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El Fin de los Juguetes
from Juguetes - Nigromante Enero 2018
by Nigromante. Revista de la DCSyH, Facultad de Ingeniería, UNAM.
Por Andrés Villanueva
Vas caminando por la calle camino al supermercado a comprar los menesteres necesarios para que te alimentes en la semana. En sentido contrario a ti, una familia joven se mueve en unísono. El padre va en el medio del conjunto, cargando en brazos a la hija menor que apenas tiene cuatro años. De su mano va el hijo segundo, un hombrecito de ocho años con manchas en los cachetes de la paleta de chocolate que se acaba de comer, manchas que parecen infinitas e imposibles de eliminar para los dos padres. La madre acompañada por el hijo mayor de diez años, completando así el cuadro de la familia perfectamente normal. Ahora te pregunto, si esta familia es moderna, ¿Qué cargan los hijos en sus manos?, si pinto a esta familia en los 80s, ¿Qué es lo que cambiaría en los hijos?
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La respuesta es clara. En la actualidad los niños no usan juguetes como lo hacían antes. Donde existían Transformers, Hot Wheels, Barbies y Legos en mi generación (90s), ahora existen tablets, smartphones u otro dispositivo electrónico que emule lo que pasa dentro y fuera de estos productos de pantalla plana. Cada vez es más raro ver a niños con el marrón de la tierra en los dedos, manchas color verdes por el pasto en los tennis y alguno que otro moretón en el brazo por caer mal por la resbaladilla Fisher Price. Los niños modernos viven otra realidad, viven lo que existe a través de sus pantallas más cercanas.
Esto, como la mayoría de las cosas en este universo, puede ser bueno o puede ser malo. Todo depende del cristal con que se mire. Por un lado, se puede justificar la falta de opciones a la hora del recreo por la escasez de espacio en las casas promedio. Estamos pasando por un tiempo difícil cuando se habla del mercado inmobiliario y la adquisición de departamentos grandes, ya no se hable de casas con patio pues el precio parece imposible de pagar para el promedio mexicano por la inflación de los precios de la casa-habitación.
Se puede argumentar que siempre estará la calle donde se puede jugar libremente pero ¿De verdad dejarías salir a la calle a tu hijo de siete años duarte la tarde? Si en mi niñez mis padres no tenían ese lujo, menos los padres de ahora. Es mucho más fácil para todo adulto tener a los niños entretenidos al conectarlos a una pantalla que tiene apps y juegos de video, es más seguro mantenerlos acorralados dentro de las cuatro paredes del hogar y dentro de las dos dimensiones del mundo virtual.
También se puede argumentar que no hay dinero para satisfacer las demandas de todos los niños y que los precios de los juguetes han subido acorde a la complejidad de los mismos, pues antes no tenían tantas partes móviles ni tenían que usar luces para atraer la atención de los niños. Eso da pie a otro punto fuerte, tal vez los niños simplemente no están interesados en juguetes físicos, tal vez son atraídos a los dispositivos electrónicos con la fuerza de mil soles. Tal vez hemos ha pasado la era de los juguetes de madera lisa y de plástico rugoso para pasar a una era más sofisticada donde solo existen bips, tics y bups creados por cajas mágicas con entrañas de silicio.
Del otro lado de la conversación, se puede decir que se pierde esa conexión con el mundo exterior inmediato. Si se pierden los juguetes se pierde la interacción con lo “real” que está fuera de lo electrónico. Lo análogo va disminuyendo y se va dejando de comprender pues uno nunca se detiene a pensar cómo funciona lo físico y solo se preocupa por lo virtual. Como contraargumento se puede comentar que eso ya se hace y no es algo único de los niños, basta preguntar a algún adulto si puede reparar o si entiende cómo funcionan los domésticos que tiene en su casa. Lo más seguro es que las habilidades de este tipo vayan disminuyendo de acuerdo a la edad de la persona a la que preguntes pero al mismo tiempo la habilidad para reparar los electrónicos va incrementando entre más te acercas a los jóvenes.
Tal vez se puede argumentar que los niños pierden habilidades motrices importantes para la vida diaria pero ¿A caso no se pueden obtener estas habilidades de otras maneras? Probablemente practicar un deporte le dé a los niños el desarrollo motriz que necesitan. Además existe gente que asegura que la coordinación mano-ojo se mejora con el uso de los videojuegos.
El punto más fuerte que encuentro es que se pierde el rasgo social de estar en el parque cara a cara con otro ser humano de la misma edad compartiendo juguetes. La empatía es algo que todavía no podemos generar solo a partir de pantallas pues aunque existe interacción por chat o por voz en algunos videojuegos, los humanos todavía somos una especie que necesita ver el los sentimientos en las caras de las personas para poder compartir la tristeza, el dolor o la felicidad con ellos. Es este punto el que se está perdiendo. Era en el “playground” donde los niños aprendían a no quitarle los juguetes a los demás porque los hacían sentir mal, donde aprendían a compartir uno de sus carritos con el de alado porque estaba llorando, donde aprendían a reír en conjunto de la escena que acababan de crear entre Optimus Prime y Vegeta, seres de universos completamente distintos que coincidían en el mundo privado frente a sus ojos. Hay dos maneras de atacar a este punto; no necesitas juguetes para generar empatía por una persona, el solo interactuar hace que aprendas de ellos. El otro contraargumento es que siempre ha existido gente no empatiza con los demás a pesar de tener las “mejores” circunstancias de vida. Es una conversación eterna que excede mi conocimiento de ciencias del comportamiento, psicología y sociología.
Lo único que puedo concluir es que los tiempos cambian, la sociedad se adapta, los niños crecen de acuerdo a su realidad y el comportamiento humano y su razón de ser es un tema nebuloso por el cual los científicos navegan en búsqueda de respuestas y certezas. En lo que se ponen de acuerdo y llegan a algo definitivo, estaré limpiando mi Transformer favorito mientras veo un video en mi smartphone.