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LA NUEVA NORMALIDAD

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Por Daniel Santana

El ser humano ha sobrevivido a muchas pandemias. El COVID-19 no es la primera y ciertamente no será la última. Asesinos invisibles son estos virus y bacterias que han matado desde miles hasta millones de personas a lo largo de muestra historia. Aunque cada pandemia es diferente, todas han generado una crisis sanitaria. La situación actual, caracterizada por su realismo mediático, ha puesto a prueba nuestras habilidades para adaptarnos y también ha sacado a relucir las desigualdades de todo tipo y también la solidaridad. Esto quedó de maniesto desde el inicio para los que pudieron permanecer en sus casas, quienes siguieron percibiendo un ingreso o quienes pudieron comprar comida, mascarillas y caretas. También muchos han compartido sus recursos y ofrecido ayuda. Lamentablemente para algunos, cada nuevo factor de riesgo que se descubre representa una desventaja que pone en riesgo la supervivencia. No es lo mismo regresar a casa de trabajar y exponer a la propia familia al contagio, que morir de tedio por el encierro y el aburrimiento. Los últimos meses han sido una guerra contra el virus y en algunos sectores una lucha contra la ignorancia, la indiferencia y la carencia. Nuevas reglas de conducta, nuevos plazos para regresar a las actividades, nuevas formas de relacionarnos conforman nuestra nueva normalidad. ¿Hacia dónde vamos? Como bloques de hielo otando cada aspecto de nuestra antigua normalidad ha quedado expuesta, y ahora es más fácil verla y formular miles de preguntas. Una de ellas es si tendremos que resignarnos a la nueva realidad o podemos cambiarla para nuestro bien común. La respuesta es una cuestión personal pero que sin duda trasciende hacia los demás. ¿La nueva realidad es opcional para mí? Una ola sentimientos y pensamientos se atraviesan todo el tiempo. Podemos tener un estado de confusión, temor e incertidumbre, o de aceptación, disposición y búsqueda de opciones. Conocer los recursos con los que una persona cuenta para el cambio es de gran ayuda. Distinguir que algunos cambios están en nuestras manos pero otros no, nos puede reorientar hacia dónde actuar. Saber que todo cambio requiere de un proceso personal, y de reconocer que todos tenemos la capacidad para cambiar puede ayudarnos a recuperar la conanza. Todo es tan poco estable en estos momentos que tenemos grandes pérdidas y al mismo tiempo oportunidades. En esta transición se han perdido trabajos, bienes y lamentablemente muchas vidas. Debemos seguir como personas, familias y como sociedad con este peso. Se ha dado un nuevo orden social, económico y de todo aspecto de nuestra vida. Cada uno desde nuestra experiencia personal tendremos que adaptarnos. Reconocer lo que esta pandemia nos ha causado es un paso inicial. La negación nos impide ver la realidad, el miedo nos puede llevar a la evitación o al exceso de control y el enojo nos predispone a la violencia. Estos son signos de estancamiento. Para adaptarnos a la nueva normalidad, debemos considerar que es un proceso y nos llevará un tiempo, así que estar listos para una fecha programada como lo sugieren los colores del semáforo epidemiológico no es tan simple. La adaptación requiere que consideremos detalles y generemos una estrategia y que vayamos a nuestro propio ritmo. El trabajo, la escuela, deportes, entretenimiento irán a la par nuestra mas no al revés. Nuestra salud es frágil ante este agente patógeno el cual no terminamos de comprender y del cual una solución que nos dé seguridad aún no está próxima. Tener las premisas bien ordenadas es importante. Empecemos la lista con la vida, la salud y después lo que necesitamos para nuestro bienestar. Esta organización sobrevino con la pandemia y no sería conveniente que la perdamos de vista. Las personas más vulnerables al virus, lo son por la obesidad, hipertensión y diabetes. Aunque se controle el virus ¿qué pasará con estos males de nuestra antigua normalidad? Las casas donde había alguien con ansiedad o depresión o con poca equidad, han vivido más complicaciones. Y no son aspectos del todo individuales. La mala alimentación, sedentarismo, bajo poder adquisitivo, y un sinfín de factores nos han creado vulnerabilidades. Quizás, esta es una observación al tipo de sociedad que hemos construido, pero ¿queremos conservar todo lo que ya identicamos que no nos favorece? El cambio individual puede al largo plazo impactar en lo general. Buscar ayuda psicológica, médica, espiritual, un crédito, no es un mal comienzo. Reconocer que necesitamos apoyo hace que quien lo otorga se una a nuestra causa. Darle su lugar al cuidado de los niños y de los adultos mayores ha sido un avance que no podía esperar más. La lista es larga todavía y pertenecerá a nuestra nueva normalidad si lo promovemos. Reexionar para cambiar inicia con reconocer quiénes éramos, aceptar quienes somos ahora y luchar por quiénes queremos ser. ¿Estábamos en una normalidad estancada? La nueva normalidad es una nueva oportunidad.

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