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Los orígenes de una dulce tradición

Por Sofía Cortés

Desde mediados de septiembre se puede percibir el olor de la flor de cempasúchil. Sabemos que las calaveritas de azúcar ya se asoman por los aparadores de los supermercados y que pronto las casas se inundarán de incienso, papel picado y deliciosos platillos para honrar a nuestros seres queridos. Nuestras mentes se impregnan con un solo pensamiento: ya viene el pan de muerto.

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Posiblemente este pan sea uno de los elementos gastronómicos mexicanos más deseados y codiciados por la población. ¿Quién se resiste a un esponjoso y delicioso pan bañado en una fina capa de mantequilla y azúcar?

Sin embargo, la importancia del pan de muerto para la sociedad mexicana no es algo nuevo, de hecho, es más antigua de lo que podríamos pensar. Su orígen se remonta a la época prehispánica ya que en algunas culturas se llevaba a cabo un ritual en el que se sacrificaba a una joven mujer para sacarle el corazón y este, aún latiente, era introducido en una olla. Posteriormente, el órgano era bañado con amaranto y luego debía ser mordido por el sacerdote que llevaba a cabo el sacrificio. Finalmente, era ofrendado a los dioses como una muestra de agradecimiento.

Algunos historiadores atribuyen el origen de este platillo a las primeras culturas de Mesoamérica, las cuales crearon una especie de pan a partir de la molienda de semillas de amaranto. A este ingrediente se le daba la forma de una deidad (generalmente Huitzilopochtli) y se agregaba un corazón que también estaba hecho de amaranto. Esta pieza se dividía en varias partes para su repartición a los habitantes, de manera que todos pudieran “consumir” un pedacito de divinidad.

Fue hasta la época de la Conquista española que se comenzaron a alterar los ingredientes de este platillo. Al llevarse a cabo las evangelizaciones por las congregaciones religiosas españolas, los ritos originales desaparecieron, eliminando el corazón latiente de la joven y dejando en su lugar una mezcla de harina de trigo en forma de corazón, bañado en azúcar pintada de rojo para simular la sangre.

A pesar de las transformaciones que ha tenido el pan de muerto a lo largo del tiempo, varios aspectos de su legado se conservan y, año con año, se agregan algunos más. El pan de muerto tradicional, como sabemos, cuenta con una pequeña bolita de masa en su superficie y, alrededor de ella, hay cuatro “extremidades” alargadas. La bolita superior simboliza el corazón, mientras que las cuatro extremidades representan los huesos del difunto.

© Festival de café, chocolate y pan de muerto, Ciudad y poder.

Existen otras teorías sobre los “huesitos” de masa. Algunos investigadores creen que simbolizan los cuatro puntos cardinales o los cuatro destinos del Nahuolli (universo), los cuales están orientados a cuatro deidades prehispánicas: Tláloc - Huitzilopochtli, Tezcatlipoca, Xipe Tótec y Quetzalcóatl.

Tal vez no sabías que en México existen cerca de 920 variedades de pan de muerto, las cuales cambian en formas e ingredientes. Los hay cubiertos de azúcar, mantequilla y ajonjolí; elaborados en forma de flores, peces, humanos, conejos, árboles y mariposas. Estos diversos diseños cambian según la región y las tradiciones que en ella se lleven a cabo. Por ejemplo, los panes de muerto en forma de conejos, borregos o mariposas se colocan en ofrendas que están dedicadas a niños, mientras que los panes de muerto glaseados son dedicados a mujeres que murieron durante el parto. Estas tradiciones son comunes en las regiones de Mixquic y Tepoztlán.

El pan de muerto continúa variando en formas e ingredientes. Actualmente tenemos pan de muerto relleno de chocolate, nata, sabor naranja e, inclusive, de pulque. Y no podemos dejar de mencionar el ahora popular “mantemuerto”.

El constante cambio de este platillo tradicional refleja su gran importancia para las tradiciones dentro de la sociedad mexicana, siendo uno de los elementos más deseados durante el año. Incluso, desde hace tres años se realiza un festival de café, chocolate y pan de muerto en la Ciudad de México, el cual tiene como objetivo dar a conocer nuevos sabores e innovaciones de esta tradición culinaria.

Como es sabido, la cocina tradicional mexicana fue reconocida por la UNESCO en 2010 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y siendo el pan de muerto parte de esa cocina tradicional, es necesario conocer el valor que tiene. Como mexicanos, debe ser primordial mostrar el debido respeto e interés hacia nuestro pasado y nuestros ancestros; y qué mejor manera de hacerlo que disfrutando de una de las preparaciones más deliciosas de nuestra gastronomía.

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