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El descenso de la serpiente

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Por Abraham Sánchez

Nombrado como una de las siete maravillas del mundo en 2007, el sitio arqueológico de Chichén Itzá es el símbolo más importante de la historia prehispánica en nuestro país. Y en él, se encuentra una de las más intrigantes edificaciones de la civilización maya: el Templo de Kukulkán: su arquitectura genera un efecto óptico inigualable en el mundo y sólo se puede observar unos días antes y después de los equinoccios de primavera y otoño.

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El dios Kukulkán “o Quetzalcóatl para los aztecas”, es a veces considerado la divinidad más importante del panteón mesoaericano. Es el dios de la vida y la creación misma, conocido y representado como “La Serpiente Emplumada”. Una figura como esta, merece tener un templo digno de ella. Y este, conocido también como “El Castillo”, cumple con cualquier requisito que se le pudiera exigir. Pues no sólo es la pirámide más grande, elevada e imponente de la ciudad sino que fue construida como el paso entre el inframundo y nuestro mundo para que Kukulkán pudiera cruzarlo.

Las civilizaciones mesoamericanas tenían un conocimiento astronómico muy amplio, tanto que en cada ciudad importante se puede encontrar un observatorio y Chichen Itzá no es la excepción. En este sitio, se encuentra “El Caracol”, un observatorio donde se pueden admirar 20 de los 29 eventos astronómicos más importantes para estas comunidades. Por lo que se cree que los arquitectos y astrónomos de este recinto diseñaron específicamente “El Castillo” para realizar el efecto óptico durante los equinoccios.

Este efecto es conocido mundialmente como “El descenso de la serpiente”; este fenómeno se presenta cuando el sol se coloca en la línea del horizonte, formando siete triángulos isósceles a lo largo del cuerpo de la serpiente. Esto genera un efecto de sombras ondulatorias a lo largo de la pirámide. Y ya que la cabeza de la serpiente posa en la base de la pirámide, durante 20 minutos se puede observar la ilusión de la serpiente descendiendo del templo hacia el mundo terrenal.

Este fenómeno es contemplado por miles de turistas cada año, pero no es necesario visitar la zona arqueológica los días 21 de marzo y septiembre. Este evento también se puede disfrutar unos días antes y después de los equinoccios.

En los últimos años se ha debatido la intención de los mayas de generar este efecto. Algunos arqueólogos argumentan que no existe evidencia suficiente que afirme que este efecto fue diseñado a propósito.

Lo cierto es que la pirámide cuenta con un efecto óptico completamente distinto durante los solsticios, cuando dos caras de la pirámide se iluminan completamente y las dos restantes permanecen en oscuridad total.

Además, efectos similares ocurren en otras zonas arqueológicas como el descenso de la serpiente en una pirámide más pequeña en Mayapan. O, la única que he presenciado yo, una alineación perfecta del sol con “La puerta del sol” en Dzibilchaltún.

Para mí no hay lugar a debate, estos efectos fueron planeados y me alegra que así haya sido, porque es un deleite poder observarlos.

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