La cocina de la alcachofa de Benicarló Recetas de la Agrupación de Restaurantes de Benicarló Prólogos de Josep Cuní • Pepa Fernández Pere Tàpias • Àngel ‘Pichi’ Alonso
Fotografías
Ramon París
colección la teca,
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colección la teca,
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Dirigida por Juanjo Roda Martínez colabora
Primera Edición Enero de 2013 © De esta edición Onada Edicions Introducción Òscar París Garcia • Onada Edicions Recetas Agrupación de Restaurantes de Benicarló Coordinación editorial Rosa Maria Camps Cardona • Onada Edicions Fotografía del recetario Ramon París Peñaranda Edita Onada Edicions Plaça de l’Ajuntament, local 3 12580 Benicarló • Tel. 964 47 46 41 En internet www.onadaedicions.com onada@onadaedicions.com www.premsaonada.blogspot.com Diseño de la colección Ramon París Peñaranda Maquetación Paül Peralta Aguilar Asesoramiento fotográfico Manolo Andreu i Albert Rot Gestión del color Eugeni Guzman Papel interior Imagine Silk de 200g de Inapa Papel guardas Pop’Set color de 170g de ArjoWiggins Corrección lingüística Rosa M. Camps Cardona ISBN: 978-84-15221-83-8 Depósito legal CS-468-2012 Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida almacenada o transmitida por cualquier medio sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.
PEFC Certificado Este producto procede de bosques gestionados de manera sostenible y fuentes controladas. www.pefc.org
Índice 5 Tradición, símbolo y referencia Josep Cuní 7 ¡Viva la alcachofa! Pepa Fernández 9 Dentro del corazón de la alcachofa Pere Tàpias 11 La alcachofa de mi pueblo Àngel Alonso 12 Introducción 25 Recetario entrantes
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Ensalada cuatro estaciones con alcachofa Milhojas de alcachofa rellenas de brandada de bacalao Copa de martini sobre crema de alcachofas, espuma de foie y polvo de naranja Pulpo con patatas confitadas y alcachofa Chipirones con gambas y alcachofas de Benicarló Rollitos de lenguado con alcachofas de Benicarló Llonguets con alcachofas Potito de alcachofa con foie de pato, yema de huevo, piñones y aceite de trufa La Foguerà de San Antonio
50 Lubina sobre puré de coliflor y salteado de alcachofas con tallarines de calamar 52 Crema de alcachofa con virutas de cecina y aceite de carbón 54 Arroz meloso de alcachofas con costilla y albóndigas 56 Arroz con espardenyes, alcachofas y ortigas de mar 58 Alcachofas a la plancha con angulas y almejas salteadas 60 Rodaballo a la plancha con alcachofas y verduras de la huerta benicarlanda al vapor postres
platos
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Rubio sobre crema de marisco, alcachofas a la plancha, gambas y langostinos de lonja con cañadillas Canelones de bacalao y alcachofa Carrillada ibérica, salteado de habitas, alcachofa y manzana caramelizada
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Coulant de chocolate con mermelada de alcachofa Torta dulce de alcachofa, zanahoria y helado de aceite Tarta Sacher a la benicarlanda Helado de alcachofa natural con virutas de chocolate y fresas
Agradecimientos La cocina de la alcachofa de Benicarló es un proyecto colectivo que tiene como objetivo la promoción de un producto de calidad que implica sectores fundamentales de la economía de Benicarló y su comarca. La agricultura benicarlanda, un sector tan tradicional y de tanto peso en la historia de la ciudad, produce una alcachofa apreciadísima y reconocida por las administraciones públicas: primeramente, como Producto de Calidad y, posteriormente, como Denominación de Origen. La competencia de las certificaciones corresponde al meritorio Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Alcachofa de Benicarló.
• Hotel Restaurante Marynton • Hotel Restaurante Rosi • Parador de Benicarló Costa del Azahar • Pau Restaurant • Restaurant Braseria Sant Gregori • Restaurante Catamarán • Restaurant Chuanet • Restaurante El Cortijo Hermanos Rico • Restaurant El Palleter • Restaurant Edén • Restaurant Neptuno • Taperia L’Ambigú
Al ámbito productivo le sigue el sector de la comercialización. La Cooperativa Benihort es el gran proveedor de los mercados que piden el cultivo estrella de la ciudad. También se añaden otras empresas comercializadoras al por mayor y otras al por menor como el Mercado de Benicarló.
Para concluir el capítulo de agradecimientos, habría que hacer mención de Manolo Rico y Antonio García, presidente y secretario respectivamente de la Agrupación de Restaurantes de Benicarló por confiar en el proyecto. Y al Ayuntamiento de Benicarló, la Concejalía de Agricultura y la Fundació Caixa Benicarló por su apoyo en la elaboración de este libro.
En el itinerario que recorre la alcachofa desde la tierra hasta el plato, juega un papel fundamental el mundo de la restauración. Para poder llevar a cabo la edición del libro que ahora tenéis en vuestras manos hemos contado con la inestimable ayuda de la Agrupación de Restaurantes de Benicarló. Las recetas que encontraréis en el libro han sido posibles gracias a la colaboración de los siguientes restaurantes, integrados dentro de la Agrupación de Restaurantes de Benicarló: • Benitariano • Centre Integrat Públic de Formació Professional Benicarló
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A todos, nuestra gratitud. Onada Edicions
Tradición, símbolo y referencia Josep Cuní
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rujiente. Ésta era la textura que tenía el plato de alcachofa frita en casa cuando era pequeño. Mi padre siempre la prefería de la misma manera: cortada bien fina y en remojo con agua y sal para quitarle una parte del regusto amargo que decían que tenía y para que no se hiciera negra. Un rato después, y escurrida, mi madre la rebozaba y la freía en una sartén con aceite bien caliente hasta que quedaba dorada y las hojas ligeramente separadas. Confieso que a mí no me gustaba. Al contrario. Siempre me había provocado un cierto rechazo y no entendía el deleite que provocaba en mi entorno. También se cocinaba en tortilla o hervida, que era la opción de mi madre quien no se abstenía de añadirla a las habas y guisantes estofados para mi de sesperación. Años después, descubrí que mi suegra la añadía a la paella. Aún lo entendía menos. O que la rebozara con huevo y la sirviera como si fuera un buñuelo. Y qué decir de hechas a la brasa, como le gustaban a mi mujer. Fue durante algún viaje en el norte de España cuando leí en las cartas de los restaurantes que la preparaban salteada con jamón, o con una salsa verde que yo sólo relacionaba con las almejas o la mer-
luza sin que me pasara por la cabeza que en definitiva podía convertirse en un plato exquisito. Nunca supe por qué tardé tanto en descubrir un sabor que ahora tengo por inconfundible y un gusto que relaciono con la cualidad del buen producto y la salud de la buena dieta. Su valor nutritivo es tan poderoso que hasta la reconocida Dra. Montse Folch la convirtió en una dieta ideal para perder peso rápidamente. Y la otra buena amiga y colaboradora, la Dra. Magda Carles, no se priva de cantar sus excelencias como elemento indiscutible de la dieta mediterránea de la cual es defensora obsesiva. Fui tan largamente obstinado debido al prejuicio, que todavía hoy lamento los años perdidos. Tiempo de absurda coherencia en la renuncia el que hice pasar hasta el día que la alcachofa abandonó el margen de un plato de verduras salteadas o en salsa —después de ser debidamente apartada a la espera de su retirada como si fuera un resto incomible—, para pasar a ser agradablemente y deseosamente digerida. Necesité algunos decenios para reconciliarme con un manjar sabroso y magnífico, para hacer mía la afición a una hortaliza que acabaría presidiendo una parte del huerto
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que me nutre de todo tipo de verduras de temporada. Necesité años para repetir el ritual que presenciaba con pesadumbre en la cocina de casa; o para apartar las brasas de la chimenea y poner unas cuantas alcachofas a asar sobre una parrilla después de abrirlas ligeramente, salpimentarlas y esperar a media cocción para dejar caer un chorrito de aceite de oliva y unas gotas de vinagre. Después ya será el calor el que irá adobando el corazón alrededor del cual se irán abriendo las hojas quemadas para dejar bien visible el fruto de la voluptuosidad. Que también esto representa la alcachofa. El órgano sexual de una planta —como le gusta explicar al amigo Martí Boada— que atrae tu mirada por la armonía de su forma y la sutileza de su gusto. Benicarló sabe mucho de estas cosas, tanto, que ha luchado por convertir la alcachofa en un símbolo, una referencia, un icono, una identidad. Y lo ha conseguido. La constancia de su gente unida a la fertilidad de su tierra han permitido que hoy no se contemple su huerta sin la presencia de la planta que la habita, su invierno sin la fiesta que le dedica y sus platos sin el ingrediente que los enriquece. Creo recordar que algo de esto dije en el momento de recoger la Carxofa d’Or en el año 2006. Un honor que hoy revivo gracias a esta nueva y generosa oportunidad: la de renovar mi agradecimiento a una ciudad de
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emprendedores. De hombres y mujeres con el empeño imprescindible para salir de la crisis gracias, también, a la alcachofa.
Esclanyà, 8 de enero de 2012
¡Viva la alcachofa! Pepa Fernández
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as alcachofas son un placer que hay que aprender a degustar. A mí me pasó con ellas lo mismo que con otras cosas buenas de la vida. De niña, no me gustaban. De adolescente, las ignoraba. Y ahora, me apasionan. A menudo pienso en la cantidad de alcachofas que he dejado de comer. Quizás por eso intento recuperar el tiempo perdido y, en temporada, puedo tomarlas día sí y día también.
Con las alcachofas sucede algo muy curioso: o las adoras o las detestas. No hay término medio. Pero si perteneces al primer grupo disfrutas con todos los sentidos. Son un enigma fascinante para la vista, resultan atractivas para el tacto, es glorioso el chisporroteo y el aroma de una torrà y su sabor es único. Dicen además que tienen muchas y buenas propiedades. A saber: resultan eficaces contra la diabetes, el estreñimiento, la anemia, los cálculos de vesícula, la gota, el reuma. Son diuréticas, ricas en minerales, vitaminas y fibra… Pero eso es lo de menos. Lo importante es que están riquísimas y que resulta un placer comerlas.
d’Or, un galardón que me acerca a Benicarló y a los benicarlandos. La recibí con ilusión y la guardo con celo. Y me da a mí que ejerce un poder magnético. Cada vez me gusta más regresar a Benicarló, visitar los restaurantes locales que derrochan creatividad y calidad, y participar en esa torrà popular, cuyo aroma llega hasta Peñíscola. Así que lo único que me queda por decir es “¡viva la alcachofa!” y ¡qué disfruten de su fiesta! Sabrosa, sin duda, lo será…
Desde hace casi tres años tengo la inmensa fortuna de tener en mi casa una Carxofa
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Dentro del corazón de la alcachofa Pere Tàpias
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onfieso que la alcachofa de Benicarló me trae una serie de buenos y sabrosos recuerdos. La fiesta en torno a esta verdura tiene poder de convocatoria y reúne a su alrededor lo mejor de lo mejor de toda la comarca. La alcachofa es la reina de Benicarló durante unos días. Puedo dar fe de ello porque fui pregonero en el año 2007. Hace un par de décadas, la alcachofa —la flor que más se come— era un ingrediente secundario en los platos de nuestra cocina. Solía hacer acto de presencia acompañando carnes, butifarras, o se presentaban asadas como prólogo de la carne a la brasa. Debemos decir que actualmente la alcachofa es protagonista de platos con más consistencia. Sin perder aquel aire popular y apta para todos los públicos, es usual verla en las cartas de muchos restaurantes: alcachofas rellenas o corazones de alcachofa confitados con virutas de jamón, es decir, que la alcachofa protagoniza menús como lo hacen la carne o el pescado. Seguramente, encontraríamos motivos de esta relevancia de la alcachofa, os diré dos de ellos: la cada vez cuidadosa producción por parte de los agricultores respecto al producto y el auge gastronómico de las verduras tanto desde
el punto de vista nutritivo como desde el punto de vista del sabor gastronómico. Es evidente que en los últimos años las verduras y las frutas han adquirido el protagonismo que no tenían. Se nota incluso en el precio. Significa que hay demanda, significa que la gente usa la alcachofa para cocinar. Os confesaré que la alcachofa, junto con la escarola, son mis verduras de invierno. Una manera sencilla de prepararla es a la brasa, abierta con un chorrito de aceite, una pizca de pimienta y unos dados de una buena panceta embutida entre las hojas, y dejar que la panceta se funda y riegue el corazón. Otra manera de comerla: cortada como si fuera carpaccio, a láminas finas, rebozadas y fritas. Me las como con las manos, como si fueran patatas fritas, con una pizca de sal y pimienta. Son perfectas para combinar con tiras de bacalao frito. Me puedo zampar un tarro de corazones de alcachofa confitados, pues estos corazones tiernos y melosos son puro vicio, son desenfreno. Como podéis comprobar tengo un auténtico delirio por la alcachofa. En esta era de la cocina globalizada o de cocina de proximidad, que parece ser que será la controversia del siglo xxi en el tema
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gastronómico, la alcachofa de Benicarló tiene un papel destacado al formar parte de la esencia culinaria de un territorio, al ser referencia universal y al ser, la alcachofa, un producto con una inmensa capacidad de adaptación y de combinación con cualquier técnica de casa o importada de fuera. Por eso es necesario que la alcachofa de Benicarló continúe cultivándose y sobre todo cocinándose. La alcachofa siempre es garantía de fiesta en casa o en el restaurante. “de ella todo es bueno y sano, hasta el jugo de la piel todo se puede aprovechar de la espléndida alcachofa” de Pere Tàpias (periodista y conductor de la sección “Tàpias variades” del programa El Suplement de Catalunya Ràdio) (Fragmento del discurso con motivo de la Fiesta de la Alcachofa de Benicarló, enero de 2007)
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La alcachofa de mi pueblo Àngel ‘Pichi’ Alonso
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ocas cosas son necesarias para sentirse orgulloso de algo que provenga de tu pueblo. Es obvio, pues, que la Denominación de Origen Alcachofa de Benicarló es argumento suficiente como para sentirme orgulloso de mi pueblo, de mi tierra. La alcachofa es relativamente nueva y me gustaría hacer un símil deportivo entre la alcachofa y el Barça: ambos, en los últimos tiempos, se han convertido en estrellas y protagonistas. Están de moda. Claro está que hace años que disfrutamos de las alcachofas, pero también tengo que decir que cuando con la pandilla de amigos íbamos por los campos, no era precisamente la alcachofa nuestro objetivo; más bien eran los melones y los jínjoles. Ahora, por supuesto, sí lo serían. Han pasado de ser un complemento —formaban parte de aquel hervido que nuestros padres nos obligaban a comer, y que nosotros detestábamos, con patata, cebolla, judías verdes y también alcachofa— a ser la protagonista.
Recuerdo nítidamente la alcachofa a la brasa, hecha con fuego en piedras de las calles de
Benicarló, aprovechando la festividad de San Antonio. U otras celebraciones. Pero también en casa, al horno, aplastaba la parte superior para aliñarlas con sal y aceite, donde todos terminábamos rechazando los corazones de la alcachofa, que después hemos sabido que era la mejor parte, y que dábamos a nuestra madre. También las recuerdo cortaditas bien finas y muy fritas, que cuando las mordías crujían. ¡Mmm…, qué placer! De complemento —como decía— de carne, verduras, etc., ha pasado a convertirse en estrella: con almejas, rellenando erizos de mar, rebozadas, con un buen jamón… y hasta —atención para aquellos que no lo sepáis— como postres, como un dulce excelente. No os perdáis la Semana de la Alcachofa que llevan a cabo muchos restaurantes de Benicarló. Todos los platos hechos con alcachofas. Increíble. Eso sí, una cosa que no me gusta nada de la alcachofa: no soy de beber vino, sino cervecero y cuando mezclo cerveza y alcachofa me queda un regusto tan amargo…, pero aun así, me encanta la alcachofa.
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Introducción
La ALcaCHofa de Benicarló, ProductO de CaliDaD Y de DenominacióN dE Origen
“E
n tierras de labrada más septentrionales del litoral de la Comunidad Valenciana se cultiva con profusión la alcachofa, conocida en su entorno y área de influencia de comercialización con la referencia de Benicarló, la cual pone de manifiesto la singularidad y la estimación que despierta en el consumidor este producto.” De este modo, se inicia la Orden de la Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación que da luz verde a la Denominación de Origen Alcachofa de Benicarló. Era septiembre de 1998 y apenas el vuelo de este fruto levantaba los pies del suelo. Sólo cuatro años antes, su cultivo había sido destacado como Producto de Calidad, un hito que se acompañaba de una vertiente social, la Demostración Gastronómica, la cual invitaba a restauradores, cocineros y amantes de los fogones a innovar y buscar nuevas posibilidades en una verdura cultivada desde el primer momento en el término cadufer. La ALcaCHofa, símbolO dE excelEncia de Benicarló
Casi década y media después, sólo los más optimistas podían imaginar que este fruto pequeño, verde y envuelto en sucesivas hojas se convertiría en un auténtico símbolo
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local que coloca a Benicarló en el mapa gastronómico con mayúsculas, con una magnitud que recuerda el otro gran producto del campo, el desaparecido vino Carlón. Pero mientras uno duerme en los libros de historia, la alcachofa se encuentra en el apogeo de su popularidad en la mesa. No es extraño toparse con referencias en libros y revistas especializadas, en programas de radio o de televisión, en blogs de gastronomía o en entrevistas a cocineros. Y tampoco hay que marcharse fuera del Maestrat para darse cuenta del lugar privilegiado que ha logrado el fruto en nuestro imaginario. Sólo a guisa de ejemplo, la alcachofa aparece en dos esculturas ubicadas en medio del pueblo, una de ellas como el producto que llevan en la cesta la pareja de labradores, el oficio por excelencia de la población. O bien nos fijamos en que la Fiesta de la Alcachofa se ha incorporado al ciclo festivo cadufero sin ninguna interferencia, uniendo la tradición agraria de su predecesora, San Antonio, y el espíritu festivo y popular de su sucesora, las Fallas. Incluso, las nuevas relaciones comerciales surgidas al calor de la verdura se han integrado a la trama urbana del Benicarló del siglo xxi. O si no, ¿por qué os pensabais que hay dos plazas dedicadas a poblaciones
italianas, Ladispoli y Cupello, en el centro de la ciudad? Por cierto, es un reconocimiento recíproco, y en las dos ciudades hay una Piazza Benicarlò, con el acento cambiado.
formar esta llanura de Benicarló en una gran huerta llena de cenias y pozos que suplían los secos barrancos gracias a la preciada agua subterránea, la cual regaba, entre otras verduras, frutas y hortalizas, la alcachofera.
Desde sIempre EN la MESA
Aunque apenas hace veinte años que la alcachofa es la reina de la cosecha benicarlanda, hablamos de todo un clásico de nuestro campo. Ahora bien, durante siglos, ha ocupado una posición secundaria y humilde, una producción doméstica y familiar. Así fue generación tras generación, remontándonos hasta el Beni-Gazlum árabe. Los habitantes de la vieja alquería aportaron sus conocimientos agrarios e hidrológicos para trans-
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Hay que aclarar que no era una alcachofa como la que conocemos hoy en día. Como explicaba Vicent Meseguer, “sembraban una variedad de alcachofera de la cual se aprovechaban los tallos tiernos (cardos) y las pequeñas alcachofas que producían. El botánico Cabanilles las denomina Scolymus hispanicus y dice que abundaban en su época (finales del siglo xviii) en los regadíos de toda la tierra valenciana. Los cardos
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constituían la base de la llamada olleta benicarlanda, un antiguo condimento popular que generación tras generación se ha ido transmitiendo hasta nuestros días”. Los cardos, además, eran uno de los símbolos del escudo de la población. Heredado del linaje de los Cardona, con el paso del tiempo los tres cardos evolucionaron hacia la figura de la planta. Debía de ser tan común que nadie se sorprendió cuando en el escudo de la población de 1842, los cardos se convirtieron en una alcachofera bien hermosa y hojosa. A partir de aquí, el segundo cuartel ha sido ocupado por representaciones ambiguas que recuerdan a la par cardo y alcachofa. Esta dualidad no existe de puertas afuera, lo cual aumenta esa percepción de ser una población volcada en el fruto. “El arraigo de
la alcachofa en Benicarló es tan profundo que incluso es protagonista del escudo de la villa”, escribía Antoni Puigverd en La Vanguardia en 2009. En las últimas décadas del siglo xx se marca como el cambio de estatus del producto. El consumo casero se transforma en una planificada comercialización que supera con creces el mercado comarcal. Poco a poco, la alcachofa cultivada en Benicarló se hace un nombre propio en los mercados y destaca por encima de competidores provenientes de otros lugares. El Consejo Agrario Local ve la posibilidad de que esta verdura, la Cynara scolymus, en su variedad Blanca de Tudela, tire del carro de un sector en retroceso, no tanto por el camino de la cantidad, sino de la calidad. Así llegamos a los últimos años de
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la centuria pasada, cuando la marca Alcachofa de Benicarló consigue varios certificados nacionales e internacionales que avalan sus propiedades únicas y que la han convertido en embajadora de un pueblo y de una comarca en todo el mundo. Porque a pesar de tomar el nombre de Benicarló, las plantaciones que suministran la Denominación de Origen se extienden hacia los términos vecinos de Peñíscola, Vinaròs y Cálig, en los terrenos litorales encajonados por sierras como Irta, el Montsià o las Atalayas. La FIesta
Junto al reconocimiento de la alcachofa de Benicarló como producto de calidad del campo valenciano, en 1994 vio la primera edición del que hoy en día es la Fiesta de la
Alcachofa. En medio del invierno cadufer, esta celebración se ha consolidado como una de las citas señaladas del calendario local. Año tras año, mueve y saca a la calle a miles de personas, no sólo de la localidad, sino también de las poblaciones y las comarcas de los alrededores y más allá. Esta atracción multitudinaria hacia el Baix Maestrat responde a una serie de iniciativas gastronómicas, culturales y lúdicas donde la alcachofa no es más que la excusa para disfrutar de unos buenos momentos. De hecho, podemos decir que no hay una sino dos fiestas, que se entrecruzan y se complementan. La central y más importante, lógicamente, es la fiesta gastronómica, desgranada en varias convocatorias que invitan a probar la alcachofa en diferentes escenarios. La podemos
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degustar de la manera más sencilla, y no por eso menos jugosa, asada con aceite y sal, en noches en las que incluso con el frío, la gente se reúne alrededor de las brasas, encontrándose y charlando al amor del fuego, un comportamiento, el nuestro, que contribuye al hecho de que Benicarló sea “pueblo” más que “ciudad”, todavía el título real. Y si esto es la noche, el día es la Demostración Gastronómica, un mediodía de domingo con la plazoleta de los Bous llena de propuestas culinarias a cargo de los restauradores de la comarca. Restaurantes, pizzerías, panaderías, bares y asociaciones se enfrentan a miles de personas que inundan el centro de la localidad en busca de sabores, olores y texturas concebidos a partir de la pequeña alcachofa. En el ambiente se nota la fiesta.
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Las autoridades de aquí y de allá saludan a todo el mundo y se dejan fotografiar. El pueblo se acicala y se prepara para conseguir los disputados platillos. Al final, la espera bien vale la pena. Los más exóticos pueden acompañar la cata con una copa de Cynar, el amargo licor italiano confeccionado a base de carciofo, una especie de homenaje a los hermanos ladispolenses y cupellenses. Y ya puestos, también a los últimos amigos que hemos hecho, los bretones de Saint-Pol-deLéon, Kastell Paol en la lengua de la región. Además, para acabarlo de redondear, a lo largo de enero y febrero, la Fiesta de la Alcachofa se refugia en las cocinas de una treintena de establecimientos, los cuales, o bien en menú o bien en tapa, demuestran la versatilidad de la Cynara scolymus. Sólo hay
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que echar un vistazo al programa para darse cuenta de que nos encontramos ante un ingrediente casi universal, que tanto le da compartir plato con carne que con pescado, con puré o con arroces, en postres o en mermeladas, como protagonista o como secundaria de lujo. Imaginación al poder.
También para los foráneos que han ayudado a difundir las bondades de nuestra alcachofa en todo el mundo: el cocinero Santi Santamaria, el urólogo José Salvador Bayarri, el periodista y gastrónomo Pere Tàpias, el comunicador Josep Cuní o la especialista en nutrición María José Rosselló, entre otros nombres ilustres.
Aun así, no olvidamos la cena de gala, momento de reconocimiento para los benicarlandos y las benicarlandas que con su trabajo han sabido sacar provecho de la tierra y mantener la fama de ser pueblo labrador.
Hemos hablado de dos fiestas, y la gastronómica es una de ellas. A su lado, con el paso de las ediciones, se han ido adaptando acontecimientos que a primera vista no parecen propios de una exaltación de la
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