercio, al consumo permanente. “Sólo hace un cuarto de siglo que el comunismo vietnamita de estilo soviético abandonó el dogmatismo ideológico y la austeridad -me explica Thian-. Desde entonces, todos deseamos colores y comodidades; la gente aspira a hacerse rica y muy rica, porque pasamos muchos años de sufrimientos y privaciones.” Modernos rascacielos se recortan en el perfil de la silueta urbana más poblada del país, entremezclándose con templos y construcciones de la época colonial francesa, de la que se destaca el edificio del Correo y la Catedral católica. Sin embargo, al perderme en el interior del mercado de Ben Thanh, en pleno centro, me transporto de inmediato a un lugar ancestral, asiático: el ambiente ruidoso, los intensos aromas de especias, flores e incienso. Y el bullicio de la gente. El tintineo de los palillos, al probar el típico hot pot, el estofado vietnamita, suenan a mis oídos como agujas de tejer. Como todo viajero que recorre el Sudeste Asiático, yo tenía cierta noción sobre Vietnam construida en parte por la industria cinematográfica de Hollywood, que ha explotado la guerra hasta el hartazgo, como en el famoso film Apocalypse Now. En Ho Chi Minh visité el Museo de los Crímenes de la Guerra Americana, un lugar repleto de espectros fantasmales: fotografías y relatos impactantes de masacres y de niños malformados por el llamado “agente naranja” y los explosivos militares. “A veces vienen veteranos norteamericanos y lloran de emoción y de sorpresa porque la gente les sonríe con simpatía, los perdona y no les recrimina. No les guardan rencor”, me dijo Nhung, una señora mayor que trabaja de guía.
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NO MORE “GOOD MORNING” Dejé Ho Chi Minh aproximadamente a medianoche, la mejor hora para tomar un bus coche-cama
1. Túneles construidos durante la Guerra Americana, “Zona Desmilitarizada” 2. Templo cadoísta en Tay Ninh, a 100 km de Ho Chi Minh 3. Catedral de Notre Dame, en el centro de Ho Chi Minh 4. Campesina en la zona agrícola que rodea a la ciudad de Hué 5. La famosa Bahía de Halong, Patrimonio de la Humanidad 6. Amorcito frente al Puente Cubierto Japonés, en la ciudad de Hoi An
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EN EL RIO MEKONG, JUNCOS Y ARROZALES SE ENTREMEZCLAN CON CULTIVOS DE CAÑA Y FABRICAS DE LADRILLOS de largo recorrido. Subí, entregué el billete y el conductor me dio una bolsita de plástico para guardar el calzado. Una vez acostado –con frazada, agua mineral y hasta wifi- a los pocos minutos ya dormía profundamente. Cuando desperté al amanecer, ya estaba en Dalat, una ciudad ubicada en el centro de la meseta de Langbian y a 1500 metros de altura. El frío húmedo, con bruma y niebla, hacía todo fantasmal, más aún estando el sol oculto entre las montañas. Había viajado sólo 400 kilómetros. ¿Cuál es el genius loci de Dalat, que me atrae? Comencé mi recorrido sin encontrar nada especial hasta que percibí algo inusual: la Casa de los Sueños del arquitecto vietnamita Dang Viet Nga. Su imaginación logró un auténtico cuento de hadas, una locura colectiva de Gaudí, Tolkien, Dalí y Disney en el mismo lugar. La construcción parece salir de la naturaleza, inspirarse en ella: las habitaciones semejan madrigueras trogloditas de formas desiguales y sin líneas rectas, conectadas por senderos que recuerdan el subir y bajar montañas abruptas. Todo está edificado como si se tratara de un organismo vivo. “Me inspiré en la naturaleza y los paisajes que evocan mi infancia. Transgredí las normas, y por eso antes no era bien visto por las autoridades. Ahora, y a medida que Vietnam se inserta en el mundo a través del socialismo plural y se abre al capitalismo, soy una atracción turística”, dice Dang. En realidad, Hang Nga refleja al nuevo Vietnam que se atreve a humanizar el paisaje devastado por la guerra. En Hang Nga, parecen sonar ya muy lejos las notas de la canción de Bing Crosby, Blanca
Hotel flotante en la Bahía de Halong
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Navidad, que fuera usada como señal de escape. Así, el 29 de abril de 1975, tras la frase “105 grados y subiendo”, esa música acompañaba a oleadas de helicópteros que comenzaban a evacuar a los marines y civiles escapándose de la embajada de Estados Unidos tras la caída de Saigón. Desde entonces, nunca más sonaría en las radios vietnamitas el siniestro Good Morning, Vietnam. Desde Dalat me traslado en moto más al norte, a la ciudad histórica de Hue y continúo después hacia la llamada Zona Desmilitarizada (o DMZ), en medio de un paisaje montañoso y colinas con formas de domos de color verde brillante. Allí el país se dividía entre Norte y Sur, alrededor del paralelo 17º Norte. “La idea de partir Vietnam en dos Estados fue consecuencia directa de la Guerra Fría, que comenzó en 1947. En ese entonces, y al igual que Alemania, Corea y Yemen, el país fue separado ideológicamente entre la Unión Soviética comunista y los Estados Unidos capitalista”, me había explicado Nhung, la guía del museo en Ho Chi Minh. LA CIUDADELA DE PIEDRA Desde horas muy tempranas, la capital del país, Hanoi, rebosa de vida. Los restaurantes callejeros, que parecen improvisados en las veredas, están abarrotados. Todos los comensales comen sentados en minúsculos bancos de plástico alrededor de mesitas que apenas se levantan del piso; de vez en cuando levantan el vaso con café y largan un agudo ruido al sorber su contenido. Parecen niños en un jardín de infantes. Algunas callejuelas coloniales son auténticas estampas del siglo XIX, con escenas rurales de gente
Mujer de la etnia H’mong en los alrededores de Sapa
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LOS PUEBLOS DE LA MESETA DE SAPA ESTAN ALEJADOS, MAS CERCA DE CHINA
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paseando ovejas y cabras en medio de la gran ciudad. Desde la terraza de un restaurante situado en el vecindario del teatro de marionetas acuáticas Thang Long, las calles parecen un hormigueo sin fin de vendedores, ciclistas y motociclistas. Desciendo hacia ese hormigueo y busco un tour para ir en barco -la única forma accesible- durante dos días y una noche navegando en las aguas del mayor ícono geográfico del país: la celebérrima Vinh Ha Long, o sea la Bahía de Ha-Long. La bahía de los dragones que bajan (Ha-Long) es un conjunto de cientos de islas e islotes de origen calcáreo profundamente erosionadas por el clima húmedo tropical, con dolinas, cavernas y cuevas que abarcan unos 1500 kilómetros cuadrados. Está situada en el Golfo de Tonkín, al noreste del país. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad y es una de las Siete Maravillas del Mundo. Desde la ciudad de Hanoi y bajo la lluvia, el bus avanza lentamente hacia el naciente, tardando poco menos de cuatro horas para recorrer los 160 kilómetros que la separan del puerto de Ha-Long, donde nos espera la embarcación que nos adentrará en la bahía. Según la mitología, hace miles de años los vietnamitas luchaban contra las invasiones chinas que llegaban desde el mar. En una ocasión y ante la imposibilidad de detener al enemigo, pidieron ayuda a los dioses, que enviaron dragones para atacar a los chinos escupiendo joyas, piedras preciosas y jade. La leyenda cuenta que, al caer al mar, las armas de los dragones se convirtieron en islas de piedras angulosas que formaron una muralla. Esa muralla expulsó a los invasores chinos. Al cabo de algunos minutos, y pese a la llovizna y la bruma, comenzaron a desfilar una sucesión de cadenas montañosas como jorobas de camellos gigantes, o como dunas que se hundían y aparecían en la superficie del mar entre la niebla, o como sierras verdes, grises y azules que caían en picado sobre el agua. Para los vietnamitas, este espectáculo semeja a unos buñuelos, y por eso estas crestas salidas del mar son llamadas shuijiao, “buñuelos de agua”. De vez en cuando, durante el periplo se acercaba alguna vendedora en lancha a nuestro barco y vociferaba de camarote en camarote “cigarrillos, chocolate, alcohol, bananas”. Cuando cayó la noche, el brillo de las luces de las embarcaciones rebotaban en las nubes bajas y dejaban adivinar las siluetas en un mar tan calmo como una piscina. CERCA DEL SOL Cuando detengo la bicicleta al pie de la cumbre de Fan Si Pan –el punto geográfico más alto de Vietnam, de 3147 metros- unas mujeres no paran de reír. Hablan una lengua incomprensible para mí. Sentadas sobre piedras mojadas a la orilla del camino, casi invisibles por la densa niebla que cubre el aire frío, miran hacia la calle esperando algún viajero. Toman té de termos, acunan en la espalda a
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sus bebés; algunas bordan con sus manos grandes y ásperas. De pronto, una trae una vieja radio y comienza a escuchar música a un volumen ensordecedor. Otras siguen jugando y discuten acaloradamente mientras se pegan las cartas a la frente y tiran con fuerza billetes sobre una rudimentaria mesada de plástico. El suelo está cubierto de cáscaras de naranja y de maní. Hacia el fondo, han improvisado un toilette y algunas vuelven desde el lugar con sus botas altas, acomodándose los faldones oscuros adornados con ribetes multicolores. Cuando me ven, me rodean y empiezan a sacar de enormes carteras y bolsillos multitud de piezas pequeñas que venden como souvenirs a los extranjeros. Algunas, de cuerpos grandes, me sujetan del brazo con fuerza. Puedo observar sus ojos agitanados y vivaces, los cabellos trenzados, oscuros y lacios, sus dientes de oro, mientras les regateo simplemente por el gusto de regatear. Un sinfín de nubes cubren los valles que observo a mis pies; las fragancias de pinos, cañas de bambú y teca impregnan el aire. Abajo, muy al fondo, apenas se divisan las terrazas cultivadas. Aquí las mujeres, como en África, como en Latinoamérica, son la fuerza de la Madre Tierra: con sus bebés colgados de la espalda, ellas cultivan, buscan leña, acarrean el agua y comercian. Cuando visité sus hogares de piedra y madera, pude entender porqué: los hombres se dedican a beber aguardiente de arroz fermentado y a fumar opio. Los pueblos de la meseta de Sapa están considerados como una minoría en esta provincia lejana de todo y cercana a China, al noroeste de Vietnam. Allí habitan los hmong, los dao, los thai y los giay, además de otros grupos étnicos que suman en total veintiuno. A lo largo de la historia, fueron conquistados varias veces por los chinos. La conquista más reciente fue en 1979, por eso sienten una profunda aversión hacia ellos. Mientras los occidentales buscan aquí las temperaturas bajas, los turistas chinos llegan atraídos por las mujeres. A tal punto es así, que la frase local que me hizo cosquillas dice que “Hay que sacrificar a las mujeres jóvenes para el bienestar de las próximas generaciones”. Desde lo alto, se divisa la heroica Dien Bien Phu. Muy cerca está la frontera con Laos. Aquí la tierra tiene un rostro duro, la gente también: sonríe menos que en el sur. En mi piel, en tanto, el sol abrasador pega con fuerza, pero a diferencia del Delta es un calor seco. En la plaza principal se vende cerveza y carne asada con verduras y salsa de soja. Aquí, el paisaje de atrocidades que dejó la Francia colonial encontró su tumba. Aquí, su decorado se vino abajo. Mientras saboreaba el menú, alguien me preguntó si iría a Laos. - Sí, mañana. - Qué bueno. Porque allá te esperan “las bolas de fuego” del río Mekong.
1. Las agujas de 40 metros de la catedral coreana de Notre Dame 2. La ciudad histórica de Hoi An, a orillas del río Thu Bon 3. Tren turístico de cremallera que une los 10 km entre Dalat y Trai Mat 4. Familia en Dalat, en la Meseta Central, a 1475 msnm 5. Las cataratas del Tigre o Thac Hang Cop, a 15 kilómetros de Dalat 6. Mujer en el poblado de Sin Chai, cercanías de Sapa 7. Puente Huc sobre el lago Hoan Kiem, en Hanoi
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+INFO VIETNAM
Viaje: Asistir al maravilloso instante en que un país celebra su libertad. Lugares: Ho Chi Minh, la Casa de los Sueños en dalat, Hue, Bahía de Ha-Long, Fan Si Pan, la meseta de sapa, Dien Bien Phu. Actividades: Conocer los pueblos montañeses, dejarse llevar.
COMO LLEGAR En avión. En temporada baja, a Hanoi con escala en Doha por Qatar Airways, $ 35.070 final. En temporada alta $ 38.473 final.
CUANDO IR La mejor época para hacer este viaje es noviembre a febrero, tras la temporada de lluvias monzónicas. Si bien las altas temperaturas están presentes, en las zonas montañosas puede hacer frío pero no llueve, y la atmósfera se presenta límpida. Todo reluce en verde.
DONDE COMER En el Sudeste Asiático se come todo tipo de carnes y animales, por lo que se recomienda conocer el menú previamente a quienes tienen estómagos delicados. En las grandes ciudades, la comida al paso de los mercados es lo más recomendable. En Ho Chi Minh City está Huong Lai, donde hay comida nacional y música en vivo; trabajan chicos de la calle y niños minusválidos. En Hanoi, Highway 4 sirve el xeo o vino de arroz, y es punto de encuentro de viajeros en moto y excelente como centro de información sobre rutas y viajes. Old Quarter es un sector de la ciudad lleno de restaurantes y ofertas gastronómicas.
COMO MOVERSE DONDE DORMIR Essence d´Orient Hotel&Spa 3*. Boutique de lujo, a 3 minutos a pie del Lago de la Espada Restaurada y cerca del conocido mercado de Dong Xuan. El Essence Spa ofrece un servicio de masajes. Desde $338 (USD 34) entre agosto y septiembre de 2015. Boss Legend Hotel 4*. Único situado en el Casco Antiguo de Hanoi, con piscina al aire libre. Buena opción para viajeros de negocios. Fácil acceso al lago Hoan Kiem, el Templo de Ngoc Son, el Teatro de marionetas sobre agua de Thang Long. Desde $ 319 (USD 32) entre agosto y septiembre de 2015. Crowne Plaza West Hanoi 5*. En el nuevo distrito de negocios de Hanoi, cerca del Estadio Nacional, a mano del aeropuerto internacional de Noi Bai. Piscina al aire libre. Habitaciones con vistas a la ciudad. Spa y Health Club. Desde $ 563 (USD 57) entre agosto y septiembre de 2015.
En crucero. 8 días en el Princess: por Singapur (Indonesia); Ko Samui, Laem Chabang (Tailandia); y Ho Chi Minh (Vietnam). Desde $ 8472 (USD 908), pensión completa. Salida: 6 de marzo de 2016. Asistencia al viajero. Standard, 10 días: $ 495 (USD 53).
TIPS Si el viajero opta por moverse por su cuenta alquilando o comprando una moto, resultará importante contar con un GPS. Ello le permitirá gozar de paisajes de difícil acceso y poblados pequeños. Sin embargo, la falta de señalizaciones, la casi inexistencia de las mismas en inglés y el idioma harán de esta experiencia una aventura. En tren se pueden recorrer los principales destinos y, una vez en ellos, alquilar en cada sitio un transporte con chofer o uno propio. En épocas de precipitaciones, contar con ropa adecuada.
VIAJA TRANQUILO. Assist Card Basic 10 días, menores de 64 años, desde $495 (USD 53).
PASAJE AEREO VIETNAM
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TEMPORADA ALTA
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FORT LAUDERDALE KEEP ROLLING
TEXTO: CONSTANZA COLL. FOTOS: NICOLAS ANGUITA
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HASTA LOS 80 ERA UN DESTINO DE SPRING BREAK reddy llegó a las dos de la mañana a la barra de Original Fat Cat´s. Tenía ojotas, bermudas y un caniche toy en brazos. Habían navegado juntos todo el día, de ida y de vuelta entre Fort Lauderdale –en el estado de Florida, Estados Unidos- y Las Bahamas, a unas 50 millas de distancia. El mareo de tierra no los dejaba dormir. Que fuera martes no los desanimó a salir por unas cervezas, porque en Florida todos los días hay un bar donde se improvisan jam sessions; donde se baila, se fuma y se toma. Esa noche, la estrella del Fat Cat´s era Lala, una bomba sexual envuelta en cuero negro, blusa de lentejuelas doradas, pelo lacio y ojos inmensos con pestañas postizas. Freddy la miraba fijo, y ella le dedicó una canción. Lo hizo como quien le regala un caramelo a un chico. Lala me contó que tenía 26 años, era cajera de día y jazzera de noche, y que soñaba con que algún día un hombre se acercara al escenario y le prometiera una vida de giras por el mundo. “En esta ciudad puede pasar cualquier cosa; yo le tengo confianza a los escenarios de Fort Lauderdale, de acá salieron grandes músicos. En todo caso, siempre hay chicos lindos para quienes cantar”, dijo Lala, que hablaba conmigo pero lo miraba a él, que salía a la vereda para jugar con su caniche. Lala intuía que había hecho hizo tan buenos negocios que entonces se permitía andar de ojotas de lunes a lunes. Y que navegaba un yate de tres millones de dólares. La cercanía con las islas del Caribe y la seguridad de estar en suelo americano, unos 50 kilómetros al norte de Miami, es una combinación que seduce a muchos magnates y famosos para poner un pie en Fort Lauderdale. Léase “pie” como mansiones de cientos de millones, con sus respectivos muelles; barcos de varios pisos y tripulación marinera, jardines impecables con palmeras y canteros de flores; autos de la talla y valor de un Mustang, Jaguar, Vipper o Ferrari en la cochera. Le dicen la “Venecia Americana”, porque está atravesada por una red de canales como la ciudad italiana, pero con construcciones claramente norteamericanas, tipo Hollywood o Beverly Hills. Es la ostentación del nuevo rico, la estética de lo recién comprado, a estrenar. Si en Venecia la navegación es en góndola y con el gondeliere que canta, acá es en lanchón, con un par de motores súper poderosos, música y altoparlante.
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Esta mañana, el guía de este paseo amaneció en las afueras de la ciudad, viajó en su Toyota Corolla -a pagar en cuotas en los próximos siete años- y se subió al water taxi como todos los días. Entre una parada y la siguiente, Ted va señalando a izquierda y derecha las casonas de Steven Spielberg, David Cassidy, Adam Sandler, Johnny Deep y Danny Boyle: “No los van a ver lavando el auto, señores, ellos casi nunca están por acá; piensen que esta es una de sus tantas casas por el mundo”. Ted habla de cifras que ninguno de nosotros se puede figurar, tira datos y chismes como si los acabara de oír de primera mano, con los ojos saltones y la voz como un subibaja. “¡CIENtoCINcuentAAA MIIIIllonesss de dolaRESSSSS!” Es el show de los ricos y famosos. Porque lejos de ser un tema tabú, el signo U$S aparece varias veces en las visitas guiadas por la ciudad, tallado en el cuerpo de hombres y mujeres, en las vidrieras de las concesionarias y en cualquier conversación a partir del minuto número cinco, cuando aparece, ineludible, la pregunta por el cuánto. Hoy domingo, la playa empieza a llenarse promediando el mediodía. Hasta esa hora estaban los jubilados de todos los Estados, aprovechando el sol que no quema, jugando dominó, disfrutando la vida que se ganaron. Es la playa donde desemboca Las Olas Boulevard, y por la rambla ahora vienen llegando los skaters de remerón, las chicas en rollers y minishorts, algunos resacosos de anoche, los que juegan al frizzby con sus perros y los que prefieren helados de colores flúo. Alejados del circuito de vidriera, unos chicos de entre 19 y 22 años juegan con las olas en la primera rompiente, adonde no hay más de medio metro de profundidad. El deporte se llama skimboarding, nació en Laguna Beach, California, y se hace con una tabla como la de surf pero más corta y gordita. Eric Miller consigue hacer un giro de 180° y sus amigos lo aplauden, es el gran experto de los cinco. “Empecé a practicar skimboarding hace 4 años, porque me gusta el surf, pero como acá no hay olas, esto es un sustituto, un juego”. Eric limpia piletas en las mansiones del barrio por la mañana, surfea todas las tardes, y piensa en irse a vivir a Costa Rica en un par de años, “porque allá hay olas y personas de verdad”. Hasta fines de los años 80, Fort Lauderdale era un destino del Spring Break, la ciudad que elegían los estudiantes de
Resabios de wildness en Elbo Room, un bar en la esquina de Las Olas y Costanera.
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1. Fort Lauderdale tiene unos 40 kilómetros de playas, entre las más famosas están Hollywood Beach, Pompano, Dania y Deerfield. 2. Plato de sushi en el restaurante SAIA, de cocina tai-japonesa; la propuesta gastronómica de Fort Lauderdale es súper variada y cosmopolita. 3. Lala y su blusa de lentejuelas doradas en el Fat Cat´s; en los bares de la ciudad se realizan jam sessions. 4. Grupo de skimboarders en la playa a la altura de Las Olas Boulevard.
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LALA TIENE 26 AÑOS, ES CAJERA DE DIA Y JAZZERA DE NOCHE. SUEÑA CON UNA VIDA DE GIRAS POR EL MUNDO. 3.
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LA RESERVA BIG CYPRESS PROTEGE LOS PANTANOS Estados Unidos para descontrolar, emborracharse y tirarse de clavado desde los balcones de los hoteles a sus piletas, al mejor estilo Charly García. “Era el must de aquellos tiempos”, explica Kaymi Malave, de treinta y pico de años, pollera, saco y lápiz labial a tono, que trabaja en marketing y relaciones públicas de la ciudad. “Pero de los noventas para acá, Fort Lauderdale subió la vara, aumentó los precios de los cuartos de hotel, abrió nuevos restaurantes y cambió su perfil a casual-sophisticated-familiar”, en los términos de Kayme. Este hecho espantó de una vez y para siempre al público juvenil, que hoy en día prefiere cruzar la frontera hasta las playas de Cancún, en México. Sin embargo, hay algo que no está diciendo la señorita Kayme en su speach de ventas, algo que se ve de noche, en algunos bares y rincones oscuros de la ciudad: por ejemplo, el ambiente de motoqueros y heavy metal que se respira en Elbo Room o Tatoo Blues, sobre la calle Sunrise Lane, donde trabaja Levi Diablo Ruiz. Levi (“como los jeans pero sin la s”), tiene dos piercings como cuernos, la lengua cortada en dos como una serpiente y un tatuaje alrededor del cuello, el último que se hizo: un tiburón pintado con los colores rastafaris mostrando los dientes. “Acá se dibuja un promedio de veinte tatuajes por día, desde jesuses gigantes hasta maripositas y corazones rotos. Muy de vez en cuando llega alguien con una idea realmente original, que me saca de la rutina. Es gente con facetas más oscuras”. Son los resabios de la wildness de otra Florida.
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Hasta acá, tardes de playa, paseos en barco por canales millonarios, la casa de Johnny Deep, espectáculos como el de Lala y tragos todas las noches. Pero Fort Lauderdale es conocido especialmente por otras dos grandes atracciones: el shopping y los everglades. Aunque muchos piensan que el mejor destino de compras es Miami, en realidad el complejo de outlets más grande de la Florida (y dentro del top 10 de todo el mundo) se llama Sawgrass Mills y queda en Fort Lauderdale. En proceso de expansión permanente y con una circulación promedio de diez millones de personas al año, en el Sawgrass es posible comprar carteras Michael Kors, lentes Prada, relojes Montblanc, trajes Ralph Lauren o Giorgio Armani. Y para los que prefieran productos de temporada actual, no discontinuos, siempre están los locales de Las Olas Boulevard y los shopping Pembroke Gardens, Urban Market, The Galleria y The Village, de Gulfstream Park. 1. Paseo en kayak en el parque Hugh Taylor Birch State; al atardecer, los bares sobre la costanera ofrecen dos por uno en súper margaritas fluorescentes. 2. Músico itinerante por los escenarios de Fort Lauderdale. 3. Eric Miller practica skimboarding en la primera rompiente.
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Se advierte que esta lista no intenta, ni podría, ser acabada. A una hora y media del centro de Fort Lauderdale, cruzando la península de la Florida hasta su costa oeste, se llega a la Reserva Nacional Big Cypress. Creada en 1974 y con una extensión de casi 300 mil hectáreas, protege pantanos, bosques de cipreses gigantes, más de 200 especies de aves y panteras en grave peligro de extinción. Dentro del parque, Billie Swamp Safari ofrece paseos en buggy, show de criaturas de la región y navegadas en airboat, que es una especie de lancha plana propulsada por una gran hélice. Laurence Settel tiene 21 años, nació en Hollywood y trabaja en el parque todos los días desde las 9 am, primero en el Critter Show como “domador de bestias”, esto es, lagartos, búfalos, osos hormigueros y tarántulas; y después por las tardes, como capitán de airboats. “Acá estamos de prestado, porque estas tierras en verdad son de la comunidad indígena seminole”, explica Laurence mientras termina su plato de cola de lagarto con papas fritas, un clásico del parque. A pocas mesas de distancia, el viejo George Billie almuerza el menú del día entre los turistas. Tiene 85 años, usa un pañuelo rojo en el cuello, chaleco de gamuza y botas texanas. Humilde y reservado como ningún otro personaje en todo Fort Lauderdale, nadie sospecha que es el amo y señor de estas tierras. Fort Lauderdale es una Venecia recién pintada, con canales como pasarelas de Hollywood, shopping a lo grande, escenarios con reminiscencias del far west. Pero en las afueras de esta gran ciudad, los pantanos, lagartos y la comunidad seminole guardan el corazón de lo que, alguna 1. Laurence Settel es domador de bestias y capitán de airboat en los Everglades. 2. La rambla de Fort Lauderdale es ideal para recorrer en bici, patines o skate.
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+INFO FORT LAUDERDALE
Viaje: ¿En qué se parecen la “Venecia americana” y la Venecia italiana? Lugares: Los canales de la ciudad, la calle Sunrise Lane, Las Olas Boulevard, el outlet Sawgrass Mills, la Reserva Nacional Big Cypress. Actividades: zambullirse en el mar, rocanrolear en los bares, descubrir la nocturnidad motoquera, empaparse de la true Florida en los pantanos.
COMO LLEGAR En avión. A Fort Lauderdale escala en Atlanta por Delta en temporada alta (enero-marzo de 2016), $22.061 final. En temporada baja por Tame con escala en Quito, $12.969 final (noviembre de 2015).
COMO MOVERSE En auto. 7 días, económico, km libre, seguro, $ 3714.68 hasta el 30 de noviembre de 2014. En crucero. 11 días arriba del Costa Deliziosa con pensión completa. Desde Fort Lauderdale, hacia Freeport, Amber Cove, Ocho Ríos, Gran Cayman, Roatán, Costa Maya. Desde $ 10.036 (USD 1072). Asistencia al viajero. 10 días de cobertura Standard, $ 495 (USD 53).
CUANDO IR Siempre está pasando algo en Fort Lauderdale, sea un festival de cine, una semana gastronómica, desfiles de moda y de yates, o una feria de arte. Como el resto del Estado de Florida, el clima es subtropical, con una temperatura media anual de 24 °C y la mayoría de días soleados. Se recomienda evitar los meses de junio a noviembre, ya que puede haber ciclones y tornados.
DONDE DORMIR Crowne Plaza FL Airport/Cruise Port 4*. Adyacente al puerto de cruceros Port Everglades. El centro está a 2 km. Cerca del Riverwalk Arts and Entertainment District y el estadio de los Dolphins de Miami. Piscina exterior. Desde $ 453 (USD 91) en septiembre de 2015. Hollywood Beach Resort Cruise Port 3*. Estilo Art Déco, frente a la playa de Hollywood. A media hora del famoso distrito Art Deco de South Beach, en Miami. Piscina al aire libre e infantil. Desde $ 359 (USD 36) entre agosto y Octubre de 2015. Hilton FL Beach Resort 4*. Suites con vista al mar, baños de mármol italiano y amplias bañeras de hidromasaje europeas. Spa Q con tratamiento facial. Desde $ 898 (USD 90) en agosto y septiembre de 2015.
PAQUETES Y EXCURSIONES A 50 kilómetros de Fort Lauderdale, Big Cypress es una reserva de naturaleza ubicada en los Everglades de Florida. El paquete de todo el día en Billie Swamp Safari incluye show de criaturas, paseos por los pantanos en airboat y en 4x4 por US$ 50 para adultos y US$ 36 para chicos de entre 4 y 12 años. Abierto todos los días de 9 a 18 horas. Más información en www.billieswamp.com En el parque Hugh Taylor Birch State, Brent ofrece paseos en segways, un vehículo eléctrico de dos ruedas en el que se viaja parado. La media hora de recorrida cuesta US$ 50. Ubicado en East Sunrise Boulevard 3109, más información en www.mcruzrentals.com Sawgrass Mills está en el Top 10 de los shopping de outlets más grande del mundo. Tiene tres kilómetros de locales que ofrecen productos discontinuos y en promoción. Chequeá la lista de marcas que podés encontrar ahí en www.simon.com/mall/sawgrass-mills Más información: www.sunny.org y www.visitflorida.com
DONDE COMER La mejor comida mexicana de Fort Lauderdale está en Rocco´s Tacos, sobre Las Olas Boulevard N° 1313. Cocinan a la vista y te preparan el guacamole en la mesa, bien picante. Hay tacos de pollo, cerdo, carne de vaca y vegetarianos con hongos por US$ 3 cada uno. Más información en www.roccostacos.com En el hotel B Ocean, el restaurante SAIA ofrece cocina gourmet de inspiración japonesa y thai. Entre las especialidades del chef destaca el Thai Curry Lobster, con ananá, palmitos y arroz. El cubierto promedio es de US$ 55. Ubicado en 999, North Fort Lauderdale Beach Boulevard, reservas al 954-302-5252, más información en www.saiasushi.com
TIPS Alquilar un auto es fundamental para recorrer la ciudad y alrededores, ya que las distancias son largas. Y es fundamental tener un GPS. El rental del aeropuerto de Miami tiene varios pisos, con autos para todos los gustos y presupuestos, desde convertibles de colección hasta camionetas 4x4 última generación. Con seguros y GPS, cuesta desde US$ 50 por día.
VIAJA TRANQUILO. Assist Card Basic 10 días, menores de 64 años, desde $253 (USD 27).
PASAJE AEREO FORT LAUDERDALE Tarifa ida y vuelta por persona desde Buenos Aires. Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares. Tipo de cambio USD 1 = $ 9,95 , sujeto a variación de cotización al momento de la compra. Temporada alta corresponde a los meses de julio, agosto, diciembre, enero y febrero.
TEMPORADA BAJA
TEMPORADA ALTA
$ 12.969 $ 22.061 U$D 1.303
U$D 2.217
Teléfono: 0810.777. 2728 . Desde donde estés: www.almundo.com
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SAN SALVADOR DE BAHIA El sol negro y los coroneles
Texto : GUIDO PIOTRKOWSKI. fotos: GUIDO PIOTRKOWSKI Y EMBAJADA DE BRASIL
Cacao, el fruto que trajo prosperidad a Bahía.
El Pelourinho, casco histórico y símbolo de Salvador
¿CUALES SON LOS LIMITES ENTRE RELIGION Y SUPERSTICION?
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a primera vez que fui a Salvador estaba obsesionado con ir a un terreiro, presenciar un ritual de candomblé. Pero a uno “verdadero”, de esos que se ven en las imágenes del fotógrafo Pierre Verger, no los que los recrean para turistas. Verger nació en Francia, pero adoptó Salvador como su lugar en el mundo. Y así lo fotografió. Como si fuera un bahiano más. Y Salvador, y el candomblé, lo adoptaron a él. Tanto, que fue el primer hombre blanco y europeo en ser nombrado Babalorixa (sacerdote). Mi contacto era un cura, al que podía encontrar en la iglesia de Nossa Senhora do Rosario dos Pretos, la que está justo en el centro del Pelourinho, una de las postales obvias de la ciudad. Al principio no entendí; ¿El mismo cura que da misa lleva adelante una ceremonia de candomblé? Pero a Salvador no hay que intentar comprenderla. Las contradicciones son parte de su religión, el sincretismo es ley. *** El escritor bahiano Jorge Amado dijo alguna vez, como una forma de expresar la religiosidad de su pueblo, que Bahía tiene una iglesia por cada día del año. Y, como su palabra es santa así quedó, flotando en el inconsciente colectivo. Tanto, que Dorival Caymi, uno de los músicos bahianos más talentosos, le puso letra y música a esos dichos. “365 igrejas a Bahia tem. Numa eu me batizei, na segunda eu me crismei, na terceira eu vou casar com a mulher que eu quero bem”. Este número, sin embargo, no está muy lejos de la realidad. El Padre Manoel Filho, de la Arquidiósesis de Salvador, afirma en una entrevista para Rede Globo, que si bien no existe un relevamiento oficial en el estado, pero resalta que solo en la ciudad de Salvador existen 372 iglesias. Los números oficiales indican que hay más de mil terreriros, los templos donde se venera a los orixás, los dioses del candomblé, el culto africano que ayudó a los esclavos a hacerse fuertes y sobrevivir luego de atravesar mares y tempestades, para llegar a este trópico salvaje que late como el África. Para ser exactos, eran 1165 terreiros hasta 2006, según un estudio hecho por la Secretaría de Reparación y la Universidad Federal de Bahía. Hoy en día, se dice que hay más de dos mil, no todos registrados. *** Salvador de Bahía está en el noreste de Brasil, en América del Sur, pero sin dudas tiene un corazón africano. Quien mejor la describió, fue Jorge Amado, quien supo leer, comprender e interpretar ese mano-a-mano con sus moradores, ese trajinar por sus calles para reinventar el existir cotidiano en clave de novela. “La mezcla de sangre es muy grande y en su conciencia poca gente podrá negar al abuelo negro más o menos remoto”, escribió en Bahía de Todos los Santos. Guía de calles y misterios. Y prosigue: “Ciudad religiosa, sin duda. Sin embargo, ¿dónde se encontrarán en la religiosidad del bahiano los límites entre la religión y la superstición? Están las dos casi siempre confundidas y casi siempre predominando la última. Los ritos religiosos adquieren aquí extrañas modalidades, los cultos católicos se mezclan con un aura fetichista. Hay algo
1. La típica pulsera bahiana: pida un deseo y no se la quite hasta que se rompa. 2. Largo do Pelourinho. Vista desde la casa de Amado. 3. Una de las pequeñas pero rendidoras playas de Salvador 4. Toque de tambores en el Pelourinho, típico de Bahía.
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LA MADRE DEL AGUA ES RUBIA Y TIENE CABELLOS LARGOS Y ANDA DESNUDA
de pagano en la religión de los bahianos, algo rayano con lo sensual y que hace que las múltiples iglesias no sean sino una continuación, estilizada y civilizada, de las macumbas misteriosas”. Uno de los rituales más sorprendentes es la Fiesta de Iemanja, dedicada a una de las orixás más populares. Amado le rindió homenaje en Mar Muerto, uno de sus primeros libros: “…la madre del agua es rubia y tiene cabellos largos y anda desnuda bajo las ondas, cubiertas apenas con la cabellera que se vislumbra cuando la luna pasa sobre el mar…” *** Salvador es una ciudad que parece estar en un estado de ebullición permanente, como el aceite de dendé que fríen las bahianas vestidas de blanco en la vereda, y que se utiliza para cocinar el sabroso acarajé, el plato-emblema. Comerlo es una experiencia exquisita, y peligrosa. Por algo su nombre viene de la palabra Akara, que significa bola de fuego. Es una masa de feijão fradinho, un poroto blanco pequeño que se pone en remojo hasta que se ablanda, y que luego forma una pasta blanca que se mezcla con cebolla, sal y pimienta. Se fríe en aceite de dendé, y luego se rellena con vatapá: una mezcla de harina, jengibre, pimenta malagueta, maní, aceite de dendé, cebolla y leche de coco. Además lleva camarones, tomate y carurú, una preparación cuyo in-
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grediente principal es el quiabo, fruto de un árbol africano parecido a un pimiento verde. Se comen con la mano, y para los bahianos es indispensable acompañarlo de una cerveza bien helada. *** El Pelourinho es pintoresco en su corazón y lumpen en sus fronteras. A partir de que en 1985 fue declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, el casco histórico se vio revitalizado. De ser un enclave abandonado y marginal, pasó a ser un polo cultural y turístico. Por acá tiene su sede la agrupación Olodum y también los Filhos de Ghandy, uno de los blocos de carnaval más tradicionales de la ciudad, el preferido de Gilberto Gil. Y acá, se sabe, el carnaval es cosa seria, es todo un hito, certificado por El Libro Guiness de los Records como la fiesta callejera más grande del mundo. La celebración también está presente en la obra de Amado, que reverenció la fiesta de Momo, en El país del carnaval, su primer libro, escrito cuando solo tenía 18 años. En el centro del Peló -como le dicen sus moradores-, está la Fundación Jorge Amado, el hogar donde vivió el autor de Los capitanes de Arena, un libro inspirado en los chicos de la calle, un fresco de una banda de niños que vagabundean, que tiene problemas con la autoridad pero que cuentan con la venia de curas, vecinos y chicos de la calle.
1. Complejo Costa do Sauipe 2. Puerto de Salvador de Bahía 3. Cocos, mangos,papayas: todas las frutas del trópico están en Bahía 4. Procesión en Boipeba, playa cercana a Salvador frente al Morro de San Pablo
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transformar lo brutal en belleza
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Amado supo transitar mucho estas callejuelas de piedra que suben, bajan, serpentean entre caserones color pastel, ahora devenidos en hostales y tiendas de recuerdos, colosales iglesias portuguesas, barcitos y restaurantes que por la noche animan a locales y visitantes al son de los clásicos de la bossa nova y la Música Popular Brasileña. *** Los portugueses dejaron su marca indeleble, sus crucifijos e iglesias, sus casonas y el idioma, pero son los afrodescendientes quienes marcan el pulso de esta ciudad, a fuerza de ritos y costumbres, de transformar lo brutal en belleza. El ejemplo más cabal es la capoeira, aquella antigua lucha que los esclavos supieron disfrazar de danza para desorientar a los conquistadores. En la Praça da Sé, una zona del Peló super transitada por turistas, los capoeiristas hacen de las suyas. Pirueta para acá y para allá, patadas estrámboticas, demostraciones de habilidades que dejan boquiabiertos a los viajeros, sobre todo a las rubias nórdicas, presas favoritas a seducir por los musculosos bahianos. El Elevador Lacerda conecta La Ciudad Alta, el Peló, con la Ciudad Baja. Son cuatro ascensores enormes con capacidad para que veinte personas bajen y suban con vista al mar. Se detiene justo frente al Mercado Modelo, el lugar hecho a medida del turista para comprar artesanías. Ahora, si el viajero quiere algo más “verdadero”, deberá acercarse hasta la Feria de Sao Joaquim, en el barrio de Comercio, para darse un buen baño de la Bahía más autóctona. El mercado, muy antiguo pero recientemente renovado, ahora un tanto más limpio y prolijo, sigue siendo un gran caldo de aromas: frutas y verduras, carnes y pescados, animales vivos y animales muertos, especias, pimientos, aceite de dendé. Vendedores que van y vienen, con carretillas pequeñas y carros de madera inmensos, cargadas de mercadería. Y sobre todo, productos para los rituales de candomblé: imágenes de orixás, velas, inciensos. Salvador, además de ser un denso conglomerado urbano, casi una réplica de la cultura afro en América Latina, tiene, como todo destino tropical, las olas, el viento y las palmeras en las playas urbanas de la Barra, Ondina, Itapuá o Río Vermelho, que tientan al chapuzón, al agua de coco y la caipirinha frente al mar, y que sirven como vía de escape al fascinante pero agotador raid urbano. *** Los viejos peregrinos del mar (los surfers, con su obsesión por la ola perfecta) llegaron hace unos quince años a la playa de Tiririca y cambiaron el destino de esta villa de pescadores y campesinos para siempre. Así es la Itacaré que hoy conocemos: chicos con tablas bajo el brazo, crepúsculos y lunas que se reflejan en el mar, noches de barcitos y levantes tropicales. “Cuando me quedo en casa me desespero, no sé qué hacer. Prendo la tele, pongo música, pero no hay nada como estar en medio del mato. La naturaleza es todo en mi vida”, dice José Antonio -Zé, a secas-, con su lenta cadencia bahiana. El pibe, que acaba de treparse a un cocotero de más de 8 metros para bajar unos cocos deliciosos, es quien guía la caminata de la Trilha das quatro prais, un sendero en medio de la selva que conecta las más bellas playas del lugar. El trekking lleva unas tres horas hasta la playa de Itacarezinho, el destino final. Eso si uno va apurado. Pero en Bahía, como dice Zé, “no tenemos prisa, la prisa es enemiga de la perfección”. 1. Praia do Forte 2. El carnaval de Bahía es la fiesta callejera más grande del planeta. 3. Iglesia de San Francisco, en el Pelourinho: dicen que Salvador tiene 365 iglesias, una por cada día del año.
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un sendero en la selva conecta las PLAYAS Por la noche, luego de un intenso día de playa, Itacaré explota. La rua Pituba es el punto donde se agrupan todos los bares. Con caipirinhas, caipiroskas y caipifrutas; bandas en vivo, reggae, y forró -el ritmo nordestino por excelencia-, las veladas se extienden hasta la madrugada. *** Jorge Amado creció en Ilheus, e inmortalizó la ciudad en su novela Gabriela, clavo y canela. A 450 kilómetros al sur de Salvador, Ilheus tiene unos 250 mil habitantes que alguna vez supieron disfrutar de las mieles del cacao, una industria pujante que se hundió en la década del 80 luego de la repentina aparición de una plaga devastadora conocida como la “vassoura da bruxa” (escoba de la bruja), que hasta el día de hoy obsesiona a los moradores. Pero mientras duró, el fruto dio sus frutos. Y vaya que los dió. Una vuelta por el Centro Histórico sirve para comprender la bonanza que este cul-
tivo trajo hasta estas costas donde se formó el joven Amado. Las construcciones más importantes, como el Teatro de Ilheus o el Palacio de la Prefectura, y los caserones de los hacendados -que en estas latitudes y por una buena cantidad de reales, ostentan el título de coroneles- se han levantado gracias al bendito cacao, traído desde Pará, en Amazonas, a mediados del siglo XVIII. Hacia 1920, Ilheus era una ciudad pequeña, pero rica y ostentosa, que tuvo que construir un puerto especialmente para exportar el fruto de su riqueza. La Catedral de Sao Sebastiao, erigida en 1967, es considerada una de las más bonitas de toda Bahía. Ubicada en el casco histórico, está de espaldas al mar y de cara al bar Vesubio, que se volvió famoso mundialmente gracias a la pluma de Amado (quién si no), inmortalizándolo en la novela que relata las andanzas de Gabriela, cocinera del local cuyo dueño era Nasib, y
con quien la protagonista tuvo un romance furtivo. En el Vesubio –según la novela- se reunían los coroneles del cacao a beber quienes, mientras mandaban a sus mujeres a misas eternas, en complicidad con el cura, aprovechaban para internarse en un túnel secreto que desembocaba en el burdel donde los esperaban las meretrices. Las historias de Amado no cayeron nada bien en la sociedad ilheense de la época, as[i que tuvo que abandonar la ciudad. Hoy, sin embargo, el escritor fallecido en 2001 es ilustre aquí. La calle peatonal lleva su nombre, la casa dónde creció es un museo que atesora sus objetos más preciados -entre ellos, la vieja Olivetti donde describió este lugar como ningún otro-. En una mesa del Vesubio se puede dialogar con su espíritu, aunque más no sea a través de su estatua, firme allí, como en los viejos tiempos de los coroneles.
Las aguas y playas de Maraú, una vergel ubicado a hora y media de Ilheus.
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+INFO BAHIA
Viaje: Una experiencia religiosa sin (Enrique) Iglesias y en la playa. Lugares: empezar por un cliché, el Pelourinho, y luego asistir a un ritual candomblé (si lo logra), visitar la Feria de Sao Joaquim, retirarse a las playas de Itacaré y a la Ilheus de Jorge Amado y “los coroneles”. Actividades: conocer iglesias, hacer la plancha en el mar con caipirinhas.
COMO LLEGAR En avión. A Salvador con escala en San Pablo o Posadas por Gol, temporada baja (noviembre a diciembre de 2015), $5359 final. Temporada alta $ 6120 final
DONDE DORMIR Sotero 4*. Apartamentos en el nuevo centro financiero. A 2 km de la playa de Jardim de Alah. Piscina en la terraza con vista al mar. Desayuno con tapioca y huevos. Cocina regional. Desde $ 383 (USD 39) entre agosto y Octubre de 2015. Monte Pascoal Praia Hotel Salvador 4*. Frente a la playa Farol da Barra, visible desde la habitación y la piscina. A 1,2 km del Porto da Barra. Desde $ 516 (USD 52), entre agosto y Octubre de 2015. Sol Barra 4*. En el bar tradicional de Barra, frente a la playa Porto da Barra, con vista a la Bahía de Todos los Santos, cerca al Pelourinho. Piscina de la terraza. Desde $ 272 (USD 27), entre agosto y octubre de 2015.
COMO MOVERSE En auto. 7 días de alquiler por Avis, km libre, cargos de aeropuerto y cobertura, $ 5.888, entre agosto al 14 de diciembre de 2015. En crucero. 5 dias en el MSC con pensión completa: desde Salvador De Bahía hacia Ilhéus, Ilha Grande, Santos. Desde $6489 (USD 695) con salida el 2 de febrero de 2016. Asistencia al viajero. 10 días de cobertura Basic, $ 253 (USD 27).
DONDE COMER La comida por kilo, muy recomendable, es una de las opciones más económicas, Además, brinda al que no conoce, la posibilidad de probar de todo un poco. Este tipo de restaurantes abundan en la ciudad. Poró Restaurante es cocina bahiana y está en San Antonio, un barrio pegado al Pelourinho que es pintoresco y tiene muchas posadas. Boteco do França sirve picadas y especialidades bahianas; está ubicado en la zona de Río Vermelho, uno de los epicentros de la bohemia bahiana. Alaide do Feijao, en el Pelourinho, tiene comida casera hecha por su propia dueña, la simpática doña Alaíde; la especialidad es la feijoada.
TIPS A una hora en ómnibus de línea desde Salvador, está el pueblo de Arembepe, donde se encuentra la famosa Aldea Hippie, un lugar famoso desde que en los sesenta pasó una temporada viviendo allí Janis Joplin. A 30 kilómetros de allí, en Praia do Forte, tiene su sede el Projeto Tamar para la conservación de las tortugas marinas. Es recomendable llevar un abrigo en los micros: el aire acondicionado es aterrador.
CUANDO IR En Bahía es verano todo el año. La temporada de lluvias es en mayo y junio. Durante el carnaval, hay que hacer reservas con mucha anticipación y tener en cuenta que los precios como mínimo se duplican.
VIAJA TRANQUILO. Assist Card Basic 10 días, menores de 64 años, desde $253 (USD 27).
PASAJE AEREO BAHIA
TEMPORADA BAJA
TEMPORADA ALTA
Tarifa ida y vuelta por persona desde Buenos Aires. Válido hasta agotar disponibilidad de 6 lugares. Tipo de cambio USD 1 = $ 9,95 , sujeto a variación de cotización al momento de la compra. Temporada alta corresponde a los meses de julio, agosto, diciembre, enero y febrero.
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