Suplemento Panóptico #31: Marihuana y Medicina Alternativa

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n día común y corriente en la vida de cualquier persona funcional: la primera conexión con la realidad perceptible se da abruptamente; el sonido intermitente del despertador retrae de las visiones oníricas y hace sacar uno de los pies fuera de la cama. La siguiente idea es lograr que el cuerpo responda mediante un buen regaderazo. Llegando al espacio productivo (trabajo, escuela, empresa, facultad, secretaría y las instituciones que se te ocurran) cae uno en la cuenta que los procesos mentales aún cargan con el obvio sopor de las ocho de la mañana, por consiguiente, se necesita una pequeña ayudita: un café bien cargado que potencializa el accionar. A las doce del día, después de que el efecto del café ha desaparecido y se empieza a sentir ese concepto contemporáneo de hastío llamado estrés, es más que necesario un poco de estímulo relajante: un buen cigarro que anuncia al cuerpo la hora de la comida. A las cinco de la tarde, integrado una vez más a las actividades productivas, la pesadez en los ojos y el hormigueo en el cuello, nos revela que el cuerpo y la mente se quedan sin ganas, sin fuerzas. Pero tranquilo, aún faltan algunas horas para dejar de ser funcional, entonces, un poco de líquido revitalizante ayudará, y qué mejor si es un buen estimulante: 600 mililitros de azúcar y cafeína mezclada, etiquetada con un atractivo color rojo.

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Las siete de la noche, por fin. En el caso más funcional posible, este estándar de individuo necesitará de más café para finalizar las tareas pendientes; de lo contrario, quizá sólo se siente frente a la TV para buscar ese momento enervante que antecede a la hora de dormir, el último atisbo de alienación en el día con Javier Alatorre. Finalmente, se regresa a donde se inició en el día; se busca un último estímulo, aunque no sea este el que cumpla el fin buscado: un poco de leche caliente que despierte el sueño, a pesar de haberlo negado durante todo el día, a pesar de la aparente contradicción. Lo interesante aquí no es el concepto de funcionalidad implícito, ni los placebos que buscamos o las drogas que utilizamos, sino más bien, la obvia idea que trato de presentar. Desde que nacemos (con una nalgada), en el proceso de aprendizaje (la tesis estímulo-respuesta que matiza toda nuestra vida educativa prácticamente), hasta la aparente irrelevancia que tiene el regaderazo por las mañanas. Nos encontramos sumergidos en

una vida social e individual repleta de estímulos: somos funcionales en base a estímulos, con sentidos que se asocian a estímulos, estímulos, estímulos. Y nuestro desenvolvimiento en la vida se ve condicionado por un universo de estímulos (físicos, psíquicos, sociales, del tipo que se te ocurran) que operan continuamente como motor vital. Son parte de nosotros, los creamos, aceptamos, compramos, internalizamos, reproducimos, los necesitamos. Nos anteceden, son nuestra cultura y, como tal, están sometidos, en cierta medida, a una lógica capitalista de funcionalidad (lógica que determina desde la organización de la UAQ, pasando por el actuar del gobierno federal, hasta las relaciones familiares de autoridad), donde aquel estímulo que no es rentable, que no genera la acumulación de un capital, que no es productivo ni beneficioso a la ética y moral correspondiente a esa lógica, es negado, segregado, omitido, carente de sentido, nombrado como disfuncional y, debido que se sale de esta visión reduccionista y rígida de “la vida normal”, atenta contra esta misma: es el mal materializado, la improductividad, la falta de normas, la decadencia, la muerte. Entonces, la marihuana (Cannabis Sativa, mota, maría, hierba, café o lo que se te ocurra) es una droga estimulante vegetal que es políticamente incorrecta, socialmente inaceptada, económicamente no rentable y culturalmente inapropiada. Aquí se haya la tesis de arranque para la explicación de muchos de los problemas sociales que giran en torno a la marihuana, y también la idea inicial de las posibles soluciones a dichos problemas. Por consiguiente, la marihuana aparece ya no con todas las connotaciones negativas que le cuelga la lógica, moral y ética capitalista, tampoco pretendo vestirla positivamente. Lo que intento es una observación fría y objetiva de lo que es en realidad la marihuana, las drogas y los estímulos (lo que son y lo que representan) para la vida social humana. Por tanto, la Cannabis es uno más de los muchos estímulos que hay y que buscamos para continuar, resistir, acentuar, sobrellevar, matizar, aclarar, acortar y alentar nuestra concepción de la vida. El problema con los estímulos es que siempre hay efectos colaterales y, lo queramos o no, a fin de cuentas, tendremos que asumir las consecuencias negativas que contienen, sin pasar por alto los obvios hechos positivos de cualquier estímulo que utilicemos.


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