OBITUARIO #36

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Virginia Woolf 1882-1941


Angie Couple


«A menudo se quedaba mirando algo, con la labor entre las manos, hasta hacerse uno con el objeto que estuviera contemplando, por ejemplo aquella luz»

MADREPERLA A Viktoria Lukas Bajo la nube de un hayedo, exhausta de superficie, te vi. Zurcías palabras a lumbre mansa; senderos pletóricos de tritomas y dalias; un Roble incendiario en el pecho de Orlando; tu cuarto propio en un bastidor de horas al faro. Todo te expresaba: La absoluta sencillez. La playa ventosa. Esa escena inventada frente a la casa de tu infancia. Siempreviva te vi. Pese a la crueldad del cuerpo y las heladas de la época. ¿Quién te culpará de irradiar en un soplo la belleza del mundo? ¿Quién cambió por piedras las nueces de tus bolsillos? Mujer Ciervo


Pigeon P


La hoja del ĂĄlamo se desprende del marzo de un otoĂąo que no existe y en su desgana de flotar se hunde bajo el peso de una piedra. El verdor de su limbo se deshace en las aguas del Ouse y ella se pierde en lo profundo de su lecho.

Paola G. SepĂşlveda



Tamara Boiso


A単eta Martin


LOS PLANES —Una mujer debe tener un río cerca y piedras en los bolsillos si desea dejar de escribir ficción. —¿Qué estás murmurando, Virginia? —Nada, Leonard, cosas mías.

Gabriel Noguera


David Durรกn


Imagínate si tuviésemos un chalet tipo Charleston. Bloomsbury revisited. M. Rual habría una manta gris de flores un abrazo perpetuo como perpetuo el humo nacarado de la amistad habría violetas y valor habría acción sin pausa violencia suave mindscapes acrílicos manos el miedo no existe pero ayuda a que perseveremos en el letargo de la hierba habría impulso habría impulso habría orgía de pétalos y empresas habría calor irremediable, personas

María Schmetterling



Lola MarĂ­n


LAS HIJAS DE TUS PALABRAS Nosotras, las mujeres que quisimos penetrar en lo salvaje, anhelamos saborear tu ser, así que nos introdujimos en la estancia que de ti heredamos y allí desgarramos los vestidos que nos habían impuesto. En medio de la sinceridad de la desnudez posamos nuestros labios en los surcos que desgarraban el suelo y descubrimos en él la savia expulsada por tus senos.


Nos extasiamos. Reflejamos nuestra imagen en tu espejo con la esperanza de avistar en él tu esencia, pero sólo hallamos la muda seca de una robusta serpiente y la posibilidad abierta de transitar por una nueva senda. Nos adentramos. Nos adentramos e iniciamos la travesía de la salvación. Ahora, acechantes, observamos quiénes son aquellos que desde el otro lado nos deshonran o nos niegan. En los continuos ataques nos afirmamos y, cuando las fuerzas escasean, volvemos la vista hacia el envés del espejo, donde siempre encontramos el impulso de tu mirada. Somos las indómitas hijas engendradas por tus palabras que usan el agua del río y las piedras para limpiar todos los úteros mancillados. Tamara Andrés


Francisca Pageo


ANALEPSIA Me he sentado al borde de la cama, frente al espejo. Bostezo, me siento restablecida y vuelvo hacia atrás. El reflejo se sorprende al verme, nos sorprendemos los dos, seguro que piensa: «había estado viva, ahora está muerta». Estoy llena de sentimientos, en mi mente he corrido millas en círculos. Estoy pegada al borde de la cama, frente al molde de mí misma del que me he desdoblado después, en el arrecife y el arroyo. La luz atraviesa las membranas de tela, me hace creer que es de día Y que soy capaz de cosas inmensas dentro mi habitación. No pienso, estoy plantada al borde de mi cama; me pregunto si podré saltar hacia atrás, al recuerdo y al color. Soy el ama y dueña de la casa de mi propio ser, balanceo mis pies en el cerco de la imaginación. Estoy dispuesta a deconstruir la historia y las sinuosidades del universo en la convalecencia final y estrepitosa. Despierto del sueño, por un momento no he sentido miedo; bajo el vestido ondula mi corazón, tiemblo, al borde de la cama. Y no, no lo dicen todo las palabras: son sólo estruendo, explosión que agita momentáneamente la angustia cotidiana. Afuera escucho el silencio, siento que algo me abandona para ir al encuentro de mí misma. Observo el perchero y agarro mi abrigo, escribo una nota. Recojo unas piedras, camino y finjo haber desaparecido sumergida en la agitación final de la enfermedad. Entre el agua escucho mi mente fragmentada y en la corriente me convierto nuevamente en embrión sensible, magnético…

Diego Mercado Villarroel


Luis Vicente Carret贸n


ABANDONO Dejarse mecer por la brisa de la ola y, dar suaves vueltas de campana una tras otra. Aterrizar, dulcemente y a cuatro ruedas, en una nube negra.

Blanca Victoria de Lecea



Rebeca Tiz贸n


ÂŤLa vida no es una serie de farolas ordenadas simĂŠtricamente: la vida es un halo luminoso, una envoltura semitransparente que nos rodea desde el inicio de nuestra conciencia hasta su finalÂť. Virginia Woolf


COLABORADORES Tamara Andrés Tamara Boiso Luis Vicente Carretón Mujer Ciervo Angie Couple David Durán Paola G Sepúlveda Blanca Victoria de Lecea Lola Marín Añeta Martin Diego Mercado Villarroel Gabriel Noguera Pigeon P. Francisca Pageo María Schmetterling Rebeca Tizón Rey DIRECCIÓN Sonia Marpez Gabriel Noguera DISEÑO Sonia Marpez Obituario N.36 – Virginia Woolf Publicado el 28 de marzo de 2016 obituariomag.blogspot.com



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