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Gabri Rodrigo
“A los trece años pedí una moto”
Éste podría ser el inicio de un relato de Eduardo Galeano con final feliz y, en cierto modo, es algo parecido porque para Gabriel Rodrigo -24 años- la felicidad es subirse a su moto y disfrutar.
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Sin antecedentes familiares ni otro vínculo que el de su pasión y testarudez, su enamoramiento con este deporte comenzó con un sencillo deseo: “quiero una moto”. Gabri nos explica sus primeros pasos: “Mis padres no tenían ninguna relación con el mundo del motociclismo. Todo empezó por el hecho de que no querían que tuviera una moto de calle. Yo quería una moto a toda costa y tenía un amigo que hacía motocross y ya que no me iban a dejar comprarme un ciclomotor, comencé a presionar para que fuera una moto de cross. Tampoco les gustaba la idea porque con el tema de los saltos lo veían peligroso, pero soy cabezón como mi padre y no iba a ceder y su única escapatoria fue comprarme la que consideraban ‘más segura’, la de velocidad. Ese fue mi regalo de cumpleaños y así empecé todo”.
• Shooterbikes No paró hasta lograr su deseo y, aunque su primera intención fue iniciarse en el mundo del motocross, pero como nos cuenta, a sus padres no les hacía demasiada gracia, así que dio con la solución:
“Si te digo la verdad, a priori me gustaba más el asfalto que el motocross, pero siempre pensé que solamente sería un hobby, acompañar a mi amigo y pasárnoslo bien haciendo motocross. Pr eso presioné en este sentido. De hecho, fue mi amigo quien me dijo que insistiese para tener una moto de velocidad ya que vimos que con la otra no había manera. Me dijo ‘prueba esto que no tiene saltos y no te podrán decir nada’. Le enseñé unos vídeos que vi en las redes sociales, recuerdo que eran de Albert Arenas haciendo motocross con mi amigo, y les dije ‘compradme esto, que aquí no hay saltos’. Al final lo conseguí “.
No es una carrera deportiva al uso, no comenzó con 4, 5 o 6 años como parece ser la tendencia hoy en día, por lo que todo se tuvo que desarrollar a ritmo acelerado y dejando, tal vez, experiencias necesarias por el camino.
“Claro, en los últimos años los pilotos empiezan con tres o cuatro años. Los padres suelen ser familias con vinculación a las motos, bien porque eran expilotos o porque les gustaban. Mis padres, por el contrario, no estaban en esos dos grupos. De hecho, cuando me la compraron, su idea era que me quitara el gusanillo y que no fuera más allá de un hobby de fin de semana. Por eso empecé tan tarde si me comparo con mis compañeros, aunque considero que 13 años es una edad joven, a pesar de que hoy en día estamos acostumbrados a que empiecen mucho antes”.
Desde luego que su talento y sus ganas convirtieron lo que, en principio, era un hobby en su profesión, para lo que está sobradamente preparado y, a pesar de que esta es una profesión está siempre pendiente de mil detalles, Gabri Rodrigo conoce y ha sufrido y disfrutado las dos caras de esta moneda.
“Fue todo muy rápido. Como empecé tan tarde, fui quemando etapas con demasiada velocidad porque, tanto yo como mi entorno, vimos que tenía el potencial para poder hacerlo, pero considero que eso también me ha lastrado en algunos aspectos. Logré debutar en el mundial como Wild Card con 17 años. Es decir, que cuatro años después de iniciarme en el mundo de la moto ya estaba en el Campeonato del Mundo haciendo Wild Cards, y alcanzando el cuarto puesto mi último año en el CEV”.
“Los primeros cuatro años pasaron muy rápido, pasé por muchas categorías en poco tiempo: medio año en 80cc, medio en 125cc… acabé un año en 125cc de PreGP y pasé directo al CEV… Todo muy muy rápido hasta llegar al CEV. Quizás en mi segundo año en el CEV fue cuando empecé a tomarme todo más en serio, tenía muchas ganas de que ese fuera mi futuro, pero lo veía muy lejos, prácticamente imposible.
Al estar tan lejos de este mundo, mis padres y yo teníamos miedo de que dedicarme a las motos supusiera dejar los estudios, y eso era algo que ni yo quería y ni padres lo hubiesen permitido. Seguir estudiando era una premisa fundamental. Sabía que era algo muy difícil en mi ambiente de vida, pero luego pudimos compaginarlo. Al mismo tiempo, en mi segundo año en el CEV comencé con un preparador físico, teniendo objetivos mucho más ambiciosos y un planteamiento mucho más serio para lograr estar entre los mejores. Al año siguiente cambié de equipo y di un salto de calidad que me permitió llegar al mundial”.
Verle pasear relajado por el paddock acompañado de su pareja o su familia -es hombre de pocos festejos- da una imagen muy familiar que se corresponde con la realidad. Parece distante, pero en el cara a cara es una rara avis de la profesión, transmitiendo sinceridad y calor humano. Seguramente renunciar a esa parte de la vida normal es lo que más le ha costado.
“Mi sueño era llegar al mundial y ya estaba ahí”.
“Quizás a pasar más tiempo con mis amigos del colegio, porque he tenido la suerte de retomar las amistades ahora que soy más adulto y tengo más tiempo para mí. Antes ibas a la escuela, tenías que entrenar… no me quedaba tiempo. Solo me quedaban los fines de semana para ir en moto porque entre semana tenía que ir a la escuela. No tenía tiempo para ver a mis amigos y me distancié mucho de ellos. Eso me pesó, pero no me arrepiento porque sin haberme esforzado tanto tampoco podría haber recuperado el tiempo perdido al haber empezado tan tarde.
También, he tenido la suerte ahora de que mi vida diaria es entrenar, pero el fin de semana lo tengo más libre, puedo gestionar mejor mi tiempo. He podido volver a verlos y retomar esa amistad super buena. Quizás si hubiera perdido estas amistades me hubiera arrepentido, aunque también he encontrado otras amistades en el mundo de la moto. Depende de la gente, al final no siento que haya tenido que sacrificar algo muy importante. Estás en un mundo con gente mucho más mayor, viajando, cuando otros están pensando en jugar en el parque. Te aporta muchas cosas positivas y te quita otras, pero no me ha pesado en mi vida”.
Su fotógrafo y amigo, Alejandro Ceresuela, se deshace en elogios hacia quien, más que un piloto, es un ser humano con quien comparte alegrías y momentos duros, apoyado en las personas en quien confía.
“Sin duda. Mi familia y mis amigos. Aunque me considero que tengo pocos amigos porque me gusta que sean buenos. Sé que me quieren con todo el corazón y desean lo mejor para mí. Me han ayudado en los momentos más difíciles, al igual que mi pareja. Están ahí siempre.
Los últimos años han sido duros porque es cuando más esperanzas tenía y más se esperaba de mí en cuanto a resultados, pero solo vinieron lesiones y contratiempos. En esos momentos de bajón total ellos siempre han estado animando y recordándome la pasión que tengo por este deporte. Cuando estás en momentos bajos incluso se te olvida lo mucho que te gusta este deporte. Definitivamente, 2019 fue un año negro para mí: me rompí la cadera, tres veces la clavícula, el pie… tuve todo tipo de lesiones en un solo año. Aun así, aquí estoy de nuevo y más motivado que nunca.”
“Tiendo a ser obsesivo [risas]. Para mi salud mental quizás no sea muy bueno, pero creo que gracias a ello estoy aquí. Cuando se me pone algo entre ceja y ceja… como he dicho antes, entre lo obsesivo que soy y la cabezonería que he heredado de mi padre, difícilmente me quitarán la idea de la cabeza. Es mi pasión”.
“Tengo la suerte de no necesitar este deporte para poder comer. Me gusta, es mi trabajo y me gano la vida con ello, pero a la vez es mi gran hobby. No se que haría sin correr en motos. Si para ello tengo que ponerme objetivos porque creo que voy a rendir mejor, lo hago. Cada año intento estar más delgado, cada año intento entrenar más… a veces esto agobia mentalmente. Tengo que aprender, y he aprendido mucho, a llevarlo con más filosofía. De lo contario, llegas cansado mentalmente de todo este esfuerzo. Me gusta ponerme retos y sobre todo me gusta cumplirlos”.
Dame una buena razon por la que dejarías todo esto.
[Se para a pensar]. “Es difícil, eh. Porque alguien importante para mí lo necesitara o me lo pidiera”.
Otra por la que no lo harías
[Se lo vuelve a pensar]. “Hay tantas cosas que no aceptaría… por más dinero no dejaría de correr. Por más
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felicidad tampoco porque no creo que podría ser más feliz. No hay algo concreto que se me ocurra. No sabría que decirte porque tengo muchas opciones”.
Me imagino, pero… ¿algo que no aceptarías jamás?
“Pensaba que me dirías que por cuántas cosas no dejaría de correr. Por dejar de ver a mi gente, definitivamente. No aceptaría tener que aislarme”.
¿A quién le vas a dedicar el campeonato del mundo?
[Se le nota la emoción]. “A mi hermano. Perdí a mi hermano hacer tres años, me cambié de numero también por él. Aun me pesa que no esté aquí. Tanto mi primera victoria, mi primer podio… todo. Siempre lo tendré en mi cabeza”.