LETRAS
Los orígenes de una
dulce tradición
Por Sofía Cortés
D
esde mediados de septiembre se puede percibir el olor de la flor de cempasúchil. Sabemos que las calaveritas de azúcar ya se asoman por los aparadores de los supermercados y que pronto las casas se inundarán de incienso, papel picado y deliciosos platillos para honrar a nuestros seres queridos. Nuestras mentes se impregnan con un solo pensamiento: ya viene el pan de muerto. Posiblemente este pan sea uno de los elementos gastronómicos mexicanos más deseados y codiciados por la población. ¿Quién se resiste a un esponjoso y delicioso pan bañado en una fina capa de mantequilla y azúcar?
Sin embargo, la importancia del pan de muerto para la sociedad mexicana no es algo nuevo, de hecho, es más antigua de lo que podríamos pensar. Su orígen se remonta a la época prehispánica ya que en algunas culturas se llevaba a cabo un ritual en el que se sacrificaba a una joven mujer para sacarle el corazón y este, aún latiente, era introducido en una olla. Posteriormente, el órgano era bañado con amaranto y luego debía ser mordido por el sacerdote que llevaba a cabo el sacrificio. Finalmente, era ofrendado a los dioses como una muestra de agradecimiento. Algunos historiadores atribuyen el origen de este platillo a las primeras culturas de Mesoamérica,
26
© Al Festival de Café, Chocolate y Pan de Muerto 2018, Dónde ir.