La Bota Magazine

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LA BO TA 05 - 2017

Conoce la Italia más bella y los secretos que esconde en sus históricas ciudades.



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La Bota. Una revista para leer. Y Releer. Italia. Un país para ver. Y volver.

06 Roma. La ciudad del amor.

10 Florencia. La joya de la Toscana.

18 Venecia. Bella y sospechosa.

24 Bolonia. El edén del universitario.

SUMARIO


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‘Bella vita’ En pocos sitios arte y vida se entremezclan de forma tan natural. Esta es la tierra de Dante, Miguel Ángel, Leonardo y Botticelli, pero también la de Salvatore Ferragamo, Giorgio Armani y Gualtiero Marchesi. Comida, moda, arte y arquitectura –enseguida se entiende que el origen de la patología italiana es el compromiso inquebrantable con la buena vida–. Gran cantidad de italianos muestran un enorme interés por el regusto floral del queso de oveja, la manera correcta de cortar mármol y los matices de un concierto de Vivaldi. Esconderse detrás de la disinvoltura (apariencia de naturalidad) es apasionarse con la letra pequeña de la vida. El viajero debe relajarse, fijarse en los detalles y disfrutar de la propia bella vita.

‘Bel paese’ Como un homenaje al amor que sienten los italianos por la moda, el país tiene forma de bota y, por ello, es uno de los más fácilmente reconocibles del mundo. Estilizada y elegante, tres de sus lados los flanquean cuatro mares del Mediterráneo: Adriático, Jónico, Tirreno y el mar de Liguria. El muro que forman los Alpes y los Dolomitas sitia el gélido norte y su orla de centelleantes lagos glaciares, mientras que en el sur amenazan con estallar los volcanes Etna, Vesubio y Estrómboli. Más allá de la imagen estereotipada de ciudades de arte y museos, Italia es un lugar tanto para hacer como para ver. ¿Qué puede superar a un descenso por la sima vertical de la garganta de Gola su Gorropu, a atravesar a caballo los terrenos pantanosos de la Maremma y a bucear por aguas centelleantes repletas de coral y barracudas? Cuando el viajero crea que todos los rincones de este increíble país ya han sido explorados, vividos y esquilmados, solo tiene que hojear unas pocas páginas de esta revista y descubrir que algunos de los secretos mejor guardados de Italia están justo delante de sus narices.


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RO MA La ciudad del amor.


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Ocho cosas gratis y entretenidas para hacer en Roma Visitar Roma no es caro, es una ciudad que ofrece muchas cosas que hacer, comer en Roma resulta relativamente barato para ser Europa y encontrar dĂłnde dormir tampoco es muy complicado si no somos muy delicados al escoger alojamiento. Aun con todas estas facilidades hay cosas que se pueden hacer gratis en Roma y que no nos podemos perder.


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Pide regresar en la Fontana di Trevi

Recorrer la Plaza España

Esto no es del todo gratis, te costará al menos una moneda, pero la leyenda urbana dice que si te pones de espalda y arrojas una moneda volverás a esta fantástica ciudad. Tradicionalmente se decía que había que beber de la fuente y dar una ofrenda, pero la película “Tres monedas en la fuente” de 1945 cambió esto. Hay incluso carteles que te indican cómo arrojar tu dinero allí.

Las tardes en Roma no serían las mismas si no existiera Plaza España. Poco antes de oscurecer, los visitantes de la ciudad llegan, se sientan en las escaleras que suben hasta la Trinità dei Monti y allí se quedan. Lo recomendable es ver la fuente, mirar a la gente que pasa y saber que estamos en uno de los sitios históricos más importantes de la relación entre España e Italia.

Visita y descansa en el Panteón de Agripa

Entra en la iglesia más importante del mundo

Está lleno de gente, de eso no podemos escapar en casi ningún sitio de la capital de Italia, o al menos en las zonas más turísticas; pero vale la pena si pensamos que sin pagar un céntimo podemos entrar en el Panteón de Agripa, que fue construido a comienzos del imperio romano en honor a los dioses.

Subir y andar por sus techos cuesta entre 5 y 7 euros, pero entrar en ella de manera normal es gratis. La Basílica de San Pedro es, sin lugar a dudas, uno de los emblemas más importantes de Roma y también la iglesia más visitada de todo el mundo.

Averigua si mientes con Bocca della Verita

Contempla las cadenas de San Pietro in Vincoli

Hay muchas leyendas sobre esta escultura dedicada al Dios del Mar pero todas concluyen en lo mismo: es una forma de comprobar que no mientes. Hay filas para entrar al sitio, poner tu mano en la boca y, si no mentiste, salir sin ninguna amputación. Si bien no se paga nada se puede dejar una colaboración económica.

La Basílica de San Pietro in Vincoli se encuentra un poco escondido, no recibe tantos turistas como otros y es muy tranquilo, por eso tal vez me gusta tanto ir allí, quedarme observando la escultura del santo y después paralizarme al ver las cadenas con las que San Pedro fue encarcelado en Jerusalén.

Una vuelta por el Trastévere

Entra en todos sitios

Sus calles adoquinadas, sus casas antiguas de puertas pequeñas y sus coloridos comercios convierten a este barrio de aire bohemio en un paseo ineludible si decidimos viajar a Roma. Nos podríamos cansar de andar un poco pero no nos costará nada.

Siempre que puedo intento entrar en todos los sitios y ya habrá tiempo para que me digan que está prohibido o hay que pagar; y en Roma esto no sucede siempre, arriésgate y métete en cuanta iglesia haya porque descubrirás un pedazo de historia y una inmensa belleza que no se puede contemplar desde afuera.


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FLO REN CIA La joya de la Toscana


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La gran ciudad del Renacimiento es un museo a cielo abierto que maravilla a cada paso Existe una ciudad en el corazón de Italia donde el arte y el café se disfrutan con la misma facilidad e intensidad, donde cada rincón esconde la quintaesencia de la belleza, donde la sensualidad y la historia han donado a la humanidad un museo a cielo abierto: esta ciudad, que florece hasta en invierno, es Florencia.

El itinerario ideal para conocerla empieza en la plaza del Duomo. Mejor dicho, en el bar Scudieri que, desde 1939, ofrece café y una vista perfecta. Los italianos desayunan de pie, apoyándose en la barra de mármol, pero esta plaza requiere tomarse un tiempo para admirar la profusión de detalles. Una mañana de invierno, cuando el cielo es de un azul intenso, es el mejor momento para apreciar la coherencia estilística entre los edificios, para gozar de la policromía de los mármoles, blancos de Carrara, verdes de Prato, rojos de la Maremma, y para experimentar el placer que solo un buen café sabe regalar. El octogonal Baptisterio de San Giovanni emana una serena armonía geométrica, legado de los templos paganos. Detrás de él se yergue la torre campanario –iniciada por Giotto en 1334 y concluida por Talani en 1359– y se entrevé la fachada de la catedral de Santa Maria del Fiore (1466), que en su larga historia albergó por igual lecturas de La Divina Comedia y asesinatos. Símbolo de las ambiciones de la ciudad es la cúpula de Brunelleschi, la más grande construida en ladrillo.

No muy lejos de la plaza del Duomo, recorriendo las animadas calles de Cerratani y de Borgo San Lorenzo, se llega a la basílica de San Lorenzo, cuyo origen se remonta al año 1000. Iglesia favorita de los Médicis, su fachada inacabada en piedra no deja imaginar la majestuosidad de su interior, que alberga obras de reconocidos artistas del Renacimiento. En el mismo complejo hay la Sacristía Vieja, de Brunelleschi, y la Sacristía Nueva, de Miguel Ángel. Alrededor se abre el bullicioso y antiguo Borgo, el barrio donde casi todos los días tiene lugar el mercado de San Lorenzo. Son famosos los artículos de cuero de la Maremma, área entre la Toscana y el Lacio considerada la pampa italiana, la región ganadera, con sus vacas de largos cuernos y sus vaqueros o bútteri. Resulta agradable pasar un rato observando los puestos del mercado y regatear con los vendedores. Y cuando llega la hora del almuerzo, acercarse al mercado Central, bajo cuya arquitectura modernista de hierro y cristal se pueden encontrar productos gastronómicos de la Toscana.


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Callejeando en dirección al río Arno está la plaza de la Signoria, el corazón político de Florencia. Aquí se levanta en toda su potencia, desde finales del siglo XIII, el palacio Vecchio, antigua sede del gobierno republicano y hoy Ayuntamiento. A la derecha, la vista se adentra en los soportales de la Galería de los Uffizi, el gran templo artístico de Florencia. Rincones como éste invitan a un paseo a lo largo de la historia de la cultura y del arte. Parece increíble que antes de que Giorgio Vasari (1511-1574) edificara este palacio, el primer museo de Historia Moderna, la zona fuera uno de los peores barrios de la ciudad.

Es difícil describir los Uffizi, ya que es una obra de arte que contiene innumerables obras de arte a su vez: todos los grandes artistas desde el siglo XII al siglo XVIII están aquí, todas las obras maestras que dieron prestigio a la ciudad y placer al mundo se encuentran aquí, toda la poesía, la belleza, la delicadeza y la potencia del arte al alcance de los ojos. La grandeza de sus fondos ha obligado a planificar ampliaciones de las salas y a trasladar una parte de la colección a otras sedes: las estatuas, por ejemplo, se encuentran en el Museo del Bargello.


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¿Cómo pudo un orfebre, célebre por su mal carácter y sin formación académica como arquitecto, construir una de las joyas más bellas del Renacimiento italiano? En 1418 las autoridades de Florencia abordaron por fin un problema monumental que durante décadas habían ignorado: el enorme hueco abierto en la cubierta de la catedral. Año tras año, las lluvias del invierno y el sol del verano caían sobre el altar mayor de Santa Maria del Fiore, o mejor dicho, sobre el espacio vacío que este debería haber ocupado. La construcción del templo, iniciada en 1296, era una afirmación del papel destacado de Florencia entre las grandes capitales culturales y económicas de Europa, enriquecida gracias a las altas finanzas y al comercio de la lana y la seda. Años más tarde se decidió que el glorioso remate del edificio debía ser la cúpula más grande del mundo, lo cual daría la certeza de que la catedral sería «la más útil y hermosa, la más poderosa y honorable» entre todas las construidas hasta entonces. Pero transcurrieron muchos decenios y nadie parecía capaz de concebir un proyecto viable de una cúpula de casi 50 metros de ancho, sobre todo porque había que empezar a edificarla a 55 metros de altura, sobre los muros ya existentes. Otros problemas atormentaban al consejo catedralicio: los proyectos de construcción previstos eludían los arbotantes y los arcos ojivales propios del estilo gótico tradicional, por entonces el preferido de las ciudades rivales del norte, como Milán, la eterna enemiga de Florencia. Sin embargo, esos elementos eran las únicas soluciones arquitectónicas conocidas capaces de sostener una estructura tan colosal. ¿Podría una cúpula de decenas de miles de toneladas sostenerse sin ninguno de esos elementos? ¿Habría suficiente madera en toda la Toscana para los andamios y cimbras necesarios para construir la cúpula? ¿Se podría levantar la estructura sobre la planta octogonal impuesta por los muros existentes sin que se desmoronara por el centro? Nadie lo sabía. Así pues, en 1418 las autoridades florentinas convocaron un concurso para dar con el diseño ideal de la cúpula, ofreciendo un tentador premio de 200 florines de oro para el ganador, y la posibilidad de pasar a la posteridad. Los mejores arquitectos del momento acudieron a la ciudad del Arno para presentar sus ideas. Desde el principio el proyecto estuvo impregnado de tantas dudas y temores, de tanto secretismo y orgullo cívico, que un halo de leyenda pronto envolvió la historia de la cúpula, convirtiéndola en una parábola del ingenio florentino y en un mito fundacional del Renacimiento italiano.


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Lo que sí sabemos con certeza es que otro candidato, un orfebre poco agraciado, bajito y de mal carácter llamado Filippo Brunelleschi, prometió construir no una cúpula sino dos, una paralela a la otra y conectadas entre sí, sin levantar complicados y costosos andamios. Pero se negó a revelar los detalles de su proyecto, por temor a que algún competidor le robara la idea. Su obstinación desembocó en una serie de discusiones a gritos con las autoridades municipales encargadas de supervisar la obra, quienes en dos ocasiones ordenaron a las fuerzas del orden que lo expulsaran de la asamblea, acusándolo de ser «un bufón y un bocazas».

Aun así, el misterioso diseño de Brunelleschi llamó su atención, quizá porque ya intuían que aquel bufón y bocazas era un genio. De joven, se instruyó en las artes del dibujo y la pintura, la talla de madera, la escultura con oro y plata, la talla de piedras preciosas, el nielado y el esmalte. Posteriormente estudió óptica y realizó interminables experimentos con ruedas, engranajes, piezas en movimiento, y fabricó una serie de relojes, entre ellos uno de los primeros despertadores de la historia. Brunelleschi parece haber sido un largo aprendizaje encaminado a construir una cúpula de belleza sin igual, tan útil, poderosa y honorable como quería Florencia.


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“el misterioso diseño de Brunelleschi llamó su atención, quizá porque ya intuían que aquel bufón y bocazas era un genio.”

La cúpula de Brunelleschi se yergue todavía hoy sobre el mar de tejas rojas que cubren los tejados de Florencia, vestida también con el color rojo del barro cocido, con las armoniosas proporciones de una diosa griega. Es colosal, pero a la vez ligera y tenue, como si los nervios de mármol blanco que ascienden hasta el ápice fuesen las cuerdas que mantienen sujeto a la tierra un enorme dirigible. De alguna manera Brunelleschi supo expresar con la piedra el espíritu de libertad, y caracterizó para siempre el horizonte de Florencia con una representación del espíritu humano que ansía elevarse a las alturas.


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VE NE CIA Bella y sospechosa


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Elegancia decadente Sobreviviendo al vaivén de las aguas, ahí sigue Venecia. La ciudad de los canales, que Canaletto supo retratar con precisión de cirujano. Lugar anclado en el tiempo, como un museo al aire libre, donde el único contraste posible lo ponen los turistas, deambulando embelesados, de un lado a otro, entre palacios góticos y renacentistas.

La apabullante riqueza de Venecia arranca en su historia. Durante la Edad Media, en especial en el siglo XV, Venecia marcó a su antojo los designios del comercio mediterráneo, como un puente entre Oriente y Europa. La ruta de la seda y las especias engrandaron sus arcas, mucho más atentas al valor de la moneda que a las disensiones religiosas con judíos y musulmanes. De ahí la influencia bizantina que se aprecia en su arquitectura, como se ve en los mosaicos de la Basílica de San Marcos. Y, cerca de la plaza de San Marcos, otra demostración más de poderío: el Palacio Ducal, donde se alojaba el Dogo de la ciudad, entre salas cubiertas de pan de oro acostumbradas a callar intrigas palaciegas, nada raro en la ciudad de las máscaras. Después podrás conocer los tétricos calabozos de la ciudad y atravesar el célebre Puente de los Suspiros, donde se dice que los reos suspiraban al ver el Adriático por última vez, antes de perder la libertad. Un aviso: escatimar en la compra de un mapa puede ser castigado con la más exasperante desorientación, porque cada uno de los Sestieri, se rige por una numeración independiente.

Pero hasta perderse resultará estimulante: a través sinuosas callejuelas que conducen a puentes empedrados, iglesias renacentistas, trattorias de sugerente aroma o a desconcertantes paredones que obligan a reandar el camino.Pero para tomarle el pulso a la ciudad, habrá que ir a su arteria principal, el Gran Canal, donde tomar un vaporetto, desde donde admirar los palacios que vigilan cada orilla, como el Ca d’oro, o el mismísimo Puente Rialto. Luego sentarse en alguno de los elegantes cafés de la plaza de San Marcos, a disfrutar de la música de las orquestas. Y para acabar, un agradable paseo en góndola, sorteando los flashes compulsivos de los muchos turistas que se asoman a la orilla. No importa, pocas ciudades están por encima de sus tópicos. Y Venecia es una de ellas. Como sucedía en ‘Muerte en Venecia’ de Visconti, bastará con contemplar un atardecer en la isla del Lido, o la entrada de un palazzo desconchado, para sentirse parte de un mundo sutil y bellísimo que ya dejó de existir. Pero que nunca perderá la decadente elegancia que se refleja en sus aguas


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La ciudad de los canales, el destino de los enamorados, la reina del Adriático...Da igual qué nombre se elija para designar a Venecia, la urbe italiana donde las góndolas son una constante y donde los suspiros son tan ‘frecuentes’ que incluso dan nombre a uno de sus afamados puentes.Si aún no conoce las 120 islas que componen el mapa veneciano, ha llegado el momento de que ponga rumbo a una de las ciudades que estructuran el territorio con forma de bota más famoso del mundo. Para conocer todos los secretos de Venecia, le será de mucha ayuda la visita panorámica guiada que se realiza por su callejero.Un guía experto le ilustrará sobre la curiosa ‘marea’ que inunda la plaza de San Marco cada vez que la Luna ejerce su fuerza de

atracción sobre las aguas que rodean la ciudad —tan potente que incluso vestir katiuskas no evita terminar con la ropa empapada—, así como sobre otros monumentos venecianos de especial relevancia. Entre ellos, no puede faltar el Palacio Ducal, uno de los edificios más fotografiados de Venecia, al estar anexado al archiconocido Puente de los Suspiros. Tan melancólico nombre se debe a la narración popular que cuenta que, al recorrer ese pequeño trayecto que unía el Palacio con la antigua prisión de la Inquisición, los presos exhalaban aire por última vez antes de perecer. Aunque Venecia es —como París— conocida como la ciudad del amor, en este caso Cupido nada tiene que ver en la forma de designar a este puente de 11 metros de longitud.


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Tampoco puede faltar en su recorrido por la ciudad de los canales una parada en Santa María Formosa, una iglesia renacentista levantada el mismo año del descubrimiento de América —1492— siguiendo los planos del arquitecto Mauro Coussi. La Casa de Marco Polo y otros lugares de especial interés también forman parte de esta completa ruta por los lugares más emblemáticos y conocidos de Venecia, como la conexión vital entre Rialto y San Marco, nombrada como la zona de la Mercerie. En ningún lugar de Italia, donde la calamidad a menudo adquiere un cierto aire de opereta rococó, puede una crisis tener un marco más hermoso que en la maravillosa Venecia.

Lo que no te puedes perder


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BO LO NIA El edén del universitario


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Maider: una Erasmus en Bolonia, nos cuenta como va su estancia Me giraré si me llamas Maider. Tengo 21 años, soy de San Sebastián y ahora ando por Bolonia. Estudio periodismo y a finales de este año seré periodista. Un pequeño escáner: viajar, reír y no estar quieta. Háblanos un poco de la Maider que decidió marcharse de Erasmus: ¿cómo eras antes? ¿crees que has cambiado en algo durante este primer mes de Erasmus? Llegó el segundo cuatrimestre de la universidad y muchos de mis compañeros se volvían locos al saber que les habían dado la beca erasmus. Yo me moría de la envidia, iban a pasar un año estudiando fuera mientras yo me quedaba aquí un año más. El siguiente curso no se me pasó, ni siquiera me lo planteé. No tenía claro dónde quería irme, pero tenía muy claro que quería irme.Busqué un destino de habla inglesa pero mi facultad no tenía convenios. Fue entonces cuando pensé en Italia, donde, al mismo tiempo que iba a practicar italiano con los italianos, practicaría inglés con mi circulo de amigo erasmus. De momento soy igual que la Maider que vino aquí hace un mes, aunque friego mucho más a menudo y manejo los fuegos al llegar de la universidad. ¿Por qué irse de Erasmus?

Escogí Bolonia después de hablar con los chicos de mi universidad que estaban pasando el año aquí. También porque el coordinador de mi carrera me dijo que en esta universidad tenían un plan de estudios bastante similar al nuestro. Internet, por supuesto, hizo su tarea. Y es que si googleas “Erasmus Bolonia” sólo vas a leer maravillas. ¿Cuáles fueron tus primeros pasos tras saber que te daban la beca? Nada más darme la beca estuve mirando cómo era la vida por aquí, el tiempo y las típicas cosas que te apetece curiosear en un primer momento. Luego busqué un grupo en Facebook donde aparecíamos todos los vascos que íbamos a irnos a Bolonia en el próximo curso. De ahí acabé en un grupo de Whatsapp y finalmente conocí a los que ahora son mis compañeros de piso. Sí, me he saltado la complicada parte de buscar piso. Pero es que eso fue un trabajo duro de Elena, una de mis compañeras. ¿Qué es lo más duro de irse a vivir fuera? ¿Y lo mejor? Lo más duro es no ver a los tuyos, tengo tres sobrinos guapísimos a los que me encantaría poder comerme todos los días. Luego están mis

ENTREVISTA

Pienso que irse de Erasmus es una experiencia única. Ya no es sólo pasar un año fuera, que desde luego es una oportunidad fantástica, sino el pasarlo con gente de todo el mundo. Aquí todos tenemos amigos de otros países y eso te nutre culturalmente de una forma brutal. Aunque eso sí, los vascos somos únicos. Así que lo más seguro es que te encuentres con alguno y te unas a él.

¿Por qué escogiste ir a Bolonia?


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padres y mis hermanas, en especial Mónica, a la que le crece la barriga un poco cada día. Y Priscila, a la que molaría morderle el moflete de vez en cuando. Con los amigos apetece mucho echarse unas risas, pero, para qué vamos a engañarnos, aún no he tenido tiempo para echarles de menos (os quiero). Cuéntanos tus primeras impresiones acerca de tu nueva universidad. Los primeros días era un poco caótico. Había cogido asignaturas de una carrera que este año se ha dejado de impartir. Luego hablé con la coordinadora, me tranquilizó y me ayudó un montón. Hice caso a sus consejos y cogí las asignaturas que me recomendó, muchas de ellas de un máster. Adaptándote a tu vida Erasmus: ¿Cómo te mueves por la ciudad? Bolonia no es una ciudad muy grande, al menos el centro, por lo que si vives dentro de las murallas puedes ir andando a cualquier parte en menos de 20 minutos. Luego está la bici, que la usa muchísima gente por aquí. Si vas a tomarte una cerveza a la plaza por la noche tendrás la oportunidad de comprar una por unos veinte euros. Eso sí, no pagues más, pues en apenas un mes volverás a ver tu bici en venta. El bus viene perfecto para los planes fuera de las murallas. Además, si haces la picaresca, puedes ahorrarte unos cuantos billetes. ¿Has descubierto ya lugares con encanto de esos que no salen en las guías de viaje? ¡cuéntanos! El lugar de encuentro por excelencia aquí es Piazza Verdi. Allí todo el mundo está sentado en el suelo bebiendo cerveza, tocando la guitarra y de buen rollo. También hay otras plazas con menos afluencia, como es Santo Stefano o San Francisco, donde la gran parte de la gente que se junta suele ser italiana. El helado de nociolla de Due Torri no se lo puede perder uno. Y si aún quedan fuerzas es muy recomendable subir San Luca, desde donde se ve todo Bolonia. Unas vistas increíbles.

“Ya no es sólo pasar un año fuera, que desde luego es una oportunidad fantástica, sino el pasarlo con gente de todo el mundo.”


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Un consejo para los indecisos… Yo no me lo pensaba más, por aquí se está de lujo. Todo el día de buen rollo, viajas, conoces muchísima gente y aprendes un idioma. En todo el mes no le saco ni un pero al Erasmus. Cuando la solicitud de la beca está en proceso te planteas todo lo que vas a tener que dejar en tu ciudad, que seguramente no es poco. Pero es que lo más seguro es que cuando vuelvas todo, o casi todo, siga igual. Todo lo que tenga que estar, seguirá estando. Y tú habrás pasado un año en grande lleno de aventuras.

Una anécdota divertida del inicio de esta aventura… Anécdotas muchas, sobre todo con el idioma. Imaginadme hablando con el fontanero por teléfono en italiano durante mi primera semana. Luego recuerdo que le pregunté a una australiano cómo estaba y me respondió que estaba ‘bellísimo’. El me devolvió la pregunta y, para seguir la broma, le contesté ‘bellísima’. Se echó a reír y no entendí nada. A la semana, Antonio, que también se había reído, me confesó que lo que dijo fue ‘bennísimo’. f in


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Bolonia, como antigua ciudad medieval que es, cuenta con cientos de leyendas urbanas y con algún que otro rincón secreto que al viajero poco informado se le suele escapar. Así que si estás pensando en una escapada para perderte por sus callejuelas, guarecerte bajo sus pórticos y ampararte en la penumbra de sus iglesias, será mejor que antes conozcas los siete secretos de Bolonia.

1

. La Finestrella ¿Sabías que Bolonia cuenta con varios canales de agua subterránea? En uno de los múltiples cambios urbanísticos los canales fueron soterrados y convertidos en cloacas. Pero uno de ellos sobrevivió y todavía es posible contemplarlo a través de una abertura en el muro conocido como la finestrella. Desde allí podemos ver un tramo del Canalle delle Molline.

2

. Las tres flechas En la Strada Maggiore, a la altura del pasaje Corte Isolani, existe una estructura de madera en cuyas vigas hay tres flechas clavadas. Cuenta la leyenda que tres maleantes que pretendían asesinar a un hacendado local disparándole sus flechas a través de la ventana, se despistaron al ver cómo en otra de las estancias aparecía una mujer completamente desnuda. Tal fue el efecto de la dama que las flechas acabaron clavadas en las vigas de madera

7 SECRETOS

3

. Los atributos de Neptuno La Fontana del Nettuno, junto a la Piazza Maggiore, es tal vez la fuente más famosa de la ciudad y Neptuno, el icono más conocido de Bolonia. Lo que poca gente sabe es que el actual busto del Dios del Mar tuvo que ser modificado, pues en su primera versión la estatua poseía unos atributos de un tamaño que la Iglesia consideró excesivo. Giambologna, el célebre escultor, fue obligado a extirpar parte de la virilidad de Neptuno, pero lo hizo a su manera. En el pavimento, hay una baldosa de una tonalidad distinta al resto. Si nos situamos sobre ella y miramos hacia la fuente descubriremos el efecto óptico que tramó el escultor: el dedo pulgar de Neptuno emerge bajo su vientre dando la sensación de ser un miembro viril a media asta.

4

. El arco de los susurros En Bolonia las paredes oyen, y si no te lo crees puedes acercarte hasta la Piazza Maggiore. Concretamente debes acudir al los pórticos del Palazzo del Podestà y buscar, bajo la Torre dell’Arengo, las estatuas de San Doménico y de San Petronio, patrón de la ciudad. Si hablas de cara a la pared bajo la figura de uno de los dos santos, el techo abovedado hace que tu voz se oiga perfectamente junto al otro, a pesar de encontrarse en esquinas opuestas.

5

. Cannabis medieval Si nos acercamos al Canton de’ Fiori y buscamos los pórticos situados bajo la Torre Scappi, en plena Via Independenza, veremos un fresco con la siguiente inscripción: ‘panis vita, canabis protectio, vinum laetitia’. El pan es vida, el cannabis es protección, el vino es alegría.

6

. El sol por un agujero Si durante los meses que van de noviembre a marzo nos acercamos a la Basílica de San Petronio podremos disfrutar de la mayor meridiana del mundo. Cuando el sol está en todo lo alto se filtra por un pequeño agujero del techo y traza una línea de luz que posándose sobre el suelo nos indica la fecha exacta. Mide casi 70 metros de largo.

7

. La cara del diablo Cuenta la leyenda que en la Piazza Santo Stefano vivía una de las familias más poderosas de la ciudad. El padre mandó esculpir la cara de todos los miembros de la familia en la fachada del palacete y el arquitecto encargado de cincelar los rostros se la jugó, pues entre unos y otros, como si fuera un miembro más de la familia, esculpió la cara del diablo.


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05 - 2017 / 5,70€

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