MANIFIESTO DE CANARIAS POR EL PROYECTO DE PAISAJE EUROPEO
MANIFIESTO DE CANARIAS POR EL PROYECTO DE PAISAJE EUROPEO / MANIFESTO OF THE CANARY ISLANDS FOR THE EUROPEAN LANDSCAPE PROJECT Observatorio del Paisaje _ Bienal de Canarias / Landscape Observatory _ Biennial of the Canary Islands CRÉDITOS / CREDITS Proyecto Editorial / Editorial Project Viceconsejería de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias Bienal de Canarias Arquitectura, Arte y Paisaje –Observatorio del Paisaje de Canarias– Director / Director Juan Manuel Palerm Salazar Coordinador General / Chief Coordinator Gilberto González Coordinador Editorial / Editorial Coordinator Eliseo G. Izquierdo Adjunta a coordinación / Assistant coordination Cristina Reina © Textos / Texts Sus autores Diseño / Design Alicia Cárdenes Delgado de Molina Traducción / Translation Lambe&Nieto; Ana Lima Impresión / Printed by Gráficas Sabater Depósito Legal / Legal Deposit TF----2011 ISBN 978-84-7947-612-0
www.bienaldecanarias.org
ÍNDICE | INDEX A modo de introducción. Canarias, el Observatorio del paisaje y el Manifiesto
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By way of introduction. The Canary Islands, the Landscape Observatory and the Manifesto ........................................................................................................................... 113 Juan Manuel Palerm El Manifiesto por el proyecto de paisaje europeo ..........................................................
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Manifesto for the European Landscape Project .............................................................. 116 Maguelonne Dejeant-Pons El Manifiesto del paisaje; entre la dimensión cultural y el proyecto ......................
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Landscape Manifesto. Between the cultural dimension and the project .......... 121 Juan Manuel Palerm Manifiesto de Canarias por el proyecto de paisaje europeo ....................................
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Canary Islands Manifesto for the European Landscape Project ............................... 125 Primer encuentro entre las tres redes de la Convención Europea del Paisaje. Manifiesto .......................................................................................................................
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First meeting of the three European Landscape Convention Networks. Manifesto 129 Lecturas I Readings 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18
35 I Franco Zagari ..................................................................................................................... 39 I Wolfredo Wildpret & Victoria E. Martín ................................................................ Inge & Dirk Gotzmann ................................................................................................... 45 I 50 I Flora Pescador ................................................................................................................... 53 I Roberto Gambino ............................................................................................................. 56 I Gerhard Ermischer ........................................................................................................... 60 I Mauro Agnoletti ................................................................................................................ 65 I Alexandra Kruse ............................................................................................................... Cipriano Marín....................................................................................................................... 70 I 77 I Daniela Colafranceschi ............................................................................................... 81 I Renato Bocchi ................................................................................................................. 83 I Jean Pierre Le-Dantec ................................................................................................. 86 I Javier Maderuelo ........................................................................................................... 90 I Jørgen Primdahl ............................................................................................................. 92 I Jordi Romero & Xavier Sabaté ................................................................................ 97 I Maria Kozova ................................................................................................................... 101 I Francesc Muñoz ............................................................................................................. 108 I José Antonio Sosa .........................................................................................................
CV .............................................................................................................................................................. 213
139 142 148 153 156 159 163 167 172 179 183 185 188 192 194 199 202 209
A MODO DE INTRODUCCIÓN CANARIAS, EL OBSERVATORIO DEL PAISAJE Y EL MANIFIESTO El Observatorio del Paisaje de Canarias tiene su germen en la Segunda Bienal de Canarias (2008), a raíz de la iniciativa del Gobierno autónomo canario de crear la oficina del Observatorio y de la Bienal del Paisaje, como implementación de la Convención Europea del Paisaje ratificada por el Gobierno de España el 26 de noviembre de 2007, que entró en vigor el 1 de marzo de 2008. La implantación de este Observatorio supone un paso fundamental del Gobierno de Canarias en su compromiso con dicha Convención, al tiempo que sitúa a las Islas en el centro del debate sobre el paisaje, tomando parte activa en él. Surge así este Manifiesto por el proyecto de paisaje europeo, entendiendo que se trata de una oportunidad no sólo para replantearse la percepción que los ciudadanos tienen del paisaje, sino también las políticas de gestión y las actuaciones ejercidas sobre el mismo. Para debatir este manifiesto, por primera vez y de forma conjunta, se reunieron en Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, los días 24 y 25 de marzo de 2011, representantes de la Convención Europea del Paisaje del Consejo de Europa y de las redes Uniscape, Civilscape y Recep-Enelc, así como destacados profesionales de diferentes contextos, universidades, instituciones y disciplinas. Este documento aspira a establecer, con carácter programático, una respuesta a fórmulas urbanísticas agotadas y en crisis, un paradigma que se ofrece cotidianamente ante nuestros ojos desde las consideraciones medioambientales hasta las infraestructurales, culturales y estéticas, entendiendo que el territorio debe abordarse como paisaje, un concepto global capaz de dar respuestas específicas no sólo a los canarios sino a todos los europeos y que contribuya a mejorar la difícil relación con el territorio como pieza clave de nuestra identidad. En dicho evento se presentaron 18 puntos en forma de capítulos, defendidos cada uno de ellos por ponentes de cualificada formación y experiencia, desarrollando la conveniencia argumental y conceptual de los temas tratados así como las indicaciones oportunas para comprender, con mayor claridad y
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precisión, la implementación de la Convención Europea del Paisaje y el propio Paisaje; intervenciones que quedan recogidas en la presente publicación. Pero también cabe señalar la relevancia de las aportaciones críticas sobre el documento de los 18 puntos por parte de especialistas en el paisaje que presenciaron, como observadores, el evento citado y que asimismo nos trasladaron sus reflexiones; y, por supuesto, los consejos y sugerencias de los miembros del Consejo de Europa en la Convención Europea del Paisaje celebrada en Estrasburgo los días 3 y 4 de mayo de 2011, donde se nos ofreció la posibilidad, a través de la invitación cursada por la dirección, de presentar el Manifiesto en su original formato. A partir de estos eventos y aportaciones se confeccionó el actual documento, que consta de 12 artículos. Canarias, dada su condición insular desarrollada y sus peculiaridades naturales, puede y debe asumir su compromiso europeo sobre una cuestión tan vital como es el paisaje, probablemente uno de los debates fundamentales del siglo XXI, en el que el Manifiesto de Canarias por el proyecto de paisaje europeo pretende actuar como catalizador. Frente al territorio continental, las islas se presentan como territorios conmensurables. La posibilidad de tener un medio controlado, o al menos de cuantificar los elementos que en ellas confluyen, hacen que se conviertan en laboratorios en los que comprender el comportamiento humano y su relación con el medio. Canarias tiene en el paisaje, como compleja construcción cultural, su principal punto de identificación poblacional pero también una fuente de tensión por los múltiples factores implicados. Los últimos cuarenta años han supuesto un desafío constante para Canarias en cuanto a la gestión de su territorio, determinado por casi un 50% de suelo protegido, una orografía muy compleja que dificulta sumamente la ejecución de infraestructuras, y una pugna entre el modelo turístico y el agrícola por el suelo y los recursos, junto a una población y asentamientos urbanos y metropolitanos en constante crecimiento. Cualquier decisión relacionada con el territorio se torna dramática, al implicar un muy elevado número de factores. Canarias puede ser un ejemplo frente a la globalización. Desde la experiencia local genera respuestas para gestionar un espacio enormemente limitado. No se trata de presentar un modelo contra la globalización; se trata de presentar respuestas locales a situaciones específicas pero que son en múltiples ocasiones extrapolables a otras latitudes con problemáticas similares.
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La variedad geográfica de Canarias y la posibilidad de acotar los campos de estudios, presentan al archipiélago como una plataforma privilegiada de ensayo de nuevos modelos y situaciones. La utilización de materiales locales, la ubicación, las soluciones técnicas son respuestas que, como tubos de ensayo, pueden servir a infinidad de territorios. Paralelamente a los objetivos propios del Observatorio del Paisaje de Canarias y los Laboratorios Insulares, como implementación de la Convención Europea del Paisaje, artistas, arquitectos, botánicos, sociólogos, abogados y todo un amplio espectro multidisciplinar encuentra en la Bienal de Canarias del Paisaje un territorio y foro adecuado para reflexionar y plantear tanto cuestiones como propuestas que aborden la complejidad del paisaje como realidad poliédrica desde la que interpretar nuestra realidad contemporánea.
Juan Manuel Palerm Salazar Director del Observatorio del Paisaje y la Bienal de Canarias
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EL MANIFIESTO POR EL PROYECTO DE PAISAJE EUROPEO Este congreso dedicado al Manifiesto por el proyecto de paisaje europeo nos invita a pensar y repensar el paisaje situándolo en una perspectiva dinámica. El paisaje es el marco en el que vivimos, dice la Convención Europea del Paisaje. Partiendo de esta constante, considera las transformaciones que nuestros paisajes han sufrido durante los últimos años y pide a los gobiernos de los Estados miembros del Consejo de Europa que adopten políticas que integren la dimensión paisajística de los territorios en pro del bienestar de la población. El paisaje se convierte así en sujeto y objeto de derecho y la ciencia paisajística se introduce en las políticas públicas. El Comité de Ministros del Consejo de Europa lleva diez años manifestando su pleno apoyo a la Convención y a su aplicación. La adoptó en Estrasburgo el 19 de julio de 2000, antes de que los Estados miembros de la Organización la firmaran en Florencia el 20 de octubre de 2000. Acto seguido adoptó también la Recomendación sobre las Orientaciones para la Aplicación de la Convención y luego la Resolución sobre el Premio del Paisaje del Consejo de Europa. Treinta y tres Estados miembros de la Organización han ratificado la Convención hasta el momento, comprometiéndose a promover la protección, la gestión y la planificación de sus paisajes así como una cooperación europea en la materia. Cinco Estados más la han firmado también. El Consejo de Europa se compromete así a continuar con su labor en pro de una utilización del territorio prudente, que respete sus valores y los de su dimensión paisajística. La reciente Celebración del Consejo de Europa en Florencia el 19 y 20 de octubre de 2010, coincidiendo con en el 10º aniversario de la Convención Europea del Paisaje, ha permitido tratar los nuevos retos y las nuevas oportunidades que se presentan. Los representantes de los Estados miembros del Consejo de Europa también han tenido en cuenta los trabajos que se han venido realizando durante estos últimos años, en los que pueden apreciarse avances significativos. El paisaje se ha ido introduciendo progresivamente en la agenda política de los gobiernos; se ha desarrollado una importante red de cooperación internacional para favorecer la aplicación de la Convención; tanto los poderes públicos como la población tienen cada vez más asumido el concepto de paisaje tal y como se define en la Convención; han aparecido nuevas formas de cooperación entre los distintos niveles de autoridad –nacional, regional y local- así como entre los ministerios o departamentos de cada Estado o región; se han puesto en marcha estructuras
de trabajo para el paisaje, tales como observatorios, centros e institutos; se han promulgado leyes y reglamentos específicos referentes al paisaje; los Estados y las regiones cooperan ya más allá de sus fronteras en lo tocante a paisajes transfronterizos; se han otorgado premios tomando como referencia el Premios del Paisaje del Consejo de Europa; se han iniciado programas universitarios referidos a la Convención, se han organizado universidades de verano sobre el paisaje, bienales, festivales, exposiciones que muestran los principios de la Convención… Nos alegramos igualmente de la labor esencial realizada por el Gobierno de Canarias, que contribuye de forma activa a cuidar y valorar el preciosísimo paisaje del archipiélago. Nuestras felicitaciones al Observatorio del Paisaje de Canarias por la Bienal de Canarias y la vitalidad de los trabajos emprendidos con el apoyo de la población en pro de la calidad del marco en el que viven.
Maguelonne Dejeant-Pons Secretaria de la Convención Europea del Paisaje
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MANIFIESTO DE CANARIAS POR EL PROYECTO DE PAISAJE EUROPEO
EL MANIFIESTO DEL PAISAJE; ENTRE LA DIMENSIÓN CULTURAL Y EL PROYECTO El Manifiesto de Canarias por el proyecto de paisaje europeo se articula en 12 capítulos o puntos argumentales, como síntesis de los 18 esbozados en el encuentro de las redes europeas del paisaje celebrado en Canarias y luego presentados en la sede del Consejo de Europa en Estrasburgo. En este momento tenemos estos doce puntos, que recogen diferentes aspectos, conceptos y argumentos con los que entender mejor nuestra relación real, actual, con el paisaje. Pensamos que es necesario trabajar en dicha relación para poder mejorar la aplicación del Convenio Europeo del Paisaje, y también para la discusión y el planteamiento de preguntas y respuestas. Sin embargo, hay tres aspectos concretos que necesitan subrayarse y ser destacados para entender mejor los puntos del Manifiesto: 1.- Reconocer la transversalidad de los conocimientos y la necesidad de adaptar las disciplinas para dejar clara esta relación implícita en el paisaje, y ofrecer una nueva cultura (educación) para la conservación, la regulación y la innovación del paisaje. 2.- Afirmamos el proyecto como un momento vital del paisaje. Apelo a nuestra responsabilidad, haciendo un llamamiento al compromiso con la ética de la conciencia, la participación, el diseño y el concepto y la estética, para intensificar nuestros mejores recursos, adoptando modelos de desarrollo y normas que no sean auto-destructivas, fomentando un ejercicio más democrático de gobierno territorial. No puede haber límites para este gran esfuerzo colectivo de experimentación, que debe ser paralelo a cada momento de descripción de la realidad incierta de la planificación y el urbanismo. 3. La dimensión cultural del paisaje respecto a la construcción de la identidad colectiva, al hacer posible la convivencia entre la diversidad de culturas y creencias relacionadas con la sociedad contemporánea. En este sentido entendemos, desde el Manifiesto, que el paisaje como patrimonio va mas allá de la definición de patrimonio cultural y natural del paisaje ofrecida por la Unesco, si bien coincidimos con las consideraciones especificadas en el artículo 1 y 2 de la Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural, de la Organización de Naciones Unidas (París, 1972), donde se precisa como patrimonio cultural (art. 1): 1. Los monumentos: obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o estructuras de carácter arqueológico,
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inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia. 2. Los conjuntos: grupos de construcciones, aisladas o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia. 3. Los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza así como las zonas, incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico. Y como patrimonio natural (art. 2): 1. Los monumentos naturales constituidos por formaciones físicas y biológicas o por grupos de esas formaciones que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico. 2. Las formaciones geológicas y fisiográficas y las zonas estrictamente delimitadas que constituyan el hábitat de especies animales y vegetales amenazadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico. 3. Los lugares naturales o las zonas naturales estrictamente delimitadas, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la ciencia, de la conservación o de la belleza natural. Proponemos una concepción integradora que establezca sistemas de relaciones entre lo natural y lo cultural, y por ello el Manifiesto incide en muchos de sus apartados en la necesidad de evitar compartimentos estancos y fracturas innecesarias entre la gestión, conservación y ordenación del paisaje, como reflejo de la Convención Europea del Paisaje en su artículo 1, superando incluso con ello los procesos analíticos de lo general a lo particular, que no avalan los niveles de cualidad mínimos exigibles para el proyecto de paisaje. En este punto debemos reconocer que existe una complejidad inherente al concepto de paisaje que no depende de sus circunstancias históricas. Un paisaje es la representación de la belleza o el (des)interés estético de un país. Pero, a su vez y por ese motivo, identifica también una característica –material o inmaterial– de ese mismo país susceptible de ser apreciada desde un determinado punto de vista. Un paisaje es una representación y, al mismo tiempo, la cosa representada (siempre teniendo en cuenta que la cosa representada no es el país, sino una determinada forma de verlo). De ahí que, desde que se originara el término, se contemplen dos posibilidades básicas de “hacer” el paisaje: bien interviniendo en él “in situ”, o bien alterando el modo de percibirlo o considerarlo; es decir, interviniendo “in
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visu”. La disposición “performativa” del arte actual favorece últimamente el paisajismo “in situ”, a costa de la tradicional consideración dispensada a la representación “in visu”. Sin embargo, esta disposición tampoco deja de resultar paradójica, pues es obvio que, hoy más que nunca, nuestro paisaje real (social, físico, económico) se ve modelado por comportamientos íntimamente vinculados a la cultura de la imagen. Los hábitos esculpen los paisajes y nunca aquellos habían estado tan influidos por las apariencias. Nunca la estética había tenido tanta importancia para la consideración social de las actuaciones públicas y, sin embargo, nunca la estética había descreído tanto de su potencial, hasta el punto de apostar por la acción en detrimento de la actuación. Sólo por esto sería recomendable el Manifiesto del paisaje como debate y como respuesta, para prestar atención tanto a las acciones “in situ” como a las actuaciones “in visu”.
Juan Manuel Palerm
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1. Actuar sobre el paisaje significa proponer una interpretación (perceptiva, sensorial y existencial) del territorio y traducirla como proyecto con una gestión adecuada. Intervenir sobre el paisaje es obrar un artificio en la naturaleza, manipulándola bien sea para protegerla, transformarla o gestionarla. En el término landscape está implícito el concepto de visión y de percepción como así lo precisa la convención europea del paisaje. 2. “El Paisaje” permite trascender nuestra individualidad en un compromiso y dimensión colectivos. Gozar de un paisaje de calidad constituye un derecho fundamental de las personas. El paisaje es un recurso al que pueden atribuírsele los calificativos de natural, turístico, económico, social, cultural, etc., con el consecuente potencial de transformación, explotación y gestión. Es, precisamente en su estimación como bien, donde reside la potencialidad de establecer una estrategia de actuación y gestión, fundamentada en la necesaria interpretación del paisaje y su intercambio de lecturas culturales y cotidianas. 3. No se debe ni se puede confundir PAISAJE con TERRITORIO o AMBIENTE, ni establecer los mismos instrumentos operativos para cada término. El territorio representa el espacio físico en el que intervienen, interactúan y se relacionan diferentes sistemas de ecosistemas. El ambiente se entiende comúnmente como el conjunto de factores abióticos y bióticos en el cual viven los diversos organismos, incluidos los seres humanos y los procesos naturales que lo gobiernan. El paisaje considera las relaciones de interrelación, independencia y evolución temporal de un sistema de ecosistemas. Aquello que distingue el concepto de paisaje del de territorio es la importancia que le otorga al factor perceptivo: al modo en el que la dimensión espacial viene realizada y percibida y de la lectura de sus formas y significados. El territorio está de hecho cubierto de mosaicos de paisajes. 4. El paisaje es un elemento de identidad primario esencial para una comunidad. La búsqueda de este principio de identidad es el motivo fundamental que mejor explica el concepto de paisaje. El paisaje representa, en un mismo momento, la visión, el sentir y el carácter de una comunidad hacia el pasado, el presente y el futuro. Esta comunidad puede ser voz pasiva, habitual, o activa y anticipativa de un proyecto. Cada sociedad fija así una propia posición de actor contemplativo o activo respecto al paisaje; posicionamiento que, en cualquier caso y por su propia fisiología, cambia incesantemente. La dimensión cultural del paisaje es un elemento fundamental para la construcción de la identidad colectiva. El paisaje es expresión de las
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formas de convivencia de las diversas culturas y creencias. El arte, a través de su necesidad de imitación y representación, nos ha enseñado a mirar y valorar los escenarios de la naturaleza, contribuyendo decisivamente, por medio de la pintura, la poesía, la jardinería… a configurar el concepto de paisaje. 5. Necesitamos introducir lo “intangible” en el reconocimiento y gestión del paisaje, contribuyendo a definir su identidad, a modo de “cartografías de la emoción”. Más allá de los mapas de orientación y conservación de la memoria geográfica, fundamentada en una “función estratégica de supervivencia”, proponemos “dignificar” las relaciones subjetivas, existenciales y simbólicas; es decir, las relaciones no utilitarias de los ciudadanos con su entorno, sensibilizando nuestro sentido de lugar de acuerdo a pensamientos, recuerdos y emociones propias. No sólo visivas, también olfativas, auditivas y táctiles. Después de todo, el paisaje no existe más que a condición de nuestras mediaciones culturales, en cada caso diferentes y, por ello, únicas e intransferibles, pero también dinámicas y en constante transformación, tal como el paisaje mismo. Los conceptos que incluso hoy día se refieren a la belleza del paisaje y a su intangibilidad, en los términos de indefinido, equilibrado, educado, culto, placentero, armonioso… deben ser reconsiderados sobre la base de nuevos paradigmas y estrategias del proyecto del paisaje, de la ecología y del medio ambiente. Tras evidenciar la crisis ambiental, la especificidad de las profesiones que se ocupan del paisaje y otras profesiones afines deben gradualmente enfocar su contribución hacia la responsabilidad de responder a los problemas del ciudadano en su relación con el territorio y el paisaje, desde ópticas diversas que las disciplinas clásicas no han sabido abordar. 6. El proyecto del paisaje debe replantear la dimensión del espacio libre público, dado que no puede ser patrimonializado como “ente” ni como “sitio”, ya que no es un objeto ni un fragmento de territorio dotado de límites o confines que lo acotan o lo determinan. Los lugares de nuestras acciones y relaciones ciudadanas se presentan siempre más complejos por la sobreposición y sedimentación en el tiempo de acciones tanto coherentes como incoherentes. No es «un lugar», ni un «no lugar», sino un «tener lugar». Puro acaecer. Se configuran a veces como paisajes representativos de la comunidad y a veces como paisajes a descubrir, indefinidos; escenarios de la sociedad contemporánea difusa. 7. El concepto de paisaje contemporáneo necesita replantear la “idea de espacio”, ofreciendo una nueva dimensión física y conceptual del propio paisaje acorde a nuestro tiempo. Por ello requiere de nuevos instrumentos urbanísticos, tecnológicos, arquitectónicos y jurídicos,
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capaces de renegociar las ideas de espacio y tiempo, así como de lugar y sitio. Este proceso de búsqueda requiere renegociar cualquier código que suponga un corsé de pensamiento, acción, obligación o participación, y revisar, a su vez, las concepciones de representación de la realidad, paradigma de nuestro tiempo convulso, efímero y dinámico. 8. El proyecto de paisaje actúa sobre “modos” y sistemas complejos del territorio donde se ubica, con un constante trabajo de descomposición y re-agregación de elementos de diferente naturaleza, sociales, económicos, culturales. La equivocación más usual está en plantear u orientar el proyecto de paisaje, la planificación territorial o el plan urbanístico como acciones de una misma “gama” a escalas distintas, tanto de detalle como a “gran escala”, desvirtuando la naturaleza intrínseca del propio proyecto. El objetivo del proyecto de paisaje debe reafirmar, mantener o establecer ex-novo los “caracteres” en algún contexto que se retengan estratégicos, en los que se exprima la cualidad que denominamos paisaje. Los objetivos del proyecto de paisaje deben estar en sintonía con los principios del desarrollo sostenible, a la salvaguarda ecológica, a la cualidad urbana o a la conservación biológica. El paisaje está constituido por formas vivientes y, por lo tanto, cambiantes, como la vegetación o los mismos agentes atmosféricos y climáticos. Por eso, el paisaje es la representación de formas (naturales o artificiales) en devenir y en continua variación. El tiempo y la mutación son parte del proyecto de paisaje, el cual, por consiguiente, prevé en sí mismo el crecimiento, el cambio estacional, el deterioro y el mantenimiento. Traduce valores culturales en dimensiones paisajísticas formales y espaciales, que contribuyen en su identidad y belleza. 9. El paisaje no es homogéneo, establece relaciones entre piezas y elementos (sistema de relaciones), capaces de individualizar operaciones específicas desde distintas disciplinas en el medio físico, en el campo como en la ciudad, en el cielo como en el mar; por tanto, es requisito ineludible del proyecto de paisaje la transversalidad del conocimiento frente a instrumentos y normativas disciplinares ortodoxas e inflexibles. Este proceso debe ser realizado asociando conocimientos diversos, no necesariamente relativos a la ciencia del territorio, como economía, antropología, agronomía, ecología, geografía, sociología, estética, semiótica… sino también estableciendo relaciones sobre las ciencias, utilizando escalas de trabajo diferentes y refiriéndose a objetivos no por fuerza coincidentes. De cualquier modo, renunciando a un posible procedimiento determinista de lo general a lo particular. 10. El proyecto de paisaje debe ser resultado de la interacción entre la concertación y participación social y debe dar respuesta a la permanencia y transformación del territorio como un hecho insustituible. Esto debe producirse absorbiendo y restituyendo energía crítica y creativa. El proyecto de paisaje resulta eficaz para responder en tiempo real a una pregunta de
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transformación del hábitat, cada día más veloz y cambiante, porque se interesa no tanto en la construcción de objetos, sino en la relación entre ellos. Relación entre sistemas de elementos incluso heterogéneos entre ellos, que puestos en secuencia constituyen una unidad semántica. 11. El paisaje es consecuencia de un proceso dinámico. Las formas del paisaje se fundan en el movimiento, en la percepción en movimiento. El factor tiempo y el factor movimiento son sustanciales en la comprensión y concepción del paisaje. Un paisaje es cambiante también porque es vivido desde el interior y es, literalmente, moldeado por el movimiento del usuario, como ocurre en muchas de las obras de arte contemporáneas. Nos movemos a través del paisaje, pero el mismo paisaje se mueve, cambia, crece, o se modifica. La arquitectura del paisaje está sujeta a la temporalidad. Con ello proponemos restituir espacios al tiempo, dar tiempo al espacio, buscar espacios de relación y relación entre espacios, más que espacios acabados en los cuales celebrar ritos arcaicos o modernos. El proyecto de paisaje requiere una acción consecuente y coherente en proceso permanente. Ningún paisaje puede plantearse sin un proyecto, bien sea desde una acción como vínculo o conservación, o bien cuando dé lugar a intervenciones de gestión o mantenimiento, o incluso a intervenciones innovadoras, de valorización o recualificación. 12. El proyecto de paisaje actúa como un “dispositivo”. Un mecanismo capaz de armonizar las aspiraciones de la comunidad que lo vive con el progreso y la expresión de su identidad. El proyecto de paisaje debe contener en sí mismo la capacidad de un diagnóstico preciso, saber reconocer en el contexto donde actúa, las características específicas que contribuirán a evidenciar la cualidad del lugar y su ambiente; comprender la naturaleza de los valores culturales y reconocer su significado histórico, las leyes de su evolución y su proyección de futuro. Esta percepción esencial de nuestra cultura está inspirada en dos actitudes mentales aparentemente opuestas, la nostalgia y la esperanza. Estas dos dimensiones de nuestros pensamientos, que se refieren al pasado y al futuro, encuentran su expresión en la “memoria” del paisaje, reflejo vivo de la cultura de la comunidad y de su configuración a través del tiempo. Por tanto el proyecto de paisaje debe estimular e interpretar el sentimiento que la comunidad tiene del propio paisaje con un compromiso estético, ético y de conocimiento.
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MANIFIESTO PRESENTADO EN EL PRIMER ENCUENTRO ENTRE LAS TRES REDES DE LA CONVENCIÓN EUROPEA DEL PAISAJE (CIVILSCAPE, UNISCAPE, RECEP-ENELC) EN LA UNIVERSIDAD DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA LOS DÍAS 23 Y 24 DE MARZO DE 2011, PROMOVIDO POR EL OBSERVATORIO DEL PAISAJE DE CANARIAS
1. Actuar sobre el paisaje significa proponer una interpretación (perceptiva, sensorial y existencial) de la naturaleza y traducirla como proyecto con una gestión adecuada. Actuar sobre el paisaje es obrar un artificio en la naturaleza, manipularla para la percepción o el hábitat, bien sea para su protección, ordenación o gestión. El paisaje no es la naturaleza, sino una “mirada” activa e intencionada que evite la visión superficial, y por ello vacía y hueca, de la naturaleza, que enturbia el verdadero sentido de la percepción obviando relaciones fundamentales (biológicas, emocionales... ecosistémicas). En el término landscape está implícito el concepto de visión y de percepción. El paisaje no tiene sentido si no existe un hombre que lo observa, lo contempla o, en concreto, lo vive, más allá de los flujos, conexiones e interrelaciones de la naturaleza y sus escalas de conservación y protección. 2. El proyecto de paisaje debe ser homologable al desarrollo sostenible, a la razón ecológica, a la cualidad urbana o a la conservación biológica. Es un producto de la cultura. El paisaje está constituido por formas vivientes y, por lo tanto, cambiantes, como la vegetación o los mismos agentes atmosféricos y climáticos. Por eso, el paisaje es la representación de formas (naturales o artificiales) en devenir y en continua variación. El tiempo y la mutación son parte del proyecto de paisaje, el cual, por consiguiente, prevé en sí mismo el crecimiento, el cambio estacional, el deterioro y el mantenimiento. Traduce valores culturales en dimensiones paisajísticas formales y espaciales, que contribuyen en su identidad y belleza. 3. El paisaje debe replantearse no solo como un derecho-deber de la sociedad, sino como una emergencia prioritaria. Es necesario expandir la idea de que gozar de un paisaje de calidad constituye un nuevo derecho fundamental de las personas. El paisaje es un recurso al que pueden atribuírsele los calificativos de natural, turístico, económico, social, cultural, etc., con el consecuente potencial de transformación, explotación y gestión. Es, precisamente en su estimación como bien, donde reside la potencialidad de establecer una estrategia de actuación y gestión, fundamentada en la necesaria interpretación del paisaje y su intercambio de lecturas intelectuales y cotidianas. 4. El paisaje es un elemento de identidad primario esencial para una comunidad. La búsqueda de este principio de identidad es el motivo fundamental que mejor explica el concepto de paisaje. El paisaje representa, en un mismo momento, la visión, el sentir y el carácter de una comunidad hacia el pasado, el presente y el futuro. Esta comunidad puede ser voz pasiva, habitual, o activa y anticipativa de un proyecto. Cada sociedad fija así una propia posición
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de actor contemplativo o activo respecto al paisaje; posicionamiento que, en cualquier caso y por su propia fisiología, cambia incesantemente. 5. El paisaje debe precisar y actuar sobre el espacio libre público. La asociación de lo público a aquello cuya titularidad corresponde al Estado, es un malentendido a la hora de definir un espacio como público, puesto que cuestiona la propia dimensión abierta y accesible, por todos aceptada como su primera y fundamental cualidad. Considerar que ha de estar supeditado a las instituciones estatales, equivale a afirmar que el espacio público no es del público, sino de un orden político que se ha autoarrogado la función de fiscalizarlo e imponerle sus sentidos. 6. El espacio libre público determina un paisaje que no puede ser patrimonializado como “ente” ni como “sitio”, ya que no es un objeto ni un fragmento de territorio dotado de límites y marcas que lo acotan o determinan. Los lugares de nuestras acciones y relaciones ciudadanas se presentan siempre más complejas por la sobreposición y sedimentación en el tiempo de acciones incoherentes. No son lugares donde en cualquier momento pueda acontecer algo, puesto que ese lugar se da solo en tanto ese algo acontece y solo en el momento mismo en que acontece. Ese lugar no es un lugar, ni un nolugar, sino un tener lugar. Puro acaecer. Se configuran a veces como paisajes representativos de la comunidad, a veces como paisajes a descubrir, indefinidos; escenarios de la sociedad contemporánea difusa. 7. No se debe ni puede confundir PAISAJE con TERRITORIO o AMBIENTE, ni establecer los mismos instrumentos operativos para cada término. El territorio representa el espacio físico en el que intervienen, interactúan y se relacionan diferentes sistemas de ecosistemas. El ambiente se entiende comúnmente como sistema de condiciones físicas, químicas y biológicas en el que una colectividad de organismos animales y vegetales organizan la propia vida. El paisaje considera las relaciones de interrelación, independencia y evolución temporal de un sistema de ecosistemas. El territorio está de hecho cubierto de mosaicos de paisajes. 8. El paisaje no es homogéneo, establece relaciones entre piezas y elementos (sistema de relaciones), capaces de individualizar operaciones específicas desde distintas disciplinas en el medio físico, en el campo y en la ciudad, en el cielo y en el mar; por tanto, cabe diferenciar dimensiones en el paisaje. Resulta por ello imprescindible entender la distinción entre estas dimensiones, por ejemplo entre la ciudad y el paisaje urbano. La ciudad es un sitio. El paisaje urbano es una forma radical de espacio social, escenario y producto de lo
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colectivo haciéndose a sí mismo, un territorio desterritorializado en que no hay objetivos sino relaciones diagramáticas, objetos, bucles, nexos sometidos a un estado de excitación permanente. Este paisaje urbano no es el resultado de una determinada morfología predispuesta por el diseñador, sino de una articulación de cualidades sensibles que resultan de las operaciones prácticas y las esquematizaciones temporales, en vivo, que procuran los ciudadanos, sus deslizamientos, los estancamientos, las capturas momentáneas. 9. Es requisito ineludible del proyecto del paisaje: la transversalidad del conocimiento frente a instrumentos y normativas disciplinares ortodoxas e inflexibles. Este proceso debe ser realizado asociando conocimientos diversos, no necesariamente relativos a la ciencia del territorio, como economía, antropología, agronomía, ecología, geografía, sociología, estética, semiótica… sino también estableciendo relaciones sobre las ciencias, utilizando escalas de trabajo diferentes y refiriéndose a objetivos no por fuerza coincidentes. De cualquier modo, renunciando a un posible procedimiento determinista de lo general a lo particular. 10. Necesitamos introducir lo “intangible” en el reconocimiento y gestión del paisaje, contribuyendo a definir su identidad. “Cartografías de la emoción”, más allá de los mapas de orientación y conservación de la memoria geográfica, fundamentada en una “función estratégica de supervivencia”, tan característica de nuestros sistemas culturales hegemónicos. Proponemos “dignificar” las relaciones subjetivas, existenciales y simbólicas, es decir, no utilitarias de los ciudadanos con su entorno, sensibilizando nuestros sentidos de lugar de acuerdo a pensamientos, recuerdos y emociones propias. No sólo visivas, también olfativas, auditivas y táctiles. Después de todo, el paisaje no existe más que a condición de nuestras mediaciones culturales, en cada caso diferentes, y por ello únicas e intransferibles, pero también dinámicas y en constante transformación, tal como el paisaje mismo. 11. El paisaje es una forma procesual. Las formas del paisaje se fundan en el movimiento, en la percepción en movimiento. El factor tiempo y el factor movimiento son sustanciales en la comprensión y concepción del paisaje. Un paisaje es cambiante también porque es vivido desde el interior y es, literalmente, moldeado por el movimiento del usuario, como ocurre en muchas de las obras de arte contemporáneas. Nos movemos a través del paisaje, pero el mismo paisaje se mueve, cambia, crece, o se modifica. La arquitectura del paisaje está sujeta a la temporalidad. Con ello proponemos restituir espacios al tiempo, dar tiempo al espacio, buscar espacios de relación y relación entre espacios, más que espacios acabados en los cuales celebrar ritos arcaicos o modernos.
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12. “El Paisaje” permite trascender nuestra individualidad en un compromiso colectivo. Los conceptos que incluso hoy día se refieren a la belleza del paisaje y de su intangibilidad, en los términos de indefinido, equilibrado, educado, culto, placentero, armonioso… deben ser reconsiderados sobre la base de nuevos paradigmas y estrategias del proyecto del paisaje, de la ecología y del medio ambiente. Tras evidenciar la crisis ambiental, la especificidad del paisajismo y otras profesiones afines deben gradualmente enfocar su contribución hacia la responsabilidad de responder a los problemas del ciudadano en su relación con el territorio y el paisaje, desde ópticas diversas que las disciplinas clásicas no han sabido abordar. 13. El paisaje debe subrayar su dimensión cultural en la construcción de la identidad colectiva, haciendo posible la convivencia entre la diversidad de culturas y creencias que la sociedad contemporánea comporta. El arte, a través de su necesidad de imitación y representación, nos ha enseñado a mirar y valorar los escenarios de la naturaleza, contribuyendo decisivamente, por medio de la pintura, la poesía, la jardinería… a configurar el concepto de paisaje. 14. El concepto de paisaje contemporáneo necesita replantear la “idea de espacio”, ofreciendo una nueva dimensión física y conceptual del propio paisaje acorde a nuestro tiempo. Por ello requiere de nuevos instrumentos urbanísticos, tecnológicos, arquitectónicos y jurídicos, capaces de renegociar las ideas de espacio y tiempo, así como de lugar y sitio. Este proceso de búsqueda requiere renegociar cualquier código que suponga un corsé de pensamiento, acción, obligación o participación, y revisar, a su vez, las concepciones de representación de la realidad, paradigma de nuestro tiempo convulso, efímero y dinámico. El territorio y la ciudad han llegado a convertirse en copia de su representación, de sus mapas y planos, incluso de su imaginario. Su realidad está en la representación cartográfica como vínculo normativo jurídico, eludiendo con ello la presencia del hombre. 15. El paisaje debe ser resultado de la interacción entre la concertación y participación social y el proyecto crítico, dando respuesta a la permanencia y transformación del territorio como un hecho insustituible. Esto no debe producirse según una dependencia casual del general al particular, sino absorbiendo y restituyendo energía crítica y creativa. El proyecto de paisaje resulta eficaz para responder en tiempo real a una pregunta de transformación del hábitat, cada día más veloz y cambiante, porque se interesa no tanto en la construcción de objetos, sino en la relación entre ellos. Relación entre sistemas de elementos incluso heterogéneos entre ellos, que puestos en secuencia constituyen una unidad semántica.
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16. El paisaje comporta la necesidad del proyecto como acción consecuente, proceso permanente, condición simbiótica en la corresponsabilidad con el paisaje. El paisaje es la única dimensión multiescalar que establece un contacto vital entre proyecto y la contemporaneidad. Ningún paisaje puede vivir sin un proyecto, bien sea desde una acción como vínculo o conservación, o bien cuando dé lugar a intervenciones de gestión o mantenimiento, o incluso a intervenciones explícitas innovadoras, de valorización o recualificación. 17. El proyecto de paisaje actúa sobre “modos” y sistemas complejos del territorio donde se ubica, con un constante trabajo de descomposición y re-agregación de elementos de diferente naturaleza, sociales, económicos, culturales. La práctica del proyecto de paisaje, en particular, se confunde realmente con la de la planificación y el plan urbanístico. La equivocación más usual está en plantear u orientar el proyecto y la planificación u ordenación como acciones de una misma “gama” a escalas distintas, tanto de detalle como a “gran escala”, desvirtuando la naturaleza intrínseca que debe asumir. El objetivo del Proyecto de Paisaje debe reafirmar, mantener o establecer ex-novo los “caracteres” en algún contexto que se retengan estratégicos, en los que se exprima la cualidad que denominamos paisaje, muy alejado de las respuestas urbanísticas genéricas de estos últimos años. 18. El proyecto de paisaje es un “dispositivo”. Un mecanismo capaz de participar en correspondencia con el paisaje de la comunidad que lo vive, a través de circuitos que procesan unos objetivos entre la aspiración de progreso y la expresión de sus caracteres e identidad. El proyecto del paisaje debe contener en sí mismo la capacidad de un diagnóstico preciso, saber reconocer en el contexto donde actúa, las características específicas que contribuirán a evidenciar la cualidad del lugar y su ambiente; comprender la naturaleza de los valores culturales y reconocer su significado histórico, las leyes de su evolución y su proyección de futuro. Esta percepción esencial de nuestra cultura está inspirada en dos actitudes mentales aparentemente opuestas, la nostalgia y la esperanza. Entre estas dos dimensiones de nuestros pensamientos, que se refieren al pasado y al futuro, actúa el proyecto del paisaje, que estimula e interpreta el sentimiento que la comunidad tiene del propio paisaje con un compromiso estético, ético y de conocimiento.
Canarias, marzo de 2011
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LECTURAS
1.
Actuar sobre el paisaje significa proponer una interpretación (perceptiva, sensorial y existencial) de la naturaleza y traducirla como proyecto con una gestión adecuada. Actuar sobre el paisaje es obrar un artificio en la naturaleza, manipularla para la percepción o el hábitat, bien sea para su protección, ordenación o gestión. El paisaje no es la naturaleza, sino una “mirada” activa e intencionada que evite la visión superficial, y por ello vacía y hueca, de la naturaleza, que enturbia el verdadero sentido de la percepción obviando relaciones fundamentales (biológicas, emocionales... ecosistémicas). En el término landscape está implícito el concepto de visión y de percepción. El paisaje no tiene sentido si no existe un hombre que lo observa, lo contempla o, en concreto, lo vive, más allá de los flujos, conexiones e interrelaciones de la naturaleza y sus escalas de conservación y protección.
Franco Zagari Íncipit El íncipit del primer punto no es una excepción a la regla de todo manifiesto, es una exhortación grupal y solemne que anuncia y sostiene la totalidad de la idea que lo inspira, como la obertura de una ópera. “Actuar”, “proponer”, “proyecto”, “naturaleza”, “artificio”, “visión”, “interpretación”, “percepción”: estas palabras, a diez años del nacimiento del Convenio europeo, hablan del proyecto del paisaje, de la urgente necesidad de darle impulso en Europa con un nuevo y vasto ímpetu civil; de su base cultural, que debe crecer en la convicción de cada uno de nosotros; de su importante incidencia social y económica, y del elevado significado político de su misión. En realidad, de lo que se habla es de la ausencia del proyecto del paisaje. ¿En qué medida resulta evidente para la opinión pública, pero también para buena parte de la comunidad científica, la gravedad de la crisis del hábitat, cuyo estado de sufrimiento concierne tanto al ambiente como al paisaje? ¿Y cuán a menudo se suelen confundir estos dos temas, que en realidad son tan distintos entre sí? Comunidad: el paisaje es proyecto “El paisaje no tiene sentido sin un hombre que lo observe, que lo contemple o que concretamente lo viva”… Durante siglos el paisaje ha sido un tema pictórico, literario y poético que repite, al menos en apariencia, una misma relación entre el observador y el contexto. Pero la percepción en la contemporaneidad no es necesariamente una
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experiencia de armonía y de continuidad. Es justamente de una exclusión “… de una vista restringida y limitada, más allá de un cerco... que la mirada excluye” que nace del milagro poético del Infinito de Giacomo Leopardi. Nuestra sensibilidad vive hoy un big bang de los comportamientos, del sentido estético y de la percepción que requiere un cambio de mentalidad y de enfoque. Cuando un sujeto, sea un individuo o una comunidad, reconoce la presencia de las características de un paisaje y se torna partícipe y responsable del mismo, es entonces cuando interpreta dichos rasgos y, en consecuencia, desarrolla acciones para defenderlos, cuidarlos e innovarlos. Son varios los momentos en los cuales un determinado proyecto se corresponde con un paisaje en las distintas fases de su evolución, con continuidad; porque es igual que su respiración, indispensable para su sustancia, que está viva. Actuar: el paisaje es proyecto. La naturaleza somos nosotros “Interpretación de la naturaleza”, “artificio en la naturaleza”, “el paisaje no es naturaleza”… el primer punto tiende a sustraer el paisaje de un perfil agro-pastoril o de zona selvática y a restituirle su significado esencial de expresión cultural. La relación entre cultura y naturaleza es uno de los temas centrales del pensamiento filosófico, y el jardín y el paisaje son en cada época temas de anticipación y de experimentación; sin embargo, no definiría el paisaje como una interpretación de la naturaleza, sino más bien de contextos, que pueden ser siempre antrópicos o naturales, tanto que su percepción –“sensorial y existencial”– coincide con un prejuicio proyectual cuyo enfoque es complementario de otros, pero favorecido por su especificidad y por su apertura a la hibridación de otros saberes. Yo diría, con un eslogan, que la naturaleza en verdad no es otra cosa que nosotros mismos, y el paisaje no es otra cosa que un contexto en el cual pueden evidenciarse las características representativas de nuestros valores y se activan relaciones fundamentales –biológicas, emocionales... ecosistémicas. Actuar: la naturaleza somos nosotros. Responsabilidad “… La conducción de la obra divina –decía John Kennedy en su discurso de toma de posesión– nos corresponde a nosotros, siendo nuestra buena conciencia la recompensa y la historia, el juez”. El desastre urbanístico hoy es perfecto. En el planeta, en diez años, se ha construido más que en toda la historia precedente de la humanidad; dimensiones inauditas, tiempos y costes imposibles, como imposible resulta en los tiempos de los flashes de magnesio improvisar legiones de nuevos actores: comitentes, autores, comunidades, constructores, administradores, administrativos. Fenómenos de dimensión y velocidad hasta ahora desconocidos que requieren para su interpretación y modificación, en parte, nuevos instrumentos y métodos. Pero es siempre nuestra responsabilidad personal el valor preeminente.
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Esto es lo que desde hace algunos años estoy tratando de comprender, extendiendo las intuiciones surgidas en torno al tema del diseño de jardines y del espacio público a un razonamiento más interescalar, ocupándome sobre todo del espacio suburbano que es consecuencia del nuevo urbanismo que invierte en él: áreas exterminadas que quedan a mitad de camino entre lo urbano y lo rural, de las cuales todos hablan, pero sin otorgarles la prioridad necesaria. Actuar: la comunidad toma el centro de la escena. Saber ver Saber ver es el título de un libro magistral escrito por Bruno Zevi en sólo una semana en Londres, esperando bajo el bombardeo alemán el momento de partir al frente de batalla. La arquitectura constituía para él un compromiso civil tan elevado que no podía esperar. “El paisaje no es naturaleza, sino una mirada activa e intencionada”... La cultura del paisaje es un ángulo crítico esencial para restablecer un equilibrio en nuestro hábitat. Intervenir en el paisaje significa “saber ver” y “saber proponer”. El diagnóstico y la interpretación de un contexto son momentos proyectuales en permanente diálogo entre sí, desde la concepción a la realización de cada obra. Saber ver/observar el paisaje coincide con saber interpretar/proyectar el paisaje. Saber proponer significa saber interactuar con muchos saberes distintos, tener conciencia acerca de la gran relevancia no sólo cultural en sentido amplio, sino también y sobre todo, social y económica del paisaje, y por ende, política. Saber ver, hoy, significa saber elegir temas, objetivos e instrumentos, dirigirse en sintonía a paisajes históricos y a nuevos paisajes, comprendiendo que son las dos caras de un mismo problema. En el término paisaje está implícito el concepto de un bien que existe en tanto es visto y percibido. Una “mirada” potente es el presupuesto sin el cual no existe paisaje, como tampoco existe paisaje sin un mito que le dé vida. Pero esta mirada intencional atañe no sólo a nuestra relación física con el contexto, sino también a la relación psicológica que establecemos. Efectivamente, no es posible comprender un paisaje sin estar movilizados por un prejuicio proyectual, como tampoco es viable la situación inversa: proyectar un espacio sin conocer sus recursos y vocaciones. Si el paisaje es percibido por un sujeto –uno o más individuos, una o más comunidades– como un cuerpo de características en las cuales se reconoce una unidad de sentido, susceptible de ser nombrado y comunicado, la percepción tiene una modalidad similar a la del relato, es didascálica y crítica, analítica e interpretativa, por lo tanto adopta géneros, convenciones de tiempo y de espacio, es una experiencia tanto física como psicológica que da cuenta de un contexto determinado. Actuar: saber ver es saber proponer.
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El proyecto El Manifiesto, al afirmar el proyecto como momento vital del paisaje, moviliza nuestra responsabilidad, invoca a un compromiso de conciencia, participación, diseño y planeamiento, para dar valor a nuestros mejores recursos, adoptando modelos de desarrollo no autodestructivos y favoreciendo un ejercicio más democrático del gobierno del territorio. No deberían existir límites a un gran esfuerzo colectivo de experimentación que debería desarrollarse paralelamente a cada momento de la planificación. Por lo tanto, es oportuno como nunca antes un Manifiesto que hable al público, y esta invitación resulta ser crucial desde su primer punto: Actuar.
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2.
El proyecto de paisaje debe ser homologable al desarrollo sostenible, a la razón ecológica, a la cualidad urbana o a la conservación biológica. Es un producto de la cultura. El paisaje está constituido por formas vivientes y, por lo tanto, cambiantes, como la vegetación o los mismos agentes atmosféricos y climáticos. Por eso, el paisaje es la representación de formas (naturales o artificiales) en devenir y en continua variación. El tiempo y la mutación son parte del proyecto de paisaje, el cual, por consiguiente, prevé en sí mismo el crecimiento, el cambio estacional, el deterioro y el mantenimiento. Traduce valores culturales en dimensiones paisajísticas formales y espaciales, que contribuyen en su identidad y belleza.
Wolfredo Wildpret de la Torre Victoria Eugenia Martín Osorio El Paisaje es vida, es calidad de vida Introducción El futuro de la humanidad, de la salud y de la calidad de vida, está en gran medida condicionado por el mantenimiento de los grandes recursos que representan las biocenosis. Es decir, de los ecosistemas. En el año 2000 se promulga el ELC (European Landscape Convention o Convención de Florencia), cuyo documento fundacional entró en vigor en 2004 y ya ha sido firmado y ratificado (20-08-2008) por 29 de los 46 países miembros del Consejo de Europa y firmado por otros seis. Su propósito general es establecer un marco para la protección, gestión y planificación de los paisajes europeos. Su objetivo último es conservar y mejorar su calidad. El Paisaje desde la perspectiva naturalista El paisaje para un naturalista es una integración de factores bióticos y abióticos, por lo que podemos deslindar los paisajes en naturales o antrópicos, en base al grado de intervención humana. El paisaje es vida animada e inanimada. Pero ante todo es la expresión de la vida, de toda la vida. En la definición de paisaje que se detalla en el capítulo I del ELC (2000) se corrobora esta afirmación. Por “paisaje” se entenderá cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos.
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No hay que olvidar esta conjunción/disyunción que une o discrimina factores naturales y/o humanos. Desde algunos puntos de vista se considera que el paisaje sin personas no es paisaje, para el naturalista el paisaje es un sistema interrelacionado entre factores bióticos y abióticos, en esa biocenosis participa la especie humana pero también múltiples especies, la mayoría invisibles para la población, que constituyen el fundamento y la estructura del propio paisaje. Frente a personas que sostienen una opinión diferente nos preguntamos ¿cuál es la causa por la que obviamos la perspectiva del paisaje que pueda tener otra especie que no sea el Homo sapiens? O es que las aves no migran a través de la línea del paisaje que puede percibir desde las alturas. O los mamíferos no perciben un paisaje para detectar si pueden emprender la huida o si se muestra un recurso disponible para su sustento. O es que, en estas situaciones no existe una percepción sensorial, visual, auditiva, olfativa, táctil, gustativa y emocional sobre su entorno. La percepción antropocéntrica de que sólo existe el paisaje si lo percibe una población ¿humana?, constituye una vez más una manifestación egoísta del poderío de una especie sobre el resto, que constituye la biodiversidad del Planeta y que hace que podamos sobrevivir en esta “casa común”. Esta posición biocéntrica se ha dado en llamar “especieísmo o especismo” (Richard D. Ryder, 1970), la visión de que los miembros de la especie Homo sapiens son superiores a los miembros de todas las demás especies, simplemente porque los seres humanos pertenecen a su propia especie (la “superior”). Para el Convenio (ELC) el objetivo de “calidad paisajística” se entenderá, para un paisaje específico, como la formulación, por parte de las autoridades públicas y competentes, de las aspiraciones de las poblaciones en lo que concierne a las características paisajísticas de su entorno. Pero ¿qué grado de participación tiene la población para definir las características paisajísticas de su entorno? ¿El político le pregunta al ciudadano sobre el paisaje que desea para su calle, su barrio o su parque periurbano? Lamentablemente no. El paisaje urbano se construye por unos pocos, que marcan las directrices de las normativas y por unos profesionales que las interpretan. En el Congreso por el Manifiesto Europeo del Paisaje-Primer Encuentro de las Redes Europeas (2011), se celebraron unas jornadas de debate y reflexión con el objetivo de impulsar desde las islas Canarias el I Manifiesto Europeo del Paisaje, al objeto de elevarlo a los organismos competentes de la Unión Europea. Una serie de ponencias justificaron y debatieron los 18 puntos del Manifiesto. Los autores de este artículo trabajamos el punto 2.
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Punto 2 del Manifiesto: nuestra propuesta En nuestra ponencia se presentó una propuesta de modificación del punto segundo del Manifiesto. Este apartado en su origen detallaba: El proyecto del paisaje no debe ser homologable simplemente al desarrollo sostenible, a la razón ecológica, a la cualidad urbana o a la conservación biológica. Es un producto de la cultura. El paisaje está constituido por formas vivientes y, por lo tanto, cambiantes, como la vegetación o los mismos agentes atmosféricos y climáticos. Por eso, el paisaje es la representación de formas naturales o artificiales en continua variación. El tiempo y la mutación son parte del proyecto de paisaje, el cual, por consiguiente, prevé en sí mismo el crecimiento, el cambio estacional, el deterioro y el mantenimiento. Traduce valores culturales en dimensiones paisajísticas formales y espaciales, que contribuyen en su identidad y belleza. La propuesta viene a presentar en positivo la redacción del mencionado apartado: El proyecto del paisaje debe ser homologable al desarrollo sostenible, a la razón ecológica, a la cualidad urbana y a la conservación biológica. Es un producto de la cultura. Justificamos nuestra propuesta en la necesidad de ponderar los aspectos integrantes del proyecto tratados como un sistema interrelacionado. Para el espectador que observa el paisaje no puede presentársele la duda de la insostenibilidad social, ecológica o económica de lo observado. Estos aspectos se tienen que integrar en cualquier proyecto pero también en el paisaje natural y/o cultural. En este apartado destacamos algunas imágenes que ilustran el contenido del apartado 2 del Manifiesto desde la perspectiva naturalista: 1.- El paisaje homologable al desarrollo sostenible Para esta características hemos elegido el paisaje nocturno en el Valle de Güímar (Fig.1). El derroche de luz que se observa en esta zona geográfica parece a todas luces, nunca mejor dicho, insostenible, no sólo por el gasto energético sino por la pérdida de calidad de las observaciones astronómicas. La Ley del Cielo, Ley 31/1988 de 31 de octubre, sobre Protección de la Calidad Astronómica de los Observatorios del Instituto de Astrofísica de Canarias, proclama que todos los alumbrados de exteriores deberán evitar la emisión de luz por encima del horizonte y habrán de realizarse de forma y con lámparas que produzcan la mínima perturbación de las observaciones astronómicas. En este caso también se perturban gran cantidad de animales que realizan su principal actividad durante la noche.
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Fig. 1. Paisaje nocturno del Valle de Güímar. Tenerife.
Fig. 2. Loma Negra, junto al Barranco de Pecenescal, Jandía.
2.- El paisaje homologable a la razón ecológica Para este apartado hemos elegido la Loma Negra (Fig. 2), junto a Barranco de Pecenescal, en la isla de Fuerteventura. Se trata de una zona que conforma el istmo de Jandía, una gran extensión de arenas de origen orgánico, que genera un paisaje singular esculpido por el viento. En este lugar la razón ecológica marca la secuencia del campo de dunas (Wildpret & Martín Osorio, 2000). Una pequeña plántula vegetal es capaz de originar el comienzo de la acumulación de arenas, que dará lugar a la posterior elevación dunar en el terreno. La extracción de áridos indiscriminada en este emplazamiento, ha originado la destrucción de la gran duna del Barranco de Salmo. Simplemente se llevaron la arena que servía para su mantenimiento al otro lado del istmo. Ruptura de la razón ecológica. Una simple delimitación de parcelas, con la construcción de un muro en este paisaje majorero, hace que un ave endémica, la hubara, Chlamydotis undulata fuerteventurae, con percepción visual del horizonte, no encuentre a su pareja.
Fig. 3. Drago del Seminario de La Laguna, año 2003. Tenerife.
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Fig. 4. Parque urbano del Drago del Seminario en el año 2009.
3.- El paisaje homologable a la cualidad urbana En el año 2003 el vandalismo salvaje (falta de sensibilidad) produjo que, el ser vivo que presentamos en este apartado, se encontrara en un lamentable estado de conservación (Fig. 3). Tras la redacción del proyecto pertinente (Martín Osorio, 2009), con directrices sostenibles, ecológicas y conservacionistas, se acometió la recuperación de una zona urbana de la ciudad de La Laguna, Patrimonio de la Humanidad, con un parque de flora canaria (Fig. 4). 4.- El paisaje homologable a la conservación biológica Para este punto hemos elegido el Parque Nacional del Teide (Fig. 5) y en concreto el volcán del Teide reflejado en las aguas temporales, tras las lluvias, del Valle de Ucanca. Espacio protegido con varias figuras, Parque Nacional, Monumento Natural, Lugar de Interés Comunitario, Patrimonio de la Humanidad. Pero lo único que ha necesitado para su recuperación biológica es la eliminación de la presión ganadera. La presión actual es la turística. Paisaje pues para el ocio y el conocimiento (Wildpret,1995)
Fig. 5. Teide reflejado en las aguas del Valle de Ucanca. Tenerife.
Recomendaciones sobre el conocimiento y la sensibilización Destacamos del documento sobre “Recomendación CM/Rec(2008)3 del Comité de Ministros a los Estados miembro sobre las orientaciones para la aplicación del Convenio Europeo del Paisaje” los objetivos siguientes: 1.- Reconocer el papel fundamental del conocimiento Esto implica un análisis del paisaje en los planos morfológico, histórico, cultural y natural, y de sus interrelaciones, así como un análisis de las transformaciones. La percepción del paisaje por la población debe ser también analizada, desde el punto de vista tanto de su desarrollo histórico como de su significado reciente.
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2.- Promover la sensibilización La implicación activa de la población supone que el conocimiento especializado sea accesible a todos, es decir, que sea fácilmente accesible, estructurado y presentado de un modo que pueda ser comprendido incluso por no especialistas. No olvidemos que todos los sistemas están interrelacionados.
Agradecimientos La foto de la figura 1 ha sido cedida por su propietario, Fernando Fierro, al que le agradecemos su colaboración. Bibliografía Martín Osorio, V.E. (2009): “Jardines Sostenibles”, en Beltrán Tejera, E., Afonso-Carrillo, J.; García Gallo, A.; Rodríguez Delgado, O. (eds.): Homenaje al Profesor Dr. Wolfredo Wildpret de la Torre. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna (Tenerife. Islas Canarias), pp. 345-369. Recomendación CM/Rec(2008)3 del Comité de Ministros a los Estados miembro sobre las orientaciones para la aplicación del Convenio Europeo del Paisaje: http://www.mma.es/portal/secciones/desarrollo_territorial/paisaje_dt/convenio_paisaje Convenio Europeo del Paisaje 2000. Florencia: www.cidce.org/pdf/Convenio%20Paisaje.pdf Ryder, R. D. (1970): Speciesism. Impresión privada, Oxford. Wildpret de la Torre, W. & Martín Osorio, V. E. (2000): “Biodiversität der Kanarischen Inseln am Beispiel der Insel Fuerteventura”, Ber. d. Reinh. – Tüxen -Ges. Vol. 12, Linden Print & Media. Münster, pp. 253-262. Wildpret de la Torre, W. (1995): “Konfliktbereich Tourismus-Vegetation in touristisch beanspruchten Gebieten. Beispiel Kanarische Inseln”, Rintelner Symposium. Vol. IV, Berichte der Reinhold-Tüxen-Gesellschaft (RTG). Münster, pp. 219-230.llschaft (RTG). Münster.
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3.
El paisaje debe replantearse no solo como un derecho-deber de la sociedad, sino como una emergencia prioritaria. Es necesario expandir la idea de que gozar de un paisaje de calidad constituye un nuevo derecho fundamental de las personas. El paisaje es un recurso al que pueden atribuírsele los calificativos de natural, turístico, económico, social, cultural, etc., con el consecuente potencial de transformación, explotación y gestión. Es, precisamente en su estimación como bien, donde reside la potencialidad de establecer una estrategia de actuación y gestión, fundamentada en la necesaria interpretación del paisaje y su intercambio de lecturas intelectuales y cotidianas..
Inge Gotzmann Dirk Gotzmann Antes de entrar a debatir si gozar un paisaje de calidad constituye un nuevo derecho fundamental de las personas, nos gustaría referirnos brevemente a CIVILSCAPE. Creemos que ello ayudará a clarificar nuestro punto de vista en relación con el paisaje y nuestra comprensión general del mismo. Abordaremos después nuestra interpretación del punto 3 del Manifiesto por el Proyecto de Paisaje Europeo. Tras ello, ofreceremos una perspectiva general de proyectos e iniciativas que guardan relación con nuestro punto de vista. Nuestra visión del paisaje Al hablar del paisaje, quisiéramos hacer una declaración en nombre de nuestra red CIVILSCAPE, una asociación internacional de organizaciones pertenecientes a la sociedad civil, organizaciones no gubernamentales (ONG) que dedican sus esfuerzos a la protección, gestión y ordenación del paisaje, en línea con lo establecido en el Convenio Europeo de Paisaje (Florencia, 20 de octubre de 2000), a saber: Por ”paisaje” se entenderá cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos. En consecuencia, nuestras actividades cubren áreas naturales, rurales, urbanas y periurbanas; incluyen la tierra, las aguas dulces y las zonas marinas, y abarcan paisajes susceptibles de verse como lugares excepcionales pero también entornos cotidianos o degradados. Los “paisajes” son un elemento esencial del entorno de las personas, expresión de la diversidad de su patrimonio cultural y natural compartido y cimiento
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de su identidad. Nosotros creemos que el paisaje es un elemento fundamental para el bienestar individual y social y que su protección, gestión y ordenación acarrea riesgos y responsabilidades para todos nosotros. Y por “todos nosotros” no nos referimos únicamente a los gobiernos y las administraciones: también a la sociedad; es decir, a todos. A nuestro entender, la sociedad civil constituye una importante fuerza motriz para conseguir que las personas asuman su responsabilidad frente a su paisaje. Voluntarios de toda Europa contribuyen con sus visiones, votos, actividades y apoyo a la protección, la gestión y la ordenación del paisaje. En consecuencia, los miembros de CIVILSCAPE cubren un amplio espectro de organizaciones diversas de toda Europa. En la actualidad, CIVILSCAPE tiene socios en veintiún países europeos, entre organizaciones nacionales, regionales y locales. Algunos de ellos son organizaciones aglutinadoras de otras organizaciones civiles; otros, como en nuestro caso, están constituidos por personas físicas que, en el caso de los socios mayores, se cuentan por millares. Desde 2008, año de su fundación, nuestra red ha crecido sin cesar, un crecimiento que a lo largo de los últimos seis meses incluso se ha acelerado. Ayer, justo antes de esta conferencia, nuestro Comité Ejecutivo aprobó la incorporación de cinco nuevos miembros a nuestra red. CIVILSCAPE se dedica a crear un entorno que dé poder a las organizaciones civiles, documentando la comunidad de organizaciones presentes en la sociedad civil, reforzando la infraestructura del sector ciudadano y fomentando la colaboración, tanto en el seno de las organizaciones cívicas como entre estas, las entidades políticas o administrativas y otros agentes, con el objetivo de ir avanzando en el bien común en Europa y fuera de nuestro continente. Punto 3 del Manifiesto El paisaje debe replantearse no solo como un derecho-deber de la sociedad, sino como una emergencia prioritaria. Es necesario expandir la idea de que gozar de un paisaje de calidad constituye un nuevo derecho fundamental de las personas. Gozar de un paisaje de calidad es importante. Pero, ¿cómo se relaciona esa idea con los derechos humanos? Evidentemente, el concepto de derecho está ya presente en las culturas premodernas, por lo que no debe sorprendernos que filósofos de la antigüedad clásica, como Aristóteles, escribieran con tanta amplitud sobre los derechos (en griego clásico, to dikaion podría traducirse, más o menos, como “demanda justa”) de los ciudadanos a la propiedad y a participar en los asuntos públicos. Desde el principio, la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos constituye un derecho fundamental, lo que ayuda a comprender por qué el Convenio Europeo del Paisaje garantiza a los ciudadanos el derecho a la participación pública en asuntos relativos al paisaje. Rastreando en la historia europea, encontramos el documento que da origen a la mayor parte de las interpretaciones legales modernas de los derechos humanos. Ya en 1525, los Doce Artículos del Campesinado de Suabia emergen como el registro
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más antiguo de los derechos humanos en Europa. Los Doce Artículos forman parte de las reivindicaciones campesinas frente a la Liga Suabia en el marco de la guerra de los campesinos alemanes. No debemos extrañarnos de que algunos de esos artículos hagan referencia al paisaje, como el que establece el derecho de todo el mundo a cazar o recolectar madera en los bosques y el monte bajo. Unos derechos que guardan relación con el uso del paisaje desde un punto de vista práctico y que los campesinos reivindicaban para un público más amplio, y no solo para la nobleza. Al analizar el trasfondo filosófico de los derechos humanos, nos encontramos con las ideas de Hume de que los derechos humanos codifican un comportamiento moral que es un producto social humano desarrollado por un proceso de evolución biológica y social. La actitud pública en relación con el medio ambiente y el paisaje ha cambiado enormemente en sintonía con la evolución social y política registrada en el último siglo. El cuidado del medio ambiente como un bien común se ha convertido en un asunto público y “garantizar su calidad” en factor indiscutible para el bienestar. Nuestro comportamiento moral para con el paisaje también ha cambiado su significado. La calidad del paisaje se ve hoy, más y más, como un importante bien compartido y como un legado transmitido entre generaciones. Los derechos humanos se describen también como un patrón sociológico en el establecimiento de normas, una noción promovida ante todo por Weber y su teoría sociológica de la ley y el trabajo. Esos enfoques incluyen la idea de que, en una sociedad, los individuos aceptan normas de una autoridad legítima a cambio de seguridad y de ventajas económicas. En el preámbulo del Convenio Europeo del Paisaje se señala que el paisaje desempeña un papel importante de interés general en los campos cultural, ecológico, medioambiental y social, y que constituye un recurso favorable para la actividad económica y que su protección, gestión y ordenación pueden contribuir a la creación de empleo. Pero si el paisaje suele contemplarse como fuente de uso, por ejemplo, para la agricultura, la construcción de infraestructura, etc., adquiere también una función nueva como fuente de calidad de vida para las personas. Adquirimos conciencia de que el paisaje realiza una aportación significativa a la formación de las culturas locales. El paisaje es un componente fundamental del patrimonio natural y cultural de Europa, contribuye al bienestar humano y a la consolidación de la identidad europea, algo que, aparte de para los turistas deseosos de disfrutar de lugares bellos, tiene una importancia, mayor incluso, para las personas en su propio lugar de origen, en su entorno diario. Debemos entender, por tanto, que el paisaje posee un papel importante en la calidad de vida de las gentes de cualquier lugar: de las zonas urbanas o rurales, de las áreas degradadas o de las de una calidad elevada, de lugares reconocidos por su gran belleza o de zonas cotidianas. Es obvio que la calidad del paisaje debe mejorarse. Pero, ¿qué entendemos por calidad desde la perspectiva del paisaje? ¿Esos hermosos paisajes de los calendarios? ¿O puede un lugar con historia ser de calidad desde un punto de vista paisajístico?
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Corresponde a la gente decidir qué es eso de la calidad, y sus decisiones están sujetas a cambios. Por ejemplo, una perspectiva relativamente novedosa es la de cómo vemos las construcciones industriales históricas. Hace solo un par de décadas, cuando dejaban de usarse, se destruían, sin más. Hoy, muchos de esos edificios gozan de protección como “bienes culturales” y algunos han sido declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, como el complejo industrial minero de Zollverein en Alemania. En resumidas cuentas, los seres humanos deciden si mantienen o transforman sus paisajes. Transferir esa posibilidad a las personas podría considerarse un derecho humano. Pero el derecho implica también responsabilidad, y es por ello por lo que, además de acceso al paisaje (cambios), debemos ofrecer a la gente conocimiento sobre el mismo. El paisaje es un recurso al que pueden atribuírsele los calificativos de natural, turístico, económico, social, cultural, etc., con el consecuente potencial de transformación, explotación y gestión. La responsabilidad frente al paisaje reside en un gran número de disciplinas. La buena calidad del paisaje solo podrá obtenerse mediante la cooperación interdisciplinaria entre expertos, grupos de interés y sociedad civil. Es, precisamente en su estimación como bien, donde reside la potencialidad de establecer una estrategia de actuación y gestión, fundamentada en la necesaria interpretación del paisaje y su intercambio de lecturas intelectuales y cotidianas. El paisaje cambia constantemente. En la actualidad, esos cambios se suceden muchas veces a gran velocidad, especialmente en las proximidades de las ciudades como consecuencia de la actividad constructiva. Se impone, pues, una estrategia de acción que vaya acompañando a esos cambios y que involucre a la sociedad civil en la toma de decisiones. Se requiere una interpretación activa del paisaje, basada en un intercambio de puntos de vista entre las personas. De la visión a la acción CIVILSCPAPE y sus organizaciones asociadas llevan a cabo un sinfín de actividades dirigidas a desempeñar un papel activo dentro del paisaje. Intercambiamos ideas, proyectos y conocimiento dentro de nuestra red y promovemos proyectos transfronterizos y colaboraciones a escala europea. En estos momentos, CIVILSCAPE se encuentra recopilando ejemplos de proyectos de voluntariado a nivel europeo relacionados con el paisaje, con el objetivo de lanzar una publicación que recoja ejemplos de buenas prácticas en los que los voluntarios contribuyan al ordenamiento, gestión y protección de su paisaje. Sirva como ejemplo el de uno de los miembros fundadores de CIVILSCAPE: la ONG alemana Bund Heimat und Umwelt in Deutschland (BHU). Desde su fundación en 1904, la BHU defiende la causa de los paisajes culturales y de las gentes que forman parte de ellos. Sus proyectos se ocupan de un amplio espectro de temas,
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que va de la conservación del entorno, la naturaleza y los monumentos y lugares históricos a la protección de las lenguas regionales y las costumbres tradicionales, es decir, salvaguardando todos aquellos elementos que son básicos para los paisajes culturales, lo que exige un enfoque temático holístico. Pero además de la conservación de estructuras preexistentes, la implicación de la población local en el desarrollo de su entorno constituye un importante objetivo en los paisajes culturales. La asociación es una organización-paraguas que agrupa a sociedades históricas y cívicas locales de la República Federal de Alemania y representa a medio millón de personas comprometidas en causas de conservación. La BHU planea, en colaboración con otras ONGs, un proyecto para designar anualmente un elemento cultural europeo del año que realce elementos culturales seleccionados de todo el continente, contribuyendo así a concienciar y a construir conocimiento. Otro proyecto contempla la creación de partenariados de aprendizaje y persigue el intercambio de métodos para concienciar a las personas sobre sus paisajes. CIVILSCAPE tiene previsto lanzar una campaña dirigida a promover que la Comisión Europea firme el Convenio Europeo del Paisaje. Muchos ámbitos de las políticas de la Unión Europea (UE) se relacionan con el paisaje, algunos a través del uso del paisaje y muchos otros influyendo directa o indirectamente sobre su calidad. El impacto más importante es el que se deriva de la política agraria. En estos momentos asistimos a un animado debate en Bruselas y entre los estados miembros sobre un cambio de la Política Agraria Común (PAC) a partir de 2013. En línea con la Declaración de Doha de la Organización Mundial del Comercio y con el proceso en marcha hacia la implementación de sus decisiones, la UE deberá cambiar su sistema de subsidios a la agricultura. En un futuro, la UE estará obligada a desestimar aquellos subsidios a productos o pagos directos a agricultores que puedan perjudicar la noción de un sistema de comercio internacional justo y orientado hacia el mercado. Por ello, lo que se plantea es pagar únicamente aquellos subsidios que entrañen un beneficio social. En el último borrador, la Comisión Europea desarrolla el concepto de vincular el pago de subsidios a la gestión y el mantenimiento del paisaje, que corresponderá a los propios agricultores. Por todo ello, instamos a la Comisión Europea y al Parlamento Europeo a asegurar la participación de los ciudadanos en este importante asunto público. El disfrute de un paisaje de calidad es, a nuestro parecer, un derecho humano. Una calidad que tiene relación con el presupuesto agrícola de la UE, es decir, de la mitad de su presupuesto anual. Consideramos crucial que los ciudadanos se impliquen en todas aquellas decisiones que tengan que ver con la protección, la gestión y la ordenación de su paisaje. Por ello, pedimos a la Comisión que, como primer paso, rubrique el Convenio Europeo del Paisaje. Veinticuatro de los veintisiete estados miembros de la UE ya lo han firmado e implementado a escala nacional, lo que podría facilitar el proceso a un nivel europeo. El paisaje no es algo para uso exclusivo de turistas, investigadores o propietarios de tierras. El paisaje es para todos: es un derecho humano y un deber humano.
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4.
El paisaje es un elemento de identidad primario esencial para una comunidad. La búsqueda de este principio de identidad es el motivo fundamental que mejor explica el concepto de paisaje. El paisaje representa, en un mismo momento, la visión, el sentir y el carácter de una comunidad hacia el pasado, el presente y el futuro. Esta comunidad puede ser voz pasiva, habitual, o activa y anticipativa de un proyecto. Cada sociedad fija así una propia posición de actor contemplativo o activo respecto al paisaje; posicionamiento que, en cualquier caso y por su propia fisiología, cambia incesantemente.
Flora Pescador Monagas Hacia una nueva dimensión de lo público. Esfera pública-espacio público y paisaje Dos ideas se mezclan en la definición del paisaje del punto cuatro del Manifiesto: identidad y comunidad y la relación entre ellas a partir del tiempo y la acción. Una buena definición de la identidad es aquella que la entiende como una construcción cultural que puede elaborarse desde dentro y desde fuera (Valdivielso). Desde dentro produce identidades cerradas autorreferentes, centradas en la tradición, y desde fuera da lugar a identidades abiertas en permanente proceso de construcción. El reconocimiento “hacia afuera” muchas veces se focaliza en los grandes iconos del paisaje, los monumentos excepcionales que identifican y vinculan emocionalmente un colectivo al territorio o en las formas creativas en que las poblaciones han entendido la relación histórica en la construcción de los paisajes. En otros casos los procesos de identificación local van asociados a la mayor o menor calidad del paisaje. Será mayor cuando exista el mayor consenso sobre su calidad y menor cuando el deterioro se convierte en una imagen intrínseca y patente de la baja cohesión social y de la calidad de vida. También la identidad individual y colectiva, en un mundo globalizado se construye en permanente negociación con la alteridad (Augé). Muchos de los últimos procesos de transformación de los territorios han afectado directamente a la construcción histórica del paisaje. Las tensiones desiguales entre lo global y lo local han afectado a los procesos temporales y espaciales del paisaje y por tanto a la aceleración de las modificaciones culturales o al sentido colectivo de pertenencia.
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La complejidad en la construcción del espacio ha dado lugar a paisajes difusos elaborados en tiempos progresivamente acelerados que fusionan, en una imagen confusa, el tiempo, el espacio y la velocidad. El valor del tiempo en este contexto se ha ido transformando poco a poco en el del contratiempo. En los modelos históricos de paisajes locales prosperan progresivamente las transformaciones que identifican de manera uniforme a los paisaje globales. La identidad del paisaje, como la de cualquier otra disciplina, se mueve hoy entre lo local y lo global. Desde el desconcierto, la urgencia, la improvisación y a veces la mala conciencia, se acometen muchas acciones dirigidas a paliar los efectos de la construcción acelerada del territorio y el deterioro del paisaje. En este contexto no existen fórmulas milagrosas ni mantras salvadores. El paisaje se ha convertido en poco tiempo en un concepto ubicuo cuya saturación puede derivar en un concepto trivial y poco operativo. Ahora la crisis da tiempo a un respiro, quizás sea un buen momento para la reflexión, el rigor y la formación. Hoy la información está a la distancia de un simple “clic”. Desde el punto de vista del usuario de a pie (que somos todos) los estilos de vida, las transformaciones sociales y culturales y las nuevas tecnologías están modificando sustancialmente la manera de relacionarnos. Estas dinámicas están llevando a muchos colectivos, como se indica en el enunciado de este punto, a revelarse como voz activa o participativa de los proyectos. El paisaje como disciplina transversal y procesual también se debe integrar desde cualquier procedimiento participativo y hacer realidad a su través la defensa de la calidad del paisaje como un derecho de los ciudadanos. El objetivo es producir experiencias estimulantes que vinculen e identifiquen a una sociedad con el lugar y el medioambiente y el desarrollo cada vez más estrecho entre una estética y una ética medioambiental socialmente compartida. Esto nos lleva a preguntarnos de qué forma la sociedad puede ser parte activa en la construcción del paisaje. Hoy está abierta la posibilidad de abrir herramientas de participación en el diseño o la apertura de sitios a través de la web en las redes sociales para aglutinar acciones de calado global. Se podrían comentar algunos ejemplos de iniciativas de participación innovadoras de las administraciones locales, como el proyecto del Ayuntamiento de la ciudad de París de la carta de la Mano verde, para la reconversión temporal de solares en jardines urbanos gestionados por los propios vecinos, en donde poder contar con desempleados en la producción de talleres de jardinería de formación. En otras ciudades como Madrid o Zaragoza han aparecido movimientos semejantes, como estonoesunsolar* para jardines y equipamiento de ocio y deportivo temporal en solares. Estas acciones producen dinámicas de integración local y colectiva y de *Arquitectos: Patricia di Monte e Ignacio Grávalos
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identidad de los vecinos. Son expresiones de una voluntad consciente de actuación en el espacio público y que fijan una posición activa de los usuarios a su paisaje. Del mismo modo el poder social empieza a estar a la distancia de un simple “clic”. Las redes sociales, la conectividad de los ciudadanos o las herramientas de participación social comienzan a construir la identidad desde la acción. Probablemente la mejor imagen en los últimos tiempos de la nueva dimensión de lo público, tal y como se define en el punto 4 del Manifiesto, sea la de las imágenes perdurables en la memoria colectiva de los acontecimientos recientemente sucedidos en la Plaza Midan Tahrir de El Cairo, con la lucha de la población por ser un actor activo de la democracia. Una imagen muy gráfica del poder creciente de identificación social a través de las redes.
Referencias Valdivielso, Sofía: “Los nuevos movimientos sociales y las redes de ciudadanía” http://www.laspalmasgc.es/views/Servicios/Participacion/ Augé, Marc (2010): “La transformación del paisaje urbano”, en Tormenta e ímpetu. Catálogo de la V Bienal europea de Paisaje. Colección Arqui-Temas, Nº 29. Fundación Caja de Arquitectos. Barcelona.
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El paisaje debe precisar y actuar sobre el espacio libre público. La asociación de lo público a aquello cuya titularidad corresponde al Estado, es un malentendido a la hora de definir un espacio como público, puesto que cuestiona la propia dimensión abierta y accesible, por todos aceptada como su primera y fundamental cualidad. Considerar que ha de estar supeditado a las instituciones estatales, equivale a afirmar que el espacio público no es del público, sino de un orden político que se ha autoarrogado la función de fiscalizarlo e imponerle sus sentidos.
Roberto Gambino Expresaremos una serie de comentarios centrados en algunos conceptos contenidos en el Manifiesto que plantearían algunas diferencias con la filosofía de la Convención del Paisaje. Aunque mis comentarios abordan puntos diferentes del Manifiesto, se hallan rigurosamente interconectados. 1 (Referido al punto 1 del Manifiesto; el paisaje como interpretación). El Manifiesto pone el acento en la importancia interpretativa y proyectual de cada acción llevada a cabo en y sobre el paisaje, afirmando que el paisaje no es la naturaleza, una aseveración que estaría en sintonía con la Convención del Paisaje que, en su artículo 1 define paisaje como el resultado de la acción e interacción de factores naturales y/o humanos. Además, en su artículo 5, la Convención reconoce el paisaje como un componente esencial del entorno en el que viven las poblaciones, expresión de la diversidad de su común patrimonio cultural, ecológico, social y económico y, a la vez, fundamento de su identidad. De ahí que muchos estudiosos hayan subrayado el papel del paisaje como puente entre la naturaleza y la cultura, y señalado que su conexión resulta necesaria para la creación de paisaje (no hay paisaje sin paisanaje). Naturalmente, el énfasis en el papel de la cultura humana en la gestión y creación de paisaje ha contribuido sobremanera a modificar el enfoque tradicional de las políticas de paisaje, en contradicción incluso con la persistente influencia de los estatutos, teorías y prácticas de evaluación de las “ciencias duras”. Pero, esa afirmación de que el paisaje “no es” la naturaleza, ¿qué quiere decir exactamente? ¿Implica la posibilidad de “suprimir” la naturaleza del paisaje? ¿Significa que los embates y dinámicas de la naturaleza no tienen efecto en el paisaje? Obviamente, la respuesta es: no. Desde una perspectiva global, un número creciente de los problemas y riesgos que acechan a las políticas del paisaje se
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derivan de cambios determinados o amplificados por elecciones humanas y que afectan a los bienes naturales y a los ecosistemas. Desde una perspectiva local, los asentamientos urbanos están cada vez más amenazados por el agravamiento de factores que influyen sobre los componentes naturales del entorno. Esa es la razón por la que (en línea con lo recomendado por la IUCN, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) la alianza entre políticas al servicio del paisaje, y políticas al servicio de la conservación de la naturaleza está adquiriendo un papel cada vez mayor en el marco de la responsabilidad de la regulación pública. Por ello, esa afirmación del Manifiesto debería ser — siquiera parcialmente — invertida, observando que paisaje implica naturaleza en cultura tanto como cultura en naturaleza. 5 (Referido al punto 5 del Manifiesto; espacio público). El Manifiesto pone el acento en la necesidad de que el paisaje defina y actúe sobre el espacio público libre, oponiéndose a la noción que asocia espacio público con una propiedad perteneciente al Estado, en contraste con la propia dimensión abierta y accesible [del paisaje], por todos aceptada como su primera y fundamental cualidad. Existe un gran consenso social sobre la idea de que el paisaje puede percibirse, apreciarse y disfrutarse libremente como un “bien común”, por cualquier persona y sin limitación de ningún tipo; una noción que sintoniza con la filosofía general de la Convención del Paisaje. Pero el Manifiesto continúa declarando que el paisaje no puede estar supeditado a las instituciones estatales, pues ello equivaldría a afirmar que el espacio público no es del público” El Manifiesto parece asumir que cualquier forma de control institucional implicará que un orden político superponga su percepción y significado en contraste con la percepción y disfrute libres del paisaje. Un riesgo que, naturalmente, existe: la historia recuerda un sinfín de casos en los que el control y creación de paisajes se habrían utilizado simplemente para afirmar el diseño del poder (paisaje como “instrumentum regni”), aplastando los valores y las expectativas de las poblaciones implicadas. De ahí que la Convención del Paisaje haga hincapié en la necesidad de tener en cuenta sus percepciones y evaluaciones. Debemos, no obstante, plantearnos cómo proteger los valores del paisaje y, ante todo, su función como bien común, su disfrute público y su accesibilidad, sin recurrir a ningún tipo de control y regulación institucional. Y ese sería, de hecho, el principal esfuerzo de la Convención del Paisaje: construir, mediante políticas más efectivas, nuevos sistemas de regulación pública de los procesos de transformación del paisaje que garanticen las condiciones básicas para mantener su disfrute libre y abierto. 17 (Referido al punto 17 del Manifiesto; proyecto y planificación). El Manifiesto recuerda la bien conocida afirmación de que ningún paisaje puede vivir sin un proyecto, que nos remite a la cuestión de qué tipo de proyecto se necesita; si
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debemos mantener su disfrute libre y abierto, como antes señalábamos, evitando, por tanto, cualquier superposición por parte de un orden ineludible. Esta cuestión guarda relación con la confusa articulación de las prácticas proyectuales con los procesos de planificación. Una confusión que, en realidad, se nutre de las diferencias de significado de ambos términos (proyecto y planificación) en los diversos idiomas y culturas, y en particular de la asunción recurrente que por proyecto entiende la “escala detallada” y por planificación, la “gran escala”. La confusión oculta el carácter superador de escalas que es intrínseco al proyecto de paisaje, así como su rol a la hora de abordar la dinámica complejidad de los procesos territoriales transformadores o creadores de paisaje. Pero si la distinción entre proyecto y planificación no puede basarse en una mera diferencia entre escala y alcance, ¿qué significado real tendrá entonces el proyecto de paisaje? Para intentar responder a esta pregunta podríamos partir de la idea de que ese significado abarca un amplio espectro de actividades y políticas, que incluye, no solo la planificación y otros instrumentos de regulación, sino también una mejora del conocimiento y toma de conciencia, directivas y directrices estratégicas y de futuro, evaluación y asesoramiento, gestión y cualquier otra forma de gobernanza territorial que sirva para mejorar la calidad paisajística en línea con los objetivos generales de la Convención del Paisaje. Entre esas actividades, cada proyecto deberá identificar los temas relativos a los problemas, riesgos y amenazas, abordándolos dentro de su contexto específico y tal como son percibidos por las poblaciones implicadas. Dicha identificación es la base a partir de la cual el proyecto podrá definir los objetivos y las opciones de las comunidades involucradas, vinculando conocimiento y expectativas, recuerdos y esperanzas. En ese sentido, cabría concebir el proyecto como un dispositivo esencial (ver Manifiesto, punto 18) para las políticas del paisaje o, siendo más precisos, para su “territorialización”. Pero, entendiéndolo no como un dispositivo meramente técnico, sino como lo que es: una expresión poderosa de las percepciones, actitudes y preferencias comunes.
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El espacio libre público determina un paisaje que no puede ser patrimonializado como “ente” ni como “sitio”, ya que no es un objeto ni un fragmento de territorio dotado de límites y marcas que lo acotan o determinan. Los lugares de nuestras acciones y relaciones ciudadanas se presentan siempre más complejas por la sobreposición y sedimentación en el tiempo de acciones incoherentes. No son lugares donde en cualquier momento pueda acontecer algo, puesto que ese lugar se da solo en tanto ese algo acontece y solo en el momento mismo en que acontece. Ese lugar no es un lugar, ni un no-lugar, sino un tener lugar. Puro acaecer. Se configuran a veces como paisajes representativos de la comunidad, a veces como paisajes a descubrir, indefinidos; escenarios de la sociedad contemporánea difusa.
Gerhard Ermischer Este capítulo podría parecernos bastante complejo y abstracto; sin embargo, se trata de una piedra angular del Manifiesto del Paisaje e interconecta varios de sus puntos. Parte fundamentalmente de esa visión holística del paisaje que tan hermosamente definiera Alexander von Humboldt hace ya dos siglos cuando afirmó que el paisaje era la totalidad de todos los aspectos de una región, y que sus escritos posteriores podrían completar con una concisa media frase: tal como es percibido por el hombre. Una definición que la Convención Europea del Paisaje reproduce casi palabra por palabra, confirmando dos aspectos fundamentales del paisaje: es la suma de todos sus elementos — entendiendo aquí por suma, evidentemente, algo más que la mera adición de sus componentes individuales—, y queda definido por el ser humano, siendo la percepción humana, por una parte, el factor definitorio y, por otra, un elemento constitutivo del propio paisaje. No se trata de un concepto novedoso, ni mucho menos lo era doscientos años atrás, cuando Alexander von Humboldt lo formuló con tanta belleza. Hace ya setecientos, los senadores de la ciudad-estado de Siena encargaron al célebre pintor Ambrogio Lorenzetti (en una fecha en torno a 1290–1348) que decorara el salón de reuniones representando las repercusiones del buen y mal gobierno en la ciudad y en el paisaje circundante. El encargo prueba el firme convencimiento de aquellos hombres en que su forma de pensar y comportarse tenía un efecto directo y de grandes proporciones sobre el paisaje en su conjunto. Y aunque hoy en día tendemos con frecuencia a soslayar esa interpretación, resulta fascinante comprobar cómo, cuando los problemas paisajísticos, y muy especialmente en los paisajes urbanos, se vuelven realmente
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acuciantes y los gobiernos se desesperan tratando de solventarlos, vuelven la vista hacia la cultura como último recurso para reconvertir esos paisajes devastados en lugares en donde merezca la pena vivir. Por consiguiente, el paisaje se define por nuestra manera de percibirlo que, a su vez, influye sobre él. No se trata de un concepto abstracto. No tenemos más que mirar los cuadros de los pintores holandeses de los siglos XVI y XVII, con sus hermosas imágenes del paisaje y de la vida cotidiana que nos muestran a segadores cortando con sus hoces un trigo tan alto como los propios campesinos. El hombre que corta esos imponentes tallos tendrá una perspectiva diferente en todos los aspectos a la del granjero que, sentado en lo alto de su moderna cosechadora con aire acondicionado y GPS, va segando ese trigo que hoy es de tallo corto para asegurar cosechas abundantes y cuyo grano se vende y revende varias veces en bolsa antes incluso de llegar a los silos donde se almacena. Esa perspectiva diferente conducirá, por fuerza, a un enfoque del paisaje y de la forma de tratarlo también completamente diferente. Al igual que nuestra sociedad, y como cualquier otro ente vivo, el paisaje se encuentra sujeto a constante cambio. Un cambio que suscita temores, debates y conflictos. Un buen ejemplo de ello son las turbinas eólicas que van invadiendo nuestros paisajes y que han generado grandes debates, por un lado, sobre la destrucción del paisaje, y por el otro sobre la necesidad de una energía limpia. Pero con frecuencia olvidamos que, durante siglos, los molinos de viento dominaron el paisaje de la Europa septentrional, especialmente en el periodo comprendido entre los siglos XVI y XIX. Cuando empezaron a construirse a gran escala fueron vistos como demostración de un gran desarrollo técnico, económico y social y figuran en muchos cuadros holandeses de paisaje, en posición destacada y repletos de significación simbólica. Esos enormes molinos de piedra, que dieron lugar a grandes parques eólicos en Ámsterdam o en pequeñas islas de la costa de Estonia, son objeto hoy de cuidadosas restauraciones, no como fuente de producción de energía, sino como recurso turístico. Como cualquiera podrá constatar con facilidad en las Islas Canarias, el turismo configura, evidentemente, el paisaje a gran escala, creando un paisaje nuevo y, en muchas ocasiones, destruyendo el paisaje original que en un primer momento atrajo turistas a la zona. Por tanto, más que en tantos otros ámbitos, se impone encontrar en este un equilibrio mucho más inteligente y complejo que conjugue los intereses, necesidades y demandas de los diversos actores clave y agentes implicados: los habitantes locales, los urbanizadores, la industria turística y los propios turistas. Las huellas de cambio son más o menos apreciables en el paisaje, como esas terrazas de cultivo que, tras su abandono, son reposeídas por el bosque secundario, se erosionan y se deterioran, desapareciendo poco a poco y volviéndose invisibles.
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Dichas estructuras son bastante fáciles de ver, pero que las veamos no significa que las comprendamos: ¿cuándo fueron creadas?, ¿cuál fue su propósito original?, ¿cuál su valor económico?, ¿y su entorno social?, ¿por qué se abandonaron?, y ¿qué cambios en la economía, la sociedad y la historia fueron responsables tanto de su construcción como de su destrucción? El paisaje está lleno de historias, pero hace falta contarlas. La contemplación de una maravillosa vista de la campiña inglesa, con sus prados verdes y exuberantes, sus estrechas carreteras, sus cercas de piedra, con un pequeño pueblo y su iglesia parroquial—un paisaje altamente estructurado, romántico—provoca en nosotros el deseo de visitarlo y quedarnos en él. Pero el hecho de que, en 2001, al tomarse esa imagen, la epidemia de fiebre aftosa se encontrara en su apogeo y que la ausencia de animales en los verdes prados se debiera a que la totalidad del ganado ovino y vacuno había sido sacrificado, nos relata una historia bastante diferente que hace que aquella vista no sea ya la de una bella imagen romántica sino una visión terrorífica de los peligros de la agricultura moderna. En Dowris, Irlanda, vemos un paisaje, más bien sombrío, de turberas, recientemente explotadas para producir la turba necesaria para alimentar una central eléctrica cercana; una forma de producir energía que no es ni sostenible ni económica, pero que, por razones de índole cultural y social, continúa practicándose. Tras su independencia política en los años veinte del pasado siglo, Irlanda intentó ser independiente también desde el punto de vista económico, sustituyendo el carbón británico por turba irlandesa. Eso es lo que hace que la quema de turba se perciba como parte de la tradición irlandesa y de la identidad nacional. Atenas nos cuenta su relato de cuna de la civilización y cultura europeas, de la filosofía y de la democracia. Pero la Atenas moderna es una expansión incontrolada de caótico desarrollo urbano, cubierta de smog y asfixiada por el tráfico. Esa Atenas de hoy pertenece a una especie bastante diferente de la Atenas romántica de nuestras visiones y sueños. Las fracturas entre la historia y la modernidad son, a menudo, involuntarias, pero en ocasiones han sido cuidadosamente planificadas. Es el caso de Lyon, hoy Patrimonio Mundial de la UNESCO por su maravilloso centro histórico, pero cuyo skyline se encuentra dominado por bloques de pisos diseñados por Le Corbusier como recordatorio distintivo de modernidad. En ellos, se situaba a sus residentes por encima de los viejos patricios que vivían en los palacios de la ciudad. En consecuencia, si se quiere comprender en su totalidad el significado de todos los elementos y aspectos del paisaje habrá que explicarlos; además, muchos de ellos no serían identificados siquiera como elementos del paisaje sin los relatos que llevan en sí y que hay que contar. Como esos pozos de nieve de las altas montañas de Gran Canaria, excavados en la roca hace ya trescientos años por encargo de los monjes del
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convento de la Catedral de Las Palmas para almacenar nieve durante el invierno, que luego era transportada a la ciudad en los cálidos meses de verano en un tiempo en el que ni la electricidad ni los refrigeradores existían. Sin ese relato, los pozos no serían más que unos agujeros en el suelo en los que nadie repararía. Solo tras la construcción de un aparcamiento y la colocación de un techado protector y de paneles informativos se han convertido en un punto de interés. Por tanto, tendremos que estudiar el paisaje para comprenderlo mejor. Necesitamos investigación científica y —desesperadamente— comunicación, no solo al servicio de turistas y visitantes, sino, muy especialmente, de la población local. Y los científicos no deben limitarse a informar a esta sobre sus hallazgos: deberán también escuchar a esas gentes, cuya identidad ha sido conformada e influenciada por esos relatos. Y como todo lo que aquí tratamos se centra en la percepción, irá más allá de los simples rasgos físicos del paisaje. Por ejemplo, el lenguaje es un importante aspecto del paisaje y de su comprensión. Basta con echar un vistazo a las dos versiones, castellana y catalana, del cómic Ásterix en Hispania para constatar el profundo impacto del lenguaje en la identidad y la sociedad en su conjunto. Igual de importante es la comida. Los platos locales y regionales nos cuentan historias sobre el comercio y la economía, así como sobre las antiguas relaciones a lo largo de Europa y, claro está, del mundo. Como el pescado seco producido en los confines septentrionales de Europa y que en España e Italia se transforma en platos especiados, que nos remite a la navegación a vela, a la necesidad de transportar provisiones ligeras y duraderas, a las rutas comerciales entre el Mediterráneo, Escandinavia y las pequeñas islas del Atlántico Norte, pero también a la abundancia de especias en los enclaves comerciales españoles o italianos. No todas las especialidades tienen por qué parecer apetitosas antes de degustarlas. Es probable que, para el no iniciado, el surströmming de Suecia, un pescado fermentado en conserva, solo sea digestible acompañado de grandes dosis de Aquavit, pero sí nos habla, una vez más, de cómo se conservaba el pescado antes de la época de las cámaras eléctricas, de estructuras económicas y de ingeniosas soluciones. Sin sus relatos, esos platos no son más que comida; con ellos, se transforman en paisaje. Resumiendo: el paisaje no es un simple objeto de tres dimensiones, sino un proceso en el que nuestra perspectiva y percepción forman una cuarta dimensión y los conceptos e ideas humanos, una quinta. El paisaje es el lienzo viviente sobre el que pintamos nuestras esperanzas y nuestros miedos, nuestras ideas y pensamientos. Es una corriente que fluye desde el pasado, atraviesa el presente y avanza hacia el futuro.
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7. No se debe ni puede confundir PAISAJE con TERRITORIO o AMBIENTE, ni establecer los mismos instrumentos operativos para cada término. El territorio representa el espacio físico en el que intervienen, interactúan y se relacionan diferentes sistemas de ecosistemas. El ambiente se entiende comúnmente como sistema de condiciones físicas, químicas y biológicas en el que una colectividad de organismos animales y vegetales organizan la propia vida. El paisaje considera las relaciones de interrelación, independencia y evolución temporal de un sistema de ecosistemas. El territorio está de hecho cubierto de mosaicos de paisajes.
Mauro Agnoletti De un tiempo a esta parte, el paisaje ha salido de una dimensión elitista, a menudo escindida del contexto social y económico, para sumergirse profundamente en el debate actual sobre el modelo de desarrollo. Todo esto ha permitido crear instrumentos políticos y científicos para su estudio y su planificación, entre ellos, el Convenio europeo del paisaje. Sin embargo, la observación de las iniciativas europeas en curso y también de muchas iniciativas nacionales y regionales evidencia una frecuente tendencia a confundir el significado del paisaje con el de ambiente y territorio, confundiendo por ejemplo las iniciativas a favor de la conservación de la naturaleza y de la mejora de la calidad medioambiental con acciones con fines paisajísticos. En este sentido, es típico el caso de las regiones italianas, que a raíz de la necesidad de implementar estrategias para el paisaje rural en cumplimiento del Plan Estratégico Nacional de Desarrollo Rural, han llevado a cabo acciones que por lo general están encaminadas a renaturalizar el paisaje agrario, el cual, en cambio, necesitaba frenar el avance de la naturaleza ocasionado por el abandono de la agricultura tradicional, manteniendo los cultivos típicos de cada lugar. El problema se relaciona con la ausencia de una cultura que tenga la suficiente consideración de los conceptos de “espacio” y de “tiempo” en el análisis del paisaje. La dimensión temporal permite, de hecho, observar que el paisaje no es sólo el resultado de un proceso “perceptivo”, típico de las sociedades humanas; existe, pues, un paisaje en tanto existe un hombre que lo piensa y lo observa. Pero también, da cuenta de que el paisaje ha sido creado a través de la transformación de un ambiente natural operado por un grupo cultural. La cultura es el instrumento, el ambiente natural es el medio, el paisaje es el resultado. Esto significa que el paisaje es siempre producto de
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un proceso evolutivo que ha modelado el ambiente, dándole formas que se colocan en un “espacio” físico que constituye su dimensión sensible. En este sentido, respecto a un medio ambiente que es simplemente la “biosfera” donde se desarrolla la vida del planeta, y un territorio en el cual genéricamente se llevan a cabo los procesos humanos, el paisaje asume el significado de integración de los procesos económicos, sociales y ambientales en el espacio y en el tiempo, en el cual la naturaleza es parte de un conjunto, pero no un objetivo primario de la acción paisajística. Por otra parte, los cambios climáticos producidos por el hombre son capaces de modificar también los ecosistemas terrestres en los cuales el ser humano está ausente; por lo tanto, es evidente que el paisaje, como se explicaba anteriormente, es la forma más correcta de interpretación del ecosistema, a menos que no se quiera excluir al hombre como elemento determinante en la interpretación de las dinámicas ambientales y de la planificación del modelo de desarrollo. Todo esto no significa que las estrategias para el paisaje no puedan ser útilmente acompañadas, cuando sea oportuno, de la más amplia cuestión medioambiental; pero ciertamente no podemos considerarlo como un “apéndice” del tema medioambiental, como lamentablemente sucede en muchos ámbitos nacionales e internacionales. Son distinciones importantes, ya que incluyen no sólo el problema de los sectores científicos y las administraciones públicas afectadas, con formulaciones a menudo muy distintas; sino también el valor actual del paisaje y los objetivos de calidad paisajística. El problema de la incertidumbre en el enfoque del paisaje tiene una notable relevancia también en el ámbito científico. En los documentos de la Unión Europea relativos al ámbito medioambiental, agrícola y forestal —pero también en aquellos de importantes organismos supranacionales de carácter económico, como la OCDE— el tema del paisaje está a menudo asociado al medio ambiente y en particular a la biodiversidad. Biodiversidad y paisaje era, de hecho, el título propuesto inicialmente dentro del Plan Nacional de Desarrollo Rural italiano, copiado del reglamento de la PAC. Resulta evidente que resolver el tema del paisaje solamente con la biodiversidad sería por un lado problemático, y por el otro, muy restrictivo; incluso porque en el actual contexto normativo viene invariablemente premiada la biodiversidad de las especies naturales, mientras que la fragmentación de los hábitats es percibida como un peligro. Esto tiene obvias consecuencias negativas en un país en el cual la fragmentación, y en consecuencia, la diversidad (o sea, la “biodiversidad” del paisaje agrario, genéricamente definida como “heterogeneidad”) es uno de sus puntos de fuerza. Se trata, más que nada, de una carencia de la investigación en la región mediterránea, que se ha apropiado de conceptos científicos nacidos en otras realidades culturales y ambientales, favoreciendo investigaciones dirigidas a una búsqueda de “características naturales” del territorio, a menudo de muy incierta definición, favoreciendo así planes
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de gestión de parques y áreas protegidas en los cuales quedan abandonados, por ejemplo, los castañares, porque se consideran bosques de origen antrópico, y no se interviene para restaurar los campos de pastoreo en vías de desaparición, porque sea como sea el bosque debe avanzar, tal como lo indica la ley. La inadecuación de la perspectiva ambiental en relación al paisaje atañe también al hecho de que una vez que se han resuelto hipotéticamente las cuestiones de la calidad del suelo, del agua y del aire —que son típicas cuestiones ambientales— no habremos salvaguardado automáticamente el paisaje, una cuestión mucho más compleja y que no se resuelve con el aumento de la cantidad de depuradores o con la energía limpia. La conservación del paisaje no tiene como objetivo buscar el estado más alto de naturalidad, sino más bien mantener las relaciones hombre-medio ambiente típicas de las identidades culturales que éste representa. Las características antrópicas y dinámicas del paisaje requieren instrumentos científicos adecuados para analizar sus transformaciones y evaluarlas. Por lo tanto, es necesario colocar la observación en un punto de la evolución del sistema paisajístico objeto de estudio, definiendo un arco de tiempo lo suficientemente amplio como para evaluar el significado de las transformaciones, eligiendo una escala espacial adecuada. En efecto, el estudio científico del paisaje sufre de una cierta incertidumbre en el enfoque, manifestando una sujeción respecto de ciertas disciplinas, con una evolución que a lo largo del tiempo ha visto el paso desde una formulación predominante histórico-descriptiva hacia una formulación más ecológica. De este modo, se ha pasado de un enfoque inicial basado exclusivamente en el análisis de las fuentes de papel, a un momento actual en el que son con más frecuencia las orientaciones ecológicas las que se toman como punto de referencia. Esto ha proporcionado a la planificación territorial su principal línea de orientación en las últimas décadas, sobre todo con la “planificación ecológica” propuesta por la escuela estadounidense de Mc Harg. El enfoque biológico del estudio del paisaje ha aumentado la gama de las potencialidades operativas, pero en su aplicación práctica termina favoreciendo las superposiciones entre los conceptos de medio ambiente y de paisaje. Son expresión evidente de esta tendencia la gran mayoría de los documentos de programación y planificación, con evidentes inexactitudes en la interpretación del rol y la función de los componentes de los sistemas paisajísticos. Es típico el caso del origen “natural” de la maquis mediterránea y en general de las formaciones arbustivas y ericáceas, que se originaron sobre todo con el fuego, y que fueron manejadas habitualmente con recortes periódicos, deforestaciones y con el pastoreo, pero que terminan por estar inmersas en los elementos “naturales” del paisaje a conservar, sin tener en cuenta la tendencia evolutiva que, sin intervenciones específicas y en condiciones estacionales favorables, las haría desarrollar un tronco alto, eliminándolas del paisaje. Todo esto
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favorece invariablemente las renaturalizaciones derivadas sobre todo del abandono, y nuevas áreas protegidas en zonas más o menos antropizadas, cuya utilidad real parece ser fundamentalmente la de limitar las urbanizaciones salvajes, mientras que la verdadera emergencia es la desaparición del paisaje tradicional. Otro caso cada vez más frecuente en la planificación son las “redes ecológicas”, en las cuales se confunde la idea de la red -o sea, un conjunto de hábitats interconectados entre sícon la estructura física de una red, generando propuestas más o menos arriesgadas de cortinas forestales, cercas vivas, etc. para crear una “conectividad” artificial, sin preguntarse en qué modo y en qué medida esto tiene que ver con el paisaje local. Todo esto tiene consecuencias negativas en primer lugar sobre la planificación y gestión del territorio, que asigna roles y funciones a elementos del paisaje de los cuales no se ha precisado correctamente su naturaleza. Hay casos clamorosos de planes de gestión de la totalidad de los sitios pertenecientes a NATURA 2000 de importantes regiones italianas que, habiendo omitido totalmente las descripciones paisajísticas y socioeconómicas, dan no sólo una imagen irreal del territorio, sino que hacen imposible su intervención sin enfrentarse a conflictos con las poblaciones locales, no tanto por cuestiones urbanísticas, sino por el ejercicio de las normales actividades agrícolas y forestales. Estas formulaciones científicas y de gestión han perjudicado obviamente al enfoque histórico, que ha quedado en una posición más relegada y conservadora respecto a estas nuevas tendencias, con el resultado de que la corriente histórica del paisaje subsiste en la literatura, pero a menudo no se explicita en la realidad de la planificación, siendo incapaz de medirse en modo crítico y propositivo con los temas de la biodiversidad, de la sostenibilidad y del cambio climático. Esto ha colocado a todo el Mediterráneo en una posición de evidente retaguardia en el ámbito científico, persiguiendo una adecuación a la agenda ambiental y a los enfoques científicos dictados por otros países, sin preguntarse quizá si los sistemas paisajísticos que se han ido formando en varios milenios de historia no tienen en realidad alguna lección para ofrecer, por ejemplo, en términos de biodiversidad relacionada con la multiplicidad de usos del suelo, con los hábitats y con las especies relacionadas con las actividades agrícolas y forestales tradicionales. Resulta ejemplar desde este punto de vista, la paradoja de los campos de pastoreo y de los prados, genéricamente en retroceso, y efectivamente indicados como situación crítica ambiental por la pérdida de la biodiversidad relacionada con los mismos, pero sobre los cuales no se interviene porque obviamente esto implicaría muchas veces la eliminación del bosque que los ha invadido y que conduce a su disminución en muchos países europeos, en los cuales las actividades agrícolas y pastoriles han sido abandonadas. Estas visiones se reflejan también en importantes instrumentos de las políticas europeas, por ejemplo,
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en el sector forestal, que son establecidos por la Conferencia Ministerial para la Protección de los Bosques en Europa (MCPFE, por sus siglas en inglés). La misma basa su definición de Gestión Forestal Sostenible en tres pilares: el valor económico de los bosques, su valor ambiental para el cambio climático y su valor social y cultural. Si bien los tres pilares tienen el mismo valor teórico, en los dos primeros se encuentran concentradas alrededor de 19 resoluciones ministeriales, mientras que en el tercero, ninguna. Además, las líneas directrices científicas requeridas para la implementación del tercer pilar aún no han sido puestas en práctica, porque sus indicaciones se contradicen con los planteamientos de los otros dos pilares. En la práctica, toda acción destinada a favorecer el crecimiento del bosque es juzgada favorablemente incluso en relación con el paisaje; mientras que la conservación de la diversidad del paisaje, que obviamente debería ostentar el mismo valor que las áreas boscosas y las áreas abiertas, se percibe como una clara amenaza. Es evidente que si no se explican claramente los contenidos de las estrategias y de las acciones en relación al paisaje, las futuras iniciativas para la implementación del Convenio europeo podrían incluso generar mayores daños a los paisajes europeos, ya amenazados por numerosos fenómenos de degradación.
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El paisaje no es homogéneo, establece relaciones entre piezas y elementos (sistema de relaciones), capaces de individualizar operaciones específicas desde distintas disciplinas en el medio físico, en el campo y en la ciudad, en el cielo y en el mar; por tanto, cabe diferenciar dimensiones en el paisaje. Resulta por ello imprescindible entender la distinción entre estas dimensiones, por ejemplo entre la ciudad y el paisaje urbano. La ciudad es un sitio. El paisaje urbano es una forma radical de espacio social, escenario y producto de lo colectivo haciéndose a sí mismo, un territorio desterritorializado en que no hay objetivos sino relaciones diagramáticas, objetos, bucles, nexos sometidos a un estado de excitación permanente. Este paisaje urbano no es el resultado de una determinada morfología predispuesta por el diseñador, sino de una articulación de cualidades sensibles que resultan de las operaciones prácticas y las esquematizaciones temporales, en vivo, que procuran los ciudadanos, sus deslizamientos, los estancamientos, las capturas momentáneas.
Alexandra Kruse El punto 8 del Manifiesto por el proyecto europeo de paisaje afirma que el paisaje no es homogéneo. Las relaciones entre piezas y elementos que el paisaje crea son múltiples y diversas. Pero llama también la atención sobre la existencia de diversos paisajes: natural, rural, urbano, montañoso, costero, agrícola, etc. El siguiente artículo resume muy sucintamente cómo se compone el paisaje, qué tareas y demandas satisface y la implicación que tiene para nosotros —las personas—, es decir, para quienes nos relacionamos con, vivimos en y trabajamos sobre el paisaje. 1. Definiciones de paisaje Aunque hay tantas definiciones de paisaje como personas trabajando en él, a la pregunta de qué es paisaje la mayor parte de las personas responderán espontáneamente de idéntica forma: “la tierra que nos rodea”. La Convención Europea del Paisaje (CoE, 2000) ofrece un gran número de definiciones del mismo, siendo la más destacada la que entiende por paisaje el área tal como la percibe la población (art. 1, a). La convención tiene en cuenta un hecho bien conocido pero que rara vez ha penetrado en la mente de los políticos o investigadores, pero tampoco en la del ciudadano de a pie, a saber: que paisaje puede ser todo. El paisaje es un componente esencial del entorno de las personas y contribuye a su bienestar
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(ver los estudios de Buchecker, Hunziker et al.1). Es asimismo una manifestación de la diversidad del patrimonio cultural y natural que esas personas comparten y la base de su identidad; un elemento fundamental de la calidad de vida de los pueblos de cualquier lugar. Por último, aunque no menos importante, el paisaje consolida la identidad europea. La UNESCO afirma que los paisajes culturales representan las obras conjuntas del hombre y la naturaleza [...] Además, ilustran la evolución de la sociedad humana y sus asentamientos a lo largo del tiempo, condicionados por las limitaciones y/o las oportunidades físicas que presenta su entorno natural y por las sucesivas fuerzas sociales, económicas y culturales, tanto externas como internas. (CPM 2008, párrafo 47). Una definición que se hace eco también de la intensiva interacción hombrenaturaleza—no importa dónde se ubique el paisaje—, pero señalando al mismo tiempo la existencia de un gran número de hechos diferentes en la conformación del paisaje, subrayando su heterogeneidad. Para sorpresa de quien esto escribe, el European Urban Landscape Partnership (EULP)2, única red conocida por mí que se ocupa explícitamente de los paisajes urbanos, empieza su definición afirmando que paisaje urbano es el terreno no construido dentro y en torno a las ciudades. Sin embargo, en la frase siguiente añade que puede comprender también territorio construido. 2. Elementos del paisaje El paisaje se compone de un gran número de tipos diferentes de elementos paisajísticos, con formas, significados y orígenes también diferentes. Como es natural, la consecuencia es la imposibilidad de que el paisaje sea homogéneo. La figura 1
Fig. 1. Los elementos del paisaje presentan formas diversas y tienen múltiples orígenes. 1 2
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Ambos trabajan en WSL: instituto de investigación para los bosques, la nieve y el paisaje: www.wsl.ch EULP: http://www.urban-landscape.net/
proporciona tan solo unos ejemplos de lo diversos que son tanto los elementos del paisaje como su origen y su apariencia externa. ¿Tenemos que considerar esos diversos aspectos del paisaje como diferenciados, como contradictorios? ¿No sería mejor aceptar que siempre hay un “con”, un “y también” y hasta un “debido a”? 3. Funciones del paisaje El punto 8 del Manifiesto habla también del contraste entre los paisajes rurales y los urbanos. Las imágenes permiten ver con claridad que, a primera vista, ambos tipos de paisaje tienen poco en común (ver fig. 2).
Fig. 2. A primera vista, los paisajes urbanos y rurales no tienen nada en común: uno es construido, cerrado, de piedra; el otro, verde (naturaleza), abierto, grande. Sin embargo, al considerar sus funciones, vemos que cumplen las mismas tareas para la (misma) gente.
Pero un análisis de las funciones que cumplen nos lleva fácilmente a concluir que ambos satisfacen las mismas funciones y para los mismos grupos de agentes implicados. Para las personas, representan el espacio vital, laboral, de recreo, de producción y educativo. Un intenso intercambio tiene lugar entre el paisaje rural y el urbano; por un motivo u otro, la gente se desplaza de la ciudad al campo y viceversa Por lo que respecta al medio ambiente, tanto el paisaje urbano como el rural cumplen importantes tareas que afectan a temas de biodiversidad, fuentes genéticas, condiciones climáticas, migraciones. Ambos contienen y necesitan zonas de protección. Y su relación no se limita al intercambio: hay también una fuerte interacción entre las labores paisajísticas enfocadas a las personas y las que tienen como meta el entorno, surgiendo aquí también la dicotomía entre uso versus conservación y conservación del paisaje versus protección del patrimonio cultural. Como señalé antes, quisiera resaltar que los dos aspectos no debían verse como discrepantes, sino más bien como “recíprocos” (Roth & Kruse, 2010).
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Fig. 3. El paisaje rural y el urbano cumplen la misma tarea y para los mismos grupos-objetivo. Entre ellos se da un fuerte intercambio e interacción. Lo que habrá que determinar es si el número de elementos y conexiones que los relacionan es mayor que el de aquellos que los separan.
4. El marco legal Igual de diverso es el marco legal que se ocupa del paisaje: a escala mundial (Convención de la Biodiversidad, CBD), europea (Convención Europea del Paisaje, CEP), de la UE (Estrategia Temática para el Medio Ambiente Urbano; Perspectiva Europea para el Desarrollo Espacial; Consejo sobre las directrices estratégicas comunitarias de desarrollo rural para el periodo 2007-2013) y de las regulaciones nacionales. El problema radica en la conexión y cooperación que se echan a faltar entre el nivel nacional y el nivel internacional, a lo que cabe añadir la falta de intercambio entre regiones, entre países (Scazzosi, 2010: 168 y ss; Steiner & Schabl, 2010: 201 y ss). 5. Otras necesidades: puntos para el debate Todo cuanto tiene que ver con el paisaje, sea a nivel político, de planeamiento o educativo, habría de tener siempre en cuenta que el paisaje no es homogéneo, que abarca una gran abundancia de tareas con efecto no solo en el presente, sino también en el largo plazo. No es únicamente el escenario en donde el cambio climático tiene lugar y puede ser cuantificado: es necesario para estar a la altura de lo que ese cambio trae consigo. El paisaje es, como ya hemos dicho, escenario de la biodiversidad, pero a la vez portador de recursos que podrían permitir alcanzar y desarrollar dicha biodiversidad. El paisaje es la base para cumplir las expectativas derivadas de los cambios demográficos y de la apremiante necesidad de asegurar los recursos alimentarios y energéticos. Estos
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últimos precisan de espacio para su producción así como de conocimiento, recursos y de la implicación de numerosos agentes, todos ellos situados en el paisaje en formas diversas pero dependiendo de él. La participación en todos los campos de debate es crucial y, para asegurarla, se impone crear conciencia, información, diálogo y cooperación, así como un equilibrio esencial entre las diferentes demandas y necesidades con relación al paisaje y entre los diversos tipos de paisaje, urbano y rural. La planificación debe conectar las iniciativas de base y locales con perspectivas regionales y nacionales de más amplio alcance. Debemos tener claro que el paisaje es algo más que la suma de elementos individuales, que los paisajes urbanos y rurales tienen muchísimo en común y que el paisaje está en peligro. Necesitamos una conciencia compartida sobre si es viable satisfacer todas nuestras demandas y necesidades en el mismo lugar o si habremos de contar con diferentes áreas de uso: una de territorio protegido, otra destinada a la diversidad, otra a experimentos de cambio climático, otra dedicada en exclusiva a generar energía, la siguiente a la producción de alimentos y así sucesivamente. No parece difícil lograr un mosaico de este tipo pero, ¿es realista? ¿Es eso lo que queremos? Tendremos que decidir qué es lo más importante para nosotros. ¿No deberíamos adoptar el punto de vista del paisaje? ¿Qué es lo prioritario para este? Todas estas reflexiones pueden resumirse en una pregunta: ¿Cómo proteger el paisaje para garantizar que siga cumpliendo sus apremiantes tareas también en el futuro?
Referencias Centro del Patrimonio Mundial [CPM] (2008): Directrices Operativas para la Aplicación de la Convención del Patrimonio Mundial. París. Consejo de Europa (2000): European Landscape Convention. Consejo de Europa, Estrasburgo. Serie de Tratados Europeos, nº 176. Roth, M. & Kruse, A. (2010): “Foundations for the planning of Europe’s rural areas: Agricultural landscapes as cultural heritage – A European view”, en Ilmonen, M. & Ache, P. (Eds.): Space is Luxury. Libro de extractos de la XXIV Conferencia Annual AESOP, 7-10 de Julio de 2010, Helsinki (Finlandia), pp. 204-205. Scazzosi, L. (2010): “Assessment of policies considering cultural heritage in European agricultural landscapes. Conclusiones”, en Pungetti, G. & Kruse, A. (Eds.): European Culture expressed in Agricultural Landscapes: Perspectives from the Eucaland Project. Palombi Editori, Roma, pp. 168-173. Steiner, C. & Schabl, A. (2010): “Recommendations for future planning measures”, en Pungetti, G. & Kruse, A. (Eds): European Culture expressed in Agricultural Landscapes: Perspectives from the Eucaland Project. Palombi Editori, Roma, pp. 201-202.
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9. Es requisito ineludible del proyecto del paisaje: la transversalidad del
conocimiento frente a instrumentos y normativas disciplinares ortodoxas e inflexibles. Este proceso debe ser realizado asociando conocimientos diversos, no necesariamente relativos a la ciencia del territorio, como economía, antropología, agronomía, ecología, geografía, sociología, estética, semiótica… sino también estableciendo relaciones sobre las ciencias, utilizando escalas de trabajo diferentes y refiriéndose a objetivos no por fuerza coincidentes. De cualquier modo, renunciando a un posible procedimiento determinista de lo general a lo particular.
Cipriano Marín La transversalidad del conocimiento frente a los instrumentos y normativas disciplinares ortodoxas e inflexibles Es evidente que el paisaje se aborda desde múltiples disciplinas, aunque como sabemos algunas con mayor peso que otras. Cada paisaje es un archivo histórico de lo sucedido en ese territorio y sigue normalmente un proceso de continuo cambio, pero a veces nos olvidamos de que cada paisaje es también un archivo del conocimiento, una ventana abierta a la generación del conocimiento y una palanca para generar cambios. La idea de paisaje como un inventario o conjunto de elementos que diferencian un espacio ha ido perdiendo paulatinamente peso y pasa a ser concebido actualmente como una unidad tangible e intangible integrada. Las cualidades del paisaje no emergen si solo se analiza cada elemento por separado. Surgen, más bien, como fruto de la relación de sus componentes, de su interrelación y, por tanto, son propias y únicas de un determinado ámbito territorial. En este contexto, es preciso reconocer que en los últimos años los estudios sobre el paisaje incluyen con mayor frecuencia aspectos como la preocupación por una mejor comprensión fenomenológica, el interés por elaborar perspectivas integradas del funcionamiento y estructura del paisaje o la tendencia a dar mayor importancia a la dimensión etnográfica y cultural. Este último aspecto se ha visto reforzado desde la aparición del concepto de “paisajes culturales” en la Convención del Patrimonio Mundial, entendidos como bienes culturales que representan las “obras conjuntas del hombre y la naturaleza” y que ilustran la evolución de la sociedad y de los asentamientos humanos a lo largo de los años. La inclusión en este concepto de las limitaciones y de las ventajas que presenta el entorno natural y las fuerzas sociales,
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económicas y culturales sucesivas, internas y externas, no hace más que reconocer la necesidad de incorporar en los procesos y estudios de paisaje la dimensión de las fuerzas motoras de los mismos. Cierto es que cada disciplina y rama científica aporta día a día nuevos y valiosos instrumentos al estudio y análisis del paisaje. Cada disciplina puede ayudar a desgranar el patrimonio y el valor paisajístico de cada ámbito para recomponerlo a través del conocimiento conjunto. El concurso cada vez mayor de las distintas ramas del conocimiento se refleja en la enorme diversidad de tipologías que surgen y la gran variedad de criterios. Pero también es preciso advertir que en muchas ocasiones se produce un sobresfuerzo taxonómico en el proceso de identificación del paisaje. Esta tendencia puede convertirse en un problema cuando se manifiesta una clara preponderancia de una determinada disciplina y sus metodologías asociadas sobre otras. El problema no está tanto en la realización del esfuerzo clasificatorio, sino en el posible encasillamiento de cada tipo de paisaje en el proceso de identificación y de gestión, restando importancia al carácter dinámico de los mismos que propugna el Convenio Europeo del Paisaje. El primer Informe Dobris (1995), elaborado por la Agencia Europea de Medio Ambiente, contiene una clasificación de los paisajes, que solo para los continentales, está formada por 30 tipos, 13 de ellos caracterizados por rasgos de dominante natural y los otros 17 pueden incluirse en el ámbito de los paisajes culturales. ¿Son muchos o pocos? Si desplegáramos sobre la mesa toda la batería de estudios y propuestas de “ordenación” del paisaje en los últimos años, comprobaríamos un cierto abuso en el proceso de identificación, que supera exponencialmente el mencionado informe. A veces nos encontramos con supuestos análisis matriciales, de los que surgen tipos y asociaciones paisajísticas de difícil comprensión y que, en definitiva, no guardan relación alguna con el carácter real o percibido por la población de este espacio. Pero lo preocupante es que, al final del proceso, un espacio-paisaje podría tener nombres y apellidos extraños, como piezas de un rompecabezas con el fin de “ordenar” un territorio, aunque cada concepto resulte incomprensible para la mayoría de la población. Frente a estas situaciones, valdría la pena propugnar que cualquier proceso, estudio o proyecto de identificación del paisaje debiera ser realizado asociando conocimientos y disciplinas científicas diversas de forma trasversal, abarcando según los requerimientos y posibilidades el amplio espectro de las ciencias sociales, naturales y formales, utilizando escalas de trabajo diferentes y refiriéndose a objetivos no por fuerza coincidentes. Tal posición implica huir de posicionamientos restrictivos, o aplicar metodologías y clasificaciones cerradas. No está claro que las visiones de paisaje que se ofrecen desde la ciencia del territorio, o la que aportan los geógrafos o arquitectos, por poner algún ejemplo, sean más
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ajustadas o convincentes que las que proclaman otras disciplinas. Pero lo cierto es que en muchos estudios y trabajos de identificación del paisaje se constata una fuerte asimetría entre la ciencia del territorio, frente a otras ramas del saber como la economía, la antropología, la agronomía, la ecología, la geografía, la sociología, la historia, la estética, la semiótica, la astronomía, o las ciencias básicas y ciencias de la tierra en general, por mucho que las ciencias del territorio traten de integrarlas. La relevancia de determinadas disciplinas se traduce en ocasiones en la aplicación de procesos deterministas en la identificación, caracterización, categorización y propuestas de gestión del paisaje. El determinismo y el hieratismo en relación a determinados estudios y procesos de identificación del paisaje procede en su mayor parte de su asociación con las políticas, directrices y estrategias de ordenación del territorio. Es en este marco en el que el paisaje aparece como una herramienta auxiliar y en ocasiones útil para la clasificación de distintos ámbitos en la planificación del territorio, para fijar sine die usos y autorizaciones. Esta afirmación puede parecer contradictoria con lo que se afirma en el Convenio Europeo del Paisaje, cuando defiende la necesidad de integrar el paisaje en las políticas de ordenación territorial y urbanística, pero se convierte en un hecho preocupante cuando la integración es unidireccional y preconcebida. Basta con realizar una lectura somera de los pliegos de contratación relativos a estudios del paisaje en planes de ordenación del territorio para algunos países y regiones europeas, donde el margen de maniobra es ciertamente escaso. Las técnicas, metodologías y objetivos de la ordenación del territorio se superponen con demasiada frecuencia a los procesos de identificación y conocimiento del paisaje. Pareciera que nos olvidamos que el Convenio también habla de integrar el paisaje en las políticas en materia cultural, medioambiental, agrícola, social y económica, así como en cualesquiera otras políticas que puedan tener un impacto directo o indirecto sobre el paisaje. A ningún planificador se le ocurriría interpretar o violentar el ámbito o la definición de un ecosistema o de un hábitat, pero no tendría inconveniente ni contradicción científica en generar tipologías propias de paisaje. Por muchas vueltas que se le dé, la realidad es que existe un amplio abanico de casos en los que los estudios de paisaje y sus procesos de identificación aparecen ya mediatizados en su génesis a través de las competencias de la administración que ordena, y que su caracterización final está determinada por su avanzadilla, los planificadores del territorio. Cuando se producen estas circunstancias, la transversalidad del conocimiento en los estudios y proyectos dependientes es meramente formal, se generan metodologías ad hoc y con demasiada frecuencia prevalece la visión gremial de la disciplina imperante en el lugar a la hora de aflorar el conocimiento del paisaje.
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Estas afirmaciones no contradicen la idea de integrar el paisaje en la ordenación del territorio, sino que advierten sobre la emergencia de procesos que pervierten el propio concepto del paisaje y el derecho de todos a su disfrute y conocimiento. Es más, avisan del riesgo de procesos de identificación del paisaje ajenos a la mayoría de la población y a los valores que alberga cada ámbito. Evidentemente, es necesario el fortalecimiento de la investigación del paisaje como un elemento constitutivo de la planificación del desarrollo sostenible y la aplicación de la Convención Europea del Paisaje en las políticas de ordenación del territorio, pero nunca sometido a instrumentos rígidos de planificación y a normativas disciplinares ortodoxas e inflexibles. Partimos siempre de la idea de que las diferentes disciplinas permiten modelizar y perfilar el conocimiento del paisaje, con el objetivo final de promover un uso sabio del territorio. A mayor capacidad de generar transversalidad de los conocimientos del paisaje, mayor capacidad para gestionar sabiamente el territorio y, desde luego, mayores recursos para fomentar la participación. Pero no olvidemos que la ordenación del territorio tiene como objetivo una ocupación racional del mismo, eso sí mediante la aplicación de normativa que permita o prohíba unos determinados usos de la tierra. Y aquí nos encontraríamos con el segundo gran foco de tensión o al menos de polémica. En demasiadas ocasiones, la secuencia de identificación de los paisajes se encuentra mediatizada por una suerte de determinismo jurídico. En muchos procesos de planificación urbana o de ordenación del territorio existe una desbocada pulsión jurídica tendente a asignar a cada cuadrícula del territorio su contenido jurídico hasta la extenuación. El paisaje no está ajeno a esta tendencia, a la que hay que añadir la acientífica postura de gran parte de la clase política, que interpreta que ayudar o comprometerse con el paisaje se reduce sistemáticamente a legislar sobre el paisaje. Puede ser importante legislar en determinadas circunstancias, especialmente para proteger, pero ello no debe atenazar los procesos de estudio e identificación del paisaje, ya que podemos encontrarnos ante situaciones muy comprometidas, tales como pretender abarcar la intangibilidad de la percepción del paisaje a través de la normativa. La intangibilidad y el origen cultural del concepto paisaje crea muchas dificultades a la hora de pensar en unos instrumentos sencillos, interpretables y consensuados de su protección jurídica, sobre todo si tenemos en cuenta, de un lado, la lógica falta de homogeneidad de las metodologías científicas para su análisis, los diferentes criterios para su evaluación, la diversidad de visiones socioculturales y, de otro, la multiplicidad de intereses en juego en el campo de la ordenación del territorio. En este caso, la capacidad de generar conocimiento para la identificación y gestión sostenible de los paisajes, no solo debe sortear el desafío del enfoque multidisciplinar, sino también intentar consensuar un enfoque multisectorial.
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Por lo tanto, es esencial propugnar la diversidad y transversalidad del conocimiento frente al determinismo impuesto en ocasiones por instrumentos de análisis y normativas disciplinares o jurídicas ortodoxas e inflexibles, que terminan diluyendo el protagonismo del paisaje en el proyecto. Cuando el interés normativo sobrepasa la dinámica del proceso del conocimiento y percepción del paisaje, se producen ciertamente situaciones anómalas. Entre 1997 y 2002, en plena efervescencia del concepto de las estrategias de sostenibilidad, desde Insula (Consejo Científico para el Desarrollo de las Islas) se desarrolló un estudio para evaluar el efecto de los nuevos planes y normativas en el ámbito de las islas europeas mediterráneas y atlánticas, generados bajo la aureola del desarrollo sostenible. El resultado fue sorprendente; las islas más desestructuradas y con mayor degradación ambiental tenían la mayor proporción de articulado normativo de protección. Pero lo curioso era la queja de la población de estas islas, sencillamente no entendían a qué se referían los bienintencionados planificadores con las distintas denominaciones paisajísticas y territoriales. Posteriormente se entendió bien cuando se comprobó que tales tipologías podían estar relacionados con la posibilidad de especular sobre el suelo. Otro caso de interés es el del Proyecto la Ruta de la Sal. La mayor parte de las salinas costeras europeas, fantásticos ecotonos de la biodiversidad y paisajes culturales de excepción, estaban sometidas en 2002 a rigurosos sistemas de protección normativa ambiental y paisajística. Sin embargo, su proceso de degradación era imparable. El éxito de su pervivencia, ya que eran paisajes en esencia dinámicos y orgánicos, fue el dar un giro copernicano al concepto de protección. Los trabajos de la Ruta de la Sal, seguidos por otras muchas iniciativas regionales, afloraron dos líneas de trabajo esenciales. Primero generar una nueva visión de estos espacios a través del conocimiento, pasando por su reconocimiento como paisajes de la avifauna y los macroinvertebrados, lugares de identidad para los oficios, espacios malditos para la población local pero que albergaban su carácter, e incluso lugares para el desarrollo de la ciencia, el disfrute local y el turismo. La segunda fase fue la del aprovechamiento por parte de los actores locales de este conocimiento para reactivar sin necesidad de normativa adicional los nuevos y renovados paisajes de salinas, recreando los espacios de Guerande, Fuencaliente, Trapani o Cabo de Gata, y generando economías de calidad a partir del conocimiento y el patrimonio material e inmaterial acumulado. En el fondo, de lo que se habla es de la funcionalidad del paisaje como herramienta para la “custodia del territorio” con la participación pública y con el soporte del conocimiento. Sin menospreciar los esfuerzos de las administraciones y gobiernos, relativos a la integración del paisaje en la ordenación territorial y algunas loables iniciativas legislativas, se entiende que el espacio natural sobre el estudio y el conocimiento del paisaje se encontraría en iniciativas como los “observatorios del
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paisaje” o acciones similares. Se trata de ámbitos no necesariamente reglados en los que se pueda aunar la participación pública y la contribución de la comunidad científica, es decir, de la sociedad civil, con la visión institucional. Los observatorios aportan una solución conveniente para generar capacidades sobre el conocimiento de cada paisaje a través de sus protagonistas y de la comunidad científica. Ciertamente esta fórmula abre espacios de democratización en el proceso de identificación y de propuestas de gestión de los paisajes, aunque constituye un desafío para las administraciones. El planificador de paisaje aparecería aquí más como un intérprete y un mediador que como un decisor. La forma en que se evalúan los paisajes también cambia, y varía en función de los grupos sociales o de su patrimonio cultural y de los recursos de conocimiento aportados. Este tipo de experiencias aportan también otra ventaja adicional, la capacidad de resolución o mitigación de los conflictos relativos al paisaje y el refuerzo de la información y la educación paisajística. El conocimiento y la ciencia como recurso del paisaje El continuo esfuerzo por dotar a los distintos proyectos y estudios de identificación del paisaje de una base científica y una coherencia metodológica, a veces olvida algo tan evidente como que el conocimiento o la ciencia son también recursos sustantivos del paisaje, y en muchas ocasiones el principal protagonista del paisaje. Basten algunos ejemplos para poner de manifiesto esta dualidad, expresada por un lado en la ciencia como método en el proceso de estudio del paisaje y, por otro, en la evidencia de nuevos y antiguos paisajes del conocimiento y la ciencia. La figura de los geoparques constituye un buen ejemplo, son lugares en los que el conocimiento de la geología y la paleontología se instaura como protagonista de un nuevo paisaje creado por y para la ciencia, es más, su funcionalidad y objetivo principal se orienta al disfrute, práctica y enseñanza de las disciplinas geocientíficas y otros aspectos ambientales. También, a nadie se le escapa que la percepción de los paisajes de las islas Galápagos está indisolublemente ligada a la riqueza y rareza biológicas, pero muy especialmente a su valor como paisaje histórico de la ciencia, como espacio de referencia del Origen de las Especies de Charles Darwin, una de las obras cumbre del conocimiento universal. Lo mismo ocurre en las desoladas extensiones de las estepas y desiertos. El rudo paisaje de la estepa almeriense pasa a convertirse, bajo la sabia mirada de José Girao, en “cultivos naturales de colores”, donde las distintas floraciones cargadas de endemismos imposibles, originan una tenue secuencia temporal de belleza que solo el conocimiento de la biodiversidad le da algún sentido. Juan Goytisolo contribuyó a abrir las puertas al desarrollo de la Convención del Patrimonio Inmaterial de la UNESCO, cuando formuló el caso del paisaje de los sonidos
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del conocimiento en la plaza Jemaa el Fna de Marrakech. La grandiosidad de este recinto se debe a la capacidad de albergar un extraordinario cúmulo de expresiones intangibles del conocimiento tradicional y artístico de la región. Siguiendo el desarrollo del concepto hasta llegar al ámbito urbano, tenemos la Declaración de Shanghai de 2010, que da origen al nuevo programa Ciudades Futuras de la UNESCO (Urban Futures Programme). Por primera vez se habla del paisaje y el carácter de las nuevas ciudades del futuro, que integran funcionalmente el conocimiento de los ecosistemas urbanos y periurbanos, la dimensión de la responsabilidad ante el cambio climático y la ecoeficiencia, orbitando todo sobre el concepto del conocimiento del bienestar. Años atrás, algunos programas europeos e iniciativas integradas en el Pacto de Alcaldes de la UE, ya han comenzado a hablar del los nuevos paisajes de la ciudades energéticamente sostenibles, como espacios del conocimiento. Por último, tenemos los espacios del cielo estrellado, que surgen como un intento de recuperar el derecho a la contemplación de las estrellas y de dotar de nuevos contenidos a los paisajes asociados al cielo estrellado, un proyecto de alcance global dirigido por la Iniciativa Starlight con el apoyo del Programa MaB de la UNESCO y el Centro del Patrimonio Mundial. Se trata de recuperar el acceso a la luz de las estrellas como derecho científico, medioambiental, cultural e, incluso, turístico. Como una plaga silenciosa, el cielo estrellado ha comenzado a desaparecer para una gran parte de la población europea y del resto del mundo. Un fenómeno causado principalmente por el imparable incremento de la contaminación lumínica en las últimas décadas. Hoy en día sabemos que casi el 90% de la población europea no tiene acceso a la visión de la Vía Láctea. La astronomía y todos sus conocimiento asociados, así como otras disciplinas relacionadas con el estudio del patrimonio cultural astronómico y la biología de la noche, aparecen como soporte de la reformulación de una nueva serie de paisajes nocturnos, como ya ocurre en La Palma, Lake Tekapo (Nueva Zelanda), Atacama, Pic de Midi, Costoiera Amalfitana, Monfragüe y Fuerteventura, donde el conocimiento es el protagonista principal. Pero como reflexión final, es bueno recordar que a veces todos nos olvidamos de algo que subyace en el espíritu último del Convenio Europeo del Paisaje: la belleza y el carácter del paisaje en cualquiera de sus manifestaciones. El dibujo de nuestra percepción del paisaje no puede ni debe ser banalizado, mutilado o complicado de tal forma que resulte inaccesible para todos. He tratado de buscar la belleza en los textos científicos y técnicos relativos al paisaje, y hay que remontarse a 1962 para leer un título plenamente acorde con esta idea. Se trata del texto aprobado en la Conferencia General de la UNESCO de aquel año titulado magníficamente como “Recomendación relativa a la Protección de la Belleza y el Carácter de los Lugares y Paisajes”.
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10.
Necesitamos introducir lo “intangible” en el reconocimiento y gestión del paisaje, contribuyendo a definir su identidad. “Cartografías de la emoción”, más allá de los mapas de orientación y conservación de la memoria geográfica, fundamentada en una “función estratégica de supervivencia”, tan característica de nuestros sistemas culturales hegemónicos. Proponemos “dignificar” las relaciones subjetivas, existenciales y simbólicas, es decir, no utilitarias de los ciudadanos con su entorno, sensibilizando nuestros sentidos de lugar de acuerdo a pensamientos, recuerdos y emociones propias. No sólo visivas, también olfativas, auditivas y táctiles. Después de todo, el paisaje no existe más que a condición de nuestras mediaciones culturales, en cada caso diferentes, y por ello únicas e intransferibles, pero también dinámicas y en constante transformación, tal como el paisaje mismo.
Daniela Colafranceschi Lo INTANGIBLE como valor de Proyecto Hace exactamente dos años, en el marco de la II Bienal, estuvimos en Canarias a raíz del Seminario “Paisajes Publicados”, que tuve el placer de dirigir. Fueron dos días de ponencias y debates sobre libros y publicaciones en relación al proyecto de paisaje. Pues bien, la reflexión que ahora presento engarza de alguna manera con el debate que se suscitó en aquel seminario. Al igual que los libros “trazan mapas” de nuestras curiosidades intelectuales, también los valores intangibles, como las emociones, trazan mapas de nuestras curiosidades acerca del territorio y el paisaje. En este sentido, se podría aventurar una ecuación: nuestro concepto de proyecto de paisaje es como nuestra biblioteca, es decir, el reflejo de nuestras estanterías de libros y de cómo los disponemos. Una ecuación en un doble sentido. El primer sentido es de carácter transversal: los temas y conceptos se “contaminan”, se impregnan de los contenidos de los volúmenes que están al lado. Asistimos entonces a una especie de transversalidad de pensamiento, de conocimientos y de culturas. El segundo sentido: nuestras tensiones y curiosidades que marcan esta “interdisciplinariedad” en nuestras estanterías, y que vivimos hacia los libros, son las mismas tensiones que alimentan nuestras prácticas profesionales y, en concreto, el proyecto de paisaje, la intervención y su realización. El proyecto de paisaje necesita
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alimentarse de esa transversalidad, entendida como diversidad cultural. Los libros nos sirven para hacernos preguntas, y el proyecto para intentar ofrecer respuestas. Paso a continuación a comentar el punto 10 del Manifiesto, donde se habla de lo “intangible” en relación al proyecto y a través de conceptos que he extraído de un grupo de libros que en las estanterías de mi despacho he encontrado uno al lado del otro, en una posición que, evidentemente, no es inocente. Son unas palabras que nos regalan definiciones, fragmentos de conceptos y pensamientos como si fueran imágenes, como si fueran los fotogramas de una larga película que pueden ayudarnos a construir un nuevo vocabulario, un nuevo mapa de lectura e interpretación de valores intangibles en el paisaje y saberlos, poderlos añadir a las ”respuestas” que construimos con nuestros proyectos. Patrimonio cultural intangible (UNESCO)1 La incorporación del patrimono intangible en las políticas culturales se hizo pública en la Convención de la UNESCO del 2003. En su Artículo 2 indica: Se entiende por “patrimonio cultural intangible” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas —junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes— que las comunidades, los grupos e incluso los individuos reconozcan como parte integrante/indisociable de su patrimonio cultural (...) Mirada Táctil2 Mirar y viajar son inseparables, como afirma Guliana Bruno, profesora de Visual and Environmental Studies, en su Atlas de las Emociones. A una rígida geometría óptica vamos añadiendo una cartografía que es móvil y emocional. En general, cuando se habla de la memoria y de la emoción se hace referencia al tiempo; cuando, en cambio, la relación sentimental con la geografía tiene que ver con el espacio. Más que en el tiempo, la memoria se mueve a través de el espacio. La propia geografía emocional es el mapa de los sentimientos, impulsos, deseos. A través de los sentidos —como “sensuales viajes”— construimos “paisajes interiores”, paisajes del alma, o mapas íntimos, que deben permanecer en el atlas de nuestra memoria. Mirar a través de la totalidad de nuestras emociones. La Mirada Táctil (más que óptica) es entonces la práctica del espacio, la apropiación del espacio, porque las emociones son, en definitiva, una forma de conocimiento. 1 UNESCO, París, 2003, Texto de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial: http://www.unesco.org/culture/ich/index.php?lg=es&pg=00022#art2 2 Giuliana Bruno: Atlante delle emozioni In viaggio tra arte, architettura e cinema. Milán, Bruno Mondadori, 2006.
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Topofilia3 El término topofilia del que habla el geógrafo Yi-Fu Tuan funde los conceptos de “sentimiento” y “lugar”. Topofilia es el lazo afectivo entre las personas y el lugar o el ambiente circundante. Un valor intangible, reflejo de una producción cultural de una comunidad: de su imaginación, de su percepción, de sus sentimientos hacia el paisaje, los lugares, sus espacios de vida. Comprender este valor es buscar cómo los individuos se relacionan con estas identidades, con los “lugares”; cruzar el camino de las realidades de sus existencias, memorias, tradiciones, e interpretar lo que viven y miran, cómo lo viven y cómo lo miran. Una idea, entonces, de “lugar” que conlleva una ineludible carga emocional. Geografías Emocionales4 La vida es, en esencia y a la vez, espacial y emocional —afirma el geógrafo humanista Joan Nogué—. Interactuamos emocionalmente y de manera continua con los lugares, a los que imbuimos de significados que retornan a nosotros a través de las emociones que nos despiertan. La memoria individual y colectiva, así como la imaginación, más que temporales, son espaciales. (...) Experimentamos emociones específicas en distintos contextos geográficos y “vivimos” emocionalmente los paisajes porque éstos no son sólo materialidades tangibles, sino también construcciones sociales y culturales impregnadas de un denso contenido intangible a menudo solamente accesible a través del universo de las emociones. Mapas5 Y, otra vez sobre Mapas: El mapa no se asienta tanto sobre una base topográfica, sino más bien autobiográfica, es decir sobre una malla soportada por nodos que estructuran nuestra memoria individual y colectiva, a través de los cuales podemos iniciar un viaje sentimental y personal. (...) La geografía como disciplina no podrá despojarse nunca de su dimensión emocional (...) Las topografías de la vida cotidiana están demasiado impregnadas de emoción y sentimiento y nuestros tratados de geografía no dejan de ser, en el fondo, una especie de psicogeografías personales y sociales. En estos tratados los lugares parecen inmóviles, pero no lo son, porque viajan con nosotros a través de las emociones, con lo que, debajo de nuestra cartesiana cartografía, lo que de verdad subyace es una cartografía emotiva.
3 Yi-Fu Tuan: Topofilia, Editorial Melusina, 2007 (op. or. Topophilia: A Study of Environmental Perception, Attitudes, and Values. Prentice-Hall Inc., 1974) 4 Joan Nogué: Altri Paesaggi, Franco Angeli, 2010. 5 Joan Nogué: Entre Paisajes, Ambit, 2009.
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Mapas6 El filósofo Gilles Tiberghien habla así de los mapas: No hay ninguna verdad cartográfica, sino que hay múltiples maneras de dar cuenta del mundo a través de mapas. Las imágenes que nos ofrecen no son sólo las que cada uno de nosotros forma en su mente/espíritu, sino que son imágenes construidas socialmente y, a veces, demasiado evidentes como para imponerse precisamente como una verdad. Y por último, la misma palabra, tratada por el artista Jorge Barbi: Mapas7 Necesitamos un mapa que forme parte del territorio, pues la amplitud espacial de la que se habla en muchas ocasiones escapa de nuestra experiencia cotidiana de observación y uso de las cosas. (...) El territorio como expresión espacial de la cultura. Aquello que está en el espacio y que adquiere espacialidad, en este caso la cultura, ha desbordado el espacio de la intuición y encuentra expresiones tanto materiales como inmateriales, tangibles como intangibles. (...) Deberíamos recordar que para una mejor exploración visual del espacio es deseable actuar consultando en sucesivas secuencias de ajuste el mapa y el territorio. El mapa en las manos y la vista en el horizonte, las manos en las rocas y la vista en el mapa. El mapa es el resultado de muchas maneras de mirar y cada manera de mirar es un observador y cada observador es un observatorio, que describe el mundo a su modo y hay tantos modos de describir como maneras de mirar. Y cada mirada deja una huella que ya no pertenece al objeto que la ha dejado, así que el mundo está repleto de huellas superpuestas de maneras de mirar. Pero no se deja la huella en el suelo del territorio, sino en el suelo del lenguaje. Quiero añadir solo una última reflexión: estos conceptos, estas palabras, entre otras tantas miles posibles, pertenecen a un vocabulario que nos podrá ofrecer nuevas claves interpretativas de valores intangibles como proceso de intervención en el paisaje. Son fragmentos, imágenes, hemos dicho “fotogramas” de una película sensible. Y son precisamente las líneas negras entre un fotograma y otro las que nos facilitan la continuidad de la percepción visiva donde se halla el proyecto. Aquella pauta, aquella línea que parece una interrupción (y que no lo es), aquel espacio solo aparentemente en silencio, aquel valor otra vez intangible, nos está en cambio hablando del proceso, de su transversalidad, de opciones, inteligencia, consenso, sensibilidad. En definitiva, de lo “intangible” como valor de proyecto. Gilles A.Tiberghien, Finis Terrae, Bayard, 2007. Jorge Barbi: Jorge Barbi.41º 52’ 59” latitud N/8º 51’ 12” longitud O. Vigo, 2010.
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11.
El paisaje es una forma procesual. Las formas del paisaje se fundan en el movimiento, en la percepción en movimiento. El factor tiempo y el factor movimiento son sustanciales en la comprensión y concepción del paisaje. Un paisaje es cambiante también porque es vivido desde el interior y es, literalmente, moldeado por el movimiento del usuario, como ocurre en muchas de las obras de arte contemporáneas. Nos movemos a través del paisaje, pero el mismo paisaje se mueve, cambia, crece, o se modifica. La arquitectura del paisaje está sujeta a la temporalidad. Con ello proponemos restituir espacios al tiempo, dar tiempo al espacio, buscar espacios de relación y relación entre espacios, más que espacios acabados en los cuales celebrar ritos arcaicos o modernos.
Renato Bocchi El espacio del paisaje: los factores del tiempo y del movimiento El espacio del paisaje no es un espacio euclídeo, medible geométricamente y descriptible según categorías euclídeas o cartesianas. El espacio del paisaje es, a lo sumo, un espacio fractal, o un espacio topológico. Es un espacio por experimentar, vinculado a la experiencia de un usuario, a las experiencias mutables, mejor dicho, que cada usuario pueda generar dentro de sí. La variabilidad subjetiva de dichas experiencias decide sobre su “ser paisaje”, o su “tornarse paisaje”. En efecto, no existe un paisaje en sí mismo, el paisaje se da cuando viene experimentado y según los modos en los cuales viene experimentado. Lo que existe en sí es, a lo sumo, naturaleza o sitio que espera ser experimentado. Y la experiencia de un paisaje, ya de por sí mutable según la subjetividad, es además y sobre todo, mutable porque es fruto de un proceso, no de una mera contemplación estática. El movimiento con el cual el usuario percibe y experimenta en términos de proceso un paisaje es esencial en su definición (lo enseña la experiencia de lo pintoresco, como la del viaje o la del peregrinaje). La dimensión de la percepción en movimiento define a los paisajes emocional y narrativamente, da mutables y múltiples interpretaciones de los mismos. De aquí surge la importancia de la proyección del paisaje, de la dimensión dinámica, narrativa o del ensamble significante de la construcción de las relaciones entre los usuarios (en movimiento) y los elementos físicos constitutivos de los lugares.
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Además, el paisaje es de por sí mutable y procesual desde el momento en que el factor tiempo, los cambios de la luz durante el día, las mutaciones del clima y de las estaciones modifican continuamente sus características y, en consecuencia, las experiencias acerca del mismo. Esto acentúa la procesualidad atribuible al mismo dominio de las transformaciones del paisaje, conectado con su diseño y su mantenimiento a lo largo del tiempo. De nuevo, es un proyecto de un sistema de relaciones espaciales, físicas, topológicas, que mutan en el tiempo, de las cuales se puede prever, o al menos tener en cuenta, su variabilidad. En este sentido, el arte del paisaje es en cierto modo no sólo un arte o una arquitectura de espacios y de formas, sino también un arte performativo, conectado con el proyecto de eventos, de situaciones; cercano a las técnicas y a las artes performativas del cine, del teatro, de la danza. Es inútil, por lo tanto, buscar o proyectar formas finitas para el proyecto o incluso para la tutela del paisaje: tendrán una vida breve. Es necesario saber diseñar itinerarios procesuales que incluyan en sí mismos la inestabilidad, la variabilidad, incluso la caducidad. En esto, el proyecto del paisaje es de una modernidad absoluta, ya que razona sobre la indeterminación, la inestabilidad y la amplia pluralidad subjetiva que caracterizan al mundo en el que vivimos. Será más eficaz y duradero cuanto más logre adaptarse y reinterpretar continuamente las mutaciones del mundo. Por esto, más que un observatorio, se requiere –para regular el paisaje– un control continuo y una obra de reproyectación incansable que sepan considerar cada obra de transformación del paisaje en el marco de las relaciones en las cuales va a actuar.
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12.
“El Paisaje” permite trascender nuestra individualidad en un compromiso colectivo. Los conceptos que incluso hoy día se refieren a la belleza del paisaje y de su intangibilidad, en los términos de indefinido, equilibrado, educado, culto, placentero, armonioso… deben ser reconsiderados sobre la base de nuevos paradigmas y estrategias del proyecto del paisaje, de la ecología y del medio ambiente. Tras evidenciar la crisis ambiental, la especificidad del paisajismo y otras profesiones afines deben gradualmente enfocar su contribución hacia la responsabilidad de responder a los problemas del ciudadano en su relación con el territorio y el paisaje, desde ópticas diversas que las disciplinas clásicas no han sabido abordar.
Jean Pierre Le-Dantec El punto 12 es el primer y único lugar del Manifiesto en donde se utiliza el término “belleza” aplicado al paisaje. Sin embargo, la palabra belleza es seguramente la más comúnmente utilizada por las personas al hablar del paisaje o, más bien, al expresar su opinión sobre un fragmento de campo que les parece —o no— paisaje. Si es así, ¿por qué los autores del Manifiesto muestran tal contención ante el vocablo? Porque saben de los complejos problemas que la idea de la belleza plantea a la conciencia moderna. Por mi parte, me propongo dejar a un lado esa noción que en francés se expresa en el dicho “gustos y colores no se discuten”, y lo haré por no considerarla válida: para mí, entre una impresión a color de mala calidad (fig. 1: sirva de ejemplo esta imagen utilizada para publicitar el tren que atraviesa la Costa Azul) y un “gran
Fig. 1. Chemins de fer du sud de la France. Imagen publicitaria.
Fig. 2. Paul Rebeyrolle ante dos telas de la serie Les Grands paysages (1978).
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paisaje” de Paul Rebeyrolle, un pintor francés fallecido ya hace diez años y que, para mí, encarna una especie de Courbet del siglo XX (fig. 2), o entre un “taquillazo” común y corriente y Pickpocket de Robert Bresson o El resplandor de Stanley Kubrick, hay, por supuesto, una diferencia radical en cuanto a valor estético, lo que equivale a afirmar que la idea de belleza no ha muerto con la modernidad (o con la supermodernidad). Si es, en cambio, cierto, que Baudelaire nos enseñó al menos un par de cosas sobre la belleza moderna y, por ende, sobre la belleza del paisaje: 1/ La belleza moderna ya no es necesariamente aquella belleza clásica hecha de armonía, de proporciones perfectas y de eruditas referencias culturales, como en este paisaje pintado por Poussin en el siglo XVII (fig. 3). En 1756, Edmund Burke ya criticó —bastante dogmáticamente, a mi parecer, pero aun así— este punto de vista en su ensayo A philosophical Enquiry into the Origin of Our Ideas of the Sublime and Beautiful [Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello]. Al abordar el asunto concreto del arte de los jardines y los paisajes, ensalza su irregularidad, alegando que la armonía de proporciones es algo antinatural. Sin embargo, con Baudelaire la misma fealdad se convierte en una categoría posible de la belleza (Un día, senté a la belleza en mis rodillas y la encontré fea), como puede apreciarse en estos dos paisajes: el primero, de Van Gogh, titulado Fábrica de Clichy; el segundo, del belga Constantin Meunier, titulado En el país negro (fig. 4 y 5).
Fig. 3. Nicolás Poussin. Paisaje.
Fig. 4. Vincent Van Gogh, Fábricas de Asnières vistas desde el Quai de Clichy. 1887. The Saint Louis Art Museum.
2/ La belleza moderna ha dejado de beber en los mitos heroicos del pasado para hacerlo en el presente, en el “heroísmo de la vida moderna”, donde las ideas de la colectividad y la multitud (ese gran desierto de los hombres, que decía Baudelaire, quien también traduciría el célebre relato de Edgar A. Poe El hombre de la multitud) se vuelven cruciales. La belleza moderna —afirma el poeta— consiste en dibujar lo eterno a partir de lo transitorio, favoreciendo, al hacerlo: a) lo instantáneo (una palabra que durante mucho tiempo se utilizó para referirse a la fotografía) y lo fugaz,
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que los pintores impresionistas trataron de fijar, como en este paisaje urbano de Pissarro (fig. 6); y b) ese movimiento y esa velocidad tan caros a los futuristas (fig. 7, pintura de Boccioni) y, de manera más general, las nuevas relaciones entre espacio y tiempo.
Fig. 5. Constantin Meunier, En el país negro. h. 1893. Musée d’Orsay, París.
Fig. 6. Camille Pissarro, Avenue de l’Opera, Place du Theatre Francais: Misty Weather. 1898.
Pero lo que Baudelaire no fue capaz de anticipar, pero el artista norteamericano Robert Smithson sí detectó en los años sesenta y setenta del pasado siglo con sus Paisajes entrópicos (fig. 8, fotografía suya titulada Derramamiento de asfalto), fue el surgimiento de nuevos paradigmas medioambientales dentro de los valores —de las bellezas— del paisaje contemporáneo: la lucha contra la polución y la producción de gases de efecto invernadero, el respeto a los ecosistemas, la protección de la biodiversidad y la supervivencia del planeta en su conjunto. En otras palabras, aquello que artistas del paisaje tan diferentes como el francés Gilles Clément o el chino Kongjiang Yu han dado en llamar, respectivamente, “el jardín planetario” y “el arte de la supervivencia”.
Fig. 7. Umberto Boccioni, The City Rises, 1910. MOMA, Nueva York.
Fig. 8. Robert Smithson, Asphalt rundown, Roma, octubre de 1969.
Estos son, brevemente, los comentarios que me inspira el punto 12 del Manifiesto. Debo señalar, además, que debemos profundizar en él, explicarlo, para hacer que el “gran público” comprenda su importancia, porque sin su adhesión, este Manifiesto, por pertinente que sea, no será más que un brindis al sol. 85
13. El paisaje debe subrayar su dimensión cultural en la construcción
de la identidad colectiva, haciendo posible la convivencia entre la diversidad de culturas y creencias que la sociedad contemporánea comporta. El arte, a través de su necesidad de imitación y representación, nos ha enseñado a mirar y valorar los escenarios de la naturaleza, contribuyendo decisivamente, por medio de la pintura, la poesía, la jardinería… a configurar el concepto de paisaje..
Javier Maderuelo Dimensión cultural del paisaje El arte, a través de su necesidad de imitación y representación, nos ha enseñado a mirar y valorar los escenarios de la naturaleza, contribuyendo decisivamente, por medio de la pintura, la poesía, la jardinería y la fotografía a configurar el concepto “paisaje”. Existen unos elementos físicos, tales como: montañas, valles, bosques, ríos, praderas, asentamientos humanos, costas o rebaños de animales, que son mensurables y cuantificables y, como tales, pueden ser objeto de descripciones literarias y científicas, pueden ser registrados en documentos mercantiles, también pueden ser representados en dibujos, planos o mapas y recogidos en fotografías. Estos elementos, entre otros, constituyen el “substrato físico” de lo que entendemos por paisaje.
Fig. 1. Paul Bril, Mercurio y Argo, 1606.
Para nombrar el conjunto de esos elementos utilizamos en español el término “paraje” que designa un sitio o lugar dispuesto de una manera determinada, pero para que ese sitio se pueda llamar con propiedad “paisaje” es necesario que exista una “trabazón”, que la diversidad que forman los diferentes elementos que se ofrecen a nuestra contemplación aparecen “enlazados”, “trabados”. La trabazón que hace que
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un territorio cobre el calificativo de paisaje no es sólo física, hay que buscarla más allá de aquello que nos ofrece la madre naturaleza. Por eso, para que esos elementos antes nombrados adquieran la categoría de paisaje, para poder aplicar con precisión ese nombre a un lugar, es necesario que exista un ojo humano que contemple el conjunto y que se genere un sentimiento, que lo interprete emocionalmente. Hay que aclarar que los valores que ha conformado nuestra cultura consumista actual nos han conducido a una “cosificación” del paisaje, sin embargo, el paisaje no es una cosa, no es un espacio de grandes dimensiones ni un conjunto de objetos configurados por la naturaleza o transformados por la acción humana. El paisaje tampoco es la naturaleza, ni siquiera el medio físico que nos rodea o sobre el que nos situamos. El paisaje es una elaboración mental que los hombres realizamos a través de ciertos fenómenos de la cultura. El paisaje, entendido como fenómeno cultural, es una convención que varía de una cultura a otra. Esto nos obliga a imaginar cómo es percibido el mundo en otras civilizaciones, en otras épocas, en otros medios sociales y desde otras creencias diferentes de los nuestros. Una vez que es posible deslindar el concepto “paisaje” como un fenómeno cultural y no como un mero producto casual de la naturaleza podemos comenzar a plantear su comprensión y su defensa como elemento o fenómeno cultural, con criterios próximos a los empleados para valorar y defender el resto del patrimonio cultural. Es decir: como un testimonio de la actividad humana sobre el territorio. El concepto paisaje se forjó en Europa a finales del siglo XVI como un género pictórico, aquel que muestra vistas de un país, consolidándose la idea de paisaje como la de un territorio que es apreciado por poseer cualidades estéticas como bello, sublime, maravilloso o pintoresco. Hoy el concepto paisaje se ha extendido además a campos científicos como la geografía, la sociología y la economía, a fenómenos sociales como el turismo, y, por último, es objeto de debates políticos, que van desde los temas de identidad nacional hasta los relacionados con la legislación y el derecho relativos a la explotación del territorio, dando origen a la necesidad de consensuar un “Convenio Europeo del Paisaje”. La posición desde la que hago mi exposición en este Congreso sobre el Paisaje Europeo es la de la cultura, reivindicando la condición del paisaje como “fenómeno cultural”. Pero “cultura” no es sólo el conjunto de las manifestaciones artísticas desde las que se muestra el paisaje, como la pintura, la fotografía o la literatura, sino que cultura es cualquier tipo de intervención humana que, de forma reiterada y sistemática, ha forjado el territorio destilando imágenes características de él, por medio de acciones tales como las agrícolas, ganaderas, mineras, industriales, estructurales, urbanizadoras o la propia actividad turística. Ya que, en cada época y en cada región o país, se han
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desarrollado unas formas características de relación entre el hombre y el territorio, que le han permitido sobrevivir en él, comprender el mundo, y que se han manifestado a través de las secuelas que los trabajos han dejado sobre el territorio. En cuanto fenómeno cultural, el paisaje no es apreciado solamente por sus cualidades estéticas, sino que le podemos atribuir también cualidades patrimoniales, como las que pueden tener un cuadro, un edificio o un monumento y, por lo tanto, el paisaje reclama también unas condiciones de estudio, análisis, conocimiento, difusión y protección similares a las de las obras artísticas e históricas. Es relativamente fácil entender en qué consisten las cualidades patrimoniales de un monumento escultórico o arquitectónico, pero no es tan fácil entender por qué un paisaje, de apariencia cotidiana, posee un valor similar al que puede tener un monumento. Un monumento o una obra de arte son capaces de resumir, en un lenguaje simbólico, los saberes, conocimientos, creencias, ideales y mitos de la época en que fue construido. Cualquier obra de arte, con independencia de sus valores estéticos, nos habla del estado de la técnica, de las capacidades del ingenio, de los valores éticos, políticos y sociales de la época y la sociedad en que fue creada a través de los rasgos que el artista ha sido capaz de plasmar en ella.
Fig. 2. El río Tajo a su paso por Carrazeda de Ansiães.. Fig. 3. Dehesa ganadera en Montemor-o-Novo.
Los historiadores nos llaman la atención sobre la importancia que tiene la figura del artista en el acto de valorar la obra de arte, de tal manera que podemos reconocer su autoría a través del análisis de esos rasgos personales que deja en su trabajo. De la misma manera cualquier paisaje habla, si lo queremos escuchar, de los valores éticos, políticos y sociales, así como de los saberes, conocimientos, creencias, ideales y mitos de los pobladores que lo forjaron, de la capacidad técnica y del ingenio desarrollado para sobrevivir en ese territorio, de la manera como sus pobladores han visto y comprendido el mundo. La diferencia con la obra de arte es que en la construcción del paisaje físico no hay un artista. Los autores de los paisajes son cientos de miles de personajes anónimos que, desde épocas prehistóricas, están tallando el territorio, roturando sus campos,
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abriendo los caminos, construyendo muros de contención, canales de riego, puertos, escolleras y un número ilimitado de acciones y actuaciones que han dotado de un carácter determinado y único a cada lugar. La expresión de ese carácter es lo que llamamos paisaje. Pero de la misma manera que en la obra de arte reconocemos una autoría, en el paisaje esa autoría es la de una colectividad que con sus mitos y sus ritos, con sus creencias y saberes, con su cultura autóctona han dado forma diferente a cada fragmento del territorio y, cada uno de esos fragmentos nos habla de la manera de ser de esas colectividades. En Europa todo el territorio está antropizado, y lo está desde hace veinte o treinta siglos, según las regiones. El paisaje resultante de esa antropización es una acumulación de estratos de trabajos agrícolas, ganaderos, residenciales e industriales, ejecutados durante siglos, que resumen, mejor que los documentos, que los monumentos y que las obras de arte la historia de un país. El territorio ha sido surcado por arados, caminos, canales, muros, hitos defensivos, asentamientos de población, que, según las necesidades y las posibilidades de cada época y de cada región, han cobrado diferentes formas y envergaduras. Por lo general esas acciones y construcciones, en muchos casos hoy en desuso, están ahí y configuran lo que un territorio tiene de paisaje. Son hitos hacia los que mirar, pero también son testigos de la historia y son poseedores de significados que van más allá de lo meramente semiótico ya que resumen los anhelos, las vivencias, las ilusiones y las pasiones de muchas generaciones de moradores y, hoy día, son esos paisajes los acumuladores de la identidad de los países. Cuando se contemplan bancales de viñedos o dehesas ganaderas, estamos contemplando monumentos culturales, obras de arte anónimo que nos resumen la historia de los lugares, las formas de vivir y alimentarse de sus moradores, la estructura de sus familias, el estado de su economía. Esto lo hacen con la misma o mayor eficacia que los documentos mercantiles, los títulos de propiedad o las actas judiciales que se conservan en los archivos y a las que tan aficionados son los historiadores. El paisaje, en cuanto documento que permite la interpretación del territorio, es la forma fenomenológica como se presenta esa escritura que ha sido trazada con el arado y la rueda, con el paso del ganado, con la elevación de un puente, con el embalse de un cauce o con la construcción de un molino. Cuando contemplamos una elevada cima montañosa o una imponente catarata, no nos cabe ninguna duda de que nos encontramos ante un auténtico paisaje y admiramos la obra de la madre naturaleza. Admiramos la potencia de una naturaleza ciega que nos sorprende por su fuerza impetuosa, por su poder irreductible, pero que aún poseyendo grandes valores geográficos, geológicos, botánicos o zoológicos, carece de valores culturales, de cualidades patrimoniales. Por el contrario, cuando contemplamos un paisaje agrícola, un aparente lugar común, carente de acontecimientos monumentales, podemos estar contemplando un paisaje que lo es no por lo que sorprenden sus formas desmesuradas, sino por lo que tienen de depósito patrimonial, de resumen de la historia de un país. 89
14.
El concepto de paisaje contemporáneo necesita replantear la “idea de espacio”, ofreciendo una nueva dimensión física y conceptual del propio paisaje acorde a nuestro tiempo. Por ello requiere de nuevos instrumentos urbanísticos, tecnológicos, arquitectónicos y jurídicos, capaces de renegociar las ideas de espacio y tiempo, así como de lugar y sitio. Este proceso de búsqueda requiere renegociar cualquier código que suponga un corsé de pensamiento, acción, obligación o participación, y revisar, a su vez, las concepciones de representación de la realidad, paradigma de nuestro tiempo convulso, efímero y dinámico. El territorio y la ciudad han llegado a convertirse en copia de su representación, de sus mapas y planos, incluso de su imaginario. Su realidad está en la representación cartográfica como vínculo normativo jurídico, eludiendo con ello la presencia del hombre.
Jørgen Primdahl La idea del espacio: sobre espacios y lugares en el contexto de la Convención Europea del Paisaje (CEP) 1 Es acertado replantearse conceptos de espacio dentro del contexto de la CEP. Resulta necesario para una cooperación sostenida dentro de las redes y entre ellas. 2 La definición de paisaje propuesta por la Convención Europea del Paisaje es —con todo merecimiento— cada vez más utilizada. Pero, ¿es el de “percibido” un término demasiado limitado? Las traducciones de términos similares en danés y alemán apuntarían a una posible conveniencia del uso de “concebido”. 3 Cada vez más, el paisaje, cualquier paisaje, se encuentra conectado a otros, posee dimensión de “flujo” y de “lugar”. Es esta una consecuencia de todos esos procesos que, en su conjunto, se conocen hoy como “globalización”. Los conceptos de “espacio” y “flujo” en Castells resultan de utilidad dentro del contexto del paisaje (Giddens 1990; Castells, 2000). 4 Los paisajes rurales se ven afectados por diversas combinaciones de desarrollos agrícolas y de procesos de urbanización, lo que entraña importantes repercusiones, tanto en la noción de espacio como en la política y el planeamiento. Dos agendas políticas internacionales son particularmente relevantes dentro del contexto del paisaje: la agenda del mercado abierto y la agenda de la sostenibilidad. Mientras la primera afecta a las estructuras agrícolas, la segunda lo hace (a diferentes niveles según países y regiones) a la urbanización en sus diversas formas, incluyendo la
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contraurbanización. Ambas agendas se encuentran deficientemente integradas, tanto en investigación como en la formulación de políticas (Dwyer y Hodge, 2001; Primdahl y Swaffield, 2010; y Primdahl et al, 2010). 5 El paisaje puede (y debe) sentirse, analizarse y debatirse desde tres ángulos: (1) protección, gestión y cambio, (2) representación y (3) imaginación (Harvey, 1989; Lefvre. 1991). Las posiciones estrechas sobre lo que es la “realidad” no resultan suficientes: será necesario incluir varias dimensiones del paisaje. La mayor parte de las regiones precisan con suma urgencia un desarrollo de estrategias que persigan unos futuros paisajes multifuncionales. Dichos procesos deberían incluir cuatro aspectos: (1) movilizar la atención hacia el “todo”; (2) captar la situación: en dónde estamos/ cuál es la problemática; (3) una movilización y enriquecimiento de los recursos de conocimiento disponibles, y (4) generar ideas estratégicas sobre conceptos marco y proyectos clave para la acción (Healy, 2009).
Referencias Castells, M. (2000): The Rise of the Network Society. 2ª edición. Blackwell Publishers, Oxford. Dwyer, J. y Hodge, I. (2001): “The challenge of Change: Demands and Expectations for Farmed Land”, en Smout, T. C. (ed.), Nature, Landscape and People since the Second World War. Tuckwell Press, East Linton, pp.117-134. Giddens, A. (1990): The Consequences of Modernity. Polity Press, Cambridge. Harvey, D. (1989): The Condition of Postmodernity. Blackwell, Cambridge. Healey, P. (2009): “In Search of the ‘Strategic’ in Spatial Strategy Making”, en Planning Theory & Practice, 10 (4), pp. 439-457. Lefebvre, H. (1991): The Production of Space. Blackwell, Cambridge. Primdahl, J. y Swaffield, S. (2010): “Globalisation and the sustainability of agricultural landscapes”, en Primdahl and Swaffield (eds.): Globalisation and agricultural landscapes - change patterns and policy trends in developed countries. Cambridge University Press, Cambridge, pp 1-15. Primdahl, J.; Andersen, E.; Swaffield, S. R. y Kristensen, L. S. (2010): “The intersecting dynamics of agricultural structural change and urbanisation within European rural landscapes – change patterns and policy implications”, en actas del congreso Living landscape – the European Landscape Convention in Research Perspective. Bandecchi & Vibaldi, Pisa, pp. 355-370.
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15.
El paisaje debe ser resultado de la interacción entre la concertación y participación social y el proyecto crítico, dando respuesta a la permanencia y transformación del territorio como un hecho insustituible. Esto no debe producirse según una dependencia casual del general al particular, sino absorbiendo y restituyendo energía crítica y creativa. El proyecto de paisaje resulta eficaz para responder en tiempo real a una pregunta de transformación del hábitat, cada día más veloz y cambiante, porque se interesa no tanto en la construcción de objetos, sino en la relación entre ellos. Relación entre sistemas de elementos incluso heterogéneos entre ellos, que puestos en secuencia constituyen una unidad semántica.
Jordi Romero-Lengua Xavier Sabaté i Rotés Participación ciudadana en la ordenación y gestión del paisaje El Convenio Europeo del Paisaje (CEP) parte de una concepción integradora del paisaje. El artículo primero define el paisaje como una parte del territorio tal como la perciben los pueblos locales o los visitantes, los atributos visuales y el carácter del cual son el resultado de la acción de factores naturales y/o culturales y de sus interrelaciones. Esta definición aporta dos grandes innovaciones en la consideración del paisaje: el paisaje como un fenómeno propio de todo el territorio, y el paisaje como la confluencia entre una realidad física y su representación por parte de un individuo o una colectividad. El paisaje, resultado de la realidad física y su representación social El segundo artículo refuerza la aplicación del CEP en todo el territorio y abraza los espacios naturales, rurales, urbanos y periurbanos. Incluye los espacios terrestres, las aguas interiores y las marítimas. Se refiere tanto a los espacios que se pueden considerar singulares como a los paisajes cotidianos y a los paisajes degradados. Antes del CEP, se solía considerar “paisaje” únicamente los espacios excepcionales por su belleza, sus cualidades naturales o su significado histórico. Por otro lado, el CEP otorga a la percepción subjetiva un papel fundamental para entender un paisaje: el paisaje es, al mismo tiempo, una realidad física y la representación que nos hacemos de ella. Es la fisonomía de un territorio con todos sus elementos naturales y antrópicos y también los sentimientos y las emociones que despiertan en el momento de
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contemplarlos. El paisaje es, en definitiva, la proyección cultural de una sociedad en un espacio determinado desde una dimensión material, espiritual y simbólica (Nogué y Sala, 2006). Este enfoque híbrido se traduce en una multiplicidad de valores que caracterizan el paisaje, desde valores estéticos y ecológicos a valores sociales, pasando por valores simbólicos e identitarios. Además, no todos los paisajes tienen el mismo significado para todos y a cada paisaje se le pueden atribuir diferentes valores y en grados distintos. Un ingrediente clave en esta combinación entre componentes objetivos y subjetivos es la del sentido de lugar: el paisaje es, en gran parte, un elemento vivencial, es decir, que está configurado a partir de la suma de experiencias vividas a lo largo de los años, con los sentimientos de pertenencia e identidad que eso comporta (Nogué y Sala, 2006). Fundamentos de participación ciudadana La democracia ha consolidado un sistema representativo que otorga el poder de decisión a los ciudadanos a través del sufragio universal, y que se conoce como democracia representativa. Sin embargo, en los últimos años se ha ido consolidando una crisis de confianza en las instituciones públicas y sus representantes y una pérdida de legitimidad y de prestigio social de la política en general. Este fenómeno ha recibido el nombre de desafección democrática. Con el sistema electoral no se acaban los derechos y responsabilidades de la ciudadanía para incidir en las decisiones que se toman sobre el territorio. Existe un abanico, cada vez más amplio, de formas de participación que van más allá de las urnas. Estas formas de participación ciudadana se agrupan bajo el paraguas conceptual de la democracia participativa. Se puede definir la participación ciudadana como el proceso mediante el cual los individuos inciden sobre las instituciones, programas y territorios que les afectan (Heras, 2002). La finalidad de la participación es que la decisión política se tome con conciencia plena de los valores y los intereses que entran en juego, y del impacto que provoca sobre los intereses de la población. ¿Por qué es interesante la participación ciudadana? Varios autores proponen las ventajas y beneficios que aporta la participación ciudadana. En resumen, se puede decir que la participación contribuye al buen gobierno de nuestras sociedades, y puede ser un buen revulsivo contra la desafección democrática. A continuación se expone una selección de los beneficios que aporta la participación: • Las decisiones tomadas a través de procesos participativos están más legitimadas y mejor comprendidas por el conjunto de la ciudadanía.
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• La participación permite acercar la ciudadanía a la política y las instituciones públicas. Es la principal escuela de democracia. • Permite disponer de las aportaciones, los conocimientos y las sensibilidades de los diversos actores sociales y económicos implicados en las políticas. • Fomenta espacios de encuentro y dinámicas colaborativas que fortalecen las relaciones cívicas y el capital social. • Contribuye al aprendizaje social y a la generación de conocimiento.
Fig. 1. Niveles de participación en función del grado de implicación ciudadana. Fuente: elaboración propia.
Los niveles de participación ciudadana y el paisaje La participación puede tomar muchas formas, desde las más modestas y limitadas hasta las más profundas y completas. Es ya clásica la “escalera de la participación”, que establece diversos niveles de participación según el grado de implicación e intervención de la ciudadanía en las políticas públicas, desde la ausencia de información e implicación social, hasta el nivel máximo de participación, en el que las administraciones ayudan a los interesados y decisiones comunitarias (Sabaté et al., 2009). Nos centraremos en cuatro niveles de participación dentro de esta escala, desde la información a los interesados hasta la acción conjunta (ver Fig.1). A continuación describimos las características de estos cuatro niveles de participación: • Información: los grupos y los individuos reciben información sobre las acciones propuestas, pero sin posibilidad de cambiarlas. La información, por sí sola, no implica participación, pero sí que es fundamental para llevar a término una participación adecuada. Los períodos de información pública vinculados a la tramitación de los planes urbanísticos serían un ejemplo de este tipo más básico de participación.
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• Consulta: las comunidades locales y otros sectores interesados proporcionan o reciben información sobre un proyecto o plan y sus puntos de vista son estudiados y tenidos en cuenta. En ningún caso las peticiones o consultas efectuadas son vinculantes, y la última palabra la tiene siempre la Administración. Los procesos de participación vinculados a los Catálogos de paisaje de Cataluña serían un ejemplo de consulta. • Concertación: Los sectores interesados o afectados por un tema son invitados a estudiarlo, discutirlo y, finalmente, a participar en la toma de decisiones. Aplicada en paisaje, la concertación implica la identificación común de los paisajes y llegar a acuerdos y compromisos recíprocos para una mejor aplicación de las políticas de paisaje. Las Cartas de paisaje de Cataluña serían un ejemplo de un instrumento de ordenación del paisaje basado en la concertación. • Acción conjunta: En este caso, los participantes, además de decidir conjuntamente las estrategias que se desarrollarán, se comprometen también a actuar. Un ejemplo lo encontramos en la custodia del territorio, donde un propietario establece un acuerdo voluntario con una entidad de custodia para que ésta gestione o asesore la gestión de la finca. Los grados de participación se construyen uno encima del otro. Para poder ejercer plenamente un grado de participación, será necesario garantizar los grados de participación previos. Claves para una participación ciudadana en la ordenación del paisaje El éxito de la participación en la ordenación del paisaje depende de muchos factores. Sin embargo, hay tres que son decisivos: los participantes, la escala de trabajo y los recursos disponibles. A continuación detallamos cada uno de ellos: • Los participantes: son los auténticos protagonistas de cualquier proceso de participación. Puesto que el paisaje es un tema que afecta a una amplia diversidad de agentes, será necesario contar con una buena representación de la sociedad de un territorio determinado para garantizar una participación efectiva. • La escala de trabajo: se trata de una variable clave que condiciona significativamente el contenido y la forma de cualquier proceso participativo. En general, cuanto más local es el proceso, más sencillo es para la gente encontrar referentes cotidianos propios y, seguramente, más interés puede generar. En cambio, a medida que el ámbito se aleja de la escala humana, los intereses se vuelven más abstractos y lejanos. • Los recursos: pueden marcar los objetivos y el tempo de la participación. Sin embargo, no existe un peso ideal de la participación en la asignación de recursos, y el punto óptimo de dedicación a la participación puede variar según el caso.
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Estos factores están estrechamente vinculados entre ellos; por ejemplo, hay una relación proporcional entre la escala de trabajo y el esfuerzo para conseguir la representatividad. Puede convenir trabajar a escalas más pequeñas (unidades de paisaje, o territorios concretos) para maximizar la representatividad. Por último, la educación y la sensibilización previa son un prerrequisito de una participación adecuada. Cualquier proceso participativo debería ir acompañado de un buen plan de comunicación y sensibilización hecho a medida. Además, es fundamental aclarar el alcance real de la participación, tanto a nivel interno como ante los participantes, para evitar frustraciones. Igualmente, hay que garantizar un retorno a los participantes, para que no tengan la impresión de que su participación no ha servido de nada. Seguramente queda mucho camino por recorrer en el desarrollo democrático de nuestros territorios, pero la participación en el paisaje puede ser un signo de madurez social y política.
Referencias Heras, F. (2002): Entretantos: guía práctica para dinamizar procesos participativos sobre problemas ambientales y sostenibilidad. GEA, Valladolid. Nogué, J.; Sala, P. (2006): Prototipus de Catàleg de Paisatge. Bases conceptuals, metodològiques i procedimentals per elaborar els catàlegs de paisatge de Catalunya. Edición revisada. Observatori del Paisatge de Catalunya, Olot. Disponible en http://www.catpaisatge.net/fitxers/Prototipus2006.pdf. Sabaté, X.; Romero-Lengua, J.; Huguet, P.; Basora, X. (2009): Participar. Com incidir en les decisions que afecten el territori. Edicions Tres i Quatre e Institut del Territori, Valencia. Sabaté, X. (2009): Les veus del paisatge: reflexions metodològiques sobre la participació ciutadana en els catàlegs de paisatge de Catalunya (2005-2009). Disponible en http://bit.ly/huPorv.
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16.
El paisaje comporta la necesidad del proyecto como acción consecuente, proceso permanente, condición simbiótica en la corresponsabilidad con el paisaje. El paisaje es la única dimensión multiescalar que establece un contacto vital entre proyecto y la contemporaneidad. Ningún paisaje puede vivir sin un proyecto, bien sea desde una acción como vínculo o conservación, o bien cuando dé lugar a intervenciones de gestión o mantenimiento, o incluso a intervenciones explícitas innovadoras, de valorización o recualificación.
Maria Kozova El punto dieciséis del Manifiesto por el Proyecto de Paisaje Europeo se ocupa de un paisaje que comporta la necesidad del proyecto como acción consecuente, proceso permanente: una condición simbiótica de responsabilidad compartida entre proyecto y paisaje. El paisaje es un escenario que combina valores científicos, culturales, sociales, ecológicos y económicos. Muchas de las disciplinas que se ocupan del paisaje se valen de enfoques y herramientas que les son propios. No hay en el proceso de planificación una única vía científicamente correcta. Por tanto, será fundamental utilizar y aplicar un enfoque sinérgico. El proceso de planificación deberá abrirse a los grandes agentes implicados, para quienes tendremos que encontrar la forma más adecuada —sobre todo en el caso de la comunidad local— de explicar el sentido de aquellas propuestas que defienden un desarrollo sostenible del paisaje así como del concepto de “objetivo de calidad paisajística”. Por ello, los procesos de planificación deben partir de: a) una concienciación que culmine en una acción sobre el paisaje; b) un movimiento de la identificación a la caracterización, de la consulta a la elaboración de una decisión final; y c) un apoyo a los partenariados y al trabajo en equipo. El punto 16 del Manifiesto subraya que el paisaje es la única dimensión multiescalar que establece un contacto vital entre proyecto y la contemporaneidad. Por escala, Farina (2007) entiende, sobre todo en ecología del paisaje, aquellas dimensiones espaciales o temporales en las que un organismo, un patrón o un proceso se vuelven reconocibles. Las escalas de interés son múltiples, y en cada una de ellas hay procesos que se vuelven visibles por los caracteres que en ellos predominan. Los factores de tiempo y movimiento son consustanciales a la comprensión del paisaje en una dimensión multiescalar (tab. 1).
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¿Qué tareas científicas significativas se relacionan con el escalamiento? Según una lista de grandes temas de investigación en ecología del paisaje elaborada en 2001 a partir de las sugerencias de un grupo de profesionales del ramo, el escalamiento exige el desarrollo de: a) una extrapolación de información sobre paisajes heterogéneos; b) un desarrollo de una teoría y métodos de escalamiento; y c) la derivación de relaciones de escalamiento empírico en los patrones y procesos paisajísticos (Wu, Hobbs, 2007). Para Wu y Hobbs (2007), las jerarquías espaciales, temporales y organizativas plantean tres dimensiones primarias de escala, en las que espacio y tiempo son las más importantes. Los autores interpretan la heterogeneidad del paisaje como manifestación del mosaico (patrones separados) y gradientes (variaciones continuas) que se entrelazan a lo largo de múltiples escalas espaciales. La información sobre los cambios en el paisaje resulta necesaria a múltiples escalas: para desarrollar indicadores que identifiquen los cambios en la superficie y condición del paisaje a partir de mapas históricos y de imágenes controladas a distancia de diversas escalas de resolución, debiéndose poner el foco en la conexión de la investigación científica integrada a escala global por un lado, y en los agentes implicados en la toma de decisiones a escala local por el otro. Nuestro objetivo es mejorar nuestra comprensión sobre cómo los cambios paisajísticos en un nivel tienen efectos derivados o secundarios en otros.
106 años
Geología de la tectónica de placas, evolución biológica de las especies
105 a 104 años
Procesos macroclimáticos (procesos glaciales, procesos macrogeomorfológicos (desarrollo de macroformas de relieve)
103 años
Formación y desarrollo del suelo, procesos geohidrológicos, incidencias repetidas en el largo plazo
102 a 101 años
Procesos de sedimentación (costera, fluvial), retroalimentación biológica – efectos tras alteraciones, invasiones biológicas, forestación
10-1 a 1 años
Agricultura , horticultura, urbanización
Meses
Epidemias biológicas (enfermedades), cambios estacionales de clima y vegetación, migración de especies, jardinería, construcción
Días a horas
Catástrofes originadas por situaciones meteorológicas extremas (inundaciones, tifones), actividad volcánica, corrimientos de tierras, erosión/sedimentación acelerada del terreno
Minutos a segundos
Terremotos, avalanchas, derrumbes, explosión nuclear
Tab. 1. Dimensiones temporales de los procesos de formación de paisajes (según Zonneveld, 1995)
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Otro mensaje importante contenido en el punto 16 del Manifiesto es que ningún paisaje puede vivir sin un proyecto, bien sea desde una acción como vínculo o conservación, o bien cuando dé lugar a intervenciones de gestión o mantenimiento, o incluso a intervenciones explícitas innovadoras, de valorización o recualificación. Para Zagari (2010) “el paisaje como proyecto” exige sus propias dimensiones y técnicas específicas, centrándose en la conciencia cultural, en la estética y en la arquitectura del paisaje (Zagari, 2010) y debiendo incluir también una dimensión ecológica del paisaje así como un constructo mental y social (Antrop y Van Eetvelde, 2010). La caracterización interdisciplinar y transdisciplinar del paisaje como proyecto será clave para que dicho paisaje sea una acción coherente dentro de un contexto local que involucre a los agentes locales. Sin embargo, la interconexión entre la coordinación de, y la comunicación entre todos los socios será fundamental a la hora de plantearse el paisaje como proyecto. La solución final habrá de ser aceptada por las comunidades locales / regionales. Los paisajes son plataformas del aprendizaje, y el aprendizaje puede realizarse a través del propio paisaje. Por último, pero no por ello menos importante, construir partenariados conducirá a la sostenibilidad de cada acción. Los paisajes europeos, fruto de unas actividades humanas y de un uso del territorio realizados en el pasado a lo largo de prolongados periodos de tiempo, se encuentran amenazados por el desarrollo económico, la urbanización, la intensificación de los incendios, la deforestación, la fragmentación impuesta por las redes de transporte, el turismo de masas (por ejemplo, en zonas protegidas y costeras) y también por la guerra. Es por ello por lo que, para concluir, queremos hacer hincapié en la responsabilidad conjunta de científicos, investigadores y planificadores en el actual estado de cosas y en una gestión del paisaje sostenible. La investigación científica y las instituciones de planificación son vitales para la implementación de lo contenido en el punto 16 del Manifiesto de las Islas Canarias. Hará falta emprender intervenciones innovadoras de valorización o recualificación y mejoras en la eficiencia de la planificación. El papel crucial de los científicos en una gestión del paisaje sostenible implica: a) conectar con mayor eficacia el conocimiento inherente a la investigación paisajístico-ecológica con las necesidades de la práctica, y b) construir un entorno motivador que haga posible una cooperación más focalizada e interactiva entre científicos, planificadores, comunidades locales y demás agentes, algo especialmente importante para transferir a los planificadores, diseñadores y gestores, con el apoyo de herramientas y directrices motivadoras, conocimiento sobre la gestión del paisaje o las intervenciones de mantenimiento a partir de las observaciones científicas. Las nuevas tecnologías, las políticas de mejora del suelo, las convenciones, los consensos y la legislación, son fuerzas motoras de gran importancia y que tienen efectos positivos en los procesos
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de creación de proyectos de paisaje. Es necesario desarrollar nuevos métodos, instrumentos de múltiples capas y de gobierno en el ámbito de la planificación, la gestión, la conservación y el mantenimiento del paisaje.
Referencias Antrop M.; Van Eetvelde, V. (2010): “Landscape as a holistic, perceptive and dynamic phenomenon”, en Pedroli, B.; Goodman, T. (2010): Landscape as a project. UNISCAPE, Libria, pp. 40-45. Farina A. (2007): Principles and methods in landscape ecology. Landscape series, vol. 3, ed. por Springer, p. 412. Wu, J.; Hobbs, R. J. [eds.] (2007): Key topics in landscape ecology. Studies in landscape ecology. University Press, Cambridge, p. 297. Zagari, F. (2010): “Landscape as a project”, en Pedroli, B.; Goodman, T. (2010): Landscape as a project. UNISCAPE, Libria, pp. 13-24. Zonneveld, I. S. (1995): Land Ecology. SPB Academic Publishing, Ámsterdam, p. 200. Zagari F. (2010). Landscape as a project. En: Pedroli B., Goodman T. 2010. Landscape as a project. UNISCAPE. Libria, pp. 13-24. Zonneveld, I. S., (1995): Land Ecology. SPB Academic Publishing, Ámsterdam, p. 200.
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17. El proyecto de paisaje actúa sobre “modos” y sistemas complejos del
territorio donde se ubica, con un constante trabajo de descomposición y reagregación de elementos de diferente naturaleza, sociales, económicos, culturales. La práctica del proyecto de paisaje, en particular, se confunde realmente con la de la planificación y el plan urbanístico. La equivocación más usual está en plantear u orientar el proyecto y la planificación u ordenación como acciones de una misma “gama” a escalas distintas, tanto de detalle como a “gran escala”, desvirtuando la naturaleza intrínseca que debe asumir. El objetivo del proyecto de paisaje debe reafirmar, mantener o establecer ex-novo los “caracteres” en algún contexto que se retengan estratégicos, en los que se exprima la cualidad que denominamos paisaje, muy alejado de las respuestas urbanísticas genéricas de estos últimos años.
Francesc Muñoz Paisajes aterritoriales, paisajes en huelga 1. Presentación La evolución del territorio y las ciudades muestra actualmente la producción de paisajes, atmósferas y ambientes, tanto urbanos como no urbanos, que son replicados y clonados independientemente del lugar a lo largo y ancho del planeta. Es lo que hemos convenido en llamar tematización. Una producción de territorio a escala global que se concreta en la multiplicación de paisajes comunes, orientados no ya al consumo de un lugar sino al consumo de su imagen, independientemente de donde se encuentre físicamente el visitante.
Fig. 1. Urbanización dispersa en la región metropolitana de Barcelona (casas aisladas); Fig. 2. Urbanización dispersa en la región metropolitana de Barcelona (casas pareadas); y Fig. 3. Urbanización dispersa en la región metropolitana de Barcelona (casas aisladas). Tesis doctoral de Francesc Muñoz. Fotos: Joan Morejón/ Roser López.
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Emerge así una nueva categoría de paisajes temáticos que se definen por su aterritorialidad. Es decir, paisajes independizados del lugar, que ni traducen sus características sobre el territorio ni son resultado de sus contenidos físicos, sociales o culturales. Paisajes reducidos, así pues, a sólo una de las capas de información que lo configuran, la más inmediata y superficial: la imagen. Los paisajes son de este modo consumidos independientemente del lugar porque ya no tienen ninguna obligación de representarlo ni de significarlo. Son paisajes “desanclados” del territorio y van, sencillamente, dimitiendo poco a poco de su función, declarándose así en huelga.
Fig. 4. Entrada a Phoenix (Arizona). Autopista interestatal 15. Foto: Francesc Muñoz.
Estos son los paisajes de la urbanalización, espacios temáticos donde la única forma de representación pasa por el gadget o el souvenir; entornos que forman parte de una cadena de imágenes sin lugar, reproducidas en régimen de take-away. 2. Los paisajes aterritoriales La dispersión de la población, la producción y el consumo sobre el espacio han hecho que la cartografía urbana se haya hecho ya casi total. Esta extensión global de la ciudad y lo urbano ha producido también algo que puede llamarse como indiferentismo espacial. Es decir, aparecen semejanzas morfológicas entre espacios normalmente concebidos como diferentes en momentos anteriores. Así había sucedido tradicionalmente con los espacios urbanos y los rurales, con los centros y las periferias, con las grandes ciudades y las de menor tamaño. Se puede ilustrar este fenómeno en dos direcciones: • En primer lugar, existe un indiferentismo espacial entre áreas con diferentes grados de urbanización que, paradójicamente, no aparecen tan distantes en términos morfológicos. En otras palabras, es posible encontrar características urbanas en
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territorios normalmente concebidos como espacios no urbanos. La aparición de las llamadas edge cities, o ciudades “en el límite”, o la multiplicación de parques tecnológicos, industriales y temáticos en espacios regionales, son buenos ejemplos de este proceso.
Fig. 5. Área residencial en Los Ángeles; Fig. 6. La ciudad extensa al sur de Buenos Aires; Fig. 7. El paisaje de las urbanizaciones dispersas en la región de Barcelona. Fotos de Francesc Muñoz.
Esta dinámica produce la homogenización formal y funcional entre estos territorios de expansión metropolitana a partir de la localización de usos característicos de la urbanización dispersa: la residencia unifamiliar, las infraestructuras viarias o los contenedores comerciales, de ocio y turísticos. Un paisaje que se puede encontrar de forma secuenciada y repetida en cualquier sección que se haga del territorio metropolitano. Edward Relph se refiere de forma muy gráfica a este paisaje compuesto por discontinuidades repetidas de forma estandarizada: To drive around a city in the 1980’s is to encounter a limited range of different types of townscapes, indefinitely repeated. These are, in fact, so different that they seem to bear little or no relationship to one another. There are drab modernist renewal projects, gleaming towers of conspicuous administration, gaudy commercial strips, quiet residential suburbs, the blank boxes and great parking lots of shopping malls, quaint heritage districts, industrial estates; then there are more modernist housing projects, more suburbs, another comercial strip, another industrial district, another post-modern townscape, another suburb... It seems that modern life is filled with an easy acceptance of repetitive standardised discontinuities. (Relph, 1987) • En segundo lugar, puede observarse un indiferentismo espacial comparando espacios tipológicos concretos en ciudades diferentes. De forma más específica, las diferencias morfológicas entre los espacios de renovación, como pueden ser waterfronts o centros históricos, en la mayoría de ciudades son prácticamente inexistentes Estos procesos han determinado un progresivo vaciado de los atributos del paisaje geográfico en general y del paisaje urbano en particular. Para ilustrar esto, basta recordar la progresiva especialización de territorios dedicados a la producción de un tipo específico de paisaje, de morfologías especialmente diseñadas para el consumo
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Fig. 8 Gasolinera y zona comercial. Las Vegas.
Fig. 9. Renovación urbana en Puerto Madero. Buenos Aires. Fotos de Francesc Muñoz.
mediático y visual de las poblaciones metropolitanas: el paisaje natural, el paisaje urbano histórico o el paisaje urbano portuario serían tres ejemplos muy claros. Estas dinámicas son tan importantes que se puede hablar de la existencia de un sistema de producción de paisaje que tiene por objeto la producción de morfologías, atmósferas y ambientes urbanos paradójicamente sin temporalidad ni espacialidad reales sino simuladas, replicadas o, simplemente, clonadas. Una producción de forma urbana globalizada que se concreta en una serie de paisajes comunes orientados no ya al consumo de un lugar sino al consumo de su imagen, independientemente de dónde se encuentre físicamente el visitante consumidor. En palabras de Ignasi de Solà-Morales: Nos estamos enfrentando a la experiencia de una nueva cultura mediática en la cual las distancias son cada vez más cortas hasta el punto de hacerse instantáneas. Una cultura mediática caracterizada por el hecho de que la reproducción de imágenes, con toda clase de mecanismos, hace que estas dejen de estar vinculadas a un lugar específico y que fluyan, de forma errática, a lo largo y ancho del planeta (Solà-Morales, 1995).
Fig. 10. La torre Canada en Canary Wharf. Londres. Foto: Francesc Muñoz.
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Emerge así una nueva categoría de paisajes definidos por su aterritorialidad: esto es, paisajes independizados del lugar, que ni lo traducen ni son el resultado de sus características físicas, sociales y culturales, paisajes reducidos a solo una de las capas de información que lo configuran, la más inmediata y superficial: la imagen. Pero si habitar el lugar tiene así tanto que ver con el consumo de su imagen la conclusión es muy clara: si bien no es posible crear el lugar su imagen si puede ser reproducida, simulada o replicada. Es decir, la imposibilidad de crear el lugar venía siempre dada por la dificultad para reproducir las relaciones sociales y culturales que lo caracterizan. Unos elementos que solo el paso del tiempo, la historia, puede generar. Ante la imposibilidad de crear el lugar, sin embargo, se ha tendido a recrearlo, y eso, ni más ni menos, es lo que se ha venido haciendo tradicionalmente en los parques temáticos y de ocio: recrear, simular lugares lejanos y, ya que se trata de una recreación, también tiempos pasados e incluso la síntesis de ambos procesos: reproducir lugares remotos del pasado, como la China de Marco Polo, la Inglaterra del Rey Arturo o el Far West. Así, entendiendo el paisaje como la resultante del lugar, como la traducción de las relaciones sociales y culturales que dan forma al locus, el paisaje no puede ser creado, únicamente recreado. Pero si de lo que se trata es de su imagen la cosa es diferente. Más todavía, si el paisaje se reduce a su imagen, a su contenido visual, entonces, repitiendo las palabras de Solá-Morales, el paisaje es reproducible, con toda clase de mecanismos, hasta el punto de que el paisaje, los paisajes, dejan de estar vinculados a un lugar o lugares específicos y fluyen, de forma errática, a lo largo y ancho del planeta. En otras palabras, el paisaje, los paisajes, toda vez simplificados a través de su imagen, no solo pueden ser recreados sino, de hecho, creados. Se pueden así reproducir las calles y casas típicas de la Boca o de Nueva Orleans y replicarlas en cualquier centro
Fig. 11. Cine Imax y área residencial en la Potsdamer Platz. Berlín.
Fig. 12. Espacio público en la Giudecca. Venecia; Fotos: Francesc Muñoz.
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comercial del mundo. Es posible simular los tejados, ventanas y celosías de las ciudades islámicas repitiéndolos por doquier en mil y una urbanizaciones de verano en resorts y áreas turísticas del sur de Europa. Es fácil así seleccionar los elementos visuales más pintorescos de los centros históricos mediterráneos, como los tonos de color de las fachadas, las puertas de madera o hasta los espacios públicos, y clonarlos incluso en otros centros históricos. Estos paisajes resultado de sucesivos copy&paste son absolutamente independientes del lugar, porque ya no tienen ninguna obligación de representarlo ni significarlo; son paisajes “desanclados” del territorio que, tomando la metáfora de la huelga de los acontecimientos que explica Jean Baudrillard, van sencillamente dimitiendo de su cometido: Es como si los acontecimientos se transmitiesen la consigna de la huelga. Uno detrás de otro, van desertando de su tiempo, que se transforma en una actualidad vacía, dentro de la cual ya solo tiene lugar el psicodrama visual de la información (Baudrillard, 1993). De la misma forma, los paisajes también van declarándose progresivamente en huelga. Si los acontecimientos desiertan de su tiempo los paisajes dimiten de su lugar. Al igual que el tiempo se transforma en actualidad el espacio se reduce a su imagen. Al gobierno de la actualidad informativa corresponde así un espacio simplificado regido por las reglas del consumo y la visita turística, donde la única posibilidad de representación pasa por el gadget o el souvenir.
Fig. 13. Instalación artística publicitaria de la empresa Galp en La Plaza Du Comerço de Lisboa.
Fig. 14. La Plaza Bp (British Petroleum) con el Hotel Buenaventure al fondo. Los Ángeles.
Narración mediática del tiempo y apropiación temática el espacio van así de la mano, configurando una realidad en la que la cadena continua de noticias va acompañada de otra cadena también de alcance global: la de las imágenes sin lugar reproducidas en régimen de take-away.
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3. Planificación y política urbana en la metrópolis postindustrial: la urBANALización Teniendo en cuenta todo lo dicho, quizás podamos entender ahora mejor cómo ciudades con historia y cultura diferentes y localizadas en lugares diversos están produciendo un tipo de paisaje estandarizado y común. Aparece así un tipo de urbanización banal del territorio, en tanto en cuanto los elementos que se conjugan para dar lugar a un paisaje concreto pueden ser repetidos y replicados en lugares muy distantes tanto geográfica como económicamente. La “urbanalización” se refiere, así pues, a cómo el paisaje de la ciudad se tematiza, a cómo, a la manera de los parques temáticos, fragmentos de ciudades son actualmente reproducidos, replicados, clonados en otras. El paisaje de la ciudad, sometido así a las reglas de lo urbanal, acaba por no pertenecer ni a la ciudad ni a lo urbano, sino al gobierno del espectáculo y su cadena global de imágenes. Un proceso en el que las políticas urbanas han proporcionado, en no pocas ocasiones, el marco idóneo para el desarrollo de tales tendencias. Unas políticas vinculadas directa o indirectamente a lo que algunos autores han llamado como el neoliberalismo económico y político o, en palabras del geógrafo Neil Smith, la revancha neoliberal, y que se han caracterizado por la simplificación de los objetivos de la planificación y, auspiciada por esta, la festivalización de las políticas urbanas. El resultado de esta confluencia no ha sido otro que la tematización de lo urbano y de la propia ciudad.
Fig. 15. Urbanización dispersa en la región metropolitana de Barcelona (casas pareadas); Fig. 16. Urbanización dispersa en la región metropolitana de Barcelona (casas aisladas y pareadas); y Fig. 17. Urbanización dispersa en la región metropolitana de Barcelona (casas aisladas y pareadas). Tesis doctoral de Francesc Muñoz. Fotos: Joan Morejón/Roser López.
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18.
El proyecto de paisaje es un “dispositivo”. Un mecanismo capaz de participar en correspondencia con el paisaje de la comunidad que lo vive, a través de circuitos que procesan unos objetivos entre la aspiración de progreso y la expresión de sus caracteres e identidad. El proyecto del paisaje debe contener en sí mismo la capacidad de un diagnóstico preciso, saber reconocer en el contexto donde actúa, las características específicas que contribuirán a evidenciar la cualidad del lugar y su ambiente; comprender la naturaleza de los valores culturales y reconocer su significado histórico, las leyes de su evolución y su proyección de futuro. Esta percepción esencial de nuestra cultura está inspirada en dos actitudes mentales aparentemente opuestas, la nostalgia y la esperanza. Entre estas dos dimensiones de nuestros pensamientos, que se refieren al pasado y al futuro, actúa el proyecto del paisaje, que estimula e interpreta el sentimiento que la comunidad tiene del propio paisaje con un compromiso estético, ético y de conocimiento.
José Antonio Sosa Cuando se proyecta el paisaje se utilizan las materias más diversas. Si ordeno estas materias de forma subjetiva (a partir de mi experiencia personal) diría que estas materias son: los elementos, las interpretaciones y el tiempo. Los elementos constituyentes existentes son la parte visible y mayoritaria de su composición; la tierra y las rocas, la vegetación, el agua y sus formas. Casi toda esta materia la denominamos con los prefijos de las ciencias y son, por lo tanto, materias objetivables; geología, orografía, vegetación, hidrología… Estos materiales del proyecto constituyen su estructura; los huesos de la intervención: la forma, el medioambiente… Una segunda materia, más libre y subjetiva, es la de las interpretaciones. El paisaje es también construcción de la mirada. En él interviene la cultura en todos sus grados, desde la tradición y la historia hasta la lectura más personal del artista o el proyectista. La expresión de determinada emoción o estado de ánimo a través del paisaje forma parte de la cultura universal. Desde oriente (y lo digo recordando la hermosa novela Lo Bello y lo Triste de Yasunari Kawabata) hasta la tradición más profunda europea (como el ensayo sobre la relación entre la arquitectura y el paisaje de Vincent Scully Tierra, Templos y Dioses) . Por último, el factor clave y más complejo, el tiempo. Introducir el tiempo como materia de proyecto es siempre difícil y muchos proyectos de intervención paisajística fallan
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precisamente debido a esa dificultad. No me refiero solo al tiempo que tarda en crecer un árbol o hacerse un parque. Estos proyectos se piensan siempre en fases de desarrollo. Me refiero al tiempo de la adaptabilidad, de las múltiples lecturas, de la secuencia y evolución… El tiempo que construye (y permite construir) nuevas interpretaciones. Estos días cuelga en La Regenta*, de Las Palmas de Gran Canaria, la obra impresionante de Michael Wesely. Su fotografía se obtiene por una exposición muy lenta, mediante cámara estenopeica, de un punto fijo urbano. En algunos casos, una exposición de dos años. En sus fotos, se ve el paso del tiempo por la ciudad, incluso los cambios de las estaciones, que se dibujan en las distintas alturas del recorrido del sol. Bajo la “sombra” de los edificios en construcción se ve cada día de trabajo simultáneamente, desde las zapatas de cimentación hasta la estructura acabada.
Michael Wesely. Postdamer Platz, Berlín, 27.3.199713.12.1998. C-Print, diasec, 80 x 100 cm
Me impresionan esas fotos. Todo el tiempo aparece en un solo plano. Esta instantánea del movimiento ya la construyeron los cubistas, pero aquí no se trata de una representación, sino de la constatación del tiempo en sí mismo. El proyecto del paisaje también abarca el tiempo: el pasado (la cultura, la idiosincrasia de la sociedad y su nostalgia… y el presente (la función, la circunstancia específica que motiva el proyecto…). Tanto como el futuro (la expectativa, la esperanza, la pervivencia de los elementos…). Cuanta más cabida tenga el tiempo en un proyecto, cuantas más bifurcaciones temporales acepte el proyecto, tanto más aportará. Atravesando transversalmente estos cortes artificiales (pasado, presente, futuro) se hacen más visibles los mecanismos que denotan (y permiten vivir) el paso del tiempo: el crecimiento y la erosión, el renacer y el desgaste, la monotonía y la sorpresa… Y es que Proyectar el Paisaje en gran medida es construir el Tiempo. * Exposición colectiva Entretiempos, instantes, intervalos, duraciones. Del 11 de febrero al 17 de abril de 2011
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MANIFESTO OF THE CANARY ISLANDS FOR THE EUROPEAN LANDSCAPE PROJECT
BY WAY OF INTRODUCTION THE CANARY ISLANDS, THE LANDSCAPE OBSERVATORY AND THE MANIFESTO The Canary Islands Landscape Observatory has its origin in the Canaries Second Biennial (2008), as a result of the wish of the autonomous Government of the Canary Islands to set up the Landscape Observatory and Biennial office, thus implementing the European Landscape Convention, ratified by the Government of Spain on 26 November 2007, which came into force on 1 March 2008. The Government of the Canary Islands has taken a major step toward its commitment to the said Convention in establishing this Observatory which also places the Islands in the centre of the discussion about landscape, taking an active part in it. This Manifesto for the European Landscape Project comes about in the understanding that it is an opportunity to reconsider not only the perception citizens have of their landscape but also management policies and the actions carried out on it. In order to discuss this manifesto, representatives of the European Landscape Convention of the European Council and of the Uniscape, Civilscape and Recep-Enelc networks as well as outstanding professionals coming from different contexts, universities, institutions and disciplines held a joint meeting, for the first time, in Las Palmas de Gran Canaria and Santa Cruz de Tenerife, on 24 and 25 March 2011. This document aims to establish, programmatically, a response to exhausted urban formulas in crisis; a paradigm which can be seen daily in environmental, infrastructural, cultural and aesthetics considerations, in the understanding that the territory must be approached as landscape, a global concept which is able to provide specific answers to the Canaries people as well as to all the European people, contributing to improve our difficult relationship with the territory as a key piece of our identity. In this event 18 points were presented, each of which was defended by qualified and experienced speakers who developed the argument and conceptual suitability of the issues dealt with as well as made the necessary indications to understand, more clearly and accurately, the implementing of
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the European Landscape Convention and Landscape itself; their papers are included in the present publication. Noteworthy too are the critical contributions to the 18-point document made by specialists on landscape who were present in the said event and who shared their thoughts with us; and, of course, the advice and suggestions offered by the members of the European Council at the European Landscape Convention held in Strasburg on 3 and 4 May 2011, where we were given the opportunity, through an invitation from the management, to present the Manifesto in its original format. The current document, which is made up of 12 articles, is a result of these events and contributions. The Canaries, given their developed insular condition and their natural special features, can and must take on the European commitment on such a vital matter as landscape, probably one of the basic discussions of the 21st Century in which The Canary Islands Manifesto for the European Landscape Project seeks to act as catalyst. As opposed to continental territories, islands are presented as commensurable territories. The possibility of having a controlled milieu or, at least, being able to quantify the elements which come together on them, turn islands into laboratories where human behaviour and their relationship with their milieu can be understood. In the Canary Islands landscape, as a complex cultural construction, is the main identity point for people but it is also a source of tension due to the different factors involved. The last forty years have meant a constant challenge to the Canaries regarding territory management, due to their nearly 50% of protected land, very complex orography which makes building of infrastructures very difficult and a fight between tourism and agriculture for the land and resources, together with ever increasing population and urban and metropolitan settlements. Any decision to be made regarding territory is dramatic as it involves a high number of factors. The Canaries can be an example in the face of globalisation. Local experience provides answers to manage a hugely limited space. It is not a matter of presenting a model against globalisation; it is a matter of presenting local answers to specific situations which can very often be extrapolated to other areas with similar problems. The geographic variety of the Canaries and the possibility of limiting fields of study mean the archipelago can be a privileged
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platform to test new models and situations. Using local materials, location and technical solutions provide answers which, as test tubes, can be applied in a vast number of territories. Apart from the aims specific to the Canaries Landscape Observatory and the Island Laboratories like implementing the European Landscape Convention, artists, architects, botanists, sociologists, lawyers and a wide range of multidisciplinary professions find at the Canary Islands Landscape Biennial a suitable territory and forum to ponder and put forward different issues regarding the complexity of landscape as a multifaceted reality from which our contemporaneous reality can be interpreted.
Juan Manuel Palerm Salazar Director of the Canary Islands Landscape Observatory and Biennial
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MANIFESTO FOR THE EUROPEAN LANDSCAPE PROJECT This congress, dedicated to the Manifesto for the European Landscape Project, invites us to think and re-think the landscape, placing it in a dynamic perspective. A landscape is the surroundings in which we live, says the European Landscape Convention. Based on this constant, it considers the transformations that our landscapes have undergone in recent years, and it asks the governments of member States that belong to the Council of Europe to adopt policies which integrate the landscape dimension of the regions for the well-being of the populations. As a result, the landscape becomes the subject and object of rights, and landscape science forms part of public policies. The Committee of Ministers of the Council of Europe has manifested for ten years its support of the Convention and its application, which it adopted in Strasbourg on 19 July 2000, before the Organisation´s member States signed it in Florence on 20 October 2000. It subsequently also adopted the Recommended Guidelines for the Convention´s Application, and then the Resolution of the Council of Europe´s Landscape Award. Thirty three of the Organisation´s member States have ratified the Convention so far, promising to promote the protection, management and planning of their landscapes as well as a European cooperation in the field. Five additional States have also signed it. The Council of Europe promises to continue its work in favour of prudent use of territories that respects its values and those of its landscape dimension. The recently held Council of Europe in Florence on the 19th and 20th of October 2010, which coincided with the European Landscape Convention´s 10th anniversary, has made it possible to address new challenges and new opportunities that arise. The representatives of the Council of Europe´s member States have also taken into consideration the efforts made in recent years that have resulted in significant progress. The landscape concept has been progressively introduced in the political agenda of governments. An important international cooperation network that favours the Convention´s application has been created; public powers and populations have increasingly
accepted the landscape concept, just as it is defined in the Convention; new cooperation methods between the various levels of authority -national, regional and local- have appeared, as well as between the ministries or departments of each State or region; landscape work structures have been established, such as observatories, centres and institutes; specific laws and regulations for landscapes have been enacted; States and regions are now cooperating beyond their borders in the area of cross-border landscapes; awards have been granted using the Council of Europe´s Landscape Awards as a reference; university programmes referring to the Convention have been launched, as well as the creation of summer universities focused on landscapes, biennials, festivals, and exhibits that display the Convention´s principles, etc. We are also pleased with the essential efforts of the Canary Islands Government, which actively contributes towards caring and appreciating the archipelago´s gorgeous landscapes. We congratulate the Observatorio del Paisaje de Canarias (Canary Islands Landscape Observatory) for the Canary Islands Biennial and the vitality of the work undertaken with the support of the population to protect the quality of the surroundings in which they live.
Maguelonne Déjeant-Pons Secretary of the European Landscape Convention
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MANIFESTO OF THE CANARY ISLANDS FOR THE EUROPEAN LANDSCAPE PROJECT
LANDSCAPE MANIFESTO. BETWEEN THE CULTURAL DIMENSION AND THE PROJECT The Canary Islands Manifesto for the European Landscape Project is made up of 12 chapters or argument points, a synthesis of the 18 points outlined in the meeting of the European Landscape networks held in the Canary Islands and later on presented at the Council of Europe in Strasbourg. At present we have these twelve points which include different aspects, concepts and arguments to help us have a better understanding of our current actual relationship with landscape. We believe it is necessary to work on that relationship in order to improve the application of the European Landscape Convention and to discuss and approach questions and answers. However, there are three specific points that must be underlined and highlighted in order to have a better understanding of the Manifesto: 1.- Acknowledging the transversal quality of knowledge and the need to adapt disciplines in order to make clear this implicit relationship in landscape, and offer a new culture (education) for the conservation, regulation and innovation of landscape. 2.- We state the project is a vital moment of landscape. I appeal to our responsibility, calling for a commitment to the ethics of conscience, participation, design, concept and aesthetics, in order to enhance our best resources, taking on development models and rules which are not selfdestructive, encouraging a more democratic use of territorial governing. There can be no limits in this great collective effort of experimentation, which must run parallel to every description of the uncertain reality of planning and urbanism. 3.- The cultural dimension of landscape regarding the construction of collective identity, as it enables the coexistence of diverse cultures and creeds related to contemporary society. In this light we understand, through the Manifesto, that landscape as heritage is beyond the definition of cultural and natural heritage provided by UNESCO, although we agree with the considerations included in articles 1 and 2 of the Convention concerning the World Cultural and Natural Heritage, of the United Nations (Paris, 1972), where cultural heritage is described as (art. 1): 1. Monuments:Â architectural works, works of monumental sculpture and painting, elements or structures of an archaeological nature, inscriptions,
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cave dwellings and combinations of features, which are of outstanding universal value from the point of view of history, art or science. 2. Groups of buildings: groups of separate or connected buildings which, because of their architecture, their homogeneity or their place in the landscape, are of outstanding universal value from the point of view of history, art or science. 3. Sites: works of man or the combined works of nature and man, and areas including archaeological sites which are of outstanding universal value from the historical, aesthetic, ethnological or anthropological point of view. And as natural heritage (art. 2): 1. Natural features consisting of physical and biological formations or groups of such formations, which are of outstanding universal value from the aesthetic or scientific point of view. 2. Geological and physiographical formations and precisely delineated areas which constitute the habitat of threatened species of animals and plants of outstanding universal value from the point of view of science or conservation. 3. Natural sites or precisely delineated natural areas of outstanding universal value from the point of view of science, conservation or natural beauty. We suggest an integrating concept that establishes systems of relationships between the natural and the cultural, and for this reason the Manifesto insists, in many of its paragraphs, on the need to avoid watertight compartments and unnecessary splits between landscape management, conservation and planning, mirroring the European Landscape Convention, article 1, thus going even further than the analytical procedures from the general to the specific, which do not endorse the minimum levels of quality necessary for the landscape project. At this stage we must concede that the concept of landscape is inherently complex in a way that does not depend on historical circumstances. A landscape represents beauty or the aesthetic (un)interest of a country. But, at the same time and for that very reason, it also points out a characteristic –material or immaterial- of that same country which is susceptible of being assessed from a specific point of view. A landscape is a representation and at the same time the thing being represented (taking into account at all times that the thing being depicted is not the country but a specific way of
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seeing it). This is why from the origins of the term there have been two basic possibilities of “making” landscape: either working on it “in situ” or altering the way in which it is perceived or regarded; that is, working on it “in visu”. The “performative” disposition of current art has lately favoured “in situ” landscaping, at the expense of the traditional regard “in visu” representation has enjoyed. However, this disposition is nonetheless paradoxical as it is obvious that today more than ever our real landscape (social, physical, economical) is being shaped by behaviours which are closely related to the culture of image. Habits carve landscapes and never before had the former been influenced by appearance so much. Aesthetics had never been so important to society when it came to public performance. However, never had aesthetics disbelieved so greatly in its own potential, to the point of favouring action to the detriment of performance. For this reason alone it would be recommendable to have the Manifesto as discussion and answer so that attention is paid both to actions “in situ” and performances “in visu”.
Juan Manuel Palerm
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1. Acting on landscape implies putting forward a (perceptive, sensorial and existential) interpretation of territory and translating it into a suitably managed project. Intervening in the landscape is to contrive nature, manipulating it whether the aim is to protect, transform or manage it. The term landscape comprehends the concepts of vision and perception as defined in the European Landscape Convention. 2. “The Landscape� allows us to transcend our individuality in a collective commitment and dimension. Enjoying a high quality landscape is a basic human right. Landscape is a resource which can be qualified by adjectives such as natural, tourist, economic, social, cultural, etc. with the subsequent potential for transformation, exploitation and management. And it is precisely in regarding it as an asset that the potential to establish an action and management strategy lies, basing it on the need to interpret landscape and to exchange cultural and daily readings. 3. LANDSCAPE cannot and should not be mistaken for TERRITORY or environment, nor can the same operational tools be applied to each of these terms. Territory represents the physical space in which different systems of ecosystems intervene, interact and interrelate. The environment is commonly understood as the set of abiotic and biotic factors in which diverse organisms live, including human beings, and the natural processes that rule over it. Landscape takes into consideration the bonds of interrelationships, independence and temporary evolution of a system of ecosystems. What distinguishes the concept of landscape from that of territory is the importance it lends to the perceptive factor: to the way in which the spatial dimension is rendered and perceived and the interpretation of its forms and meanings. The territory is in fact covered by mosaics of landscapes. 4. Landscape is a primary identity element, essential to a community. The pursuit of this principle of identity is the basic motivation that best explains the concept of landscape. Landscape simultaneously represents a community’s vision, beliefs and character in relation to its past, present and future. This community may be the passive habitual voice, or the active and anticipating voice of a project. Thus every society adopts its own stance as a contemplative or active agent with regard to landscape; a stance which, in any case, changes constantly given its very physiology.
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The cultural dimension of the landscape is a key element in the construction of the collective identity. The landscape is an expression of the forms of coexistence of various cultures and beliefs. Art, by means of its drive to imitate and represent, has shown us how to look at and value scenes of nature, contributing decisively to shaping our concept of landscape through painting, poetry, gardening, etc. 5. We need to introduce the “intangible” in assessing and managing landscape in order to help define its identity, like cartographies of emotions. Beyond maps that guide and keep our geographical memory, based on a “strategic function of survival”, we suggest “dignifying” the subjective, existential, symbolic, that is, non-utilitarian, relationships citizens have with their milieu, attuning our sense of place to our own thoughts, memories and emotions. And not only regarding view, but also smell, ear and touch. After all, the landscape only exists through our cultural mediations, which differ in every instance and are therefore unique and non-transferable, but also dynamic and constantly changing, just like landscape itself. The concepts that even today refer to the beauty of landscape and its intangibility in terms such as undefined, balanced, polite, learned, pleasurable, harmonious… must be reconsidered on the basis of new paradigms and strategies of the landscape project, ecology and the environment. Having acknowledged the environmental crisis, the specificity of professions dealing with landscape and other similar professions must gradually shift the focus of their contributions toward the responsibility of tackling citizens’ problems regarding territory and landscape from different points of views, which classical disciplines have been unable to approach. 6. The landscape project must reconsider the dimension of public space as it cannot be patrimonialised as an “entity” or as a “place” given that it is not an object or a fragment of territory with set boundaries and borders that limit and fix it. The places of our civic activities and relationships are always made more complex as a result of the overlaying and sedimentation of both coherent and incoherent activities over time. It is not a place, nor is it a non-place either, but a taking place. It is sheer happening. They are sometimes presented as a community’s representative landscapes, sometimes as undefined landscapes to be discovered; settings for a diffuse contemporary society. 7. The concept of contemporary landscape needs to reconsider the “idea of space”, offering a new physical and conceptual dimension of landscape itself, in agreement with our time. It therefore requires new urban, technological, architectural and legal tools capable of renegotiating the idea of space and time, as well as place and site. This search requires a
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renegotiation of all codes restraining thought, action, duty or participation and, in turn, reviews the concepts of the representation of reality, paradigm of our turbulent, ephemeral and dynamic times. 8. The landscape project acts on complex systems and “modes” of the territory where it is located, with an ongoing work of decomposition and re-aggregation of elements with differing social, economic and cultural qualities. The most common error lies in positing or orienting the landscape project, territory planning or urban zoning as actions within the same “range” but at different scales, both at detailed and “large scale”, detracting from the intrinsic nature of the project itself. The goal of the Landscape Project must reaffirm, maintain or establish from scratch the strategic “characters” in certain contexts, where the quality we call landscape is exploited. The goals of the landscape project must be in tune with sustainable— i.e. ecological—development as well as with urbanness and biological conservation. Landscape is made up of living and, by extension, changing entities, such as vegetation or atmospheric and climate agents. For this reason, landscape is the representation of natural and artificial shapes in the making and in constant flux. Time and mutation are part and parcel of the landscape project which, therefore, envisages growth, seasonal change, deterioration and maintenance as built-in qualities. It translates cultural values into formal and spatial landscape dimensions, thus contributing to its identity and beauty. 9. Landscape is not homogeneous, establishing relationships between pieces and elements (a system of relationships) capable of tailoring specific actions from an interdisciplinary perspective on the physical environment, on the countryside and on the city, on the sky and on the sea; therefore, the core aspect of the landscape project is the transverse quality of knowledge as opposed to inflexible orthodox disciplinary tools and rules. This process must be undertaken by associating diverse branches of knowledge which are not necessarily related with the science of the territory, such as economics, anthropology, agronomy, ecology, geography, sociology, aesthetics, semiotics... but also setting up relationships about sciences, using different scales of work and not necessarily pursuing the same goals. In any case, rejecting a possible determinist method going from the general to the specific. 10. The landscape project must result from the interaction between social mediation and participation and must provide an answer to the irreplaceable fact that territory must remain and be transformed. This should take place through absorbing and restoring critical and creative energy. The landscape project is effective in responding in real time to the question of the increasingly fast and shifting transformation of the habitat, because it is not as concerned with the construction of objects as it is with
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the relationship between them, between systems of elements that may even be heterogeneous, yet constitute a semantic unit when placed in sequence. 11. The landscape is a consequence of a dynamic process. The patterns of landscape are based on movement, on the perception of movement. The factors of time and movement are key to understanding and conceiving landscape. A landscape is also changing because it is experienced from within and it is literally shaped by the user’s movement, as happens in many contemporary works of art. We move across landscape, but landscape itself is shifting, changing, growing and modifying. Landscape architecture is subject to temporariness. Therefore, we wish to restore spaces to time, to give time to space, to look for spaces of relationship and relationships between spaces rather than finished spaces to celebrate archaic or modern rituals. The landscape project requires a coherent and consistent action in permanent process. No landscape can exist without a project, whether it is based on an action for bonding or conservation purposes, or whether it gives rise to management or maintenance, or even to innovative assessment or requalification. 12. The landscape project acts as a “device”. A device able to harmonise the aspirations of the community that lives in it with the progress and expression of its identity. The landscape project should itself be capable of an exact diagnosis, of recognising, in the context where it acts, the specific features that contribute to revealing the quality of the place and its environment, understanding the nature of cultural values and recognising their historical meaning, their laws of evolution and their future projection. This essential perception of our culture is inspired by two apparently opposing mental attitudes: nostalgia and hope. These two dimensions of our thoughts, referring to the past and to the future, find their expression in the “memory” of the landscape, a living reflection of the culture of the community and of its configuration over the course of time. Therefore, the landscape project must stimulate and interpret the sense the community has of its own landscape with an aesthetic, ethical and intellectual commitment.
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MANIFESTO PRESENTED AT THE FIRST MEETING OF THE THREE EUROPEAN LANDSCAPE CONVENTION NETWORKS (CIVILSCAPE, UNISCAPE, RECEPENELC) AT THE UNIVERSITY OF LAS PALMAS DE GRAN CANARIA ON MARCH 23 & 24, UNDER THE AEGIS OF THE OBSERVATORIO DEL PAISAJE DE CANARIAS [LANDSCAPE OBSERVATORY OF THE CANARY ISLANDS]
1. Working with landscape calls for a perceptive, sensorial and existential interpretation of nature and the need to translate it into a suitably managed project. Acting on and in the landscape is to create an artifice in nature, to manipulate it for the purposes of perception or for the habitat, whether this be to protect, zone or manage it. Landscape should not be understood as nature but as an active and intentioned “gaze” that eschews a superficial—and, as such, empty or hollow—view of nature which clouds the true meaning of how it is perceived and overlooks critical (biological, emotional, ecosystemic) relationships. The term landscape comprehends the concepts of vision and perception. Landscape has no meaning if there is no one to look at it, to contemplate it and, in short, to experience it, to live in it, above and beyond the flows, connections and interrelations of nature and its dimensions of conservation and protection. 2. Landscape must fulfil the requirements of sustainable development, ecological soundness, as well as the quality of urbanisation and biodiversity. Landscape is the product of culture. Landscape is made up of living and, by extension, changing entities such as vegetation or atmospheric conditions and climate agents. For this reason, landscape is the representation of natural and artificial forms in the making and in constant flux. Time and mutation are part and parcel of the landscape project, which, as a consequence, envisages growth, seasonal change, deterioration and maintenance as built-in qualities. It translates cultural values into formal and spatial landscape dimensions, thus contributing to its identity and beauty. 3. Landscape needs to be considered not only as a right or duty of society, but also as a priority emergency. It is imperative to promulgate the idea that enjoying a high quality landscape is a new basic human right. Landscape is a resource which can be qualified by adjectives such as natural, tourist, economic, social, cultural, etc. with the subsequent potential for transformation, exploitation and management. And it is its evaluation as an asset that holds the potentiality for an intervention and management strategy, which would be founded on a necessary interpretation of the landscape and an exchange of intellectual and everyday readings. 4. Landscape is one of a community’s primary identitary elements. The pursuit of this principle of identity is the basic motivation that best explains the concept of the landscape. The landscape is the simultaneous
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representation of a community’s vision, beliefs and attitude towards its past, present and future. This community may be the passive and routine, or active and anticipatory voice of a project. In this way each society adopts its own stance as a contemplative or active agent with respect to the landscape, a stance which, in any case, changes constantly given its very physiology. 5. Landscape must define and act on free public space. When it comes to defining a space as public, associating the public with ownership belonging to the State is a misunderstanding, given that it questions its very openness and accessibility, accepted by everybody as its primary fundamental quality. Believing that it must be subject to the jurisdiction of state institutions is tantamount to affirming that the public space does not, in effect, belong to the public, but to a political order that has assigned itself the function of controlling it and imposing its meaning upon it. 6. Free public space defines a landscape that cannot be patrimonialised as an “entity” nor even as a “place” given that it is not an object nor a fragment of territory with fixed borders or boundaries that define and demarcate it. The places of our civic actions and community relationships are always made more complex as a result of the layering and sedimentation of incoherent actions over time. They are not places where something might happen at any given moment, given that the place only occurs inasmuch as this “something” actually happens and only at the very moment of its happening. Therefore, this place is not a place, nor indeed a non-place either, but a taking place. It is pure happening. Places are sometimes configured as landscapes that are representative of the community, sometimes as undefined landscapes to be discovered; settings for a diffuse contemporary society. 7. LANDSCAPE can not and should not be mistaken for TERRITORY or ENVIRONMENT, nor can the same operational constructs be applied to each of these terms. The territory represents the physical space in which different sets of ecosystems intervene, interact and interrelate. The environment is commonly understood as a system of physical, chemical and biological conditions in which a collectivity of animal and vegetable organisms organises its life. The landscape takes into consideration the bonds of interrelationships, interdependence and temporal evolution of a system of ecosystems. The territory is in fact covered by mosaics of landscapes. 8. Landscape is not homogeneous. It creates relations between parts and elements (a system of relationships) capable of tailoring specific interventions from an interdisciplinary perspective on the physical environment, on the countryside and on the city, on the sky and on
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the sea; therefore, various dimensions need to be differentiated in the landscape. It is critical to understand the distinction between these dimensions, for instance between the city and the urban landscape. The city is a place but the urban landscape is a radical form of social space, the setting and the product of a collective in the process of defining itself, a deterritorialised territory in which, instead of goals, there are diagrammatic relationships, objects, loops and links subject to a state of permanent stimulation. This urban landscape is not the result of a specific morphology prearranged by the designer, but an articulation of sentient qualities that emerge from practical operations and temporal schematisations - along with their slip-ups, impasses and momentary grips - contributed by the citizens in real time. 9. The core aspect of the landscape project is the transversality of knowledge in opposition to inflexible orthodox disciplinary tools and rules. This process must be undertaken by associating diverse branches of knowledge not necessarily related with the science of the territory, such as economics, anthropology, agronomy, ecology, geography, sociology, semiotic, aesthetics..., but also creating relationships beyond the sciences, using different scales of work and in pursuit of goals that need not be coincidental. In any case, renouncing any determinist procedure from the general to the particular. 10. We need to introduce the “intangible” in the assessment and management of the landscape in order to help define its identity. “Cartographies of emotions” extending beyond maps that guide or conserve the geographical memory, based on a “strategic function of survival”, so characteristic of our hegemonic cultural systems. We strongly recommend “dignifying” citizens’ subjective, existential, symbolic and, in short, non-utilitarian relationships with their environs, attuning our sense of place to our own thoughts, memories and emotions. And not only on a visual level, but also olfactory, auditory and tactile. After all, the landscape does not exist except as a condition of our cultural mediations, which differ in every instance and are therefore unique and nontransferable, but also dynamic and in constant flux, just like landscape itself. 11. Landscape is a process. The patterns of landscape are based on movement, on the perception of movement. The factors of time and movement are key to understanding and conceiving landscape. A landscape is also changing because it is experienced from within and it is literally moulded by the movement of the user, as happens in many works of contemporary art. We move within the landscape, but the landscape itself is shifting, changing, growing and modifying. The architecture of the landscape is subject to temporality. Therefore, we wish to restore spaces to time, to give time to space, to look for
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spaces of relationship and a relationship between spaces rather than finished spaces in which to celebrate archaic or modern rituals. 12. “The Landscape” allows us to go beyond our individuality in search of a collective commitment. The concepts that even today refer to the beauty of the landscape and of its intangibility in terms such as undefined, balanced, learned, cultivated, pleasurable, or harmonious, must be reconsidered on the basis of new paradigms and strategies of the landscape project of ecology and of the environment. Having acknowledged the environmental crisis, landscaping and other similar professions must gradually shift the specific focus of their contributions on assume the responsibility to address citizens’ problems associated with the territory and landscape, from perspectives of diversity which the classical disciplines have been unable to adopt. 13. Landscape should underscore its cultural dimension in the construction of collective identity by enabling the coexistence of the diversity of cultures and beliefs inherent to contemporary society. Art, by means of its drive to imitate and represent, has shown us how to look at and to value scenes of nature, contributing decisively to the configuration of landscape through painting, poetry, gardening, etc. 14. The concept of contemporary landscape needs to rethink the “idea of space”, offering a new physical and conceptual dimension of landscape itself in consonance with our time. It therefore requires new urban planning, technological, architectural and legal tools which are able to renegotiate the idea of space and time, as well as place and site. This process of research requires a renegotiation of any code that would suppose a straitjacket in terms of thinking, concepts, actions, obligations or participations and at once to revise the conceptions of representation of reality, the paradigm of our turbulent, ephemeral and dynamic times. The territory and city have become copies of their representations, of their maps and guides, and even of their own imaginary. Their reality is in cartographic representation as a regulatory legal bond, and thus obviates the presence of man. 15. Landscape must be the result of the interaction between social mediation and participation and the intellectual project, and come up with a response to the permanence and transformation of the territory as a necessary fact. This should not be produced according to a casual dependence from the general to the particular, but by absorbing and reinstating critical and creative energy. The landscape project is effective in responding in real time to the question of the increasingly fast and shifting transformation of the habitat,
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because it is not as concerned with the construction of objects as it is with the relationship between them, the relationship between systems of elements that may even be heterogeneous, yet constitute a semantic unit when placed in sequence. 16. Landscape entails the need for the project to be a coherent action, a permanent process, a symbiotic condition in the joint responsibility with the landscape. Landscape is the only multi-scale dimension that establishes a vital contact between project and contemporaneity. No landscape can exist without a project, whether it is based on an action for bonding or conservation purposes, or whether it gives rise to management or maintenance interventions, or even to explicit innovative interventions of valorisation or requalification. 17. The landscape project acts on complex systems and “forms” of the territory in which the project is located, with an ongoing work of decomposition and re-aggregation of elements with differing social, economic and cultural qualities. The practice of the landscape project, in particular, is truly confused with the practice of city planning and zoning. The most common mistake lies in positing or orienting the project and planning or zoning as actions within the same “range” but at different scales: detailed and “large scale”, detracting from the intrinsic nature the project must address. The goal of the Landscape Project must reaffirm, maintain or establish from scratch the “characters” that remain strategic in certain contexts, in which the quality we call landscape is exploited, very far removed from the generic urban responses over recent years.. 18. The landscape project is a “device”. A mechanism capable of participating in correspondence with the landscape of the community that lives in it through circuits that process goals between the hope of progress and the expression of its character and identity. The landscape project should in itself contain the capacity for an exact diagnosis, know how to recognise, in the context where it acts, the specific features that contribute to revealing the quality of the place and its environment, understand the nature of cultural values and recognise their historical meaning, their laws of evolution and their future projection. This essential perception of our culture is inspired by two apparently opposing mental attitudes: nostalgia and hope. It is between these two dimensions of our thoughts, referring to the past and to the future, where the landscape project acts, stimulating and interpreting the sense that the community has of its own landscape with an aesthetic, ethical and intellectual commitment. Canary Islands, march 2011
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READINGS
1.
Working with landscape calls for a perceptive, sensorial and existential interpretation of nature and the need to translate it into a suitably managed project. Acting on and in the landscape is to create an artifice in nature, to manipulate it for the purposes of perception or for the habitat, whether this be to protect, zone or manage it. Landscape should not be understood as nature but as an active and intentioned “gaze” that eschews a superficial—and, as such, empty or hollow— view of nature which clouds the true meaning of how it is perceived and overlooks critical (biological, emotional, ecosystemic) relationships. The term landscape comprehends the concepts of vision and perception. Landscape has no meaning if there is no one to look at it, to contemplate it and, in short, to experience it, to live in it, above and beyond the flows, connections and interrelations of nature and its dimensions of conservation and protection.
Franco Zagari Íncipit The opening words of the first paragraph are no exception to the rule of any manifesto. They are a choral and solemn appeal that announces and supports the whole idea that informs it, like the overture of an opera. “Actua”, “proponer”, “proyecto”, “naturaleza”, “artificial”, “vision”, “interpretation”, “perception”: these words, ten years after the birth of the European Convention and the landscape project that speak of the urgency of its impetus in Europe with a large new and widespread civil impulse, of its cultural foundation, which must grow our awareness of its significant social and economic impact and the high political significance of his mission. It is actually it is the absence of the landscape project we are talking about. How evident is the severity of the habitat crisis and the state of suffering affecting both the environment and the landscape to public opinion or to most of the scientific community? And how often are these two issues, so different from each other, confused? Community: landscape is design “The landscape is meaningless without a human being who observes it, contemplates it or concretely lives it” ... For centuries, the landscape has been the subject of paintings, literature and poetry that repeats, at least in appearance, the same relationship between observer and context. But perception in contemporary life is no longer necessarily one of harmony and continuity. It is precisely an exclusion “And from street to narrow street,
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beyond the hedge that hides” the engenders the poetic miracle of Giacomo Leopardi, “The Infinite”. Our feeling today is going through a big bang of behaviors, in the aesthetic sense, in our perception, which requires a change in mindset and approach. When an entity, individual or community, recognizes the features of a landscape and becomes a responsible participant in it, s/he interprets them, i.e. s/he takes actions to defend, take care of and innovate them. There are various the moments in which a project corresponds to a landscape in the various stages of its evolution, with continuity, because it is like breathing, vital for its substance, which is alive. Actuar: landscape is project. Nature is us “Interpretation of Nature”, “artifice on nature”, “landscape is not nature” ... the first point tends to take the landscape from an agro-pastoral profile or from the wilderness and return it to its essential meaning of cultural expression. The relationship between culture and nature is one of the central themes of philosophy and the garden and the landscape in all eras have been symbols of anticipation and experimentation. However, I would not define the landscape as an interpretation of nature, but of contexts, which are always both natural and anthropogenic, so that their perception - “sensorial and existential” - coincides with a design prejudice whose approach is complementary to others but favored for its specificity and its openness to the hybridization of other knowledge. I would say, in the form of a slogan, that nature is nothing but ourselves, and the landscape is nothing but a context in which we have evidence of the representative features of our values and in which fundamental relationships, biological, emotional, ecological relationships, are active. Actuar: nature is ourselves. Responsibilities John Kennedy said in his inaugural address: “Here on earth God’s work must truly be our own, our good conscience as the reward and the national history”. The urban planning disaster today is perfect. In the last ten years on this planet we have built more than in all human history, unprecedented size, impossible deadlines and costs. As impossible as it was in the era of magnesium flashes to improvise legions of new players: customers, authors, communities, builders, administrators and administrative areas. Phenomena of size and speed unfathomable until now. In fact to interpret and modify them, at least in part, new tools and methods are needed. But personal responsibility is always the paramount value. In the last several years I have been trying to understand, extending insights gained on the theme of the garden and public space to a more interscalar line of reasoning; I have mainly been delving into the conurbations that follow the new urbanism that is
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colliding with us, vast areas that are neither urban nor rural, that everyone talks about but without giving them the right priority. Actuar: the community takes center stage. Being able to see Being able to see is the title of a masterful book written by Bruno Zevi in a single week in London, under the German bombs waiting to go to the front. Architecture for him was such a lofty civil commitment, that he could not wait. “Landscape is not nature, but an active, critical gaze”... The culture of the landscape is a critical angle that is essential for restoring a balance in our habitat. Acting on the landscape means “being able to see” and “knowing what to propose”. The diagnosis and interpretation of a context are design moments in a constant industrious dialectic interchange with each other, from the concept to the completion of each work. Being able to see / observe the landscape coincides with the ability to interpret / design the landscape. Knowing what to propose means being able to interact with many different areas of knowledge, being aware of the high cultural significance of the landscape in a general sense but more importantly in a social and economic and therefore political sense. Being able to see today means being able to choose themes, objectives and instruments, to become attuned to historical landscapes and new landscapes by understanding that they are two sides of the same problem. Implicit in the term landscape is the concept of an asset that exists because it is seen and perceived. A powerful “gaze” is the premise without which there is no landscape, as there is no landscape without a myth that gives it life. But this intentional gaze regards not only our physical relationship with the environment but also the psychological one. It is not possible to understand a landscape without being moved by a design effect, or conversely, to design a landscape without knowing its resources and propensities. If the landscape is perceived by a person - one or more individuals, one or more communities - as a corpus of features in which to acknowledge a unity of meaning, nameable and communicable, perception is like a story. It is didactic and critical, analytical and interpretive, so it adopts genres, conventions of time and space. It is both a physical and psychological experience of acknowledging a context. Actuar: being able to see is being able to propose. The project The Manifesto, in affirming the project as a vital moment of the landscape, mobilizes our responsibility, calls for a commitment to awareness, participation, planning to enhance our best resources, adopting development models that are not self-destructive and fostering a more democratic exercise of territorial government. There should be no limit to a great collective effort of experimentation that should be parallel to each moment of planning. So it is entirely appropriate to have a Manifesto, which speaks to the public, and this call is crucial from its first point: Actuar.
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2.
Landscape must fulfil the requirements of sustainable development, ecological soundness, as well as the quality of urbanisation and biodiversity. Landscape is the product of culture. Landscape is made up of living and, by extension, changing entities such as vegetation or atmospheric conditions and climate agents. For this reason, landscape is the representation of natural and artificial forms in the making and in constant flux. Time and mutation are part and parcel of the landscape project, which, as a consequence, envisages growth, seasonal change, deterioration and maintenance as builtin qualities. It translates cultural values into formal and spatial landscape dimensions, thus contributing to its identity and beauty.
Wolfredo Wildpret de la Torre Victoria Eugenia Martín Osorio Landscape is Life, quality of Life Introduction The future of humanity, of our wellbeing, and of the quality of life is conditioned to a great extent by the preservation of important resources represented by the biocoenoses. That is, by ecosystems. The ELC (European Landscape Convention or Florence Convention) was promulgated in 2000, and its foundational text came into force in 2004, having been signed and ratified (20-08-2008) by 29 out of the 46 member states of the Council of Europe, and signed by yet another six. Its general purpose is to establish a framework for the protection, management and planning of European landscapes. Its ultimate goal is to conserve them and improve their quality. The landscape from the perspective of natural science For a natural scientist, the landscape is an integration of biotic and abiotic factors, so we can categorise landscapes as natural or anthropic based on the degree of human intervention. The landscape is animate and inanimate life. But above all it is the expression of life, of all life. The definition of the landscape specified in article 1 of the ELC (2000) corroborates this statement. By “landscape” we mean any area of the territory as perceived by people, whose character is the result of the action and interaction of natural and/or human factors.
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We should not forget this conjunction/disjunction that unites or discriminates between natural and/or human factors. From some perspectives, a landscape without people is not a landscape; for the natural scientist, the landscape is a system of interrelated biotic and abiotic factors, and while the human species is part of this biocoenosis, so are many other species, most of them invisible to the human population, that constitute the foundation and the structure of the landscape itself. When confronted with individuals that hold a different opinion, we wonder: on what basis do we obviate the perspective of the landscape that could originate from a species other than homo sapiens? Perhaps we think that birds do not migrate through the lines of the landscape that they can perceive from aloft. Or that mammals do not perceive a landscape when scanning for an escape route, or for available resources for their sustenance. Or that such situations do not involve a sensory, visual, aural, olfactory, tactile, gustatory and affective perception of the environment. The anthropocentric perception that there is only a landscape if it is perceived by a (human?) population constitutes yet another self-centred manifestation of the dominance of one species above all the others that constitute the Biodiversity of the Planet, and that make it possible for us to survive in this “communal home”. This biocentric position has come to be known as “speciesism” (Richard D. Ryder, 1970), the view that the members of the homo sapiens species are superior to the members of all other species, simply because human beings belong to their own species (the “superior” one). For the ELC, the “landscape quality objective” for a specific landscape means the formulation by the competent public authorities of the aspirations of the public with regard to the landscape features of their surroundings. But, what degree of participation has the population to define the landscape features of their surroundings? Does the policymaker ask the citizen what landscape he wants for his street, his neighbourhood or his peri-urban park? Sadly, the answer is no. The urban landscape is constructed by a few individuals who determine the regulatory guidelines, and by the professionals that interpret them. During the First Joint Meeting of the European Landscape Network (2011), conferences and talks were carried out to engage in debate and reflection to draw a Manifesto regarding how to support the implementation of the European Landscape Convention from the Canary Islands, which would then be brought for the consideration of the competent bodies of the European Union. A series of lectures justified and debated the 18 points of the Manifesto. The authors of the present essay worked on point 2. Point 2 of the Manifesto: our proposal Our presentation proposed a modification of the second point of the Manifesto. The original section specified that the Landscape ought not to be seen solely in the light
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of sustainable — and as such ecological — development as well as urbanness and biological conservation. It is a cultural product. Landscape is made up of living and, by extension, changing entities such as vegetation or atmospheric and climatic agencies. For this reason, landscape is the representation of (natural or artificial) forms in the making and in continuous variation. Time and mutation are part and parcel of the landscape project, which, as a consequence, envisages growth, seasonal change, deterioration and maintenance as built-in qualities. It translates cultural values into formal and spatial landscape dimensions, thus contributing to its identity and beauty. Our proposal presents the affirmative statement of that section: The landscape project ought to be seen solely in the light of sustainable — and as such ecological — development as well as urbanness and biological conservation. It is a cultural product. We justify our proposal on the basis that the factors that conform the project need to be treated as an interrelated system. We cannot have the spectator that observes the landscape question the social, ecological, or economic sustainability of what is observed. These factors ought to be integrated in any project, and this is also true of the natural and/or cultural landscape project. In this section we will present a few selected images that illustrate the content of point 2 of the Manifesto from the natural science perspective: 1.- Landscape corresponding to Sustainable Development For this factor we have picked the night landscape of the Valley of Güímar (figure 1). The flood of lights that can be seen in this geographic area seems visibly — quite literally — unsustainable, not only because it is a waste of energy, but also because they detract from the quality of astronomical observations. The “Law of the Sky”, Law 31/1988 from October 31 for the Protection of the Astronomical Quality of the Astrophysics Institute of the Canary Islands Observatories states that “all outdoor lighting must refrain from emitting light above the horizon line and must be implemented in forms and with lamps that produce the minimum disturbance of astronomical observations”. In this instance, the lights also disturb great numbers of animals that carry out the bulk of their activities at night. 2.- Landscape corresponding to ecologism For this part, we have chosen the Loma Negra (figure 2), next to Barranco de Pecenescal, in the island of Fuerteventura. It is an area that constitutes the isthmus of Jandía, a large expanse of sands of organic origins that generates a singular landscape sculpted by the wind. In this place, ecology marks the evolution of the dune
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Fig. 1. Night landscape of the Valley of Güímar. Tenerife
Fig. 2. Loma Negra, junto al Barranco de Pecenescal, Jandía.
field (Wildpret & Martín Osorio, 2000). A small plant seedling can set off the accumulation of sands, which will then produce the rising of dunes in the terrain. The indiscriminate extraction of aggregates in this location has resulted in the destruction of the great dune of the Barranco de Salmo. They simply took away the sand that helped hold it on the other side of the isthmus. A rupture of the principles of ecology. In this Fuerteventura landscape, the simple construction of a wall to delimit a plot of land, interpreted as the line of the horizon by the houbara bustard (Chlamydotis undulata fuerteventurae), an endemic avian species, renders this bird incapable of finding its mate. 3.- Landscape corresponding to urbanness In 2003, unbridled vandalism (a lack of awareness) drove the living being that we present in this section to a regrettable conservation status (figure 3). After designing the pertinent project (Martín Osorio, 2009), with sustainable, environmentally friendly and conservationist guidelines, we tackled the restoration of an urban area of the city of La Laguna, a World Heritage Site, with a park of Canarian flora (figure 4).
Fig. 3. Drago of El Seminario in La Laguna, 2003. Tenerife.
Fig. 4. Urban Park of El Drago del Seminario, 2009.
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4.- Landscape corresponding to biological conservation For this point we have chosen the National Park of Teide (figure 5), and specifically the volcano of Teide reflected in the pool of temporary water following the rainy season in the Valley of Ucanca. A space protected with various labels: National Park, Natural Monument, Site of Community Importance, World Heritage Site. But the only thing it took for its biological restoration was releasing it from the pressure of livestock grazing. Currently, the pressure comes from mass tourism. Thus, a landscape for leisure and knowledge (Wildpret 1995)
Fig. 5. Teide reflected in the water of the Valley of Ucanca. Tenerife
Recommendations to increase knowledge and awareness We would like to highlight the following objectives in the text of the “Recommendation CM/Rec(2008)3 of the Committee of Ministers to member states on the guidelines for the implementation of the European Landscape Convention�: Recognise the fundamental role of knowledge This involves an analysis of morphological, archaeological, historical, cultural and natural characteristics and their interrelations, as well as an analysis of changes. The perception of landscape by the public should also be analysed from the viewpoint of both its historical development and its recent significance. Promote awareness Active public involvement means that specialised knowledge should be accessible to all, that is, it should be easily available, structured and presented in a way understandable even by non-specialists. Let us not forget that all systems are interrelated.
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Acknowledgments The photograph of figure 1 was provided to us by its owner, Fernando Fierro, whom we wish to thank for his collaboration.
Bibliography Martín Osorio, V.E. (2009): “Jardines Sostenibles”, in Beltrán Tejera, E., Afonso-Carrillo, J.; García Gallo, A.; Rodríguez Delgado, O. (eds.): Homenaje al Profesor Dr. Wolfredo Wildpret de la Torre. Instituto de Estudios Canarios. La Laguna (Tenerife. Canary Islands), pp. 345-369. Recommendation CM/Rec(2008)3 of the Committee of Ministers to member states on the guidelines for the implementation of the European Landscape Convention: http://webs.uvigo.es/silvia.calvo/docs/CMRec(2008)3E.pdf European Landscape Convention, Florence, 2000: http://conventions.coe.int/Treaty/en/Treaties/Html/176.htm Ryder, R. D. (1970): Speciesism. Privately printed leaflet, Oxford. Wildpret de la Torre, W. & Martín Osorio, V. E. (2000): “Biodiversität der Kanarischen Inseln am Beispiel der Insel Fuerteventura”, Ber. d. Reinh. – Tüxen -Ges. Vol. 12, Linden Print & Media. Münster, pp. 253-262. Wildpret de la Torre, W. (1995): “Konfliktbereich Tourismus-Vegetation in touristisch beanspruchten Gebieten. Beispiel Kanarische Inseln”, Rintelner Symposium. Vol. IV, Berichte der Reinhold-Tüxen-Gesellschaft (RTG). Münster, pp. 219-230.
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3.
Landscape needs to be considered not only as a right or duty of society, but also as a priority emergency. It is imperative to promulgate the idea that enjoying a high quality landscape is a new basic human right. Landscape is a resource which can be qualified by adjectives such as natural, tourist, economic, social, cultural, etc. with the subsequent potential for transformation, exploitation and management. And it is its evaluation as an asset that holds the potentiality for an intervention and management strategy, which would be founded on a necessary interpretation of the landscape and an exchange of intellectual and everyday readings.
Inge Gotzmann Dirk Gotzmann Before we discuss “enjoying a quality landscape as a new basic human right”, we would like to make a brief introduction to CIVILSCAPE because this will clarify our point of view regarding landscape and our perspective on landscape issues in a more wider meaning. Then we will present our views on point 3 of the Manifesto for the European Landscape Project. Afterwards we will also give a short overview of projects and initiatives that are related to our point of view. Our view on landscape When we are actually talking about landscapes, we wish to make a statement on behalf of our network CIVILSCAPE. CIVILSCAPE is an international association of civil society organizations. These are non-governmental organisations (NGOs) which dedicate their work to landscape protection, management and planning, according to the European Landscape Convention (Florence, October 20th 2000). “A Landscape means an area, as perceived by people, whose character is the result of the action and interaction of natural and/or human factors.” Therefore our activities covers natural, rural, urban and peri-urban areas. It includes land, inland water and marine areas. It concerns landscapes that might be considered outstanding as well as everyday or degraded landscapes. Landscapes are an essential component of people’s surroundings, an expression of the diversity of their shared cultural and natural heritage, and a foundation of their identity. We believe that the landscape is a key element of individual and social well-being and that its protection, management
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and planning entail rights and responsibilities for everyone. By everyone we mean not only the government and the public administration, but also the civil society. In our point of view civil society is an important driving force to foster people to take responsibilities for their landscape. Volunteers all over Europe contribute their opinions, votes, activities and support to the protection, management and planning of landscape. Therefore the members of CIVILSCAPE cover a wide range of different organisations all over Europe. CIVILSCAPE currently has members in 21 European countries. Our members are national, regional and local organisations. Some of them are themselves umbrella organisations for other civil society organisations. While others have personal members like ours, the biggest have several thousand members. Since it was founded in 2008, our network has grown permanently and over the last six months the numbers have increased even more rapidly. Yesterday, just before this conference, the Executive Board approved the application to join our network from five new members. The mission of CIVILSCAPE is to create an enabling environment for civil society organizations, documenting the community of civil society organizations, strengthening the infrastructure of the citizen sector, and promoting collaboration, both among civil society organizations themselves and also between civil society organizations and political or administrative bodies and other actors, to advance the public good in Europe and beyond. Point 3 of the Manifesto “The landscape ought to be adopted not only as a right–duty of society, but also as a priority emergency. It is imperative to advocate the idea that enjoying a quality landscape is a new basic human right.” Enjoying a quality landscape is an important point. But how is this idea related to human rights? The concept of rights certainly existed in pre-modern cultures and it is not surprising that ancient philosophers such as Aristotle wrote extensively on the rights (to dikaion in ancient Greek, roughly a “just claim”) of citizens to property and participation in public affairs. Since the beginning, citizens participation in public affairs has been a basic right and therefore it is easy to understand that the European Landscape Convention ensures the citizens the right of participation in the public affairs of landscape. One basic document of most modern legal interpretations of human rights can be traced back to European history. The Twelve Articles, dated as early as 1525, are considered to be the first record of human rights in Europe. They were part of the
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peasants’ demands raised towards the Swabian League in the German Peasants’ War in Germany. It is not surprising that some of these articles are related to landscape, like the right for everyone to hunt or to collect wood in the forests and bush lands. These rights are related to the use of landscape in practical terms, but the peasants’ demands claimed these rights for a wider public and not only to the nobility. If we look at the philosophical background of human rights, we find the ideas of Hume that human rights codify moral behaviour which is a human social product developed by a process of biological and social evolution. Thanks to the social and political evolution over the last hundred years, the public attitude regarding our environment and the landscape has changed tremendously. It has become a public concern to care for the environment as a common good and to ensure its quality as an evident factor for (well-)being. Our moral behaviour towards landscape has also changed in this meaning. The quality of landscape is seen more as an important common good and as a legacy that has to be inherited from one generation to the next. Human rights are also described as a sociological pattern of rule setting. The most prominent promoter of this idea is Weber with his sociological theory of law and the work. These approaches include the notion that individuals in a society accept rules from legitimate authority in exchange for security and economic advantage. Following the preamble of the European Landscape Convention which notes that “the landscape has an important public interest role in the cultural, ecological, environmental and social fields, and the landscape constitutes a resource favourable to economic activity and whose protection, management and planning can contribute to job creation,” while landscape is usually seen as a source for usage, e.g. agriculture, built infrastructure etc, landscape gains a new role as a source for quality of life for people. We become aware and raise awareness that landscape contributes an important part to the formation of local cultures. Landscape is a basic component of the European natural and cultural heritage, contributing to human well-being and consolidation of the European identity. This counts not only for tourists who want to enjoy nice places, but it is even more important for people in their place of home and everyday surrounding. Therefore we have to acknowledge that landscape is an important part of the quality of life for people everywhere: in urban areas and in the countryside, in degraded areas as well as in areas of high quality, in areas recognised as being of outstanding beauty as well as everyday areas. The quality of landscape should be improved. This is common sense. But what does quality mean in terms of landscape? Does it mean landscapes like on beautiful calendars? Or can landscape also have a quality because it is a place with a history? People decide what quality means — and these decisions may change. A relatively new
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perspective, for example, is the view on historical industrial buildings. Round about 20 years ago they would just have been destroyed if not used any more. Nowadays many of these historical industrial buildings are considered as “cultural heritage” and some even became UNESCO World heritage sites, such as the historical Zollverein coal mine industrial complex in Germany. So human beings decide to keep or change their landscapes. Giving this possibility to people, it can be seen as a human right. But right also means responsibility. Therefore we have to provide people with the knowledge about landscape and the access to landscape (changes). “Landscape is a resource which can be qualified by adjectives such as natural, tourist, economic, social, cultural, etc. with the subsequent potential for transformation, exploitation and management.” The responsibility to landscape lies in many disciplines. Only by interdisciplinary cooperation of experts, interest groups and civil society can a good quality of landscape be obtained. “And it is its evaluation as an asset where the potentiality for a strategy of action lies, based on a necessary interpretation of the landscape and its exchange of intellectual and everyday readings.” Landscape always changes. Nowadays landscape changes are often very fast, especially near cities, due to building activity. Therefore a strategy of action is needed to accompany these changes and to involve civil society in decisions. It requires an active landscape interpretation, based on the exchange of points of views by people. From Vision to Action CIVILSCAPE and its member organisations have many activities that play an active role in landscape. We exchange our ideas, projects and knowledge within our network and we also promote cross-border and cooperative projects on a European level. CIVILSCAPE currently connects European-wide volunteer project case studies related to landscape. The idea behind this is to publish an overview of examples of good practice where volunteers contribute to planning, management and protection of their landscape. As an example, we would present one of the founding members of CIVILSCAPE: the German NGO BHU (Bund Heimat und Umwelt). Since its foundation in 1904, BHU advocates the cause of cultural landscapes and the people who form part of these landscapes. The projects are concerned with a whole range of issues from the conservation of environment, nature, historic monuments and sites to the protection of regional languages and traditional customs – briefly,
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with the safe-guarding of all elements basic for cultural landscapes. This demands a holistic thematic approach. Besides the conservation of already existing structures in cultural landscapes an important basic goal is the involvement of the local population in the development of their environment. The association is the umbrella organisation of the local history and citizen societies in the Federal Republic of Germany and represents half a million people who commit themselves to conservation causes. BHU is planning a project together with other NGOs to announce an annual “European cultural element of the year�. This is one way of focussing on selected cultural elements all over Europe. It helps the process of awareness raising and knowledge building. In another project, learning partnerships are build up with a mission to exchange methods on how to make people aware of their landscapes. CIVILSCAPE will start a campaign to encourage the European Commission to sign the European Landscape Convention. Many policy fields of the European Union (EU) are related to the quality of landscape. Some of them make use of landscape and many directly or indirectly influence the quality of landscape. The most prominent impact comes from the agricultural policy. At the moment there is a lively discussion in Brussels and the member states on the changes to the Common Agricultural Policy (CAP) after 2013. Following the Doha Declaration of the World Trade Organisation and the on-going process towards implementation decisions, the EU has to change its system of agricultural subsidies. In the future the EU has to avoid subsidies for products or direct payments to farmers that could harm the idea of a fair and market-oriented international trading system. Therefore the idea is to pay subsidies only for social benefit. In the recent draft the European Commission developed the concept to link their payment of subsidies to the management and maintenance of landscape that will be done by the farmers. It is evident that we urge the European Commission and the European Parliament to ensure the citizens participation in this important public affair. In our point of view it is a human right to enjoy a quality landscape. A quality that is related to the agricultural budget, which is half of the annual budget of the EU. We think it is crucial for citizens to be involved in the decisions regarding the protection, management and planning of their landscape. Therefore we will ask the Commission to sign the European Landscape Convention as a first step. 24 of the 27 EU member states have already signed the European Landscape Convention and are implementing the convention to their national level. This might facilitate the necessary process on a European level. Landscape is not only for tourists, for researchers or for landowners - landscape is for everyone - landscape is a human right - and a human duty.
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4.
Landscape is one of a community’s primary identitary elements. The pursuit of this principle of identity is the basic motivation that best explains the concept of the landscape. The landscape is the simultaneous representation of a community’s vision, beliefs and attitude towards its past, present and future. This community may be the passive and routine, or active and anticipatory voice of a project. In this way each society adopts its own stance as a contemplative or active agent with respect to the landscape, a stance which, in any case, changes constantly given its very physiology.
Flora Pescador Monagas Toward a new dimension of the public. Public sphere-public space and landscape Two ideas blend in the definition of the landscape provided in point four of the Manifesto: identity and community, and the relationship established between them through time and action. A good definition of identity is one that understands it as a cultural construct that can be elaborated from the inside and the outside (Valdivielso). From inside, it produces closed self-referential identities, centred in tradition, and from outside it gives rise to open identities in a continuous process of development. An “outward” identification often focuses on the great icons of the landscape, the exceptional monuments that identify and emotionally connect a collective and a territory, or in the creative forms in which populations have understood their historical relationship in the construction of landscapes. In other instances, the processes of local identification are associated to the greater or lesser quality of the landscape. The identification will be stronger the greater the consensus on its quality, and weaker when deterioration has become an intrinsic and manifest image of low social cohesion and quality of life. In addition, in a globalised world, individual and collective identities are constructed in a continuous negotiation with alterity (Augé). Many of the latest transformation processes of the territories have directly affected the historical construction of the landscape. The unequal tensions between the global and the local have affected the temporal and spatial processes of the landscape, and thus the acceleration of cultural changes and the collective feeling of belonging.
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The complexity inherent in the construction of the space has given rise to diffuse landscapes elaborated in progressively accelerated times that merge, in a blurry image, time, space, and velocity. The value of time in this context has been shifting gradually from a “setting forward” to a “setback”. Little by little, the transformations that identify the global landscapes homogeneously are gaining ground over the historical models of local landscapes. Today, as happens in every other discipline, the identity of the landscape moves between the local and the global. Out of unease, urgency, a spur-of-the-moment impulse, or at times a guilty conscience, many actions are undertaken to alleviate the effects of the accelerated construction of the territory and the deterioration of the landscape. Yet in this context there is no such thing as a miracle formula or a saving mantra. The landscape has rapidly become a ubiquitous concept whose overexposure can turn it into a trivial and ineffective concept. Now, the downturn offers some time for a break; it may be a good time for reflection, rigour, and learning. Today, information is only a “click” away. From the point of view of the average user (which is every one of us), lifestyles, social and cultural transformations, and the new technologies are producing substantial changes in the way we relate. These dynamics are leading many collectives, as we have indicated in the heading of this point, to reveal themselves as an active or participatory voice of projects. The landscape, understood as a transversal and processual discipline, must also be integrated in every participatory procedure and through them advocate for the quality of the landscape as a right of the citizenry. The goal is to produce stimulating experiences that bond and identify a society to the place and the environment and the increasingly intertwined development of an environmental ethic and aesthetics shared by society. This leads us to the question of how society can play an active role in the construction of the landscape. Today it is possible to create tools for participation through the design or launching of websites in social networks to build up actions with a global scope. We could make note of a few examples of participatory initiatives organised by local administrations, such as the “green hand charter” project (Charte Main Verte) of the Paris City Hall for the temporary reconversion of plots into urban gardens managed by the citizens, in which the unemployed can contribute by running gardening workshops. In other cities like Madrid or Saragossa, there have been similar movements, for instance estonoesunsolar* (“thisisnotavacantlot”) for the creation of temporary gardens and leisure and sports grounds in vacant lots. Actions such as these stimulate dynamics for the local, collective and identity integration of the neighbours. They are expressions *Architects: Patricia di Monte and Ignacio Grávalos
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of a conscious will to act on the public space, and which fix an active stance of the users in relation to their landscape. Similarly, social power is starting to be a mere “click” away. Social networks, the connectivity among citizens, or the tools for social participation are starting to construct identity through action. Perhaps the best representation from the recent past of the new dimension of the public as defined in point four of the Manifesto are the images that will persist in the collective memory of the events that transpired not so long ago in the Midan Tahrir Square of Cairo, as the population fought to be an active actor in democracy. A highly graphic image of the growing power of social identification through networks.
Bibliography Valdivielso, Sofía, “Los nuevos movimientos sociales y las redes de ciudadanía” http://www.laspalmasgc.es/views/Servicios/Participacion/ Augé, Marc, “La transformación del paisaje urbano”, in Tormenta e ímpetu. Catalogue of the European Biennial of Landscape Architecture. Collection Arqui-Temas, n. 29, Fundación Caja de Arquitectos. Barcelona.
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5.
Landscape must define and act on free public space. When it comes to defining a space as public, associating the public with ownership belonging to the State is a misunderstanding, given that it questions its very openness and accessibility, accepted by everybody as its primary fundamental quality. Believing that it must be subject to the jurisdiction of state institutions is tantamount to affirming that the public space does not, in effect, belong to the public, but to a political order that has assigned itself the function of controlling it and imposing its meaning upon it.
Roberto Gambino The following comments are focused on some concepts contained in the Manifesto, which seem to present some differences with respect to the philosophy of the Landscape Convention. The comments touch on different points of the Manifesto, but they are strictly interlinked. 1 (Referring to point 1 of the Manifest; Landscape as Interpretation). The Manifesto stresses the interpretative and projectual significance of every action in and on the landscape and states that “landscape is not nature”. Such statement seems to be consistent with Landscape Convention, since art.1 definition of landscape as “the result of the action and interaction of natural and/or human factors” and, moreover, art.5, where landscape is recognized “as an essential component of people’s surroundings, an expression of the diversity of their shared cultural and natural heritage, and a foundation of their identity”. Many scholars have consequently underlined the role of landscape as a bridge between nature and culture and observed that their connection is necessary for creating landscape (“no people, no landscape”). Of course, the emphasis on human culture’s role in managing and creating landscape has largely contributed to change the traditional approach of landscape policies, even in contrast with the persistent influence of the statutes, theories and evaluation practices of the “hard sciences”. But, what does the statement that landscape “is not” nature really mean? Does it mean that nature could be “cancelled” from landscape? Does it mean that the pushes and dynamics of nature do not affect landscape? Of course, the response is negative. From a global perspective, a growing number of problems and risks that landscape policies must face are the effects of changes which are determined or amplified by human choices while affecting the natural assets and ecosystems. From a local perspective,
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urban settlements are increasingly challenged by the aggravation of factors affecting the natural components of environment. This is why (as recommended by IUCN, the World Conservation Union) the alliance between policies for the landscape and policies for nature conservation is assuming a growing role within the responsibility of public regulation. So, the statement of the Manifesto should be partially reversed, observing that landscape means nature in culture and, at the same time, culture in nature. 5 (Referring to point 5 of the Manifest; Public Space). The Manifesto stresses the need for the landscape to define and act on the free public space. It opposes the idea that public space must be associated with ownership belonging to the State, in contrast with “the very openness and accessibility [of the landscape], accepted by everybody as its primary fundamental quality”. There is a large social agreement on the concept that landscape must be freely perceived, appreciated and enjoyed as a “common good”, without any limitation by everybody. And such concept is in tune with the general philosophy of the Landscape Convention. But the Manifesto goes on, stating that landscape cannot be “subject to the jurisdiction of state institutions”, because in such case it couldn’t “belong to the public”. The Manifesto seems to assume that any form of institutional control implies that a political order can super-impose its perception and meaning in contrast with the free perception and enjoyment of landscape Of course, such risk does exist: history can recall a lot of cases where the control and creation of landscapes have been used just to affirm the power’s design (landscape as “instrumentum regni”), crushing values and expectations of the involved populations. And this is why the Landscape Convention emphasises the need to take into account their perceptions and evaluations. But we must ask ourselves how could we protect the landscape values and first of all its function as a common good, its public enjoyment and accessibility, without any form of institutional control and regulation. This seems in fact the main effort of the Landscape Convention: to build, by means of more effective policies, new systems of public regulation of the landscape transformation processes that ensure the basic conditions for maintaining its free and open enjoyment. 17 (Referring to point 17 of the Manifest; Project and Planning). The Manifesto recalls a well-known statement, that is: “no landscape can exist without a project”. This leads to question what kind of project is needed, if we shall maintain its free and open enjoyment, as above affirmed, and consequently avoid any super-imposition of a binding order. Such question has to do with the confused articulation of project practices with planning processes. The confusion is actually fuelled by the different meanings of both terms (project and planning) in different languages and cultures, and, in particular, by the recurrent assumption that project means “detailed scale”
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while planning means “large scale”. This confusion obscures the intrinsic trans-scale character of the landscape project, as well as its role in addressing the dynamic complexity of the territorial processes transforming or creating landscape. But, if the distinction between project and planning cannot be based on a mere difference of scale and scope, what is the real meaning of the landscape project? An attempt to reply can start from the idea that it means a wide range of activities and policies, including not only planning and other regulation tools, but also knowledge improvement and awareness raising, visioning and strategic directives and guidelines, evaluation and assessment, management and any other forms of territorial governance useful to improve the quality of landscape, according with the general objectives of the Landscape Convention. Among these activities, each project must identify the issues concerning problems, risks and threats to be faced in its specific context, as they are perceived by the involved populations. Such identification is the basis on which the project can help define the goals and choices of the involved communities, linking knowledge and expectations, memories and hopes. In this sense the project may be conceived as an essential device (see Manifesto, point 18) for landscape policies or, to be precise, for their “territorialisation”. But, not a merely technical device, instead it is a powerful expression of common perceptions, attitudes and preferences.
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6.
Free public space creates landscape that can not be capitalised as “an entity” or as a “site” because it is not an object nor a specific part of territory with fixed borders and boundaries that define it. The places of our actions and community relationships are always presented as being more complex thanks to the layering and sedimentation in time of incoherent actions. They are not places where something might happen at any given moment, given that this place only occurs inasmuch as this “something” happens and only at the very moment of its happening. This place is not a place, nor indeed a non-place either, put a taking place. A pure happening. They are sometimes configured as landscapes representative of the community, sometimes as undefined landscapes to be discovered; scenarios of a diffuse contemporary society.
Gerhard Ermischer This Chapter may seem to be quite complex and abstract. But indeed it is a cornerstone of the Landscape Manifesto, linking many points of the Manifesto to each other. It is fundamentally based on a holistic view on the landscape, already beautifully defined by Alexander von Humboldt two centuries ago. He defined landscape as the “totality of all aspects of a region” though thanks to his further writing one could add a further half sentence “as perceived by man”. This definition is more or less reflected word for word in the European Landscape Convention. It states two important aspects of landscape: it is the sum of all its elements—and indeed here the whole is more than the sum of its parts—and it is defined by the human being, with the human perception being, on one hand, the defining factor and, on the other hand, a constitutive element of the landscape itself. This is not a new concept, and indeed was not a new concept 200 years ago when Alexander von Humboldt phrased it so beautifully. 700 years ago the senators of the Italian city state Siena commissioned the famous painter Ambrogio Lorenzetti (ca. 1290 – 1348) to decorate their main assembly chamber depicting the consequences of good and bad government on both the city and the surrounding landscape. So these men held a deep belief that the way they thought and acted would have a direct and massive impact on the landscape as a whole. Today, we often miss this understanding, but it is fascinating to see that, whenever problems in landscapes, especially urban landscapes, become really big and governments despair of solving
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them, there is a fall back on culture as a last resort to return devastated landscapes into places worth living in. So landscapes are defined and influenced by the way we perceive them. This is not just an abstract concept. One just has to look at paintings by Dutch artists from the 16th and 17th century, providing us with wonderful pictures of landscapes and daily life, where we can see harvesters cutting wheat with their sickles. The wheat is as tall as the men. A man cutting those towering stalks by hand has a completely different perspective in every sense from a farmer sitting high up in his modern airconditioned harvesting machine with a built-in SatNav system, automatically cutting the short stemmed wheat grown today for the sole purpose of rich crops—corn that is already sold and resold several times at the stock exchange before it even reaches the storage buildings. This different perspective will necessarily lead to a completely different approach to the landscape and a different way of treating it. Like our society, like any other living entity, landscape is changing all the time. And change provokes fear, discussion and conflicts. A good example is the wind turbines popping up all over our landscapes. They lead to big debates about the destruction of the landscape on one side and the need for clean energy on the other side. But we often forget that windmills have dominated the northern European landscape for centuries, especially from the 16th to 19th century. When they were first built on a great scale they were seen as proof of great technical, economic and social development. They are depicted in many Dutch landscape paintings, figuring prominently and loaded with symbolic importance. They already formed large wind farms in Amsterdam as well as on small islands at the coast of Estonia. The massive stone built windmills are carefully restored today, not as a source for energy production but as a tourist asset. Tourism of course is shaping landscape on a great scale, as anybody can easily see in the Canary Islands. It creates a new landscape and, in the process, often destroys the very landscape which attracted the tourists to the area in the first place. So here, more than in many other fields, a very sapient and complex balance has to conceived between the different interests, needs and demands of the different key players and stakeholders: the local people, the developers, the tourist industry and the tourists themselves. The traces of change are more or less visible in the landscape. For instance, the agricultural terraces which are being abandoned, reclaimed by secondary forest, eroding and falling into disrepair and slowly disappearing and becoming invisible. Such structures are quite easy to see, but seeing them does not mean understanding them: When were they created? What was their original purpose, their economic value, their social environment? Why were they abandoned? and
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What changes in economy, society, history led to their construction as well as to their destruction? The landscape is full of stories, but these stories need to be told. One can see a wonderful picture of an English landscape with green and lush fields, narrow roads, stone walls, a little village and parish church. A highly structured, romantic landscape one would love to visit and stay in. But when this picture was taken in 2001 at the height of the food-and-mouth decease and the fact that there are no animals visible in the green meadows is due to the fact that all the sheep and cattle have been slaughtered, it tells quite a different story and is no longer a nice picture of romanticism but a scary picture of the perils of modern agriculture. In Dowris in Ireland we can see a bleak landscape of peat bogs which have been recently stripped for the production of peat to fuel a nearby power plant. This way of producing energy is neither sustainable nor economic, but it is still done for cultural and social reasons. Because after Ireland became politically independent in the 1920s, it tried to become independent economically as well, substituting British coal with Irish turf. Burning peat is therefore seen as part of the Irish tradition and national identity. Athens tells a story of the cradle of European civilization, culture, philosophy and democracy. But modern Athens is an urban sprawl of chaotic development, covered by smog and drowning in traffic. Modern Athens is quite a different animal from the romantic Athens of our visions and dreams. The fractures between history and modernity are often unintentional, but sometimes they are well planned. As in the case of Lyon, today a UNESCO world heritage site because of its wonderful historic town centre. But the skyline of Lyon is dominated by the apartment blocks designed by Le Corbusier as a distinct reminder of modernity, giving the inhabitants of the apartment blocks a vantage point looking down on the old patricians residing in the town palaces. So all landscape elements and features need explaining in order to fully understand their significance. But many would not even be recognized as landscape elements without the stories attached to them, stories which need to be told. Like the snow cisterns in the high mountains of Gran Canaria, which were cut into the rock 300 years ago by the priests of the Cathedral of Las Palmas to store snow in the winter. Snow which could be transported to the city in the hot summer months, at a time where there was no electricity and no refrigerators. Without the story these would just be holes in the ground that nobody would take any notice of. Only when a parking place was built, a protective roof erected and information panels were set up did it become a place of interest. So we need to study the landscape if we want to understand it better. We need scientific research and we desperately need communication, not only for the tourists, the visitors, but especially for the local people. And scientists must not just tell the
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local people about their findings, but they must also listen to the people whose identity is formed and influenced by these stories. As this is about perception, it is not limited to physical landscape features. But, for example, language is an important aspect of the landscape and of understanding the landscape. One just has to look at two copies of the comic Asterix in Spain, in Castilian and in Catalan, to be reminded of the deep impact of language on identity and society as a whole. Just as important is food, with local and regional dishes telling stories of trade and economy and ancient relationships across Europe or indeed the World. Like the stockfish produced in the north of Europe and transformed into spicy dishes in Spain or Italy. These dishes tell a story of sailing ships, the need for light and durable provisions, of trade routes from the Mediterranean to Scandinavia and the small islands in the North Atlantic, but as well of the richness of spices available in trading posts in Spain or Italy. Not all specialties have to taste good before, not after, tasting them: for example, Surstrรถmming from Sweden, a canned, fermented fish, will most likely be only digestible to the unwary with a lot of Aquavit to accompany it. But again it tells a story of how fish could be preserved before we had electrified coolhouses, economic structures and inventive solutions. Without the stories this is just food, but with the stories it becomes landscape. So landscape is not just a three dimensional object. With our perspective and perception it becomes a four dimensional process, and human concepts and ideas add a fifth dimension. Landscape is the living canvas on which we paint our hopes and fears, our ideas and thoughts. It is a stream flowing from the past through the present into the future.
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7.
LANDSCAPE can not and should not be mistaken for TERRITORY or ENVIRONMENT, nor can the same operational constructs be applied to each of these terms. The territory represents the physical space in which different sets of ecosystems intervene, interact and interrelate. The environment is commonly understood as a system of physical, chemical and biological conditions in which a collectivity of animal and vegetable organisms organises its life. The landscape takes into consideration the bonds of interrelationships, interdependence and temporal evolution of a system of ecosystems. The territory is in fact covered by mosaics of landscapes.
Mauro Agnoletti For some time now the landscape has left behind it the elite dimension, often torn away from the social and economic context, and has become the very foundation of the current debate on the development model. This has allowed the development of political and scientific instruments for the study and planning of landscape. Among these is the European Landscape Convention. Observing the European initiatives in progress, as well as the numerous national and regional initiatives, one notes a frequent tendency to confuse the meaning of landscape with that of environment and the local territory. There seems to be some confusion between the initiatives in support of nature conservation and improving environmental quality with measures to pursue landscape goals. Typical in this sense is the case of Italian regions which, in response to the need to implement strategies for the rural landscape in accordance with the National Strategic Plan for Rural Development, devised actions that are more often directed at the agricultural landscape. On the contrary rural areas needed to stop the advance of nature, caused by the abandonment of traditional agriculture. One of the ways for doing this would have been to maintain the typical crops of those places. The problem is the lack of a philosophy or policy that takes due account of the concepts of “space” and “time” in the analysis of the landscape. The time dimension allows us to observe that the landscape is not only the result of a “perceptive” process, characteristic of human societies, i.e. it exists because human beings think about it and gaze upon it. Landscape is also the transformation of the natural environment by a cultural group. Culture is the tool, the natural environment is the means, the landscape is the result. This means that the landscape is always the
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product of an evolutionary process that shapes the environment, giving it forms and placing these forms in a physical “space” which comprises the “sensitive” dimension of the environment. In this sense, as opposed to an environment that is simply the “biosphere” where life takes place on the planet and the area in which human processes unfold generically, the landscape takes on the significance of integrating the economic, social and environmental processes in space and time, in which nature is part of the whole but not the primary objective of the landscape project. On the other hand, human-induced climate change can also alter terrestrial ecosystems from which humans are absent. Hence it is evident that the landscape, as explained above, is the most appropriate way of interpreting the ecosystem, unless we exclude humans as a crucial element in the interpretation of environmental dynamics and the planning of a development model. This does not mean that strategies for the landscape cannot usefully complement, where appropriate, the vaster environmental issue. Yet we certainly cannot view the landscape as an “appendage” of the environment, as unfortunately happens in many national and international domains. These are not trivial distinctions since they involve not only scientific and government agencies, often with very different approaches, but also the present value of the landscape and the the objectives of quality landscape. The problem of uncertainty in the approach to landscape has considerable relevance in the scientific community too. In EU documents regarding the environment, agriculture and forestry, and also documents of important supra-national economic bodies like the OECD, the theme of the landscape is often put alongside the environment, in particular biodiversity. In fact Biodiversity and Landscape was the title originally proposed in the National Plan for Rural Development Regulation borrowed from the CAP regulations. It is quite clear that approaching the landscape issue exclusively from the perspective of biodiversity would be both problematic and simplistic, one reason being that in the current regulatory context the biodiversity of natural species is invariably awarded while habitat fragmentation is seen as a danger. This has obvious repercussions in a country where fragmentation is an asset: fragmentation in the sense of diversity or “biodiversity” of the agricultural landscape loosely defined as “heterogeneity”. It is more a question of a lack of research in the Mediterranean area, which appropriated scientific knowledge from other cultural and environmental domains, thereby promoting the search and study of the “natural features” of the territory, often with a vague definition of the term “natural”. This has led to a bias in the management plans for parks and protected areas in where chestnut groves are abandoned because they are considered man-made forests, and nothing is done to restore the pastures in the process of disappearance because the woods must continue to advance according to the dictates of the law. The inadequacy of the
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environmental perspective when it comes to the landscape was also created by the hypothesis whereby, once the issues of soil, water and air quality were solved (typical environmental issues), we would not automatically protect the landscape because it is a far more complex issue and cannot be solved by increasing the number of water purifiers or by using clean energy. The goal of landscape conservation is not to seek the highest state of naturalness, but rather to maintain the human-environment relationships typical of the cultural identity that the landscape represents. The human and dynamic features of the landscape require appropriate scientific instruments to analyze and evaluate their changes. Hence, our observations must be aimed at a span in the evolution of the landscape system being examined, a span long enough to assess the significance of the changes. To achieve this we must also determine an appropriate spatial scale. In fact, the scientific study of the landscape is affected by a kind of uncertainty in its approach, revealing an allegiance to certain disciplines, and a trend that over time has seen the transition from a predominantly historical and descriptive approach to a more ecological approach. The result was a shift from an initial approach based solely on the analysis of printed sources to the present era in which ecological guidelines are the ones most commonly used as points of reference. This has provided the touchstone of land use planning in the last few decades, especially with the “ecological planning” proposed by the American School of Mc Harg. The biological approach to the study of the landscape has certainly increased the range of operational capabilities; however, in its practical application it ends up favoring an overlapping of the concepts of environment and landscape. A clear sign of this can be seen in the vast majority of planning and programming documents, with obvious inaccuracies in the interpretation of the role and function of the components in landscape systems. A case in point is the “natural” origin of the Mediterranean bush and ericaceous shrubs in general, which mainly originated by fire. This land is often managed by regular coppicing and grazing. These features end up being included as “natural” elements of the landscape to be preserved, without taking into account the trend that, without specific interventions and with favorable stationary conditions will lead to forest trees that will replace the aforesaid elements of the landscape. All of this invariably promotes renaturation resulting primarily from the abandonment and new protected areas in more or less populated areas. The real utility of this seems especially to be that of limiting urban sprawl, while the real emergency is the disappearance of the traditional landscape. Another phenomenon which is gaining favor in planning is the “ecological network”, which exchanges the idea of the network - i.e. a network of interconnected habitats - with that of the physical structure of a network. This generates reckless proposals of rows and hedges, etc. to create an artificial “connectivity,” without wondering what this really has to do with the local landscape. The results are negative, primarily on planning and land
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management that assigns roles and functions to elements of the landscape whose nature is not specifically or correctly stated. There are glaring cases of management plans for the entirety of the NATURA 2000 sites of important Italian regions which, having totally omitted the landscape and socio-economic descriptions, give not only an unrealistic image of the local area, but make it impossible for their implementation without incurring conflicts with the local people. And not so much because of urban planning issues, but for the exercise of normal agricultural and forestry activities. These scientific and management approaches have clearly been detrimental to the historical approach that has remained more backward and conservative than these new trends, with the result that the historic matrix of the landscape remains in the literature, but often is not expressed in the reality of planning since it fails to examine the issues of sustainability, biodiversity and climate change in a critical and proactive way. This has placed the entire Mediterranean in a position of substantial rearguard in the scientific community, chasing an adaptation to the environmental agenda and scientific approaches dictated by other countries. This is done without posing the question of whether or not the landscape systems that have matured over a few millennia of history have not a lesson to teach, for example in terms of their biodiversity due to the plurality of land uses, habitats and species related to traditional agricultural and forestry activities. From this point of view the paradox of pastures and meadows is becoming a pattern. Everywhere they are on the decline and are even indicated as an environmental crises because of the loss of biodiversity associated with them. Yet nothing is being done about it because this would obviously mean eliminating the forests that invaded them and led to their decline in many European countries where farming and shepherding have been abandoned. These views are also reflected in major European policy instruments, for example in the forestry sector, established by the Ministerial Conference for the Protection of Forests in Europe (MCPFE). It bases its definition of Sustainable Forest Management on three pillars: the economic value of forests, their environmental value for climate change and their social and cultural value. Although the three pillars are of equal theoretical value, 19 ministerial resolutions have been taken on the first two while none have been taken for the third. What is more, the scientific guidelines required to implement the third pillar have not yet been put in place because their indications clash with the broad policies of the other pillars. Practically every effort to increase the forest is judged favorably, also with regard to the landscape, while preservation of landscape the diversity, which should obviously provide equal value to the wooded areas and open areas, is seen as a threat. It is clear that if the content of the strategies and actions for the landscape are not clarified, the future actions for the implementation of the European Convention could even result in further damage to the landscapes of Europe, already threatened by numerous phenomena of deterioration.
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8.
Landscape is not homogeneous. It creates relations between parts and elements (a system of relationships) capable of tailoring specific interventions from an interdisciplinary perspective on the physical environment, on the countryside and on the city, on the sky and on the sea; therefore, various dimensions need to be differentiated in the landscape. It is critical to understand the distinction between these dimensions, for instance between the city and the urban landscape. The city is a place but the urban landscape is a radical form of social space, the setting and the product of a collective in the process of defining itself, a deterritorialised territory in which, instead of goals, there are diagrammatic relationships, objects, loops and links subject to a state of permanent stimulation. This urban landscape is not the result of a specific morphology prearranged by the designer, but an articulation of sentient qualities that emerge from practical operations and temporal schematisations - along with their slip-ups, impasses and momentary grips - contributed by the citizens in real time.
Alexandra Kruse Point 8 of the Manifesto for the European landscape project states that landscape is not homogeneous. Landscape creates different and manifold relationships between pieces and elements. Furthermore it draws attention to the point that there are several landscapes: natural, rural, urban; mountain, coastal, agricultural etc. The following article briefly summarizes how landscape is composed, which tasks and demands it fulfils, and what this will mean for us, the people who deal with, live in and work on landscape. 1. Landscape definitions There are as many definitions of landscape as people who work on it, though if they were asked what landscape is, most people will spontaneously answer the same: “It is the land around us.” The European Landscape Convention (CoE, 2000) gives many different definitions on landscape, but the most important one is that “Landscape is perceived by the people” (art. 1, a). The ELC has taken into consideration a well-known fact which has rarely entered into the mind of politicians and researchers, or into the minds of people: It is the fact that landscape can be everything. Landscape is an essential component of
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people’s surroundings and contributes to their well being (see studies of Buchecker, M., Hunziker, M. et al.1). Landscape is an expression of the diversity of their shared cultural and natural heritage, and a foundation of their identity, an important part of the quality of life for people everywhere and, last but not least, landscape is a consolidation of the European identity. UNESCO says that cultural landscapes are the “combined works of nature and of men [...] They are illustrative of the evolution of human society and settlement over time, under the influence of the physical constraints and/or opportunities presented by their natural environment and of successive social, economic and cultural forces, both external and internal.” (WHC 2008, paragraph 47). This definition too, shows the intensive interaction between man and nature, no matter where the landscape is located. It also shows that there are many different facts forming the landscape, underlining the fact that landscape is not homogeneous. To the author’s surprise, the European Urban Landscape Partnership (EULP)2, the only network known to the author that deals explicitly with urban landscapes, starts its definition with the words that “Urban landscape is the un-built land within and around cities” only to add in the next sentence that “it can also comprise built land”. 2. Landscape elements Landscape is made up by many different kinds of landscape elements which have different forms, different meanings and different origins. As a result, it is only natural that landscape cannot be homogeneous. Fig. 1 gives just a few examples about the diversity of landscape elements, their origin and their outer appearance.
Fig. 1. Landscape elements have different forms and are of many origins. 1 2
Both working at WSL: research institute for forest, snow and landscape: www.wsl.chwww.wsl.ch EULP: http://www.urban-landscape.net/
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Do we have to agree that these different landscape concerns have to be regarded as contrasts? As opposites? Or wouldn’t it be better to accept that there is always a “with” and a “together” or even “because of…”? 3. Landscape functions Point 8 of the Manifesto also deals with the contrast of rural and urban landscapes. From pictures, it is clearly visible, at first sight, that they don’t have much in common (see fig. 2).
Fig. 2. At first sight, urban and rural landscapes have nothing in common: one is built, closed, stone, the other one is green (nature), open, large. But looking at their functions, they fulfil the same tasks for the (same) people.
Looking at the functions they fulfil, it is clear that they both fulfil the same functions for the same groups of stakeholders. For people they represent living, working, recreation, production and education spaces. There is a strong exchange between them: people from the cities go to the countryside and vice versa, for one reason or another (see fig. 3). Regarding the environment, urban as well as rural landscapes fulfil key tasks in questions of biodiversity, genetic sources, climate conditions, migration. They both contain and need protection zones. There is not only an exchange between them but also a strong interaction between the landscape tasks for people and for the environment. Here as well, dichotomies have been formulated, such as “Use versus conservation”, or “landscape conservation versus cultural heritage protection”. As mentioned above, the author wishes to underline that they shouldn’t be seen as contrasts but as “with each other” (Roth, & Kruse, 2010). 4. The legal framework The legal framework which addresses the landscape is manifold: on a world level (biodiversity convention CBD), Europe wide (European Landscape Convention ELC), EU (Thematic strategy for the Urban Environment; European Spatial Development
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Fig. 3. Rural and urban landscape fulfils the same task for the same target groups. There is a strong exchange and interaction between them. It is necessary to look at whether there are more connecting or more separating elements.
Perspective; Community Strategic Guidelines for Rural Development from 2007 to 2013) as well as national regulations. The problem is the lack of vertical connection and cooperation between national and international levels. Furthermore there is a lack of horizontal exchange between regions, and between countries (Scazzosi, 2010: 168 ff; Steiner & Schabl, 2010: 201 ff). 5. Further requirements – points for discussion Everything that deals with landscape, no matter whether on a political, planning or educational level, should always consider that landscape is not homogeneous. That landscape achieves many tasks, not only today but also in the long run. It is not only the arena where climate change takes place and can be measured but will also be needed to cope with the outcomes of climate change. Regarding biodiversity, landscape again is the arena where biodiversity takes place. But it also contains resources to provide, to achieve and develop biodiversity further. Landscape is the basis in order to meet expectations following demographic changes and the urgent food security as well as energy supply. The latter need production space as well as knowledge, resources and stakeholders who are all situated in the landscape relatively, depending on it.
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Participation in all the discussed fields is crucial. It can be assured by awarenessraising, information, dialogue and cooperation. A balance essential between the different demands and needs, addressed towards landscape and between the different types of landscape: urban as well as rural. Planning should link grass-roots and community based initiatives with wider national or regional perspectives. We have to understand that landscape is more than single elements, that urban and rural landscapes have lots in common, and that landscape is endangered! What we need is a common understanding whether it is possible to comply with all demands and needs in one single place or if we need different land use zones. One for protected land, one for biodiversity, another for climate change experiences, another solely for energy production, the next for food production and so on. A patchwork like this seems easy to reach, but is it realistic? Is it that what we want? Should we decide what is most important for us? Shouldn’t we adopt the standpoint of the landscape? What is most important for the landscape? The previous thoughts can be summarized in one question: How to protect the landscape in a way that it can go on fulfilling all these urgent tasks into the future?
Bibliography Council of Europe (2000). European Landscape Convention. Strasbourg: Council of Europe. European Treaty Series 176. Roth, M. & Kruse, A. (2010): “Foundations for the planning of Europe’s rural areas: Agricultural landscapes as cultural heritage – A European view” in Ilmonen, M. & Ache, P. (Eds.): Space is Luxury. Book of Abstracts of the 24th AESOP Annual Conference, July 7th-10th, 2010 in Helsinki (Finland): pp. 204-205. Scazzosi, L. (2010): “Assessment of policies considering cultural heritage in European agricultural landscapes. Conclusions” in: Pungetti, G. & Kruse, A. (Eds.): European Culture expressed in Agricultural Landscapes: Perspectives from the Eucaland Project. Palombi Editori, Rom, S. 168-173. Steiner, C. & A. Schabl (2010): “Recommendations for future planning measures” in: Pungetti, G. & Kruse, A.(Eds): European Culture expressed in Agricultural Landscapes: Perspectives from the Eucaland Project. Palombi Editori, Rom, S. 201-202. World Heritage Center (WHC), (2008): Operational Guidelines for the Implementation of the World Heritage Convention. Paris.
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9.
The core aspect of the landscape project is the transversality of knowledge in opposition to inflexible orthodox disciplinary tools and rules. This process must be undertaken by associating diverse branches of knowledge not necessarily related with the science of the territory, such as economics, anthropology, agronomy, ecology, geography, sociology, semiotic, aesthetics..., but also creating relationships beyond the sciences, using different scales of work and in pursuit of goals that need not be coincidental. In any case, renouncing any determinist procedure from the general to the particular.
Cipriano Marín The transversality of knowledge in light of orthodox and inflexible disciplinary regulations and instruments It is evident that the landscape concept is addressed from a number of fields, although as we are aware, some have more weight than others. Each landscape is a historical archive of what has occurred in that region, and it usually follows a process of continuous change. However, sometimes we forget that each landscape is also a file of knowledge, an open window to the generation of knowledge and a lever for promoting change. The idea of a landscape as an inventory or a set of elements that differentiate a space has slowly lost weight, and it is currently considered to be an integrated intangible and tangible unit. The qualities of a landscape are not apparent if each element is only analysed separately. In fact, they are the result of the relations between the components and their interactions, and therefore they are unique and belong to a certain region. In this context, it is necessary to understand that in recent years, landscape studies have included with greater frequency aspects such as a concern for a better phenomenological understanding, an interest in preparing integrated perspectives of the landscape’s structure and operation, or the trend to give more importance to the ethnographic and cultural dimension. This last aspect has been strengthened thanks to the appearance of the “cultural landscapes” concept in the World Heritage Convention. Cultural landscapes are considered to be cultural assets that represent the “combined work of humans and nature” and which illustrate the evolution of society and of human settlements throughout the years. By including in this concept
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the limitations and advantages of a natural setting and the social, economic and successive internal and external cultural forces, it is possible to recognise the need to add the dimension of driving forces in landscape studies and processes. All scientific fields and disciplines contribute new and valuable instruments for analysing and studying landscapes each day. Every discipline can help break down the heritage and the landscape value of each region to recompose it through joint knowledge. The increasing competitiveness of the various fields of knowledge is reflected in the enormous diversity of typologies that arise and the extensive variety of criteria. However, it is also necessary to warn that there is often an excessive taxonomic effort in the process of landscape identification. This trend can become an issue when there is a clear preponderance of a certain discipline and its associated methodologies over others. The problem is not so much in completing the classification effort, but rather in the possible typecasting of each type of landscape in the identification and management process, reducing the importance of the corresponding dynamic nature proposed by the European Landscape Agreement. The first Dobris Report (1995) prepared by the European Environmental Agency contains a landscape classification that includes 30 types just for continents, of which 13 are characterised by dominating natural features and the remaining 17 can be considered cultural landscapes. Are these many or few? If we spread out on a table the entire collection of landscape “spatial planning” studies and proposals from recent years, we would note a certain level of abuse in the identification process, which exponentially surpasses the report mentioned earlier. Sometimes we will encounter supposed matrix analyses from which landscape types and associations arise that are difficult to understand and which, in summary, have no relation to the space’s real nature (or that perceived by the population). What is truly concerning, however, is that at the end of the process, a space-landscape can have odd names and surnames, like puzzle pieces with the aim of “planning” a region, although each concept is incomprehensible for the larger part of a population. In light of these situations, it would be worthwhile to propose that any landscape identification process, study or project must be associated to various scientific disciplines and knowledge in a transversal manner, and depending on the requirements and possibilities, cover the wide spectrum of social, natural and formal sciences while using different work scales and referring to objectives that do not necessarily coincide. This position may entail fleeing from restrictive positions or applying closed classifications and methodologies. It is unclear whether the landscape visions offered by regional science or by geographers and architects, for example, are more appropriate or convincing than
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those proclaimed by other disciplines. The fact is that many landscape identification studies and projects display a strong asymmetry between regional science as opposed to other knowledge fields such as economics, anthropology, agronomics, ecology, geography, sociology, history, aesthetics, semiotics, astronomy or basic sciences and earth sciences in general, despite the efforts of regional science to integrate them. The relevance of certain fields sometimes translates into applying determining processes to landscape identification, characterisation, categorisation and management proposals. The determination and hieratic nature related to certain landscape identification studies and processes primarily originates from their association to the region’s spatial planning policies, guidelines and strategies. In this setting, a landscape appears as an auxiliary tool that is sometimes useful for classifying various areas in spatial planning in order to establish sine die or indefinite uses and authorisations. This affirmation may seem to contradict the European Landscape Agreement when it defends the need to integrate spatial and urban planning policies, but it becomes a concern when this integration is unidirectional and preconceived. Simply by reading over the specifications documents of the contracts related to spatial planning landscape studies in certain European regions and countries, it is easy to see that there is little room to manoeuvre. All too often, spatial planning techniques, methodologies and objectives superimpose landscape identification and knowledge processes. It would seem that we forget that the Agreement also discusses integrating the landscape into cultural, environmental, agricultural, social and economic policies, as well as any other policies that may have a direct or indirect impact on the landscape. No spatial planner would interpret or violate the area or the definition of an ecosystem or a habitat, but it would not be an issue or scientific contradiction to generate individual landscape typologies. Regardless of how we look at it, the reality is that there is a wide array of cases in which landscape studies and their identification processes appear to be biased in their genesis towards the administrative areas that plan them, and that their final characterisation is determined by their scouting party--the region’s planners. When these circumstances arise, the transversality of knowledge in dependent projects and studies is merely formal, ad hoc methodologies are generated, and all too often, the professional vision of the ruling discipline prevails as opposed to focusing on knowledge of the landscape. These affirmations do not contradict the idea of integrating the landscape into spatial planning, but rather they warn about the emergence of processes that pervert the landscape concept itself and the right everyone has to its enjoyment and
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knowledge. Additionally, they warn of the risk of landscape identification processes that are unrelated to the majority of the population and the values housed by each field. Evidently, it is necessary to strengthen landscape research as an element that comprises sustainable spatial planning and the application of the European Landscape Convention in spatial planning policies, but never subjected to rigid planning instruments as well as orthodox and inflexible disciplinary regulations. We always start with the idea that the various disciplines allow to shape and model landscape knowledge with the final objective of promoting a wise use of the region. The greater the ability to generate landscape knowledge transversality, the greater the ability to wisely manage the region, and as a result, the greater the resources for promoting participation. However, let’s not forget that the objective of spatial planning is to establish a rational occupation of the region by applying regulations that allow or prohibit certain uses of the land. Here we encounter the second major source of tension or at least of controversy. All too often, the landscape identification sequence is biased by the luck of judicial determinations. In many urban or spatial planning processes, there is a loose judicial drive that tends to assign its judicial content to each regional grid until exhaustion. Landscapes are not immune to this trend, to which we must add the unscientific position of most political classes who believe that helping or being committed to the landscape only consists of systematically making laws about the landscape. It can be important to create laws in certain circumstances, especially for protecting, but this should not restrict landscape identification and study processes since we may encounter extremely delicate situations, such as intending to address the intangibility of the landscape perceptions through regulations. The intangibility or the cultural origin of the landscape concept creates many difficulties when conceiving instruments that are simple, interpretable and in agreement with their legal protection, especially if we consider, on the one hand, the logical lack of homogeneous scientific methodologies for analysis, the different evaluation criteria and the diverse sociocultural perspectives, and on the other, the multiple interests being played in the spatial planning field. In this case, the ability to generate knowledge for sustainable landscape identification and management should not only address the challenge of a multidisciplinary focus, but also attempt to establish a multi-sector focus. Therefore, it is essential to promote knowledge transversality and diversity in light of the determination imposed sometimes by analysis instruments and disciplinary or legal regulations that are orthodox and inflexible, which ultimately dilute the prominent role of landscapes in the project.
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When regulatory interest surpasses the dynamics of the landscape perception and knowledge process, truly anomalous situations arise. Between 1997 and 2002, in the midst of the sustainable strategies concept, Insula (Scientific Council for Island Development) carried out a study for evaluating the effect of new plans and regulations for Atlantic and Mediterranean European Islands, generated under the halo of sustainable development. The results were surprising: the most unstructured islands with the greatest environmental degradation had the highest proportion of protective regulatory articles. However, what is interesting were the complaints of the islands’ populations, who simply did not understand what the well-intentioned planners referred to with the various landscape and regional terms. Afterwards, it was well understood when it was verified that these typologies could be related to the possibility of land speculation. Another interesting case is the Salt Route Project. Most European coastal salt evaporation ponds, which are incredible biodiversity ecotones and exceptional cultural landscapes, were subjected to rigorous environmental and landscape regulatory protection systems in 2002. However, their degradation process was unstoppable. The success of their survival (since they were dynamic and organic landscapes) was based on a paradigm shift to the concept of protection. The Salt Route’s efforts, which have been followed by many other regional initiatives, established two essential lines of work. The first was to generate a new perspective of these spaces through knowledge, including their recognition as landscapes belonging to bird life and macroinvertebrates, identifying symbols for professions, unfortunate spaces for local populations (but which house their character), and even places for science, local enjoyment and tourism. The second phase was for local actors to take advantage of this knowledge in order to reactivate (without the need for additional regulations) the new and renewed salt evaporation pond landscapes, recreating the regions of Guerande, Fuencaliente, Trapani or Cabo de Gata and generating quality economies through knowledge and the accumulated material and non-material heritage. Ultimately, what is being referred to is the landscape’s functionality as a tool for “regional custody” with public participation and the support of knowledge. Without belittling the efforts of administrations and governments to integrate landscapes into spatial planning and a number of commendable legislative initiatives, it is understood that the natural space related to landscape study and knowledge can be found in initiatives such as “landscape observatories” or similar actions. It consists of areas that are not especially regulated where public participation and the scientific community’s (in other words, the civil society) contribution can come together with institutional perspective.
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Observatories provide a convenient solution for generating abilities related to landscape knowledge through participants and the scientific community. This formula certainly opens democratic spaces in the landscape identification process and in management proposals, although it represents a challenge for administrations. In this case, landscape planners appear more as interpreters and mediators as opposed to decision makers. The way that landscapes are evaluated also changes and varies depending on the social groups or the cultural heritage and the knowledge resources provided. These types of experiences also provide another benefit: the ability to resolve or mitigate conflicts related to landscapes and to strengthen landscape information and education. Knowledge and science as landscape resources The continued effort to equip the various landscape identification studies and projects with a scientific base and a methodological coherence sometimes omits something as evident as the fact that knowledge and science are also substantive landscape resources, and often times the main focus of a landscape. A few examples are enough so as to establish this duality, expressed on the one hand in science as a method in the landscape study process, and on the other, in the evidence of new and former landscapes as knowledge and science. Geoparks are a good example. They are places where knowledge about geology and palaeontology are established as the centre of a new landscape created by and for science. Additionally, their functionality and main objective are aimed at the enjoyment, practice and teaching of geoscientific disciplines and other environmental aspects. In addition, no one is unaware that the perception of the landscapes in the Galapagos Islands are directly tied to their biological wealth and uniqueness, and especially to their value as a historic landscape of science as a space of reference in Charles Darwin’s The Origin of the Species, one of the most renowned works of universal knowledge. The same occurs in the desolate extensions of steppes and deserts. Under the wise observation of José Girao, the rough landscape of the Almeria steppe is transformed into “natural cultivations of colour,” where the various flowering periods charged with impossible endemisms originate a seasonal sequence of beauty that only has sense with knowledge about biodiversity. Juan Goytisolo contributed towards opening the doors of developing UNESCO’s NonMaterial Heritage Convention when he created the case for knowledge of sound landscapes at Jemaa el Fna Square in Marrakech. Its splendour is due to the capacity to house an extraordinary sum of intangible traditional and artistic expressions of knowledge about the region.
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Following the concept’s development until reaching the urban setting, we have the 2010 Shanghai Declaration that led to UNESCO’s new Urban Futures Programme. For the first time, there is talk of the landscape and the nature of new cities of the future that functionally integrate the knowledge of urban and peri-urban ecosystems, the dimension of responsibility in light of climate change and eco-efficiency, especially focusing on the concept of knowledge about well-being. Years ago, some European programmes and initiatives included in the EU’s Covenant of Mayors have already started to discuss the new landscapes of sustainable cities in terms of energy as knowledge spaces. Lastly, we have the spaces of the starry sky, which arise as an attempt to recover the right to gaze at the stars and to provide new landscape contents associated to the starry sky, a global project led by the Starlight Initiative with the support of UNESCO’s MaB Programme and the World Heritage Centre. It consists of recovering starlight access as a scientific, environmental, cultural and even tourist right. Like a silent plague, the starry sky has begun to disappear for a large part of the European population and the rest of the world. This phenomenon is primarily caused by the unstoppable growth of light contamination in recent decades. Today, we are aware that 90% of the European population does not have access to view the Milky Way. Astronomy and all its associated knowledge, as well as other fields related to studying the night’s astronomical and biological cultural heritage, appear to support the recreation of a new series of night-time landscapes, as has already occurred in La Palma, Lake Tekapo (New Zealand), Atacama, Pic de Midi, Costoiera Amalfitana, Monfragüe and Fuerteventura, where knowledge is the main protagonist. However, as a final reflection, it is good to keep in mind that sometimes we all forget an underlying aspect in the last spirit of the European Landscape Convention: the beauty and the nature of landscapes, in any of its manifestations. The drawing of our perception of landscapes cannot and should not be trivialised, mutilated or complicated so that it becomes inaccessible to all. I have attempted to find beauty in the scientific and technical texts related to landscapes, and I was forced to go back to 1962 to find a title that was fully in line with this idea. It was the text approved at the General UNESCO Conference for that year, magnificently titled: “Recommendation Concerning the Safeguarding of Beauty and Character of Landscapes and Sites”.
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10.
We need to introduce the “intangible” in the assessment and management of the landscape in order to help define its identity. “Cartographies of emotions” extending beyond maps that guide or conserve the geographical memory, based on a “strategic function of survival”, so characteristic of our hegemonic cultural systems. We strongly recommend “dignifying” citizens’ subjective, existential, symbolic and, in short, nonutilitarian relationships with their environs, attuning our sense of place to our own thoughts, memories and emotions. And not only on a visual level, but also olfactory, auditory and tactile. After all, the landscape does not exist except as a condition of our cultural mediations, which differ in every instance and are therefore unique and non-transferable, but also dynamic and in constant flux, just like landscape itself.
Daniela Colafranceschi The INTANGIBLE as a Planning value Exactly two years ago, in the context of the 2nd Biennial, we were in the Canary Islands for the Published Landscapes seminar that I had the honour of directing. It involved two days of lectures and debates about books and publications pertaining to landscape planning. And it just so happens that the reflection that I am presenting now ties in somehow with the debate that unfolded in that seminar. Just as books “draw maps” of our intellectual curiosities, so intangible values such as emotions draw maps of our curiosities about the territory and the landscape. In this sense, we could venture an equation: our concept of landscape planning is like our library, that is, the reflection of our shelves of books and the way we arrange them. An equation in two senses. The first sense has a transversal character: the themes and concepts are “contaminated”, they are impregnated with the contents of the adjacent volumes. Here we witness a sort of transversality of thought, of knowledge and cultures. The second sense: our tensions and curiosities that mark this “interdisciplinarity” in our bookshelves, and which we experience in relation to our books, are the same tensions that feed our professional practises and, specifically, the planning of the landscape, its intervention and construction. Landscape planning needs to feed on this transversality, understood as cultural diversity. Books help us formulate questions, and planning let us attempt to answer them.
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I now go on to comment on point 10 of the Manifesto, where the “intangible” is referred to in relation to planning, using concepts that I have pulled out of a collection of books that I have found next to each other in the shelves of my office, in a position that is clearly not innocent. These are words that present us with definitions, fragments of concepts and thoughts, as if they were images, as if they were the frames of a long film that could help us build a new vocabulary, a new map to read and interpret intangible values in the landscape, so we can know of them and include them in the “answers” that we construct in our projects. Intangible cultural heritage (UNESCO)1 The inclusion of the intangible heritage in cultural policies was made public in the 2003 UNESCO Convention. In article 2, the convention specifies that: The “intangible cultural heritage” means the practices, representations, expressions, knowledge, skills – as well as the instruments, objects, artefacts and cultural spaces associated therewith – that communities, groups and, in some cases, individuals recognize as part of their cultural heritage (...) Tactile Gaze2 “Vision [is] inextricably linked to travel”, asserts Giuliana Bruno – professor of Visual and Environmental Studies – in her Atlas of Emotion. To a rigid optical geometry we start adding a cartography that is mobile and emotional. Usually, any discussion of memory and emotion makes reference to time, when in fact our emotional relationship with geography has to do with space. Rather than in time, memory moves through space. The very geography of emotion is the map of our feelings, impulses, desires. Through the senses — as if in “sensual journeys” — we build ‘inner landscapes’, soulscapes, or intimate maps, that must remain in the atlas of our memory. To see through the totality of our emotions. The tactile (as opposed to optical) gaze is thus the practise of space, the appropriation of space, because emotions are, in the end, a form of knowledge.
1 UNESCO, Paris. 2003, Text of the Convention for the Safeguarding of Intangible Cultural Heritage: http://www.unesco.org/culture/ich/index.php?lg=en&pg=00006 2 Giuliana Bruno, Atlante delle emozioni In viaggio tra arte, architettura e cinema. Milan, Bruno Mondadori, 2006.
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Topophilia3 The term topophilia, discussed by geographer Yi-Fu Tuan, merges the concepts of “emotion” and “place”. Topophilia is the affective bond between individuals and the place or their surrounding environment. An intangible value that reflects the cultural production of a community: their imagination, their perception, their feelings toward the landscape, the places, the spaces they inhabit. Grasping this value involves exploring how individuals relate to these identities, to the “places”; crossing the path of the realities of their existences, memories, and traditions, and interpreting what they live and see, how they live it and see it. Thus, a conception of “place” that carries an inescapable emotional charge. Emotional Geographies4 Life is, in essence and simultaneously, spatial and emotional, asserts humanistic geographer Joan Nogué. We interact emotionally and continuously with places, which we imbue with meanings that return to us in the emotions that they elicit. The individual and the collective memory, as well as the imagination, are spatial rather than temporal (...) We experience specific emotions in different geographical contexts, and “live” the landscapes emotionally because they are not just tangible materialities, but also social and cultural constructions permeated with a dense intangible content that is often only accessible through the universe of emotions. Maps5 And back to Maps: the map does not rest so much on a topographical foundation, but rather on an autobiographical one, that is, on a mesh supported by nodes that structure our individual and collective memory, and from which we can set off on a personal and affective journey (...) Geography as a field of study will never be able to extricate itself from its emotional dimension, (...) The topographies of everyday life are too impregnated with emotion and feeling and our treatises on geography in the end are but some sort of personal and social psychogeographies. In these treatises, places appear to be immobile, but they are not, because they travel with us through our emotions, so that underneath our Cartesian cartography lies, in truth, an affective cartography.
3 Yi-Fu Tuan, Topofilia, Editorial Melusina, 2007 (original title: Topophilia: A Study of Environmental Perception, Attitudes, and Values. Prentice-Hall Inc. 1974) 4 Joan Nogué, Altri Paesaggi, Franco Angeli, 2010. 5 Joan Nogué, Entre Paisajes, Ambit, 2009.
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Maps6 Philosopher Gilles Tiberghien says the following of maps: “There is no such thing as cartographic truth, but rather manifold ways of giving an account of the world through maps. The images that they offer us are not just those that each of us may form in our mind/spirit, but images that are constructed socially and at times too evident to impose themselves precisely as a truth”. And, last of all, the same word approached by artist Jorge Barbi: Maps7 “We need a map that is part of the territory, for the spatial vastness that is often discussed falls out of our everyday experience of observing and using things (...) The territory as the spatial expression of culture. That which is in space and which acquires spatiality, in this case culture, has brimmed over the space of intuition and is manifested in expressions both material and immaterial, tangible and intangible. (...) We ought to remember that for a finer visual exploration of space it is better that we approach it consulting, in successive adjustment sequences, the map and the territory. The map in our hands and the gaze in the horizon, the hands on the rocks and the gaze on the map”. “The map is the result of many ways of gazing, and each way of gazing is an observer, and each observer is an observatory that describes the world from its own perspective, and there are as many ways of describing as there are of gazing. And each gaze leaves a mark that belongs no more to the object that has left it, so that the world is full of superimposed marks of ways of gazing. But the mark is not left in the terrain of the territory, but in the terrain of the language.” I would like to add only one last reflection: these concepts, these words, among the thousand possible others, belong to a vocabulary that can offer us new interpretative clues for the use of intangible values as processes for landscape intervention. They are fragments, images, ‘frames’, we said, of a sensory film. And it is precisely in the black lines between each pair of frames that facilitates the continuity of visual perception that planning takes place. That pause, that line that may seem like an interruption (but is not), that space only seemingly silent, this value—once more, an intangible one—is on the contrary telling us about the process, about its transversality, about options, intelligence, consensus, awareness. In short, of the intangible as a planning value.
Gilles A. Tiberghien, Finis Terrae, Bayard, 2007. Jorge Barbi, Jorge Barbi. 41º 52’ 59” Latitude N/8º 51’ 12” longitud O. Vigo, 2010.
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11.
Landscape is a process. The patterns of landscape are based on movement, on the perception of movement. The factors of time and movement are key to understanding and conceiving landscape. A landscape is also changing because it is experienced from within and it is literally moulded by the movement of the user, as happens in many works of contemporary art. We move within the landscape, but the landscape itself is shifting, changing, growing and modifying. The architecture of the landscape is subject to temporality. Therefore, we wish to restore spaces to time, to give time to space, to look for spaces of relationship and a relationship between spaces rather than finished spaces in which to celebrate archaic or modern rituals.
Renato Bocchi The space of the landscape: time factors and movement The space of the landscape is not a Euclidean space that can be measured geometrically or described according to Euclidean or Cartesian categories. The space of the landscape is rather a fractal space, or a topological space. It is a space to participate in personally, associated with the experience of any given user, with changing experiences: indeed every user can evolve within it. The subjective variability of these experiences distinguishes between a landscape that exists and a landscape that is in the process of becoming. In fact there is no such thing as a landscape per se. A landscape exists when it is experienced and how it is experienced. If anything exists in and of itself, it is nature or a site waiting to be experienced. And the experience of a landscape, already mutable through subjectivity, is particularly mutable because it is the result of a process, not simply a static contemplation. The movement in which the user perceives and experiences a lapse of time in the landscape is substantial in its definition (we are taught this by our experience of the picturesque, such as the events on a journey or a pilgrimage). The dimension of perception in movement emotionally and narratively defines landscapes, giving them fluid and multiple interpretations.
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Hence the importance, even in landscape design, of the dynamic, narrative or staged dimension, signifying the building of relationships between the users (who are moving) and the physical elements constituting the places. In addition, the landscape is a process that is mutable, even unto itself, since the time factor, the change of light throughout the day, the changes in climate, the turn of the seasons, constantly alter its features and thereby the experiences it generates. This emphasizes the processing attributable to the “regulator� of changes in the landscape, closely associated with its design and maintenance throughout time. Again it is the project of a system of spatial, physical, topological relations, which change over time, and for which variability must in some way be expected or at least taken into account. In this sense, the art of landscape is in a certain sense not only an art or architecture of spaces and shapes, but also a performing art associated with the design of events, situations, much like the art and techniques of cinema, theater and dance. Therefore it is useless to pursue or design finite forms for the plan or even for the protection of the landscape because they will not endure. We must know how to design process-friendly guideposts that include instability, variability, and even transience. In this sense landscape design is an absolute modernity, as it ponders indeterminacy, instability, and the vastly subjective plurality that characterizes the world in which we live. The more effective and enduring it is, the more it will succeed in continuously adapting to and reinterpreting the changes in the world. This is why, for the purpose of regulating the landscape we need more than just a monitoring station -- we need ongoing surveys and indefatigable redesign work that considers every single landscape transformation project within the context of the relationships it affects.
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12.
“The Landscape” allows us to go beyond our individuality in search of a collective commitment. The concepts that even today refer to the beauty of the landscape and of its intangibility in terms such as undefined, balanced, learned, cultivated, pleasurable, or harmonious, must be reconsidered on the basis of new paradigms and strategies of the landscape project of ecology and of the environment. Having acknowledged the environmental crisis, landscaping and other similar professions must gradually shift the specific focus of their contributions on assume the responsibility to address citizens’ problems associated with the territory and landscape, from perspectives of diversity which the classical disciplines have been unable to adopt.
Jean Pierre Le-Dantec Paragraph 12 is the first and only place in the Manifesto where the word “beauty” is used applied to landscape. However, beauty is probably the most common word uttered by people who speak about landscape or, rather, when they voice their opinion about a fragment of countryside which they think is, or isn’t, a landscape. Why, then, such restraint on the part of the writers of the Manifesto regarding this word? Because they know that the idea of beauty poses complex problems to the modern consciousness. I shall put aside that notion which, in French, is expressed by the saying “taste and colours cannot be argued”—I say that I put this aside because that’s not how I see it: between a poor-quality colour print (fig. 1: this picture, for
Fig. 1. Chemins de fer du sud de la France.
Fig. 2. Paul Rebeyrolle in front of two paintings of the series Les Grands paysages (1978)
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example, used in advertising for the train to the Cote d’Azur) and a “great landscape” by Paul Rebeyrolle, a French painter who died 10 years ago and who, to my mind, is a kind of Courbet of the 20th century (fig. 2), or between an ordinary blockbuster and Pickpocket by Robert Bresson or The Shining by Stanley Kubrick, there is, indeed, in my opinion, a radical difference in aesthetic value, which is like saying that the idea of beauty has not died with modernity (or supermodernity). What is true, though, is that Baudelaire taught us at least two things about modern beauty and, therefore, about the beauty of landscape: 1. Modern beauty is no longer necessarily classical beauty, made of harmony, perfect proportions, and learned cultural references, like in this landscape painted by Poussin during the 17th century (fig. 3). In 1756, Edmund Burke already criticised — rather dogmatically, in my opinion, but, still — this point of view in his essay A Philosophical Enquiry into the Origin of Our Ideas of the Sublime and Beautiful. Addressing the particular issue of the art of gardens and landscapes, he extols their irregularity and states that harmony of proportions is anti-natural. With Baudelaire, though, ugliness itself becomes a possible category of beauty (“One day I sat Beauty on my lap, and I found it ugly.”), as you can see in these two landscapes, the first—by Van Gogh—being called “Factory in Clichy”, the second, by Constantin Meunier (a Belgian) called “The Black Country” (figs. 4 and 5).
Fig. 3. Nicolás Poussin. Landscape
Fig. 4. Vincent Van Gogh, Factories in Asnières views from the Quai de Clichy. 1887. The Saint Louis Art Museum.
2. Modern beauty no longer draws from the heroic myths of the past, but rather from the present, from the “heroism of modern life”, where the ideas of community and of crowd (“the great desert of men”, says Baudelaire, who also translated Edgar A. Poe’s famous story Man of the Crowd) becomes central. Modern beauty, he states, consists in “drawing the eternal from the transitory”, thus privileging: a) the instantaneous (a word which for a long time was used in French to refer to photography) and the
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fleeting, which the Impressionist painters tried to fixate like in this urban landscape by Pissarro (fig. 6); and b) movement and speed, so dear to the futurists (here, fig. 7, a painting by Boccioni), and, generally speaking, the new relationships between space and time.
Fig. 5. Constantin Meunier, In the black country. h. 1893. Musée d’Orsay, Paris.
Fig. 6. Camille Pissarro, Avenue de l’Opera, Place du Theatre Francais: Misty Weather. 1898.
Nonetheless, what Baudelaire could not anticipate, but the American artist Robert Smithson was able to see in the 1960s and 70s with his Entropic Landscapes (here, fig. 8, one of his photography called “Asphalt Rundown”) is the emergence of new environmental paradigms within the realm of the values—the beauties—of contemporary landscapes: fighting pollution and the production of greenhouse gases, respecting ecosystems, protecting biodiversity and the survival of the planet at large. In other words, what landscape artists as different as the French Gilles Clément and the Chinese Kongjian Yu have termed, respectively as “The Planetary Garden”, and “The Art of Survival”.
Fig. 7. Umberto Boccioni, The City Rises, 1910. MOMA, New York.
Fig. 8. Robert Smithson, Asphalt rundown, Roma, october 1969.
These are, briefly, the comments paragraph 12 of the Manifesto inspires me to make. And I should point out that we must delve into it and explain it, so as to make the “general public” understand its importance, for without them this Manifesto, however pertinent it may be, would be nothing but wishful thinking. 187
13. Landscape
should underscore its cultural dimension in the construction of collective identity by enabling the coexistence of the diversity of cultures and beliefs inherent to contemporary society. Art, by means of its drive to imitate and represent, has shown us how to look at and to value scenes of nature, contributing decisively to the configuration of landscape through painting, poetry, gardening, etc.
Javier Maderuelo The cultural dimension of the landscape Art, through its need for imitation and representation, has taught us to gaze at and value the sceneries of nature, contributing decisively by means of painting, poetry, gardening and photography to configuring the concept of the “landscape”. It has some physical elements, such as: mountains, valleys, woods, rivers, plains, human settlements, shores, or herds of cattle, which are measurable and quantifiable, and as such can be the object of literary and scientific descriptions, can be entered in trading documentation, and can also be represented in drawings, plans, or maps, or recorded in photographs. These elements, among others, constitute the “physical substrate” of what we understand as the landscape.
Fig. 1. Paul Bril, Mercury and Argo, 1606.
In spanish we use the term “paraje” to label this set of elements, a term that denotes a spot or place arranged in a certain way, but for this place to fit the proper definition of “landscape” there must be a “mesh” in which the different elements available to our contemplation appear “joined”, “enmeshed”. The mesh that makes a territory adopt the character of a landscape is not only physical in nature, but must be sought beyond what Mother Nature has to offer.
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Thus, for the aforementioned elements to fit the category of landscape, for the name to apply accurately to a place, it is necessary that a human eye exist to gaze at the whole and generate a feeling, an emotional interpretation. We must clarify that the values shaped by our current consumerist culture have led us to an “objectification” of the landscape. But the landscape is not a thing, it is neither a space of large dimensions nor a collection of objects configured by nature or transformed by human acts. The landscape is not nature either, not even the physical environment that surrounds us or where we are located. The landscape is a mental elaboration that men create through certain cultural phenomena. The landscape, understood as a cultural phenomenon, is a convention that varies from one culture to another. This forces us to try to picture how the world is perceived in other civilisations, in other eras, in other social circles, and in the context of belief systems different from ours. Once we succeed in outlining the concept of the “landscape” as a cultural phenomenon and not as a mere chance product of nature, we can start to approach its conceptualisation and its protection as a cultural element or phenomenon, with criteria similar to those employed in the assessment and protection of the rest of the cultural patrimony. That is: as a testimony of human activity on the territory. The concept of landscape was minted in Europe in the late 16th century to define a pictorial genre that showed views of a land, establishing the idea of the landscape as a territory that is appreciated for possessing aesthetic qualities such as beauty, the sublime, the wonderful or the picturesque. Today, the concept of landscape has expanded into scientific fields such as geography, sociology and economics or social phenomena like tourism, and is also the object of political debates that range from issues of national identity to those related to the legislation and rights pertaining the use of the territory, and made it necessary to reach a consensus on a “European Landscape Convention”. The perspective from which I approach my presentation at this Congress on the European Landscape is that of culture, vindicating the condition of the landscape as a “cultural phenomenon”. But “culture” does not refer solely to the collection of artistic manifestations in which the landscape is shown, such as painting, photography or literature, but also to any kind of human intervention that has shaped the territory and distilled images characteristic of it, in a recurrent and systematic way, through actions such as farming, mining, industrial production, infrastructure development, urbanisation, or the tourism industry. For in each era and region or country, characteristic forms of the relationship between man and territory developed that allowed the former to survive in the latter and to comprehend the world, and these forms have been manifested through the marks that the works of man have left on the territory.
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As a cultural phenomenon, the landscape is not only appreciated for its aesthetic qualities; we can also attribute to it patrimonial qualities similar to those that we may attribute to a painting, a building or a monument, and consequently the landscape also demands conditions of study, analysis, knowledge, dissemination and protection comparable to those set for artistic and historical works. It is fairly easy to understand where the patrimonial qualities of a sculptural or architectural monument reside, but it is not that easy to understand why a landscape, with its everyday appearance, has a similar value to that of the monument. A monument or a work of art are capable of condensing in a symbolic language the wisdom, knowledge, beliefs, ideals and myths of the period in which they were constructed. Any work of art, regardless of its aesthetic values, tells us of the state of the craft, of the extent of the ingenuity, of the ethical, political and social values of the period and the society in which it was created through the features that the artist has managed to capture in it.
Fig. 2. Tajo river as it passes through Carrazeda de Ansi達es.
Fig. 3. Cattle pastures Montemor-o-Novo.
Historians underscore the importance of keeping in mind the figure of the artist when assessing a work of art, so that we can recognise his authorship through the analysis of the personal features he leaves in his work. Likewise, any landscape tells us, if we are willing to listen, of the ethical, political and social values, as well as of the wisdom, knowledge, beliefs, ideals and myths of the populations that have shaped it, of the technical skill and the ingenuity developed to survive in that territory, of the way in which its inhabitants have seen and understood the world. What separates the landscape from the work of art is that the construction of the physical landscape does not involve an artist. The authors of these landscapes are hundreds of thousands of anonymous figures who, from prehistoric times, have been carving the territory, ploughing its fields, opening paths, building retaining walls, irrigation channels, harbours, breakwaters, and engaged in an unlimited number of actions and interventions
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that have given a specific and unique character to each place. The expression of this character is what we call the landscape. But just as we recognise the authorship of a work of art, in the landscape this authorship must be ascribed to a collectivity that with its myths and rites, its beliefs and wisdom, and its autochthonous culture has given a different form to each fragment of the territory, while each of these fragments tells us of the character of those collectivities. In Europe, the entire territory has been anthropised, for twenty or thirty centuries depending on the region. The landscape formed by this anthropisation is an accumulation of strata of agricultural, cattle raising, residential and industrial works implemented through the centuries, which summarise better than any collection of documents, monuments and works of art the history of a country. The territory has been furrowed with ploughs, paths, channels, walls, defence posts or population settlements, which have adopted different forms and dimensions according to the needs and possibilities of each period and region. In general, these actions and constructions, many of which are in disuse today, sit there and configure the qualities that make a territory a landscape. They are landmarks to direct our gaze to, but also bear witness to history and hold meanings that go beyond the merely semiotic, for they encapsulate the yearnings, the experiences, the hopes and the passions of many generations of inhabitants, and today these landscapes are the settling ground for national identities. When we gaze at terraced vineyards or cattle pastures we are gazing at cultural monuments, anonymous works of art that summarise the history of the places, the customs and dietary habits of their inhabitants, the structure of their households, the state of their economies. They do so more efficiently than trading documents, title deeds, or court records conserved in archives that historians are so fond of. The landscape, as a document that allows the interpretation of the territory, is the phenomenological form in which the writing traced with the plough and the wheel, with the passing of the cattle, with the building of a bridge, with the damming of a river or the construction of a windmill, is presented. When we gaze at a high mountain peak or an imposing waterfall we do not question that we are facing a true landscape, and we admire the work of Mother Nature. We admire the potency of a blind nature that surprises us with its impetuous force, with its irreducible power, but which despite possessing great geographical, geological, botanical or zoological value lacks any cultural value or patrimonial qualities. In contrast, when we gaze at an agricultural landscape, a seemingly common place, devoid of monumental events, we may be gazing at a landscape that is such not because of the amazement produced by its incommensurate forms, but because of what it holds as patrimony, as a summary of the history of a country.
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14.
The concept of contemporary landscape needs to rethink the “idea of space”, offering a new physical and conceptual dimension of landscape itself in consonance with our time. It therefore requires new urban planning, technological, architectural and legal tools which are able to renegotiate the idea of space and time, as well as place and site. This process of research requires a renegotiation of any code that would suppose a straitjacket in terms of thinking, concepts, actions, obligations or participations and at once to revise the conceptions of representation of reality, the paradigm of our turbulent, ephemeral and dynamic times. The territory and city have become copies of their representations, of their maps and guides, and even of their own imaginary. Their reality is in cartographic representation as a regulatory legal bond, and thus obviates the presence of man.
Jørgen Primdahl The Idea of space – on spaces and places in the context of European Landscape Convention 1 It is a good idea to rethink ideas of space within the context of the European Landscape Convention. It is needed for the continuous cooperation within and between the networks. 2 The European Landscape Convention definition of landscape works and is, deservedly, becoming widely use. Is “perceived” too narrow a word? Translations of similar words in the Danish and German translation indicate that “conceive” may be better. 3 Every landscape is becoming increasingly connected to other landscapes: it has both a ”flow” and a “place” dimension. This is a consequence of all the processes which, taken together, have been termed “Globalisation”, and Castells’ concepts of “space of flows” and “space for place” are useful in a landscape context. (Giddens 1990, Castells 2000). 4 Rural landscapes are affected by various combinations of agricultural developments and urbanisation processes – this has significant implications for the idea of space as well as for policy and planning. Two international policy agendas are of particular significance in the landscape context: the open market agenda and the sustainability agenda. Whereas the first affects agricultural structures, the second affects — to various degrees in different countries and regions — urbanisation in its
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different forms, including counter-urbanisation. These two policy agendas are poorly integrated in research as well as in policy making. (Dwyer and Hodge, 2002, Primdahl and Swaffield, 2010 and Primdahl et al. 2010). 5 The landscape can, and should, be sensed, analysed and discussed from three perspectives: (1) protection, management and change; (2) representation; and (3) imagination (Harvey 1989, Lefvre 1991). Narrow positions on what is ‘reality’ are not sufficient – several dimensions of landscape should be included. Developing strategies for multifunctional future landscapes is required in most regions. Such processes could include four aspects: (1) Mobilising attention to the ”whole”; (2) capturing the situation – where are we/what is the issue; (3) mobilising and enriching available knowledge resources; and (4) generating strategic ideas on framing concepts and key projects for action (Healy, 2009)
References Castells, M. (2000): The Rise of the Network Society, 2nd. Edition. Blackwell Publishers, Oxford. Dwyer, J. and Hodge, I. (2001). “The challenge of Change: Demands and Expectations for Farmed Land”. In Nature, Landscape and People since the Second World War T.C. Smout. (ed) East Linton: Tuckwell Press, pp.117-134. Giddens, A. (1990). The Consequences of Modernity. Cambridge: Polity Press. Healey, P. (2009): “In Search of the “Strategic” in Spatial Strategy Making”. Planning Theory & Practice 10 (4), pp. 439-457. Harvey, D. (1989): The Condition of Postmodernity. Blackwell, Cambridge. Lefebvre, H. (1991): The Production of Space. Blackwell, Cambridge. Primdahl, J. and Swaffield, S. (2010). “Globalisation and the sustainability of agricultural landscapes” in Primdahl and Swaffield (eds.). Globalisation and agricultural landscapes - change patterns and policy trends in developed countries. Cambridge University Press, Cambridge, pp. 1-15. Primdahl, J., Andersen, E., Swaffield, S.R., Kristensen, L.S. (2010) “The intersecting dynamics of agricultural structural change and urbanisation within European rural landscapes – change patterns and policy implications” in proceedings from the conference: Living landscape – the European Landscape Convention in Research Perspective. Pisa: Bandecchi & Vibaldi, pp. 355-370.
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15.
Landscape must be the result of the interaction between social mediation and participation and the intellectual project, and come up with a response to the permanence and transformation of the territory as a necessary fact. This should not be produced according to a casual dependence from the general to the particular, but by absorbing and reinstating critical and creative energy. The landscape project is effective in responding in real time to the question of the increasingly fast and shifting transformation of the habitat, because it is not as concerned with the construction of objects as it is with the relationship between them, the relationship between systems of elements that may even be heterogeneous, yet constitute a semantic unit when placed in sequence.
Jordi Romero-Lengua Xavier Sabaté i Rotés Public participation in the planning and management of the landscape The European Landscape Convention (ELC) originates from an integrative conception of the landscape. The first article defines ·the landscape as “part of the land, as perceived by local people or visitors, whose evolves through time as a result of being acted upon by natural forces and human beings.” This definition contributes two significant innovations in the conceptualisation of the landscape: the landscape as a phenomenon characteristic of the entire territory, and the landscape as the confluence of a physical reality and its representation by an individual or a collectivity. The landscape, the product of physical reality and its social representation The second article reinforces the applicability of the ELC to the entire territory and comprehends the natural, rural, urban and peri-urban areas. It includes land, inland water and marine areas. It concerns landscapes that might be considered outstanding as well as everyday or degraded landscapes. Prior to the ELC, only spaces that stood out for their beauty, their natural qualities or their historical significance were considered as “landscapes”. On the other hand, the ELC attributes to subjective perception a crucial part in the understanding of a landscape: the landscape is simultaneously a physical reality and the representation we make of it. It is the physiognomy of a territory with all of its natural and anthropic elements, and also the feelings and emotions that
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they elicit at the moment of being contemplated. Ultimately, the landscape is the cultural projection of a society in a given place from a material, spiritual and symbolic perspective (NoguÊ and Sala, 2006). This hybrid approach translates into a multiplicity of values that characterise the landscape, from aesthetic and ecological values to social values, including symbolic and identity-based values. Furthermore, not every landscape has the same meaning for all, and each landscape can be attributed different values and in different degrees. A key ingredient in this combination of objective and subjective components is the meaning of the place: the landscape is, to a great extent, an experiential element, that is, it is configured by the accumulation of experiences lived through the years, with the feelings of belonging and identity that it entails (NoguÊ and Sala, 2006). Foundations of public participation Democracy has established a system of representation that gives the power of decision-making to the citizens through universal suffrage, and which is known as representative democracy. However, in the past few years a crisis of faith in public institutions and their representatives has been forming, while the field of politics at large have been suffering the questioning of its legitimacy and social prestige. This phenomenon has been termed as democratic disaffection. The voting system marks neither the beginning nor the end of the rights and duties of the citizenry to influence the decisions made in regard to the territory. There is an increasingly wide range of forms of participation that go beyond the voting booths. These forms of citizen participation fall under the conceptual umbrella of the participative democracy. Public participation can be defined as the process by which individuals influence the institutions, programmes and territories that affect them (Heras, 2002). The purpose of the participation is for policy decisions to be made in full awareness of the values and interests at play, and of the impact that decisions will have on the concerns of the populations. Why is public participation of interest? Several authors propose the advantages and benefits offered by public participation. To summarise, it could be said that participation contributes to the fair government of our societies, and that it can be a good treatment for democratic disaffection. We go on to list a selection of the benefits contributed by participation: • Decisions made through participative processes have a higher legitimacy and are better understood by the public at large.
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• Participation allows a rapprochement between the citizen and politics and public institutions. It is the best school of democracy. • It makes available the contributions, knowledge and sensibilities of the various social and economic actors involved in the policies. • It fosters the emergence of meeting spaces and collaborative dynamics that strengthen civic relations and increase the social capital. • It contributes to social learning and to the generation of knowledge.
Fig. 1. Levels of participation as a function of the degree of citizen involvement. Source: elaborated by the author.
The landscape and the levels of public participation Participation can take many forms, from the most modest and limited to the deepest and most comprehensive. The “ladder of participation”, already a classic concept, posits various levels of participation according to the degree of involvement and engagement of the citizens in public policies, ranging from the absence of information and social involvement, to the maximum level of participation, in which administrations help those interested in participating, and the community has full power to make decisions (Sabaté et al, 2009). We will focus on four levels of participation within this spectrum, ranging from informing the interested citizens to the level of joint action (see figure 1). Following is the description of the characteristics of these four levels of participation: • Informing: groups and individuals are given information on the proposed actions, but they have no power to change them. Informing in itself does not involve participation, but it is a key part for participation to develop appropriately. The periods set for informing the public associated to the approval of urban planning projects would be an example of this basic form of participation.
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• Consultation: local communities and other interested sectors provide or receive information about a plan or project, and their points of view are studied and taken into account. In no case are the petitions or consultations binding, and the Administration has the last word on decision-making. The participatory processes associated to the Landscape Catalogues of Catalonia are an example of consultation. • Partnership: the sectors interested or affected by an issue are invited to study and discuss it, and finally to partake in the decision-making process. Applied to the landscape, partnership involves the joint identification of the landscapes, and forming reciprocal agreements and commitments for the improved implementation of landscape policies. The Landscape Charters of Catalonia would be an example of a landscape planning instrument based on partnership. • Joint action: In this case, the participants, in addition to deciding collectively on the strategies to be developed, commit to action as well. One example would be the custody of territory, whereby a landowner would establish a voluntary agreement with a protective entity for the latter to manage or advise in the management of his estate. The levels of participation build on one another. To exercise fully a level of participation, it will be necessary to guarantee the previous participation levels. Keys for public participation in the planning of the landscape The success of participation in the planning of the landscape depends on many factors. However, three of them are decisive: the participants, the scale of the work, and the available resources. We proceed to elaborate on each: • The participants: they are the crucial actors in any participation process. Since the landscape is a subject that affects a broad variety of agencies, it will be necessary to ensure the appropriate representation of the society of the specific territory to guarantee an effective participation. • The scale of the work: this is a key variable that has a significant influence in the content and the form of any participatory process. In general, the more local the process, the easier it is for people to find quotidian referents they identify with, and the greater the interest the project is likely to generate. In contrast, as the scope of the work becomes increasingly removed from the human scale, the interests in the project become more abstract and divergent. • The resources: they may condition the objectives and the duration of the participation. Yet, there is no ideal weight of participation in the assignation of resources, and the optimal point of participation may vary from case to case.
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These factors are intimately intertwined; for example, there is a proportional relationship between the scale of the work and the effort needed to attain representativeness. It may be convenient to work on smaller scales (landscape units, or specific territories) to maximise representativeness. Lastly, an effort to educate and raise awareness must be made in advance if adequate participation is to be achieved. Any participatory process should be accompanied with a good plan for communications and development of awareness made to fit. In addition, it is crucial that the real scope of the participation, both at the internal level of the project and at the level of the participants, is made clear so as to avoid possible frustrations. It is just as important to make sure that the input of the participants is taken into account, so that they are not left under the impression that their participation served no purpose. There is probably much left to do in our pursuit of the democratic development of our territories, but participation in the landscape may be an indication of social and political maturity.
Bibliography Heras, F. (2002). Entretantos: guía práctica para dinamizar procesos participativos sobre problemas ambientales y sostenibilidad. Valladolid: GEA SCL. Nogué, J.; Sala, P. (2006). Prototipus de Catàleg de Paisatge. Bases conceptuals, metodològiques i procedimentals per elaborar els catàlegs de paisatge de Catalunya. Revised edition. Olot: Observatori del Paisatge de Catalunya. Available in http://www. catpaisatge.net/fitxers/Prototipus2006.pdf. Sabaté, X., Romero-Lengua, J., Huguet, P., Basora, X. (2009). Participar. Com incidir en les decisions que afecten el territori. Valencia: Edicions Tres i Quatre and Institut del Territori. Sabaté, X. (2009). Les veus del paisatge: reflexions metodològiques sobre la participació ciutadana en els catàlegs de paisatge de Catalunya (2005-2009). Available in http://bit.ly/huPorv
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16.
Landscape entails the need for the project to be a coherent action, a permanent process, a symbiotic condition in the joint responsibility with the landscape. Landscape is the only multi-scale dimension that establishes a vital contact between project and contemporaneity. No landscape can exist without a project, whether it is based on an action for bonding or conservation purposes, or whether it gives rise to management or maintenance interventions, or even to explicit innovative interventions of valorisation or requalification.
Maria Kozova The sixteenth point of the Manifesto for the European Landscape project deals with landscape which entails the need for the project as a coherent action, a permanent process, a symbiotic condition in joint responsibility with the landscape. Landscape is the arena for a combination of scientific, cultural, social, ecological and economic values. Many disciplines which deal with the landscape use their own appropriate approaches and tools. There is not just one single scientifically correct way in the planning process. It is therefore very important to use and apply a synergistic approach. The planning process must be open to all major stakeholders. We have to find a suitable way to explain to all stakeholders, and especially the local community, the significance of proposals which support the sustainable development of the landscape and the concept of the “landscape quality objective�. That is why the planning processes must begin with (a) awareness-raising and culminate in landscape action, (b) passing from identification to characterisation, from consultation to elaboration of a final decision, and /c) support of partnerships and team work. The sixteenth point of the Manifesto highlights that the landscape is the only multiscale dimension that establishes a vital contact between project and contemporaneity. According to Farina (2007) ecology scale, particularly in landscape, refers to the spatial or temporal dimensions at which an organism or a pattern or process are recognisable. There are many scales of interest; and at each scale some processes are visible, because of their pre-eminent characters. The factors of time and movement are consubstantial in the understanding of landscape on a multi-scale dimension (tab. 1). Which significant scientific tasks are related to scaling? According to a list of major research topics in landscape ecology, based on suggestions by a group of leading landscape ecologists elaborated in 2001, for scaling it is necessary: (a) to extrapolate information across heterogeneous landscapes, (b) to develop scaling theory and methods, and (c) a derivation of empirical scaling relations for landscape pattern and
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processes (Wu, Hobbs, 2007). As reported by Wu and Hobbs (2007) space, time and organisation hierarchies represent three primary dimensions of scale, in which space and time are the most fundamental. The authors interpret landscape heterogeneity as the manifestation of patchiness (discrete patterns) and gradients (continuous variations) that are intertwined across multiply spatial scales. The information on changes in the landscape is needed at multiple scales. It is necessary to develop indicators that identify changes in landscape cover and condition, derived from historical maps and from remotely sensed images of different scales of resolution. The focus should be on linking scientific research integrated at a global scale with decision-making agents at the local scale. Our goal is to improve understanding of how changes in a landscape at one scale can have a flow-on or secondary effect on other scales. 106 years
Geological platform tectonics, biological species evolution
105 to 104 years
Macroclimatic processes (glacial, macrogeomorphological processes (development of relief macro forms)
103 years
Soil formation and development, geohydrological processes, long-term successions
102 to 101 years
Processes of sedimentation (coastal, fluvial), biological feedback–succession after disturbances, biological invasions, forestry
10-1 to 1 years
Agriculture , horticulture, urbanization
Months
Biological epidemics (diseases), seasonal climatic and vegetation changes, species migration, gardening, construction
Days to hours
Catastrophes caused by meteorological extremes (floods, typhoons), volcanic activity, landslides, accelerated soil erosion/sedimentation
Minutes to seconds
Earthquake, avalanches, rock caving, nuclear explosion
Tab. 1. Time dimensions of landscape forming processes (after Zonneveld, 1995)
Another important message of the sixteenth point of the Manifesto is that no landscape can exist without a project, whether from an action as bond or conservation, or whether it gives rise to management or maintenance interventions, or even to explicit innovative interventions of valorisation or retraining. According to Zagari (2010) “landscape as a project” requires its own specific dimensions and techniques. “Landscape as a project” is focused on cultural awareness, aesthetics and landscape architecture (Zagari, 2010) and must also include a landscape ecological dimension as well as a mental and social construct (Antrop and van Eetvelde, 2010). The interdisciplinary and transdisciplinary characterisations of the landscape as a project are key points for the project as a coherent action in a local context with
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the involvement of local stakeholders. However, the interconnection between the coordination and communication of all partners is fundamental when thinking of the landscape as a project. The final solution must be accepted by local / regional communities. Landscapes are the platforms for learning, while learning can be done through the landscape itself. Last but not least, building partnerships leads to sustainability of each action. European landscapes are the products of past human activities and land-use over very long periods of time and are under threat by economic development, urbanization, agricultural intensification, land abandonment, climate change, fires, deforestation, fragmentation by transportation networks, mass tourism (e.g. along the coast and in protected areas) and also by war zones. Therefore in the conclusion we wish to emphasize the joint responsibility of scientists, researchers and planners for the current state and for sustainable landscape management. Scientific, research and planning institutions are vital to the implementation of the Canary Island Manifesto regarding the sixteenth point. Innovative interventions of valorisation or retraining and improvement of planning efficiency are needed. The key role of scientists in sustainable landscape management is: (a) to more efficiently link the knowledge inherent to landscape-ecological research with the needs of practice and (b) to build a motivating environment for narrower and interactive cooperation between scientists, planners, local communities and other stakeholders. This is particularly important to transfer knowledge on landscape management or maintenance interventions from scientific observations to planners, designers and managers with the support of motivating tools and guidelines. Important driving forces with positive effects for the process of creation of the landscape project are new technologies, land improvement policies, conventions, agreements and legislation. It is necessary to develop new methods, multilayer instruments and governance in the field of planning, management, conservation and maintaining of landscape.
References Antrop M., van Eetvelde V. (2010): “Landscape as a holistic, perceptive and dynamic phenomenon” in: Pedroli B., Goodman T. (2010): Landscape as a project. UNISCAPE. Libria. p. 40-45. Farina A. (2007): Principles and methods in landscape ecology. Landscape series, Vol. 3, Publ. By Springer, p. 412. Wu J., Hobbs R. J. (Eds.) (2007): Key topics in landscape ecology. Studies in landscape ecology. University Press, Cambridge, p. 297. Zagari F. (2010): “Landscape as a project” in: Pedroli B., Goodman T. 2010. Landscape as a project. UNISCAPE. Libria. p. 13-24. Zonneveld, I. S., (1995): Land Ecology. SPB Academic Publishing, Amsterdam, p. 200.
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The landscape project acts on complex systems and “forms” of the territory in which the project is located, with an ongoing work of decomposition and re-aggregation of elements with differing social, economic and cultural qualities. The practice of the landscape project, in particular, is truly confused with the practice of city planning and zoning. The most common mistake lies in positing or orienting the project and planning or zoning as actions within the same “range” but at different scales: detailed and “large scale”, detracting from the intrinsic nature the project must address. The goal of the Landscape Project must reaffirm, maintain or establish from scratch the “characters” that remain strategic in certain contexts, in which the quality we call landscape is exploited, very far removed from the generic urban responses over recent years.
Francesc Muñoz Aterritorial landscapes, landscapes on strike 1. Introduction The evolution of the territory and of cities currently shows the production of landscapes, atmospheres and environments, urban and non-urban alike, that are replicated and cloned independent of location all through the planet. This is what we have agreed to call thematisation. A production of the territory on a global scale that is manifested in the proliferation of common landscapes, which are no longer meant for the consumption of a place, but for the consumption of its image, regardless of the visitor’s physical location.
Fig. 1. Urban sprawl in the metropolitan region of de Barcelona (detached houses); Fig. 2. Urban sprawl in the metropolitan region of Barcelona (semi-detached houses); and Fig. 3. Urban sprawl in the metropolitan region of Barcelona (detached houses). Doctoral dissertation of Francesc Muñoz. Photographs by Joan Morejón/Roser López.
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Thus emerges a new category of thematic landscapes that are defined by their aterritoriality. That is, landscapes that are independent from the place, that neither translate its characteristics on the territory nor are the result of its physical, social or cultural contents. Landscapes, therefore, reduced to a single layer of the information that configures them, the most immediate and superficial: the image. In this way, landscapes are consumed separately from the place, for they no longer have any obligation to represent or signify it. They are landscapes “untied” from the territory, and they are, quite simply, letting go of their function little by little, thus declaring themselves on strike.
Fig. 4. Exit into Phoenix (Arizona). Interstate 15. Photograph by Francesc Muñoz.
These are the landscapes of urbanalisation, thematic spaces where the only forms of representation involve the gadget or the souvenir; environments that are part of a chain of images without a place, reproduced on a take-away basis. 2. The aterritorial landscapes The dispersion of population, production and consumption over space has made the urban cartography almost all-encompassing. This global expansion of the city and the urban has also resulted in something that could be labelled as spatial indifferentiation. That is, morphological similarities emerge between spaces that used to be conceived as different in previous times. This was the case, traditionally, between urban and rural spaces, urban centres and the outskirts, large cities and smaller ones. This phenomenon can be illustrated through two different approaches: • First of all, there is a spatial indifferentiation between areas with different degrees of urbanisation that, paradoxically, do not seem as removed in morphological terms. In other words, it is possible to find urban characteristics in territories generally
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conceived as non-urban spaces. The emergence of the so-called edge cities, or the proliferation of technology, industrial, and theme parks in regional spaces, are good examples of this process.
Fig. 5. Residential area in Los Angeles; Fig. 6. The sprawling city south of Buenos Aires; and Fig. 7. The landscape of urban sprawl in the region of Barcelona. Photographs by Francesc MuĂąoz.
This dynamic results in the formal and functional homogenisation of these territories of metropolitan expansion through the localisation of characteristic features of urban sprawl: the single-family home, road infrastructures, or commercial, leisure and tourism containers. A landscape that can be found in a sequential and repetitive manner in any division of the metropolitan territory. Edward Relph makes a very descriptive reference to this landscape composed of repetitive standardised discontinuities: To drive around a city in the 1980’s is to encounter a limited range of different types of townscapes, indefinitely repeated. These are, in fact, so different that they seem to bear little or no relationship to one another. There are drab modernist renewal projects, gleaming towers of conspicuous administration, gaudy commercial strips, quiet residential suburbs, the blank boxes and great parking lots of shopping malls, quaint heritage districts, industrial estates; then there are more modernist housing projects, more suburbs, another comercial strip, another industrial district, another post-modern townscape, another suburb... It seems that modern life is filled with an easy acceptance of repetitive standardised discontinuities. (Relph, 1987) • Secondly, we can discern spatial indifferentiation by comparing specific typological spaces in different cities. In particular, the morphological differences between renovated spaces, such as waterfronts or historic centres, are practically nonexistent in most cities. These processes have determined a progressive hollowing of the attributes of the geographical landscape in general and the urban landscape in particular. To illustrate this point, it suffices to remember the progressive specialisation of territories destined to the production of a specific type of landscape, of morphologies designed especially for the m ediatic and visual consumption of metropolitan populations: the natural landscape, the historical urban landscape, or the port urban landscape would be three clear examples.
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Fig. 8. Petrol station and commercial area. Las Vegas.
Fig. 9. Urban renovation in Puerto Madero. Buenos Aires. Photographs by Francesc Muñoz.
These dynamics are so important that we could speak of the existence of a system of landscape production that has the purpose of producing urban morphologies, atmospheres and environments that are paradoxically lacking in real temporality or spatiality, as these features are just simulated, replicated or simply cloned. A globalised production of urban forms that is manifested in a series of common landscapes that are no longer designed for the consumption of a place, but of its image, regardless of where the visitor-consumer is physically located. In the words of Ignasi de Solà-Morales: We are facing the experience of a new massmedia culture in which distances are increasingly shortened, to the point of becoming instantaneous. A mass-media culture characterised by the fact that image reproduction through the various available mechanisms breaks the ties of the image to its specific place and makes it flow erratically all over the world (Solà-Morales, 1995).
Fig. 10. Canada Tower in Canary Wharf. London. Photograph: Francesc Muñoz.
Thus emerges a new category of landscapes defined by their aterritoriality: that is, landscapes that are independent from the place, that neither translate it nor are the result of its physical, social or cultural contents, landscapes reduced to a single layer of the information that configures them, the most immediate and superficial: the image.
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But if inhabiting a place has so much to do with the consumption of its image, the conclusion is clear: while the image of the place cannot be created, it can be reproduced, simulated or replicated. Which is to say, the impossibility of creating the place had always been a function of the difficulty of reproducing the social and cultural relationships that characterise it. Elements that only the passing of time, history, can generate. Faced with the impossibility of creating the place, however, there has been a tendency to recreate it, and that is, no more and no less, what has been done traditionally in theme and leisure parks: recreating faraway places, and, while they are at recreating, simulating past times, or even merging both processes: reproducing remote places from the past, like Marco Polo’s China, or King Arthur’s England, or the Far West. Thus, if we understand the landscape as the result of the place, as the translation of the social and cultural relationships that give rise to the locus, the landscape cannot be created, it can only be recreated. But when it comes to its image, things are different. More so if the landscape is reduced to its image, to its visual content; then, bringing back the words of Solà-Morales, the landscape can be reproduced, through all sorts of mechanisms, to the extent that the landscape, or landscapes, cease to be tied to a specific place or places, and flow erratically throughout the planet. In other words, the landscape, all landscapes, whenever simplified through their image, not only can be recreated but, in fact, can be created as well. Thus the streets and houses typical of La Boca or New Orleans can be reproduced and replicated in any shopping mall in the world. It is possible to simulate the rooftops, windows and shutters of Islamic cities repeating them over and over in a thousand and one summer urban developments in tourist resorts and areas in Southern Europe. Thus, it is easy to select the most picturesque visual elements of the Mediterranean historic centres, such as the hues of the walls, the wooden doors or even the public spaces, and clone them even in other historic centres.
Fig. 11. IMAX Theatre and residential area in the Potsdamer Platz. Berlin.
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Fig. 12. Public space in Giudecca. Venice. Photographs by Francesc Muñoz.
These landscapes, product of successive acts of cut & paste, are completely independent from the place because they no longer have any obligation to represent it or signify it, they are landscapes ‘untied’ from the territory that, borrowing the metaphor of the strike of events explained by Jean Baudrillard, are simply deserting their purpose: It is as though events passed on the strike call to each other. One after the other they deserted their time, transforming it into an empty actualité where only the visual psychodrama of news was left to unfold (Baudrillard, 1993). Similarly, the landscapes declare themselves on strike one after the other. If events desert their time, then landscapes desert their place. Just as time transforms into actualité, so the space is reduced to its image. The rule of information and news thus corresponds to a simplified space governed by the norms of consumption and tourism, where the only possibility of representation involves the gadget or the souvenir.
Fig. 13. Advertising art installation by the GALP corporation in the Praça do Comércio of Lisbon.
Fig.14. The BP (British Petroleum) Plaza with the Bonaventure Hotel in the background. L.A.
A mediatic narration of time and the thematic appropriation of space thus go hand in hand, configuring a reality in which the continuous chain of news is accompanied by another chain, also of global scope: that of the placeless images reproduced in a take-away fashion. 3. Urban planning and policy in the post-industrial metropolis: the urBANALisation Taking into account all of the above, we may reach a better understanding of how cities with different histories and cultures and located in various places are producing a standardised and common type of landscape. Thus, we see the emergence of a banal urbanisation of the territory, insofar as the elements that combine to give rise to a specific landscape can be repeated and replicated in places that are far removed geographically and economically.
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Therefore, urbanalisation refers to how the landscape of the city becomes thematised, to how, in the manner of theme parks, fragments of cities are actually reproduced, replicated, and cloned in other cities. The landscape of the city, thus subjected to the rules of the urbanal, ends up belonging to neither the city nor the urban, but to the society of spectacle and its global chain of images. A process in which urban policies have provided the ideal framework for the development of such trends in quite a few instances. Policies directly or indirectly associated to what some authors have termed economic and political neoliberalism, or, in the words of geographer Neil Smith, the neoliberal revenge, which has been characterised by the simplification of planning objectives, and, under its auspices, the festivalisation of urban policies. The result of this convergence has been no other than the thematisation of the urban and of the city itself.
Fig. 15. Urban sprawl in the metropolitan region of Barcelona (semi-detached houses); Fig. 16. Urban sprawl in the metropolitan region of Barcelona (detached and semi-detached houses); and Fig. 17. Urban sprawl in the metropolitan region of Barcelona (detached and semi-detached houses). Doctoral dissertation of Francesc Mu帽oz. Photographs by Joan Morej贸n/Roser L贸pez.
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18.
The landscape project is a “device”. A mechanism capable of participating in correspondence with the landscape of the community that lives in it through circuits that process goals between the hope of progress and the expression of its character and identity. The landscape project should in itself contain the capacity for an exact diagnosis, know how to recognise, in the context where it acts, the specific features that contribute to revealing the quality of the place and its environment, understand the nature of cultural values and recognise their historical meaning, their laws of evolution and their future projection. This essential perception of our culture is inspired by two apparently opposing mental attitudes: nostalgia and hope. It is between these two dimensions of our thoughts, referring to the past and to the future, where the landscape project acts, stimulating and interpreting the sense that the community has of its own landscape with an aesthetic, ethical and intellectual commitment.
José Antonio Sosa Landscape planning involves the use of the most diverse raw materials. If I had to organise these materials in a subjective way (based on my personal experience), I would say that they are: elements, interpretations, and time. The constitutive elements already in existence are the visible and dominant part of the landscape’s composition: the earth and the rocks, the flora, the water and its forms. Almost all these materials constitute prefixes for the sciences, and therefore can be subject to objective criteria: geology, orography, botany, hydrology… These materials constitute the structure of the project, the skeleton of the intervention: the form, the environment… A second type of raw material, more free and subjective, is that of interpretations. The landscape is also a construction of the gaze. It is subject to the intervention of culture in all of its aspects, from tradition and history to the most subjective reading of the artist or planner. The expression of a specific emotion or mood through landscape is a universal part of every culture. From the East (and in saying this I am thinking of the wonderful novel Beauty and Sadness, by Yasunari Kawabata) to the deepest European tradition (for instance, the study on the relationship between architecture and landscape by Vincent Scully, The Earth, the Temple and the Gods). Last of all, the crucial and most complex factor, time. To introduce time as a raw material of the project is always challenging and many projects of landscape intervention fail
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precisely due to this difficulty. I am not only referring to the time it takes for a tree to grow or for a park to be constructed. These projects are always designed in development phases. I am referring to the time for adaptability, for multiple readings, for sequencing and evolution … The time that constructs (and let us construct) new interpretations. These days, the impressive work of Michael Wesely hangs in La Regenta in Las Palmas de Gran Canaria. He obtains his photographs by very long exposures of a fixed urban point with a pinhole camera. In some cases, the exposure is two years long. In his pictures, we see the passage of time in the city, even the changes of the seasons, which are also drawn in the different heights of the sun’s trajectory. In the “haze” of the buildings under construction we can see simultaneously each day of work, from the foundation piling to the finished structure. These photographs amaze me. The whole time appears in one single plane. The cubists had captured movement in a single plane before, but what we have here is not a representation, but the affirmation of time itself.
Michael Wesely. Postdamer Platz, Berlín, 27.3.199713.12.1998. C-Print, diasec, 80 x 100 cm.
The landscape project also involves time: the past (culture, the idiosyncrasies of society and its nostalgia…), the present (the function, the specific circumstance that motivates the project…), and the future as well (the expectation, the hope, the persistence of the elements…). The more room time is given in a project, the more temporal bifurcations the project can admit, the greater its contribution. Crossing transversally through these artificial cuts (past, present, future) the mechanisms that denote (and let us experience) the passage of time become more visible: growth and degradation, renewal and decay, monotony and surprise… For the Landscape Project is, to a great extent, all about constructing Time. * Entretiempos, instantes, intervalos, duraciones. February 11 - April 17, 2011
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CV
Mauro AGNOLETTI. Profesor asociado del Departamento de Economía, Ingeniería, Ciencia y Tecnología Agraria y Forestal, y Coordinador del Laboratorio del Paisaje y Patrimonio Cultural (CULT-LAB), en la Facultad de Agricultura de la Universidad de Florencia, Italia. |o| Associate Professor, Department of Economy, Engineering, Sciences and Agricultural and Forestry Technologie, and Coordinator of the Laboratory for Landscape and Cultural Heritage (CULT-LAB), in Faculty of Agriculture, University of Florence, Italy. Renato BOCCHI. Catedrático de Proyectos Arquitectónicos y Urbanos en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Iuav de Venecia y coordinador del Curso de Grado en Arquitectura del Paisaje y del Área de Investigación sobre el Proyecto del Paisaje en la misma Universidad. Dirige la serie “Espacio Paisaje Arquitectura”, de la Editorial Gangemi, de Roma, donde ha publicado su libro más reciente: Progettare lo spazio e il movimento [2009]. |o| Professor of Architectural and Urban Design at the Iuav University of Venice, Faculty of Architecture where is the coordinator of the Landscape Architecture Degree Course. Now he is editor of the series “Space Landscape Architecture”, Gangemi Pbs, Rome. His most recent monography is: Progettare lo spazio e il movimento [2009] Daniela Colafranceschi. Arquitecta, doctora en proyectos arquitectónicos. Profesora de Arquitectura del Paisaje en la Facultad de Arquitectura de la Università Mediterránea de Reggio-Calabria (Italia). Autora de varias monografías sobre arquitectura, desde el año 2000 dirige la colección Land&Scape para la Editorial Gustavo Gili. |o| Ph. D. in Architecture. Landscape architecture professor at Universitá Mediterranea de ReggioCalabria (Italy). She is author of several monographs on architecture, and since 2000 directed the collection Land & Scape for Editorial Gustavo Gili. Maguelonne DEJEANT-PONS. Doctora en Derecho por la Universidad de Montpellier, donde fue profesora. Ha publicado numerosos artículos y libros sobre la protección de las zonas costeras y marinas, la diversidad biológica y del paisaje y el derecho humano al medioambiente. Desde 1987 trabaja en el Consejo de Europa, donde ha ostentado diversos cargos de responsabilidad. Actualmente es responsable de la División de Patrimonio Cultural, Paisaje y Ordenación del Territorio. |o| Doctor of Law from the University of Montpellier. She was Lecturer at the University of Law. She has published several articles and books dealing with the protection of coastal and marine zones, biological and landscape diversity and the human right to the environment. Since 1987, she has been working at the Council of Europe, in positions of responsibility. Actually, she is Head of the Cultural Heritage, Landscape and Spatial Planning Division at the Council of Europe. Gerhard ERMISCHER. Estudió Historia y Prehistoria en las universidades de Innsbruck y Southampton. Doctor en Filosofía. Fue Conservador del Museo de Aschaffenburg y Arqueólogo Municipal de dicha ciudad. Desde 1997 preside el Archaeological Spessart-
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Project (ASP), que en 2010 se convirtió en Instituto de Investigación del Paisaje de la Universidad de Würzburg. Como Secretario General de CIVILSCAPE, ha estado implicado en las políticas del paisaje de la Unión Europea y el Consejo de Europa. |o| Study of History and Prehistory at the University of Innsbruck, and at the University of Southampton. Dr. phil., Museum Curator and City Archaeologist in Aschaffenburg. Since 1997 chair of the Archaeological Spessart-Project (ASP), which became an Institute for Landscape Research at the University of Würzburg in 2010. As Secretary General of CIVILSCAPE engaged in landscape policy with the EU and Council of Europe. Roberto GAMBINO. Arquitecto y urbanista. Profesor titular de Planificación Urbana en la Facultad de Arquitectura del Politécnico de Turín, ha sido presidente del Master de Planificación Territorial, Urbana y del Paisaje y coordinador de un sinfín de investigaciones y planes urbanísticos, territoriales y paisajísticos. Ha escrito numerosas publicaciones sobre estudios urbanos, paisaje y zonas naturales protegidas. Es director del CED-PNN (Centro Europeo de Documentación sobre la Planificación de Parques Naturales. |o| Architect and planner. Full professor in Urban Planning at the Faculty of Architecture, Polytechnic of Turin. Past President of the Master Course in Territorial, Urban, Landscape Planning. Coordinator of many urban, territorial and landscape researches and plans. Author of many publications on urban studies, landscape and nature protected areas. Director of the European Centre on nature park planning (CED-PNN). Dirk GOTZMANN. Director de CIVILSCAPE, estudió Geografía y Ecología del Paisaje y trabaja en la concienciación sobre el paisaje, el reforzamiento de la sociedad civil y la responsabilidad personal, y en el trabajo interdisciplinario. |o| Director of CIVILSCAPE, studied Geography and Landscape-ecology, main objectives: awareness raising for landscape, strengthening civil society and personal responsibility, interdisciplinary work. Inge GOTZMANN. Directora de Bund Heimat und Umwelt in Deutschland (BHU), es miembro del Consejo de CIVILSCAPE. Estudió Biología y trabaja en la concienciación sobre el paisaje, el trabajo interdisciplinario y en proyectos de paisaje. |o| Director of Bund Heimat und Umwelt in Deutschland (BHU), board member of CIVILSCAPE, studied Biology, main objectives: awareness rising for landscape, interdisciplinary work, landscape projects. Maria KOZOVA. Catedrática de Ciencias Medioambientales y vicepresidenta del Departamento de Ecología del Paisaje de la Universidad Comenius de Bratislava. Fue una de las autoras más relevantes de la Estrategia Nacional de Desarrollo Sostenible para Eslovaquia (2000). Miembro del Comité Ejecutivo del Capítulo Europeo de la Asociación Internacional de Ecología del Paisaje (IALE). Desde 2004 es presidenta de la Asociación Eslovaca de Ecología del Paisaje. |o| Professor of Environmental Sciences, the deputy head of the Department of Landscape Ecology of the Comenius University in Bratislava. She was one of principal authors of the National Sustainable Development Strategy for Slovakia (2000). She is a member of the Executive Committee of the European Chapter of the International Association for Landscape Ecology (IALE). Since 2004 she is a chairman of the Slovak Association for Landscape Ecology.
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Alexandra KRUSE. Coordinadora de la red EUCALAND (miembro de CIVILSCAPE). Lleva más de una década trabajando en el ámbito de los paisajes agrícolas y culturales, del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y de la protección de la naturaleza. En el campo del patrimonio de la humanidad y aspectos relacionados, gestiona proyectos y organiza congresos y reuniones de trabajo enfocados desde una perspectiva interdisciplinaria y multicultural. |o| Network Coordinator, EUCALAND (member of CIVILSCAPE). She has worked for over 10 years in the field of agricultural and cultural landscapes, UNESCO World Heritage and nature protection. In the field of World Heritage and related issues, she manages national and international projects, organizes national and international conferences and working meetings – working interdisciplinary and multicultural. Jean Pierre LE-DANTEC. Ingeniero, arquitecto y escritor. Profesor en la Escuela de Arquitectura de la Université Paris-la-Villete, que dirigió entre 2001 y 2006. Miembro del comité director de Uniscape. Entre sus numerosas publicaciones se incluyen, entre otros, ensayos y antologías dedicados al arte de la jardinería y al paisaje. |o| Engineer, architect and writer. Professor at the School of Architecture at the Université Paris-la-Villete, wich he headed between 2001-2006. Member of the steering committee UNISCAPE. His numerous publications includes essays and anthologies devoted to the art of gardening and landscape. Javier MADERUELO. Doctor en Arquitectura por la Universidad de Valladolid, Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Catedrático de Arquitectura del Paisaje en el Departamento de Arquitectura de la Universidad de Alcalá. Director del programa Arte y Naturaleza de la Diputación de Huesca. Es autor de numerosos estudios, críticas y ensayos en libros y publicaciones periódicas, escribiendo asiduamente sobre arte y arquitectura. |o| Ph. D. in Architecture University of Valladolid, Doctor in Art History University of Zaragoza, and Professor of Landscape Architecture University of Alcalá. Director of Art and Nature program of the Diputación de Huesca. He is the author of numerous studies, reviews and essays in books and periodicals, writing regularly about art and architecture. Cipriano MARÍN. Matemático. Coordinador de la Iniciativa Starlight (Fundación StarlightIAC-UnescoMaB). Miembro del comité internacional de expertos del Programa Ciudades del Futuro (UNESCO MaB – CAS - SCOPE). Ha trabajado como experto y consultor para la UNESCO y la Comisión Europea |o| Mathematician. Coordinator of the Initiative Foundation (Starlight-IAC-UnescoMaB). Member of international committee of experts: Cities of the Future Program (UNESCO MaB – CAS - SCOPE). He has worked as an expert and consultant for UNESCO and the European Commission. Victoria Eugenia MARTÍN OSORIO. Doctora en Ciencias Biológicas por la Universidad de Málaga. Profesora titular del departamento de Biología Vegetal de la Universidad de La Laguna. Es Especialista Universitaria en Educación Ambiental por la Cátedra UNESCO de Educación Ambiental |o| PhD in Life Sciences, Universidad de Málaga. Professor of Botanical Biology at Universidad de La Laguna. She is a Specialist in Environmental Education by the UNESCO Chair in Environmental Education.
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Francesc MUÑOZ. Doctor en Geografía y profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona. Se ha especializado en urbanismo, planificación urbana y diseño de estrategias territoriales. Ha participado como experto en misiones del Consejo de Europa referidas a esas cuestiones. Actualmente dirige el Observatorio de la Urbanización y el programa del master en Intervención y Gestión del Paisaje, en la UAB. |o| PhD in Geography. Professor at Universidad Autónoma in Barcelona (UAB). An expert in urbanism and city planning and in the design of territorial strategies, he has been a member of European Council missions concerning all those aspects. At present, he is the director of the Observatory of Urban Development and of the Master in Landscape Intervention and Management at UAB. Juan Manuel PALERM SALAZAR. Doctor Arquitecto y Profesor de Proyectos Arquitectónicos de la Escuela de Arquitectura de Las Palmas de Gran Canaria. Profesor de la Universidad Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia en el Laboratorio Arquitectura del Paisaje. En 1986 funda el estudio “Palerm–Tabares de Nava, Arquitectos” con Leopoldo Tabares de Nava. Forma parte del Comité Ejecutivo de Uniscape. Es Director del Observatorio del Paisaje y comisario de la Segunda y Tercera Bienal de Canarias. |o| PhD in Architecture. He is Professor of Architectural Projects at the School of Architecture of Las Palmas de Gran Canaria. He is currently lecturing at the Landscape Architecture Laboratory of the University Architecture Institute of Venice. In 1986 he founded the Palerm-Tabares de Nava Arquitectos studio in partnership with Leopoldo Tabares de Nava. He is a member of the Executive Board of Uniscape and Director of Landscape Observatory and the Biennial of the Canary Islands. Flora PESCADOR MONAGAS. Doctora Arquitecta. Profesora Titular de Universidad de Urbanística y Ordenación del Territorio y Master en Arquitectura del Paisaje por la Universidad Politécnica de Cataluña. Ha sido Directora de la ETS de Arquitectura de Las Palmas. Directora de la IX Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo. Directora del Master en Proyectación Urbanística y del Paisaje. Redactora de las Directrices de Ordenación del Paisaje para el Gobierno de Canarias. |o| PhD in Architecture. Associate Professor in Urban Panning and Zoning. Master in Landscape Architecture, Universitat Politècnica de Catalunya. A former director of the School of Architecture of Las Palmas. Director of the 9th Spanish Architecture and Urban Planning Biennial. Director of the Master of Urban Projects and Landscape. Editor of the Landscape Zoning Guidelines for the Government of the Canary Islands. Jørgen PRIMDAHL. Arquitecto Paisajista. Profesor de Campo y Planificación del Paisaje en el Centro Danés del Bosque, Paisaje y Planificación, en la Universidad de Copenhagen. Es uno de los principales especialistas en Europa en el cambio del paisaje agrícola y las políticas administrativas del paisaje. |o| Landscape Architect. Professor of Countryside and Landscape Planning at the Danish Centre for Forest, Landscape and Planning, at the University of Copenhagen. He is a leading European specialist on agricultural landscape change and landscape stewardship policies. Jordi ROMERO-LENGUA. Licenciado en Ciencias Ambientales por la UAB y Técnico Urbanista (EAPC). Máster Profesional de Estudios Territoriales y Urbanísticos y Diploma
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de Estudios Superiores Especializados en Geografía por la UAB. Es miembro de X3 Estudis Ambientals (Barcelona) |o| Degree in Environmental Sciences at UAB, he is an expert in urban planning (EAPC). Master in Territorial and Urban Studies and Diploma of Higher Specialised Studies in Geography at the UAB. He is a member of X3 Environmental Studies (Barcelona). Xavier SABATÉ I ROTÉS. Licenciado en Ciencias Ambientales, Diploma de Estudios Avanzados y doctorando de Medio Ambiente en la Universitat de Girona. Especialista en Espacios naturales protegidos. Miembro externo del Laboratorio de Análisis y Gestión del Paisaje. Es socio director de X3 Estudis Ambientals (Barcelona) |o| Degree in Environmental Sciences. Diploma in Advanced Studies. He is currently a PhD student in Environmental Studies at Universitat de Girona. An expert in protected natural studies, he is an external member of the Landscape Analysis and Management Laboratory. He is managing partner of X3 Environmental Studies (Barcelona). José Antonio SOSA. Arquitecto por la Universidad Politécnica de Madrid, Doctor Arquitecto y Catedrático de Proyectos Arquitectónicos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, visiting scholar en la Universidad de Harvard, 2000, Guest Critic, en la ETH de Zurich, Studio Basel, 2005. Socio principal de Nred Arquitectos. Coordinador de LIP(a) Laboratorio de Investigación de Proyectos Arquitectónicos. |o| Graduated with a degree in architecture from Universidad Politécnica in Madrid, and a PhD from the University of Las Palmas de Gran Canaria, where he holds a professorship. In 2000 he was visiting scholar at Harvard University, and in 2005, Guest Critic at ETH Zurich, Studio Basel. He is senior partner of Nred Arquitectos and coordinator of LIP(a), a architectural projects research laboratory. Wolfredo WILDPRET DE LA TORRE. Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid. Catedrático de Botánica y profesor emérito de la Universidad de La Laguna. Doctor Honoris Causa en Ciencias Naturales por la Universidad Leibniz de Hannover, Alemania. Es Premio Canarias de Investigación e Innovación 2011. |o| PhD. in Pharmarcy at Universidad Complutense de Madrid. Professor of Botany and Emeritus professor at the Universidad de La Laguna. Doctor Honoris Causa in Natural Sciences by the Leibniz University Hannover, Germany. He is Canary Award for Research and Innovation 2011. Franco ZAGARI. Arquitecto y paisajista. Profesor titular de Arquitectura de la Universidad Mediterránea de Reggio Calabria (Italia), donde ha sido director del Departamento “Oasi” y es coordinador del Doctorado en Arquitectura de parques, jardines y ordenación del territorio. Chévalier des arts et lettres, Ministère de la culture, Francia. Premio europeo Gubbio 2009. Socio honorario de la Asociación Italiana de Arquitectura del Paisaje (AIAPP) 2010. |o| Architect, landscape architect. Professor of Architecture at the University “Mediterranea” of Reggio Calabria, where he was director of the Oasis Department and is currently coordinator of the PhD Program in Architecture for Parks, Gardens and Land Use. Chevalier des Arts et Lettres, Ministère de la Culture, France. Recipient of the European Gubbio Prize for 2009. Honorary member of AIAPP 2010.
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