OBITUARIO #19

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Franรงois Truffaut 1932-1984


La noche americana Como en La noche americana de Truffaut, era una fantasía dentro de la fantasía. Hablamos, sí, de amor dentro del amor. Como en La noche americana de Truffaut, ellos se amaban en francés: Petite, cherie, coeur, au revoir. Como en La noche americana de Truffaut, cuando desmontaron el decorado, volvió a quedar nada.

Carmen Ramos


Recuerdo infantil «mil veces ciento, cien mil; mil veces mil, un millón» Antonio Machado Un olor en la mano a mandarina me acerca el sol de invierno que preside una tarde infantil hacia el colegio: Caravaca, Sagunto, Marrubial, el cuartel de Lepanto, Trinitarios… Recuerdo las moreras del camino, las manchas de las moras, los gusanos de seda en cajas de zapatos, la precisa imagen de los niños en la clase con su metamorfosis impaciente. Cómo sospecharíamos nosotros, compañeros de aquella clase media, la memoria extendida de aquel tiempo, sus nubes transitorias, la campana tras las horas cumplidas de castigo. Éramos sólo seres quebradizos en manos de maestros sin oficio, de cuatrocientos golpes para Antoine Doinel. Hice novillos con Doinel una tarde que aún huele a mandarina.

Daniel García Florindo


Francisca Pageo


—Todo está en el pasado. —Para usted está en el pasado. Para mí se repite todas las noches. (La novia vestía de negro)

La cama se hace enemiga. He probado con las sábanas de los Súper Héroes de los mercados chinos, con las blancas, incluso con las rayadas. Pero sigue silenciosa. Sigo viendo mi cuerpo en ella como una mácula, como un pedazo de espera. La cama de los cien metros lisos de tanto dar vueltas y la noche perpetua. Y siempre en el casi. Siempre quedándome en el casi. Incluso cuando creí que una vez me abrazaban la sentí burlona. Ella sabe que soy sólo suya. No hay salvación.

Adriana Schlittler Kausch


Fidel MartĂ­nez


Cara de pazguato a A. D. la vida es cosa seria ¿no le da vergüenza? ir así flotando con cara de pazguato es usted ridículo casi infantil cuando va así flotando con cara de pazguato ¿y qué decir de ese hábito de comprar rosas rojas? debería corregirse en lugar de ir al parque flotando en una nube con cara de pazguato ¿es que acaso le consiente esa niña morena que vaya usted flotando con cara de pazguato? ¡qué informalidad! ¡le estoy hablando a usted! ¿le coge de la mano? ¿le aguanta la mirada? ¡y sigue usted flotando con cara de pazguato! la vida es cosa seria ¿no le da vergüenza? ¡aprenda usted de mí que no floto nada y nunca he tenido cara de pazguato!

Antonio Ullén




Jess B.


El viejo Doinel Antoine Doinel, después de tantos años, sigue yendo a todos los sitios corriendo, aunque el doctor se lo ha desaconsejado con énfasis: ya no tiene edad, sus rodillas sufren (no está tan delgado como antaño), podría tropezar y romperse la cadera. Pero es difícil desembarazarse de los viejos hábitos, el hombre es un animal de costumbres, incluso Antoine, que siempre ha sido de costumbres caóticas. Todavía sigue persiguiendo el amor y quizá por eso corre, tras el amor en fuga, piensa. Se acuerda de los viejos amores: de Colette y las Juventudes Musicales; de Christine, su mujer, la madre de su hijo Alphonse — Christine, la pobre Christine, que tanto le sufrió, recuerda que también corrió para su funeral y Alphonse le regañó por llegar tarde—; de Fabienne, la fantasía de la mujer madura; de Kyoko, la fantasía de la mujer exótica; de Sabine, la fantasía de la mujer puerto, donde uno arriba después de una larga travesía entre tormentas. Pero la vida se compone de etapas constantes, ni el amor ni la literatura son lugares donde detenerse: no hay más final que la muerte, sólo entonces la historia termina y la pantalla permanece en negro.

Gabriel Noguera


Sonia Marpez


El viejo Jules A veces pienso en Jim, mi amigo francés, y en mi mujer francesa, que también fue suya. Es raro que nuestros países se entendieran tan mal y en cambio nosotros pudiéramos compartir incluso el amor. No había voluntad de cooperación, es evidente, todo querían solucionarlo los dirigentes con la violencia. En eso se parecían a Catherine, que también era muy visceral, incapaz de aceptar un no como respuesta. Pienso ahora que nosotros representábamos el espíritu de la nueva Europa que todavía estaba por venir y ella el de la vieja Europa de siempre. Ah, pero era tan hermosa, tan cautivadora, tan necesaria. Mucho más que cualquier patria del mundo.

Bruno Benjamenta


A単eta Martin


Recuerdo y urgencia Jean-Pierre Léaud, el cinco veces Antoine Doinel, orgulloso de su padre cinematográfico, confesaba que nos parecemos a quien amamos. Toda una declaración de amor y sinceridad para con Truffaut. Quien ama a Truffaut se parece a Truffaut. Y Truffaut más que ningún otro es todo su cine. La conexión personal entre su obra y su persona es uno de sus rasgos reconocibles. En su obra, la ficción pura es sólo una pequeña parte. Truffaut ejercitaba lo mismo que nosotros aquí: la memoria. ¿Veis cómo nos parecemos? Les quatre cents coups (Los 400 golpes, 1959) partió de un trabajo de memoria; de búsqueda por entre su memoria. Al mirar su foto escolar durante horas recordó nombres, lugares, profesiones de padres, situaciones, etc. que construyeron su ópera prima. Y a partir de ahí toda su obra es una reivindicación del derecho a no olvidar. Diecinueve años y diecinueve películas más tarde en La chambre verte (La habitación verde, 1978) ese derecho se encarnaba y verbalizaba en su misma persona. La chambre verte empezaba y empieza con imágenes en azul de la Primera Guerra Mundial; imágenes al aire libre con derrotados, heridos y muertos a los que al final el protagonista, nuestro Truffaut, superviviente sufriente, daba cobijo y protección. Protección contra el olvido. Pues a luchar contra el olvido se dedica su personaje Julien afanosamente: siendo un virtuoso escribiendo necrológicas en un periódico local, enseñándole a su hijo fotografías de los muertos de la guerra, y finalmente dedicándole a estos y principalmente a su mujer fallecida diez años atrás una capilla; un bosque de llamas. Sí, Truffaut rendía pleitesía al pasado, pero era un hombre lanzado al futuro con intensidad. La urgencia por hacer le quemaba la cabeza y las manos. Era tiempo lo que le faltaba para realizar todas las ideas que circulaban por su cabeza. Ideas que eran vivencias sufridas, disfrutadas; vividas y nunca postergadas. Entre su vuelta al pasado y su urgencia del futuro estamos nosotros perpetuando en el presente un asiduo y constante tributo. Porque Truffaut es el ciclo vital. Al final de Le chambre verte, el personaje de Nathalie Baye colabora en ese bosque de llamas que el personaje de Truffaut creó, encendiendo una vela por él. Tributo último a esa su última fisicidad en pantalla. Y ahí está; entre los muros transparentes de nuestra imaginación. La imaginación vital que él nos provocó. Ana Calpena Santana



Nunca conocí tan fácilmente a alguien, Sin haberlo visto nunca en persona. Nunca pensé que me comunicaría tanto, Sin que me dirigiera directamente la palabra. Pero, siempre que contemplaba la pantalla, le encontraba tras personajes disparatados y comprendía por qué amaba a alguien tan inalcanzable y real al mismo tiempo: Sus ojos registraban imágenes precisas Que clasificaba en su meticuloso cerebro, las revelaba el cuarto oscuro de sus venas Para proyectar la magia desde su corazón.

Raquel Agea


Fundido en noche Fundido en negro, plano (detalle) de la noche americana. La noche desfila ante nosotros como un mal actor, sin que los ojos de pez quieran verla desfilar, sin que los ojos quieran verla. No hay más espectador que la noche. Una sonrisa albina o un único y limpio iris color hueso. Como un objetivo, sin objetivo fijo, más que el todo. Testigo de los directores de la orquesta de imágenes y de retratos de notas musicales a pie de página. Alguien debería olvidar que todo es un buen montaje para empezar de cero con las orquestas y los retratos de la noche fundidos en las manos. Daniel Baudot


Nunca supe escribir bien el nombre de Franรงois Truffaut.

Marygarlic


«No se puede poner un final optimista, porque la vida no es optimista; tampoco se puede poner un final pesimista, porque sería un desastre comercial. Es necesario un final que incluya los dos». François Truffaut


COLABORADORES Raquel Agea Jess B. Daniel Baudot Bruno Benjamenta Ana Calpena Santana Daniel García Florindo Sonia Marpez Añeta Martin Fidel Martínez Marygarlic Gabriel Noguera Paloma P. Francisca Pageo Carmen Ramos Adriana Schlittler Kausch Antonio Ullén DIRECCIÓN Sonia Marpez Gabriel Noguera

DISEÑO Y PORTADA Sonia Marpez

Obituario N.19 – François Truffaut Publicado el 21 de octubre de 2014 obituariomag.blogspot.com



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