Salvador DalĂ 1904-1989
Mariana Freijomil
ESPECTROS E INDUCTORES (óleo sobre tela, 116,6 x 78,7 cm.) Sin aire. Sin peso. Sin trofeo. La esfera de los Atletas Cósmicos desmonta la tensión del hecho, detiene los inductores y conjura espectros. Supone un matiz en la actitud daliniana frente al mundo exterior, al que ya no trata de desdeñar —mediante la conquista de lo irracional—, cuanto de domeñar —gracias a la magia del arte—. Luego la esfera también se abre. El tegumento del hecho se hincha de noche y de los sueños del hombre allá en el carácter impostado de su paisaje, aludido aquí por un arco de mármol que lo enmarca por la parte superior; al fondo, una torre fundacional de Chirico preside la lucha fraternal de los Atletas. La esfera tiembla sobre la telaraña de vello púbico que Dalí tejió, en la que quedó atrapado y que no debería haber tendido, como un campo en el horizonte de eventos del agujero en la cabeza donde las horas proyectan intersecciones, como los flecos de un tapete deshilachado por las habilísimas uñas de los monstruos que el hecho desecha, arroja de sí temblando de frío en los malformados huesos y de — mucho menos concreta— ansiedad en los agobiados músculos. Porque el arte es el paréntesis hueco del Complejo()Agujero, y despertar de él es pasar a lo suspensivo de los puntos de cancelación del sentido de
la maravilla, losas de vadeo para un torrente de información corto y estrecho y que va de ahora mismo a luego; en la orilla de enfrente, está sentada sobre un cajón vuelto del revés, esperando, disfrazada con mortaja y guadaña, la idea que uno tiene de las cosas, de lo grande o de lo pequeño, de lo que no fluye o de lo que lucha. Dice: “Siente retumbar con un sollozo mi ausencia. Estoy con ellos, pero esto no significa que el atletismo cósmico sea un producto de la convergencia, aunque vamos a una unidad final con el Eacathon. De la biosfera a la noosfera. Ya existente, Personal, Trascendente, Autónomo e Irreversible Atleta Cósmico. Ya existente. Ahí han estado siempre, por encima y un poco a la izquierda, disueltos en el cristal. Sólo así se puede explicar el camino hacia superiores estados de conciencia del Universo. El estado superior siempre ha estado ahí, con ellos. Personal —un ser intelectual, no una idea abstracta—. El paso a una mayor complejidad de la materia no ha dado lugar solamente a formas superiores de consciencia sino a una mayor personalidad, de la cual los seres humanos son el máximo exponente, después de los Atletas, en el Universo -
conocido. Son centros de acción individuales, completamente libres. Es en este sentido que se puede decir que el hombre está hecho a la imagen del Atleta —que nunca venga: que nos acurruquemos en progresos legendarios de pelaje mientras los significados hacen mella hasta el tuétano—, que es la forma superior de personalidad. Las personas fugaces no serán suprimidas, sino súper-personalizadas. La súperpersonalidad será enriquecida infinitamente porque el atletismo une la creación y, cuanto más unido, el Universo se vuelve más complejo y crece en consciencia. Embudo, embudo, embudo para rellenar con súper-personalidad una espora más pequeña que una proteína, binario abstracto/concreto, esporas de pensamiento abstracto/concreto que saldrán a reproducirse al Universo, disparadas, fecundarán al Eacathon, uno y trino —Persona, Espora, Atleta—. Acerca el Universo a Sí. Trascendente. El atletismo no puede ser el resultado final del proceso de crecimiento en complejidad y consciencia del Universo. Vectores de atracción, siempre los vectores de atracción hacia Sí. Autónomo —es decir, libre de las limitaciones del tiempo (intemporal) y del espacio (no localizado)—. Irreversible. Una vez alcanzado, no puede ser perdido. Una vez fecundado no puede ser abortado” Un Atleta vierte por el pezón derecho un líquido que se transforma en un botellín de Coca-Cola®, el cual, a su vez, se convierte en un auricular —transductor que recibe una señal eléctrica originada en la Idea— que se -
licua en tinta putrefacta, directa al torrente, más densa que la información y por eso flota; del otro Atleta emerge, por la espalda, la excrescencia de un hombre nuevo y escasamente esperanzador. Del suelo que ambos sobreflotan, nacen fuegos fatuos que han sufrido un drástico cambio de estado para volverse arena en un desierto de lo factible y lo mensurable. Ambos peleles de estopa flanquean la torre fundacional y se mecen al antojo del súbito viento de la guerra que inspirase a Dalí tales ángeles de la poética del hilo conductor entre el símbolo y el monoteísmo. Visto esto, pues, la esfera, como cantera del espíritu y también como mito trágico, se pliega sobre sí misma.
Francisco Jota-Pérez
APELAR A DALÍ —¿Sabes que el padre de Dalí se casó con la hermana de su mujer al quedarse viudo? A Dalí esto no le molestó, pues todo quedaba en familia. —Te repito que no vamos a hacer un trío con mi hermana.
Gabriel Noguera
David Durรกn
FACETAS DE PINTOR DESPLEGANDO SU VIDA Y BESTIARIO SOBRE LA PLAYA «La pintura es una parte infinitamente diminuta de mi personalidad» Salvador Dalí Una playa vacía bajo el sol alucinante. Los granos de arena van cayendo uno a uno, desde el punto de fuga distante de una orilla puntual, subatómica, donde la luz se derrama como una jarra de vino incandescente y los contornos adquieren como esa esbeltez de columna palatina venida a menos, con el trazo ya ondulante y casi derretido. En una esquina, a un reloj se le escurre un desfile de hormigas que deambulan trazando signos, engendrando conceptos. Y a partir de una esfera que explosiona e implosiona de granos como semillas de granada, como un latir de corazón abierto, se siembran los bordes de costa desbordante. Dalí/pintor se masturba ante la fragilidad de esa espontánea naturaleza muerta, tras la modestia cuadrangular de una ventana que retiene toda la escena cual si fuera un lienzo mágico tejido de segundos dilatados. Dalí/showman, a mediodía, acostumbra pasear un ocelote, que es algo así como un leopardo menguado o un jaguar de ensueño y dandismo hiperbólico; un salpicar de motas entre el amarillo y el negro o un avispero de amenazas y hélices que avanzan frenéticas. Mientras cruza la calle, camino de esa playa -
constante y remota, de postal y alusión evocadora, se detiene ante un modesto tenderete de verduras, y allí, entre montones de hortalizas, racimos de tetas y frutos genitales, Dalí/filósofo consigue descifrar ese ritual atávico del sexo que tanto le incomoda y fascina, como en una saludable orgía de exaltación vegetal y onanismo hortícola. Ya en la playa, del mar surgen peces que rugen como tigres, tigres que acechan como la muerte, y todo parece levitar sobre el azul glacial del agua. En la orilla inmediata, se celebra una corrida en la que Dalí/actor capea un rinoceronte ante un público entusiasta formado por amigos reales y ficticios, mientras con lentitud de cieno, avanza una procesión de caballos que suavemente mutan hacia jirafa incendiada y elefante relicario. De pronto, del cielo raso, Gala desciende desnuda sobre una roca, como trofeo, como una virgen del neoclásico o una deidad mitológica a la que Dalí/devoto reza y suplica. Ella posa indiferente y él, con indulgencia, le responde azotando con flores sus pechos blancos de cisne. Una vez a solas, en un rincón secreto de la playa, Dalí/escultor levanta la piel tranquila del agua con mucho cuidado de no despertar al perro que sueña debajo, y con esa tela que es como un espejo o un recorte nublado de cielo, da forma a una túnica que le confunde entre los diferentes azules del lienzo. Dalí/niña observa la escena con una mirada de curiosidad y extrañeza, y se distrae jugando desnuda con las caracolas que va encontrando a su paso, -
buscando refugio bajo la sombra amable del mar. Hay noches en las que al otro lado de la costa, en un lugar incierto donde aún insiste la claridad del día, donde no termina nunca de anochecer, un piano y un violonchelo interpretan sonatas de ritmos apocalípticos, de sonidos discordantes. Y con esa banda sonora que es como una oda al caos, bajo ese ocaso perpetuo y luctuoso de media claridad, su piel, la piel de todos, adquiere un color ambiguo y cetrino como de leprosería. Dalí/científico se va apagando en un mundo de números, átomos e intrincadas leyes físicas, y su pincel es ya un bisturí que se desangra en una mancha de pigmentos. Y así, Dalí/pintor, Dalí/showman, Dalí/filósofo, Dalí/actor, Dalí/devoto, Dalí/escultor, Dalí/niña, Dalí/científico: Dalí/Dalí, se reconcilian en uno solo, como una colección de muñecas rusas, dentro de ese huevo místico de la creación que viene a ser la vida. -
Manu LeChuck
A単eta Martin
«Verdades universales sobre Dalí»: - Le gustaba el dinero. - Se echaba gomina en el bigote. - No follaba, era más de pajas. - Era sur-realista-catalán. - Gala era él y él era Gala. - Su pincelada es de señora que pinta los girasoles de van Gogh en una Academia de pintura de Albacete. - Se autodenominaba como genio y figura hasta la sepultura. - Vestía sayos largos y no llevaba calzoncillos para sentir el viento en los huevecillos. - Se dormía en un sofá con una cuchara que al caer le alteraba el sueño y luego pintaba lo que había soñado Gala. - Le gustaba Franco, ir de putas y los huevos con chorizo, eso sí todo en París. - Era un bohemio soñador con miedo a los saltamontes y Provolone para desayunar. - Todos queremos a Dalí y no lo ponemos de foto de perfil, porque era raro. - Gracias Dalí por haber existido, sin ti el arte tendría aún menos sentido del que tiene.
Marygarlic
Ana Calpena Santana
PARA EL GRAN MASTURBADOR (SUEÑO SUBCONSCIENTE) Un río en llamas una rosa tatuada en un puño cerrado; gruesa epidermis, rhinos keras, coraza anticipatoria de la atomización visual en pequeñas esferas, esferas de pelo y de piel de cielo y de mar vidrioso. Una figura a la luz de la luna derritiéndose sobre la arena; las sugestiones del sueño triangular —espejismo de traslación mental—, volubilidad: eso que es eterno y fugaz a la vez de estructura tan variable, con cambios bruscos de escenario en una especie de realidad absoluta. Avida Dollars. En el insulto hay tanto talento que se rebautiza y en un momento de locura simulada se da la metamorfosis indolora, una mancha roja prescindiendo de la razón, un huevo en la mano y Narciso naciendo, sufriendo.
Un caballo invisible en la playa de la memoria eterna. Una lágrima, y en esa lágrima la cara de Cristo. El juego lúgubre, blando de devorar hombres en otoño. Los sueños son hermosos, Aegis, y de tan hermosos que son no se pueden justificar.
Diego Mercado Villarroel
Paloma P.
SU – REAL Convertir el esperma atrapado en un condón en hermosas luciérnagas que iluminen el cuarto, perdiéndose para luego regresar. Encerrar la noche en una caja de madera evitando que escapen así, la furia y el hechizo que nos envolvió bajo las sabanas limpias. Gritar en silencio la atracción absoluta y extrema a través de la mirada a veces oscura, de los ojos del otro reflejándose cual espejo al chocar rostro con rostro. Perder noción del propio cuerpo, estrellándolo sobre el colchón de aire que nos vuela. Abrirse a la vida por la mañana sabiendo real el amor compartido que quiebra distancias penetrando los cristales de una ventana imaginaria y preciosa y grande de un cielo ancho que nos cae.
Crista Smith
Lara Ganfornina
EL UNIVERSO ATÓMICO DEL NUNCA SALVADOR En un jarrón, narcisos. En una esquina, hormigas. En el centro, él. Ahí está, ¿lo ves? Instalado en la silla de su padre, ya todo en-gala-nado, con los ojos clavados en el cuadro de La encajera. Mientras las migas de pan se clavan en su tierno codo, los rinocerontes circulan ordenadamente por el despacho paterno y sus cuernos se inclinan en reverencia ante las fotografías enmarcadas de Françoise Hardy. Desde su asiento viaja a la velocidad de la luz, dentro de un habitáculo donde todo se ubica fuera de nuestro tiempo, donde el espacio se caracteriza por su inexistencia. Su vida se concentra en una partícula a la que nuestra comprensión no puede acceder y que se aleja todavía más a cada instante. Él nos resulta ilógico ab ovo usque ad mala. El niño que contemplas estaba destinado a desarrollar unas conexiones mentales interesantísimas; observas al futuro superhombre capaz de producir su propia vida. Sin embargo, dentro de su cabeza nunca pudo crecer, y las únicas palabras que llegó a pronunciar fueron: «Me llamo Dalí, no Salvador».
Tamara Andrés
«El tiempo es una de las pocas cosas importantes que nos quedan». Salvador Dalí
COLABORADORES Tamara Andrés Ana Calpena Santana David Durán Mariana Freijomil Lara Ganfornina Francisco Jota-Pérez Manu LeChuck Añeta Martin Marygarlic Diego Mercado Villarroel Gabriel Noguera Paloma P. Crista Smith
DIRECCIÓN Sonia Marpez Gabriel Noguera
DISEÑO Y PORTADA Sonia Marpez
Obituario N.22– Salvador Dalí Publicado el 23 de enero de 2015 obituariomag.blogspot.com