Panfleto Presentación Armonía Intercultural

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Yemayá Kilombo -Una luz en el mar del prejuicio racialde una persona; y de que la piedra angular de lo humano es lo humano, y no -como cree el perfecto idiota latinoamericanoalgo tan irrelevante como el color de la piel. Máxime cuando se trata de un grupo humano históricamente secuestrado, esclavizado, vejado y estigmatizado como el afroamericano.

A

ntes de viajar por mares de F.L.I.A. (Feria del Libro Independiente y de Autogestión), quisiéramos decir que el verdadero subtítulo de este proyecto debería haber sido algo así como Navegando en mares de etnoeducación; pues, como lo podrá comprobar más adelante el lector(a), nuestro proyecto es, en realidad, una circunnavegación espiritual en la que, un par de quijotescos pescadores de ilusiones, hemos tenido la fortuna de remar con nuestra madre Yemayá, con buen viento y buena mar, a lo largo y ancho de la ignota cultura afroamericana. En general, podríamos decir que Yemayá es una suerte de kilombo abierto a la reivindicación de la difamada cultura de los hijos (as) de Shangó y Yemayá. Adicionalmente, Yemayá Kilombo es, por la variopinta identidad de sus creadores, una suerte de crucero de la armonía intercultural; un crucero cargado de la mar de inteligencia humanística: la inteligencia que se necesita para poder anclar nuestro etnoeducativo barco en el puerto de la diversidad étnica. Lo anterior a sabiendas de que la mayor riqueza de la naturaleza es su diversidad; de que el respeto a la diversidad es la única verdad a la hora de evaluar la calidad humana

A sabiendas de que, desde tiempo España, los barcos negreros trajeron, además de mano de obra esclavizada, guerreros dioses (as) como nuestra Yemayá, decidimos que esta diosa del mar fuese la imagen de nuestro reivindicativo proyecto kilombero. Es así que Yemayá, como buena reina del Kilombo, promete ser, en el mar o en la tierra, una especie de faro que ilumina ese oscurantismo racial en el que, todos los días, tenemos que navegar, consciente o inconscientemente, moros y cristianos. Hablando de navegar en negreros mares, cabe precisar que, como el cholo-mbiano –en su conjunto- se ha metido a soldado Micolta, ahora, en tiempos de paz, tiene que aprender a respetar la dignidad humana de la población afro, sin relativizar su racismo con el habitual eufemismo ese de que lo dice ‘por chiste’ o ‘por cariño’. Ahora que, desde la propaganda oficial, el Estado colombiano le dice a los excluidos: “Conversemos”, nuestra Agrupación – Armonía Intercultural- acepta conversar con la prejuiciada cultura mestindia. Máxime cuando en esta dominante y hegemónica cultura existe una virulenta construcción ‘blanca’, llamada ‘los negros’, vinculada históricamente al contenido racista, proveniente de la esclavización y la trata negrera, que, por la paz espiritual de este país, debe ser erradicada de la faz de la tierra.

Conversemos con la Academia Dicha construcción obliga –según Angela Olaya- a los –mal llamados- ‘negros’ a conocerse a sí mismos a través de un esquema epidérmico-histórico-racial que prefigura


sus corporalidades como si se tratase de un defecto que debe remediarse, limpiarse en aras de ‘satisfacer’ la mirada de los -autodenominados- ‘blancos’. En su artículo Las caras del racismo en Colombia –Las 2Orillas, noviembre 03/15-, la Olaya plantea que la experiencia corpórea de ‘los negros’ ha estado determinada cultural y, por lo tanto, políticamente por el estereotipo que impone la subyugación colonialista. Y que, en nuestro presente, esta construcción continúa operando como dispositivo racial que sitúa las subjetividades de las poblaciones afros como personas inferiores, de limitada inteligencias, sin punto de vista crítico, vulgares y salvajes. De acuerdo con Alicia Castellanos (2003): La raíz colonial del racismo latinoamericano hacia los pueblos indios y afrodescendientes es indiscutible, ya que las categorías socio-raciales siguen vigentes, instrumentadas desde las nuevas formas de dominación. Salta a la vista que las bases ideológicas, sociales y culturales del racismo confluyen en la convicción de que existen incompatibilidades entre la diferencia étnicocultural y el progreso, la cultura civilizada, el desarrollo y la educación (Castellanos, 2003). En síntesis, el racismo se ha instaurado como “comportamiento colectivo” en el que las relaciones interétnicas, a partir de la identidad/alteridad, construyen jerarquías raciales en las que las personas afros son víctimas de prejuicios, discriminación, violencia y segregación. En dichas jerarquías, el color y el fenotipo de los afros se asocian a la inferioridad y subalternidad racial, cultural y epistémica, promoviendo una serie de términos denigrantes que vinculan sus subjetividades y cuerpos como “seres salvajes y de escaso intelecto”, produciendo así, en las personas afros, una experiencia conflictiva y dolorosa en la forma de asumir sus identidades históricas y corporalidades. En este contexto, las representaciones racistas en los medios de comunicación colombiana, como el personaje ‘soldado Micolta’, representación de un blackface,

a través de la exotización del fenotipo y la particularidad de acentos lingüísticos de los afros, como atributos caricaturescos y burlones, estructuran prejuicios y estereotipos anómalos del ser y el cuerpo de la gente afro. El tal soldado Micolta perpetúa la esclavista noción de “comportarse como negro”, esto es la imposición de que las personas afrocolombianas, principalmente las niñas y los niños, se construyan así mismas a través de conceptos específicos de un punto de vista particular/externo y de una terminología visual determinada. Mejor dicho, no como la gente afro es, sino como ésta debe ser de acuerdo a las premisas particulares de los sujetos ‘blancos’, desde cuyo punto de vista el color, el fenotipo y los acentos lingüísticos de los afros deben considerarse como algo negativo. Premisas particulares que homogenizan y reducen a la persona afro a rasgos que distorsionan, niegan y exterminan su identidad. Esta forma socialmente tolerada de racismo mediático es solo un pálido reflejo de ese ominoso racismo estructural que, desde los tiempos coloniales, ha oprimido y vulnerado los derechos humanos de la población afroamericana. Ante semejante historia de la infamia sin fin, creamos Yemayá Kilombo. A diferencia de –por ejemplo- la llamada ‘negra Nieves’, que es una codificación de la ‘negra doméstica’, nuestra Yemayá es la personificación de la mujer afro cimarrona, que, al tiempo que combate el degradante ‘trato de blancos’, aporta su grano de arena para la construcción de la playa de la armonía intercultural. Como nuestra Yemayá mora en la costa de la armonía intercultural, podríamos decir que, gracias a su divina presencia, ahora hay, en el mar virtual, una mora en la costa… una reina mora en la morada afroamericana. A manera de ilustración de nuestro etnoeducativo proyecto, a continuación presentamos una muestra de algunas de las publicaciones que hemos hecho, desde mayo de 2015, en nuestra página web: http: www.facebook.com/yemayákilombo Alberto Angola & Diego Acero -Agrupación Armonía Intercultural-


http: www.facebook.com/yemayakilombo


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