Para no tener hijos adictos... Dra. Mónica Posada Echeverri
El alcohol y las drogas son parte de una realidad que, creemos, nunca llegará a nuestra familia. ¿Cómo habría de pasar algo así a hijos que han sido educados con tanto esmero? Es así como con esta idea y actitud, los padres se confían y sobrestiman el medio social y la realidad cultural en que viven. ¿Qué hacer? ¿Desde cuándo y cómo? , son las preguntas más frecuentes recibidas de aquellas madres y padres preocupados por el futuro de sus críos. Padres desorientados que creían conocer a sus hijos se preguntan ¿ qué pasó , en qué nos equivocamos? Si bien es cierto que el tipo de familia no es la única causa para que exista un consumidor de droga, pues hay múltiples factores que lo determinan (personalidad, predisposición genética y factores sociales, entre otros), es también cierto que, como formadores, los padres tienen mucho por hacer. Conscientes de que la mayor parte del conocimiento de los padres de familia proviene del instinto y de la formación que a su vez recibieron, se plantea la necesidad de intervenir en la formación de los hijos mediante la prevención temprana sobre aspectos esenciales detectados como carencias en la mayoría de familias con miembros consumidores, y que se constituyen en factores de riesgo. Es común pensar que con niños pequeños no debe existir preocupación por temas como las drogas o el alcohol, y que en la época preescolar se corren pocos riesgos. De hecho, la carencia de programas preventivos dirigidos a la niñez es una señal de la poca atención que se pone para afrontar esta realidad . En la infancia todo se está formando: la personalidad, los hábitos, la inteligencia y los recursos interiores. En esas edades es posible influir en la niña y el niño para desarrollar actitudes positivas hacia la salud en general y rechazar las drogas en particular, pues más tarde es posible que se deba intervenir para cambiar conductas erradas que interfieran con el bienestar individual y familiar. Por eso, desde que el niño entra al colegio se le debe enseñar que el alcohol, el tabaco y las drogas -incluyendo la comida poco nutritiva- son elementos que hacen daño físico. Más adelante y a medida que crecen, podremo s ser más específicos con ellos. Cuando el niño cumple siete años se muestra más adaptado al mundo . Su
desarrollo intelectual y personal le permite ir estructurando sus experiencias de aprendizaje. Así va construyendo su personalidad con los valores, actitudes y sentimientos adquiridos en el colegio, en la familia y con sus pares, que hacen que se comporte o reaccione de una determinada forma frente a la droga o al alcohol.
Es cierto que existen algunos rasgos de personalidad, conductas o factores de riesgo que están presentes en la mayoría de los adictos. La presencia de estos factores no hace que una persona se vuelva adicta, pero sí más vulnerable que otros ante una situación de riesgo. Es necesario recalcar que la educación para la convivencia no es sólo dar discurso s sobre lo bueno y lo malo, sobre lo que se debe o no hacer; es necesario crear hábitos de valor moral en los infantes. Entre los aspectos indispensables para la formación de hijos sanos, es decir, con menos riesgo de consumir drogas, se destacan los siguientes: Incrementar su autoestima . Debe ayudársele a descubrirse y a aceptarse pero, ante todo, a valorarse. Reconozca y valide sus sentimientos, actitudes y pensamientos. Ayúdele a tener una clara y acertada imagen de lo que es y puede llegar a ser. La niña, el niño que se siente orgulloso de sí mismo, tiene una menor probabilidad de buscar esa sensación en las drogas para desarrollar confianza en sí mismo y una imagen positiva. Autocuidado . Es necesario estimularlo, mostrarle su cuerpo como templo del amor propio y que, por consiguiente, necesita y merece ser cuidado mediante una sana alimentación, ejercicio y alejamiento de cosas que le hacen daño: exceso o carencia de alimentos, el cigarrillo, la automedicación, el alcohol y las drogas. No es necesario caer en detalles, sólo reforzar conductas positivas para crear una idea de lo que es adecuado o no para su salud y su vida en general. Expresión de sentimientos . Es indispensable estimular en las hijas y los hijos la expresión de sentimientos. Ellos necesitan saber la forma de hacerlos sentir. Esto valida sus sentimientos y les da tranquilidad y confianza en sí mismos. Ayudarles, además, en la adecuada expresión especialmente en el enfado, la tristeza y el temor, para que no se conviertan en autoagresión. Los sentimientos también dan indicios de las necesidades de los hijos y los
momentos que están atravesando en sus vidas. Si los padres están atentos y permiten que sus hijos los manifiesten en forma sana y segura, podrán observar cambios de comportamiento y les darán su apoyo para atravesar circunstancias difíciles en sus vidas. Debe enseñárseles a reconocer las tensiones emocionales, físicas, y a manejarlas de manera constructiva, conociendo diferentes formas de hacerlo. Esto creará recursos interiores que les ayudarán a no buscar en la droga una evasión. Autoridad . Niñas y niños necesitan normas claras y límites que rijan sus acciones en la forma de comer, de actuar, de relacionarse con los demás. Como son restricciones que posibilitan el crecimiento personal, ayudan en el proceso de independencia, autonomía y manejo del placer. Cuando un niño o un adolescente aprenden a aplazar su deseo inmediato e impulsivo, pensando en función de lo que le conviene a él y a los demás, va ganando en madurez psíquica y afectiva, en libertad y en capacidad de saber distinguir lo que le conviene.
Responsabilidad . Naturalmente, deben aprender a ser responsables, a luchar por sus ideales y a asumir las consecuencias de sus actos , todo esto para formarse una imagen personal sólida. Las responsabilidades entregadas deben aumentar gradualmente, asegurándose de que sean capaces de cumplirlas. Formación de la conciencia moral. Existe una sabiduría necesaria para vivir: saber que unas cosas convienen y otras no. Cada familia tiene su código de valores; es importante detenerse a mirar bajo qué parámetros está construida y si hay que modificarlos o no. Inicialmente a los menores hay que transmitirles los valores morales como si fueran normas, pues no distinguen una norma de un valor, pero luego han de convertirse en principios que constituyan la estructura básica de su persona. Son la guía referente de lo que conviene en el momento de tomar una decisión. Esa conciencia es lo racional, lo contrario a actuar impulsivamente. Aspecto s como la comunicación honesta, la capacidad de tomar decisiones y resolver conflictos, el amor y el apoyo constante e incondicional, dedicarles tiempo de calidad, ayudarles a manejar adecuadamente el tiempo libre, estimulando actividades educativas, culturales, deportivas y recreativas, son importantes para criar hijos sanos, con capacidade s y estructuras internas que les permitan saber decir no a las drogas.
Sí, es importante hablar con los hijos desde edad temprana sobre las drogas, sus consecuencias, el porqué algunas personas la consumen, cómo afectan al organismo, a las familias y a sus vidas enteras. Por supuesto que en este rubro está preocuparse por el comportamiento y los valores de los amigos de hijas e hijos.