FICHA BIBLIOGRÁFICA Cortés Amunárriz, Juana Benita y el hada Mandarina / Juana Cortés Amunárriz ; ilustraciones João Valente. –1ª ed. –Madrid : NubeOcho , Egales , 2013 84 p. : il. b/n. ; 23 cm. – (Egalité. Serie infantil-juvenil) ISBN: 978-84-15899-07-5 1. Diversidad 2. Familias homoparentales 3. Fantasía 4. Intriga I. Cortés Amunárriz, Juana II. Valente, João, il. III. Título IV. Serie. 087.5 : 821.134.2-3
Benita y el hada Mandarina
Benita y el hada Mandarina Serie egalité © del texto, Juana Cortés Amunárriz, 2013 © de las ilustraciones, João Valente, 2013 © NubeOcho Ediciones / www.nubeocho.com © Editorial Egales / www.editorialegales.com Coordinación: NubeOcho ediciones Diseño: Isabel de la Sierra Primera edición: Mayo de 2013 ISBN: 978-84-15899-07-5 Depósito Legal: M-13136-2013 Printed in Spain - Impreso en España Todos los derechos reservados. No está permitida la reimpresión de parte alguna de este libro, ni tampoco su reproducción, ni utilización, en cualquier forma o por cualquier medio, bien sea eléctrónico, mecánico, químico de otro tipo, tanto conocido como los que puedan inventarse, incluyendo el fotocopiado o grabación, ni se permite su almacenamiento en un sistema de información y recuperación, sin el permiso anticipado y por escrito del editor.
Benita y el hada Mandarina
Juana Cortés Amunárriz Ilustraciones de João Valente
Para Paula, el bichito de la casa
ÍNDICE
El cumpleaños Benita y sus hermanos Mamá Alberta El abuelo El hada Al día siguiente Antes de que Alice se fuera El sueño de Alice Las negociaciones con el hada El hada entra en acción Mandarina recorre la ciudad oscura La mujer estatua El hada se pone a prueba De vuelta a casa Desenlace
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EL CUMPLEAÑOS
Benita no podía dejar de mirar la tarta de cumpleaños con las diez velas encendidas. ¡Qué hermosa era! El bizcocho lo había hecho su abuelo esa misma mañana, y la casa todavía olía a limón. –Y ahora, antes de soplar, pide un deseo, cielo –le dijo su mamá Alberta. Un deseo… Benita no había tenido ningún regalo, pero al menos podía pedir un deseo. La niña miró a sus seis hermanos, que estaban quietos, observándola, algo bastante raro en ellos. Luego miró a su abuelo, Max Bacalao, que le sonreía con una sonrisa un poco torcida. Y por último miró a su mamá Alberta Rólex, que también intentaba sonreír aunque, como hacía tiempo que no practicaba, no le salía bien del todo. Benita los miró y ellos la miraron a ella. No tuvo ninguna duda acerca de lo que iba a pedir. Y su deseo, lo sabía, era el de todos ellos. El de toda la familia. Benita cerró los ojos en el momento en el que su corazón habló. Luego, los abrió y sopló con fuerza. Las velas se apagaron al instante, con excepción de una. Parecía 9
que aquella llama también fuera a extinguirse, pero en el último segundo se volvió a iluminar permaneciendo encendida. Benita la observó acongojada. El resto de la familia participaba también de su angustia. La vela desobediente los desafiaba. Pero entonces, cuando una lágrima estaba a punto de deslizarse por el rostro de Benita, el aire que había expulsado y que había avanzado contra la pared chocó contra ella y volvió hacia la mesa dejando helados a sus hermanos y consiguiendo apagar la única vela encendida de la tarta. Todos suspiraron aliviados. Luego, el abuelo cortó el bizcocho y lo fue repartiendo. Lo devoraron con ganas; hacía tiempo que en esa casa no se daban ningún capricho.
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BENITA Y SUS HERMANOS
Las cosas no siempre habían sido así en la casa de la calle Maravillas. Pero en ese momento, el día del cumpleaños de Benita, el día en que ella pidió el deseo, la vida no era lo que se dice fácil para ellos. Benita era tan pobre que en lugar de tener el pelo largo, como las niñas de los cuentos, ella lo llevaba muy corto para no gastar en champú. No tenía bonitos vestidos y llevaba la ropa que heredaba de sus hermanos, que al llegar a ella se había convertido casi en harapos. Y nada de preciosos zapatos de charol; Benita, incluso en invierno, llevaba chanclas de piscina. La niña dormía junto con sus seis hermanos en la misma habitación, en la que solo entraba una litera de siete pisos. No hace falta decir que la habitación era muy alta –seguramente hubiera quedado entre las diez habitaciones más altas del mundo en el Libro Guinnes de los récords– y para subir y bajar de las camas los chicos trepaban como monos. A Benita, que era la más pequeña, le dejaban la cama de abajo, lo que significaba que, a lo largo de la noche, la pisaban unas cuantas veces cuando bajaban y subían porque sus hermanos no se estaban nunca quietos. 13
Benita había sido la última en llegar. El primero fue Adolfo –era de marzo– y siempre hablaba de cuando él era hijo único y de los privilegios que tenía, a pesar de que un mes después llegó su hermano. Alexander llegó en abril; Alfonso, en mayo; Antonio, en junio; Armando, en julio; y Ataúlfo, en septiembre porque las oficinas del orfanato cerraban en agosto por vacaciones y no se hacían expedientes de adopción durante ese mes. Benita llegó en octubre, con las primeras lluvias. Su canastilla venía adornada con unas cuantas hojas amarillentas que el aire había depositado allí cuidadosamente. Cada niño fue recibido con cariño y emoción. Si hubieran podido, Alberta y Alice se hubieran llevado a todos los niños del orfanato, pero siete era el número máximo de adopciones permitidas. Siete. Y cogieron a los siete primeros niños de la lista. Benita, la única niña, fue la última. Tenía un lunar en medio de la frente. La cocinera del hospicio decía que esa era una señal, pero no se acordaba de cuál era su significado.
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MAMÁ ALBERTA
Alberta Rólex tenía una bonita dentadura, las orejas pequeñas y llevaba siempre un medallón que había heredado de su tatarabuela. Dentro del medallón había una pluma. La tatarabuela decía que había pertenecido al Espíritu Santo, aunque Alberta Rólex sabía que era una simple pluma de gallina. Así como la tatarabuela era una mujer crédula y fantasiosa, Alberta, en cambio, destacaba por su paciencia. También era muy cariñosa. Nunca olvidaba besar a sus hijos por la mañana, al despertarse, por riguroso orden, no se le fuera a pasar ninguno. Y repetía la operación por la noche, asegurándose de que estaban todos en casa y de que se habían lavado las manos –Alberta era también una maniática de la limpieza. La señora Rólex era relojera, y eso se notaba en su carácter pausado y en su capacidad para observar las pequeñas cosas que a otros les pasaban desapercibidas. ¿Has visto eso? Preguntaba con frecuencia. Ella descubría a las crías de araña que realizaban su primer vuelo colgadas de un finísimo hilo, o las motas de polvo que bailaban en los rayos de sol. Alberta Rólex era una gran relojera y, sin embargo, había tenido que cerrar su tienda, 17
El tiempo es oro, porque ya nadie le llevaba relojes para reparar. La gente tiraba los relojes viejos a la basura y se compraba uno nuevo, sin darse cuenta de que cada reloj desperdiciado acortaba un poquito la vida del planeta. Dio la casualidad de que Alberta cerr贸 la tienda a las pocas semanas de que Alice desapareciera. Fue entonces cuando el abuelo dijo que las desgracias nunca llegan solas.
Autora Juana Cortés Amunárriz Nace en Hondarribia, Guipúzcoa (1966), tierra de mar, de sirenas y pescadores, pero pronto se traslada hacia el interior, a Madrid para ser más exactos, ciudad en la que comienza a hacer lo que más le gusta: escribir. ¡Y desde entonces no ha parado! Relatos, novelas y cuentos con los que ha obtenido muchos premios y reconocimiento. Con su libro Queridos niños consiguó el galardón Ciudad de Alcalá, y con Corazón, mano, corazón, el Avelino Hernández ¡además de quedar finalista en los Premios Euskadi de Literatura Juvenil! Benita y el hada Mandarina es su más reciente novela juvenil y su primera aventura con la serie Egalité de NubeOcho ediciones y editorial Egales.
Ilustrador João Valente Nace en la desembocadura del Ebro, en Oporto, en 1976. Desde niño aprecia la belleza de su tierra, los meandros del río, y los atardeceres únicos de un cauce que besa el mar. Valente es arquitecto y músico, y además adora dibujar, su segunda profesión. Ha ilustrado muchos viajes, entre ellos una guía de Portugal. Benita y el hada Mandarina es la primera e intensa colaboración con las editoriales NubeOcho y Egales, y con la escritora Juana Cortés Amunárriz.