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Aceite vegetal usado
¿oportunidad para la descarbonización?
Violeta Ortega Navarrete
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violeta@oem.org.mx Editora, Diseñadora multidisiplinaria por el INBA, activista ambiental.
El aceite vegetal es una materia prima ampliamente utilizada en la industria restaurantera, en los hogares, instituciones, etc. Como sabemos al utilizarlo para freír, el aceite sufre cambios y alteraciones químicas que hacen necesario su desecho. Según la Secretaría del Medio Ambiente, un litro de aceite usado puede contaminar hasta 40,000 litros de agua potable, que es el equivalente al consumo de agua anual de una persona en su domicilio. El problema se dimensiona al considerar que cada persona consume al año de 2 a 4 litros de aceite vegetal. El desecho doméstico o industrial del aceite usado, en cañerías causa problemas y sobrecostea el saneamiento de aguas residuales, debido al alto contenido de materia orgánica. Además, el aceite usado cuando se enfría forma “bolas de grasa” capaces de dañar y tapar las tuberías. En la Ciudad de México la Ley de Residuos sólidos indica que las empresas que necesiten deshacerse de dicho desperdicio tienen que solicitar a la Secretaría de Obras y Servicios que lo recoja a cambio de un pago por kilo; o bien contar con los servicios de una persona física o empresa recolectora con registro que avale que se le va a dar un tratamiento adecuado. El aceite vegetal usado tiene la consideración de subproducto si se aprovecha para la producción de biodiesel, biogás, etc. y se considera residuo si va a incineración. Asimismo, puede ser transformado y reciclado para la fabricación de ceras, barnices y jabones. Cada kilo de aceite usado puede ser transformado en 0.92-0.97 kilo de biodiesel. La producción de biodiesel (BD100) a partir de aceites usados comporta un ahorro de energía fósil del 21% en relación al uso de aceites crudos y un ahorro del 96% de energía fósil respecto a la producción del diésel. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA) los combustibles renovables, pueden hacer una importante contribución a la descarbonización. Una área de oportunidad es el sector del transporte por carretera, especialmente a corto y medio plazo y para todos los modos de transporte. La Agencia indica que las metas de descarbonización propuestas para 2050 para el sector transporte no podrán ser logradas si no se implementan todas las tecnologías disponibles como son vehículos eléctricos, vehículos de biodiésel y tecnologías de hidrógeno. Algunos de los retos que enfrenta la industria de producción de biodiésel son: Superar los altos costos de producción y la percepción de altos riesgos de inversión.
Optimizar los procesos para maximizar el valor de los productos secundarios que se obtienen y así potencialmente incrementar las ganancias generales del proceso. Incrementar el desempeño ambiental con respecto a emisiones de gases de efecto invernadero, balance energético, agua, insumos, etc. Contar con la capacidad para procesar una amplia variedad de insumos asegurando procesos energéticos eficientes. Algunas acciones para impulsar la industria de biodiésel podrían ser: Políticas públicas que incrementen la confianza en la inversión. La reducción de los subsidios a los combustibles fósiles e indroducción de fijación de precios con respecto a emisiones de CO2, como lo sugiere la IEA. Creación de incentivos gubernamentales para empresas o personas que innoven en los tratamientos de reciclaje de aceites usados. Apoyar iniciativas para informar al público los beneficios del biodiésel con el fin de mejorar la percepción negativa que se ha creado y promover la responsabilidad de los medios de comunicación en dar información científica de manera adecuada y realista del tema. Aunque parece que para el actual gobierno de México no es una prioridad la descarbonización ni el medio ambiente, en nuestro país ya existen empresas que se dedican a recolectar, tratar y reciclar los aceites vegetales y grasas animales de desecho. Además hay una incipiente concientización de la ciudadanía con respecto a la contaminación de aguas y suelos que provoca el desecho inadecuado de estos materiales, y del potencial económico de su reuso y aprovechamiento, que por supuesto se ve reflejando en menos emisiones de CO2, con miras a las urgentes necesidades de cambios de consumo de nuestro país y del mundo.