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El trasfondo de lo fantástico: La invención de Morel

Por Carolina Alamilla Sánchez

La invención de Morel, primera novela escrita por el autor argentino Adolfo Bioy Casares en 1940, relata la historia de un fugitivo que se ha ido a refugiar a una isla abandonada en donde aparentemente se encuentra solo, sin embargo esto no es completamente cierto, ya que comienza a estar en contacto con unas extrañas apariciones de imágenes tridimensionales que parecen vivir en la isla desde mucho antes que él. En este escenario se desarrolla una insólita historia de amor entre el fugitivo y Faustine, una joven que es parte de las apariciones de la isla, y que juntos comenzarán a vivir experiencias desfasadas en tiempo pero congruentes en el espacio.

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Esta novela se ha convertido en una pieza clave de la literatura fantástica latinoamericana, la cual se diferencia de la anglosajona o la europea, ya que no introduce elementos como hadas, vampiros, dragones, etc. Sino que se basa en crear un ambiente cotidiano o natural y agrega un pequeño toque sobrenatural que hace dudar al lector si lo que está leyendo puede ser real o no. De aquí que Tzvetan Todorov (1981) se refiera a lo fantástico como: “La ambigüedad subsiste hasta el fin de la aventura: ¿realidad o sueño?: ¿verdad o ilusión? Llegamos así al corazón de lo fantástico. [..]Lo fantástico ocupa el tiempo de esta incertidumbre. En cuanto se elige una de las dos respuestas, se deja el terreno de lo fantástico para entrar en un género vecino: lo extraño o lo maravilloso. Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural.” (pág. 18, 19).

De aquí que Bioy Casares haya podido ejecutar perfectamente lo que a lo fantástico se refiere, ya que incluso hasta más o menos la mitad de la novela se puede percibir un ambiente completamente real, sin embargo cuando las apariciones de las imágenes tridimensionales comienzan a suceder, uno como lector (e incluso el mismo protagonista) comienza a formular teorías basadas en los conocimientos propios, tratando de explicar lo que está sucediendo y es entonces donde se ha caído en la trampa de lo fantástico. Y aún más cuando Morel comienza a explicar el funcionamiento de su máquina:

“La ciencia, hasta hace poco, se había limitado a contrarrestar, para el oído y la vista, ausencias espaciales y temporales. […]Una persona o un animal o una cosa, es, ante mis aparatos, como la estación que emite el concierto que ustedes oyen en la radio. Si abren el receptor de ondas olfativas, sentirán el perfume de las diamelas que hay en el pecho de Madeleine, sin verla. Abriendo el sector de ondas táctiles, podrán acariciar su cabellera, suave e invisible, y aprender, como ciegos, a conocer las cosas con las manos. Pero si abren todo el juego de receptores, aparece Madeleine, completa, reproducida, idéntica; no deben olvidar que se trata de imágenes extraídas de los espejos, con los sonidos, la resistencia al tacto, el sabor, los olores, la temperatura, perfectamente sincronizados. Y si ahora aparecen las nuestras, ustedes mismos no me creerán. Les costará menos pensar que he contratado una compañía de actores, de sosias inverosímiles” (Bioy Casares, 1999, pág. 87-88)

En este pequeño fragmento, sobretodo la última oración se puede ver al autor, queriendo incluso engañar a los propios personaje al darles una segunda explicación más viable ante lo increíble de sus palabras.

Ahora bien, haciendo un poco de énfasis en este fragmento se puede ver una de las primeras menciones de la ciencia en la novela, ya que más adelante se continúan dando más detalles del funcionamiento de la máquina, porque lo entonces Bioy Casares también se aventuró al terreno de la ciencia ficción, y es de hecho bastante visionario porque esta máquina, vista ahora desde los ojos de la actualidad, es una clara referencia a lo que ahora conocemos como realidad virtual, claro que la realidad virtual se queda corta en comparación a lo que la máquina de Morel era capaz de realizar, pero si bien el principio va medianamente encaminado a lo mismo.

Es en este proceso de entendimiento de lo que está pasando, que el protagonista comienza a vivir una serie de dudas existenciales acerca de lo que es real o no, si él es real o no, o si está vivo o muerto, y es a partir de ese punto donde comienza también la parte de novela psicológica que viene inmersa, en dónde se llega a comparar como es nuestra vida con respecto a la vida producto de la máquina de Morel, la cual se limitará a las circunstancias que se vivieron cuando se tomaron las grabaciones y que de esta forma nada más podría ser capaz de convivir con esa realidad, y es entonces donde el autor dice: “El hecho de que no podamos comprender nada fuera del tiempo y del espacio, tal vez esté sugiriendo que nuestra vida no sea apreciablemente distinta de la sobrevivencia a obtenerse con este aparato.” (Bioy Casares, 1999, pág. 104).

De ahí que haya que preguntarse el por qué subyacente de la novela, ¿Por qué tomarse la molestia de introducir un elemento fantástico a algo que parece entonces ser igual que nuestra propia realidad? Y la respuesta es, que la novela está incluyendo un tema más y que cimbra las bases de la propia historia, y es la idea del eterno retorno, ya que estas proyecciones están destinadas a reproducirse por siempre, una y otra vez exactamente igual que como sucedieron la primera vez. Sobre esto Milan Kundera (1993) dice:

“El mito del eterno retorno viene a decir, per negationem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan. No es necesario que los tengamos en cuenta, igual que una guerra entre dos Estados africanos en el siglo catorce que no cambió en nada la faz de la tierra, aunque en ella murieran, en medio de indecibles padecimientos, trescientos mil negros. ¿Cambia en algo la guerra entre dos Estados africanos si se repite incontables veces en un eterno retorno? Cambia: se convierte en un bloque que sobresale y perdura, y estupidez será irreparable” (pág. 7)

La idea del eterno retorno es enigmática ya que algo que ha de repetirse infinitas veces le confiere peso al hecho, cada una de las acciones ahí representadas adquieren mayor importancia y por lo mismo es posible condenarlas con mucha más severidad, y Morel era consciente de ello, por consiguiente se esforzó en que la semana grabada con su máquina fuera lo más perfecta posible. Es entonces, la presencia de esta carga la que hace que nuestra existencia sea lo más real y verdadera, que tenga mayor significancia y que seamos plenamente conscientes de que existimos y de cómo lo hacemos.

Entonces bien, la evidencia y la oportunidad que se presentan en la novela de estar inmersos en verdad en el eterno retorno, abre por supuesto la posibilidad de la inmortalidad ante el protagonista y es también el profundo deseo de Morel (ya que él ideó todo esto), y en general del humano como especie. Esta idea termina por seducir al protagonista cuando decide someterse a los efectos de la máquina, en donde deja su existencia ligera y en cambio adquiere la carga de retornar eternamente.

En conclusión, es evidente que Borges no se equivocaba al calificarla de perfecta. Es una novela bien elaborada donde cada uno de los elementos está bien justificado y sobretodo aporta mucho al género fantástico el cual se juzga de tener poco compromiso social, sin embargo esto no es así, ya que más bien usa muchos simbolismos, lo que le da un significado mucho más profundo como es el caso de esta obra.

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