ADVIENTO Esperando al Salvador
El tiempo del Adviento es un tiempo especial. Fuera de toda clase social, estatus económico, ideología política, o incluso credo religioso, en Adviento todo mundo parece estar mejor, ser más feliz, se siente más hermano del prójimo, hay más colorido en las calles y en los hogares, se escucha música, etc.
Esto es importante, pero debemos rescatar el autÊntico sentido del tiempo que prepara el Nacimiento de Nuestro Redentor: Mucha gente celebra la Navidad, y la espera, a su modo, con mucho entusiasmo‌ pero ajeno, totalmente, al sentido religioso de dicha solemnidad.
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La palabra “Adviento” (del latín adventus), significa: Venida, advenimiento.
Proviene del verbo «venir».
Entre los pueblos paganos, esta palabra solía utilizarse para indicar el advenimiento de la divinidad:
Su venida periódica, y su presencia representativa en el recinto sagrado del templo. En este sentido, la palabra adventus venía a significar «retorno», y también «aniversario».
En el lenguaje cristiano primitivo, con la expresión adventus se hacía referencia a la última venida del Señor, a su vuelta gloriosa y definitiva.
Pero en seguida, al aparecer las fiestas de la navidad y epifanía (manifestación del Señor a todos los pueblos), adventus sirvió para significar la venida del Señor en la humildad de nuestra carne.
De este modo, la venida del Señor en Belén, y su última venida, se contemplan dentro de una visión unitaria, no como dos venidas distintas, sino como una sola y única, desdoblada en etapas distintas.
Aun cuando la expresi贸n haga referencia directa a la venida del Se帽or, con la palabra adventus la liturgia se refiere a un tiempo de preparaci贸n que precede a las fiestas de navidad y epifan铆a.
La historia de este período de tiempo es sencilla: Parece fuera de discusión el origen occidental del adviento. A medida que las fiestas de navidad y epifanía iban cobrando, en el marco del año litúrgico, una mayor relevancia, en esa misma medida fue configurándose como una necesidad vital la existencia de un breve periodo de preparación…
Una preparaciĂłn que evocara, al mismo tiempo, la larga espera que entre los judĂos representaba la espera del MesĂas prometido.
A pesar de las evidentes afinidades que hay entre la cuaresma (preparación a la Pascua) y el adviento (preparación a la Navidad), sería un error interpretar ambos períodos de tiempo con el mismo patrón.
En Adviento la práctica penitencial del ayuno no tuvo jamás la relevancia que tenía en la Cuaresma.
Adviento, más bien, se consideraba como un tiempo consagrado a una vida cristiana más intensa y más consciente, con una asistencia más asidua a las celebraciones litúrgicas que ofrecían un marco adecuado a la piedad cristiana.
La instituci贸n del adviento no aparece en Roma sino hasta mediados del siglo VI.
Los primeros testimonios los encontramos en los libros lit煤rgicos. Precisamente en el Sacramentario gelasiano.
En una primera fase, el adviento romano incluĂa seis domingos. Posteriormente, a partir de san Gregorio Magno, quedarĂĄ reducido a cuatro. Y asĂ ha llegado a nosotros.
Originariamente, el adviento romano aparece solo como una preparaciĂłn a la fiesta de navidad.
En ese sentido se expresan los textos litĂşrgicos mĂĄs antiguos.
Sin embargo, a partir del siglo VII, al convertirse la navidad en una fiesta mรกs importante, en aparente competencia incluso con la fiesta de la pascua, el Adviento adquirirรก una dimensiรณn y un enfoque nuevos.
Más que un período de preparación, polarizado en el acontecimiento natalicio, el Adviento se perfilará como un «tiempo de espera», como una celebración solemne de la esperanza cristiana, abierta escatológicamente hacia el adventus último y definitivo del Señor al final de los tiempos.
Así, el adviento que hoy celebra la Iglesia mantiene esta doble perspectiva: Preparación a la Navidad Espera gozosa de la Segunda Venida de Nuestro Señor.
MODELOS de espera
Durante el Adviento, la Iglesia pone en nuestros labios las palabras ardientes y los gritos de ansiedad de los grandes personajes que a lo largo de la historia santa han protagonizado mรกs intensamente la esperanza mesiรกnica.
Claro que no se trata de remedar artificialmente la actitud interior de estos hombres, como quien representara un personaje en una obra de teatro‌
La salvación mesiánica no es, todavía, una realidad plena. Por ello, estos grandes hombres y mujeres siguen siendo hoy día como los portavoces en cuyos gritos de ansiedad se encarna todo el ardor de la esperanza humana.
1
IsaĂas
Nadie mejor que ĂŠl ha encarnado tan al vivo el ansia impaciente del mesianismo veterotestamentario a la espera del rey mesĂas (Ver Is 7: El libro del Emmanuel).
2
Juan Bautista El precursor, cuyas palabras de invitaci贸n a la penitencia, dirigidas tambi茅n a nosotros, cobran una vigorosa actualidad durante las semanas de adviento (Ver Mt 3, 2).
3
María
La Madre del Señor. En ella culmina y adquiere una dimensión maravillosa toda la esperanza del mesianismo hebreo (Ver Lc 1, 26 – ss).
La espera continúa. Continuará hasta el final de los tiempos. Hasta entonces, Isaías, Juan Bautista y María seguirán siendo los grandes modelos de la esperanza, y en sus palabras seguirá expresándose el clamor angustioso de la Iglesia y de la humanidad entera, ansiosa de redención…
MARANATHÁ