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¿Por qué la gente no roba libros?
Por Fernando Emmanuel Rosas Rosas BE
El 26 de octubre del 2019, un hombre fue detenido por robar un libro en El Ateneo Grand Splendid, una conocida librería ubicada en Buenos Aires, Argentina. En el video de la cámara de seguridad dado a conocer por la librería, se observa al hombre tomar un ejemplar de una estantería y “disimuladamente” esconderlo entre las hojas de un periódico que traía. La noticia fue un escándalo en México. El detenido era Ricardo Valero, embajador de México en Argentina.
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El canciller mexicano Marcelo Ebrard, ordenó el retorno del embajador y la investigación del caso por el Comité de Ética. Al final, el embajador Valero tuvo que renunciar a su cargo por “motivos de salud” en diciembre de 2019. El libro tomado era Giacomo Casanova del escritor francés Guy Chaussinand y tenía un valor de 10 dólares (unos 200 pesos mexicanos), un precio accesible en general.
El hecho, además de tener implicaciones diplomáticas, desató un debate moral: ¿Era grave robar libros? La respuesta más sencilla sería: sí. Robar es un delito, por lo tanto, robar un libro debe estar mal, sin embargo, hay matices.
Algunos escritores ven con buenos ojos la bibliocleptomanía, el escritor chileno Roberto Bolaños decía que: “Lo bueno de robar libros -y no cajas fuertes- es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito”.
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Robar un libro se considera un acto de rebeldía y una forma de llenar un vacío de conocimiento, no hay un beneficio económico sino educativo. La principal diferencia entre el caso del embajador mexicano y un estudiante de escasos recursos que descarga PDF’s y saca copias, es que el segundo lo hace por necesidad formativa (claro, no es un embajador).
Una nota del Heraldo de México, publicada el 26 de marzo de 2020, hacia un recuento de los objetos más robados en los saqueos ocurridos durante el inicio de la cuarentena. Los objetos que encabezaban la lista eran aparatos electrónicos (pantallas, celulares, cámaras), alcohol, cigarros, ropa —y por supuesto— dinero. Los insumos básicos pasaron a un segundo plano, de más está pensar que la sección de libros y revistas quedaron intactas.
Recuerdo que un día en la oficina donde trabajaba, una chica entró a preguntarnos a mis compañeros y a mí si habíamos visto su celular, al parecer había dejado su teléfono por descuido cerca del lavamanos. Al volver al lugar, 5 minutos después, el teléfono había desaparecido, alguien lo tomó.
Antes del periodo vacacional, en la misma oficina, olvidé un libro que acababa de leer. Se trataba de un ejemplar de Los relámpagos de agosto, del escritor Jorge Ibargüengoitia. No me percaté de su ausencia, ya que lo había terminado de leer hace una semana, cuál fue mi sorpresa que después de casi un mes fuera ¡el libro estaba intacto! Justo en el mismo lugar donde lo dejé. Al parecer a los ladrones no les interesan los libros. Después del robo de oficio, parece que las personas roban más para conseguir un fin vicioso. Al parecer: