El fin de los juguetes Por Andrés Villanueva
V
as caminando por la calle camino al supermercado a comprar los menesteres necesarios para que te alimentes en la semana. En sentido contrario a ti, una familia joven se mueve en unísono. El padre va en el medio del conjunto, cargando en brazos a la hija menor que apenas tiene cuatro años. De su mano va el hijo segundo, un hombrecito de ocho años con manchas en los cachetes de la paleta de chocolate que se acaba de comer, manchas que parecen infinitas e imposibles de eliminar para los dos padres. La madre acompañada por el hijo mayor de diez años, completando así el cuadro de la familia perfectamente normal. Ahora te pregunto, si esta familia es moderna, ¿Qué cargan los hijos en sus manos?, si pinto a esta familia en los 80s, ¿Qué es lo que cambiaría en los hijos?
La respuesta es clara. En la actualidad los niños no usan juguetes como lo hacían antes. Donde existían Transformers, Hot Wheels, Barbies y Legos en mi generación (90s), ahora existen 24 NIGROMANTE
tablets, smartphones u otro dispositivo electrónico que emule lo que pasa dentro y fuera de estos productos de pantalla plana. Cada vez es más raro ver a niños con el marrón de la tierra en los dedos, manchas color verdes por el pasto en los tennis y alguno que otro moretón en el brazo por caer mal por la resbaladilla Fisher Price. Los niños modernos viven otra realidad, viven lo que existe a través de sus pantallas más cercanas. Esto, como la mayoría de las cosas en este universo, puede ser bueno o puede ser malo. Todo depende del cristal con que se mire. Por un lado, se puede justificar la falta de opciones a la hora del recreo por la escasez de espacio en las casas promedio. Estamos pasando por un tiempo difícil cuando se habla del mercado inmobiliario y la adquisición de departamentos grandes, ya no se hable de casas con patio pues el precio parece imposible de pagar para el promedio mexicano por la inflación de los precios de la casa-habitación. Se puede argumentar que siempre estará la calle donde se puede jugar libremente pero ¿De verdad dejarías salir a la calle a tu hijo de siete años duarte la tarde? Si en mi niñez mis padres no tenían ese lujo, menos los padres de ahora. Es mucho más fácil para todo adulto tener a los niños entretenidos al conectarlos a una pantalla que tiene apps y juegos de video, es más seguro mantenerlos acorralados dentro de las cuatro paredes del hogar y dentro de las dos dimensiones del mundo virtual. También se puede argumentar que no hay di-