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Marzo, donde todo inició y todo terminó

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La Netflix

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Por Mirtha Vargas

Jamás olvidaré aquel recuerdo de marzo donde todo inició entre tú y yo. Ambos sabíamos que éramos muy jóvenes, no sabíamos que nos iba a deparar el futuro. No conocía mucho de ti, ni tú de mí, pero lo que sí sabíamos es que estábamos enamorados.

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Los primeros meses fueron llenos de alegría, amor, diversión y luz. Realmente parecíamos niños pequeños, disfrutando de cada segundo del tiempo que nos dábamos porque simplemente éramos felices con tan solo vernos unos minutos; realmente disfrutábamos de las pequeñas cosas.

Conforme fueron pasando los meses, las cosas fueron cambiando. Hubo grandes noticias como el hecho de que te graduaste de la prepa, sin embargo habías acordado con tus padres que trabajarías en vacaciones por quedarte un año más en la preparatoria. Aunque ya no lo quisieras hacer, lo debías hacer; esa no era una buena noticias para ambos, porque no nos podríamos ver en vacaciones. Pero juramos que si lográbamos pasar cada obstáculo que se nos presentará, nuestra relación iba a ser cada día más fuerte.

Cuando te dieron la noticia sobre en dónde ibas a estudiar, no sabías cómo decirme que no íbamos a estar en la misma universidad. Venía en camino otro reto más pues no nos íbamos a ver tanto como antes por las distancias.

Saber que esto solo era un pequeño trago amargo de lo que realmente se iba suscitar después, ya que desde antes de comenzar la relación, tú decidiste contarme que sufrías de esquizofrenia. Claramente no sabía en qué situación tan difícil me iba a meter y te acepté tal cual eres. Poco a poco me fuiste alejando de personas que yo amaba, cambiaste mi ritmo de vida hasta depender emocionalmente de ti sin darme cuenta.

Realmente yo buscaba un bien en ti porque veía una chispa en tus ojos que no había encontrado en nadie. No me importaba cuánto tiempo tenía que invertir para que te sintieras mejor. En cada episodio de tu esquizofrenia me decías que ya no querías vivir, que te querías suicidar; las voces que escuchaban no te decían nada bueno y tenías miedo poder llegar a dañar alguien que amaras.

Llegamos a noviembre , donde estalló todo, pues me percaté que te fuiste alejando de mí de manera extraña. Me confesaste que no querías lastimarme por tu enfermedad y por eso te alejabas. Creamos muchos fantasmas que iban dominando nuestras inseguridades pero yo seguía creyendo en nuestro amor. Solo podré decir que desde este punto hasta marzo solo hicimos que el sufrimiento para ambos fuera largo.

En diciembre mejoraron un poco las cosas ya que fueron las vacaciones. Pudimos lograr salir e ir a ver a tu familia para convivir un poco antes de las fiestas navideñas. Nos regalamos cosas con dinero que ahorramos durante el año y todo se desarrolló de la mejor manera.

Fue enero, donde todo fluyó cómo tenía que ser pero era innegable que atrás teníamos una bola de nieve. Ninguno de los dos hablaba de los problemas que teníamos y nos quedábamos con el rencor.

Llegamos a febrero, en este mes sentí más el frío de tu corazón. Ya no había festejo sino todo lo contrario. Ahora peleábamos por cualquier cosa sin razón. Nuestros celos eran incontrolables, queríamos estar en la vida del otro sin importar sus propias metas; lloraba todos los días por sentir tan cerca el regreso a mi soledad. Nuestro amor eterno se convirtió en un amor efímero.

Finalmente, llegamos a marzo donde mirando a mi alrededor se encuentran amistades, metas, sonrisas, miradas, oportunidades, sueños hasta mi relación conmigo misma y mi familia destrozadas. Ya ambos nos encontramos desgastados, sin podernos dar algo bueno, donde el dolor y la desilusión ha invadido nuestra relación.

En ese momento decidiste que ambos debíamos ir por caminos distintos y terminar la relación. Sentías que un día no ibas a tener el control de tu cuerpo y las voces en tu interior te gobernarían. Me decías: “¡Tengo miedo, tengo miedo! De que un día tú duermas conmigo, despierte, voltee a verte

y ¡te encuentres muerta por mi culpa!, ¿sabes cómo voy vivir con eso? ¡No podré vivir con esa imagen, de que maté a alguien que amé y me amó!”.

Fue entonces que me despedí de ti con un beso en la frente y me fui. Sabía que corría un riesgo aún más fuerte. Tuve que marcharme con todas las heridas y cicatrices que me habías hecho; también con los ojos llorosos y con un nudo en la garganta. Desde entonces no olvido aquel marzo del 2019 donde todo terminó.

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