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EL COSMOS INOLVIDABLE DE ALEXANDER VON HUMBOLDT

Frank Holl MÚNICH, ALEMANIA

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L“Tengo la gran idea de presentar todo el mundo material, todo lo que hoy sabemos sobre los fenómenos de los espacios celestes y la vida en la Tierra, desde las nebulosas estelares hasta la geografía de los musgos sobre las rocas de granito, todo en una sola obra.” Con estas palabras, Alexander von Humboldt esbozó con entusiasmo, en 1834, un nuevo plan para escribir uno o dos libros. Al final fueron cinco volúmenes que se convirtieron en la obra de su vida.

Esos tratados, a los que dedicó 25 años, representan su intento de resumir todos los conocimientos sobre la naturaleza y cuando, casi a los 90 años de edad, trabajaba en el último volumen, murió. Después de ello, nadie volvió a atreverse a emprender una tarea semejante; la obra de Humboldt es un monumento único en la historia de la ciencia. Nos lleva de viaje al Universo, a los planetas y sistemas solares, para luego, como los astronautas, dejarnos volar de vuelta a la Tierra. De esta manera penetramos en la atmósfera, a la que él llamó océano de aire, y volamos hasta los mares, los paisajes, las plantas, los animales y los humanos. Humboldt no muestra al hombre como gobernador del mundo, sino como parte de la naturaleza.

Siempre tuvo una preocupación genuina por la accesibilidad a los conocimientos científicos y su divulgación, así lo demuestran sus “Conferencias sobre el Cosmos” (dictadas entre 1827 y 1828), mismas que sentaron las bases de su obra y se pusieron a disposición de todos los berlineses.

Exigió que los textos sobre el conocimiento de la naturaleza fueran comprensibles para todos, y que la pintura de paisajes y jardines botánicos también debía ayudar a entender la naturaleza. La obra de Humboldt se convirtió en un éxito de ventas, tanto que a la aparición del segundo volumen en 1847, los compradores pelearon “verdaderas batallas” por las primeras copias.

Concebía su papel de explorador como el de una persona responsable que piensa y actúa políticamente. Incluso en sus textos prominentemente científicos, defendía los derechos humanos, denunciaba el racismo y la esclavitud y abogaba por la igualdad jurídica de todas las personas. “Todos están igualmente destinados a la libertad”, escribió en su Cosmos.

Alexander von Humboldt murió en 1859, el mismo año en que Charles Darwin publicó su Teoría de la Evolución, y no obstante que la visión de la naturaleza de Humboldt era mucho más estática, fue de gran inspiración para las investigaciones de Darwin. En el centro de su pensamiento estaba la “perfección del conocimiento humano”. Una vez le dijo a Charles Darwin: “Sólo son buenas las obras que hacen nacer obras mejores.” Y, en efecto, Humboldt abrió nuevos caminos en muchos campos de la investigación.

Consideraba el paisaje como un espacio de interrelaciones dentro de la naturaleza y entre los seres humanos y la naturaleza, fundando así la ecología moderna. Para Humboldt, la naturaleza era una red: “una concatenación general, no en una simple dirección lineal sino en un tejido entrelazado como una red. “Todo es interacción”, anotó en su diario de viaje por México. Escribió en su gran obra de viajes: “Nada está aislado… un vínculo común entrelaza toda la naturaleza orgánica”. Incluso los mosquitos que le atormentaban, tanto como a sus compañeros de viaje durante sus recorridos por los ríos de la selva, gozan de su buena opinión porque tienen su sitio en la red de la naturaleza: “La pequeñez de los mosquitos no debe de hacer creer que son criaturas insignificantes”.

La obra de Alexander von Humboldt es trascendental y hasta el día de hoy puede inspirarnos para repensar la importancia de la naturaleza y nuestro papel en ella, teniendo presente que “el conocimiento y la cognición son la alegría y la justificación de la humanidad”.

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