Relatos del concurso "Una historia de desamor Vol III Amor a distancia"

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“Historia de Desamor” Vol 3

Amor a Distancia


DIRECTORIO Universidad Nacional Autónoma de México Rector Dr. Enrique Graue Wiechers

Secretario General Dr. Leonardo Lomelí Vanegas

Facultad de Ingeniería Director Dr. Carlos Agustín Escalante Sandoval Secretario General M. I. Gerardo Ruiz Solorio

Jefa de la División de Ciencias Sociales y Humanidades Ing. Carolina Garrido Morelos

Nigromante Fundador Lic. José René Gómez Rodríguez Jefes Editoriales Luis Alberto Santoyo Cruz María Fernanda Carrisoza Zamora Coordinador Jennifer Sharon Álvarez Candelario Diseño y arte creativo Eira Areli Chincoya Martínez Jaqueline Porras Uribe Daniela Pineda Aguilar

Las opiniones expresadas en los artículos y colaboraciones son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la posición oficial de la DCSyH de la Facultad de Ingeniería de la UNAM.


íNDICE

Rinconcito de azotea

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Islas

4 Crecimiento y mejora Gifty 8 Viento Poste 12 Dos Azul Z. 16 Posdata, olvidé mi sudadera La integral incompleta 20 Soy piscis de nacimiento y lo odio

Shibaru

24 Amar es aprender Mau 28 Amantes Nera 32 Mi amor platónico de la adolescencia, mi amor de pandemia

-A-


“Si te vas, no vuelvas jamás. Que te echaré de menos, pero lo podré superar. Si te vas, no me va a importar. Me recuperaré al tercer ataque de ansiedad”. ¡Vaya chantaje emocional! o al menos eso me pareció cuando escuché ese verso por primera vez, pero de manera inevitable me hizo pensar en mi historia.


V

iéndolo en retrospectiva, estoy seguro de que es un límite que nadie debería de cruzar, pero quiero contar la historia completa. Para eso, debo remontarme al semestre inicial de la facultad. Nos conocimos en los primeros días porque íbamos en la misma carrera y desde las primeras ocasiones en que coincidimos me atrajo físicamente.

Puedo decir que es la persona más fuerte que he conocido porque nunca ha tenido una vida sencilla. Recuerdo que cuando le conocí tenía muchos problemas de diferentes ámbitos y, aun así, se daba la oportunidad de abrirse al mundo. En su situación probablemente yo hubiera estado aislado del mundo. Otro motivo más para admirar a ese ser.

A medida que pasaba el tiempo, estábamos más en contacto y nos conocíamos mejor. De a poco se fue desarrollando el cariño entre ambos. A finales de ese periodo comenzamos a salir como algo más que solo compañeros. Así, un día que salimos al parque, después de pasar horas riéndonos y olvidándonos de todo lo ajeno a nosotros, decidimos aventurarnos a tener una relación formalmente.

Juntos logramos crecer y cambiar para bien. Por mi parte descubrí lo que significaba el querer verdaderamente a alguien ajeno a mi familia. El dar todo porque las cosas entre ambos salieran bien, el esforzarme por apoyar con sus dificultades que eran mayores a las mías. Especialmente aprendí que no hay nada de malo en desear estar con una persona. Lo digo pues admito que en el pasado llegaba a sentir rubor o pudor cuando algo relacionado al amor me involucraba.

Debo decir que previamente yo no había tenido experiencia en lo que a temas amorosos se refiere. Anteriormente, nunca había tenido una relación sentimental y, por diferentes cuestiones, me había dedicado a disfrutar a mis amistades y mantenerme en esa situación. Estaba feliz con ello. Incluso podría decir que veía innecesario el hecho de tener una pareja. Fue hasta que llegamos a la universidad y la conocí, que me hizo pensar que esta vez sería diferente. Era extraordinaria.

De mi parte, siempre busqué que fuera más segura de sí misma. A pesar de sus buenas intenciones, comúnmente tenía problemas de autoestima. Aunque no soy un modelo a seguir en lo que a eso se refiere, siempre busqué que cambiará ese pensamiento de limitarse o sentir que molestaba a la gente. Le ayudaba con sus materias y le presenté algunas cosas que nunca había conocido por diferencias socioeconómicas que no viene al caso mencionar.

Ella tenía más conocimientos sobre lo que significaba estar con alguien, aunque no tenía las mejores referencias. En el pasado había tenido que lidiar con personas que no la valoraron y tristemente sufrió infidelidades. Sin embargo, nunca dejó que le afectara y siempre mantuvo esa actitud positiva que demostraba en las aulas. Eso es algo que siempre he apreciado de su personalidad.

A lo largo de dos años nos fuimos conociendo a profundidad. Tuvimos experiencias de todo tipo, seguimos estudiando juntos a pesar del hecho de que me cambié de carrera. Éramos muy parecidos en muchos aspectos y era muy lindo cuando conocíamos algo nuevo. Si no fuera por la relación, probablemente nunca me habría atrevido a hacer o descubrir alguna de

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las tantas experiencias increíbles que tuvimos juntos. Hasta que llegó el aislamiento. En lo que se refiere a nuestras materias, siempre hemos tratado de esforzarnos lo más posible. Quizá ella más que yo, considerando que ella tiene un mayor sentido de la responsabilidad. Fue un duro golpe tener que dejar de interactuar físicamente todos los días. Llevábamos alrededor de 25 meses viéndonos a diario para platicar, comer, reír y mostrarnos afecto. Al llegar el encierro, las cosas cambiaron para mal. Dejamos de ir a la escuela una semana antes de su cumpleaños

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y se arruinaron mis planes de darle una sorpresa inolvidable. Quería hacer algo especial porque esa fecha siempre ha sido conflictiva para ella, al grado de no haberla disfrutado como una persona debería. Cometí una equivocación cuando llegó ese día y tuvimos que estar separados. Esto abrió una herida en su interior.

sabía cómo quería conducir las cosas en mi vida. Para esas fechas, empecé a caer en la cuenta de lo que yo mismo había provocado. Habían pasado varios meses del inicio del encierro y solo sentía que había perdido demasiado. La presión era cada vez más y en un arrebato de enojo y celos, me encontré en una situación parecida a las primeras líneas de este relato.

Atravesamos distintos cambios en lo que a cada una de nuestras clases refería, así que dejamos de estar tan atentos entre nosotros. Fui egoísta, me encerré en mis problemas y me aísle casi por completo de todo.

Al actuar de esa manera y con esa actitud, me di cuenta del gran error en el que había caído. Cuando pronuncié e hice esas cosas durante nuestras videollamadas, crucé una línea que nunca voy a perdonarme haber cruzado.

No entiendo cómo pude dejarla sola cuando sus familiares tuvieron problemas y ella buscaba mi apoyo. Lo único que ocupaba mi mente en ese momento era mi precaria situación con respecto a lo escolar. No me daba cuenta, pero cada día que pasaba nos íbamos distanciando más.

Hasta el día de hoy pienso que ese tipo de cosas son algo repugnante. Tuve que poner en orden mi vida y dejar de recaer en la solución temporal. Nadie debería de cruzar ese límite porque una vez que lo haces, ya nada vuelve a ser igual.

Aunque, para ser sinceros, algo dentro de mí lo sabía. No lo entendí en el momento, pero sentía la necesidad de llenar un vacío con algo. Así, caí bajo y decidí recurrir a una solución cobarde y temporal. Entre las únicas personas con que interactuaba eran ella y algunos amigos. Decidí refugiarme en ellos para escapar de las dos situaciones que me aquejaban. También me apoyé en mi mascota, la cual falleció al poco tiempo. Esto me orilló a buscar el apoyo de pareja. Cuando me acerqué a ella, noté que estaba teniendo una actitud que sabía que yo reprobaba en las personas. Vivía en una actitud irresponsable, alcohólica y despreocupada. La solución temporal cada vez era más frecuente y yo no

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Esta historia comienza hace ya varios años, en una secundaria que todos recuerdan solo para aborrecerla. En lo personal nunca entendí por qué. Era un día cualquiera, otro día para olvidar o eso esperaba. Recuerdo el calor de ese día, el aberrante sol cegador y el horroroso uniforme marrón/beige con el que debíamos cumplir como el más profundo mandamiento de la biblia.


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sta historia comienza hace ya varios años, en una secundaria que todos recuerdan solo para aborrecerla. En lo personal nunca entendí por qué. Era un día cualquiera, otro día para olvidar o eso esperaba. Recuerdo el calor de ese día, el aberrante sol cegador y el horroroso uniforme marrón/beige con el que debíamos cumplir como el más profundo mandamiento de la biblia.

El tiempo se comía los días y se acercaba la fecha para el examen del que tanto escuché hablar. No sabía en ese momento de su importancia y además la confianza se tornaba más gozosa pues no sabía lo que tendría de especial. Unos meses después fui aceptado en la escuela que tanto anhelé desde el momento que vi sus puertas. ¡Qué satisfacción tan grande cuando llegué el momento de cruzarlas!

Estaba en una plática con mis viejos amigos cuando repentinamente sentí como el filo de la mica de una hoja golpeaba mi espalda y mi brazo. Al voltear me encontré por primera vez con la silueta del alma que llevaría en mi corazón mucho tiempo. Vi por primera vez el carboncillo de su cabello que se doblegaba alrededor de su rostro, sus ojos que me invitaban a algún lado más y su voz diciéndome el primer “perdón” de los millones que vendrían.

Llegó el día en el que arribé a ese inmenso lugar que sería mi hogar durante los siguientes tres años: CCH Sur. Sería un lugar lleno de nuevas anécdotas, momentos felices; el lugar donde encontré a los que ahora son mis mejores amigos. Todo era nuevo y por eso, el pretexto ideal para deslindarme de lo anterior. Eso era bueno ¿no? Buscar experiencias, y personas nuevas para no quedarme estancado en el pasado. Tal vez no era lo estrictamente necesario, pero en ese momento lo parecía.

Salió huyendo a través del patio y hacia otro de los edificios burdamente construidos de esa escuela. En ese momento me sentí atraído por dirigirle la palabra de nuevo a aquella alma fugaz.

Sé que sus memorias de aquellos tiempos no han de ser tan gratos como lo fueron desde mi perspectiva. También sé que no fue correcto dejarla por alguien más cuando pensábamos en nosotros. Ella también se fue con alguien más.

Regresó y sin saberlo, o no recuerdo cómo exactamente, comencé a hablar con ella. Lo único que recuerdo de aquel momento son las sensaciones, el áspero apretón de manos con el que nos despedimos y escuchar emanar de sus labios el nombre de Paola. La única conclusión segura era que una chispa surgió de ese pequeño momento, que hoy no sé si fue bendito o maldito.

Los meses pasaban y las cosas seguían así. Nosotros nos alejábamos mientras nos acercábamos a alguien más. Aun así, ambos deseábamos esa oportunidad que dejábamos ir y venir. La vida seguía, pero nunca quisimos dejar de saber de la existencia del otro, por más que doliera no poder estar juntos cuando parecía que había una oportunidad.

Pasaron los días, las risas, y las chicas, pero dentro de todas esas almas y recuerdos por alguna razón esa pequeña chispa parecía no irse. No se ahogaba en el mar del olvido como otros recuerdos lo habían hecho ya.

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Pasaba el tiempo, las personas y las memorias, nos aferramos a tantos recuerdos como pudimos para evitar perder la noción de quiénes somos. De entre todos ellos, nuestros recuerdos eran los que se ataban más fuertemente. Sería el último medio año de bachillerato. Un semestre que pintaba para llenarse de momentos eufóricos y descontrolados fue repentinamente detenido. Primero por un paro sin pies ni cabeza y después, una pandemia que ha partido mis esperanzas de volver a ver mi segundo hogar. ¿Qué sería de nosotros? Quizá lo sabía. En un par de años al fin podríamos estar juntos, sin embargo, los nervios sin una razón lógica aparente me volvían a consumir.

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Sin embargo, a pesar de las circunstancias, nos unimos más que nunca. Una helada madrugada cuarentena, quedaron atrás los altibajos, problemas, malentendidos y mala suerte. Cualquier cosa que nos impedía poder estar juntos ya no importaba. La felicidad nos consumía mientras entre lágrimas de felicidad y cientos de mensajes finalmente…

Esperar cuatro años, cometer errores, terminar con las personas inadecuadas para cada uno, mezclar relaciones ajenas a lo nuestro… por alguna razón estábamos predestinados a terminar así. Siempre lo presentí. Pero ¿qué no somos quienes eligen y crean su destino? Estas últimas palabras son para ti. En algún momento me dijiste que me amabas, que te llegué a hacer feliz como nadie lo había hecho y sabes que tú también hiciste mucho por mí. No creo que hubiésemos llegado a ser las personas que somos ahora si nunca me hubieras golpeado por accidente con ese gafete.

Sinceramente mi memoria se pierde en aquellos momentos. Solo sé que recuerdo que era muy feliz en esos momentos a su lado. De una manera peculiar -por las circunstancias- pero estábamos juntos. Las notificaciones de un mensaje suyo me ponían feliz como no tienen idea. En las llamadas el tiempo se detenía y las promesas se hacían reales. Todo lo que nunca pudo ser al fin era.

Los dos nos cansamos de escuchar y pedir perdón. Solo te puedo decir gracias por todo lo bueno, lo malo y lo incomparable que hiciste de mi vida durante tanto tiempo. Sé que las palabras y las acciones que hice no fueron suficientes. Mi corazón finalmente te pudo dejar ir, porque a veces decir adiós es crecer.

Pero cuando todo era la más pura y cálida de las felicidades, la luz de nuestra relación se apagaba lenta y dolorosamente. Ingenuamente intentaba encender la fogata con madera húmeda y en nada ayudó. Sucedieron una serie de eventos, personas y, además, la mala suerte que acompañaba nuestra relación volvió a acumularse. Y así, sin estar listo, me dijo adiós.

Y ahora, como esa vez en la radio escuchando Viento, que este mismo se lleve todo el mal del corazón y nos arrastre a nuevos lugares. Solo espero seas feliz. Gracias por estos años de felicidad. ¡Gracias!

Desesperadamente intenté de todo, pero sabía que todo era más que un páramo que parecía un deja vú irónico de nuestro amor. Nunca supe qué encontrar cuando la busqué, porque sé que fue la más estúpida de las acciones que pude tomar. Pero cuando quemó los recuerdos del futuro juntos, se creó un silencio insoportable por mucho tiempo.

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Estoy segura de que han escuchado historias de amor que terminan mal, en donde una parte tiene la culpa. Es más, les ha pasado que ustedes son los que están sufriendo un dolor tan único e irrepetible. Bueno, yo no vengo a contar cómo me han herido a morir en el amor. Voy a contar la versión de la historia donde yo no lo amaba. A fin de cuentas, es una historia de desamor ¿no?


C

omo en la mayoría de las historias, le conocí, hablamos, nos caímos bien, empezamos a hablar diario, a conocernos, a darnos cuenta que teníamos muchas cosas en común, de esas cosas tan simples como que ambos amamos los hot cakes, las galletas de coco, los huapangos, etc.

qué había pasado, qué actitudes eran esas con respecto a mí. Me sorprendió su respuesta, pues me dijo que yo le gustaba pero que no estaba seguro de a dónde quería llegar con esto y que necesitaba tiempo. De tan sorprendida que estaba solo le dije: “Claro que te doy tiempo, pero no vuelvas a hacer esto y cuando necesites algo, ahí estaré”. La verdad no sabía que le gustara de esa forma; digo, solo fueron unos besos de vez en cuando y una que otra salida. A partir de ahí fue cuando todo empezó a cambiar. Yo seguía con mi novio, con mis amigos, con mis materias. Volvimos a hablar como si nada la otra persona y yo, y seguimos saliendo y hablando. Para hacer las cosas más tristes, me seguí besando con esta persona.

Era obvio que tenía que llegar el día donde él me pidió ser su novia y yo dije que sí. Pero el problema es que, al mismo tiempo, conocí a otra persona. Con él hablaba no tan seguido, teníamos clases juntos, no teníamos mucho en común y, para serles sincera, ya había besos de por medio, pero sin ser nada. Hasta que llegó esa propuesta. Ahora bien, puedo decir con firmeza que quería a esta persona. Era increíble, me gustaba mucho hablar con él de lo que fuera; no hubo tema alguno que no tocáramos. Nos mandábamos notas en clases, nos dábamos detalles cuando estábamos juntos y teníamos el mismo círculo de amigos, ¡qué mejor que eso! Yo sabía muy bien que tenía pareja, pero ¿y la otra persona? Pues bien, éramos amigos, platicábamos, seguíamos saliendo y nos veíamos en clases. Esa persona me atraía mucho y no sabía bien por qué. Hasta que llegó un día como cualquier otro, en el que esa otra persona me dejó de hablar. Cerró toda comunicación posible y lo dejé de ver en clases. ¿Acaso había dicho u hecho algo que de verdad le molestó? Más desconcertada no podía estar y no sabía qué hacer, solo esperar.

Antes de salir de vacaciones de invierno yo estaba muy confundida, me llegué a preguntar si era posible amar a dos personas a la vez. Yo estoy segura de que alguna vez lo han oído o leído. Pero ¿de verdad pasa? La respuesta es ¡No! Alguna vez leí “no se puede amar a dos personas de la misma forma, si de verdad amaras a la primera, no te hubieras enamorado de la segunda” y es totalmente cierto. Entonces llegó como de la nada eso que muy muy en el fondo sabía…¡Y sí lo sabía, ya estaba enamorada de la otra persona. Me sentía tan alegre de hablar con él, de salir, de tomarnos de la mano, de besarnos! Y ¡no, no estaba del todo feliz! pues tenía novio. Y creo que terminar con él era lo mejor que podía hacer. Claro, había más opciones pero eran peores.

¿Saben qué es lo peor? que mi novio me dijo: “Hable con él, búsquelo. No deje que esto se haga más grande y pierdan su amistad.” Ahora veo dos cosas, a él de verdad le preocupaba y yo era una mala persona. Pero tomé su consejo y fui a buscar a mi amigo. Pasó lo que tenía que pasar: hablamos. Le pregunté

Me dispuse a hablar con él, pues ya estábamos de vacaciones, y una salida y una gran charla debía proceder. Ese día nos citamos en un parque muy bonito. Hablamos de cientos de cosas que no eran a lo que yo iba, pero se sentía bonito; hasta que ambos nos quedamos callados. Nunca sabes cómo empe-

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zar esta clase de conversaciones y menos qué decir y, para ser honesta, no recuerdo cómo comencé. Pero al parecer él sabía a qué iba y me lo dejó muy en claro, pues me dijo que nuestras actitudes habían cambiado, que ya no estaba todo como en un principio. Era cierto. Sin darme cuenta yo cambié mi forma de ser con él, aunque me hizo ver que no fui una persona grosera ni nada de eso. No le comenté que lo dejaba por otra persona, la verdad no sé si lo sospechaba; pero sí le dije la verdad, aunque no toda. Le dije que sí, que habíamos cambiado nuestra forma de ser, que se sentía diferente y que yo no veía crecer este sentimiento por él. Que efectivamente, lo quería muchísimo, que era una persona grandiosa, que se convirtió en alguien muy especial, pero hasta ahí. Solo lo quería, solo lo veía como un amigo, no de alguien del que me había enamorado y que dudaba mucho en que ese sentimiento crecería. Y repito, eso fue verdad, pero también que yo ya estaba enamorada de alguien más. No sé si quiso aparentar que entendía, pero yo estaba segura de que le dolió muchísimo y lo confirmó cuando me dijo: “¿Sabe? yo en este tiempo la he querido muchísimo, cada día más y más y…” y ahí lo interrumpí porque sabía qué me iba a decir, algo que ni de chiste quería escuchar. Solo le reiteré mi cariño hacia él, que es una gran persona y que si después de eso podríamos ser amigos de los buenos, pues la verdad yo no quería perder eso que tenía con él. Y así terminó ese día, ya tarde y con un corazón roto.

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Pero eso no es todo. Como lo dictaba el tiempo, perdimos algo de contacto, algo normal para las circunstancias (aunque en realidad nunca dejamos de tener contacto por completo y la verdad no quería). Me hice novia del otro sujeto y, para serles aún más honesta, yo estaba feliz.

algo por mí, que era difícil verme feliz con alguien más, y que él se esforzó por superarme, por solo verme como una buena amiga y que era tiempo de conocer a alguien más. Solo que cuando estaba con alguien más, lo único en lo que pensaba era en mí, mi nombre le venía a su mente y que no era justo hacerle eso a alguien más.

Regresamos a clases. A ambos los tenía en clases (diferentes, claro) pero cada uno por su lado. Aún teníamos el mismo círculo de amigos y, es más, incluí a mi nuevo novio con todos ellos. Así pasaron los semestre. Algo que no aclaré desde el principio es que a esa persona a la que le rompí el corazón y yo pertenecíamos a la misma carrera, entonces era evidente que tendríamos muchas materias juntos por delante.

Después de hablar de todo eso y a detalle, me dijo que a partir de ese momento nos íbamos a separar para que él pudiera superarme y sentirse bien conmigo y consigo mismo, y para que yo fuera feliz con mi novio. Yo no objeté, sabía que era lo correcto. Así que solo me dijo: “Puedo hacer una última cosa contigo”. Por supuesto que acepté, ¿qué más podía hacer? Me tomó para darme un último abrazo, solo que no me dio un abrazo, ¡me besó! Me robó un último beso que duró demasiado. Después de eso por fin nos separamos.

Como era de esperarse, seguíamos siendo amigos, me contaba de posibles novias y cosas que lo hacían feliz y eso de verdad me hacía feliz a mí también, me hacía pensar que todo este embrollo ya había acabado. Sin embargo, no duró, pues empezamos a tener distancia, platicábamos menos y llegó un día en el que me dijo que debíamos hablar. Otra vez regresamos a ese mismo parque en donde rompí con él y, sin tantos rodeos, me dijo que me amaba, que no sabía qué hacer después de todo este tiempo.

Aún queda un poco de historia qué contar pues, como les dije antes, aún teníamos demasiadas clases en común, pero solo les puedo decir que, aunque pasó el tiempo y tratamos de regresar a nuestra antigua amistad, todo acabó, pues él decidió alejarse por completo. Actualmente él y yo perdimos todo contacto. Nos hemos topado algunas veces en CU, pero es porque ambos trabajamos ahí. Y yo aún sigo con la persona de la que me enamoré.

Yo no supe qué estaba pasando, me dejó atónita. De verdad, escuché esas palabras salir de él y no supe si debía responderle o hacer algo o solo quedarme callada. Lo mejor que pude hacer fue preguntarle por qué. Y ahí fue cuando me di cuenta de cuánto lo lastimé. Me dijo que después de todo este tiempo aún sentía

Les escribo esto y sé que pensaran que soy una mala persona y demás adjetivos, pero ya me di cuenta que no solo nos han roto el corazón, si no que también hemos roto el corazón de alguien especial.

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Ciudad de México, Diciembre 2020 ADVERTENCIA: Apreciable destinataria, en esta carta se encuentra mi último gramo de esperanza. Mis fuerzas finales las ocupo para gritarle “te amo”. Le sugiero colocarse en una posición cómoda, acompañar la lectura con un macchiato caliente y poner como fondo “Reik-Creo en ti”, cuyo link puede encontrar a continuación. https://www.youtube.com/watch?v=snFhcHHdzT . Se recomienda el uso de audífonos.


M

uñequita linda:

Compartir mi soledad contigo fue un honor. Ha sido lo mejor de la vida. ¿Te acuerdas cuando preparamos nuestra cena romántica? Siento haber quemado la carne, no estaba, ni sabía tan mal después de todo. No entiendo cómo pudiste comerte ese trozo de carbón. Gracias por cómo te veías esa noche.

¿Cómo puedo agradecer la bendición de haber coincidido contigo? Posiblemente dedicándote las madrugadas de silencio y de ansiedad en la cabeza. Todo el día trae consigo ajetreos, deberes que hacer, listas de archivos por adjuntar y reuniones a las cuales asistir.

Recuerdo la vez que me regalaste el libro de Bukowski, corriste desde la parada del Pumabús hasta mí. Todas las veces que cantamos juntos. Verte en la biblioteca del edificio principal esperando que concluyeran mis clases. Ir por ti a tu facultad. Quedarnos horas hablando hasta la madrugada. Comer juntos muchas hamburguesas. Estudiar juntos. Compartir un 16 de septiembre. Por nada del mundo cambiaría la expresión que tenía tu carita cuando les regalabas dulces a los niños en Coyoacán el Día de Muertos (herencia de Víctor Hugo Piña). Llevarte de la mano. Escucharte. Mirarte sin que te dieras cuenta. Ver la calle, de noche, mientras hablábamos temblando de frío y fumando, momento romántico armonizado por el sonido del carrito de los tamales oaxaqueños.

Zoom, meet, y el eterno buzón del correo, privatizan las horas del día. Pero, cuando llega la calma, cuando ya no hay nada que hacer y mi única obligación es dormir, apareces tú y tu inconfundible cabello chino. ¡Debo descansar, maldita sea! Necesito dormir. Mañana tengo clase a las 7:00 y estás tú. Tú y tus ojos. Tú y tu nariz. Tú y tus labios. Tú y tu diálogo favorito: Es día de sándwich. Cada jueves le doy a pato, el pez, un sándwich de mermelada, y hoy no hay mermelada. Y entonces mi hermana me dijo que le diera un sándwich de atún. No le puedo dar a pato atún. ¿Tú sabes lo que es atún?

Es una eterna transición entre sonrisas y la más grande amargura. Cuando los sentimientos son tan contrarios, mezclarlos realza su sabor y sensibiliza el pecho –justo en su punto– para deleitar el dolor en el interior de éste. Todo esto en tu honor.

Compartirte mi realidad y mi espacio. Mi puerta de madera y mi ratón, el Cri-cri. Cuando me abrigaste en tus brazos en la madrugada después de despertar exaltado por la pesadilla recurrente. Dormir tomados de la mano. Compartir el mejor cumpleaños que he tenido: contigo supe lo que se siente volar.

Deseo con toda mi fuerza, regresar cinco minutos al diciembre de hace un año. Sólo cinco minutos. Posiblemente estaríamos frente al mar. Te daría un gran abrazo sin soltarte ni poquito. Te cantaría y te besaría muchísimo. Te diría lo preciosa que te ves. Cinco minutos de paz antes de regresar a este infierno. Volver irremediablemente al presente.

Aunque perfectamente sé que no hay marcha atrás, es innegable que, a esta historia, nuestra historia, le restaba demasiado por contar. Pero esta estúpida pandemia lo tuvo que arruinar todo. Tuvo que hacer pedacitos las esperanzas,

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los planes, los tiempos y hacerlos incompartibles. Tuvo que echar a perder lo que con tanta dedicación se construyó. ¡Te extraño! Te extraño tanto que no puedo soltarte. Involuntariamente todo lo vivido regresa. Te extraño y te amo igual o tal vez más que aquel fatídico marzo en el que todo comenzó a pudrirse. Estoy muriendo de amor por ti, por la persona maravillosa que descubrí. Por esa inmejorable compañera que la vida me dio para sobrellevar uno de los peores momentos. Por ese complejísimo universo de ideas y sueños que hay en tu cabeza. Admiro tu determinación, tu inteligencia, tu forma de luchar contra la vida, la forma que tienes de planear y resolver problemas. Amo tu fortaleza y tu rebeldía. Serás una gran pediatra. Y seguirás teniendo el mundo a tus pies. Andarás por la vida despeinada y despreocupada, pero sin duda lucirás preciosa. Te adoro, mi amor, con todo mi ser y con todas mis fuerzas, aunque éstas estén incompletas. Apreciable destinataria, agradezco muchísimo la paciencia que ha mostrado y el hecho de que haya llegado hasta esta parte del documento. Como ha leído, he desmembrado mi corazón para regalárselo a usted en esta carta. Esta es la última que, por obvias razones, le haré llegar. Después de la presente, cesaré las publicaciones, los estados y toda manifestación que pueda referirle o incurrir en una falta de respeto hacia usted. Con gran afecto. LII. (La integral incompleta)

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“A esa persona que creías especial nunca le gustaste. Sólo le gustaba la forma como la tratabas, siempre estabas ahí para esa persona y por esa persona.”


H

ace poco leí esta frase en una página de Facebook, red social de la que me es difícil desprenderme desde que amanece hasta el anochecer. Es mi único escape de la realidad. Cuando leí esto, recordé de inmediato lo vivido en mi última no-relación fallida. Algo ya típico y muy recurrente en mi vida.

Mi historial amoroso con los demás signos es demasiado largo. Mi primer amor fue un virgo y mi primer novio un sagitario. Por poco enlazo mi vida para siempre con un cáncer y terminando esa fatídica relación conocí al libra más liberal y genial que pude conocer, pero con quien definitivamente nunca tendría futuro. Todo para finalmente conocer en acuario al amor de mi vida.

Desde siempre el tema de los horóscopos me ha llamado mucho la atención. Cuando era una adolescente me gustaba mucho leer en revistas y en periódicos lo que me tenía deparado el destino. Estoy consciente que esas no son más que frases trilladas y prefabricadas. Pese a ello, me gusta creer lo que nunca me sucederá, siendo ilusa sobre con qué signo zodiacal congeniaré mejor y en cuál encontraré a mi alma gemela.

Pero esta vez hablaré de mi historia a distancia con otro sagitario. Bien dicen que agua y fuego no se llevan, pero lo olvidé cuando conocí a aquel muchacho que, independientemente de su belleza física, me cautivó con su labia e inteligencia. Yo soy aquella a la que él llamaba “Shibaru”. Lo conocí hace exactamente un año. En el momento justo cuando mi vida amorosa iba en decadencia con el liberal libra, pues en ese entonces él estaba próximo a cambiarme por su nueva conquista. Libra me había enseñado que el apego nunca es bueno. Claramente esa lección sigo sin aprenderla aún, pues mi alma de pez se queda anclada en la red de la fantasía.

Soy piscis de nacimiento y lo odio. Siempre he dicho que piscis es el signo más débil y absurdo del zodiaco. Es simple, somos patéticos y sentimentales. Tengo varias historias de desamor por el simple hecho de ser una mujer “enamoradiza”. A todos les encanta oír mis desamores, en su mayoría todos efímeros y, aunque los platicó entre risas, sé que derramé más de una lágrima por personas que sobraban en mi vida.

En ese momento en realidad no tenía ojos para nadie más, pero sagitario llegó con su personalidad intempestiva y mostrando interés en mí inmediatamente. A la vez, eso me llenó de gran inquietud. ¿Qué es lo que quería de mí?

Cuando conozco a alguien nuevo, la primera pregunta que salta a mi mente es ¿en qué mes naciste? Claro que no lo hago para saber su cumpleaños. Más bien lo hago para investigar si es una persona compatible o si tengo algún futuro con esa persona.

Lo conocí en el servicio social y ahí pasábamos gran parte del tiempo, pero las largas horas ahí metidos no le eran suficientes. Quería captar mi atención en todo momento y

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la verdad es que lo conseguía. Hablábamos todas las noches hasta que el sueño lo vencía. Sería muy romántica si dijera que hablábamos de nosotros, porque no fue así. A él lo que más le gustaba era hablar de sí mismo y, aunque no tolero a las personas vanidosas, a mí me encantaba escucharlo hablar y saberlo todo de él. Eran llamadas tan largas que no importaba que dejara de hacer mis deberes. Yo solo tenía tiempo para oír acerca de sus problemas y progresos. Cada que nos veíamos había ciertos intercambios de miradas y de palabras que sólo nosotros conocíamos. Eso hacía de nuestra relación algo emocionante pues teníamos que guardar discreción ante los demás. Era como una especie de juego de seducción y eso nos gustaba. Yo me convertía en agua hirviente cada que hablábamos a la distancia. Había momentos en los que yo quería seguir con el protocolo clásico del romanticismo, pero él ponía una barrera. Era claro, yo me estaba enamorando de alguien a quien solo le interesaba mi amistad.

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Como toda piscis, en marzo mi cumpleaños estaba programado y esperaba con ansias festejarlo. Pero todo se derrumbó gracias a la llegada inesperada de un virus extraño de procedencia asiática.

Fue así como comprendí que él no estaba enamorado de mí, sino que él estaba encantado con la atención y forma en la que lo trataba. Porque les aseguro que al final del día ni siquiera sabía que el turquesa es mi color favorito.

Fue así como el inicio de la pandemia echó a perder mis planes y lo que tenía con aquel sagitario, pues ahora la convivencia en la facultad era algo imposible. Pero seamos honestos, cuando hay amor e interés cualquier obstáculo no es impedimento.

Con la cabeza caliente y el pecho herido, mi estúpido sentimentalismo lo echó a perder todo. Nos dijimos cosas hirientes y en un arranque de ira, él decidió cortar toda comunicación conmigo. Yo simplemente me resigné a no volver a saber más de él y a desearle la felicidad que una vez pensé para los dos.

En esta historia no hubo amor mutuo así que el interés se fue perdiendo gradualmente. Sabía que el final estaba cerca cuando supe por cuenta propia que el amor más grande de su pasado, y quien le había hecho tanto daño, había vuelto.

En víspera de año nuevo, sagitario regresó después de haberme eliminado de Facebook. Mandó un inbox saludándome. Fue sumamente raro y me arriesgué a preguntarle: - ¿En todo este tiempo, ¿qué cambió para que me volvieses a hablar?

Fue así como una mañana desperté entre lágrimas cuando por medio de un mensaje de WhatsApp, me pedía perdón, asegurándome que lo nuestro solo quedaría en plan de amigos, pues ya le había dado la oportunidad a alguien más de estar con él. Y sí, yo sabía que en cualquier momento regresaría con la persona que una vez lo destruyó, dejándome a mí a la deriva con el corazón roto y sintiéndome reemplazada. Pero no se equivoquen, los piscis lloramos con la misma facilidad con la que llueve en julio.

A lo que él me respondió “Porque te quiero…”. Hoy en día mi vida amorosa no puede empeorar más. En tiempos de pandemia lo único que me queda es chatear con desconocidos, aburrirme de lo mismo, conocer a gente nueva y olvidarla al poco tiempo. Todo para después regresar a lo de siempre: esperar a que ese indeciso géminis me invite de nuevo a salir quizás cuando termine el semáforo rojo, es decir nunca.

Ese día fue devastador pues mis pocas ilusiones se habían hecho añicos, como siempre. Hace poco libra me había abandonado y después sagitario continuó con la tradición. No tuve más opción que contarle mi secreto a mi mejor amiga. Le era tan leal a sagitario que a nadie le había dicho ni una sola palabra de lo que pasaba entre los dos.

Después de todo lo ocurrido aún me pregunto ¿y si esta pandemia, al igual que su ex, nunca hubieran aparecido?,¿pudimos llegar a ser algo más que amigos? Sin embargo, las dos situaciones vendrían a significar lo mismo, el fin de mi última ilusión.

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En tiempos de pandemia y de cuarentena es difícil enamorarse de alguien, pues esto implica estar separados; pero eso no me impidió enamorarme una vez más. Ella era un Ángel, así le decía de cariño. Mi historia con ella se remonta hasta el 4º año de primaria, cuando la conocí y no pude olvidarla desde entonces. Mantuve comunicación espontánea durante un tiempo, pero no fue hasta inicios del 2020 que empezamos a hablar de manera continua. Así nos fuimos conociendo nuevamente después de muchos años.


L

yo y si me decía que no me necesita también dejarla tranquila.

amentablemente llegó la pandemia y no hubo un reencuentro hasta junio que se relajó la situación y pudimos vernos. Fue entonces cuando le declaré lo que sentía por ella. En ese tiempo de hablar y hablar me enamoré aún más de ella. Para mi suerte, ella también sentía algo por mí. Entonces nos hicimos novios el 16 de junio y todo marchaba de maravilla ¡como de antología!

Creí hacer las cosas bien por ella, nunca le falté el respeto, no me gustaba imponer cosas, como cuando salíamos a dónde ir o qué comer. Porque en una relación ambos tienen que escoger y cuando están de acuerdo funciona de maravilla. Pero nada dura para siempre y todo lo bueno acaba.Cuando la relación parecía ir bien, un día de la nada se enojó. No era la misma, me contestaba cortante, incluso no me contestaba, yo sin saber el porqué. En realidad así fue, jamás hice algo que realmente la molestara, no fue hasta después que verdaderamente supe el motivo de nuestra ruptura. Yo sé que solo buscaba un pretexto para hacerlo y volver con su ex.

Puedo decir que a ella la amé como no había amado a nadie, aunque no sé nada sobre el amor sé amar a mi manera. Desde un mensaje de “buenos días”, hasta pequeños detalles que le daba. Le regalé muchos dibujos porque a mí me encanta dibujar, ella apoyaba muchas de mis pasiones y se declaró mi fan número 1. Con ella entregué mucho de lo que podía dar, porque creí que lo merecía. La abrazaba como si no la volviera a ver, la admiraba como se admira a un artista, ella era mi musa. No pasaba un momento que no la mirara a los ojos y le dijera “te amo”, el más sincero que me salía. Le dediqué canciones que en mi vida me habría imaginado. La sorprendía robándole un beso, porque estaba seguro de que la amaba.

No sé porqué esa necesidad de volver a algo que no funcionó una vez o dos veces, porque así fue terminaban y volvían después de un tiempo. Jamás entenderé su manera de pensar, cuando conmigo tenía más de lo que jamás tendrá con él. Yo la trataba como una diosa, le entregaba todo mi amor; tal vez ese fue mi error. Dicen que quien se entrega por completo jamás regresa entero. Yo me considero un amante verdadero, pero no la clase de amante que es infiel, sino el que en verdad ama a alguien.

No habría querido dejar de hacer eso, porque me hubiese gustado conocerla aún más. Yo creo que mientras más conoces a alguien puedes enamorarte más. Aunque fue relativamente poco el tiempo de ser novios y conocerla, supe que por ella hubiera hecho todo lo que estuviera en mis manos para hacerla feliz. Quería ser más que su novio, ser su amigo, amante, confidente, pareja, alguien que esté para apoyarla. Si me necesitara, ahí estaría

Tal vez algunas mujeres se pueden aburrir de este tipo de hombres: los románticos, los detallistas; porque no son su tipo de hombre y esto pasó con ella. Estoy agradecido por haber terminado, porque ella no era la indicada y estoy feliz y bien con ello porque yo no fallé en la relación. Dí sin ver a quién se lo daba

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y creo que está bien porque no sabes qué tipo de persona estás tratando hasta que de verdad las cosas se ponen mal.

gará alguien a quien pueda darle mucho más amor y sí lo valore; lo importante es no rendirse. Alguien llegará un día y estarás agradecido de no estar con la persona anterior porque no era la elegida, y de eso se trata aprender y conocer gente. Aunque creas que es para ti, nunca estamos seguros de eso, ni siquiera el tiempo lo define. Hay relaciones hasta de cinco años donde todo parece ir bien pero alguno termina siendo infiel o engañando al otro. Yo no sé nada sobre el amor. Sólo sé amar a mi manera y cuando llegue la “indicada” la haré muy feliz.

Me hizo feliz y la amé el tiempo que tenía que amarla. El día que todo acabó en realidad fui yo quien puso fin, porque ya no se veía interés de su parte y yo sinceramente no iba a rogar amor que no me iban a dar. Aunque yo daba mucho, no esperaba recibir lo mismo, pero si lo mínimo. Mi amor es incondicional pero también esperaba recibir algo a cambio. Yo pienso que hice las cosas bien, lo único que hice fue amarla; le entregué todo y parecía que ella no pudo seguir haciendo lo mismo que en un inicio. Me decía que no tenía obligación de decirme o hacerme ver mis errores, porque a ella nadie le hizo ver sus errores, pero que no quería pasar por lo mismo. Entonces yo no entendía cómo no quería pasar por lo mismo si no me hacía entender qué hice mal, para no volverlo a hacer. Aunque yo sé que no hice nada realmente malo como para terminar, aunque disfruté de cada momento junto a ella sabía que nada iba a ser igual y me hizo muy feliz el tiempo que estuvimos juntos. Solo espero que pueda ser feliz con alguien, porque parece que conmigo no pudo serlo y se rindió. También por eso decidí retirarme de una batalla que no iba a ganar; aunque luché todo lo que pude hasta el final por ella y aprendí a no insistir donde no es para ti, porque cuando es para ti no tienes que hacer esas cosas. También aprendí que aunque entregué todo y amé como a nadie, sé que no debo cambiar. Lle-

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En todos lados las noticias iban de lo mismo: el virus ha alcanzado el 10 por ciento de mortalidad, las personas caen enfermas, los hospitales están saturados. Los comercios tendrán que cerrar puesto que el pico se dará en marzo. No hay alcohol y se están agotando los víveres.


V

eía las noticias desconcertado sobre lo que iba a pasar. Los primeros días parecían normales. Trataba de mantenerme ocupado los días que estuviese encerrado así que mensajeaba con mis amigos y trataba de conocer personas nuevas, aunque fuese por redes sociales.

gris que me parecen la cosa más hermosa del mundo. Aunque ella decía que ese color era por tomar tanto alcohol y solía decir que no era para nada cálida. Sin embargo, el hablar con ella era como poner las manos al fuego. Solía salir con sus amigos y familiares. Iba al centro comercial a comprar cosas y me contaba lo que pasaba en su día. No podía evitar sentirme triste por no poder salir con ella. Pensaba que se aburriría en un par de semanas y no sabía qué hacer para evitarlo. Quizás lo mejor sería que ella encontrara alguien con quien poder salir.

La conocí en marzo cuando el clima aun es fresco, pero poco a poco se anuncia el clima húmedo y la llegada de la primavera. Así sentí su llegada a mi vida. Como con cualquier otra persona, no sabía que iba a pasar entre nosotros. Solo se me parecía atractiva y me agradaba compartir mi día a día con alguien y saber lo que pasaba con ella.

Aquella chica estudiaba en una preparatoria de artes. Sabía sobre música, escritos, pintura, teatro y muchas cosas más. Siempre me sorprendía todo el conocimiento que tenía. Solía mostrarme pinturas aun sabiendo que yo no sabía nada; después me preguntaba qué opinaba y cuál era mi percepción de alguna pintura.

Desde que empezó la pandemia no he salido para nada. Mis padres son médicos y han sido extremadamente precavidos en cuanto a la cuarentena. Odio ver en todas mis redes sociales como todos se divierten, como salen con sus amigos o parejas, mientras yo solo pueda ver el mundo a través de una pantalla.

Recuerdo que alguna vez discutimos sobre “Los amantes” de Rene Magritte. Yo afirmaba que el beso entre dos personas que tienen una bolsa en el rostro podría simbolizar que, a pesar de no conocer del todo a la otra persona, el amor hacía que diéramos un salto de fe. Le pareció curiosa mi percepción pues ella pensaba que no importa qué tanto estás con otra persona, jamás terminas de saber quién es, sin embargo, permaneces a su lado.

Sabía que podía dejar mi casa, pero si lo hago sería para siempre. He soñado en que llegue ese día, sin embargo, no quiero desperdiciar todo el tiempo que ya he invertido en la universidad. Además, este semestre tuve que comprar material para mis asignaturas, lo cual pegó a mis ahorros de escape. Así que no puedo hacer nada, estoy varado un tiempo más. Todo esto a ella no le importó, dijo que quería estar conmigo. Parecía que encontró en mí la calma de su ajetreada vida. Ella tiene una estatura promedio, aunque me ha dicho que se siente pequeña. Tiene tez blanca como la luna, cabello oscuro como la noche y sus ojos color

Ella, quien en ese momento era mi novia, hacía un trabajo sobre Dalí. En uno de los tantos puntos que mencionaba, uno llamó sin duda mi atención: “el arte puede servir para mirarte a ti mismo, como si fuera un espejo

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de figuras exóticas que te muestran lo que no quieres ver, lo que esconde tu ser”. Sin darnos cuenta habíamos pasado por un mes de relación. Aunque no podíamos demostrar nuestro amor físicamente, el sentir que alguien te escucha y te apoya es una caricia al alma. Es raro contar que tienes una relación a distancia, que tienes una novia de Facebook. Pues aun cuando la tecnología es parte de nuestro mundo actual y forma de vivir, se mantiene la incertidumbre y miradas despectivas para quienes tienen una relación virtual. Pasó su cumpleaños rodeada con su familia, amigos y todas sus personas queridas excepto yo. Pasé mi cumpleaños observando un mensaje de felicidades, deseando que todo fuera diferente. No tuve ni oportunidad de desearlo. Llegamos a época navideñas y parecía que las diferencias se hacían más grandes. Puntos de vista diferentes, formas de ser distintas… todo lo que una vez nos unió ahora no separaba lentamente. Mientras la incertidumbre de un amor a distancia no cesaba. ¿Acaso es verdadero? ¿puedes confiar en alguien a quien ni siquiera puedes verla a los ojos? ¿El tener una relación a distancia solo hace que nos duela más? Ojalá hubiera tenido las respuestas a tiempo. Al final discutimos y terminamos. No sabía qué pensar o si incluso debía pensar en algo más, pues

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ahora ya no tendría sentido. Me quedé con una lista de cosas que ahora jamás serían hechas. Una falsa ilusión de felicidad y la realidad de que mi jaula de oro ahora solo sería una jaula. Traté de despejar mi mente escribiendo, haciendo cosas de la escuela, ayudando a limpiar la casa, pero tarde o temprano me alcanzaban mis pensamientos. Antes pensaba que la pandemia tendría que terminar. Que todo el tiempo que durase sería tiempo perdido y entre más rápido volviéramos a como era antes, todo sería mejor. Sin embargo, aprendí que la vida durante el virus sigue siendo parte de nosotros y es nuestra nueva vida por el tiempo en que estemos aquí. Hay que aprender a disfrutar los pequeños momentos que entre todo esto se vislumbran.


Esta historia de amor inicia en 2017. Tenía 17 años y me gustaba una chica muy bella, carismática, atrevida, muy popular y de unos ojos verdes preciosos. Ella publicó su número en sus redes sociales y fue ahí cuando decidí atreverme a escribirle de una manera poco común.


Q

uería hacerme notar entre tantas personas que la admiraban así que decidí llamarme “A”. Le escribía a diario de esta manera anónima para sacar siempre algún tema de conversación. La hacía reír y las pláticas fluían muy bien. Ella siempre insistía en querer saber quién era. Me confesó que me seguía la plática por el misterio que le causé. ¡Mi estrategia funcionó! Logré llamar su atención.

La plática fluyó y salió el tema de que ya llevaba meses soltera y estaba intentado contactarme, pero siempre la dejaba en visto. Me comentó que se encontraba en la Ciudad de México por un par de días, así que después de 3 años, decidimos conocernos en persona. Fue un 27 de junio cuando acudí a donde se encontraba. No podía creer lo que sentía, mi corazón explotaba. Sabía que era una chica muy bella, pero al tenerla frente a frente me di cuenta de que era más que eso. Era preciosa. Platicamos por horas y me di cuenta de que aquel amor de la adolescencia seguía teniendo mucho impacto en mi vida.

Después de unos meses de charla, un día decidí mostrarle mi foto y nombre. En ese momento la atracción fue mutua. Lamentablemente no pudimos concretar una relación pues aún estaba clavada con su ex relación de años. Tampoco pudimos conocernos en persona pues ella era de Pachuca y yo de la Ciudad de México. Así fue como me olvidé de ella y seguí mi vida normal.

Fue amor a primera vista y las cosas marcharon bien. La pandemia nos impedía vernos así que continuamos hablando como lo hicimos aquella primera vez -hace 3 años- mediante redes sociales. Nos veíamos de vez en cuando con todas las medidas de seguridad. Todo fluyó muy bien así que, el 21 de agosto del 2020, decidí pedirle que fuera mi novia.

Pasaron los años y veía sus publicaciones en redes siendo feliz con aquella persona y me daba gusto verla así. Algunas ocasiones, recibí solicitudes de amistad de su perfil y las aceptaba, pues pensaba que eran de otras cuentas que se hacían pasar por ella. En realidad, era el mismo perfil, sólo que no había notado que me borraba y me volvía a agregar.

Se quedó en la ciudad varias semanas conmigo, conoció a mi familia y a mis amigos más cercanos. Todo marchaba bien. Teníamos una relación muy linda, nos amábamos mucho.

Esto duró 3 años. Me escribía, pero dejaba en visto sus mensajes. No por rencor, en realidad estaba muy ocupada con asuntos de la universidad hasta que un 6 de julio del 2020 volvimos a tener contacto por redes sociales. Teníamos 3 años pendientes de conversación así que la plática comenzó con la típica pregunta: ¿qué ha sido de ti?

Lamentablemente era una chica muy inestable emocionalmente y le costaba entender qué es lo que quería. Tenía altas y bajas muy repentinas de ánimo además de encontrarse desubicada en varios aspectos de su vida. A eso se sumó una noticia que empeoró su situación emocional: se mudaría de Pachuca a Mérida.

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Fue un cambio repentino. Sin poder hacer más, se fue. Ahora nos separaban 1311.2 km sin embargo seguíamos intentándolo hasta que se rindió. Decidió que quería un espacio para ella y es comprensible. Los cambios imprevistos complicaron las cosas a su situación emocional y con ello nuestra historia de amor terminó. Así fue como mi amor de la adolescencia, se volvió mi amor de pandemia y más tarde, mi amor a distancia. Al final entendí que ella solo quería tiempo para pensar en sí misma, no estaba lista para una relación. Hoy, 27 de noviembre, con lágrimas en los ojos no me queda más que agradecer por los momentos y experiencias que vivimos. Aquellos momentos en los que me acompañaba a mi trabajo, cuando hacíamos carnitas asadas o los días en que tomábamos juntas mis clases en línea. Agradezco esas mañanas cuando al despertar la tenía a mi lado, la miraba a los ojos y le daba un beso; seguido de ello le preparaba sándwiches con caritas felices para desayunar. Gracias por esos viajes en carro cantando a todo pulmón nuestras canciones favoritas. Me hubiera gustado poder concretar todos esos planes que teníamos para cuando la pandemia terminara y seguir creando momentos inolvidables. Si algún día llegas a leer este escrito quiero que sepas que me enamoré de ti. Adiós, amor. Te llevo en mi mente y corazón como un bonito recuerdo de todo lo que nos faltó ser.


HISTORIA GANADORA del concurso “Historia de Desamor “ Vol 3 Amor a Distancia


S

entía el sol en la cara y en la oreja izquierda, miraba la tristeza de las hojas en los árboles provocadas por el viento que se movían frente a mis ojos dándome el espectáculo del día. De cuando en cuando, pasaba alguna persona por la calle, pero me volteaba para no sentir que invadía su camino con mi fuego tornasol. Más que un fuego, por dentro se sentía como una ameba alargando los seudópodos para desplazarse. Sentía como esos seudópodos me recorrían por dentro y sentía encogerse una parte de mi cuerpo inexplorada por mis manos. Corrían hasta mis dedos y cuando me tocaba la cara para cubrirme del sol me contagiaba la cara, los ojos y el pelo. Luego recargaba los brazos en la pared que me llegaba hasta los pechos. Sentía como los aplastaba contra el muro que también estaba hirviendo y entonces corrían también por los tabiques, era un fuego que caía como cascada. Tal vez si desviaba la mirada de las otras personas las libraría de este fuego, que pocos quieren tocar, uno que disfruto tanto o más que una de esas pláticas echados en el pasto. Esas platicas en el pasto... Caminábamos a casa y de repente nos callábamos esperando a que alguno de los dos pronunciara la esperada propuesta de cada tarde: ¿Tienes algo que hacer? ¿Vamos al pasto un rato? Qué divertido es recordarte. Ese rato se convertía en un ínfimo e infinito momento de admiración y atención para el otro. Decíamos “un rato” para disfrazar lo que en realidad queríamos decir: “Quiero echarme toda la tarde a ver el cielo contigo, ¿vienes?”. Me gustaba oír tu entrecortado y veloz acento de la costa. Sentía que de alguna manera tu mirada siempre aguardaba por un beso. A veces después de reír a ratos usábamos la mochila

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de almohada, nos quedábamos de frente y nos mirábamos por segundos. Bochornosamente pronunciábamos cualquier palabra intentando hacer menos evidente nuestra imbecilidad. Siempre he estado hecha de ese fuego, siempre he estado hecha de nostalgia. Pero de ninguna manera esa nostalgia me ha imposibilitado. De hecho, me place paralizarme con ella cuando llega y toma asiento en ese lugarcito inexplorado aún por mis manos. Porque no es más que un síntoma de mi libertad y del glorioso catálogo de emociones que puedo experimentar. Posiblemente descubra una para cada día de cada semana. Quizá se extienda hasta tener una diferente para cada día de cada mes. Los días se volvieron incontables y a este rinconcito de azotea ya lo he atascado y hasta torturado con mi fuego. Lo he atiborrado con canciones, sonatas, nombres de personas y plantas. Lamento no tener mi vida en los lugares de antes, en las calles que me gustaban y en los jardines a los que siempre íbamos. Lamento no poder hacer las cosas que me gustaba hacer, las que te gustaban a ti y las que compartíamos; la comida, el elevador, la cama, pero sobre lamento no tenerte a ti. Lloré la partida, lloré la impotencia, lloré por todo lo que me arrancó el tiempo de las manos. Me aferré como se aferra el cochambre a la alacena y terminé con las manos ensangrentadas. Pero, desde este punto inexacto del universo con coordenadas geográficas exactas, abrazo la soledad. Si alguna vez nos enseñaron que la soledad es triste y el distanciamiento acongojante, hoy creo que son de las únicas cosas que podemos hacer verdaderamente nuestras. Hoy recibí suficiente nostalgia como para alcanzar a ver lo que ya no es.

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@NigromanteFI


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