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POESÍA
Aguador Me han pedido que lleve mucha agua y aliviar la sangre sin espinas, las flores están rosas, las rosas ya son flores, quien puede sale y camina.
Dan a cambio una ventana, con puertas de entrada y salida, dos besos cada mañana, esa luz que nunca se apaga aunque la noche esté vencida.
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Traigo el agua de los montes, de los mares traigo sal, los pensamientos de entonces, una de arena y otra de cal.
Sale la gente al trabajo, la calle se llena de pan, comemos lo que podemos, negocios que todos hacemos, muchos vienen pero ellas van.
Van andando las muchachas, no son niñas, son mujeres, con los ojos bien crecidos. Tienen prisa y tienen calma, dos o tres amaneceres y su tiempo habrá nacido.
El tiempo no se repite y siempre en círculos va, la abuela surge en la nieta, su madre comió la seta, la hija, por fin, soñará.
La sangre no trae la vida pero riega las palabras, lenguas que saben de amores se suben por los colores; van andando las muchachas, son mujeres, no son niñas, todas las casas renacen al paso de lo que ellas hacen.
No pido nada en la mano, solo la posibilidad, de haber predicado en vano y probar mi debilidad. La espada envidia a la pluma y ésta el amor le devuelve; las dos escriben el aire y cortan nuestros sentidos: hablamos de vuelos altos, de locos amanecidos.
Puedo sentir, caminando, que algo nuevo pasará, el mundo no está cambiando, la mujer sí que lo hará.
Van andando las muchachas. Recorriendo su futuro.