NTERREGNO. Revista de Poesía. Año XIX. No. 20. Junio 2010

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ISSN 0121-3687

INTERREGNO Revista de poesía

Año XIX

No 20

C 2010, INTERREGNO Revista de poesía Edición de 500 ejemplares

Dirección, diseño y diagramación Omar Castillo Hacen posible este número 20 de Interregno: Luz Marley Cano Rojas, Carlos Carabeto, Floriano Martins, Marta Spagnuolo, Gloria Posada, Marta Quiñónez, Mario Angel Quintero, Néstor López

Ilustración de carátula Mario Ángel Quintero Los textos aquí publicados son inéditos Colaboración solicitada Para adquisición y canje, dirigirse a: Omar Castillo Torreones de Cataluña Calle 37 # 23AA-37 interior 212 Medellín, Colombia. Email: ocastillojg@hotmail.com Impreso y hecho en Colombia por Editorial Lealon, para Ediciones otras palabras, en Medellín del Aburrá, junio de 2010 ISSN 0121-3687


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Interregno, 20 números en 200 años Iniciándose 1991 es publicado el número 1 de la revista de poesía Interregno, proyecto editorial fundado en Medellín, ciudad con amplia trayectoria y reconocimiento en la producción poética colombiana en estos 200 años de construcción de nación (1810-2010). En sus 20 números publicados desde entonces, la revista Interregno propone una escritura que celebre, desde la palabra, el permanecer alerta ante los sofocantes nidos mediáticos donde se pretende amparar una única noción del mundo. Una escritura dispuesta a asumir las necesidades fundacionales de conocimiento y comunicación que el ser humano urge para interpretar ese abstracto laberinto establecido como realidad e irrealidad del mundo vuelto imagen para el esperpento y el consumo delirante, depredador y usurero. Para armar su contenido la revista Interregno toma distancia de quienes acuden a la escritura del poema recurriendo a los lugares comunes y al fácil clisé, de quienes se atribuyen el total derecho de imponer, a través de la poesía, un eslogan doméstico y su consecuente beneficio catártico, de quienes suponen el poema como una doctrina donde se extingue cualquier manifestación de desobediencia. Los mismos que presumen la poesía como un espectáculo mesiánico, engalanado por una retórica al servicio del entretenimiento sin atributos y útil para forjarse un prestigio social, una carrera pública. En sus 20 números la revista Interregno ha creído en la fortaleza íntima que un poema significa, tanto para quien lo lee, como para quien lo escribe. En la fuerza revolucionaria que motiva el conocimiento de la intimidad humana y el mundo en el cual se hace, deshace y rehace tal intimidad. Los contenidos de la revista Interregno proponen el aprehender esta intimidad como vía de revelación de la realidad interior, también de la exterior. Entrañas y piel. Mundo y universo. Lo humano siendo consciente de la escisión entre su realidad y su otredad. Omar Castillo


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Carlos Carabeto De Estación de corresponsabilidades DONDE MORA EL VIENTO Salvo un candado y un caballo de palo de escoba –tendido– eco ninguno de quienes allí vivían. De quienes cruzaron: letreros en las paredes –paredes acribilladas– y, camuflada en la maleza, la osamenta de un perro con un resto de cabuya. Hiedra en el sendero empedrado, en el corredor y patio íntimos. Moho en los zócalos y en la tierra apisonada más un surtido de tragaluces y el reguero de trozos de teja. Se mecen las frondas, las cuerdas de secar la ropa, la hamaca sola –su hilacho. Rizos en el plumaje y pelambre de criaturas caseras, en el estanque abandonado. (Ulula el viento, sopla tramontano). Rechinan los goznes, cruje el bahareque –al suelo otro pedazo de emboñigado; Brinca un grillo, y el sonido monocorde de la chicharra sobrecoge. De otros bichos, hormigueo y zumbido. Más allá, vega abajo, una elástica bandada de garzas remonta la terrosa sierpe del río. (Sopla el viento, ulula tramontano).


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Donde ahora zurean, el raído símbolo de un país corona una cruz de guadua. País por donde la memoria huye. País donde mora el viento, donde el horizonte es ancho y angosta la claridad. Donde antiguo es el lapso de la herida profunda, nuestra… raigambre.


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[A TRAVÉS DEL CRISTAL PERCUDIDO] I Ruedan mendrugos. Acuden, De la luz y de la oscuridad, bocas. En las sendas acopio y premura. El aguaviento arrastra, y barre. La noche ablanda lo que el sol calienta. Ante el sueño profundo de tus imágenes Nuevas migas, y otra sarta de palabras. El candil ilumina al pan: el pan Se abre al día. Muerto de frío El sol. Lloras a mares. Otros arcos sobre tus iris, Arcos de impotencia y asombro. No alcanzan ni el abrigo gris Ni el espectro de siete colores Ni el aliento del viento. Tirita El espacio de cielo y suelo. Acaso Un atinar aquí a “la calor” de la mar Abrazos como éste, sin abarcadura. Y Esta letanía Hermano País. II Con cada rama acerados destellos y, a la sordina, estremecimiento con cada lluvia de hojas. Eco…, alaridos que tajan el día a día y sangres que acaban por colmatar


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estos amaneceres. Tiempos que se van prematuros. Tiempo, el de tantos, que páginas como esta recoge para darle arraigo a anónimas semillas, País, desperdigadas en la ventura de tus vientos... III Sin cabezas ni manos ni pies. Sí sus sombreros, los corotos, el calzado... ................... ................... ................... ................... Próximo a ellos aleteos de paloma, y otros picos. (“Tendremos, para este fin de semana, tiempo despejado”)


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ESTACIÓN DE CORRESPONSABILIDADES I No es la muerte, que es de todos. Es un-otro muerto. Uno que estando así tirado, nos enrostra ese modo cruel de llegar a quedar consigo. No es ella, es él. Él que ya no cohabita como –en vida– ella y nosotros los sobremurientes. Y sí, podemos acostumbrarnos. A los muertos no, cualesquiera sean. Ellos, muertos alfanuméricos; ellos, estadística si acaso. Ellos, los tirados. Tirados no por azar, por compulsión. No. No es la muerte, que es de todos. No. . . . . . . . . . Lo de las moscas, todo no es de ella. II Podrán ir en cabeza seguidos –digamos– de las investidas Igualdad, Fraternidad y Orden (y de alias Justicia). En lo alto de las astas que arropan a los caudillos exhibir los sellos flamantes de la que responde al santo y seña “Paz”. Y aupar sus efemérides mientras, tras bambalinas, otros son los desfiles. Sí, por sobre las muchedumbres abrirse paso. Y al compás de himnos y salves resonar, y de vítores en medio de un aire que da …tajada. Arriba surcar los cielos revistas multicolor. Embozados


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el fragor y éxodo tramontanos. Bulevares, rotondas y plazas emblemáticas bullir. Sus cortejos, sus escoltas ante la cuna de un acuñado Liberador y ante la tumba de un Liberto desconocido. Desde que érase que se era, no hemos parado de echar cuento, y contar con levadura que saca pecho, que bate trapos. Y siempre, tomando cuerpo –cuerpos– desde las paredes primeras del adoctrinar. En los idearios fracción ninguna sin su común denominador: crematística esta con cuyos dictados aprendemos las artes del esterilizar, mismas del campear . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pero no necesitan aparecer más y encabezar marchas. Con todo y fasto han inventado cómo mimetizarse en vigilia y sueño. Mimetizarse mientras justifican e implementan su Progreso con un ambidextro aparato de robines y burócratas. Sí, más eficaz su accionar. Y al compás de lo mediático –entre hurras y pataletas– nuevas viejas prédicas y más slogans


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en medio de un aire que da …renta. Abajo identificable por su rastro blancuzco, el surco que testimonia el humánimo atavismo: esta cultural advocación nuestra por cotos de caza y linderos, corredizos como soga de ahorcados. Mitificar de tumbas y cunas. Hormigueo en calles y veredas. Tira y jalona la global parafernalia los imaginarios. A más brecha más selva desde lo virtual y sus pantallas de color. Por doquiera alguien para alzar la mano y enarbolar pasión. Movilizando supuestos se hace borrón. Borrón individual y colectivo. En espacios abiertos y cerrados. Espacios desde donde continuamos, acompañados de nuestro Olvido-de-Sí, Abonando los anales: parcial registro de los Haberes y... del Debe. III Ah, mi querido Guasón, ¡elemental, elemental! No es sino pasar a engrosar ciertos procesos, dejarse echar sogas al cuello, obsecuentes comer cuento y calificar para levante por lo menos o... para ceba. Global el redil. Cámbiese de vereda o de barrio, de ciudad o país, de continente o ¡hasta de astro! Cámbiese de vida, de nombre, de estado o figura. Apuéstesele a cualquier credo o credo ninguno: sin miramientos acometiendo.


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Cunden malls y tenderetes. ¿El surtido? la maquila transnacional. Guasón querido en río revuelto, lo marcial del arcón ni es truco ni es sólo de chistera. Y además que puede no flotar Nunca va a la deriva. Agréguensele las remesas de la esclavitud y la ñapa de la irrigación “lava todo”. La dinámica es esa querido Guasón. Y así de común y corriente. Pero... Guasón querido hete ahí... henos aquí con ella... con ella ¿...en desobediencia? IV De anónimo a anónimo de tantos otros a uno el haber éste. Nacencias no sólo en el propio cuerpo: con el de los del Ahora, para el de los del Luego. Nuestra individual industria, estación de corresponsabilidades.


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Floriano Martins De Novos poemas Versiones de Marta Spagnuolo

A QUIEN SEPA EL NOMBRE DE ELLA Ocúpame con tus senos y su álgebra frenética, con la brevedad del abismo que cultivas en la mirada. Del cuarto piso del basural de las almas cansadas, una ventana desagota la inquietud de nuestro pacto. No me digas tu nombre, ciudad, papiro o mar. Jamás sabría cómo recobrarte en medio de todo lo que pierdo en el transporte de enigmas luminosos. Redacto un atropello de caos, cuando me reanimas: Las ciudades no se ponen fuera de sí. Yerran en lo que son y se repiten hasta que el error desiste de ellas y se va. ¿Codiciarías en el otro lo que se oculta en tu ser? Me burlo de mí mientras las imágenes se estrechan. Tus pezones desamparan mi deseo, una sobra de gozos antes que todo se repita y sea nada. A QUEM SOUBESSE O NOME DELA Ocupa-me com teus seios e sua álgebra frenética, com a brevidade do abismo que cultivas no olhar. Do quarto piso do aterro das almas cansadas, uma janela deságua a inquietude de nosso pacto. Não me digas o teu nome, cidade, papiro ou mar. Jamais saberia como reaver-te em meio a tudo que perco no transporte de enigmas luminosos. Redijo um atropelo de caos, quando me reanimas: As cidades não caem fora de si. Erram no que são e se repetem, até que o erro desista delas e se vá. Cobiçarias no outro o que se oculta em teu ser? Caçôo de mim enquanto as imagens se estreitam. Teus mamilos desamparam meu desejo, uma sobra de gozos antes que tudo se repita e seja nada.


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MANJARES DE LO INVISIBLE Las calles se repiten como si temiesen perder la identidad. Canales de ilusión se abren en cada esquina como un estuche de vicios. Los lugares de tu cuerpo donde posé la caricia, ventanas entreabiertas con luz aún en su interior, todo insiste en ser igual a un mito aprisionado en el espejo, fábula imprecisa o río sin lecho. Todo éxtasis nos impulsa a una nueva fricción. Hoy recorro las calles de tu cuerpo y me asombra cómo las ciudades en que estuvimos son la misma. No debías estar ahí nuevamente, en los suburbios del gozo o en la esfera gastada de aromas y de cebos. No debías repetirte en parte alguna de mi ser. No te amo más hasta que te ame nuevamente.

IGUARIAS DO INVISÍVEL As ruas se repetem como se temessem perder a identidade. Canais de ilusão são abertos em cada esquina como um estojo de vícios. Os lugares em teu corpo onde pousei o afago, janelas entreabertas com luz ainda em seu bojo, tudo insiste em ser igual a um mito aprisionado no espelho, fábula imprecisa ou rio sem leito. Todo êxtase nos impulsiona a uma nova fricção. Hoje percorro as ruas de teu corpo e espanta-me como as cidades em que estivemos são a mesma. Não devias estar aí novamente, nos subúrbios do gozo ou na esfera gasta de cheiros e engodos. Não devias te repetir em parte alguma de meu ser. Eu não te amo mais até que te ame novamente.


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EL CIELO POR DONDE PASA Las ciudades se cierran en mapas descartables, yacijas turísticas, donde siempre niegas mi beso. Todo en vano, si el dolor desconoce su nombre. Agendas del azar, retóricas de un futuro gastado. Una noche dejamos el abismo dormir con nosotros, extraño bulto cuya vida lo cotidiano rechaza, aunque no deje de saltar de un punto a otro de nuestros trapos alegóricos, su randa alquímica. Las ciudades, sin embargo, rehúsan la idea del beso como una túnica rehecha de mitos que no retornan. Te beso y las calles no van a ninguna parte. Deletrean rumbos recordados en tu intimidad. Se amistan con la memoria ingeniosa y sus proezas, como diosas que recitan un mantra sacrificial.

O CÉU POR ONDE PASSA As cidades se fecham em mapas descartáveis, jazigos turísticos, onde sempre negas meu beijo. Tudo em vão, se a dor desconhece seu nome. Agendas do acaso, retóricas de um futuro gasto. Uma noite deixamos o abismo dormir conosco, estranho vulto cuja vida o cotidiano rejeita, embora não deixe de saltar de um ponto a outro de nossos trapos alegóricos, sua renda alquímica. As cidades, no entanto, recusam a idéia do beijo como uma túnica refeita de mitos que não retornam. Beijo-te e as ruas não vão a parte alguma. Soletram percursos recordados em teu íntimo. Amigam-se da memória ardilosa e suas proezas, como deusas decorando um mantra sacrificial.


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LA ILUSIÓN REHECHA Los ojos con que te miro ya comienzan a exigirme otra morada. Siento que sospechan de las coordenadas actuales. Me tocan como si una piel de ceniza revistiera el espíritu de todo lo que vivimos. En silencio barajan nuestras visiones los recortes sensibles de una vida en común. Desalojan viejos secretos, se despiden de imágenes descoloridas, se ríen de la memoria cuando ésta se deshace de gastadas vislumbres. Los ojos con que te miro, ni aun así al menos confabulan sus trucos en mi retina. Será como siempre (dicen): abrirse a lo incierto, hasta que nuevas formas se fijen y multipliquen.

A ILUSÃO REFEITA Os olhos com que te vejo já começam a exigir de mim outra morada. Sinto que suspeitam das coordenadas atuais. Tocam-me como se uma pele de cinzas revestisse o espírito de tudo o que vivemos. Em silêncio embaralham nossas visões, os recortes sensíveis de uma vida em comum. Desalojam velhos segredos, despedem-se de imagens descoradas, riem da memória quando esta se desfaz de gastos vislumbres. Os olhos com que te vejo, no entanto sequer confabulam seus truques em minha retina. Será como sempre (dizem): abrir-se ao incerto, até que novas formas se fixem e multipliquem.


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LA PARÁBOLA EXTENUADA* Las pérdidas son como espejismos: nos duelen más cuando están lejos, pero cuando se acercan vienen con su fuego de realidad que despierta miles de sentimientos que se mezclan y ya no son solamente dolores. Constantemente somos traicionados por las pérdidas y sus temblores excesivos de imaginación. Las pérdidas no duelen más que un deseo irrealizado. Lo que pasa es que se disfrazan de pequeñas aflicciones infinitas, como la muerte, el amor deshecho, el olvido, el poema no escrito. Las pérdidas todo lo que quieren es atenuar la vida en nosotros.

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Escrito originalmente en español.


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Gloria Posada De Lugares TRANSFIGURACIÓN Convertir Ceniza en cuerpo Sangre en luz Bosque talado en campo florecido Encrucijada en confluencia de respuestas Hoja seca en hierba nueva Polvo en pan Erupción ardiente en río Calle sin salida en jardín detrás del muro Oscuridad en alumbramiento Hambre renovada en piel Erosión de montaña en simiente Caída en aprendizaje del vuelo Dureza en profundidad translúcida Colisión en crecimiento de Tierra Herida en legado Aislamiento en puentes que unen Desamor en devoción que siempre regresa Campo de batalla en huerto Incendio en faro que ilumina agua oscura Dolor en belleza prometida Omisión en acto Aridez en nacimiento de manantiales Casa derribada en albergue de sueños Ofensa en fulgor de olvido Moneda de cambio en creación Ansiedad en mar sereno Separación en encuentro de rutas Extinción en cosmogonía Ceguera en memoria del mundo Agonía en aliento de resurrección Hueso en fruto Exilio en arribo a patria prometida Huracán en cielo despejado


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Desasosiego en fe que reúne océanos Oasis en templo del desierto Enfermedad en conocimiento de sí Daga en árbol creciente Sed en ofrenda al sol de cada día Inundación en fertilidad Cansancio en jornada de juego Tejido roto en vestido de novia Estancamiento en iluminación Precipicio en ruta de llegada Reclusión en puerta de salida Final en página siguiente Engaño en trasluz de verdad Ciudad destruida en constelación guía de Tierra Convertir Escasez en abundancia de deseo Aprender embriaguez en lluvia Y de la fiesta saber como el Hebreo que agua es vino


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DERIVA Nada escapa al lugar común lo que pienso no sé quién lo dijo primero y después porque de palabras no hay dueño Puedo respirar este aire Todos lo han hecho


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LÍMITES DEL BOSQUE Ciudad penetra campos atraviesa ríos sube laderas ordena derrumbes Se extiende en aire y abismo Bosque crece en montañas traspasa valles cruza orillas horada límites rodea casas Entra en sueños Tierras se mezclan hierbas persisten bajo pasos que se alejan y regresan Todo se une en caminos Viento desprende hojas frondas y libros se agitan en luz Verbo de creación Hojarasca del pasado Enramada en presente Inhalar exhalar torrentes de bosque y ciudad ¿cómo entrar o salir? beber en ciénagas de calles y lluvias respirar con floresta recibir sol en patio jardín o selva Todo habita en aire ¿Alguien conoce fronteras? Hombres y árboles Raíces de sed


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confluencia en agua profunda


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NOMADISMOS Viajes son encuentros y despedidas En travesías alguien llega o se pierde Senderos en círculos o líneas sacian hambre y sed que sol ilumina ¿Quién nos acompaña en calles sin nombre?


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Marta Quiñónez De El rostro del pan V Tengo temor camino sobre los escombros de una ciudad derruida pisan los pies una geografía de montañas invisibles de valles minados de bosques prohibidos renace la sed el agua aparece en sobre sellado con vitaminas minerales fecha de vencimiento dentro del follaje caído VIII Entre el pan y la grieta se interpone el abismo sostenido en una exclamación la boca clama para que el pan llegue el pan humedecido por la brizna se queda en el aire las salivas van al estómago regresan a su origen la batalla se libra entre el pan que no llega y la boca que se abre XI El día de la prudencia


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se acerca el día de la horca a las gentiles cabezas se acerca el día del escarnio se aproxima llegó la hora del hambre el aire que queda en los pulmones alcanza a pronunciar el grito en el eco llega la palabra esperada anhelada necesitada pan XIII Pan dispuesto en los canastos de la incuria pan tirado en el saco de la basura pan viejo en la despensa pan mohoso en la cueva de un hombre desdentado abismo que se abre como la noche y amortigua la dureza del pan que muelen las encías ciudad pan urbe vacía dispuesta a tragarnos ciudad sin dientes y así nos muerdes


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ciudad glotona XIV Del pan que se guarda tengo hambre tengo un hambre que calcina las convulsiones de la tierra un hambre que no me busca que busco y nada sacia no tengo sed el desierto vive en mĂ­ tengo hambre en medio de una naturaleza muerta desde unas cuencas vacĂ­as el hambre me mira tengo una raciĂłn de pan embalada en saco de mostaza nada guarda la potestad del hambre sobre el huero las cuencas irradian sigo con hambre y al pan nuestro lo aprisiona un muro XVI Escribo el encuentro que le promete el pan al hambre un hombre parado frente a los gruesos vidrios


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ve su imagen devorando un pan de miel triste se muerde un dedo alguien detrás del vidrio empuja la masa en su garganta con una cola el hombre comienza a caminar ya no es un pan es un hambre que le aruña todo el cuerpo XVII Estoy ebria de ver la ciudad con hambre hambre cabeza-tronco manos-piernas con necesidades fisiológicas con olor a orines viejos hambres que se fecundan en la estéril existencia salgo en la mañana a vivir sólo encuentro hambre vestida de obrero de cansancios de interrupciones hambres de siglos de pan de negación ¡dios dónde nos cabe tanta hambre!


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Omar Castillo EN LA ESCRITURA DE OTROS I En la tradición clásica china los autores más que estilistas de un nuevo texto, ejercían como comentadores de los ya existentes, en estos encontraban las raíces del conocimiento y las enseñanzas necesarias para comprender, en su presente, cuanto ellos mismos intentaban comunicar. Con sus comentarios hacían que el cuerpo canónico de su tradición escrita creciera sin las rivalidades dadas cuando se pretende ser original, ser el dueño de la primera huella impresa. Esto permitía una higiene intelectual que hacía propicio el estudio, la reflexión y el mantenerse alerta para lo inaudito del conocimiento en la amplitud de sus avenencias y desavenencias, ya en la idealización de dichos conocimientos, ya en el impacto de estos en la cotidianidad. El conocimiento como un fresco que se va realizando en la superficie de la realidad, de la cual todo lo existente hace parte, ante todo, la otredad como raíz de esa realidad creciendo, renovándose en sus huellas y arbitrio. Fresco dibujado y coloreado una y otra vez hasta producir una tradición, una cultura. Aún con sus grandes hitos, la vastedad clásica china hunde sus fundamentos en lo anónimo, rasgo que la convierte en centro de reflexión posible para asimilar y confrontar las prácticas que se pretenden imponer en el mundo de hoy, mundo globalizado y sometido a las patentes de propiedad, no sólo de la biodiversidad necesaria para la sobrevivencia de todos, sino también del conocimiento y sus usos. Con la eclosión del Imperio Romano se hace tradición en Occidente que las naciones poderosas quieran ejercer control sobre el conocimiento y la cultura de sus dominados. A lo largo y ancho de estos más de dos mil años esta práctica ha sido revestida de muchas formas y maneras, hasta llegar a la actual concepción del mundo como aldea global en la cual sus habitantes son masas para la producción y el consumo, y para quienes no apliquen, el orden discrimina sus recovecos punitivos, imponiendo la prisión como sinónimo de marginalidad. Empero, lo más sobrecogedor es la forma como las actuales naciones poderosas han usurpado la biodiversidad del planeta, patentando sobre ésta su exclusiva propiedad, el control sobre la producción agrícola, los insumos para la elaboración de medicamentos y su poder de decisión sobre vastas regiones del mundo óptimas para la siembra y ricas en potencial hídrico. Y más reciente el intento de patentar el conocimiento y la cultura de todas las naciones periféricas en un afán sin precedentes por borrarles la memoria de sus tradiciones agrarias fundamentales para la sobrevivencia, y con la usurpación de sus conocimientos culturales, extirpar todo vestigio de su razón de ser, de existir. La otredad, tal como está concebido el mundo de hoy, hunde sus raíces en el pecado original y la realidad sólo es posible si cada quien paga su redención con el sudor de su frente. Las naciones centrales cada vez imponen una cultura del entretenimiento y un conocimiento mediático, mientras el sumidero arrastra. Es necesario conocer los discursos ejercidos a través de las realidades producidas e idealizadas desde el siglo XIX hasta estos inicios del XXI, los sistemas teóricos donde los organismos de poder figuraron diferenciarse hasta conseguir polarizar geopolíticamente el planeta. Y los matices y contrastes donde hoy se fusionan para elaborar el discurso que les permite fundar y poner en práctica los principios geoeconómicos que rigen la aldea global. Estudios así son necesarios para contextualizar asuntos como el descubrimiento y desarrollo de tecnologías, casi de ficción, que posibilitan al ser humano mejorar su bienestar y ampliar sus conocimientos y concepción del mundo y del universo. De otro lado el oscurantismo y la miseria en la que existen inmensas franjas de la humanidad, no sólo en las naciones periféricas, también en capas sociales de las naciones centrales. La dinámica de estos contrastes argumenta órdenes de comportamiento tanto en quienes configuran los sistemas de poder, como en quienes son gobernados o dejados al margen de las estrategias rentables de este ejercicio “civilista”. En la escena global una muestra del abrupto ejercicio del poder plantado por el discurso hegemónico, son las distintas manifestaciones violentas que se ejercen desde lo paraestatal, como desde lo contraestatal. Cada vez son más visibles los grupos armados de orden privado imponiendo la voluntad de quienes los financian y orientan. En la aldea global el discurso es desarrollado para darle ficción de unidad metafísica al dibujo escénico mediático, también para acentuar los eslogan de la


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trama y conseguir la catarsis de los espectadores, sus ovaciones o su rechazo, pues ambas posiciones son precisas para mantener el predominio de los intereses geoeconómicos. En la logística dada por el canon de la aldea global la cultura resulta un eslabón idóneo para el establecimiento de su orden mediático, orden fundado en el marketing de la inclusión social, en el cual la cultura, entendida como creación artística, debe ser cancelada u orientada al trabajo recreativo con la comunidad. Así la creación artística pasa a convertirse en un hazmerreír lúdico, y los creadores en recreacionistas asalariados. Cualquier reflexión o estado de alerta que propicien las creaciones artísticas es desalojado. En cuestiones como estas es preciso recordar las palabras del artista plástico Christo cuando rememora las experiencias que, por allá en 1955 en su Bulgaria natal, le permitieron adentrarse en el conocimiento del arte como encubrimiento, entonces refiere los montajes que él y otros estudiantes de arte instalaban cerca de las líneas por donde pasaban los trenes de la Orient Express, montajes donde se fingían aldeas al pie de grandes cultivos, potente maquinaria agrícola y campesinos rozagantes plantados como ejemplo de los beneficios propiciados por el partido que en ese momento tenía el poder. El arte como coartada al servicio de una pretendida ideología, así en los días de la guerra fría. Hoy el encubrimiento está al servicio de la aldea global, donde las fronteras son un espejismo que permite arrasar con la memoria cultural y el pensamiento de vastas regiones en aras de una economía y una noción única, una noción aplicada al mercado de la usura y para la cual ensaya diferentes fórmulas de esclavitud asalariada. Tal como se presenta y desarrolla el mundo, no es posible concebir la creación artística al margen de cualquiera de estos eventos, máxime cuando estos mismos quieren desconocer la activa participación del arte en la condición de la existencia humana, por lo que buscan reducirlo a inofensiva alhaja de museo, lo más, a pieza arqueológica en las agendas de estudios avanzados. Por ello el rigor y la disciplina para la creación artística que dé cuenta, al tiempo que devele el encubrimiento ejercido sobre la realidad, es indispensable para quienes sean coherentes con su proceder artístico. La atmósfera “cultural” ha sido cargada de esnobismo y a quienes actúan en ella se les retribuye engordando su ego, permitiéndoles participación en los titulares de la actualidad. Al punto, para muchos artistas se ha vuelto más indispensable participar de estos esperpentos que estudiar las raíces de su arte y las posibilidades para el desarrollo de su capacidad creativa. Así las cosas, para la conciencia del artista de hoy es prioritario develar las manchas de la realidad donde se confrontan la marginalidad indispensable para la creación, y la obediencia al sometimiento propuesto por el sistema cuando ejerce su poder e impone sus condiciones. De no hacerlo corre el riesgo de quedar entrampado en los recovecos de la actualidad noticiosa donde las coartadas y la complicidad se estilan como máximas en pompas de jabón. En el mundo globalizado al amparo de la geoeconomía, el artista no debe permitirse ser usado en máximas para el entretenimiento y el regocijo tras los cuales se encubre la indignidad a la que es sometida la condición humana y el mundo. El arte de hoy debe confrontar e indisponer, tanto a ese abstracto donde es englobada toda trabazón social, como a los individuos o la masa que se dice la componen. Confrontar e indisponer porque su intención es escrutar las estructuras en las cuales ha sido forjada la actual condición, lo depredador y usurero de su proceder. Sacudir tal condición, hasta hacerla cuestionarse en la médula de su ser encubierto, es uno de los objetivos del arte. De ahí lo marginal de su quehacer. Aquí marginal no significa que el artista se sustraiga de la realidad para refugiarse en torres de marfil, significa que se sustrae de los engranajes distractores de los cuales se sirve el poder para mantener sus nociones hegemónicas. Así el artista consigue el estado de alerta necesario para el estudio y la reflexión en el instante de la creación que le permite confrontar la indignidad propuesta para el mundo. Tampoco es un arte para la salvación ideológica o religiosa, es un arte para la rebelación. Desobedecer las concepciones y prácticas que han traído al ser humano y al mundo hasta este sumidero debe hacer parte de la ética y de la estética del arte de hoy. Si se reflexiona en cómo el devenir humano y sus procesos culturales han sido acomodados para la historia oficial, entonces es necesario pensar con quienes cuestionan el tejido de dicha historia y ven cómo la misma la afirman quienes detentan el poder y se han impuesto en las guerras. De ahí la forma por capítulos como ésta es establecida y argumentada para asegurar la línea continua de la tradición, según la cual el mundo es un museo por donde los imperios van y vienen acumulando su potestad. Más


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perturbadora resulta esta malversación de la historia cuando se ve reflejada en la sumisión y la obediencia de las naciones periféricas que dan por cierto tal museo y se rinden ante su verdad y designios. También resulta patética la desobligante actitud puesta sobre procederes culturales diferentes a los de Occidente, al punto de promover la sensación de que nada distinto a Occidente tiene realidad en la historia. Sin mencionar las malversaciones rencorosas ante el pasado y la presente realidad de naciones que otrora fueron imperio. España es uno de estos casos, su momento imperial suele ser expuesto como lugar de oscuridad e ignorancia. Todos sus logros quedan ofuscados por estos calificativos. La literatura clásica española, una de las más vitales de Europa e iniciadora de la novela, rápidamente fue calificada con el pomposo ciérrate sésamo del “Siglo de oro español”. Y si se tiene en cuenta el significado de alcanzar la quimera del oro en las búsquedas alquímicas, no queda sino sospechar que España ya no tiene nada para decir, su oro la ha enmudecido y debe dejar que otros se expresen por ella. ¿Cómo es posible permitirse semejante broche? Mientras las literaturas de sus competidores imperiales se nutren de sus logros, y sus académicos estilan gruesos tomos dilucidando la que fuera la literatura de España. II

Si se hace caso de lo dicho por Pedro Henríquez Ureña en su libro Las corrientes literarias en la América Hispánica, la escritura producida durante el periodo de la Colonia, tanto por quienes llegaron desde España a este extremo del orbe, como por quienes fueron fundiéndose en el crisol étnico que hizo realidad el vario perfil e idiosincrasias que actualmente integra los habitantes de las naciones de la región, cabe establecer que tal escritura permitió agregarle a la tradición literaria española nuevas imágenes, ya desde los significados y usos de palabras hasta entonces no existentes en el vocabulario español, como desde la geografía de donde era originaria la nueva vegetación con sus frutas, plantas curativas, aves de colorido impactantes y capaces de reproducir voces y sonidos en medio de una luminosidad tropical nunca antes vivida. También por las costumbres de los nativos y, ante todo, por la perturbación que producía la desnudez de sus cuerpos, desnudez que por instantes les hizo creer habían desembarcado en el idealizado edén labrado en sus mentes apostólicas y romanas. Y qué decir del efecto producido por la concha del espacio donde se revelaban estrellas no relacionadas en las cartas de navegación existentes, enjambres de estrellas en proyección de otras nociones del mundo y del universo. Todo esto extraño y fascinante, abismal por lo recóndito de lo invisible en lo visible de su novedad, hizo necesaria la escritura de palabras e imágenes hasta entonces no usadas por la literatura española, por esos años sumida en uno de sus momentos de furor creativo, y por extensión a las demás lenguas y literaturas de las otras naciones de la Europa de entonces. Durante la Colonia fueron extraídas palabras e imágenes que pasaron a ser propiedad de la corona, recursos para imponer su dominio. Hoy se podría agregar que, por lo mismo, estas “contribuciones” no deben confundir, ni hacer argumentar sobre ese periodo como el inicio de la escritura literaria de Hispanoamérica, pues ese es sólo un episodio más del expansionismo colonial español. Y debe ser asociado a ese cúmulo de bienes obtenidos igual que las especias, el oro y la plata. Antes del movimiento Modernista las naciones de Hispanoamérica escasamente habían producido una literatura, ni siquiera después de los años de las guerras por la independencia de España, se dio un atisbo épico donde se narraran los ideales y hazañas fundacionales de la nueva institucionalidad. Una esperpéntica noción romántica importada desde Europa permitió borronear una escritura literaria donde quedaron representados los inicios de unos rasgos y unas prácticas casi siempre mezquinas, disputándose la posesión de las tierras y su explotación. Entonces en todas las naciones de Hispanoamérica se escribieron cuadros de costumbres describiendo el surgimiento del prototipo del macho regional. Fue largo el periodo propiciado por ese romanticismo, y si en él surgieron “humanistas” de cuño gramatical que mientras anotaban artículos para la constitución de sus naciones sacaban tiempo para jugar a ser perfectos aedas metafísicos en metros y rimas memorizados en la tradición de los colonizadores, también fueron los años de las constituciones nerviosas vueltas metáforas enraizándose en un idioma de huesos y carnes que se sumaban para ser dueños de su propia noción del mundo. Cuota iniciática por un idioma que poco después permitiría el surgimiento del movimiento Modernista.


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Hispanoamérica debe a España, además de la envidia más aberrante y destructiva, el ser una de las periferias del mundo, territorios para la arbitrariedad y el pillaje civilizado. A la revolución francesa impuesta por Napoleón la ficción metafísica de independencia, el fresco de una liberación bocetada en el aura de un romanticismo degenerativo. Y a Inglaterra el endeudarla para después adoptarla como la trastienda que más tarde heredará su hijo del norte. Empero, en Hispanoamérica, desde las últimas cuatro décadas del siglo XIX, empiezan a mostrarse los perfiles de una identidad fundada en los desgarrados orígenes y forzadas mezclas que la componen. Entonces, en medio de las guerras civiles y el desorden institucional imperante en la región, aparecen los primeros textos de los escritores que darán cuerpo al Modernismo, movimiento desde el cual Hispanoamérica supo que por fin había poseído la lengua dejada por España, una lengua para nombrar sus realidades y sus ideales, lo propio y lo foráneo. El característico exotismo Modernista, sus ficciones atrapadas por el humo del artificio, su patético esnobismo, son el resultado de la necesidad por apropiarse de las historias del mundo. Hispanoamérica necesitaba devorar y digerir esas historias, de ahí el manierismo en la expresión de la mayoría de sus representantes. En su momento el Modernismo fue vilipendiado, tergiversado, utilizado por la oficialidad que buscó desactivarlo usándolo como cartilla escolar. Empero el Modernismo, su amplia estela literaria, sigue siendo fuente de reflexión para quienes pretenden formarse en el conocimiento del ser hispanoamericano. El insólito atrevimiento desarrollado por las vanguardias Hispanoamericanas está solventado en lo mejor del Modernismo, José Juan Tablada, Vicente Huidobro y César Vallejo, entre otros, no negaron su ascendencia. Existe abundante literatura donde se da cuenta de este movimiento, sus orígenes e implicaciones. Los ensayos de Gutiérrez Girardot, como los de Saúl Yurkievich son claves para la comprensión del fenómeno Modernista, tanto en lo literario, como en su contexto histórico mundial e hispanoamericano y, ni más faltaba, en su cabal oxigenación al exhausto idioma en la misma España posimperial. A trompicones Hispanoamérica escasamente ha conseguido el reconocimiento a su identidad cultural y el derecho a su desarrollo. Desde los diarios escritos por Cristóbal Colón y demás textos existentes donde los europeos dan cuenta del descubrimiento de este extremo del orbe, es marcado el encono del exotismo con el que su mirada, y desde ella su trato, entorpeció cualquier atisbo visionario, llevándolos a afincar sus intereses en el usufructo y el proteccionismo a mansalva como justificación de su ser colonial. Este efecto aún persiste y permea las relaciones de la región con las naciones centrales. En el campo de la creación artística las relaciones no han sido distintas. De la región se espera acepte el borrón al que es sometida su identidad e importe las directrices marcadas por la geoeconomía global. Resulta perturbadora la docilidad con la cual son asumidas estas imposiciones y establecidas como normas para impartir educación y distorsionar el carácter creativo cultural. Desde los archivos históricos donde se adoban los condicionantes humanos se vienen imponiendo leyes que someten caracteres y fraguan destinos. Una de ellas concede el privilegio de pensar, de desarrollar el pensamiento y ponerlo en práctica. Según esta ley ni España, ni las naciones de Hispanoamérica han desarrollado capacidad de pensar, su idioma no es idóneo para las ideas, por lo mismo deben ser subsidiarias de las naciones cuyas lenguas son óptimas para el pensamiento. El recurrente atributo adjudicado al idioma español es el de servir para el colorido folclórico y la ficción literaria. Quizás la concepción establecida por estos archivos permita sostener argumentos como el anterior, empero se olvida cómo la existencia humana y su devenir no ha sido, ni es, lineal. Tampoco lo recogido en estos archivos es la total realidad de dicho devenir, por lo que también pueden ser otras las maneras y formas de asumir la razón del pensamiento, de poder interpretar la realidad en el inagotable suceder de sus eventos. Ante la unilateral y avasallante visión de la historia aprobada, es impostergable no permitirse ser presas de las trampas que usurpan el pensamiento para imponer las estrategias y nociones amañadas de la historia. En Hispanoamérica, en las academias dedicadas al estudio de las literaturas y el arte de la región, se da un sometimiento a los sistemas de interpretación ejercida por las academias europeas y norteamericana. Para estos sistemas las literaturas de esta región son calco de las tradiciones representadas por ellos. Así no es posible establecer estudios propios para la comprensión de los fenómenos de cada idiosincrasia literaria y artística. Es preciso un intercambio como el que se presenta entre las interpretaciones de académicos franceses con sus similares norteamericanos o


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alemanes, donde los estudios de sus literaturas y tendencias artísticas son realizados sin desmedro de sus idiosincrasias. De lo contrario se estaría canonizando una sumisión interpretativa y negando la capacidad de reconocer las razones, aciertos y carencias de un carácter en su diversidad regional. Modelos como este apuntan al fortalecimiento de tradiciones extranjeras, no a un encuentro de raíces en zonas de reconocimiento mutuo. ¿Cómo ignorar las deudas contraídas por las literaturas europeas con la cultura griega y romana?, ¿cuánto se deben las literaturas europeas entre sí?, ¿cuánto las enriqueció el teatro y la novela de España? Y, ¿la participación de todas ellas en las literaturas y el arte desarrollado en Hispanoamérica, en Norteamérica y en Brasil? ¿Se pueden ignorar las contribuciones del continente americano a la concepción cultural del mundo? Los estudios académicos no pueden olvidar que los diálogos entre culturas no significan el sometimiento de una de las partes. Cómo no contextualizar el hecho de que la primera edición de Azul de Rubén Darío se publicó en Valparaíso en 1888, año clave para el movimiento Modernista hispanoamericano y español. Azul aparece tres años después del nacimiento de Ezra Pound, quien será la cabeza más visible, en las primeras décadas del siglo XX, del Modernismo en Norteamérica e Inglaterra. Y en 1893 nace en Chile Vicente Huidobro, personalidad solventada en los fenómenos más desconcertantes y estimulantes del siglo XX. Su obra es el resultado de una escritura asumida como experiencia radical en el hacer poético de su tiempo, de ahí las ofuscadas impresiones en su contra, las cuales han entorpecido su reconocimiento y por ende su natural influencia. Con Huidobro se renueva la imagen en la escritura del poema, la noción de su dibujo poético expone la metáfora donde se hace el poema. Su aventura se funda en la otredad del lenguaje como raíz de la realidad, no como espectro metafísico sujetando el poema a interpretaciones idealizadas por lo religioso o por lo filosófico. Su poema no suplanta la realidad, la encara, la asume en la contrariedad de sus aristas, en la dimensión de su simultaneidad. La imagen igual a la metáfora que desde la otredad hace la raíz de la realidad para el poema. Y si en 1922 es publicado The waste land (La tierra baldía) de T. S. Eliot, ese mismo año también se publica Trilce de César Vallejo, libros donde se evidencian los impactos acumulados en las realidades y visiones del ser humano, irremediablemente vuelto hacia el abismo de su ser ontológico. Y por paradójico que pueda resultar, al mismo tiempo ambos poetas dejaban evidencia de las capacidades de sus respectivos idiomas para renovarse en medio de la eclosión producida por la primera guerra terminada en 1918. Contextualizaciones así también son posibles, para el mismo periodo, con literaturas como la alemana y la francesa. Es un hecho verificable. La literatura y el arte de Hispanoamérica han producido obras que hoy permiten hablar de una tradición. Una tradición cuyas raíces se fundan en su geografía y brota desde su diversidad étnica. Y sin pudor se nutre de las tradiciones del resto del mundo, lo cual le permite un arte amplio en sus recursos y expresiones. Arte donde las voces y contenidos de la humanidad toda, en un tiempo que pareciera el de todos los tiempos, se amalgama en sus ritmos, gestos y colorido. Siguiendo las huellas atiborradas por Lezama Lima, se puede argumentar que la literatura en las naciones hispanoamericanas se funda en la escritura de otros. Antropofagia que hace posible las espirales para el pensamiento donde se sostiene la conciencia de la humanidad. Lo evidencian, entre muchos otros, León de Greiff, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Marosa di Giorgio cuando esculcan en la escritura de otros, acto que los hace originales, si se entiende por originalidad nombrar la realidad sin el prurito de ser el primero y el único. Y ante todo, sin ser deudores del monopolio impuesto por las patentes de propiedad expedidas en nombre de la aldea global. Patentes para usurpar el pensamiento, socavar las culturas, anular la creación y al cabo homologar la humanidad al rasero de la producción y el consumo.


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Mario Angel Quintero TRASLAPOS La ciudad se narra, se poetiza y se escenifica sola. No se trata de un material sin forma que uno moldea y así se expresa. Más bien lo que se manifiesta como fenómeno ciudad es una serie de formas, de ritmos, de conflictos formales, que se desarrollan como la suma de una voluntad masiva, ciega, y sorda al encontrarse con elementos naturales destilados por el azar. La ciudad impone sus formas. Quizás lo más fascinante de esta imposición es que la ciudad suelta tantas formas que, dado el espacio y el tiempo limitado, estas formas se ven obligadas a sobreimponerse, creando híbridos, mutaciones en los puntos de contacto urbano. Es en estos puntos de contacto, de creación vuelta comunicación, donde se define cuál momento califica como evento y en qué punto termina una historia. La bulla sintética en que vivimos nos lleva a silbar nuevas melodías, gaguear nuevos ritmos, y entenderlos como algo nuestro. Lo que tiene en juego el espectador define el momento cómico o trágico. La ciudad como instancia incesante de transformación de formas es, más que gigantesca, más allá de la escala humana. Por eso hablar de ciudad es necesariamente hablar de un mito, es un acto de imaginación. Esto no significa que la ciudad no existe. Al contrario, significa que tanta ciudad existe que es como hablar del Mar, o de la Guerra, siempre una aproximación a algo que queda más allá de nuestra habilidad de entender su totalidad. Así que representar la ciudad, sea en prosa, poesía, o en el escenario es un acto visionario que convoca nuestras sensibilidades a un nuevo entender. Ciudad es el sueño donde ocurre encuentro y comunión. Ese sueño hay que crearlo. Si la ciudad es una visión que hay que crear, yo pediría un mínimo de verosimilitud. Nuestra tarea es parecida al mapa en una novela de Lewis Carroll, que es de escala uno a uno. El mapa es tan detallado que al abrirlo se tapa toda la ciudad, así que para los habitantes de la ciudad es mucho más cómodo no abrirlo, y utilizar la ciudad como su propio mapa. Cuando hablo de verosimilitud me refiero a varios retos. El primero es que nuestra Ciudad imaginada sea amplia. La Creación a nuestros alrededores no fue, no es, y no seguirá siendo escueta. El segundo reto es que nuestra Ciudad sea compleja, diversa, y detalladamente laberíntica. Lo mismo se podría decir del árbol más común. Finalmente, nuestra visión de Ciudad necesita un doliente. No un testigo y no una víctima, un doliente cuya relación con la ciudad sea activa. Yo creo que nuestra relación con esta Ciudad imaginada ha pasado más allá de observar. Observar un horror en una obra de arte es comerse un confite, o pedirle a alguien más que se lo coma. Ya el tiempo de golosinas cubiertas con el azúcar del miedo ha terminado. La visión que tenemos de Ciudad tiene que ser lo suficientemente amplia para incluir el no-horror. Si somos responsables de nuestras propias visiones, no basta con encontrar la herida, hay que empezar a sanarla desde la imaginación. Pero al explorar al doliente en busca de su herida, encontramos todo un universo. La reducción del ciudadano a su voluntad es señal de una voluntad hegemónica que se intenta imponer en términos simplificados. Reducir un miembro de una comunidad a lo que quiere es utilitarista pero no finalmente útil. Imaginemos un líder político que en vez de preguntarle a la gente qué quiere le pregunta: “¿Dónde has estado? ¿Con quiénes y con qué elementos de la ciudad tienes contacto cada día? Por favor, descríbeme particularidades de ese contacto”. Al intentar este experimento, quizás se vería por un instante la combinación de filtros que pueden influenciar cualquier acontecimiento urbano. La simultaneidad de nuestra realidad hace que nuestro conocimiento de la experiencia sea necesariamente fragmentario. Nuestros eventos están tan sobreescritos que sólo se leen sílabas aisladas. ¿Qué hacer con toda la bulla entre estos fragmentos de lucidez? Quizás nuestro instrumento auditivo, para seguir la analogía, o en este caso cognitivo necesita evolucionar. ¿Cuáles son las nuevas armonías de ternura cuando el brazo que extiendo para acariciarte está tatuado con caracteres japoneses que yo mismo no entiendo, y las yemas de mis dedos están anaranjadas de polvo de cheeto?


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Bordes. Fronteras. Si la planta florece en su borde, a su máxima extensión, es porque la flor es su órgano de contacto, su órgano sexual. Debemos pensar que la cultura también florece a sus bordes, en sus fronteras. El cerebro es el universo. ¿Cómo entender la ciudad, en qué millones de cerebros se mueven, en qué los gestos de esos cerebros a través del tiempo dejan suficientes rasgos para conformar sitios? Cada sitio emana su carga ideológica, nostálgica, económica y estética, como resultado de la presión que ejerce cada uno de esos cerebros para el cual ese sitio cobra realidad. Hay sitios de la ciudad tan densos en asociaciones y acontecimientos que son casi ilegibles. Quizás estos son los famosos “lugares comunes”. ¿Sí será posible que tengamos algún lugar en común? ¿Por dónde es nuestro acceso al lugar común y será que incluye contacto con el otro? O ¿será que el lugar común es un laberinto tan sobreescrito de vericuetos de imaginación que podemos estar sentados al lado del otro y nunca verlo, escucharlo o percibirlo? De todas maneras hay alguna importancia básica en nuestros puntos de convergencia, aunque sea sólo para elaborar un libro de falsos sinónimos de nuestra ciudad geográfica. El malentendido sigue siendo una especie de roce. Si nuestros sustantivos son diferentes y múltiples, busquemos cuáles son las conjunciones en las frases que nos definen como comunidad. Esta búsqueda sólo se podría realizar en lugares comunes. Insisto que la ciudad es un palimpsesto, que las huellas mías nunca serán completamente borradas por las de él que sigue, que siempre queda algo, y que la suma de esos gestos es la única definición entendible de la palabra “nosotros”. Si este palimpsesto ya no es legible, tendremos que ser lo suficientemente flexibles para cambiar el verbo “leer” por “describir” o “explorar” para poder ser el doliente que tanta actividad pide. Dejemos, entonces, que el ojo acaricie el panorama como se deja ver en una primera instancia. Una hoja color cemento hará el papel de uno de nuestros “parques”. A su alrededor, torres de tinta, manoseadas por dedos torpes antes de secar, se extienden hacia un cielo color borrador de goma. (El olor a grasa de butifarra y chunchurria se trenza con el sonido de señores de edad que tocan guitarra y cantan varias canciones a la vez y la salsa dulce y pegajosa de solterita llena todos los espacios marcados con una “x” de un formulario). El día se oscurece, y las sensibilidades de los habitantes de la ciudad se mueven por el aire espeso (como una fotocopia mala del aire de la ciudad de antes), de tanto intento, tanto sedimento. Estas sensibilidades son duras por fuera, como submarinos a razón de tanta presión a estas profundidades. Pero es inevitable que estas sensibilidades no queden como nuevas. Con el tiempo, con habitar la ciudad, se empiezan a incrustar con todo lo que no se ha disuelto del todo en el ambiente, y a veces se incrustan tanto que parecen más bien móviles pedazos de ciudad o sitios despegados que vagan y se sobre-imponen encima de otros. También tenemos que admitir que el ambiente tiene su elemento nocivo, y las superficies de las sensibilidades que navegan por la ciudad se ven a menudo carcomidas, revelando nervios debajo e impidiendo el movimiento. Esto se diferencia de los daños causados por choques y roces fuertes, cuando los bordes de las sensibilidades se doblan y se apachurran. Un doblez en una sensibilidad causa una auto-conciencia que la concentra y endurece o puede simplemente causar una solapa que se puede mover como un timón cuando se necesite navegar más ágilmente. Pasa también que, con el tiempo, estas sensibilidades van dejando caer pedazos de su esencia por la ciudad hasta ser indistinguibles de ella. El Parque Bolívar es un arrecife de coral, y el amigo que nos saluda le ha dedicado años a lentamente convertirse en una langosta gigante para proteger la pulpa preciosa de su imaginación que guarda por dentro. Las letras en el periódico sobre la mesa del café se despegan del papel y se deslizan como gusanitos negros al piso en busca de un candidato para comerse. Peces payasos charlan con unas anemones en la otra mesa. Otro amigo, al que casi no le entiendo cuando me habla, creo que me dice que tatuarse los ojos es la única manera de protegerse realmente. La inmensa presión nos sigue aplanando a todos. ¿Un tiburón cómo le da la mano a otro?


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Néstor López MEDELLÍN, SU SECTOR CULTURAL, CONQUISTA DE CIUDAD, RETOS DE CIUDADANÍA En nuestra memoria todavía están los recuerdos de foros hechos a principios de la década de los años 90 del siglo pasado en donde la ciudad de Medellín se preguntaba o, mejor, se respondió que la Cultura era una manera de construir ciudadanía. Esa “respuesta” se dio luego de la oscura y triste época que vivimos a fines de los 80 y de los análisis de expertos, intelectuales, artistas y políticos que nos indicaban que una de las razones de ese tiempo de oscuridad había sido la pérdida de sentidos de vida. Así, ante un modelo que soportaba el desarrollo de las personas en su poder adquisitivo, se requería un nuevo relato de desarrollo de la subjetividad que priorizara más la felicidad en sociedad que el mero éxito individual y efímero económico. Fue entonces cuando la ciudad enfocó su esperanza en prácticas y en sujetos individuales y colectivos que tenían relatos de vida diferentes al predominante del éxito y el rentismo. Allí conocimos y reconocimos procesos y actores sociales que nos mostraban que era posible la solidaridad, el compromiso social, la construcción de ciudadanía y el desarrollo desde historias de lo común. En tiempos donde todos contra todos (saludos Fito), hubo quienes no cerraron las puertas de sus casas ni se encerraron en sus cuartos a sobrevivir. Por el contrario, salieron a la plaza y abrieron sus sedes culturales para generar encuentros en época de desencuentros, se tomaron las calles de la muerte para exigir el derecho a la vida, escribieron con dolor su testimonio ante una ciudad vuelta campo de batalla y, algo ahora un poco olvidado pero valioso, se quedaron en la ciudad dando la batalla por construirla mientras algunos (hoy de regreso) partieron de ella, fueron vencidos por su desesperanza. Para entender este momento, baste citar un poema de José Manuel Arango que sintetiza lo que era el concepto de ciudad en ese momento: Ciudad La sombra del soldado Se alarga sobre los adoquines Con sinceridad, creo que muy pocos de mi generación sabíamos lo que realmente pasaba con Medellín a finales de los 80 aparte de creer que éramos la ciudad más peligrosa del mundo y capital del mundo de la mafia. Cosas que, incluso, en algunas ocasiones hasta aceptábamos con cierto orgullo “antiimperialista” según el cual ya era hora de que nosotros ganáramos algo del dinero de los gringos que siempre nos habían explotado. Sí, hubo momentos en que pareciera que la ciudad se sintió orgullosa de “poner en jaque” al imperio. Hasta allá llegó la capacidad persuasora del ideario de la mafia. Sin embargo, esto no duró y menos cuando tuvimos que ver y pagar con nuestro propio dolor el resultado de esas “apuestas” de ciudad. Se dice, creo que es cierto, que ninguno de los habitantes de la ciudad ha estado exento de ser tocado por la violencia de esa época. Sea de manera directa o indirecta, con sangre aprendimos que ese no era el camino y se requería repensar Medellín. Y fue así como esta ciudad por primera vez en su historia tuvo que buscar en lugares diferentes al dinero su propuesta de futuro. En ese momento en que nos preguntamos “cuál es el Medellín que yo quiero” muchas personas e instituciones miraron también como posibilidad el mundo de la cultura. Sí, en ese momento además del Atlético Nacional nos enorgullecíamos de Fernando Botero, de Gonzalo Arango, de Amílcar Osorio, de José Manuel Arango, de Kraken… Así, ante modelos de juventud como proveedora de la muerte, en un programa de televisión llamado “Muchachos a lo bien” se visibilizaron historias de jóvenes que construían ciudad desde el arte, desde la participación, desde la filantropía social… Ante una ciudad enrejada entre unidades residenciales y apagones, hubo quienes hacían conferencias de arquitectura en librerías del centro,


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presentaron obras de teatro en tiempo de toque de queda o defendieron su derecho al espacio público tomándose la avenida La Playa –saludos La Arteria– como lugar para la tertulia en tiempos en que nadie hablaba ni decía nada. Sí, sólo abrir un teatro al que poca gente iba, hacer una conferencia aunque a nadie le importara o sentarse a conversar fueron formas de resistencia de quienes arriesgaron ser ciudadanos, de quienes no permitieron que el miedo se impusiera a su vida cotidiana. En términos de construcción de tejido social, estas anécdotas son útiles para afirmar que, aún en los peores momentos, Medellín tuvo individuos, instituciones y propuestas que apostaron por la ciudad de la vida. No es gratuito entonces que luego de los acontecimientos del terror, cuando se indagó acerca de por qué valdría la pena apostar, inmediatamente contestamos que, por ejemplo, por una ciudad en donde el espacio público no fuera sólo el escenario de la violencia sino del encuentro; donde la vida cotidiana estuviera atravesada por la cultura y los propios proyectos de vida podrían ser en la periferia de la lógica perversa y alienante social de ser o productor o ser consumidor. Se podía ser ciudadano y valía la pena jugársela por ello. Esto de apostar por ser ciudadanos, por ocuparse de lo colectivo en un entorno de leviatán, en una sociedad donde todos pensaban sólo en sí mismos, pareció cosa de locos utopistas. Y la verdad, muchos de los procesos de planeación estratégica hechos a mediados de los 90, muchas de las fundaciones de organizaciones sociales, políticas y culturales que ocurrieron en ese momento parecían ser efímeros acontecimientos de optimismo romántico y no, como hoy podemos atestiguar, el germen, el caldo de cultivo de una profunda transformación de la forma como se concibe, se proyecta y se materializa la ciudad. Lo anterior permite afirmar que es necesario que la reflexión sobre la cultura en la ciudad de hoy detenga un momento su veloz furor y embriaguez de éxito, para recordar que este presente es el resultado de procesos que se concibieron y construyeron en estas dos últimas décadas en donde se sumaron voluntades de civilidad, ganas de construir en colectivo, empoderamiento social y sentido de resistencia ante las dificultades. Lo imposible era y fue posible. En nuestro museo de la fama de la ciudad de hoy tendrían que estar nombres como Pequeño Teatro –una de las primeras sedes de teatro independiente de la ciudad–, Asencultura –primera asociación de entidades culturales de la ciudad y vital en la construcción de reflexión de políticas públicas en estas dos décadas–; Atrae –primer proceso de asociación de los trabajadores de las artes escénicas y vital en el posicionamiento de este sector en la ciudad y generación de pensamiento en el mismo sector–; Corporación Región –organización que promovió la participación ciudadana, política, de los líderes y movimientos sociales en la democracia de la ciudad–, Proantioquia –líder en los procesos de planeación y veeduría de la gestión urbana– y la Consejería Presidencial para Medellín – Programa que permitió generar soportes de visibilidad, legitimidad y apoyo económico a la iniciativa comunitaria de construcción de tejido social en las comunas más deprimidas de Medellín. Cada uno de esos proyectos y organizaciones generó una reacción en cadena de confianza y reto en otros que, casi inmediatamente, se atrevieron también a crear entidades, proyectos, organizaciones y propuestas que aparecieron como un relato nuevo de ciudad posible. Es de resaltar especialmente el trabajo de la Consejería Presidencial que hoy, más de 15 años después, puede mostrar cómo gracias a su labor de apoyo técnico y financiero proyectos como la Corporación Cultural Nuestra Gente pudo tener su sede de trabajo y pasar de ser un proyecto de jóvenes voluntariosos a convertirse en un gran modelo de empoderamiento social de desarrollo gracias a la permanente compañía del Estado que ha permitido durante todos estos años consolidar sus impactos. También es bueno recordar que adicionalmente a este entorno de ciudad, nuestro país vivía el nacimiento de una nueva constitución política democrática y participativa en su espíritu, que reconoció a la cultura como fundamento de la nacionalidad y le dio al Estado la obligación de promoverla. Este hecho es fundamental porque a partir de ese 1991, la cultura y su institucionalidad tuvieron escenario en la política pública para su desarrollo. Hubo esperanza para un sector que estaba al margen de la atención del Estado. Por otro lado, la apertura económica determinada en los inicios de los 90 sumió a nuestras ciudades en una gran crisis económica. Poco empleo, pocas oportunidades había para los profesionales y muchos jóvenes ante la realidad de no tener empleo o emplearse mal, tuvieron la “oportunidad” de


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escoger la cultura –que igual mal paga en dinero pero mucho en espíritu– como su alternativa para desarrollarse personalmente. En nuestras sociedades estamos acostumbrados a que la gente aplace sus sueños personales en aras de lograr estabilidad económica. Así, muchos al jubilarse dicen que ahora sí se van a dedicar a lo que querían. Algunos deciden entrar nuevamente a la universidad a hacer carrera de filósofo, otros empiezan a estudiar música y artes o a tratar de ser escritores, etcétera. En los 90, creo que ante la realidad de algunos jóvenes profesionales que vieron como única posibilidad un trabajo con mal salario sin promesa real de jubilación –saludos ley 100– y la política como escenario de corrupción, prefirieron, preferimos, no esperar más y dedicarnos, desde el principio, a lo que queríamos, la cultura o el trabajo en la construcción de sociedad a través de organizaciones independientes. Apuesta arriesgada pero mejor que la otra, segura, del aburrimiento. A finales de los 90 la ciudad tenía una institucionalidad cultural independiente fuerte, con proyectos de alto impacto, con alta sostenibilidad social y con un gran crecimiento en la legitimidad ante el estado local y nacional que permitió generar mínimos niveles de subsistencia. De hecho, la crisis de fines de los 90 no afectó tan gravemente estos proyectos y a principios de esta década incluso pudimos atestiguar que la institucionalidad cultural tenía mayor fortaleza que la institucionalidad pública de la cultura de la ciudad. A tal punto que en 1999 el primer Consejo Municipal de Cultura fue creado gracias al tesón de un líder venido de estas entidades y “prestado” a la institucionalidad local de la Secretaría de Educación –en ese momento responsable de la política pública de cultura. El empoderamiento social del sector cultural independiente de la ciudad se dio primero en los espacios de participación. Vimos entre 1995 y 1997 a muchos actores e instituciones participar en la discusión y respaldo de la Ley General de Cultura y la creación del Ministerio de Cultura que se logró en 1997. Participando en las discusiones sobre lo que posteriormente fue promulgado como el Plan Decenal de Cultura 2001-2010 para una ciudadanía democrática y cultural. Adicionalmente en las discusiones del Plan Estratégico para Medellín 1994-1996, Visión Antioquia Siglo XXI y el Plan de Desarrollo de Medellín 2001-2003. Todo esto visibilizó al sector cultural como un actor más de los procesos de planeación local y nacional, a sus líderes como actores comprometidos con el desarrollo de la ciudad y el país y esta experiencia consolidó procesos de trabajo en red para la defensa y promoción de intereses del sector. Esta primera década del siglo XXI inicia entonces con un sector cultural en Medellín como ciudadano activo participante de la definición de los planes estratégicos, con liderazgos reconocidos socialmente, consciente de sus derechos y con empoderamiento político para exigirlos. El futuro estaba a la vuelta. Aunque la comunidad cultural ya estaba “preparada” para tomar las riendas de su destino, los líderes políticos aún no insertaron en sus planes las reflexiones que el sector proponía para la cultura. La tiranía de los expertos, en el mejor de los casos, o las prácticas de clientelismo, despotismo, amiguismos y dirigismo estatal de la cultura se mantenían y se mantuvieron hasta 2004, incluso después de creada la Secretaría de Cultura Ciudadana –2002– como gran conquista del proceso cultural de Medellín. Sí, en esos años a pesar de que el sector cultural de la ciudad era un actor ciudadano activo, la toma de decisiones acerca de las políticas culturales estaba muy lejos de articular estos procesos de participación. De hecho sirva recordar que la instalación del primer Consejo Municipal de Cultura de Medellín creado a través de un proceso de convocatorias en 1999 no contó con la presencia del alcalde de la ciudad, hecho que demostró el poco interés del gobierno local en esta instancia de la participación de la sociedad civil cultural. Este Consejo, uno de los primeros conformados en el país luego de la promulgación de la Ley General de Cultura, fue producto más del voluntarismo de Juan Luis Mejía Arango en su paso como secretario de Educación de Medellín en 1998. Igual ocurrió en el gobierno local siguiente en donde, a pesar de que se creó la Secretaría de Cultura Ciudadana y se tomaron decisiones en favor de diversas entidades culturales apoyando económicamente el mejoramiento de sus infraestructuras, entregando bienes en comodato, dando generosos apoyos a organizaciones reconocidas, etcétera. Estas decisiones estaban justificadas más por


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la voluntad del funcionario que en la existencia real de políticas culturales claras. Ni qué decir, concertadas con el órgano de participación, el Consejo Municipal de Cultura, existente en ese momento sólo en el papel. Se puede considerar entonces que esta asimetría entre un sector cultural empoderado en su ser de ciudadano versus un estado que no le escuchaba fue lo que motivó a algunos actores culturales a dar el “siguiente paso” hacia un ejercicio directo de participación política desde la cultura en los procesos de debate electoral. Existe una frase muy conocida del anterior alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, que dice que “o haces la política o la padeces”. En su caso, sirvió para invitar a muchos actores sociales a participar en la toma de decisiones de la ciudad. En el caso de la cultura, hizo posible que, por primera vez en la historia reciente de Medellín, algunos líderes del sector cultural de manera desarticulada, con liderazgos múltiples y desde diversos pensamientos se vincularan con la propuesta política electoral de Sergio Fajardo con la esperanza de tener un proyecto cultural que leyera el proceso que la ciudad había construido en los últimos años. La llegada de Sergio Fajardo a la Alcaldía de Medellín permitió poner en la escena general unos procesos, entre ellos el cultural, que venían tejiendo un futuro posible y que ahora se convertirían en el relato del futuro que hoy llaman el tiempo de la esperanza. Esta conjunción entre una nueva forma de hacer política y administración ciudadana respaldada por un potente proceso de participación y maduración del sector cultural para la definición y priorización de las políticas esenciales para su desarrollo, fue lo que hizo posible que, rápidamente, se establecieran acciones, prácticas, proyectos y programas que hoy por hoy constituyen el tejido de la transformación que, también en cultura, la ciudad muestra orgullosamente. Desde 2004 a 2008 la administración municipal mantuvo una dinámica permanente de diálogo con el sector a través del Consejo Municipal de Cultura, e incluso vinculó de manera directa a muchos actores del sector cultural independiente como asesores, funcionarios o consejeros de la política pública con todo lo bueno y malo que ello implica. Esa conjunción entre la administración de la ciudad con el sector permitió de manera casi inmediata crear todo un sistema de estímulos a la creación, a eventos culturales de ciudad, a salas de teatro y apoyo a museos que el sector había solicitado por más de una década a partir de la metodología exitosa aplicada desde el nacimiento del Ministerio de Cultura. Por otro lado, en la administración local, por fin se priorizaron inversiones en infraestructuras culturales públicas (parques bibliotecas) planeadas años atrás y que a partir de ese momento –2004– vivieron su materialización. Estos cambios que inmediatamente fueron reconocidos como avances sustanciales, se explican también por una razón que es y será fundamental a la hora de evaluar una política cultural: la escogencia del secretario de cultura. Así, es innegable que el nuevo momento de la cultura se debe también a Juan Diego Mejía, primer secretario en el gobierno Fajardo y a Jorge Melguizo quien logró situar la cultura como una de las dimensiones protagónicas de la propuesta de estas dos últimas administraciones al lograr aumentar el presupuesto de la Secretaría que estaba en 40 mil millones en 2005 a 88 mil millones en 2009; además, con su ejercicio permanente de diálogo, debate y concertación de sus decisiones se ganó el respaldo, respeto y admiración de un sector acostumbrado a sospechar de los políticos metidos en el mundo de la cultura. Estas razones explican también, entre otros muchos indicadores, la sensación de unidad de criterios entre el sector y el Estado y de “bonanza” que vivió la ciudad en materia de actividad artística-cultural. Es aquí donde hay que hacer un pare necesario para decir que, todo lo anterior, no sólo demuestra que el sector cultural de la ciudad ha construido tejido social cultural sino que su mismo proceso como sector es una demostración de cómo se construye tejido y qué produce cuando esto sucede. Produce participación, empoderamiento, poder y legitimidad de la intervención estatal en favor de las prácticas culturales sociales. No es extraño, pues, que para quienes no atestiguaran este proceso, para quienes no estaban en la ciudad cuando ella apostaba por su futuro, para quienes vienen como nuevos habitantes o funcionarios culturales luego de haberse retirado de esta apuesta, lo que sucedió entre 2004 y 2008 fuera una “explosión de cultura” o algo parecido. Era obvio, la ciudad nunca había dirigido su foco de atención a


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ese maravilloso movimiento y jamás le había dado la oportunidad de visibilizar estas prácticas que a diario se llevaban a cabo como resistencia, como propuesta de civilidad. Al situar el foco de atención en ellas, lo que se vio fue “explosión” de inclusión de un relato que, hoy, es el relato del orgullo, del futuro posible que se defiende. Es cierto que también en Medellín, como en muchas otras ciudades, el sector cultural respondió con grandeza al reto de ser estrategia de renovación social de la vida cotidiana y eso es lo que hoy todos celebramos, de lo que nos sentimos orgullosos. Ahora, en tiempos de esperanza, les comparto lo que veo. Veo que algunos actores sociales, tanto individuales como institucionales, consideran que fue la política y algunos políticos los que cambiaron la ciudad, no acciones de ciudadanos en y desde la cultura. Considero que esto responde a un complejo de inferioridad que preocupa porque invita a personalizar este momento, a erigir caudillos en donde lo que hubo fue movimiento cívico ciudadano. Preocupante es esta lectura de lo sucedido porque cuando consideramos que el actor principal del cambio es un político que luego de ganar elecciones se convierte en funcionario al que le damos la autoridad de hacer la ciudad cultural… hemos elegido al dios sabio de Platón. Por el contrario, si consideramos, como creo, que el actor principal es el proceso de empoderamiento social de múltiples ciudadanos y del sector cultural como protagonista de su desarrollo, la política es allí escenario de la materialización de los propósitos comunes y los funcionarios los delegados para llevarlos a cabo. Los encargados que tienen responsabilidades, que no pueden hacer lo que a bien quieran. Así, en el primer modelo interpretativo –muy entronizado hoy entre algunos– de la política como centro, el tejido social puede ser destruido por un despotismo ilustrado contemporáneo. El funcionario autoerigido en medida de la cultura. O también se puede caer en la dictadura de los tecnócratas, cortesanos de los funcionarios o los peligrosos “expertos” que, fundamentalmente, respaldan al funcionario a cambio de ser respaldados en sus intereses específicos. En el segundo modelo, de la política y el gobierno como escenario de materialización de los propósitos comunes no exclusivistas, el tejido social es construido gracias al permanente ejercicio dialéctico del pensar, dialogar y pactar que, al decir de Ferrán Mascarell, es la mejor manera de escribir permanentemente el contrato social de la ciudad contemporánea. Sí, hay que repetirlo, la Medellín cultural de hoy es un resultado de un proceso colectivo que invita a seguir siendo configurado entre todos. Si no lo entendemos y actuamos en coherencia con esta realidad y dejamos que alguien o algunos hábilmente se apropien de esta conquista ciudadana que tanto nos enorgullece, el futuro de la ciudad se diluirá entre la soberbia y las ansias de perpetuación burocrática a las que hoy asistimos. Aquí los gestores culturales tenemos el gran reto de consolidar este espacio de empoderamiento del desarrollo de nuestro propio sector y de la ciudad como producto de lo que hacemos y como legitimadora de los sentidos comunes. También es bueno resaltar unas tensiones del momento presente de la gestión cultural hoy en la ciudad de Medellín. Tal como se dice en apartes anteriores, el cambio de Medellín se explica, entre otras cosas, por su cambio de sentido, porque priorizó el desarrollo humano, cultural, en vez de lo simplemente urbano, de lo simplemente económico-rentista. Adicionalmente es fundamental insistir en que la ciudad es de todos y su futuro es responsabilidad de todos, también en lo cultural. Pero alerto cantos de sirena peligrosos que debemos afrontar: 1. Hemos avanzado en participación y reconocimiento del sector cultural como actor del desarrollo de la ciudad, en la existencia de equipamientos públicos para la cultura, en la participación de los ciudadanos en los hechos culturales, en el fortalecimiento de procesos, eventos e instituciones culturales pero falta todavía mucho por hacer. En primer lugar, la ciudad aún no tiene un plan de cultura. No se ha definido un contrato social cultural y ello está hoy fortaleciendo las miradas sólo sectoriales, el aislacionismo y el voluntarismo elevado a política pública. Una ciudad cultural así, va hacia la dispersión y puede caer en perversiones propias de las ausencias de políticas culturales claras, concertadas y legitimadas por todos los actores. Adicionalmente, no tenemos responsabilidad social


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empresarial con líneas fuertes de acción en la cultura. Aún nuestros actores culturales desarrollan sus proyectos con grandes dificultades de sostenibilidad económica o gran dependencia de recursos públicos que hace muy frágil su viabilidad futura. Las industrias culturales son oportunidad en la ciudad, pero su realidad es precaria. También se destaca el incipiente desarrollo de los procesos culturales relacionados con la tecnología y los nuevos medios que constituyen gran oportunidad para el desarrollo del sector cultural de la ciudad. En todos estos aspectos, la ciudad tiene mucho por hacer. 2. Medellín debe reconocerse en su memoria de tejido cultural independiente. Es urgente consolidar el tejido Estado-sector cultural como herramienta esencial del proyecto cultural presente y riqueza futura. Esta relación es la que permitirá mantener políticas culturales incluyentes, que asuman su ser de sostenibilidad a la vez de permitir la innovación que se da en el ámbito de la acción cultural cotidiana de las organizaciones. También es vital para evitar tentaciones como el dirigismo y perversiones como la construcción de relatos de cultura oficial que hoy se viven. 3. Es importante analizar críticamente la tentación de institucionalizar la oferta cultural porque una ciudad como Medellín, con una facultad de artes de 30 años de existencia, con más de 100 organizaciones con gran experiencia en todos los campos de trabajo cultural, con eventos y procesos culturales comunitarios consolidados, debe aprovechar este tejido para potenciar su oferta, no para hacer, desde el estado, competencia profesional a esta infraestructura cultural y capital humano profesional existente. Esto, en el largo plazo podría destruir el tejido social independiente existente, burocratizar el hacer de la cultura y, lo que es peor, convertir en despilfarro el dinero invertido al hacerlo replicando desde el Estado procesos independientes. 4. Si bien se reconoce la necesidad de facilitar el acceso de los ciudadanos menos favorecidos a los hechos culturales, esto no puede quedarse sólo en la asistencia a eventos porque garantizar el derecho a la cultura no es sólo permitir el acceso gratuito a eventos. Es importante promover su participación en procesos culturales que también construyan sentidos, vida cotidiana de cohesión social. 5. La evidencia masiva de ciudadanos como creadores de sentidos desde la cultura y el arte es una oportunidad que, en Medellín, se está dando a través de la priorización de procesos culturales que las comunidades hacen en asambleas barriales y comunales. Este posicionamiento de la cultura como una necesidad reconocida por nuestras comunidades es una gran oportunidad a la que debe articularse el sector con el propósito de satisfacer estas demandas de la mejor manera, además de aprovechar un nuevo espacio social para lograr la misión de hacer de la ciudad un escenario para la vida cotidiana en la cultura y las artes. 6. Hay que consolidar la participación ciudadana como la herramienta central que permitirá mantener lo logrado. Si estamos construyendo ciudad, se hace con una pluralidad de voces, de actores, de ciudadanos activos, vinculados a la construcción de sentido. Aquí hay que recordar nuevamente a Mascarell que nos invita a democratizar la política, a evitar su especialización entre algunos pocos líderes. Esto es de gran valor debido a que una ciudad en donde la participación política se democratice podrá tener muchos ciudadanos haciendo y respaldando el proyecto de ciudad, no algunos. La defensa, entonces, de lo logrado está más en el empoderamiento, democratización de la política en la mente y la acción diaria de todos los ciudadanos. 7. No sobra advertir que las acciones para defender “lo ganado” pueden llevar y están de hecho generando fundamentalismos, divisiones, estigmatización de la crítica y persecución del contradictor. En síntesis, estamos destruyendo el tejido social cultural del que hoy nos enorgullecemos. El Consejo Municipal de Cultura, protagonista central de estos últimos 6 años, ahora ve amenazado su papel por algunos pensamientos que están tratando de limitar sus logros de años en donde se convirtió en un espacio de diálogo, debate y concertación de la política y las decisiones que se tomaban en asuntos de cultura. Retornar a un Consejo que habla para no ser escuchado es una tentación en la que no puede caer este proceso. También aquí se requiere que ciertos funcionarios que dirigen la política pública de cultura se articulen a los nuevos momentos de empoderamiento real, activo y deliberante del sector. 8. Quien ganó este presente de ciudad fue una gestión de sentidos desde la cultura. Creo que es grave error caer en la invitación de la cultura como mercancía de la experiencia. Mero entretenimiento. La empresa posible y necesaria para la cultura en Medellín es la gestión de sentido y ciudadanía. El arte de hacer hombres y mujeres conscientes de su ser, responsables de su presente y


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ansiosos de hacer futuro. No deseosos de dormir en la comodidad de la indiferencia y el consumismo del entretenimiento. Medellín necesita más ciudadanos para la cultura, no simples consumidores. Las políticas de fomento al emprendimiento cultural deben asumir también esta responsabilidad. Lo demás, creo, es despilfarro o enriquecimiento legítimo pero irresponsable de algunos en perjuicio del tejido social cultural que no terminamos aún de consolidar. Finalmente, creo que el gran reto de nuestro sector es reconocerse en la diferencia. No sólo desde el discurso sino desde la acción afirmativa de inclusión del que piensa diferente en mi propuesta de ciudad. Hoy existen gestores que están cayendo en la pelea por el centavo que no me dieron, en la demonización del otro distinto, olvidando o desconociendo la historia misma del proceso de la ciudad que vio ampliar los presupuestos para cultura en el momento en que más actores presionaron decisiones, no debido a la gestión egoísta de unos pocos. Así, la estrategia es aumentar la participación en vez de disminuirla, generar empoderamientos culturales colectivos en vez de lo que preocupantemente se vislumbra, oscuras artimañas de lobistas profesionales y gestores de vanidades espectaculares. Lo anterior nos invita a analizar críticamente también el trabajo en red que hoy por hoy se queda en lo instrumental y puntual. Este trabajo en red es un imperativo de construcción de tejido social cultural en la ciudad múltiple y diversa por la que felizmente todos apostamos. El reto ciudadano es trabajar en red con el otro, no sólo con mis iguales. Tenemos gran institucionalidad pública cultural, un jugoso presupuesto de más de 40 millones de dólares anuales, un posicionamiento real, tangible de la cultura en la gente y sus dirigentes, unos líderes culturales capaces de gestionar desarrollo… todo esto ha de ser el capital de un futuro esplendoroso de inclusión. Todos debemos caber. No sólo algunos. Tal como antes, hay que volver a hacer actividades, procesos para derribar fronteras, no para construirlas. Aquí la política debe ser herramienta de la cultura y el arte, no la cultura o el sector cultural como ornamento de la política. Este error ya lo cometió Barcelona y Ferrán Mascarell lo ejemplifica con el fracaso del Forum 2004. Políticos al servicio de la cultura y la ciudad, no la cultura al servicio de los políticos es el futuro que nos merecemos si no queremos regresar a los tiempos del miedo.


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COLABORADORES Carlos Carabeto ha publicado los libros de poesía Contante y sonante (2005) y Puerto Ulises y otros poemas (2007). La revista Interregno le ha publicado poemas inéditos y versiones de Dylan Thomas, así como algunos de sus ensayos. Nació en Medellín en 1952. Floriano Martins: poeta, ensayista, traductor, artista plástico y editor. Dirige el Proyecto Editorial Banda Hispánica. Es coordinador de la colección Ponte Velha, de autores de lengua portuguesa, de Escrituras Editora (San Pablo, Brasil). Curador de la Bienal Internacional del Libro del Ceará (2008). Profesor invitado de la Universidad de Cincinatti (Ohio, Estados Unidos). Codirige la Revista TriploV de Artes, Religiones y Ciencias (Lisboa, Portugal). Autor de libros como Fuego en las Cartas (poesía, España), A inocência de pensar (ensayos, Brasil) y A alma desfeita em corpo (poesia, Portugal), todos publicados en 2009. Nació en Brasil en 1957. Gloria Posada: Antropóloga de la Universidad de Antioquia y Maestra en Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Estética de la Universidad Nacional de Colombia. Diploma de Estudios Avanzados en “Patrimonio Histórico y Natural” de la Universidad de Huelva, España. Candidata al doctorado en Antropología Social de la Universidad de Barcelona. Sus poemas han sido divulgados en revistas y antologías de Colombia, México, Venezuela, y Brasil. En 1992 ganó el Premio Nacional de Poesía Joven del Instituto Colombiano de Cultura con el libro Oficio divino, publicado por esa institución. Además ha publicado: Vosotras (1993), La cicatriz del nacimiento (2000) y Naturalezas (2002 y 2006). Nació en Medellín en 1967. Marta Quiñónez: Psicóloga Social C. de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia. Estudiante de Letras: Filología Hispánica de la Universidad de Antioquia. Ha publicado los libros de poesía: Continente mohíno (1996), Noctívago (1998), Acantilado (1999), Abecedario de eximición (2000), Eva (2001), Kartalá (2003) y Arcanos (2006 y 2007). Nació en Apartadó, Antioquia en 1970. Omar Castillo ha publicado los libros de poesía: Divagaciones (1978), Vestuario (1979), Garra de gorrión (1980), Limaduras del sol (1983 y 1986), Fundación y rupturas (1985), Relatos del mundo o la mariposa incendiada (1985), Informe (1987), Relatos de Axofalas (1991), Leyendo a don Luis de Góngora (1995). En 1998 reúne su obra poética publicada desde 1983 bajo el título Relatos del mundo, en donde incluye además Fragmentos y Sonetos para la infancia que habita la piedra. Después publica: Abra, el libro de los amigos (2003), Poema de New York, con traducción al inglés por G. Leogena (2007), Los años iniciales en el vacío, 2001-2008 (2008). Y el libro de ensayos: Asedios, nueve poetas colombianos & Crónicas (2005). Ha sido incluido en antologías de poesía colombiana e hispanoamericana. De 1984 a 1988 dirigió la revista de poesía, cuento y ensayo Otras palabras, de la que se publicaron 12 números. Actualmente dirige Ediciones otras palabras activa desde 1985, empresa en la que se han publicado más de 30 títulos entre poesía, ensayo, teatro y narrativa. Dirige la revista de poesía Interregno desde 1991. Nació en Medellín en 1958. Mario Angel Quintero nace en 1964 en San Francisco, California, donde vive sus primeros 30 años. Estudia literatura en la Universidad de California y es becado en creación literaria en la Universidad de Stanford. Publica poemas, prosas y ensayos en revistas literarias estadounidenses, y dos libros en inglés: Globo (1993) y The Fifth Season (1996). Desde 1995 reside en Medellín donde publica los libros de poesía Mapa de lo claro (1996), Muestra (1998), Tentenelaire (2006) y El desvanecimiento del alma en camino al limbo (2009). También el libro de teatro Cómo morir en un solar ajeno y otras dramaturgias (2009). Director y dramaturgo del grupo Párpado Teatro. Néstor López. Comunicador Social y Gestor Cultural. Escritos suyos han sido publicados en diversas revistas y suplementos literarios. Actualmente dirige la Corporación Ateneo Porfirio Barba Jacob de Medellín. Nació en 1968.


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