“EL OLIVAR DE REGADÍO EN ANDALUCÍA. UN CULTIVO INSOSTENIBLE Y CON UN MARCO INSTITUCIONAL FAVORABLE ”. M. David García Brenes Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales Dpto Economía Aplicada II Avda Ramón y Cajal Nº 1. 41.018. Sevilla. Tf. 954557648 mdgarcia@us.es Área Temática: Gestión integrada de cuencas hidrográficas. Resumen: En el proceso de especialización productiva que la agricultura andaluza ha seguido en los últimos años, el olivar en general, y en particular el de regadío, tiene un papel muy destacado. En este trabajo, se estudian las transformaciones más importantes de la aplicación de las técnicas de la nueva olivicultura (regadío, fitosanitarios, modificación de la estructura productiva, etc. ) que han emprendido los productores agrarios para elevar en buena medida su productividad. A lo que sigue el análisis de las implicaciones ecológicos y sociales más importantes. Además, se estudia como la dinámica de acumulación del olivar de regadío, encuentra en el marco institucional, un importante aliado para mantener su continuidad, a pesar de los importantes problemas de sostenibilidad que presenta este modelo productivo en Andalucía.
1. Importancia del olivar de regadío en Andalucía y cambios en su estructura productiva. El olivar ha tenido tradicionalmente un destacado protagonismo en la economía de Andalucía, alcanzado en la década de los cuarenta, cerca del 50% de la superficie total del olivar español. Este importante papel se ha acentuado a partir de la década de los ochenta, con los sistemas de protección que presenta este cultivo en la Política Agraria de la Unión Europea. Así, en la actualidad, el olivar andaluz representa el 80% de la producción de la producción española, el 37,4% de la U. E. y el 26,8% de la mundial. La lógica de funcionamiento de la PAC, a su vez, ha favorecido en buena medida que la superficie en regadío tras la incorporación del olivar a la CEE haya crecido de un modo espectacular. Prueba de ello, es que el 67,4% de la superficie en regadío en Andalucía, tiene menos de 10 años (Saura, 1997). Tabla Nº 1. Antigüedad del olivar de regadío en Andalucía (% de la superficie) Años (%) Acu.(%) 0 -10 67,4 67,4 10 -20 6,9 74,3 20 -30 4,5 78,8 > 30 21,2 100,0 Total 100,0 Fuente: Saura (1997).
De este modo, el sistema de protección que tiene el olivar en la U. E. impulsa un modo de producción que intensifica el uso del suelo, utilizando para ello crecientes cantidades de agua y agroquímicos. Así, el aumento de la productividad del olivar ha ido acompañado de la aplicación de las técnicas de la nueva olivicultura (regadío, inputs inorgánicos, etc.) para aumentar la productividad del olivar y, beneficiarse del sistema de protección que establece la U. E para este cultivo. Además, los productores agrarios andaluces para conseguir aumentar los niveles de producción, han realizado importantes transformaciones en la estructura productiva de este cultivo. De este modo, el olivar tradicional presentaba un marco de plantación muy amplio, es decir, los olivos se encontraban situados muy alejados los unos de los otros. Así, esta distancia llegaba a superar los 13 metros. Los árboles del olivar tradicional eran además, muy robustos. Eran habituales los olivos formados por dos, tres e incluso cuatro patas. Los troncos eran muy rígidos y el derribo de la aceituna mediante vibradores, resultaba muy difícil. Por tanto, la mecanización sobre la base de la utilización de vibradores era prácticamente imposible. El olivar tradicional, se encontraba, por ello, adaptado a un modelo de explotación intensivo en mano de obra. En las nuevas plantaciones por el contrario, se observa un marco de plantación mucho más reducido y una organización de la producción lineal, en la que todos los olivos están dispuestos a la misma distancia. Es decir, la búsqueda de una mayor productividad, ha provocado una presión sobre el suelo con la finalidad de aumentar los rendimientos. Además, este nuevo diseño de las explotaciones ha abaratado los costes de mano de obra de este cultivo, pues ha favorecido la mecanización de la recolección de la aceituna, que es la tarea más importante que presenta este cultivo. El regadío, que en los últimos años ha adquirido un destacado protagonismo en el olivar andaluz, al pasar de representar en 1989 el 7,5% [1] al 22,2% en 1999[2] de la superficie total de olivar, es el caso que en mayor medida ha reducido su marco de plantación. Así, este cultivo para aumentar sus rendimientos ha reducido las distancias entre los olivos que presentaba el olivar tradicional y aumentado su densidad de plantación (60 olivos/Ha). En la Tabla Nº 1. se advierte que el nivel de intensificación del uso del suelo es mayor en el olivar de regadío que en el secano. Así, en el primero, el 5,5% de la superficie tiene menos de 60 olivos/Ha y el 45,7% más de 140 olivos/Ha, mientras en el segundo, por el contrario, se corresponde con el 7,7% y 24,2%, respectivamente. Tabla Nº 2. Densidad de plantación (% de la superficie). C 1998/99. Olivos/Ha
Secano (%) 0-60 7,7 60-140 68,1 Más de140 24,2 Total 100,0 Fuente: Consejería Agricultura y Pesca (2002).
Regadío (%) 5,5 48,8 45,7 100,0
Por tanto, es el olivar de regadío, el cultivo que en mayor medida se aleja del olivar tradicional para conseguir mayores niveles de productividad y el que en mayor medida presiona sobre el medio natural ocasionando importantes costes ecológicos.
2. Impactos ecológicos y sociales del olivar de regadío. El fuerte aumento de los rendimientos del olivar está íntimamente relacionado con el creciente consumo de inputs intermedios y de agua. Se trata de un proceso, por otro lado, que no es exclusivo del olivar sino que puede generalizarse para el conjunto de la agricultura andaluza. A partir de la Tabla Input–Output medioambiental para Andalucía de 1990, se ha estimado la carga total contaminante del olivar andaluz. [3] Sobre la base de la utilización de la información contenida en la misma, se llega a la conclusión de que la utilización de los fertilizantes en el cultivo del olivar en Andalucía, genera una carga contaminante sobre el agua y el suelo de 17.700 toneladas, lo que representa el 22,4% de los vertidos de las distintas ramas contempladas en la Tabla I-O Medioambiental (1990). Para calcular la carga contaminante del olivar se ha partido de los criterios empleados en la elaboración de la Tabla Input-Output Medioambiental de Andalucía de 1990, que consideraba que el 10% del nitrógeno y el 0,125% del fósforo llegaban al agua. El análisis de los resultados, muestra que existe una relación bastante directa entre la carga contaminante y la participación total. Así, mientras al olivar de secano de rendimientos bajos, le corresponde el 5,8% de la carga contaminante total y el 7,5 % de la producción total de este cultivo, al olivar de regadío por el contrario, le corresponde el 49 % y 46,8%, respectivamente (García, 2004). De este modo, se observa como en este caso el crecimiento de la producción va acompañado de un creciente deterioro ecológico (Naredo y Valero, 1999). Además, se advierte que la carga contaminante por unidad de producción aumenta a medida que la producción se hace más intensiva. De esta forma, se aprecia que el olivar de regadío origina 4.060 kg de vertidos por cada millón de kilogramos de producción de aceituna mientras que el olivar de secano de rendimientos bajos, tiene unos vertidos equivalentes a la misma cantidad de producción de 3.009 kg (García, 2004). Por tanto, la intensificación productiva que sigue este cultivo, se corresponde con un aumento de la presión sobre los ecosistemas en los que se desarrolla. Estos resultados coinciden con otros trabajos en los que se estudia la generación de vertidos por parte de la agricultura andaluza. “Tras los cereales, el olivar, con casi el 28% del nitrato vertido en 1995, ocupa el segundo lugar, con un aumento de casi 600 toneladas de vertidos respecto a 1976”(Vázquez y Delgado, 2002: 203). Un botón de muestra de los daños ecológicos provocados por el conjunto de la actividad agraria en Andalucía es el hecho de que durante 1999, 92 municipios andaluces se vieron afectados por la contaminación de las aguas de su red de abastecimientos, dada la elevada concentración de nitratos (Montero, 1999). Esta realidad no es sólo producto de la necesidad de emplear cada vez más fertilizantes inorgánicos para aumentar los niveles de producción, sino también es el resultado del comportamiento de los propios agricultores. En este sentido, se muestran algunos autores como (Fernández-Escobar, 2000,2): “El abonado del olivar es, en la actualidad una práctica anárquica basada normalmente en la tradición -repitiéndose, por lo general, un plan preestablecido de fertilización-, en los testimonios de agricultores vecinos, y en la ausencia de métodos de diagnóstico que sirvan de guía de la fertilización”.
A los vertidos que ocasiona el consumo de los fertilizantes, debemos sumar los daños ocasionados por el uso de fitosanitarios para el control de las plagas. En este caso, al igual que ocurría con los fertilizantes, la utilización de estos inputs también ocasiona importantes daños al entorno físico. Un ejemplo de ello lo constituye el Dimetoato, que se distribuye mediante pulverizaciones para controlar la plaga de la mosca (producida por un exceso de fertilización del suelo), dejando en el árbol residuos tóxicos que son perfectamente identificables incluso 40 días después de realizar el tratamiento (Civantos, 1995). Pero además, el regadío no sólo ocasiona costes ecológicos, sino que tiene escasa incidencia sobre la creación de empleo. Para generar un empleo se necesita entre 50.000-80.000 hectómetros cúbicos de agua. Las necesidades de agua por unidad de empleo son, de esta forma, para el olivar, superiores a las de otras especializaciones agrarias como las frutas y hortalizas, que en los últimos años han aumentado su peso en la producción final agraria de Andalucía (Corominas, 2001). Tabla Nº 3. Capacidad de generación de empleo por el regadío andaluz. 2000 Agua necesaria para aumentar un empleo respecto Cultivos del secano (m3/UTA) Arroz, cereales y girasol 400.000-700.000 Algodón, remolacha 200.000-300.000 Olivar 50.000-80.000 Frutales y cítricos 20.000-40.000 Hortalizas al aire libre 15.000-25.000 Invernaderos y fresa 5.000-8.000 Fuente: Corominas (2.001).
Por tanto, el modelo de especialización que sigue la agricultura andaluza, favorecido por el sistema de protección comunitario, no sólo implica un grave deterioro al patrimonio natural sino que además, tiene una reducida capacidad para generar empleo. El caso más relevante, lo constituyen las nuevas plantaciones del olivar de regadío de un sólo pie, con densidades de plantación que superan los 200 y 300 árboles por hectárea, donde la recolección mecanizada supone un importante ahorro de empleo. En la provincia de Jaén, por ejemplo, cerca del 30% se corresponde con este tipo de explotaciones (Montiel, 1.997). Además, el cultivo del olivar de regadío no sólo crea poco empleo sino que además, se basa, en una importante degradación de las condiciones de trabajo. Así, un estudio realizado en una comarca olivarera donde el regadío es mayoritario, como es la Loma (Jaén), expresa que, en la mayoría de las ocasiones, el mercado de trabajo se caracteriza por basarse en relaciones informales, con discriminación en perjuicio de la mujer, utilización frecuente del destajo, etc. (Martín y Rodríguez, 2.001). Así, el olivar de regadío, con los importantes niveles de consumo de agua, con la excesiva utilización de fertilizantes y plaguicidas, con la intensificación del uso del suelo, etcétera, se corresponde con un modelo de producción agrario alejado de una conservación del patrimonio natural de la región.
3. Marco institucional del olivar de regadío. En los últimos años, el olivar de regadío ha aumentado considerablemente. En este sentido, algunos autores como Saura (1997) señalan que el 44,9% de la superficie en riego tiene menos de 5 años, cifra que en la provincia de Jaén alcanza el 54,3%. Desde una lógica estrictamente productiva, centrada exclusivamente en los rendimientos por hectárea, la disponibilidad de agua permite superar muchos de los límites impuestos por la naturaleza a los sistemas tradicionales en general, y al olivar en particular. El agricultor tradicional disponía habitualmente de un cultivo vecero, es decir, de un sistema productivo que alterna años de producción alta y baja. La disponibilidad de agua y el empleo de agroquímicos permiten estabilizar la producción, aumentándola los años de producción baja. Con ello, se abre una posibilidad de mejorar su rentabilidad económica o, al menos, mantenerla en momentos en el que los costes aumentan o el precio final de la aceituna cae. Sin embargo, el consumo de agua derivado de esta forma de producir, se contrapone con las disponibilidades hídricas de la región, dado que el sector agrario en su conjunto, tiene una demanda que representa el 80% del consumo total de agua en Andalucía. Así, en 1999, el Balance Hidrológico de las Cuencas de Andalucía presenta un déficit de 651 hectómetros cúbicos. Tabla Nº 4. Balances de las Confederaciones Hidrográficas de Andalucía en 1999(Hm 3/año). Confederaciones Recursos Demandas Balance Disponibles Totales Global Guadalquivir 3.099 Cuencas Litorales 1.704 Total 4.803 Fuente: Consejería de Agricultura y Pesca (1999).
3.588 1.866 5.454
-489 -162 -651
Por tanto, la dinámica de acumulación que presenta el olivar de regadío en Andalucía, tal y como se manifiesta en la actualidad, encuentra en el patrimonio natural una seria limitación a su continuidad. Existen diversas razones que explican esta situación. Entre ellas, se encuentra la dinámica de precios que existe en Andalucía, contraria a la lógica del ahorro de este recurso y que provoca importantes costes ecológicos. De esta forma, en Andalucía un mayor consumo relativo del agua se corresponde con un menor precio de la misma. El caso más paradigmático lo constituyen los agrios, con un consumo de 18 litros por cada 0,006 euros de producción a un precio de sólo 0,004 euros/metro cúbico. Con el olivar de regadío pasa algo similar. Tiene un consumo de 3,9 litros/0,006 de producción y paga 0,007 euros/metro cúbico (Vázquez et alt, 1996). Este hecho sitúa al olivar entre los cultivos a los que las instituciones públicas facilitan en mayor medida un coste reducido para acceder al agua de riego. Como (Castillo, 2002), algunos autores para el caso general de los regadíos en España, han estudiado el precio que se paga por el agua consumida y se ha relacionado con los costes de amortización de las infraestructuras y de administración. Entre los resultados más importantes, se encuentra la estimación del precio que cubriría estos costes que se situaría en torno a las 0,15-0,18 euros por metro cúbico. El precio del agua, por el contrario, no supera un 0,006 euros por metro cúbico.
Los bajos precios del consumo del agua no incentivan en buena parte de los casos, el ahorro de la misma, sino que más bien provocan que un recurso escaso en la región sea, en realidad, gestionado como un “recurso libre”, “sin costes”. A su vez, esto provoca que, en numerosas ocasiones los agricultores no contabilicen el coste real de la utilización del agua. Tal es el caso de los agricultores de Úbeda (Jaén), una de las zonas más relevantes del olivar de regadío, en la que el importe del consumo del agua se establece sobre la base del número de olivos que tiene la explotación, no sobre la base del consumo efectivo de cada agricultor. Como ejemplo, las palabras de un agricultor: “Pagamos por la instalación de 36-42 euros por olivo, que pagamos en 20 años y cada año, 3 euros por olivo de coste de roturas de gomas, luz, agua, etc.” Todo esto acentúa el despilfarro de los recursos naturales. A ello, debemos unir la situación de desgobierno en la que se encuentran un gran número de explotaciones ilegales, que hacen uso del agua, sin coste alguno. Sólo en la provincia de Jaén, existen 79.000 hectáreas pendientes de legalizar (Saura, 1997). Pero además, al inadecuado marco institucional acompaña un comportamiento por parte de los usuarios poco respetuoso con la minimización del consumo de un recurso escaso como es el agua. En general, los agricultores identifican bien común con acceso libre. Es decir, no existe entre los agricultores un nivel de conciencia que contemple al agua como un recurso escaso por cuyo ahorro deben velar todos, sino que el agua es considerada como un recurso libre cuyo nivel de uso es decidido exclusivamente desde una lógica individual con la finalidad de maximizar la producción. Esto supone una fuerte fuente de presión sobre este recurso natural y sobre los ecosistemas en los que el olivar se encuentra integrado (Aguilera, 1992). Ésta situación presenta una lógica de funcionamiento que lejos de detenerse se retroalimenta. Los bajos precios acentúan el despilfarro, pero el aumento de rentabilidad monetaria derivado de un uso más intensivo de agua -aumentan los rendimientos sin aumentar los costes- genera una sobredemanda de este recurso. En este sentido, (Saénz de Miera, 2001:200) mantiene: “(los bajos precios de agua) genera(n) una sobredemanda (por ejemplo del agua para regadío) a la que tradicionalmente se ha respondido mediante un aumento de la oferta del recurso a través de la construcción de costosas obras hidráulicas en términos económicos y ambientales”. Pero además, el sistema de protección comunitario también fomenta el despilfarro de agua. En general, el modelo de intervención favorece en buena medida la productividad de los cultivos, los sistemas más productivos, es decir, los que más agua consumen, son los que más ayudas directas reciben de la U. E. En el caso particular del olivar, recibe el 48% de los fondos comunitarios totales destinados al sector primario en Andalucía, con lo que el efecto “multiplicador” sobre el consumo de agua de la intervención comunitaria debe considerarse muy elevado (Consejería Agricultura y Pesca, 2002). Así, el marco institucional que acompaña al modelo de especialización agraria que presenta la agricultura andaluza en general y del cultivo del olivar en particular, en modo alguno favorece una gestión adecuada de un recurso natural tan limitado como es el agua en esta región, lo que a su vez, provoca importantes costes ecológicos.
4. Conclusiones.
El cultivo del olivar ha alcanzado un destacado protagonismo en la economía española en general y andaluza en particular, representando el 80% de la producción española y más de la cuarta parte de la producción mundial. Los productores agrarios andaluces para conseguir estos niveles de productividad, han emprendido una serie de cambios en el cultivo del olivar entre las que se encuentra la intensificación del uso del suelo, utilizado inputs químicos, etcétera, que han favorecido el aumento de los rendimientos del olivar. El aumento del regadío, se encuentra entre las iniciativas más destacadas, alcanzando en la actualidad el 22,2% de la superficie total de olivar en Andalucía. Sin embargo, la dinámica de acumulación asociada a este sistema productivo presenta serios problemas de sostenibilidad, pues las disponibilidades hídricas de Andalucía son limitadas, y provocan importantes costes ecológicos con los nutrientes químicos utilizados para aumentar la producción. Pero además, el marco institucional asociado a este cultivo a favor de los cultivos más productivos, y comportamiento de los productores agrarios, favorecen el despilfarro en el consumo del agua y provocan importantes daños al patrimonio natural de Andalucía. A todo ello, debemos sumar el hecho de que el cultivo del olivar de regadío necesita importantes disponibilidades de agua para generar empleo en relación a otras formas productivas, es decir, existen otros cultivos que con la creación de empleo ocasionan menos costes ecológicos. Esta situación exige caminar en una dirección muy diferente y que coincide con lo que hoy se conoce la Nueva Cultura del agua, en la que este recurso sea un activo social y ecológico y no sólo un factor de producción, y que se produzca una importante transformación del marco institucional en defensa del patrimonio natural y un cambio en la sociedad en la que prime el ahorro sobre el despilfarro.
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[1]
Información obtenida en base al Censo Agrario (1989) elaborado por Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación. Para el caso de Andalucía. [2] Información obtenida en base al Censo Agrario elaborado por Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación. (1999). Para el caso de Andalucía. [3] Para calcular el consumo de fertilizantes de los distintos tipos de cultivo, la Tabla Input-Output de 1990, utiliza el consumo total de fertilizantes para la agricultura andaluza, consumo de fertilizantes por hectárea y año para cada cultivo y, la superficie dedicada a cada cultivo en cada provincia en 1990.