Éxodo Anniex It
Comienzos de la ciudad en construcción, enormes bloques de cemento para construir la casa gubernamental. Las máquinas funcionan de forma siniestra lanzando piedras mezclándolas con asfalto, azotan el piso e inquietan a los transeúntes. Una esbelta máquina da vueltas sobre sí aplicando velozmente su trabajo. Las personas se escapan de los molestos pedregones, pero continúan dejando trabajar la máquina de las leyes. Una roca de cemento escapa cercana a mi paraje, logré divisarla, la pieza errante voló posterior a producirse una trizadura de cemento, me retiro del sector central, caminando con rápidos pasos. Las personas continúan concurriendo por su espacio, cubriendo sus cuerpos y deslizándose rápido para no ser dañadas. Las máquinas siguen con su estruendoso trabajo y la principal continúa con sus movimientos rotatorios frente a la gran entrada aún no acabada, las puertas se encuentran en el piso, una espesa capa de polvo las cubre. Camino por los cites de la ciudad, las habitaciones y personas me dan cuenta de una seguidilla de contingencias rodeándome, cruzo el pasillo y bajo por las maderas secas de la escala que da a la salida, me encuentro con dos hombres que me invitan a tomar una droga llamada mandrágora, la cual se comercializa en la ciudad, me preguntan por si puedo abastecerlos con mi dinero, temeroso a ser despojado de la suma total, los acompaño y trato de visualizarme como un consumidor más. Una multitud aparece, vapores de opio cubren el mercado, árabes y turcos comercializan telas y artefactos domésticos de plata y cobre. En voz alta en forma de gritos proponen sus mejores ofertas. Los cuerpos se mantienen cercanos en el mercado, de pronto en el tumulto se produce una revuelta
efectuada por un pequeño ladrón, desaparecen los dos hombres entre las figuras apretujadas, se escapan con la suma del precio de la mandrágora, siempre supe que podrían hacerlo. Una sensación de alivio se produce en mí tras despojarme de los dos sujetos.
La mandrágora es una planta alucinógena, sus efectos van desde el adormecimiento hasta la locura. Hubiera quedado inmovilizado y con mis órganos envenenados, completamente vulnerable ante cualquier manifestación de hurto o violencia. Los habitantes hablan continuamente de la mandrágora y como conseguirla: Curadores populares vociferaban sus efectos, los cuales van desde la sanidad del espíritu, hasta hechizamientos maléficos, se presentan en las plazas y las personas acuden a ellos. En la miserable ciudadela, los habitantes esperan la construcción de la casa gubernamental. Consumen sustancias aletargadoras y se desplazan como autómatas.
Una serie de arañas recorrían los materiales acumulados en el piso y cubren los cuerpos de los mendigos ubicados en el eje central. Una viejecilla quita con su mano las arañas, mientras come un pedazo de pan que a su vez está infectado de insectos. Me muevo velozmente para que los arácnidos y escarabajos no apliquen su mordedura, con dificultad camino por la avenida aún no acabada, húndense mis pies por el camino de piedras provisionales. Intercepto de camino con la calle diagonal y me encuentro con numerosas mesas, donde hombres y mujeres celebran ebrios la noticia de la construcción del libro de las leyes. Hablan de política y de unión de potencias lejanas. -¡La celebración de las potencias!, construyamos nuestra casa de gobierno para conectarnos con los extranjeros, ¡sólo esto puede sanear el olvido que estamos sufriendo en estos momentos!- dijo un árabe dirigiéndose al resto. -Nosotros no somos una forma cultural, hemos cruzado el desierto que ha robado nuestra memoria y llegado hasta aquí-, prosiguió. Otro árabe ebrio
murmuró, -sí tenemos memoria, mas queremos olvidar por eso hemos huido de nuestros hogares. Por eso mismo: construyamos nuestro propio libro de leyes, eso nos permitirá borrar lo que quisiésemos olvidar. Hay que elegir a un mandatario -el que sepa menos será el que gobierne nuestro avergonzado pueblo- dijo el árabe ebrio. -¡No!- grito un expatriado, el que no sea un mutilado de olvido; queremos conectarnos con otros pueblos ¿cómo sabrá donde ubicarlos y saber de ellos alguien que se atemorice de su pasado?, entonces sentenció un hombre, -tiene que ser un extranjero. Sólo él puede llevarnos de nuevo a la historia-
Aparecen mujeres en las puertas de un burdel, de sensual ánimo sonríen a los hombres, el soplo del desierto aparece ya bajada la luz solar. Me decido ir a la ciudad de Tuareg de Ghat. Prosigo el viaje, dejo atrás las figuras de los habitantes de la región, que aún más enloquecidos por el alcohol disfrutan de la compañía de las muchachas. Las murallas de adobe de la ciudad aparecen ante mí, voy en busca de mis meharee que yacen durmiendo en un campamento, dejados al cuidado de un hombre a cambio de la leche de mis camélidos. -Cómo le fue en su viaje- me pregunta. -Regresaré de nuevo por la mañana- le respondo, -busco contactos para comercializar meharee, los necesito para formar el ejercito de la nueva ciudad en construcción-. Esperé la aurora en el establo junto a mis camellos, decido volver a la ciudad en construcción para cerrar mi trato, el cual consistía en aprovisionarlos con mis meharee, El Sahara Libio se mostraba con divergencias de coloridos sobre su alfombra de arena y montañas cerradas, producto de los contrastes lumínicos existentes. Los cuidadores de meharee Tuareg saben como recorrerlo. Etnias diferentes ocupan la nueva ciudad, la mayoría de ellos son árabes, también se encuentran berebere, griegos, malteses, turcos y pakistaníes. Aparece una multitud de árabes en el sector central de la ciudad, quieren sostener su mayoría en el poder, son hombres turbados de espíritu, viciosos de alcohol y de consumo desmedido de
mandrágora. Los Tuareg les aprovisionan de drogas provenientes de países lejanos que adquieren en transacciones producidas en la costa mediterránea; yo sólo me dedico a la venta de mis camélidos. La población de norte de África emigra hacia el sur, movidos por la esperanza de encontrar mejores territorios. Se producen constantes rebeliones en el pueblo árabe existente en la ciudad, la población presiona por emigrar. –Cual es el motivo de movernos, nuestra presencia es mayoritaria, elijamos un líder que sea de los nuestros dice un joven de la manifestación, Los árabes ebrios ocasionan desmanes contra las otras étnias, despojan a sus familias de sus bienes y los convierten en sus esclavos. Concurren sus ancianos al sector central, que está cubierto de escombros, las piedras están agolpadas en la entrada y el piso está deteriorado por los golpes efectuados por los lanzamientos de materiales producto de la construcción de la casa gubernamental, las máquinas trabajaba a todas horas, y aplicando feroces movimientos.
Ya llega la tarde al desierto del Sahara, los ancianos se reúnen frente a las ruidosas máquinas, Uno de ellos inicia la discusión a sus contemporáneos. –En una nómada posición nos encontramos abandonando nuestras familias y hogares. Ninguno de nosotros celebra verdaderamente nuestra casta, hemos dejado todo aquello que erguía nuestro verdadero nombre, los qahtanitas, descendientes de Sem, hemos llegado aquí olvidando nuestras leyes y nos hemos convertido en un pueblo de ebrios–. Mientras las resonantes máquinas preparan la casa gubernamental. La población, a su vez, reclama la creación del libro de las leyes.