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Quiniela - 37 Edición

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MICRORRELATOS

MICRORRELATOS

MEJOR PELÍCULA

Alcarràs

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As bestas

Cinco lobitos

La Maternal Modelo 77

MEJOR DIRECCIÓN

Carla Simón por Alcarràs

Rodrigo Sorogoyen por As bestas

Pilar Palomero por La Maternal

Carlos Vermut por Mantícora

Alberto Rodríguez por Modelo 77

MEJOR ACTOR PROTAGONISTA

Denis Ménochet por As bestas

Luis Tosar por En los márgenes

Nacho Sánchez por Mantícora

Javier Gutiérrez por Modelo 77

Miguel Herrán por Modelo 77

MEJOR ACTRIZ PROTAGONISTA

Marina Foïs por As bestas

Laia Costa por Cinco lobitos

Anna Castillo por Girasoles silvestres

Bárbara Lennie por Los renglones torcidos de Dios

Vicky Luengo por Suro

MEJOR DIRECCIÓN NOVEL

Carlota Pereda por Cerdita

Alauda Ruiz de Azúa por Cinco lobitos

Elena López Riera por El agua

Juan Diego Botto por En los márgenes

Mikel Gurrea por Suro

MEJOR GUION ORIGINAL

Arnau Vilaró, Carla Simón por Alcarràs

Isabel Peña, Rodrigo Sorogoyen por As bestas

Alauda Ruiz de Azúa por Cinco lobitos

Carlos Vermut por Mantícora

Alberto Rodríguez, Rafael Cobos por Modelo 77

MEJOR GUION ADAPTADO

Carlota Pereda por Cerdita

Paul Urkijo Alijo por Irati

Guillem Clua, Oriol Paulo por Los renglones torcidos de Dios

David Muñoz, Félix Viscarret por No mires a los ojos

Fran Araújo, Isa Campo, Isaki Lacuesta por Un año, una noche

Para algún viajero que contemplase la ciudad de Algeciras desde la borda de un barco fondeado en la bahía a principios del siglo XIX, la imagen que se formaría en su retina estaría compuesta por un relieve de suaves curvas ascendentes desde la desembocadura del río de La Miel que no dejarían de elevarse hasta las alturas relativas de la Matagorda, donde hoy se localiza el popular barrio de San Isidro. La ciudad apenas habría cumplido un siglo de vida desde su refundación en 1704 pero había crecido significativamente gracias a los aportes de población que, procedentes de casi toda España y de algunos países europeos, habían hecho crecer su vecindario que, en esos primeros años de la centuria, rondaba los 10.000 habitantes.

Las razones de ese crecimiento habían tenido mucho que ver con los constantes conflictos militares contra Gran Bretaña que convirtieron la ciudad en punto estratégico para los asedios que se sucedieron a lo largo del XVIII, pero también fueron las actividades portuarias, de carácter comercial, legales unas e ilegales otras, como el contrabando con Gibraltar, la causa de su crecimiento demográfico, así como la conversión de las ciudades españolas del arco de la bahía en localidades atractivas para hombres y mujeres que aspiraban a cambiar su posición económica, a mejor, en poco tiempo.

El perfil de la ciudad se componía de casas de una o dos plantas, como máximo, cubiertas por tejados de tejas a dos aguas. La fachada de casas que daban al mar destacaban por la ausencia de vanos o ventanas que dieran a la bahía. La fuerza de los temporales de invierno aconsejaba no dejar opción a las fuertes marejadas que, sin dique alguno que las obstaculizase, no tenían dificultad alguna en colarse a través de las casas y las calles del pueblo. El único elemento arquitectónico que destacaba sobre el ondulante mar de tejados rojizos era la única torre de la inconclusa iglesia de Nuestra Señora de la Palma, por aquellos años, la única parroquia de la ciudad. De menor altura, aunque más abundantes en el perfil urbano, eran las torres miradores desde las que las familias de la burguesía comercial marítima, oteaban los horizontes marinos a la espera de ver llegar sus barcos y mercancías.

El plano urbano apenas había superado los límites de las viejas murallas medievales y dentro de él se desarrollaba mayoritariamente el caserío, con la excepción de la Villa Vieja, que en la orilla sur del río venía dando señales de crecimiento urbano desde los últimos años de la centuria anterior.

El marqués de Custine pasó por Algeciras a principios de siglo. De ella dejó escrito lo siguiente: “Como todas las ciudades de esta parte sur de España, Algeciras está situada en medio de una tierra desnuda y despoblada [...] Pero el interior de Algeciras está cuidado, nuevo, alegre, limpio. Bellas calles, revestidas de soberbias losas blancas reposan los ojos de los viajeros afligidos...Algeciras es la ciudad más habitable que yo he visto en esta parte del país”.

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