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Racó literari
Un any més, el Racó literari es destina a parlar d’una emoció tan transversal com és la por. Però no parlem aquí de la por que ens provoquen les històries misterioses o d’éssers imaginaris. Els textos tenen a veure amb les pors més íntimes i personals, pors que sorgeixen del nostre ésser envers situacions en les que qualsevol s’hi pot trobar alguna vegada. Pors que potser només patim nosaltres, pors que tenen a veure amb els altres i amb el món real.
El piano
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Era un día sumamente soleado. En la penumbra de la habitación, los rayos de sol atravesaban los diminutos agujeros de la persiana y penetraban con intensidad sobre el rostro de aquella chica. Aquella joven que hacía ni tan solo veinticuatro horas había salido de uno de los muchos ingresos que había tenido... Este, sin lugar a dudas, él más duro de todos, pero a su vez en el que más autoconocimiento y fortaleza mental tuvo.
Aquel despertar fue horripilante para Gisela. Apenas había dormido nada. La noche anterior en el
hospital fue infinita. Estuvo desmesuradamente pensativa y no pudo conciliar el sueño. Y esta, infortunadamente, había sido cuál gemela de la anterior. Esto, sumado al despertar con la luz de lleno en la cara, le asqueó bastante. De hecho ni tan siquiera quería abrir los ojos: se cubrió con la sábana toda la cabeza, acto seguido la alzó un poco y extendió el brazo derecho hacia la mesilla. A ciegas palpó cuatro objetos. Uno era redondo con textura un tanto rugosa, y a su vez tenía zonas lisas y diminutos relieves. Tras tantearlo unos segundos, recordó que era la veladora nueva que había comprado su hermana: una luna. Continuó palpando por la mesita y seguidamente topó con dos objetos más que identificó a celeridad de luz, dado que son los que ella acostumbra a usar con frecuencia: un boli y una libreta. Después de unos breves segundos, por fin encontró lo que ella buscaba: su móvil. Con ojos soñolientos trató de averiguar qué hora era: las siete cero siete marcaba el dispositivo. Siete cero ocho, siete cero nueve, siete y diez… Seguía subiendo el contador de los minutos… Al mismo tiempo que escuchaba el tictac del reloj del comedor, por su cabeza empezaron a transcurrir nuevamente esos pensamientos que no le habían dejado conciliar el sueño… Una y otra vez… Entonces, comenzó a notar como una espada empezaba atravesar su pecho muy lentamente; escuchaba el tictac acelerando intensamente, incrementaba el ruido cada vez más y más fuerte; empezaron a caer pequeñas gotas de agua sobre su faz; sus piernas, sus brazos, sus manos, sus dedos, todo su cuerpo empezó a tener vida propia: se agitaba por sí solo con movimientos rápidos, continuos y bruscos; no podía respirar, se estaba ahogando en un mar de gotas; y los pensamientos acechaban in-
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tensamente: no puedes, vas a volver a recaer, tendrás otro ingreso y no será el último el de ayer. No puedes, esto te supera y no saldrás de esta por mucho que lo quieras intentar. No puedes, porque en aquel ingreso de cuando eras más pequeña la lengua se te fue hacia atrás, otra vez pasará y volverás a temer el simple hecho de tragar. No puedes, volverás a fracasar, nunca tendrás una vida normal. No puedes, la mandíbula se tornará rígida y volverás a experimentar aquella experiencia que jamás has podido olvidar… Y una y otra vez reiteraban esos pensamientos entre otros más. La espada seguía atravesando el pecho ocasionando sin cesar más dolor. Todo su cuerpo seguía temblando. Las lágrimas ahora ya no eran diminutas, sino que eran tormenta y le incapacitaban totalmente la entrada de aire…
Repentinamente, como estrella fugaz atravesando la atmósfera, comenzó a sonar una canción en bucle que ella había puesto sin darse cuenta. Gisela agarró su muñeca izquierda. Allí tenía tatuadas las claves de sol y fa que formaban un corazón. Ese tatuaje le llevó a recordar como la música le había ayudado siempre a luchar. Así que lentamente fue focalizando la atención en la sintonía: Remove the complexities (una de sus canciones preferidas a piano). Fue apartando la mano derecha de la muñeca con sutileza, y sus dedos empezaron a dejarse llevar por la canción a la vez que su pie derecho. Ella imaginaba como tocaba el piano, como le daba al pedal, y como coordinaba mano derecha e izquierda. Visualizaba la posición de manos y dedos, los pedales, cada tecla, cada nota... Hasta el punto en que su cerebro tuvo la capacidad de teletransportarse. Por la persiana de su habitación ya no se filtraba el rayo de sol ni estaba tapada con la sábana hasta la cabeza. Simplemente, era ella en un habitáculo blanco tratando de tocar aquella sintonía.
Cuando terminó de tocar bien aquella pieza musical, abrió los ojos, paró la canción y se destapó. Toda esa angustia, ese dolor, ese temblor, esos pensamientos, ese miedo, se habían disipado al completo. Acto seguido cogió su libreta y bolígrafo, y anotó lo siguiente:
Miedo
Dime, ¿dime qué es eso?, ¿qué es lo primero que se te pasa por la cabeza cuando mencionan esa palabra? Pongo la mano en el fuego que la mayoría daría una respuesta con connotación negativa.
¿Por qué? Porque los seres humanos siempre tendemos a mirar el lado negativo de las cosas y, en la
balanza, aquello que consideramos “malo” siempre
pesa más que esos momentos buenos.
Para mí el miedo, esa emoción que tanto tememos,
es luchar, es aprender, es vencer, es crecer como
persona si no la llevamos a un extremo.
El miedo es sentir, el miedo es parte del vivir.
Gisela
Miedo y coraje
Siempre me han dado miedo los cambios, pero esa vez, ese 1 de septiembre del 2018 superó con creces todas las veces anteriores de mi vida en las que había sentido miedo al cambio.
Nos situamos, como he dicho anteriormente, un caluroso 1 de septiembre del año 2018, mi padre trabajaba en Marruecos hacía ya unos cinco años y yo estaba pasando la mejor época social y sentimental de mi vida, pero la peor escolar sin duda. Eso conllevaba malestar familiar, ya sabes, como es normal en los casos en los que tu familia ve como no ves la realidad y se desespera. El caso es que cuando repetí tercero de la ESO, mis padres decidieron que me fuera a vivir a Marruecos con mi padre para estudiar allí. Evidentemente, le planteas eso a una niña de 14 años y te dice que no; sin embargo, me lo dijeron con muchísima antelación y tuve mucho tiempo para pensar, no era un castigo, o al menos no me lo plantearon así, simplemente que mi padre siempre me ha metido mucha más caña, cosa que agradezco porque aprendo muchísimo de él, y pensaron que si me iba a vivir con él mi situación cambiaría.
Estuve mucho tiempo desde que me lo plantearon sin explicárselo a nadie de mi entorno social, solo lo sabían mis padres y mi hermana (inconscientemente creía que si no lo decía en voz alta no se haría realidad…). Supongo que yo sabía que me iba a ir, pero no estaba preparada para tener esa conversación con las personas de mi entorno, así que me lo callé. Ni siquiera me apetecía reflexionarlo; cuando a veces se me aparecía un pensamiento intrusivo sobre el tema, me ponía a
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Imatge creada per l’autora
cantar una canción para que el pensamiento desapareciera de mi cabeza y me dejara disfrutar del presente. Justo en ese año conocí a la que es mi actual y primera pareja sentimental, nos enamoramos y todo era perfecto porque estábamos drogados de oxitocina, que conste que ahora estoy aún más enamorada de él, aunque ya no esté drogada; ahora tenemos un amor más real, no obstante ese es otro tema.
Incluyo a mi pareja en esta narración tan personal porque creo que es una persona muy importante