Henry Miller 1891-1980
EL ACOSO Siempre he creído que llegado el momento sería amenazado por algún psicópata. Algo en mi interior me decía que de un día para otro un lunático la tomaría conmigo por puro aburrimiento y que me haría la vida imposible. Sí. Y no sólo me he limitado a creerlo con firmeza como si de un dogma se tratara, sino que además me he preparado para ello. De verdad. Soy un paranoico practicante. He entrenado para recibir amenazas escritas con recortables de revista, para encontrarme pintadas satánicas con pintalabios en el espejo del cuarto de baño. Estaba incluso psicológicamente preparado para que un escuadrón de sectarios se colara en mi casa a altas horas de la madrugada y descuartizara a mis tortugas. Es que si vives en la ciudad es cuestión de pura estadística, que tocamos a un tarado por cada cien habitantes. Así que lo mejor es acostarse cada día a sabiendas que tienes la psicopatía a la vuelta de la esquina. Y como es algo inevitable lo mejor es que ocurra cuanto antes para poder quitártelo de encima: como esa operación de rodilla que tienes pendiente. Como esa cena familiar que sabes que tendrá lugar más pronto que tarde. Por eso cuando empecé a recibir esas llamadas anónimas simplemente descubrí la inmensidad de la palabra alivio. Ocurrió deprisa, pero cuando colgué, suspiré y dije por fin. Eres cáncer y delirio, me dijo la voz, y luego me deseó que terminara de pasar un buen día, y colgó. El caso es que yo esperaba alguna amenaza y/o insulto. Algo más. -
Alguna ofensa insoportable, o que me revelaran oscuros secretos de mis vecinos que me hicieran aún más incómodos los encuentros en el ascensor. Esperaba que por lo menos me hicieran chantaje. Pero no. Sólo eso. Sólo eres cáncer y delirio, que más que a insulto me suena a piropo. El chalado que me ha tocado es una decepción absoluta. Tantos años mentalizándome para soportar el acoso de un pirado de categoría para tener que lidiar con semejante aficionado. Y es que en lugar de llamarme diariamente a altas horas de la madrugada, lo hace una vez cada dos semanas, o ni eso. Suele llamar a media tarde, cuando no tengo nada que hacer y casualmente paso cerca de la mesita del teléfono. De hecho, las llamadas se producen cuando me he olvidado de una cita importante o me he quedado dormido en el sofá con el horno encendido. Más que algo molesto que trastoque mi vida y me haga erizar el vello de la nuca, es como el servicio despertador de un hotel, pero gratuito. Como un terapeuta que me susurra al oído cosas medio bonitas medio enigmáticas para que me espabile cuando estoy embobado, pero gratuito. El fracaso de ese lunático es tal que ha terminado por hacerme sentir más arropado que acosado.
Xavi Lázaro
Sonia Marpez
SI FUESE HENRY MILLER (de mí hacia ella) Matar la inocencia en un instante: mancharle de rojo el vestido blanco, inmaculado que lleva puesto o ensuciárselo con barro. Extender mis brazos más allá de la noche, quebrando el aire en partículas o hundírselos en sus cabellos alborotados. No obstante, mi cuerpo le ruega clemencia frente al perfume de los inciensos que minutos antes encendió mientras afuera caía la lluvia despacio. Desearía gritarle con furia el amor que me desgarra con sólo mirarla y olerla pero no, caigo rendido, mudo a sus pies de uñas perfectas. Inocencia intacta la suya. Suicidio masturbatorio el mío.
Crista Smith
Fidel MartĂnez
II “Quiero una pureza clásica, donde la porquería sea porquería y los ángeles sean ángeles” Henry Miller Los antropólogos deberían tratar de dilucidar la obsesión por la limpieza del hombre moderno: esa extraña histeria de la esterilización, el morbo por lo impoluto, la atracción desquiciada que supura desde lo [inmaculado; el culto por las camisas planchadas. Alguien tendría que escribir literatura sobre el vicio occidental por la higiene, por esa indecente devoción al quirófano cuando el tugurio y la porquería son el estado natural de las cosas que pertenecen a este mundo. Alguien debería explicarles a todos esos fetichistas del pH neutro que hay más pureza en una gota de lefa resbalando por los labios que en todas las atmósferas protectoras de los envases que recubren sus alimentos. Alguien debería hacerles entender a esos yonquis de la profilaxis que los mejores frutos crecen en tierras abonadas con mierda;
que la pureza no huele a lejía, que en el fango también hay belleza. Él bien lo sabía.
Javier G Calabria
«Pienso en que, cuando el gran silencio descienda sobre todo y por doquier, la música triunfará por fin. Cuando todo vuelva a retirarse a la matriz del tiempo, remará el caos de nuevo, y el caos es la partitura en la que está escrita la realidad. Tú, Tania, eres mi caos. Por eso canto. Ni siquiera soy yo, es el mundo agonizante que se quita la piel del tiempo. Todavía estoy vivo, dando patadas dentro de tu matriz, que es una realidad sobre la que escribir». MONA - La matriz
De las preocupaciones más perseverantes del hombre, la ubicación del centro del mundo ha concentrado esfuerzos titánicos del intelecto, mares de horas ahogando cavilaciones alineadas por el mismo propósito. Concebir la matriz, comprender la matriz, instalarse en la matriz, alternativa o simultáneamente. Desde el vértigo de la primera cosmogonía formulada, se abrieron tantas vías como ahíncos existen, como razas existen: el ahínco del artista le dirige a la matriz del mundo, el ahínco del cabalista codifica sus soluciones cifrando y descifrando letras como mundos. Cuando Giordano Bruno concede infinitud al universo, coloca el centro en ningún punto y entierra cualquier opción de un cosmos circular. A partir de esta idea, caben dos opciones para la circunferencia aristotélica del universo, o es devorada por la infinitud o existen infinitos mundos y, por tanto, el espacio sin límite asegura infinitas circunferencias. El centro está en toda parte ya. En la Rue Lhomond, la Place de -
l'Estrapade o en la Avenue de Breteuil, o en todos esos lugares «donde nos trastornamos mutuamente con amargas escenas de celos». La inhumanidad de Miller se esparce por París como una matriz que tiene infinitos centros en Mona. «Para cantar, primero hay que abrir la boca. Hay que tener dos pulmones y algunos conocimientos de música. No es necesario tener un acordeón ni una guitarra. Lo esencial es querer cantar. Así, pues, esto es una canción. Estoy cantando. Para ti, Tania, canto. Quisiera cantar mejor, más melodiosamente, pero entonces quizá no hubieses accedido nunca a escucharme. Has oído cantar a los otros y te han dejado fría. Su canción era demasiado bella o no lo bastante bella». TANIA - El Canto Con el pensamiento del hereje napolitano, el juego de interpretar alcanza el ilinx, la turbación cailloisiana más vertiginosa. El vértigo de la conciencia, producido por la posibilidad de los mundos infinitos de Bruno, aparece junto a la fe en una capacidad ilimitada para perfeccionar el conocimiento. La lucidez, interrumpida por el vértigo de vislumbrar al nuevo Adán, la raza inhumana, en su viaje a la matriz, que es donde nace y cesa el tiempo, donde le esperan las voces lingüísticas a modo de piezas. En la Cábala de los Nombres, Abulafia concibe cada letra como un nombre divino que ha de encontrar su -
orden. Al ser las letras consideradas unidades plenas de significación, el texto sagrado se pulveriza en un atomismo lingüístico que permite alterar, desordenar y descomponer su contenido en piezas. Esta pérdida de respeto por el texto sagrado da lugar a una combinación inhumana de las letras por parte de los hombres. Guldin, en 1622, calcula que las 23 letras del alfabeto permiten más de setenta mil trillones de palabras. Contemporáneo a Guldin, Mersenne se empleó contra la cábala y el ocultismo, pero el vértigo cabalístico fue irresistible y finalmente acabó cautivándole, incapaz de distinguir entre la omnipotencia divina y la posible omnipotencia de una perfecta combinatoria manejada por el hombre. Mersenne dedica Harmonie Universelle a los cantos sobre la base de tres octavas y veintidós notas, 1.124.000.727.777.607.680.000 de posibilidades. Aceptando la dependencia de la oralidad para la activación del poder mágico de los cantos, resulta evidente que las probabilidades de alcanzar el éxtasis se reducen a un número escaso. El silabeo de los nombres precede al éxtasis, la harmonía susurrante, las voces con que Dios crea el mundo. Mientras las posibilidades van quedando desestimadas por millones, millones por segundo, yo canto. Canto por la nuca, canto por las muñecas, canto por todas esas juntas que dirigen a un lugar excéntrico de mí. Canto desde el vacío y la desesperación, canto por mis hermanos, los hijos de Eva, canto a la inhumanidad del artista, según el estilo de nuestra raza, tomado por un furor heroico. Canto junto a ellos -
Jess B
entre el vómito de Dios y la estulticia de sus hijos. A muchas notas de distancia canto, en el gran éxtasis de estarnos perdiendo. «Amo todo lo que fluye, hasta el flujo menstrual, que arrastra el semen que no ha fecundado. Amo las escrituras que fluyen, ya sean hieráticas, esotéricas, perversas, polimorfas o unilaterales. Amo todo lo que fluye, todo lo que contiene el tiempo y el porvenir, que nos devuelve al comienzo donde nunca hay fin: la violencia de los profetas, la obscenidad que es éxtasis, la sabiduría del fanático, el sacerdote con su letanía pegajosa, las palabras indecentes de la puta, el escupitajo que va flotando por el arroyo de la calle, la leche del pecho y la amarga miel que mana de la matriz, todo lo fluido, fundente, disoluto y disolvente, todo el pus y la suciedad que al fluir se purifica, que pierde el sentido de su origen, que circula por el gran circuito hacia la muerte y la disolución».
EVA - La raza Para Dante Alighieri, del mismo modo en que la historia de Babel culmina en el propósito frustrado de alcanzar el cielo, la culminación de la Cábala se halla en desentrañar el lenguaje adánico. En la Biblia, Dios dona a Adán su propio verbo, una matriz generativa de la que deriva el hebreo y las demás lenguas. Los cabalistas poseen la convicción de la reversibilidad. La locura se desata en una combinatoria demencial que pretende acceder al lenguaje de Dios a través de las signaturas de Adán. Dante precisa que Adán es el - -
signator, encargado del acto de nominatio rerum, el único que conoce el lenguaje de Dios. Sin embargo, el florentino no ignora que Eva, cuando se desliza sin escapatoria a la tentación y la manzana, protagoniza el primer acto de habla que figura en el Génesis, pese a que es Dios quien al hablar crea el mundo. Los cabalistas esquivan este pasaje, que no debería orillarse como mera anécdota, ocupados en reconfigurar el lenguaje y llegar hasta Adán para tomar la voz de Dios. Pero si Eva recrea el mundo y el mundo ya es otro, cabe plantear de qué modo el molde encaja con el objeto formado; cómo los cabalistas, ignorantes de Eva, pueden alcanzar el verbo de Adán y abandonarlo como un intento fallido porque la referencia no es la creación de Dios, el mundo, sino la recreación de Eva. El mundo tentado. «Codo a codo con la raza humana corre otra raza de seres, los inhumanos, la raza de los artistas que, estimulados por impulsos desconocidos, toman la masa inerte de la humanidad y, mediante la fiebre y el fermento de que la imbuyen, convierten esa pasta húmeda en pan y el pan en vino y el vino en canción. Con el abono muerto y la escoria inerte producen una canción que se contagia. Veo esa otra raza de individuos saqueando el universo, dejando todo patas arriba, con las manos siempre vacías, siempre tratando de agarrar y asir el más allá, el dios inalcanzable: matando todo lo que está a su alcance para calmar al monstruo que les roe las entrañas. Lo veo cuando se arrancan el cabello en su esfuerzo por comprender, por aprehender lo que es eternamente inalcanzable, lo veo cuando braman como - -
bestias enloquecidas y se precipitan dando cornadas, veo que está bien y que no hay otro camino. Un hombre que pertenezca a esa raza ha de subir al lugar más alto y arrancarse las entrañas, mientras pronuncia palabras incoherentes. ¡Está bien y es justo, porque debe hacerlo! Y todo lo que se quede corto con respecto a ese espectáculo espantoso, todo lo que sea menos escalofriante, menos aterrador, menos demencial, menos embriagado, menos contagioso, no es arte. El resto es falso. El resto es humano. El resto corresponde a la vida y a la ausencia de vida».
Artevic Holgueras Galán
EL CANGREJO Y EL CARNERO
El tiempo se vuelve rel谩mpago alrededor suyo; salta desde el fondo de un abismo negro como la primavera, para acabar siendo un tr贸pico encarnado (sin carne) y encantado (sin canci贸n). El cangrejo y el carnero le llaman sin saber su nombre, le llaman a que los escriba.
Daniel Baudot
Ă lvaro Gastmans
EL HOMBRE QUE QUERÍA SER HENRY MILLER —¿Qué es esto, Enrique? —Una carta, Matilde. —Ya sé que es una carta, no te hagas el inocente conmigo. Es una carta de otra mujer. De una mujer joven, de hecho. Modelo de desnudos. —¿Y eso cómo lo sabes? —Porque firma la carta, claro. Sólo he tenido que buscar su nombre en internet y escandalizarme de inmediato ante sus procaces fotografías. —Pues sí, es una chica despampanante que se desnuda como medio de vida, pero todo esto tiene una explicación razonable. —Ardo en deseos de escucharla. —Quiero ser Henry Miller. —¿Qué? —¿Sabías que Henry Miller se carteó en la última etapa de su vida con una modelo de Playboy? Más de mil quinientas cartas se escribieron. Así, me ha parecido que la vía epistolar sería buen método de aproximación a Henry Miller. Como ves, no tienes motivos para estar enfadada.
Gabriel Noguera
«No tengo dinero, ni recursos, ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo». Henry Miller
COLABORADORES Jess B Daniel Baudot Javier G Calabria Álvaro Gastmans Artevic Holgueras Galán Xavi Lázaro Sonia Marpez Fidel Martínez Gabriel Noguera Pigeon P Crista Smith
DIRECCIÓN Sonia Marpez Gabriel Noguera
DISEÑO Y PORTADA Sonia Marpez
Obituario N.27 – Henry Miller Publicado el 7 de junio de 2015 obituariomag.blogspot.com